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ENTREVISTAS
A
ROBERTO BOLAÑO

NATAL, 2011
Clarín, 11.05.2002

ENTREVISTA A ROBERTO BOLAÑO

El territorio del riesgo


Contra la vanguardia y sus máscaras, el narrador chileno despliega aquí su teoría
de la literatura como un campo de colisiones y desastres. Además, la reseña de su
último libro de relatos.

GONZALO AGUILAR.

Hace años que Roberto Bolaño (Santiago de Chile, 1953) vive en las afueras de
Barcelona. Allí escribió casi todos sus libros —La literatura nazi en América,
Estrella distante, Nocturno de Chile, entre otros— y allí también se transformó
en uno de los escritores latinoamericanos más importantes de los últimos tiempos.
Traducido a una decena de idiomas, ganador del premio Rómulo Gallegos 1999 por
su novela Los detectives salvajes, Bolaño es uno de los exponentes de esa
generación de escritores latinoamericanos que ha logrado narrar los horrores de los
70 haciendo uso de las potencias virtuales de la buena literatura. En esta
conversación —a medias telefónica, a medias por email—, el autor de Putas
asesinas parece hablar como si saliera de un sueño.

—A propósito de la globalización, la crítica Pascale Casanova habló de la


"república mundial de las letras". En su caso, ¿se considera un escritor
chileno en el extranjero, un representante de lo latinoamericano en España
o como alguien a quien todas esas denominaciones le pesan?

—Lamentablemente no puedo considerarme ninguna de estas tres cosas. La


primera, un escritor chileno en el extranjero, se acerca de algún modo a lo que
según los controles burocráticos, soy o pretendo ser. Pero la verdad es que si
viviera en Chile, si nunca hubiera salido de Chile o hubiera vuelto a Chile tras un
tiempo prudencial, ahora me sentiría, de igual manera, un escritor chileno en el
extranjero. Es decir: soy chileno, es algo con lo que vivo con mayor o menor
resignación, pero ese ser chileno no me remite, necesariamente, a lo que, casi
siempre con poca fortuna, se da en llamar patria. Y si viviera en Chile me sentiría
en el extranjero. Desde que tengo uso de razón siempre me he sentido en el
extranjero. A veces, en algunas casas, me sentí en mi propio país. O en algunas
habitaciones. O en algunas camas. O bajo algunas camas. Durante un tiempo tuve
un sueño recurrente y aquel sueño, mientras lo soñé, era de alguna manera mi
país. Es decir un sitio en donde la reglamentación de la violencia, y, sobre todo, sus
consecuencias, eran diferentes.

—En la novela Los soldados de Salamina de Javier Cercas no sólo aparece


como personaje, sino que se produce una cierta "afinidad electiva". ¿Esas
afinidades llegan a constituir un grupo en Barcelona, una nueva camada de
escritores?

—No creo que, en el caso de Cercas, haya afinidad electiva ni de ninguna clase. En
todo caso, si la hay es en una sola dirección y no de mi parte. La visión que tiene
Cercas de la literatura es distinta de la mía. Para mí la literatura no sólo es una
elección estética, sino también una apuesta ética. Yo no intento conciliar a la
izquierda con la derecha. Para mí la literatura traspasa el espacio de la página llena
de letras y frases y se instala en el territorio del riesgo, yo diría del riesgo
permanente. La literatura se instala en el territorio de las colisiones y los desastres,
en aquello que Pascal llamaba, si mal no recuerdo, el paréntesis, que es la
existencia de cada individuo, rodeado de nada antes del principio y después del
final. Mis afinidades en este sentido están con algunos escritores latinoamericanos.
Si formamos o no un grupo que sea algo más que un grupo de amigos es algo que
se verá en el futuro.

—En este grupo está Rodrigo Fresán, sobre cuya última novela, Mantra,
escribió una reseña muy elogiosa.

—Es que me gustó mucho, probablemente es el mejor libro de Fresán, un libro


desmesurado, lleno de humor, en ocasiones hiperviolento, que trata, en primera
instancia de México, pero que en realidad habla de Latinoamérica: México, en este
caso, funciona como los ojos de Latinoamérica. Y para mí fue una doble felicidad el
que me gustara tanto esta novela: felicidad como lector y felicidad porque soy
amigo de Fresán.

—En su literatura parece haber una visión desencantada de las


vanguardias. ¿Cómo vio los actos vanguardistas que llevaron a cabo en su
momento en Chile el grupo de Zurita, Diamela Eltit y otros?

—La verdad es que no me enteré o me enteré bastante tarde de lo que hacían. Y


tampoco me interesó demasiado. Casi todas las vanguardias artísticas, de alguna
manera, han servido de refugio para mediocridades impresionantes. Hay una clase
de personas que necesitan participar en lo que llamamos arte, pero que están
negadas para cualquier acto de valor y para acceder al arte lo primero que se
necesita, incluso antes que talento, es valor.

—En varios de los relatos de Putas asesinas, su último libro, los suicidas se
convierten en héroes de su literatura: ¿qué es lo que le atrae del suicidio?

—Siempre recuerdo una frase de Cortázar: es preferible ser un suicida que ser un
zombi. No me atrae nada del suicidio. Pero reconozco en él la libertad soberana, la
posibilidad de ser uno mismo quien escriba o intente escribir la última línea. Por
supuesto, me refiero al suicida, no al asesino. No me inspira ningún respeto Hitler
pegándose un tiro, ni los pobres jóvenes cargados de explosivos que se hacen
estallar a las puertas de una sinagoga. Salvador Allende o Gabriel Ferrater, que dijo
que vivir más allá de los cincuenta años no tenía sentido, y cuando cumplió
cincuenta se suicidó. O Rodrigo Lira, el mejor poeta chileno de mi generación, que
algunos dicen que se suicidó para protestar contra la subida del pan. Todos esos
suicidios empedoclianos, que dejan preguntas pero que también dejan muchas
respuestas, sólo que no las sabemos leer.

Encontrado en: http://www.clarin.com/suplementos/cultura/2002/05/11/u-00601.htm


El Tiempo, Colombia, 3 de enero de 2003.

LITERATURA / ROBERTO BOLAÑO HABLÓ CON EL TIEMPO DESDE ESPAÑA

'Extranjero me siento en todas partes'

El autor de Los detectives Salvajes y Putas asesinas, entre otras obras, es uno de
los escritores más importantes de la actual literatura hispanoamericana. Obtuvo los
premios Herralde de Novela y Rómulo Gallegos.

Roberto Bolaño vive a dos cuadras del mar, en Blanes, un pueblo de treinta mil
habitantes a media hora de Barcelona. Vive en la casa de su mujer con dos hijos
que ahora duermen. Prefiere la tranquilidad al bullicio, prefiere la cárcel silenciosa y
a veces insoportable de la escritura. Afuera una luna otoñal ilumina los restos de la
noche. En los pasillos de la casa hay unos tres mil libros. Bolaño fuma ansioso, y
toma Coca-Cola, porque el licor le ha resentido el hígado. La ironía brilla en sus
ojos. Al escritor chileno de 54 años no le gustan las entrevistas, piensa que todo lo
que importa está en sus libros, pero finalmente accedió a conversar sobre algunos
asuntos.

En principio, usted ha trabajado en poesía, género cada día más aislado del
mundo editorial. ¿Qué opina de la poesía como arte y como fenómeno en
los tiempos actuales?

No creo que la poesía vaya a desaparecer. Cada cierto tiempo, sospecho, la poesía
sufre metamorfosis, transformaciones, hibridajes. Por supuesto, ya no es posible
vender muchos libros de poesía, como sucedía con los libros de Byron, pero sigue
siendo posible ser Lord Byron, que es suficiente. Tal vez la poesía sobrevive ahora
en algunas novelas. O en formas no consideradas artísticas, formas bastardas
productos del gueto y de la marginación. Tal vez cuando se muera el último poeta
lírico la poesía renazca de sus cenizas.

En Los detectives salvajes hay ejes que sobresalen. Uno es el exilio, un


exilio que abarca, entre otros países, México y España.

Curiosamente nunca me he sentido exiliado. Tal vez si hubiera vivido en Suecia,


aunque sospecho que tampoco en Suecia. Lo que sí me he sentido es extranjero,
pero extranjero me he sentido en todas partes, empezando por Chile. Como fui un
niño pedante, ya desde niño me sentía extranjero.

¿Es usted un desencantado de la política o su exilio fue más buscando la


libertad individual?

La única libertad en la que creo es la libertad individual. O en el conjunto de


libertades individuales. Una libertad individual, la que tenemos a mano, bastante
vicaria, bastante desdibujada, pero por ahora la única que tenemos. Y no soy un
desencantado de la política, aunque motivos no me faltan ni a mí ni a nadie, pues
la política por regla general es un nido de serpientes. Sigo siendo de izquierda y
sigo creyendo que la izquierda, desde hace más de sesenta años, mantiene en pie
un discurso vacío, una representación hueca que sólo puede sonarle bien (esa
catarata de lugares comunes) a la canalla sentimental. En realidad, la izquierda real
es la canalla sentimental quintaesenciada.
Muchos años después de la caída violenta de Salvador Allende, ¿cómo
siente a Chile desde la distancia?

Tengo la impresión de que la democracia se está asentando, lo que ya es una gran


cosa, y de que la sociedad lentamente vuelve a aprender a convivir. Por supuesto,
a costa de algunas pérdidas de memoria, de algunas lobotomías.

En Los detectives salvajes se narra el mundo de los poetas jóvenes de dos


décadas, sus penurias y sueños, es como una desmitificación de lo
intelectual, una humanización del artista ¿qué piensa de esto?

Cuando entrego una novela a mi editor, ya no vuelvo a pensar en ella.

¿Qué escritores han sido claves en su educación sentimental literaria y


cuáles no aconsejaría leer?

Cervantes, Stendhal, Rimbaud, Poe. Y que cada uno lea lo que quiera y pueda. Yo,
al menos esta noche, me siento incapaz de desaconsejar nada.

¿De la narrativa actual qué le atrae?

De la narrativa latinoamericana: Rodrigo Rey Rosa, Daniel Sada, Rodrigo Fresán,


Alan Pauls.

¿Qué piensa de lo autobiográfico en la literatura?

Todo, de alguna manera, es autobiográfico, lo que demuestra, de pasada, la


inutilidad de escribir autobiografías.

¿Qué significa para usted la fecha del 11 de septiembre?

Una putada. El inicio de un baile parecido al de San Vito. La caída de Allende más la
fiesta nacional de Cataluña, que conmemora otra derrota, más el ataque de los
suicidas a las torres gemelas, que viene a ser una tercera derrota de la cultura
frente a la religión. El 11 de septiembre catalán no lo viví en carne propia y si lo
hubiera vivido lo callaría pues eso significaría que soy un vampiro o un inmortal. El
11 chileno lo viví, lo padecí y como tenía veinte años también lo disfruté. Los
jóvenes ignoran a la muerte. Sólo quieren su dosis de adrenalina y sexo, y yo
también. El 11 neoyorquino me pilló en Milán, con mi mujer y mis dos hijos y
cuando vi la explosión, en el primer momento, pensé en las imágenes que teníamos
en los ochenta sobre la Tercera Guerra mundial. Por supuesto, volvimos al hotel de
inmediato.

Está escribiendo una novela extensa, ¿qué puede decir al respecto?

La novela tiene más de mil páginas y como te puedes imaginar, es imposible


resumirla. Escribir algo tan largo, cansa. Trabajar cansa, como dijo Pavese. Y yo me
canso, además, con una facilidad pasmosa. Pero este es mi trabajo y tengo que
seguir.

Vallejo, Onetti y Borges ¿Qué se le viene a la cabeza al escuchar estos


nombres?

César Vallejo: la virtud y la torsión. La lírica que se autofagocita.


Juan Carlos Onetti: para mayores de treinta y tres años.

Jorge Luis Borges: el centro del canon de Latinoamérica.

Pablo Neruda: dos libros extraordinarios y nada más.

Gabriel García Márquez: un hombre encantado de haber conocido a tantos


presidentes y arzobispos.

Mario Vargas Llosa: lo mismo, pero más pulido.

Guillermo Cabrera Infante: un escritor extraño.

En realidad, de todos los escritores que me ha nombrado sólo me interesan Vallejo,


Onetti y Borges.

Por Alfonso Carvajal

Especial para EL TIEMPO

Blanes (España)

Encontrado en: http://eltiempo.terra.com.co/hist_imp/HISTORICO_IMPRESO/cult_hist/


2003-01-03/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR_HIST-241656.html
ROBERTO BOLAÑO

"Prefiero a la Allende que a Teitelboim"

Con su desenfado habitual, el autor de "Los detectives salvajes" se pronuncia sobre


el Premio Nacional de Literatura.

por Carolina Andonie Dracos

En Blanes (España) hace un calor sofocante y el estudio de Roberto Bolaño no tiene


aire acondicionado. Este escenario hace más tediosa la tarea de lidiar cada día con
las mil páginas que tendrá su próxima novela "2666", cuyo título amerita "una
extenuente explicación".

Ya en la cuenta regresiva para la entrega del Premio Nacional de Literatura nadie se


exime de aportar su granito de arena en términos de dimes y diretes.

El que calla, otorga

A Roberto Bolaño el tema no le va ni le viene, pese a que la crítica lo considera una


de las grandes voces narrativas del momento, ganador del Premio de Novela
Romulo Gallegos, que en una ocasión señaló: "Me encantaría que en Chile me
quisieran y no salieran imbéciles diciendo que no soy chileno. En ese sentido no me
deja indiferente una buena crítica, pero tengo la piel dura y sé aguantar golpes".

Con todo, el asunto del mayor galardón literario nacional no le quita el sueño.

"No estoy nominado al Premio Nacional. La verdad es que una vez dije lo que
pensaba de Skármeta y de Isabel Allende, en tanto escritores. Si debo optar entre
él y ella, me quedo con la Allende, pero escogiendo entre la espada y a pared. No
me parecen candidatos muy representativos de lo que puede ser la literatura
chilena, lo que alguna vez fue o pretende ser. Ni uno ni otro han hecho demasiados
esfuerzos por hacer literatura", asegura el literato.

"Como esto parece ser una especie de elección en medio de una tribu de caníbales,
hay que escoger el menos malo, por ello me quedo con la Allende antes que con
Volodia Teitelboim. ¿Qué obra de este último tiene un cierto valor literario? Más
bien, con su actitud dogmática, ha sido un genio -hablo del Volodia joven- de la
antología famosa, pero claro, no vas a estar toda tu vida con una obra que hiciste a
los 20".

-¿Considera que este Premio ha adquirido un descarado tinte político?


"Me parece nefasto, pero no es más que gente que está escupiendo al cielo. Lo
único que está haciendo Zurita es aumentar un cierto desprestigio, porque sí se
mereció el Premio Nacional, pero su actitud actual, que apunta a la de un
burócrata, a la de un funcionario, además, "cahüinero". Supongo que debe ser
propio del masoquismo de Zurita, ampliamente demostrado".

-¿Qué pasa con su producción?

"El Premio nacional me las trae flojísimas, no me interesa enlo más mínimo. Hay
dos poetas grandes a los que leo y releo: Enrique Lihn y Jorge Teillier y no
obtuvieron el galardón. No haré ningún lobby para que me postulen".
-Muchos críticos valoran "Los detectives salvajes" y su injerencia en
México, donde se hablaba de las cosas que decía "el niño Bolaño".
"El niño" Bolaño en 2003 cumple 50. Lo que se diga de mi obra en México me tiene
sin cuidado. Ahora me están traduciendo en Francia, Suiza, Alemania, Italia y si me
preocupara de lo que dicen dejaría de escribir. Mi último viaje fue a París, donde se
publicaron tres novelas mías de un golpe, que tuvieron una acogida crítica que no
me esperaba. Aparecí en la portada del suplemento cultural de Le Monde. Me da
vergüenza porque a Hans Georg Gadamer, un intelectual al que adoro, sólo le
dieron una reseña.

-¿Qué viene ahora?

"Esta novela larguísima, una obra monstruosa, que da para todo. A veces me
preocupa la recepción del público ya que es un salto al vacío, porque la apuesta es
muy alta. Tiene que ser con una estructura novedosa, los argumentos siempre son
los mismos, pero la estructura condiciona la prosodia y eso es realmente una
pesadilla".

El Mercurio 10 de agosto de 2002

Encontrado en: http://www.letras.s5.com/bolano140802.htm


Roberto Bolaño : "He estado cerca de la mendicidad"
El escritor chileno, ganador del Premio Municipal de Literatura, habla de su peculiar
trayectoria, forjada principalmente en España, donde sus libros son aclamados por
la crítica.

Por Marcelo Soto

En varios artículos publicados en la prensa nacional


se ha presentado a Roberto Bolaño (45) como "un
escritor chileno que triunfa en España".

"Una exageración total", según este autor que no se


toma en serio, cultor de un humor muy negro y que
vive en Blanes, un pueblo costero de 20 mil
habitantes cerca de Barcelona.

Bolaño no es un best-seller, pero goza de la


admiración de la crítica española.

Ahora, tras 24 años sin pisar Chile, este novelista que comenzó como poeta y
formó parte en México de los "infrarrealistas", está siendo reconocido por los
críticos nacionales. Su libro Llamadas telefónicas (Anagrama) acaba de recibir el
Premio Municipal de Literatura de Santiago mención cuento.

La obra de Bolaño nada tiene que ver con la que publican autores de su edad en
Chile. Admirador de Borges y Cortázar, su prosa está poblada de bromas, juegos de
palabras, autores falsos, personajes que van y vienen. A menudo descoloca al
lector con frases como "a partir de aquí mi relato se nutrirá básicamente de
conjeturas", que aparece en la página 29 de Estrella distante.

Esta novela, sobre un poeta fascista que escribe versos en el cielo, es en realidad
una extensión del último capítulo de su libro La historia de la literatura nazi en
América, donde retrata a diversos escritores afines a Hitler.

Ahí están sus bibliografías completas, sus vidas privadas y sus sueños. Todo
inventado, por supuesto.

Su próxima novela, que lanzará en septiembre, la califica de "suicida".

Se llama Los detectives salvajes, tiene más de 700 páginas y en ella reaparecen
personajes como Alvaro Bolaño, de Llamadas telefónicas, y el policía Abel Romero,
de Estrella distante.

Bromista y desenfadado, Bolaño no parece orgulloso de sus logros literarios.

Prefiere recordar viejas anécdotas de su infancia en Chile. "En 1962, vivía en


Quilpué, a 50 metros de donde estaba alojada la selección brasileña; conocí a Pelé,
a Garrincha, a Vavá. Recuerdo por ejemplo que Vavá me tiró un penalty y se lo
atajé. Y para mí es la mayor hazaña que he hecho. ¡Le atajé un penal a Vavá!".
- ¿Cómo recibe este premio? Algunos críticos chilenos han dicho que es el
escritor más promisorio de su generación.

- Me parece generoso, pero a los 45 años ya nadie es el escritor más promisorio de


nada; el ser un escritor promisorio es algo que se suele decir cuando uno tiene 18 ó
20 años. Me llena de agradecimiento porque si me encuentran promisorio debe
querer decir que aún tengo remedio, que no todo está perdido.

- En sus libros hay muchas trampas o bromas literarias. Por ejemplo, el


personaje final de Literatura nazi en América, Ramírez Hoffman, aparece
de nuevo en Estrella distante, con el nombre de Wieder, que en alemán
quiere decir "otra vez".

- En realidad, son pequeñas bromas que me hago a mí mismo para sobrellevar las
horas de escritura, que suelen ser muy laboriosas e incluso aburridas. Es
simplemente para soportar la soledad de la computadora y también porque
concibo, de una manera muy humilde, la totalidad de mi obra en prosa e incluso
alguna parte de mi poesía como un todo. Un todo no sólo estilístico, sino también
un todo argumental, los personajes están dialogando continuamente entre ellos y
están apareciendo y desapareciendo.

- La idea de hablar de autores que no existen e inventarles toda una vida y


una bibliografía, ¿la tomó de Borges?

- No. En realidad, Borges la toma también de otros autores, por ejemplo Alfonso
Reyes; de hecho, es el maestro de Borges, tiene un libro maravilloso sobre esto,
Retratos reales e imaginarios, y a su vez, Reyes la toma de Marcel Schwob, Vidas
imaginarias.

- ¿Por qué quiso escribir sobre autores nazis americanos?


¿Conoció a alguno? ¿O ve alguna relación entre las vanguardias literarias y
la extrema derecha?

- No he tenido la desgracia de conocer a ninguno. Pero el origen de ese libro, creo


que está en una conversación que tuve hace muchísimos años con un chileno,
cuando todavía estaba Pinochet en el gobierno, le pregunté si en Chile había una
literatura pinochetista y él me dijo que no, y a partir de allí me puse a pensar en lo
patéticamente divertido que podría llegar a ser esa literatura pinochetista. Por otra
parte, yo creo que evidentemente existió, como en España hubo una literatura
franquista, e incluso hay unos autores falangistas que no son malos del todo.

- En Chile se hizo una lectura del personaje Wieder, de Estrella distante,


que escribe versos en el aire, como una parodia a Raúl Zurita, que hizo
algo similar en Nueva York. ¿Es una ironía?

- No, tal vez inconscientemente... Cuando escribes, nunca sabes hasta dónde
quieres llegar. Evidentemente, Zurita nunca se ha subido a pilotar un avión. Sé lo
que hizo en el cielo de Nueva York, pero él pagó para que lo hicieran. La diferencia
fundamental con Wieder es que Wieder es piloto y además es un muy buen piloto.

- Pero al momento de escribir, ¿pensó o no en Zurita?

- Yo sabía que Zurita había hecho eso. Lo que pasa es que el sueño del piloto que
escribe artículos de la Biblia en el cielo, es un sueño que tuve hace muchísimo
tiempo, pero si yo digo que vi a Wieder escribiendo versículos en el aire antes de
que Zurita contratara sus aviones neoyorquinos para escribir aquella frase, no me
va a creer nadie y tampoco tiene la menor importancia, porque no creo que mi
novela se sustente en eso. Mi discurso no tiene absolutamente nada que ver con el
discurso de Zurita. Soy una persona no mesiánica.

- ¿Zurita le parece mesiánico?

- Zurita me parece absolutamente mesiánico. En sus referencias a Dios, a la


resurrección de Chile; él en su poesía busca la salvación de Chile, que supone va a
llegar mediante claves místicas o no racionales. Zurita le da la espalda a la
ilustración e intenta, formalmente, llegar a la raíz primigenia del hombre.

Poéticamente, resulta muy seductor, pero yo la verdad es que no creo en esas


escatologías.

- Borges y Cortázar son sus grandes lecturas. ¿Hay algún escritor chileno
que haya sido importante en su formación?

- Sobre todo Enrique Lihn. El es el gran poeta de los últimos años en Chile y uno de
los grandes poetas de la lengua española. Lihn hace exactamente la poesía que yo
opondría, si llegara el caso, a la de Zurita. Por lo demás, pueden coexistir
perfectamente ambas y es bueno que haya líneas diferentes.

Lihn es un poeta absolutamente ciudadano.

- Usted tuvo una intensa correspondencia con Lihn, a principios de los


'80...

- Una corta correspondencia, pero muy importante para mí. Sobre todo, el que un
hombre a quien yo admiraba tanto se dignara a contestar mis cartas.

En ellas se despachaba contra todos y contra todo. Lihn tenía una lengua
afiladísima. No había absolutamente nada que escapara a su crítica.

- El otro poeta importante de esa generación es Jorge Teillier, quien decía


que un artista, antes que nada, debe vivir poéticamente. ¿Está de acuerdo?

- Yo creo que la vida de todos los seres humanos es de alguna manera su novela y
su poema. No se puede vivir con miedo. Teillier lo decía en ese sentido. Por
supuesto, un poeta no puede parecer un director de banco, eso es una barbaridad,
un poeta ha de vivir como poeta las 24 horas del día.

Al margen

- Un poco lo que decía Huidobro: seré un gran hombre, es decir, un poeta o


un criminal, jamás un político. ¿Alguna vez pensó en tomar un camino al
margen de la ley?
No en un momento, sino en muchos momentos de mi vida. He tenido una vida de
exiliado y el estar en países donde eres extranjero, con todo lo que eso conlleva,
las dificultades para trabajar... hay momentos en que vives muy mal y ves muy de
cerca ese otro lado. Pero el crimen es aún mucho más trabajoso que la escritura y
yo soy básicamente una persona perezosa. Ser criminal realmente cuesta
muchísimo. De lo que sí he estado cerca es de la mendicidad. El crimen lo he visto
desde lejos, pero la mendicidad, la inopia absoluta, la he visto de muy cerca.

- Sus novelas dan la impresión de que fueron escritas sin esfuerzo. ¿Le
resulta fácil escribir o es de aquellos escritores que revisan cada coma,
cada palabra?

- Las dos cosas. Me resulta muy fácil escribir, pero luego reviso muchísimo. Lo peor
de todo es que siempre quedo con la sensación de que lo he hecho mal. Parece que
es algo que les sucede a todos los escritores. Los vericuetos del idioma son tan
grandes, además en ese aspecto yo he tenido una pequeña ventaja que es el de
vivir, al menos durante mucho tiempo, en tres países con tres castellanos que
tienen algunas diferencias entre sí, como el castellano de Chile, el de México y el de
España. Entonces, a veces me hago un lío bestial y pongo mexicanismos donde no
debe haberlos, o chilenismos.

- ¿Tras 24 años sin pisar Chile, aún usa chilenismos?

- Me quedan muchos. Para mí, los mejores insultos que he conocido son los
mexicanos; sin embargo, yo que conozco muy bien toda la gama de insultos
mexicanos, las contadísimas ocasiones en que me veo obligado a insultar o a
blasfemar, pues, lo hago a la chilena.

- Su hijo se llama Lautaro, lo que de algún modo refleja su afecto por Chile.

- Yo me siento chileno. Es decir, no me siento de ningún país, pero sé que soy


chileno porque tengo un pasaporte chileno y tengo una única nacionalidad que es la
chilena... he leído cosas que me han llegado de Chile donde se dice que difícilmente
se me podría considerar chileno.

Bueno, si no me quieren considerar chileno, allá ellos. Los españoles tampoco me


consideran español y los mexicanos tampoco me consideran mexicano.

- Aquí se ha hablado mucho de la nueva narrativa chilena, a la cual usted


también pertenecería por un asunto de edad. ¿Cuál es su relación con estos
autores?
- Ninguna. De Fuguet leí una cosa hace poco, Por favor, rebobinar.

No es la literatura que a mí me ponga a bailar de emoción, pero está bien.

Me da la impresión de que a Fuguet se le escapa la historia... Ahora estaba leyendo


una novela de un tal Carlos Franz, El lugar donde estuvo el paraíso, aún no la he
terminado y me parece bastante bien.

- Su nuevo libro, Los detectives salvajes, tiene más de 700 páginas, algo
inesperado en un autor cuyas novelas son generalmente cortas.

- Los detectives salvajes es una novela muy grande que seguramente me acarreará
toda clase de odios. La forma de la novela pedía esa extensión. A propósito, yo sé
que mis novelas en Chile son muy caras, y ésta me imagino que va a costar un
dineral comprarla. Por eso les aconsejo a mis pocos, pero fieles lectores, que las
roben.
- ¿No le importa perder los derechos de autor?

- En lo más mínimo. Además, no pierdo los derechos de autor; el que pierde es el


librero.

Encontrado en: http://www.quepasa.cl/revista/1423/24.html


El cuestionario de Proust

Las respuestas de Roberto Bolaño


Roberto Bolaño, el escritor chileno residente en España, autor de "Las llamadas
telefónicas", "Monsieur Pain" y "Los detectives salvajes",acaba de producir "Los
perros románticos" una selección de libros anteriores y poemas inéditos. En una
reciente visita a Chile se autocalificó como el mejor narrador de su generación.

"A los 46 años, si algo me disgustara de mi apariencia sería un gilipollas. Todo me disgusta, pero lo
asumo con resignación", dice Bolaños.

(Foto: Copesa)

¿Cuál es el defecto propio que deplora más?.

Yo soy una persona llena de defectos y todos son


deplorables.

¿Cuál es el defecto que usted deplora más en


otros?.

La intransigencia, la prepotencia, la intolerancia.

¿Cuál es su estado mental más común?.

En los lindes de la idiotez, como casi todos los


seres humanos.

¿Cómo le gustaría morir?.

Haciendo el amor. (En realidad, a cualquiera le gustaría morir así.) Si después de


muerto debe volver a la Tierra, ¿convertido en qué persona o cosa usted
regresaría?.

Un colibrí, que es el más pequeño de los pájaros y cuyo peso, en ocasiones, no


llega a los dos gramos. La mesa de un escritor suizo. Un reptil del desierto de
Sonora.

Y si pudiera elegir un personaje de ficción, ¿cuál escogería?.

Super Ratón. Bugs Bunny. Speedy González.

¿Cuál es su mayor extravagancia?.

Mi gran colección de wargames de mesa y mi pequeña colección de wargames de


computador.

¿En qué ocasiones miente?.


Cuando hablo de pintura abstracta. Cuando hablo de poesía metafísica.

¿Qué persona viva le inspira más desprecio?.

Son muchos y ya soy demasiado viejo como para establecer un ránking.

¿A qué persona viva admira?.

Admiro a las madres y abuelas de la Plaza de Mayo. A gente como ellas.

¿Qué palabras o frases usa más?.

"Joder" y "coño".

¿Cuál es su idea de la felicidad perfecta?.

Mi felicidad imperfecta: estar con mi hijo y que él esté bien. La felicidad perfecta, o
su búsqueda, engendra inmovilidad o campos de concentración.

¿Cuál es su mayor miedo?.

Cualquier cosa que pueda hacerle daño a mi hijo.

¿Cuál es su mayor remordimiento?.

Son muchos y se acuestan y levantan conmigo y escriben conmigo porque mis


remordimientos saben escribir.

¿Cuál es la virtud más sobrevalorada socialmente?.

El éxito, pero el éxito no es ninguna virtud, es sólo un accidente.

¿Qué le disgusta más de su apariencia?.

A los 46 años, si algo me disgustara de mi apariencia sería un gilipollas. Todo me


disgusta, pero lo asumo con resignación.

¿Cuáles son sus nombres favoritos?.

De hombre, Lautaro. De mujer, Carolina, Lola, María. De perro, Laika,Duque, Popi.

¿Qué talento desearía tener?.

Saber tocar la guitarra. Saber jugar al fútbol. Ser un buen jugador de billar.

¿Qué le desagrada más?.

La mala educación.

¿Cuándo y dónde ha sido más feliz?.

Yo he sido siempre feliz. Al menos, razonablemente feliz. Y en lugares y fechas en


donde la felicidad no era precisamente lo que más abundaba.
Si pudiera, ¿qué cambiaría de su familia?.

Nada. Primero porque no puedo. Segundo porque es imposible.

¿Cuál es su mayor logro?.

Mi mayor logro sería que mi hijo me recordará con cariño. Y que mis amigos y
amigas, de vez en cuando, también. Pero eso es una batalla futura.

¿Cuál es su posesión más atesorada?.

Mis libros.

¿Cuál es la manifestación más clara de la miseria?.

Los niños que mueren de hambre, los que mueren por enfermedades fáciles de
combatir, los niños que sufren abusos sexuales, los niños que tienen que trabajar,
los que son maltratados por sus padres. La manifestación más clara de nuestra
miseria y de nuestro fracaso como seres humanos es eso y es Auschwitz.

¿Dónde desearía vivir?.

Si tuviera mucho dinero, en Andalucía, sin escribir ni hacer nada, pasarme el día en
los bares y conversando.

¿Cuál es su pasatiempo favorito?.

Ver videos hasta las cinco de la mañana.

¿Cuál es la cualidad que usted aprecia más en una mujer?.

La inteligencia y la bondad, igual que en los hombres. En tercer lugar el humor,


aunque si hay inteligencia y bondad el humor se da por añadidura.

¿Cuál es la cualidad que usted aprecia más en un hombre?.

Vaya, creo que esta pregunta ya está respondida. Añadamos una cuarta cualidad,
deseable pero no exigible: el valor.

¿Cuál es su héroe de ficción favorito?.

Julien Sorel. El Pijoaparte de Marsé. Horacio Oliveira de Cortázar. El Superman de


mi infancia. El atormentado Spiderman. Drácula. Sherlock Holmes. El padre Brown.
Don Isidro Parodi. El Cristo de Elqui.

¿Cuáles son sus héroes de la vida real?.

Los mismos que ya he mencionado. Añadiría a Misael Escuti y a Honorino Landa.


Añadiría a Baudelaire y a Oscar Wilde.

Encontrado en: http://www.tercera.cl/diario/2000/03/19/t-19.01.3a.REP.BOLANOS.html


Bolaño a la vuelta de la esquina
por Rodrigo Pinto

El escritor chileno más reconocido por la crítica y los lectores exigentes habla de su
nueva novela, donde les hinca el diente -hasta muy adentro- a la historia y la
literatura nacionales del último medio siglo. Desde luego, también habla de otras
cosas.

"Nocturno de Chile", la última novela de Roberto Bolaño -quien ya lleva una decena
de libros publicados- es un extenso monólogo de Sebastián Urrutia Lacroix,
sacerdote del Opus Dei e importante crítico literario chileno, que se abre a
comienzos de 1950, cuando recién ha salido del seminario, y concluye en el año
2000.

Al comienzo del relato, Urrutia Lacroix está enfermo, con fiebre, y recuerda su vida,
los hitos más importantes de su vida, que son también los hitos más importantes
de la historia del país. Por su monólogo desfilan personajes tomados tanto de la
historia como de la imaginación del autor, aunque el mayor peso lo soportan el
mismo Urrutia Lacroix -que usa el seudónimo de H. Ibacache, el cura Ibacache,
para escribir sus críticas literarias- y Farewell, otra vaca sagrada de la crítica
nacional. Las 150 páginas del relato, aunque se trate de sólo dos párrafos (el
primero abarca la totalidad del libro, menos una línea; el segundo es,
precisamente, esa línea), se leen con extraordinaria facilidad.

-El título que usted pensó originalmente para "Nocturno de Chile" fue
"Tormenta de mierda". ¿Por qué lo cambió?

-Básicamente porque a mi editor, Jorge Herralde, no le gustaba, y tras hablar con


él repetidas veces, y nombrar repetidas veces el título, yo empecé a sentir asco;
tanta "Tormenta de mierda" puede acabar incluso con la paciencia del propio autor.
Juan Villoro también desaconsejaba el título original. Y no me arrepiento."Nocturno
de Chile" expresa con mayor fidelidad lo que es la novela.

-El protagonista de "Nocturno de Chile", el cura y crítico literario Sebastián


Urrutia Lacroix, habla de "la chatura y la infinita desesperación de mis
compatriotas". ¿Un defecto y una virtud, respectivamente, de los chilenos?

-Urrutia Lacroix es bastante lúcido. No siempre, pero en ocasiones lo es, aunque su


lucidez suele no diferir mucho de la de Farewell, es decir la lucidez de un dueño de
fundo ilustrado. Generalmente la chatura va acompañada de miedo o malevolencia.
Yo prefiero creer que la chatura de Chile va acompañada de una desesperación
infinita. La chatura de Chile o México o Rusia.
La realidad, sin embargo, nos indica una y otra vez que la chatura va acompañada
de malevolencia, en el mejor de los casos de una especie de letargo que puede
llevarnos, una vez más, a una cierta esperanza. Podemos recordar el cuento "La
bella durmiente" y sacar todo tipo de conclusiones. O la historia de la lámpara
maravillosa, que durante siglos permanece oculta, es decir dormida.

-Los tres reconocidos como grandes en la crítica literaria chilena son -han
sido- célibes, dos curas y un solterón: Omer Emeth, Alone e Ignacio
Valente. Más allá del tratamiento del ejercicio de la crítica que usted hace
en su novela, ¿qué opina de ese hecho?
-Bueno, yo no me atrevería a verlos como célibes, es difícil ser célibe. En cualquier
caso: serlo no es ninguna maldición. Digamos que es un trance permanente y que
entraña alguna dificultad. Lewis Carroll era célibe. Las letras inglesas del XIX están
llenas de escritores a quienes el sexo les parecía algo sin interés. Aquí algo tiene
que ver la educación, porque los isabelinos, por ejemplo, son gente bastante
interesada por el sexo. Y casi ningún isabelino fue al colegio, como es bien sabido.
La única respuesta en serio que se me ocurre es que la poesía y la narrativa
siempre han tenido los críticos que se merecían.

-En "Los detectives salvajes", usted ofrece, entre otras cosas, una mirada
global sobre la literatura latinoamericana. ¿Ve alguna equivalencia entre
ese aspecto de aquella novela y su perspectiva sobre la narrativa chilena
en "Nocturno de Chile"?

-"Nocturno de Chile" tiene la misma estructura que "Amuleto" y otra novela que
posiblemente ya no escriba y cuyo título iba a ser "Corrida". Son novelas musicales,
de cámara, y también son piezas teatrales, de una sola voz, inestable, caprichosa,
entregada a su destino, en diálogo con su destino, y tal vez, aunque en esto último
probablemente he fallado, en diálogo con la tridimensionalidad que es parte de
nuestro destino. Esa trilogía se ha quedado en dueto.

-Es fácil interpretar "Nocturno de Chile" como una novela en clave, sobre
todo a la vista del título original que usted había pensado; pero,
obviamente, se trata de algo más. ¿Podría usted decir cuál es el núcleo de
la novela?

-Hay una estructura, como decía antes, que es básicamente musical. Y también,
por supuesto, está el intento de escribir una novela-río de 150 páginas, tal como
quería Giorgio Manganelli, uno de los grandes escritores del siglo XX y a quien muy
pocos han leído. "Nocturno de Chile" es el intento de construir con seis o siete u
ocho cuadros toda la vida de una persona. Cada cuadro es arbitrario y al mismo
tiempo, paradójicamente, es ejemplar, es decir se presta a la extracción de un
discurso moral. Cada cuadro puede ser leído de forma independiente. Todos los
cuadros están unidos por ramitas o pequeños tubos, que en ocasiones son más
veloces aún, y necesariamente mucho más independientes, que los cuadros en sí.
Pero me temo que explicar la estructura y los andamiajes internos de una novela
no tiene mucho sentido. Toda novela, básicamente, tiene que ir directa hacia el
placer, el placer de la lectura. Y a partir de allí ir hacia donde pueda y quiera.

-Roberto Matta salió hace más de sesenta años de Chile, no ha regresado


nunca y se le considera una de las glorias de la patria. En cambio, de usted,
que lleva afuera menos tiempo y que ha regresado varias veces en los
últimos años, se dice que no es chileno. ¿Apreciación correcta, ingratitud
humana o chaqueteo duro y puro?

-Matta es un clásico, en una acepción equivocada de la palabra, porque clásico, lo


que se dice clásico, es Rembrandt, ¿no?, y aún ahí habría tela de donde cortar.
Pero admitamos, para entendernos, que Matta es un clásico, un surrealista que está
en la superficie cuando hoy el surrealismo vive en los subterráneos y
probablemente ya no se llama surrealismo; tal vez Matta es el último surrealista
sub sole, y sus obras, como es sabido, cotizan a la alza en los mercados de arte de
Nueva York, París, Milán. Todo eso, esa virtud cuya traducción más ajustada sería
la del oro, pesa mucho a la hora de las apropiaciones nacionales. En cualquier caso
el asunto es absolutamente intrascendente. No creo que Matta aprecie demasiado a
sus adalides patrios.
-En una reciente entrevista, usted opinó que no es el objeto de la escritura
lo que definía la chilenidad. ¿Qué es, si no?

-No recuerdo esa entrevista. Probablemente, como siempre, dije muchas tonterías.
A mí me trae al fresco la definición de la chilenidad. Tampoco me interesa la
definición -el fijar fronteras, cuando la naturaleza de las fronteras es naturalmente
difusa- de la americanidad, ni de la españolidad, ni de la occidentalidad. Creo que
ya tenemos más que suficiente con el misterio del ser humano y sus construcciones
mentales, por no decir nada de sus construcciones reales, tangibles, que en
ocasiones se asemejan a la locura pura, y en ocasiones, más raras, a algo que
podría parecerse a la felicidad, a la resignación y al vacío.

-Varios críticos y escritores opinan que César Aira, Rodrigo Rey Rosa, Juan
Villoro y usted (y uno que otro escritor más, según el punto de vista) son
los escritores latinoamericanos más destacados de su generación. ¿Está
usted de acuerdo?

-En lo que respecta a Villoro, Aira y Rey Rosa, completamente de acuerdo. Me


excluiría a mí mismo de inmediato. Y añadiría a Rodrigo Fresán, en cuya obra se
empieza a ver al gran escritor que es y, sobre todo, que será, y a Horacio
Castellanos Moya y a Carmen Boullosa.

-Sin mencionar a los recién nombrados, ¿cuáles son los escritores de su


generación que más le gustan?

-Me gustan Padilla y Volpi, del crack mexicano. El también mexicano Mauricio
Montiel. Los españoles José Carlos Somoza, Javier Cercas, Pablo dOrs. Piglia y Alan
Pauls, argentinos. Me gusta el peruano Bayly. El colombiano Santiago Gamboa. El
salvadoreño Castellanos Moya (que ya se lo he nombrado), recientemente
publicado en España, y que es el único de los escritores de mi generación que sabe
narrar el horror, el Vietnam secreto que durante mucho tiempo fue Latinoamérica.
A Fresán y Boullosa ya también los he nombrado. Seguramente se me olvida ahora
el nombre de alguno muy bueno, y eso que sólo me he ceñido al ámbito de la
narrativa en lengua española. Por supuesto, faltan Javier Marías y Enrique Vila-
Matas, que son los herederos primogénitos del boom.

-Alguna vez usted dijo que se definía como poeta en primer lugar y como
novelista en segundo término. ¿Sigue pensando igual? Porque está claro
que la narrativa le demanda bastante más tiempo.

-En un país como Chile, donde hasta los expertos en poesía no tienen ni idea de
qué es un dímetro coriámbico, resulta peligroso definirse como poeta. Digamos que
a la gran mayoría de los, así llamados, poetas chilenos les basta con ejecutar (mal)
y entender (peor) el blank verse isabelino. Añadamos que en Chile se baila la cueca
del pentámetro yámbico no rimado, pero todo el mundo (académico) ignora las
virtudes del endecasílabo suelto, que viene a ser lo mismo que el blank verse. Si
somos hijos de tigre, ¿por qué nos comportamos como gatos?, se preguntaba
Nicanor Parra. Cada día tengo más fundadas sospechas de que no somos,
finalmente, hijos de tigre, sino más bien de gato. Y así nos comportamos, como
mininos, y así nos va.

Un escritor sudamericano -Hernán Rivera Letelier ha dicho que sus obras le


parecen repetitivas, poco originales, aburridas, que siempre hablan de lo
mismo. ¿Qué le parece ese juicio crítico?
-Hernán Rivera Letelier está viviendo su sueño, que nadie, por otra parte, le ha
regalado, y mi único deseo es que lo viva hasta el final y que lo disfrute como un
valiente. Por otra parte dudo mucho que Rivera Letelier haya leído dos libros míos.
De hecho, dudo mucho que haya leído ni uno solo de mis libros.

-Usted parece tener una relación de amor-odio con el conjunto de la


literatura chilena. ¿Se siente parte de una tradición, o vino usted a fundar
una nueva sobre la base de los mismos materiales?

-Yo sólo espero ser considerado un escritor sudamericano más o menos decente
que vivió en Blanes (cerca de Barcelona) y que quiso a este pueblo. El conjunto de
la literatura chilena es más bien lamentable. Pero eso no lo digo yo, lo dice
cualquiera que haya leído más de cien libros en su vida. El conjunto de la actual
literatura francesa, salvo notables excepciones, también es lamentable, y eso lo
dicen los franceses y nadie, absolutamente nadie, se rasga por ello las vestiduras.

-Disculpe que le haga una pregunta sumamente repetida: ¿a quién rescata


usted, verdaderamente, de la actual narrativa chilena? Sabemos que
recomendó a Pedro Lemebel ante Jorge Herralde, su editor español. ¿Hay
para usted alguno más que valga la pena?

-No uno sino varios. Roberto Brodsky me parece un escritor magnífico, y también
Gonzalo Contreras. Yo diría que Contreras y Brodsky son los mejores, con una
diferencia entre sí: el primero es muy conocido, y está bien que así sea, mientras
que Brodsky opera en un nivel más secreto, construyendo una obra en dos
direcciones aparentemente disímiles, por un lado difícil, en donde se puede rastrear
el peso de Onetti, y por otro lado ligera. El mejor cuento policial que yo he leído,
escrito por un autor chileno, es uno de Brodsky.

-¿Qué le pareció la antología de poesía chilena que hizo hace poco Marcelo
Rioseco, más allá de su crítica por la exclusión de Rodrigo Lira?

-Mala. Pero ese es el calificativo que merecen casi todas las antologías. Es muy
difícil hacer una antología. Y si se trata de poesía, las dificultades son aún mayores.

en Las Ultimas Noticias, Domingo 28 de enero de 2001

Encontrado en: http://www.letras.s5.com/bolao1.htm


Comala.com 26 de julio de 1999.

Literatura, Latinoamérica y el Premio Rómulo Gallegos (26 de julio de 1999)


Roberto Bolaño, en su visita por Caracas para recibir el premio Rómulo Gallegos por
su novela Los detectives salvajes, conversó con nosotros sobre la literatura
latinoamericana, su "iniciación al realismo visceral" y la importancia de ganarse
premios.

Tertulia in vitro. Invitado: Roberto Bolaño (Ganador del Premio Rómulo Gallegos)

Los detectives salvajes

Rubén Wisotzki (moderador): Dicen que le resulta muy difícil al autor literario
no estar presente en sus obras. ¿Dónde podemos distinguir a Bolaño en Los
detectives salvajes?

Roberto Bolaño: En todas partes y en ninguna. Todo eso es muy relativo.

Lucas Ramírez: Me preguntaba si Ud. concuerda con Savater en que la forma más
ética de vivir es amarse a uno mismo primero que todo para poder realmente amar
a los demás, sin falsos moralismos o la tan de moda solidaridad

Roberto Bolaño: Creo que está muy bien amarse a uno mismo. Pero creo que es
mucho más "ético" el compromiso con los demás. Por otra parte no creo que la
solidaridad sea una moda. Mi generación, por ejemplo, hizo de la solidaridad una
práctica de la aventura, y aunque finalmente todo nos salió mal, la experiencia en
sí no fue tan mala. El hedonismo, la verdad, me resulta aburrido. Pero claro todo es
una cuestión de conceptos.

Rubén Wisotzki (moderador): ¿Acaso las experiencias amorosas de sus


personajes son o han sido sus experiencias?

Roberto Bolaño: Muchas de las experiencias sexuales de mis personajes han sido
mis experiencias, claro.

Florangel Gómez: Su novela me pareció muy masculina, para ser disfrutada mejor por
hombres. Eso lo relacioné al hecho de que la única mujer del jurado salvó su voto. ¿Qué
piensa Ud.?

Roberto Bolaño: No creo que mi novela sea una novela masculina. De hecho, no
creo que existan "novelas masculinas" o novelas femeninas. El hecho de que a
Ángeles Mastretta no le gustara mi novela, pues qué quieres que te diga, no creo
que sea una cuestión de sexo sino una cuestión de gusto literario. Yo he leído
alguna página de la Mastretta y me pareció más bien una literatura bastante
masculina.

Zuleiva Vivas: ¿Están todas sus obras "amarradas" unas con otras, siempre los
personajes de las novelas aparecen en los cuantos?

Roberto Bolaño: No, Zuleiva, algunos personajes aparecen y se repiten, y sólo en


algunas novelas y en algunos cuentos, no en toda mi obra.
Teófilo Policastro: ¿En tanto que para usted la literatura es como un trabajo,
arduo, pesado, aburrido, por igual la entiende como un área en la que hay que ser
tremendamente competitivo?

Roberto Bolaño: En el mercado de la literatura hay que ser tremendamente


competitivo. Lo que pasa es que yo no me siento parte del mercado, aunque en
cierta forma sí que estoy en él. Con esto quiero decir que mis libros se venden,
entran en el circuito de las navajas, pero también quiero decir que yo no HAGO
NADA por estar en él o por permanecer en él. El mercado de la literatura, por otra
parte, no tiene nada que ver con la literatura real, la que se hace en soledad, sin
pensar ni en los lectores ni mucho menos en las ventas, como un ejercicio de
libertad y como un ejercicio que entraña altas dosis de peligro. Continuará la
respuesta más adelante...

Teófilo Policastro: ¿Cuáles son las dosis de peligro que "entraña escribir en
soledad"? ¿Permanecer en ella, porque el mercado, quizá, esta vez no dé su
vistobueno?

Roberto Bolaño: Escribir es peligroso. Si la literatura no es peligro no es nada. Y


te repito Teófilo que no tengo nada que ver con el mercado. Cobro, me preocupan
sus cheques, pero no tengo nada que ver con él.

Ernesto Fontiveros: Buenas noches. Lo felicito. Quisiera saber qué hará con 60
mil $ y quisiera saber si ha leído algo de Rómulo Gallegos?

Ricardo Bello: ¿Cuáles son los cinco autores de la literatura que más ha leído?
¿Cuáles son los autores que más le han influenciado en su manera de ver el mundo
como constructores de realidades?

Roberto Bolaño: Primera pregunta: Mark Twain, Víctor Hugo, Stendhal, Flaubert,
Balzac. CREO. Igual mañana podría dar otros cinco nombres. Segunda pregunta: no
lo sé.

Nanda López: ¿Cómo se siente cuando lo consideran uno de los escritores de


relevo del boom latinoamericano?

Roberto Bolaño: ¿Quién me considera así?

Zuleiva Vivas: ¿Has explorado la escritura ideando estrategias para "hacer


lectores"?

Roberto Bolaño: Para nada. ¡Para nada!

Amambay Guevara: Gracias por estar en el cyberespacio, quisiera saber ¿cuál es


la novela que sueña escribir?

Roberto Bolaño: Una novela que se llamará "2666".

Sonia González: Usted habló de compromiso, ¿cuál es el compromiso que siente


con más fuerza Bolaño?

Roberto Bolaño: El compromiso con mi hijo, Lautaro, de nueve años.

Ricardo Bello: ¿Conoce las obras del escritor norteamericano Don De Lillo?
Roberto Bolaño: Claro. De Lillo es uno de los mejores escritores vivos que hay en
el mundo. Me encanta De Lillo.

Marisela Huerta: Venezuela recibió muchos exilados del Sur. Sé de las decisiones
que se toman cuando se elige un nuevo país ¿Cuáles fueron sus consideraciones, si
las hubo, a la hora de dejar Chile y decidir un nuevo destino?

Roberto Bolaño: Ninguna. Yo entonces tenía 20 años y creía que en todas partes
sería mal recibido y entonces daba igual cualquier lugar. En cualquier caso
estuviera donde estuviera estaría mejor que en Chile.

Ruben Wisotzki (moderador): ¿Cuál es el De Lillo de la literatura latinoamericana


para Ud.?

Roberto Bolaño: Esta es una pregunta difícil. A veces Rodrigo Rey Rosa, lo que
pasa es que RRR escribe cuentos, la mayoría, además, muy breves, y De Lillo
escribe novelas, la mayoría extensas.

Ricardo Bello: Me encanta Underworld, su última novela, pero disfruté mucho Mao
II, ¿cuál te gustó más?

Roberto Bolaño: No conozco Underworld. Mao II es realmente espléndida. Tanto


como Ruido de fondo, que ya es decir.

Ricardo Bello: Si te gusta De Lillo a lo mejor te encantaría leer a Bruce Sterling,


un escritor de ciencia ficción con mucho humor. Su novela Holy Fire es fabulosa.
Acaba de publicar otra, Distraction, pero no la he leído. Luce igual de ácida, ácida
como hiperrealista, sin piedad en las imágenes y diálogos.

Roberto Bolaño: No conozco a Sterling. Tomo nota. Mi escritor de ciencia-ficción


favorito es Philip K Dick. Y un olvidado: James Tiptree Jr., que en realidad es una
mujer, una de las más grandes de USA, llamada Alice Sheldon.

Ricardo Bello: Philip K. Dick es el maestro de todos ellos, es verdad, es verdad,


pero de la nueva generación, y casi igual de buenos, creo que los mejores son
Sterling y William Gibson. Una pregunta: esa novela "2666", ¿sería de ciencia
ficción?, ¿la ubicarías en América Latina?

Roberto Bolaño: En parte, será de ciencia-ficción. Y transcurre en el estado de


Sonora, en el norte de México, y en Arizona.

Zueiva Vivas: ¿Se considera un escritor latinoamericano?

Roberto Bolaño: Sí. Me hubiera encantado ser un escritor belga. Pero soy
latinoamericano.

Zueiva Vivas: ¿Y respecto al cine y la literatura, algunos films le han influenciado


en su escritura?

Roberto Bolaño: En mi escritura, pocos, tal vez ninguno. En mi vida, muchos. Sin
aliento, de Godard, por ejemplo.

Nury Jiménez: Veo por sus respuestas y la entrevista de El Nacional que Ud. es,
como decimos por acá, muy ácido o será descreído ¿Enfrenta Ud. la vida con
desconfianza?
Roberto Bolaño: Enfrento la vida con muchos temblores.

Zueiva Vivas: ¿A qué horas escribe? ¿Cuántas horas al día? ¿Consume algún tipo
de estimulante para concentrarse en la escritura, café, etc?

Roberto Bolaño: Por la mañana. Muchas, demasiadas para mi gusto. Fumo.

Teófilo Policastro: He de parecer un poco obstinado, ya no me meto con el


asunto del mercado. Le creo. Pero, ¿cuál es el peligro de escribir?

Roberto Bolaño: El de perder la cabeza, en más de un sentido.

Luis Martínez: Sr. Bolaño, ya ha tenido ocasión, seguramente, de conocer algo del
presidente Chávez, muy dado a citar a escritores. Si le pidiera una recomendación
literaria qué le diría

Roberto Bolaño: Poemas y antipoemas, de Nicanor Parra.

Maurica Salazar: ¿No le parece que hay demasidos libros? ¿No le angustia estar
contribuyendo con más? Un beso y felicitación

Roberto Bolaño: Yo creo que nunca hay demasiados libros. Hay libros malos,
malísimos, peores, etc, pero nunca demasiados.

Ruben Wisotzki (moderador): ¿Qué defecto cuenta en su literatura y que


acierto?

Roberto Bolaño: Querido Wisotzki, la verdad es que no lo sé, pero prometo que lo
voy a investigar.

Ruben Wisotzki (moderador): Hasta aquí Roberto Bolaño se ha conectado con


todos los internautas. En breves segundos partirá a informarse de la salud de su
hijo. Por cierto, ya por último, ¿Qué libro le ha leído a su hijo que quisiera seguir
leyéndole por siempre?

Roberto Bolaño: Peter Pan. Adiós. Gracias.

Encontrado en: http://www.comala.com/modelo/tertulia-comala.asp?toc=4


Trece cuentos tiene el nuevo libro del escritor chileno residente en España

Bolaño vuelve al ruedo con "Putas asesinas"


Javier Aspurúa

Un poeta herbívoro y suicida, un narcotraficante ilustrado, un ex futbolista africano


y otro chileno y unos cuantos fantasmas protagonizan los relatos que lanza ahora el
autor de "Los detectives salvajes".

"No se hagan ninguna ilusión pornográfica", advierte de entrada Roberto Bolaño,


para evitar ansiedades resbalosas respecto al título de su nuevo libro, "Putas
asesinas". Editado por Anagrama, el volumen -que ingresa por estos días a las
librerías españolas, para llegar a fin de mes a las chilenas- consta de trece relatos y
marca el regreso de Bolaño al cuento, género en el que ya había entregado -en
1997- un magnífico espécimen, "Llamadas telefónicas".

Entremedio, como se sabe, publicó varios poemarios y novelas -entre ellas, la


premiadísima "Los detectives salvajes"-, y ahora está embarcado en una
monumental narración que podría superar las mil páginas. La expresión "putas
asesinas", aclara el escritor chileno residente en España, corresponde a un
comentario que se hace en algún tramo del cuento que le da nombre al libro (un
cuento "feminista y violento", según Bolaño), y ya está.

En los demás relatos circulan personajes tan dispares como un ex futbolista


africano y otro chileno que fueron compañeros en el Barcelona, el poeta Enrique
Lihn, un fotógrafo homosexual -el Ojo Silva- enfrentado a la prostitución infantil en
la India, un narcotraficante colombiano sumamente ilustrado, un poeta herbívoro
que se suicida tras la muerte de su madre, otro suicida, algunos fantasmas y, cómo
no, Arturo Belano, el alter ego de Bolaño, que ya ha aparecido en varios libros del
autor.

-Putas y asesinas. En términos generales, ¿el sexo es una entrada o una


salida?
-Tengo la impresión de que es una entrada; al menos pasados los 25 años, es una
entrada. Lo malo es que es una entrada a zonas en donde se ponen en
funcionamiento otros factores, otras emociones, casi todas negativas, como la
posesión o los celos o la uniformización. La gente, al hablar de sexo, se vuelve
idiota. Tal vez siempre lo ha sido, pero el sexo, el monólogo sexual o el diálogo
sexual (y ya no digamos nada del mitin sexual), la vuelve aun más idiota y se limita
a balbucear una serie de ideas preconcebidas, ideas cuyo fondo en nada difiere del
antiguo Dios, Rey y Patria, que, como todo el mundo sospecha (pero se lo calla),
significa Miedo, Amo y Jaula.

-¿Qué cabreo específico debe padecer una puta para convertirse en


asesina?
-No sé, pero tengo un gran respeto por las putas, trabajadoras esforzadas como las
que más, y también, salvo alguna excepción, un gran respeto por las asesinas.

-Como en casi todos sus libros, en "Putas asesinas" aparecen muchos


personajes chilenos en los lugares más inverosímiles del mundo. Cuando
usted se los encuentra en carne y hueso, ¿le parecen algo terrible, le
entusiasman o le son indiferentes?
-Los chilenos, como los chinos o como los norteamericanos o como los españoles,
me son totalmente indiferentes, cuando no profundamente desagradables, como,
por ejemplo, los funcionarios de las embajadas o esas pobres histéricas que fingen,
con voluntad digna de mejor causa, ser agregados culturales.

-El protagonista de uno de sus cuentos es descrito como un tipo "estoico y


amable", un "ejemplar de chileno que nunca ha abundado mucho en Chile".
¿Por esa escasez es que usted ha dejado de venir a Chile?
-Por supuesto que no. En realidad, mi salud no me permite hacer viajes demasiado
largos. Y cuando no es mi salud es mi trabajo. Y cuando no es mi trabajo es mi
religión.

-Pero al menos habrá leído algo de lo que se ha publicado aquí


últimamente.
-Mi religión no me lo permite.

-¿Y qué le ha parecido la polémica sobre el lesbianismo de Gabriela


Mistral?
-Confirma, una vez más, lo que todo el mundo sabe o debería saber: que la
izquierda y la derecha tienen la misma política en materia de sexo, así como tienen
la misma política en materia de cultura, y en economía y en educación y en tantas
otras cosas. Y también me lleva a preguntarme en qué sesión de espiritismo del
Kremlin se le apareció el fantasma de Gabriela Mistral a Volodia Teitelboim
para designarlo como albacea de sus preferencias eróticas.

-¿Y usted cree que a la Mistral se le quemaba el arroz?

-Yo creo que Gabriela Mistral era una extraterrestre y por lo tanto no tenía ni
nuestras necesidades ni nuestros deseos (y añadiría que tampoco tenía un talento
literario como el que se le atribuye con una soltura de cuerpo espantosa). Era una
simple extraterrestre extraviada en Chile, en Latinoamérica, que no podía
comunicarse con su nave nodriza para que la fueran a rescatar. Y su vida, como es
lógico, se asemejó en algún momento a una pesadilla. Sus peregrinajes (como
suelen decir los siúticos estudiosos de su obra) no son más que intentos de
encontrar a otros náufragos de su planeta.

-En "Putas asesinas" hay un par de cuentos donde aparecen personajes


suicidas. ¿Considera atractivo el misterio que casi todo suicida deja tras de
sí? ¿O el suicidio es un acto de impaciencia puro y duro?

-Es cierto que todo suicida deja uno o dos misterios detrás de su muerte, pero
también es cierto que deja, inevitablemente, cuatro o cinco respuestas, y lo que
solemos temer de los suicidas no es el misterio, es decir las preguntas que esas
muertes plantean, sino las respuestas que esas muertes ponen delante nuestro y
ante las cuales, automáticamente, cerramos los ojos. Sobre si es el suicidio un acto
de impaciencia, no sé, no lo creo. En primera instancia (y lo bueno del suicidio es
que no hay segunda instancia) es un acto de libertad.

-En su libro también hay un relato sobre fútbol. ¿Ha tenido usted alguna
experiencia como jugador?

-Mi experiencia como jugador de fútbol nunca fue del todo comprendida ni por los
espectadores ni por mis compañeros de equipo. A mí siempre me pareció más
interesante marcar un autogol que un gol. Un gol, salvo si uno se llama Pelé o Didí
o Garrincha, es algo eminentemente vulgar y muy descortés con el arquero
contrario, a quien no conoces y que no te ha hecho nada, mientras que un autogol
es un gesto de independencia. Aclaras, ante tus compañeros y ante el público, que
tu juego es otro.

-¿Es el fútbol una entrada o una salida?

-Es un circo.

en Las Ultimas Noticias

Martes 4 de septiembre de 2001

Encontrado en: http://www.letras.s5.com/bolano1210.htm


Presentó su nueva novela en España

Roberto Bolaño : 'Si viviera en Chile, nadie me


perdonaría esta novela'
El celebrado autor chileno que obtuvo el premio Rómulo Gallegos por Los
Detectives Salvajes presenta, por estos días en Barcelona, su última novela:
Nocturno de Chile (Anagrama), que en nuestro país saldrá a la venta a mediados de
diciembre. Este libro se estructura en dos grandes y disímiles párrafos, uno tan
largo que abarca casi todo el libro y otro tan corto, pero contundente, como para
hacernos saber que esta vez sus letras desatan una "tormenta de mierda".

por Melanie Jösch desde Barcelona

Fuente:PrimeraLínea

Roberto Bolaño nos recibió en un su casa en Blanes, frente al Mediterráneo, donde


vive junto a su mujer, hijo e hija por nacer, y donde trama, en un ejercicio diario,
las novelas que hoy lo sitúan como una de las voces más destacadas de la
literatura latinoamericana actual. Asegura que el camino aún está por recorrer, que
proyecta una novela de mil páginas que será un clásico el año 2300 y que cuando
la termine dejará de fumar. Por mientras, dio rienda suelta a la narrativa en
Nocturno de Chile (Anagrama), una novela que se estructura en dos grandes y
disímiles párrafos, uno tan largo que abarca casi todo el libro y otro tan corto pero
contundente como para hacernos saber que esta vez sus letras desatan una
"tormenta de mierda".

No cabe otra alternativa. El personaje que nos lleva de la mano a un país de


náufragos es un sacerdote Opus Dei, crítico literario y poeta mediocre, de nombre
Sebastián Urrutua Lacroix, conocido como el cura Ibacache. Todo ocurre en una
noche de fiebre alta, cuando el miedo inminente a la muerte abre las compuertas
de la memoria, desde donde salen, en hilera, las imágenes que nos llevarán desde
el Chile latifundista hasta el golpe de Estado y la cruenta dictadura con su secuela
de terror.

A la vocación nacional de esta novela se cruzan viajes transatlánticos para conocer


los métodos de conservación de las iglesias europeas, donde más bien se aprenden
los métodos de exterminio de las palomas, máximas causantes del deterioro de las
casas de Dios. Halcones son los fieles y certeros acompañantes de los sacerdotes
en su misión de limpieza. En este tenor, irán apareciendo personajes, algunos
grotescos -como María Canales, mujer que ofrece tertulias literarias mientras en el
sótano de su casa se tortura-, otros redimidos -ya veremos- pero todos mirados
desde la vara del humor, "del ridículo espantoso", como señala aquí el autor.

-¿Nocturno de Chile es la metáfora de un país infernal?

-No lo veo así. Es la metáfora de un país infernal, entre otras cosas. También es la
metáfora de un país joven, de un país que no se sabe muy bien si es un país o un
paisaje.

-Es inquietante la perspectiva de esta novela, narrada a partir de


personajes que apoyaron el golpe de Estado, que fueron mudos testigos
del terror o que le dieron clases de marxismo a la Junta militar. ¿Por qué
asume los ropajes del lobo?

-La respuesta más cómoda para mí sería decir que por variar un poco. Después de
asumir los ropajes de tantas ovejas, me dan ganas de ponerme la piel de un lobo.
Ahora yo no creo que sean lobos realmente, ni el narrador ni gran parte de los
personajes que aparecen en la novela, sino más bien náufragos. Hay unos cuantos
lobos. El señor Oido y el señor Odeim son lobos al ciento por ciento y la Junta
Militar chilena para qué te voy a decir. Pero los otros personajes son más bien seres
extraviados, en el sentido que todos estamos extraviados. Incluso cuando hablamos
de lobos yo añadiría lobitos. Ni siquiera lobos. Porque el matiz está tal vez en que el
terror lo sienten muchos más los lobitos.

-En su novela no parece salvarse nadie. No se salva la Iglesia Católica que


está representada en su parte más cruel, no se salva el narrador -el
sacerdote Opus Dei y crítico literario- ni menos se salvan Pinochet y su
entorno. ¿Por qué esa mirada hacia Chile?

-No es hacia Chile. Es hacia estos personajes en concreto y hacia un momento


concreto de mi vida. Seguramente me dejo llevar por la música de mi propia novela
y en esa música no se podía salvar nadie. Pero, pensándolo bien, creo que sí se
salvan algunos. Por ejemplo, el hijo de esa mujer (María Canales) que es un niño
que está permanentemente asustado. Y también se salvan los campesinos del
primer cuadro de la novela, unos campesinos extrañísimos, que parecen llegados
de otro planeta. Ellos se salvan por su alteridad, porque escapan a cualquier intento
de fijarlos, de historiarlos. El niño se salva por su inocencia. Hay un sacerdote que
para mí se salva y es el que muere en Burgos. Ese cura es fantástico cuando dice
"esto está muy mal, amiguitos"; "la cosa está muy malita". Este cura tiene a su
pobre halcón muriéndose de hambre. Los dos están muriéndose de hambre, él y su
halcón Rodrigo, e incluso el halcón Rodrigo, que representa en algun momento el
mal instalado en el corazón de la Iglesia, también me cae muy bien. Porque es el
demonio, pero que arrastra toda su elegancia, su capacidad de seducción. El
narrador, en cambio, el cura Ibacache, no es un personaje seductor y la gente con
la que se reúne más bien cae por el lado de la impotencia sexual.

-Pero acepta que es un libro oscuro sobre Chile.

-Sí, pero también es un libro claro. Creo que es una novela con mucho sentido del
humor. Al menos cuando la escribía me reía como loco. Incluso en los momentos
más terribles de la novela hay sentido del humor, del ridículo, entendido a la
manera chilena, es decir, ridículo espantoso.

-Y al final, se desata "la tormenta de mierda"...

-Porque en esta novela no había más remedio que eso. Es una metáfora a aquello
que decía un poeta, "toda una vida perdida", a la constatación de que se ha perdido
toda una vida. Cuando eso ocurre y se sigue viviendo, lo que viene a continuación
es la tormenta de mierda, el apocalipsis individual.

La novela imperfecta

-Es una constante en su literatura el cruce entre ficción y realidad, que


aquí se da en una serie de personajes que tienen su doble en la vida
cotidiana. ¿Qué papel juega la referencialidad?
-La referencialidad no sirve para nada. Uno de los grandes novelistas del siglo XX
es Marcel Proust y la Recherche está llena de referencias. Es una novela referencial
al ciento por ciento y no tiene la más mínima importancia que tu sepas hoy quiénes
eran los personajes. Acaso el ser referencial a veces ayuda a exorcisar algunos
fantasmas o a clarificarte, pero sólo a ti mismo. En ocasiones, la referencialidad se
usa como un guante de desafío, en otras ocasiones más que un guante de desafío
es un acto casi suicida. Si yo viviera en Chile, probablemente nadie me perdonaría
esta novela. Porque hay más de tres o cuatro personas que se sentirían aludidas,
que tienen poder y que no me lo perdonarían jamás. La referencialidad puede ser
leída desde multiples perspectivas, pero no creo que signifique mucho en la obra de
un escritor. Mucho más importante es que la narración esté sustentada por una
estructura literaria que sea válida, por un escritura que al menos sea legible y por
una capacidad mínima de vocabulario. Porque la historia de la literatura está
empedrada de obras muy malas escritas en servicio del pueblo, de la monarquía,
de quien sea, y también está empedrada de obras muy malas de estricta
referencialidad.

-¿Por qué dice que Nocturno de Chile es una mejor novela que Los
Detectives Salvajes?

-Por algo muy sencillo. La novela es un arte imperfecto. Tal vez sea, en la
literatura, el más imperfecto de todos. Y a más páginas escritas las posibilidades de
lucir tus imperfeccciones son mayores.

-¿Qué hay de su idea de escribir un clásico de mil páginas?

-Cometeré muchísimos errores e imperfecciones. Evidentemente un libro largo


tiene alguna ventaja. En un libro largo un escritor tiene que demostrar su aguante,
su capacidad constante de inventiva, tiene que tener una respiración ancha y
mucha capacidad de fabulación y, por supuesto, no es lo mismo concebir una casa
que un rascacielos. Muchas veces es más habitable una casa, pero para construir
un rascacielos hay que ser muy bueno, puesto que tienes que hacer trazados
mucho más complicados. Ahora, dónde quiere vivir uno, generalmente en una
casita. Hay un caso paradigmático al respecto. La novela más habitable de Herman
Melville es un relato largo que se llama Bartleby, el escribiente. Todo el mundo dice
maravillas de Bartleby, dicen que es la obra perfecta, pero se olvidan de que
Melville escribió Moby Dick, la gran obra de este autor. Moby Dick inaugura una
visión, una gran aventura en la novela americana. De hecho, la novela americana
se funda en dos grandes novelas norteamericanas, que son Moby Dick, de Melville,
y Huckleberry Finn, de Twain. Una transita por el lado más amable de la vida y la
otra es la novela negra por excelencia. Una es paradisíaca y la otra, Moby Dick, es
infernal y, paradógicamente, claustrofóbica, porque aunque el barco se mueve por
todo el mundo, los marinos en el barco sólo se mueven dentro del barco. Y en ese
autor, tan absolutamente prometéico como es Melville, generalmente la gente se
encuentra mucho más a gusto con su Bartleby.

Nuevo boom latinoamericano

-¿Cree que existe un nuevo boom de la literatura latinoamericana?

-Sí. No pienso que sea un grupo con una ligadura generacional muy fuerte, porque
hay gente nacida en el año 49, como César Aira, y hay gente nacida en el año 68,
como Ignacio Padilla. Son casi veite años de diferencia. Ahora, también habían años
de diferencia entre Julio Cortázar y Vargas Llosa. Lo que creo que marca un cambio
es que los autores vuelven a asumir riesgos. No escriben fácil, no hacen la
literatura epigonal, que era lo que se llevaba hasta ahora. Durante veinte años,
desde finales del 70 hasta principios del 90, la literatura que se hacía era como el
bagazo del realismo mágico. Nunca nada original. Nunca nada que asumiera
riesgos. La década del 80, que fue nefasta para Latinoamércia, creó una tipología
que no sólo se expandió en el ámbito literario, sino básicamente en el ámbito
profesional, cuyo lema era ganar dinero, tener éxito, todo con un rechazo absoluto
al fracaso y un acriticismo por encima de todo. Y los escritores adoptaron más o
menos ese modelo como propio. Entonces aparecen escritores en los que no hay
nada. O son malos copistas del realismo mágico, como la mexicana Laura Esquivel,
o son pésimos escritores entre comillas juveniles, como Alberto Fuguet, o son
escritores que toman temas históricos de una forma nefasta. Hay una escritura
muy mala en Latinoamérica, una escritura que por un lado abusa del tipismo, del
folcorismo, y que se intenta vender al extranjero como mercadería exótica.

-¿Cuáles serían los riesgos que asumen los escritores del "nuevo boom"?

-Los riesgos están en los tratamientos formales que, por ejemplo, Rodrigo Rey
Rosas da a sus cuentos. Los cuentos de Rodrigo Rey Rosas no los ha escrito nadie
en lengua castellana. Antes que él hay grandes cuentistas, incluso un cuentista
genial, que es Borges, pero los cuentos de Rey Rosas nadie los ha escrito. Son
absolutamente propios. Creo que Rey Rozas es un autor que será estudiado dentro
de cincuenta años. Lo tendrán como un verdadero renovador del relato corto. Los
territorios donde se mueve son territorios que únicamente le pertenecen a él y a su
tradición, a lo que lleva detrás. Porque, desde luego, él no nace sabiendo escribir.
En este sentido, los experimentos literarios de César Aira vienen directamente de
Gombrovich y de otro gran escritor argentino que es Lamborgini. Lo que hace César
Aira es algo que tampoco se había hecho.

-¿De dónde viene usted?

-Creo que vengo de la poesía. No me parezco ni a César Aira, ni a Rey Rosas, ni a


Juan Villoro, ni a Javier Marías, ni a Vila Matas -que es uno de los buenos-. Ninguno
de los que te he nombrado es escritor de poesía. Yo básicamente soy poeta.
Empecé como poeta. Casi siempre he creído, y aún sigo creyéndolo, que escribir
prosa es de un mal gusto bestial. Y lo digo en serio.

-¿Por qué?

-En algún sentido creo que escribir prosa es volver a las labores de mi abuelo
analfabeto. Es mucho más difícil la poesía. Las escenografías que te proporciona la
poesía son de una pureza y de una desolación muy grande. Cuando juntas pureza y
desolación el escenario se agranda automáticamente hasta el infinito y lo lógico es
que tu desaparezcas en ese escenario y, sin embargo, no desapareces. Te haces
infinitamente pequeño pero no desapareces.

-Usted mismo ha dicho que la mejor poesía del siglo se ha escrito en


prosa...

-Lo que probablemente quiere decir que la poesía en sus métricas habituales y en
su soporte clásico ya está muerta.

-Acaba de sugerir que si hubiese publicado su última novela en Chile


seguramente no lo perdonarían. ¿Qué le pediría a sus lectores?

-Primero, a mis lectores, que son pocos pero fieles, les pediría perdón. Mis más
sentidas y profundas excusas por haber vuelto a reincidir. Segundo, pediría que se
rieran y, tercero, me gustaría que les satisfaciera, no a todos, pero sí a algunos, la
forma de mi novela, que aparentemente es muy sencilla pero realmente es
hipercomplicada. La novela se divide en dos párrafos, uno que dura ciento
cincuenta páginas y otro que dura una línea. Y, luego, está construida en una
sucesión de cuadros en donde casi no hay punto de hilación o bien los puntos de
unión entre un cuadro y otro son puramente experimentales. La novela es la
narración del transcurso de una noche del cura Ibacache, que comienza con la
fiebre alta y ésta se va remitiendo. Los primeros capítulos están narrados desde el
delirio más extremo, desde los 40 grados de fiebre, pero los últimos están narrados
desde los 37.5 y en él último párrafo, cuando empieza la tormenta de mierda, ya
no hay fiebre. Eso lo dediqué a los lectores.

Primera Línea, diciembre de 2000.

Encontrado en: http://www.letras.s5.com/bolao21.htm


Crítica.cl

Entrevista a Roberto Bolaño


por Luis García

España, abril, 2001

Introducción

Quisiera poder quedar con él, pero me es imposible. Quisiera poder decirle que le
conozco literariamente desde hace... casi veinte años, en concreto desde que yo un
día entrara en la Librería Morgana de Oviedo, una de esas pequeñas librerías que
suplantaban fondo editorial por culto literario, y me hiciera con un ejemplar de
Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce, (Premio Ámbitu
Literario de Narrativa 1984), una novela negra, negra, escrita en colaboración con
Antoni García Porta. Quisiera poder decirle que no me extrañó que se alzara con el
Premio Herralde de Novela por Los detectives salvajes, ya que la carrera literaria
de Roberto Bolaño, si bien había comenzado a mis ojos a comienzos de los ochenta,
está plagada de éxitos (Premio Ciudad de Alcalá de Henares 1992 con La pista de
hielo). Las comparaciones con el otro chileno exiliado ilustre son inevitables, pero
tampoco vienen a cuento. Ahora, presenta dos nuevas obras, Nocturno de Chile,
Editorial Anagrama, novela con el trasfondo del Chile actual, y Tres, un curioso
poemario editado por El Acantilado que no ha pasado desapercibido para casi nadie.

Luis García —Premio Herralde de novela con Los Detectives salvajes, pero pocos
le recuerdan en sus comienzos con aquella obra coescrita con Antoni García Porta
Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce. ¿Cómo
recuerda aquellos inicios?

Roberto Bolaño —Con una alegría un poco insana. Por aquella época trabajaba en
Roses, a medio camino entre Figueras y Cadaqués, aunque mi vida no tenía nada
de glamour, sobre todo si entendemos la palabra glamour tal como la entienden y
la ejemplifican esos cientos de exiliados latinoamericanos, sobre todo aquellos que
se dedican al arte o al espectáculo (de hecho, dudo mucho que sepan la diferencia
entre arte y espectáculo). Digamos que entonces yo trabajaba vendiendo bisutería,
es decir que tenía mi pequeño negocio, y vivía como un árabe de las Mil y una
noches, o como un judío del ghetto de Praga, sin frecuentar el círculo de Kafka,
pero aprendiendo esos nombres tan pintorescos que designan las diversas piezas
de bisutería. Los mediodías solía ir a bucear a una escollera del puerto en donde
aún era posible ver pulpos. Cuando los pulpos me veían se alejaban y yo los seguía,
sin tocarlos, durante un buen trecho. Por las noches, después de contar las
ganancias y las pérdidas del día, y anotarlas en un cuaderno muy grueso, me ponía
a escribir, tirado en el suelo (no tenía mesa) y a veces pensaba en el ojo del pulpo
que había visto ese mediodía y todo me parecía magnífico. Si no hubiera sido
víctima de una estafa, probablemente aún seguiría en el mismo negocio.

L.G. —¿Se siente cómodo en su papel de triunfador? Es decir, ha pasado en veinte


años (casi nada) de ser un escritor marginal a ganar el Herralde de Novela y
después el Rómulo Gallegos con la misma obra. Le repito: ¿cómo se siente en dicho
papel?

R.B. —No creo en el triunfo. Nadie, con dos dedos de frente, puede creer en eso.
Creo en el tiempo. Eso es algo tangible, aunque no se sabe si real o no, pero el
triunfo, no, de ninguna manera. En el campo de los triunfadores uno puede
encontrar a los seres más miserables de la tierra y hasta allí yo no he llegado ni me
veo con estómago para llegar.

L.G. —¿Qué hace un chileno como usted en la costa gerundense? ¿Qué le decidió a
quedarse allí?

R.B. —Me gusta este lugar. Supongo que si viviera en otro sitio, también acabaría
acostumbrándome a él y viviendo más o menos feliz. Mi familia paterna, por otra
parte, es una familia de emigrantes, mi abuelo era gallego y mi abuela catalana. Mi
padre, que nació en Chile, se ha convertido en un mexicano. Mi familia o parte de
ella es de clase obrera, y la clase obrera sólo necesita un pequeño empujoncito
para dejar de creer en la patria, que es un invento burgués, y cuando digo burgués
estoy pensando tanto en la burguesía francesa como en la burguesía soviética o la
burguesía china. Por otra parte tengo que aceptar que estoy casi siempre en contra
de la mayoría y la patria es el lugar en donde la mayoría (los compatriotas) impone
con mayor persuasión sus dogmas y sus castigos y sus premios.

L.G. —¿Se siente heredero del boom, o se identifica más con la generación del crak,
usted que también pasó y se quedó un tiempo en Méjico?

R.B. —No, no, no me siento heredero del boom de ninguna manera. Aunque me
estuviera muriendo de hambre no aceptaría ni la más mínima limosna del boom,
aunque hay escritores muy buenos, que releo a menudo, como Cortázar o Bioy. El
boom, al principio, como suele suceder en casi todo, fue muy bueno, muy
estimulante, pero la herencia del boom da miedo. Por ejemplo, ¿quiénes son los
herederos oficiales de García Márquez?, pues Isabel Allende, Laura Restrepo, Luis
Sepúlveda y algún otro. A mí García Márquez cada día me resulta más semejante a
Santos Chocano o en el mejor de los casos a Lugones. ¿Y quiénes son los herederos
oficiales de Fuentes? ¿Y de Vargas Llosa? En fin, corramos un tupido velo. Como
lectores hemos llegado a un punto en donde, aparentemente, no hay salidas. Como
escritores hemos llegado literalmente a un precipicio. No se ve forma de cruzar,
pero hay que cruzarlo y ese es nuestro trabajo, encontrar la manera de cruzarlo.
Evidentemente en este punto la tradición de los padres (y de algunos abuelos) no
sirve para nada, al contrario, se convierte en un lastre. Si no queremos
despeñarnos en el precipicio, hay que inventar, hay que ser audaces, cosa que
tampoco garantiza nada.

L.G. —Suele escribir historias crudas, que resultan de difícil digestión. ¿Qué le
deben sus novelas a la vida?

R.B. —Todo. No hay nada que no le deba todo a la vida.

L.G. —¿Y su poesía? ¿De quien se siente heredero?


R.B. Una obra poética suele ser el resultado de una biblioteca y de una vida, de los
saltos y sobresaltos de esa vida. En ese sentido es inútil nombrar a uno o a diez
poetas, son miles, y su influencia, por otra parte, siempre es relativa, está
condicionada por la aventura. Cuando digo aventura no sólo quiero decir viajes y
riesgos sino también enfermedades, amistades, hechos mínimos y cotidianos, y la
amistad, por supuesto, que es lo único que queda de la época en que los hombres
eran dioses y los dioses hombres. Bueno, no, también queda el amor, pero el amor
tiene la vista un poco más delicada.

L.G. —¿Cómo ve la reciente poesía española usted que ha participado en algunas


Jornadas Poéticas de esas que tanto gustan a los amantes del folclore y de la
diatriba?.

R.B. —Para mí la poesía nueva española es, todavía, Leopoldo María Panero y Pere
Gimferrer. La verdad es que la obra de Gimferrer me interesa muchísimo, toda la
obra de Gimferrer, no sólo la estrictamente poética. También me gusta Miguel
Casado, un poeta que pareciera buscar la invisibilidad, aunque lo que realmente
busca es la precisión. Cierto que a veces invisibilidad y precisión son la misma cosa.

L.G. —Leí en alguna entrevista suya, que hubo un momento en que se convirtió en
un profesional de los concursos literarios. De hecho, su leyenda mantiene que tenía
en ellos una forma de supervivencia. ¿Qué hay de cierto en ello?

R.B. —Es estrictamente cierto. Participaba en todo tipo de concursos literarios para
ganar dinero. Por lo tanto enviaba mis poemas y mis dos únicas novelas a cuanto
concurso se ponía a tiro. Todos terminaron ganando algún premio y algunos más de
dos (con títulos distintos, por cierto). Digamos que fue una actividad alimenticia.
Escribí un cuento sobre este asunto, «Sensini», que aparece en «Llamadas
telefónicas», en donde ponía punto final a esta etapa, que fue básicamente
melancólica pero que también tuvo momentos de gran expectación que luego no he
vuelto a vivir, pese a ganar algunos premios de los llamados importantes, tanto en
España como en Latinoamérica.

L.G. —Sus libros adolecen de cierto trasfondo político irrenunciable. (No podría ser
de otro modo viniendo de alguien que fue acusado de terrorista en su país, y que
se considera un exiliado). Pero, ¿a que se debe que no participe activamente en
España en movimientos sociales como lo hace por ejemplo Luis Sepúlveda?

R.B. —Bueno, a mí cuando me detuvieron en Chile me acusaron de «terrorista


extranjero», porque mi acento era mexicano. Lo sentí como una medalla. Lástima
que esa medalla no duró demasiado tiempo. El teniente de carabineros que me
detuvo, en un control de carretera, era claramente un esquizofrénico y
probablemente nadie le hacía caso. En algunas publicaciones alemanas he leído,
con estupor, que estuve medio año preso. En realidad sólo fueron ocho días. Con
respecto a participar en movimientos sociales, no tengo idea en qué clase de
movimientos sociales participa Luis Sepúlveda, pero seguro que a mí no me
dejarían entrar a ese club. Ni a ese club ni a ningún otro. Así que podría decir que
no participo por cortesía, por delicadeza, para evitarles el mal trago de mi más que
segura expulsión. O dicho en otras palabras: que se ocupen ellos de esa política
que yo ya tengo bastante trabajo con ocuparme de la literatura y de mi política.
Una última puntualización: yo jamás me he sentido un exiliado en España, como
tampoco me sentí un exiliado en México, ni en Centroamérica, ni en ningún otro
lugar en donde se hablara español.
L.G. —La historia de unir sesiones de tortura y reuniones literarias en Nocturno de
Chile, tiene un componente ciertamente grotesco. ¿Cómo se le ocurrió como
elemento literario?

R.B. —Esa historia es cierta y además del dominio común, aunque hasta hace
relativamente poco nadie hablara públicamente de ello en Chile. Hubo una escritora
que celebraba reuniones literarias en su casona de Santiago, mientras su marido,
un norteamericano, el tipo que puso la bomba en el coche de Letelier en Estados
Unidos y uno de los que asesinaron a Prats en Buenos Aires, torturaba a sus
prisioneros en los sótanos de esa misma casa. Por supuesto, los que asistían a las
veladas literarias desconocían aquello que sucedía en los sótanos.

L.G. —No deja de ser ciertamente curiosa la comparación...

R.B. —No, si uno lo piensa bien, no es tan curiosa. La literatura, sobre todo en la
medida de que se trata de un ejercicio de cortesanos o que fabrica cortesanos, de
cualquier especie y de cualquier credo político, siempre ha estado cerca de la
ignominia, de lo vil, y también de la tortura. El problema está en el espíritu
cortesano. Y también, claro, en el miedo.

L.G. —¿Cree que sería posible establecer un trazabilidad entre todos sus libros,
sean estos de prosa o verso?. Es decir, ¿percibe usted algún nexo en común en
todos ellos por pequeño que este sea?

R.B. —Todos mis libros están relacionados. Hablar de esto, sin embargo, es
aburrido.

L.G. —¿Cómo recibió el Premio Herralde?. ¿Era consciente de que Los detectives
salvajes podría convertirse con el tiempo en una obra de culto?

R.B. —Hay dos o tres autores a quienes admiro mucho y que habían ganado el
premio Herralde, y en ese sentido para mí fue un honor añadir mi nombre en una
lista en donde estaban ellos. Me refiero a Pitol, a Javier Marías y a Pombo. La
verdad es que me sentí mucho más contento cuando apareció Estrella distante, en
1996, que fue mi primer libro publicado en Anagrama.

L.G. —Hubo quien la emparentó con el género negro más ortodoxo. ¿Coincide con
ellos?

R.B. —De ninguna manera. Los detectives salvajes, y ahora que lo pienso, buena
parte de mi obra, si no toda, circula, no sé si para bien o para mal, de un género a
otro sin mayores problemas. En Nocturno de Chile, hasta donde recuerdo, hay tres:
el de terror, la comedia de situaciones y un híbrido de novela de campo y novela
gótica.

L.G. —¿Qué me puede contar de Tres, a mi juicio uno de los libros más curiosos
que he leído últimamente?¿Cómo nació?

R.B. —Tres, como su nombre claramente indica, son tres poemas o tres textos
largos, escritos en épocas distintas, el más viejo creo que en 1980, y el más
reciente en 1994 o 1995. Lo más que puedo decir de este libro es que, si me ataran
a una silla y me obligaran a leerlo otra vez, la cara no se me caería del todo de
vergüenza, que ya es bastante. A veces incluso llego a pensar, llevado por un
entusiasmo sin duda irracional, que es uno de mis dos mejores libros.
L.G. —Recuerdo que no tuvo muy buena acogida, como si a usted, un narrador con
solvencia, le estuviera negado el adentrase en el terreno de la poesía. Sin embargo,
no era un poemario en el sentido estricto, y en todo caso, tampoco hubiera sido el
primero.

R.B. —Los críticos siempre han sido muy generosos con mis novelas y cuentos y
sería abusar de su paciencia o de la paciencia del dios de los críticos el exigir o
pedir una generosidad similar para mi poesía. No tengo ningún problema en ese
aspecto.

L.G. —¿Qué nos puede contar de esa mastodóntica obra que anunció a bombo y
platillo, en la que vuelve al México de Los detectives salvajes a relatar los
asesinatos de varias mujeres en Ciudad Juárez?. ¿Para cuando espera terminarla?

R.B. —En mayo del año 2002 estará terminada y se publicará, si todo va bien, en
septiembre u octubre de ese año. Más no puedo decir. Entre otras razones porque
sería demasiado largo hablar de ella y demasiado confuso. La novela ya está escrita
en mi cabeza, y en esta fase todo parece ir muy bien, la novela parece mucho
mejor de lo que realmente será, y seguramente diría muchas tonterías de las que
terminaría arrepintiéndome. La verdad es que uno siempre termina arrepintiéndose
de todo. De todas las cosas que pudo hacer y no hizo y de todas las cosas que hizo
y que pudo haber hecho mejor.

Encontrado en: http://www.critica.cl (Carpeta de Luis García-Santillán)


Extranjeros del Cono Sur

Conversación entre Ricardo Piglia y Roberto Bolaño

Frente a las propuestas narrativas, tan familiares ya, de los escritores


latinoamericanos vinculados al célebre boom, han llegado en los últimos tiempos a
España desde aquellas zonas registros literarios radicalmente distintos. Al leer a
Ricardo Piglia o a Roberto Bolaño, parece que formaran parte de una galaxia
totalmente ajena a aquella que propició las obras de autores como Vargas Llosa,
Fuentes, García Márquez o Donoso. Los hemos reunido (virtualmente) para que
conversen entre ellos. Bolaño desde Cataluña, Piglia desde California: el hilo
conductor es el correo electrónico, y las cuestiones de las que hablar, todas las
posibles.

Roberto Bolaño. Querido Piglia, ¿te parece bien si empezamos hablando de algo
que dices en La novela polaca? "¿Cómo hacer callar a los epígonos? (Para escapar a
veces es preciso cambiar de lengua)". Tengo la impresión de que en los últimos
veinte años, desde mediados de los setenta hasta principios de los noventa y por
supuesto durante la nefasta década de los ochenta, este deseo es algo presente en
algunos escritores latinoamericanos y que expresa básicamente no una ambición
literaria sino un estado espiritual de camino clausurado. Hemos llegado al final del
camino (en calidad de lectores, y esto es necesario recalcarlo) y ante nosotros (en
calidad de escritores) se abre un abismo.

Ricardo Piglia. Cambiar de lengua es siempre una ilusión secreta y, a veces, no es


preciso moverse del propio idioma. Intentamos escribir en una lengua privada y tal
vez ése es el abismo al que aludes: el borde, el filo, después del cual está el vacío.
Me parece que tenemos presente este desafío como un modo de zafarse de la
repetición y del estereotipo. Por otro lado, no sé si la situación que describes
pertenece exclusivamente a los escritores llamados latinoamericanos. Tal vez en
eso estamos más cerca de otras tentativas y de otros estilos no necesariamente
latinoamericanos, moviéndonos por otros territorios. Porque lo que suele llamarse
latinoamericano se define por una suerte de anti-intelectualismo, que tiende a
simplificarlo todo y a lo que muchos de nosotros nos resistimos. He visto esa
resistencia con toda claridad en tus libros, y también en los de otros como DeLillo o
Magris, que escriben en otras lenguas. Me parece que se están formando nuevas
constelaciones y que son esas constelaciones lo que vemos desde nuestro
laboratorio cuando enfocamos el telescopio hacia la noche estrellada. Entonces,
¿seguimos siendo latinoamericanos? ¿Cómo ves ese asunto?

R. B. Sí, para nuestra desgracia, creo que seguimos siendo latinoamericanos. Es


probable, y esto lo digo con tristeza, que el asumirse como latinoamericano
obedezca a las mismas leyes que en la época de las guerras de independencia. Por
un lado es una opción claramente política y por el otro, una opción claramente
económica.

R. P. Estoy de acuerdo en que definirse como latinoamericano (y lo hacemos pocas


veces, ¿no es verdad?; más bien estamos ahí) supone antes que nada una decisión
política, una aspiración de unidad que se ha tramado con la historia y todos vivimos
y también luchamos en esa tradición. Pero a la vez nosotros (y este plural es bien
singular) tendemos, creo, a borrar las huellas y a no estar fijos en ningún lugar. En
estos días, estoy viviendo en California, en Davis, cerca de San Francisco, donde
todo se entrevera, como sabes bien: los recuerdos del viaje al Oeste de la beat
generation, con las novelas de Hammett, y los barrios paranoicos que describió
Philip Dick conviven con la intriga de la cultura latina (en cada rincón de La Misión
en San Francisco, en el Barrio invadido hoy por los jóvenes millonarios del Sillicon
Valley, hay una figura o una imagen, un mural, una taquería, una bodeguita que
tiene más color local que todo el color local que pudo imaginar Lowry, borracho, al
pasear por Cuernavaca). De modo que aquí por contraste me siento un escritor
digamos italo-argentino (un falso europeo, otro europeo exiliado). No creo que
existan esas categorías en las historias de la literatura (están los italo-americanos,
claro, pero se dedican al cine). Para mejor, estoy leyendo a W. H. Hudson (Días de
ocio en la Patagonia), otro falso argentino, un europeo que nació en Quilmes, en la
provincia de Buenos Aires, y se crió entre gauchos hablando de lo que fue
seguramente una versión prehistórica del spanglish. Y que a la vez escribía, ya lo
sabemos, una de las mejores prosas inglesas que se puedan encontrar. Mejor que
Conrad, a veces, menos barroco, más nítido, una extraña versión de Conrad, no
sólo por la calidad de su prosa, y porque eran amigos, sino porque Hudson estuvo
siempre desajustado y solo y fuera de lugar, como el polaco. Pero me estoy
extendiendo. Me gustaría saber qué estás leyendo en estos días.

R. B. La última novela de Mendoza, La aventura del tocador de señoras, que me


parece una novela muy buena. Pero permíteme que añada algo en relación a
Hudson, un autor que leí muy joven. Yo creía entonces que Guillermo Hudson
escribía en español y después de leer tres libros suyos me di cuenta de que escribía
en inglés porque vi el nombre del traductor. No conozco bien la literatura argentina
de finales del siglo XIX, pero tengo la impresión de que Hudson es uno de sus
grandes prosistas. Algo similar ocurre poco después en Chile, con los primeros
libros de Huidobro, que están escritos en francés. O con Rodolfo Wilcock, que acaba
escribiendo en italiano. Hay como una especie de reflujo o de huida en algunos
escritores, que los lleva a buscar, a instalarse o a indagar en una lengua menos
adversa. Claro, éste no es el caso de Hudson. ¿Tú has leído a Mendoza?

R. P. Me gustan mucho los libros de Mendoza, aunque no he leído la novela que


estás leyendo. Es intrigante, es cierto, ese juego con las lenguas extranjeras y con
las traducciones. Para mí, Hudson y Gombrowicz producen efectos raros en la
literatura argentina porque hacen entrar una voz próxima, un fantasma familiar,
que se mueve invisible en un terreno conocido. Hay una tensión entre lo que se lee
en la lengua propia y lo que se lee fuera de la lengua materna. Y los traductores
están en esa frontera. Me interesa mucho la vida de los traductores, son un molde
extraño de escritor. Ligado a Hudson, estoy leyendo ahora una biografía de
Constance Garnett, una mujer fantástica que se pasó la vida traduciendo a los
rusos al inglés. Imagínate que tradujo todo Tolstói y todo Dostoievski y terminó,
por supuesto, medio ciega, una viejita feminista, muy simpática. Casi todos los
norteamericanos y los ingleses, de Hemingway a Forster, admiraban a Tolstói por
medio de ella, aunque Nabokov la destestaba, claro que Nabokov detestaba a todo
el mundo.

R. B. Estoy completamente de acuerdo contigo en la importancia de los


traductores. Lo que dices de Constance Garnett me recuerda de alguna manera a
Consuelo Berges, que tradujo todo Stendhal al español y que se convirtió
seguramente en la principal autoridad sobre Stendhal que existe en nuestra lengua.
Sus traducciones son extraordinarias. También pienso en Javier Marías, que no es
una viejita devota de un autor concreto, pero que tiene una traducción de Tristram
Shandy, de Sterne, ejemplar. Pienso que tal vez personas tan disímiles como
Garnett, Berges o Marías deshacen en el aire el problema que planteaba Pound, que
sólo un gran autor puede traducir a otro. En este caso, sólo Marías es un gran
autor; Berges y Garnett, desde la óptica tradicional, no lo son, aunque también
puede ser posible, y yo me inclino por esta solución imaginaria, que tanto la viejita
inglesa como la viejita española sean, y no en el fondo sino delante de nuestras
narices, grandes autoras invisibles.
R. P. Tendríamos que hacer alguna vez una Enciclopedia Biográfica de Traductores
Inmortales (e invisibles), ¿no sería sensacional? La inversa de la Enciclopedia de
Tlön, algo más bien cercano a Manganelli o a las biografías imaginarias de Marcel
Schwob, pero detalladas y reales, una lista de oscuros personajes extraordinarios,
escritores asalariados que escriben a tantos centavos por palabra, los únicos
verdaderos profesionales de la literatura, los nuevos folletinistas, que viven
dedicados a la literatura, pero como escritores clandestinos, mal vistos y mal
pagados, los verdaderos malditos, siempre postergados, siempre ausentes, y que
por eso mismo serán quizá los grandes creadores del futuro. Serían pequeñas
historias extraordinarias. Cortázar, que traduce todo Poe en una pequeña pieza de
un pequeño hotel en Roma; el gran Sergio Pitol, al que durante años admirábamos
sólo porque había traducido a Gombrowicz; el extraordinario trabajo de Nicanor
Parra, con el Lear de Shakespeare; Aurora Bernárdez, traduciendo Pale Fire.
Tendríamos que conseguir un mecenas y dedicarnos a preparar esa enciclopedia
infinita. Estoy seguro de que nos haría inmortales, y sería no sólo un acto de
justicia sino una revelación y una versión cómica de la por sí cómica historia de la
literatura. Hay mil ejemplos. Pienso por ejemplo en el general Bartolomé Mitre, que
libró batallas múltiples y fue luego presidente de la República a mediados del siglo
XIX y que se dedico a traducir La Divina Comedia.

R. B. La Divina Comedia, ni más ni menos. Bueno, no se puede decir que no fuera


pertinente. Y sobre lo que dices de Sergio Pitol, estoy totalmente de acuerdo. El
primer libro de Pitol que cayó en mis manos fue una traducción suya de un escritor
polaco hoy bastante olvidado, Jerzy Andrzejewski. El libro se llamaba Las puertas
del paraíso y su argumento era el mismo que ya había tratado Marcel Schwob en La
cruzada de los niños . Otro dato curioso: en mi ejemplar de La cruzada de los
niños, el traductor dedica su versión de la obra a Julio Torri, que es un escritor
mexicano rarísimo (o normalísimo, depende desde dónde se le mire) y que fue un
hombre de una modestia yo diría que patológica y un gran escritor de textos
breves. De alguna manera, Torri fue como el reverso de Alfonso Reyes, la brevedad
ante la multiplicidad. Pero dejemos la literatura mexicana. A mí me interesa
muchísimo la visión que tienes de la literatura contemporánea argentina, con esos
cuatro puntos de referencia que son Macedonio Fernández, Borges, Arlt y
Gombrowicz.

R. P. Macedonio es un escritor excepcional, una especie de Marcel Duchamp de la


literatura. Practica un arte puramente conceptual, interesado más en el proyecto
que en la obra misma. En realidad, la obra no es otra cosa que el proyecto. Trabajó
toda la vida en una novela que sólo era la idea de una novela que nunca se
empezaba a contar y que estaba hecha básicamente de prólogos y de anuncios.
Borges aprendió todo de él, sobre todo, la inutilidad de desarrollar un argumento
que se puede resumir y contar como si ya estuviera escrito. Pensaba en Macedonio
el otro día cuando leí que Eric Satie no abría nunca las cartas que recibía, pero las
contestaba todas. Miraba quién era el remitente y le escribía una respuesta.
Encontraron las cartas cerradas en un altillo y las publicaron junto con las
respuestas de Satie. La correspondencia es fantástica porque todos hablan de cosas
distintas y ésa, por supuesto, es la esencia del diálogo.

R. B. Yo creo que las cartas de Satie muestran una cierta deferencia para con el
interlocutor, es decir, no deja cartas sin contestar, pero el conjunto de la
correspondencia más bien es una aceptación, razonable, eso sí, de la imposibilidad
del diálogo, aunque también caben otras explicaciones, la más obvia sería la
desconfianza de Satie en la palabra escrita, que me parece improbable pues Satie
es uno de los músicos que más ha escrito. También existe la posibilidad de que
Satie, conociendo a sus amigos, no considerara necesario abrir sus cartas, o lo
considerara redundante. Es curioso, pero podemos encontrar más de una
semejanza entre Macedonio y Satie, pero ninguna entre Borges y Satie. Y yo creo
que esto se debe a que Borges no lo aprende todo de Macedonio , sino también,
una parte importante, de Alfonso Reyes, quien lo cura para siempre de cualquier
veleidad vanguardista. Macedonio es el riesgo, la audacia, el vanguardismo y el
criollismo juntos, pero Alfonso Reyes es el escritor, la biblioteca, y el peso que tiene
sobre Borges es importantísimo, tanto en el desarrollo de su poesía como en su
prosa. Digamos que Reyes proporciona el elemento clásico a Borges, la mesura
apolínea, y eso de alguna manera lo salva, lo hace más Borges.

R. P. Alguno de nosotros pensamos que quizá el siglo próximo será macedoniano, y


que Borges estará ahí con el bello texto necrológico que leyó en la Recoleta, en
medio de la tristeza general (lloviznaba en Buenos Aires), cuando hizo reír a los
deudos con un chiste de Macedocio dicho en el entierro ("los gauchos fueron
inventados para entretener a los caballos en las estancias"). Reyes era un
caballero, leo siempre que puedo El deslinde . En cuanto al efecto Satie-Duchamp,
creo que Borges es vanguardista como lector mientras que como escritor quiere ser
clásico. En cuanto a la cortesía de Satie con sus amigos, es verdad que a los
amigos se les contesta siempre y nunca importa lo que uno les diga en las cartas.

R. B. Sí, a un amigo se le contesta siempre, algo que a veces puede resultar


terrible. Michel Tournier, en El espejo de las ideas, opone a la amistad el concepto
del amor, y viene a decir algo como que todo lo que no toleraríamos jamás a un
amigo, un acto de vileza, por ejemplo, lo toleramos y lo aceptamos en el amor,
pues el amor, en ocasiones, y al contrario que la amistad, también se alimenta de
la vileza, de la cobardía, de la bajeza. El amor, y la historia está llena de ejemplos
que lo certifican, puede ser coprófago, algo que jamás es la amistad. Bueno, todo
esto es relativo, por supuesto. William Burroughs zanja la cuestión a su manera,
cuando afirma que el amor es una mezcla de sentimentalismo y sexo. Recuerdo que
cuando leí esta declaración de Burroughs, a los veintipocos años, me sentí muy
apesadumbrado.

R. P. Los amigos son lo mejor de la poesía,decía siempre un poeta argentino,


Francisco Urondo, que murió asesinado por la dictadura militar. Las amistades
literarias tienen siempre un aire extraño. La amistad entre Alfonso Reyes y Borges,
por ejemplo, o la amistad silenciosa y brevísima entre Beckett y Burroughs, que se
encontraron en Suiza y estuvieron una tarde juntos casi sin decir nada,
conversando sobre ciertos matices del inglés en Irlanda que intrigaban a Burroughs
(Beckett casi no habló, sólo dijo una frase que Burroughs consideró siempre el
mayor elogio que había recibido: "Usted es un escritor"). O la amistad de Hannah
Arent y Mary McCarthy, fantástica, de la que nos ha quedado la correspondencia. O
la amistad de Gombrowicz con el poeta Carlos Mastronardi, que discurría siempre
del mismo modo. Mastronardi, que era un hombre muy fino y muy discreto, un
gran noctámbulo y un extraordinario poeta que en toda su vida escribió un solo
libro , lo esperaba en el Querandi, un café de Buenos Aires, tomando un té, y
Gombrowicz llegaba siempre un poco apurado. Mastronardi lo recibía con gentileza
y preguntaba "¿cómo está, Gombrowicz?". Y Gombrowicz le decía siempre:
"Cálmese, por favor, Mastronardi". Como si Mastronardi se hubiera dejado llevar
por una emoción excesiva por el solo hecho de saludarlo gentilmente. "Cálmese,
Mastronardi", fue durante años una de las consignas de mi juventud. Por eso, en
fin, quiero decirte que esta conversación va a ser el comienzo de una amistad, o la
continuación de la amistad que hemos establecido ya con nuestros libros. Pienso ir
a Barcelona en las próximas semanas y ojalá podamos vernos y por supuesto
siempre puedes venir a visitarme a California.

R. B. Yo también espero que nos podamos ver pronto, aquí o en cualquier parte.
En el extraño mundo del Cono Sur

La tendencia más interesante de la narrativa actual del Cono Sur podría definirse
como la sustitución del fantaseo lírico del realismo mágico por un surrealismo
mucho más subversivo, atraído por una imaginería de lo grotesco y a menudo
encaminado a una representación satírica de la realidad latinoamericana. Éstos son
algunos representantes más ilustres:

César Aira (Coronel Pringles, 1949). Su obra descabelladamente prolífica durante


las dos últimas décadas ha convertido a Aira en el campeón de la vanguardia
argentina posterior a los setenta. Su proyecto puede definirse a grandes trazos
como el tránsito entre un surrealismo desbocado que deconstruye con burla
patrones genéricos tan dispares como el folletín, la novela histórica o el relato
metafísico y el experimentalismo metanarrativo radical de sus últimos libros. La
mejor introducción a Aira son las tres novelas cortas de Cómo me hice monja
(Mondadori, 1998). Además, hay muestras de su primer estilo en Ema la cautiva
(Mondadori, 1997) y del último en La mendiga (Mondadori, 1999).

Fogwill (Buenos Aires, 1941). En sus novelas, pero sobre todo en sus relatos,
Fogwill ha trabajado con agresividad surrealista el patrón del relato peripatético.
Sus protagonistas son aventureros preocupados por sobrevivir en el paisaje
desfundamentado de la historia argentina reciente. Escritos en jerga, sus relatos
usan como motivos centrales el sexo, la marginalidad y las alucinaciones y han
desarrollado con los años un tono característico entre violento, indiferente y
absurdamente patético que puede comprobarse en la recopilación Cantos de
marineros en la pampa (Mondadori, 1998).

Rodrigo Fresán (Buenos Aires, 1963). Libro tras libro, Fresán va construyendo un
complejo mundo narrativo donde confluyen las culturas del rock, el cine y la
literatura outsider. El personaje central de ese mundo es el freak, llevado al borde
de la neurosis por el pasado personal turbulento, la identidad nacional convulsiva y
las relaciones sentimentales disfuncionales. En España se han publicado Historia
argentina (Anagrama, 1995) y Esperanto (Tusquets, 1997).

Gustavo Nielsen (Buenos Aires, 1962). La enfermedad es la metáfora central de


la obra de este satirista rompedor, cuya especialidad son los mundos poblados por
neuróticos terminales. El amor enfermo (Alfaguara, 2000) narra en tono
perversamente cómico el romance paródico entre dos víctimas de enfermedades
extrañas y grotescas.

Jaime Collyer (Santiago de Chile, 1955). Aunque sus planteamientos son más
controlados que los de los autores anteriores, Collyer ha introducido elementos de
surrealismo y parodia con voluntad subversiva en la tradición cuentística
rioplantense en libros de relatos como La bestia en casa (Alfaguara, 2000).

Babelia, 3 de marzo de 2001

Encontrado en: http://www.elpais.es/suplementos/babelia/20010303/b06.html


EL TRIUNFO DE LAGOS, SEGUN EL ESCRITOR ROBERTO BOLAÑO

―No exhibirá la generosidad de Allende‖


Por Florencia Grieco

Muchos chilenos se fueron del país después de que Augusto Pinochet bombardeara
La Moneda el 11 de septiembre de 1973 para instalar una dictadura que se
prolongaría por los siguientes 17 años. El escritor chileno Roberto Bolaño, autor de
Los detectives salvajes y de Amuleto, entre otras novelas, siguió ese camino. Y
después de pasar por México se instaló definitivamente en España. Desde allí,
Bolaño habló con Página/12 sobre las elecciones del domingo, el triunfo de Ricardo
Lagos, Pinochet y el futuro chileno con el segundo presidente socialista de la
historia.

–¿Cómo cree que influyeron la detención de Pinochet y, 15 meses después,


el anuncio de su liberación sobre el triunfo de Lagos?

–La detención de Pinochet en Londres definitivamente no jugó a favor de Lagos ni


de la Concertación, porque, a fin de cuentas, colocó en una muy mala posición,
incluso ética, al gobierno de Eduardo Frei: no queda bien que ministros socialistas
salgan a debatir y pelear por liberar al peor tirano que ha tenido Chile en este siglo.
Pero me gustaría creer que no influyó el fantasma de Pinochet, el fantasma de su
regreso al país, aunque por supuesto entra dentro de las posibilidades que haya
tenido peso. Creo, o quiero creer, que después de tantísimos años de dictadura el
pueblo chileno no se ha vuelto amnésico.

–¿Y el hecho de que Lagos fuese socialista?

–Creo que en el porcentaje de votos que consiguió Lavín ha tenido peso el hecho de
que Lagos fuera un candidato socialista. Muchos han votado con el miedo de que
representara la vuelta después de la muerte de Salvador Allende. Incluso debe
haber influido para que gente de la Democracia Cristiana votara en contra de la
Concertación de la que forman parte. Pero, a efectos prácticos, no hay punto de
comparación entre Lagos y Allende. Los socialistas de todo el mundo han cambiado
mucho. Lagos no cometerá los errores garrafales de Allende, pero tampoco podrá
exhibir su generosidad, básicamente porque no tiene las virtudes enormes que
tenía Allende. Con él había un espacio muy grande para la utopía. Su intención era
llegar al socialismo. Pero eso ya pasó a la historia, en Chile y en el mundo. Al
menos por ahora.

–¿Cree que bajo el nuevo gobierno se podrá enjuiciar a Pinochet?

–Chile tiene una democracia muy frágil, casi se podría decir vigilada. El Ejército
tiene y seguirá teniendo un papel muy fuerte. Obviamente, lo ideal sería que
volviera a ser un ejército súper profesional y apolítico, pero no me parece que sea
posible. Yo no confío en ningún ejército del mundo, menos voy a confiar en el de
Chile. Por otra parte, para que Pinochet pueda ser juzgado primero hay que
desaforarlo, y a un senador vitalicio no se lo desafuera, según las leyes que el
mismo Pinochet elaboró. Primero tendrían que cambiar esas leyes, y no creo que
eso pueda pasar en Chile. Además, Lagos ha dicho que deja todo en manos de la
Justicia, así que yo no veo al futuro gobierno hacer nada por juzgar a Pinochet.
Definitivamente no se lo juzgará en el país. Es impensable. Ojalá no fuera así. Me
encantaría equivocarme. Me equivoco en muchas cosas, y quisiera hacerlo en ésta
también, pero no creo que ocurra.

–¿Cómo se imagina el regreso de Pinochet a Chile?

–En Chile, la gran mayoría de la población está un poco aburrida de Pinochet.


Incluso mucha gente de la derecha ha empezado a sentirlo como un estorbo. De
todos modos, nadie duda de que sus incondicionales lo recibirán con vítores y
aplausos. Lo que también parece fuera de duda es que cuando llegue empezará a
mejorar su salud, algo que habla muy bien del aire chileno y que nos puede ayudar
mucho para desarrollar el turismo. Pero no pasará nada más. Excepto algo que
podría resultar tan divertido como vergonzoso: dentro de uno o dos meses,
Pinochet podría presentarse en el Senado, levantarse de su silla de ruedas y ocupar
su banca. Algunos dirían: ―Milagro, milagro‖, y hablarían sobre la salud prodigiosa
del ―ex tirano‖. Pero a Straw se le tendría que caer la cara de vergüenza.

Página 12, 19 de enero de 2000

Encontrado en: http://www.pagina12.com.ar/2000/00-01/00-01-19/pag14.htm


La Nación, 25 de abril de 2001

Entrevista con Roberto Bolaño

Sobre el juego y el olvido


El autor chileno es uno de los narradores que más éxito tiene en España. Ganador
de los premios Herralde y Rómulo Gallego, visita Buenos Aires para presentar su
novela Nocturno de Chile

Lejos del mundanal ruido que los circuitos literarios


alimentan, Roberto Bolaño (Santiago de Chile, 1953)
teje su historia literaria y desteje la red que trata de
atraparlo en estos tiempos en que la estrella es el
autor y no su producción. Los lectores hispanos, entre
tanto, se recomiendan o se pasan con entusiasmo sus
libros: Las llamadas telefónicas (cuentos), Los
detectives salvajes (obra por la que obtuvo el Premio
Herralde y el Rómulo Gallegos), Tres (poemas) y
Nocturno de Chile, su última novela.

Admirador de los beatniks, fanático de Lou Reed y


devoto de Borges, el escritor chileno, que vivió en
México y en los Estados Unidos, reside desde 1977 en
España, donde su nombre se asocia a los nuevos
Para Roberto Bolaño, el humor se parece
rumbos de la literatura latinoamericana. Sus
a la felicidad y al amor narraciones muestran un peculiar sentido del humor
("El humor -dice- es algo parecido a la felicidad, a la
revolución y al amor. En realidad, se parece a todo,
incluso a la muerte, que es lo más alejado que existe del humor").

Antes que su voz fuera reconocida como una de las más originales de los últimos
años, Bolaño solía enviar obras a todo concurso que se le presentara, no lo hacía
por adicción sino por optimismo y necesidad económica. Trabajó como lavaplatos,
camarero, vigilante nocturno, basurero, descargador de barcos, vendimiador...
Quizás eso explique el gusto por el juego y la aventura que se advierte en su obra.
"A mí me gusta jugar -afirma-. No estoy muy seguro pero, parafraseando lo que
decía el Che Guevara sobre los aventureros, creo que existen, a grandes rasgos,
dos tipos de jugadores: los que se retiran y los que no se retiran, los que apuestan
la vida y los que fingen apostar la vida. Y eso es lo que determina, finalmente, la
naturaleza de todo juego, lo que hace que el juego sea un ejercicio de esclavitud o
un ejercicio de libertad."

Desde 1993, vive exclusivamente de la literatura. No cree en el reconocimiento,


sino en su cuenta corriente cuando hay dinero; tampoco cree en la inmortalidad del
alma ni en la de los libros. Vive en Blanes, una pequeña ciudad de la costa
catalana, a 100 kilómetros de Barcelona, donde llegó -cuenta- "por azar, como han
llegado muchos sudamericanos a algunos pueblos de la Costa Brava. Me gusta vivir
a menos de cincuenta metros del mar, me gustan el marisco, el pescado fresco y
las gambas rojas (langostinos) de Blanes, y también me gusta la cortesía, una
cierta discreción que es casi natural en este pueblo (aunque, por supuesto, la
cortesía y la discreción son virtudes aprendidas)".

Afirma que no tiene ningún vínculo con el ambiente literario de Barcelona ("sí
amistades, que se traducen en cartas o llamadas telefónicas, con unos pocos
escritores españoles y catalanes"). Mientras tanto, suele volver a los lugares por los
que ha transitado. "Una de las exiguas ventajas de los lugares emblemáticos es que
perviven en la memoria y en las bibliotecas particulares. Uno de los lugares
emblemáticos de Philip K. Dick podría ser la Galaxia de Andrómeda o la
Constelación de Magallanes. ¿Qué relación puede mantener uno con un sitio así?
Bueno, pues mediante la astronomía o mediante la esquizofrenia. Mis lugares
emblemáticos son México y Chile." Tal vez por eso le gusta "la paella marinera
tanto como las empanadas chilenas, los tacos de carnita, o los chilaquiles, a las
cinco de la mañana".

Se dice de Bolaño que es "un narrador dotado", un gran fabulador. "Narrar -afirma-
lleva incorporada la necesidad de una cierta estructura, una economía, una
dosificación, que implica por tanto un mayor grado de lucidez de quien narra. No
estaría mal que recordáramos Las mil y una noches. Ese texto es de una oralidad
absoluta y, sin embargo, también es de una complejidad absoluta".

En sus novelas, el chileno transforma la realidad a la que, no obstante, se mantiene


simultáneamente fiel. "Trabajo con todo el texto, tanto el que se ve como el que no
se ve, perfectamente trazado y escrito en mi cabeza. Son muy pocas las novelas
(quiero decir, las novelas o relatos legibles) donde no se cuentan dos o más
historias paralelas. En "El Aleph", de Borges, se narra la historia prodigiosa del
Aleph, pero también se cuentan la historia del amor de Borges por Beatriz Viterbo,
la de ese par de huérfanos o viudos disímiles que son Borges y Carlos Argentino
Daneri y, también, la situación tragicómica de un momento determinado de la
literatura argentina. Y de paso, Borges le da una patada a Neruda y a lo que
Neruda entiende por tradición whitmaniana, y todo esto en un cuento de menos de
veinte páginas. En La literatura nazi en América (Seix Barral, 1996) enfoco el
mundo de la ultraderecha, pero muchas veces, en realidad, de lo que estoy
hablando es de la izquierda. Tomo la imagen más fácil de ser caricaturizada para
hablar de otra cosa. Cuando hablo de los escritores nazis de América, en realidad
estoy hablando del mundo a veces heroico, y muchas más veces canalla, de la
literatura en general."

Recurre al mismo tipo de tratamiento en los cuentos de Llamadas telefónicas:


"Todos mis textos -dice- me los planteo como un escrito donde prima el argumento,
pero cada cuento tiene su reverso, ceñido con una disciplina de hierro, por una
cuestión de economía. En el cuento de los detectives, el contraire era el poema
"Saranguaco" de Nicanor Parra; su esquema, el diálogo imposible, una especie de
diálogo loco. Así, podría haber escrito catorce novelas. Y, probablemente, catorce
novelas infinitas. Por ejemplo, "Vida de Anne Moore", el último cuento de Llamadas
telefónicas, es, en su reflejo, una novela-río, suceden cosas que se pueden contar
en seiscientas páginas. Esas sombras o guías literarias resultan más visibles en los
relatos de La literatura nazi en América. Tal vez porque allí se planteó la necesidad
de ilustrar con obras la biografía de los imaginarios autores presentados. A este
respecto -subraya- yo me remitiría a una historia de Ballard, que aparece en La
exhibición de atrocidades, donde se narra la muerte del presidente Kennedy como
una carrera de automóviles cuesta abajo."

A Bolaño le ha atraído siempre el género policial. Estrella distante está


protagonizada por un teniente que vincula la poesía al crimen. En Amuleto, una voz
en primera persona, la de una uruguaya oculta en los lavabos de la Facultad de
Filosofía y Letras en México durante la toma de 1968 por la policía, narra lo vivido y
convierte su reclusión de varios días en el espacio de la narración ( "Esta será una
historia de terror. Será una historia policiaca, un relato de serie negra y de terror.
Pero no lo parecerá. No lo parecerá porque soy yo la que lo cuenta.") "Me gusta el
género policial como me gustan el pornográfico o la ciencia-ficción -explica Bolaño-.
En estos géneros hay bazofia a toneladas, pero también, de vez en cuando, uno
puede encontrar joyas de gran valor. Lo que pretende una buena novela policial,
entre otras cosas, claro, es que el lector asuma el papel del descifrador; se le
entregan previamente todos los elementos (dispersos, caóticos) para que él
proceda a ordenarlos, a entenderlos, a disfrutarlos, y a atrapar al asesino o a
comprender por qué, cuándo, cómo se produjo el asesinato."

En el 2000, Bolaño entregó a la editorial Anagrama una recopilación de cuentos,


Putas asesinas; ahora está a punto de acabar una novela ambientada en la ciudad
de Roma, que publicará Mondadori. Dice que entonces espera poder dedicarse a
una novela larga ambientada en México en la que está trabajando desde hace
tiempo. En este libro en construcción narra, entre otras cosas, los asesinatos de
varias mujeres en Ciudad Juárez. "Es tan bestial que puede acabar con mi salud -
declara-, tremendamente mexicana, compleja, terrible y alucinante. Pero no es
culpa de México, sino de sus propios delirios. Seguramente dará de qué hablar y
probablemente me odien y no me quieran traer más a México. Es muy fuerte.
Incluso a mí me asusta. Es una obra de ciencia-ficción".

Nocturno de Chile, la novela que el editor Jorge Herralde presentó como "una
pequeña obra maestra escalofriante", entreteje lo más sórdido de la dictadura de
Pinochet con la literatura. La tortura y las veladas literarias ocurren -tal como
sucedió en la realidad- al mismo tiempo y bajo el mismo techo: en el sótano, en el
que se desarrollan las más impensables escenas de terror, y en el salón de una
casona de las afueras de Santiago, en la que se reúne lo más granado de la
literatura chilena.

A diferencia de Los detectives salvajes, Nocturno de Chile es una novela escrita en


un solo bloque, sin división en capítulos, que se descompone en siete historias muy
diferenciadas que hacen las veces de capítulos. Según aclara Bolaño,
"aparentemente, no tienen nada que ver las unas con las otras. Entre historia e
historia hay pequeños nudos verbales, que es tal vez lo que más me gusta de esta
novela: palabras y frases sincopadas que cualquier lector perspicaz puede entender
que se dirigen hacia la amnesia. Esta novela es, también, y puede que sobre todas
las demás consideraciones, un intento fallido de amnesia donde todos somos
iguales, las sombras inocentes y los brutos malévolos, los personajes reales y
ficticios, es decir, donde todos somos víctimas, sólo que de una forma indolora.
Nocturno de Chile también trata de la moda, la alta costura y el prêt-à-porter, o lo
que es lo mismo, sobre el efecto del tiempo en las historias, sobre el lento progreso
del olvido, que es una de las formas de la ocultación hacia la que con más gusto y
puede que con más justificación tendemos".

En forma de torbellino, se suceden los pensamientos del protagonista, sacerdote,


crítico literario y poeta mediocre. Durante el transcurso de una noche febril (el
héroe o antihéroe supone que está a punto de morir), se precipitan las visiones de
monstruos, horribles imágenes de la memoria y anticipaciones espantosas. El lector
asiste al desfile de los recuerdos, de las contradicciones, de los temores del cura,
como si se hubieran intercambiado los roles y se presenciara la confesión de un
confesor, plagada de disquisiciones de corte surrealista. A la vez, este soliloquio
permite al autor ahorrar la crónica y destacar sólo pasajes clave.
A pesar de que el novelista afirma estar en contra de la literatura de denuncia y del
realismo social ("un escritor jamás debe permitir que su literatura se dirija a algún
fin no literario", sostiene), esta novela expresa en forma de alegoría la grotesca
mentira en que se basan las costumbres sociales y literarias. Nos toparemos así con
personajes como los dos "encomenderos del abismo", los señores Oido y Odeim
(cuyos nombres al revés dan idea de lo que representan), o el zapatero vienés que
intenta construir una Colina de los Héroes, cementerio mitológico donde al final no
reposará más que él. La novela ataca los oportunismos, las debilidades y las
traiciones del mundo cotidiano. Se ha dicho que Nocturno de Chile es esa obra
radical e incómoda sobre el pasado que la literatura española todavía está por
escribir.

Cuando se trata de definir su relación con la literatura, Bolaño retoma una


pensamiento, ya expressado por Gil de Biedma, que suena a paradoja en boca de
un escritor: lo natural es leer y no escribir; el placer (y la sabiduría) están en la
lectura, jamás en la escritura.

Por Silvia Adela Kohan

Para La Nación - Barcelona, 2001

Obras

La literatura nazi en América (Seix Barral), Monsieur Pain, Estrella distante,


Amuleto, Llamadas telefónicas, Los detectives salvajes, Nocturno de Chile
(Anagrama), Los perros románticos, Tres (El acantilado), Consejos de un discípulo
de Morrison a un fanático de Joyce (Anthropos).

Encontrado en: http://www.lanacion.com.ar/suples/cultura/0117/supl.asp?pag=P04.HTM&a=prem


―Siempre quise ser un escritor político‖
Demian Orosz

dorosz@lavozdelinterior.com.ar

Roberto Bolaño tenía 43 años cuando publicó su primera novela. La crítica española
se rindió sin condiciones a la fuerza extraña de La literatura nazi en América latina
(1996), y desde entonces el nombre de su autor no ha dejado de propagarse en un
sistema de ecos que se resumen en la palabra consagración. La euforia podría
parecer excesiva, si no fuera porque Bolaño se ha encargado de responder a la
provocación de cada elogio con libros cada vez más audaces y más sólidos.

En 1999 publicó Tres (poemas) y su novela Los detectives salvajes se llevó los
premios Herralde y Rómulo Gallegos. En el 2000 el escritor chileno volvió a
iluminarse con Nocturno de Chile, y este año su narrativa se cierra con la aparición
de Putas asesinas, recién editado por Anagrama.

En su casa de Blanes, un pueblito de la Costa Brava a una hora de tren de


Barcelona, el autor de Llamadas telefónicas levanta el tubo, escucha, hace un
silencio y luego dice que prefiere evitar la charla ―en vivo y en directo, en la que me
arriesgo a decir demasiadas estupideces‖. Realizar la entrevista a través del correo
electrónico aparece como la salida natural. Ya es tarde, hemos caído en la trampa
de un interlocutor tan lúcido como resbaladizo, experto en deshacer en un abrir y
cerrar de ojos las preguntas demasiado alambicadas o pretensiosas. Veamos.

–En ―Putas asesinas‖ nos encontrarnos nuevamente con su propia vida. ¿En este
trabajo con la autobiografía hay un intento de diálogo con su destino?

–Nunca me he planteado ―trabajar‖ con mi autobiografía. Vivir sin trabajar para mí


es algo que se parece a la felicidad. Así que procuro, cada vez que puedo, evitarme
ése y cualquier esfuerzo. No trabajar con mi autobiografía (la palabra autobiografía
me pone los pelos de punta), no trabajar con la escritura, no lavar los platos, dejar
que mis hijos hagan lo que quieran y permanecer sentado delante de la tele viendo
programas basura y refunfuñando o riéndome. Creo, por otra parte, que las únicas
autobiografías interesantes, en realidad las únicas biografías interesantes, son las
de los grandes policías o la de los grandes asesinos (éstas últimas, por supuesto,
publicadas bajo seudónimo o anónimamente, o publicadas post-mortem), porque
de alguna manera rompen ese molde deprimente y real de que el destino de los
seres humanos es respirar y un día dejar de hacerlo. El policía y el detective
parecen ajenos a esa mecánica. En sus biografías o autobiografías siempre hay otra
cosa: una propuesta, un juego, un crucigrama que te dice acércate al espejo y
mira.

–¿Su nuevo libro incorpora elementos novedosos a eso que la crítica ya denomina
como ―el planeta Bolaño‖?

–No, no, lamentablemente hay muy pocas cosas novedosas. En realidad, ninguna.
Ya lo dijo Borges, a quien Wojtila debería santificar antes de ser, a su vez,
santificado, desde los griegos los temas, al menos en Occidente, son cuatro, con
suerte cinco. El planeta Bolaño, suena muy divertido. Pero no es un planeta. Sólo
un aerolito, y además bastante inofensivo, de esos aerolitos que caen a la Tierra y
nadie se da cuenta de que han caído, a menos que le perforen el cráneo a una
vaca, y entonces el dueño de la vaca sí que se da cuenta.
Una porción de infierno

Bolaño nació en 1953 en Santiago de Chile. A los 15 años se trasladó a México,


donde vivió del periodismo y empezó a escribir poesía. Desde 1977 vive en España.

Tanto por sus declaraciones como por sus libros, en los que propone un perpetuo
ajuste de cuentas con su país natal, sus relaciones con el ambiente literario de
Chile siempre han sido por lo menos tensas. Más de una vez Bolaño se ha referido a
la literatura chilena como una entelequia, como un planeta vacío que gira en torno
de un sol muerto llamado Neruda.

–¿Qué representa Chile para usted? Parece que su país fuera un lugar que sólo le
interesa visitar en su escritura, y eso más que nada para señalar zonas oscuras,
esa porción de infierno que persiste allí.

–Bueno, la porción de infierno chilena es mi infancia y mi adolescencia. Y luego el


Golpe de estado. Pero me gusta la comida chilena. No sé si tú la has probado: es
una comida bastante buena. Las empanadas, el pastel de choclo, las humitas, la
cazuela chilena, los mariscos, que tal vez son los mejores que he comido jamás,
esa salsa que allí llaman pebre y que es muy sencilla pero también muy eficaz, el
charquicán, que es un plato que viene de antes de la Guerra de Independencia y
que dicen que era el plato preferido de Manuel Rodríguez.

–Cuando se publicó ―Nocturno de Chile‖, usted afirmó que si aún viviera en su país
natal nadie le hubiera perdonado esa novela...

–Supongo que hay gente para la cual la literatura no es una cuestión de perdonar o
no perdonar. En la derecha chilena, pacata y clerical, no creo que haya caído muy
bien Nocturno de Chile.

–En el cuento ―Días de 1978‖, el personaje narra la película ―Andrei Rublev‖ de


Tarkovski. ¿Le interesa que este tipo de metáfora oculta funcione como clave?

–No sé si lo dijo Borges. Tal vez fue Platón. O tal vez fue Georges Perec. Toda
historia remite a otra historia que a su vez remite a otra historia que a su vez
remite a otra historia. Hay historias que son los manes tutelares de una historia,
hay historias que son las llaves de una historia y hay historias que nos llevan al
borde del vacío y que nos obligan a plantearnos las grandes preguntas. Yo sólo
conozco una de las preguntas. ¿Cómo construir un puente? Y por descontado
desconozco la respuesta.

–Hay en sus cuentos una violencia que nunca termina de desatarse, como si
estuviera diseminada por el texto, pero cuya manifestación plena queda más allá
del punto y aparte, fuera de la página...

–Es que eso es lo peor de la violencia. Una presencia que se acerca. Después ya no
hay violencia. Hay dolor, hay vejación, hay valor o hay muerte o todo junto, incluso
en ocasiones hay liberación, pero ya no violencia.

–Sus textos hablan frecuentemente de ese ―Vietnam secreto que durante mucho
tiempo fue Latinoamérica‖, con lo cual su literatura adquiere una nota política...

–Siempre quise ser un escritor político, de izquierdas, claro está, pero los escritores
políticos de la izquierda me parecían infames. Si yo hubiera sido Robespierre, o no,
mejor Danton, en una de esas los envío a la guillotina. Latinoamérica, entre sus
muchas desgracias, también ha contado con un plantel de escritores de izquierda
verdaderamente miserables. Quiero decir, miserables como escritores. Y yo ahora
tiendo a pensar que también fueron miserables como hombres. Y probablemente
miserables como amantes y como esposos y como padres. Una desgracia. Trozos
de mierda esparcidos por el destino para probar nuestro temple, supongo, porque
si podíamos vivir y resistir esos libros seguramente éramos capaces de resistirlo
todo. En fin, no exageremos. El siglo 20 fue pródigo en escritores de izquierda más
que malos, perversos.

–Por lo general hay también una especie de erotismo fétido, una comprensión del
sexo según la cual casi nunca aparece como fiesta de los cuerpos o goce sino como
suciedad o elemento oscuro...

–No lo creo. Muy a mi pesar mi naturaleza tiende a lo apolíneo, no a lo dionisíaco. Y


esto lo digo sinceramente: muy a mi pesar, muy a mi pesar.

–Pese a los viajes y a los cambios de escenarios, hay un no sé qué de


claustrofóbico en estos relatos. ¿Quizá por ese ir y venir permanente entre el
ridículo y la desolación, o tal vez porque los personajes suicidas le dan al conjunto
esa sensación de callejón sin salida?

–Descreo por principio de los callejones sin salida. No existen los callejones sin
salida. El suicidio es una salida. Y además es una salida, si bien extrema, muy
civilizada. El asesino en masa o el asesino serial o el asesino pasional plantean
básicamente un problema de salud pública. Un suicida, sea o no sea discreto, lo
único que plantea son unas pocas (pero interesantes) preguntas, y en algunos
casos hasta alguna respuesta. El problema es que muy poca gente sabe leer la
escritura de los suicidas y en cambio mucha gente está convencida,
entusiasmadamente convencida, de conocer la escritura de los asesinos. Sobre la
claustrofobia no sé qué decir. Me gustaría vivir en otro planeta. Pero me aguanto.

–Más de una vez señaló que viene de la poesía. ¿Bolaño es en el fondo un poeta y
un narrador a pesar de sí mismo?

–No sé si a pesar de mí mismo. Si hubiera podido escoger, probablemente ahora


sería un caballero rural belga, de salud de hierro, solterón, asiduo a burdeles de
Bruselas (en donde están las mujeres más hermosas de Europa), lector de novelas
policiales y que derrocharía, con sentido común, una riqueza acumulada durante
generaciones. Pero soy chileno, de clase media baja y vida bastante nómade, y
probablemente lo único que podía hacer era convertirme en escritor, acceder como
escritor y sobre todo como lector a una riqueza imaginaria, ingresar como escritor y
como lector en una orden de caballería que creía llena de jóvenes, digamos,
temerarios, y en la que finalmente, a los 48 años, me encuentro solo. Pero estas
palabras no son más que retórica. Mis libros están allí y yo estoy aquí, y aquí lo
más importante, mucho más importante que la literatura, son mis hijos, mi hijo
Lautaro, de 11 años y mi hija Alexandra, de 8 meses.

–¿Cree que puede hablarse de un nuevo boom de la literatura latinoamericana?

–Mi religión no me permite contestar esta pregunta.

–Bien, pero ¿qué opina cuando el suplemento ―Babelia‖ afirma que la ―nueva
literatura del Cono Sur‖ sustituye ―el fantaseo lírico del realismo mágico por un
surrealismo mucho más subversivo, atraído por una imaginería de lo grotesco...‖?

–En modo alguno puedo suscribir esa definición. La imaginería surrealista está tan
extendida como la televisión. Una de las cosas que me gusta de Patricia Highsmith,
a quien estoy releyendo estos días con sumo placer, es su aparente carencia de
imaginería lírica, de realismo mágico, de fantasía surreal. Para las navidades, nada
mejor que una literatura objetiva, aunque tampoco Highsmith es demasiado
objetiva. Tampoco se puede decir que el grotesco sea una de las señales de
diferenciación con la narrativa del boom. Onetti, Donoso, el mismo García Márquez
ahondaron en el grotesco como ninguno de los escritores de mi generación lo ha
hecho. En realidad la obra de esos escritores, digamos de Borges a Puig y Arenas,
es tremendamente sólida y rica. Hay muy pocos novelistas actuales que posean la
ambición de Fernando del Paso, por ejemplo, o el humor y la exactitud de Cortázar.
En fin, ya se verá. En una generación, por otra parte, caben escritores de 25 años y
también de 50. Supongo que más entrado el siglo 21 se podrá hacer un balance,
cuando la mayoría de nosotros hayamos muerto, y se podrá ver si nuestra
literatura ha valido o no ha valido la pena.

―Pablo Neruda fue el gran poeta equivocado‖

A menudo, las ficciones de Bolaño permiten ingresar al mundo de sus devociones


literarias, e incluso imaginar cuáles son los libros que tuvo pero que ya no
soportaría en su biblioteca.

–En ―Putas asesinas‖, quien se lleva las palmas de su ironía es Neruda. ¿Le disgusta
en general como poeta o su malestar tiene más que ver con su influencia en el
sistema literario chileno?

–A mí Neruda me gusta bastante, tal como lo digo en ese cuentito. Un gran poeta
americano. Muy equivocado, por otra parte, claro, como casi todos los poetas. No
era el sucesor de Whitman, en muchos de sus poemas, en la estructura de esos
poemas, sólo podemos ver ahora a un plagiario de Whitman. Pero la literatura es
así, es una selva un poco pesadillesca en donde la gran mayoría, la inmensa
mayoría de escritores son plagiarios. Hay algunos jóvenes con voz propia, pero no
saben escribir, lo que es un desastre. Entonces esos jóvenes van a los talleres
literarios o a la universidad para aprender a escribir y cuando ya saben escribir no
tienen voz propia. En fin, qué le vamos a hacer. Neruda, en algún momento de su
vida, pensó que él era el paradigma del poeta, y se equivocó. Pero la verdad es que
todos los poetas, en algún momento de sus vidas, se creen la muerte.

–Por lo general hay también una especie de erotismo fétido, una comprensión del
sexo según la cual casi nunca aparece como fiesta de los cuerpos o goce sino como
suciedad o elemento oscuro...

–No lo creo. Muy a mi pesar mi naturaleza tiende a lo apolíneo, no a lo dionisíaco. Y


esto lo digo sinceramente: muy a mi pesar, muy a mi pesar.

–Pese a los viajes y a los cambios de escenarios, hay un no sé qué de


claustrofóbico en estos relatos. ¿Quizá por ese ir y venir permanente entre el
ridículo y la desolación, o tal vez porque los personajes suicidas le dan al conjunto
esa sensación de callejón sin salida?

–Descreo por principio de los callejones sin salida. No existen los callejones sin
salida. El suicidio es una salida. Y además es una salida, si bien extrema, muy
civilizada. El asesino en masa o el asesino serial o el asesino pasional plantean
básicamente un problema de salud pública. Un suicida, sea o no sea discreto, lo
único que plantea son unas pocas (pero interesantes) preguntas, y en algunos
casos hasta alguna respuesta. El problema es que muy poca gente sabe leer la
escritura de los suicidas y en cambio mucha gente está convencida,
entusiasmadamente convencida, de conocer la escritura de los asesinos. Sobre la
claustrofobia no sé qué decir. Me gustaría vivir en otro planeta. Pero me aguanto.

–Más de una vez señaló que viene de la poesía. ¿Bolaño es en el fondo un poeta y
un narrador a pesar de sí mismo?

–No sé si a pesar de mí mismo. Si hubiera podido escoger, probablemente ahora


sería un caballero rural belga, de salud de hierro, solterón, asiduo a burdeles de
Bruselas (en donde están las mujeres más hermosas de Europa), lector de novelas
policiales y que derrocharía, con sentido común, una riqueza acumulada durante
generaciones. Pero soy chileno, de clase media baja y vida bastante nómade, y
probablemente lo único que podía hacer era convertirme en escritor, acceder como
escritor y sobre todo como lector a una riqueza imaginaria, ingresar como escritor y
como lector en una orden de caballería que creía llena de jóvenes, digamos,
temerarios, y en la que finalmente, a los 48 años, me encuentro solo. Pero estas
palabras no son más que retórica. Mis libros están allí y yo estoy aquí, y aquí lo
más importante, mucho más importante que la literatura, son mis hijos, mi hijo
Lautaro, de 11 años y mi hija Alexandra, de 8 meses.

–¿Cree que puede hablarse de un nuevo boom de la literatura latinoamericana?

–Mi religión no me permite contestar esta pregunta.

–Bien, pero ¿qué opina cuando el suplemento ―Babelia‖ afirma que la ―nueva
literatura del Cono Sur‖ sustituye ―el fantaseo lírico del realismo mágico por un
surrealismo mucho más subversivo, atraído por una imaginería de lo grotesco...‖?

–En modo alguno puedo suscribir esa definición. La imaginería surrealista está tan
extendida como la televisión. Una de las cosas que me gusta de Patricia Highsmith,
a quien estoy releyendo estos días con sumo placer, es su aparente carencia de
imaginería lírica, de realismo mágico, de fantasía surreal. Para las navidades, nada
mejor que una literatura objetiva, aunque tampoco Highsmith es demasiado
objetiva. Tampoco se puede decir que el grotesco sea una de las señales de
diferenciación con la narrativa del boom. Onetti, Donoso, el mismo García Márquez
ahondaron en el grotesco como ninguno de los escritores de mi generación lo ha
hecho. En realidad la obra de esos escritores, digamos de Borges a Puig y Arenas,
es tremendamente sólida y rica. Hay muy pocos novelistas actuales que posean la
ambición de Fernando del Paso, por ejemplo, o el humor y la exactitud de Cortázar.
En fin, ya se verá. En una generación, por otra parte, caben escritores de 25 años y
también de 50. Supongo que más entrado el siglo 21 se podrá hacer un balance,
cuando la mayoría de nosotros hayamos muerto, y se podrá ver si nuestra
literatura ha valido o no ha valido la pena.

Encontrado en: http://www.lavozdelinterior.com/2001/1226/suplementos/cultura/nota73286_1.htm


El controvertido escritor vuelve en marzo a Chile

Roberto Bolaño: "Esta vez iré con las manos en la


nuca"
El premiado autor chileno residente en España resucitó las guerrillas literarias en su
última visita al país cuando se catalogó como el mejor narrador de la generación.
Dice que lo hizo "por joder", pero que volverá en son de paz con su libro de poemas
bajo el brazo.

Melanie Jösch

Con Los Perros Románticos, libro recién aparecido


en España bajo el sello Lumen, Roberto Bolaño
dice volver a su primera amante, la poesía, con la
que inició su camino literario en los años setenta
en México. El autor es fundamentalmente
conocido por su narrativa y la novela Los
Detectives Salvajes, que obtuvo una seguidilla de
prestigiosos premios, como el Herralde y el
Rómulo Gallegos, además de la primera distinción
del Consejo Nacional del Libro el año pasado.

Pero Bolaño también es recordado por su última


polémica visita a estos sureños lares, en la que se
autodefinió como el mejor narrador de la actual
generación -sólo para "joder la paciencia", según
aclara aquí-, logrando dividir las aguas y ser
perseguido por todos los ofendidos, demasiados
quizás. Profundo admirador parriano, el autor de
Llamadas Telefónicas y su reciente Monsieur Pin
conversó desde Blanes, España, por un teléfono El escritor galardonado con el
que sirvió a su hijo de nueve años para jugar al Rómulo Gallegos vuelve a la poesía,
"detective", mientras el padre explicaba que no es su "primera amante", con el libro
un narrador atemorizado por la poesía, sino Los Perros Románticos.
viceversa, y que, no obstante, si de hablar de
poesía se trata, él se considera más bien "entre (Foto: COPESA)
los malos".

Además, con la ironía que lo distingue, aseguró


que en su próxima venida a Chile, programada
para marzo, llegará con una bandera blanca:
"Esta vez iré como un soldado rendido. Las manos
en la nuca y diciéndole a todos 'yo quiero ser
amigo vuestró".

-Has dicho que eres el mejor narrador


chileno actual, ¿qué piensas de tu poesía?
-Yo no me siento el mejor narrador chileno, ni siquiera me preocupa eso. A mí lo
único que me interesa en el momento de escribir es hacerlo con una mínima
decencia, que no me avergüence al cabo de un tiempo de lo que he escrito, no
lanzar palabras al vacío. Lo que pasa es que sigo al pie de la letra los dictados de
Parra, cuando dice que es bueno joder la paciencia.
-¿Eres de los narradores que se atemorizan frente a la poesía?

-No. Yo más bien era un poeta que se atemorizaba frente a la narrativa. Y lo


primero que escribí fue poesía, hace más de 26 años. Ella es la primera amante.

-¿De dónde viene el título de tu libro Los Perros Románticos?

-Es un poema de cuando yo tenía veinte años y cuando dejé Chile por última vez,
en enero del '74. Trata sobre una cierta orfandad mercurial, líquida, en donde se
confunde la libertad y la locura, y en donde el hablante, el yo poético, promete ser
fiel a ambas cosas, tanto la libertad como la locura... que, visto ahora, me parece
un poco desmesurado, claro.

-Decías que el último poema del libro lo escribiste luego de una visita a
Nicanor Parra en 1998. ¿Cuánta influencia reconoces de su poesía?

-Yo creo que todos los poetas, no sólo chilenos sino latinoamericanos, le debemos
muchísimo a Parra. En algunos no se nota, porque supongo que son los buenos; en
otros, como yo, que estoy más bien entre los malos, se nota mucho.

-Algunos opinan que la antipoesía no existe como tal, sino que se trata de
una especie de culto al feísmo que equilibra el discurso poético...

-No creo que sea un culto al feísmo. Tal vez en los últimos poemas de Parra hay
una investigación muy lúcida en donde toca o roza el feísmo. Pero el Parra de los
Poemas y Antipoemas o de los libros de los años 60 es de una belleza aplastante.
Por ejemplo, el Soliloquio del Individuo, ese poema marca un antes y un después
en la poesía en lengua española. A partir de ese momento hay un quiebre sin
vuelta atrás".

-¿Cuál es ese quiebre?

-El poeta a partir del Soliloquio del Individuo ya no canta. Antes, el poeta en lengua
española lo único que hacía era cantar. El poeta era un ruiseñor. A partir del
Soliloquio el poeta piensa, y eso es súper importante, cuando la fuerza del poema
no se basa sólo en la metáfora ni sólo en la música, sino en la idea. En Chile
tenemos dos grandísimos poetas a los que admiro mucho. Huidobro basa toda su
poesía en la metáfora. Neruda basa su poesía, hasta el momento del Soliloquio, en
la música. Después de eso entra el poeta como un ser pensante y, también, como
un humorista.

-¿Qué opinas de la visión histórica que considera la poesía una disciplina


superior?
-Esa es la típica visión romántica y, en realidad, qué se quiere decir con eso, pues
poquísima cosa. Yo creo que en este siglo, y repito una palabra de Harold Bloom, la
mejor poesía del siglo XX en el mundo se hizo en prosa. En el Ulises de James
Joyce está contenida La Tierra Baldía de Eliot, y es mejor que La Tierra Baldía de
Eliot.

-Haces mención a un personaje controvertido, Bloom, el defensor de los


cánones literarios...
-Yo siempre he creído que existen cánones literarios...

-Porque hoy pocos se atreven a definir "lo literario"...


-Pues eso es la muerte de la literatura. Es decir, en el momento en que llegamos en
la literatura a todo vale, a una especie de democracia mediática en donde todo es
bueno, en donde todos podemos tener nuestros quince minutos de fama, pues ahí
se acaba la literatura y se acaba, en gran medida, porque le estaremos dando
mierda a los lectores.

Encontrado en: http://www.tercera.cl/diario/2000/02/25/t-25.40.3a.CUL.BOLANNIO.html


Junio 2002 CONVIVIO
Roberto Bolaño y Rodrigo Fresán
Dos hombres en el castillo:
una conversación electrónica sobre Philip K. Dick
Rodrigo Fresán: Estos últimos meses estuve releyendo —y leyendo
por primera vez algunos textos suyos— a Philip K. Dick y lo primero que
me sorprendió es el hecho de que su obra no haya envejecido en absoluto,
teniendo en cuenta que él solía decir que escribía acerca de lo que iba a
pasar en los próximos meses, sobre un futuro casi-presente. Creo que ahí
están su gracia y su talento: proponer una ciencia-ficción donde la ciencia
no importa demasiado (y es casi siempre accesoria e imperfecta, funciona
mal o no funciona) y la ficción no es tal. Me parece que hay suficiente
evidencia ya para afirmar que la idea del futuro —nuestro presente— está
mucho más cerca de lo que pensaba Dick que de lo que sostenían los
clásicos del género, ¿no? Dick se ha convertido en un gran escritor
realista/naturalista, que es lo que en realidad él siempre quiso ser antes de
verse obligado a ganarse la vida escribiendo "novelitas" futuristas.

Roberto Bolaño: Recuerdo con mucho cariño a Dick. Yo creo que es el


escritor de los paranoicos, del mismo modo que Byron fue el escritor de los
románticos. Incluso su biografía tiene ciertos matices byronianos: es un
hombre de vida amorosa agitada y, políticamente, está con las causas
perdidas. En ocasiones con las causas más extremas o las que la gente
considera que son las más extremas. Y es curioso que uno de los grandes
escritores del siglo XX (algo en lo que creo que estamos de acuerdo) sea
precisamente un escritor "de género". Un escritor que para ganarse la vida
(un término horrible este de ganarse la vida) se pone a escribir y publicar
novelas en editoriales populares, a un ritmo endiablado, novelas que
discurren en Marte o en un mundo en donde los robots son algo normal y
rutinario. En fin: la peor manera de labrarse un nombre en el mundo de las
letras, como diría un escritor francés de finales del siglo XIX. Y sin embargo
Dick no sólo se labra un nombre en la literatura sino que se convierte en
punto de referencia de otras artes, como el cine, y su prestigio sigue
creciendo. ¿Tú recuerdas la primera novela que leíste de él? La mía fue
Ubik y el martillazo que recibí fue considerable.

FRESÁN: Es cierto eso de Dick y las causas políticas. Tiene algo de


working class hero lo suyo —no sólo en el aspecto de "escritor trabajador",
sino que buena parte de sus ficciones giran en torno al hombre trabajador
y esclavizado, a la práctica buena o mala de un oficio, al espanto de ciertas
burocracias y a errores mecánicos o problemas de funcionamiento... En mi
caso la primera fue El hombre en el castillo, en Minotauro, claro. Recuerdo
que acababa de volver a Buenos Aires después de unos cuantos años
viviendo en Caracas, y el efecto fue desconcertante. Todavía regía la
dictadura militar —era 1979— y recuerdo que me costaba un poco discernir
dónde terminaba el libro y dónde empezaba la realidad. La sensación se
acentúa todavía más cuando se leen varios Dicks seguidos: la sospecha
que te despierta en cuanto a lo que es verdadero y lo que es falso. Me
parece que es una sospecha que trasciende la vulgar paranoia y está más
cercana al pensamiento religioso. En este sentido —no sé qué te parece—
creo que Dick es el escritor perfecto para los que no creen en Dios pero
quisieran que existiera alguna inteligencia superior que explicara todo este
despropósito, ¿no?
BOLAÑO: Sí, sin duda Dick es en gran medida un escritor con una
preocupación religiosa. Hay páginas de Dick en donde está claro que a él,
al autor, le gustaría creer en Dios, pero también hay páginas en donde Dick
escucha, literalmente, el ruido del universo que se muere de forma
irremediable. Se oye en Tiempo de Marte. Una musiquilla de las esferas
que sólo oyen los seres más débiles entre los débiles, las víctimas y los
enfermos. En este sentido Dick jamás hubiera podido ser un escritor de
utopías, algo a lo que su escritura profundamente moral podía haberlo
llevado. Ni siquiera de distopías. Dick escribe sobre La Entropía, con
mayúsculas. Lo curioso es que al mismo tiempo, en paralelo a este tema
mayor, discurren otros, más terráqueos, digamos, pero profundamente
inquietantes, como el de las realidades superpuestas de El hombre en el
castillo, o como su aseveración de que la historia, y con ella la realidad,
terminó en el año 60 o 70 después de Cristo y que todo lo que ha venido a
continuación es disfraz o realidad virtual y que de hecho estamos inmersos
en pleno Imperio Romano.

FRESÁN: Tal vez la necesidad de Dick de creer en otros planos de la


realidad —me atrevo a pensarlo como, sí, una necesidad y no una
condena— tenga un motivo mucho más sencillo o, si se lo prefiere, banal:
la opción de pensar que en otra dimensión Dick sería un gran escritor, el
escritor más importante de todos. Pero tal vez lo más inquietante de todo
sea la incapacidad de Dick para funcionar dentro de los parámetros del
género al que hizo evolucionar tanto. Son muy conocidos sus problemas
con sus colegas y con los fans de la ciencia-ficción, que no entendían lo
rebuscado de sus tramas y lo consideraban una especie de terrorista
drogado que no respetaba ninguna de las leyes implícitas y acaso nunca
del todo declaradas del género.

BOLAÑO: No, no creo que Dick soñara con ser el mejor escritor en una
dimensión paralela a esta. En Dick la salvación está en la amistad, en el
sexo, en la aventura compartida, no en la escritura, ni mucho menos en lo
que formalmente se llama "buena escritura" y que no es otra cosa que una
serie de convenciones más o menos aceptadas por todos. Ahora bien, es
muy probable que Dick experimentara esa sensación de lucidez con
respecto a su propia escritura y que en algunos momentos (momentos de
debilidad y vanidad que todo el mundo tiene) viera como algo injusto su
destierro en la literatura de género, en la estantería de los libros populares
y baratos. Pero esto es algo que le ha ocurrido a muchos buenos
escritores. En la tradición norteamericana hay ejemplos en donde el
silencio (el caso de Emily Dickinson) o el desdén (Melville, por ejemplo) son
mayores que el silencio y el desdén buscado y sufrido por Dick.

FRESÁN : Recuerdo que el otro día me contaste que navegabas por


Internet por varios sites dedicados a Dick y no pude evitar preguntarme
qué pensaría Dick de todo esto: computadoras, el mundo invisible de la
Red que está aquí y no está al mismo tiempo... El modo en que la realidad
lo viene "plagiando"... Me pregunto también si no se habrá muerto en el
momento justo y si acaso los verdaderos escritores de ciencia-ficción se
mueren —o serán desconectados— cuando la realidad comienza a
parecerse demasiado a las tramas de sus novelas. En este sentido, Dick
era un profeta poco interesado —a diferencia de lo que ocurre con los
idiotas de Clarke y Asimov— en acertar compulsivamente acerca de lo que
vendrá. En algún lado leí que Dick dijo que "la mala ciencia-ficción predice
mientras que la buena ciencia-ficción parece que predice". A Dick le
preocupaba mucho menos el futuro (como escenario) que una especie de
presente atemporal liberado de todo rigor cronológico. Incluso sus partes
futuristas parecen casi una obligación editorial, ¿no? Y por acá —para
entrar en otro posible tema— tengo otra frase de él que siempre me
impactó: "El cuento trata de un crimen y la novela trata de un criminal".

BOLAÑO: Pero más allá de su desdén por el futuro, Dick es también un


profeta. Un profeta callejero, diríamos un profeta lumpen, sin el prestigio
de un Norman Mailer, un Arthur Miller o un John Updike. Y sin el aura de
un Salinger (los lectores de Dick y Salinger suelen ser jóvenes, pero los de
Dick son jóvenes freaks). En cuanto a los relatos y novelas, no se ve una
gran diferencia: hay novelas de Dick que no son más que una sucesión de
relatos, como lo es también el Moby Dick de Melville. Sus cuentos, por otra
parte, son increíblemente buenos. En lo que respecta a que algunas de sus
novelas no parecen seguir un patrón lógico, yo creo que hay que tener en
cuenta que muchas de estas novelas están escritas por encargo y bajo la
influencia de anfetaminas, que son novelas alimenticias que probablemente
Dick escribía en menos de un mes, sin planteamientos previos ni
estructuras, y que en realidad son improvisaciones. Pero las grandes
novelas de Dick, como El hombre en el castillo o Valis o Tiempo de Marte o
Ubik o Dr. Bloodmoney, son de una coherencia extrema; lo que no carece
de mérito, pues Dick no opera desde el orden sino desde el desorden. En
este sentido su novela de hierro sería Valis, que es una de las últimas, y en
donde, entre otras muchas cosas, Dick aborda directamente lo cerca que
se encuentra de la locura. Y lo hace con la lucidez y con la elocuencia de un
gran artista. Aunque también hay que tener presente que en muchas
ocasiones la lucidez y la elocuencia son términos excluyentes.

FRESÁN : Es muy cierto eso de Dick y de la locura como estética: sus


novelas acaban siendo, formalmente, casi una representación estética de lo
que significa el "estar loco". Me parece que —si nos ponemos musicales—
Dick escribe más "variaciones" que "improvisaciones": siempre parte de
una misma aria central que tiene que ver con las preguntas: "¿Qué es real?
¿Qué no lo es?", y te va envolviendo en esa melodía repetitiva y
constante... Párrafos atrás hablabas de Dick como alguien no preocupado
por una "buena escritura"... y no estoy tan seguro a pesar del evidente
apresuramiento de sus textos. Creo que esa velocidad desesperada le da
algo raro y muy personal y que, en un punto, te hace sentir en carne
propia la adicción química de Dick como si fuera por transferencia. (A Dick
le gustaría esto: la literatura como sucedáneo de la droga, y creo que
escribió algún cuento donde los invasores adoptan la formas de un libro
forrado con la piel de un animal extraterrestre, no recuerdo bien, pero la
historia acababa un poco como el Tlön de Borges, a quien, si lo pensamos
un poco, Dick se parece tanto en más de un sentido.) Pero en cualquier
caso a eso me refería cuando te mencionaba los riesgos de leer varios
Dicks seguidos: hay algo virósico en su escritura que no tiene nada que ver
con el tipo de virus que también son Proust o Nabokov o Salinger. Mientras
que estos últimos te contagian una forma de escribir, Dick te contagia una
forma de pensar.

BOLAÑO: Igual que Burroughs. En algunos momentos, Dick se parece a


Burroughs. Ambos, a la manera norteamericana, en el fondo muy
pragmática, están interesados más por la revolución, por el "estado de la
revolución", es decir por la resistencia, que por la literatura. Es en este
sentido en que yo creo que a él no le interesa escribir bien, algo que en un
escritor se da por sobreentendido. Dick va camino de ser un clásico y una
de las características de un clásico es ir mucho más allá de la buena
escritura, que no es otra cosa que una cierta corrección gramatical.
"Colocar las palabras adecuadas en el lugar adecuado es la más genuina
definición del estilo", dice Jonathan Swift. Pero evidentemente la gran
literatura no es una cuestión de estilo ni de gramática, como también sabía
Swift. Es una cuestión de iluminación, tal como entiende Rimbaud esta
palabra. Es una cuestión de videncia. Es decir, por un lado es una lectura
lúcida y exhaustiva del árbol canónico y por otro lado es una bomba de
relojería. Un testimonio (o una obra, como queramos llamarle) que explota
en las manos de los lectores y que se proyecta hacia el futuro. ¿Y qué es lo
que Dick proyecta hacia el futuro, en qué consiste el mecanismo de su
bomba de relojería? Básicamente en preguntas. Preguntas rarísimas y
peregrinas. Y en una sensación de malestar, de alteridad, que muy pocos
han logrado plasmar.

FRESÁN : No había pensado en el nexo Burroughs/Dick, pero sí, ahí


está. Sobre todo en lo que a luchar contra el Sistema se refiere y en sus
fijaciones metaparanoicas con Nixon, la CIA, el FBI, un Estado policial, en
ese costado político-alucinógeno. Y, no sé por qué, pienso en qué hubiera
sido de Dick de haber nacido en Argentina o Chile. Probablemente habría
sido uno de los desaparecidos o, mejor todavía, se habría convertido en el
auténtico "hombre en el castillo": un artista gurú, un punto de
peregrinación... Me parece, insisto, que a Dick lo que menos le interesa es
el futuro como territorio porque ya se siente excluido del presente. El
futuro sólo puede significar peores noticias, la tecnología jamás le despertó
la menor esperanza y, curiosamente, su novela más "feliz" —con final más
feliz— es Dr. Bloodmoney, donde la humanidad recupera una especie de
primitivismo campesino fuera de las grandes ciudades. La mirada de Dick
es siempre la mirada de un noble horrorizado por la decadencia (todos esos
adictivos productos comerciales a los que alude) y, cosa rara, ayer vi por
primera vez la versión fílmica de El Gatopardo y, volviendo a lo que te
decía acerca de Dick como agente contaminante e invasor, me propuse
verla como si fuera una película de ciencia-ficción dentro del subgénero de
planeta agonizante y especie en extinción. Y dirás que estoy loco, pero
funciona... Y me hizo recordar en algo a Tiempo de Marte, en algo a El
hombre en el castillo. Tal vez esté delirando un poco... Tal vez deba dejar
de leer a Dick por un tiempo...

EL RETORNO DEL REPLICANTE

Buenas noticias: la prestigiosa editorial Minotauro ha comprado buena


parte de la dispersa y mal traducida al español obra de Philip Kindred Dick
(1928-1982) y se propone ordenarla y, por fin, presentarla como se
merece.

Los primeros dos títulos lanzados al mercado durante el pasado


año/efeméride 2001 —Lotería solar y Valis— son emblemáticos dentro del
universo del hombre que inspiró Blade Runner, El vengador del futuro y
Minority Report (esta última dirigida por Steven Spielberg, con Tom Cruise
de protagonista), a todo el movimiento cyberpunk, y a quien El show de
Truman y Matrix y el Martin Amis de La flecha del tiempo roban
descaradamente y sin siquiera decir gracias.

Lotería solar (de 1954) es su primera novela estrictamente de ciencia-


ficción y —más allá de sus rasgos primerizos— ya muestra ciertas
obsesiones inconfundibles: la idea de planetas enteros sometidos a
voluntades extraterrestres y juegos sádicos, telépatas, organismos
artificiales, personalidades múltiples y mesías falsos. Una perfecta entrada
a un universo sin salida.

Valis (de 1981, y hasta ahora conocida en español como Sinaivi) es


cosa seria: uno de sus últimos libros publicados en vida, punto de partida
de su "Tetralogía religiosa" que se completa con The Divine Invasion
(1981), The Transmigration of Timothy Archer (1982) y la
coda/introducción Radio Free Albemuth (escrita en 1976 pero publicada
recién en 1985). Valis es un libro inclasificable que ha llegado a ser
definido como el Tristram Shandy de la ciencia-ficción: ¿crónica de una
posesión cósmica?, ¿autobiografía alternativa?, ¿tractate para una nueva
religión?, ¿pedido de auxilio de un escritor enloquecido por años de
bombardeo químico a su sistema nervioso y comida para perro a su
aparato digestivo?, ¿roman à clef con la participación de Linda Ronstadt,
Emmylou Harris, David Bowie y Brian Eno entre muchos otros?, ¿mensaje
en la botella de un náufrago paranoico seguro de estar siendo observado
por la KGB y el FBI luego de haber tomado contacto con el "rayo rosado"
de una inteligencia superior o de su hermanita gemela muerta? Todas y
cada una de estas definiciones son aplicables a lo que es,
indiscutiblemente, una obra maestra dentro de cualquier categoría literaria.
Un libro que, en el torrente de su delirio, suena más perturbadoramente
lúcido y cercano con cada día que pasa, y el futuro —tal como lo
entendíamos hasta antes de la odisea sin espacio de este 2001— va
quedando cada día más y más atrás, lejos.

Encontrado en: http://www.letraslibres.com/interna.php?sec=3&art=7548


Texto publicado en Lateral. Revista de cultura número 40, abril de 1998

Entrevista a Roberto Bolaño

"Al final no tuvimos ninguna pared donde apoyarnos" Ha sido la revelación literaria
del pasado año. Es chileno, nació en 1953 y desde 1977 vive en España. Para
entonces ya había recorrido un buen camino. A los quince años se trasladó a
México, donde se hizo poeta, vivía del periodismo y se convirtió en troskista. En
1973 volvió a Chile, justo para presenciar el golpe militar. Cayó preso, pero tuvo
suerte y lo soltaron. Estuvo también en El Salvador, donde conoció a los futuros
asesinos de uno de los mayores poetas latinoamericanos. Son cosas de las que
habla en esta entrevista. En España ejerció todos los oficios posibles. Ya había
cumplido los 43 cuando publicó su primer libro de narrativa, La literatura nazi en
América (Seix Barral, 1996), que fue aclamado por la crítica española. Luego
vinieron Estrella distante (Anagrama, 1996), novela que consolidó su recién ganada
reputación, y los cuentos de Llamadas telefónicas (Anagrama, 1997), que le
consagró como uno de los mejores escritores contemporáneos en castellano. Desde
hace algunos años vive en un pequeño pueblo de la Costa Brava.

¿Cómo cae un chileno en Blanes?

Por azar. En Blanes me fui a montar un negocio; era una época en que tenía
tiendas. Era una tienda de bisutería, ropa, para turistas, y así me quedé a vivir allí.

¿Y todavía vive de la tienda?

No, desde el año 93 vivo exclusivamente de la literatura. Ese año gané tres o
cuatro premios que me dieron mucho más dinero que los libros que publiqué luego.
Tenía cuarenta años.

Debió de ser un giro milagroso...

No lo veo ni como un giro ni como algo milagroso. Yo escribo desde los 18 años y a
los 22 vivía de la literatura en México. Todo el dinero que llegaba a mis manos era
producto de escribir: periodismo, artículos... Recuerdo que el billete de avión para
venirme a Europa lo gané con dos artículos en una revista mexicana.

¿Y por qué vino a España?

Vine a España en el año 77. En realidad iba a Suecia, donde más o menos tenía
arreglado un trabajo, pero mi madre vivía en España desde hacía dos años y estaba
muy enferma cuando yo llegué. Entonces, me quedé a esperar que se pusiera bien,
a ayudarla, en fin. Barcelona, en el año 77, era una verdadera belleza, una ciudad
en movimiento con una atmósfera de júbilo y de que todo era posible. Se confundía
la política con la fiesta, con una gran liberación sexual, un gran estallido sexual, un
deseo de hacer cosas constantemente, que probablemente era artificial, no me
hago muchas ilusiones al respecto, pero, artificial o verdadero, era tremendamente
seductor. Para mí fue un descubrimiento, y me enamoré de la ciudad. En Barcelona
aprendí cosas que yo creía que sabía pero en realidad no sabía.

¿Cómo cuáles, por ejemplo?

El vivir fuera de la literatura. Yo en México vivía muy en relación con la literatura.


Vivía entre escritores y me movía en un mundo en donde quienes no eran
escritores eran artistas. Y en Barcelona comencé a moverme en un mundo en
donde no había escritores. Tenía amigos escritores, pero poco a poco empecé a
tener amigos de otro tipo. Hice de todo, evidentemente: lavaplatos, camarero,
vigilante nocturno, basurero, descargador de barcos, vendimiador, en Barcelona, en
Francia, en un montón de sitios. Y me pareció magnífico. Además, en aquella época
no había el paro que hubo después y la movilidad laboral era realmente grande; mi
cuerpo me lo pedía, saber que trabajaba, conocía a gente, ganaba dinero y, cuando
me aburría, lo dejaba y a la semana estaba trabajando en otra cosa. Me pareció
fantástico.

Entonces ¿por qué retirarse al campo?

Eso ya ocurre después de que pasa la euforia del 77. En España el desencanto lo
fechan en el 79-80, pero en mí empezó un poco después. Me fui a Girona porque
estaba harto de Barcelona, además vivía en una calle muy céntrica, Tallers, a
espaldas de La Vanguardia. Lo visitaban miles de personas. Había tenido miles de
historias y necesitaba salir de todas ellas, era vivir con gente y con fantasmas.
Necesitaba irme a algún sitio donde no conociera a nadie.

¿Y a México cómo llegó a los 15 años?

Por mis padres. Mi madre era profesora y mi padre era transportista. Decidieron un
día irse a México a vivir. Cada uno llegó con un ideal y luego no salió nada, como
pasa siempre.

En 1973 decide volver a Chile...

A los veinte años vuelvo a Chile sólo a hacer la Revolución. Yo estaba por aquella
época más bien en la extrema izquierda, cercano al MIR, pero mi ideología era
troskista. En realidad el MIR nunca tuvo buena relación con la política de los países
del Este. Ahora, siempre ha sido una salvedad bastante infantil con Cuba porque es
una enfermedad de los latinoamericanos. Los cubanos pueden ser prosoviéticos,
pero son latinoamericanos...

Caso de Cortázar, que era crítico con la URSS, pero apoyaba al régimen
cubano que censuraba sus libros.

Yo creo que ahí la cagó Cortázar y la gran mayoría, y la cagaron de una manera
bestial. El hecho de que fueran latinoamericanos de alguna manera les perdonabas
más que a los demás. Es difícil, porque, por ejemplo, hubo muchos troskos que se
exiliaron en Cuba, y los cubanos no se portaron mal con ellos. Hubo muchas
guerrillas de gente que no estaba con el socialismo real, claramente, que fueron
apoyadas también por Cuba. Además, la atmósfera de aquellos años era
apocalíptica en el sentido de San Juan, en el sentido cristiano. Todos esperábamos
o el estallido de la revolución o el estallido de la contrarrevolución. El Día del Juicio
era algo que se respiraba. El miedo a ese día evidentemente te hace buscar, al
menos mentalmente, una pared donde apoyarte, por puro miedo. Al final no
tuvimos ninguna pared donde apoyarnos y nos fue como nos fue, evidentemente,
pero yo creo que sólo así se explica lo de Cuba y lo de Cortázar...

Dicen que los meses anteriores al golpe de estado de Pinochet fueron


terribles, lleno de odios y enfrentamientos.

Los últimos meses del gobierno de Allende fueron espantosos. Pero tampoco me
hacía muchas ilusiones; era ingenuo, pero no esperaba la revolución suprema de
los hombres puros ni nada de eso. Yo creo que en el fondo iba a la aventura y me
gustaba la aventura en sí misma. Encontré toda la aventura que quería y
muchísima más. Sobre todo después del golpe de estado.

¿Recuerda todavía el día del golpe?

Yo vivía en casa de Jaime Quesada, que ahora es un poeta casi oficial, y en aquella
época era un poeta joven, amigo de mi madre. Me despertó temblando y me dijo:
"Roberto, han dado un golpe los militares". Lo primero que recuerdo es decir:
"¿dónde están las armas?, que yo me voy a luchar". Y Jaime diciéndome: "no
salgas, no vayas, ¿qué le voy a decir a tu mamá si te pasa algo?".
Yo no conocía el barrio y Jaime estaba dispuesto a quedarse encerrado todo el día
en casa. Fui a casa de un chaval de quince años que sabía que era de izquierdas. Y
le pregunté: "¿quién está organizando la resistencia en el barrio?, porque yo voy de
voluntario". Y este chaval me dice "yo también quiero ir de voluntario". Yo tenía
veinte, pero éste tenía quince. Y fuimos juntos a la célula comunista, que eran los
únicos que tenían organización. Había gente de todos los partidos allí. Era la casa
de un obrero comunista. Un hombre que estaba muy, muy asustado. Recuerdo,
además, que tenía libros de vaqueros de Marcial Lafuente Estefanía, estos
pequeños libritos de vaqueros los tenía en su aparador. Fue muy tierno, muy
desolador y muy tierno.

¿Pero estaba realmente organizada la resistencia, en caso de un golpe?

Llegamos allí y decimos, "¿qué hay que hacer?". Somos como veinte o treinta
personas y nos dan a cada uno una tarea: vigilar calles. En realidad nos dan un
plan prefabricado con un escenario de guerra civil, no de golpe de estado. Yo me
encuentro con que aquello que me mandaban hacer era una soberana estupidez.
Porque era vigilar la casa de un civil, de una persona que se sabía que era de
derechas, por si llegaban allí armas, en fin, tener controlada esa casa. Algo
demencial, porque las calles estaban desiertas y cuando pasaban patrullas militares
si no te disparaban te detenían. Me dan un pseudónimo y un santo y seña para
darlo a un compañero que pasaría haciendo los controles. Me voy a la calle que
tengo que vigilar. No hay nadie, estoy yo solo. Empecé a tener miedo, ¿qué hago
yo aquí? Estás en una calle solo y lo primero que piensas es que te están mirando
desde todas las ventanas. Hasta que llegaron los que pasaban revisión y a mí se
me había olvidado la contraseña; hablé con ellos, volví a la célula. En aquella época
hablaba como mexicano y creyeron que era extranjero. Y como a todos los
extranjeros se les suponía una gran veteranía en la lucha armada, me piden a mí,
que podía ser muy bien un infiltrado, que vaya a contactar con la célula mayor.

¿No funcionaban los teléfonos?

Tenía que ser un contacto de persona a persona. Me dan una bicicleta para que
vaya a no sé cuántos kilómetros de distancia por una ciudad que no conozco,
porque yo nunca he vivido en Santiago. Ahí me di cuenta: si les hago caso me
matan seguro. Fue divertidísimo. Como una película de los hermanos Marx.
Ordenes, contraórdenes, nadie se aclaraba.

¿Pero llegaron a hacer algo finalmente?

A eso de las doce, una de la tarde nos llega la noticia de que el general Prats viene
con un contingente de tropas leales. Decidimos ir a recibir a Prats, pero
militarmente, es decir, darle una cobertura de entrada y ver qué armas teníamos. Y
nos vamos a un barrio que estaba allí al lado, como de chabolas, que se llamaban
en esa época el movimiento "los sin casa": ocupaban terrenos y construían. Una de
esas casas estaba llena de bombas molotov. Y lo lógico era destruir una serie de
puentes peatonales para impedir el paso de las primeras avanzadillas de los
pinochetistas hasta que llegaran las tropas de Prats. Luego resultó que Prats a esa
hora estaba preso ya. No había tropas, no había nada, el general estaba detenido.
Además, ¿cómo vas a tirar puentes peatonales con bombas molotov? Era una
locura absoluta. Porque no había nada, ni armas cortas..., sólo bombas molotov.
Era impresionante. Y así fue el día.

Y luego, ¿qué pasó al día siguiente del golpe militar?

Luego la suprema resaca. Un barrio aguantó el golpe, estaban mejor preparados,


atacaron una comisaría, redujeron a los carabineros y aislaron el barrio. Pero era
meterse en la boca del lobo. Lo bombardearon desde el aire.
Se escuchaban balazos todo el santo día. Cuando bombardearon La Moneda, desde
el barrio donde yo estaba, lo oías y de vez en cuando veías a los aviones.

Bueno, pero ¿cómo logró salir de una situación semejante?

Cuando me detienen en la carretera y el teniente del puesto de retén se comunica


con Concepción para dar el parte de lo que ha pasado, me asusté: "estoy frito, me
matan". Me puso como uno de los diez más buscados de Chile, por lo menos. El
hombre estaba inflando su captura, claro. Me vinieron a buscar en un vehículo
especial con dos armarios, dos tíos gigantescos; en mi vida había visto carabineros
más grandes. Luego me llevaron a la comisaría y en ella había otro teniente que
era todo lo contrario al que me había detenido, razonable, y se dio cuenta de que
yo de terrorista no tenía nada, que tampoco era extranjero y que no había hecho
nada. Pero ya no me podía soltar, al menos no me dejó allí.
En un mismo día pasé por carabineros, pasé por otro sitio, no recuerdo bajo qué
órdenes estaba y, al final, terminé en la policía de investigación, los policías que
van de civil, que en Chile se llaman así. Y tuve mucha suerte.

¿Qué es lo que ocurrió en realidad? ¿Cómo logró salir?

A mí me sacaron de la cárcel dos policías, que habían sido compañeros míos a los
quince años. Yo salí a los ocho días porque estaban estos dos allí; si no me hubiera
podido pasar un mes o dos. Pero un día voy y me encuentro a un detective que
dice: "¿no te acuerdas de mí? Soy tu compañero". Yo no me acordaba de nada. Fue
impresionante.

¡Pero si en Llamadas telefónicas hay un cuento que narra exactamente esto! Yo


pensaba que era puro invento, un juego literario. Incluso me recordó un poema de
Nicanor Parra, donde unos personajes populares chilenos, "compadres", si no me
acuerdo mal, establecen el mismo diálogo absurdo que mantienen los detectives del
cuento.
No, en gran parte es autobiografía. Yo realemente me encontré con esos dos ex
compañeros de colegio en la cárcel, y ellos me sacaron de allí. Pero lo de Nicanor
Parra también es cierto. Todos mis textos me los planteo como un escrito donde
prima el argumento, pero tiene sus reversos, su contraire. Y en este caso el
contraire era el poema "Saranguaco" de Nicanor Parra, su esquema, el diálogo
imposible, una especie de diálogo loco. Y es parte del folclore chileno, además.

¿Y por qué esa necesidad de un reverso, de una sombra literaria?

Por una cuestión de economía. Cada cuento tiene su reverso, pero ceñido con una
disciplina de hierro. Porque de lo contrario no hubiera podido escribir los catorce
cuentos de este libro, hubiera escrito catorce novelas. Y, probablemente, catorce
novelas infinitas. Por ejemplo, "Vida de Anne Moore", el último cuento de Llamadas
telefónicas es, en su reflejo, una novela-río de aproximadamente seiscientas
páginas. Suceden cosas que se pueden contar en seiscientas páginas, pero con
tranquilidad perfecta.

Esas sombras o guías literarias resultan más visibles en los relatos de La literatura
nazi en América. Tal vez porque allí hubo la necesidad de ilustrar con obras la
biografía de los imaginarios autores presentados... Yo creo que La literatura nazi es
una novela, con exposición, desarrollo, desenlace. La novela más típica...

Ya, pero en definitiva es un conjunto de biografías unidas temáticamente, pero


independientes.
Ahí hay otra cosa: es una novela, pero no para ser leída como novela. Se puede
abrir por donde tú quieras, pese a tener los tres estadios clásicos de la novela. Por
ejemplo, creo que se puede empezar por el epílogo. Lo más probable es que haya
fracasado, pero la idea era ésa y creo no era mala del todo. Ahora, me moriré
diciendo que es una novela.

¿Por qué le obsesionó la cultura de la extrema derecha en América Latina?

El mundo de la ultraderecha es un mundo desmesurado y es interesante de por sí.


Lo que pasa es que yo cojo el mundo de la ultraderecha, pero muchas veces, en
realidad, de lo que estoy hablando es de la izquierda. Cojo la imagen más fácil de
ser caricaturizada para hablar de otra cosa. Cuando hablo de los escritores nazis de
América, en realidad estoy hablando del mundo a veces heroico, y muchas más
veces canalla, de la literatura en general.

Ciertamente, no sólo los fachas cometieron horrores en América Latina. Ahí está el
caso de aquel poeta salvadoreño que asesinaron sus camaradas. Roque Dalton. Yo
conocí a varios de los que mataron a Roque Dalton. Viví en El Salvador antes de
que comenzara la Guerra Civil, y de los diez comandantes principales cuatro eran
escritores. Y a dos de ellos los conocí. A uno que se llamaba Cienfuegos y a otro
que no sé cómo demonios se llamaba. Y conocía a muchos escritores y...

Gente encantadora, seguramente...

Hombre, sí, encantadores. Algunos no tanto. Además, yo recorrí toda la costa del
Pacífico de América Latina en mi camino hacia Chile en el año 73, y éstos tenían mi
edad: veinte años, veintidós, veintitrés... O algo más. Quien me presentó a esta
gente fue Manuel Sorto, que era el cienasta oficial de la guerrilla, el que filmaba las
películas, a riesgo de su vida, que luego se exhibían en todo el mundo. Fue una
persona muy ética. Pero, por ejemplo, Cienfuegos, que es uno de los que dieron la
orden de matar a Roque Dalton, yo me pregunto si, incluso, no hay allí una
enemistad literaria.

¿Por qué? ¿Era un poeta malo?

No, Cienfuegos no era un poeta malo, pero no tenía nada que hacer al lado de
Roque Dalton. Creo que a Dalton lo mataron, básicamente, por lo de los hijos
haciendo el ritual de la matanza del padre.

Pero en vez de literaria, esa vez la matanza fue literal.

Sí, sí, literal. Además lo mataron mientras dormía. No, no lo despertaron; él nunca
supo que lo iban a matar. Discutieron durante todo el día, porque Roque Dalton se
oponía al levantamiento armado y los comandantes decían que ya era la hora y que
había que empezar la revolución. No llegaron a ningún acuerdo; Roque Dalton se
fue a dormir, los comandantes siguieron discutiendo y dijeron: hay que matarlo.
Como si fuera una banda de gángsters. Y dijeron, matémoslo ahora que está
durmiendo, porque es poeta, para que no sufra. Palabras literales.

El próximo libro debería ser La literatura bolchevique en América Latina... Sí, pero
tal vez no accedo de una manera directa a ello porque me duele mucho.

Encontrado en: http://www.escritores.cl/bolanoentrev.htm


La última entrevista de Roberto Bolaño

Estrella distante
Por Mónica Maristain

Página 12, 23 de julio del 2003

El martes pasado murió a los 50 años el escritor y poeta chileno Roberto


Bolaño. Para muchos, ya era el mejor escritor latinoamericano de estos
tiempos. Autor de culto durante buena parte de su vida, a partir del Premio
Rómulo Gallegos que ganó con su novela Los detectives salvajes en 1998,
su obra se empezó a convertir en objeto de devoción para más de una
generación. En los últimos tiempos, además de las entusiastas bienvenidas
que le brindaban medios como Libération y Le Monde y personalidades
como Susan Sontag, algunos ya hasta jugaban con la idea de verlo recibir
un Nobel. En la misma semana de su muerte, la periodista Mónica
Maristain publicó en la edición mexicana de Playboy esta larga entrevista
en la que Bolaño habla de todo: la literatura, sus años en la pobreza, su fe
en los lectores, la gramática de los desesperados, el paraíso imaginario y el
infierno tan temido.

En el desvaído panorama de la literatura en lengua española, un espacio en el que


todos los días aparecen jóvenes redactores más preocupados por ganar becas y
puestos en los consulados que por aportar algo a la creación artística, se destaca la
figura de un hombre enjuto, mochila azul en ristre, anteojos de enorme marco,
cigarrillo sempiterno entre los dedos, fina ironía a bocajarro siempre que haga falta.

Roberto Bolaño, nacido en Chile en 1953, es lo mejor que le ha pasado en mucho


tiempo al oficio de escribir. Desde que con su monumental Los detectives salvajes,
acaso la gran novela mexicana de la contemporaneidad, se hiciera famoso y se
embolsara los premios Herralde (1998) y Rómulo Gallegos (1999), su influencia y
su figura han ido en crecimiento constante: todo lo que dice, con su afilado humor,
con su exquisita inteligencia, todo lo que escribe, con su pluma certera, de gran
riesgo poético y profundo compromiso creativo, es digno de la atención de quienes
lo admiran y, por supuesto, de quienes lo detestan.

El autor, que aparece como personaje en la novela Soldados de Salamina, de Javier


Cercas, y que es homenajeado en la última novela de Jorge Volpi, El fin de la
locura, es, como todo hombre genial, un divisor de opiniones, un generador de
antipatías acérrimas a pesar de su carácter tierno, su voz entre atiplada y ronca,
con la que responde, cortés, como todo buen chileno, que no escribirá un cuento
para la revista pues su próxima novela, que tratará sobre los asesinatos de mujeres
en Ciudad Juárez, ya va por la página 900 y todavía no la acaba.

Roberto Bolaño vive en Blanes, España, y está muy enfermo. Espera que un
trasplante de hígado le dé resto para vivir con esa intensidad que alaban quienes
tienen la fortuna de tratarlo en la intimidad. Dicen ellos, sus amigos, que a veces se
olvida de ir a la visita médica por escribir.

A los 50 años, este hombre que recorrió Latinoamérica como mochilero, que se
escapó de las fauces del pinochetismo porque uno de los policías que lo encarceló
había sido su compañero en la escuela, que vivió en México (alguna vez la calle
Bucareli en un tramo llevará su nombre), que conoció a los militantes del
Farabundo Martí que luego se convertirían en los asesinos del poeta Roque Dalton
en El Salvador, que fue vigilante en un camping catalán, vendedor de bisutería en
Europa y siempre un hurtador de buenos libros porque leer no es sólo una cuestión
de actitud, este hombre, decíamos, ha transformado el rumbo de la literatura
latinoamericana. Y lo ha hecho sin avisar y sin pedir permiso, como lo hubiera
hecho Juan García Madero, antihéroe adolescente de su gloriosa Los detectives
salvajes: "Estoy en el primer semestre de la carrera de Derecho. Yo no quería
estudiar Derecho sino Letras, pero mi tía insistió y al final acabé transigiendo. Soy
huérfano. Seré abogado. Eso lo dije a mi tío y a mi tía y luego me encerré en mi
habitación y lloré toda la noche". El resto, en las 608 páginas restantes de una
novela cuya importancia los críticos han comparado con Rayuela, de Julio Cortázar,
y hasta con Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. Él diría, frente a
tanta hipérbole: ni modo. Así que mejor vayamos a lo que importa en esta
coyuntura: a la entrevista.

¿Le dio algún valor en su vida el haber nacido disléxico?

–Ninguno. Problemas cuando jugaba al fútbol, soy zurdo. Problemas cuando me


masturbaba, soy zurdo. Problemas cuando escribía, soy diestro. Como puedes ver,
ningún problema importante.

¿Siguió siendo Enrique Vila-Matas amigo suyo luego de la pelea que tuvo
usted con los organizadores del Premio Rómulo Gallegos?

–Mi pelea con el jurado y los organizadores del premio se debió, básicamente, a
que ellos pretendían que yo avalara, desde Blanes y a ciegas, una selección en la
que yo no había participado. Sus métodos, que una pseudo poeta chavista me
transmitió por teléfono, se parecían demasiado a los argumentos disuasorios de la
Casa de las Américas cubana. Me pareció que era un error enorme que Daniel Sada
o Jorge Volpi fueran eliminados a las primeras de cambio, por ejemplo. Ellos dijeron
que lo que yo quería era viajar con mi mujer e hijos, algo totalmente falso. De mi
indignación por esta mentira surgió la carta en donde los llamé neostalinistas y algo
más, supongo. De hecho, a mí me informaron que ellos pretendían, desde el
principio, premiar a otro autor, que no era Vila- Matas, precisamente, cuya novela
me parece buena, y que sin duda era uno de mis candidatos.

¿Por qué no tiene aire acondicionado en su estudio?

–Porque mi lema no es Et in Arcadia ego, sino Et in Esparta ego.

¿No cree que si se hubiera emborrachado con Isabel Allende y Ángeles


Mastretta otro sería su parecer acerca de sus libros?

–No lo creo. Primero, porque esas señoras evitan beber con alguien como yo.
Segundo, porque yo ya no bebo. Tercero, porque ni en mis peores borracheras he
perdido cierta lucidez mínima, un sentido de la prosodia y del ritmo, un cierto
rechazo ante el plagio, la mediocridad o el silencio.

¿Cuál es la diferencia entre una escribidora y una escritora?

–Una escritora es Silvina Ocampo. Una escribidora es Marcela Serrano. Los años luz
que median entre una y otra.
¿Quién le hizo creer que es mejor poeta que narrador?

–La gradación del rubor que siento cuando, por pura casualidad, abro un libro mío
de poesía o uno de prosa. Me ruboriza menos el de poesía.

¿Usted es chileno, español o mexicano?

–Soy latinoamericano.

¿Qué es la patria para usted?

–Lamento darte una respuesta más bien cursi. Mi única patria son mis dos hijos,
Lautaro y Alexandra. Y tal vez, pero en segundo plano, algunos instantes, algunas
calles, algunos rostros o escenas o libros que están dentro de mí y que algún día
olvidaré, que es lo mejor que uno puede hacer con la patria.

¿Qué es la literatura chilena?

–Probablemente las pesadillas del poeta más resentido y gris y acaso el más
cobarde de los poetas chilenos: Carlos Pezoa Véliz, muerto a principios del siglo XX,
y autor de sólo dos poemas memorables, pero, eso sí, verdaderamente
memorables, y que nos sigue soñando y sufriendo. Es posible que Pezoa Véliz aún
no haya muerto y esté agonizando y que su último minuto sea un minuto bastante
largo, ¿no?, y todos estemos dentro de él. O al menos que todos los chilenos
estemos dentro de él.

¿Por qué le gusta llevar siempre la contraria?

–Yo nunca llevo la contraria.

¿Usted tiene más amigos que enemigos?

–Tengo suficientes amigos y enemigos, todos gratuitos.

¿Quiénes son sus amigos entrañables?

–Mi mejor amigo fue el poeta Mario Santiago, que murió en 1998. Actualmente tres
de mis mejores amigos son Ignacio Echevarría y Rodrigo Fresán y A. G. Porta.

¿Antonio Skármeta lo invitó alguna vez a su programa?

–Una secretaria suya, tal vez su mucama, me llamó una vez por teléfono. Le dije
que estaba demasiado ocupado.

¿Javier Cercas compartió con usted las regalías por Soldados de Salamina?

–No, por supuesto.

¿Enrique Lihn, Jorge Teillier o Nicanor Parra?

–Nicanor Parra por encima de todos, incluidos Pablo Neruda y Vicente Huidobro y
Gabriela Mistral.

¿Eugenio Montale, T. S. Eliot o Xavier Villaurrutia?


–Montale. Si en lugar de Eliot estuviera James Joyce, pues Joyce. Si en lugar de
Eliot estuviera Ezra Pound, sin duda Pound.

¿John Lennon, Lady Di o Elvis Presley?

–The Pogues. O Suicide. O Bob Dylan. Pero, bueno, no nos hagamos los
remilgados: Elvis forever. Elvis con una chapa de sheriff conduciendo un Mustang y
atiborrándose de pastillas, y con su voz de oro.

¿Quién lee más, usted o Rodrigo Fresán?

–Depende. El Oeste es para Rodrigo. El Este para mí. Luego nos contamos los libros
de nuestras correspondientes áreas y parece que lo hubiéramos leído todo.

¿Cuál es el mejor poema de Pablo Neruda según usted?

–Casi cualquiera de Residencia en la Tierra.

¿Qué le hubiera dicho a Gabriela Mistral si la hubiera conocido?

–Mamá, perdóname, he sido malo, pero el amor de una mujer hizo que me volviera
bueno.

¿Y a Salvador Allende?

–Poco o nada. Los que tienen el poder (aunque sea por poco tiempo) no saben
nada de literatura, sólo les interesa el poder. Y yo puedo ser el payaso de mis
lectores, si me da la real gana, pero nunca de los poderosos. Suena un poco
melodramático. Suena a declaración de puta honrada. Pero, en fin, así es.

¿Y a Vicente Huidobro?

–Huidobro me aburre un poco. Demasiado tralalí alalí, demasiado paracaidista que


desciende cantando como un tirolés. Son mejores los paracaidistas que descienden
envueltos en llamas o, ya de plano, aquellos a los que no se les abre el paracaídas.

¿Octavio Paz sigue siendo el enemigo?

–Para mí, ciertamente, no. No sé qué pensarán los poetas que durante esa época,
cuando yo viví en México, escribían como sus clones. Hace mucho que no sé nada
de la poesía mexicana. Releo a José Juan Tablada y a Ramón López Velarde, incluso
puedo recitar, si se tercia, a Sor Juana, pero no sé nada de lo que escriben los que,
como yo, se acercan a los cincuenta años.

¿No le daría ahora ese papel a Carlos Fuentes?

–Hace mucho que no leo nada de Carlos Fuentes.

¿Qué le produce el hecho de que Arturo Pérez Reverte sea actualmente el


escritor más leído en lengua española?

–Pérez Reverte o Isabel Allende. Da lo mismo. Feuillet era el autor francés más
leído de su época.
¿Y el hecho de que Arturo Pérez Reverte haya ingresado a la Real
Academia?

–La Real Academia es una cueva de cráneos privilegiados. No está Juan Marsé, no
está Juan Goytisolo, no está Eduardo Mendoza ni Javier Marías, no está Olvido
García Valdez, no recuerdo si está Alvaro Pombo (probablemente si está se deba a
una equivocación), pero está Pérez Reverte. Bueno, (Paulo) Coelho también está en
la Academia brasileña.

¿Se arrepiente de haber criticado el menú que le sirvió Diamela Eltit?

–Nunca critiqué su menú. Si acaso, tendría que haber criticado su humor, un humor
vegetariano o, mejor, a dieta.

¿Le duele que ella lo considere mala persona después de la crónica de


aquella malograda cena?

–No, pobre Diamela, no me duele. Me duelen otras cosas.

¿Ha vertido alguna lágrima por las numerosas críticas que ha recibido por
parte de sus enemigos?

–Muchísimas, cada vez que leo que alguien habla mal de mí me pongo a llorar, me
arrastro por el suelo, me araño, dejo de escribir por tiempo indefinido, el apetito
baja, fumo menos, hago deporte, salgo a caminar a orillas del mar, que, entre
paréntesis, está a menos de treinta metros de mi casa, y les pregunto a las
gaviotas, cuyos antepasados se comieron a los peces que se comieron a Ulises,
¿por qué yo, por qué yo, que ningún mal les he hecho?

¿Cuál es la opinión en torno de su obra que más valora?

–Mis libros los lee Carolina (su esposa) y después (Jorge) Herralde (el editor de
Anagrama) y después procuro olvidarlos para siempre.

¿Qué cosas compró con el dinero que ganó en el Rómulo Gallegos?

–No muchas. Una maleta, según creo recordar.

De su época que vivía de los concursos literarios, ¿hubo alguno que no


pudo cobrar?

–Ninguno. Los ayuntamientos españoles, en este aspecto, son de una probidad


fuera de toda sospecha.

¿Era buen camarero o mejor vendedor de bisutería?

–El oficio en el que mejor me he desempeñado fue el de vigilante nocturno de un


camping cerca de Barcelona. Nunca nadie robó mientras yo estuve allí. Impedí
algunas peleas que hubieran podido terminar muy mal. Evité un linchamiento
(aunque de buena gana, después, hubiera linchado o estrangulado yo mismo al tipo
en cuestión).

¿Ha experimentado el hambre feroz, el frío que cala los huesos, el calor
que deja sin aliento?
–Como dice Vittorio Gassman en una película: modestamente, sí.

¿Ha robado algún libro que luego no le gustó?

–Nunca. Lo bueno de robar libros (y no cajas fuertes) es que uno puede examinar
con detenimiento su contenido antes de perpetrar el delito.

¿Ha caminado alguna vez en medio del desierto?

–Sí, y en una ocasión, además, del brazo de mi abuela. La anciana señora era
incansable y yo pensé que de ésa no salíamos.

¿Ha visto peces de colores debajo del agua?

–Por supuesto. En Acapulco, sin ir más lejos, en el año 1974 o 1975.

¿Se ha quemado la piel con un cigarrillo?

–Nunca voluntariamente.

¿Ha tallado en un tronco de árbol el nombre de la persona amada?

–He cometido desmanes aún mayores, pero corramos un tupido velo.

¿Ha visto alguna vez a la mujer más hermosa del mundo?

–Sí, cuando trabajaba en una tienda, allá por el año '84. La tienda estaba vacía y
entró una mujer hindú. Parecía y tal vez fuera una princesa. Me compró algunos
colgantes de bisutería. Yo, por descontado, estaba a punto de desmayarme. Tenía
la piel cobriza, el pelo largo, rojo, y por lo demás era perfecta. La belleza
intemporal. Cuando tuve que cobrarle me sentí muy avergonzado. Ella me sonrió
como si me dijera que lo entendía y que no me preocupara. Luego desapareció y
nunca más he vuelto a ver a alguien así. A veces tengo la impresión de que era la
mismísima diosa Kali, patrona de los ladrones y de los orfebres, sólo que Kali
también era la deidad de los asesinos, y esta hindú no sólo era la mujer más
hermosa de la Tierra sino que también parecía ser una buena persona, muy dulce y
considerada.

¿Le gustan los perros o los gatos?

–Las perras, pero ya no tengo animales.

¿Qué cosas recuerda de su niñez?

–Todo. No tengo mala memoria.

¿Coleccionaba figuritas?

–Sí. De fútbol y de actores y actrices de Hollywood.

¿Tenía una patineta?


–Mis padres cometieron el error de regalarme un par de patines cuando vivimos en
Valparaíso, que es una ciudad de cerros. El resultado fue desastroso. Cada vez que
me ponía los patines era como si me quisiera suicidar.

¿Cuál es su equipo de fútbol favorito?

–Ahora ninguno. Los que bajaron a segunda y luego, consecutivamente, a tercera y


regional, hasta desaparecer. Los equipos fantasmas.

¿A qué personajes de la historia universal le hubiera gustado parecerse?

–A Sherlock Holmes. Al capitán Nemo. A Julien Sorel, nuestro padre, al príncipe


Mishkin, nuestro tío, a Alicia, nuestra profesora, a Houdini, que es una mezcla de
Alicia, de Sorel y de Mishkin.

¿Se enamoraba de las vecinas más grandes que usted?

–Por supuesto.

¿Las compañeras de la escuela le prestaban atención?

–No creo. Al menos yo estaba convencido de que no.

¿Qué cosas debe a las mujeres de su vida?

–Muchísimo. El sentido del desafío y la apuesta alta. Y otras cosas que me callo por
decoro.

¿Ellas le deben algo a usted?

–Nada.

¿Ha sufrido mucho por amor?

–La primera vez, mucho, después aprendí a tomarme las cosas con algo más de
humor.

¿Y por odio?

–Aunque suene un poco pretencioso, nunca he odiado a nadie. Al menos estoy


seguro de ser incapaz de un odio sostenido. Y si el odio no es sostenido, no es odio,
¿no?

¿Cómo enamoró a su esposa?

–Cocinándole arroz. En esa época yo era muy pobre y mi dieta era básicamente de
arroz, así que lo aprendí a cocinar de muchas formas.

¿Cómo era el día que se hizo padre por primera vez?

–Era de noche, poco antes de las 12, yo estaba solo, y como no se podía fumar en
el hospital me fumé un cigarrillo virtualmente encaramado en el artesonado de la
cuarta planta. Menos mal que no me vio nadie desde la calle. Sólo la luna, habría
dicho Amado Nervo. Cuando volví a entrar una enfermera me dijo que mi hijo ya
había nacido. Era muy grande, casi calvo del todo, y con los ojos abiertos como
preguntándose quién demonios era ese tipo que lo tenía en los brazos.

¿Lautaro será escritor?

–Yo sólo espero que sea feliz. Así que mejor que sea otra cosa. Piloto de avión, por
ejemplo, o cirujano plástico, o editor.

¿Qué cosas reconoce en él como suyas?

–Por suerte se parece mucho más a su madre que a mí.

¿Le preocupan las listas de ventas de sus libros?

–En lo más mínimo.

¿Piensa alguna vez en sus lectores?

–Casi nunca.

¿Qué cosas de todas las que le han dicho sus lectores en torno de sus
libros lo han conmovido?

–Me conmueven los lectores a secas, los que aún se atreven a leer el Diccionario
filosófico de Voltaire, que es una de las obras más amenas y modernas que
conozco. Me conmueven los jóvenes de hierro que leen a Cortázar y a Parra, tal
como los leí yo y como intento seguir leyéndolos. Me conmueven los jóvenes que se
duermen con un libro debajo de la cabeza. Un libro es la mejor almohada que
existe.

¿Qué cosas lo han enojado?

–A estas alturas enojarse es perder el tiempo. Y, lamentablemente, a mi edad el


tiempo cuenta.

¿Ha tenido miedo alguna vez de sus fans?

–He tenido miedo de los fans de Leopoldo María Panero, el cual, por otra parte, me
parece uno de los tres mejores poetas vivos de España. En Pamplona, durante un
ciclo organizado por Jesús Ferrero, Panero cerraba el ciclo y a medida que se
aproximaba el día de su lectura la ciudad o el barrio donde estaba nuestro hotel se
fue llenando de freaks que parecían recién escapados de un manicomio, que, por
otra parte, es el mejor público al que puede aspirar cualquier poeta. El problema es
que algunos no sólo parecían locos sino también asesinos y Ferrero y yo temimos
que alguien, en algún momento, se levantara y dijera: yo maté a Leopoldo María
Panero y después le descerrajara cuatro balazos en la cabeza al poeta, y ya de
paso, uno a Ferrero y el otro a mí.

¿Qué siente cuando hay críticos como Darío Osses que considera que usted
es el escritor latinoamericano con más futuro?

–Debe ser una broma. Yo soy el escritor latinoamericano con menos futuro. Eso sí,
soy de los que tienen más pasado, que al cabo es lo único que cuenta.

¿Le despierta curiosidad el libro crítico que está preparando su


compatriota Patricia Espinoza?
–Ninguna. Espinoza me parece una crítica muy buena, independientemente de
cómo vaya a quedar yo en su libro, que supongo que no muy bien, pero el trabajo
de Espinoza es necesario en Chile. De hecho, la necesidad de una, llamémosla así,
nueva crítica, es algo que empieza a ser urgente en toda Latinoamérica.

¿Y el de la argentina Celina Mazoni?

–A Celina la conozco personalmente y la quiero mucho. A ella le dediqué uno de los


cuentos de Putas asesinas.

¿Qué cosas lo aburren?

–El discurso vacío de la izquierda. El discurso vacío de la derecha ya lo doy por


sentado.

¿Qué cosas lo divierten?

–Ver jugar a mi hija Alexandra. Desayunar en un bar al lado del mar y comerme un
croissant leyendo el periódico. La literatura de Borges. La literatura de Bioy. La
literatura de Bustos Domecq. Hacer el amor.

¿Escribe a mano?

–La poesía, sí. Lo demás, en una vieja computadora de 1993.

Cierre los ojos, ¿cuál de todos los paisajes de la Latinoamérica que usted
recorrió le viene primero a la memoria?

–Los labios de Lisa en 1974. El camión de mi padre averiado en una carretera del
desierto. El pabellón de tuberculosos de un hospital de Cauquenes y mi madre que
nos dice a mi hermana y a mí que aguantemos la respiración. Una excursión al
Popocatépetl con Lisa, Mara y Vera y alguien más que no recuerdo, aunque sí
recuerdo los labios de Lisa, su sonrisa extraordinaria.

¿Cómo es el paraíso?

–Como Venecia, espero, un lugar lleno de italianas e italianos. Un sitio que se usa y
se desgasta y que sabe que nada perdura, ni el paraíso, y que eso al fin y al cabo
no importa.

¿Y el infierno?

–Como Ciudad Juárez, que es nuestra maldición y nuestro espejo, el espejo


desasosegado de nuestras frustraciones y de nuestra infame interpretación de la
libertad y de nuestros deseos.

¿Cuándo supo que estaba gravemente enfermo?

–En el '92.

¿Qué cosas de su carácter cambió la enfermedad?

–Ninguna. Supe que no era inmortal, lo cual, a los 38 años, ya iba siendo hora de
que lo supiera.
¿Qué cosas desea hacer antes de morir?

–Ninguna en especial. Bueno, preferiría no morirme, claro. Pero tarde o temprano


la distinguida dama llega, el problema es que a veces no es una dama ni mucho
menos es distinguida, sino más bien, como dice Nicanor Parra en un poema, es una
puta caliente, que es algo que hace dar diente con diente al más pintado.

¿Con quién le gustaría encontrarse en el más allá?

–No creo en el más allá. Si existiera, qué sorpresa. Me matricularía de inmediato en


algún curso que estuviera dando Pascal.

¿Pensó alguna vez en suicidarse?

–Por supuesto. En alguna ocasión sobreviví precisamente porque sabía cómo


suicidarme si las cosas empeoraban.

¿Creyó en algún momento que se estaba volviendo loco?

–Por supuesto, pero me salvó siempre el sentido del humor. Me contaba historias
que me volvían loco de risa. O recordaba situaciones que hacían que me tirara al
suelo a reírme.

La locura, la muerte y el amor, ¿de qué de estas tres cosas ha habido más
en su vida?

–Espero de todo corazón que haya habido más amor.

¿Qué cosas lo hacen reír a mandíbula batiente?

–Las desgracias propias y ajenas.

¿Qué cosas lo hacen llorar?

–Lo mismo: las desgracias propias y ajenas.

¿Le gusta la música?

–Mucho.

¿Usted ve su obra como la suelen ver sus lectores y críticos: arriba de todo
Los detectives salvajes y luego todo lo demás?

–La única novela de la que no me avergüenzo es Amberes, tal vez porque sigue
siendo ininteligible. Las malas críticas que ha recibido son mis medallas ganadas en
combate, no en escaramuzas con fuego simulado. El resto de mi "obra", pues
bueno, no está mal, son novelas entretenidas, el tiempo dirá si algo más. Por ahora
me dan dinero, se traducen, me sirven para hacer amigos que son muy generosos
y simpáticos, puedo vivir, y bastante bien, de la literatura, así que quejarse sería
más bien gratuito y desagradecido. Pero la verdad es que no les concedo mucha
importancia a mis libros. Estoy mucho más interesado en los libros de los demás.

¿No le sacaría algunas páginas a Los detectives salvajes?


–No. Para sacarle páginas tendría que releerlo y eso mi religión me lo prohíbe.

¿No le da miedo que alguien quiera hacer la versión cinematográfica de la


novela?

–Ay, Mónica, yo les tengo miedo a otras cosas. Digamos: cosas más terroríficas,
infinitamente más terroríficas.

¿"El ojo Silva" es un homenaje a Julio Cortázar?

–De ninguna manera.

Cuando terminó de escribir "El ojo Silva", ¿no sintió que había escrito un
cuento capaz de estar a la altura, por ejemplo, de "Casa tomada"?

–Cuando terminé de escribir "El ojo Silva" dejé de llorar o algo parecido. Qué más
quisiera yo que se pareciera a uno de Cortázar, aunque "Casa tomada" no es uno
de mis favoritos.

¿Cuáles son los cinco libros que marcaron su vida?

–Mis cinco libros en realidad son cinco mil. Menciono éstos sólo a manera de punta
de lanza o embajada aviesa: El Quijote, de Cervantes. Moby Dick, de Melville. La
Obra Completa, de Borges. Rayuela, de Cortázar. La conjura de los necios, de
Kennedy Toole. Pero también debería citar: Nadja, de Breton. Las cartas de Jacques
Vaché. Todo Ubú, de Jarry. La vida, instrucciones de uso, de Perec. El castillo y El
proceso, de Kafka. Los aforismos de Lichtenberg. El Tractatus, de Wittgenstein. La
invención de Morel, de Bioy Casares. El Satiricón, de Petronio. La Historia de Roma,
de Tito Livio. Los Pensamientos, de Pascal.

¿Se lleva bien con su editor?

–Bastante bien. Herralde es una persona inteligente y a menudo encantadora. Tal


vez a mí me convendría más que no fuera tan encantador. Lo cierto es que ya hace
ocho años que lo conozco y, al menos de mi parte, el cariño no hace más que
crecer, como dice un bolero. Aunque tal vez me convendría no quererlo tanto.

¿Qué dice de los que piensan que Los detectives salvajes es la gran novela
mexicana de la contemporaneidad?

–Que lo dicen por lástima, me ven decaído o desmayándome en las plazas públicas
y no se les ocurre nada mejor que una mentira piadosa, que por lo demás es lo
más indicado en estos casos y ni siquiera es pecado venial.

¿Es cierto que fue Juan Villoro el que le convenció para que no titulara
Tormentas de mierda a su novela Nocturno de Chile?

–Entre Villoro y Herralde.

¿De quién más escucha consejos alrededor de su obra?

–Yo no escucho consejos de nadie, ni siquiera de mi médico. Yo doy consejos a


diestra y siniestra, pero no escucho ninguno.

¿Cómo es Blanes?
–Un pueblo bonito. O una ciudad pequeñita, de treinta mil habitantes, bastante
bonita. Fue fundada hace dos mil años, por los romanos, y luego pasaron por aquí
gente de todos los lugares. No es un balneario de ricos sino de proletarios. Obreros
del norte o del este. Algunos se quedan a vivir para siempre. La bahía es bellísima.

¿Extraña algo de su vida en México?

–Mi juventud y las caminatas interminables con Mario Santiago.

¿A qué escritor mexicano admira profundamente?

–A muchos. De mi generación admiro a Sada, cuyo proyecto de escritura me parece


el más arriesgado, a Villoro, a Carmen Boullosa, entre los más jóvenes me interesa
mucho lo que hacen Alvaro Enrigue y Mauricio Montiel, o Volpi e Ignacio Padilla.
Sigo leyendo a Sergio Pitol, que cada día escribe mejor. Y a Carlos Monsiváis, el
cual, según me contó Villoro, motejó como Pol Pit a Taibo 2 o 3 (o 4), lo que me
parece un hallazgo poético. Pol Pit, ¿es perfecto, no? Monsiváis sigue con las uñas
aceradas. También me gusta mucho lo que hace Sergio González Rodríguez.

¿El mundo tiene remedio?

–El mundo está vivo y nada vivo tiene remedio y ésa es nuestra suerte.

¿Usted tiene esperanzas, en qué, en quiénes?

–Mi querida Maristain, vuelve usted a empujarme a los potreros de la cursilería, que
son mis potreros natales. Yo tengo esperanza en los niños. En los niños y en los
guerreros. En los niños que follan como niños y en los guerreros que combaten
como valientes. ¿Por qué? Me remito a la lápida de Borges, como diría el ínclito
Gervasio Montenegro, de la Academia (como Pérez Reverte, fíjese usted) y no
hablemos más de este asunto.

¿Qué sentimientos le despierta la palabra póstumo?

–Suena a nombre de gladiador romano. Un gladiador invicto. O al menos eso quiere


creer el pobre Póstumo para darse valor.

¿Qué opina de quienes opinan que usted ganará el Premio Nobel?

–Estoy seguro, querida Maristain, de que no lo ganaré, como también estoy seguro
de que algún atorrante de mi generación sí que lo ganará y ni siquiera me
mencionará de pasada en su discurso de Estocolmo.

¿Cuándo ha sido más feliz?

–Yo he sido feliz casi todos los días de mi vida, al menos durante un ratito, incluso
en las circunstancias más adversas.

¿Qué le hubiera gustado ser si no hubiera sido escritor?

–Me hubiera gustado ser detective de homicidios, mucho más que ser escritor. De
eso estoy absolutamente seguro. Un tira de homicidios, alguien que puede volver
solo, de noche, a la escena del crimen, y no asustarse de los fantasmas. Tal vez
entonces sí que me hubiera vuelto loco, pero eso, siendo policía, se soluciona con
un tiro en la boca.
¿Confiesa que ha vivido?

–Bueno, sigo vivo, sigo leyendo, sigo escribiendo y viendo películas, y como les dijo
Arturo Prat a los suicidas de la Esmeralda, mientras yo viva, esta bandera no se
arriará.

Encontrado en:
http://www.pagina12web.com.ar/suplementos/radar/vernota.php?id_nota=843&se
c=9
Foot analisa obra do chileno Roberto Bolaño
[29/7/2007] (O Estado de S. Paulo, Caderno 2, Cultura, 29/7/2007)

O DETETIVE SELVAGEM

O chileno Roberto Bolaño é mesmo o farol da nova literatura latina?

Francisco Foot Hardman

Em sua última entrevista, feita três semanas antes de sua morte e publicada postumamente

pelo jornal La Tercera, de Santiago do Chile, em 20 de julho de 2003, Roberto Bolaño, então

gravemente enfermo, aguardando na fila por um transplante de fígado que pudesse lhe

garantir alguma sobrevida, "sobretudo por meus filhos, minha pequenita que tem dois anos

(Alexandra), y Lautaro (com 14)", consciente do fim próximo, almejando apenas "o prêmio

de poder escrever cada dia", não perdeu sua irreverência debochada em relação a toda idéia
de literatura e literatos como instituição de poder cristalizado.

Desde 1999, com a consagração generalizada no mundo das letras em língua espanhola (que

culminou com a obtenção do prêmio Rómulo Gallegos por seu romance polifônico Os

detetives selvagens), ele passou a ser cultivado por jovens escritores, pela mídia cult e por

críticos literários, em especial no Chile, para onde jamais retornaria, desde sua milagrosa

fuga de um campo de concentração de presos políticos em Concepción, auxiliado por um

policial que o reconheceu como o ex-colega dos bancos do liceu, semanas depois do golpe de

Pinochet. Mas nessa derradeira entrevista, dada em sua casa em Blanes, na Catalunha, a

100 Km ao norte de Barcelona, reafirmava: "Eu não sou ídolo de nada". Para arrematar:
"Prefiro morrer em plena lucidez a morrer (como vários escritores) fazendo tontices".

Ao desaparecer, aos 50 anos, Bolaño parecia ter cumprido, em meteórica carreira, essa

postura radical sem nenhuma impostação de vanguarda, e o legado de sua obra vertiginosa

e absolutamente incomum em número, variação, brilho e densidade surge como roteiro de

pistas e sentidos inesgotáveis, a ser trilhado, agora lentamente, pelas atuais e futuras

gerações de amantes sobreviventes do que ainda pode ser tomado como grande arte

literária. Deixou pelo menos duas obras inéditas: o livro de contos El gaucho insufrible, este

já no prelo (publicado três meses depois de sua morte), que ao lado de seus dois outros

volumes de contos, Llamadas telefónicas (1997) e Putas asesinas (2001), insere o autor,

tranqüilamente, no rol dos mestres da narrativa curta na América Latina, o que não é pouco

numa região em que esse gênero teve tantos inventores de altíssima qualidade em todo o
século XX; e o romance monumental 2666, este carecendo ainda de revisão final em suas

mais de mil páginas, trabalho que Bolaño confessava, naquela entrevista, estar além de suas
forças físicas, e que sairia postumamente em 2004, sem o último mergulho que ele
reclamara.

Enquanto esperamos ver proximamente toda a sua obra traduzida no Brasil, vale reportar,

ainda aqui, os dois contos-manifestos com que encerra seu El gaucho insufrible e que

iluminam algo do que seria uma sorte de testamento poético, ao lado da entrevista final e

também, veremos, de seu discurso em Caracas, ao receber o prêmio Rómulo Gallegos. Em

"Literatura + enfermedad = enfermedad", na aguda visão da doença, mas sem nenhum

pingo de autopiedade, Bolaño, numa sucessão de blocos narrativo-ensaísticos, faz

homenagem a poetas e escritores de sua linhagem estética mais remota, encerrando com

Kafka, a partir do livro que lhe dedicou Canetti, para dizer que, percebendo-se doente, "já

nada o separava de sua escritura". Já em "Los mitos de Chtulhu", dedicado ao amigo Alan

Pauls, sucedem-se parágrafos contundentes de pensamentos autônomos mas todos

convergentes para uma desconstrução impiedosa do atual sistema literário latino-americano


e mundial globalizados, e da ridícula encenação de suas imortalidades passageiras. Sua visão

da história emerge faiscante: "América Latina foi o manicômio da Europa assim como os

Estados Unidos foi sua fábrica. A fábrica está agora em poder dos capatazes e loucos fugidos

são sua mão-de-obra. O manicômio, faz mais de sessenta anos, está queimando em seu

próprio azeite, em sua própria gordura". Quem são esses "capatazes"? Voltamos à entrevista

com que comecei: Hernán Rivera Letelier, Skármeta, García Márquez, Vargas Llosa, Bryce

Echenique, Isabel Allende, Tomás Eloy Martínez. E prossegue Bolaño: "E digo que a literatura

agônica é a minha e que os ganhadores são eles, os que vão ditar as normas do manicômio".

Para então constatar, ele que foi grande admirador de Guy Debord: "A perdurabilidade foi

vencida pela velocidade das imagens vazias. O panteão dos homens ilustres, descobrimo-lo
com estupor, é o canil do manicômio que se incendeia".

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CONSCIENTE DO FIM, QUERIA APENAS "O PRÊMIO DE PODER ESCREVER CADA

DIA"!
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Pausa. A essas alturas, seria o caso de referir pelo menos uma amostra do enfeitiçado poder

narrativo de Bolaño, pelo menos uma personagem, para além de seus duplos, o par

quixotesco de poetas-detetives-cultos-selvagens-presentes-ausentes que são Arturo Belano

e Ulises Lima, alteregos, respectivamente, do próprio autor e de seu amigo maior, o poeta

mexicano infrarrealista Mario Santiago Papasquiaro (1953-1998), a quem ele dedica esta

hoje injustamente ignorada prosa poética Amuleto (1999) e algumas passagens comoventes

de seu discurso de Caracas. Fiquemos por ora em Amuleto, com essa personagem
estranhíssima que é Auxilio Lacouture, poeta uruguaia, exilada no DF (a fórmula popular
para a megalópica capital mexicana), mas que na vida real se chamou Alcira (confirmam isso

tanto a crítica argentina argentina Celina Manzoni quanto o poeta uruguaio Enrique Fierro,

hoje professor em Austin, Texas, e exilado no México, nos anos 70, coevo a Bolaño). Tirando

histórias de dentro de histórias, no que também se revela craque, o autor amplificou, em

Amuleto, numa narrativa em primeira pessoa, a voz delirante de Auxilio-Alcira, cujo primeiro

registro, sob forma de depoimento, aparecera no capítulo 4 da segunda parte de Os

detetives.... Já na sua reaparição, em primeiro plano, o discurso lírico toma a cena e o caso,

combinando o onírico de suas visões enlouquecidas à evocação trágica da repressão militar

que se abateu sobre a Universidade Autônoma do México (Unam) em 1968, seguida do

massacre de centenas de estudantes na praça das Três Culturas de Tlatelolco, durante as

Olimpíadas. O caso é que essa mulher, andarilha do campus, espécie de anti-musa dos

jovens poetas radicais do México, ficou confinada por cerca de duas semanas num dos

banheiros femininos dos prédios invadidos pelo exército, e sua saga é a da resistência, não

só libertária mas poética, pois dialoga em sua cisma solitária, entre outros fugitivos, com

exilados de outro tempo e outra guerra, a Civil Espanhola, como o poeta Pedro Garfias e a

pintora surrealista Remedios Varo, que emigrara para o DF junto com Benjamin Péret. Ela

diz: "Pensei: ambos fatos estão relacionados, escrever e destruir, ocultar-se e ser
descoberta".

A propósito, uma pista para o "infrarrealismo" ou "visceral-realismo" do jovem poeta Bolaño,

ao lado de seus companheiros de viagem no exílio mexicano, nos anos 70: a expressão

inspira-se numa expressão de Mariátegui sobre a poesia de Philippe Soupault, outro dos

surrealistas "históricos". Enfim, estamos diante da mistura, nem sempre de resultados

felizes, entre a idéia de poesia e a de revolução. Mas as visões de Auxilio-Alcira são as de


uma memória imemorial, entre sonho e delírio, como sorte de instrumento da lembrança do

desastre histórico de várias gerações, matriz de todas as utopias derrotadas. Na viagem de

sua mente revolta, prisioneira oculta e senhora de uma façanha involuntária, ela vê num

quadro de Remedios o vale mítico do México, e ouve a marcha e o canto dos milhares de

jovens rumo ao sacrifício, e seu canto de guerra e amor se converte em amuleto, da

narradora e de sua loucura, mas logo da loucura dos poetas e artistas, amuleto de uma
literatura capaz de evocar tantos personagens mínimos, tantas vozes mortas.

Seria esse o destino do vôo cego da alta literatura, ou a função maior da poesia, de que

tanto falava nosso poeta e exímio contador de histórias? Em Os detetives... reaparece o

motivo, em torno dessa outra mítica personagem feminina, Cesárea Tinajero, poeta

desaparecida nos desertos mexicanos, nos anos 30, e redescoberta pela obsessiva busca da
dupla Belano-Lima, nas páginas finais do romance.
Dela não restaram versos, apenas as marcas desconexas de testemunhos e registros vagos

espalhados em vilas-fantasmas de Sonora. Quando ela reaparece, precipita-se o desastre,

mas sua morte é a salvação dos detetives, do jovem poeta García Madero e de sua

namorada, a prostituta Lupe. Essa paisagem, de desolação e anúncio de queda iminente, de

estilhaçamento das identidades, tem outro grande inspirador: Malcom Lowry, de À sombra

do vulcão (1947), não à-toa inserido como epígrafe do romance. Mas Tinajero teria dito a

uma professora primária, sua colega, entre tantos destinos perdidos e silêncios vagos, sobre

"os tempos que iriam vir". "Cesárea mencionou uma data: lá pelo ano 2600. Dois mil

seiscentos e tanto". Como se, fora do tempo e do espaço, uma nova locação histórica e

cultural pudesse começar a ser tecida. Parece que aqui também se vislumbra a pista
desencadeadora de seu mais ambicioso e derradeiro projeto, 2666.

---

SEU LEGADO É INCOMUM EM NÚMERO, VARIAÇÃO, BRILHO E DENSIDADE


---

Mas nenhuma presunção e muito menos misticismo irrompem das múltiplas vozes, centenas

de histórias e milhares de paginas de Bolaño. Seu infrarrealismo volta sempre ao plano da

lucidez mais meridiana. Nas linhagens longínquas, Cervantes acompanhou, certamente,

nosso iluminado escritor. Isso foi muito bem apontado por Cedomil Goic, grande scholar,

espécie de Antonio Candido chileno, em magistral conferência sobre Bolaño dada em Austin,

na primavera de 2006. A estrutura do picaresco, da aventura radical e do acúmulo labiríntico

de intrigas, da crítica política e moral, de pontuações que combinam a precisão de marcas

exatas no tempo e no espaço com o imprevisto, aleatório e quase sempre desastrado fim dos

personagens, reatualiza a saga renascentista de Quixote ao mundo desencantado de nossa


era dos extremos.

Por isso, citando Cervantes, em Caracas, em 99, Bolaño reafirmava: "... tudo que escrevi é

uma carta de amor ou de despedida a minha própria geração, os que nascemos na década

de 50". E, adiante: "Toda América Latina está semeada com os ossos destes jovens

esquecidos".

Francisco Foot Hardman é professor de Teoria e História Literária no Instituto de

Estudos da Linguagem (IEL) da Unicamp. Atualmente está na Universidade do


Texas-Austin, como pesquisador visitante
Un chileno obtuvo el Rómulo Gallegos

Renovador: el escritor Roberto Bolaño ganó el premio con su novela "Los


detectives salvajes", por su estilo novedoso y su humor.

CARACAS.- El escritor chileno Roberto Bolaño ganó el Premio Rómulo Gallegos,


uno de los galardones literarios más importantes de América latina, consistente en
60.000 dólares.

Se presentaron al certamen 220 novelas de 19 países de habla castellana. La


argentina Sylvia Iparraguirre estuvo cerca del triunfo, pues su obra "La tierra del
fuego" se ubicó entre las seis finalistas. Además de los US$ 60.000, la distinción
incluye una medalla, un diploma y, sobre todo, el lanzamiento internacional, que
ubica a Bolaño entre los principales nombres de las letras iberoamericanas.

El autor obtuvo el galardón por su novela "Los detectives salvajes", que ganó en
1998 el premio Herralde, en España. La obra, extensa, narra la historia de dos
personas que buscan a la fundadora de una sociedad literaria para encontrarse a sí
mismas.

La historia logró seducir al jurado gracias a su estilo novedoso y humor poco


frecuente. "Su libertad respecto de modelos narrativos revisa la tradición de las
últimas décadas", señala el veredicto.

El argentino Saúl Sosnowski, el cubano Antonio Benítez Rojo, el uruguayo Hugo


Achugar y el venezolano Carlos Noguera fueron los cuatro miembros del jurado que
consagraron al chileno, mientras que la mexicana Angeles Mastretta votó por el
candidato de Nicaragua, Sergio Ramírez.

Bolaño, nacido en 1953, vive desde 1977 en la localidad española de Blanes, en el


nordeste del país. Sus comienzos fueron duros, pues tuvo que trabajar en oficios
como vigilante nocturno. Sus primeros trabajos son poéticos y se publicaron en
México, en 1975, formando parte de la vanguardia conocida como "infrarrealismo".

El premio, concedido por la Fundación Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo


Gallegos, le será entregado en una ceremonia en Caracas el próximo 2 de agosto.

Agencias EFEy DPA

http://www.lanacion.com.ar/99/07/05/g14.htm

LA NACION | 05/07/1999 | Página | Inf. General


TAL CUAL LUNES 9 DE JULIO DE 2001

CULTURA

La paciencia de Bolaño
Con estas misiva, el narrador chileno Roberto Bolaño, invitado como miembro del
jurado para el premio Rómulo Gallegos, da testimonio de su contundente deslinde
con el Celarg y su presidente

Roberto Bolaño

Por motivos de salud no pude viajar a Caracas. Mi


ausencia física no significa, sin embargo, que dé
carta blanca al jurado para decidir por mí. Las
declaraciones del presidente del Celarg, cuya
persona y nombre desconozco, ya eran motivos
más que suficientes, al menos en lo que a mí
respecta, para acudir, por lo menos, con una
cierta reserva a mi cita en Caracas. La aparición
posterior de rumores del tipo de que yo no he
"Se los pueden meter por el viajado a Venezuela porque el Celarg se negó a
culo", dijo en referencia a sus pagarle el pasaje a mi mujer e hijo, que más que
honorarios como jurado el autor un rumor es una calumnia o una difamación, y
de Los detectives salvajes, que en otra circunstancia sólo me haría reír, no
novela ganadora de la pasada hace sino agrandar las reservas del caso. Entre
edición del premio paréntesis tengo que decir que si alguien debe
dinero a alguien es el Celarg a mí: tres mil dólares
por haberme leído más de 250 libros y que en lo
que a mí respecta, por descontado, se los pueden meter por el culo. Tal cual. Mi
paciencia frente a los neostalinistas (o frente a los mafiosillos o frente a los
estómagos agradecidos) no es grande. Así que aclaremos de una vez por todas que
gane quien gane, sea una buena o una mala novela, nada tiene que ver con mi
criterio como lector, por la sencilla razón de que mi opinión jamás ha sido pedida ni
la de ellos confrontada conmigo. Mi desvinculación con el jurado es total. El Celarg
miente cuando coloca mi nombre al frente de las listas sucesivas de finalistas. Nada
he tenido que ver con esa decisión. El jurado del actual premio Rómulo Gallegos
está integrado por cuatro personas, no por cinco. Los comisarios neostalinistas
dirán mañana cosas peores, pues tal es su oficio, pero si mi no participación en el
premio queda suficientemente aclarada, lo que digan sólo provocará mi risa.

Roberto Bolaño: Me alegro que haya ganado Vila-Matas Aun así espero que en
Caracas quede claro que yo nada he tenido que ver con esta decisión, que me
parece buena, pero que, según soplara el viento, hubiera podido ser muy mala. Tal
como lo decía en mi nota: la responsabilidad en la elección, acertada o
desacertada, no me atañe en lo más mínimo.

Encontrado en: http://www.talcualdigital.com/ediciones/2001/07/09/p23s1.htm


ENTREVISTA A ROBERTO BOLAÑO
Publicado el 21/04/04 por Pedro Donoso

Sobre la vida y la obra.


Conversación con Roberto
Bolaño.

Pedro Donoso, Madrid

A Bolaño lo conocimos plantado


ante la muerte, con un cigarrillo humeante y su dicción latina,
pseudo mexicana, chilena, española. Nos dijo de entrada que
no tenía nada que enseñarnos, que no había otra que dar la
pelea e intentar ser una buena persona. Algunos dudaron de
ese consejo, olvidando que la bondad y la belleza fueron una
misma cosa cuando los griegos inventaron Occidente.
Después, simplemente recorrió con nosotros algunos pasajes
de su vasta geografía literaria (Vila-Matas después
confesaría que Bolaño era su barómetro lector).

Era el otoño del 2002 cuando lo conocimos y con toda valentía y


apurando el tranco, Bolaño llegó a vivir hasta el verano siguiente.
Le importaba acabar su novela 2666 porque sabía que tenía las
horas contadas. Pero también sabía que nada perdura. Dudaba de
los beneficios de la perpetuidad literaria. Ahora rondan sus
comentaristas y su foto aparece con su cara de tristeza irónica. Y de
Bolaño sólo queda el humo de un cigarrillo y sus libros de perros
románticos y detectives metafísicos.

Cuando conversamos de la entrevista quise saber un poco más de


su poesía.

Transcribo ahora lo que comenzó con la cita de un cuento escrito


por un amigo que dice: “La idea central es que hay güeyes que
escriben sobre la vida y güeyes que la viven. La idea central es que
no se puede hacer las dos cosas al mismo tiempo sin terminar
convertido en un pobre pendejo a medio camino entre ser y no ser,
entre estar y no estar. La idea central es que o eres o te haces, no
hay un punto intermedio.”

¿Tú cómo lo ves, Roberto? Tengo la impresión que la ficción


literaria nunca sabe de sus límites respecto a lo real. ¿Cómo ves
en tú caso esta posición entre ficción y realidad, en general, y
entre tu vida y tu obra literaria, más específicamente?

Es difícil para mí separar la ficción de la autobiografía, salvo en


casos muy concretos, casos en los que, además, percibo un cierto
aire de pastiche. Durante mucho tiempo se dijo -yo lo dije- que la
única patria de un escritor era su lengua. Ya no lo creo. Tampoco
creo que mi patria sea mi literatura ni la literatura. Más bien diría
que mi patria es mi vida, es decir que mi patria es algo frágil y débil
e insignificante. También podría decir, siguiendo esta línea, que
estoy exiliado de mi patria y que vivo en la patria de los otros,
como emigrante sin papeles, y que procuro no molestar ni estar
demasiado tiempo en un lugar.

Le doy otra vuelta de tuerca al tema. ¿La literatura vive a través


de uno? ¿Hasta qué punto estamos siempre dándole vida,
encarnando, la letra (de otros)?

La literatura siempre vive a través de uno. Del escritor o del lector:


llegado a un cierto punto de ebullición, ambas figuras se
confunden. De aquí pueden salir unos equívocos espantosos, por
cierto, unos egos hipertrofiados, una literatura aquejada de
raquitismo, pero así es la cosa.

Pero, por otra parte ¿no se transforma uno mismo, la propia vida,
en proyecto literario? Tal vez, al mismo tiempo que creador de
personajes, uno se inventa a sí mismo como autor.

No, eso no lo creo. Puede que alguna vez lo creyera, pero ya no.
Uno puede aprender miles de cosas, puede -y esto es tal vez lo más
importante- aprender a ser mejor, más bueno, puede adquirir
buenos modales, puede convertirse en un ser más civilizado, puede
aprender a sumar y a dividir, pero no se inventa a sí mismo. Te
inventan, es posible, a hachazos, en una o dos ocasiones a lo largo
de toda tu vida. Te iluminan de forma misteriosa, y casi nunca te
das cuenta, en ocasiones eres tú el que da la lección aunque más
generalmente eres tú el que recibe la lección, pero inventarse a sí
mismo no. Además, ¿para qué? ¿En base a qué lecturas? En
realidad, si nos inventáramos a nosotros mismos tendríamos los
pies de barro. Y probablemente el planeta se parecería mucho más
a un manicomio de lo que parece ahora.
Hablando de poesía, Rimbaud, el ejemplar, después de haber sido
un ángel ¿qué crees que fue a hacer a Abisinia?

Africa, para Rimbaud, fue el orfidal, el tranxilium que necesitaba. La


puesta en práctica de ser otro. La vuelta al orden. Un rayo
misterioso. La inauguración del Museo de la Amnesia. Algo que no
comprenderemos jamás.

En este tema, -la relación entre vida y obra- ¿cómo acomodas tu


poesía? ¿Sientas a la belleza en tus rodillas?

Más bien ha sido la belleza la que me ha sentado en sus rodillas.


Aunque en esto de la belleza, como se solía decir a principios del
siglo XX, siempre he sido un hombre liberal. Es decir, he visto
belleza en todas partes, incluso en los sitios en donde era evidente
que no estaba, pero incluso allí, en la ausencia de belleza, había
algo, un hueco o un vacío infinitamente triste que testimoniaba
una presencia perdida, y que con su testimonio, digamos, con su
psicofonía, volvía a hacer visible el fantasma de la belleza.

¿Cuál es la relación entre tu poesía y tu prosa? ¿Complementaria,


comunicante, tangente, impronunciable?

Son dos primas hermanas que se llevan bien. Mi poesía es


platónica, mi prosa es aristotélica, ambas abominan de lo
dionisiaco, ambas saben que lo dionisiaco ha triunfado.

Me sorprendió tu libro Amberes (Anagrama, 2002). Es prosa, pero


conociendo algunos tópicos de tu poesía da la impresión que
comparten obsesiones y formas ¿me equivoco?

No, cuando escribí Amberes la distancia formal, o mejor dicho


estructural, entre poesía y prosa, para mí no existía. Amberes, por
otra parte, es uno de los pocos libros que, tras publicarlo, no me
resulta bochornoso, o bochornoso del todo, releer. Tal vez, aunque
esta explicación es posible que desvirtúe los méritos que el libro
pueda tener, porque veo en sus páginas que el joven que fui
permanece y dura. Y eso siempre es un consuelo, un consuelo de
apenas treinta segundos, pero consuelo al fin y al cabo.

¿No habría que hacerlo al revés: en lugar de partir escribiendo


poesía, como muchos, culminar en ella?
La culpa la tiene el verso libre. Y el número de páginas por llenar. La
poesía, incluso la mejor, no sé si estarás de acuerdo conmigo,
siempre tiene cara de joven. La mejor prosa siempre tiene cara de
viejo o de tipo madurito. En cualquier caso, de tipo preocupado, de
tipo que tiene que llenar muchas páginas y sobre el que pesa una
responsabilidad. Incluso, y esto es lo peor, una responsabilidad
mercantil. Hoy, por ejemplo, es difícil imaginar a Victor Hugo, con
menos de treinta años, afiebrado escribiendo versos. En cambio es
fácil verlo de barba blanca consultando mapas y enciclopedias, o
mirando Francia desde una roca de la isla de su exilio, con una
preocupación "política" y no "poética". A Byron, sin embargo,
siempre lo vemos joven. Es decir, lo vemos irresponsable, nadando
por el gran canal de Venecia o buscando con una irresponsabilidad
soberana la muerte en Venecia. A Whitman también, un viejo con
un cuerpo juvenil, dando grandes zancadas. Y Baudelaire: un yonki
veinteañero, lúcido como una enana roja. En realidad, todos los
grandes poetas aparecen en el imaginario de los lectores como
adolescentes eternos, salvo dos, que son dos de mis poetas
favoritos. Homero, al que nos cuesta imaginar joven, y Borges, que
escribió sus mejores poemas en la edad adulta o ya en la
ancianidad. En la poesía de ambos, sin embargo, es dable percibir
una nostalgia feroz por la juventud, por el vigor de la juventud.
Ambos son enormes, inabarcables. Curiosamente, los dos son
ciegos.

En el prólogo a Los perros románticos, Pere Gimferrer menciona


en las primeras líneas a Parra y la antipoesía. También están tus
‘Pasos de Parra’ ¿te consideras, en algún punto, antipoeta o
heredero de sus artes? ¿Qué importancia tiene la antipoesía para
tu trabajo?

La antipoesía, no lo sé. Probablemente mucha. Nicanor Parra, la


persona y el poeta y la presencia, toda. Qué más quisiera yo que
parecerme a Parra. Lamentablemente sólo me parezco a Bolaño.

Muchas de tus poesías, y quizás vuelvo a repetir la pregunta,


descartan la abstracción, no parecen despegarse del suelo. En
este sentido, parecen relatos evocatorios, listados de
posibilidades. ¿Debe la poesía proponerse lo sublime
suprimiendo toda metáfora? ¿Debe proponerse lo sublime, si tan
siquiera?

Creo que la poesía debería intentar ser clara, eso para empezar. Los
desmanes líricos o metafóricos suelen ser aburridos y no soportan
las relecturas.

A veces, leyendo algunos de tus poemas tengo la impresión que


eres el primer autor de ‘poesía policiaca’. ¿Tú qué piensas?

Yo creo que el primer autor de poesía policiaca fue Poe, no en sus


poemas sino en sus cuentos, que poseen más densidad poética que
sus poemas. La verdad es que lo que solemos llamar "policiaco"
recorre toda la literatura, desde sus orígenes, y no es otra cosa que
la búsqueda de la imagen del enigma y la posibilidad subsiguiente
de descifrar ese enigma. La poesía religiosa es poesía policiaca, La
poesía metafísica. La poesía simbolista. En realidad, lo policiaco,
como especificidad, no existe. Llamamos literatura policiaca a
aquellos textos que nacen con Poe y siguen con Conan Doyle y que
llegan hasta Hammett y Chandler y ahora el magnífico Ellroy,
pasando por autores tan dispares como Borges o Dürrenmatt o
Robbe-Grillet, pero en realidad lo hacemos por comodidad, la
comodidad de lo etiquetado. Que tampoco está mal.

Otra instancia que aparece con frecuencia es el coito, el amor


carnal como un intento desesperado. ¿Es necesariamente el sexo
un ‘territorio invadido por el amor’, como decía Kundera, o hay
que pensar que es el primer intento por iniciar la salvación? De la
lectura de tus poemas se puede ver que amor-sexo-mujer
aparecen reflejados como un elemento de rescate, un salvavidas
¿o no?

Ah, sobre el sexo no tengo nada que decir. Me callo la boca. Sobre
los salvavidas puedo decir algo: suelen hundirse en el fondo del
mar. En mi defensa puedo añadir que nunca quise poseer a nadie
ni ser poseído. No tengo esclavos. Mucho menos, esclavas.

Finalmente, algo que se repite es el cansancio, la fatiga


melancólica de la derrota, una sensación crepuscular. Hay que
salir a luchar aunque sea inútil, aunque la derrota no sea
placentera, ni evitable, ni postergable, aunque todo vaya a
transformarse en memoria, a lo más. ¿No es eso dulce, poeta
troyano?

Yo soy de los que creen que el ser humano está condenado de


antemano a la derrota, a la derrota sin apelaciones, pero que hay
que salir y dar la pelea y darla, además, de la mejor forma posible,
de cara y limpiamente, sin pedir cuartel (porque además no te lo
darán), e intentar caer como un valiente, y que eso es nuestra
victoria. En términos menos abstractos y menos pugilísticos: es
como salir de noche, digamos, como salir en Asia, como ser pastor
errante en Asia y contemplar la noche, y no ceder al deseo de la
muerte. Aunque ser pastor y estar en Asia y contemplar las
múltiples estrellas son casi sinónimos de la muerte, ¿no?

Deriva es una revista digital de literatura y cine. ISSN 1697-4220. Madrid. España.
http://www.deriva.org/entrevistas/entrevistas.php?ID=5
El literato promociona su poemario y reconoce sus deudas
Roberto Bolaño: "Le debo a Parra toda mi obra
literaria"

Con la antología Los Perros Románticos bajo el brazo, el narrador chileno anuncia la
publicación de un volumen de cuentos y una nueva novela.

Andrés Gómez

Bolaño no para. El '99 publicó Los Detectives Salvajes, Amuleto y Monsieur Pain,
tres novelas de diverso aliento que lograron amplio eco en la crítica
hispanoamericana. Ya tiene casi listo un volumen de cuentos,Los Sabios de
Sodoma, y anuncia otro relato largo, Tormenta de Mierda,que aparecerían en el
curso del año. Sin embargo, en esta nueva visita a Santiago viene luciendo su perfil
de poeta, que el lector podrá conocer en Los Perros Románticos, antología de su
producción de 1978 a 1998.

"Nunca he dejado de escribir poesía. Lo que pasa es que cada día escribo menos
poesía por razones obvísimas: el dinero lo gano con la prosa",expresa.

Tras la polémica que protagonizó a fines del '99 con algunos escritores chilenos,
Roberto Bolaño está en Santiago para recoger el premio que el Consejo Nacional
del Libro le concedió a Los Detectives Salvajes. "Me pareció entretenido y divertido;
me preocuparía si esas descalificaciones se convirtieran en puñetazos", dice a
propósito de ese pasaje.

A pesar de que Los Perros Románticos, editado por Lumen, aún no llega a Chile, su
autor trajo desde España, donde reside, un ejemplar para el poeta que es su mayor
influencia: "Le debo a (Nicanor) Parra no sólo mi poesía; le debo a Parra toda mi
obra literaria. Me ha enseñado mucho, me ha enseñado a reírme, a tomar la
literatura con sentido del humor. Si no hubiera leído a Parra, probablemente no
habría llegado a leer a Lawrence Stern. Y ya para finalizar, Parra es como mi
atadura telúrica literaria a Chile. Cuando leo a Parra estoy leyendo también,
además de estar leyendo al mejor poeta en español vivo, a un compatriota y me
recuerda cosas de mi infancia, de mi adolescencia".

Pero no sólo eso, Bolaño es un convencido de que el antipoeta debería recibir el


premio de la Academia Sueca: "Si hay un escritor en lengua española que merece
el Nobel es Parra. Porque es el mejor". En todo caso,el narrador malhablado de Los
Detectives Salvajes no se ahorró elogios para la poesía chilena (ver nota aparte).

Luego de esta obra poética, Bolaño regresa a la prosa, con el volumen de cuentos y
con Tormenta de Mierda, título que no le ha gustado a Jorge Herralde, su editor.
"Es una novela chilena, muy rara", dice. "Transcurre desde 1950 hasta el año 2000.
Son 50 años en cien páginas y transcurre sólo en Chile".

Adelanta que está narrada en primera persona, por un personaje moribundo,que a


través del recuerdo vuelve al pasado. Afirma que es lo mejor que ha escrito,
aunque debe sortear la oposición del editor con el título. "Es muy difícil que una
señora vaya a una librería y diga deme Tormenta de Mierda", explica al tiempo que
asegura que no piensa transar.
La falta de una nueva crítica

Como para insistir en su oficio poético, una de las actividades que Bolaño cumplirá
en Santiago es la presentación de la revista de poesía 101 Matadero, que dirigen
Sergio Parra y Milton Aguilar, el sábado en La Boheme. En su opinión, el género
tiene en el país un gran nivel: "Está Nicanor Parra y está vivo, o sea, mejor poesía
no puede haber. Más allá está Gonzalo Rojas, que es un gran poeta; Armando Uribe
Arce, otro gran poeta. Chile tiene grandes poetas", asegura, sin dejar de mencionar
a Raúl Zurita, Diego Maquieira y Gonzalo Millán.

Esa salud, sin embargo, no la observa en la prosa. "Acá más que polémicas lo que
es necesario es que se dinamice la crítica literaria. Toda la literatura chilena que se
hace, lo que necesita es una estrcutura de crítica literaria que la clarifique, que la
encuadre en un cierto canon o en varios canones", sostiene.

"Chile no va a ser jamás una potencia atómica -prosigue-, pero lo que puede llegar
a ser es una potencia cultural y para eso hay que empezar por el principio, con un
cierto orden. Aquí la primera vez que llegué me encontré a vanguardistas que
parecían recién salidos de una galería de Nueva York y lo único que realmente eran,
era personas ridiculísimas o escritores que se creen el no va más y que no hacen
literatura, que son vendedores de libros. Y luego una recepción de la literatura por
parte de la gente basada en el éxito, como si solamente aquel que tiene éxito, el
que vende, es el único que importa y eso no es así. Por eso digo que hace falta
crítica".

A nivel latinoamericano, sin embargo, Bolaño cree que hay una cierta renovación
narrativa: "Después del boom hay un territorio yermo, en el postboom no había
nada bueno. Ahora aparecen autores que se pueden emparentar en calidad con los
del boom: Rey Rozas, Juan Villorro o César Aria. No sé hasta qué punto hay nexos
de unión; está surgiendo una nueva literatura pero no hay una nueva crítica".

Aunque aún no lee Viaje Literario por América Latina, del italiano Veranini, que ha
llamado la atención de la prensa en España, cree que "es un libro interesantísimo,
dice que García Márquez es un autor acabado hace 20 años. Creo que dará mucho
que hablar".

"Después del caso Eliancito, es posible que García Márquez esté dando sus últimos
suspiros", piensa Bolaño. "Pero es algo normal; tiene más de 70 años. Lo último
que leí de García Márquez es realmente muy malo (Noticias de un Secuestro). Es
un libro donde lo único que se ve es el fervoroso deseo de García Márquez por estar
cerca del poder".

Ahora está leyendo La Fiesta del Chivo, de Vargas Llosa: "Está muy lejos del gran
Vargas Llosa pero nadie le va a pedir a García Márquez o a Vargas Llosa que
vuelvan a escribir Cien años de Soledad o Conversación en la Catedral. Esos libros
se hacen una sola vez".

Encontrado en: http://www.tercera.cl/diario/2000/04/14/t-14.50.3a.CUL.BOLANIO.html


NARRATIVA
Roberto Bolaño: «Me interesan los personajes
extremos para no aburrirme»

EFE
ELMUNDOLIBRO | 14/09/2001

El escritor chileno Roberto Bolaño explicó hoy en Barcelona, al presentar su nuevo


libro de cuentos 'Putas asesinas', que le interesan los personajes extremos "para no
aburrirme al escribir". "Putas Asesinas", el cuento que da título a la obra, trata de
una mujer que secuestra, mantiene relaciones sexuales y mata a un hombre
elegido aparentemente al azar. Al comentar la fuerte presencia de la desesperación
y la violencia en su escritura, Bolaño reconoció que le interesan los personajes
extremos "porque piden una literatura que se pone en este mismo extremo. Me
interesan como autor para no aburrirme en la escritura. Adoro a Maupassant, por
ejemplo, pero espero no escribir nunca como él".

Roberto Bolaño, ganador del premio Internacional de novela Rómulo Gallegos por
su obra 'Los detectives salvajes', considera que "los momentos de felicidad absoluta
casi no son literalizables, excepto si eres un escritor como Tolstoi, pero incluso sus
mejores páginas son sobre la infelicidad". Su nueva obra, que originalmente se iba
a titular 'Tormenta de Mierda', compila trece cuentos inéditos escritos en diferentes
épocas, desde 1989 hasta ahora. El relato más antiguo, "Prefiguración de Lalo
Cura", es una historia de narcotraficantes y directores de cine porno, escrita en los
ochenta, y representa una visión de futuro del autor en esta época, ya que la
historia transcurre en 1998. Bolaño asegura que no tiene miedo de no ganar nunca
el Premio Nobel de Literatura por sus atrevidos títulos: "ahora mismo lo que me
interesa más que ganar el Premio Nobel es mi ambición de publicar hasta tres libros
más con la editorial Anagrama", con la que ya ha publicado siete volúmenes.

"Leer mal" en Chile

Sus opiniones sobre otros autores se reflejan también en el cuento "Carnet de


Baile", donde da 69 razones por no bailar con Pablo Neruda. La implícita crítica de
su prestigioso compatriota se podrá "leer mal" en Chile, porqué según Bolaño "la
literatura chilena gira alrededor de un sol muerto que se llama Pablo Neruda. Para
los chilenos, Neruda es una montaña enorme que se supedita a cualquier
perspectiva nueva." Sonriendo, añadió que él, personalmente "nunca bailaría con
Pablo Neruda, pero con Nicanor Parra sí, 'cheek to cheek' y toda la noche." Tras
exiliarse de Chile en el año 1977, Bolaño reside en Blanes (Gerona), pero sigue
sintiendo que su única nacionalidad es la chilena. Precisamente, varios cuentos de
su último trabajo reflejan esta perspectiva de sudamericanos en Europa, como "El
día de 1987" y "Vagabundo en Francia y Bélgica", que ofrecen dos historias muy
contrastadas de inmigrantes latinos en Europa. La influencia de vivir tantos años en
Blanes se nota en 'Buba', un cuento de fútbol donde aparece un equipo que bien
podría ser el FC Barcelona.

El autor defendió una cita que hizo anteriormente en una rueda de prensa y que
apareció en varios medios de comunicación: "Una vez dije que yo soy el mejor
autor narrativo de mi generación de Chile, cosa que muchos medios citaron fuera
de contexto". "Fue un comentario sarcástico, porque aunque realmente creo que es
verdad, es algo de lo cual ni yo ni nadie debería sentirse orgulloso", volvió a
ironizar Bolaño, quien confesó que "sufro horrores cuando escribo porque
realmente creo que soy muy malo". Las obras del autor han sido tipificadas a
menudo como autobiográficas y en el cuento 'Fotos', los amantes de su novela "Los
Detectives Salvajes" se sorprenderán al volver a encontrarse con el personaje de
Arturo Belano. Como ya lo sugiere la similitud con su propio nombre, Belano es su
"alter ego", a quien resucita "por puro cariño". Actualmente, Roberto Bolaño está
trabajando en su próxima novela, la más larga de su producción, que espera acabar
en unos seis meses.
Después de 25 años, el escritor regresó a Chile

Bolaño: "Mi literatura es legible pero no fácil"

El narrador residente en España, donde acaba de obtener el Premio Herralde, está


en Chile para presentar su novela La Pista de Hielo.

Hace un par de años, un chileno comenzó a ser


nombrado en el extranjero como uno de los
narradores latinoamericanos más excepcionales.
Se trataba de Roberto Bolaño, un tipo que había
salido de Chile en 1974 y comenzado su carrera
literaria en México como poeta. Su novela Estrella
Distante y los cuentos de Llamadas Telefónicas
fueron sus cartas de presentación en nuestro país,
las que avalaron los comentarios venidos de fuera. "Quería publicar algo en Chile,
nunca he publicado algo entero,
Ayer, este narrador de 45 años rompió su sólo poemas en antologías y
alejamiento y pisó Santiago. cuentos", dice Bolaños a propósito
de la novela que lanzará Planeta.

Entrevistado por el diario La Hora, Bolaño se


mostró algo extrañado de estar en Chile
nuevamente. "Por un lado sí me imaginaba el
retorno, y veo que todo está igual. Y, por otro, es
curioso, hace 25 años que no estaba rodeado de
tantos chilenos", expresó.

Bolaño vive actualmente en España, donde ha publicado sus obras, entre las que
también destaca La Literatura Nazi en América. El año pasado recibió el premio
Ciudad de San Sebastián al mejor cuento escrito en castellano por Sensini, y el
Premio Municipal de Santiago de Chile por Llamadas Telefónicas. La semana pasada
obtuvo también el premio Herralde por su novela Los Detectives Salvajes.

Ahora viene invitado como jurado del concurso literario de revista Paula, cuya
premiación es esta tarde, y para lanzar La Pista de Hielo (1993) con Editorial
Planeta. "Edito esa novela acá -contó- porque es la única que tengo sin
compromiso. Quería publicar algo en Chile, nunca he publicado algo entero, sólo
poemas en antologías y cuentos".

Bolaño explicó que su ausencia "no era necesariamente por algo político.

No vine, no sé, porque básicamente había otros lugares que me interesaban más, y
porque nunca he tenido mucho dinero".

Sin embargo, cree que el ambiente político al que llega es similar al que dejó: "El
escenario se parece peligrosamente, sobre todo en el sentido que nuevamente la
sociedad chilena está dividida. Ahora, la gran diferencia es que no ha habido ningún
muerto, y ese es un paso gigantesco".

Bolaño confirmó que "en España se me está leyendo cada vez más. He llegado a la
segunda edición de Llamadas Telefónicas, y La Literatura Nazi en América en
edición italiana me cuentan que va súper bien, mejor que la española. Creo que
aquí me leen mucho, y la verdad es que me sorprende que me hagan tanto caso, y
me llena de satisfacción y de orgullo".

La sorpresa que le causa el hecho de que tenga seguidores en Chile se debe a que
"yo me fui cuando era un chaval de 20 años archichoqueado y mal, y vuelvo y me
encuentro que me esperan y me entrevistan. ¡Joder!, qué más quiero, es
magnífico. Me siento muy, muy agradecido".

Con premios y todo, el narrador cree "que seguiré estando en un círculo restringido
de escritores, porque mi literatura es legible, pero no es fácil Los Detectives
Salvajes es una novela de más de 600 páginas, y yo ahí me expongo a que me
piropeen o a que me llenen de escupitajos".

Encontrado en: http://www.tercera.cl/diario/1998/11/11/88.html


Bolaño: busco mi destino

Roberto Bolaño lanza Los detectives salvajes, novela que relata la trayectoria de
una generación en los años 60 y 70.

Por Marcel Soto.

El 11 de septiembre de 1973, Roberto Bolaño se distrajo


leyendo novelitas de vaqueros. Estaba en la casa de un amigo
comunista, adonde se había presentado en la mañana, seguro
de que se iniciaba una guerra civil. "Me pusieron un seudónimo
que olvidé a los 10 minutos y me mandaron a vigilar una calle
vacía. Ahí estuve un buen rato. La desorganización era
tremenda. Parecía una película de los hermanos Marx", recuerda
el escritor. Lo más absurdo de todo era que Bolaño había
llegado apenas un par de meses antes a Santiago, dejando a
familia y amigos en México.

Tenía 20 años y grandes esperanzas en la experiencia socialista chilena.

"Tuve muy mala suerte", dice ahora que tiene 45.

En realidad, la vida y la literatura de Bolaño están llenas de situaciones sinsentido.


No es raro, por ejemplo, que a su regreso a la capital mexicana en 1974 haya
integrado un grupo de poetas muy singulares, que se hacían llamar los
infrarrealistas. Iban a los recitales de poetas consagrados y se ponían a gritar. Todo
el mundo los odiaba, por supuesto.

Algunas de las vivencias de esos tiempos están retratadas en Los detectives


salvajes, la novela que Bolaño acaba de lanzar en España, donde ganó el Premio
Herralde (que otorga US$ 14 mil). Es un libro voluminoso, de más de 700 páginas,
que relata 20 años en la vida de dos jóvenes, un mexicano y un chileno,
enfrascados en las luchas estéticas y políticas de las décadas del 60 y 70.

"Me siento como un impostor", reconoce Bolaño, probablemente el escritor chileno


más comentado en estos días y considerado en España uno de los principales
autores latinoamericanos de la actualidad. Tras 25 años fuera del país, pasó por
Santiago en noviembre para presentar La pista de hielo, una novela policial escrita
en 1993.

Durante el par de semanas que estuvo en la capital, la prensa y sus colegas


chilenos -entre ellos, Carlos Franz, quien se jactó de haber "descubierto" a Bolaño
mucho antes, pero "guardó el secreto"- lo abrumaron de elogios. "¿Qué pasará el
día que me gane un premio más importante? ¡Me van a matar a besos! ¡Mejor no
me aparezco por este país!", afirma el autor de Literatura nazi en América.

En medio del clima festivo, algunos escritores mayores se mostraron escépticos.


Luis Sánchez Latorre (Filebo), por ejemplo, se preguntaba en Las Ultimas Noticias:
"¿Qué pasa si digo que yo 'ni ahí' con Bolaño? De seguro, las casas editoriales me
declaran mentalmente inválido".
Habrá que ver, entonces, cual será la suerte de Los detectives salvajes, "una
novela suicida, que me va a acarrear toda clase de odios", según Bolaño, y de la
cual Qué Pasa publica un adelanto.

Adelanto: Los detectives salvajes

¿De qué hablamos? De muchas cosas. De su familia, del pueblo de donde era
originario, de sus primeros días en el DF, de lo mucho que le había costado
acostumbrarse a la ciudad, de sus sueños. Quería ser poeta, bailarín, cantante,
quería tener cinco hijos (como los dedos de una mano, dijo, y extendió la palma de
la mano hacia arriba, casi rozándome la cara), quería probar suerte en Churubusco,
decía que Oceransky lo había probado para una obra de teatro, quería pintar (me
contó con todo lujo de detalles las ideas que tenía para unos cuadros), en fin, en un
momento de nuestra charla estuve tentado de decirle que en realidad no tenía ni
idea de lo que verdaderamente quería, pero preferí callarme.

Después me invitó a su casa. Vivo solo, dijo. Le pregunté, temblando, dónde vivía.
En la Roma Sur, dijo, en un cuarto de azotea muy cerca de las estrellas. Le
respondí que en verdad ya era demasiado tarde, más de las doce, y que debía
acostarme pues al día siguiente iba a llegar a México el novelista francés J. M. G.
Arcimboldi y unos amigos y yo le íbamos a organizar un recorrido por lugares de
interés en nuestra caótica capital. ¿Quién es Arcimboldi?, dijo Piel Divina. Ay, estos
real visceralistas realmente son unos ignorantes. Uno de los mejores novelistas
franceses, le dije, su obra, sin embargo, casi no está traducida, al español, quiero
decir, salvo una o dos novelas aparecidas en Argentina, en fin, yo lo he leído en
francés, por supuesto. No me suena de nada, dijo, y volvió a insistir en que lo
acompañara a su casa.

¿Por qué quieres que vaya contigo?, le dije mirándolo a los ojos. Por regla general,
no suelo ser tan temerario. Tengo algo que decirte, dijo él, es algo que te
interesará. ¿Cuánto me interesará?, dije yo. El me miró como si no entendiera y
dijo, de pronto agresivo: ¿cuánto de qué?, ¿cuánta feria? No, me apresuré a
aclarar, cuánto me interesará lo que tienes que decirme. Tuve que refrenarme para
no revolverle el pelo, para no decirle tontito, no estés a la defensiva. Es algo sobre
los real visceralistas, dijo. Huy, no me interesa nada, dije. Siento decírtelo, no te lo
tomes a mal, pero los real visceralistas (Dios, qué nombre) me resultan
indiferentes. Lo que tengo que contarte sí que interesará, seguro que te interesará,
están preparando algo grande, ni te lo imaginas, dijo él.

Por un momento, no lo niego, se me pasó por la cabeza la idea de una acción


terrorista, vi a los real visceralistas preparando el secuestro de Octavio Paz, los vi
asaltando su casa (pobre Marie-José, qué desastre de porcelanas rotas), los vi
saliendo con Octavio Paz amordazado, atado de pies y manos y llevado en volandas
o como una alfombra, incluso los vi perdiéndose por los arrabales de
Netzahualcóyotl en un destartalado Cadillac negro con Octavio Paz dando botes en
el maletero, pero pronto me repuse, debían de ser los nervios, las rachas de viento
que a veces recorren Insurgentes (estábamos hablando en la acera) y que suelen
inocular en los peatones y en los automovilistas las ideas más descabelladas. Así
que volví a rechazar su invitación y él volvió a insistir. Lo que te voy a contar, dijo,
va a remover los cimientos de la poesía mexicana, tal vez dijera latinoamericana,
no, mundial no, digamos que en su desvarío se mantenía en los límites del español.
Aquello que me quería contar iba a trastornar la poesía en lengua española. Vaya,
dije, ¿algún manuscrito desconocido de Sor Juana Inés de la Cruz? ¿Un texto
profético de Sor Juana sobre el destino de México? Pero no, por supuesto, era algo
que habían encontrado los real visceralistas, y los real visceralistas eran incapaces
de asomarse a las bibliotecas perdidas del siglo XVII. ¿Qué es, pues?, le dije. Te lo
diré en mi casa, dijo Piel Divina y me puso una mano en el hombro, como si tirara
de mí, como si me sacara otra vez a bailar en la pista atroz del Priapós.

Extracto de la novela de Roberto Bolaño, "Los detectives salvajes" (Anagrama,


1998).

Revista Qué Pasa. 14 al 21 de diciembre de 1998.

Encontrado en: http://www.quepasa.cl/revista/1444/20.html


Roberto Bolaño: el peligro de la escritura

Transformar la literatura. Por eso escribe desde los 16 años, cuando dejó la escuela
para asumir plenamente su oficio. Un viajero de toda la vida que volvió a Chile sólo
cuando ya tenía una carrera afuera, sembrando de paso la polémica entre el
'gremio'.

Por Elisa Montesinos

Fuente:PrimeraLínea

"Saber meter la cabeza en lo oscuro, saber saltar al vacío, saber que la literatura
básicamente es un oficio peligroso". Es la opción de Bolaño, quien a los 47 años ha
incursionado en novela, cuento y poesía, publicando en editoriales como Seix Barral
y Anagrama. Pareciera ser también lo que les exige a los demás.

Nuestro país lo reconoce tarde. Tras una prolongada ausencia regresó para recibir
el Premio Municipal de Literatura 1998 por su libro de cuentos "Llamadas
telefónicas"; al año siguiente el Consejo del Libro premió "Los detectives
salvajes", novela que antes obtuviera el Premio Herralde y el Rómulo Gallegos. El
2000 lo cerró con el lanzamiento en Barcelona de "Nocturno de Chile", por cuyas
páginas transitan Neruda, Allende, Pinochet y Lafourcade.

Hablar de Bolaño es hablar de literatura arriesgada, "política y tensa", como él


prefiere definirla. Inevitable penetrar en otra zona no menos tensa, como son las
susceptibilidades, los resentimientos, el ego herido. El escritor pareciera traer la
polémica incorporada, por lo que varios de sus pares se niegan a opinar sobre su
persona. Desde aquella primera visita en que fue invitado a cenar en casa de
Diamela Eltit y le devolvió la mano en forma poco caballerosa. De esa comida y
otras 'impresiones' que le provocó su entrañable patria escribió en la Revista
Ajoblanco. Los dichos causaron indignación, pero no lograron detener sus
'comentarios'.

Los dardos van y vienen

Abrió el año una vez más con 'tensión'. Fue en Bruselas, alguien tuvo la idea de
poner juntos en una mesa sobre literatura a Carlos Franz, Jaime Quezada y Roberto
Bolaño. Este último cuestionó la narrativa chilena actual, incluso la anterior. Los
dardos alcanzaron a Francisco Coloane y "El último grumete de la Baquedano",
"novela cursilona" en opinión de Bolaño. La defensa no se hizo esperar. Tal vez en
su carácter resida la esencia que lo lleva a iniciar tanta rencilla. Jovana Skármeta,
relacionadora pública de Editorial Fernández de Castro, lo ha acompañado las tres
veces que ha venido a Chile y tiene la mejor impresión de él: "es una persona
súper directa, por lo mismo las polémicas. Es sincero, como que ya fuera español
desde el punto de vista de la forma de ser; no anda haciéndose el simpático". Sin
desperdiciar la oportunidad critica: "Nadie es profeta en su tierra porque finalmente
acá se le reconoce una vez que la gloria la consigue afuera".

Entre los poetas chilenos que admira está Nicanor Parra, para quien no se mide en
elogios, tan esquivos para el resto. Ni Donoso, ni Rivera Letelier, ni Sepúlveda se
salvan. De este último ha dicho que es exitoso porque su literatura vende y es muy
digerible, de la nueva narrativa chilena que es "fragilísima" y de José Donoso que
es "autor de tres libros y tiene algunos abominables". A la defensa de Donoso salió
entonces Franz, señalándolo como el punto más alto de la narrativa chilena del
siglo pasado, con capacidad de escribir en varios registros, mientras Bolaño "cultiva
uno y hasta se ha vuelto monótono". Diamela Eltit devolvió los dardos: "patero y
cortesano", le dijo, además de "no muy inteligente".

De Hernán Rivera Letelier comentó que "escribe muy mal". Desde Antofagasta
responde el autor de "La reina Isabel cantaba rancheras": "¿Usted quiere
hacerme pelear más aún con él? Preferiría que no porque ya nos hemos tirado
varias piedras por ahí. Apenas lo conozco. No hemos intercambiado palabras, más
que un saludo; yo le apreté la mano y él la dejó lánguida. Eso es todo". La cosa ha
sido más que nada a través de los medios. "Todo pasó en forma totalmente
gratuita. Yo estaba aquí en la pampa escribiendo y me llegaron unos pencazos de él
sin tener arte ni parte".

El poeta Sergio Parra lo conoció junto con Pedro Lemebel cuando vino aquella
primera vez. "Él tenía una comida en el Mulato con Fontaine y Franz y los dejó a
todos ellos botados y se fue con nosotros al Club Peruano". Después volvió, se
encontraron en el lanzamiento de la revista Matadero -que edita Parra-, pero sólo
estuvo un rato y se fue "porque tenía miedo que le pegaran". Prosigue: "Pasa que
había una situación aquí: la nueva narrativa chilena era intocable". Juicio en
absoluto compartido por Sergio Gómez, considerado integrante de un movimiento
que él mismo califica de irreal: "la nueva narrativa es un invento que no tiene
ningún asidero y Bolaño cae en el juego de decir que existe, cuando no es así. Lo
que es discutible son las directrices comerciales que hubo para vender libros en
Chile hace diez años. Pero que lo discutan los gerentes, no los escritores; ¡no tiene
nada que ver!"

Escribir con cojones

Escribe sobre la escritura, asunto complejo. Lo que no se dice bordea los relatos,
dando cuenta de un universo fuera de la página. Su relación con los escritores
chilenos ha sido por decir lo menos extraña. Sólo escogió a Lemebel, a quien llevó a
Anagrama. Parra piensa que hay una sintonía entre ambos. "Respeta más al Pedro
por la vida, por arriesgarse a apostarlo todo por algo. Se identifica con el personaje
periférico, que de la nada se hace conocido por su literatura, no por los contactos
sociales, como Franz, que es amigo de Jorge Edwards, que es amigo de este... No,
el Pedro de repente irrumpe y se transforma en el más leído y ahí viene la pica de
todos estos otros porque han estado toda su vida sentados en el living de terciopelo
azul esperando que llegue la fama y viene Lemebel y les gana".

A los 15 años se fue a México con sus padres. En 1973 volvió para participar en la
Unidad Popular; tenía 20 años. Los hechos lo obligaron a huir. México y luego
España fueron sus destinos. Trabajó en lo que viniera, vigilante de camping,
lavaplatos, camarero, descargador de barcos, basurero, recepcionista. Se dedicó
también a robar libros, porque no podía pagar su pasión. Todo el tiempo siguió
escribiendo.

Parra cree que la acidez de sus comentarios tiene que ver con la dificultad de los
inicios. "Bolaño se ha sacado los cojones por escribir y encuentra que aquí la
literatura es muy burguesa. Siente que ha vivido más que todos, se ha muerto de
hambre, ha estado en la calle, ha pasado miseria, humillaciones. Porque hay una
pila de burguesitos también entre los escritores chilenos, ¿o no?; a él le ha costado,
ha aperrado solo en la vida. Yo creo que eso se los quiere refregar".

En 1996 con su novela "La literatura nazi en América" alcanzó un sitial de


prestigio dentro de la crítica española y su nombre empezó a sonar en Chile. Para
él, sin embargo, no hay mejor reconocimiento que un lector entrando a la librería
para comprar algo suyo (o robarlo). Los libros se imbrican entre sí, y es un sello del
autor tomar pasajes de obras anteriores para iniciar de ahí una novela. Así,
"Amuleto" se inicia a partir de un fragmento de "Los detectives salvajes", lo mismo
en "Estrella distante" que retoma un capítulo de "La literatura nazi en América".
Entre novela policial y thriller se sitúa su escritura. Muchas veces el suspenso no se
resuelve, convirtiéndose en excusa para referirse a relaciones humanas que lindan
en la marginalidad y la burocracia del poder.

Digan lo que digan de él, nadie puede decir que escriba mal. Sergio Parra admira su
pluma: "Es un tipo muy imaginativo. "Los detectives salvajes" y "Llamadas
telefónicas" son los que más me gustan hasta ahora. Es donde vi más riesgo; tiene
que ver con la vida de él. Una escritura autobiográfica, pasa por la literatura,
interesante eso. Es un poco lo que hace Vila-Matas. Ambos son los que han
recreado mejor en lengua española la cosa de la literatura dentro de la literatura".
Cree, sin embargo que se trata de un autor con muchos lectores, más de los que él
quisiera tener.

La relacionadora pública de Fernández de Castro no esconde su admiración: "Me


parece lejos uno de los mejores escritores chilenos contemporáneos, si no el mejor.
Además de un gran narrador o súper contador de historias en forma de novelas o
cuentos, también es muy buen poeta. Lo que pasa es que en Chile su poesía no se
conoce mucho". Anuncia la pronta llegada del poemario "Tres", que también
distribuirá el sello editorial. Distinta es la opinión de Sergio Gómez, más recatado a
la hora de evaluar: "Me gustan sus libros, me parece interesante, muy actual.
Además en el mundo literario español que se caracteriza hoy por una sequía
extraordinaria, surge como uno de los escritores más interesantes, junto a Vila-
Matas. Pero también me parece bastante sobrevalorado; no es lo mejor que se está
escribiendo".

Un escritor escribe esencialmente la misma historia, una y otra vez. Cada día
Bolaño se sienta mirando al mar y hace lo que sabe. A veces la lucha es ardua,
pero continúa. Tiene su disciplina, que implica levantarse a las 6 de la mañana. En
Blanes, pueblito costero cercano a Barcelona, construye novelas de largo aliento, de
hasta 700 páginas, sobre personajes fracasados, siempre perdedores. Un conflicto
no resuelto con el medio literario chileno lo ha enfrentado a pugnas y lo ha hecho
decir: "No pidas entrar a ninguna antología, que tu nombre siempre se ocultará. No
luches, porque siempre serás vencido. No le des la espalda al poder, porque el
poder lo es todo. No escatimes halagos a los imbéciles, a los dogmáticos, a los
mediocres, si no quieres vivir una temporada en el infierno".

Encontrado en: http://www.letras.s5.com/robbolano1508.htm


Roberto Bolaño: «Mi cocina literaria es a menudo una
pieza vacía, sin ventanas»
El escritor chileno desvela las claves de su creación en una conferencia en el Aula
de SUR

RAFAEL CORTÉS MÁLAGA

El escritor chileno Roberto Bolaño ofreció anoche una conferencia en el Aula de


Cultura de SUR en la que, bajo el título 'La literatura y la cocina', desveló algunas
de las claves de su creación literaria. El autor de 'Los detectives salvajes' explicó
que para él su 'cocina literaria' «es a menudo una pieza vacía, en la que a veces no
hay ni ventanas».

Roberto Bolaño se valió del término 'cocina literaria', que los argentinos utilizan
para referirse a todo el proceso que rodea la elaboración y comercialización de un
libro, para argumentar su particular punto de vista del proceso creativo. El autor
indicó que «a veces, cuando soy víctima de ataques de optimismo, mi cocina
literaria se convierte en un castillo medieval y metido en estos trances, hago lo que
hace toda la gente: pierdo el equilibrio y pienso que soy inmortal, pero no inmortal
literariamente, sino literalmente, como los niños y los perros».

Sin embargo, para Bolaño, esos ataques de optimismo tienen siempre un final «y
cuando se acaba la cocina literaria, sólo quedo yo, desvaneciente». La cocina
literaria es, a su entender, «una cuestión de gusto, un campo en el que la moral, la
ética y la memoria juegan; la audacia y el valor participan, el talento no participa y
el sufrimiento, el dolor y la muerte lo hacen, pero con la condición de que jueguen
riéndose».

Haciendo uso de un lenguaje eminentemente poético y cargado de metáforas, el


autor consideró que la literatura, que en todo momento identificó con la vida, «es
una larga lucha de redundancia en redundancia, hasta llegar a una redundancia
final» y concluyó que más importante que la cocina literaria es la biblioteca
literaria. En cuanto a la identificación entre literatura y vida, Bolaño se mostró
convencido de que en literatura vale todo, «pero según la forma que se use y según
el momento, como todo en la vida».

El escritor chileno afincado en España defendió a la poesía frente a la narrativa y


recordó que nunca le atemorizó la narrativa, «aunque cuando escribía poesía, la
narrativa me parecía una ordinariez, algo para ganar dinero». Bolaño matizó su
aseveración al señalar que «evidentemente hay prosa que no es ordinaria, pero
delante de la maravilla que es un poema, es difícil pasar a la prosa».

Sobre la literatura hispanoamericana, dijo que nunca se ha planteado una


diferenciación entre las literaturas que se hacen en español, aunque admitió que
existen diferencias entre los autores de distintos países.

El escritor fue presentado por el director del Aula de Cultura de SUR, Juan Antonio
Vigar, que presentó a Bolaño como «uno de los escritores latinoamericanos más
interesantes de la década de los noventa».

El Sur, 19 de octubre de 2001

Encontrado en: http://servicios.diariosur.es/pg011019/suscr/aldia05.htm


BOLAÑO Y VILLORO PRESENTAN SUS NUEVOS LIBROS

Miradas excéntricas

Dos latinoamericanos expatriados, Roberto Bolaño y Juan Villoro, acaban


de presentar sendos libros en la acogedora Barcelona, que poco a poco va
convirtiéndose en una auténtica colmena literaria.

POR RODRIGO FRESAN, desde Barcelona.

El chileno Roberto Bolaño hace más de veinte años que anda por Barcelona
(aunque, técnicamente, vive a hora y algo de tren, en una ciudad costera de
nombre Blanes) y el mexicano Juan Villoro acaba de llegar para quedarse. Los dos
presentan sus nuevos libros (ambos editados por Anagrama) en el salón de un
mismo hotel con diferencia de días ante los mismos periodistas cada vez más
acostumbrados a acudir a la convocatoria de autores latinoamericanos hasta hace
poco casi invisibles en el panorama local, si se descuentan los grandes nombres
que supieron invadir esta ciudad durante los años dorados del boom y a la que
vuelven cada vez que publican algo con sonrisa nostálgica y triunfadora. Varios de
ellos –Jorge Edwards, Alfredo Bryce Echenique, Guillermo Cabrera Infante– serán
materia y maestros de un curso revisionista que arrancará en octubre el ICCI local
(la C extra en la sigla equivale a Catalán) y que se extenderá a lo largo de seis
meses prometiendo acorralar y explicar a la literatura latinoamericana desde sus
primeros balbuceos hasta los últimos 90 en los que, parece, ya lejanos los fulgores
de la ―era Barral‖, Barcelona (―la Madame Bovary de las ciudades‖, según Enrique
Vila-Matas) vuelve a ser uno de los lugares de residencia y escritura y edición
elegido por las nuevas camadas de escritores del otro lado del Atlántico.

Bolaño y Villoro presentan libros que más allá de su diferencia de géneros –el de
Bolaño, Putas asesinas, es un libro de trece cuentos mientras que el de Villoro,
Efectos personales, es una recopilación de quince ensayos– aparecen como
curiosamente complementarios de una mirada, de un momento y de una condición
para bien o para mal irrenunciable: los ojos del escritor, siempre extranjeros,
escribiendo sobre ese extranjero en que se ha convertido la patria biológica, o
sobre ese hogar internacional que es la literatura y del que sólo te sacan con los
pies por delante.

FANTASMAS Hay dos grandes fantasmas en la obra narrativa de Roberto Bolaño y


esos dos grandes fantasmas son Chile (país en el que nació y con el que mantiene
una relación compleja y tirante) y México (país en el que vivió, que se ha ido
convirtiendo en Tema y Escenario de su literatura y al que no ha vuelto y al que
teme volver). En los últimos tiempos –en especial luego de su gran novela
mexicana Los detectives salvajes–, una de sus principales actividades es esquivar
invitaciones para viajar al DF. Las razones para la postergación permanente son
literarias y supersticiosas. O viceversa: ―Me da miedo llegar ahí, reencontrarme con
todo eso, y que la realidad suplante para siempre a la materia mexicana de mis
ficciones‖. Lo que no impide que México esté cada vez más presente en su
computadora. Acaba de alcanzar la página 450 de una novela que, intuye, tendrá
más de 1000, transcurre en la frontera mexicana, será ―relativamente policial‖ y
espera terminar para el próximo marzo. Mientras tanto y hasta entonces, sus
chilenos mexicanizados vuelven a aparecer aquí y allá en varios de los mejores
relatos de Putas asesinas –libro más ―autobiográfico‖ que Llamadas telefónicas, su
anterior libro de textos breves–, donde nos reencontramos con su antiheroico alter
ego Arturo Belano (quien volverá, por fin, al DF en un largo cuento de su próximo
Sabios de Sodoma), con una sui generis y desde ya polémica invocación del
espectro de Pablo Neruda en ―Carnet de baile‖, y con ―El Ojo Silva‖: posiblemente
uno de los mejores cuentos de Bolaño y, seguro, de cualquiera.

MEDIUMS Juan Villoro todavía tiene cara de jet-lag y ha perdido la barba (cortesía
de la policía mexicana que así se lo exigió para expedirle un certificado de buena
conducta). Efectos personales es, también, un certificado de la inteligencia de
Villoro a la hora de reflexionar sobre ―esa única experiencia estética de la que todo
escritor puede estar orgulloso: la lectura‖, a través de un libro que acaba
configurando un ―retrato accidental‖ de su autor, pintado con la técnica de dos
grandes grupos –los de allá (Rulfo, Monterroso, Rossi, Arlt, Pitol, Fuentes y la
―novela mexicana‖ de Valle-Inclán Tirano Banderas) y los del resto del mundo
(Schnitzler, Nabokov, Calvino, Burroughs, Bernhard, Stevenson). ―Iguanas y
dinosaurios: América latina como utopía del atraso‖ es el ensayo magistral –
funcionando como bisagra del asunto– sobre los malos entendidos accidentales y
buscados en el acto de mirar y leer con un océano de por medio, y el realismo
mágico en todas partes de lo que se supone debe ser ―la imaginación
latinoamericana‖.

Efectos personales es el libro con el que –simbólica o casualmente– su autor ha


decido salir del Distrito Federal (―la Janis Joplin de las ciudades‖, según Villoro)
para venirse a escribir una novela que transcurre en México y seguir leyendo libros
que transcurren en cualquier lado, en todas partes.

Encontrado en: http://www.pagina12.com.ar/2001/suple/libros/01-09/01-09-23/nota3.htm


Estudio crítico en torno a la obra del escritor

"La participación de Bolaño en Chile es como la del profeta que no está en su tierra.
Sus salidas de madres son por lo general súper atingentes y reflejan que es un
autor que siempre está tratando de distanciarse del resto". Álvaro Bisama, uno de
los críticos que participa en el libro Roberto Bolaño: Un modelo para armar.

La composición de un rompecabezas llamado Roberto


Bolaño
por Gabriel Agosin O.

Aún sin cumplir medio siglo, el escritor chileno residente en España ya concita el
inusitado interés de críticos y académicos para pensar su trabajo literario. Sin
embargo, sus pares, salvo honrosas excepciones, se excluyeron de participar en el
proyecto por "odiosidades personales y porque Bolaño genera una envidia atroz",
según Patricia Espinoza, compiladora del libro.

Considerado por muchos como uno de los mejores exponentes de la narrativa


Latinoamericana de la actualidad, Roberto Bolaño -hombre mordaz y con lengua
tan brava como su pluma- está constituido por una experiencia tan jugosa que le
permite nutrirse a destajo para crear sus obras.

De ella toma intensos sorbos y se inspira para armar y desarmar relatos,


fusionando y friccionando elementos reales con la ficción que irrumpe desde la
imaginación de este escritor nacido en 1953 en Santiago y que desde hace más de
dos décadas se transformó en un trotamundos en busca de una estabilidad que al
parecer ya encontró en Blanes, España.

Quienes desean exprimir y sacar desde las letras el espíritu que hay tras su
creación, son críticos y académicos que, encabezados por la académica de la
Universidad de Chile y Católica Patricia Espinoza, están trabajando en torno a la
producción literaria de Bolaño, producción que abarca la poesía, el cuento y la
novela.

"El objeto temático es Roberto Bolaño, pero también subyace el fin de advertir y
dar a conocer una oleada de nuevos críticos, porque estoy hasta la coronilla de
escuchar criterios decadentistas, principalmente del mundo académico, que
suponen que la crítica se acabó con Ignacio Valente (José Miguel Ibáñez Langlois),
siendo que él se retiró hace quince años. A mí me parece una ignorancia atroz
suponer que el mundo empieza y termina con Valente", sentencia la crítica.

Si bien la académica argentina Celina Mazoni está editando un trabajo similar junto
a otros escritores, el libro de Patricia Espinoza se diferencia por reunir ensayos
críticos inéditos hecho especialmente para la ocasión. El de Mazoni es de textos ya
publicados en distintos medios latinoamericanos.

Para evitar cualquier tipo de suspicacias, Espinoza recalca una y mil veces que el
libro no es un homenaje. Es más, la editorial responsable del proyecto, Frasis le
ofreció que Bolaño escribiera algunas líneas en el libro, a lo que ella se opuso
tajante, ya que "me parece indecoroso, pues parecería que está legitimando el libro
y eso sería muy poco serio como crítica", rubrica la compiladora.
"En Chile existen listas negras y Bolaño está en una"

El autor de la laureada Los Detectives Salvajes, Nocturno en Chile y Putas Asesinas,


genera todo tipo de sentimientos. Todos, menos indiferencia.

A la conocida rencilla literaria que ha sostenido con Luis Sepúlveda y Hernán Rivera
Letelier, la que más le sigue penando es la mantenida con Diamela Eltit, luego que
escribiera en la desaparecida revista española Ajoblanco las impresiones que le
surgieron luego de ir a comer a la casa de la escritora y esposa del ex ministro
Jorge Arrate:

"Estamos en la mesa, comiendo la cena que Jorge personalmente ha preparado. No


hay carne. Alguien en la casa es vegetariano y presumiblemente ha impuesto su
dieta sobre los demás. En cualquier caso, es Jorge el que cocina y no lo hace nada
mal. A mí la comida vegetariana me sienta como una patada en el estómago, pero
me como todo lo que me ponen. Diamela mira a Jorge y luego mira a mi mujer,
Carolina, y luego a Lina y al novelista Pablo Azócar, el quinto comensal, y a mí no
me mira. Tengo la impresión de que le he caído mal. O tal vez Diamela es
excesivamente tímida".

De ahí en adelante, Eltit no ha querido saber nada de Bolaño, razón por la cual se
negó rotundamente a participar en el proyecto cuando Patricia Espinoza la invitó.

Junto a Diamela Eltit, "todo su grupo se negó. Incluso, hubo alguien que me dijo
que Bolaño es una mala persona y que no escribía sobre malas personas. Eso es un
reflejo de la bajeza, del conventilleo y la mediocridad que abunda en el medio
chileno", comenta Espinoza.

"En Chile -agrega- siguen existiendo listas negras, siguen existiendo censuras, y
Bolaño está en una de ellas. Eso le puede costar que nunca lo postulen para el
Premio Nacional de Literatura, porque no pertenece a camarillas ni está involucrado
en círculos sociales".

Pero con o sin Diamela Eltit & amigos, el libro, que llevará por nombre Roberto
Bolaño: Un modelo para armar va igual. Entre quienes escribirán sobre este
díscolo autor están Darío Osses, Camilo Marks, Poli Délano, Marcelo Novoa, Roberto
Hozven, Álvaro Bisama y otra docena de críticos y académicos de prestigio.

"Es uno de los autores con más futuro"

Más allá de las polémicas y disputas en torno al personaje que es Roberto Bolaño,
al escritor y crítico Darío Osses le interesa el autor, porque se trata de "uno de los
que tiene más futuro".

Osses se centrará en la primera obra del "analizado", Monsieur Pain, la cual tiene
un diseño "más bien modesto, con un argumento leve, pero que transmite una
densidad poética y sobre todo porque reconstruye la atmósfera de un tiempo -el
París de los años treinta- en forma diseminada. Rompe todos los lugares comunes,
los mitos en torno de la bohemia intelectual del París de aquellos años",
argumenta.
Y continúa: "Monsieur Pain es un libro muy poco común de encontrar en la
narrativa nacional con esa densidad poética. La labor de ficcionalización de un
personaje secundario que está apenas mencionado por las memorias de la viuda de
Vallejos me parece notable. Es muy interesante también la imaginación para
construir realidades donde no hay más que unos pocos datos, para rellenar los
datos que la memoria ha perdido", se explaya Darío Osses, quien cree que los
resquemores que despierta Bolaño se explican "en un país donde todo se dice como
pidiendo disculpas".

Desde España, Bolaño declara que "es para mí muy halagüeño todo esto. Hasta no
ver el libro, básicamente me quedo con ese adjetivo". En estos momentos, y según
comentó a El Mostrador.cl, se encuentra afinando los últimos detalles de su
próxima novela, 2666, "un mamotreto de mil páginas que es una especie de
maratón solitaria".

Entre la autobiografía y la fragmentación

A Patricia Espinoza, la compiladora del libro, le interesó buscar en sus


colaboradores personas que escribieran bien, pero es evidente que hubo además un
énfasis especial en atraer críticos jóvenes.

Uno de ellos es Álvaro Bisama (26), profesor de literatura en la Universidad Playa


Ancha y crítico de La Tercera. Para él, "Bolaño es un narrador chileno que está en
una órbita distinta a los demás", cuenta.

Si hay un elemento distintivo en la producción del autor puesto bajo la lupa, son las
referencias autobiográficas. Sus alter ego Arturo Belano o B se repiten
incesantemente en sus relatos, así como también escenarios y situaciones en los
que alguna vez deambuló.

"Ese yo biográfico lo veo desde alguien que busca hacer una presencia y señalar la
fractura de esa misma presencia. Bolaño está ahí, pero a la vez no está. Es decir,
se trata de un yo totalmente fragmentado, que se contradice de una u otra
manera", reflexiona Bisama.

Siguiendo esa misma línea, el poeta Marcelo Novoa establece que, como Bryce
Echenique o Cabrera Infante, "es de los tipos a los que todo lo que les ocurre en la
vida les sirve como material narrativo".

Unánime: Lo mejor de Bolaño se encuentra en la narrativa

Por distintas razones, los críticos entrevistados por El Mostrador.cl concuerdan que
donde más destaca Roberto Bolaño es en la narrativa.

"Los Detectives Salvajes es de una complejidad poco común. También tiene una
capacidad para rematar muy bien los relatos breves, para crear una diversidad de
ficciones que lo hacen tener una voz propia en el género de la narrativa", opina
Darío Osses.

Coincidente con Osses, Bisama complementa que, tras realizar su ensayo para el
libro, sacó en limpio que "en Bolaño hay un ejercicio de deconstrucción de una
utopía, que es la distopía de la América degradada a partir de un país donde se
ejecuta la monstruosidad que termina transformándose en un canon histórico y una
narración donde los monstruos son los que quedan".

Juicio similar esgrime Marcelo Novoa. "En lo personal me parece muy atractivo
cuando hace trabajos híbridos. Un ejemplo de ello es La Literatura Nazi en
Latinoamérica, que es donde se ve al mejor Bolaño, porque es el que ha entendido
en forma óptima todos los mundos. Ese es su mejor trabajo", enfatiza el vate de la
Quinta Región.

Novoa recuerda que en sus primeros plumazos como escritor se dedicó a la poesía.
"Al principio no tomó muy en serio la narrativa, pero cuando le empezó a ir
comercialmente bien en ese género, pasa a la narrativa todos los mecanismos de la
oralidad que había trabajado en la prosa y se va diluyendo el trabajo que había
realizado con las vanguardias, llegando a un punto tal en que la poesía actual de él
es como un excedente, lo que sobra de la narrativa".

La muerte de Ignacio Valente y el nacimiento de una nueva generación

Patricia Espinoza espera publicar el libro en diciembre de este año, y Roberto


Bolaño dice que de venir a Chile lo haría en ese mes y no antes, porque "no me han
invitado y no creo que me inviten a la Feria del Libro de Santiago".

La crítica de la revista Rocinante ve en el libro que está trabajando un acto


reivindicativo de la nueva camada de críticos literarios luego de la desaparición en
los medios de Ignacio Valente.

"El cura Valente es como un fantasma. Ya no existe, porque hace años que no hace
ninguna crítica. Es parte del pasado. Pero en este país como no hay memoria y
existe la necesidad de una figura dictatorial, genera una añoranza terrible de esa
figura", dictamina con algo de molestia.

El protagonista de Nocturno de Chile es Sebastián Urrutia Lacroix, cura del Opus


Dei que escribe poesía y es crítico literario. Es bastante obvio que es una referencia
al mismo Ignacio Valente, personaje que Bolaño considera "muy interesante".

"El cura Valente, sinceramente, es uno de los intelectuales chilenos de los últimos
veinticinco años más interesantes, tanto como persona y escritor. Eso sí, creo que
el tío debe tener unos cargos de conciencia de cagarse, pero a pesar de ello va a
quedar, porque su prosa ensayística es de primera calidad", cuenta.

Finalmente, Patricia Espinoza asegura que "hay una nueva de generación de gente
que escribe bien, que se cree el cuento, que tiene entusiasmo, que está leyendo
libros y que aún no está contaminado por esta basura del mercado.
Lamentablemente, esa es parte de la basurilla en que están insertos muchos que se
dicen críticos, pero la verdad es que están coludidos con las editoriales, les andan
sobando el lomo a los escritores o sencillamente plagian sus críticas de internet",
concluye la compiladora.

El Mostrador.cl. 15 de Julio del 2002

Encontrado en: http://www.letras.s5.com/bolano170702.htm


Roberto Bolaño: el peligro de la escritura

Transformar la literatura. Por eso escribe desde los 16 años, cuando dejó la escuela
para asumir plenamente su oficio. Un viajero de toda la vida que volvió a Chile sólo
cuando ya tenía una carrera afuera, sembrando de paso la polémica entre el
'gremio'.

Por Elisa Montesinos

Fuente:PrimeraLínea

"Saber meter la cabeza en lo oscuro, saber saltar al vacío, saber que la literatura
básicamente es un oficio peligroso". Es la opción de Bolaño, quien a los 47 años ha
incursionado en novela, cuento y poesía, publicando en editoriales como Seix Barral
y Anagrama. Pareciera ser también lo que les exige a los demás.

Nuestro país lo reconoce tarde. Tras una prolongada ausencia regresó para recibir
el Premio Municipal de Literatura 1998 por su libro de cuentos "Llamadas
telefónicas"; al año siguiente el Consejo del Libro premió "Los detectives
salvajes", novela que antes obtuviera el Premio Herralde y el Rómulo Gallegos. El
2000 lo cerró con el lanzamiento en Barcelona de "Nocturno de Chile", por cuyas
páginas transitan Neruda, Allende, Pinochet y Lafourcade.

Hablar de Bolaño es hablar de literatura arriesgada, "política y tensa", como él


prefiere definirla. Inevitable penetrar en otra zona no menos tensa, como son las
susceptibilidades, los resentimientos, el ego herido. El escritor pareciera traer la
polémica incorporada, por lo que varios de sus pares se niegan a opinar sobre su
persona. Desde aquella primera visita en que fue invitado a cenar en casa de
Diamela Eltit y le devolvió la mano en forma poco caballerosa. De esa comida y
otras 'impresiones' que le provocó su entrañable patria escribió en la Revista
Ajoblanco. Los dichos causaron indignación, pero no lograron detener sus
'comentarios'.

Los dardos van y vienen

Abrió el año una vez más con 'tensión'. Fue en Bruselas, alguien tuvo la idea de
poner juntos en una mesa sobre literatura a Carlos Franz, Jaime Quezada y Roberto
Bolaño. Este último cuestionó la narrativa chilena actual, incluso la anterior. Los
dardos alcanzaron a Francisco Coloane y "El último grumete de la Baquedano",
"novela cursilona" en opinión de Bolaño. La defensa no se hizo esperar. Tal vez en
su carácter resida la esencia que lo lleva a iniciar tanta rencilla. Jovana Skármeta,
relacionadora pública de Editorial Fernández de Castro, lo ha acompañado las tres
veces que ha venido a Chile y tiene la mejor impresión de él: "es una persona
súper directa, por lo mismo las polémicas. Es sincero, como que ya fuera español
desde el punto de vista de la forma de ser; no anda haciéndose el simpático". Sin
desperdiciar la oportunidad critica: "Nadie es profeta en su tierra porque finalmente
acá se le reconoce una vez que la gloria la consigue afuera".

Entre los poetas chilenos que admira está Nicanor Parra, para quien no se mide en
elogios, tan esquivos para el resto. Ni Donoso, ni Rivera Letelier, ni Sepúlveda se
salvan. De este último ha dicho que es exitoso porque su literatura vende y es muy
digerible, de la nueva narrativa chilena que es "fragilísima" y de José Donoso que
es "autor de tres libros y tiene algunos abominables". A la defensa de Donoso salió
entonces Franz, señalándolo como el punto más alto de la narrativa chilena del
siglo pasado, con capacidad de escribir en varios registros, mientras Bolaño "cultiva
uno y hasta se ha vuelto monótono". Diamela Eltit devolvió los dardos: "patero y
cortesano", le dijo, además de "no muy inteligente".

De Hernán Rivera Letelier comentó que "escribe muy mal". Desde Antofagasta
responde el autor de "La reina Isabel cantaba rancheras": "¿Usted quiere
hacerme pelear más aún con él? Preferiría que no porque ya nos hemos tirado
varias piedras por ahí. Apenas lo conozco. No hemos intercambiado palabras, más
que un saludo; yo le apreté la mano y él la dejó lánguida. Eso es todo". La cosa ha
sido más que nada a través de los medios. "Todo pasó en forma totalmente
gratuita. Yo estaba aquí en la pampa escribiendo y me llegaron unos pencazos de él
sin tener arte ni parte".

El poeta Sergio Parra lo conoció junto con Pedro Lemebel cuando vino aquella
primera vez. "Él tenía una comida en el Mulato con Fontaine y Franz y los dejó a
todos ellos botados y se fue con nosotros al Club Peruano". Después volvió, se
encontraron en el lanzamiento de la revista Matadero -que edita Parra-, pero sólo
estuvo un rato y se fue "porque tenía miedo que le pegaran". Prosigue: "Pasa que
había una situación aquí: la nueva narrativa chilena era intocable". Juicio en
absoluto compartido por Sergio Gómez, considerado integrante de un movimiento
que él mismo califica de irreal: "la nueva narrativa es un invento que no tiene
ningún asidero y Bolaño cae en el juego de decir que existe, cuando no es así. Lo
que es discutible son las directrices comerciales que hubo para vender libros en
Chile hace diez años. Pero que lo discutan los gerentes, no los escritores; ¡no tiene
nada que ver!"

Escribir con cojones

Escribe sobre la escritura, asunto complejo. Lo que no se dice bordea los relatos,
dando cuenta de un universo fuera de la página. Su relación con los escritores
chilenos ha sido por decir lo menos extraña. Sólo escogió a Lemebel, a quien llevó a
Anagrama. Parra piensa que hay una sintonía entre ambos. "Respeta más al Pedro
por la vida, por arriesgarse a apostarlo todo por algo. Se identifica con el personaje
periférico, que de la nada se hace conocido por su literatura, no por los contactos
sociales, como Franz, que es amigo de Jorge Edwards, que es amigo de este... No,
el Pedro de repente irrumpe y se transforma en el más leído y ahí viene la pica de
todos estos otros porque han estado toda su vida sentados en el living de terciopelo
azul esperando que llegue la fama y viene Lemebel y les gana".

A los 15 años se fue a México con sus padres. En 1973 volvió para participar en la
Unidad Popular; tenía 20 años. Los hechos lo obligaron a huir. México y luego
España fueron sus destinos. Trabajó en lo que viniera, vigilante de camping,
lavaplatos, camarero, descargador de barcos, basurero, recepcionista. Se dedicó
también a robar libros, porque no podía pagar su pasión. Todo el tiempo siguió
escribiendo.

Parra cree que la acidez de sus comentarios tiene que ver con la dificultad de los
inicios. "Bolaño se ha sacado los cojones por escribir y encuentra que aquí la
literatura es muy burguesa. Siente que ha vivido más que todos, se ha muerto de
hambre, ha estado en la calle, ha pasado miseria, humillaciones. Porque hay una
pila de burguesitos también entre los escritores chilenos, ¿o no?; a él le ha costado,
ha aperrado solo en la vida. Yo creo que eso se los quiere refregar".

En 1996 con su novela "La literatura nazi en América" alcanzó un sitial de


prestigio dentro de la crítica española y su nombre empezó a sonar en Chile. Para
él, sin embargo, no hay mejor reconocimiento que un lector entrando a la librería
para comprar algo suyo (o robarlo). Los libros se imbrican entre sí, y es un sello del
autor tomar pasajes de obras anteriores para iniciar de ahí una novela. Así,
"Amuleto" se inicia a partir de un fragmento de "Los detectives salvajes", lo mismo
en "Estrella distante" que retoma un capítulo de "La literatura nazi en América".
Entre novela policial y thriller se sitúa su escritura. Muchas veces el suspenso no se
resuelve, convirtiéndose en excusa para referirse a relaciones humanas que lindan
en la marginalidad y la burocracia del poder.

Digan lo que digan de él, nadie puede decir que escriba mal. Sergio Parra admira su
pluma: "Es un tipo muy imaginativo. "Los detectives salvajes" y "Llamadas
telefónicas" son los que más me gustan hasta ahora. Es donde vi más riesgo; tiene
que ver con la vida de él. Una escritura autobiográfica, pasa por la literatura,
interesante eso. Es un poco lo que hace Vila-Matas. Ambos son los que han
recreado mejor en lengua española la cosa de la literatura dentro de la literatura".
Cree, sin embargo que se trata de un autor con muchos lectores, más de los que él
quisiera tener.

La relacionadora pública de Fernández de Castro no esconde su admiración: "Me


parece lejos uno de los mejores escritores chilenos contemporáneos, si no el mejor.
Además de un gran narrador o súper contador de historias en forma de novelas o
cuentos, también es muy buen poeta. Lo que pasa es que en Chile su poesía no se
conoce mucho". Anuncia la pronta llegada del poemario "Tres", que también
distribuirá el sello editorial. Distinta es la opinión de Sergio Gómez, más recatado a
la hora de evaluar: "Me gustan sus libros, me parece interesante, muy actual.
Además en el mundo literario español que se caracteriza hoy por una sequía
extraordinaria, surge como uno de los escritores más interesantes, junto a Vila-
Matas. Pero también me parece bastante sobrevalorado; no es lo mejor que se está
escribiendo".

Un escritor escribe esencialmente la misma historia, una y otra vez. Cada día
Bolaño se sienta mirando al mar y hace lo que sabe. A veces la lucha es ardua,
pero continúa. Tiene su disciplina, que implica levantarse a las 6 de la mañana. En
Blanes, pueblito costero cercano a Barcelona, construye novelas de largo aliento, de
hasta 700 páginas, sobre personajes fracasados, siempre perdedores. Un conflicto
no resuelto con el medio literario chileno lo ha enfrentado a pugnas y lo ha hecho
decir: "No pidas entrar a ninguna antología, que tu nombre siempre se ocultará. No
luches, porque siempre serás vencido. No le des la espalda al poder, porque el
poder lo es todo. No escatimes halagos a los imbéciles, a los dogmáticos, a los
mediocres, si no quieres vivir una temporada en el infierno".

Encontrado en: http://www.letras.s5.com/robbolano1508.htm


El lector como detective en la narrativa de Roberto
Bolaño
Diego Trelles Paz*

La oscuridad es la
cortesía del autor hacia el lector.
Jean Génet

Me encuentro entre los que observan con entusiasmo la aparición de una nueva
hornada de escritores hispanoamericanos que ha decidido romper con esa estela
todopoderosa que sembró y propagó el boom literario en la década del 60. Aunque
la pretensión de pensar la novela como una totalidad o summa literaria se había
terminado mucho antes, la mayoría de las voces surgidas posteriormente no
pudieron evadir la sombra de los cuatro beatles de la literatura sudamericana
(Vargas Llosa, Cortázar, García Márquez y Fuentes). Hubo, sin embargo, intentos
aislados que produjeron obras sólidas en las cuales se dio cabida a los llamados
subgéneros como el policial o la ciencia-ficción. Escritores como el argentino Manuel
Puig (1932-1990) empezaron a incorporar formalmente técnicas narrativas propias
del cine, mediante las cuales se intentaba reproducir con la misma imparcialidad
con la que lo hacía una cámara cinematográfica1, y también introdujeron en la
sagrada fortaleza literaria, temas y motivos propios de la cultura popular: «las
revistas de modas, la confesión religiosa, las (actas) necrológicas se convierten en
modos de narrar que permiten renovar las formas de la novela»2. Al igual que Puig,
Ricardo Piglia (Buenos Aires, 1940) se convierte en uno de los difusores de la
vertiente negra (el hard-boiled) de las novelas policiales que cultivaron escritores
estadounidenses como Raymond Chandler (1888-1959) o Dashiell Hammet (1894-
1961). Su cuento La loca y el relato del crimen (1975) es emblemático dentro del
emergente género que terminó adaptándose a la realidad latinoamericana a través
de detectives impagos y mafiosos, asesinatos pintorescos y situaciones paródico-
grotescas propias de una realidad represiva, en donde la figura de los agudos y
elegantes detectives europeos no tenía cabida.

Precisamente, es el derrotero empezado por Puig y Piglia el que empezaron a


transitar escritores como Juan Villoro (México, 1956), Horacio Castellanos Moya
(Tegucigalpa, 1957), Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948), César Aira (Coronel
Pringles, 1949), Rodrigo Rey Rosa (Guatemala, 1958), Rodrigo Fresán (Buenos
Aires, 1963) y Roberto Bolaño (Santiago de Chile, 1953). Estos autores parecen
sentirse más cercanos a escritores norteamericanos como Thomas Pynchon, Don de
Lillo o Philip K. Dick y, también, a latinoamericanos tan disímiles como el argentino
Macedonio Fernández, el guatemalteco Augusto Monterroso, el argentino Roberto
Arlt o el mexicano Sergio Pitol. Son ellos los que están empezando a revalorizar los
distintos géneros que siempre se ha tendido a tildar como menores (la ciencia-
ficción, la novela de terror, la novela detectivesca, la novela gótica, la crónica de
viajes, la novela pornográfica o el thriller) y le dan forma a lo que la crítica, luego
de los sucesivos y disgregados pos-booms, ya ha empezado a reconocer como el
nuevo boom latinoamericano3.

EL LABORATORIO BOLAÑO

Decir que el chileno Roberto Bolaño es uno de los más importantes narradores
surgidos en la última década, no es inexacto. Es un autor prolífico (ha publicado
nueve novelas, dos libros de cuentos y seis libros de poesía, la mayoría durante los
90) que, pese a su regularidad, no suele disminuir la calidad de sus textos. Por ello
no sorprende que haya ganado tantos premios literarios, de los cuales dos son los
prestigiosos Herralde en Barcelona y Rómulo Gallegos en Caracas por la misma
novela: Los detectives salvajes..4 Su estilo sorprende favorablemente por esa
impresión de simpleza con la que engañosamente se presenta. Como bien apunta la
crítica literaria Nora Catelli, «en la obra de Roberto Bolaño la impresión de facilidad
es nítida, casi indiscutible (...) puede decirse que (...) ha construido un sistema tan
sencillo como férreo de hacer ficción»5.

A ese sistema la crítica le ha dado el nombre del laboratorio Bolaño. En un artículo


publicado en el suplemento Dominical de El Comercio, el crítico literario José Miguel
Oviedo expone de una manera precisa las virtudes esenciales de su escritura: «un
mundo personal complejo y seductor; un tono entre cínico y conmovido para contar
historias que reflejan una visión sombría del mundo moderno; un lenguaje cuya
básica funcionalidad no le impide alcanzar la tensión lírica y la profundidad
existencial. A Bolaño (...) le gusta mezclar, astutamente, experiencias reales de su
vida de escritor con situaciones imaginarias que tienen algo de obsesivas o
delirantes, perversas o tragicómicas». Precisamente, lo que distingue a Bolaño de
sus contemporáneos es la manera inteligente en la que ha incorporado a su
narrativa mecanismos propios de la literatura policial en los que se involucra al
lector de una manera activa. Así, a través de un juego de referencias en el que
realidad y ficción se involucran de una manera por momentos indescifrable, Bolaño
logra que su lector se convierta en el sabueso que irá aportando piezas al puzzle y,
a través de su lectura, creando el laberinto significativo de la obra. De esta manera,
como bien precisa Oviedo6, «Bolaño siempre termina convirtiendo a sus lectores en
detectives».

LA HORA DEL LECTOR

La noción del lector como activo creador de la obra literaria y la destrucción del
estado parasitario de la lectura, ya habían sido señaladas por José María Castellet
en su libro La hora del lector (1957) y, trece años más tarde, Roland Barthes
reafirmaba esta premisa señalando que: «el objetivo del trabajo literario (de la
literatura como trabajo) es hacer que el lector no sea más un consumidor, sino el
productor del texto»7.

Uno de los primeros escritores latinoamericanos en incorporar de una manera


brillante la hipótesis del nuevo lector fue el argentino Julio Cortázar (1914-1984) a
través de su novela Rayuela8. Con Rayuela, Cortázar se pone a la cabeza de la
vanguardia literaria con un libro que era muchos libros a la vez y en donde la
existencia de un Tablero de dirección opcional para leer la novela, otorgaba la
posibilidad de ejecutar lo que Morelli, el personaje principal, define como la
necesidad urgente de un cambio en la estética novelística para «intentar (...) un
texto que no agarre al lector pero que lo vuelva obligadamente cómplice al
murmurarle, por debajo del desarrollo convencional, otros rumbos más
esotéricos»9.

Que la crítica especializada haya visto en Los detectives salvajes de Bolaño una
Rayuela de fin de siglo, no debería sorprendernos. Al igual que esta, en la novela
de los poetas real visceralistas (Arturo Belano y Ulises Lima) que andan buscando a
Cesárea Tinajero, una poetisa de culto misteriosamente perdida en México, existe
ese afán desmesurado por ampliar los ámbitos de la novela a través de una «saga
inconmesurable (que) dura 609 páginas pero podría abarcar una biblioteca
concéntrica»10. La novela es un texto fragmentario «proliferante, entrecruzado,
vasto, polifónico»11 que está continuamente dialogando con la obra de Cortázar y
cuya aparición, como acertadamente lo señala el escritor Enrique Vila-Matas,
supuso «una rotura muy importante para lo que hasta ahora ha ido haciendo una
generación de novelistas: un carpetazo histórico y genial a Rayuela de Cortázar y
de la que Los detectives salvajes bien podría ser su revés, en el amplio sentido de
la palabra»12.

Con Los detectives salvajes Bolaño retoma, de una manera más oblicua, temas
fundamentales en los que había profundizado Cortázar como la angustia existencial
de toda una generación condenada al fracaso; el juego de los dobles; la
persecución circular; la desconfianza permanente con el lenguaje y la paradoja que
supone el hecho de que su destrucción solo pueda ser posible utilizando el mismo
lenguaje; la musicalidad de la prosa; la búsqueda de sentido desde el sinsentido y,
sobre todo, a partir de la asimilación de fórmulas narrativas propias del suspense
detectivesco, la nueva manera de entender el oficio del escritor y la tarea del lector.

LA ESTÉTICA DE LA IMPRECISIÓN

A diferencia de Cortázar, Bolaño no invita al lector cómplice a través de un Tablero


de direcciones sino que lo hace jugando con las referencias, mezclando la realidad
con la ficción, los hechos y las conjeturas, los personajes apócrifos con los
históricos13 y poniéndole trampas para que, tarde o temprano, termine asumiendo
el papel de descifrador. Así, «como buen demiurgo ordena, desordena y escamotea
los hechos para presentarlos al final en un juego irónico en el que verdad y
mixtificación se dan la mano»14. Esta atmósfera de vaguedad, de falta de certeza,
plasma al mismo tiempo la incertidumbre que define la época en la que se
desarrolla el libro (1975-1996) y le da forma a lo que María Antonieta Flores definió
como la «estética de la imprecisión» en la narrativa de Roberto Bolaño15. Vemos
de esta manera, en Los detectives salvajes (1976-1996) —que es la segunda parte
de las tres partes de la novela—, a personas reales con sus verdaderos nombres
haciendo las veces de personajes ficticios que tuvieron algún tipo de contacto con
Arturo Belano y/o Ulises Lima, mientras estos ejercían la búsqueda de Cesárea
Tinajero.

El escritor mexicano Carlos Monsiváis es uno de ellos. Monsiváis transita a lo largo


de toda la novela y es uno de los tantos que declara, en primera persona y ante un
interlocutor que parece ser el joven poeta García Madero —poeta novel que ingresa
al real visceralismo y aparece escribiendo el diario que, dentro del libro, da forma a
Mexicanos perdidos en México (1975) y Los desiertos de Sonora (1976)—, sobre el
encuentro «amistoso» que tuvo con los poetas real visceralistas, en el cual se
discutió la obra de Octavio Paz sin llegar a ningún acuerdo porque los dos jóvenes
«estaban obstinados en no reconocerle a Paz ningún mérito, con una terquedad
infantil, no me gusta porque no me gusta, capaces de negar lo evidente» (p. 160).
Otros escritores e intelectuales que aparecen declarando como personajes son el
narrador Juan Marsé, quien consigue una beca de estudio para la madre enferma
de Belano, a quien el español «le pareció buen mozo, con unos ojos preciosos, un
tipo regio y qué simpático y sencillo» (p. 223); el poeta estridentista mexicano
Manuel Maples Arce, quien habla de su relación amical con Borges; Verónica
Volkow, la bisnieta de Trostki; y el poeta francés Michel Bulteau que tiene un
encuentro extrañísimo en París con Ulises Lima y a quien interroga sin éxito por un
grupo de rock mexicano llamado los «Question Mark».

Sin embargo, son los escritores y las personas aludidas a través de hechos y
circunstancias que pueden resultar familiares —aunque sin nombre o, bien, con
nombres alterados—, los que impulsan al lector a participar activamente de la
búsqueda emprendida por los detectives-poetas y, al mismo tiempo, a establecer
una investigación personal que los ayude a discernir lo real de lo ficticio. En primer
lugar, están los protagonistas: Arturo Belano es el alter ego del propio Bolaño (en
otros libros del autor aparecerá solamente con la inicial B.) y Ulises Lima es el ya
fallecido poeta mexicano Mario Santiago (1953-1998). Santiago aparece nombrado
en Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce (1984), la primera
de sus novelas, escrita de manera conjunta con Antoni García Porta (1954) y,
también a su memoria, Bolaño dedica su novela corta Amuleto (1998). Los real
visceralistas, por su parte, representan a los infrarrealistas mexicanos, un grupo de
poesía vanguardista de los 70 identificado con lo hecho por los estridenristas
mexicanos (1921-1927), movimiento al que pertenece Cesárea Tinajero en la
ficción. Los infrarrealistas tuvieron contacto con los horacerianos peruanos (de
hecho, se les nombra en la novela) y con otros grupos vanguardistas
latinoamericanos. El espectro se amplía cuando Bolaño presenta como declarantes
a un grupo de poetas peruanos que en los 70 vivía en una buhardilla en París. El
chileno ha sabido captar los diversos dialectos de sus personajes y ha reproducido
con maestría la jerga de los diferentes países. Así, tenemos a Hipólito Garcés, o
Polito, un poeta peruano indeseable que estafa a Ulises Lima cobrándole de más
por la comida que le cocina. Todos los días le da arroz blanco y le pide sumas
exorbitantes de dinero para las compras. La excusa que esgrime es la siguiente:
«no, mi pata, le dije yo, no mi causita, ni te imaginas tú lo cara que es la vida, se
nota que no vas a hacer las compras» (p. 229).

Otro de los poetas peruanos que habla es un tal Roberto Rosas, quien presenta la
buhardilla como la «Comuna de Passy o Pueblo Joven Passy». Rosas habla de la
relación de Polito con Ulises Lima y cuenta cómo lo expulsaron de su comuna («O
te vas de aquí esta misma semana conchatumadre o te vamos a tirar por las
escaleras, nos vamos a cagar en tu cama, te vamos a poner matarratas en el
vino». P. 232) porque pedía plata prestada, libros prestados que nunca devolvía y
siempre contaba que «esa semana había visto a Bryce Echenique, a Julio Ramón
Ribeyro, que había estado tomando tecito con Hinostroza, las mentiras de siempre»
(p. 232). Seguidamente, el lector puede verse obligado a ingresar en el atractivo
juego detectivesco, al que es guiado de la mano por Bolaño y, de esta manera,
preguntarse: ¿quiénes podrán ser estos dos poetas peruanos, presumiblemente
vinculados con el movimiento Hora Zero, si acaso existen?

Páginas más adelante, un chileno llamado Felipe Müller relatará una historia que le
contó Belano sobre dos escritores jóvenes (un poeta peruano y un escritor cubano)
que tenían un futuro brillante hasta que les «ocurrió lo que suele ocurrirles a los
mejores escritores de Latinoamérica (...): se les reveló, como una epifanía, la
trinidad formada por la juventud, el amor y la muerte» (p. 497). El peruano regresó
de París guiado por la inercia y, luego de algunas malas experiencias, terminó
perdiendo la cordura. Lo abandonó su mujer, se fue a vivir con su madre, perseveró
en su locura «y, por supuesto, no dejó de escribir y de producir libros enormes e
irregulares en donde a veces se percibía un humor tembloroso y brillante» (p. 499).
El caso del cubano es distinto. Era anticastrista y homosexual. Logró huir de la isla
y mudarse a Nueva York en donde contrajo el sida. Prefirió suicidarse antes que
agonizar en un hotel. El juego de espejos e ilusiones se reproduce con igual
habilidad. No es muy difícil deducir que el escritor cubano es Reinaldo Arenas. En el
caso del peruano, hay quienes piensan que Bolaño está hablando en realidad del
poeta Enrique Verástegui, aunque nada es seguro. De la misma manera, se hace
participar como personajes a otras personalidades de las letras como Alejandro
Jorodowski o Augusto Monterroso pero, aunque las pistas y descripciones coinciden,
no hay total certeza de que realmente se trate de ellos.

Es precisamente esta incertidumbre la que hace que el lector transite con los
narradores testigos sabiendo más que cada uno de ellos, pero siempre desde la
carencia y la duda16. La estética de Bolaño funciona a través de la lectura en clave,
apoyándose en trampas irónicas y falsas pistas por las que el lector tendrá que
llegar a comprender por qué, cuándo y cómo. Si bien estos crucigramas o puzzles
literarios ya habían sido explotados por el escritor chileno en obras anteriores como
La literatura nazi en América (Seix Barral, 1996) —en donde se presenta una falsa
enciclopedia de escritores nazis que, sin embargo, tienen una sospechosa similitud
con escritores reales— y La senda de los elefantes (1994), luego reeditada con el
nombre de Monsieur Pain (Anagrama, 1996) —en donde se narra la extraña muerte
de un poeta peruano que sufre de hipo y que no es otro que César Vallejo, aunque
nunca se diga su primer nombre—, es con Los detectives salvajes que Roberto
Bolaño va realmente a alcanzar un nivel extraordinario al fundir con armonía «su
capacidad para observar la realidad y seleccionar de ella los datos que permiten
interpretarla de forma sobrecogedora»17. No creo equivocarme, pues, al decir que
esta novela es ya un clásico de la nueva literatura hispanoamericana y el ejemplo
más importante del camino que podría tomar la estética novelística en las décadas
siguientes.

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(*)Escritor. Ha publicado Hudson el redentor (y otros relatos edificantes sobre el


fracaso) (Lima, 2001). Acaba de finalizar la maestría en literatura
hispanoamericana en la Universidad de Austin, Texas.

José María Castellet: La hora del lector. Notas para una iniciación a la literatura
narrativa de nuestros días. Barcelona: Editorial Seix Barral. Serie Biblioteca Breve,
1957.

Ricardo Piglia (compilador): La Argentina en pedazos. Buenos Aires: Ediciones de la


Urraca, 1993.

Aunque, debido a la diferencia de edades, me parece equivocado establecer una


ligadura generacional, es importante puntualizar que muchos críticos tienden a
incluir dentro de este nuevo boom a autores nacidos alrededor del año 68, como los
mexicanos Jorge Volpi, Ignacio Padilla, Jordi Soler y Mauricio Montiel, el peruano
Iván Thays, el boliviano Edmundo Paz-Soldán, el chileno Alberto Fuguet, entre
otros.

Roberto Bolaño: Los detectives salvajes. Barcelona: Editorial Anagrama, Serie


Narrativas Hispánicas, 1998.

Nora Catelli: «El laboratorio Bolaño», reseña crítica de la novela Amberes de


Roberto Bolaño, publicada en la red en el suplemento Babelia del diario El País
(14/09/02) (www.elpais.es), visitada el 20/10/02.

José Miguel Oviedo: «Bolaño en la noche oscura de Chile», suplemento Dominical


del diario El Comercio, Lima, 11 de febrero del 2001, año 48, Nº 105, pp. 8-9.

Roland Barthes: S/Z. París: Editions du Seul, 1970, p. 4. La traducción del francés
es mía.

Julio Cortázar: Rayuela [1963]. Edición de Andrés Amorós. Madrid: Cátedra. Serie
Letras Hispánicas, 1984.

Este fragmento de la novela ha sido extraído de la casilla 79. En el mismo apartado,


Cortázar definirá, de una manera controvertida, al lector pasivo, cómodo, apegado
a la rutina, como un lector-hembra. Luego pediría disculpas públicas por el término
utilizado.
Juan Villoro: «El copiloto del Impala», en La Jornada Semanal (18/07/99). Extraída
de la red el 15 de octubre de 2002 (www.jornada.unam.mx/).

Antonio Bordón, Jorge Edwards, Elena Hevia: Reseñas críticas de Los detectives
salvajes publicadas de manera conjunta en la Revista Lateral, Nº. 52, abril de
1999. Extraídas de la red el 15 de septiembre de 2002 (www.lateraled.es). El texto
citado pertenece a Edwards.

Enrique Vila-Matas: «Bolaño en la distancia», en Letras Libres. Extraído de la red el


15 de octubre de 2002 (www.letraslibres.com).

José Antonio Ugalde: «Una bárbara y destructiva estela», reseña crítica de Estrella
distante de Roberto Bolaño publicada en El mundo. Extraído de la red el 15 de
octubre de 2002 (www.elmundolibro.com/). Antonio Bordón et. al., op. cit. El texto
citado pertenece a Hevia.

María Antonieta Flores: «Notas sobre Los detectives salvajes de Roberto Bolaño»,
en Verbigracia, año III, Nº 38 de 22 de enero del 2000. Extraída de la red el 15 de
octubre de 2002 (www.eluniversal.com/).

María Antonieta Flores, op. cit.

Antonio Bordón et. al., op. cit. El texto citado pertenece a Bordón

Encontrado en: http://www.desco.org.pe/qh/qh139dt.htm


Roberto Bolaño prepara dos nuevas novelas
La Hora de la Tarde. Santiago de Chile. Febrero de 2002

El escritor chileno radicado en España Roberto Bolaño no para. Una nueva novela y
otro proyecto a la mitad lo tiene de cabeza en el trabajo. "Yo vivo de escribir,
solamente de escribir. No puedo darme la libertad que se dan otros de esperar dos
o tres años entre libro y libro. Para hacer eso, tendría que ganarme la lotería o,
cuando menos el sorteo de la ONCE (Asociación Nacional de Ciegos de España)",
afirma el autor de Los Detectives Salvajes.

A menos de un año del lanzamiento de su aclamado libro Putas Asesinas, Bolaño


presenta ahora su más reciente creación: Bianca, que se enmarca en el proyecto
Año 0, de la Editorial Grijalbo Mondadori, cuya idea es integrar obras narrativas
recreadas en grandes ciudades. Así fue como el escritor se fue a Italia para dar
rienda suelta a su audaz pluma. "Es la ciudad más cercana a mi casa. Fui poco
tiempo en realidad, una semana, ya que conozco muy bien Roma y no necesitaba
pasar más días ahí para ambientar esta obra" asegura Roberto Bolaño.

Su segundo proyecto en carpeta es el texto titulado Dos Dos Seis Seis Seis, que
ahonda en el tema de los asesinatos de mujeres ocurridos en Ciudad Juárez,
México. "Se trata de un número muy importante en la historia que se cuenta, y
habría que leer la novela para entenderlo. Tendremos que esperar que aparezca
para que los lectores sepan por qué le puse así", sentencia con un dejo de misterio
uno de los escritores chilenos más destacados, agregando que "esta novela tendrá
finalmente más de mil páginas", señala Bolaño, quien ya tiene terminadas
setecientas.

Encontrado en: http://www.letras.s5.com/bolanonews.htm


ROBERTO BOLAÑO

"El conjunto de la literatura chilena es más bien


lamentable. Pero eso no lo digo yo, lo dice cualquiera
que haya leído más de cien libros en su vida"
Por Estela Montetes Mairal, Barcelona

A Roberto Bolaño el reconocimiento le llegó tarde, pero seguro. Apenas hace ocho
años que puede vivir de la literatura, ya que antes se dedicó a ejercer todo tipo de
profesiones para sobrevivir, pero ahora parece haberse instalado definitivamente en
el a menudo poco lucrativo oficio de escribir. Aunque su pasaporte lo califique de
chileno, lo cierto es que Bolaño ha vivido en cualquier parte menos en Chile:
Estados Unidos, México y finalmente España han sido sus residencias. Ahora vive
retirado en la pequeña localidad costera de Blanes, en Cataluña, a la que fuea parar
por azar. Allí abrió un negocio en una época en la que tenía tiendas, en este caso
de bisutería para turistas, y se quedó, atraído por la belleza y tranquilidad del
lugar. De momento ha dado fin a su condición de trotamundos, que comenzó
cuando a los quince años se trasladó a México, ya que sus padres, profesora y
transportista, decidieron ir allí a vivir.

En México se hizo poeta, vivió del periodismo y se convirtió en troskista. En 1973


regresó a Chile, justamente cuando tuvo lugar el golpe militar, con la idea de hacer
la Revolución. Fue encarcelado, pero afortunadamente le sacaron de la prisión dos
policías que habían sido compañeros suyos de colegio (una historia que recoge en
uno de los cuentos de su libro Llamadas telefónicas). Estuvo también en El
Salvador, para recalar finalmente en España, donde reside desde 1977. A este país
llegó también a causa del azar, ya que se disponía a ir a trabajar a Suecia, pero la
enfermedad de su madre, residente en España, hizo que fuera al país a visitarla y
cuidarla. Barcelona le sedujo entonces, con su atmósfera de liberación política y
sexual, y se enamoró de ella. Y en ella aprendió muchas cosas, como a no vivir
rodeado exclusivamente de gente relacionada con la literatura. También era lógico,
ya que en esa época desempeñó multitud de oficios: lavaplatos, vendimiador,
camarero, vigilante nocturno, descargador de barcos, basurero,... esos continuos
cambios le parecieron magníficos, ya que conocía a mucha gente, tenía gran
movilidad y nunca se aburría. Pero acabó cansándose de tanta mundanidad y
decidió retirarse a un lugar donde no conociera a nadie; y así fue a parar a Blanes,
en la Costa Brava. En 1993 publicó la novela La pista de hielo, y en 1996 La
literatura nazi en América, una serie de bibliografías de escritores afines a las ideas
de Hitler escritas con todo detalle y totalmente inventadas tomando la idea de las
Vidas imaginarias de Marcel Schwob. Con ella logró a sus 43 años ser aclamado por
la crítica. Después publicó Estrella distante, una novela con la que consolidó la
reputación recién adquirida, y el libro de cuentos Llamadas telefónicas, que le
consagró como uno de los mejores escritores contemporáneos de Hispanoamérica.
Los premios le llegarían poco después, con su siguiente novela Los detectives
salvajes, publicada en 1998, que le valió el Premio Herralde, el Premio del Consejo
de Chile en 1999 y el Premio Rómulo Gallegos en el mismo año. Este último fue sin
duda el de mayor importancia, ya que lo han logrado escritores ilustres como
García Márquez o Vargas Llosa y está considerado como el Nobel latinoamericano.
Los detectives salvajes, que el editor Jorge Herralde calificó de "thriller wellesiano",
está protagonizada por dos hombres embarcados en la búsqueda durante 20 años
de una escritora mexicana desaparecida durante la revolución, y contiene rasgos
autobiográficos. La novela se desarrolla en multitud de países: Liberia, Israel,
Angola, Francia, Estados Unidos, España... y representa a una generación nacida en
los años cincuenta a la que une un cierto nomadismo, la entrega a ideales
revolucionarios, el deseo de cambiarlo todo y la utopía de la revolución.
Posteriormente Bolaño publicaría las novelas Amuleto, en 1999, y Monsieur Pain, en
el mismo año, y el poemario Los perros románticos en el 2000. Amuleto es otra
aclamada novela; está constituida por el monólogo visionario de Auxilio Lacoture, la
¨madre de todos los poetas de México¨, y es un homenaje a los estudiantes
víctimas de la matanza de la plaza de las Tres Culturas.. Su última obra hasta la
fecha es el libro de relatos Putas asesinas, publicado en el 2001.

Con los premios que se le han otorgado se ha reconocido finalmente la gran


capacidad de fabular de Bolaño, su agudo y negro sentido del humor y su gran
cultura idiomática, fruto de las estancias en varios países de América Latina. Su
estilo ha sido descrito como seguro, elegante y desenvuelto, con una estética de lo
singular y lo excéntrico y una exploración de vidas y mundos excepcionales. El
autor
resulta mucho más lacónico al describir sus obras, y por ejemplo habla de Los
detectives salvajes como "una novela de aventuras con sexo, drogas y rock & roll".
Y es que Bolaño es admirador de los beatniks y fanático de Lou Reed, pero también
devoto de Borges y Cortázar, con quienes algunos críticos gustan de compararle. Y
su imaginación y sentido del humor quedan reflejados en las frecuentes trampas o
bromas literarias que suele hacer en sus libros, como por ejemplo el hecho de
hacer aparecer al personaje final de Literatura nazi en América, Ramírez Hoffman,
en el libro Estrella distante, pero en esa ocasión con el nombre de Wieder, que en
alemán quiere decir "otra vez". Estas triquiñuelas ayudan a Bolaño a sobrellevar las
horas de escritura que cualificaba en una entrevista de "solitarias y a menudo
aburridas", a la vez que demuestran que él concibe, aunque insiste en que es de
manera humilde, el conjunto de su obra en prosa e incluso una parte de su poesía
como un todo. Un todo estilístico y argumental, donde los personajes aparecen y
desaparecen para dialogar entre sí. Y para enriquecer igualmente las vidas de los
lectores.

SOBRE ROBERTO BOLAÑO

- Los poetas chilenos luchan contra el fascismo. Prólogo y selección: Sergio Macías,
Berlín RDA, Comité Chile Antifascista, 1977.

- Lara y Epple, Chile: poesía de la resistencia y el exilio, Editorial Ámbito Literario,


Barcelona,1978.

- Chile: poesía de las cárceles y el destierro. Madrid, Ediciones Conosur, 1978.


(Serie cultura 1).

- Paula Edwards, Antonio Gil, Armando Rubio, Ricardo Willson y otros: Poesía para
el camino. Antología. Unión de Escritores Jóvenes. Santiago, Nueva Universidad,
1977.

- Poetas chilenos de hoy. Selección de Daisy Benett y Ariel Fernández. Santiago,


Ediciones Tamarugal, 1977. Tomo 1.

- Teresa Calderón, Mili Fischer, Álvaro Inostroza, Natasha Valdés y otros: Uno por
uno. Algunos poetas jóvenes. Santiago, Editorial Nascimento, 1979.

- José Luis Rosasco: "La generación del setenta" en Atenea 436 (Concepción,
segundo semestre, 1977).
- Alfonso Calderón: Antología de la poesía chilena contemporánea. Santiago,
Editorial Universitaria,
1970.

- Poesía joven de Chile. Selección y Prólogo de Jaime Quezada. México, Siglo XXI,
1973. (Colección Mínima Nº 63).

- Nueva poesía joven en Chile. Selección, ordenamiento y notas de Martín


Micharvegas. Buenos Aires, Ediciones Noé, 1972.

Encontrado en: http://www.littworld.com/spanish/2002/escritores/f1robertobolano.htm


El escritor se pronuncia sobre los candidatos al Premio Nacional de Literatura en
Chile

Roberto Bolaño: "Isabel Allende es una mala escritora"


El narrador chileno publica en octubre una nueva novela y, desde su casa en
España, propone sus favoritos para el máximo galardón literario que entrega el
país.

Andrés Gómez

Roberto Bolaño (1953) se ha transformado -literalmente- en un personaje literario.


El autor de Los Detectives Salvajes ya no sólo aparece camuflado en sus libros a
través de su alter ego, Arturo Belano. En Soldados de Salamina, de Javier Cercas,
es quien le ayuda al narrador a dar con la identidad del soldado que salvó la vida de
Rafael Sánchez Mazas, y en Mantra, de Rodrigo Fresán, aparece como el tutor del
endiablado protagonista, Martín Mantra.

Ahora el escritor que vive en Blanes, España, es sujeto de dos nuevos libros, pero
en el plano de la no ficción. El primero se titula Roberto Bolaño: La Literatura como
Tauromaquia y reúne ensayos de críticos españoles, mexicanos, chilenos y
argentinos, bajo la edición de Celina Manzoni, académica de la Universidad de
Buenos Aires. El segundo, sin título aún, es un trabajo similar que publicará en
Chile la editorial Frasis, editado por la crítica Patricia Espinoza.

"Me parece muy bien", comenta Bolaño al teléfono, pero aclara que su
preocupación en estos días es la novela en la que trabaja, titulada 2666. Se trata
de un relato de mil 200 páginas sobre los asesinatos de mujeres en la frontera
entre Estados Unidos y México, y uno de sus esfuerzos es darle "una estructura
coherente y nueva, porque ¡demonios! no voy a escribir un novelón decimonónico".
De hecho, dice que Los Detectives Salvajes "es sencillita al lado de ésta".

Por eso, tras presentar en París las traducciones de tres de sus libros (Nocturno de
Chile, Estrella Distante y Amuleto), ha suspendido cualquier actividad que lo
distraiga de la escritura. Pero lo que no pudo posponer fue la entrega de la novela
que le encargó el sello Mondadori para su colección sobre ciudades, que saldrá en
octubre. El relato está ambientado en Roma y es protagonizado por Bianca, una
estrella de películas romanas; un perro que también es actor y un antiguo campeón
del Mister Universo que se convierte en objeto de deseo de la actriz.

El título del libro es Una Novelita Lumpen y es un juego con Tres Novelitas
Burguesas, de José Donoso. "Es una sátira, porque esas novelitas no me gustaron
nada, son realmente malas, y marcan el inicio de un descenso en la tensión
narrativa de Donoso. Pero es también un homenaje, porque admiro sus novelas El
Lugar sin Límites, Casa de Campo y El Obsceno Pájaro de la Noche", explica.

Enterado de que este año se entrega el Premio Nacional de Literatura, Bolaño lanza
sus candidatos: "Armando Uribe y Diego Maquieira, ex aqueo; o Armando Uribe y
Claudio Bertoni, y si hay que premiar a un narrador se lo doy a Gonzalo Contreras,
pero con Armando Uribe".

A Isabel Allende, la candidata más sonada, no se lo concedería por nada. "Me


parece una mala escritora simple y llanamente, y llamarla escritora es darle
cancha. Ni siquiera creo que Isabel Allende sea escritora, es una escribidora". Para
Bolaño no cuenta el argumento de sus millonarias ventas de ejemplares en el
mundo. "En ese caso vamos a darle el Pulitzer a John Grisham o a Ken Follet. Eso
es confundir el hit parade con la literatura. No tiene nada que ver una cosa con la
otra", afirma.

Tampoco se lo entregaría a Antonio Skármeta. "Skármeta es un personaje de la TV.


Soy incapaz de leer un libro suyo, ojear su prosa me revuelve el estómago", dice.

Encontrado en: http://www.elrincon.de/breves/cultura/26.05.02.bolano.htm


Clarín, 25.03.2001

UN RECORRIDO POR LA OBRA DE ROBERTO BOLAÑO

Los amuletos salvajes de un novelista


Todos sus personajes son escritores. Sin embargo, el tema de Bolaño no es tanto la
literatura como las oscuras relaciones entre el arte y la barbarie, en el marco de la
historia latinoamericana.

GONZALO AGUILAR

Un día, un escritor tuvo una idea tan atroz como fascinante: existió, en América
Latina, una pujante literatura nazi, con sus escritores, editoriales, revistas y
lectores entusiastas, con sus debates acalorados y sus reseñas más o menos
elogiosas. Ese escritor se llama Roberto Bolaño y el libro en el que desarrolló esa
idea fue La literatura nazi en América, de 1996. A través de esta novela, Bolaño
comenzó a trazar un mapa inquietante que continuaría en Estrella distante,
también de 1996, donde retomaba y expandía una de las numerosas biografías
apócrifas que componían La literatura nazi en América: la de Alberto Ruiz-Tagle,
enigmático alumno de un taller literario, quien se transforma, durante el Chile de
Pinochet, en Carlos Wieder, militar torturador de la dictadura y poeta vanguardista.
Con este personaje, Bolaño roza —sin ser nunca totalmente explícito ni enjuiciador,
salvo en la piedad por las víctimas— un tema fundamental: las relaciones entre la
literatura y la represión, entre los actos civilizados y los abyectos. Como variaciones
alrededor de un mismo tema, sus libros posteriores continuaron investigando en
este registro mediante ficciones alucinantes y abrumadoras: los cuentos de
Llamadas telefónicas en 1997 (que prolongan narraciones anteriores), Los
detectives salvajes y Amuleto, de 1998, y ahora su última novela, Nocturno de
Chile.

Con Los detectives salvajes, libro que consagró definitivamente a Bolaño (recibió
los premios Herralde y Rómulo Gallegos), los viajes ficcionales se inician en otro
punto del mapa: ya no Santiago de Chile sino la ciudad de México, donde Bolaño
pasó parte de su adolescencia y de su juventud (con un intermedio infernal en el
Chile del golpe militar del 73). La novela cuenta la historia de Arturo Belano (alter
ego de Bolaño) y Ulises Lima, dos jóvenes escritores que fundan el realismo
visceral y salen a la búsqueda de la poeta Cesárea Tinajero, legendaria integrante
de las vanguardias mexicanas de los años veinte. Entre los testimonios que recogen
(el catálogo y la enumeración son, en Bolaño, las formas de la narración), se
mezclan las voces de personajes ficticios y escritores reales como el líder
vanguardista Manuel Maples Arce o el ensayista Carlos Monsiváis.

En el juego de espejos que arman estas narraciones (todos los personajes se


duplican y las historias se cuentan dos veces), así como La literatura nazi en
América se prolongaba en Estrella distante, Los detectives salvajes encuentra
su propio reflejo, como un camafeo que repitiera la figura de quien lo lleva, en
Amuleto. Allí se vuelve a contar la historia de Auxilio Lacouture, una poeta
uruguaya que pasó varios días encerrada en un baño de la Facultad de Filosofía y
Letras de México en 1968, mientras la policía ocupaba los edificios y violaba la
autonomía universitaria. La narradora y los hechos son los mismos, pero lo que en
Los detectives salvajes es un simulacro de testimonio realista, en Amuleto es
un relato fantástico.
Algo une a los personajes de Bolaño: todos son escritores o aspiran a serlo. Para
lograr la fama o el reconocimiento, viven como se supone que viven los escritores:
transitan por la bohemia y por el alcohol, dan su vida por un poema, procuran el
placer y el desafío, y arman revistas y salen a la caza de premios y concursos. En
sus novelas, casi todos son vanguardistas o se aprovechan de la herencia de las
vanguardias para llamar la atención del público y querer reformar (o higienizar) el
mundo. Pero el tema de las novelas de Bolaño es, más que la literatura, sus bordes
perversos y espantosos. Sabemos que las sociedades modernas se han dedicado,
con mayor o menor empeño, a conservar en museos y bibliotecas las obras de arte
como muestras de la civilización y como momentos de esplendor creativo del
género humano. Además, y a diferencia de las iglesias, los museos o las bibliotecas
son monumentos laicos del recorrido del hombre en busca de su emancipación y
autonomía. A este impulso se debe, sin duda, la idealización de la figura del escritor
y del artista que marcó el período modernista de nuestra cultura. Pero en
contradicción con esta tendencia, las tradiciones artísticas del siglo XX han
predicado las virtudes de la rebeldía, la insumisión, la embriaguez y la transgresión.
Y de aquí también se deriva una idealización que tiene que ver, en este caso, con la
capacidad del artista para acercarse a las fuerzas oscuras. Hoy, cuando el Marqués
de Sade nos cuenta sus tropelías en algún cine de la calle Lavalle o el asesino serial
Hannibal sube a los primeros puestos de recaudación, el choque y la explosión de
estas dos idealizaciones no es un problema menor. Frente a esta banalización, la
densidad de la escritura de Bolaño nos entrega la especulación ambigua de sus
narraciones ficcionales. ¿Cuáles son las complicidades, más o menos secretas, de la
literatura y del arte con la barbarie? ¿Qué hacer con la herencia vanguardista?
¿Qué hacer con esos escritores que intentaron fundir desesperadamente el arte y la
vida, el placer estético y la furia de las pasiones? Es verdad que los movimientos
vanguardistas hicieron explotar la imaginación y el deseo quebrando todas las
restricciones reales, pero no por eso es menos cierto que su petición de libertad
escondía un mandato autoritario y dogmático. Como escribió el ensayista alemán
Enzensberger a propósito de los surrealistas, "esta libertad absoluta no se alcanza
más que al precio de una disciplina absoluta". También es verdad que ciertos
movimientos vanguardistas le dieron vía libre a la irracionalidad, a la
espontaneidad, a las ocurrencias, al sarcasmo burlón, pero ¿no hay allí una actitud
adolescente, que sólo goza de sus actos por el escándalo que provocan? Por último,
¿no coquetearon las vanguardias con la barbarie, el mal, la crueldad y la violencia?
Recordemos la frase de Breton: "el acto surrealista por excelencia es salir a la calle
y disparar contra la multitud". De todos modos, tampoco se trata de culpabilizar
exclusivamente a las vanguardias. Como dijo Walter Benjamin, "todo documento de
la civilización es, a la vez, un documento de la barbarie". La poética de Bolaño
reconoce la fuerza de esta frase y la arroja al vértigo de una imaginación ficcional
que despliega toda una galería de personajes que participan de la creación literaria
y del terror policial. Y en ese recorrido, en ese acercamiento al horror y al miedo,
se vislumbra una salida, la posibilidad de un encuentro genuino con los documentos
de la civilización liberados de la pesadilla de la barbarie: los poemas que Auxilio
escribe en un papel higiénico en Amuleto, los versos del poeta colombiano
Asunción Silva en Nocturno de Chile o "las estrellas cada vez más distantes" que
observa el preso del régimen pinochetista. La literatura siempre está a punto de ser
"una literatura de albañal" o de "vertedero" aunque, en ese mismo reconocimiento,
puede entregarnos un momento de encuentro o de amistad verdadera.

Pero hay algo más: Bolaño ha logrado narrar estos conflictos en el contexto de la
historia latinoamericana. Sus personajes recorren el continente, citan a los
escritores de Chile, Perú o México, se preocupan por su pasado y por su historia.
Leído desde la tradición argentina, se reconocen en su escritura la presencia de
J.R.Wilcock, Jorge Luis Borges, Ricardo Piglia y H. Bustos Domecq, el heterónimo de
Borges y Bioy. Pero también del chileno Enrique Lihn o del mexicano José Emilio
Pacheco. En este sentido, Bolaño parece haberse erigido en uno de los pocos
escritores de la actualidad que adquirieron dimensión latinoamericana, tal como
había ocurrido con la narrativa en los años sesenta. Hasta el periplo biográfico del
mismo Bolaño (Chile, México, Barcelona) es muy similar al de un Donoso o al de un
García Márquez. Sin embargo, una vez que se los compara, se hacen evidentes las
diferencias de época. Entre aquellos años de euforia optimista y los actuales,
median nada menos que los genocidios y el desvanecimiento de América latina
como alternativa política o cultural. Mientras Donoso o García Márquez barrenaban
en la cresta de la ola, Bolaño parece pasearse por la orilla recogiendo los restos de
un naufragio. El entusiasmo que esas narrativas ponían en la palabra crítica de la
literatura es lo que encuentra en Bolaño su reverso: ya no emana ninguna
autoridad de la literatura ni de los escritores.

Para hacer el recuento de estas cuestiones, la novelística de Bolaño coloca estos


interrogantes en la perspectiva de la historia latinoamericana: ¿cómo explicar la
escalada represiva que se inicia hacia fines de los sesenta (con la represión de los
estudiantes en el México de 1968) y que desemboca en los genocidios de la década
del setenta en Chile, Argentina y en otros países? ¿Cómo pudieron instalarse la
barbarie y el horror mientras continuaba la vida cotidiana y sin sobresaltos? Las
respuestas a estas preguntas no están dadas ni por el testimonio ni por el alegato.
Lo que Bolaño pone en funcionamiento es una máquina ficcional: no hay que narrar
los hechos sino sus posibilidades imaginarias.

La sociedad que esta máquina de ficciones construye se alimenta del cruce de


biografías apócrifas y reales: en cualquier información exigua (un nombre, dos o
tres fechas, un lugar de nacimiento, una idea) se agazapa un potencial relato y allí
está la ficción falsa o verdadera que lo hace funcionar. A veces, como en el caso de
Monsieur Pain (una de sus primeras novelas), se trata de una pequeña referencia
que hace en sus escritos la esposa del poeta César Vallejo. En otros, como en
Estrella distante, un funesto personaje cuya biografía se había esbozado en La
literatura nazi en América comienza a multiplicarse en mil seudónimos hasta
disolverse en una sombra.

De este modo, la obra de Bolaño constituye una pequeña enciclopedia de literatos


que convivieron con el horror y que pasan de una novela a otra y se cruzan con
escritores célebres como Pablo Neruda, el alemán Ernst Jünger u Octavio Paz. Uno
de los efectos más perturbadores de estos cruces es la sombra siniestra que
proyecta, en estas novelas, la literatura realmente existente: en La literatura nazi
en América, por ejemplo, los escritores fascistas estudian a los poetas comunistas
Pablo Neruda y Pablo de Rokha, porque lo único que hay que hacer, para lograr el
modelo de literatura panfletaria, es tomar sus poemas y poner Mussolini en vez de
Stalin y Stalin en vez de Trotski y "reajustar ligeramente los adjetivos". En este
pequeño desliz, en este mínimo cambio de palabras, la inexistente literatura nazi en
América se transforma en una sombra, en un doble frágil y siniestro de la literatura
en América (y, extensivamente, de su cultura). Aquello que se le opone pero que,
en ciertas condiciones, lo duplica, lo refleja, lo repite. Sin embargo, las afinidades
nunca son completas, ni cerradas, ni totalmente especulares: los escritores
autoritarios de Bolaño no se corresponden exactamente con uno u otro escritor.

Esta máquina no sólo funciona en términos espaciales sino también temporales: su


estructura espiralada se organiza alrededor de un hecho que quiebra la linealidad,
la coherencia del tiempo que vivimos. En Estrella distante, ese día es el de la
llegada de Pinochet al poder: a partir de entonces, la narración de la historia ya no
es más la de los acontecimientos sino la diáfana relación de conjeturas e hipótesis y
de hechos improbables, confusos o inciertos. Como si una vez dejado atrás el Chile
de la dictadura, apenas quedara una memoria frágil o distorsionada: "en el triste
folclore del exilio —se lee en Estrella distante— más de la mitad de las historias
están falseadas o son sólo la sombra de la historia real". En la literatura de Bolaño,
el exilio es una una brecha en el tiempo en la que sólo resta inventar y narrar,
entre el olvido indeseado y la memoria imposible.

Uno de los personajes de Estrella distante (el crítico conservador Nicasio


Icabache, amigo de Neruda y Huidobro) parece ser el origen o hermano gemelo de
Sebastián Urrutia Lacroix, el sacerdote y crítico que narra su vida en Nocturno de
Chile, la última novela de Bolaño. Pese a considerarse un hombre responsable y
razonable, Lacroix no duda en darles clases de marxismo a Pinochet y a la junta
militar. Bajo la instigante presencia del poeta trovador Sordello, al que le cantaron
Dante, Robert Browning y Ezra Pound y que fue un emblema de la devoción
patriótica y del lamento melancólico, Nocturno de Chile es un relato de los
equívocos del amor a la patria. Pero lo que hace a Urrutia Lacroix un personaje
conmovedor es que, sin mediar ningún arrepentimiento artificial ni ninguna
autocrítica ideológica, llega a la melancolía más pura, a la de aquel que ya no
encuentra consuelo ni en los libros ni en la vida ni en la memoria. Víctima del
miedo y del odio, Sebastián Urrutia Lacroix puede recitar con intensidad los versos
de Leopardi: "y el naufragar me es dulce en este mar". Lo lamentable es que se los
recite a su alumno de marxismo, el general Pinochet.

Con Nocturno de Chile, Bolaño se constituye en uno de los narradores más


talentosos de la literatura latinoamericana y en uno de los más sólidos exponentes
de la nueva situación que enfrentan los escritores. Frente al optimismo de la
historia como ilusión de libertad, Joyce acuñó, a través de uno de sus personajes,
una frase célebre: "la historia es una pesadilla de la que trato de despertarme". Si
la narrativa modernista osciló entre la historia como ilusión de libertad y la historia
como pesadilla, parece que nos hallamos actualmente frente a una nueva fase, a la
que Bolaño pertenece. La de esos narradores que se despertaron y comprobaron
que la pesadilla de la vigilia no era menor a la de la noche. La melancolía no está
ahora en padecer la historia sino, simplemente, en no poder ser parte de ella.

Encontrado en: http://old.clarin.com/suplementos/cultura/2001/03/25/u-00411.htm


Tras enterarse del premio del Consejo Nacional del Libro

Bolaño: "Soy el mejor de la generación"

Su relato Los Detectives Salvajes fue elegido la mejor novela publicada en 1998.
"Supongo que los escritores chilenos bailarán en una patita cuando sepan", dijo a
La Tercera desde España.

Andrés Gómez

Otra vez Bolaño. Otra vez Los Detectives Salvajes. La novela que al narrador
chileno residente en España le costó "medio hígado" escribir,comenzó su exitosa
circulación en noviembre de 1998, cuando resultó ganadora del Premio Herralde.
En mayo pasado se impuso en el certamen hispanoamericano Rómulo Gallegos,
por primera vez alcanzado por un chileno. Y el martes, el Consejo Nacional del Libro
la coronó como la mejor novela publicada el año precedente. "Es un honor; el
reconocimiento de mi patria tiene un gusto especial", dice al teléfono desde su
casa, en la localidad de Blanes.

El galardón, dotado de una bolsa de 7 millones 200 mil pesos, es el máximo


reconocimiento literario que se entrega en el país. No deja de llamar la atención
que lo obtenga Roberto Bolaño a tan sólo dos semanas de haberse enfrentado con
varios narradores locales, en su paso por la Feria del Libro de Santiago. "Supongo
que los escritores chilenos lo tomarán con alegría, que bailarán en una patita
cuando lo sepan",ironiza.

El premio del Consejo lo han obtenido antes autores como Carlos Cerda,Gonzalo
Contreras, Jaime Collyer y Carlos Franz, entre otros. "Se van a poner contentos,
porque sólo faltaba que lo ganara yo, que soy el mejor de esta generación",
comenta.

"No es ninguna revancha -añade-, porque no siento que estoy en competición con
ellos. No compito con Hernán Rivera o Diamela Eltit; yo estoy compitiendo con
escritores buenos de verdad".

Por los honores conseguidos, podría pensarse que Los Detectives Salvajes tenía
asegurado el premio; pero Bolaño no lo cree así. "Ten en cuenta que Gabriela
Mistral obtuvo el Nacional después del Nobel. Entonces, no caía de cajón que me lo
dieran. Estoy muy agradecido".

Como invitado a la Feria del Libro de Guadalajara, participará en un homenaje al


escritor mexicano Sergio Pitol (Premio Juan Rulfo 1999) y en una mesa de
narrativa chilena. Si bien aún no decide el viaje, adelanta que "eso será más que un
round de boxeo, porque estaré solo contra todos.

Será una contienda de lucha libre, aunque depende de lo que diga. Si hablo de
flores y carteros y plantitas, no va a pasar nada. Pero si hablo de literatura".

En todo caso, afirma que ha estado "en barullos peores", en México y España. "Lo
que pasa -formula- es que esos barullos no duran más de un mes, pero en Chile
son capaces de alargarlos, porque hay una tendencia a lo siútico y cuico, que hace
que estas anécdotas duren más de lo normal".
Evaluando su controvertido paso por el país, señala que "la literatura chilena
necesita remezones fuertes. Y los va a tener, porque hay una generación muy
joven que viene pisando duro y que va a arrasar con estos protocolos momificados
de la sociedad literaria chilena. Los que están se aferran a sillones apolillados, que
es lo único que tienen, pero los jóvenes van a barrer con ellos".

Tampoco sabe si estará en la ceremonia del 16 de diciembre, cuando se entreguen


los premios del Consejo del Libro. "Coger aviones me pone nervioso -explica- y
decido los viajes con tres días de antelación. Por ahora los siete millones se quedan
en Chile, hasta cuando viaje a buscarlos".

Encontrado en: http://www.latercera.com/diario/1999/11/18/


Roberto Bolaño: Elegía y alegría
Chris Andrews

Publicado en la revista Mensaje, Chile, noviembre de 2003

La narrativa de Roberto Bolaño es singularísima; hasta sus críticos más adversos lo


reconocen. En efecto, en menos de diez años la singularidad de Bolaño se ha
impuesto en el campo de las letras hispanoamericanas. Más que ocupar una
posición existente, ha creado una nueva posición, como diría Pierre Bourdieu, por el
hecho de conciliar calidades y contenidos tradicionalmente opuestos: lirismo y
tensión narrativa, intensidad y extensión, elegía y alegría.

Es propio del poema lírico captar un momento, suspender el flujo del tiempo. El
poema lírico es enemigo de la sucesión. Y esta característica es la que marca los
inicios de Roberto Bolaño en la literatura, pues es justamente la poesía la pista de
despegue de la cual dijo provenir como narrador; su amor primero y persistente
hasta su muerte. Venía precisamente de la poesía lírica post-surrealista: el
infrarrealismo que fundó y practicó en México con el poeta Mario Santiago se
situaba en este linaje. Los orígenes poéticos de Bolaño se ven en su prosa
narrativa, no sólo en la temática (hay muchos personajes poetas o aspirantes a
poetas), sino también en la escritura misma. No duda en emplear imágenes
sorprendentes, incongruas o exorbitantes. Como los surrealistas, confía en los
sueños, y los relata con gran naturalidad. Con sus frecuentes enumeraciones y
variaciones sobre un tema proyecta el paradigma sobre el sintagma: ensarta en sus
oraciones elementos similares entre sí (puede ser una similitud de sonido o de
sentido). Para Roman Jakobson, esto es el proceso fundamental de la poesía.

Y, sin embargo, Roberto Bolaño no escribe lo que se llama una prosa poética o
lírica, es decir, cargada, ornada o preciosa. Más bien, en su caso, los recursos
poéticos están al servicio del relato, de manera que, junto con sorprender, las
imágenes también profundizan la descripción de un ambiente o la caracterización
de un personaje. Por ejemplo, el narrador de Nocturno de Chile describe así los ojos
de Farewell, suma autoridad de la crítica literaria chilena (personaje que oculta al
ya fallecido y mítico Alone): "entrecerrados como trampas para oso fallidas o
destrozadas por el tiempo y las lluvias y el frío glacial" (p. 118). Este símil es como
una pequeña bifurcación en la trama vemos fugazmente un paisaje nórdico – pero
también tiene una justificación sicológica: Farewell envidia a Urrutia Lacroix, pues
éste ha conocido a los generales de la Junta. El crítico ha gozado de su poder en el
mundo de las letras criollas, pero hubiera querido acercarse al verdadero poder. En
este sentido ha fallado, como las trampas para oso.

Los surrealistas relataban sueños en pequeños textos sueltos, y apreciaban su


carácter de fragmentos enigmáticos. Bolaño procede así en algunos textos poéticos
(como ‗Un paseo por la literatura‘), pero en su narrativa integra los sueños en la
trama. Y en muchas ocasiones los sueños proporcionan una lectura lúcida de los
hechos vividos por los personajes. En Estrella distante , por ejemplo, después de
leer las revistas dejadas por el detective Romero, el protagonista sueña con el
naufragio de un galeón. Ve a Carlos Wieder flotando, agarrado a un tonel de
aguardiente y a sí mismo, agarrado a un palo de madera podrida (p. 131).
Comprende que ha viajado en el mismo barco que Wieder, un barco que simboliza
innegablemente la República chilena de los años setenta. (Se podría discutir
largamente acerca de los sentidos simbólicos del tonel y del palo, pero cabe decir
que el aguardiente es un veneno donde no hay agua dulce).

En cuanto a las enumeraciones y variaciones, no van necesariamente en contra de


la tensión narrativa. Su orden no es casi nunca indiferente. En muchos casos hay
un crescendo, como en el episodio del descubrimiento de la sala de tortura en
Nocturno de Chile. Hay tres versiones sucesivas de la visita al sótano, culminando
con la visión del cuerpo torturado, y cada versión agrega detalles que profundizan
el horror de la escena (pp. 138-141). Aun en el cuento ‗Fotos‘ (Putas asesinas ),
que a primera vista parece ser una enumeración sin argumento de poetas
francófonos encontrados al azar por Arturo Belano en una antología, los elementos
supuestamente discretos empiezan a relacionarse. Fantaseando sobre las fotos,
Arturo Belano imagina una historia de amor entre Claude de Burine y Dominique
Tron, historia que prefigura su propio encuentro con la imagen de Nadia Tuéni, ‗la
musa provisional‘, que, encabezando la legión de poetas olvidados y consagrados,
da al poeta chileno perdido en África la fuerza de levantarse y ponerse a caminar,
dejando atrás el pueblo devastado donde se agarró a la antología como a una
cuerda de salvamento. Como a Georges Perec, uno de sus autores preferidos, a
Bolaño le gustaban las listas; y, como Perec, sabía convertirlas en historias.

‗Fotos‘ representa el polo enumerativo o paradigmático dentro de la cuentística de


Bolaño, pero hay muchos cuentos que relatan también una historia lineal. Éstos
tienen al lector en vilo muy eficazmente, y sin embargo no se conforman a modelos
ya catalogados. Su eficacia puede explicarse en parte por un análisis formal.
Borges, Ricardo Piglia y Guillermo Martínez han elaborado una teoría del cuento
como ocultación y revelación de una historia (o una lógica) secreta. En la versión
de Guillermo Martínez, a la lógica inicial, la del sentido común, se va sustituyendo
la lógica de la ficción, de lo que va a pasar (porque hay un pacto tácito entre el
autor y el lector de que ‗algo va a pasar‘). La lógica de la ficción va ‗adueñándose
poco a poco de la escena‘, llevando el lector hasta el final con un sentimiento de
necesidad, si las cosas han salido bien (‗El cuento como sistema lógico‘ ). Esto vale
para el cuento clásico, pero, como dice Piglia, la versión moderna del cuento
‗abandona el final sorpresivo y la estructura cerrada; trabaja la tensión entre las
dos historias sin resolverla nunca‘ (Formas Breves , p. 108). Bolaño ha inventado
nuevas maneras de trabajar esta tensión.

En ‗Compañeros de celda‘ (Llamadas telefónicas ), por ejemplo, se invierte el


proceso por el que la lógica de la ficción, fantástica en este caso, va adueñándose
de la escena. Sustentada por alusiones a una serie de tópicos (casa encantada,
vampiro, súcubo), la lógica fantástica emerge poco a poco y luego se retrae, sin
dejarse asir ni disipar del todo. En ‗Dentista‘ (Putas asesinas) parece que la lógica
de la ficción va armando la historia de una ‗salida del armario‘, pero el argumento
da un giro, y la supuesta historia secreta queda marginada por algo más secreto
aún: la revelación inefable del ‗misterio del arte‘ a través de los textos del niño
prodigio José Ramírez. En ‗Últimos atardeceres en la tierra‘ (Putas asesinas), más
que desdoblada, la lógica de la ficción está fragmentada. Va sembrando dudas y
cultivando una lectura paranoica (¿puede ser que el ex clavadista haya tendido una
trampa al padre de B?). Sabemos que algo va a pasar, pero en este caso tenemos
la impresión de que puede pasar cualquier cosa en cualquier momento. Una vez
creado el ambiente ominoso, Bolaño consigue levantar sospechas simplemente
enfocando un objeto o un movimiento, como en una película de David Lynch.

Intensidad y extensión

Bolaño, por supuesto, no sólo fue un cuentista. Supo compaginar la intensidad del
cuento corto con la extensión de la novela mediante dos procedimientos
característicos: el de entretejer sus relatos para hacer una red, como en la parte
central de Los Detectives salvajes, y el de dilatar un relato ya escrito, como en
Estrella distante y Amuleto, que ‗explotan‘ sendos capítulos de La Literatura Nazi en
América y Los Detectives salvajes. Bolaño describe el segundo procedimiento en el
pequeño prólogo a Estrella Distante. Allí dice haber discutido con Arturo Belano y el
fantasma de Pierre Menard ‗la validez de muchos párrafos repetidos‘. Entre esos
párrafos en que sólo se han cambiado los nombres de los personajes, hay páginas e
incluso capítulos enteramente nuevos. Como Balzac y Proust, que iban
incansablemente rellenando sus textos, Bolaño fue un escritor expansivo en el
sentido más literal. Los resultados de su procedimiento dilatador se ven tanto en la
sintaxis de sus frases como en la estructura narrativa. Respondiendo a las
preguntas de sus traductores, a veces no sólo clarificó el sentido de una expresión,
sino que dio una versión ampliada, que no habría desentonado en el texto original.
Fue como si la pregunta, obligándolo a volver al texto ‗provisoriamente definitivo‘
(como dicen los miembros de l‘Oulipo ) lo hubiera movido a relanzar el proceso de
expansión. Lejos de diluir la materia de su ficción, esta dilatación la enriqueció de
nuevos detalles y retoños narrativos que hubieran podido servir de puntos de
partida. De ahí, en gran parte, la impresión de facilidad que, como notó Nora
Catelli, se desprende de la obra de Bolaño.

Elegía y alegria

Tocó en suerte a Roberto Bolaño ser un escritor elegiaco. La historia le dio su gran
tema: las desdichas de su generación perdida, la de los latinoamericanos que se
hicieron adultos, a veces muy bruscamente, en los años setenta. Al final de
Amuleto , Auxilio Lacouture ve a una legión de jóvenes caminando hacia un abismo
y cantando. ‗Quiso mi mente,‘ dice Auxilio, ‗recordar un texto que hablaba de niños
que marchaban a la guerra entonando canciones, pero no pudo‘ (p. 152). Conjeturo
que ese texto es La Cruzada de los niños, de Marcel Schwob, autor francés que
estaba casi olvidado en Francia hasta las recientes reediciones de su obra, debidas
en gran parte a la influencia de Borges. Los jóvenes idealistas de Bolaño son harto
menos idealizados que la pequeña Allys de Schwob, guiando al ciego Eustace, pero
su idealismo está igualmente abocado al fracaso. Las vidas que nos relata Bolaño,
imaginarias o no, están llenas de esperanzas y proyectos fallidos. A él, como a
Samuel Beckett, el éxito le parece pobre y monótono, comparado con la casi infinita
variedad del fracaso. Y sin embargo, leer a Bolaño no es deprimente, muy por el
contrario. Muchos lectores han atestiguado los efectos vigorizantes de su prosa.

Nos hallamos ante una paradoja afectiva comparable al viejo problema de la


tragedia ¿por qué da placer? que ha preocupado a los teóricos de la literatura desde
Platón hasta Terry Eagleton. En su reciente libro, Sweet Violence , Eagleton
sostiene que el placer que procura la tragedia radica en el impulso de muerte
freudiano. No creo, sin embargo, que se pueda explicar así la alegría que da la
escritura elegiaca de Bolaño. Por el contrario, sus personajes más ejemplares y
memorables lo son por su voluntad de perseverar en su ser y no participar en su
disolución. Rechazan lo que Spinoza llama las ‗pasiones tristes‘, las que nos
separan de nuestra potencia activa. Para estos personajes, el impulso de muerte
parece no existir; la muerte viene de afuera. A nivel del individuo, esto vale tanto
para los malos como Carlos Wieder en Estrella distante como para los buenos,
personificados, a guisa de ejemplo, en Auxilio Lacouture, la madre (y la santa) de
la poesía mexicana en Amuleto. A nivel del grupo, en cambio, el malo (ya sea
Carlos Wieder o los asesinos de Roque Dalton) encarna el impulso de muerte, y así,
precisamente, se distingue del bueno. Carlos Wieder es ‗dueño de sí mismo‘ como
muy pocos, pero sólo de sí mismo, y por eso no es adulto (p. 153). Los buenos no
suelen triunfar en la obra de Bolaño, pero aun derrotados comunican alegría
simplemente por su existencia y su modo de ser: valiente sin necesidad de
heroísmo, generoso sin el prurito de complacer a todos, ajeno al sadismo como al
masoquismo.

La obra de Roberto Bolaño es una vasta elegía que, paradójicamente, emana


energía y alegría, una red de relatos que creció vertiginosamente por dilatación sin
diluirse. Los relatos individuales mantienen la tensión narrativa por un juego sabio
y siempre renovado con las expectativas del lector, y están enriquecidos por un
empleo ingenioso de recursos propiamente poéticos. La narrativa de Bolaño, tan
singular y valiosa en sí, pone también en duda las oposiciones con las que
pensamos habitualmente el espacio literario, sea en América Latina o en el mundo
anglosajón, y así abre paso a nuevas búsquedas, no todas abocadas al fracaso.

Encontrado en: http://www.mensaje.cl/2003/noviembre/rmp.htm


Roberto Bolaño (1953-2003)

Luis Ignacio De Ferari

Revista Mensaje, noviembre de 2003

Roberto Bolaño vuelve a hacerse presente entre nosotros. De modo circunstancial y


cuando aún su muerte es cercana, pues apenas han pasado cuatro meses de su
deceso, ocurrido a medio camino entre la noche del 14 de julio chileno y la
madrugada del día 15 en Barcelona. La editorial Anagrama publicó en septiembre el
volumen de cuentos El gaucho insufrible, que Bolaño le entregó a su editor Jorge
Herralde antes de morir. Desde mediados de octubre, también, se encuentra en
librerías Una novelita lumpen (Mondadori, 2002), la que llegó con cierto retardo a
Chile. Mas, es en la Feria del Libro de Santiago donde la presencia de Roberto
Bolaño adquiere preeminencia: los organizadores de la Feria decidieron honrar la
memoria del escritor chileno, realizándola este año en su homenaje. Pero ¿qué se
puede decir de Bolaño? ¿qué sabemos de su vida?

Roberto Bolaño Ávalos nació en Santiago en 1953, durante el primer año del
segundo gobierno de Carlos Ibáñez del Campo. Hacían pocos meses que los
gobiernos radicales habían abandonado definitivamente la regencia del Ejecutivo
chileno y habían transcurrido apenas cuatro años del reconocimiento del voto
femenino. Según ha dicho el propio Bolaño, nieto de inmigrantes gallegos, en Chile
su padre trabajó como transportista y ganó algunos títulos de boxeo amateur, y su
madre fue profesora. Su vida transcurre así entre distintas ciudades del sur
(Cauquenes, Los Angeles) hasta que emigra junto con su familia el año 68. Es
decir, hasta los 15 años Roberto Bolaño vive entre el populismo autoritario de
Ibáñez y la Revolución en Libertad de Eduardo Frei. Es la época del cataclismo de
Valdivia, del mundial del 62, la crisis de los misiles, el asesinato de Kennedy y el
Concilio Vaticano II. Son los años en que las letras chilenas tienen como figura
preeminente a Pablo Neruda.

La familia Bolaño decide emigrar de Chile en busca de un mejor horizonte. México


es el país elegido y los recibe en un momento crucial. En efecto, el 2 de octubre de
1968 ocurre la matanza de Tlatelolco, cuando el ejército mexicano reprime
brutalmente a estudiantes que protestaban pacíficamente al interior de la UNAM.
Fueron cientos los que perecieron bajo el fuego cruzado de los fusiles, sin que hasta
ahora se hayan despejado las dudas en torno a la responsabilidad última de la
masacre. Bolaño no permanece indiferente a ésta, pues tanto en Los detectives
salvajes como en Amuleto, se registran y recrean los hechos que constituyen ese
verdadero día mexicano de la vergüenza. En México, Roberto Bolaño comenzó a
trabajar como periodista además de hacerse miembro del trotskismo. Orgulloso del
triunfo de Salvador Allende, decidió viajar a Chile en 1973 para contribuir al
proceso revolucionario chileno, tal como lo relata Auxilio Lacouture en Los
detectives salvajes. Recordemos que en esa novela el personaje Arturo Belano y el
escritor Roberto Bolaño vienen a ser muchas veces la misma biografía. Bolaño
arribó al país luego de un extenuante viaje en bus desde México, pocos meses
antes del Golpe de Estado. Fue tomado preso en el sur de Chile y ‗salvado‘ por dos
detectives que habían sido compañeros de él en el Liceo. Lo reconocieron y lo
dejaron libre, tal como lo relata el cuento ‗Detectives‘ (Llamadas telefónicas). No
volverá hasta 1998.
Retorna a México el año 74, y permanece allí hasta el 77, cuando se instala en
España, donde ejerció (también en Francia y otros países) una diversidad de
oficios: lavaplatos, camarero, vigilante nocturno, basurero, descargador de barcos,
vendimiador. En los 80, pudo sustentarse ganando concursos literarios convocados
por ayuntamientos de provincia. Su relato ‗Sensini‘ (Llamadas telefónicas) da
cuenta de esa etapa de su vida. A fines de los años 90, Los detectives salvajes, su
obra capital, ganó el premio Herralde de Novela (1998) y el Rómulo Gallegos
(1999), considerado el Nobel de las letras hispanoamericanas, y que alguna vez
obtuvieron escritores como Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa.

Le sobreviven su viuda, Carolina López, y sus hijos Lautaro y Alexandra.

OBRAS DE ROBERTO BOLAÑO

LIBROS DE POESÍA

- Reinventar el amor (1976)

- Muchachos desnudos bajo el arcoiris de fuego (1979)

- Fragmentos de la Universidad Desconocida (1993)

- Los perros románticos (2000)

- Tres (2000)

VOLÚMENES DE CUENTOS

- Llamadas telefónicas (1997)

- Putas Asesinas (2001)

- El gaucho insufrible (2003, póstumo)

NOVELAS

- Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce (1984)

- La pista de hielo (1993)

- La senda de los elefantes (1994, reeditada en 1999 con el título Monsieur Pain)

- La literatura nazi en América (1996)

- Estrella distante (1996)


- Los detectives salvajes (1998)

- Amuleto (1999)

- Nocturno de Chile (2000)

- Una novelita lumpen (2002)

- Amberes (2002)

En preparación

- 2666 (libro dividido en 5 volúmenes, cuya publicación se iniciará el próximo año)

ESTUDIOS SOBRE ROBERTO BOLAÑO

- Roberto Bolaño: la literatura como tauromaquia, Celina Manzoni y otros (2002)

- Territorios en fuga, Patricia Espinosa y otros (2003)


Hoja por hoja

Un tal Bolaño, Roberto


Martes 15 de julio de 2003

Alejandro Zambra

En 1996 llegó a las estanterías locales ―La literatura nazi en América‖, provocador y
excéntrico volumen que en la forma de un diccionario de biografías proponía una
versión inusitada y orgullosamente arbitraria de la historia latinoamericana. Sobre
el autor -un tal Bolaño, Roberto- comenzó a circular la mínima leyenda de un
chileno que muy joven se fue a vivir a México y luego a España, país en el que,
después de apurar varios inviernos al tres y al cuatro, comenzaba a ser reconocido.
Durante los años siguientes el tal Bolaño fue publicando una seguidilla de libros
estrictamente célebres: ―Estrella distante‖ y los bellos cuentos de ―Llamadas
telefónicas‖, en su momento, prepararon el terreno para el estallido mayor de ―Los
detectives salvajes‖, novela esencial que ni el más despistado de los críticos -lo que
ya es decir- podría ni podrá desconocer como una obra imprescindible de la
literatura hispanoamericana.

El medio local, en tanto, acogió con ánimo dispar a este ilustre desconocido, sobre
todo después de que el escritor diera rienda suelta a su apetito polémico,
destrozando la institucionalidad literaria chilena con opiniones que, por desgracia,
venían muy a cuento. Desde luego, a nadie le gusta que a última hora le revuelvan
el gallinero, sobre todo si, por entonces, la así -o asá- llamada nueva narrativa
chilena buscaba, afanosamente, al sucesor de José Donoso. Apareció, en cambio,
un narrador que en ningún caso podía ser comparado con Donoso, pues superaba
con creces al autor de novelas de veras importantes (―Casa de campo‖) o
arriesgadas (―El obsceno pájaro de la noche‖), pero al fin y al cabo pequeñas ante
la insultante velocidad y el aliento épico de la prosa de Bolaño.

La asombrosa libertad formal de su obra narrativa demuestra, paradójicamente,


que Bolaño proviene, más bien, de la poesía: al igual que Nicanor Parra, llegó con
su ―Montaña rusa‖ a jugar el juego solitario de la disidencia y, tal como Enrique
Lihn, supo trascender el aspaviento vanguardista para construir una literatura
crítica de sí misma pero no por eso culposa o estática. En sus novelas, cuentos y
poemas circula un humor discernible, una ironía cómplice y desesperanzada, un
rumor elegíaco que, sin embargo, abre nuevas y variadas órbitas para la prosa y la
poesía latinoamericanas.

La muerte o la desaparición -tal vez esta palabra sea, por ahora, más oportuna- de
Roberto Bolaño es una noticia espantosa. Quedan, por cierto, sus libros, que
generaciones de lectores y de escritores leerán y releerán, en busca de ese rumor
vacío, necesario y valiente de la gran literatura.

Encontrado en:
http://www.lun.com/Cultura/detalle_noticia.asp?cuerpo=701&seccion=813&subseccion=901&idnoticia=C37817
0685416667
"Dejo que me plagien con total tranquilidad"
por Alvaro Matus

"Ya no estoy dando entrevistas por teléfono, porque me enredo con la gramática y
siempre quedo como idiota. Hagamos la entrevista por mail... lo mío es la
escritura", dice Roberto Bolaño con un tono relajado, propio de quien viene
llegando a su casa de Blanes (España) tras unas vacaciones por Venecia, junto a su
mujer y sus dos hijos. Ante eso, le comentamos: "Curioso que al autor de Llamadas
telefónicas no le guste hablar por teléfono... por lo menos con los periodistas".
Bolaño se ríe y repite que lo suyo es la escritura. Y tiene toda la razón: Bolaño,
premio Rómulo Gallegos 1999, es un escritor químicamente puro, un hombre que
se siente más cómodo escribiendo que hablando. Al igual que los personajes de sus
novelas y cuentos, vive en torno a la literatura, al punto de transformar buena
parte de sus lecturas, viajes y anécdotas en experiencias literarias. Así lo reafirma
Putas asesinas, libro recién lanzado en España, que llega a fin de mes a Chile y del
que ofrecemos un adelanto exclusivo

Son 13 cuentos, varios de ellos protagonizados por su alter ego, Arturo Belano, y
por B, quien ya había aparecido en Llamadas telefónicas, su anterior libro de
cuentos. Ambos personajes deambulan por México, España y Africa. Se encuentran
con viejos camaradas, con sujetos desesperados o, en el caso de B, con revistas
literarias que lo motivan -como sólo a un escritor químicamente puro puede
ocurrirle- a ir tras la pista de un autor que yace bajo el polvo de una librería de
viejos. Como el nombre del libro lo señala, también hay putas. No todas, eso sí, son
asesinas.

-Podrías ir un poco a las motivaciones del cuento Putas asesinas, por qué
es el título del libro y qué piensas de ellas?

-Para mí es difícil responder por qué escribo un libro. Seguramente porque es lo


que mejor se hacer. ¿Qué pienso de las putas? Bueno, siempre he tenido en gran
consideración ese oficio y las putas, por lo tanto, gozan de todos mis respetos.
Todas las putas. Las pobres y las de alto standing. Mujeres virtuosas y
trabajadoras, mujeres que parecen salidas al mismo tiempo de un melodrama
mexicano de los años cincuenta, como de las páginas de la bizantina Ana Comneno.
Y que, además, como si lo anterior no fuera suficiente, son lo más parecido que hay
a un reloj. Las putas son las mujeres-reloj por excelencia. Desde Catulo a
Baudelaire, todos los poetas las han amado. Y quien no las ama o es un impotente
o un jodido puritano hipócrita de la peor especie.

-Al igual que en Llamadas telefónicas, hay varios personajes al borde de la


locura y del suicidio. ¿Son preocupaciones para ti?

La locura y el suicidio, me parece, son fantasmas mucho más comunes de lo que la


gente piensa. En cierta forma pensamos en términos de locura y suicidio como
maneras de escapar de la muerte o de engañar a la muerte. Por supuesto, para mí
la locura es una enfermedad, que puede ser tratada con fármacos, y el suicidio es
una alternativa tan válida como cualquier otra que ejercemos en uso de nuestra
libertad de elección. Pero eso no impide que, en ocasiones, se materialicen como
figuras fantasmales.
-En uno de los cuentos, Enrique Lihn se te aparece mientras duermes. Una
vez dijiste que él fue importante para ti porque lo admirabas y respondió
tus cartas. ¿Le contestas tú a los jóvenes escritores?

-Bueno, algunas cartas las contesto, otras, la mayoría, no; además siempre tengo
la impresión de que no es a mí a quien deberían escribirle, sino a García Márquez,
Vargas llosa, Fuentes o Sabato. Por otra parte, Lihn no fue importante para mí por
sus cartas, sino por su poesía. Por supuesto, a todo escritor relativamente joven lo
halaga, en cierta manera, el que un escritor como Lihn se convierta, de la noche a
la mañana, en tu corresponsal, y también resulta halagador (aunque la palabra que
más se ajusta es consolador) saber que muchas de tus ideas las compartes con un
escritor de ese calibre. ¿Qué ideas eran esas? Básicamente, una visión negra de la
literatura chilena y de la literatura en general.

-¿Crees de verdad que la literatura chilena es sólo una literatura


imaginaria, como dices en el cuento Carnet de baile?

-Toda literatura nacional, es por naturaleza, una literatura imaginaria, y eso en el


mejor de los casos; generalmente suele ser una literatura artificial.
Bolaño tiene fama de decir lo que piensa con la misma soltura con que fuma un
cigarro. Sus comentarios han generado más de una polémica y siempre
desconcierta por esa mezcla de afirmaciones relativizadas con juicios categóricos.
Ahora, está molesto con los escritores que sólo piensan en sí mismos:
"Cada escritor parece obsesionado en autopromocionarse , y la autopromoción o el
arribismo, como todo el mundo sabe, no deja tiempo para nada más. Bueno, sí,
deja tiempo para ser cobarde".

-¿Te sientes parte del mercado literario?

-En modo alguno. Ni voy a todos los lugares adonde me invitan ni hago todos los
viajes de promoción que suelen hacer los otros escritores ni hago vida social. Al
contrario. Vivo en un pueblo pequeño, soy independiente, nunca he recibido ayuda
oficial de ningún gobierno, no voy detrás de publicaciones ni de becas. Dejo que me
plagien con total tranquilidad. Mis enemigos (gratuitos) crecen como la yerba.

-¿Por qué en tus obras, como La literatura nazi en América, por nombrar
una, te adentras en la extrema derecha?

-Como dice Nicanor Parra, por joder la paciencia. Básicamente, por joder la
paciencia. Por reírme un rato.

Los 13 de Putas asesinas

El ojo Silva: Arturo Belano se encuentra en Berlín con un antiguo amigo que le cuenta
cómo raptó a dos niños en un burdel de la India.

Gómez Palacios: La breve estadía de un profesor de literatura en el pueblo que da


nombre al relato. Sus días en México están contados.

Últimos atardeceres en la tierra: B, adolescente que va de vacaciones a Acapulco


junto a su padre, se adentra en un infierno que cambiará para siempre la relación
entre ambos.

Días de 1978: El protagonista nuevamente es B, vive en España y comparte con


exiliados chilenos.

Vagabundo en Francia y Bélgica: B ya es escritor de cierto renombre y viaja a


Francia. Pasea por burdeles y librerías, donde encuentra una revista que habla de
Henri Lefe-bvre. Parte a Bruselas para conocer dónde vivió este autor.

Prefiguración de Lalo Cura: Hijo de un sacerdote y una actriz porno colombiana,


Lalo Cura hace una divertida revisión de las cintas en las que actuó su difunta madre
junto a Pajarito Gómez. El encuentro entre Lalo y Pajarito es algo más que un ajuste
de cuentas.

Putas asesinas: "Las mujeres son putas asesinas, Max, son monos ateridos de frío
que contemplan el horizonte desde un árbol enfermo, son princesas que te buscan en
la oscuridad, llorando, indagando las palabras que nunca podrán decir", dice la
protagonista antes de asesinar a su nueva víctima.

El retorno: Un fantasma sigue el recorrido de su cuerpo desde la discoteca en que


fallece hasta la casa de un prestigioso modisto necrófilo.

Buba: La historia de un futbolista chileno, un español y un africano que llevan a su


club a ganar títulos gracias a un misterioso ritual.

Dentista: Un profesor de literatura y su amigo alucinan con los relatos de un joven


indio.

Fotos: Arturo Belano, perdido en África, hojea un álbum de fotos en donde poetas
franceses se celebran a sí mismos.

Carnet de baile: 69 razones para no bailar con Pablo Neruda. Algunas parejas de
baile posible: "los nerudianos en la geometría con los huidobrianos en la crueldad, los
mistralianos en el humor con los rokhianos en la humildad, los parrianos en el hueso
con los lihneanos en el ojo"

Encuentro con Enrique Lihn: Roberto Bolaño sueña con que unos escritores jóvenes
lo llevan a ver a Lihn, quien se halla en una ciudad que podría ser Santiago de otro
tiempo, "un tiempo atroz que pervivía sin ninguna razón, sólo por inercia".

En Que Pasa, 22 de septiembre de 2001

Encontrado en: http://www.letras.s5.com/bolano1811.htm


Roberto Bolaño y 'Los detectives salvajes'

Revista Lateral, nº 52, abril 1999)

Por esta sección han pasado ya las últimas creaciones de Javier Marías y
de Juan Bonilla. En esta ocasión, los críticos aplican su bisturí a Los
detectives salvajes (Anagrama), novela galardonada con el reciente
Premio Herralde que ha despertado entusiamo tanto entre el público como
entre los profesionales de ambos lados del Atlántico.

Javier Aspurúa - Diario Las últimas noticias (Chile)

Una manera de interpretar esta novela es como una gran summa del exilio
latinoamericano, lo que, también de modo reductivo, la equipara a una de las
grandes novelas de los sesenta, Rayuela, de Julio Cortázar. Si el exilio en los
cincuenta y sesenta era mayormente voluntario y motivado por razones culturales
más que políticas, el de las décadas siguientes opera a la inversa. Si en Rayuela la
angustia existencial y la búsqueda de sentido marcaban el rumbo de los personajes
más significativos, en Los detectives salvajes el sin sentido es un hecho de la causa
al que hay que sobrevivir.

Ambas novelas se asemejan también en su aproximación a la literatura como tema.


Cortázar pone en escena a Morelli, un teórico que propone, entre otras cosas, la
tesis del lector macho y del lector hembra, aludiendo al papel activo que reclama de
quien se enfrenta a un libro; Bolaño pone a los poetas real visceralistas en una
desesperada búsqueda de los orígenes de las vanguardias más marginales,
olvidadas y no oficiales de la historia de la literatura, proponiendo también, de
manera más oblicua, una nueva actitud para escritores y lectores, una nueva
manera de entender el oficio del escritor y la tarea del lector, tal como lo hizo, en
su momento, Cortázar.

Antonio Bordón - La Provincia (Las Palmas de Gran Canaria)

Los detectives salvajes es una novela extraordinaria que debe mucho a la


capacidad de Roberto Bolaño para observar la realidad y seleccionar de ella los
datos que permiten interpretarla de forma sobrecogedora, cualidad que junto a
otras muchas que exhibe, como el pulso narrativo, el humor salvaje, la facilidad
para atrapar al lector de la primera a la última línea, la hacen un auténtico modelo
para admirar e imitar. Con Los detectives salvajes Bolaño destierra la falsa idea
romántica de que los libros clásicos tienen más de cien años. Éste lo es ya. Y
además tiene la ventaja de que no le pesan los años.

Alberto Domínguez - Lateral

Pese a que la historia gira en torno a esos dos detectives, el lector apenas los ve
hablar, pues el autor ha querido que sean otros personajes los que narren sus
peripecias, y ahí reside, quizá, el mayor atractivo del libro, en esa pluralidad de
puntos de vista. La novela comienza a modo de diario escrito por un tal Juan García
Madero, estudiante universitario adscrito al real visceralismo, movimiento poético
cuyo máximo enemigo no es otro que el célebre Octavio Paz. García Madero escribe
poemas y estudia poco, conoce a muchachas que escriben versos, folga con
camareras y prostitutas, describe Ciudad de México hacia 1975 y habla de su
amistad con dos individuos, también poetas, que aparecen y desaparecen
constantemente y de los que apenas sabemos nada: los detectives Belano y Lima.
Es la primera parte del libro, la que nos va a permitir familiarizarnos con personajes
que en el transcurso de la narración contribuirán con su testimonio a que
conozcamos más a fondo el carácter de los protagonistas.
Si bien la novela resulta en ocasiones un punto enrevesada, es innegable la fuerza
de su torrencial estilo y no es posible pasar por alto la manifiesta inteligencia con la
que está escrita. Bolaño es indudablemente un escritor sagaz, y sus opiniones,
aunque disfrazadas por esa impostura que es la literatura, mueven a la admiración.

Ignacio Echevarría - El País

De igual modo que la vanguardia funciona como una metáfora de la caducidad ("la
juventud es una estafa", se dice en algún momento), México funciona en esta
novela como [...] una metáfora del caos. Por donde el sentido de que sus
protagonistas compartan una "triste e irremediable condición de sudamericanos
perdidos en Europa, perdidos en el mundo". [...]. Escéptica y atrevida, elástica y
contundente, paródica y tristísima, Los detectives salvajes viene a ser, por decirlo
de un modo estridente, el tipo de novela que Borges hubiera aceptado a escribir, en
la medida en que [...] trafica concienzudamente con los valores propios tanto del
relato breve como de la gran narración coral, sacando beneficio de uno y otra para
conseguir un libro original y hermosísimo, divertido, conmovedor, importante.

Jorge Edwards - Diario La Segunda (Chile)

Los detectives salvajes […] es un texto proliferante, entrecruzado, vasto, polifónico.


Es una novela de registro amplio, dotada de una estructura que podría permitir la
multiplicación infinita y que admitiría, por esto, la definición clásica de obra abierta,
pero es a la vez una composición perfectamente cerrada, triangular y en cierta
manera circular. […] Bolaño propuso escribir un libro de la familia literaria de
Paradiso, de Rayuela de Adán Buenosaires. Un texto no ajeno a la escritura de
James Joyce o de Francois Rabelais. […]
Dije que es un texto proliferante, pero no se trata de una proliferación
esencialmente verbal, como la de un Lezama Lima o la de algunos de nuestros
barrocos modernos. La de Bolaño es una proliferación notable, por momentos
increíble, de personajes y de situaciones. Es una constante acrobacia sin red y de
ejecución perfectamente segura. Además, como los personajes se presentan en
primera persona del singular, lo que se desarrolla en el texto es una multiplicidad
de voces. Muchas de las voces, desde luego, son agrias, destempladas, de sonidos
cascados o quebrados, como si provinieran de instrumentos que se han agrietado o
enmohecido. Pero son voces que no se confunden: notas diferenciadas y que
producen un curioso conjunto, algo así como una sinfonía desorbitada. Quizás una
antisinfonía, un antinovela.

Elenia Hevia - El Periódico

[…] Todo ello servido a través de una estructura arborescente en la que


extravagantes personajes entrecruzan sus existencias para acabar formando una
perfecta figura de puzzle. Lo más sorprendente es que Bolaño hace su particular
construcción a partir de unidades que podrían funcionar como cuentos autónomos
(de hecho, algunos distorsionan su línea maestra), pero su saber narrativo tiene un
proyecto trazado con tiralíneas. Como buen demiurgo ordena, desordena y
escamotea los hechos para presentarlos al final en un juego irónico en el que
verdad y mixtificación se dan de la mano, y ahí están Carlos Monsiváis y Juan
Marsé convertidos en dos personajes más, sin contar los que pueden detectarse
fácilmente baja nombre inventado.
Andrés S. Magro - Revista Leer

Merced a una prosa sencillamente apabullante, polifónica y de vario registro, se


trenzan un compendio de búsquedas que atraviesan lo específicamente literario y
se adentran en lo vital. La alegoría de la búsqueda como camino iniciático lleva a
unos jóvenes poetas a peregrinar por gentes y ciudades en pos del rastro de sí
mismos. Bolaño descompone el discurso narrativo de manera fragmentaria,
circular, en un afán por adensar los matices de la pesquisa, de la introspección que
finalmente se logra por vía de la sugerencia y no de la retórica. Las enormes
medidas de la novela, la prolijidad en el guiño psicológico, son argumentos
manejados espléndidamente por una novela rebosante de ingenio y de capacidad
narrativa.
[…] Los detectives salvajes es una obra desbordante, a la que incluso se disculpan
sus excesos estructurales y verbales. Otra cosa sería oponerse neciamente a su
torrencia carga de literatura vívida y rara.

Camilo Marks Qué pasa (Chile)

El libro, en principio, puede leerse en dos niveles básicos: una historia de aventuras
y una meditación sobre la literatura, efectuada imperceptiblemente al ritmo de esas
aventuras. Como reflexión literaria, la obra ofrece una lectura aún más
sorprendente que como relato de acción. Mientras vagan, se enamoran y
protagonizan andanzas, los personajes escriben o piensan en escribir -sólo poesía-
y hablan de lo que escriben otros. Pero no conocemos sus poemas. La novela es,
entonces, una historia de la poesía que no se publica, no se escribe o no se lee,
pero se practica a diario por miles de seres. Si la cultura y la literatura han tenido
siempre algo de museo, Bolaño las transforma en experiencias inseparables de la
vida y actividades, sean éstas criminales, sociales, sexuales, familiares, laborales u
otras, del abigarrado conjunto humano que puebla su novela.
Por supuesto, Los detectives salvajes tiene defectos, pero éstos se olvidan ante el
entusiasmo que despierta un trabajo narrativo que merece las celebraciones que
puedan hacérsele.

Ignacio Martínez de Pisón – ABC

Los detectives salvajes es el relato de una fuga infinita, y Bolaño ha sabido dotarle
de una estructura narrativa abierta y elástica que se adapta a esa misma infinitud o
que más bien nace de ella como una consecuencia natural. […] En ese mismo
bloque central evidencia el autor algo que por sus anteriores libros ya conocíamos,
una extraordinaria y deslumbrante capacidad de fabulación, y muchas de las piezas
de este grandioso puzzle literario no sólo podrían tener una vida autónoma como
relatos breves, sino que serían dignos de aparecer en cualquier antología del
género. […] Esto, sin embargo, no debe inducir al error de considerar Los
detectives salvajes una colección de relatos más o menos disfrazada de novela.
Estamos, por el contrario, ante un libro con una indudable unidad de espíritu y de
acción, en el que la dispersión de voces narrativas es sólo aparente y constituye
además uno de los grandes hallazgos del autor: su reconstrucción de las itinerantes
biografías de Belano y Lima por una técnica como de vaciado […] no hace sino
aportar misterio a la historia y animarnos a seguir leyendo.

Juan A. Masoliver Ródenas - La Vanguardia

Según uno de los fundadores, Arturo Belano, los actuales visceralistas caminaban
hacia atrás, "de espaldas, mirando un punto pero alejándose de él en línea recta
hacia lo desconocido". El mismo desarrollo que observamos en la novela, que en su
simultáneo avance hacia el pasado y hacia el futuro desemboca en un presente
abierto, en una ventana detrás de la cual no sabemos qué se oculta. […]
Paradójicamente, estos jóvenes que en el presente definitivo tienen ya más de
cuarenta años, encuentran a Cesárea para llevarle la muerte. También la obra del
grupo morirá. Y nadie se acordaría de ellos si Roberto Bolaño, compañero en el
sufrimiento y en la felicidad, no hubiese escrito, fundiendo lo sublime con lo
siniestro, un magnífico testimonio de su generación y de todas las generaciones
que viven la literatura con la misma pasión con la que viven la vida.

Juan Carlos Peinado - Revista Reseña

Ante el lector Bolaño despliega un mosaico de tiempos, lugares y personajes


filtrados por un abigarrado conjunto de narradores, pero con la maestría en la
inspección psicológica y la diversidad suficientes como para conseguir que se
desentienda de los avatares de los protagonistas. En muchas ocasiones, esos
relatos (sobre todo los de la segunda parte del libro) rebasan su inicial talante de
testimonio para convertirse en una narración con un mundo autónomo. Se puede
llegar a sospechar, entonces, que la novela está abocada a la disgregación. Sin
embargo, Bolaño tiene la pericia suficiente para lograr encajar esos relatos en un
artefacto plural y coherente, en una indagación global sobre los abismos del
individuo y las grandezas y miserias del arte. Aunque a veces asalta la duda de que
ciertos segmentos narrativos sean realmente imprescindibles, en mi opinión el
autor ha logrado con éxito poner al servicio de un proyecto novelesco ambicioso su
talento de cuentista. Decíamos antes que estamos ante una narración "no
teológica". Esta condición no se deriva sólo de la circularidad narrativa, sino
principalmente de que jamás sepamos con certeza cuál es criterio que gobierna el
rumbo de los personajes.

Rodrigo Pinto - Revista Caras (Chile)

Tal vez uno de los rasgos más notables de esta novela es el doble juego entre la
investigación de Belano y Lima tras las huellas de Cesárea Tinarejo y la
investigación, por así decirlo, del narrador tras las huellas de Belano y Lima. Los
personajes de la novela son los testigos de esta búsqueda. Cada uno [...] aporta
una pieza al puzzle, aunque en muchos momentos sus historias alcanzan un
perfecto nivel de autonomía: relatos dentro del relato, cuentos que podrían leerse
en forma independiente, pero que son, en la realidad, parte de una novela
extraordinaria en la que Bolaño despliega sus recursos narrativos y su
desencantada visión del mundo. Con un rigor asombroso, el autor somete a juicio a
toda la literatura latinoamericana del siglo y a buena parte de la historia, siempre
en nombre del empeño de sus personajes protagónicos por descubrir las huellas
secretas que pueden revelar el sentido de la poesía y de la vida. No se equivocan ni
exageran los críticos que comparan esta novela con Rayuela y otras obras
fundacionales del boom de los sesenta. Bolaño ha elaborado una propuesta
compleja y múltiple, que, nuevamente, reinventa el arte de escribir novelas y
remece el sentido de la escritura.

Santos Sanz Villanueva - El Mundo

Bolaño crea una sugerente fábula repleta de tipos curiosos y abundante en


anécdotas atractivas. Despliega en ella cualidades de consumado escritor satírico,
con excelentes momentos de muy buen humor, fino e inteligente, tanto verbal
como de situaciones. […] De todo ello sale una estampa regocijante, cruel a veces,
entrañable otras.Toda esta materia la trata con una prosa entrecortada y vivaz, en
la que lo mismo cabe la expresión culta que el coloquialismo. En suma, Bolaño
despliega, aisladas, las mejores dotes de un narrador poderoso e inteligente, y de
un prosista creativo. Pero uno tiene la impresión de que ha malgastado semejantes
capacidades en una empresa de limitadaos o cortos alcances o muy reiterativa,
aunque bajo ella quepa ver una alegoría del destino humano.
¿A quién, que no padezca enajenación semejante a las gentes de la novela,
interesan muchas de sus digresiones? ¿Cómo soportar sin paciencia benedictina
menudencias del mundillo literario? ¿Qué se nos da la influencia o no de Octavio
Paz? Ni todas las virtudes, innegables, de Bolaño juntas consiguen compensar el
cansancio que produce su novela.

Ricardo Senabre La Razón

Los múltiples narradores se identifican, no ya por su nombre o por lo que relatan,


sino por su modo de hablar, por sus asideros culturales. No todos alcanzan la
misma hondura, pero forman, en conjunto, un variado friso que acredita un talento
nada común de novelista y que incluye una minuciosa atención a las variantes
idiomáticas territoriales y a las jergas y los registros del nivel coloquial. […]
La otra cara, el riesgo de la técnica escogida en este caso, es que algunos de esos
microrrelatos adquieran autonomía propia y se desgajen en buena medida de la
historia central. Es el consabido problema de las narraciones intercaladas con que
la crítica se enfrenta, desde el Quijote hasta nuestros días. En Los detectives
salvajes, ese peligro no se ha evitado siempre, y hay relatos, como los de Mary
Watson, Heimito Künst o Edith Oster, que convendría haber podado. Pero Bolaño
escribe con un pulso envidiable, y estos fragmentos que casi llegan a ser
autónomos se convierten a veces, considerados en sí mismos y no por su relación
con el conjunto, en ejemplos magistrales de narraciones breves. Léase
detenidamente el relato de Auxilio Lacouture acerca de su encierro en la Facultad
durante los disturbios de 1968 [...] y se tendrá una idea cabal acerca de la
maestría narrativa de Roberto Bolaño, indiscutible hasta cuando el autor se deja
llevar demasiado por el río caudaloso de su inventiva.

Encontrado en: http://www.lateral-ed.es/revista/articulos/espejobolano.html


Abril 1999 LIBROS
Enrique Vila-Matas
Bolaño en la distancia

Roberto Bolaño, Los detectives salvajes, Anagrama, Barcelona, 1998

El crítico Juan Antonio Masoliver ha escrito en La Vanguardia acerca de


Los detectives salvajes, la novela de Roberto Bolaño: "propone un nuevo
orden literario en el que entren Monterroso, Ibargüengoitia o Monsiváis.
Sus lectores ideales serían Luis Maristany, Juan Villoro o Enrique Vila-
Matas, es decir los defensores de la extravagancia".

Es posible —me digo ahora— que haya acertado al considerarme un


lector idóneo para la novela de Bolaño. De hecho, me siento muy cercano a
toda la obra del escritor chileno. Es posible incluso que sea el escritor que
más se parece a mí, o viceversa: soy el escritor que más se parece a
Bolaño. La causa tal vez resida en la a veces casi aplastante coincidencia
en cuanto a gustos y rechazos literarios.

La verdad —si lo pienso bien— es que todo esto es muy nuevo y muy
extraño para mí. Desde que empecé a escribir y a publicar, nunca que yo
recuerde me he encontrado con algún escritor que me recordara a mí. Sólo
en estos dos últimos años se ha producido este extraño fenómeno.

Escribo esto y siento la repentina tentación de alejarme un poco de


Bolaño. Me viene a la memoria el título de un bolero, y lo cambio ahora
maliciosamente para escribir esto: Bolaño en la distancia.

Una precisión ahora en relación con lo de que soy un defensor de la


extravagancia. Masoliver no está haciendo sólo referencia a que defienda
yo la rareza literaria o lo excéntrico. Creo que no está hablando
únicamente de esto. Más bien Masoliver está haciendo un guiño a un
artículo que publiqué hace unos años en la prensa madrileña y en el que
me hacía eco de unas palabras de Juan Villoro, que a su vez se hacía eco
de otras palabras, las del escritor argentino César Aira, que bien podría ser
también un lector ideal de Bolaño. Decía yo en este artículo: "Me entero
por Juan Villoro de las palabras del escritor argentino César Aira que, en
una reciente entrevista, se refiere al mito literario que domina nuestro fin
de siglo, el del escritor gentleman, profesional, que no confunde los libros
con su persona y desdeña el carisma como prolongación de la obra.

Eduardo Mendoza, Muñoz Molina, Juan José Millás y Javier Marías, por
ejemplo, ilustran a la perfección entre nosotros este modelo de fin de
milenio. Están alejados de Gómez de la Serna, que recitaba desde el lomo
de un elefante, o de Valle-Inclán, que se quejaba de que no le permitían
subir al tranvía con dos leones".

A propósito de todo esto, Juan Villoro añadía por su cuenta: "En artes
plásticas la figura del Gran Fantoche —la construcción de una personalidad
deliberadamente engañosa— aún fue posible en Dalí o Warhol. En literatura
hay que volver a la antigüedad de la bohemia para dar con quienes
hicieron del descaro una estética y de la gestualidad una estrategia. Entre
ellos el campeón absoluto es Valle-Inclán".
Extravagancia, pues, entendida como la transformación de uno mismo
en "un personaje literario". Vida y literatura abrazadas como el toro al
torero y componiendo una sola figura, un solo cuerpo. Algo así como
aquello que le decía Kafka a Felice Bauer: "Mi manera de vivir está
organizada únicamente en función de escribir". O esto otro, también
dirigido a la pobre Bauer: "No es que tenga una cierta tendencia a la
literatura, es que soy literatura".

Extravagancia, por otra parte, entendida —se me ocurre ahora— como


una militancia alegre en el mundo de los escritores que no quieren tener
pasaporte: artistas del alma nómada, enemigos de los viajes obligados,
que no siguen más rumbo que el de su propia estrella, aunque ésta sea
distante como la estrella distante de Bolaño. Artistas que no quieren
pasaporte alguno, como decía Jacques Audiberti de sí mismo. Y añadía:
"Mejor no buscar./ Mejor lanzarse así, con la cabeza baja./ ¡Y que
suceda!".

Al artista del alma nómada que es Bolaño —del que ahora vuelvo a
sentir la tentación de alejarme aún un poco más— los versos de Audiberti
seguro que le acompañan a muchos lugares en su extravagancia radical:
esa extravagancia que fluye serena a lo largo de las 447 páginas de Los
detectives salvajes. Tengo con Bolaño una gran afinidad con todos esos
seres errantes que aparecen en su novela: seres que a mí me parece que
vagan en lugares extraños, en unas afueras que no poseen un interior,
como astillas a la deriva supervivientes de un todo que nunca ha existido
(las múltiples voces de la parte central del libro). Esas voces yo diría que
son astillas supervivientes extrañas a cualquier órbita —es decir, algo
parecido a los volátiles del Beato Angélico que inmortalizara Antonio
Tabucchi—, astillas que navegan en espacios familiares que, sin embargo,
son de una geometría desconocida.

En Los detectives salvajes, a veces algunas de las voces de la parte


central me han parecido ya no sólo extravagantes sino excéntricas a sí
mismas, prófugas incluso de la idea bolañiana —un adjetivo, por cierto, de
nuevo cuño— que las pensó. Y una causa más que posible de que esto
ocurra reside en el impresionante trabajo de Bolaño sobre el lenguaje. De
esta novela tal vez lo más deslumbrante sea ese trabajo de lenguaje, la
cantidad de diferentes registros de voces que Bolaño va acumulando. Hay
una extensa y brillante utilización semántica de las diversas voces que en
la parte central de la novela intervienen a modo de testimonio azaroso del
misterioso destino de los dos protagonistas, de los dos detectives salvajes,
Arturo Belano y Ulises Lima. Esas voces o testimonios emitidos por los más
diversos personajes en fechas y lugares muy alejados, de 1976 a 1996,
pertenecen a lenguajes muy diversos: coloquiales o intelectuales,
españoles o mexicanos... Estamos ante un efervescente magma lingüístico
de una gran variedad. Sólo ya por la exhibición de dominio de tantos
registros lingüísticos, la novela de Bolaño merece ocupar un lugar
destacado en la narrativa contemporánea. Es tan soberbio el trabajo de
lenguaje de Bolaño que este escritor se me aparece como un claro
extraterritorial dotado de puntos de vista convincentes respecto al
desorden del Universo y la manera de transformarlo en materia narrativa.

Yo diría que el autor de Los detectives salvajes ve el mundo como un


complicado sistema de relaciones, que es producto a la vez de múltiples
sistemas interrelacionados. Es decir que ve el mundo de un modo más o
menos parecido a —por citar a un gran escritor que seguro que Bolaño
admira— como lo veía Carlo Emilio Gadda.

Es muy probable, por tanto, que Bolaño pertenezca a la familia literaria


que reúne Italo Calvino en torno a una de sus propuestas para el próximo
milenio: la de la multiplicidad.

Escribo esto y respiro aliviado y me distancio un poco más de Bolaño.


No somos —ahora me doy cuenta— ni mucho menos tan parecidos como
creía que lo éramos. Yo más bien soy un escritor de otra sección del libro
de Italo Calvino. Yo más bien fatigo los anaqueles de los escritores de la
levedad.

No está mal, vuelvo a respirar aliviado. Cada vez tengo a Bolaño a más
distancia. Ahora lo veo muy claro: para Bolaño, artista del alma nómada y
aficionado a la multiplicidad (en lo primero coincidimos, en lo segundo no
tanto), el hombre se halla en el centro de todos esos múltiples sistemas
interrelacionados de los que he hablado. Y sospecho que, para él, ese
hombre se erige en su doloroso paradigma. (De hecho, Los detectives
salvajes es una inteligente alegoría del destino humano). Creo que el
artista de la multiplicidad que es Bolaño sabe que lo único que puede hacer
el individuo para asimilar el caos que lo envuelve y que refleja en su propia
naturaleza consiste en abrir bien los ojos y tratar de registrarlo todo para
luego intentar ordenarlo. Pero está claro que un hallazgo le conduce a otro
y que estamos ante aquella flaca que pintaba a una gorda que a su vez
pintaba a una flaca que pintaba a una gorda que pintaba a una flaca, y así
hasta el infinito, palabra que, por cierto, conoce muy bien Bolaño, que sabe
que el infinito es cierto, tan cierto como infinitos son los ruidos de los
vecinos.

Algo ahora sobre los ruidos de los vecinos: un texto del ya citado Carlo
Emilio Gadda está dedicado a la tecnología de la construcción, que desde la
adopción del cemento armado y de los ladrillos huecos ya no preserva las
casas del calor y de los ruidos. Gadda se extiende en este texto de una
forma que revela en él a un gran maniático: se dedica a hacer una
minuciosa descripción grotesca de su vida en un edificio moderno y de su
obsesión por todos los ruidos de los vecinos que llegan a sus oídos.

En Los detectives salvajes las múltiples voces o ruidos de los vecinos de


las historias de Arturo Belano y Ulises Lima parecen inagotables. De hecho,
esta novela tiene una estructura que tiende a lo infinito, a algo tan infinito
como el intento de reproducción de Gadda de todos los ruidos de sus
vecinos. Cualquiera, además, que sea la historia que los mismos testigos
de la misma cuentan, el discurso siempre se ensancha y se ensancha para
abarcar horizontes cada vez más vastos, y si pudiera seguir
desarrollándose en todas direcciones llegaría a abarcar el universo entero.

En el Bolaño de Los detectives salvajes hay algo de desesperación


maniática. Escribo esto y me pregunto si en realidad el desesperado
maniático no seré yo. Quería hablar con la máxima agilidad de la
extravagancia y del efervescente magma lingüístico de la novela de Bolaño
para poder pasar rápidamente al tercer apartado interesante de este libro
—el de la estructura originalísima— y ahora me doy cuenta de que llevo ya
cinco folios y que el desesperado maniático soy yo, que escribiendo sobre
Bolaño me he convertido en un escritor del casillero calviniano de la
multiplicidad.
Lo que son las cosas. He vuelto a acercarme a Bolaño. Creía haberme
distanciado algo de él, pero vuelvo a estar muy cerca. Drama. Al escribir la
primera línea de este comentario al libro de Bolaño me había propuesto ser
ágil, seguir la estela de aquello que siempre persiguió Leopardi —me
refiero a su deseo de quitar al lenguaje su peso hasta que se asemejara a
la luz lunar— y sin embargo heme aquí convertido en un hombre que ha
quedado enredado en el mundo de la multiplicidad de Bolaño, ese escritor
que ve el mundo como un enredo, una maraña o un ovillo.

Drama. Al querer alejarme de Bolaño he acabado acercándome aún


más a él. Me queda una última oportunidad o tentativa para desenredarme
del ovillo de mis divagaciones sobre Los detectives salvajes: comentar con
rapidez la original estructura del libro. Veamos. Una leve intriga —lo único
leve del libro: las investigaciones de Ulises Lima y Arturo Belano acerca de
una escritora desaparecida hace tiempo en el desierto mexicano de
Sonora— sirve de telón de fondo o de pretexto para presentar la historia, a
lo largo de veinte años, de una serie de poetas vanguardistas mexicanos.
El diario de uno de ellos abre y cierra el libro. El ingenuo diarista tiene una
voz con ecos del protagonista de La aventura de un fotógrafo en La Plata
de Bioy Casares (uno de los autores más familiares al mundo literario de
Bolaño). Entre ese diario que abre y cierra el libro —que es en definitiva,
según se nos dice en el texto, "una historia de poetas perdidos y de
revistas perdidas y de obras sobre cuya existencia nadie conocía una
palabra"—, la historia de una generación —la mía y la de Bolaño y que, por
nombrarla de alguna forma, podríamos llamarla "la generación de Mayo del
68"—, una generación desastrosa —como muy bien él y yo sabemos—, una
generación deplorable que a sus supervivientes los ha dejado —nos ha
dejado— "confundidos a todos en un mismo fracaso" y que conserva sin
embargo cierta dosis de humor y melancolía, lo que no deja de ser un
desastre añadido al desastre general...

En fin, entre ese diario que abre y cierra el libro, nos encontramos con
400 páginas —casi pues el libro entero— en el que el lector repara —lo diré
con palabras del crítico Ignacio Echevarría:

...en que todas las voces, todas las palabras, todo el tiempo
transcurrido durante el intermedio tiene el valor exacto de un instante de
lucidez, de un pliegue (el subrayado es mío) abierto de pronto para que
todos los personajes puedan ser contemplados en su común humanidad, y
pueda deducirse así, del absurdo tragicómico de sus vidas no la
constatación —escribe Bolaño— de nuestra ociosa culpabilidad sino la
marca de nuestra milagrosa e inútil inocencia.

Ese pliegue bien podría ser también una grieta, una brecha. El tema de
Los detectives salvajes bien podría ser una brecha, el mundo infernal de
una generación agrietada, boca de sombra sibilina por la que habla el
infierno. Me recuerda esa brecha a una que aparece en uno de mis libros
preferidos, la novela vanguardista Petersburgo, de Andrei Biely, una de las
cuatro mejores novelas del siglo según Nabokov. En ella leemos:

Ignorado, insensible, privado de pronto de gravidez y de la percepción


de su propio cuerpo, el senador Apolón Apolonovich elevó la vista; sus
sentidos no podían dar fe de que había elevado la vista hacia el parietal y
vio que no tenía parietal; allí donde el cerebro está cubierto de recios
huesos, donde ya no hay visión, allí Apolón Apolonovich sólo vio en Apolón
Apolonovich un boquete redondo (en lugar del parietal); el boquete era un
redondel azul; en este momento fatídico [...], algo, con un rugido
semejante al del viento en la chimenea, succionó rápidamente la conciencia
a través del boquete azul del parietal: hacia más allá del infinito.

La grieta —tema y bloque central de Los detectives salvajes— es un


conjunto de cuatrocientos golpes o cuatrocientas páginas con una casi
infinita participación de múltiples voces que comentan los trazos de las
huellas de los dos detectives salvajes y a la vez comentan cómo lo
desastroso se instaló en el centro de gravedad de la historia de una
generación extravagante. Los detectives salvajes —vista así— bien podría
ser el boquete azul de un parietal trágico, la historia cómica de una brecha:
una novela que bien podría ser —ahí donde la ven— una fisura, una rotura
muy importante para lo que hasta ahora ha ido haciendo una generación
de novelistas: un carpetazo histórico y genial a Rayuela de Cortázar y de la
que Los detectives salvajes bien podría ser su revés, en el amplio sentido
de la palabra revés.

Los detectives salvajes —vista así— sería una grieta que abre brechas
por las que habrán de circular nuevas corrientes literarias del próximo
milenio. Los detectives salvajes es, por otra parte, mi propia brecha; es
una novela que me ha obligado a replantearme aspectos de mi propia
narrativa. Y es también una novela que me ha infundido ánimos para
continuar escribiendo, incluso para rescatar lo mejor que había en mí
cuando empecé a escribir.

Decir esto me ha llevado a sentirme de pronto más cerca que nunca de


Bolaño. Será prudente que vuelva a alejarme algo de él. Me acerco, me
alejo, parezco encontrarme en un círculo infernal en el desierto de Sonora
cuando viene de pronto en mi auxilio un verso de Goethe, que un
personaje de la novela de Bolaño, Jordi Llovet, me enseñó ayer a
pronunciar en correcto alemán: Alles Nahe werde fern. Es decir, "Todo lo
cercano se aleja". Goethe lo escribió refiriéndose al crepúsculo de la tarde.
Todo lo cercano se aleja, es verdad, tengo que pensar que es verdad. De
nuevo, respiro aliviado. Goethe me ha permitido volver a alejarme algo de
Bolaño. Sólo así, además, mi generación desastrosa, en su crepúsculo hoy
hundida, podrá volver a resurgir. ¿Y por qué no pensar que Los detectives
salvajes tiene algo de la literatura por venir? Con esta pregunta cierro
estas líneas sobre Bolaño. La verdad es que la pregunta la he formulado
por mi propio bien, la he formulado para amar y odiar al mismo tiempo su
novela; la he formulado para acercarme lo máximo posible al mundo de
Bolaño y así de una vez por todas poder alejarme y hacerlo a ser posible
en el crepúsculo de esta misma tarde en la que ya para mí todo lo cercano
se está alejando, y lo que han sido unas cuantas palabras sobre el mundo
novelesco de Bolaño ya no son ahora más que el boquete azul de mi
parietal trágico, también el parietal de Arturo Belano (con las mismas
letras de Belano puede escribirse la palabra "nobela"), ese personaje que,
al igual que tantos otros en Los detectives salvajes, camina hacia atrás,
"de espaldas, mirando un punto pero alejándose de él en línea recta hacia
lo desconocido", tal vez hacia un infinito limitado, allí donde todo lo
cercano se aleja para luego volver a acercarse. En fin, que ahora me voy
de Bolaño, pero me quedo, pero me voy, pero me quedo. En fin, ese tipo
de relación literaria entre Bolaño y yo que parece haber dispuesto para los
dos y para siempre un destino común. Habrá que desafiar a ese destino
cuanto antes. La experiencia dice que no hay dos caminos iguales. Opto
por decir una frase que Bolaño ya no podrá decir nunca, es mi desesperada
forma de emprender a última hora la búsqueda de un destino diferente al
suyo. Escribo esto: "Tu escepticismo, Bolaño, es el principio de la fe". Y
esta vez sí que me voy. Lejos queda el pasado, todo está por venir, atrás
para siempre han quedado nuestros destinos gemelos. En cuanto a los
presagios, ya decía Wilde que simplemente no existen. El destino no
manda heraldos. Es demasiado sabio o cruel para hacerlo. Por eso ahora
me voy. Pero me quedo.

Encontrado en: http://www.letraslibres.com/interna.php?sec=6&art=5778


Juan Villoro

DOMINGO BREVE

El copiloto del Impala

Roberto Bolaño acaba de ganar el Premio Rómulo Gallegos con Los detectives
salvajes. Construida al modo de un estadio donde la gente entra y sale sin tregua,
la novela es una marea de historias, Las mil y una noches de una generación adicta
a los paraísos artificiales de la poesía y del tequila blanco. Esta saga
inconmensurable dura 609 páginas pero podría abarcar una biblioteca concéntrica;
en rigor, no termina: se disipa tras una última ventana. Con un oído atento a los
giros y modismos que definen personalidades, Bolaño congrega a un coro de
mexicanos, chilenos y españoles que conocieron a Ulises Lima y Arturo Belano, los
detectives literarios que a fines de los setenta se lanzaron en busca de la poeta
Césarea Tinajero. La pesquisa dura dos décadas y pasa por las bodegas de un
barco anclado en el Mediterráneo, las soledades del desierto de Sonora, bares de
una Barcelona sin gloria y sórdidos departamentos de la Ciudad de México. En esta
anti-novela de iniciación, las rutas son rigurosamente descendientes: "el poeta no
muere, se hunde, pero no muere''. Como en el Popol-Vuh o en Las cintas del
sótano, de Bob Dylan, las flechas apuntan hacia abajo y proponen peldaños
interiores.

Césarea, fundadora del movimiento visceral realista, atestiguó el crepúsculo de la


Revolución Mexicana y desapareció sin otro legado que su leyenda y unos poemas
hiperherméticos que sus fieles interpretan como el non plus ultra de la vanguardia.
Muchos años después, Lima y Belano siguen sus huellas. Retrato de una época, Los
detectives salvajes ofrece un catálogo de formas para viajar al inframundo y
cambiar la superficie, una vindicación y una sátira simultáneas de los enamorados
de la modernidad que aceptaron la invitación al viaje de Valéry, recorrieron las
carreteras de Kerouac y gritaron con Jim Morrison: "¡queremos el mundo y lo
queremos ahora!''

Para los mexicanos que frecuentaron talleres literarios en los años setenta, el
caudal narrativo de Bolaño brinda el botín adicional de la lectura en clave.
Monsiváis y Paz aparecen como fantasmas rulfianos y una pléyade de poetas,
editores, burócratas de la cultura y críticos menores adquieren nombres falsos y
perdurable identidad. Arturo Belano es el alter ego de Roberto Bolaño, escritor
chileno que vivió en México de 1968 a 1978, y Ulises Lima, protagonista absoluto
del relato, es el poeta Mario Santiago. Los visceral realistas representan a los
infrarrealistas, el grupo que alborotó nuestra república de las letras en los setenta.
Pero Bolaño no levanta un acta ministerial de ese tiempo. En su pluma irónica, la
pandilla en la que militó resulta absurda y entrañable, y el "enemigo'' Octavio Paz
se agranda como un chamán que recorre el Parque Hundido en una caminata que
es un signo que es un viento entero.

Los detectives salvajes recupera un país único y espectral. En este sentido,


estamos ante una de las más brillantes novelas mexicanas. Poco importa que
alguno de nuestros presuntos paisanos diga "atasco'' por "embotellamiento'' o
"guardabarros'' en vez de "salpicadera''. A la distancia, Bolaño atesoró una patria
memoriosa hasta convertirla en atributo de su imaginación. El resultado: un paisaje
preciso y enrarecido, la descolocada veracidad de la ficción.
Un par de años antes de Los detectives salvajes, Bolaño publicó Estrella distante,
novela breve sobre la represión en Chile. El protagonista es un aviador que escribe
poemas efímeros con la cauda de su jet. Durante la dictadura se "sofistica'' hasta
concebir la tortura como una de las bellas artes. Dandy del horror, encarna un tema
caro a George Steiner: la paradoja del genocida con espléndido gusto artístico y la
imposibilidad de la estética para definir una moral. Metáfora del "artista heroico'',
intoxicado de sí mismo, Estrella distante muestra el oprobio con escalofriante
sofisticación. ¿Puede haber algo más avieso que compartir la atracción de lo
inmundo? Por un momento, el lector es un voyeur del espanto. Sin consignas
declamatorias, el libro dibuja un infierno excelso, una alegoría cuyo mérito es no
parecerlo, al modo de En los acantilados de mármol, de Ernst Jünger.

Quizá el territorio "natural'' de Bolaño sea el cuento. Después de décadas de


escribir poesía, se facultó para contar historias tensas, que operan por alusión. En
su volumen de relatos Llamadas telefónicas confirma la variedad de sus registros,
su temple de escritor nómada, de la fugitiva estirpe de Caín, y escribe con igual
fortuna la biografía de una actriz porno de Estados Unidos que un relato dialogado
entre dos policías chilenos. No es casual que este cuentista de raza haya armado
Los detectives salvajes como un maletín lleno de historias.

Bolaño vive en Blanes, el puerto donde se alza la primera roca de la Costa Brava.
Ahí, las barcas llevan banderas del Español o el Barca. En los domingos grandes,
las peñas parten en tren a los estadios de la ciudad condal. Frente al punto de
reunión de los porristas, hay una pastelería donde un culto repostero lee con cierto
rubor las historias de Bolaño. "Yo también fui joven, pero esto es demasiado'',
comenta ante las sobredosis de sexo, drogas y rock and roll. Sin embargo, no deja
de leer. El pastelero de Blanes no es el único que ha sentido la perturbadora carga
de los relatos de Bolaño, o Belano, quien recorrió las autopistas y el desierto en el
Impala comandado por Ulises Lima.

De acuerdo con la Odisea, el safari de los espejismos termina en casa. Los


detectives salvajes es la aventura de un regreso. Roberto Bolaño ha vuelto, para
siempre, a la indescifrable realidad que por convención llamamos "México''.

Encontrado en: http://www.jornada.unam.mx/1999/jul99/990719/sem-villoro.html


Notas sobre Los detectives salvajes de Roberto Bolaño

El más reciente Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, Los detectives


salvajes, del escritor chileno Roberto Bolaño, ha despertado el interés y la
curiosidad de muchos. Encontrar el porqué de su reconocimiento ha animado a
lectores como María Antonieta Flores a recorrer las 583 páginas —aun cuando su
volumen intimida— de la coedición que hicieran Monte Avila Editores y el Celarg.
Lectura que revela en estas páginas

Foto: Esso Alvarez

Las 583 páginas (se agradece el tamaño de las letras) de la


coedición que Monte Avila Editores y el Celarg han hecho de
la novela de Roberto Bolaño, ganadora del Premio
Internacional Rómulo Gallegos, pueden intimidar a
cualquier lector. Asunto grave es abrirlo y comenzar,
especialmente si las expectativas no son muchas. Sin
embargo, tenía un pálpito y no me sentí defraudada. La
novela me atrapó desde el comienzo y pasadas unas 80
páginas me encontré dilatando el ritmo de la lectura para
disfrutarla más. Era la señal de que me gustaba y, tal vez,
demasiado.

Probablemente en mi gusto influye el hecho de que transcurre entre andanzas de


poetas o de quienes pretenden llamarse así, pero mi juicio acerca de la calidad de
la novela se sustenta en su estructura múltiple, en la construcción de los
personajes, en el manejo del lenguaje y en la significación que posee. No es una
novela que se agota en su propia historia sino que la trasciende pues de alguna
manera narra la saga personal de todos aquellos que transitamos este final de
siglo.

La obra está dividida en tres partes, que en realidad son dos, pues una de ellas se
abre para contener a la otra: la ya típica estructura de las cajas chinas pero con
variación. Además, las deudas con la tradición y la modernidad no sólo son
tributadas en el texto sino también en la complejidad estructural. Las distintas
historias y personajes que se entrecruzan o se desencuentran constituyen las
piezas de un collage, los fragmentos de un todo inatrapable.

Estética de la imprecisión

Todo el tejido narrativo crea una atmósfera de vaguedad, de falta de certeza. El


itinerario de la historia está marcado por voces, tiempos y espacios bien
determinados que, no obstante y paradójicamente, construyen una estética de la
imprecisión. Los personajes de Ulises Lima y Arturo Belano se dibujan y se
desdibujan en otras voces, la historia está abierta y el lector no puede saberlo todo
ni lo sabrá. El deseo insatisfecho, el otro inalcanzable, la quimera de conocer.
Bolaño plasma así la incertidumbre que define esta época, la certeza de la no
existencia de una verdad ni de un absoluto, la sospecha o la certidumbre de tomar
por cierto lo falso y viceversa. Allí está la voz de Guillem Piña para confirmarlo
dentro de la trama: "Pero todo eso ahora no existe: es más una certeza verbal que
vital. Lo cierto es que un día todo se acabó y me quedé solo con mi Picabia
falsificado como único mapa, como único asidero legítimo".

En este contexto de oscurecida condición, el lector no debe perder la pista de las


fechas ya que se encontrará con la simultaneidad entre los episodios de Amadeo
Salvatierra y Los desiertos de Sonora, sobre todo porque no se sabe quiénes son
los interlocutores de Salvatierra, pero se sospechan o se dan por sobreentendidos
por los indicios narrativos.

El registro íntimo del diario o la confesión es la estrategia que propicia el despliegue


de voces, miradas e incompletitudes.

En la primera y la tercera parte, la visión la ofrece la voz de Juan García Madero; la


segunda, es perspectivista (punto de vista múltiple), y no deja de traer resonancias
de esa gran novela de la modernidad que es Manhattan Transfer de John Dos
Pasos. Siempre se conocerá la historia por los testigos, protagonistas también y
que sólo pueden dar su visión. El lector transita con ellos y así puede saber más
que cada uno de los narradores testigos, pero siempre desde la carencia y la duda.
La escritura va despertando un deseo que va más allá de alcanzar el desenlace y se
inscribe en el otro inalcanzable. El saber del lector se va conformando desde la
suma de los fragmentos y, apenas, se concreta al final y de forma penumbrosa.

Los personajes secundarios, si optamos por una denominación tradicional,


construyen con su mirada a los principales: a Arturo Belano (apellido muy similar a
Bolaño, además de ser chileno el personaje, lo que sugiere un posible sesgo
autobiográfico) y a Ulises Lima, enigmático y oscuro personaje. No se tendrá la
certeza de que ciertamente sean así como nos lo cuentan, siempre estaremos
aproximándonos a la sombra de cada uno de ellos, a su impresión. Entonces, el
lector es obligado a convertirse también en "detective" que no puede responder qué
hay detrás de la ventana desdibujada.

Y, si pensamos en la lectura como cópula, vendría bien lo que dice en uno de los
capítulos Luis Sebastián Rosado: "Después hicimos el amor pero fue como hacerlo
con alguien que está y no está, alguien que se está yendo muy despacio y cuyos
gestos de despedida somos incapaces de descifrar".

Esta imprecisión de los personajes que están allí en el texto junto a la visión
múltiple de los múltiples personajes lleva a pensar que en el fondo no hay
protagonistas y que es una manera de elaborar narrativamente un concepto y tema
caro a la posmodernidad: la disolución del sujeto.

Una épica degradada

La segunda parte de Los detectives salvajes expondrá más claramente sus


conexiones con la épica. Así se comprenderá mejor el pasado, lo que cuenta García
Madero. O, ¿es este el presente? La historia también hace dudar del tiempo lineal,
aunque el dato temporal es clave en la novela. ¿Cuál es la historia principal? ¿La del
75 y 76 o las de los años que siguen? No hay respuesta porque lo que se ofrece es
la perplejidad ante la compleja existencia de lo humano.

Ulises Lima remite a un degradado Odiseo, sin acciones heroicas salvo la defensa
de una prostituta como un hecho circunstancial, sin Penélope que lo espere, tras un
amor imposible que lo lleva a Israel (tierra prometida que se equipara a la fantasía
del amor logrado). Y, finalmente, su Itaca será la ciudad de México, y sus viajes
serán el olvido y los recorridos por Parque Hundido. Norman Boizman en el capítulo
10 nos dirá sobre él que "intentaba evitar la cercanía de su dolor, de su obstinación
de mula, de su profunda estupidez".

Ulises Lima es un antihéroe al igual que Arturo Belano. Este último, exiliado sin
regreso, persigue a la muerte. Es ella su Itaca. Por esta razón, uno regresa, el otro
no: cumplen, de alguna manera, la ruta de los arquetipos con los cuales se pueden
asociar (Odiseo y el rey Arturo —de la muerte de Arturo no se tiene certeza). Las
pruebas enfrentadas no han traído la victoria sino el escepticismo y el desengaño
existencial, el cansancio, el tedio.

La relación con la obra de Homero se reafirma por la estructura episódica del libro:
cada capítulo o sección posee independencia propia a la vez que va trazando una
historia única, y en la segunda parte (tal como en La Ilíada) cada personaje que
habla se convierte en héroe de su propio instante.

Por supuesto, esta épica que narra Bolaño es desde la perspectiva del mundo
degradado y la carnavalización (Bajtín). Hay que recorrer todas las páginas para
vislumbrar (y aquí es clave el capítulo 23 de la segunda parte) que Los detectives
salvajes cuentan la épica y la saga de una generación, la nacida en lo años 50, la
de los actuales cuarentones, fracasados e impotentes. No es gratuito que la
impotencia sea una de las circunstancias que marcan a algunos personajes y es
obvio que no es sólo una referencia física y sexual, sino un símbolo de imposibilidad
existencial.

Los héroes se pierden en el olvido, desdibujados. Su permanencia está en su


ausencia.

Trascendencia

Los detectives salvajes de Roberto Bolaño (Caracas: Monte Avila


Editores/Celarg, 1999) es una novela que dentro del contexto de la literatura
latinoamericana funciona como vínculo entre pasado y presente. Estética y
temáticamente tiende un puente entre modernidad y posmodernidad, entre lo real
maravilloso —que transita muy levemente en sus páginas al igual que cierto aire
rulfeano— y la narrativa del posboom. No rompe sino que vincula. Es una
continuidad cuyo hilo —tal como lo señala Carlos Noguera en la contraportada—
se remonta a las grandes novelas de aventura y —agrego— también al realismo
estilo Hemingway.

Los detectives salvajes es un buen ejemplo de cómo estructuras de la llamada


subliteratura (novela policial y diario) son el pretexto para que acaezca una buena
historia que trasciende más allá de sus propios límites y evoca la presencia de una
vida que se escapa y a la vez ahoga.

La novela está tejida como una red, como una especie de trampa. ¿Detectives?
¿Por qué? Cesárea es un motivo baladí, la resolución dada el personaje lo
demuestra, y es la búsqueda, la pasión por algo incontrolable lo que se destaca.
¿Salvajes? Quizás por lo jóvenes o por latinoamericanos —of course, es una ironía—
o por novatos.

La especificidad del mundo literario podría alejar al lector medio, pero no es así,
pues la historia trasciende el mismo hecho. La incertidumbre como propuesta
estética y que desdibuja a los personajes que nos interesa alcanzar (Lima, Belano,
García Madero) en la carrera que la misma lectura traza, se manifiesta también en
el tratamiento dado al mundo literario: hay una oscilación (se le desacraliza y se le
sacraliza a la vez) donde constantemente se denuncia la falsedad del medio y la
escritura como pose, hecho que debe ser muy poco simpático para algunos como
también debe causar escozor leer esa divertida clasificación de la literatura y la
poesía desde la homosexualidad.

Y, para darle más sentido de veracidad, el libro está atravesado por seres reales
ficcionalizados (Paz, Monsiváis, Volkow y otros).
Hay en el libro de Bolaño una idea simple y obvia, aunque narrativamente oculta e
incidental: de que a medida que envejecemos y si abandonamos la poesía, nos
olvidamos a nosotros mismos: ahí está la voz de Amadeo Salvatierra diciendo: "yo
también, llegado el momento, dejé de escribir y de leer poesía. A partir de entonces
mi vida discurrió por los cauces más grises que uno pueda imaginarse".

Finalmente, la respuesta sustancial acerca de por qué atrapa esta novela parece ser
suspenso, suspenso: como misterio, como hilo de Ariadna, como un estado interior
que propicia desde la incertidumbre. Suspenso, uno construido de la nada que
arropa a seres marginales y marginados: devorados por los acontecimientos,
silenciados por ellos, sin percatarse, exponiendo el sin sentido de sus vidas y la de
todos.

Los detectives salvajes recupera el sentido de la saga y construye un grand récit


a partir de la insignificancia de una generación cuyo rumbo está determinado por la
impotencia frente a un mundo donde el sinsentido es más evidente y el poder de lo
material, determinante. La belleza de Ulises y Arturo está en su desdibujadas
presencias que apuesta al imposible, apuesta que engancha, anuda y seduce hasta
la última página.

María Antonieta Flores. Ensayista

Verbigracia, Año III, Nº 38, 22 de enero de 2000.

Encontrado en:
http://www.eluniversal.com/verbigracia/memoria/N86/contenido06.htm

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