Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
La realidad de la Iglesia es compleja, por tanto no se puede agotar con una única
presentación teológica posible. De la misma manera que la Escritura nos muestra diversas
imágenes y modos de configuración de la Iglesia primitiva, debemos considerar las razones
por las que el Espíritu reconfigura permanentemente a la Iglesia según tiempos y lugares.
Como primer paso, para entender esto de los modelos, hagamos un poco de historia.
En pleno siglo XVI el Cardenal Bellarmino decía de la Iglesia lo siguiente1:
1
- Comunión en los sacramentos que deja fuera a catecúmenos (por no haber llegado
aun a aquellos) o excomulgados (que quedan fuera de la participación en los mismos).
- Sumisión a los legítimos pastores, que excluye a los cismáticos (que aceptando la
doctrina, no acatan a las autoridades eclesiales).
“…la Iglesia, como Cristo la fundó y los apóstoles la comenzaron a construir, tiene
todavía necesidad de ser enunciada con más exactitud. La Iglesia es misterio, es decir,
realidad penetrada por la divina presencia, y por esto, siempre capaz de nuevas y más
profundas exploraciones”.
Esta realidad, a la que se refiere el Papa, elimina la posibilidad de proceder por
medio de conceptos claros o inequívocos. Entonces podemos suscribir lo que dice Gustavo
Weigel3:
2
cuanto a la luz de las imágenes. La mayor parte de las imágenes son estrictamente
bíblicas. El valor teológico de las imágenes ha sido fuertemente afirmado por el Concilio.
La noción de empezar con una definición aristotélica ha sido simplemente sobrepasada
para ser sustituída por un análisis bíblico del significado de las imágenes propuestas.
El problema que quisiéramos presentar es que mientras en una época parecía que la
Iglesia era definible de una sola manera (caso prototípico, el de Bellarmino), ahora se ha
redescubierto la necesidad de recurrir a diversas imágenes para profundizar en la identidad
eclesial. Como ejemplo, en el primer capítulo de la LG se utilizan muchos iconos para
hablar de la Iglesia: edificio levantado por Cristo, casa de Dios, pueblo, rebaño, campo,
ciudad, etc.
Ya los Santos Padres empleaban muchas imágenes siguiendo el estilo del Nuevo
Testamento. Así personajes bíblicos se asociaban a la Iglesia como Eva y María, Abraham
y Sara, Tamar, María Magdalena; también acontecimientos o situaciones la figuraban: el
Arca de Noé, el templo, el vino, la tienda, etc. En definitiva, hemos retornado a
experiencias que había ya tenido la Iglesia primitiva.
2-Modalidad de empleo
En la esfera religiosa se ve que las imágenes o iconos como hoy se suele decir más,
funcionan como símbolos, es decir, que hablan a la existencia de cada ser humano y
encuentran un eco en sus profundidades. El significando hondo de la imagen se descubre
por un camino que no es el de las definiciones.
Por eso,
- transforma la vida de las personas que la captan;
- entra en su modo de vivir;
- altera sus escalas de valores, sobrepasa sus capacidades y modifica sus esquemas de
ver y pensar la realidad.
Entonces estamos delante de un mensaje estético, es decir, que toca los sentidos:
entra por la imaginación, pasa al corazón y desde ahí después desemboca en las conductas
primero, para ser interpretada por la mente después. Pongamos un ejemplo para clarificarlo
de modo mejor.
3
Todo lo dicho no puede quedar en el plano personal sino que invita a una actitud
común, por eso se dice que las imágenes tienen una función sociológica, dando unidad y
lealtad a los que coinciden con ellas.
En todas las épocas se hizo necesario el uso de modelos para explicar el misterio de
la Iglesia. En un momento histórico como el actual, con tantos y tan ágiles cambios
culturales y de todo tipo, es lógico que se de pronto una crisis de imágenes y más aun de
modelos. Muchos modelos tradicionales pierden su antiguo sentido para el pueblo,
mientras que la aparición de lo nuevo todavía no ha tenido el suficiente espacio para ser
captado y explorado por todos.
El uso de los modelos viene al principio del ámbito de las ciencias pero se empieza
a emplear en teología y ahora aquí lo vemos aplicado a la Iglesia, porque nos saca de la
cabeza la idea de que lo definitivo se puede explicar fácilmente. Así se ve que determinados
conceptos se hacen rígidos y, en cambio, la teología se abre a la variedad y a la riqueza del
misterio. Es bueno tener en cuenta que en el uso de los modelos, éstos se pueden dividir en
dos tipos:
Más adelante vamos a poner algunos ejemplos, pero ahora nos gustaría responder a
una pregunta que, de seguro, surgirá en la mente de los lectores: ¿cómo discernir si un
4
AVERY DULLES, Modelos de Iglesia, p. 23.
5
Cf. PAUL TILLICH, Teología sistemática. Tomo I, Ariel, Barcelona, 1972, pp. 189 s.
4
modelo es bueno y adecuado a la verdad de la revelación y no termina ocultando la realidad
de la Iglesia?
Demos un paso más. Cuando un modelo es capaz de resolver y explicar una gran
variedad de problemas y ayuda a entender realidades muy complejas se hace más amplio
que otros. Si además, ese modelo se adelanta en el tiempo y permite solventar posibles
dificultades que se abran posteriormente, se lo denomina paradigma. Si un modelo es una
imagen tan clara que permite explicar con fidelidad lo central de nuestra fe, distintas
dimensiones de la Iglesia como la espiritualidad, la comunidad, el servicio y el apostolado,
la diversidad de vocaciones; si además se adapta no sólo a una región sino a todos los
continentes y culturas y puede ser válido por mucho tiempo, y entendido por todos o, al
menos por la mayoría de los fieles, estamos ante un paradigma.
Durante siglos se hablaba de la Iglesia como una “Sociedad Perfecta”, tal como
hacíamos referencia a Bellarmino. Parecía que esa era la definición exacta. En realidad
expresaba gran parte de la realidad de la Iglesia pero otros aspectos quedaban en la
oscuridad. Ya antes del Concilio Vaticano I se había intentado profundizar en el misterio de
la Iglesia como Cuerpo de Cristo.
Este modelo recién se instaló en 1943 con la Encíclica “Mystici Corporis” de Pío
XII. En esta misma época, los teólogos, investigando desde los estudios de la Sagrada
Escritura y de la Historia de la Iglesia, redescubren la experiencia de la primitiva
comunidad que, según donde estaba y según la realidad de la comunidad generaba distintos
modelos. Con una conciencia refleja se pudo entrar al Concilio Vaticano II.
Luego los profundizaremos más, pero desde ya podrás ver como la Iglesia presentó
de hecho o en la práctica, la variedad de modelos o paradigmas para auto-explicarse.
5
Luego vendrán los teólogos que desarrollarán la teoría de los modelos para poder
comprender lo que en el Concilio aparecía.
¿Por qué cambian los paradigmas? Cada uno de éstos tiene sus imágenes favoritas,
sus códigos, sus valores y certezas, como también algunas prioridades. Por ejemplo, si se
destaca el paradigma de Iglesia “pueblo”, todos los cristianos que viven en lugares donde
impera el régimen de gobierno democrático, que están habituados a gestionar su destino,
tienen la capacidad para imaginarse una Iglesia pueblo.
Para concluir, vemos apropiado decirte que cada paradigma de Iglesia tiene sus
debilidades, ninguno puede ser tomado como medida de todos los demás. En lugar de
buscar lo absoluto, sería mejor que reconociéramos que las distintas imágenes que ya nos
ofrecen la Escritura y la Tradición son complementarias y recíprocas. Ahondemos
brevemente en esta idea.
6
El Concilio Vaticano II propone dos grandes modelos de autocomprensión de la
Iglesia. La Iglesia como Sacramento universal de salvación en profunda conexión con la
reflexión de los primeros Padres y escritores eclesiásticos. También presenta a la Iglesia
como Pueblo de Dios en directa relación con la experiencia del Pueblo de Israel continuada
por nuestra comunidad hoy.
El fundamento que se quiere establecer sería formulable de esta manera: “si Cristo
es el sacramento del Padre, la Iglesia es sacramento de Cristo. Ella lo representa en el pleno
y antiguo significado del término, lo hace realmente presente”. Al hablar de sacramento
indudablemente que lo estamos haciendo en un lenguaje litúrgico-simbólico. ¿Qué es un
sacramento? ¿Cuál es su fuerza?
A los siete sacramentos hay que entenderlos en función y nacidos del sacramento
radical que es la Iglesia. Por eso, un elemento fundamental es su dimensión comunitaria.
Desde la cristología, podemos aclarar la estructura sacramental de la Iglesia:
7
Vamos entonces a profundizar como presentó nuestro último Concilio, este modelo
de Iglesia como sacramento. Según el Concilio Vaticano II, la Iglesia se define
como sacramento (cf LG 1, 9, 59; SC 5, 26; GS 42; AG 5); sacramento universal
de salvación (cf LG 48; GS 45; AG 1). Ahora bien, esta definición aparece dentro
de los textos conciliares en el contexto cristológico. Del costado de Cristo en la cruz
brotó la Iglesia (cf SC 5; LG 3) y dice que la Iglesia es en Cristo el sacramento, es
decir, signo e instrumento de la unión con Dios y la unidad del género humano (cf
LG 1).
Por eso, todos estos textos ponen la primacía en Jesucristo y desde él, en la Iglesia
que irradia su luz sobre el mundo. Por eso, el Vaticano II ve en la Iglesia “una notable
analogía”, comparable, salvando las diferencias, con el misterio de la encarnación de Dios.
Esta analogía consta de que así como el Verbo encarnado actúa a través de la naturaleza
humana, de manera semejante el Espíritu de Cristo obra a través de la estructura visible de
la Iglesia (LG 8).
Una primera consecuencia que se puede sacar es la dimensión misionera que supone
la imagen sacramental: la Iglesia es Palabra, la Iglesia es signo para el mundo y por eso no
está volcada para si misma, sino que su existencia es para los demás. Se podría decir,
usando bien el término, que queda como una Iglesia des-centrada, no en el sentido negativo
de esta expresión sino que su centro no está en ella misma sino en el Reino que debe
anunciar y por tanto, su doble centralidad radica en Jesucristo que es su sentido y origen y
el mundo que es su destino y orientación.
¿En qué consiste el valor del sacramento? En sentido general pueden llamarse
sacramentos o sacramentales a las formas en que Dios viene a nosotros sensiblemente como
gracia: formas, en consecuencia, por las que podemos alcanzarlo y recibir su acción
corporal y espiritual al mismo tiempo. En este aspecto se puede considerar, la Sagrada
Escritura, las palabras como tales, el encuentro interpersonal, un espacio de experiencia
fuerte, etc.; todas pueden tener valor sacramental para nosotros por su significación.
8
La Iglesia pues, en su integralidad visible e invisible, es como un sacramento del
llamado de Dios a la salvación, y prolonga de alguna manera, en su vida misionera, la
acción de Jesucristo, el enviado del Padre para anunciar el Reino, lo que siempre sucede
con la asistencia del Espíritu Santo, por eso algunos teólogos le dicen a la Iglesia
“sacramento o icono de la Trinidad”.6
Por medio de este modelo de Iglesia, queda superado aquel viejo axioma que decía:
“Fuera de la Iglesia no hay salvación”. Así, el gran valor de esta imagen de sacramento es
recobrar por un lado, la ubicación de la Iglesia en el mundo actual como presencia que
significa el Proyecto de Dios (cf. Jn 15,18-21; 17,9-17). La Iglesia que ya no es “Señora”
del mundo, reconoce su pequeñez pero, a la vez descubre su gran fuerza transformadora
cuando se deja orientar por el Espíritu que la vivifica y la hace sacramento de Jesucristo.
La Iglesia comienza a descubrir el mundo, sus valores, los signos de Dios presentes
más allá de sus estrechas fronteras. De esta manera, profundiza la necesidad de asumir los
desafíos evangelizadores que comporta la dinámica de la vida humana en todos sus niveles.
Esta imagen de la Iglesia Sacramento Universal de Salvación, permite conjugar la
dimensión de lo institucional, lo testimonial, lo misionero y lo mistérico de la vida de la
Iglesia.
6
Este título lo adopta Bruno Forte para desarrollar su planteo eclesiológico. Para profundizar su enfoque se
puede leer BRUNO FORTE, La Iglesia icono de la Trinidad, Sígueme, Salamanca, 1992. Sobre todo,
recomendamos las pp. 24-31 y otro bloque en 61-66.
9
No obstante, este modelo si fuera único correría el riesgo de reflexionar mucho
sobre la Iglesia en su plano más de misterio y olvidar que ella está transitando por el mundo
y la historia. Por este motivo, el Concilio vio necesario ahondar sobre otro modelo
recíproco al anterior que es el modelo de Iglesia Pueblo de Dios. Te invito a que lo
profundicemos.
De todos modos, algunos teólogos no aceptaban este modelo por considerar que
reducía el misterio de la Iglesia a un elemento “sociológico” demasiado humano7. Sin
embargo, esta definición de Iglesia recupera lo más genuino de la tradición bíblica ya que
entronca directamente con el Antiguo Israel de la elección y la promesa de Dios que lo va
haciendo Pueblo de Dios en la respuesta que va dando en la historia, en los acontecimientos
concretos.
Te decía que es una imagen de una gran fuerza bíblica, ¿pero es conveniente para la
Iglesia llamarse Nuevo Pueblo de Dios? ¿La Iglesia primitiva tuvo conciencia y deseos de
ruptura con el antiguo Israel como para definirse de esta manera? Si rastreamos los escritos
del NT no aparecen deseos de ruptura de la incipiente comunidad cristiana con la religión
judía, con las tradiciones de Israel.
7
Todo este proceso se puede ver de manera sintética en: BRUNO FORTE, La Iglesia icono de la Trinidad, pp. 39
-59.
10
Sin embargo, desde las prácticas y contenidos nuevos que esta comunidad naciente
iba teniendo, fue el mismo judaísmo quien después de los años 70 d.C. hace efectiva la
separación, considerando a este grupo como una secta.8
¿Había razones para que se diera esta separación? Hay que decir que la relación
entre el Antiguo Israel y el Nuevo Pueblo de Dios mantiene una continuidad pero dentro de
una mayor discontinuidad. Se podría explicar de esta manera: en la única historia de la
salvación en la que Dios se ha ido revelando, desde las mismas raíces de Israel, surge un
brote totalmente nuevo que se ancla en el misterio pascual de la Encarnación y la
Resurrección de Jesucristo, el Hijo de Dios.
Este Jesús venía a cumplir las promesas del Mesías que esperaba el pueblo judío y
éste es un punto de continuidad. A la vez, cuando seguimos profundizando podría notarse
que el alcance universal de la misión proclamada por Jesús es un elemento de
discontinuidad, pero en el inicio del Pueblo de Israel, tal y como lo atestiguan los profetas,
también Israel fue llamado para anunciar a todos los pueblos que sólo hay un Dios (cf. Is
19,16-25; 49,1-6; 66,18-24). De todas formas, la misma práctica de la primitiva Iglesia
atestigua la novedad en las siguientes cosas:
8
Cf. HANS KÜNG, La Iglesia, Herder, Barcelona, 19754, pp. 131-139. MEDARD KEHL, La Iglesia. Eclesiología
católica, Sígueme, Salamanca, 1996, pp. 244-275. Sólo cito estos dos textos que pueden ser orientadores al
respecto.
9
Cf. HANS KÜNG, La Iglesia, pp. 133 -136. La Eucaristía hace recuerdo de todos los tipos de comida que tuvo
Jesús y por eso se da la Koinonía total, cf. ANTONIO VIDALES, La Eucaristía. Misterio de fe y escuela de
solidaridad, Edit. Claretiana, Buenos Aires 2009, p. 42.
11
¿Cómo aparece esta imagen de Pueblo de Dios en San Pablo? En primer lugar al
referirse al Pueblo con la peculiaridad que sea de Dios, lo hace pensando en Israel a quien
el Señor no le retiró ni le retirará su promesa. Ellos son los hermanos mayores en la fe (cf.
Rom 9-11). Sin embargo, por momentos distingue entre el Pueblo de Dios “según la Carne”
(1 Cor 10,18 en referencia al antiguo Israel) y aquel “según el Espíritu” (Gal 6,8).
Hasta aquí hemos tratado de recobrar la imagen bíblica del Pueblo de Dios.
Trataremos ahora de descubrir su valor y sus consecuencias según lo presenta el Capítulo II
de LG. Para ello, te invito que analices un esquema de este capítulo.
Germen de Unidad
Esperanza en orden a la comunión, siendo Luz y Sal.
10
“En el Nuevo Testamento se emplea el término Laós primeramente como en los Setenta: pueblo en el
sentido originario de nación, y …en el sentido simplemente de población, muchedumbre y gente; pero
también en el sentido específico de pueblo de Dios aplicado a Israel en oposición a los pueblos gentiles …
También en el Nuevo Testamento tiene esta acepción técnica de Laós fundamento religioso: Israel y sólo él
fue elegido por Dios, como se dice expresamente en muchos pasajes, para ser ‘su pueblo’, el ‘pueblo de
Dios’. Sin embargo, el Nuevo Testamento va más allá de los Setenta y da un paso de graves consecuencias:
Laós designa también la comunidad de los discípulos, la Iglesia de Jesucristo”. HANS KÜNG, La Iglesia, p.
146. Los encomilllados en el mismo texto son del autor.
12
Salvación
P En la Historia, siendo Peregrino.
u
e LG 10 Pueblo Sacerdotal nacido del Bautismo
b Sacerdocio común - Culto existencial
l - Testimonio de la esperanza
- Vinculado íntimamente al sacerdocio
o
ministerial
S
a
LG 11 El sacerdocio común se actualiza y realiza en la celebración de los sacramentos.
c
Sobre todo en el Bautismo incorporación
e
Testigos – misión (confirmación)
r
Eucaristía ofrecimiento de sí mismo
d
Manifiesta la unidad del Pueblo de Dios
o
t
a
l
LG 12 Participación del don profético de Cristo por la unción del Espíritu.
LG 13 * Todas las personas son llamadas (con-vocadas) a formar parte del Pueblo
de Dios...para hacer realidad el plan de la Creación.
• Cristo es Cabeza del Nuevo y Universal Pueblo de Dios.
• El Espíritu es el Vivificador, fuente de unidad y comunión.
• Vocación Universal: Relación del Pueblo de Dios con las culturas. No las suprime
ni se reduce a ninguna de ellas. Las abraza a todas, respetando e incentivando sus
dones; recogiendo sus aportes, purificando y elevándolos desde la fe en Cristo.
• Catolicidad: Comunicación de bienes entre el todo y las partes para el crecimiento
(de las formas de vida entre sí y de las iglesias particulares entre sí).
LG 14 Dentro del Pueblo de Dios, especialmente los fieles católicos, forman la Iglesia
Peregrina, que siendo sacramento de la salvación, ocupa un lugar necesario en la Historia
de Alianza entre Dios y las personas
Pertenecen a ella los que aceptan tanto su organización como los sacramentos y la profesión
de fe (se trata no de una pertenencia formal sino en el amor- real).
13
Te invito a que veamos qué quiere el Concilio con esta imagen:
- Mostrar cómo el Misterio de la Iglesia se constituye en la historia humana y no es
ajeno a ella.
- Cómo se encuentran las personas situadas de diversas maneras respecto a la plenitud
de vida que es Cristo y cuyo sacramento es la Iglesia.
- Señalar la común identidad de todos sus miembros antes que cualquier distinción de
oficio o estado. Dicho sencillamente, primero está lo que nos une y luego lo que nos
distingue.
14
¿Cuál es el valor de este modelo cuando miramos la historia que se da alrededor
nuestro? Es indudable que la dinámica que aporta esta imagen del Pueblo de Dios
peregrino en búsqueda de la plenitud de la promesa, da pie al reconocimiento a nivel
personal y también colectivo del error y del pecado, de la infidelidad, del arrepentimiento y
la conversión. Así aparece más clara una Iglesia cercana a la debilidad de la humanidad.
Señalaremos ahora algunos aspectos relevantes marcados por este capítulo del
Concilio. Son perspectivas que fueron desarrolladas pero que aún queda mucho por
profundizar en nuestra vivencia eclesial:
La Carta a los Hebreos es clara en este punto: es superado y suprimido todo el culto
sacerdotal del AT pues sólo hay un Mediador entre Dios y la humanidad y ese es
Jesucristo. El Pueblo de Dios es un Pueblo Sacerdotal pues Jesucristo ha
comunicado su vida y su espíritu para que de testimonio de él ante las personas. Por
eso es que todo cristiano tiene un sacerdocio común que nace de su Bautismo y se
ve pleno cuando lo profundiza en la celebración de la Confirmación y la Eucaristía
(cf. LG 11).
15
El Concilio relaciona la función sacerdotal y profética de cada cristiano desde la
clave de la ofrenda y el testimonio (cf. LG 12; Heb 13,15). El segundo párrafo de
GS 44 retoma a Num 11,29 justamente para acentuar el carácter colectivo y
comunitario de la profecía y de la unción del Espíritu de Dios, en vistas a discernir
las situaciones presentes del mundo e iluminarlas desde el Evangelio.
C) Esta común unción da pie para otro gran tema conciliar que es la infalibilidad de la
Fe del Pueblo Creyente. En efecto, el conjunto del Pueblo de Dios es infalible en su
fe, ya que la unción del Espíritu le ofrece un don sobrenatural para descubrir la
verdad de aquello que cree (cf. LG 12). Se trata como de un instinto espiritual, de
una capacidad de sintonizar con lo que realmente es verdad de Dios y de sacar de
ella aplicaciones prácticas. Cuando en virtud de esto la Iglesia entera concuerda
claramente en aceptar como revelada por Dios una verdad sobre la fe o las
costumbres, su consentimiento es señal infalible de que está contenida en el
depósito de la Revelación. La infalibilidad del Papa radica justamente en que
pertenece a una Iglesia infalible11 que debe guiar.
1.- Todos los creyentes son Pueblo de Dios: de este modo queda excluida una
clericalización de la Iglesia ya que acentúa la igualdad fundamental que nace de todos
aquellos que somos Laós (Pueblo) llamados por el Padre, justificados por el Hijo y
santificados por el Espíritu Santo. De ahí que sea errónea la distinción Iglesia-laicos; ya que
todos somos Iglesia, todos un Pueblo de Dios. Todos conformamos la comunidad de los
elegidos, de los santos, de los discípulos (cf. Jer 31,31-34).
2.- Todos somos Pueblo de Dios por el llamamiento divino: Lo central de la existencia del
Pueblo de Dios es que es un pueblo llamado (con-vocado) por el mismo Dios. Su origen,
entonces, no se reduce a algo cultural o geográfico sino a la iniciativa salvadora de Dios en
la Historia humana (cf. Rom 1,6ss; 1 Cor 1,2; Ef 1,4). Así, el llamado y la Alianza son un
don gratuito de Dios. La dimensión comunitaria de la salvación queda puesta de manifiesto.
De alguna manera, el Pueblo de Dios es creación de Dios mismo y nunca fruto de la sola
voluntad o sentir de los integrantes.
3.- Todos formamos parte de este Pueblo de Dios por una libre decisión humana, ya que
cada uno de los vivientes debemos dar nuestra respuesta al llamado de Dios. En este
sentido, ser Pueblo de Dios significa realizar la común vocación de ser hijos e hijas. Es
imprescindible la libre adhesión en la fe al llamado. Se trata de actualizar el SI de María y
de los discípulos, de decir Amén. El NT presenta justamente a Abraham como padre de los
creyentes (cf. Rom 4,1-25) y padre de los pueblos y del Único Pueblo de Dios. La Iglesia es
Pueblo de Dios en la medida que cada fiel creyente por su respuesta libre en la fe se adhiere
en obediencia a aquel que nos ha llamado.
11
Cf. el capítulo III de LG que ubica la dimensión jerárquica de la Iglesia a continuación de este capítulo que
venimos tratando.
16
4.- El Pueblo de Dios formado por los que nos descubrimos y somos creyentes es un pueblo
histórico; que acentúa su dimensión de caminante, de peregrino, de viajero. Y es justamente
en esta actitud como realiza su misión en el mundo (no instalándose). La Iglesia que busca
la consumación del mundo en el Reino definitivo de Dios, está llamada a ser signo de
esperanza en medio del pecado del mundo y asumiendo también el propio pecado y el
propio error.
17