Vous êtes sur la page 1sur 13

Autores

Irene Bucci
Laura Bucci
Artículo

Gestión de Políticas Sociales:


Políticas de Empleo Estatales en la
Ciudad de Mar del Plata
“Gestión de Políticas Sociales: Políticas de Empleo Estatales en
la Ciudad de Mar del Plata”

Lic. Irene Bucci*


Lic. Laura Bucci*
Año: 2001

El presente texto tiene como objetivo debatir acerca de los Programas de Empleo que se
están implementando en nuestro Partido. La reflexión sobre las políticas sociales nos plantea la
necesidad de avanzar en el tema marcando las diferencias con las políticas públicas tradicionales,
el rol del estado en la determinación del contenido y su relación con la búsqueda de definiciones
conceptuales y criterios prácticos para el diseño de las mismas. Por lo tanto, proponemos su
abordaje a través del análisis de sus objetivos, modelos de acción, recursos, instituciones
responsables e impacto de los mismos sobre la población/objeto para la que fueron pensadas.

Introducción

"La culminación de un largo período de crecimiento económico relativamente sostenido


que se produce a mediados de los setenta y el inicio de otro de persistente inestabilidad
macroeconómica que se extiende hasta inicios de los noventa afectó claramente el mercado de
trabajo urbano"... "El aumento de desempleo se extendió a través de ciudades con diferentes
niveles iniciales de desocupación. Se difundió asimismo a través de los estratos social afectando a
personas con diferentes calificaciones, pero con mayor intensidad a los de menor educación y
labilidad en el mercado laboral" (Beccaría,1998).

En la Argentina, como en otros países de la región, el programa de reformas que


demandaba la economía internacional del modelo de globalización, se llevó a cabo a través de un
ajuste estructural cuya prioridad en la primera etapa, fue lograr el equilibrio macroeconómico
poniendo el acento en el redimensionamiento del sistema financiero, la racionalización
administrativa del Estado y la reconversión tecnológica del sistema productivo.

* Lic. en Sociología. Docente e Investigadora de la Facultad de Psicología. UNMdP


* Lic. en Ciencias Políticas. Docente e Investigadora de la Facultad de Ciencias de la Salud y de
Servicio Social. UNMdP.
Las transformaciones que comenzaron a operarse como efecto de esta reestructuración
productiva obligaron al Estado a diseñar nuevos instrumentos que permitieran paliar los efectos
negativos provocados por la situación, abordando las consecuencias perfiladas en la crisis de los
’80 y que se plasmaron básicamente en tres aspectos: situación del empleo, incidencia de la
pobreza y exclusión social.

La emergencia de la pobreza como fenómeno masivo, se debe relacionar al análisis de la


crisis de la sociedad salarial. Dicha organización social se basaba en la adquisición de los
derechos sociales básicamente a través del trabajo en su forma de relación salarial. Ello implicaba
el establecimiento de un contrato entre el empleador y el trabajador en un marco de supuesta
igualdad entre capital y trabajo, donde el Estado aparecía como el garante de lo pactado a través
de las negociaciones colectivas de trabajo. Su desarrollo estuvo caracterizado por un sostenido
crecimiento económico, consolidación del Estado Benefactor y el establecimiento de la
democracia de tipo occidental.

Los analistas de las transformaciones de la sociedad salarial o aseguradora parten de


considerar al trabajo no como una relación técnica de producción, sino como un soporte
privilegiado de inscripción en la estructura social que supera a otros sostenes de identidad como
la pertenencia familiar o la inscripción a una comunidad concreta.

Autores como Castel (1997), manifiestan que los mecanismos de inclusió n hoy se han
quebrado y encontramos una población fragmentada que goza de distintos grados de inclusión
social. Una de las consecuencias más preocupantes es que una parte importante de la población
en condiciones de trabajar, no tendrá posibilidades de empleabilidad, siendo descalificada en el
plano económico, político y social.

Para Castel, hay una diferencia entre las políticas públicas de integración de las de
inserción. Las primeras persiguen la homogeneización de la sociedad a partir de la búsqueda de
grandes equilibrios. Proceden mediante orientaciones e instrumentos generales y tienen un alcance
nacional. Es ejemplo de ello, las políticas universalistas que tienden a reducir las desigualdades
sociales a partir de ofrecer un marco de igualdad de oportunidades. Las segundas -políticas
focales- obedecen a una lógica de discriminación positiva, focalizan su estrategia en poblaciones
y en zonas singulares del espacio social y despliegan metodologías específicas. Pueden
entenderse como un conjunto de acciones que pretenden elevar el nivel, o fomentar las
capacidades para cerrar la distancia con una integración supuestamente lograda.

¿Qué entendemos por políticas públicas?

Las políticas públicas son consideradas como “cursos de acción o inacción elegidos por
las autoridades públicas para trabajar un problema dado o un grupo interrelacionado de
problemas” (L.Paul, 1992). Son guías para la acción que orientan tanto la gestión de las
autoridades como al público, esperándose en sus resultados un impacto previsible para la
sociedad.

En algunos casos las acciones del gobierno son simples decisiones y no responden a una
política integral y/o elaborada en términos explícitos. Sin embargo, estas acciones puntuales
también constituyen políticas, ya que organizan las respuestas del gobierno a problemas o
situaciones concretas que afectan a políticas específicas, o a la sociedad en su conjunto.
Finalmente, la inacción del gobierno frente a problemas de la ciudadanía o sectores sociales
específicos constituye también una forma de política pública. Ejemplo de ello ha sido en
Argentina el tratamiento dado a la natalidad visto como política poblacional -en virtud del
concepto de país con escasa población-, y no como de planificación familiar y procreación
responsable.

A partir de la emergencia del desempleo se empieza a percibir la necesidad de separar y


diferenciar las políticas de empleo de la política económica, poniendo a la vista ciertos aspectos
tales como los principios y funcionamiento de nuestro sistema tributario, ya que es el medio que
permite generar recursos y posibilitar el funcionamiento de políticas relativamente realistas. El
paradigma que se ha empezado a discutir es no sólo cuánto gastar, sino dónde hacerlo y cómo
hacerlo.

La elaboración de un presupuesto significa ejecutar una concepción política concreta,


pero se presenta a la sociedad como un problema técnico elaborado por técnicos, se pretende
así diluir el conflicto que se plantea al distribuir recursos, haciendo difuso el criterio de las
partidas asignadas. El hecho se confirma ante la falta de información que maneja la sociedad al
respecto, no pudiendo discriminar si dichos gastos son necesarios o no, regresivos o progresivos.
En el discurso técnico que se maneja se invisibiliza la discusión en torno a los criterios de
distribución de riqueza entre los sectores sociales y no se hace explícito a los derechos sociales
como derechos humanos básicos y la obligación del Estado de asegurarlos y protegerlos.

¿Qué entendemos por políticas sociales?

Las políticas sociales, por otra parte, son acciones que se dirigen al mejoramiento y
satisfacción de las necesidades que la población por sí sola no podría satisfacer. Desde esta
perspectiva, el foco de las políticas sociales es el bienestar de los miembros de una sociedad que
las autoridades públicas se encargan de asegurar mediante instrumentos legislativos y estrategias
de distribución de recursos.

Hill (1988), señala dos líneas conceptuales en el estudio de las políticas sociales: a) la
noción de bienestar y de redistribución; y, b) las políticas públicas como instrumento de control
social.

Para el primer enfoque, el surgimiento de las políticas sociales está asociado al Estado de
Bienestar, que se desarrolló en los países más industrializados “...a fin de corregir las injusticias
creadas por el capitalismo espontáneo”, en ellas, está implícita la noción de bienestar y
redistribución.
Para la segunda concepción, las políticas sociales son respuestas a tensiones y conflictos
sociales que las sociedades generan como mecanismo de contención social. Las explican en
términos de control para combatir el desorden y el crimen, políticas cuya función es legitimar y
fortalecer el funcionamiento del sistema capitalista.

Hoy, se considera que las polític as sociales son tanto respuestas de los gobiernos a
problemas de la sociedad, como también producto de las demandas formuladas al Estado por
grupos de la sociedad civil. Las políticas sociales implican un reconocimiento y acceso a los
derechos sociales, es decir, el derecho a compartir plenamente el legado social. Por lo tanto, las
políticas sociales colocan en el centro de nuestra reflexión tanto la idea de construcción de la
ciudadanía, como la de profundización y extensión de la democracia (Marshal, 1994).

Políticas de empleo

Se considera políticas de empleo aquellas medidas gubernamentales orientadas a mitigar


el problema de la ocupación y el empleo; o bien a considerar las intervenciones del Estado sobre
el mercado de trabajo que, de manera directa o indirecta, apuntan a luchar contra los desajustes
que el mercado pudiera presentar o contra las consecuencias de sus posibles desequilibrios. Se
distinguen en “políticas activas” entendidas como: subvenciones al empleo, ayuda para su
búsqueda y capacitación” y “políticas pasivas” a los: seguros de desempleo, jubilaciones
anticipadas y estímulos para salir de la vida activa.

Para Barbier (1998), las políticas se traducen en acciones específicas por la


implementación de dispositivos o medidas. Las intervenciones en el área del empleo se
constituyen en programas sociales cuando comprenden un conjunto de acciones orientadas hacia
un fin determinado, un presupuesto, un área responsable y una población objetivo.

Dentro de las políticas activas de empleo en al Argentina, se delinearon diferentes


instrumentos para la promoción de las mismas.

Los llamados programas de “fomento al empleo” consisten básicamente en la


contratación de desocupados. Se pusieron en marcha desde 1991, son programas básicamente
nacionales y provinciales, y sus ejecutores son los Municipios, ONGs, Sociedades de Fomento
y Agrupaciones de gremios del Estado -CTA-, etc.

En 1997 se registró un promedio mensual de 126.264 empleos, con un pico mensual de


420.889 empleos generados a través de estos planes con un gasto mensual de $298,8 millones,
lo que significa el doble de las cantidades registradas en 1996. La mitad de dichos programas se
concentró en las provincias de Buenos Aires, Tucumán y Santa Fe. Las provincias también han
desarrollado sus propios programas que incluyen otras 100.000 personas (Godio, 1998).

Existen además programas que comprometen al sector privado que contemplan ayuda
económica a las empresas. En ellos se las subsidia al tomar trabajadores desempleados inscriptos
en la Red Nacional de Servicios de Empleo. Algunos contemplan subsidios por pasantías que se
presentan bajo la forma de becas de capacitación en empresas.

La evaluación de estos programas pasados ocho años de su implementación sigue


siendo confidencial. El supuesto que acompañó a todas ellas, fue considerar que la reducción de
los costos laborales daría lugar a la generación de empleo, así se priorizó la reducción del costo
laboral frente a otras políticas de fomento del empleo.

¿Desde que lugar leer estas políticas sociales?

La presente propuesta de trabajo consiste en analizar los programas de empleo


transitorio, subsidiado con fondos del Presupuesto Nacional y Provincial: Plan Barrios, Trabajar
y PEL -Programa de Emergencia Laboral-, en el contexto de la ciudad de Mar del Plata, con el
propósito de discutir y evaluar los siguientes interrogantes:

-La capacidad de gestión municipal.


-El tipo de participación de los trabajadores. Los posibles beneficios que le generan para
insertarse en el mercado laboral o -en contrario- el eventual modelo de permanencia en la
precarización que están promoviendo.
-El modelo de acción de las organizaciones intermedias que han actuado en su ejecución y la
concepción social que en su trabajo subyace.
-La posibilidad o no de ampliación, a partir de los mecanismos implementados de una ciudadanía
más plena y la reconstitución del entramado social.
-Las condiciones de financiamiento.
-El tipo de trabajo realizado y su coherencia en relación a los objetivos de capacitació n
propuestos.
-La percepción de los beneficiarios como sujetos de derecho o como meros objetos
destinatarios de políticas sociales, dada la capacitación recibida.

Comportamiento del mercado de trabajo. Mar del Plata en cifras

El Partido de Gral. Pueyrredon tiene 533.000 habitantes -Censo del 1991-, ocupa el
quinto lugar con relación a su población en la provincia de Buenos Aires. Las proyecciones para
el año 2000 lo acercan a los 600.000 habitantes.

De acuerdo a lo analizado por López y Alegre (2000), la actual crisis laboral se visualiza
a partir del aumento de la desocupación (entre el período 95-99) en seis puntos y en el
crecimiento de la subocupación que ronda en el 14% según datos de la EPH. Dicha situación se
agrava cuando se suman ambos rangos llegando la vulnerabilidad de su PEA al 32%.

La fuerza laboral marplatense se asienta mayoritariamente sobre individuos con nivel


primario y/o secundario incompleto. Los mayores niveles de ocupación parecieran garantizar una
mejor inserción laboral, ya que solo se registra en los que poseen educación superior completa un
3.1% de desocupación, contra un 48.5% de desocupación de los que han alcanzado un nivel
primario completo y secundario incompleto -onda mayo del 99-, por lo cual, la demanda
laboral en la ciudad ocupa ahora a personas sobre educadas con relación a los requerimientos
del mercado. En Mar del Plata se dan los más bajos índices de analfabetismo, como también,
los porcentajes más altos de población con nivel universitario completo con relación a los
aglomerados bonaerenses. El 11% de la PEA ocupada tiene estudios superiores. No obstante, la
ciudad sigue siendo la que registra los más altos índices de desocupación del país. La onda de
octubre-2000 arroja los siguientes guarismos: desocupación: 20,8%, que - en el caso de las
mujeres- se eleva al 23,9%.

Si se analiza a la población económicamente activa según edad y sexo, se detecta que


para los jóvenes la búsqueda laboral es negativa, ya que se registra una disminución en la tasa de
empleo, y por otro lado, se observa un aumento en la tasa de desocupación, entre octubre del 95
con 37.5% y mayo del 99 con un 40%, según datos provisorios de la última onda de Octubre de
2000, la tasa de desocupación para la banda etarea de 15 a 24 años, ascie nde a 49%.

Con respecto a las mujeres hay un aumento en la tasa de empleo con una disminución de
la desocupación de acuerdo a la comparación de los dos períodos -octubre del 95 con 27.1% y
mayo del 99 con 16.4%-. Esto hace presumir el ingreso de las no jefas al mercado de trabajo
para paliar el deterioro de la situación laboral de los varones. No obstante, y analizadas las cifras
respecto de los varones de la PEA, siguen siendo ellas quienes detentan los más altos índices de
desocupación y subocupación. El tema adquiere relevancia particular ya que Mar del Plata
registra un índice del 27% de jefas de hogar, que se condice con otra cifra significativa: de la
población migrante, las mujeres superan en un 10% a los hombres migrantes.

Para las autoras, la caracterización de la mano de obra local se inserta en un mercado


donde predomina el sector servicios (76%), mientras que el 17% lo hace en el sector secundario
y el resto se ubica en el primario. El peso de los servicios esta íntimamente relacionado con el
perfil de ciudad turística, registrándose solo un crecimiento de un 10% de puestos de trabajo
durante la temporada de verano.

Mar del Plata al igual que en 1995 registra los índices más altos de desocupación del
país, con un crecimiento poblacional de un 20% desde 1991 y puestos de trabajo que solo han
aumentado en unos pocos miles, existiendo un alto porcentaje de trabajadores que manifiestan
insatisfacción con su ocupación laboral por ser precarios e inestables. El 44% de su población se
ubica en los cuatro deciles más bajos contra un 12%, que lo hace en el decil nueve y diez. El
20% más rico percibe un ingreso per cápita de $755 mensuales, en tanto el 20% más pobre sólo
cuenta con $85 per cápita en el mismo período.

El grado de vulnerabilidad social que presenta Mar del Plata, dado el escenario
descripto, encuentra dificultades de abordaje para la gestión local. Con la nueva función asignada
a las comunas en la implementación de los programas de empleo, se han puesto en evidencia las
limitaciones que padecen, al no estar aún preparadas para superar su tradicional rol de
proveedoras de infraestructura y servicios y convertirse en promotoras de desarrollo social.
El modelo de gestión actual impulsa procesos de descentralización con transferencia de
competencias del nivel central al nivel local, se produce un traspaso de responsabilidades para
ejecutar y/o gestionar programas y servicios que cuentan con recursos estatales a manos de
agentes no gubernamentales y a organizaciones de la misma comunidad.

Según Dionisi (2000), de las evaluaciones realizadas a los programas de empleo


implementados en los últimos años por los Municipios, se constata que sus mayores debilidades
se encontraron en los niveles de ejecución. Se señala el deficiente financiamiento en la
infraestructura comunitaria, la mayor envergadura de trabajos de muy baja calificación que no
coincide con los objetivos de la capacitación propuesta y la escasez de recursos humanos para
una óptima asistencia técnica en el desarrollo de los mismos.

Los Programas de Empleo en el Partido de Gral. Pueyrredon

De acuerdo a los datos suministrados por la Secretaria de Producción del Partido de


Gral. Pueyrredon, en esta ciudad el municipio maneja el Plan Barrios Bonaerense ocupando a
1900 trabaja dores, quienes perciben $200 mensuales. Depende del Instituto Provincial de
Empleo, poniéndose en marcha a partir de un convenio con el Programa de Naciones Unidas
para el Desarrollo. Cada Municipio tiene sus unidades ejecutoras u ONGs. Los trabajos se
organizan a través de un coordinador general del que dependen las cuadrillas conformadas por un
capataz y nueve beneficiarios, disponen de un pañol a cargo de un pañolero, tres serenos y un
franquero.

Son sus objetivos, contribuir al ingreso de los hogares en situación de vulnerabilidad


social, cuyos jefes se encuentran desocupados. Generar condiciones de empleabilidad de la
población participante, mejorar las condiciones ambientales y de servicios de infraestructura del
barrio y promover la participación de las organizaciones barriales.

Su tipología de trabajo se orienta al mejoramiento de la infraestructura sanitaria: desagües


pluviales y cloacales, sumideros y alcantarillas. Como así también a la infraestructura social:
construcción y refacción de unidades sanitarias, educativas y comunitarias. Construcción y
refacción de viviendas, incluyendo instalación de agua, electricidad y conservación de pozos
negros y cámara séptica. Con respecto a la infraestructura urbana se realizan actividades
vinculadas al: mejoramiento de las vías y espacios públicos -iluminación, veredas, erradicación de
basurales, forestación y parquización de plazas-.

Con respecto al Plan Trabajar el municipio ocupa solamente a 73 operarios (agosto


2000), quienes perciben $160 mensuales.

El programa depende del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social de la Nación y se


pone en marcha a partir de un convenio con el Banco Mundial. Cada provincia tiene un gerente
de Empleo y Capacitación y directores de Agencias Territoriales. En las provincias funcionan las
unidades regionales de aprobación de proyectos. Los organismos ejecutores son entidades
comunitarias sin fines de lucro, empresas públicas, entes autárquicos, organismos
descentralizados, quienes pueden actuar en forma individual o conjunta. Con relación a sus
objetivos y tipo de proyectos no existen diferencias sustanciales con el Plan Barrios Bonaerense.

El PEL -Programa de Emergencia Laboral- es un programa de empleo transitorio del


Ministerio de Trabajo, Empleo y Formación de Recursos Humanos de la Nación puesto en
marcha en el año 1991 para asegurar la ocupación y capacitación de trabajadores/as que se
encuentran actualmente desempleadas/as.

Funcionan 24 PEL a cargo de la Municipalidad, se trata de proyectos de tipo "A" y "B".

La CTA -Central de Trabajadores Argentinos-, maneja 15 PEL, concentrados


básicamente en la línea "A". A la organización de desocupados “Teresa Rodríguez” le fueron
aprobados 7 planes, las sociedades de fomento cuentan actualmente con 17. Otras asociaciones
civiles totalizan 14 programas y CARITAS maneja 22 planes en ambas líneas. La totalidad de
beneficiarios para todos los planes es de 1554 personas. Número relativamente bajo en relación
a los niveles de desocupación que detenta la ciudad y que hace que el registro de aspirantes de la
Municipalidad supere las 20.000 personas (se desconocen las cifras del registro de CÁRITAS).

Si se analizan las cifras y el modelo de gestión que prevalece en este programa se


observa una presencia muy fuerte de la iglesia a través de CARITAS, quien no sólo compite en
número de ejecuciones con el poder local, sino que maneja su propio registro de aspirantes a
beneficiarios.

El programa tiene como principales beneficiarias a mujeres, jefas de hogar con baja
calificación laboral, mayores de 18 años que no se encuentren percibiendo prestaciones
provisionales o seguro de desempleo, ni están participando en otros programas de empleo y/o
capacitación laboral. Excluye a más de un miembro del grupo familiar.

Si bien este programa funciona -al igual que el Trabajar- en el país desde principios de la
década del 90, en la Provincia de Buenos Aires los conflictos de gobernabilidad mantenidos
entre el gobierno de Eduardo Duhalde y el entonces presidente de la Nación -Carlos Menem-
impidieron su ingreso al territorio bonaerense hasta el cambio de gestión política.

El programa apunta a promover proyectos de servicios sociales que resulten de interés


para las comunidades donde se lleven a cabo y los proyectos pueden ser presentados y
ejecutados por:
a) Los municipios
b) Las Organizaciones no gubernamentales sin fines de lucro que poseen personería jurídica
debidamente acreditada.
c) Las asociaciones civiles sin personería jurídica pero avaladas por alguna institución
gubernamental con personería jurídica.

Los requisitos para la presentación de proyectos son:


a) La incorporación como mínimo de un 60% de mujeres en cada uno.
b) La selección de, al menos un 20% de los beneficiarios/as de entre los inscriptos/as, de la Red
de Empleo existente en cada localidad.
c) La inscripción de los organismos públicos o privados que presenten proyectos en el Registro
de Instituciones de Capacitación y Empleo (REGICE) del Ministerio de Trabajo.

Existen dos líneas para los proyectos de trabajo:

La línea A con una carga horaria de trabajo de 132 horas mensuales y una duración
mínima de trabajo de tres meses y una máxima de seis meses.
Los grupos podrán ser formados con tres miembros como mínimo y 20 como máximo y
se exigirá entre 70 y 80 horas de capacitación previa.
La cantidad de beneficiarias/os para ambos tipos -A y B- dependerá del cálculo hecho
por el Ministerio de Trabajo, donde se considerará la relación horas hombre y clase de trabajo.
La Línea A se orienta a los siguientes trabajos:
- Producción de bienes destinado al consumo de instituciones.
- Proyectos que contemplen la realización de tareas de restauración de bienes culturales,
material didáctico, arreglo de sillas y pequeños muebles.
- Servicios de promoción sanitaria: planificación familiar, prevención de embarazo adolescente,
control de embarazo, puerperio, prevención de enfermedades endémicas.

La línea B tiene una carga horaria de trabajo de 132 horas mensuales, el número de
integrantes no puede ser inferior a 10 ni superior a 20. Se exige entre 170 a 220 horas de
capacitación y están orientados a:
- Servicios de atención a grupos vulnerables de población -ancianos, niños, adolescentes-.
- Atención de víctimas de violencia familiar -aun no instrumentado-.
- Desarrollo de actividades de reparación edilicia de espacios interiores.

Las beneficiarias obtienen de acuerdo a la línea del Plan, los siguientes beneficios:
- Una suma no remunerativa de $160 mensuales (Plan B), y $120 mensuales (Plan A).
- Cobertura de seguro de responsabilidad civil.
- Cobertura de salud.
- Capacitación en oficios específicos en orientación laboral y en el “desarrollo de aptitudes
personales de mercado y/o sociales” con el objeto de dotarlos de herramientas necesarias
para posicionarse en mejores condiciones en el mercado laboral.

Percepción de los actores no estatales

De acuerdo a la información recabada, los responsables de la CTA se han planteado


como objetivo la posibilidad de intentar iniciar formas de recomposición del tejido social a través
de la puesta en marcha de dicho programa, para ello, han instrumentado la tipología "A". Con
ésta se capacita como agentes comunitarios a los beneficiarios para que puedan detectar las
necesidades de su barrio, planteando y organizando las demandas de su comunidad ante las
autoridades responsables. Consideran perjudicial y por ello no están de acuerdo con los Planes
"B" por cuando implica colocar beneficiarios en lugares donde se debe ocupar trabajadores,
flexibilizando aún más las condiciones de trabajo.
Los promotores comunitarios de la línea "A" tienen como función divulgar y trabajar sobre las
problemáticas más sentidas por la gente, de acuerdo a la información detectada por la encuesta
que ellos mismos han administrado, registraron: problemas respiratorios, de vacunación, baja
calidad y escasa cantidad de los bolsones de alimentos entregados por la provincia, etc.-.

Desde su ejecución se han organizado diferentes reclamos con logros positivos:


-Exigencia ante el Consejo Escolar de cupos de raciones de comida para poner en marcha
los comedores de las escuelas recientemente inauguradas que no gozaban de tal servicio, aunque
sí de las instalaciones.
-Remoción de una pediatra de una Unidad Sanitaria que no cumplía con su trabajo.
- Utilización del servicio de ambulancia desde las unidades sanitarias a centros hospitalarios o
domicilios.
- Nombramiento de mayor número de profesionales en las Unidades Sanitarias.

La CTA firmó un convenio por dos años con el Instituto Nacional de Epidemiología (INE),
el ente de salud oficial se hace cargo de la capacitación a través de los profesionales médicos.
Los módulos de estudio giran en torno al desarrollo infantil, control del niño y embarazo, etc. A
su vez, se realizaron acuerdos para que el municipio de la capacitación sobre violencia, maltrato y
género y la provincia se haga cargo de la capacitación de adicciones.

En la primera etapa de implementación de los PEL, las promotoras debían censar su


manzana a través de una encuesta, su propósito era detectar las necesidades más recurrentes del
barrio y visibilizarse como referentes comunitarias. La toma de la encuesta insumi mucho tiempo y
nunca se dispuso de dinero para hacer una rigurosa tabulación. Hoy, al poner en marcha un PEL
nuevo se realiza un diagnóstico a través de 3 0 4 preguntas con el fin de detectar problemas,
elaborar propuestas que sean alternativas para la gente.

Conclusiones

La presencia de organizaciones no gubernamentales, asociaciones de fomento, sindicales y


civiles de la comunidad ha facilitado la implementación de los programas de empleo en el Partido
y ha cubierto demandas que el municipio, dada su estructura actual, no está en condiciones de
resolver solo. En todos los diseños de estos programas de trabajo, está prevista la
descentralización de su ejecución, habida cuenta del nuevo rol que el estado se asigna y les asigna
a las organizaciones intermedias.

Si bien -en nuestro caso- el Municipio colabora y hasta elabora los planes de un gran
número de organizaciones civiles, que luego son presentados en el Ministerio de Trabajo, la
responsabilidad y estilo de ejecución es propio de cada organización. Es aquí donde se observan
los manejos particulares y hasta discrecionales de cada una de ellas.

Han sido recurrente las manifestaciones (incluso publicadas en los medios de comunicación)
respecto al poder que se ejerce para la designación y permanencia en los planes, de los
beneficiarios. La presión en algunas sociedades de fomento y entidades de desocupados llega
hasta la obligatoriedad de asistir a manifestaciones y piquetes. Si tenemos en cuenta que en
dichas entidades se maneja además la provisión de bolsas de alimentos, que en la mayoría de los
casos están destinadas a esos mismos beneficiarios, el bolsón y la posibilidad de un ingreso
monetario se convierte en el elemento de presión por excelencia para la convocatoria política.

En este escenario de vulnerabilidad, se visualiza el aumento del papel de los actores


políticos y sociales, planteando y exigiendo otras demandas que trascienden lo meramente laboral
y que se sustentan en una distinta correlación de fuerzas, a través de la que presionan intentando
lograr mayores espacios de poder en la arena local.

El peso de estos actores sociales en el manejo y apropiación de las políticas de empleo y las
que concomitantemente han vinculado a ellas (asistencia alimentaria por la distribución de
bolsones e ingreso a comedores), permite explicar los vínculos clientelares presentes hoy en
muchos barrios y el aumento de poder de esta dirigencia que deslegitima el papel que le
corresponde al estado y le disputa protagonismo en funciones que le son - o deberían serle -,
propias.

En otro orden y finalmente, si analizamos a estos planes en un contexto más amplio,


podemos inferir que más que programas de empleo que tienden a facilitar la inserción productiva
de los trabajadores, estamos en presencia de subsidios que perpetúan la precarización, y que
funcionan como meros complementos de otras políticas destinadas a esa misma población,
ejecutadas en la escuela, a través de los comedores, becas, ropero escolar, etc.; el municipio,
mediante la provisión de alimentos, el sistema de salud, los programas maternos, etc., y toda la
batería de políticas asistenciales implementadas desde el poder local, provincial y nacional, para
paliar la sobrevivencia de los sectores pobres.

Nos queda como reflexión final, el interrogante en torno a los alcances y consecuencias
futuras que generará este modelo de ciudadanía asistida.
BIBLIOGRAFIA

- Beccaria Luis. "Estabilización, reformas y el mercado de trabajo urbano en Argentina" en


"Integración o desintegración social" . Espacio Editor, Buenos
Aires 1998
- Castel, Manuel. "La metamorfosis de la cuestión social." Ed. Paidós, Buenos Aires, 1997.
- Dionisi, Karina. "Programa de Empleo. Presentación de una propuesta de análisis". UNLP. La
Plata, 2000.
- Echauri, Carmen. "Políticas Sociales, Género, Igualdad de Oportunidades y Democratización".
SERNAM. Grupo Igualdad.
Santiago de Chile, 1994.
- Encuesta Permanente de Hogares (Onda Octubre 2000). Grupo de Investigaciones
Económicas. Facultad de Ciencias Económicas - UNMdP.
- Godio, Julio (Coordinador). "La Incertidumbre del Trabajo". Ed. Corregidor, Buenos Aires,
1998.
- Hill, Michael. "¿Qué es la policía social?". New York, 1988.
- López, María Teresa y Alegre, Patricia: "Mar del Plata, Un breve análisis de su mercado
laboral". Mar del Plata, 2000.
- Le Vuolo y Barbeito. "La Nueva Oscuridad de la Política Social: Del Estado Populista al
Estado Neoconservador." Ed. CIEPP, Buenos Aires, 1998.
- Ministerio de Trabajo de la Nación -Delegación Mar del Plata-.
- Secretaría de la Producción - Municipalidad de general Pueyrredon.

* * *

Vous aimerez peut-être aussi