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Muchos todavía nos quedamos asombrados cuando leemos o escuchamos expresiones del tipo
motu proprio, sine die, statu quo, ex aequo, in albis, ab intestato y otras muchas, como si
quisieran decirnos algo diferente de lo que encierran. La lengua castellana se está nutriendo,
que, según muchos, están ya muertas desde hace tiempo, pero que, sin embargo, siguen vivas a
la hora de querer expresar un pensamiento, una idea o una opinión que no podríamos realizar los
expresar relaciones sintácticas de una palabra dentro de una frase, pero sería incongruente el no
reconocer el valor incalculable que nos han dejado las lenguas clásicas en nuestro idioma en todos
Y no es fácil para los filólogos sacar la cabeza en una época en la que lo que manda es la
técnicas cada vez se imponen más frente a quienes eligen en su itinerario curricular realizar
estudios de la rama humanístico-lingüística. Y es que, salvo las lenguas modernas –sobre todo
inglés y alemán-, los estudios humanísticos están cada vez más denostados y maltratados por la
sociedad; prueba de ello ha sido el intento de querer eliminar de nuestra UCA titulaciones como
Filología Inglesa o Humanidades (que estuvo a dos pasos de desaparecer de no ser por el
movimiento de la masa estudiantil). Más todavía para quienes se decantan por la Filología Clásica
(estudio de la literatura, lengua, historia y filosofía de Grecia y Roma); muchos creen, a día de
hoy, que estudiar esta carrera constituye una pérdida total de tiempo, mas esto no es cierto en
absoluto. Hay muchos factores que nos indican que esta carrera, por increíble que parezca, puede
Sin embargo hay que ser claros y consecuentes: las lenguas clásicas viven hoy día en una
dolorosa contradicción. Nunca han sido tan conocidas porque se hallan en una buena posición en
los planes de estudios secundarios, siendo, de este modo, muchas las personas que tienen
conocimiento de ellas, especialmente del latín, y asimismo despiertan no poco interés entre los
universitarios. Por otra parte, los trabajos científicos, las revistas especializadas, las páginas webs
que no paran de crecer y las traducciones que se han publicado dan cuenta de la esforzada (y
poco valorada) labor de los filólogos clásicos. Sin embargo, el más común de los mortales ve en el
estudio del griego y del latín una extraña reliquia del pasado, un arcaísmo muy lejano a nuestra
realidad cotidiana; ser alumno o profesor de estas materias llama poderosamente la atención, ya
que la mayoría de la gente se pregunta: ¿qué utilidad puede tener el latín y el griego?.
muy negativa: el latín y el griego son lenguas inútiles, pues, en teoría, no nos ayudarían a
encontrar trabajo (afortunadamente las cosas han cambiado con respecto a esa afirmación) ni nos
servirían para entendernos con nadie, sencillamente porque nadie las habla ni escribe para
comunicarse (sería distinto, si el latín, aun con todos sus helenismos, fuera el lenguaje oficial de la
secundaria.
Pues bien, aun con este panorama tan desolador, debemos plantearnos la siguiente pregunta:
¿cómo podrían contribuir las lenguas clásicas al cumplimiento de los objetivos generales de los
planes de estudio?. Parece que no nos damos cuenta, pero el latín y el griego nos han dejado, más
nuestra vida cotidiana tales como el dominar la expresión, tanto oral como escrita, de la lengua
propia y extranjera; saber utilizar las fuentes de información; desarrollar las capacidades de
del entorno geográfico, histórico y natural. En cuanto al griego, lengua cuyo estudio se basa
la lengua propia; reflexionar sobre nuestra gramática teniendo como base el estudio de la
gramática griega; emplear de manera eficaz obras de consulta o de referencia bibliográfica gracias
al uso del diccionario; establecer hipótesis y a su clasificación por orden de probabilidad; conocer
científico y técnico.
Hay que decir, a todo esto, que unos fundamentos de latín y griego nunca vienen mal a ciertas
carreras como Historia, Filosofía (sobre todo en las especialidades de ambas que se relacionan con
traducciones envejecen con el paso del tiempo, se vuelven insoportables e ininteligibles, y sobre
todo, que todavía hoy muchas de las obras clásicas se hallan fuera del alcance del público no
Como vemos, estas dos lenguas, muertas para la amplia mayoría de hispano-hablantes, siguen
estando vivas y resisten con el paso del tiempo; no olvidemos, por otra parte, que el latín (y
también el griego) es la base fundamental de nuestra lengua y de otras lenguas como el catalán,
realización de algunas tareas concretas como el estudio de las especies naturales en biología o la
tabla periódica de los elementos en química no serían posibles sin la influencia de estas dos
lenguas; de otro modo, ¿cómo entenderíamos, por ejemplo, que el símbolo del sodio sea Na (en
latín, sodio era natrium = “sosa”, “sodio” tras una evolución fonética) o que al perro también se le
llame “can” (canis lupus, que no se refiere, por otro lado, al perro, sino al lobo, aun con la
cercanía de especie que existe entre ambos)?. Este es sólo un botón de muestra de la importancia
del griego y del latín en nuestra lengua, que ya es mucha, pero esto va mucho más allá: el estudio
de la lingüística indoeuropea (base del latín y del griego) nos hace plantear, con rotunda
seguridad, las semejanzas lingüísticas de los dos idiomas más pujantes y fuertes de nuestra
sociedad: el inglés y, cada vez en mayor medida, el alemán, lenguas que, en teoría, no se parecen
No estaría de más, para acabar, el agradecer el esfuerzo y el tesón de todas las partes implicadas
(doctores, profesores, licenciados y alumnos) para que la Filología Clásica siga estando presente
interés por estas lenguas a los alumnos de esta generación, más preocupados por toda la
tecnología que les rodea que por conocer esta puerta que ha servido de vehículo perfecto para el
asignaturas como “Terminología greco-latina” o “Latín activo” son de aplauso; nadie ha tenido la
valentía de llevar a la práctica el dicho de “renovarse o morir” en el sentido más puro del término.
Y es que cuesta muchísimo ilusionar a estos alumnos con el latín y el griego, a pesar de que se ha
demostrado la incuestionable influencia que han ejercido –y siguen ejerciendo- en muchos hábitos
de nuestra vida. Gente como la que les escribe se muestra muy orgullosa de llevar el nombre de
las letras clásicas, y quienes lo llevamos, lo hacemos con la cabeza muy alta. Esperemos que
estas humildes líneas no hayan caído en saco roto a la gente que todavía piensa que estudiar
griego y/o latín es una pérdida de tiempo. No saben que la ignorancia siempre es perjudicial para
todos.
Me permitiré una pequeña discrepancia en cuanto a los idiomas. Sin duda el español común es latín
transformado, pero el conocimiento del latín "en serio" resulta enteramente inútil para la gran mayoría. Se
trata de un saber especializado, propio de la universidad y en las facultades correspondientes; pero opino
que para el bachillerato bastan unos conocimientos sumarios del idioma, y claros de las locuciones latinas
de uso literario o científico, a menudo tan mal empleadas. Lo mismo cabe decir del griego, no tan
importante –por desgracia—en nuestra cultura. Ya lo expuse hace tiempo en el blog, y, por lo demás, la
experiencia habla: quienes estudiamos bastantes años de latín y dos de griego salimos casi todos sin saber
casi nada de ambos idiomas, y la mayoría, además, aburridos de la cultura clásica.
Sí importa, a mi juicio, un amplio trato con la cultura y la historia griega y latina, y despertar el interés por
ellas. Esto no puede conseguirse, para el bachillerato, mediante declinaciones y compendios tediosos, sino
por medio del conocimiento y comentario de numerosos trozos de la literatura y el pensamiento clásicos.
Un bagaje clásico es fundamental, entre otras cosas, para percibir y rechazar el alud de basura "cultural"
que amenaza asfixiarnos.
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Por otra parte, la lengua hablada y escrita está salpicada de expresiones latinas: alma mater,
alter ego, ipso facto, persona non grata; per capita, sui generis, et cetera. Hubo, en el año 23
A.C. un hombre llamado Horacio, CUYO nombre Completo era Quintus Horatius Flaccus, quien
era un escribano que componía versos en sus ratos de ocio, dio los últimos toques a sus Odas,
quedó convencido de que su obra duraría más que las proezas de los soldados y los edificios
de los constructores y quien conoció a grandes soldados, jueces, escultores y políticos, pero
él mismo nunca ganó una batalla, ni gobernó provincias, ni construyó acueductos, ni esculpió
estatuas, escribió este epilogo para sus Odas:
He erigido un monumento más perenne que el bronce y más alto que el regio pináculo de las
pirámides...Jamás moriré del todo.
También nos legó su famosa máxima: Carpe diem (aprovecha el día), que resume su filosofía
de vivir y aprovechar plenamente todo lo bueno que nos ofrece el día de hoy, y es prueba de
que, en efecto, él no ha muerto del todo.
El latín y el griego, ¿para qué?
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Pocas materias de estudio parecen tan rentables como el latín. Sirve no para hablarlo,
sino para otros varios objetivos importantes: para un mejor conocimiento de la propia
lengua, en su vocabulario y su estructura sintáctica (si es romance); para una perspectiva
histórica sobre el mundo romano que está en la base de la historia y la formación de
Europa y sus instituciones; para el mejor dominio de una terminología científica; para
una ejercitación escolar de capacidades lógicas y lingüísticas, y para acercarse a una
espléndida e influyente literatura. (...) No se trata, en definitiva, de saber mucho latín, o
de memorizar sus declinaciones y traducir textos de La guerra de las Galias, sino de
aprovechar el estudio del latín básico escolar para comprender mejor muchas otras cosas
de nuestra cultura propia. Es imposible saber bien la propia lengua románica sin
conocer las estructuras del latín. Y conocerlo es el mejor punto de apoyo para entender
las relaciones entre lenguas de la misma familia. Las lenguas y las instituciones
culturales de la Europa cristiana están construidas sobre ese legado y esa tradición de
base romana que aún hoy es imposible olvidar. Por eso la enseñanza del latín -con la
máxima extensión posible- debe ser defendida por razones de cultura general; y,
además, por una elemental economía didáctica: pocas enseñanzas son tan rentables para
un nivel educativo medio y superior.
La lectura de los grandes textos clásicos sigue siendo una experiencia educativa
esencial. Los griegos y latinos están en la base de esa tradición. Olvidarlo es traicionar
la esencia del humanismo europeo. Pero no es menos obvio que para leer y entender
esos grandes textos no es necesario saber latín ni griego; y no hay que pretender que ni
los estudiantes ni la mayoría de lectores vayan a leerlos en sus idiomas originales, como
los grandes humanistas. (...) Pero conviene no olvidar que un cierto conocimiento del
griego clásico, cierto manejo de las palabras y sus sentidos etimológicos y su historia
sigue siendo el bagaje más válido para manejar ciertos conceptos y textos clásicos con
un buen rigor filológico y filosófico. Y eso puede adquirirse, aquí en nuestro país, con
los actuales medios de profesorado en los centros de bachillerato y en las facultades
universitarias. Parecería insensato arrojar por la borda esas posibilidades y cercenar
unos estudios clásico de buen nivel científico.
IMPORTANCIA DEL ESTUDIO DEL LATÍN
¨¿Por qué podemos afirmar que el estudio de una lengua clásica como el
latín es una experiencia más enriquecedora y provechosa que el estudio de
una lengua moderna cualquiera, como el inglés o el alemán, por ejemplo?
Por ser el latín la madre común de las lenguas romances, quien conoce
muchas palabras latinas es capaz de comprender también muchas otras de
cualquiera de estas lenguas, y el aprendizaje de las mismas resulta muy
simplificado para el estudiante que ha adquirido unos principios básicos de
Vocabulario y Gramática Latina. Su estudio es, pues, imprescindible y
fundamental para conocer a fondo cualquier lengua neolatina y para
establecer puntos de relación entre todas ellas.
2. Descubrir y valorar la aportación del griego y del latín a las lenguas europeas, sobre
todo a las románicas, mediante un estudio comparativo de elementos morfológicos y
sintácticos elementales. Por medio de este criterio se trata de comprobar si el alumnado
es capaz de comprobar el parentesco entre las lenguas más utilizadas actualmente en
Europa mediante actividades dirigidas a comparar y relacionar la morfología y las
estructuras sintácticas más sencillas, señalando semejanzas y diferencias, y si sabe
valorar la influencia del latín y del griego en la realidad lingüística europea.
4. Descubrir y analizar el parentesco de las lenguas románicas entre sí, como signo
inequívoco de su origen latino común, tanto en el aspecto léxico como en el
morfológico y sintáctico. Mediante este criterio se determinarán las semejanzas y
diferencias que el alumnado establece entre las distintas lenguas romances en el léxico,
en la morfología y en estructuras sintácticas elementales. Para ello se propondrán al
alumnado actividades en las que deba descubrir en las distintas lenguas románicas
palabras del lenguaje común y culto de raíz latina, elementos morfológicos de origen
latino y semejanzas y diferencias sintácticas en frases sencillas expresadas en latín y en
varias lenguas románicas.