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ESCUELA DE LITERATURA
LINGÜÍSTICA II
BEATRIZ QUIROZ
PROYECTO DE INVESTIGACIÓN
PA
BLO BILBAO
13 DE DICIEMBRE DE 2007
1
ÍNDICE
I. INTRODUCCIÓN………………………………………………..3
III. METODOLOGÍA………………………………………………. 8
V. CONCLUSIONES…………………………………………….. 12
VI. BIBLIOGRAFÍA……………………………………………… 14
VII. ANEXO…………………………………………………… 15
I. INTRODUCCIÓN
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de los aspectos que constituyen la subjetividad del lenguaje, dentro del proceso de la
enunciación. La forma en que el sujeto se posesiona de la lengua.
Para el análisis que pretendemos realizar, nos fijaremos en las marcas deícticas de
persona, considerando la importancia de la primera (yo) y la segunda (tú), más que la tercera
(él). Esto nos permiten comprender la postura que toma el sujeto dentro del enunciado escrito,
ya que de esta manera nos acercaremos a una visión más clara sobre las características del
discurso planteado, intentando lograr conclusiones que sean comunes dentro de los textos
analizados. Además, incluiremos los modos enunciativos (elocutivo, alocutivo y delocutivo)
para ver la manera en que se instaura el sujeto en su enunciado.
Asumiendo que nuestro estudio se desarrolla a partir de un enunciado escrito,
proponemos que el problema de la subjetividad se manifiesta de forma clara porque,
considerando las características de una columna de opinión, en este tipo de enunciado no hay
una relación directa con el interlocutor; este se va descubriendo a medida que el propio
locutor lo permite.
También incluiremos ciertas perspectivas que sirven para complementar la teoría de
Benveniste, como la de Ducrot. Esta perspectiva se puede considerar para lograr una visión
más amplia del objeto de estudio, pero sin perder el enfoque central que proviene de la teoría
de Benveniste.
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A partir de esta visión de la teoría de Benveniste que se preocupa de las marcas formales en el
uso podremos abordar con mayor profundidad la subjetividad del locutor.
“El acto individual por el cual se utiliza la lengua introduce primero el locutor como
parámetro en las condiciones necesarias para la enunciación. Antes de la enunciación,
la lengua no es más que la posibilidad de la lengua. Después de la enunciación, la
lengua se efectúa en una instancia de discurso, que emana de un locutor, forma sonora
que espera un auditor y que suscita otra enunciación a cambio” (Benveniste 84)
Desde aquí, podemos ver que Benveniste nos trata de mostrar al sujeto como aquel
que es capaz de hacerse cargo de la lengua y manifestarla en un momento, y con una
intención determinada. El enunciado adquiere un significado de acuerdo con lo que está
sucediendo, pero siempre a partir de la visión de un sujeto que Benveniste llama locutor. Este
locutor al que se hace referencia es el que produce un enunciado y siempre se está dirigiendo
a un alocutor o a algo que está fuera de una instancia de diálogo. Desde aquí, las columnas de
Antonio Gil nos parecen útiles para nuestro problema de investigación, ya que en ella
podemos ver como operan las relaciones que el locutor manifiesta en su enunciado.
“En tanto que realización individual, la enunciación puede definirse, en relación con la
lengua, como un proceso de apropiación. El locutor se apropia el aparato formal de la
lengua y enuncia su posición de locutor mediante indicios específicos, por una parte, y
Hay pues que distinguir las entidades que tienen en la lengua su estatuto pleno y permanente y
aquellas que, emanadas de la enunciación, sólo existen en la red de “individuos” que la enunciación
crea y en relación con el “aquí-ahora” del locutor (Benveniste 87)
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del locutor en un enunciado, es necesario dar algunas nociones de las marcas que permitirán
el análisis: las marcas deícticas de persona
Los deícticos de persona son elementos formales que nos permiten establecer la
relación que existe entre un locutor (yo) y un alocutor (tú) en un enunciado y en un
determinado contexto.
Para mayor claridad extraeremos la definición que hace Gerardo Álvarez en el capítulo
“el texto y en el enunciado” en su libro Textos y discursos (1996)
Deícticos de persona. Un elemento formal como el pronombre “yo” no puede ser interpretado
sino en relación con la situación del discurso: la relación “yo- tú” se produce y se reactualiza en cada
enunciación. El individuo que toma la palabra se apropia de la forma “yo” ( o “nosotros) , y en ese
mismo momento designa al otro como tú ( o “ustedes). Toda persona puede ser “ yo” o “tú” según el
papel que le toca en cada enunciación. “ yo” y “tú” designan, entonces, posiciones en el diálogo real o
imaginario. ( Álvarez 22)
MODOS ENUNCIATIVOS
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con la definición del modo alocutivo, este modo apela al tú con la intención de borrar al
sujeto enunciador (en este caso Gil)
(…) Por un lado tenemos un objeto de estudio configurado por las marcas que el locutor
deja en su discurso, por lo tanto solo estudiable en aquellos discursos en los que tales marcas
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se hacen presentes (Benveniste). Por otro lado aparece un concepto más amplio, más
abarcativo de la enunciación, entendida también como proceso único e irrepetible pero, de
alguna manera, independiente de las manifestaciones del sujeto. Un proceso por el cual
todos los enunciados son estudiables porque solo a través de él adquieren un sentido que ha
dejado de depender del mundo, de las condiciones de verdad, de los referentes concretos del
lenguaje (Ducrot). (Raiter 127)
De acuerdo con esto, podemos considerar ciertas ideas que son útiles para definir al
locutor de Benveniste. Sabemos que Ducrot no considera al sujeto como el objeto principal de
su teoría, ya que tiene un mayor interés por los aspectos que constituyen el significado del
propio enunciado; el sentido. Pero acercando esta teoría a la propuesta de Benveniste, nos
encontramos con que Ducrot vuelve a definir ciertas características. De esta manera, distingue
entre locutor, enunciador y sujeto empírico. Para fines de nuestro trabajo esto puede resultar
interesante de tomar en cuenta, ya que reconoce de mejor manera lo que planteaba Benveniste
en este sentido.
El locutor de Ducrot, siguiendo lo que menciona Raiter, es aquel que se hace
responsable de la enunciación, tiene marcas de primera persona. El enunciador, en cambio, es
todo aquel que le da origen a los puntos de vista del enunciado. Mientras que el sujeto
empírico es el autor físico y real, que puede resultar un tanto más interesante para nuestro
análisis, a pesar de que no interesa a la lingüística. Así como hay, según Benveniste, un
locutor y un alocutor, para Ducrot también existen tres nuevas categorías que definen al
alocutor. Primero está el oyente, es el que recibe de manera empírica al enunciado. El
alocutario (alocutor) es la persona a la cual se dirige explícitamente el locutor, con marcas de
segunda persona. Por último, el destinatario, es la persona a la cual se dirigen los argumentos
de los enunciadores.
III. METODOLOGÍA
A) Corpus
El corpus de nuestra investigación se compone de tres columnas (La recta provincia)
realizadas entre el 8 de febrero del 2007 y el 14 de junio del mismo año publicadas todos los
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jueves por el diario Las últimas noticias. El criterio de selección fue una mezcla entre el
argumento de las columnas y las fechas más próximas en el momento de su selección,
llegamos a interesarnos en estas columnas por la manera en que el locutor (Antonio Gil) juega
según su postura ideológica con el uso del “yo” y “tú” desde el “ellos” y el “nosotros.”
Para el análisis clasificaremos las columnas
• La primera titulada “ Zamorano en la pisadera” del 8 de febrero será A
• La segunda titulada “ Carta abierta a Sakarach” del 3 de mayo será B
• La tercera titulada “ La basura ardiente” del 7 de junio será C
Modo Alocutivo
Modo Elocutivo
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Modo Delocutivo
EN EL TEXTO A
EN EL TEXTO B
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Nosotros (flexión de primera persona, plural) no nos (pronombre personal)
conocemos (flexión de primera persona, plural) y es muy probable que nunca en la vida
lleguemos (flexión de primera persona, plural) a vernos (flexión de primera persona, plural).
En rigor, lo que a usted (pronombre personal) le ocurra no debiera importarnos (flexión de
primera persona, plural) en lo absoluto a nosotros (pronombre personal). Le escribimos
(flexión de primera persona, plural), sin embargo, fíjese (flexión de segunda persona singular)
bien, simplemente porque no creemos (flexión de primera persona, plural) ser mejores
personas que usted (pronombre personal). Ni creemos (flexión de primera persona, plural)
que nuestra sociedad, en su conjunto, con su hipocresía bestial, lo sea. Sabemos (flexión de
primera persona, plural) que todos los seres humanos debemos (flexión de primera persona,
plural) luchar diariamente contra terribles demonios. Cada quien tiene el suyo, y de eso
conoce usted (pronombre personal) mejor que nadie.
Si nos regimos estrictamente a las características del género epistolar este siempre
apela al diálogo interno y personal entre un yo y tú. La razón que justifica la presencia del
nosotros en una carta que ha empezado directamente desde el yo, podemos inferir que tiene
que ver con las motivaciones de cercanía que el locutor quiere establecer con el alocutor
utilizando – las ya mencionadas- estrategias comunicativas que parecen pertinente operar en
este enunciado.
EN EL TEXTO C
En prosa, Isabel Allende, igual que Juana de Arco, de entrada iría entera al sacrificio
de las llamas. Tomo tras tomo, al resplandeciente hornillo, señora, esas malas copias suyas de
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García Márquez. Especialmente esas porquerías inventadas hace poco por las editoriales y
ejecutadas oportunistamente por usted (pronombre personal), en la línea de Harry Potter,
destinadas a esquilmar los bolsillos de los incautos cabros chicos con tonteras amazónicas y
boberías varias con dragones y héroes impúberes. Todo al fuego. Está bien: dejemos (flexión
de primera persona, plural) a un lado “La casa de los espíritus”, por si alguna vieja
menesterosa lo necesita en su brasero.
V. CONCLUSIONES
Al ser este nuestro primer trabajo de investigación, la primero barrera que debimos
sortear fue la compleja tarea de acotar nuestro objeto de estudio. En un principio nuestra
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ingenuidad conceptual pretendía fundir las teorías de Bajtin sobre los géneros discursivos, el
sentido de Ducrot y sumándole a ello nuestro interés principal: aplicar todas las normativas
del aparato formal de la enunciación en las columnas de Antonio Gil. Tras los consejos y
conversaciones con la profesora guía logramos establecer un propósito claro.
Cómo hipótesis puede sonar un poco rígido y sin mucha profundidad a lo que se refiere a
términos estrictamente literarios, pero no, parafraseando a Halliday lo que permitió este
trabajo fue: “entender el sistema desde el uso” .Ya con el trabajo terminado podemos hacer
una retrospectiva y asombrarnos del como marcas tan comunes como las que revisamos aquí
pueden definir los múltiples propósitos de un locutor.
Todo este aparataje formal de la enunciación deja las puertas abiertas para abordar lo aquí
visto desde otras perspectivas de estudio : el problema de los géneros discursivos de Bajtin
que Gil tiene mucho que ofrecer desde ahí, también podemos establecer el rol del “ lenguaje
y hombre social” de Halliday en estas columnas de opinión o como el enunciado rompe todas
las máximas propuestas por Paul Grice, a partir de que su discurso se construye en base a la
ambigüedad ( cfr Grice) de esa forma un sinfín de posibilidades que tanto la lingüística como
al teoría literaria no los permitan.
Nos despedimos con la frente en alto y con la satisfacción de haber realizado un trabajo a
conciencia superando nuestras limitaciones al enfrentarse ante lo desconocido y abstracto que
parecía hasta ayer la lingüística: ese proceso que partió por el hoy lejano mes de marzo
concluye con lo más complejo, si ayer reflexionar, teorizar, desarrollar y reconocer conceptos
a partir de las nociones del lenguaje que Saussure, Martinet, Jackobson y Hjemslev
complicaban cada día más permitió establecer lazos y diferencias con los estructuralistas
norteamericanos : Sapir y Bloomfield que ya proponía ciertas ideas del lenguaje en sociedad
como el fin que este debía cumplir. Pienso que fue lo que nos permitió entender la llegada del
rupturista Chomsky con su fantástica teoría de la “competencia lingüística” y la
descontextualización del lenguaje para luego retomar directamente la línea de lingüística II: el
lenguaje en contexto (o como dice el ridículo pero pertinente subtitulo del ramo: “La lengua
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revelada”) desde la escuela anglosajona de los filósofos del lenguaje: Austin, Searle y Grice
que ya proponían las nociones de lo que la pragmática desarrollaría tiempo después , hasta
llegar – después de este brevísimo recorrido por el universo de Beatriz Quiroz – a nuestro
objeto de estudio : Benveniste y su teoría de la enunciación quien junto a Ducrot fueron los
encargados de definir la subjetividad del locutor que le permite posicionarse en su enunciado
o el sentido que este enunciado adquiera al ser emitido en el contexto adecuado.
En un principio este enfoque de la aplicación de las teorías nos desarmó todo el aparataje
conceptual – abstracto que tanto nos había costado adquirir. Pero era necesario,
completamente necesario y vuelvo a lo que Searle también se proponía: “desde el uso
entender el sistema”.
Podría sonar irónico, pero es un triste adiós del ramo de lingüística (la primera guillotina
de la escuela) justo cuando las cosas empezaban a revelarse por si solas logrando relacionar y
diferenciar todas las teorías revisadas, llega a su fin, un fin didáctico y académico – por ciento
– porque al menos nosotros nos vamos cargados hasta los dientes con las nociones del
lenguaje para aplicarlas en teoría litería. Con esta nueva forma de enfrentar los textos y
comprender el lenguaje que significó el ramo de lingüística.
Espero que se comprenda la informalidad aplicadas en este apartado, pero era algo que
debíamos expresar. A pesar de todas las vicisitudes que nos mantuvieron alertas hasta el
último día, queríamos realizar un trabajo final como el ramo lo merece: preciso, claro y
ordenado.
VI. BIBLIOGRAFÍA
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Álvarez, G.: “El texto y su enunciación”, en: Textos y discursos. Introducción a la lingüística
del texto. Concepción: Universidad de Concepción, 1996.
lengua. Introducción a la lingüística del uso. Buenos Aires: Gedisa, 2004.
Leyenda Modos
Enunciativos
VII. ANEXO: CORPUS
Modo Alocutivo
Modo Elocutivo 14
Modo Delocutivo
Zamorano en la pisadera
Jueves 8 de febrero de 2007
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Jackson, tengan (flexión de segunda persona, plural) por seguro que buena parte de su
imagen se va a ir a las pailas.
Los chilenos somos (flexión de primera persona, plural) así: “era bueno haciendo
goles, luciendo su talento pichanguero en Europa, haciéndose sus chasquillitas coquetonas y
luciendo la Roja de todos, pero explicando lo inexplicable con una tarjeta bip en la mano, la
verdad es que no dio pie en bola”. Para ser justos, ni Dios lo haría, pero pasado mañana,
mientras el ex capitán de la Selección se desplace raudo en su deportivo que cuesta como
veinte buses verdes con choferes y todo, por la orilla del mar, acompañado de una bella y
rubia modelo, los perdidos capitalinos vagarán, aturdidos, por el laberinto de recorridos
incomprensibles y se agolparán como ovejas en las esquinas. Entonces, tengan (flexión de
segunda persona plural) por seguro, más de alguno se acordará entre dientes de la señora
Alicia, la madre de todas las cazuelas.
El motivo de la presente no es otro que alertarlo, señor Maureira, en un momento de tan alto
riesgo para su vida como éste. Hoy, en su huida, está corriendo usted (pronombre personal)
sobre hielo delgadísimo. Cualquiera que lo encuentre se sentirá autorizado por Dios y por los
hombres a eliminarlo sin piedad. Y a sentirse, tras su acción, heroico y liviano, como tras
haber eliminado a una serpiente, una araña de rincón o cualquier otro ser venenoso y dañino
de la especie que sea. Si la justicia lo ha condenado a veinte años de cárcel, sepa (flexión de
segunda persona plural) usted (pronombre personal) que los medios de comunicación y la
opinión pública lo han condenado a muerte. La calle es hoy su verdadero patíbulo. Desde
pequeños vengadores de barrio hasta policías de gatillo fácil, pasando por linchadores de
población, lo esperan. El acecho es feroz y no conoce tregua. Está en cada esquina, en forma
de un puñal, una pistola o un bate de béisbol.
Una amenaza mortal se cierne sobre su integridad desde el mismo instante de su fuga. Ha
caído, por propia voluntad, del sartén a las brasas. Y seguramente lo sabe. Comprendemos
(flexión de primera persona, plural) que se resista a vivir las próximas dos décadas en prisión.
Sabemos (flexión de primera persona, plural) que está en la naturaleza humana buscar la
libertad, que para muchos es más valiosa que la vida misma. Pero va usted (pronombre
personal) solo, con un magro capital de fuga de un millón y medio de pesos, que no es gran
cosa para un fugitivo buscado por cielo, mar y tierra. Entréguese (flexión de segunda
persona). Aún está a tiempo. Busque (flexión de segunda persona) una institución eclesiástica
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y póngase bajo su protección. Que se haga pública su entrega sólo una vez que autoridades
espirituales reconocidas le hayan dado refugio. Querrán “suicidarlo”, señor Maureira, cuando
lo capturen (flexión de segunda persona). Ésa es la orden tácita, no dicha, el memorando
invisible que circula por todo el territorio, y usted (pronombre personal) seguramente debe
(flexión de segunda persona singular) intuirlo. Vuelva (flexión de segunda persona singular) a
ponerse en manos de la justicia ordinaria. Es el único sitio seguro, hoy, para alguien en su
situación. No tiene, créanos (flexión de primera persona plural), ninguna otra salida.
Sepa (flexión de segunda persona plural) que resolvimos (flexión de primera persona plural)
redactar esta misiva no por simpatías personales hacia usted, (pronombre personal) que no las
tenemos, sino movidos por un básico sentido de justicia y humanidad. No habrá escondites
para Sakarach mientras respire. Ninguna puerta es de salida para alguien que carga con sus
estigmas. Abandone (flexión de segunda personal) su inútil fuga hoy mismo. Ya el tiempo le
dará algo de esa paz que cree haber perdido para siempre, y la serenidad necesaria para mirar
en su conciencia y encontrarse allí con el ser humano que es, más allá de sus ya juzgadas
debilidades y miserias.
La basura ardiente
Jueves 7 de junio de 2007
Vamos (flexión de primera persona, plural) a confesarlo de una buena vez: la crisis del
gas que hoy se cierne sobre nuestras duchas y desayunos nos (pronombre personal) invita,
inevitablemente, a mirar nuestra muy modesta biblioteca con nuevos ojos. Ahí, apilados en los
estantes, más que obras del espíritu, vemos (flexión de primera persona, plural) ahora
estacionada una buena cantidad de calorías. A falta de gas, en la biblioteca hay combustible
suficiente como para calentar varios nescafés y hasta para preparar unos huevos fritos si
llegara el dramático caso a un punto in extremis.
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En prosa, Isabel Allende, igual que Juana de Arco, de entrada iría entera al sacrificio
de las llamas. Tomo tras tomo, al resplandeciente hornillo, señora, esas malas copias suyas de
García Márquez. Especialmente esas porquerías inventadas hace poco por las editoriales y
ejecutadas oportunistamente por usted (pronombre personal), en la línea de Harry Potter,
destinadas a esquilmar los bolsillos de los incautos cabros chicos con tonteras amazónicas y
boberías varias con dragones y héroes impúberes. Todo al fuego. Está bien: dejemos (flexión
de primera persona, plural) a un lado “La casa de los espíritus”, por si alguna vieja
menesterosa lo necesita en su brasero.
Luego avivaríamos (flexión de primera persona, plural) la llama con las obras
invertebradas de Luis Sepúlveda, dejando para el último, claro está, “El viejo que leía novelas
de amor”, a la espera de un milagro en las largas tuberías transandinas. Todo Proust y sus
tiempos perdidos los apartamos (flexión de primera persona, plural) para hacer unas
crujientes tostadas, aunque, por su extensión, bien nos (pronombre personal) darían hasta para
preparar unos porotos con riendas y nos (pronombre personal) sobraría para freír unas
sopaipillas e incluso para pasarlas con chancaca. Pérez Reverte, salvo las aventuras del
capitán Alatristre, se pone también en la pira. Igual suerte dispondríamos (flexión de
primera persona, plural) para el cerro de biografías mentirosas que nos han regalado hasta la
saciedad en los últimos meses. Monumentos al narcisismo de unos vejetes lateros que
servirían, si se terciara la ocasión, para cocinar unos ravioles o hacer hervir una sopa de
cebolla. Los ensayos políticos recientes, del color que sean, también serían desalojados: se
irían derechito a crepitar con sus obviedades bajo la marmita. No se perdería nada, en
absoluto.
Capaz que lleguemos (flexión de primera persona, plural) a septiembre sin alcanzar lo
medular de la colección que hemos (flexión de primera persona, plural) acopiado a lo largo de
los años. Nos (pronombre personal) hacemos (flexión de primera persona, plural) cargo de la
barbarie que encierra esta declaración desesperada, pero la necesidad tiene cara de hereje y la
producción de basura libresca ha sido de una abundancia injustificable. Como el cura y el
barbero del “Quijote”, iríamos (flexión de primera persona, plural) apartando los tomos para
alimentar la fogata. Y, por cierto, antes de que se nos (pronombre personal) adelanten con la
preguntita obvia, hay que agregar: sí, también la propia obra va al fuego, pero tengan (flexión
de segunda persona, plural) por seguro que la reservaríamos (flexión de primera persona,
plural) para el final. Y sólo para chambrear un preciado vino Montes Alpha, regalo de nuestro
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amigo Adolfo Guzmán. Como ven (flexión de segunda persona, plural), pasar un invierno con
crisis energética nos (pronombre personal) puede obligar a radicales definiciones literarias.
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