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a.

Enfoque Teórico: Incluye perspectiva teórica y herramientas


conceptuales de análisis específicas para abordar los Objetivos
propuestos.
i. Identificación de los conceptos y categorías relevantes, a partir de
la revisión de la bibliografía correspondiente.
ii. Discusión de los planteamientos conceptuales presentes en la
literatura especializada y determinación de la diferencia directriz
que articulará el planteamiento teórico.
iii. Elaboración de un esquema conceptual básico del problema, que
orientará el proceso de investigación y reflexión.

MARCO TEORICO REFERENCIAL

El sentido práctico de Pierre Bourdieu1

De todas las oposiciones que dividen artificialmente la ciencia social, la más


fundamental y ruinosa es la que se establece entre el subjetivismo y el
objetivismo. El hecho mismo de que esta división renazca sin caer bajo formas
apenas renovadas, bastaría para atestiguar que los modos de conocimiento que
distingue le son igualmente indispensables a una ciencia del mundo social que no
puede reducirse ni a una fenomenología social, ni a una física social. Para superar
el antagonismo que opone estos dos modos de conocimiento, conservando sin
embargo los logros de cada uno (sin omitir lo que produce la lucidez interesada
por la posición opuesta), es necesario explicitar los presupuestos que comparten
en tanto que modos de conocimiento teórico, igualmente opuestos al modo de
conocimiento práctico que está en el origen de la experiencia ordinaria del mundo
social. Lo cual implica que se sometan a una objetivación critica las condiciones
epistemológicas y sociales que hacen posibles tanto el retorno reflexivo a la
experiencia subjetiva del mundo social como la objetivación de las condiciones
objetivas de esta experiencia.
1
BOURDIEU PIERRE, “El sentido Práctico”, Editorial Taurus Humanidades, Madrid España, 1991,
pág: 47-51
El modo de conocimiento que podemos llamar fenomenológico se propone reflejar
una experiencia que, por definición, no se reflexiona, la relación primera de
familiaridad con el entorno familiar, y sacar así a la luz la verdad de esta
experiencia que, por muy ilusoria que pueda parecer desde un punto de vista
“objetivo”, sigue siendo perfectamente cierta en tanto que experiencia. Pero no
puede ir más allá de una descripción de lo que caracteriza propiamente la
experiencia “vivida” del mundo social, es decir, la aprehensión de este mundo
como evidente, como dado por supuesto: es así porque excluye la cuestión de las
condiciones de posibilidad de esta experiencia, a saber, la coincidencia de las
estructuras objetivas y de las estructuras incorporadas que procura la ilusión de la
comprensión inmediata, característica de la experiencia práctica del universo
familiar, y excluye de esta experiencia, al mismo tiempo, cualquier interrogación
sobre sus propias condiciones de posibilidad. También, más radicalmente, porque,
como el conocimiento práctico que toma por objeto, excluye cualquier
interrogación sobre sus propias condiciones de posibilidad y, más precisamente,
sobre la significación social de la “epojé” práctica necesaria para acceder a la
intención de comprender la comprensión primera o, si se prefiere, sobre la relación
social totalmente “paradójica” que supone el retorno reflexivo sobre la experiencia
“dóxica”.
El objetivismo, que se propone establecer regularidades objetivas (estructuras,
leyes, sistemas de relaciones, etc.) independientes de las consciencias y de las
voluntades individuales, introduce una marcada discontinuidad entre el
conocimiento teórico y el conocimiento práctico, rechazando como
“racionalizaciones”, “prenociones” o “ideologías” las representaciones más o
menos explícitas con que este último se arma. Recusa así el proyecto de
identificar la ciencia del mundo social con una descripción científica de la
experiencia precientifica de ese mundo o, más precisamente, el proyecto de
reducir la ciencia social, como hacen Schutz y la fenomenología, a construcciones
de segundo grado, o sea, construcciones de las construcciones producidas por los
actores en la escena social o, como Garfinkel y la etnometodología, a “informes de
los informes” que producen los agentes. Hace surgir, al menos objetivamente, la
olvidada cuestión de las condiciones particulares que hacen posible la experiencia
dóxica del mundo social. Así, por ejemplo, recordando que la comprensión
inmediata es posible sí, y solo sí, los agentes están objetivamente concertados de
manera que asocien el mismo sentido al mismo signo, palabra, práctica u obra, y
el mismo signo al mismo sentido, o, en otros términos, de manera que se refieran,
en sus operaciones de ciframiento y desciframiento, a un solo y mismo sistema de
relaciones constantes, independientes de las consciencias y de las voluntades
individuales e irreductibles a su ejecución en una práctica o unas obras (por
ejemplo, la lengua como código o cifra), lo que no contradice, propiamente
hablando, el análisis fenomenológico de la experiencia primera del mundo social
como comprensión inmediata; sólo define sus limites de validez estableciendo las
condiciones particulares en que es posible (es decir, la coincidencia perfecta de
las cifras empleadas en la codificación y la descodificación) y que el análisis
fenomenológico ignora.
En todas estas operaciones el objetivismo no toma de ningún modo en cuenta lo
que está inscrito en la distancia y la exterioridad respecto a la experiencia primera
que es a la vez condición y producto de las operaciones de objetivación:
Olvidando lo que el análisis fenomenológico de la experiencia del mundo familiar
recuerda, a saber, la apariencia de inmediatez con que se comunica el sentido de
este mundo, omite objetivar la relación objetivamente, es decir, la ruptura
epistemológica, que es también una ruptura social. Y, debido a que ignora la
relación entre el “sentido vivido” que explica la fenomenología social y el “sentido
objetivo” que construye la física social (o la semiología objetivista), se impide
analizar las condiciones de la producción y del funcionamiento del “sentido del
juego social” que permite vivir como evidente el “sentido objetivado” en las
instituciones.
Por tanto, sólo se puede superar la aparente antinomia de los dos modos de
conocimiento e integrar sus logros si se subordina la práctica científica a un
conocimiento del “sujeto de conocimiento”, conocimiento esencialmente critico de
los limites inherentes a todo conocimiento teórico, subjetivista tanto como
objetivista, que adoptaría la apariencia de una teoría negativa si los efectos
propiamente científicos que produce no obligaran a plantear las cuestiones que
mantiene ocultas todo conocimiento teórico. La ciencia social no debe romper
sólo, como lo quiere el objetivismo, con la experiencia indígena y la representación
indígena de esta experiencia; le es necesario, además, mediante una segunda
ruptura, poner en cuestión los presupuestos inherentes a la posición de
observador “objetivo” que, dedicado a “interpretar” prácticas, tiende a trasladar al
objeto los principios de su relación con el objeto, como lo prueba, por ejemplo, el
privilegio que concede a las funciones de comunicación y de conocimiento y que le
inclina a reducir las interacciones a puros intercambios simbólicos. El
conocimiento no depende sólo, como lo enseña un relativismo elemental, del
punto de vista particular que un observador “situado y datado” toma respecto del
objeto: es una alteración mucho más fundamental y mucho más perniciosa, pues
siendo constitutiva de la operación de conocimiento está destinada a pasar
desapercibida, la que se inflige a la práctica por el mero hecho de tomar sobre ella
un “punto de vista” y constituirla así en “objeto” (de observación y de análisis).
Dando por supuesto que este punto de vista soberano nunca se toma tan
fácilmente como desde las posiciones elevadas del espacio social, desde donde el
mundo social se ofrece como un espectáculo contemplado desde lejos y desde la
altura, como una “representación”.
Esta reflexión crítica sobre los limites del entendimiento teórico no tiene por
finalidad, como se ha hecho a menudo, desacreditar el conocimiento teórico bajo
una u otra de sus formas para oponerle o sustituirlo por un conocimiento práctico
más o menos idealizado; se trata más bien de fundamentar por completo ese
conocimiento, liberándolo de los sesgos que le imponen las condiciones
epistemológicas y sociales de su producción. Totalmente ajena a la intención de
rehabilitación, que desvió la mayor parte de los discursos sobre la práctica,
persigue sólo sacar a la luz la teoría de la práctica que el conocimiento teórico
introduce implícitamente, y hacer posible así un verdadero conocimiento teórico de
la práctica y del modo de conocimiento práctico.
El concepto de Habitus
Sistemas de disposiciones duraderas y transferibles, estructuras estructuradas
predispuestas para funcionar como estructuras estructurantes, es decir, como
principios generadores y organizadores de prácticas y representaciones que
pueden estar objetivamente adaptadas a su fin sin suponer la búsqueda
consciente de fines y el dominio expreso de las operaciones necesarias para
alcanzarlos.
El habitus incluye las “estructuras mentales o cognitivas” mediante las cuales las
personas manejan el mundo social. Las personas están dotadas de una serie de
esquemas internalizados por medio de los que perciben, comprenden, aprecian y
evalúan el mundo social. Mediante estos esquemas las personas producen sus
prácticas y las perciben y evalúan. Dialécticamente el habitus es “el producto de la
internalización de las estructuras” del mundo social (Bourdieu, 1989: 18). De
hecho, podemos concebir el habitus como estructuras sociales “internalizadas y
encarnadas” (Bourdieu, 1984: 468).
El habitus produce el mundo social y es producido por él. Por un lado, el habitus
es una “estructura estructuradora”, es decir, una estructura que estructura el
mundo social. Por otro, es una “estructura estructurada”, es decir, una estructura
estructurada por el mundo social. Bourdieu lo describe también así: “es la
dialéctica de la internalización de la externalidad y de la externalización de la
internalidad”. Pese a todo, aunque el habitus constituye una estructura
internalizada que constriñe el pensamiento y la elección de la acción, no los
determina. El habitus simplemente “sugiere” lo que las personas deben pensar y lo
que deben decidir hacer.

El concepto de Campo

Según Bourdieu, el campo concebido en términos relacionales más que


estructurales, es la red de relaciones entre las posiciones objetivas que hay en él.
Estas relaciones existen separadas de la conciencia y la voluntad colectiva. No
son interacciones o lazos intersubjetivos entre los individuos y los ocupantes delas
posiciones pueden ser agentes o instituciones que están constreñidos por la
estructura del campo.
Hay varios campos semiautónomos en el mundo social, como por ejemplo el
religioso, el de educación, político, etc; todos tienen su lógica específica y generan
entre los actores una creencia sobre las cosas que son importantes en el campo.
La estructura del campo es la que guía las estrategias mediante las que los
ocupantes de estas posiciones persiguen individual o colectivamente salvaguardar
o mejorar su posición, e imponer el principio de jerarquización más favorable para
sus propios productos.

ANTECEDENTES DEL TRABAJO SOCIAL EN EL ÁREA JUDICIAL citar tesis

El Trabajador Social, por sus contenidos académicos, se encuentra capacitado


para desarrollar su labor en cualquier área que tenga conexión con la mejora en la
calidad de vida de los individuos. En el plano judicial, los Trabajadores Sociales en
los últimos años, se han incorporado a la Administración de Justicia como
asesores estables de la misma. Así por ejemplo, en España, la Ley Orgánica
6/1985 del Poder Judicial, en su artículo 508, previa la posibilidad de que la
administración de Justicia pudiera contratar profesionales y expertos para
auxiliarla.
En nuestro país, la profesión, desde sus inicios, se ha preocupado de abrir
espacios de intervención, desempeñándose así, hace bastante tiempo, en el
ámbito judicial. En sus comienzos, la primera vinculación que tuvo el Trabajador
Social con el área judicial, fue en el año 1928 a través de la Ley 4.447 referida a
los Tribunales de Menores. Allí, su labor era de atención de demandas socio-
jurídicas provenientes del Ministerio de Salud y de los Juzgados de Menores,
además de cumplir con la tarea de asesores o auxiliares de la administración de
justicia, aconsejando al juez en la investigación de materias competentes a la
familia y a la infancia (función de auxiliar al juez ilustrando sin fuerza vinculante
sobre las circunstancias del caso), en causas que involucraban a niños, niñas,
adolescentes y sus familias, como por ejemplo, maltrato infantil, protección,
alimentos, tuición, visitas, adopción, filiación y otras.
En el año 1933, se crea a través de Decreto Supremo, la Sección Servicio
Social de Asistencia Judicial del Colegio de Abogados de Chile, en donde el
Trabajador Social, enfocaba su labor en la atención de conflictos maritales y
familiares, conciliación y comparendos; En 1961 y mediante la Ley Nº 14.550, se
crearon los primeros ocho cargos de Asistentes Sociales dependientes del Poder
Judicial. Hasta antes de los actuales Tribunales de Familia, existían en el país
sesenta y ocho Tribunales de Menores, con ciento sesenta cargos de Asistentes
Sociales; En Juzgados del Crimen, los Trabajadores Sociales intervinieron en
causas que involucraban a niños, niñas y adolescentes en materias de abuso
sexual y maltrato físico con lesiones graves, prioritariamente, realizando
evaluaciones familiares y socio-ambientales, los cuales eran considerados como
un medio de prueba indirecto para valorar hechos y circunstancias relevantes a lo
que se investigaba; En los Centros de Reinserción Social, la política institucional
en materia de readaptación, está orientada y sustentada en el marco teórico-
técnico denominado “Modelo General de Tratamiento Penitenciario”. Éste, postula
que los grandes esfuerzos en materia de reinserción social, deben focalizarse en
poblaciones de condenados a quienes les reste poco tiempo para postular a
beneficios de salida al medio libre, o bien, cumplir su condena, a objeto de
entregarles herramientas en materia de competencia social y capacitación laboral
que faciliten su inserción social y eviten futuras reincidencias. En este contexto, los
Trabajadores Sociales se han dedicado a la realización de informes
presentenciales, además de participar en equipos profesionales interdisciplinarios
y en la pesquisa de antecedentes relevantes para la realización de los mismos. En
ellos, deben pronunciarse acerca de las características sociales y de personalidad
de sujetos imputados para acceder a beneficios, como también, en sujetos
imputados por primera vez en un delito, a fin de determinar, si un tratamiento en
libertad, parece eficaz y necesario.
El Ministerio Público en el año 2001, crea cargos de asistentes sociales en
Unidades Regionales de Atención a Víctimas y Testigos (URAVIT). La Defensoría
Penal Pública, en el mismo periodo por su parte, crea cargos de asistentes
sociales que apoyen la labor que ellos desarrollan con los imputados, sus familias
y el entorno, en la búsqueda de información relevante para la resolución del
conflicto.
El Código Orgánico de Tribunales (en adelante C.O.T), en tanto, designaba
a dichos profesionales como asistentes sociales judiciales, lo cual fue derogado
con la implementación de la nueva Ley de Tribunales de Familia. En este nuevo
ordenamiento, a partir del año 2005, pasan a ser llamados miembros del Consejo
Técnico, junto a otros profesionales de distintas áreas2. Al respecto, se puede
señalar que los Consejos Técnicos, según el C.O.T, son organismos auxiliares de
la administración de justicia, cuya función es asesorar individual o colectivamente
a los jueces con competencia en asuntos de familia, en el análisis y mayor
comprensión de los asuntos sometidos a su conocimiento en el ámbito de su
especialidad.3

Por otro lado, el ordenamiento jurídico actual en materia penal y la


implementación de los Tribunales de Familia, exige a los profesionales inmersos
en el ámbito jurídico, social, psicológico y de otras áreas relacionadas como
educación y salud, nuevos desafíos para los que se deben estar mentalizados y
preparados, tanto teórica como metodológicamente, de manera de afrontar, los
diversos acontecimientos a los que se verán expuestos en su ejercicio profesional.

Frente a lo anterior, los Trabajadores Sociales, tomando en cuenta las


reformas que han generado los cambios radicales en el sistema jurídico chileno,
han incrementado sus oportunidades en las prácticas de los diversos escenarios
forenses, los cuales apuntan a la búsqueda de una justicia garantizada de los
derechos de las víctimas e imputados, de los niños y de las familias involucradas,
transformándolas en focos de atención. Así entonces, la práctica del Trabajo
Social forense y del propio Peritaje Social, requiere de una importante formación

2
LEY NUM. 19.968, Crea Los Tribunales de Familia. Ministerio de Justicia. Santiago, Chile, 30 Agosto
2004.
3
MINISTERIO DE JUSTICIA. Manual Habilitante Examen de Traspaso para Juzgados de Familia. Santiago,
Chile, Corporación Administrativa del Poder Judicial. [En Línea] < http://www.poderjudicial.cl/> [Consulta:
02 de Mayo 2007].
ética, conocimientos, capacidad y herramientas teórico-metodológicas en
materias propias de la disciplina, como también, en las áreas del derecho,
psicología y criminología, entre otras, las que le permitan balancear los intereses
y conflictos que pudiesen presentarse entre él y su cliente. Estas materias,
acompañadas de la potente carga que otorga la praxis profesional, le otorgan al
Trabajador Social, una preeminencia respecto del resto de los profesionales del
área social convocados a la elaboración y defensa de peritajes en las materias
que como disciplina nos competen y, por tanto, viene ello a transformarse en una
importante área a potenciar, fomentar y posicionar.

Las Dos Propuestas Centrales de Teresa Matus

• Que la concepción tecnológica de Trabajo Social, en sus diversas


vertientes, se ha vuelto claramente insuficiente y problemática.

Lo que se afirma es que las maneras más frecuentes de plantear trabajo social,
sus conceptos, su horizonte metodológico, la manera de relacionar teoría y praxis,
las herramientas con que cuenta y la forma en que las usase han vuelto
inconsistentes tanto para nombrar con claridad las contradicciones existentes en
sus ámbitos de acción como para intervenir en ellos.
Las formas más recurrentes de entender la noción de trabajo social se sitúan en
una posición de tensión binaria entre hacer y conocer. El giro propuesto en la
concepción de trabajo social consiste en sacarlo de este planteamiento dual
donde, en posiciones extremas, el trabajo social es una forma de intervención y
esta última es acotada como un hacer reflexivo.

• Que es posible pensar otras propuestas para Trabajo Social reasumiendo


una relación contradictoria de teoría y praxis en el horizonte de una
comprensión social compleja, de una intervención social fundada en otros
parámetros.
Lo que se propone es resignificar el concepto de trabajo social. Situarlo en un
horizonte de intervención que tenga como fundamento una rigurosa y compleja
comprensión social, recapturando la tensión existente en él entre teoría y praxis.
De este modo, se busca poner en evidencia que toda intervención es capturada a
partir de un lugar teórico, a partir de un modo de ver. Consecuentemente, no hay
intervención sin interpretación social. Trabajo social constituye su especificidad,
por tanto, en las mediaciones de un modo particular de ver que tiene como
resultado un hacer particular.
Hay una relación mediada insustituible entre intervención y un sistema de
comprensión social constituido al menos por cuatro dimensiones relacionadas
aunque no homologables: los cambios existentes en el contexto, las diversas
perspectivas de teorías sociales, los enfoques epistemológicos y los marcos ético-
valóricos. (Matus. T; 1999, pág. 26).

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