Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
1
Introducción
A finales del siglo XVII producto de la amenaza constante en que vivían los
vecinos de la ciudad primada de América, por las apetencias expansionistas en
el Caribe de ingleses, franceses y holandeses, no era prudente erigir
construcción alguna más allá de la protección que ofrecían los fuertes muros que
circundaban a esta localidad.
Las motivaciones que tuvieron los fundadores de San Carlos para querer
radicarse en La Española, las razones que motivaron a las autoridades
españolas de la época para permitir la emigración de los canarios al nuevo
mundo, las dificultades que enfrentaron los isleños para llevar a feliz término sus
propósitos, analizar estas temáticas y otras relacionadas con este sector de la
ciudad de Santo Domingo, ofrecer información clara y precisa que brinde más
claridad al tema a partir de la interpretación de variadas fuentes bibliográficas ha
sido la principal motivación del autor.
2
I. Ubicación geográfica
Juan Bosch (1981) señala que en España durante el siglo XVII, la pobreza
crecía continuamente pues, a pesar de las grandes riquezas en oro y plata
extraídas en las minas americanas, la sociedad española no fue capaz de
transformarse y desarrollarse. La situación económica de Las Canarias no era
diferente a la del resto del reino.
De tal suerte que, las autoridades españolas permitieron el flujo migratorio de los
canarios hacia América, con el doble propósito de aliviar su estatus económico y
a su vez garantizar la defensa de las plazas ibéricas constantemente asediadas
por los filibusteros.
Por otro lado y según Utrera (1927) en 1678 don Juan de Padilla Guardiola y
Guzmán (que gobernaba interinamente la Real Audiencia) consiguió del
monarca español que se priorizara a la isla de Santo Domingo sobre otros
destinos del continente en el arribo de familias canarias para fomentar el
crecimiento de la población y el desarrollo agrícola.
3
Los primeros grupos de inmigrantes canarios que llegaron a la colonia de Santo
Domingo entre 1680-1684 se dispersaron por todo el territorio, especialmente en
los campos circundantes a Baní donde se establecieron definitivamente.
“Pero es segurísimo que a fines de 1684 (…) por causa del hambre en la isla de
Tenerife, salieron de allá numerosas familias con destino a esta isla de Santo
Domingo, (…) en donde los pasajeros de un navío mercante acababan de fundar
(…) el lugar que se instituló San Carlos de Tenerife” (Utrera, 1927, pp. 394-395).
“Comienza a fundar pueblo para las familias que vinieron de las islas canarias.
Tengo ya sacerdote confesor, que por ahora les asista hasta que, acabado, se
pongan editos para que tenga cura”.
4
Se pueden encontrar referencias al tema en el texto de Sánchez Valverde,
titulado “Idea del valor de la isla Española” comentado por fray Utrera (1947)
que en la página 139 plantea lo siguiente: “Hasta fin del 1684 no llegó la primera
partida de familias canarias, agricultores fundaron río arriba del Ozama, en tierra
baja; las aguas enfermaron los más y muchos murieron”
Cuenta Deive (1991) que las autoridades locales en un inicio, decidieron dedicar
a los isleños al cultivo del tabaco, pero luego se decidió ubicarlos en las
proximidades de la capital para que la abastecieran de productos agrícolas
variados. Por tal razón se les asignó un terreno llamado el Higüero, a seis leguas
de Santo Domingo, donde se fundó por primera vez la Villanueva de San Carlos
de Tenerife. Pocos meses después una epidemia de viruela provocó la muerte
de 126 de los inmigrantes canarios, “quedando todos los demás (…) con las
reliquias de los achaques y tan postrados que a duras penas podían trabajar”
(Deive, 1991, p.88).
Queda claro entonces que en un inicio las autoridades locales, le asignaron a los
canarios un terreno que por sus características físico-geográficas no era el más
apropiado para desarrollar un asentamiento humano. En consecuencia se
desata una epidemia que aniquiló a un elevado número de los participantes en
el primer intento fundacional de San Carlos.
El gobernador Robles prohibió a los canarios cultivar en los terrenos del área
cedida. Esta medida se debía al temor en que vivían los dominicanos ante la
posibilidad real de invasiones por parte de los súbditos de las naciones
enemigas. Las espesuras que cubrían dicha área eran ideales para tender
emboscadas al enemigo en caso de ser necesario. En cambio se les permitió
trabajar las tierras ubicadas hacia “la parte del monte grande y camino de la
5
Canoa” (Deive, 1991, p. 88). Estos terrenos tenían varios dueños, por tal motivo
los canarios tuvieron reiterados pleitos con ellos, en otros casos acordaron pagar
un precio por el arrendamiento.
Los habitantes del nuevo pueblo pagaban el diezmo establecido por la iglesia
con los productos agrícolas que producían, les alcanzaba también para
comercializarlos en la capital y con los recueros que transitaban por las vías,
que a principios del siglo XVIII los llevaba a Santo Domingo y otros puntos de la
colonia.
El camino conocido como Chiquito los comunicaba con la región del Cibao, el
camino real establecía comunicación con la región sur. Existía también el
camino de los Horros que terminaba en la ciudad primada de América, además
contaban con veredas que se dirigían hacia el sitio conocido como el Perrillón
(Deive, 1991).
6
de nombre Buenavista, cercano también a la muralla de la ciudad. Por tal razón
algunos de los vecinos más prominentes de San Carlos protestaron ante el
monarca. En su defensa, denunciaron los manejos turbios que al amparo del
poder, desarrollaba el gobernador Morfi. En consecuencia se ordenó su
destitución.
Hacia 1715, cuando era un núcleo poblacional más numeroso gracias al arribo
de nuevas oleadas de inmigrantes, los vecinos decidieron que era tiempo de
construir un edificio de piedras para sustituir el bohío que funcionaba como
iglesia. Los militares, principalmente el coronel Landeche, se opusieron a tal
proyecto por considerar que una construcción de tal envergadura localizado
fuera de los muros de la ciudad, podría ser utilizado como bastión por posibles
atacantes. Incluso llegó a proponer al rey, que el pueblo entero debía ser
demolido y trasladados sus habitantes a Santo Domingo (carta de Landeche al
rey en Deive, 1991).
Según este autor, los isleños consideraban que era de más provecho para la
ciudad de Santo Domingo la existencia del pueblo que su aniquilación, porque al
estar bien organizados, entrenados y armados, podían (en caso de invasión) ser
elemento de contención de las fuerzas enemigas. Acusaban a los hacendados
7
capitalinos de ser los verdaderos responsables de los planes de destrucción de
su villa por “el odio y la envidia que han tenido y tienen contra este desdichado
pueblo, por ver que, abundando con nuestros frutos la República, (…) tantos
pobres (…) se mantienen fácilmente con lo acomodado del precio en que
vendemos nuestros frutos” (Hernández, 2008, p. 189). Si se toma en cuenta el
parecer de los canarios, hay que concluir que detrás de todos los intentos por
demoler al pueblo, yacían intereses económicos.
Por suerte para los residentes del pueblo, el gobernador Zorrilla de San Martín,
suspendió la medida por considerar que aunque fuera destruida la villa, la
amenaza subsistiría por localizarse esta sobre una elevación que de ser
conquistada por el enemigo, podría ser utilizada con el mismo objetivo, aun sin
la presencia de edificaciones.
V. Construcción de la iglesia
En febrero de 1725 todos los canarios que habitaban en la villa, comenzaron los
preparativos para la construcción de su iglesia. Juntaron materiales, (madera,
piedra, cal) recaudaron 1,300 pesos y cavaron los cimientos. Pero cuatro años
después de comenzadas las labores constructivas, no se habían podido terminar
por la falta de fondos. Los sancarleños sintieron en carne propia las penurias
económicas que vivía toda la colonia. Como sucedía con el situado, la limosna
prometida por la corona española no había llegado o era insuficiente para
terminar las obras.
A todo esto hay que agregar las constantes amenazas de destruir la villa y sobre
todo la resistencia de algunos sectores de la capital para la construcción en San
Carlos de edificios de piedra, motivados por asuntos económicos.
En 1742 cuando había quedado atrás el último intento por hacer desaparecer el
pueblo, los vecinos dedicaron una vez más renovados esfuerzos por cumplir su
sueño y terminar la construcción de su iglesia. La obra estaba bastante
adelantada y como la limosna procedente de México era insuficiente, el cabildo
de la villa trató que por espacio de cinco años, los dos novenos del diezmo de la
catedral de Santo Domingo que le correspondían al rey, fuesen asignados para
terminar la construcción del templo.
8
Llevado el caso ante el Consejo de Indias, el fiscal de dicho organismo,
utilizando como amparo la ley existente sobre los gastos de construcción y
reparación de iglesias, decidió que los fondos necesarios debían correr a partes
iguales, una aportada por el rey y otra por los vecinos e indios encomendados.
La contribución del rey quedaba entrampada en los intersticios de la burocracia
colonial. En la isla ya no quedaban indios, por tal motivo el consejo decidió que
el gobernador y el arzobispo de Santo Domingo dieran la ayuda que
considerasen conveniente (Deive, 1991).
Continúa diciendo Hernández (2008) que Aguilar contó que los fieles hicieron el
último esfuerzo para terminar la añorada edificación, aunque más modesta que
lo deseado por ellos.
9
La Real Cédula del 25 de junio de 1726 no fue satisfactoria para los isleños
porque limitaba la compra de negros esclavos sólo en el Asiento de Negros, el
hierro sólo podía adquirirse en Cádiz, prohibía la fabricación de monedas y la
extracción de cobre se limitaba únicamente a aquella que fomentase la
construcción de la iglesia. Tiene mucha razón Bosch (1981) cuando afirmó que
durante el siglo XVII, España se empobrecía gracias a su inmovilidad social. A
los burócratas les resultaba más fácil hacerse ricos desde la comodidad de un
cargo público que estimular la producción de riquezas.
10
IX. Crecimiento urbano
En 1717 el poblado estaba compuesto sólo de dos calles (que formaban una
cruz), una en dirección norte-sur que lo comunicaba con la ciudad de Santo
Domingo (hoy la 16 de Agosto) y la otra que se desplazaba en dirección este-
oeste (hoy 30 de Marzo), comenzaba por detrás del ábside del templo actual.
Por tal motivo la común de San Carlos se unió a la común de Santo Domingo
por decreto con fecha 25 de Junio de 1884. Pero no fue hasta el 22 de julio de
1910 que el mismo entró en vigor. Conservó su identidad propia,
geográficamente por ubicarse fuera del perímetro original de la ciudad,
jurídicamente por tener desde 1865 ayuntamiento, alcaldía y oficina civil,
socialmente por tener escuela e iglesia propia (Cid, 1985).
Arbaje y Calderón (1984) hacen un recuento de algunos datos que son dignos
de reseñar.
11
Entre los que favorecían los festejos se encontraba don Eleuterio Hatton,
administrador del ingenio La Fe, cuyos campos de caña estaban a poca
distancia del poblado de El Mamey. Al extenderse posteriormente San Carlos
hacia el norte, la comunidad mameyera fue perdiendo su identidad hasta el
punto que en la actualidad muy pocas personas tienen referencias del famoso
barrio.
La pintoresca ruta servía para subir a las alturas de San Carlos y continuar por
detrás del pueblo sin necesidad de entrar en el mismo. Empalmaba con otro que
seguía hasta la barca de Santa Cruz del río Isabela. Era muy usado por los
campesinos que venían desde el sur con sus recuas de reses y caballos para
conducirlos a Cotuí, Boyá y Bayaguana.
La calle Real: hasta hace 80 años recordaban con gran nostalgia los viejos
sancarleños su arteria principal. Era una calle corta, que comprendía entonces
desde el callejón Imbert hasta aproximadamente la calle Benigno del Castillo.
Estaba situada en la parte oeste del poblado y continuaba bajo el nombre de
camino Real del Cibao. Los franceses en 1807 le llamaban Camino de Santiago.
Con transcurso del tiempo se bautizó oficialmente con el nombre de 27 de
Febrero en honor a la fecha patria. Se mantuvo con esta denominación hasta el
23 de agosto de 1929, cuando el Consejo Municipal lo sustituyó por el de
Presidente Vásquez. Luego en agosto de 1934 se le designó como José Dolores
Alfonseca. En la actualidad se conoce como 30 de Marzo.
El camino del Río: así era llamado un viejo camino que saliendo casi pegado a la
muralla del Conde, doblaba por el fuerte de La Concepción y se dirigía a poca
distancia de los demás fuertes de la parte norte de Santo Domingo y llegaba
hasta el río Ozama y a la iglesia de Santa Bárbara, empalmando con otro que
seguía hacia el norte para los conucos de Galindo. Los sancarleños lo usaban
para entrar al centro de la ciudad sin tener que entrar por el Conde. La vieja ruta
fue la que con el tiempo daría origen a la avenida Capotillo. Parece que fueron
los isleños quienes bautizaron al camino con ese nombre porque solamente
aparece en antiguos documentos de deslindes de tierras del Ayuntamiento de
aquella común. El camino del Río ya figuraba en el plano de Tomás López
12
correspondiente a la ciudad de Santo Domingo del año 1786 con sus ramales
enlazando el pueblo de San Carlos de Tenerife.
13
Conclusiones
14
Bibliografía
Arbaje, S. & Calderón, F (1984). San Carlos. Renovación Urbana. Tesis para
optar por el Título de Arquitecto, Escuela de Arquitectura, Universidad Autónoma
de Santo Domingo, Santo Domingo, República Dominicana.
Cid, C. (1985). Recuperación y diseño del barrio de San Carlos. Tesis para optar
por el Título de Arquitecto, Escuela de Arquitectura, Universidad Autónoma de
Santo Domingo, Santo Domingo, República Dominicana.
Moya, F. (1996, Julio29). La historia tiene otra historia: La capital era chiquita.
Revista Rumbo, P.130.
Sánchez. A. (1947). Prólogo y notas. Utrera. Idea del valor de la isla Española.
Ciudad Trujillo. Editora Montalvo.
15