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ARQUEOLOGÍA Y SOCIEDAD:
BIOGRAFÍA DE UNA REVISTA CIENTÍFICA
Henry Tantaleán
Para ello, he tratado de realizar un análisis con variables objetivas del devenir de la vida
de la revista Arqueología y Sociedad. He tratado, como lo he venido haciendo con otras
revistas como la Gaceta Arqueológica Andina (Tantaleán 2004, 2006), de hallar
variables objetivas para cuantificar la producción científica que en tanto producción
social, se materializa en revistas como Arqueología y Sociedad y, por tanto, es factible
de valorar cuantitativamente. Los cuadros que acompañan este texto grafican el análisis
realizado en base a una muestra de 131 textos aparecidos en 19 volúmenes publicados
entre los años 1970 y 2009. Así pasaremos a revisar la historia de esta revista.
Arqueología y Sociedad nació en el año de 1970 como parte de una agenda planteada
por el entonces director del Museo de Arqueología y Etnología: Dr. Luis G. Lumbreras
Salcedo quien asumió su gestión en la re-apertura de este museo un 21 de octubre de
19691. Como buen heredero del maestro Julio C. Tello, quien fundó este Museo en
19192, Lumbreras supo que la publicación de las investigaciones científicas eran vitales
para la arqueología en tanto ciencia social, como él la entendía. De hecho, Lumbreras
estaba a dos años de realizar su viaje a Valparaíso, Chile, donde se dictarían las notas de
clase que luego terminarían siendo publicadas como “La Arqueología como Ciencia
Social” (Lumbreras 1974). Por ello, es posible plantear que el nacimiento de
Arqueología y Sociedad sería fruto de la unión de una arqueología nacional todavía
Investigador asociado del Museo de Arqueología y Antropología de la UNMSM y del Instituto Francés
de Estudios Andinos (IFEA).
1. El “Proyecto de Organización y Fines del Museo de Arqueología y Etnología de la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos” se puede encontrar en el número 2 de esta serie.
2. Para una breve historia de las vicisitudes del Museo de Arqueología de la UNMSM se puede consultar
Olivera1970.
reducida cuantitativamente y una perspectiva social inspirada en la del prehistoriador
australiano Gordon Childe quien también conoció esa esfera de la arqueología, sobre
todo, a consecuencia de su descubrimiento del materialismo histórico, como ciencia y
como actividad política3 (Trigger 2006: 344). Así pues, el proyecto de la revista
Arqueología y Sociedad como su propio fundador manifestó en la presentación de su
número 1: “(…) aspira[ba] a publicar trabajos inéditos o poco conocidos de
investigadores nacionales y extranjeros, que permitan comprender mejor las antiguas
culturas que se desarrollaron en el área andina. Confiamos en que esta serie será de
utilidad para profesionales y estudiantes, así como para los interesados en estos
temas.”
año
3. De hecho, el primer número de Arqueología y Sociedad se inaugura con un homenaje a Gordon Childe
que es la traducción de un texto de Irving Rouse (1958) aparecido en American Antiquity.
CUADRO 2: Cantidad de artículos por número de revista
Luego de esta época, la publicación reposaría durante unos 11 años cuando en el año
1983 salió a la luz un número monográfico (Número 9 de la serie) sobre la Arqueología
del valle medio del Rímac de Jorge Silva y sus asociados, específicamente, sobre sus
investigaciones en el área de Huachipa-Jicamarca y que será importante como veremos
más adelante como un primer texto que introduce a la arqueología nacional, enunciados
y categorías procesualistas. Al año siguiente, en 1984, se publica un nuevo número que
retomará la colección de artículos en los que resaltan los de Jorge Silva sobre el sitio
monumental de El Paraíso o Chuquitanta en el bajo del rio Chillón y el del Sitio de La
Centinela, en Chincha de Idilio Santillana, ambos profesores de esta casa de estudios.
Posteriormente, vendría una nueva etapa de silencio de las publicaciones oficiales
arqueológicas sanmarquinas y que justamente coinciden con la mayor etapa de
violencia en el Estado peruano y con los problemas económicos del primer gobierno de
Alan García. De hecho, esta cuestión se hacía sentir cuando Jorge Silva en la
presentación del volumen 10 escribe: “La falta de recursos económicos motivó la
demora en su edición”. Era la época en la que el museo comenzó a ser abandonado y
paso a depender de la burocracia más que de los científicos. Como recordará la gente
algo mayor que yo, los 80s no fue el mejor momento para la investigación nacional o
para la extranjera, como también Richard Burger (1989) nos recuerda en su síntesis de
la investigación en el Perú en dicha década.
Pasada esa etapa difícil, llegaría la década de los 90s con una serie de cambios políticos
y económicos, basados en la aplicación de modelos neoliberales en la estructura
económico-política del Estado peruano. Con ello, la re-organización de este aparato y la
guerra frontal contra sendero causa la intervención de la Universidad San Marcos. Con
todo hacia 1991 se publicó un nuevo número monográfico que sintetizaba los trabajos
arqueológicos realizados entre 1977 y 1986 por el equipo norteamericano dirigido por
Timothy Earle en el valle del Mantaro (Matos 1990: 534), denominado Upper Mantaro
Archaeological Research Project (UMARP), proyecto arqueológico que hizo patente en
el Perú que un nuevo “paradigma”: el procesualismo, se había instalado en la práctica
arqueológica hegemónica mundial. Sin embargo, este esfuerzo editorial no tendría
prolongación por los problemas internos de la Universidad y, en especial, por la
estructura jerárquica en la que el Museo se encontraba prácticamente a la deriva, y
muchos de los aquí presentes, recordaran el estado lamentable y ruinoso en el que se
encontraban las instalaciones de eso que románticamente llamábamos “museo”.
Así pues, tendrían que pasar unos 8 años para que en 1998 se publique el número 12 ya
bajo de la dirección del Museo de la Dra. Ruth Shady quien emprenderá un ambicioso
proyecto editorial que no solamente incluyó a esta revista sino a uno de los más
esperados proyectos del Museo y anhelo de los investigadores: la publicación de
documentos que formaban parte del Archivo de Julio C. Tello, depositados en esta
casona (Olivera 1970). Esta fue la época de renacimiento del Museo que coincidió
también con la restauración de este edificio monumental e histórico. En ese número
todavía se puede apreciar que los textos publicados son más bien dispersos en cuanto a
temática. Pero lo más importante, como verán en el cuadro 1, es la regularidad de la
publicación hasta la actualidad. Claramente las condiciones materiales habían
cambiado. Será a partir del siguiente número cuando los intereses por temas que ahora
están en debate como el del temprano surgimiento de la arquitectura monumental en el
Norte Chico llenarán la mayoría de las páginas de esta publicación y las del “Boletín del
Museo”.
Para finalizar tenemos la última fase en la cual el Museo estuvo dirigido por Carlos del
Águila y que junto a su equipo de trabajo, donde hay que resaltar a Juan Roel, han
hecho posible tener prácticamente un número de Arqueología y Sociedad por año y que
ha ido integrando y ofreciéndole una calidad académica y estética apreciable en estos
tiempos donde todo el mundo lee “virtualmente”. Así llegaron a nuestras manos los
números 18, 19 y 20 donde nuevamente se revela el carácter ecuménico de la revista.
Para no abundar en más detalles sobre los textos publicados en estos últimos números,
en el cuadro 3 podremos observar las diferentes orientaciones que tienen esos artículos.
Claramente, la última década es la que ha generado un mayor volumen de publicaciones
y diferentes posiciones teóricas y prácticas plasmadas en sus páginas (Cuadro 2 y 3).
De este análisis también se puede vislumbrar que el historicismo cultural sigue siendo la
teoría y metodología asociada con la mayor presencia en la publicación, algo que se
corresponde con análisis desde dentro y fuera de la arqueología peruana (Matos 1990:
511, Aguirre 2005, Tantaleán 2004, 2006, Politis 2006). De hecho, la revista nace en
plena vigencia de dicha tendencia teórica, ampliamente utilizada por autores nacionales
como extranjeros. Los trabajos de la Comisión Fulbright que subvencionó
investigaciones de arqueólogos norteamericanos como Dorothy Menzel (1971), Dwight
Wallace (1970a, 1970b) o Paul Tolstoy (1971), a finales de la década de los 1950s y en
los que se insertaron arqueólogos sanmarquinos, mediante el Instituto de Arqueología y
Etnología, como Luis Lumbreras o Rosa Fung hizo posible una fuerte influencia de
dicha tendencia teórica y sus soluciones metodológicas para las representaciones
arqueológicas (Schaedel y Shimada 1982: 362, Matos 2007: 11).
Asimismo, como comentábamos arriba, también en esta revista se puede ver como se
comienzan utilizar conceptos y metodologías derivados de la teoría procesual
norteamericana en los primeros años de la década de los 1980s (Silva et al. 1983, Silva
1984) pero que tuvieron sus fundamentos en la intensa colaboración científica con
trabajos de campo entre arqueólogos peruanos y norteamericanos, como en el caso de
Ramiro Matos y un arqueólogo procesual tan influyente como Kent Flannery a finales
de la década de los 1960s (Parsons y Matos 2002: vii).
Creemos que otro importante aporte de Arqueología y Sociedad es que en los últimos
números ha comenzado a ofrecer textos que tratan de hacer una historia critica de la
arqueología peruana (Makowski 2000, Kaulicke 2006, Segura 2006, Mesía 2006,
Siveroni 2006). Esto supone iniciar y desarrollar un diálogo más amplio y que escape de
los viejos discursos que idealizaban el pasado y que ahora lo hacen más cercano a otros
investigadores y público en general y que hacen evidente que los arqueólogos, como los
demás seres humanos, también son productos de su tiempo histórico.
Aquí también es necesario recordar que, a pesar que existen otras publicaciones
especializadas en arqueología en el Perú, solamente en el Latindex-Sistema Regional de
Información en Línea para Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y
Portugal4 figuran Arqueología y Sociedad y el Boletín de Arqueología de la Pontificia
Universidad Católica del Perú, lo cual además de ser algo que nos llena de orgullo como
sanmarquinos, también, supone una responsabilidad en mantener una calidad académica
y editorial acorde con otras publicaciones que ostentan estándares internacionales.
Para finalizar, se puede decir que la revista Arqueología y Sociedad está más viva y
vigente que nunca. Está viva porque sus contribuyentes han sabido confiar en hacer una
arqueología nueva que, si bien parte de la tradición arqueológica reciente y mas
extendida, también comienza a regenerarse, dejando atrás lugares y postulados comunes
y atreviéndose a ver más allá de las “ruinas” y los “huacos”: quieren llegar a sus
productores y productoras. En ese camino, nuestro compromiso es seguir apoyando a la
investigación arqueológica realizada en el Perú con revistas como Arqueología y
Sociedad que sus directores han querido y han sabido otorgarle vida. Por su parte los
4
Ver <http://www.latindex.unam.mx/ficha.php?clave_tema=6&nivel_tema=5.3&opcion=1>
investigadores nacionales y extranjeros también han comenzado a ver con buenos ojos y
confianza a esta revista de humilde origen y a contribuir en ella con el fruto de sus
investigaciones, cumpliendo de esa manera los objetivos para los que nació esta
publicación. Justamente con respecto a la investigación, que fue un elemento esencial y
orgánico del Museo, presente en la agenda de sus directores como Tello o Lumbreras, se
debe retomar este compromiso, generando y siguiendo líneas o programas de
investigación de mediano y largo plazo. Así, tendremos un verdadero espacio de
producción y distribución científica que vuelva a ocupar el lugar que nunca debió dejar
y que le corresponde como parte de la Universidad Decana de América.
Agradecimientos
Desde que era un estudiante sanmarquino siempre encontré refugio en el Museo de
Arqueología de San Marcos. Desde mediados de los 90s he asistido a este lugar para
realizar diferentes actividades: limpieza, catalogación, traslado e inventario de objetos
arqueológicos, análisis de colecciones, conferencias, seminarios, lecturas, escritura de
textos científicos, diagramaciones, conversaciones con amigos, etc. Por todo ello, quiero
agradecer a todos los que posibilitaron mi crecimiento personal y académico en un lugar
tan especial en mi vida, en especial a Nélida Gamero, Javier Alcalde, Carlos Del Águila
y Fernando Fujita.
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