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La realidad sociocultural está determinada por los constructos que como seres humanos
hemos ido forjando en el devenir histórico acerca de cómo nos observamos y nos
singularizamos como individuos. Esta singularidad no sólo la encontramos como
especie, sino dentro de esta misma, las diferencias biológicas entre los hombres y las
mujeres han decantado en roles, poderes y creencias. El surgimiento del constructo auto
diferenciador Sexo- Genero, emerge como una necesidad propia de un sistema social
complejo.
Nuestro interés como futuras psicólogas, es poder comprender la importancia que posee
las interpretaciones de estos conceptos en las personas, así como en las diferentes
organizaciones, con el fin de poseer herramientas cognitivas para intervenciones
requeridas. Por otro lado, como mujeres también, creemos que es un tema que debemos
socializarlo.
En este ensayo, puntualizaremos como el concepto de Género fue apropiado en el
sistema global social, a pesar de las diferencias idiomáticas lógicas.
DESARROLLO
Iniciaremos este ensayo estableciendo que los conceptos de sexo y género requieren
para existir, como tales, de una estructura o plataforma lingüística que les sostenga, es
decir, en el dominio del lenguaje es en donde nace y tiene sentido hablar de estos
conceptos. Como lo señalase Maturana el lenguaje existe como constructo en lo social.
De aquí, es que sostenemos que los conceptos de género y sexo, se desarrollan en el
devenir de la sociedad humana. Si acordamos que la sociedad debiera ser considerada
como un sistema complejo, en el que las interrelaciones de sus actores emergen como
un sin fin de interacciones variables que van superponiendo una red de propósitos y
direcciones, entonces, podremos entender que el surgimiento histórico-social de los
conceptos en cuestión no fue fortuito o inocente, sino que se abrió paso como si se
tratase de lo necesario para la supervivencia del sistema, en el lenguaje sistémico
podríamos citar el concepto de homeostasis o uno más reciente autopoiesis.
“Es en el sistema social donde se genera la vinculación de un hecho biológico a un
comportamiento social e identitario predeterminado, que se conoce, en el área de las
Ciencias Sociales, específicamente, en los Estudios de las Mujeres, Feministas y del
Género, como el sistema sexo -género. Implica la construcción meramente cultural, por
lo tanto cuestionable y transformable, de las maneras de ser y de estar para las mujeres
y los hombres”.
En este contexto, es donde observamos la importancia de conocer cómo el constructo
sexo-genero ha sido socializado por los subsistemas que, entre otras se delimitan por las
barreras idiomáticas.
Podemos señalar que palabra género es antigua, sin embargo, el concepto que soslaya,
es nuevo. El libro de Robert Stoller Sex and Gender, editado en 1968, marca el origen
de un debate terminológico y filosófico que tardará en cerrarse. Sexo y género, el título
en español del libro de Stoller, inmediatamente separa como una evidencia el sexo
biológico del género social. Así, naturaleza y cultura marcan una oposición, o más bien
una tensión, en el análisis de la relación entre los sexos, o como se dice en francés, de
la différence des sexes. Así pues, los tres términos en juego son sexo, género y
diferencia entre los sexos, enmarcados en un contexto filosófico y político. Como
señalamos, el feminismo, es el movimiento intelectual que plasma esta evolución
filosófica y política. Se decide simbolizar en el concepto de «género» la necesidad de
esclarecer la diferencia entre los sexos. Así pues, la insistencia en el concepto de
«género» es un acontecimiento filosófico reciente. Digamos que este acontecimiento es
un reto, un reto surgido de una dificultad terminológica y, por consiguiente,
epistemológica. La palabra sexo, a pesar de su carácter supuestamente transnacional y,
por consiguiente, evidente, es un término que puede interpretarse en una escala que va
de lo concreto a lo abstracto.