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Urabá o los contrastes del desarrollo

Medio Ambiente y sociedad


Departamento de Sociología
Universidad de Antioquia
2006

Introducción

En el preámbulo de la constitución nacional se declara tajantemente que “con


el fin de fortalecer la unidad de la Nación y asegurar a sus integrantes la vida, la
convivencia, el trabajo, la justicia, la igualdad, el conocimiento, la libertad y la paz,
dentro de un marco jurídico, democrático y participativo que garantice un orden
político, económico y social justo…”1 manifiesta una bella garantía que
constantemente es pisoteada por el actual sistema administrativo identificado por
su inoperancia, su ilegitimidad, su corrupta fachada y por su sentido de “justicia”
que en la gran mayoría de veces —por no decirlo de otro modo— perjudica a los
más desfavorecidos.
Sin embargo esta es sólo una cara de la multifacética moneda del actual
Estado que ha venido acostumbrando al pueblo colombiano, a subsistir dentro de
un territorio minado de desigualdades y una de ellas es el llamado “desarrollo”.
Pero ¿a qué tipo de desarrollo hace referencia el actual sistema político? ¿Al
desarrollo económico qué continúa abriendo la brecha entre ricos y pobres? O ¿al
desarrollo del conflicto entre la población civil y los industriales, entre las
comunidades indígenas y los servidores públicos internacionales, entre las
víctimas de la violencia en todas sus manifestaciones y los victimarios?
Este Estado Social de Derecho se olvidó del respeto por la dignidad humana,
del derecho a las garantías laborales y de la solidaridad que necesitan las
personas en la prevalencia del interés general2 creando políticas económicas que
intentan sacar del atraso en el que está inmerso el país, preparándolo para
afrontar las demandas que exige la globalización cuyo resultado favorecerá e
incrementará el nivel de vida de los colombianos. No obstante, dichas políticas se
resumen en medidas que buscan superar el actual déficit a través de magnos
impuestos pagados por los ciudadanos, recorte de presupuestos educativos, “el
debilitamiento de la red pública hospitalaria y despido, a través del cierre y
reestructuración de hospitales de los cuales, decenas de trabajadores han sido
despedidos y a quienes se les ha desconocido sus derechos legales y
convencionales”3, siendo este un caso de los que diariamente se cometen y de los
cuales muchos de ellos ignora la población.
Colombia no sólo afronta el conflicto armado, el desplazamiento forzado, la
violación de derechos humanos, crímenes de lesa humanidad; la corrupción, el
narcotráfico, la prostitución en todas sus modalidades. También se vive dentro del
territorio otros tipos de guerra: la subsistencia, la desigualdad, el desempleo que
obliga a quienes lo padecen hallar en la “economía informal” (desde la venta de
golosinas en los buses hasta los puestos de alimentos en los semáforos) el
sustento económico para sus familias, situación que es totalmente evidente en las
1
Constitución Política de Colombia
2
Ibid. Artículo 1
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Boletín Federación Nacional de Profesores Universitarios. Llamamiento de la gran coalición
democrática. Noviembre 2006

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grandes ciudades, condición que se repite en las periferias del país, que se
incrementa y que se obvia desde el gobierno, hecho que igualmente permite que
zonas como el Chocó, Córdoba, el Magdalena medio, los Llanos orientales, e.o.,
se conviertan en una excusa para el olvido y por ende, dejadas a merced de
actores no precisamente estatales. Desafortunadamente Urabá no es la
excepción.
Por eso dicho ensayo pretende un acercamiento descriptivo, analítico y
propositivo para Urabá sin dejar de reconocer que hicieron falta insumos que
ofrecieran un planteamiento teórico-crítico mucho más rico. Aunado a ello, las
condiciones actuales de la región: un territorio que hace público sin ningún tipo de
escrúpulo el cotidiano contraste —por un lado— entre la marginación, la pobreza,
el olvido, la desatención estatal, la violencia —y la lista podría ser interminable— y
—por el otro— el desarrollo, el progreso, la intervención de entidades privadas en
pro de la zona servirían de base para un estudio profundo desde perspectivas no
burocráticas o clientelistas, es decir, acercar más la Sociología hacia la
problemática social, ejercicio que no puede ser ejecutado con la simple revisión de
documentos con enfoque eurocentrista, desde las aulas de la academia.

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2006

El país de los mil contrastes: los orígenes del desarrollo

“La historia del desarrollo en Colombia comienza en el año de 1949 cuando la


misión Currie, patrocinada por el Banco Internacional de Reconstrucción y
Fomento, con el propósito de formular un programa comprehensivo de desarrollo
para el país, abordando las siguientes áreas: agricultura, salud, economía,
finanzas públicas y banca, balanza de pagos, industria y energía, petróleo,
transporte y servicios comunales, acompañados por un grupo de expertos del
país, ofreciendo de manera categórica una “multitud de reformas y mejoras” las
cuales constituirán un “programa global de desarrollo”, constituyéndose más
adelante en un verdadero modelo de política y acción social completamente al
existente” (Escobar, 1986, 15), plan que fue concebido como una alternativa
mesiánica que necesitaba el país para alcanzar la modernidad.
El nuevo modelo lentamente fue aplicándose en reemplazo del tradicional
sistema productivo, el cual inmediatamente confirmó que antes de la llegada de
dicha misión, el desarrollo “se encontraba abandonado a “las fuerzas naturales”,
las cuales no habían producido “los resultados más felices” (Ibid., p. 15), y según
tales planteamientos, la misión exclusivamente ofrecería la luz del desarrollo y el
cirio del conocimiento necesario para construir el cientificismo que identificaría los
presupuestos requeridos para alcanzar aquella sociedad racional, muy en boga
por aquellos años en las demás sociedades del resto del mundo.
Desde aquel entonces el discurso del desarrollo ha cambiado de fachada o ha
venido revelando su real sentido: en la actualidad —me atrevo a decirlo— el
desarrollo está ligado a lo productivo, al consumo de bienes y servicios dentro de
un sistema económico que beneficia a unos cuantos. Aunado a ello las erróneas
políticas macroeconómicas para Latinoamérica en la década de los noventa
enfocadas a la restricción del gasto público y la limitación en los fondos para la
provisión en los servicios sociales, entre otros, afectó directamente los campos de
la salud y la educación, sin dejar de mencionar el empleo. Visto de otro modo, el
desarrollo es un cónclave impulsado por las clases privilegiadas del país en
defensa y conservación del statu quo. “La penetración occidental en las regiones
atrasadas y coloniales, que se había supuesto extendería los beneficios de la
civilización occidental a todos los rincones del globo, se tradujo de hecho, en la
opresión y explotación brutal de las naciones subyugadas” (Baran, 1959, 56).

Urabá: una región de contrastes

El occidente antioqueño en su aspecto geográfico está conformado por un


sistema de cadenas montañosas, de altos picos y de grandes terrenos naturales
que aún no han sido tocados por la mano del hombre. Su economía está basada
en el cultivo del banano, la minería, la explotación de la madera, el comercio y la
ganadería. De igual forma cuenta con una gran riqueza étnica y cultural, hecho
que permite que en sus diferentes pueblos, los indígenas allí asentados por
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cabildos convivan con los “hermanos menores” dentro del mismo marco social,
estableciendo además lazos económicos de intercambio productivo.
Mientras unos consideran el Urabá antioqueño como una región dispuesta para
el progreso, otro tipo de realidad se esconde detrás de las miradas de quienes a
diario la recorren. Algunos especialistas en el tema consideran que “Urabá es
territorio geoestratégicamente bien ubicado para la guerra y quien controle este
territorio logra hacerlo sobre el noroccidente colombiano. En consecuencia, su
ubicación hace que sea muy pretendido y se pueda insertar fácilmente al modelo
de economía globalizada” (Muñoz, 2003, 83). Respondiendo a este modelo, la
universidad establece proyectos investigativos en asocio con la empresa privada,
quien pretende generar un espacio investigativo para el progreso de la región.
En realidad suena paradójico que la universidad pública en asocio con la
Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID), la alcaldía de Mutatá y demás
entidades, trabajen conjuntamente en una planta piloto en el país para el
procesamiento de la yuca (almidones, concentrado para animales, abonos, e.o.) la
cual ha generado empleos directos y otros tantos indirectos. Paradójico porque el
desarrollo se concibe como un camino hacia el consumo, mientras el papel de la
universidad —entre otras cosas— debería centrarse en perspectivas sociales que
realmente brinden alternativas que sirvan para el mejoramiento del país y no para
el beneficio de las instituciones extranjeras.
Entonces valdría la pena preguntarse ¿cuál es el modelo de desarrollo a seguir
para la región sí al interior de la misma se vive en el atraso?
Como se había dicho anteriormente “hablar de Urabá es hablar de resistencia
civil sistemática, de desapariciones, de desplazamiento forzado, de luchas por la
tierra y por la inclusión, de disputas por generar órdenes alternos al institucional.
Urabá ha sido siempre un territorio en disputa y una frontera de guerra y de
violencia cuyas expresiones abarcan muchas formas, desde la insurgencia hasta
la delincuencia, desde la resistencia hasta la ofensiva” (Uribe, 1992,151). Pero los
informes investigativos en cierto sentido omiten la situación actual de sus calles,
de sus barrios, sus precarios servicios sociales y de salud, etc.
Desde Carepa hasta Apartadó, las vías de comunicación están en pésimas
condiciones: caminos inundados de lodo y huecos que represan el agua y que
además generan focos de contaminación para los habitantes de los diferentes
barrios. La zona residencial, es decir, el material con que están construidas las
casas en su gran mayoría es de madera, donde tranquilamente se pueden
observar dentro de una misma calle, edificaciones de cemento seguida por una de
madera y más adelante otra construcción en condiciones menos seguras que las
anteriores, formando un contraste visual y estético en su infraestructura
arquitectónica como claro reflejo de su desigualdad socioeconómica.
En sobremanera Colombia se ha preocupado por implantar modelos
económicos y de desarrollo totalmente ajenos a las problemáticas que afronta el
país. Y es esa preocupación la que ha llevado al cometimiento de garrafales

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errores cuya consecuencia puede notarse en el actual estado de desarrollo de la


nación.
El gobierno colombiano ha creído erróneamente que las grandes teorías en
materia de desarrollo que sacaron del atraso a determinados países, servirán y de
ellas se obtendrán los mismos resultados en el país si se aplica rigurosamente,
olvidando que este territorio llamado Colombia goza de un atraso tecnológico,
político, humano y social y que además, su contexto histórico es el resultado de un
proceso coyuntural ajeno a la visión occidental o eurocentrista del conocimiento,
sin restarle mérito obviamente a sus valiosos aportes. En palabras de Jorge
Eliécer Gaitán “no es lo mismo legislar para la rubia parsimonia de los nórdicos de
Europa que para la inquietud desorbitada de los hijos del trópico” (Eastman, 1979,
28). Y el desarrollo para Urabá no es otra cosa que generar industria con la ayuda
de la universidad pública, al servicio del statu quo, olvidándose de las verdaderas
necesidades de la región; necesidades que escasamente atiende el gobierno
nacional, que obvia la academia como institución investigativa al servicio del
progreso del país e imitando modelos económicos poco pertinentes, dejando de
lado la generación de propuestas que mejoren el nivel de vida de sus habitantes.
Resulta bastante inquietante como los “índices de desarrollo económico del
país”, han venido revelando un notable crecimiento en los últimos períodos, pero
jamás manifiestan que dichas cifras son la representación del incremento de la
riqueza, es decir, cuantos fueron los dividendos ganados por los industriales, pero
jamás cuantos fueron los ingresos percibidos por los trabajadores, quienes deben
subsistir en el mejor de los casos, con un salario mínimo. “Colombia (…) Tiene a la
mitad de su población en condiciones de extrema pobreza, y presenta al mismo
tiempo en su clase dirigente unos niveles de opulencia difíciles de exagerar.
Muestra uno de los cuadros de ineficiencia estatal más inquietantes del continente,
al lado de buenos índices de crecimiento económico” (Ospina, 1997, 6). Al
parecer, a lo largo y ancho de la historia nacional, a los gobiernos sólo les ha
interesado el bienestar de esa minoría terrateniente y no la mayoría ciudadana.
Hablar de Urabá desde el aspecto intervencionista, es hablar de una gran
extensión de suelos que han sido tratados por la fachada burocrática internacional
de las naciones “pudientes” y que anhelan ayudar a “salir del atraso” a la invención
de los mal llamados “países del tercer mundo”, mientras sus pobladores continúan
esperando la prometida atención de un gobierno corrupto, ineficaz y clientelista.
Aunado a ello, la sorprendente conformidad de los colombianos quienes reclaman
sus derechos desde el anonimato, permite que cualquier tipo de medida política
los amedrente, los lesione y les quite todas aquellas convenciones ganadas
democráticamente, y aquellos que se atreven a levantar su voz de protesta son
señalados como “enemigos del sistema” o en el peor de los casos ejecutados,
crímenes que en su gran mayoría de veces quedan olvidados en los archivos de la
justicia. Colombia además “muestra unas condiciones asombrosas de impunidad y
de parálisis de la justicia y al mismo tiempo una elevada inversión en seguridad,

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así como altísimos costos para la ciudadanía en el mantenimiento del aparato


militar” (Ibid., p. 6).
Urabá como un claro ejemplo de la desigualdad, del contraste y de la paradoja
social en la que está inmersa —ejemplo que se vive del mismo modo y a menor
escala en las grandes ciudades del país—, es una región que continúa soportando
las amenazas, el olvido gubernamental, la infamia y la ineficacia de un Estado
benefactor de la riqueza y el desarrollo privado, y lo más grave aún, la constante
presión que ejercen los diferentes grupos armados, bien sea de izquierda o de
derecha, hace que cada habitante guarde silencio y siga soportando los
constantes atropellos que descaradamente en sus reportes, niega el inoperante
gobierno nacional. En palabras de William Ospina: “esto último es pasmoso. La
visible pasividad de la sociedad colombiana alarma a los visitantes (…) una
sociedad como la colombiana sea tan incapaz de expresarse, de exigir, de
imponer cambios, de colaborar siquiera con su presión o con su cólera a las
transformaciones que todos necesitamos” (Ibid., p. 7).

La otra cara del desarrollo

Mientras en las calles del Urabá marginado se vive en el absoluto abandono,


en la feria ganadera del Chigorodó opulento se exhibe otras condiciones de vida:
la compra-venta de reces bovinas al mejor postor.
A pesar de la “sencillez” de sus vestiduras, el ganadero muestra los lujos que le
ha permitido adquirir su condición económica. No es extraño ver los costosos
carros que entran y salen, los últimos modelos de celulares y la atención
“merecida” que se les brinda por ser clientes fieles del remate ganadero: una
botella de licor; en tanto sí un niño humilde apenas puede lucir algún tipo de
escapulario, el hijo de uno de estos empresarios luce tranquilamente un lazo de
oro y el reflejo de una vida tranquila que con ayuda del gobierno, pues debe cuidar
a quienes pagan sus altos gastos fiscales y militares, recorre sin ademán de
peligro, los sitios que no conoce y la realidad que ignora.

Uniban

Hace tiempo atrás las bananeras en el Urabá antioqueño eran sinónimo de


matanza e impunidad que con ayuda de los medios masivos de comunicación,
cambiaron en cierto modo el verdadero sentido de la situación del conflicto.
En las fincas bananeras trabajan personas procedentes de todos los rincones
del país, de distinto acento y abolengo, los cuales protegidos por el gremio sindical
correspondiente, gozan de un salario considerablemente mucho más ventajoso a
los salarios establecidos en la ciudad. Mientras el sistema de trabajo en las
empresas de la metrópoli se caracteriza por “cooperativas de trabajo” —yo diría
maquilas disfrazadas de cooperativa— que brindan sin derecho a indemnización,
una oportunidad de empleo pagado con el salario que estipule el gobierno, es
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decir, sólo se ofrece el salario mínimo; en cambio en estas fincas bananeras los
salarios oscilan según sea el cargo, entre dos y tres salarios mínimo legales
vigentes. Salario que obviamente se ha ganado con el respaldo de una central
obrera como esa y que no existe en la ciudad.
Sin embargo, el recuerdo de aquellos tiempos de matanza dejaron hondas
heridas y sentimientos de temor en los trabajadores, pues arguyen que el continuo
desarme de paramilitares quienes —según ellos— son los que “cuidaban” a los
dueños de la empresa, permitirá que la guerrilla posiblemente retome su sistema
de protección por vacunas y en el caso de no pagarla, se reanudaría nuevamente
las matanzas4. A pesar del salario que ellos ganan, sus condiciones de vida no
son cubiertas completamente ya que el alto costo de la vida en la zona, hace que
sus ingresos sean insuficientes para satisfacer las necesidades de su núcleo
familiar.

La comunidad de paz de San José de Apartadó

Los contrastes que se presentan en el país —y que todavía siguen


manifestándose— a pesar de ser el constante devenir de quienes afrontan de
forma directa o indirecta sus consecuencias, son a grosso modo un elemento más
de la inoperancia estatal.
La comunidad de paz en San José de Apartadó está constituida por
desplazados de la violencia quienes, cansados de participar dentro de un conflicto
armado del cual jamás pidieron pertenecer, siendo señalados como posibles
colaboradores de cualquier bando armado (el ejército, la guerrilla, el
paramilitarismo y quien sabe cuantas organizaciones más), se asentaron y se
declararon legalmente como agentes neutrales frente al conflicto armado. “El
conflicto armado y el deterioro del bienestar social eran la noticia característica en
una región con un pasado de rebeldía, resistencia y organización social (…) la
declaratoria de neutralidad trajo como resultado, el asesinato de importantes
líderes comunitarios y el posterior éxodo masivo de los pobladores. Los que
permanecieron fueron víctimas del hambre y la intimidación, dado que las
autoridades civiles y militares no hicieron nada para evitarlo” (Libreros, 2005, 76).
Como una nueva estructura social, la comunidad de paz se organizó a través
de un pacto celebrado en marzo de 1997, por medio del cual exigía el respeto
hacia ellos por parte de los grupos que hacían parte del conflicto, así como el
respeto por sus derechos al no implicarlos en acciones de tipo militar. A pesar de
esta declaratoria, “Todos los actores armados continuaron sus acciones militares
en contra de la sociedad civil, pero ellos no se rindieron. Después de un año de
haber proclamado la comunidad de paz, comenzaron los retornos a San José de
Apartadó. Se fortaleció su organización, se dio a conocer ante los organismos
4
Este comentario fue tomado de una conversación con uno de los empacadores. Sin embargo, no
me atrevo a asegurar que tan cierta pueda ser esta tipo de Información, pues para ello se
necesitaría un estudio de caso con mucha más profundidad.

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estatales del orden nacional y recibieron apoyo de actores no gubernamentales


internacionales” (Ibid., p. 78).
Hacia el interior de la comunidad de paz se encuentra establecida toda una
estructura administrativa que a través de un consejo interno, toma las respectivas
decisiones y delega las actividades necesarias que cada individuo debe llevar a
cabo: “coordina sus actividades sociales, resuelve las tensiones entre los
habitantes a través del diálogo y es la instancia encargada de hablar con los
actores armados para pedirles cuentas sobre sus acciones militares” (Ibid., p. 79)
y a su vez, hace las denuncias pertinentes ante los tribunales internacionales en
caso de que sean irrespetados nuevamente sus derechos.
Dada la impunidad de la justicia estatal, la comunidad de paz sólo permite la
entrada a la misma, a todos los funcionarios de la Defensoría del pueblo.
Desgraciadamente algunas declaratorias del actual presidente y de algunos de
sus servidores, han velado —incluso otros aseguran que la comunidad llegó a su
fin— la imagen de dicha comunidad. “El presidente Álvaro Uribe concibe a San
José de Apartadó del siguiente modo: En esta comunidad hay gente buena, pero
algunos de sus líderes, patrocinadores y defensores están seriamente señalados
por personas que han residido ahí de auxiliar a las FARC y de querer utilizar a la
comunidad para proteger a esta organización terrorista, a las FARC” (Ibid., p. 79).
Lastimosamente los representantes del ejército nacional conciben a la
comunidad como un nicho de hampones; “el general (r) Adolfo Clavijo afirma que
la comunidad de paz no es más que un núcleo de base para las organizaciones
agresoras del orden legal (…) que hacen parte del programa de otras formas de
lucha que les dan una manita a los narcoterroristas” (Ibid., p. 80). Declaración que
revela el lado clientelista de la realidad, pero que omite las acciones emprendidas
por las “fuerzas legales del orden” en contra de la población civil en San José de
Apartadó.

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La realidad del desarrollo: el país de las mil y una guerras

Lejos de todo tipo de discusión política que amerite la siguiente pregunta ¿qué
diría Simón Bolívar si recorriera las calles de esta nación y apreciara la actual gran
Colombia tan diferente a la que añoró constituir?
El desarrollo del país es simplemente una quimera 5, es una patraña en la cual
el sistema político que ha venido implantándose en los anteriores decenios, tiene
como fin el servilismo y ofrecer al mejor oferente, todo lo que supuestamente hace
parte de la nación. Los tratados de libre comercio (TLC) y demás convenios
pública o privadamente establecidos “nos ofrecerán” la grandiosa oportunidad para
alcanzar el nivel de vida de los países industrializados y ser los beneficiarios
directos de la modernidad. Pero en dichos tratados solo se negocian sistemas
productivos de explotación laboral, mejores condiciones de vida para los grandes
magnates y mejores dividendos que les posibilite aumentar la satisfacción de sus
placeres. En tales convenios comerciales ¿se habla del futuro social de los
colombianos? ¿A través de esos pactos el desarrollo del país abrigará a los
menos favorecidos por el sistema? ¿La supuesta garantía económica que tales
pactos comerciales asegura brindarle al país, mejorará el nivel de vida no sólo de
Urabá sino de los demás colombianos? “Lo que es digno de reproche es que haya
gobiernos nacionales que en ese contexto trabajen para favorecer los intereses de
los otros y no los de su propio país” (Ospina, 1997, 16).
Este país cuenta con los más variados climas, los más hermosos paisajes que
afortunadamente aún permanecen vírgenes; rico además en culturas y razas
étnicas las cuales ansían convivir en paz los unos con los otros, lugares
inimaginables de flora y fauna contrastan con la pueril administración que elegida
por el pueblo, se encarga de traicionar y continuar vendiendo al imperialismo lo
poco que queda. “El mundo atrasado siempre ha sido el hinterland indispensable
de los países capitalistas altamente desarrollados del occidente. De ahí que la
clase dirigente de los Estados Unidos y de otros países se oponga amargamente a
la industrialización de los llamados “países fuentes” y al surgimiento de economías
industriales integradas en las regiones coloniales y semicoloniales” (Baran, 1959,
62).
En Colombia la modernidad es entendida como la posibilidad de tener el
suficiente poder adquisitivo para comprar los últimos gritos de la moda (ropa,
accesorios electrónicos —celulares y todos sus derivados—, los mejores aparatos
eléctricos o electrodomésticos, e.o. El progreso es visto como el constante
consumo y el desarrollo es concebido solo para los mismos agentes económicos
del territorio nacional que no hace falta volver a mencionar.
Peyorativamente este país promete hambre, miseria, impunidad, desigualdad,
donde sólo es necesario tener la influencia correcta para llegar hasta donde se

5
Es punto de vista que concibo desde mi inexperiencia investigativa y que expreso como
conclusión de mis reflexiones en torno a la realidad que a diario enfrento y analizo.

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desee llegar. Es también un país con mentalidad imitadora: aquí todas las grandes
teorías occidentales tienen que dar los mismos resultados, las mismas
proyecciones y los mismos análisis que sirvieron de puente para que dichos
países pudiesen alcanzar el añorado desarrollo. Los modelos educativos, políticos,
económicos, familiares, laborales y sociales son traídos del extranjero. Los
informes son más interesantes si fueron elaborados en las grandes universidades
internacionales olvidando que dichas producciones se crearon de acuerdo a un
problema específico, en un país específico que ofreció una posible solución
específica y dicha producción específica puede tener algunas particularidades muy
similares con lo que ocurre en el territorio colombiano, pero el contexto, la
población y todo lo demás es totalmente diferente.
Entonces ¿por qué se crea una unión americana que establezca el mismo tipo
de economía, la misma moneda, los mismos precios, el mismo nivel de vida tal y
cómo lo hizo la unión europea?

El papel de la universidad

Dentro del marco general de la realidad, la imagen de la universidad pública


poco a poco se ha ido alejando de su papel investigativo. El inmenso laboratorio
que representa el actual contexto nacional, departamental, regional y local ha sido
reemplazado progresivamente por el estudio mecánico de los más grandes
pensadores en la historia de la humanidad, sin ir más allá de sus postulados
teóricos que en muy poco —sin caer en el demérito de sus cuantiosos aportes—,
contribuyen a la contribución de alternativas en las soluciones que la sociedad
necesita.
Pero la administración política de la universidad pública demuestra que está
interesada en cualquier tipo de cosas, menos en el análisis de los fenómenos
sociales. Resulta paradójico que la investigación sea uno de los puntos más
fuertes de la universidad y el cual le ha otorgado el actual reconocimiento. No
obstante, la universidad cayó en el comercio global de explicar la realidad desde la
visión científica de las ciencias naturales, es decir, no es extraño escuchar las
razones del conflicto armado a partir de la ingeniería, la botánica o la química, la
física y demás ramas naturales del saber, pero difícilmente se puede aceptar que
los profesionales de las Ciencias Sociales lo analicen y lo definan desde la
realidad misma.
Y lo peor de todo es que la universidad le ha quitado el suficiente interés y el
respaldo para que cada día los profesionales de las humanidades sean a la vez,
grandes profesionales e investigadores. ¿Cómo pedirle a la universidad que
cambie de modelo pedagógico de la enseñanza y prepare hombres investigadores
y creadores del conocimiento? ¿No le compete a la Universidad explorar la
problemática que se vive en el Urabá como en la ciudad? ¿Por qué la universidad
no permite que la investigación sea un ejercicio práctico puesto en acción y no un
ejercicio que sólo exige la lectura de un centenar de documentos? ¿Acaso la
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metodología de la universidad se olvidó del lema que para aprender es necesario


hacer?
Desafortunadamente el papel del estudiante se resume a lo pasivo, al
conformismo y a la obtención de buenas notas. El ejercicio crítico se quedó en las
ideas superficiales y banales que ofrece la farándula, la moda, los artilugios de la
modernidad, es decir, se olvidó del análisis profundo de las problemáticas que se
presentan en la sociedad, en el país y en el mundo.
Urabá es y seguirá siendo una región sumida en el olvido, en el abandono, en
la pobreza y en la marginación; en la impunidad si la universidad a través de los
futuros profesionales de las ciencias sociales y humanas permite que sus
realidades y sus significados puedan ser abordadas científicamente. Pero si se
continúa con la misma postura hasta ahora demostrada y no exigida por parte de
los estudiantes, la labor investigativa del Sociólogo quedará relegada al servilismo
y a los cargos públicos que obstaculizan la producción del conocimientos y la
construcción de teorías que ofrezcan al país una verdadera salida del atraso.

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URABÁ O LOS CONTRASTES DEL DESARROLLO


ENSAYO

POR:
JOAN MANUEL MADRID HINCAPIE
CC: 15 512 979

CURSO:
MEDIO AMBIENTE Y SOCIEDAD

PROFESOR:
JUAN GONZALO MARÍN

DEPARTAMENTO DE SOCIOLOGÍA
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANAS
UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA
MEDELLÍN
2006

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Bibliografía

BARAN, A. Paul. La economía política del crecimiento. Fondo de Cultura


Económica. México. 1959

EASTMAN, Jorge Mario (compilador). Jorge Eliécer Gaitán. Obras selectas.


Colección: “pensadores políticos colombianos”. Cámara de Representantes.
Imprenta nacional. Bogotá. 1979

MUÑOZ LOPERA, John Mario. La paz bajo la sombra indeleble de la guerra. Una
experiencia de construcción de ciudadanía, comunidad de paz de San José de
Apartadó; Urabá 1997-2003. Medellín, 2003. 189 p. Maestría en ciencia política.
Universidad de Antioquia

OSPINA, William. ¿Dónde está la franja amarilla? Editorial Norma. Bogotá. 1997

URIBE, María Teresa. ¿Urabá región o territorio? En: Instituto de estudios


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ESCOBAR, Arturo. La invención del desarrollo en Colombia. En: Revista lecturas


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LIBREROS, Jairo. San José de Apartado: auge y caída de la comunidad de paz.


En: Revista Zero (Santa Fe de Bogotá). Nº 15 Jul-Dic 2005. p. 76-81

Constitución Política de Colombia

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