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Teatronovela chilena.
De Marco Antonio de la Parra SACAR !!!!!!!!!!!!
Escrito gracias al respaldo de una beca de la John Simon Guggenheim Memorial
Foundation 20002001
Dedicado a Andrés Pérez
Y, por supuesto, a Nieves Olcoz
CAPITULO 1.
EL MANTEL
Entrada de la Madame, Emilia y la Hija. El cuarto enorme, la
bañera gigantesca con los pies de loza. Los canastos, el espejo gigantesco,
las sillas, el colchón para la Madame y la hija. La cama se prepara en el
baño. Lo importante es el taller y el probador. El espejo, un decorado
robado de la casa de tu abuela, niña.
Emilia dormirá sentada, bordando, el brasero.
MADAME: No quiero comentarios. No quiero que digan: qué
lindo el lugar ni qué elegante está todo. Ni tampoco, Emilia, que te pongas
buena persona y me digas, no se preocupe, señora. Tú, petite, no hables
tampoco. Esta es la casa de tu madre y es el taller de tu madre también. No
hay dónde dormir. Es mejor que un conventillo y con eso me basta. Nada de
halagos. El colchón, Emilia, al baño. No hay cama. No digan entonces, qué
bonito su dormitorio. No hay dormitorio. Hay luz. Esta ventana no se abre.
¡Emilia! Tú que tienes más fuerza. Emilia es india, viene del sur, petite. Es
igual a ti o a mí, nosotras tampoco somos de aquí. Somos belgas. Tú eres de
este país pero yo no. Tu padre no quiso darte nombre. Yo sé cómo te llamas
pero no te lo diré hasta que encuentre un hombre que lo respalde. ¿Qué
hace una en este mundo sin hombre? El nombre y el hombre son palabras
que suenan parecido. Nos han hecho trampa. Hasta el idioma nos han
comido. Yo tampoco tengo nombre. Madame está bien. ¡Eso es, Emilia! La
luz de Santiago. El viejo infeliz de tu abuelo. Yo lo amaba. No se llora por
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un hombre, menos por tu padre. Es el único amor que una tiene pero me
maldijo cuando me quedé embarazada de ti. ¿Por qué? Me las arreglo sola,
viejos infernales. Tu abuela, bella abuela, pequeña abuela, te quería tanto.
Tengo la carta, petite, donde me dice que no puede cuidarte. ¡Emilia! ¿Ya
encendiste el brasero? Lo más importante es el espejo y la mesa de costura.
Ya tendremos cama para ti, Emilia. Mientras tanto esta es tu silla.
EMILIA: No se preocupe, señora, yo duermo lo más bien
sentada. Acuérdese que me críe entre monjas y mi padre era militar, de
caballería. Dormían de pie arriba del caballo.
MADAME: ¿Tu padre? ¿Un jinete? ¿Y cuándo se montó a tu
madre por qué no se quedó dormido también? Ese es el único lugar en que
un hombre jamais se queda dormido. Junto a una mujer embarazada.
¿Petite? ¿De verdad sabes bordar? ¿Dibujas bien? Las monjas hablan
maravillas de ti. Saliste a tu abuela. Ella llegó bordando en un barco, las
mangas jamón. Esas anchas. Ya no se usan. Ahora hace bordados a pedido.
Pues, llegó la hora de hacernos lo nuestro. Casi te tuve un hombre y un
nombre. Me dijo que era dueño de fundo, un futre, pero llegué a su campo y
era una casa con piso de tierra...
EMILIA: Yo crecí en una casa con piso de tierra.
MADAME: Lo sé, Emilia. Y se te nota. Los pisos de tierra la
ponen a una dura de cuero pero también te pones doméstica como un
animal. Me cabreé con los pollos, las vacas, las gallinas, los patos. Todo
lleno de caca de pájaros. ¿Dueño de fundo? Mentira. Nieto de un dueño de
fundo. ¡Pero sin papeles!
EMILIA: Mi padre habrá sido jinete pero me reconoció.
Madame se viste. Se cambia de ropa para una salida elegante,
con sombrero y todo.
MADAME: La suerte tuya. A esta chiquilla no le dieron ni la
hora. Petite, no muevas este espejo. Cuidado. Se lo sacamos a tu abuela.
Como este sillón de terciopelo. Limpia bien, Emilia. Que parezca que no
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MADAME: Pero tiene un agujero entre las piernas. Y si tiene
la cabeza de su madre seguro que se enamora a los quince. ¡Qué te vea no
más, cabra de moledera, andar enamorándote! No la dejes leer las novelas
de amor, Emilia. Ni una. Me voy. ¿Estoy hermosa?
EMILIA: Preciosa, Madama.
MADAME: Emilia, si no te quisiera, te juro que te daría un
coscorrón a ver si entiendes. Madám, ultima vez.
EMILIA: Madama me gusta más.
MADAME: Qué difícil es entenderse entre mujeres. Con razón
mandan los pelotudos el mundo. Au revoir, ma petite. Pas de larmes. Je
reviendrai. Nous serons trés heureux, te lo prometo. ¿Sabías, Emilia, que la
Libertad Lamarque se tiró por la ventana del hotel aquí en Santiago y mató
a un cristiano? Lo que es la mala suerte.
EMILIA: Pobre hombre...
MADAME: ¡Pobre Libertad Lamarque! Ella quería morir,
razón tendría. Ahora tiene un muerto a sus espaldas. Seguro que lo hizo por
un hombre. Debió haber matado al culpable.
EMILIA: Pero por suerte sigue viva. A mí me gusta mucho
como canta.
MADAME: ¿Te gusta? ¿Dónde la has oído?
EMILIA: En la radio, el dueño del almacén tiene una. La pone
para que vengan los clientes.
MADAME: Ya tendremos nuestra propia radio. Acá, en el
taller. A las clientas les gustará oír música. Yo, si no fuera por la petite,
habría hecho lo mismo que la Libertad Lamarque. Me habría tirado a los
pies de un carro o de los caballos en el Club Hípico. ¿Cómo te matarías tú,
Emilia?
EMILIA: Eso es pecado, señora. Yo no haría nunca nada de
eso. Y no debería decirlo en voz alta que la niña escucha.
MADAME: ¿Tú crees que no la ha escuchado antes?
EMILIA: Ha estado con las monjas.
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MADAME: Pues que deje de estarlo. Esta es la vida, petite.
Dime nada más, Emilia: ¿Estoy preciosa? Un churro me ha invitado a salir.
Un hombre de verdad. Casado por supuesto. Vamos al Central.
EMILIA: ¿Al Central?
MADAME: A ver Lo que el viento se llevó.
EMILIA: Dicen que es preciosa.
MADAME: Y larga. Espero volver sin hambre. Que este
hombre me convide a cenar, por lo menos. Ser puta o ser monja, mira los
destinos de una mujer. Todo por no tener un hombre. Tu abuela, petite...
Mis hermanas... Por lo menos una es tu madrina...
EMILIA: ¿Está bautizada?
MADAME: Sí, pero no tiene apellido. Así que da lo mismo.
EMILIA: Dios también es un padre...
MADAME: Bueno, si es tan padre que me diga cómo se llama.
Y no me lo dice. Nunca me habla. Nada. A las mujeres no nos habla Dios.
Apenas nos permite casarnos. El resto o putas o monjas o solteronas. No lo
digo por ti, Emilia. Tú, si hay cielo, eres un ángel. Un ángel bien aindiado
pero un ángel. ¿Tú crees que el viento me quitará el olor a naftalina?
Bueno, toda la gente está pasada a naftalina. Hasta luego, mi taller de
costura. Atelier, se dice. Pero no lo intentes, Emilia.
Sale la Madame.
EMILIA: ¿De verdad no tienes nombre? ¿Ni uno? De alguna
manera te habrán llamado las monjas. ¿Me puedes ayudar con el mantel?
Yo parto y después tú haces los bordes. Yo te enseño. Uy, si lo haces bien.
Sabes tomar una aguja. No estoy de acuerdo con tu madre. Como patrona sí,
siempre. Pero eso de las mujeres... ¿No es hermoso sostener así una aguja?
¿Y si Dios tiene una mujer? Yo creo que tiene una mujer, que le bordó los
árboles, las hojas, las plumas de los pájaros, las nubes. ¿No es esa la ropa
de la tierra? ¿Quién hace y deshace la espuma de las olas? ¿No te han
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llevado nunca al mar? ¿No? Pues un día nos vamos con un cocaví a
Cartagena. No es tan lejos. Por el día. Comemos pan amasado y huevos
duros. Qué hambre tengo. Pero jamás se come mientras se borda. Un mantel
italiano. ¿Cómo serán los manteles italianos de verdad? Bueno, ¿te
comieron la lengua los ratones? Bueno, entonces dime cómo te llamas, o
cómo te llamaban, por lo menos.
HIJA: Nana. Las monjas me decían Nana.
EMILIA: Pero no hay ninguna Santa Nana. ¿Y tu nombre de
verdad? El de la pila bautismal...
HIJA: Odette.
EMILIA: ¿Odet? No conozco ninguna Santa Odet. ¿No es
como de hombre?
HIJA: Es francés.
EMILIA: ¿Pero no son belgas? ¿Por qué no se ponen nombres
belgas?
HIJA: Los belgas hablan francés. La mitad. La otra habla
flamenco.
EMILIA: Puchacay que son complicados. Con razón tienen
tantas guerras. Si no saben en qué idioma hablar. Acá se habla castellano.
Ni una cosa más. Qué bueno que sepai coser. Este es un trabajo lindo. Yo lo
hago pensando lo elegante que va a quedar la mesa. Me imagino lo contenta
de la familia que almuerce en un mantel italiano. Una cazuela de pava con
chuchoca, el asadito de chancho, los calzones rotos, la mistela... Tengo un
hambre, Nana. Un hambre... ¿De qué te ríes?
HIJA: Me dijo Nana.
EMILIA: ¿Y cómo te digo entonces? ¿Odet? Ni cagando, con
perdón. Y borda y no nos distraigamos. Deberíamos tener una radio.
Mientras tanto, canta que el mal espanta. Yo te canto, tengo más voz que la
Rayén Quitral. ¿La has visto? Bien araucana en la ópera. Escucha.
HIJA: Me gusta oírte, Emilia.
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EMILIA: Y a mí oírte a ti. Estabai más muda que la tina del
baño. Yo me vine de Ranquil, ¿sabías? Estaban matando a la gente los
milicos. Era raro. Yo pensaba, mi mamá era de los muertos y mi papá de los
que les disparaban. Yo creo que por eso me vine. Y por la pobreza también,
poh, claro. Si ya no quedaba nada en el campo. Nada. ¿Te gusta la Shirley
Temple?
HIJA: No. No me gusta tanto cachirulo.
EMILIA: Já. Tanto cachirulo. Yo con el pelo duro que tengo
menos me va gustar. Te voy a llevar a ver las vitrinas de Gath & Chaves.
Las muñecas. ¿Nunca tuviste una muñeca? ¿Nunca? Con razón bordai tan
bien. No has hecho nada más que aprender. ¿Te gusta Clar Geibel?
HIJA: ¿Quién?
EMILIA: El buen mozo, el yanqui. Clar Geibel, el de la
película que fue a ver la Madama. ¿No viste como se le tiraban las niñas al
cuello cuando vino? Dicen que le pusieron a la Malú Gatica en un cofre en
el dormitorio... Já Já... ¿Tú entendís pa qué? Yo creo que se puso ella
misma... ¿Entendís o no entendís de que hablo?
HIJA: Más o menos.
EMILIA: Hai estado mucho tiempo con las monjas. Yo
también... Puchacay que he sido pajarona. No he agarrado hombre ni para
verle el ojo a la papa.
HIJA: ¿Por qué hay que verles los ojos a las papas?
EMILIA: Linda, preciosa... Eres un corazón limpio. Que Dios
te lo cuide. ¿No pensaste hacerte monja?
HIJA: No, mi mamá me sacó.
EMILIA: La mía nunca fue a buscarme... Yo también soy
recogida... pero sólo me ha cuidado la Madama... Le debo todo... Llegué a
Santiago con una mano adelante y otra atrás... Y ella me llevó al fundo y
me trajo de vuelta. Siempre me dijo: vamos a ser famosas vistiendo a la
gente bien... No sé, mientras tanto hay que hacer manteles italianos. ¿Está
quedando italiano? ¿Bien italiano?
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Entra la Madame sollozante y algo despeinada.
EMILIA: ¿Madama? ¿Qué le pasa?
MADAME: Nada, todo... He llorado toda la película. Quiero
ser Scarlett O’Hara... Tara, Tara...
HIJA: Mamá...
MADAME: ¿Hablas? ¿La hiciste hablar, Emilia?
EMILIA: Nos hemos pasado toda la tarde copuchando. Y el
mantel ha cundido, no se crea. Lo tenemos casi listo.
MADAME: Está precioso... Pero ahora tenemos más trabajo...
Ayúdame a desvestirme, Emilia. Las tres, a bordar toda la noche...
EMILIA: La niña tiene que ir al colegio...
MADAME: No importa... Que se espere un día... Nada
perderá en ese Liceo que reemplace un trabajo bien pagado... Tengo un
encargo precioso...
EMILIA: ¿Por qué llora?
MADAME: Por la película... Qué linda la película... Lloré
todo, todo... Pero después les cuento... El hombre con que salí...
EMILIA: ¿Comieron?
MADAME: Sí, metí un par de panes en el bolso... Para
ustedes... El hombre tiene una hija y se casa de blanco... Como quiero que
tú te cases, petite... Y tenemos el encargo ¡del ajuar completo!
EMILIA: ¡Eso es mucho!
MADAME: Y lo va a pagar... Así que a trabajar... Aquí no se
duerme. Tú, petite, si quieres te metes en el baño. Nosotras, Emilia, a la
aguja...
EMILIA: ¿Y me cuenta la película?
MADAME: Toda... Imagínate una mujer preciosa, preciosa en
la Guerra Civil en Estados Unidos...
EMILIA: ¿Están en guerra en Estados Unidos?
MADAME: No, si es de antes, de cuando todo era más
romántico... Ella se llama Scarlett O’Hara y es preciosa... Como yo era
antes, de verdad... pero con mucha plata...
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CAPITULO 2.
EL TRAJE DE BAILE
El espejo magnífico, el mismo sitio pero algo mejorado, entra
la Clienta Española.
El mesón al centro. Los patrones sobre el muro. Una máquina
de coser de las que se manejaban con la mano. Un sitio para planchar.
Una plancha a carbón. Hay una cama en el baño junto a la tina.
Emilia y la Madame siempre trabajando. La Hija también
pero vestida de colegiala. Hace tareas y cose.
CLIENTA: Soy actriz. ¿No vieron la compañía de Margarita
Xirgú en el Municipal? Me recomendaron su nombre. Un señor. ¿De verdad
no vieron a nuestra compañía?
MADAME: Dile que sí, Emilia, no pongas esa cara de huasa,
yo los vi, claro que sí. Fuimos todas, a la niña le encanta ir al teatro, al
biógrafo, a la botica. Su padrino la lleva a tomar onces a Gath & Chaves.
CLIENTA: Yo soy actriz, hicimos Doña Rosita La Soltera,
Bodas de Sangre, tremenda, una mujer se va a casar, dos hombres se matan
por ella. Yo era una de las niñas de la fiesta. Cantaba una sevillana. ¿Le
gustan las sevillanas?
EMILIA: Yo prefiero las rancheras.
MADAME: Tú te callas, Emilia.
CLIENTA: Tú, muchacha, ¿te gustan las sevillanas?
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La Clienta Española canta la sevillana.
MADAME: ¿Cómo se llama?
CLIENTA ESPAÑOLA: Isabel.
MADAME:(Tararea). Isabelita, porteña bonita, mirada
exquisita…
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CLIENTA: No, no soy porteña, soy de Madrid. De Madrid, sí.
Madrid es muy bonito pero no quise volverme. Atravesar el mar de nuevo
sin saber cuándo se llega. Están en guerra. No hay rey, no hay presidente, yo
no quiero meterme en política pero han rodeado Madrid. Están los diarios
llenos de muertos. Me da miedo llegar a mi Madrid roto. Dicen que lo
bombardean, que la gente va al teatro bajo los disparos. ¿Así me veo bien?
No recibo cartas de mi padre.
MADAME: Los padres nunca escriben cartas. Yo no conozco
a mi padre.
CLIENTA ESPAÑOLA: ¿Cómo te llamas, niña?
MADAME: Odette, mientras tanto.
HIJA: Nana, me dicen.
CLIENTA ESPAÑOLA: Hicimos en el Municipal Yerma, La
Zapatera Prodigiosa y Mariana Pineda. Muy patriótica, ella cosía una
bandera. No, no quiero ver la bandera de España. Mi padre es rojo. Mis
hermanos son rojos. No sé si están ganando o perdiendo la guerra. Ya van
años dándose de tiros.
MADAME: Como esos que se andan matando acá con los
nazis. Aquí hay muchos alemanes, hay espías.
EMILIA: Un alemán le compró todo a la Madame. Manteles
de Italia, hacemos manteles de Italia, ajuares de novia. Con velo. Vestidos
largos como los de Scarlett O’Hara.
MADAME: Tú afuera.
EMILIA: Es que me quiere meter al auto.
MADAME: Dile que te dé una vuelta. No te va a pasar nada.
EMILIA: ¿Y si me pasa algo?
MADAME: Afuera.
CLIENTA ESPAÑOLA: Yo sólo quiero un vestido. Un
vestido elegante. Qué parezca francés. Como se usan ahora. La segunda
piel. Como si lo hubiera comprado en la Gran Vía. No sé si pueda volver a
Madrid. Un vestido bonito.
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MADAME: Tiene que venir a probarse.
CLIENTA ESPAÑOLA: Vengo cuando quiera.
MADAME: ¿Puede pagar antes? Algo, es para los materiales.
CLIENTA ESPAÑOLA: Háblelo con el chofer, mi marido no
me deja manejar dinero.
MADAME: ¿Su marido?
CLIENTA ESPAÑOLA: Ese es el lío. Me casé con uno, amo a
otro. Creo que estoy embarazada.
MADAME: ¿No quiere hacerse un remedio? También sé
dónde y cómo. Un raspaje tal vez sea mejor que un vestido.
CLIENTA ESPAÑOLA: No, quiero un vestido. Que mi
marido me haga el amor y crea que es suyo, sietemesino. ¿Le canto una
sevillana?
EMILIA: A mí me gusta más Allá en el rancho grande
MADAME: ¿Ya oíste, Emilia? Habla con el chófer. Tiene que
venir a probarse, señora. Tengo que ir cambiando las pinzas.
CLIENTA ESPAÑOLA: Compraré un corsé. Que no se note.
MADAME: Venga con el corsé puesto. Y el ánimo arriba.
Usted, señora, es muy hermosa. Parece una actriz.
CLIENTA ESPAÑOLA: ¿Le hago un pedazo de esas obras
lindísimas? ¿Le gusta la poesía? Federico García Lorca.
HIJA: ¿Qué es un raspaje?
MADAME: Lo que tú no fuiste.
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Trabajan la Madame y Emilia. Cortan la tela para el vestido
de la Clienta Española.
MADAME: Necesitamos otra operaria. Nos está yendo bien
pero no duermo. La guerra en Europa es un problema. No sé de dónde
sacaremos telas.
EMILIA: Vienen a cobrar, señora, doña Julia, la que le borda.
MADAME: ¿Cuántas son?
EMILIA: Pocas.
MADAME: Dales lo suyo. Bonitos bordados. Muy bonitos.
Hay que entregar este ajuar. Ya van tres. Si nos va bien vamos a poder tener
más niñas. Y una radio. Vamos a tener una radio.
EMILIA: ¿Sabías, Nana? Yo a la señora la conocí en el 31. No
había qué comer. Los cesantes llenaban los carros de piojos.
MADAME: De eso no se habla. Aquí no hay piojos. Ni
chinches. Aquí hay moda, alta costura. Un día saldremos en las revistas.
“Modas Madame”
Entra la Clienta Española. Recomienza la sesión de probado.
MADAME: ¿No le gustaría un bordado? ¿Qué tela? ¿Tafetán,
plisado, seda? Tenemos de todo.
CLIENTA ESPAÑOLA: Es un vestido de noche. Me lleva a
bailar. Al Lucerna. Yo sólo bailo pasodobles pero me dan nostalgia. ¿Les
canto una copla?
MADAME: Venga a probarse. Vuelva.
Sale la Clienta Española.
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MADAME: Niñas, déjenle sueltas las pinzas de la guata, esta
ya va para los dos meses. Qué corsé ni qué cuentos. Las mujeres somos
muy brutas.
Entra azorada la Clienta Española. Sesión de probado. Otro
vestido.
La Clienta Española se quiebra.
CLIENTA ESPAÑOLA: ¿Supo? Mataron a Lorca.
EMILIA: ¿Quién era Lorca?
MADAME: El poeta.
CLIENTA ESPAÑOLA: Lo fusilaron.
EMILIA: ¿Por qué?
MADAME: Por marica.
CLIENTA ESPAÑOLA: No hizo nunca nada a nadie. Sólo
escribir esas obras preciosas. Las frases que me sé de memoria. La sangre
venía por sus venas con fuerza de manantiales. No sé si pueda cantar de
nuevo. Ni sevillanas ni coplas. Su muerte me suena en el corazón, el
disparo de los fusileros me retumba en el pecho.
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MADAME: Haremos un vestido precioso, sin escote, con las
mangas pegadas al cuerpo. La ropa cubre todas las heridas. Usted está viva.
Tengo unas enaguas preciosas. ¿Las ha visto?
CLIENTA ESPAÑOLA: ¿Quieren que les recite sus palabras?
CAPITULO 3.
LA ENAGUA
El espejo ligeramente chueco pero completo. Entran Emilia
con la Madame con un paquete en brazos. Es la radio. Buscan donde
instalarla para encenderla. La Madame revisa el taller. Endereza el espejo.
EMILIA: El espejo está entero. Por suerte. Señora Madama, se
movió todo. Yo creí que se abría la tierra. No pasó nada. ¿Supieron algo de
la niña? No hay línea telefónica. El Presidente viajó al Sure. Chillán está
todo en el suelo. ¿No estaba la Nanita en Chillán? Eso es lo bueno de no
tener a nadie, tienes menos pena.
MADAME: Enciende la radio. No quiero oír noticias. Música,
música. Una novela. Pero no quiero saber de noticias.
Entra la Hija llena de polvo.
EMILIA: ¿Dónde estabas, chiquilla?
HIJA: ¿Dónde me dejaste, madre, cuando temblaba? No me
fueron a recoger siquiera. Yo estaba al fondo de la casa y todo se venía
abajo.
MADAME: ¿En Chillán? Me había olvidado.
HIJA: Me mandaste de vacaciones. Nadie sabía como
llamarme. Odette, Nana. ¿De quién soy yo? ¿Con qué hombre me hiciste?
¿Dónde vive? ¿Por qué no viene a verme?
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MADAME: Hija, los hombres no vuelven.
HIJA: ¿O eres tú la que te olvidas de todo?
MADAME: Trabajo, por ti, por nosotras.
EMILIA: ¡Madama! ¿Qué hace?
La Madame entra con una mujer de campo, Ana, y comienza a
lavarle el pelo y quemarle la ropa. La vestirá con algo suyo, más
santiaguina.
MADAME: Le lavo la cabeza a esta china, borda precioso pero
está llena de piojos y de chinches. Pásame una toalla.
EMILIA: Madama, la niña llora.
MADAME: No hay tiempo, tenemos trabajo. El terremoto ya
pasó. Las deudas no. Odette, tienes varios vestidos pendientes. Se pasan
escuchando la radio. ¿Bailan? Me alegro. Pero cuando hay que coser, hay
que coser. ¿Aprendieron a hacer hombreras? Este canasto está lleno de
cosas sin planchar. Tú, ¿Cómo te llamas?
ANA: Ana...
MADAME: ¿Qué sabes hacer?
ANA: De todo. Coso bien, le aprendo lo que me pida. Corto.
MADAME: No, las tijeras las manejo yo. ¿Sabes lo que cuesta
una tela? ¿Sabes cuánto cuesta encontrar hoy día buenas telas? ¿Sabes con
los hombres que he tenido que meterme para conseguir plata? Esta es la
tiza, las escuadras. ¿Sabes lo que es una alforza, la pretina, el canesú, el
sesgo, la pinza?
EMILIA: Sabe mucho, Madama.
MADAME: Dice que sabe. Pásale las enaguas. Son Nirvana,
del centro. Las hacemos nosotras. Nunca has usado una así.
ANA: Nunca, son suavecitas. ¿Esto se lo pone una debajo de la
ropa? ¿Y por qué, si es tan lindo?
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Sale la Madame. Comienza el radioteatro sentimental. La Hija
vigila los ojos de las costureras, Emilia y Ana.
HIJA: No lloren. Pueden manchar la seda. Es mi madre la que
les dijo.
ANA: ¿Les cuento un chiste cochino? Este era una vez una
monja. Y un hombre que venía saliendo de la cárcel. Venía caliente. Ni una
mujer en quince años. Quizás se hiciera pajas...
EMILIA: ¿Se hacen pajas? Qué vergüenza...
ANA: ¿Nunca te has hecho una paja? Ellos se pasan
haciéndose pajas. O hasta lo hacen entre ellos. Se prestan el poto. En la
cárcel. De veras.
EMILIA: No sé, me cuesta imaginarme esas cosas.
ANA: No sea cartucha, doña Emilia.
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EMILIA: No soy cartucha, es que no le conozco hombre.
ANA: No le creo, se le va a pasar el tren. Usted es como
monja. Los hombres son huevones pero son ricos. Yo estoy enamorada, él
está haciendo el servicio militar.
HIJA: ¿Y cómo sigue el chiste?
ANA: Picarona la niña. Te está saliendo un cuerpazo. Bueno,
la monja estaba en la calle y el hombre en una esquina decía: a la primera
mujer que pase me la culeo...
EMILIA: ¿Qué?
ANA: Culeo, la culeo, no sabe lo que es culiar... No pues, no
sabe, culiar es culiar...
EMILIA: La niña no sabe de estas cosas...
HIJA: Más que tú, poh, Emilia...
ANA: Mire como se ríe la niña. ¿Y la Madama? Esa sí que
sabe...
EMILIA: No hable mal de ella...
ANA: Si esto no es un convento. ¿En qué trabajamos, poh,
iñora? En ropa calentona. Mire las enaguas... Mire los trajes... Las
cinturas... Pruébate esto, Nanita...
EMILIA: Está preciosa...
ANA: Buenaza está...
HIJA: Pero, el chiste...
ANA: Viene la monja y el hombre zas que se la manda al
pecho. Con los ojos cerrados, le levanta el vestido y métele fierro...
EMILIA: ¿Le metió un fierro? ¿A la monja?
ANA: Eres bien huasa vos. Yo vengo del campo pero no soy
tonta. ¿No hai visto los perros, los caballos, el toro arriba de la vaca?
EMILIA: ¿Tienen un fierro los hombres?
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ANA: No, no, tienen una cosa, como una bolsa chica que se les
pone grande y dura. Y te la meten en un hoyo que tenís entre las piernas.
¿No te sale sangre por ahí todos los meses? ¿A ti ya te sale, Nanita? ¿Tenís
la regla?
HIJA: Sí.
ANA: Entonces a cuidarse. Que te levantan la falda y en un
dos por tres, estai preñada...
HIJA: Yo creí que con un beso bastaba...
ANA: ¡Un beso! Besos y abrazos no quitan pedazo. Pero de la
cintura para abajo que no te metan ni la mano.
EMILIA: ¿Y cómo sigue el chiste?
ANA: Si es un chiste, no una película de miedo, mujer. Esa
cara... La monja en el suelo bufando, el hombre acaba y se da cuenta. Se
santigua, pecado, pecado, he cometido un pecado. Perdóneme, madrecita,
yo no quería, es que vengo de la cárcel y tenía unas ganas... No se preocupe,
le dice la madre, sólo le diré al confesor que usted me violó dos veces y me
perdonará. ¿Dos?, le dice el hombre, pero si yo me la tiré una vez no más.
¿Cómo?, dice la monja ¿Te vas a ir así no más sin repetirlo? ¿Te gustó?
Cómo se ríe la niña. Cose, Emilia. Parecís ánima. No te cuento más chistes
cochinos hasta que tengas tu hombre. O no los entendís o te dan miedo,
bien buena.
Tiros en la calle.
HIJA: ¿Qué fue eso?
ANA: El Ariostazo. Un golpe de estado, los milicos que la
andan revolviendo. No se les pasa nunca. Desde que Ibáñez existe que está
metido en todas. El pueblo se está levantando también. Mi marido dice que
está aprendiendo a hacer la revolución, como en España, pero para ganarla.
Parece que es redifícil ganar las revoluciones.
HIJA: Será porque las hacen los hombres...
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Entra la Madame con una costurera española, Mirentxu.
MADAME: ¡Emilia, ayúdame! ¡Nanita! A trabajar. Traje una
costurera nueva.
Emilia le lava el pelo a Mirentxu y la despioja.
ANA: ¿Quién es?
MADAME: Una española.
HIJA: ¿Otra?
MIRENTXU: No soy española, soy vasca. Vine en el
Winnipeg.
EMILIA: ¿Qué es eso?
MADAME: Un barco. ¿Cómo se llega acá si no es en barco?
¿Qué sabes hacer?
MIRENTXU: Abrigos. Hacía abrigos en Bilbao, cruzamos los
Pirineos. Me mataron a mi hermano, mi padre está preso en alguna parte,
tuve un novio que cayó cuando cruzaron el Ebro. También está preso.
MADAME: Yo no podría vivir en Europa.
EMILIA: Acá no pasan esas cosas.
MIRENTXU: Es que ustedes están lleno de poetas.
MADAME: Esta está loca. ¿No ve que estamos llenos de
españolas? Y de indias.
ANA: No sea ofensiva, Madama.
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Entra la Clarita, campesina. Mirentxu trabaja junto al resto.
El taller bulle. Un maniquí se instala junto al espejo.
MADAME: ¿Y usted? ¿De dónde viene?
CLARITA: Del campo, adentro, a coser vengo.
MADAME: ¿No tiene hijos?
CLARITA: En la casa, pero tengo quién los cuide.
MADAME: ¿Cuántos hijos tiene?
CLARITA: Cinco. Uno por año. En cuanto dejo de dar leche
ya tengo otro en la guata. Mi marido no me aguanta tanto tiempo sin nada.
MADAME: Nunca aguantan. Si no parten a la guerra. ¿Tienes
piojos? Emilia te va ayudar.
EMILIA: Acá lo que más tenemos es trabajo. Tenemos radio y
un brasero. Todas tenemos sabañones. La Madama no más usa guantes
porque va a los Bancos y sale con señores. Cosa y sea puntual. Cantemos
para espantar el frío. Arrímate, Nanita. Léenos la lección del cuerpo
humano.
La Hija lee.
ANA: ¿Tú? La del nombre raro...
MIRENTXU: Mirentxu...
ANA: El nombrecito... ¿Cómo eres para los chistes? ¿Cómo le
dicen en España al pico? ¿Y a la zorra?
MIRENTXU: Polla, coño...
ANA: Putas que hablan raro en España. ¿Y las guaguas salen
por ahí mismo?
MIRENTXU: ¿Qué son las guaguas?
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CLARA: ¿No sabe? Aquí está lleno de guaguas. Los hombres
son siempre guaguas. Y nosotras los acunamos.
ANA: Buena está esa... Los hombres son como guaguas...
MIRENTXU: ¿Qué es una guagua?
ANA: ¡Lo que te hace un hombre cuando te mete el pico!
EMILIA: ¡Ya! ¡Se acabó! Me están pervirtiendo a la niña...
HIJA: Emilia, si lo entiendo todo...
TODAS: (Como coro infantil). ¡Emilia es una cartucha!
¡Emilia es una cartucha!
CAPITULO 4.
EL ABRIGO DE NOCHE
Escuchan en la radio el combate de Arturo Godoy con Joe
Louis. Larguísimo relato, agónico. El triunfo de Joe Louis. La Madame
toma medidas del cuerpo de la Clienta Argentina.
Sale la Clienta Argentina.
CLARA: ¿De verdad usted es alemana, iñora?
MADAME: Acá hacemos lo que quiere la clienta. Incluso yo.
Figurines, mis figurines.
Ana imita los gestos de la Clienta Argentina.
ANA: Somos los dueños del mundo. Esteban la tiene de este
porte. Soy la muchacha del circo.
MIRENTXU: Eres terrible, Ana.
CLARA: Oyé, olé, dile algo cuando venga.
MIRENTXU: ¿Acá se agrupan las mujeres?
EMILIA: Eso es casi comunista.
ANA: ¿Y? Claro que hay agrupaciones. Deberíamos juntarnos.
MADAME: Trabajo primero, segundo y tercero. Política
nunca. Puede haber guerra pero acá hay que comer. Todas. Yo vine de una
madre europea pobre. Ahora yo la alimento. Ella no nos quiso dar de comer
ni a mí ni a mi hija. Ahora duerme en mi casa. Nanita, nos vamos. Hoy
tomamos té donde mi hermana, la diplomática. Que nos cuente la guerra.
No nos da miedo. Siempre estaremos de pie. ¿Está claro? Mirentxu, el
abrigo debe estar para mañana.
Salen Madame y la Hija.
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ANA: La flaca. No tiene ni huesos.
CLARA: Hay que ponerle un saco encima. Morena, negra, qué
se cree. Peor que india.
EMILIA: Pero paga. La Madama va a tener que tapar este
letrero. Si ganan los alemanes...
Letrero: Madame Modas.
MIRENTXU: ¿Conocéis a la Cocó Chanel? Lo inventó todo.
Entraron los alemanes en París. Se fue con un alemán. ¿Y si son los dueños
del mundo? Aquí no llegan.
CLARA: ¿Es muy grande el mundo?
Entra la Hija.
HIJA: El mundo tiene cinco continentes. Europa, Asia, África,
América y Oceanía. La guerra en Europa enfrenta a los aliados, Inglaterra y
Francia contra el Eje, Alemania e Italia. Alemania ya ha ocupado Polonia,
Austria, Checoslovaquia, Holanda, Hungría, Yugoslavia. España se ha
declarado neutral.
MIRENTXU: Mentira. Es un nido de fascistas.
EMILIA: ¿Qué nos importa? Cállate, Nanita.
HIJA: Ya no me llamo Nanita. Tengo un nombre, Elena. Y un
apellido, Sanz.
MIRENTXU: ¿Sanz?
HIJA: Mi madre se ha casado. Y su marido me ha dado su
nombre. Llevo el nombre de su madre. No soy nadie. Nunca más.
ANA: ¡La Madama se ha casado! Y no cuenta nada.
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La parodia tocando la marcha nupcial.
ANA: Putas que sabe su hija, iñora, nos contó todo del mundo,
parece profesora.
CLARA: Le juro que yo no tenía idea del mundo. Estamos
bien lejos de la guerra. Tanto que hablaba la argentina.
MIRENTXU: Por eso mismo, debemos prepararos y
asociarnos...
ANA: Eso dice mi marido...
MADAMA: No sé para qué aprende tanto. ¿No te quieres
quedar de profesora de dibujo? Podrías salirte del Liceo y tener trabajo. ¿O
prefieres quedarte con nosotras? ¿Te gustó tu padre, Elena? Te quiere
mucho. Pero que no te toque. ¿Viste el estudiante de medicina que te ronda?
Es muy amigo de tu padre, eso está bien. Van juntos a las carreras. Juegan
cartas. No seas tímida cuando llegue. Pero tampoco te metas en sus
conversaciones. Es distinto vivir con un hombre en la casa. No digas nada,
pero tengo una cita. No es con tu padre. Es con un hombre que es bueno
que nos cuide. Yo no por haberme casado no he perdido mis influencias. El
día que dependa de un hombre estoy muerta.
CLARA: ¿No tuvo más hijos, Madame?
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La Madame sale. La Hija dibuja un figurín.
MIRENTXU: Ustedes no conocen la guerra. No han visto lo
que es sentir disparos en la cabeza, los cañones a pocos kilómetros. Ver
como se llevan a los hombres de la casa. Los nacionales entraron y
dispararon sobre mi pueblo. No nos dejan hablar nuestro idioma.
ANA: ¿No hablai castellano?
Mirentxu contesta en euzkera.
CLARA: ¿Qué dijo?
MIRENTXU: Mis verdaderos sentimientos. El idioma de una
es el país. El idioma en el que le hablas a tu gente, a tus niños, a tu hombre.
CLARA: Aquí se mata poco la gente. Al norte, de repente.
Iban los milicos y se echaban unos salitreros. Al sur, de repente, iban los
milicos y se echaban unos campesinos.
EMILIA: Eso es verdad, yo me vine de Ranquil...
ANA: Mentira, yo tengo un novio comunista. Me ha contado
la verdad. Mucho se ha matado. El salitre lo sacaron los ingleses y se lo
repartieron con los ricos. El sur lo dividieron entre pocos y explotan a los
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pobres. Cada vez que el pueblo se da cuenta lo bajan a balazos... ¿Por qué
creen que no hay plata para nada?
Entra la Madame con una máquina de coser.
Entra la Clienta Argentina: Mirentxu le entrega el abrigo a la
Madame que se lo prueba.
CLIENTA ARGENTINA: Divino, sabés, divino. Mejor que si
fuera de piel. Te mando gente. Tenés gusto ¿de qué parte de Alemania sos?
Tenés gusto francés.
MADAME: De Alsacia.
ANA: ¿Dónde queda Alsacia?
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Salen la Clienta Argentina y la Madame.
CLARA: ¿Dónde anda ahora la Madama?
ANA: Con un platudo, pidiendo un préstamo. Quiere otra
máquina.
CLARA: La niña dibuja lindo.
ANA: ¿Te gusta ir al colegio?
CLARA: Está echando un cuerpazo.
ANA: No seas puta como tu madre. No le digas esas cosas.
EMILIA: ¿Dónde vas, española?
MIRENTXU: Me caso.
EMILIA: Tienen suerte las extranjeras.
MIRENTXU: Me vino a buscar mi novio, lo soltaron. No sé
cómo llegó, me buscó en la Argentina, me quiere. Ponemos una panadería.
EMILIA: ¿Cambias la aguja por la harina?
MIRENTXU: Siempre trabajo con las manos. El es artista
también.
Mirentxu canta.
EMILIA: ¡Se va la española!
CAPITULO 5.
EL TRAJE DE LA ESPOSA DEL POLITICO
EMILIA: ¡Par de locas! ¿Que les pasa? Llegan tarde y más
encima histéricas. ¿Qué bicho las picó?
ANA: ¡Jorge Negrete! El tren venía, la locura. ¿No eras la
comunista? Que me perdone mi novio pero lo amo, lo amo.
HIJA: ¡Jorge Negrete! Ay, Jalisco no te rajes. Guadalajara en el
llano, Méjico en una laguna.
CLARA: Está toda la estación Mapocho llena de mujeres.
Vino el Charro a vernos. Qué bonito. Somos felices. Me miró.
ANA: No, a mí me miró.
CLARA: A ti te va a mirar, ni te pintas siquiera.
ANA: Cómo que ni me pinto. Y tú, no se te nota que estás
siempre embarazada. ¿Cuántos tienes ya? ¿Siete niños? Vieja, guatona y
bolsuda.
Pelean entre las dos por el amor de Jorge Negrete tirándose
de los cabellos.
EMILIA: ¡Me va a dar un ataque de nervios! ¡Estas mujeres!
¿Qué le encuentran a los hombres que las vuelven locas?
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HIJA: Ay, yo me muero si me besa Jorge Negrete. ¿Sabes que
Elías se dejó bigote? Como Jorge Negrete...
ANA: Busquen en la radio. Transmiten directo desde el
Waldorf...
Buscan en silencio. Sólo música clásica.
CLARA: ¿Qué pasa?
EMILIA: El tiempo pasa. Y hay que trabajar.
Emilia apaga la radio.
EMILIA: Ya, a sus máquinas. Miren que si esto ha funcionado
ha sido porque hemos puesto mucho esfuerzo.
CLARA: ¿Cómo lo hacís, Ana, para no pasar embarazada?
ANA: Mira, yo me cuido. Que él acabe afuera. El me lo dijo.
Primero la revolución, después los niños. Que tengan un futuro mejor, eso
me dice.
CLARA: ¿Cómo será el futuro? ¿Con máquinas de coser?
ANA: Sí, pero modernas. O sea, que no haya que pedalear
como locas. Mira que ya tenemos piernas de futbolista. Yo parezco René
Meléndez. ¿Quién me va a mirar en la calle?
EMILIA: Las dos casadas y hablando de hombres. ¡Qué
escándalo!
ANA: ¿Y la Madama? No se priva de nada.
EMILIA: No se habla de la Madama. ¿Qué pasa, Elenita?
HIJA: Mira, está pasando un cortejo. Se murió el presidente
Juan Antonio Ríos.
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ANA: No, son los funerales de la Ramona Parra, la mataron en
la Plaza Bulnes. Cientos de heridos. ¡Mi marido! ¿Dónde está mi marido?
¿Puedo usar el teléfono, Emilia?
EMILIA: Úsalo pero poco que es re caro.
ANA: ¿Aló? ¿Vecina? ¿Está el Miguel? Mire que se ha muerto
tanta gente... Hasta el presidente se ha muerto... Lo debe haber matado la
culpa... En su cara se mataron los obreros con la policía. El salitre está en
huelga. No me cuelgue. Si quiero saber del Miguel... ¿Está bien? Dígale que
yo estoy bien... Dígale que estamos viendo al presidente pasar muriéndose
delante de la tienda... Gracias, vecina.
CLARA: ¿Estai bien?
ANA: Sí, estoy bien, Clarita. Pero igual me voy a la casa a ver
al Miguel...
Salen Ana y Clara.
En la radio suena “Nosotros”. Entra la Madame con la Flaca,
morena, delgadísima, medio desnutrida. Se enciende y se paga el letrero
luminoso “Modas Madame”.
MADAME: La tienda ya crece. Tenemos taller en el centro.
Tenemos casa. Tu padre se perdió, Nanita. No aparece hace una semana.
Los hombres. Una los cuida y ellos se pierden. Si no aparece me caso con
un griego que conocí. Trae telas estupendas. De contrabando. Salen
baratísimas.
EMILIA: ¿Y eso no es peligroso?
MADAMA: Para él es peligroso. Yo le encuentro su gracia.
¿Se dan cuenta qué clientas tendremos? Esta flaca es la operaria nueva. Me
la mandaron del sur.
FLACA: Soy medio argentina, medio chilena. Soy de Aysén.
EMILIA: ¿Dónde queda eso, Elenita?
HIJA: Al sur, en el hielo. Ahí no sabe nadie si es chileno o
argentino.
EMILIA: ¿Por eso son tan flacos por allá?
FLACA: Es que yo fui pobre. Tuve lombrices. Pero ya me las
sacaron, señora.
MADAME: Esto está siempre lleno de pobres. Yo también fui
pobre.
En la radio la Desideria. La Familia Chilena: “Señor, dame
tu fortaleza”.
MADAME: Disimula, flaca. Disimula. Tienes la edad de mi
hija pero pareces su ausencia. ¿Sabes bordar?
FLACA: Todos estos puntos.
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MADAME: ¿Sabes coser?
FLACA: Hice vestidos.
MADAME: ¿Coser de verdad?
FLACA: Todo lo de la patrona. Ella tiene campos. De ovejas.
Ella se vino para Santiago. Allá no tenemos nada que comer.
MADAME: ¿Quién te enseñó?
FLACA: Las monjas. Pero no quiero ser monja.
MADAME: No tienes ni tetas ni poto. Mejor hubieras sido
monja. Mira los maniquíes. Así son las patronas. Buenas tetas, buenas
caderas. Para parir. ¿Las viste?
FLACA: No, yo no soy así.
MADAME: Si te quedas, comes aquí y si quieres duermes en
el baño mientras te encontramos pieza. En el primer taller que tuvimos
dormíamos en el baño. No es de avergonzarse el trabajo siempre que sea
honesto. O lo parezca por lo menos. A mí me llamas Madame. Esta es
Emilia que es como si fuera yo pero india, o sea, no te quita la vista de
encima. Y esta es mi hija, Elena Sanz. Es muy bonita pero yo la cuido. Y a
mis operarias también las cuido. Les tengo la libreta al día, tiene hora de
colación y no las dejo hacer sindicato. ¿Sabes de qué más las cuido? La
Capital está llena de hombres.
EMILIA: A esta ni la miran, Madama.
MADAME: Claro que la miran. ¿En qué estás pensando,
mocosa? No quiero que te pase lo que a mí. O te quedas embarazada o te
dejan estéril.
HIJA: Más mentirosa mi madre. Se ha hecho varios remedios.
Raspajes. Tiene un amante doctor. Puro enamorada.
EMILIA: No, lo hace por el taller, por nosotras. Esta ropa me
la regaló. Me veo más elegante que la yegua del tony.
HIJA: A trabajar. Yo soy la petite madame. Mademoiselle, se
dice.
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Entran Ana y Clara. Ocupan sus puestos. Una y otra clienta.
La Mujer de un político.
LA MUJER DEL POLITICO: Que tienda tan elegante. Esto
está picho caluga. Realmente. Glamour de New York. ¿Usted es francesa?
Mire que ahora la política viene con mucho gusto. Necesito un vestido con
un canesú como el de estas revistas. ¿No me ha visto en la Eva? Mire el
corsage de esta fiesta. El matrimonio de mi hijo. ¿No le parece galán de
cine? Y mi marido, senador de la república. Tenemos una comida con Walt
Disney. El de los monos animados. Yo lloré con Blancanieves. Llevé a mis
hijos. ¿Puede ser con mucho escote? Quiero verme como la Joan Crawford.
La Madame toma medidas. Muy recatada. Las costureras han
ido quedando lejos del probador. Detrás del espejo. La Hija manda.
ANA: Tiene don de mando la petite madame.
CLARA: Calladas, chiquillas.
ANA: ¿Sabís cómo se usan esas cosas, Flaca?
FLACA: Estoy... aprendiendo... Ay... Ay...
La Flaca se atrapa un dedo en la máquina de coser. La sangre
chorrea las enaguas. Todas corren a ayudarla. Más proteger las telas que
consolarla a ella. Todo para callado mientras habla la Mujer del Político
con la Madame al otro lado del espejo. La Flaca solloza en los brazos de
Emilia mientras Ana y Clara salvan los tules y las sedas. La Hija vigila.
ANA: Flaca, no habías visto nunca una máquina.
CLARA: Déjamela a mí. Aunque estas máquinas engordan las
piernas.
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EMILIA: ¿Se fue la pituca? ¿Cómo estai, Flaca?
FLACA: No le diga nada a la patrona.
EMILIA: No te preocupís. Todas hemos tenido que aprender.
Tú también. Todas tenemos cicatrices en los dedos.
ANA: Míranos las manos.
CLARA: Y el corazón.
HIJA: Todas cosemos nuestra piel. Somos cada una un vestido
y una historia.
La Madame apaga las luces de la tienda.
ANA: Nos vamos a bailar, la petite madame nos dibuja la línea
de las medias. Son muy re caras.
Todas se suben sobre una mesa para que la Hija les dibuje con
un lápiz de cejas la línea de las falsas medias en la parte trasera de las
piernas. Cosquillas, cierta excitación.
CLARA: La Madame tiene, de náilon, se la trajo un marino
yanqui.
ANA: Pero así parecemos modernas. Aunque al Miguel no le
guste quiero bailar el Boggie Boggie.
HIJA: ¿Y por qué no le gusta?
ANA: Dice que es capitalista. Yo le digo que es divertida.
Bailan el Boggie Boggie que suena por la radio. De pronto
comienza el mambo. Hablan sin dejar de bailar. Como un número musical
de la época.
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ANA: ¿Supieron? Ganó Gabriel González Videla. El pueblo al
poder. El partido Comunista en varios ministerios. Ganamos al fin. Mambo
qué rico el mambo.
CLARA: ¿Ahora habrá más plata para los pobres?
ANA: Más plata y más justicia. Tus hijos y mis hijos. Escuela
gratis. Salud gratis. Ropa barata. Comida barata. Comeremos carne una vez
a la semana. Mambo que rico el mambo.
EMILIA: Que no se vea la pobreza.
ANA: Pero ay, ahora los pobres estamos en el poder. Y el
pueblo lo llama Gabriel.
FLACA: Hasta yo engordaré.
HIJA: Baile gratis. Cine gratis.
FLACA: Yo nunca he ido al cine.
Se detienen. Comienza en la radio un novelón con Doroteo
Martí. Se enciende la luz de la tienda.
ANA: Flaca, eso es grave.
CLARA: ¿Ya te invitaron al cine, Flaca?
FLACA: Bueno, sí, pero me da miedo. Dicen que es muy
oscuro.
HIJA: ¿Quién te invitó? A mí no me dejan ir sola con Elías. Va
siempre Emilia.
EMILIA: Sí, y tengo que cerrar los ojos para que se den un
beso.
HIJA: Gracias, Emilia.
EMILIA: ¿Y lo que se ve en el cine? Me da un sofoco.
FLACA: ¿En las películas?
EMILIA: No, en las butacas.
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ANA: Cuidado con la fila de los cocheros.
CLARA: Eso es peor que mi cama. Ahí pasa de todo.
ANA: ¿Cuántos tienes ya?
CLARA: Nueve.
Sale la Flaca y se apagan las luces de la tienda. Se encienden
las luces y entra la Flaca, detrás la Madame, ahora muy elegante. Es su
momento cumbre de poder y de dinero. Paran las máquinas.
HIJA: ¿Qué pasó?
EMILIA: La Flaca se enamoró. La llevaron al cine. Varias
veces.
FLACA: Un montón de películas.
MADAME: Cuenta el final, Flaca. Cuéntalo que hay que
decidirse.
FLACA: Unas películas me gustaron y otras no. Me invitaba a
tomarme una cosita. Me llevó al Parque Forestal...
ANA: ¿A la paraguaya? Qué lata...
CLARA: Es lo más aburrido...
EMILIA: ¿Vamos a contratar una paraguaya?
MADAME: No. Que cuente lo que le pasa.
La Flaca rompe a llorar.
FLACA: Estoy... estoy... esperando...
MADAME: ¿Ves, hija, por qué te mando con Emilia? Les
viene la confianza, el parquecito, la góndola llena de gente, apretados,
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amarraditos los dos y tenemos un domingo siete. Bien bonito. ¿Qué quieres
hacer, flaca?
FLACA: No me eche, por favor, Madám.
MADAME: No puedes tenerlo acá. Clara los deja con su hija
mayor. Ana se cuida mejor.
ANA: Esperando tiempos mejores... Quizás ahora con Gabriel
González Videla... Hasta nos pongan salas en el trabajo para traer los
niños...
FLACA: Yo no puedo volverme... Menos así... Yo les mando
plata... de mí depende toda la familia... Mi madre es enferma... Tengo
hermanos chicos que no van ni a la escuela...
MADAME: Estamos fatalizadas las mujeres. ¿El lo sabe?
FLACA: Sí...
MADAME: ¿Y qué te dijo?
FLACA: Que no creía que fuera suyo...
ANA: Hijo de puta...
MADAME: Eso lo digo yo, Anita... Yo soy la que los putea en
este taller... Aunque tengas razón... Bordáis muy bien, flaca, como para
tenerte puro teniendo guaguas. Hai aprendido a usar la máquina como un
demonio... ¿Me entendís, flaca?
FLACA: Sí, señora...
MADAME: Yo te lo pago todo. Nani, llévala para la casa.
Usted sabe, Emilia. Yo hablo con el doctor.
Marca en el teléfono.
MADAME: ¿Arturo? ¿Mi amor? Je suis autre fois. La même
chose. Autre jeune fille. Non, non, pas ma fille. Mais il est comme si elle
serait mienne. Cuídala.
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Cuelga. Salen Emilia, la Hija y la Flaca.
Entra La Clienta Agringada.
LA OTRA CLIENTA AGRINGADA: Doris, sabía que ibas a
estar en “Madame”.
LA CLIENTA AGRINGADA: Darling, so cute. ¿Qué te
parece? ¿La cintura apretadita como la Hepburn? ¿No has visto Sabrina?
Yo me enamoré de William Holden.
LA OTRA CLIENTA AGRINGADA: ¿Fumas? Tengo Pall
Mall. Mi marido trabaja en la Panagra. Viajamos la próxima semana a Río.
A ver a la Carmen Miranda.
LA CLIENTA AGRINGADA: Dicen que se enfermó en el
hotel, que le hicieron electroshock.
LA OTRA CLIENTA AGRINGADA: De todas maneras está
flor de alelí en tiempos de mosca. Dime que no.
HIJA: ¿Supiste, Ana? Hay ley plena de voto para la mujer.
ANA: ¿De qué me sirve si no puedo votar por los que me
gustan? A esos políticos les gusta que las mujeres sean buenas para la cama
no más. Que se vistan regio y anden pichas.
CLARA: Que cocinen y nos llenen de hijos.
ANA: Que los pobres seamos baratos y más pobres para ser
más baratos.
FLACA: Yo no sé nada de política. Mientras sea pobre voy a
trabajar igual. ¿Son menos pobres los comunistas? ¿O nada más son todos
igual de pobres?
HIJA: No te piquís, Flaca. Ya pasó.
ANA: No ha pasado, Elenita. Los políticos siempre te
traicionan.
CLARA: Son hombres. Llevan la traición en el pecho.
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ANA: Entre las piernas la llevan...
EMILIA: ¡La Flaca está convaleciente! No la molesten.
Trabajar en la máquina es mejor trabajo que otros. Claro, se nos cansan las
manos, nos salen callos en los dedos, no vemos ni el sol ni la luna. Pero no
tenemos frío y comemos cuando hay que comer. En este trabajo tenemos
suerte. Te toca una buena patrona y hasta tenemos ropa. Y las libretas al
día. ¿O no?
ANA: Queremos ser libres de verdad.
Se asoman las clientas agringadas al Taller.
Salen las clientas agringadas .Entra la Madame.
ANA: ¡Madama! ¡Se están pasando estas gringas! ¿Creen que
pueden decirnos lo que tenemos que hacer?
MADAME: Así están las cosas. Me temo que los gringos nos
están diciendo lo que tenemos que hacer. Todo. La moda ya no se hace en
París. Teo me ha traído telas increíbles. Y no pregunten de dónde ni cómo.
Se pone una estola e imita a Eva Perón.
Arroja la estola tras un violento movimiento de caderas y mira
a Ana que llora.
MADAME: ¿Viste, Ana? A los pueblos se les convence igual
que a un amante. Puras palabras. Y después de la cama si te he visto no me
acuerdo. Las elecciones son la cama de los políticos. Le abren las piernas al
pueblo y lo dejan embarazado seis años...
CLARA: Tengo que hablar con usted, señora...
MADAME: ¿Qué pasa, Clarita?
CLARA: Me quedé esperando otra vez... Ya no puedo más...
He tenido como diez hijos en este taller... Usted ni se ha dado cuenta... Una
la tuve ahí, debajo de la máquina... Usted salía a buscar plata y yo les daba
pecho... Pero ya no tengo ni vecinas ni hijas a quién encargarles otro hijo...
No quiero verlos pidiendo limosna por la calle....
MADAME: ¿Qué querís, Clara?
CLARA: Yo nunca me he hecho remedios pero no creo que
pueda hacer otra cosa. La Flaca quedó bien...
MADAME: Arturo está en Estados Unidos...
CLARA: Yo conozco una partera cerca de mi casa...
MADAME: ¿Es buena?
CLARA: No lo sé, por lo menos es cara...
MADAME: ¿No puedes esperar a que vuelva Arturo?
CLARA: Cumplo tres meses la próxima semana, Madama.
HIJA: Yo la puedo acompañar...
MADAME: Tú no te metas en esto, hija... que no quiero que te
pase nunca. Tú te casas con Elías. Estamos haciendo tu traje de novia...
Emilia, dame las llaves de la caja fuerte. Ven conmigo, Clarita...
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ANA: Mi marido sigue en Pisagua. Ando más apenada.
FLACA: Vamos a tomarnos algo juntas al Paula.
EMILIA: Eso es re caro, no sean tontas. No gasten la plata en
penas. Y no tomen, por favor. Trago no, que se quedan pegadas. Ya va a
volver tu marido, Ana. Y la niña se casa. Hay que hacerle el vestido.
Salen Emilia, Ana y la Flaca. La Hija juega con el tul.
Entra la Madame muy afectada.
HIJA: ¿Viste toda la tela que me regaló mi madrina? ¡Seda!
¡Tul! ¡Voy a ser una princesa! ¿Qué te pasa?
MADAME: Nada, nada. Hay que cerrar no más.
HIJA: Estás sombría, un ala negra te cruza la cara. Como el
día que se murió la abuela Julianne, esa Pascua triste... ¿Qué te pasó?
MADAME: Se murió la Clara. Se fue en sangre. ¿Cuántos
hijos huérfanos? La vida no es justa. Yo tengo la culpa. Debí, no sé, haberle
enseñado antes que no se podía vivir así. Es lindo tener hijos pero no
pueden ser tu carga... Hija mía, mi Nanita, mi única hija... ¿Por qué ella se
murió y yo no?
HIJA: ¿Qué quieres decir? ¿Cómo se te ocurre?
MADAME: Se murió la Clara. La mejor madre de todas. Yo
he matado tantos niños dentro de mí. Maté mi propia estirpe. Maté mi
matriz. Y estoy viva. Y he visto tantas mujeres ir y venir por esta tienda. He
visto sus vientres crecer y de pronto perderse. ¿Quién hace las pinzas acá?
¿Quién mide la cintura?
HIJA: Mamá, mamá...
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MADAME: Nunca me habías dicho mamá... Casi te perdí... En
un convento... No merezco esto... La tienda... La seda... Tu matrimonio de
blanco... Tu pureza... Clara está muerta... Muerta... ¿Qué hago? Darles un
poco de plata... Pobres, más pobres en este mundo... Las mujeres pariendo
pobres... Siempre habrá pobreza mientras nos hagan hijos cuando se les
ocurra ¿Me entiendes?... ¡Esto no debería pasar! Somos muy brutas...
¡Nunca deberíamos hacernos un remedio! ¡Nunca!... Clara, mi Clara... Era
como una hermana tuya... Soy abuela de esos niños... Y los tendré que
abandonar... Soy la patrona... Y las patronas no lloran la muerte de sus
obreras... ¿Me escuchas? ¡No lloran!
Entran Ana, Emilia y la Flaca. Comienzo de la jornada. Todas
de luto, con los ojos rojos de llanto. Vienen del entierro.
ANA: Bordaba como nadie...
FLACA: Nunca se le agarró un dedo en la máquina...
EMILIA: Era más buena que el pan...
MADAME: Ni una sola lágrima. Ni una. Mira que manchan el
vestido. Pongan un mambo alegre. Bien alegre. No hay que acordarse de
nada. De nada. No hay que mirar nunca el ayer. Que duele. Es como
pincharse un dedo en la aguja y quedarse atrapada para siempre. Ya lo
saben. Pon música, Emilia. Bonita y divertida. Y la cantan todas. Quiero
que hagan el vestido de novia más lindo del mundo. Mi hija Elena Sanz se
casa con el doctor Elías Nagar. Se van a Buenos Aires de luna de miel. En
el Transandino. No se llore. No hay luto. Hay fiesta de bodas. ¡Y están
todas invitadas!
Todas cantan mientras trabajan sobre el vestido de novia.
CAPITULO 6.
EL TRAJE DE VIUDA
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Por la radio transmiten el funeral de Arturo Alessandri Palma.
Ana cose sollozando. Están todas en escena menos la Hija. La Curca
ocupa el puesto de Clara. Es jorobada y fea pero canta muy bien boleros
encima del funeral.
MADAME: ¿Sigues llorando?
ANA: Mi marido está en Pisagua.
La Madame toma un libro del mesón.
Cambia el funeral y busca otra emisora.
La radio: directamente desde el Teatro Opera: la Tongolele y las Dolly
Sisters, los tiempos del mambo.
Comienza la música. La Curca sigue con su bolero hasta que la Madame
con un gesto ordena a Emilia que le de un reglazo. Entra la Hija vestida de
calle, muy hermosa, con su necessair en la mano.
HIJA: ¿Mamá? ¿Y dónde está mi traje de novia?
MADAME: Pero si ya te casaste. ¿Para qué lo quieres ahora?
¿Cómo estaba Buenos Aires?
HIJA: Eso no es de lo que te estoy hablando.
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La Madame le da una bofetada.
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MADAME: No me insultarás nunca. Yo te di todo lo que pude.
Todo.
HIJA: No quiero verte más, vieja. Maldita. Fui una huérfana
toda la vida. Sin nombre siquiera.
MADAME: Hija mal agradecida. Me casé por ti, para que
tuvieras nombre y apellido. ¿Qué hago ahora?
HIJA: No me importa. Yo tengo marido. Y tendré hijos con
nombre y apellido. Y no les mentiré nunca. Nunca. Y nunca les quitaré lo
que es de ellos.
Sale la Hija dando un portazo.
EMILIA: No se haga mala sangre, Madama. Las hijas son así.
Debe estar nerviosa. Está recién casada. Quizás como la trató el doctor...
MADAME: ¿Qué sabes tú, Emilia? No sabes ni como son los
hombres ni como son los hijos. ¿Qué miran? No me pasen las telas. Estoy
manchada de rimel. Esta noche voy a ver a Lucho Gatica al auditorio de la
radio. Quiero llorar por amor, no por caprichos de esta mocosa.
EMILIA: Pongan La Familia Chilena u Hogar, dulce Hogar.
¿No las hace reír La Desideria?
Sale la Madame. Emilia va a hacerse cargo de la tienda.
MADAME: ¿Qué pasa? Tienes cara de enamorada.
FLACA: Un hombre la sigue.
ANA: Es que a una le hace falta. Madama, soy mala.
MADAME: No, eres una mujer. Emilia es la única que
soporta. Sal a bailar con Emilia, consíguele un novio que se me pone
maniática.
FLACA: Hay un baile en homenaje a Perón. Evita era mejor.
MADAME: Muchos pedidos. Trajes de baile. Y blusas.
Cuántas blusas.
EMILIA: ¡Estamos mejor que nunca!
MADAME: No sé por cuánto tiempo. ¿Vieron el náilon? Llega
por todas partes. ¿Vieron los trajes pret a porter? Cualquiera se viste a la
moda en Los Gobelinos o La Ville de Nice o Falabella.
FLACA: Esto se va a volver a llenar de argentinos. Arrancan,
allá hay ruido de sables.
ANA: Todos los países nuestros llenos de milicos. La jorobada
que cantaba bien, va a la radio.
CURCA: Voy a un concurso de aficionados en la Radio
Pacífico, señora. ¿Me da permiso?
La Curca canta por la radio. Aplausos.
ANA: Canta tan bonito y es tan fea. Mientras no llegue acá la
televisión, tú, curca, tienes que ser una artista famosa. Como la María Félix.
CURCA: Pero si soy tan fea.
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Ana y Emilia se acicalan. Salen de fiesta. La Madame las
aprueba. Aplausos para la Curca. Vuelven las tres.
MADAME: ¿Cómo les fue?
CURCA: Tuve el segundo premio. Me llaman por teléfono.
Hombres. Dicen que se han enamorado de mi voz. ¿Qué hago?
MADAME: Cose. Después hablamos. Háblales no más por
teléfono. Son menos peligrosos. Si quieren verte mandamos a la Flaca y que
diga que estás resfriada. Y que te cuente.
FLACA: ¿Y si me embarazo?
MADAME: Ya vienen píldoras para eso. Vamos a andar más
tranquilas. Emilia ¿qué te pasa?
EMILIA: Que bailamos el mambo, la rumba, el cha cha chá.
Xavier Cugat y Carmen Miranda.
MADAME: ¿Y?
EMILIA: Que me llevó a la cama
TODAS: ¡Bravo! ¡Al fin!
ANA: ¡Al poder, Emilia! ¡La revancha!
EMILIA: Pero que no pudo.
FLACA: ¿No se le paró?
EMILIA: ¡No pudo! Tengo el himen duro.
MADAME: Lo tienes de cuero.
FLACA: La Emilia lo tiene fósil. Pobrecita.
MADAME: Demasiado tarde, Emilia. Demasiado tarde.
EMILIA: ¿Me puede ver su doctor y operarme? Cortarlo y a
ver si puedo. Sentí algo... pero no pudo...
MADAME: Los cirujanos son como modistas. Las platudas ya
no se hacen ropa, se hacen el cuero completo. Se levantan las pechugas.
¿No has visto a la Xenia Monty en el Bim Bam Bum? Todo artificial.
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La Madame toma el teléfono. La Curca sigue cantando
“Sufrir”. La Madame cuelga y Emilia sale a operarse.
MADAME: ¿Vieron la noticia de esa loca? Una escritora, una
tal María Carolina Geel le pegó un tiro a su amor en el Crillón. La gente se
vuelve loca, por amor. A cuántos habría matado yo. Y tú, Ana, cómo te fue.
ANA: Yo no quiero matar a nadie. Me fue bien. Bien, pero no
sé si quiero. Me gusta, se peina bonito, habla como los galanes mexicanos.
Saca a bailar, aprieta. Pero yo soy casada.
MADAME: Y él se hará una paja. Si es la necesidad.
FLACA: El timbre, yo voy. (Sale).
MADAME: Es un hombre. Yo voy. (Sale).
ANA: No le digan que estoy aquí.
FLACA: Es un churro. Un churrazo.
CURCA: La flaca se ofrece voluntaria.
FLACA: No, yo no.
ANA: Curca, tú.
Entra la Viuda. Elegante, distinguida, con acento español.
VIUDA: ¿Está Madame?
MADAME: La atiendo arriba.
VIUDA: No, déjeme bajar. Esto ha cambiado. ¿Su hija no está?
MADAME: No. Está haciendo una diligencia. Yo la conozco.
¿No era usted la actriz española? ¿No volvió a España?
VIUDA: Era. ¿Realmente se acuerda de mí? Le canté. Era otro
barrio. Todo más pequeño. Y Oscuro. Murió mi marido.
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MADAME: ¿Y el otro? Había otro.
VIUDA: ¿Otro? ¿Cuál? Se fue. Se fueron todos. Tengo un hijo
y tiene tuberculosis. Sigo actuando. ¿No me vio con Américo Vargas? Con
Lucho Córdoba también he trabajado.
MADAME: Sí, la vi. Ahora que me dice.
VIUDA: Quiero un vestido de viuda. Una viuda muy
distinguida. Muy sobrio. Que no avergüence a mis hijos. ¿Me entiende?
Quiero estar triste. Ha pasado tanto tiempo, tantas cosas. No, no he vuelto a
España. Soy roja. Mi familia fue roja. No sé dónde están ni si acaso están.
Vivo de cantar sevillanas, recito a Lorca, actúo hasta en el Bim Bam Bum.
Ese vestido es precioso. Hágamelo. No quiero comprar nada hecho. El luto
no se puede comprar en los grandes almacenes. ¿No cree? ¿Me veré como
una viuda o una bruja? Un hada maligna y oscura.
MADAME: Es la más hermosa clienta que he tenido.
VIUDA: Porque he vuelto. Porque he envejecido. Porque estoy
triste y sigo sin embargo recitando mis poetas. Porque soy lo que mi
nombre dice.
MADAME: ¿Cómo se llamaba?
VIUDA: Como me sigo llamando. Esperanza. Esperanza
Gómez de Montero. Familia de Castilla. La misma del Quijote. Que mi
chófer le pague. Mi hijo me espera. Debo llevarlo a un sanatorio.
MADAME: Hay remedios nuevos. Quizás...
VIUDA: Quizás... ¿Usted no conoce España?
MADAME: No.
VIUDA: No sé si es hora. No sé si es la misma. Era un país
alegre. Muy alegre. Quiero volver. Cuando se vaya Franco, volveré. Si estoy
viva, claro. Quiero que mi hijo vea Gijón, Asturias, el mar del norte,
caminar por él por la meseta de Castilla, reseca como un cuero...
Salta la Curca muy agitada.
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CURCA: La flaca está embarazada.
MADAME: ¿Otra vez?
ANA: El dieciocho. Yo decía que no había que ir al Parque
Cousiño pal dieciocho.
FLACA: No quiero hacerme remedio. Esta vez no, Madame.
Lo tengo aunque le dé polio.
MADAME: No vas a poder tenerlo en el taller.
FLACA: Me voy, coso en la casa.
MADAME: Yo te presto plata, Flaca. La Curca se queda aquí.
Corten los paños negros para la viuda.
VIUDA: Quiero estar elegante, viuda pero elegante.
MADAME: Tiene el mismo talle.
VIUDA: La mujer si se cuida no envejece. ¿Vieron a Ava
Gardner?
MADAME: ¿No ha pensado en irse a Hollywood? ¿No leyó el
Ecran? Podría irse con Chito Faró, con la Chela Bon.
Entra la Hija.
MADAME: ¡Elena!
VIUDA: Su hija...
HIJA: Mamá, estoy esperando un niño.
MADAME: Qué bueno.
ANA: Ya, pues, hagan las paces.
CURCA: Fiesta, bravo, viva.
FLACA: Yo también estoy esperando. Y lo voy a tener.
Cuando nazca seguiré bordando en la casa.
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ANA: ¡Esta sí que es fiesta, mi alma!
Entra Emilia.
EMILIA: El hombre de nuevo, el que te busca.
ANA: No estoy, dile que no estoy.
HIJA: ¿Y estas cartas?
ANA: Nana, escríbeme una carta. Yo no escribo bien. No sé
decir cosas bonitas. Me da vergüenza. Una para mi marido, otra para el
Fernando.
La Hija le escribe las cartas a Ana. Ana cierra unas y abre
otras. Todo se llena de cartas.
ANA: Lo sueltan. ¡Lo sueltan! ¡Sueltan al Miguel! Se puede
ser comunista de nuevo. ¡Al fin!
EMILIA: Viene el Fernando. De nuevo.
ANA: Sáquenme por la ventana.
CURCA: ¿Te metiste con él?
ANA: Voy a tener un hijo y no sé de quién. Quiero al Fernando
pero es como si fuera del otro.
Sale Ana por la ventana.
HIJA: Yo hablo con él. Soy casada. Y seria.
VIUDA: Yo te acompaño. Soy viuda. Y libre.
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Salen. La radio relata la hazaña de Marlene Ahrens en los
Juegos Olímpicos de Australia.
CURCA: Tenía que ser mujer para lanzar la jabalina tan re
bien. No ve que es igual que el aparato de los hombres pero bien grande y
puntudo.
MADAME: La Marlene Ahrens. Un día las mujeres seremos
dueñas del mundo. Hoy no.
La Madame saca las máquinas. Cierra la tienda.
CURCA: ¿Qué le pasó, Madama?
MADAME: Traen todo de afuera. Puro náilon. Se visten con
esos camiseros.
La Flaca muestra su bebé.
MADAME: La flaca debería modelar. De verdad. Todas son
ahora puros huesos. Se acabaron las tetas, se fueron los trastes. Pensar que
antes se hacían barcos de alambres y barbas de ballenas. Escondían las
princesas sus embarazos. Se maquillaban como payasos. Ahora ya ni
siquiera hay que cuidar que el traje sea una segunda piel. Hilvanar y coser.
Eso no tiene gracia. Todo lo que era antes ropa interior ahora es un vestido.
Andan piluchas. Las enaguas que hacíamos. ¿Emilia? ¿Te acuerdas? Eran
más lindas que los vestidos que ponen en el centro. Los hacen con
máquinas industriales. Cortan con máquinas enormes. Vamos a tener que
cerrar el taller.
Entra Ana visiblemente embarazada.
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Balacera. Gritos. Cierran la persiana metálica.
EMILIA: No salgan a la calle. Dieron vuelta un troley en la
Alameda. Fuego por todas partes, arde Santiago, la gente está como loca.
Dicen que soltaron unos presos a la calle. Dispararon. Todos se lavan las
manos.
ANA: El Miguel no llegó. Mi Miguel.
CURCA: No te preocupes, mi marido no llega en tres días y
aparece como los gatos, sin chaucha en los bolsillos.
MADAME: ¿Te casaste, Curca?
CURCA: Por teléfono, pero me casé.
EMILIA: Anita, viene el Fernando a verte.
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ANA: No, no estoy.
MADAME: Yo hablo con él. Dice que supo lo del Miguel.
ANA: ¿Qué pasó?
Entra la Hija con su bebé. Nace el bebé de Ana. Lo toma en
brazos.
HIJA: Que te lo mataron los milicos el 3 de Abril.
Grito de Ana desgarrado. La Curca toma su bebé con Emilia.
ANA grita en los brazos de la Madame. Emilia reza.
EMILIA: Ave María Purísima.
HIJA: ¿Puedo dejar el niño en la tienda con Teo?
MADAME: Teo no lo quiere nada. Si no tiene ni abuelo. Se le
murió su abuela. Tu padre se perdió en el sur. Mejor déjalo con la mamá de
Elías.
HIJA: Es que, mamá, necesito trabajar. Y la mamá de Elías
vive en la Avenida Perú. Cuesta llegar.
MADAME: ¿Pero Elías no es doctor?
HIJA: Es que nos falta. Es bueno para los caballos. Juega
mucho.
MADAME: Como tu padre.
HIJA: No es mi padre. Llevo su nombre pero no es mi padre.
MADAME: Ayúdanos a vender.
EMILIA: Podís hacerte la italiana.
CURCA: Tenís la facha de la Sofía Loren.
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MADAME: Manteles. Importados de Italia. Como antes. Lo
de la moda ya no funciona.
HIJA: Ya.
MADAME: ¿Y qué le pasó, Ana? Está de muerte.
ANA: Me voy, señora. No tengo nada que hacer aquí.
CURCA: ¿Te vas con el Fernando?
ANA: No, con el Miguelito. Voy a las fábricas. Pagan menos
pero es dónde hay que estar.
EMILIA: Estás loca.
MADAME: Te pulpean. Yo te cuido de verdad.
CURCA: Es cierto, esta es una familia.
ANA: No, me voy.
MADAME: Nos van a hacer cerrar el taller. Ahora con los
aviones traen todo de París. De la Italia de verdad. ¿Cómo te fue, Hija?
HIJA: Bien. Los venden en el Pasaje Matte. Importados de
Italia.
Se despiden de Ana. Le entregan su bebé. La Hija se abraza
con la Madame. La Curca y Emilia cuidan al bebé de la Hija.
ANA: Estamos al día, señora. Tengo la espalda rota. Y casi no
respiraba a veces. Y tengo un montón de cicatrices. Pero las voy a echar de
menos. A todas. Si la Clara se le aparece dígale que también la quiero.
CAPITULO 7.
EL ÚLTIMO CUPLÉ
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FLACA: Dicen que don Jorge Alessandri la ha visto 64 veces.
Viejo pajero. ¿Por qué no se casa mejor?
EMILIA: No insulte al Paleta. Es Presidente de la República.
CURCA: Qué daría una por tener esa figura y esa voz y esos
ojazos.
FLACA: ¿La del Paleta?
CURCA: La de la Sarita Montiel, tontona...
FLACA: La voz la tenís.
CURCA: Por suerte tenemos trabajo. Yo no me iría a los
talleres grandes de San Diego ni a los de Patronato. No te dan la hora. Todo
el día dale que suene. No quiero ser obrera. La Ana se jodió la vida. ¿La hai
visto?
FLACA: Con el Miguelito. En la Quinta Normal.
EMILIA: Agradezcamos. Se puso elegante la Madama. Todo
lo que trae es importado. Antes hacíamos esto nosotras. Ahora pura
plancha.
FLACA: Me quemé, me quemé.
EMILIA: ¿Nunca vai a aprender?
FLACA: ¿Cómo que nunca? Cambian todas las máquinas.
Esto antes lo cosíamos a mano. Las solapas ¿te acuerdas? Ahora se pegan
con plancha. Nunca tuvimos una plancha así.
CURCA: ¿Cuántas somos aquí?
FLACA: Las que quedamos, Emilia, tú y yo y la Nana, cuando
viene. Emilia... ¿Al final te resultó?
EMILIA: ¿Qué cosa?
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CURCA: Lo de la operación.
EMILIA: Sí, pero era más fome. Tengo el saco de cuero. La
falta de uso.
CURCA: Claro. A unas hermanitas de las monjas les tuvieron
que sacar la matriz, llena de miomas. Yo, mientras sea por teléfono y no
enciendan la luz. Como los hombres no hacen mucho cariño. Yo les canto.
Entra la Madame. Abre el probador ya que ya no hay tienda, a
una Clienta Joven y su Clienta Madre.
FLACA: ¿Nos va poner tele, señora?
MADAME: ¿Para qué? ¿Para ver el fútbol?.
CLIENTA JOVEN: Tengo mi baile de los quince, mamá, no
seas majadera, eso ya no se usa.
Madame muestra figurines.
CLIENTA JOVEN: Quiero algo suelto, godé, ancho. Como la
Brigitte Bardot.
CLIENTA MADRE: Esta loca quiere un bikini. Yo quiero algo
exclusivo. No tenemos tanto como para encargarlo a París. Dicen que usted
es casi francesa.
MADAME: Totalmente. Todas aquí son francesas. La jorobada
es una gárgola auténtica de Notre Dame y la delgada fue modelo de Chanel,
la gárgola canta como la Sarita Montiel.
La Curca canta.
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CLIENTA JOVEN: La Sara Montiel es gusto de viejos. Yo no
podría salir ya con un hombre con sombrero.
CURCA: (A la Flaca). ¿Qué es una gárgola?
FLACA: ¿Qué sé yo? Será algo francés... Una cantante...
CLIENTA MADRE: Maldita la hora en que estas jovencitas
han tomado la palabra. En mis tiempos ni hablábamos. No opinábamos
siquiera. De la iglesia a la casa. ¿No es cierto, Madame? ¿De verdad es
francesa? ¿Usted debe haber sido muy buenamoza? ¿Casada? ¿Se casó de
blanco? ¿Hijos? ¿Una hija? ¿Obediente o levantisca como ésta? Yo soy de
misa diaria. Me cuesta ya viajar al centro. Voy a la Parroquia de los Ángeles
Custodios. Todas las niñas acá son casadas, supongo. Tanto niño. ¿Tiene
sala cuna? Yo creo que no es bueno que una madre trabaje. Mi hija es
virgen.
CLIENTA JOVEN: Mi mamá cree que soy virgen. Madame,
yo quiero algo chic.
CLIENTA MADRE: Algo que parezca hecho en el Faubourg
Saint Honoré.
CLIENTA JOVEN: Yo quiero algo de Hollywood.
CLIENTA MADRE: No le haga caso. Vístala como es debido.
¿Puedes dejar ese chicle en alguna parte?
MADAME: No es problema, señora. No necesito medirle la
mandíbula.
Entra la Hija.
HIJA: Mamá, tengo que hablar contigo. Urgente.
CLIENTA JOVEN: ¿Quién es ésa?
MADAME: ¿Quién? Mi hija, creo que es mi hija...
CLIENTA JOVEN: Oye, tú, ¿bailai? ¿Sabís bailar twist?
¿Fuiste a ver a Chubby Checkker? Es negro, mi mamá me mata si sabe que
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bailo música negra. Mi pololo estudia en la Católica. Mi mamá es más
despistada. El próximo año se toman la Universidad. Mi pololo, ay, dice que
El Mercurio miente. ¿Usted, Madame, que cree? Tenemos un fundo en el
sur. Dos fundos. Ando a caballo. Tú, sabís andar a caballo?
HIJA: Sí, alguna vez viví en el sur. Hasta que un terremoto
echó todo abajo. Mamá...
CLIENTA MADRE: ¡El terremoto del 60! Se inundó todo. El
terremoto más grande del mundo. Por suerte estábamos en Santiago. Se nos
hundió un caserón precioso con muebles antiguos, de mi abuela.
CLIENTA JOVEN: Mi pololo dice que soy pequeño burguesa.
¿Tú tenís pololo?
HIJA: Estoy casada, tengo un niño, espero el segundo. Mamá...
CLIENTA JOVEN: Tan cabra... ¿Tú también soi pequeño
burguesa? ¿Qué le pasa a tu mamá?
La Madame se ha quedado quieta, como desconcertada. No
sabe lo que estaba buscando en el mesón.
CLIENTA JOVEN: ¿Le dio un shock?
EMILIA: ¿Podís dejar de mascar chicle, cabra de moledera?
La Hija se hace cargo de la situación.
HIJA: Señora, no se preocupe, mi madre tiene su edad pero
nuestros servicios siguen en pie. Yo veré el vestido de la muchacha. ¿Te
gusta este figurín? Es muy juvenil.
CLIENTA MADRE: ¿No es un poco insolente?
CLIENTA JOVEN: ¡Me encanta!
HIJA: Hacemos las pruebas y se lo tenemos en una semana. A
toda máquina.
EMILIA: ¡La señora está con un ataque de nervios!
HIJA: Mamá, mamá ¿Qué te pasa?
MADAME: Yo no sé, nada. ¿Odette? ¿Odette? Hace días que
duermo mal. Hace meses, años. ¿Está el colchón en el baño? ¿Y si
dormimos una siestecita? Llama a la Clara que hace una cazuela tan rica.
Me acuerdo, niña, unos pollos en el sur. Cococoroco. Vengan,
gallinitas... Y trác les torcía el cogote. Ahí quedaban los cogotes. Como los
hombres. Así se quedan, colgando... ¿Dónde pusieron el brasero?
EMILIA: Pero si tenemos calefacción central, Madama...
HIJA: Mamá, lo de Teo es serio. Me dijo que no digan nada,
que se va arrancar para la Argentina por un paso cordillerano, que no
preguntes por él. Dejó en mi casa un equipo Saba, una porcelana Rosenthal,
unos jarrones chinos. ¿De dónde los sacaron, mamá?
MADAME: ¿Teo? ¿Teo? ¿Conocí algún Teo? Tantos hombres.
Qué divertido. Era marino Teo, le pasaban por debajo el lamé, es tan caro el
lamé, las telas más lindas del mundo. Teníamos una bodega llena de telas
en la Plaza Brasil. Llena. Era como entrar al mundo entero. China, India,
Holanda, Italia, Inglaterra...
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La Clienta Madre entra en crisis nerviosa.
EMILIA: No miren. No hagan caso. Vamos a cerrar unos días.
Tenemos que cambiarnos. Son problemas del marido de la Madama.
Ustedes no tienen nada que temer. Llévense sus sueldos. Cuando nos
organicemos de nuevo las llamaremos.
FLACA: Cualquier cosa, Emilia...
EMILIA: No se preocupen... No se preocupen...
CURCA: Yo le canto, yo le rezo...
EMILIA: Récese algo en los Agustinos... Dios... lo vamos a
necesitar... Y cuidado al cruzar el centro que hay boches por todas partes...
Se abrazan. Salen la Curca y la Flaca.
HIJA: ¿Mamá? ¿Me oyes, mamá?
MADAME: ¿Quién eres?
HIJA: Elena, tu hija, la Nena...
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MADAME: Yo nunca tuve una hija que se llamara Elena. Tuve
una pero se llamaba Odette... Y después no supe más de ella... Se parecía a
ti, cierto, cierto, mucho, pero más joven... ¿Qué hora es? Me deben estar
esperando en Nirvana... Tenemos una entrega... ¿Emilia?
EMILIA: Mande, señora Madama.
MADAME: ¿Tú eres Emilia? Si pareces la abuela de Emilia.
EMILIA: Seré lo que usted mande, Madama.
MADAME: Tú no eres Emilia. Eres una vieja seca como un
palo ensebado. Tengo que vestirme. Un poeta está enamorado de mí. Usa un
sombrero alón y una capa. Me recita en francés. Mi mamá Julianne me reta.
Arretez, fille de les demons. Je suis votre fille, maman. N’est pas? Je suis
jeune et belle. Je peux danser tout la nuit. Tout la nuit.
HIJA: ¿Qué le pasa, Emilia?
EMILIA: Nada, Nanita, nada. Usted tranquila... Váyase para la
casa.
HIJA: Nos clausuraron... Van a embargar las máquinas...
EMILIA: Yo la cuido. La llevo para mi casa. A mí no me
importa que no me reconozca...
HIJA: Soy su hija, su única hija...
EMILIA: Y yo no tengo a nadie más. Ella está como una niña.
Usted cuide los suyos. Varoncitos. Crecen. Lindos. Son hombres, que no les
falte nada. No les mienta nunca. No les falle. Cuide su matrimonio. Por
malo que sea el hombre, tiene que estar junto a los niños... ¿No se meten en
política? Qué bueno. Toda la gente que se metió en política termina tan
mal...
HIJA: ¿No es todo política, Emilia? ¿No es todo ley? No sé si
siga con Elías. No digas nada. A mis hijos no los dejaré. Trataré de hacerlo
bien. Coso en la casa. Gano algo. Te mandaré plata. Si sale algo te digo...
EMILIA: Ya casi no veo... Tengo los dedos chuecos... ¡No se
meta ahí, Madama!
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Ruido de multitudes marchando por la calle. “Venceremos”.
FIN
Las Achiras, 2000