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La denominación "cumbia villera" surge para identificar un tipo de música cuyos autores,
intérpretes y personajes de sus letras pertenecen o pertenecieron al mundo de poblamientos
carenciados, históricamente conocidos con la cruda y contundente denominación "villas
miserias", y actualmente llamados barrios o villas de emergencia. Que las villas hayan dejado de
ser miserables para pasar a ser carenciadas o emergentes, indica el grado de negación de la
sociedad y sus referentes políticos y culturales para no mirar lo que siempre estuvo ahí.
Musicalmente la cumbia villera se nutre de la clásica cumbia colombiana y de otros ritmos,
conocidos en la Argentina como "tropicales", siendo el producto final un nuevo género,
fácilmente identificable y empaquetable para el consumo. Comenzó a escucharse a mediados de
los años 90 a través de grupos como Amar Azul y Ráfaga, entre otros. Pablo Lescano (imágen),
músico que nació y creció en un villa y a quien se señala como iniciador de la cumbia villera,
tuvo entonces una idea básica y perfecta: si la cumbia es el género más escuchado en la villa,
¿por qué no describir lo que se vive dentro de ella? Así compuso letras descarnadas y directas
con el conocimiento que otorga ser parte del contexto. Su idea fue todo un éxito y cuenta en su
haber con la creación de varios grupos musicales. La cumbia villera ha trascendido las fronteras
y actualmente se baila y escucha en numerosos países, especialmente los limítrofes.
El Diego de la cumbia
Pablo Lescano y Damas Gratis colmaron de cumbia el Luna Park con invitados como Lito Vitale y
Dante Spinetta, luego el saludo a Maradona, Néstor en Bloque y el resto de los invitados que
pasaron por el Luna Park en la noche del jueves 24 de junio 2010 (ver video por Pedro Irigoyen).
Afuera cantan “Que de la mano, de Maradona, todos la vuelta vamos a dar”. El estadio es una
tribuna alentando a la Selección. A unos metros, en los pasillos y rumbo al escenario, está Pablo
Lescano todo vestido de Argentina. Lo acompañan sus músicos, amigos de siempre y nuevos,
papá, mamá, hermana. El tipo besa a sus hijos, a su mujer, toma coraje, arenga desde afuera y
sale a la cancha. Es la noche del jueves y el estadio Luna Park explota de cumbia villera. Todo es
Maradoniano, de los gestos al origen, y con el éxito en un género siempre juzgado que, sin
embargo, hoy se exporta.
Lescano es el destructor de prejuicios y el que le abrió las puertas del mundo a la cumbia villera.
Viene de tocar en los Estados Unidos y es el artista tropical que todos quieren en sus discos,
desde Calamaro a Los Fabulosos Cadillacs. Esto se ratificó en su regreso al Luna. Lo
acompañaron invitados ajenos al mundo tropical como Lito Vitale, Dante Spinetta o el folclorista
Yuyo Gonzalo. También, claro, cumbieros de ayer y hoy, como Néstor en Bloque, Víctor Hugo y
los Bengalas o A Geder. Sólido y con una banda que, entre otras cosas, tiene una de las mejores
secciones de vientos del país, con Hugo Lobo y Martino Gesualdi de Dancing Mood junto a Dany
de la Cruz, un histórico de la banda.
En el repertorio, hubo lugar para todos, y desde el comienzo con Ingrata , Yo tengo una flor y El
churro verde, se mantuvo arriba, con las manos en el aire y varios momentos para destacar.
Qué bello, un tema de Lía Crucet cantado por su hermana Romina, princesa de la cumbia villera.
Qué difícil en la voz de Hugo Gómez, bajista de Damas, el clásico Los dueños del pabellón, o
Adonde están los negros, junto a los mexicanos Chicos de barrio y los Scratches de Dj Loco,
como para borrar toda frontera musical.
El fútbol está siempre presente en la ropa deportiva de los músicos y la gente. “Muchas remeras
de la Selección, como debe ser. No le tenían fe al Diego, eh. ¿Ahora quién lo para? Para vos,
Dieguito, con cariño, esto es el Luna Park… ¡y para Toti Passman!”, dice Lescano en un mensaje
a cámara que viaja directo a Sudáfrica.
Quedaban sorpresas aún, y el cumbiero anticipó con los acordes de Para Elisa, la bagatela
compuesta por Beethoven, la llegada de Lito Vitale a la cumbre cumbiera. “Tocá como si
estuvieras en la 9 de Julio, Lito”, le dice y juntos se sumergen en una jam session tropical con la
Cumbia del infinito, de Los Angeles azules. Momento psicodélico que se rubrica con el “Litooo,
Litooo” de la popular que aprueba.
Tras él, llegó la dedicatoria del tío de Pablo para el barrio La Esperanza, donde nació y se gestó
la historia, seguida por los acordes borrachos de Richard, primer guitarrista del grupo haciendo
El lamento de la selva de Los Mirlos dando el toque de cumbia clásica.
Con miles de celulares y encendedores iluminando el estadio subió Dante, que rapeó intenso con
la Cumbia callejera. Luego Yuyo Gonzalo y sus folcloristas para dar el toque telúrico con la
Coplera de prisionero de Horacio Guarany, el ska de la banda Papas ni pidamos con La Flor y el
cierre con Esa pared , de Granizo Rojo. Mientras, al igual que Don Diego en el Estadio Azteca,
sobre el escenario, el padre de Pablo seguía el show sentadito en un parlante. (Clarín 26/06/10)
(Video entrevista por Pedro Irigoyen, Clarín, 03/09/08) Visita guiada al corazón de La Esperanza,
el barrio de toda la vida de Pablo Lescano, y donde aún vive junto a su familia y amigos. Su
historia con la música, su estudio, su salida de las drogas y el show que se viene en el Luna Park.
El capo de la cumbia villera habla de Damas Gratis, de los empresarios y los productos de la
movida tropical, de su faceta de productor (que incluye una canción en el nuevo disco de los
Cadillacs) y de por qué lo quieren los rockeros. Antes de su show del 18/09/08 en el Luna Park,
cuenta cuánto le costó salir de sus adicciones.
Pablo Lescano es fetichista. Compra vinilos importados -Andrés Landero, Aniceto Molina,
Lisandro Meza- y se queja porque su instrumento característico no se fabrica más. El keytar, ese
disparador midi en forma de teclado para colgarse como guitarra, está discontinuado y Pablo
golpea la mesa. "Ayer compré uno. Son profesionales, no son de juguete, eh. Cuando un
sintetizador se deja de fabricar, se fabrica uno mejor. Aca no se fabricó más nada. O te arreglás
con lo que hay. Buscarlo es un dolor de huevos, trasca que soy re lelo con el tema de internet...
'¡Hay uno!' '¿Dónde?' 'En Mallorca'. Andá...".
Pablo Lescano es fetiche. Fidel Nadal lo convocó una vez más para grabar en su nuevo disco.
Hugo Lobo de Dancing Mood lo invitó a varios shows de su banda y hasta hicieron una fecha
conjunta entre ambos grupos. Los Fabulosos Cadillacs le entregaron el clásico Padre nuestro
para que le meta cumbia a gusto. "También estaría bueno hacer algo con el Pity, pero nunca
hablamos seriamente".
Hace dos años estabas internado en una clínica en rehabilitación. ¿Ahora cómo estás?
Piola. Estamos rescatados. Ahora estamos haciendo dieta. ¿No me ves tomando agua? Me
mataría tomarme una coca. Lo que te puedo decir de la rehabilitación es que no hay peor
momento que el bajón, cuando te quedás sin falopa. Estar internado en un psiquiátrico atado
cuatro días a una cama... ¿Quién se lo aguanta?. Y que te den de comer en la boca. Y si querés
cagar, cagá en una chata. Es un bajón. Yo estuve un año sin laburar. Y mis músicos, comiendo
arroz. En su momento, cuando me dijeron de internarme no quería saber nada.
Mirá, mucho no sé. No me gusta andar con el librito bajo el brazo corte evangelista. En
Narcóticos Anónimos te dicen: "el que se drogo va a ser adicto toda su vida". En algún momento
te van a dar ganas. Y obvio que te dan ganas, ¡qué no!
Lescano fue el artífice de desacartonar la cumbia en los noventa. Mientras los Danieles Agostinis
se acomodaban el pelo de derecha a izquierda, Lescano salió con la proto cumbia villera desde
Flor de Piedra. Tras los teclados comandaba un grupo que subía al escenario en ropa deportiva,
altas llantas e inundaba de jerga sus letras insolentes, anti policía, anti caretas y demás.
Con Damas Gratis destiló la fórmula."Eso de la cumbia villera, lo digo siempre, es el invento de
un empresario y la manija de la televisión. Yo grabé a los primeros grupos con teclados
accesibles económicamente y me salieron 20 bandas iguales. Iban, se compraban los teclados y
me copiaban el sonido. Hoy uso cosas más caras, pero samplean un güiro y te hacen una banda
parecida. ¡Tal vez hasta samplean mis propios instrumentos!"
¿No volvió un poco el acartonamiento al género gracias a esos chicos que son como unos
Backstreet Boys de la cumbia?
Y sí. Claro. Teñiditos. Son los empresarios los que apuestan a eso. Yo, como productor, busco
pibes normales para armar una banda. ¿Qué quiere decir? Que no está lookeado. Lo engancho
caminando o canta en una bandita de por allá.
No, yo produzco y al producir uno va innovando. Pero ni en pedo me pongo a fijar lo que hace un
grupo nacional para innovar. Trato de innovar por mi cuenta.
La cumbia siempre fue rechazada desde el rock. ¿Por qué no te rechazan a vos?
Habría que preguntarlo, ¿no? Yo no miento. Yo no soy un careta. Toco porque gusta y porque lo
siento, ¿entendés?
El sujeto es interpelado por la ideología, esto es la sujeción del sujeto como sujeto ideológico y
se produce de tal forma que cada uno es llevado sin darse cuenta, y creyendo que ejerce su
propia voluntad, a tomar su lugar en una determinada clase social. Las representaciones que
tenemos del mundo están determinadas por dicha ideología y los estereotipos son parte de esas
representaciones.
Según la época, las circunstancias históricas, políticas y sociales, los grupos van adquiriendo
diferentes denominaciones. Dichas denominaciones no son puestas por ellos mismos, sino por el
grupo "desigual". Reconocer a otro significa reconocerse diferente de ese otro: elemento básico
para comenzar a construir una identidad propia. Es necesario denominar a quien se considera
diferente porque en el proceso de autorreconocimiento aún no se tienen los elementos para
autodenominarse. El reconocimiento por oposición es uno de los pasos para encontrar la propia
identidad.
Pero la designación que se le hace al otro grupo está atravesada por la ideología y surge del
estereotipo construido, por lo tanto, es una cristalización de un elemento. La estereotipia tiene
como característica ser "grosera, brutal, rígida y basarse en una especie de esencialismo
simplista en el que la generalización apunta a la vez a la extensión -con atribución de los mismos
rasgos a todos los seres u objetos designables por una misma palabra- y a la comprensión -con
la simplificación extrema de los rasgos expresables mediante palabras" [2].
Esta definición que realiza Maisonneuve es la que nos coloca claramente en la "lucha entre los
diferentes", sin embargo el conjunto designado toma la estereotipación realizada por otro
conjunto y se encarga de cumplir y llevar adelante cada una de las características asignadas.
Las distinciones se dan entre aquellos que pertenecen a diferentes clases sociales, culturales,
etc. Cada uno se encargará de actuar, vestirse, tener objetos, vocablos, frases, posturas y
música como marcas de pertenencia a uno u otro lado de las fronteras que ellos marcan y
respetan.
Cumbia, nena!
La denominación "cumbia villera" surge en nuestro país para identificar a una música cuyos
intérpretes y letras pertenecen al mundo de las "villas de emergencia", grupos poblacionales que
se caracterizan por el bajo nivel socio-económico. Es un género musical que comienza a
escucharse alrededor de 1996, pero no bajo ese rótulo, ni con esa temática, sino como cumbia.
En esta movida se encontraban los grupos "Amar azul", "Ráfaga", ''La cumbia" e intérpretes
como Gilda, entre otros. Pablo Lescano, quien aparece como el iniciador de la cumbia villera,
nació, se crió y vive en una villa de emergencia. Era integrante de "Amar azul" y en esa época
tuvo una idea lógica, básica y perfecta. Si la cumbia era el género más escuchado en la villa,
¿por qué no describir lo que se vive dentro de ella? Así compuso letras descarnadas y directas
con la autoridad que le da ser parte activa de ese mundo. Su idea fue todo un éxito y cuenta en
su haber con la creación de cuatro grupos musicales: "Flor de piedra", "Damas Gratis" (el único
en el que canta), "Amar y yo" y "Jimmy y su combo negro". Después de la enorme repercusión
que tuvo el estilo, surgieron muchos grupos más como "Metaguacha", "Jalá-Jal", "Sacude", "La
chala" y "Yerba brava" entre tantos otros. Estos últimos le disputan la creación del género a
Pablo Lescano. Aunque cabe preguntarse si realmente están dentro de las villas los creadores o
alguien les fue a pedir sus nombres a cambio de unas pocas monedas.
Los cantantes sostienen que ellos sólo hablan de lo que pasa en las villas. Muestran la realidad,
le hacen las canciones a sus amigos que están presos, a sus mujeres que se entregan sólo por
placer, a sus vecinos que deambulan todo el día por los pasillos de la villa drogados, borrachos y
esperando el momento de poder robarle a alguien para comprarse droga y alcohol; hablan de su
enemigo mortal y despreciable: la policía.
El estereotipo del "villero" lo presenta como un "negro", "chorro", drogadicto, sucio, vago,
peligroso, borracho, ordinario y matón. Las letras de las canciones hablan justamente de estos
temas.
Para referirse a su público Pablo utiliza el apelativo "negros": "Si los negros bailan, es porque
hago buena música. Es muy jodido hacer bailar a los negros." Cuando comienza el show, grita:
"¡¡¡ Arriba las palmas de todos los negros!!!" Y el público ovaciona. Sin embargo, frente al otro
que los llama negro, reaccionan, no por no reconocerse como tal, sino por no otorgarles el
derecho de hacerlo. "Metaguacha" en su tema "Alma blanca", canta: "¿Qué me estás
diciendo? /Me estás ofendiendo /No me digas negro /Soy igual que tú/ Soy negro de abajo/ con el
alma blanca/ Yo soy de la cumbia".
La cárcel es un lugar que forma parte de sus vidas. Nadie lo toma como un hecho extraordinario.
Hasta casi da un lugar de privilegio.
En el tema "Los dueños del pabellón" de Damas gratis se escucha la voz de un "motinero":
"Ahora nosotros tomamos el control. /Somos los dueños del pabellón. /Estamos cansados de
tanta represión! que vamos a tocar de esta prisión. /Quiero que todos se amotinen, /levanten
bien las manos,/ se pongan a gritar/ los guardias y refugiados/ de esta prisión/ y las palmitas. /A
mí no me importa morir. /Abrime la puerta que me quiero ir. /Señor carcelero déjeme salir."
La forma de obtener bienes materiales es robando, saben que pueden ser apresados en
cualquier momento, pero desafían siempre a la policía. No le temen, los enfrentan y se ríen.
"Ahora que tengo un Mercedes Benz/ y ando ganando bastante bien /me sobra el oro, las
mujeres también/ no te hagas ilusiones nena/ porque me enteré que tu padre es comisario/ y me
quiere agarrar/ Yo ando ganando bastante bien/ yo ando laburando bastante bien/ y vos
molestando con tu padre comisario/ que sé que me anda buscando/ y no me puede agarrar/ que
se vaya olvidando porque no me va a pescar." (Damas Gratis)
Hoy es un día especial / porque el monito a la villa llegó / dos años guardado estuvo / y por fin la
yuta hoy lo largó. / Salió corriendo a ver a su madre / quien entre llantos y risas lo saludó. /
También los vagos contentos estaban / y esta noche el baile se armó. / Yuta, compadre, por fin
hoy lo soltaste, yuta, compadre... (Yerba brava).
La droga aparece explícitamente en las letras de sus canciones. Muchos de los nombres de los
grupos hacen alusión a ella: "Yerba brava", "Jalá-Jalá", "Sacude", " La chala" y "Flor de piedra",
entre otros. Estar drogado es presentado como algo cotidiano y como lugar de escape, diversión
y unión. Aparece asociado a la vida libertina: robos, baile, vagancia. No hay "sustancia" de
primera, tal como lo cuenta Pablo Lescano en una entrevista dada a la revista Rolling Stones:
"Acá, en la provincia, aguante jalar Ran. Aunque ahora al Poxirán le sacaron el tolueno, que la
sustancia que te hace alucinar, que te rompe los pulmones. Ahora la onda es el Forté. "
Todo lo que a su mundo se refiere, lo presentan como algo casi despreciable. No escapa a esto la
imágen que construyen de sus mujeres con quienes sólo mantienen relaciones ocasionales. Son
traicioneras, infieles, mentirosas; están cosificadas, no se les rescata ningún valor y se las trata
como un objeto. A ellas les interesa el sexo por placer, no está asociada al sentimiento. La única
que escapa a esta imagen es la madre (como ocurre también en el tango). "Y no puedes esperar
que te lleven de la mano/ y te inviten a un hotel? ¡no lo hace por dinero! sólo lo hace por placer
(....) Y de lo rápida que sos, vos te sacás tu tanga, vos te sacás la bombachita." ("Se te ve la
tanga" de Damas Gratis) "Y te veo con mi amigo entregándole el marrón/ así es como me amás y
a mi amigo te lo transás/ así es como me querés/ y a mi amigo te lo movés. Andate a la casa de
tu madre. Andate a la de tu madre. Ahora soy feliz. Andate a la de tu madre" ("Entregadora del
marrón" de Flor de piedra). "Yo te saqué a bailar, te di de tomar, ahora sentate en el pelado"
("Sentate en el pelado" de Amar y yo). "No, no puede ser / golpeando a mi puerta se apareció /la
chica del baile que me transé /que con su minifalda me enloqueció/ Ella es diferente a las
demás /usa tarjeta y celular /me compra ropa de la mejor /y hasta los vicios ya me bancó/ Y
ahora estás como querés / tirado en la cama tomando vino / jugando a las cartas con mis amigos
/gastándote la guita que ella te dio" (''El mantenido" de Yerba brava).
Mujer y suciedad están relacionados: ''Me parece que a vos /te hace falta jabón /no te hagas la
tonta /yo sé cómo sos /porque hace como un mes /que no te bañás /se te nota de lejos /lo sucia
que estás. /Porque sos la auténtica, la única "pata sucia" / esa sos vos." (''Pata sucia" de Amar y
yo)
El prototipo del hombre responde a las características de vago, borracho y cuyos únicos
intereses son el baile y el fútbol. "Vivo, por las mujeres por eso vivo, para bailar esta cumbia vivo
/voy a la cancha, sigo a mi equipo /con mis amigos voy a bailar /Y si mi chica ya me dejó /ya no
me importa /y si esta noche no vuelvo a casa /ya no me importa." (''Por eso vivo" de Los
Mohicanos) "Se acerca el fin de semana /todos a la cancha vamos a ir / Ya está todo
preparado /el bombo y el trapo para salir (...) /dejamos el alma en el tablón / borracho yo voy
cantando /con mis amigo voy festejando un triunfo más." ("El tablón" de Yerba brava). "Ritmo de
tambores se empieza a escuchar/ el silbido a los guachines comienza a llamar /toda la esquina
se pone a bailar/ en cuero y zapatillas, la cumbia de la villa." ("La cumbia de la villa" de Yerba
brava). "Ahí está más borracho que nunca /en la puerta del baile queriendo entrar/ No sé cómo lo
consigue /pero ahí adentro siempre lo encontrás/ y por la pista pasea pidiendo plata para
tomar /o chamullarse una mujer y así una jarra poder comprar. Arruinado saliste y en la calle
tirado estás /ni las medias te dejaron /y parece que perdiste algo más." ("El borracho" de Yerba
brava) "Borracho he amanecido /por las calles muy perdido /hecho un hacha y arruinado
/suavemente voy cantando. /Y mi mujer con un palo me está esperando /Yo me echo a correr/ A
casa yo no voy, todo se reprudió /al baile me voy." (Damas gratis).
Podríamos seguir citando diferentes letras de distintos grupos y veríamos que la mayoría
coincide con las características que se les asigna. Las letras confirman cómo se construyen a sí
mismos tomando como modelo el estereotipo que el otro grupo, el "diferente", tiene de ellos. No
nos cuentan ninguna novedad, no nos dan ningún dato que no coincida con la imágen que los
que no pertenecemos a su mundo, tenemos de ellos. No se sienten parten de la sociedad. Por un
lado ellos, por otro, la sociedad. Intentan penetrarla, acercarse, frecuentar los lugares de los
otros, pero, por supuesto, quedan afuera.
Como en la tragedia griega, su destino está marcado y nada puede cambiarlo. Desde el
nacimiento están signados por un karma que no los dejará y marcará sus vidas. Y la vida que les
toca tiene poco por ganar dentro de su universo y todo por perder porque el otro no los acepta.
Lo que a ellos se refiere significa destrucción: alcohol, drogas, vagancia, cárcel, robos, peleas,
abandonos y frustraciones. "Su suerte ya estaba escrita /desde el momento en que nació. Hijo de
padres villeros /con la cumbia se crió /y ahora que está más grande /y al baile quiere colar /el
"rati" con bronca grita: /Negro villa, vos no entrás/. Todos se hacen los giles / te dejan siempre
tirado /que por ser negro villero /él estaba condenado. En el trabajo tampoco pega /de todos
lados él rebotó /le buscan todos los peros /Cansado el negro ya se rindió /La sociedad no le dio
salida /y el mal camino él encaró /y en una noche pesada la muerte se lo llevó / que por ser
negro villero él estaba condenado".
En todas partes
El fenómeno de la cumbia villera fue analizado en más de una oportunidad y una de las cosas
que llama la atención es cómo fue ganando espacio en las discotecas. Gente de otros grupos, de
otra cultura, de otra forma de mirar al mundo; gente que maneja los mismos elementos, pero
que les da otro nombre, otro lugar social son los que dejan que en su lugar de diversión aparezca
el fenómeno cumbia villera. Bailan, se divierten, compran los discos, aprenden letras y pasos,
pero no se suman a ella. Saben que están escuchando lo que quieren. Les muestran la imagen
del villero que ellos mismos construyeron, les cuentan lo que quieren escuchar, no les modifican
estructuras. Los villeros siguen siendo los inferiores que, en lugar de posesionarse desde otro
lugar, sirve a su amo respondiéndoles tal cual este último quiere. El bufón baila para que el rey
se ría de él. El villero se canta a sí mismo como quiere la clase que se le presenta como superior.
En este juego nada sale de lo que el poder hegemónico permite. El grupo de "los villeros"
responde a la ideología mediante la cual se los esclaviza. La industria cultural ha determinado
que la cumbia villera es un elemento perfecto para engañar a quienes podrían rebelarse y le da
el espacio que necesita. Por eso es que la denominación cumbia villera podría cambiarse por la
de "Cumbia made in la villa".
Catalina Sosa
http://elsigno.cholloblogs.com
Bibliografía:
Amossy, R. Y Pierrot, A.: Estereotipos y clichés. Buenos Aires, Eudeba, 2001.
Horkheimer, M. y Adorno, T. : Dialéctica del iluminismo. Buenos Aires, Sudamericana, 1987.
Riera, D. : "El ritmo de la villa" en Rolling Stone, julio de 2001.
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[1] Amossy, A. Y Herschberg, P.: Estereotipos y clichés. Bs As, Eudeba, 2001. Pp 48 y 49.
[2] Op. Cit. P. 55
LA CUMBIA VILLERA
"El tano entendió que el sonido de Dama Negra no sólo era cumbia, era canción testimonial,
grito de revancha, rencor concentrado. ¿Por qué mierda habré nacido aquí? ¿Por qué no puedo ir
a la escuela? ¿Por qué los ratis me persiguen? ¿Por qué me pegan? ¿Por qué tengo que ir a
cirujear? ¿Por qué me violan? Porque de todos los colores, en especial negros. Y después, cuando
las preguntas sin respuestas se asientan en el fondo del corazón, es posible levantar el orgullo
de origen y hacer música". [De "Paco", personaje del cuento "Los ángeles bailan cumbia", del
libro "Pendejos" de Reynaldo Sietecace]
Si el tango, según Discépolo, es "un pensamiento triste que se baila" y el rocanrol, según el Indio
Solari, es "un pensamiento crítico que se baila", habrá que pensar, según el psicoanalista
Lewkowicz, a la cumbia villera, como una subjetividad desesperada o una desesperación sin
pensamiento que se baila. Entendiendo que la cumbia villera está sostenida en un fondo
absoluto de desesperación (exclusión).
La cumbia villera, como toda música que nace marginal; que nace "maldita", vive una infancia
corta y arrebatada. Desde el primer hit fundacional "Sos un botón", firmado por Pabo Lescano e
interpretado por Flor de Piedra, este género experimenta un brutal y alucinado estallido popular,
paralelamente a este crecimiento, una cacería moral y ética no muy consecuente y varios
intentos por declararlo muerto.
"En México, en Paraguay, en Pacheco o en Tucumán, pasa siempre lo mismo. Los que nos siguen
se identifican con nosotros. A los que nos gusta venir a bailar o a tocar y después quedarnos a
bailar y disfrutar, no nos gusta hacernos los artistas. Nos consideramos músicos. Artistas son los
que hacen que tocan."
"Lo mío es la cumbia colombiana, la cumbia... Vivo cumbia, amo cumbia. Puedo llegar a escuchar
alguna otra cosa, por influencia de algunos amigos, pero mi fuerte, lo que mas me conmueve es
la cumbia. Todo lo que hice en mi vida me sirvió. Uno de la vida aprende. De las cosas que hace
bien, aprende, y de las cosas que hace mal, se cae y se levanta con mas fuerza para seguir
adelante. Así que no me puedo quejar de nada"
Lo que hoy es innegable e incontrastable es que la cumbia villera está en todas partes, con su
sonido cadencioso, hiperealista y ferozmente pegadiza.
Siguiendo con Lescano, que como se sabe es el principal responsable del giro que pegó una
parte de la cumbia villera en el último tiempo. Un giro, que además de temático es sonoro.
Es el que reinventó el sonido del teclado cumbiero, llevándolo a una atmósfera de ensoñación
suburbana, sintética y seductora.
El líder de Damas Gratis plantea que la cumbia villera es una mezcla de ritmos mucho más
activa de lo que sugiere su título. Va más allá de su lugar de origen, hay mezclas interesantes,
mezclas que incluyen el reggae, el tango más reo y un híbrido que podría denominarse SKA
pueblerino.
Otra de las cosas sorprendentes, sostiene Pablo Trapero, director de entre otras películas Mundo
Grúa, El Bonaerense, es que estos himnos anti-ratis, eran consumidos por los propios policías. O
sea que no hay una cuestión de bandas, sino que es la música de un mismo lugar. No hay
música de buenos o de malos.
Para su análisis podríamos calificarla a la cumbia villera como una tribu urbana. Esta tribalización
implica una ruptura con el orden social, monopolizado por la uniformidad, en un proceso de
fragmentación, creciente con la explosión de identidades pasajeras.
Las tribus son una reacción conciente o no a la progresiva juvenilización de sectores bajos y
medios, que aparecen desvinculados de la conflictividad, pero que son alcanzados por el
aumento de la pobreza, el desempleo y la exclusión.
La opción por las tribus funciona en parte, como una deserción, un camino de vida alternativo,
dirigido por otros valores, orientados hacia una dirección distinta, un abandono radical de la
pelea antes de iniciarla. Bajarse del tren antes de que el viaje comience.
Se puede concluir con algunos conceptos del sociólogo Néstor García Canglini "adoptar el punto
de vista de los oprimidos o excluidos puede servir en la etapa de descubrimiento para generar
hipótesis o contrahipótesis. Para hacer visibles campos de la realidad descuidados. Pero el
objetivo final no es representar la voz de los silenciados, sino entender y nombrar los lugares.
Desde donde sus demandas o su vida cotidiana entra en conflicto con los otros".
Fuente: www.agenciaisa.com.ar
La cumbia villera es un fenómeno que ha ido avanzando en los últimos años y en la actualidad es
descalificada por las clases medias y altas, demostrando una vez más una sociedad fracturada y
prejuiciosa. Pero este tipo de expresión no es nueva, sino que también lo fueron el folclore, el
tango y el rock en su momento.
Basta con leer la letra "Mira El Negro" del grupo Supermek2 donde se narra la vida de ellos:
"mira que negro que soy/ mira que negro que soy/ yo tomo vino en cartón/ y cuando empiezo a
escaviar/y cuando empiezo a escaviar/ a mi me cabe descontrolar"; "Los Hermanos de Lito" de
Altos Cumbieros "a la vuelta de mi casa en su guarida/ vive Lito con todos sus hermanos/en el
barrio toda la policía/los conocen porque viven del afano/son los capos del asfalto/los aprietes y
secuestros extorsivos/son expertos en estafas/y manejan todo el juego clandestino". Y si de
estética se trata, "Sangre Negra" de Altos Cumbieros se encarga de explicarlo: "llanta verruga,
chaleco y camisa/ rosario en el cuello, cigarro con la birra/ las pibas les cabe la nuca rapada/alto
flequillo y escracho en la espalda".
Pero esta temática no es novedosa, sino que se inicia con la copla gauchesca, pasando por el
tango, el chamamé y el rock. Uno de sus ejemplos más claros es el de Antonio Mamerto Gil
Núñez, más conocido como Gauchito Gil, prófugo y desertor luego de negarse a pelear contra los
federales; perseguido por la autoridad se interna en un monte para liderar a un grupo de
cuatreros y de allí viene su fama de robarles a los ricos para repartir entre los pobres
convirtiéndose en una especie de Robin Hood argentino.
Roberto Galarza lo nombra en uno de los chamamés "Antonio Gil te llamaban/ gaucho noble de
alma buena"; y Julián Zini hace lo mismo "si robo, le robo al rico/por justicia popular/la inocencia
de los pobres/ se llama necesidad". Y como él, se pueden nombrar otros criminales, santificados
y que viven en el imaginario popular; el mismo Martín Fierro, prófugo de la ley, Francisco
Cubillos, Juan Bautista Bairoletto y Francisco López, entre otros.
En el caso del tango hay infinidad de casos donde se demuestra el trasfondo de las malas
yuntas, como "¿Por qué soy reo?" de Meaños y Velich, donde dice "yo soy un pobre reo/sin
cuento no leyenda/no tengo quien me venda/cariño ni ilusión/ es mi único deseo/pasarla en la
catrera/no tengo quien me quiera/sino un perro rabón/en mi bulín mistongo/no hay cintas, ni
moñitos/ni aquellos retratitos/que cita la canción/no escucho ni el rezongo/de un fuelle que se
queja/no tengo pena vieja/ni preocupación". Otros ejemplos son "El Guapo de la Guardia Vieja"
de Cadicamo y "La Gayola" de Armando José Tagini.
Finalmente en el rock existen canciones como Matador de los Fabulosos Cadillacs o Pibe Tigre de
Almafuerte: "mañana es ya/ y sin achiques/el pibe marcha pedaleando/a laburar/ desayunó mate
de origen/ mastico algo/ prendió un faso/y se alejo/a ganarse un hueso como changarín/de un
trompa extranjero que compra el país/ y lo derrite después"; aquí el objetivo es el mismo, la
resistencia a los poderes homogéneos; pero no es aceptado por las clase media y alta
argentinas, que ven en la cumbia villera algo grotesco y desagradable.
Pero detrás de todo hay una negación de la sociedad a pensar que la pobreza existe, que lo que
se dice en estos temas es real y forma parte de este país, traducida en forma de racismo. Porque
como decía Foucault, "qué es el racismo sino el hecho de exponer a la muerte o de multiplicar
para algunos el riesgo de muerte, sea a través del hambre, la desocupación, la miseria, la falta
de salud, la contaminación, etc". Sin embargo en cualquier boliche o fiesta familiar todos saben
que a cierta hora llega la cumbia villera y al bailarla, la clase media se resigna a seguir lo que en
estado normal no se aceptaría, como el consumo de drogas o el imperativo de robo.
Mientras tanto aquellos que poseen cuentas en dólares en el exterior, veranean en Punta del
Este, empresarios con autos importados bailan con la música de los marginados, con esos que
no pueden llegar a fin de mes ni alimentar a sus hijos y por eso salen a robar, a esos que frente a
frente le temen en la calle y que ven como los malos de la sociedad, demostrando que las
diferencias entre ellos no son tan abismales, sólo ideológicas y/o sociales.
Fuente: www.cherro.com.ar
Cuando me mueran quiero que me toquen cumbia es un relato de Cristian Alarcón, quien bajo la
influencia simultánea de Rodolfo Walsh y Pedro Lemebel reconstruye la vida y la muerte de los
jóvenes lúmpenes del conurbano bonaerense.
Cristian Alarcón, redactor de Página/12, fue distinguido en Nueva York con el premio Samuel
Chavkin a la integridad en periodismo, por su libro Cuando me muera quiero que me toquen
cumbia.
Cuando llegué a la villa sólo sabía que en ese punto del conurbano norte, a unas quince cuadras
de la estación de San Fernando, tras un crimen, nacía un nuevo ídolo pagano. Víctor Manuel "El
Frente" Vital, diecisiete años, un ladrón acribillado por un cabo de la Bonaerense cuando gritaba
refugiado bajo la mesa de un rancho que no tiraran, que se entregaba, se convirtió entre los
sobrevivientes de su generación en un particular tipo de santo: lo consideraban tan poderoso
como para torcer el destino de las balas y salvar a los pibes chorros de la metralla. Entre los
trece y los diecisiete años el Frente rodaba al tiempo que ganaba fama por su precocidad, por la
generosidad con los botines conseguidos a punta de revólveres calibre 32, por preservar los
viejos códigos de la delincuencia sepultados por la traición, y por ir siempre al frente. La vida de
Víctor Vital, su muerte, y las de los sobrevivientes de las villas de esa porción del tercer cordón
suburbano –la San Francisco, las 25 de Mayo y La Esperanza–, son una incursión a un territorio al
comienzo hostil, desconfiado como una criatura golpeada a la que se le acerca un desconocido.
La invocación de su nombre fue casi el único pasaporte para acceder a los estrechos caminos, a
los pequeños territorios internos, a los secretos y las verdades veladas, a la intensidad que se
agita y bulle con ritmo de cumbia en esa zona que de lejos parece un barrio y de cerca es puro
pasillo.
Con el tiempo y el progreso del asfalto y la urbanización impuesta por el municipio, la villa San
Francisco, y a sus costados norte la 25, y sur La Esperanza, se fueron convirtiendo en un barrio.
Sobre el natural caos de la edificación no planificada se trazaron algunas calles y algunos
ranchos desaparecieron bajo las topadoras para dar lugar al cemento y al orden. Pero la traza
colonial sólo logra dar la impresión de un barrio con esas fachadas en las que a pesar de la
pobreza se ha puesto esmero. Es una delantera amable de la villa: entre casa y casa, entre
frente y frente, se abren los pasillos que llevan a los caseríos de los fondos. Detrás de cada
zaguán se esconden las casillas de chapa mejoradas con improvisadas paredes de bloques o
ladrillos. Justo entre la 25 y La Esperanza ha quedado intacta una porción de la vieja villa de
ranchos encimados con cuatro pasillos internos. En uno de ellos, al que se entra por la calle
General Pinto, a una cuadra de su casa, fue asesinado el Frente Vital la mañana del 6 de febrero
de 1999.
Muy de a poco el campo de acción en el lugar se fue ampliando para mí, abriéndose hasta
dejarme entrar a los expendios de droga, a las casas de los ladrones más viejos y retirados, a los
aguantaderos. Al principio sólo podía circular por la cuadra del Frente, sólo ver cómo, al llegar la
hora de comer, las mujeres comenzaban a hacer una recolección sistematizada de préstamos
entre los vecinos de siempre. Media taza de aceite de un rancho, un poco de arroz de otro, una
cebolla, un precioso pedazo de carne más allá. Las madrazas en busca del faltante para resolver
el hambre se cruzaban de vereda a vereda rescatando porciones a reciclar con unapericia que
evidenciaba el entrenamiento en la faena de llenar la olla del día, la inmediata necesidad de
saciar los estómagos de cada familia.
Al Frente lo enterraron en una tumba del sector más pobre del cementerio de San Fernando,
donde conviven los mausoleos señoriales de la entrada y las pedestres sepulturas sobre la tierra.
Adornados por flores de plástico, los muertos quedan como sembrados a lo largo de una planicie
en la que resalta hoy la tumba de Víctor Vital. Resplandece entre las demás por las ofrendas.
Grupos de chicos enfundados en sofisticados equipos de gimnasia y zapatillas galácticas se
reúnen para compartir con el Frente la marihuana y la cerveza. Las ofrecen para pedirle
protección.
San Fernando es ese partido del conurbano bonaerense cuya estación del ferrocarril Mitre es casi
la última antes de llegar a Tigre, a poco del Río de la Plata, entre Beccar y Carupá: es la zona del
país donde la brecha entre pobres y ricos es abismal. La fortuna ajena parece al alcance de la
mano: allí se da la maldita vecindad
entre el hambre y la opulencia.
A dos años de mi llegada al barrio, los chicos de la generación que creció sin el particular y
cuestionable orden que defendía al Frente Vital les roban a las ancianas y los niños del lugar.
Buscan diez pesos para una próxima dosis de mentirosa altivez. Se conforman ya no con la
reivindicación del propio ser al tomar por asalto el status prohibido de las marcas famosas sino
con un paraíso artificial que da una bolsa de Poxirán o intoxicados con las pastillas diseñadas
para calmar la angustia del perfecto pequeño burgués diluidas en el peor vino ofertado por el
almacenero, al que tarde o temprano asaltarán, simplemente porque los tiempos han cambiado
en contra nuestra y ya no hay ley, no hay iguales, no existe el milagro de la salvación.
Como si él y su poderío místico incluyeran la condena y la salvación, el mito del Frente Vital me
abrió la puerta a la obscena comprobación de que su muerte incluye su santificación y al mismo
tiempo el final de una época. Esta historia intenta marcar, contar ese final y el comienzo de una
era en la que ya no habrá un pibe chorro al que poder acudir cuando se busca protección ante el
escarmiento del aparato policial, o de los traidores que asuelan como el hambre la vida cotidiana
de la villa.
Cuando me muera quiero que me toquen cumbia [fragmento del primer capítulo del libro]
El hombre que escribía a máquina desarrollaba en lenguaje judicial los hechos que habían
llevado a la muerte de Víctor Manuel Vila esa mañana de febrero. La historia tiene domicilio: el
número 57 de la calle General Pinto, esquina French. Allí, en la puerta de su casa, Víctor le dejó
en custodia a Gastón, el hermano mayor de Chaías, las cadenas, las pulseras, los anillos de oro,
los fetiches de status que siempre llevaba puestos. Marchó, preparado para "trabajar" a
encontrarse con otros dos adolescentes con quienes solía compartir los golpes: Coqui y Luisito,
dos ladrones también de diecisiete, y de otra villa con nombre católico: Santa Rita. Ellos dos, y
dos hermanos hijos de un ladrón conocido como "El Banana", se harían famosos tiempo después
de la muerte de Víctor en una de las primeras tomas de rehenes televisadas. Habían querido
robar a una familia y en lugar de escapar rápido se habían entusiasmado con la cantidad de
objetos suntuosos que había en el chalet de Villa Adelina. Algo parecido a lo que les ocurrió ese 6
de febrero cuando tardaron en robar una carpintería a sólo ocho cuadras de French y Pintos.
Gastón intentó persuadirlo: que no fuera, que se quedara esta vez porque el lugar tenía un
"mulo", que en la jerga significa vigilador privado; que otros ya habían "perdido" intentando lo
mismo. Víctor no quiso creerle. En menos de diez minutos estaba encañonando al dueño de la
fábrica de muebles. En quince salían corriendo del lugar muy cerca de la mala suerte. Los dos
patrulleros que rondaban la zona recibieron un alerta radial sobre el asalto. "Tres NN masculino,
de apariencia menores de edad se dirigen con dirección a la Villa 25", escucharon. En el móvil
12.179 iban el sargento Héctor Eusebio Sosa, alias "El Paraguayo", y los cabos Gabriel Arroyo y
Juan Gómez. Y en el 12.129, el cabo Ricardo Rodríguez y Jorgelina Massoni, famosa por sus
modos, como "La Rambito". Las sirenas policiales se escuchaban cada vez más cerca. Víctor
corría en primer lugar, acostumbrado como ninguno a escabullirse: en el último tiempo ya no
podía pararse en ninguna esquina. Su sola presencia significaba motivo suficiente para una
detención. A sus espaldas pretendían volar Coqui y Luisito.
–¡No puedo más! ¡No puedo más! –escucharon quejarse a Coqui, que quedó relegado en el fondo
por culpa de sus pulmones comidos por la inhalación de pegamento.
Riéndose del rezagado, el Frente y Luis entraron por el primer pasillo de la San Francisco. Alicia
del Castillo, una vecina de generosas proporciones, caminaba por el sendero con su hija de dos
años de un lado y la bolsa del pan en el otro. El Frente la agarró de los hombros con las dos
manos para correrla: ya no llevaba el arma encima. En seguida "colaron rancho", como le dicen
los chicos a refugiarse en la primer casilla amiga. La mujer que les dio paso para que se
salvaran, doña Inés Vera, se paró en la puerta como esperando que pasara el tiempo y los chicos
se metieron debajo de la mesa como si jugaran a las escondidas.
Los policías habían visto el movimiento. Ni siquiera le hablaron, la zamarrearon de los pelos y a
los empujones liberaron la entrada. Los chicos esperaban sin pistolas: Luisito me contó que se
las dieron a doña Inés, quien las tiró atrás de un ropero. Las descartaron para negociar sin el
cargo de "tenencia" en caso de entregarse. Lo mismo que el dinero: lo guardó ella debajo de un
colchón y lo encontró la policía aunque nada de eso conste en las actas judiciales.
En cuchillas bajo la mesa, el Frente se llevó el índice a los labios: "Shh... callate que zafamos...",
murmuró; y vieron a una mujer policía y dos hombres entrar al rancho apuntando con sus
reglamentarias. El sargento Héctor Eusebio Sosa, "El Paraguayo", iba adelante con su pistola 9
milímetros. Pateó la mesa con la punta de fierro de su bota oficial; la dejó patas arriba en un
rincón. Víctor alcanzó a gritar:
–¡No tiren, nos entregamos! Luis dice que murmuraron un "no" repetido: "No, no, no", un "no" en
el que no estaban pudiendo creer que los fusilaran. "Nos salió taparnos y decir ‘no, no’, como
cuando te pegan de chico", me contó Luisito en un pabellón de la cárcel de Ezeiza, condenado a
siete años de cárcel por los robos que después de la muerte del Frente siguió cometiendo,
exultante al recordar los viejos tiempos después de tanto, el día de su cumpleaños veintiuno.
Y describió sin parar la escena final: silbaron en el aire estrecho de aquella miserable habitación
de dos por cinco disparos a quemarropa. Luis supo que los fusilaban; como impulsado por un
resorte saltó hacia la puerta. En el aire una bala le rozó el cráneo. Quedó con la mitad del cuerpo
afuera del rancho, ganándole medio metro al pasillo. Se desmayó. El Frente intentó protegerse
cruzando las manos sobre la cara como si con ellas tapara un molesto rayo de sol. Luisito
recuperó la conciencia a los pocos minutos, pero se quedó petrificado tratando de parecer un
cadáver.
El Frente falleció casi en el momento en que el plomo policial le destruyó la cara. Las pericias
dieron cuenta de cinco orificios de bala en Víctor Manuel Vital. Pero fueron sólo cuatro disparos.
Uno de ellos le atravesó la mano con que intentaba cubrirse y entró en el pómulo. Otro más dio
en la mejilla. Y los dos últimos en el hombro. En la causa judicial el Paraguayo Sosa declaró que
Víctor murió parado y con un arma en la mano. Pero la Asesoría Pericial de la Suprema Corte, por
pedido de la abogada María del Carmen Verdú, hizo durante el proceso judicial un estudio
multidisciplinario. Los especialistas debieron responder, teniendo en cuenta el ángulo de la
trayectoria de los proyectiles, a qué altura debería haber estado la boca de fuego para impactar
de esa manera. Teniendo en cuenta las dimensiones de la habitación y la disposición de los
muebles, si los hechos hubieran sido como los relató Sosa, él debería haber disparado su pistola
a un metro sesenta y siete centímetros de altura. Esto significa que para haber matado al Frente,
tal como dijo ante la Justicia, Sosa debería haber medido por lo menos tres metros treinta
centímetros.
Con el rostro enrojecido por la presión del estrangulamiento. la mujer policía, elevada diez
centímetros del suelo por la fuerza de la mujer que la tenía del cuelo, le dijo finalmente a Sabina:
–Su hijo está muerto. Ahí está, no lo toque.
En el piso de tierra yacía Víctor, con la frente ancha y limpia que le dio sobrenombre, sobre un
charco de sangre, bajo la mesa sobre la que escribían el parte oficial de su muerte.
Sabina soltó un grito de dolor. Su llegada a la escena de los hechos había provocado un silencio
sólo alterado por el ruido que hacía el helicóptero suspendido sobre el gentío. Ese alarido y el
llanto que lo precedió fueron suficientes para que quienes esperaban perdieran la esperanza: un
policía había masacrado a Víctor Manuel "El Frente" Vital, el ladrón más popular en los suburbios
del norte del Gran Buenos Aires. Tenía diecisiete años, y durante los últimos cuatro había vivido
del robo, con una diferencia metódica que lo volvería santo; lo que obtenía lo repartía entre la
gente de la villa: los amigos, las doñas, las novias, los hombres sin trabajo, los niños.
"Yo sabía que todo el mundo lo quería pero no pensaba que iban a reaccionar así. Porque hasta
la señora de ochenta años empezó a tirar piedras", cuenta Laura. Así comenzó la leyenda, estalló
como lo hacen sólo los combates. Como una señal todo poderosa, entienden en la villa, el cielo
se oscureció de golpe, cerrándose las nubes negras hasta semejar sobre el rancherío una
repentina noche. Y comenzó a llover. La violencia de la tormenta se agitó sobre la indignación de
la turba. Bajo el torrente, los vecinos de la San Francisco, la 25 y La Esperanza dieron batalla a la
policía. La noticia sobre el final del Frente Vital corrió por las villas cercanas como sólo lo hacen
las novedades trágicas. Llegaron de Santa Rita, de Alvear Abajo, del Detalle. A la media hora
había casi mil personas rodeando a ese chico muerto y ciento cincuenta uniformados preparados
para reprimir. Llegaron los carros de asalto, la infantería, el Grupo Especial de Operaciones, los
perros rabiosos de la Bonaerense, los escopetazos policiales.
Cuando comenzaron los tiros, Laura consiguió acercarse a su amigo hasta quedar refugiada en
uno de los ranchos que dan al lugar donde lo mataron. "Justo donde estaba había un agujerito y
pude ver cómo lo sacaban y cómo los hijos de puta se reían y gozaban de lo que habían hecho.
Los vigilantes lo sacaron destapado, como mostrándoselo a todo el mundo... no lo sacaron como
a cualquier cristiano. Yo lo vi, vi las zapatillas que en la planta tenían grabada una "v" bien
grande." Era la marca que Víctor le había hecho a las zapatillas, la misma V que ahora dibujan
los creyentes en las paredes descascaradas del conurbano junto a los cinco puntos que significan
"muerte a la yuta", muerte a la policía.
Son los mismos cinco puntos que tienen tatuados en diferentes lugares del cuerpo los amigos de
Víctor que fui conociendo a medida que me interné en la villa. Son cinco marcas, casi siempre
del tamaño de un lunar, pero organizadas para representar un policía rodeado por cuatro
ladrones: uno –el vigilante– en el centro rodeado por los otros equidistantes como ángulos de un
cuadrado.
Es una especie de promesa personal hecha para conjurar la encerrona de la que ellos mismos
fueron víctimas, me explicaron los pibes, aunque suelen ser varias las interpretaciones y no hay
antropólogo que haya terminado de rastrear esa práctica tumbera. Ese dibujo asume que el
ladrón que lo posee en algún momento fue sitiado por las pistolas de la Bonaerense, y que de allí
en más se desafía a vengar su propio destino: el juramento de los cinco puntos tatuados augura
que esa trampa será algún día revertida. El dibujo pretende que el destino fatal recaiga en el
próximo enfrentamiento sobre el enemigo uniformado acorralado ahora por la fuerza de cuatro
vengadores. Por eso para la policía el mismo signo es señal inequívoca de antecedentes y
suficiente para que el portador sea un sospechoso, un candidato al calabozo.
Son cinco puntos gigantescos, como las fichas de un casino, los que se grabó en su ancha
espalda Simón, el menor de los hijos de Matilde, un poco más abajo que las sepulturas, el dragón
y la calavera. Y la misma marca tiene, en el bíceps abultado del brazo derecho, Javier, el mayor
de sus hermanos. Manuel, el del medio, se los tatuó en la mano. Y Facundo, el cuarto miembro
de lo que precariamente fue una "bandita", especie de hermano de los demás y sobre todo
compinche íntimo del Frente, se los hizo sobre el omóplato izquierdo la primera vez que estuvo
preso en una comisaría a los quince años. El odio a la policía es quizás el más fuerte lazo de
identidad entre los chicos dedicados al robo. No hay pibe chorro que no tenga un caído bajo la
metralla policial en su historia de pérdidas y humillaciones. Para estos chicos la muerte de su
amigo es una de esas heridas que se saben incurables; con las que se aprende a convivir: se
veneran, se cuidan, se alivianan con algún ritual, se cuecen con el recuerdo y con las lágrimas. Y
como si el destino hubiera querido preservarlos o privarlos del momento fatuo del velorio y el
funeral de un ser adorado, los tres estaban presos el día que un policía bonaerense asesinó al
ídolo.
1) Víctor corre con esas zapatillas que tanto le gustan porque llevan la V de su nombre, hecha en
la parte que besa el suelo. Corre sacándole unos cuantos metros a sus compinches, Luis y Coqui.
Siente que el corazón late con fuerzas por el esfuerzo de la corrida y por la adrenalina que
recorre su cuerpo cada vez que comete un robo. Y porque a pesar que no es un novato en el
delito, cierto estremecimiento que no es miedo, sino preocupación, le seca la boca. Sabe que la
bonaerense se la tiene jurada. Va a entrar en los laberintos de la Villa San Francisco, en San
Fernando. Ese conglomerado que atenta contra la arquitectura y la estética, que tiene al norte la
25 y al sur La Esperanza, que ahora son barrios. Antes de entrar ve que Luis lo sigue de cerca,
pero a Coqui, el cansancio le ha rendido sus piernas.
Los tres tienen 17 años. Víctor hace cuatro años, que empezó con pequeños robos, luego
perpetró algunos de envergadura que le darían prestigio, hasta este último que le habían
aconsejado que no lo haga porque la mueblería o carpintería, no era muy precisa la información,
tenía vigilancia privada. Sin embargo, todo había salido bien aunque el botín sólo servirá para
que con la parte que le corresponde, pueda llevar a Belén al Tropitango, o tal vez, si le dan
ganas a escuchar a Leo Matiolli que tanto le gusta. Ya está adentro de los pasillos y se siente
más seguro. Una sonrisa le ilumina la cara, aunque sabe que la yuta lo viene siguiendo. Mañana
Crónica dirá, piensa Víctor: "Otro asalto de pibes chorros, que se ocultaron en una villa".
Mira el cielo y percibe que la lluvia acompañará posiblemente su salida nocturna. Es el sábado 6
de febrero de 1999 y Víctor, con Luis pisándole los talones se meten en el rancho de Inés Vera. O
en argot de los pibes chorros, van a colar rancho.
2) "Pibe chorro no se nace: se hace… La generación de jóvenes que hoy son conocidos como
pibes chorros son casi todos niños de origen humilde, nacidos en la década del ochenta y
llegados a la adolescencia a mediados de los noventa. Estos fueron años en los cuales las
condiciones sociales de los sectores populares sufrieron cambios notorios. Hasta mediados de los
setenta la pobreza en la Argentina había sido predominantemente de transición… Es decir, la
mayoría de los pobres estaba en proceso de ascenso social y paulatinamente iban abandonando
su condición de carentes. Pero a partir de mediados de los setenta y todos en los ochenta, esa
tendencia se revierte, la pobreza se vuelve estructural y se dispara un proceso general de
pauperización. En ese contexto, los humildes pierden posibilidades de ascenso social, con lo cual
se estancan en su condición de carentes… Estas transformaciones estuvieron ligadas a
modificaciones del mercado laboral."
3) Dos móviles policiales entran por la callejuela donde los pasos de Víctor y Luis parecen que
aún resuenan. El móvil 12179 en los que van el Sargento Héctor Eusebio Sosa alias "El
Paraguayo" y los cabos Gabriel Arroyo y Juan Gómez. En el otro, el que lleva el número 12129
van Ricardo Rodríguez y Jorgelina Masón
5) Inés Vera tiene esa solidaridad que teje las carencias para sobrevivir. Las armas que recibe las
tira detrás de un ropero. El dinero lo esconde debajo del colchón. La única habitación es pequeña
y es difícil esconderse si la cana finalmente entra en el rancho. Pero Víctor y Luis saben que sin
la tenencia de armas, si finalmente los apresan, el tiempo entre la detención y la libertad, será
insignificante.
Víctor sabe que ahí en la Villa, tiene una red implícita de protección. Muchos de sus botines
fueron repartidos entre todos. Como aquella vez que desvió un camión de La Serenísima que
permitió que las familias, con pibes, es decir la inmensa mayoría de San Francisco comieran
yogur durante varios días. Y otra vez que robaron un camión con camisas Lacoste y las
repartieron. El Frente no puede dejar de esbozar una sonrisa, mezcla de complicidad y picardía,
mientras susurra: "Parecíamos todos chetos, loco"
6) "Durante los ochenta los jóvenes con bajos niveles de escolarización, posiblemente hijos de
obreros manuales, comenzaron a experimentar la imposibilidad de repetir la trayectoria de sus
padres. Vieron disminuidas sus opciones de encontrar un trabajo estable, con una remuneración
básica que les permitiera cubrir sus necesidades y las de sus familias… Probablemente si
encontraban trabajos eran en el sector informal, mal remunerados sin estabilidad ni beneficios
sociales.
... En conclusión: los hijos de estos jóvenes directamente no conocieron en sus padres el modelo
de estabilidad laboral, dignidad personal y progreso social que predominó en la generación de
sus abuelos."
7) Un extraño silencio es todo lo que se percibe desde la puerta cerrada en el rancho de Inés
Vera. Un presentimiento empieza a provocarle desazón a Víctor. Se mete bajo la mesa tapado
por el mantel de hule que llega hasta el piso. Su madre, Sabina Sotello había hecho lo imposible
para que abandone este recorrido que le advertía terminaría en un reformatorio o en un cajón.
Había abandonado un trabajo tranquilo para convertirse, luego de un curso, en vigiladora
privada en un supermercado. Pensaba que ese ejemplo iba a torcer el rumbo y el destino de El
Frente. Su hermano mayor, Pato, trabajaba también en un supermercado, con turnos de 12
horas, en un cargo de supervisor. Su hermana Graciana, casada, vivía en Pacheco.
El ruido de dos móviles rompe el silencio. Frenada brusca, puerta de los vehículos que se abren y
se cierran apresuradamente, botas que golpean contra el piso.
8) 'Fue durante el transcurrir de estos procesos, que crecieron la mayor parte de quienes son
definidos hoy como pibes chorros. Es un marco en el que se quiebran las antiguas estructuras
laborales y familiares que habían organizado la existencia de la mayor parte de la sociedad
durante décadas, al mismo tiempo que ciertas formas de consumo básico también se tornan
progresivamente inalcanzables… Sabemos por lo tanto, que quienes en la década de 1990
llegaron a convertirse en pibes chorros tienen como rasgo compartido, entre otras cosas, el
haber sufrido desde su infancia desestructuración y privaciones… En noviembre de 1999, los
jóvenes desocupados (de entre 15 y 24 años) duplicaban la tasa nacional de desempleo
alcanzando el 27%. Las cifras indicaban también que el 40% de los jóvenes estaban bajo la línea
de pobreza.'
9) Mucho tiempo después, su madre Sabina Sotello, trataba de recordar porque a Víctor, le
habían apodado El Frente. No había una definición precisa. Cree que lo empezaron a llamar así
por la amplitud de la misma. Sus amigos sostienen que se ganó ese apodo "porque siempre iba
al frente". Contra la cana y contra aquellos jóvenes de su generación o un poco mayores "que no
respetaban los códigos". Esos que impiden robar donde se vive o cobrarle peaje al vecino. Esos
que le había enseñado su "maestro" Mauro. El que conquistó y sedujo en la cárcel a Nadia. El
que le contagió el sida a su gran amor. El que no ha vuelto a delinquir desde el 24 de diciembre
de 1996, cuando quedó en libertad.
Todo eso iba creando un halo heroico de Víctor. Mientras la madre trabajaba, organizaba un
comedor en la casa y traía a la gente para que comiera.
Cristián Alarcón, autor del libro "Cuando me muera quiero que me toquen cumbia. Vida de pibes
chorros" afirma: "El Frente podía donar lo que llevaba en el bolsillo por la causa más incorrecta o
más loable para todos; no había distingos morales en sus dádivas, en sus salvaciones cotidianas
de la carencia ajena, ni en sus regalos intencionados. El Frente daba lo que tenía con un
desapego que aún hoy, tal como lo recuerdan los unos y los otros en la villa, parece haber sido la
bondad amoral de un niño pródigo"
Su madre sostiene: "Tengo un hijo que es un héroe, ex combatiente de Malvinas. Otra hija por
suerte bien casada. La única oveja negra fue él. No tenía necesidad, pero robaba para dar.
¿Querías un yogur, queso, te faltaba algo? Ahí estaba él. Yo nunca le acepté nada. Lo sacaba
cagando. Y busqué ayuda. Fui a un lugar donde había tres psicólogos para 140 chicos. ¿A quién
van a curar así?". Menos probabilidades tuvo, cuando permaneció preso en la cárcel de alta
seguridad de Mercedes.
10) - "El declive y la desagregación del mundo de los trabajadores urbanos coinciden con un
fuerte avance de la industria cultural y de la influencia de los medios masivos de comunicación
en un mercado cada vez más globalizado Esto cobra mayor relevancia si tenemos en cuenta que
los jóvenes pertenecientes a los sectores populares, a diferencia de sus abuelos y en muchos
casos de sus padres, han sido socializados en un medio urbano. Así, aun en aquellos jóvenes
cuya situación es de mayor vulnerabilidad y desorganización social y, en el límite, de anomia, las
demandas de consumo son las mismas que la de los jóvenes que provienen de otros sectores
sociales, con mayores oportunidades a la vista."
11) - Una mujer policía y dos hombres, con sus pistolas en las manos ingresan en el rancho.
Héctor Sosa, "el paraguayo", patea la mesa con la punta de la bota, según Luis, y un indefenso
Víctor grita: "¡No tiren! ¡Nos entregamos! En esa habitación de dos por cinco, se está cumpliendo
el vaticinio de su madre. Víctor intenta tapar el primer disparo, cruzando su mano sobre la cara.
Fue inútil, el balazo le destrozó el rostro, entrando por la frente. Paradoja macabra. Cuatros
balazos adicionales, lo remataron. Luis, con un balazo que le rozó la cabeza, se hizo el muerto,
mientras la mitad del cuerpo quedaba en el exterior de la casilla.
Al rato empezó a llover, y así siguió los tres días siguientes. El martes, después de tres días de
demora entregaron el cuerpo y lo sepultaron en el sector más pobre del cementerio de San
Fernando, con su ataúd cubierto con las banderas de Boca y Tigre. Dos micros y un camión con
acoplado transportaron a la gente que acompaño sus restos, mientras disparos al aire le
pusieron acompañamiento musical a su despedida.
12) La tumba de Víctor El Frente Vital está colmada de presentes y pedidos. Chicas de la villa
que le piden que les arregle sus conflictos amorosos, o pibes chorros que le ruegan que los
balazos de la yuta no los alcancen. Juan Manuel Mansilla, que tiene 15 años, dice que se curó de
una dolencia cardíaca rezándole al Frente.
El 29 de julio, día del cumpleaños del Frente, la familia y los amigos organizan una enorme
chocolateada para los pibes de la zona, acompañado de juegos variados.
Han pasado siete años de su muerte. Héctor Sosa, el policía que lo fusiló, estuvo excarcelado
hasta el momento del juicio, fue juzgado y absuelto. Su abogado Alejandro Huici, también policía,
hermano de otro policía que fuera implicado en la causa AMIA, argumentó en su alegato que los
testigos mentían porque eran todos chorros, sosteniendo por lo tanto que no eran testigos sino
cómplices. El Tribunal de San Isidro número 3 consideró en la sentencia no probada la
materialidad del hecho.
El 18 de mayo del 2005, Sabina Sotello al frente de otras madres cuyos hijos fueron víctimas del
gatillo fácil policial, efectuaron un escrache en la casa del sargento Héctor Eusebio Sosa, ubicada
en Garín.
Algunas de las novias de Víctor, como María, Belén, Laura, han seguido sus vidas formando
parejas. Luis Rojas, el compañero y cómplice de su última aventura delictiva, está preso por
otros robos.
Una de ellas, a modo de ejemplo, y que bien podría haber sido disfrutada por "El Frente", es la
del conjunto Meta Guacha, cuyos interpretes son los autores de Cumbia Chapa
Algunas letras
En el siempre renovado y cambiante mundo de la cumbia villera algunos de los grupos más
populares y de mayor difusión son Flor de Piedra, Guachín, Yerba Brava, Mala Fama, Meta
Guacha, Damas Gratis, Los Pibes Chorros, Los Gedientos del Rock, Amar y Yo, Pibexran, 100 de
Morta, Los Dueños Del Pabellón, La Iguana Mary. Una De Cal, Mr. Gato, Mandale Bala, Corta la
bocha, Baila-Baila, Los Palmeras. Supermerk-2, TKB, Riko El Pollo, etc.
PALO Y A LA BOLSA
MI CHICA
Mi chica es muy bonita,
toma jarra envenenada,
queda destangada
y la invito a salir,
solo cuando toma Rivotril,
cuando vos te subís a mi coche
terminamos derroche,
solo querés bailar conmigo,
para tomarme el vino,
y un pase para aquí,
y un pase para allá.
solo conmigo te rescatás
menea para aquí, menea para allá,
solo conmigo querés bailar.
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QUE VA SER DE TI
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EL TRANSA
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EL GUACHO CICATRIZ
Entre ratas y basura,
al costado de la villa,
en una sucia casilla,
vive el guacho Cicatriz.
Cuando sabe de una afano
corre a la comisara,
todos saben que es ortiba,
buche de la Federal.
Buchón, buchón, buchón,
por unas monedas nos delatás.
Alto buche resultaste ser,
éramos amigos y ahora nos vendés.
Buchón, buchón, buchón,
por unas monedas nos delatás,
ahora vamos rumbo a tu casilla,
porque esta noche la vamos a quemar.
SOY BORRACHO
PARA LA GILADA
PIBE CANTINA
[Yerba Brava]
LA PIBA LECHERA
Dejate de joder
y no te hagas la loca,
andá a enjuagarte bien la boca,
me diste un beso
y casi me matás,
de la baranda a leche que largás.
No te hagás la nena de mamá,
porque ese olor a leche
que sale de tu boca
la vaca no lo dá.
Me enteré lo astuta que sos.
que te gusta la fija
y que sos mas fácil
que la tabla del dos.
LA QUINTA LOCURA
Mabel, se te ve arruinada,
¿será por el escabio,
por la yerba o por la pasta?
se te ve, con grandes ojeras,
te levantás tomando vino,
y te acostás fumando yerba.
Mabel, pará de tomar,
que el alcohol te está matando
y te vas pa’ adelante
y te vas para atrás Mabel,
que mal te está pegando.
Mabel, pará de fumar,
la yerba te está arruinando
y te vas pa' adelante
y te vas para atrás Mabel,
que mal te está pegando.
[Los Pibes Chorros]
LA COLCHA SUCIA
La colcha de tu hermana,
ya no quiere más.
está muy usada,
y lo está por demás.
se la ve muy sucia,
y con muy mal olor.
no le falta cariño,
pero le falta jabón.
[Yerba Brava]
BLANCA VOLVE
Para olvidar
A la que te
Que te cambió
Por otro amor