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JORGE SVARTZMAN
PARIS.- El pensador francés Gilles Deleuze será enterrado esta misma semana
en una pequeña aldea del Limusín (región situada en el centro de Francia), una
zona en la que le gustaba pasar habitualmente sus vacaciones. Las exequias se
realizarán dentro de la más estricta intimidad. La muerte del autor de El
Antiedipo, Empirismo y subjetividad, Francis Bacon: lógica de la sensacióny La
filosofía crítica de Kant ha consternado a los medios intelectuales del país
vecino.
Todos los allegados del que fuera uno de los filósofos más influyentes del final
del siglo guardaban ayer una gran discreción, como si obedecieran a una última
voluntad del fallecido, que saltó al vacío desde su apartamento de la Avenida
Niel, en el distrito XVII de la capital francesa.
Pero esas facetas no deben hacer olvidar otras, indisociables de un estilo y una
estirpe, pues también habría que hablar de un Deleuze «izquierista, burlón,
santo, perverso, nube, amigo fiel, enigma, meteoro» que deja una obra dispar
«pero no dispersa».
Aquellos eran otros tiempos, había guerra fría y una derecha cerril. Ayer mismo,
el diario conservador Le Figaro, informó sobriamente sobre el suicidio de Gilles
Deleuze, recordando que Michel Foucault decía a menudo de él: «Es el único
espíritu filosófico de Francia».
«¿Por qué a tanta gente le da por escribir sobre cine?... esa pregunta vale tanto
para ustedes como para mí. Me parece que el cine encierra muchísimas ideas, y
lo que yo llamo ideas, son imágenes que dan que pensar. Despejar las ideas
cinematográficas supone extraer pensamientos sin abstraerlos, tomarlos desde
su relación interna con las imágenes-movimiento».
Así reflejaba Gilles Deleuze su visión del cine, en una conversación con el crítico
de cine del diario Libération, Serge Daney. En 1983, el filósofo francés fallecido
el sábado publicaba La imagen-movimiento,primera entrega de su obra Cine.