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SOLIDARIDAD Y VOLUNTARIADO

En este mundo globalizado en que vivimos, observamos una gran distancia entre pobres y
ricos, en medio de esta desigualdad e injusticia social, solo un 15% de la población mundial
consume el 85% de los bienes existentes, hoy en día, el sitio donde nacemos implica un
factor de riesgo, no es lo mismo nacer mujer, nacer campesino y en África, que nacer que
en una sociedad desarrollada; mientras que nosotros nos preocupamos por no engordar,
hay millones de personas que se preocupan por no morir de hambre.

La pobreza y la miseria humana en cualquier parte del planeta tiene el mismo rostro aunque
sus protagonistas cambien de color y entorno. La encontramos en medio de los jóvenes
afroamericanos de las pandillas de Nueva York, en los niños de la calle que duermen en las
alcantarillas de Ciudad de México, en los niños nicaragüenses de los basureros de
Managua, en las miles víctimas de los desastres naturales en Centroamérica y el Caribe, en
los niños soldados angoleños, en las víctimas del racismo sudafricano, en los desplazados
de guerra en Etiopía, Somalia, Angola, Costa de Marfil, etc, .en los miles de hombres,
mujeres y niños en las calles de Calcuta, en las mujeres explotadas por las empresas
trasnacionales en muchos países del Tercer Mundo. Y, aún en esta “desarrollada” sociedad,
identificamos el denominado “cuarto mundo”, ese círculo de pobreza conformado por los
excluidos sociales: las jonkis e inmigrantes que ejercen la prostitución en las capitales
europeas, las madres solteras y/o expresidiarias que sobreviven con gran precariedad, los
ancianos y personas sin techo que acuden cada noche a los albergues de cualquier ciudad
próspera.

Y paralelamente a estos millones de pobres y excluidos sociales, en nuestra sociedad del


Norte desarrollado, vivimos en medio del confort y consumismo. Hemos aprendido a vivir
en una cultura hedonista , donde la comodidad y el placer , priman como valores máximos,
nos conmueven las tragedias humanas de los países del Sur , de las cuales que somos
testigos a través de los medios de comunicación y somos capaces de colaborar
ocasionalmente en algunas campañas de ayuda al necesitado, pero cualquier acción que
implique un mayor esfuerzo nos resulta difícil de asumirla, damos por sentado que este
mundo nos pertenece, que este estilo de vida lo merecemos; nos creemos tener el derecho
adquirido de gastar sumas exorbitantes en caprichos personales por el solo hecho de poseer
bienes y dinero, y no nos damos cuenta que la sociedad que vive en la pobreza y
marginación también comparte este planeta con nosotros, y, que si no nos preocupamos
por hacer un frente común en esta realidad, tarde o temprano nos alcanzaran las
consecuencias de esta injusticia social.

Entonces, os preguntaréis ¿qué podemos hacer cada uno de nosotros: el joven, la ama de
casa, el empresario, etc.;? Cada persona de esta sociedad, independientemente del rol social
que le toca vivir, pueda contribuir y ayudar al necesitado, lo único que se requiere es una
actitud de compromiso y permanencia, las acciones aisladas alivian nuestra conciencia y
alimentan nuestras emociones, pero lo que realmente pueda generar cambios, es ese trabajo
conciente y permanente, no importa lo pequeño o grande de la acción, algunos podrán
colaborar directamente en el terreno, a otros les tocará apoyar este trabajo desde su entorno,
pero lo que nos debe quedar muy claro, es que todos tenemos la oportunidad de dar lo que
nos ha sido dado por gracia y demostrar, que con la ayuda de Dios, otra forma de vida es
posible para esos millones de personas sin esperanza.

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