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RESUMEN EXPLICATIVO
En su libro ¿Qué es esa cosa llamada ciencia?, Chalmers empieza con la frase En la era moderna se siente un
gran aprecio por la ciencia. Pero dicha afirmación es modificada por el mismo autor en este libro ya que la
ciencia deshumaniza porque no trata como es debido a las personas y a la naturaleza.
Si hacemos un balance de los que defienden y los que atacan a la ciencia, encontraremos un elevado número
de personas que están en contra. Estas personas consideran que los avances tecnológicos ponen en peligro
nuestra sociedad y nos destruyen a nosotros mismos.
Sin embargo, existen (aunque en menos número) las personas que le tienen una elevada consideración a la
ciencia.
A pesar de este claro desagrado hacia la ciencia por parte de la sociedad, muchos filósofos y sociólogos se
interesan por ella, ya sea para venerarla o para ridiculizarla. Entre ellos se encuentra Paul Feyerabeud que se
opone a la ciencia y lo demuestra de la siguiente manera :
... las actitudes corrientes con respecto a la ciencia equivalen a una ideología que desempeña un papel
semejante al que desempeñaba la Cristiandad en la sociedad occidental hace unos cuantos cientos de años y
de la que necesitamos liberarnos.1
Existe una especie de debates entre los que rechazan y los que veneran la ciencia.
Entre estos últimos, se encontraban los positivistas lógicos, que defendieron la ciencia y la distinguieron del
discurso religioso y metafísico. El objetivo de éstos fue construir una definición general de la ciencia y de sus
métodos y criterios. Una vez conseguido esto, pretendían desafiar la pseudociencia, de la que hablaremos más
adelante.
Esta definición general o concepción general trataba de ser universal y ahistórica. Universal porque intentaba
aplicarse a todas las afirmaciones de la ciencia por igual y ahistórica porque se aplicaría tanto a las teorías
pasadas como a las presentes y futuras. Estos fueron los rasgos más significativos del positivismo lógico.
El positivismo persiste y lo podemos apreciar fijándonos en filósofos de la ciencia tan destacados como Imre
Lakatos y Karl Popper. Lakatos consideraba que el problema de la filosofía de la ciencia era establecer las
condiciones universales.
Actualmente podemos encontrar científicos que están de acuerdo con utilizar una concepción universal del
método científico para así, de esta manera, mejorar y defender la ciencia.
Chalmers considera que la estrategia positivista está equivocada si lo que pretende en realidad es defender la
ciencia. Los positivistas no distinguen entre normas y método universal absoluto, por un lado, y normas y
métodos contingentes sujetos a cambio, por otro.
Por otra parte, si las normas se hallan implícitas en las prácticas que tienen éxito, no se puede evaluar dichas
prácticas sin aquella. Por ejemplo, si comparamos la física aristotélica y la física galileana, nos damos cuenta
que para argumentar cuál de las dos es superior, necesitamos alguna norma superior, ya que las normas
aristotélicas nos llevan a adoptar un aposición a favor de la física de Aristóteles, mientras que las otras normas
van a favor de Galileo. Esto nos lleva a la necesidad de un método universal.
Como dice Chalmers, tenemos normas absolutas o tenemos el relativismo escéptico. Pero esto, en cualquier
caso, es cuestión de gusto.
Chalmers intenta encontrar un término medio entre el método universal y el relativismo escéptico.
Primeramente, hace falta la finalidad de la ciencia, que es establecer teorías y leyes generales aplicables al
mundo. Si establecemos estas teorías y leyes de la manera más exigente posible, obtendremos en qué medida
son aplicables al mundo y, por tanto, la medida en que son útiles. La finalidad de la ciencia se evalúa según los
distintos intereses.
Para Chalmers, la física es una empresa objetiva y progresiva. Su argumentación se apoya en lo que ha
logrado la física y cómo lo ha conseguido. Todo auténtico conocimiento se ha de conformar a los métodos y
normas de la física. De manera que, hay cuestiones que se presentan como científicas porque se supone que
han sido construidas con métodos similares a los de ésta.
Tales cuestiones son las que son criticadas por Chalmers y llamadas pseudociencia. Chalmers tan sólo evalúa
las disciplinas con finalidades y métodos similares a los de la física y deja de lado las demás disciplinas.
El ser humano es quien evalúa el conocimiento y para comprender de qué maneras se puede hacer, se debe
analizar los aspectos relevantes de la naturaleza humana, que son : la capacidad que tienen los humanos de
razonar y de observar el mundo mediante los sentidos.
Descartes era partidario del primero de los aspectos y, según él, había que liberarse de muchos errores que nos
podían confundir y no llegar a entender la naturaleza del conocimiento y sus límites.
John Locke explica que es necesario examinar nuestras propias capacidades y ver a qué se puede enfrentar
nuestro entendimiento. La más importante de dichas capacidades es la de observar el mundo mediante los
sentidos.
Tanto las teorías racionalistas como las empiristas padecen serios problemas internos. Así lo argumenta
Chalmers :
Los racionalistas, que intentan justificar como verdades del mundo las proposiciones a las que llegan a
través de la claridad y nitidez del pensamiento, se vieron de hecho obligados a adoptar una noción
problemática de autoevidencia. (Merece la pena recordar que la mayor parte de la física de Descartes, que
intentaba justificar apelando a su método racionalista, resultó ser totalmente falsa).2
También los empiristas se enfrentaron con sus problemas : la inexactitud y el alcance restringido de los
sentidos.
Estos problemas son suficientes para desacreditar los intento de basar la teoría de la ciencia en la naturaleza
humana. Sin embargo, no se deben rechazar como concepciones adecuadas de la ciencia.
Los humanos somos capaces de pensar y sentir. Sin embargo, no se puede justificar la naturaleza del
conocimiento científico apelando a la razón, ya que, de esta manera, cambia históricamente pues el
razonamiento y la experimentación implicados en la ciencia evolucionan también históricamente.
Algunos filósofos deducen que para comprender la ciencia y sus método, debemos centrarnos en la propia
ciencia y los métodos que incorpora. Estos filósofos consideran que la física y su historia ilustran la ciencia en
todo su esplendor. De manera que, se intenta desarrollar la teoría que más se asimile a la física. Pero nos
encontramos con un problema : no disponemos de ninguna teoría adecuada a la ciencia y sus métodos que sea
compatible con la historia y la práctica contemporánea de la física. Y así lo señala Feyerabeud en su libro
Contra el método.
Los sentidos no son un método seguro para identificar la ciencia, pues los enunciados observacionales son
contrastables y revisables y, por lo tanto, son modificables. Como bien dicen los positivistas, la ciencia tiene
una base observacional, sin embargo, las teorías científicas no pueden ser verificadas por esa base.
El principal rival del positivismo es la concepción falsacionista de la ciencia de Popper. Popper dice que las
teorías científicas son susceptibles a ser mejoradas o sustituidas. Pero algunos de los criterios falsacionistas
tienen problemas semejantes a los del positivismo, pues si los aplicamos, muchas de nuestras teorías más
admiradas dentro de la física dejan de quedar calificadas como científicas.
Popper no cree que hay que descartar las teorías cuando presentan algunos síntomas de dificultad, pues, según
él, si hacemos esto nunca llegaremos a descubrir dónde se halla el auténtico poder de las teorías. El criterio de
demarcación popperiano para distinguir lo que es ciencia de lo que no es, se puede dividir en dos partes : una
lógica y otra metodológica. La parte lógica reconoce que si una teoría ha de efectuar alguna afirmación
sustantiva sobre cómo es el mundo, debe haber formas posibles de reconocer que el mundo es diferente a
como afirma la teoría. En este aspecto se nos muestra una falsabilidad, entendida como posibilidad de
conflicto entre las predicciones de una teoría y algún resultado observable.
El aspecto metodológico está ideado para solucionar la falsabilidad que acaba de aparecer.
Tiene que ver con el carácter de la estrategia adecuada que hay que adoptar ante las falsaciones aparentes :
hay que someter a crítica las teorías, pero no deben ser modificadas introduciendo supuestos incontrastables
para solucionarlas porque este es un método acientífico.
Pero aparece un problema : si se formula el criterio de demarcación de Popper lo suficientemente fuerte para
que actúe, entonces, la física no puede ser considerada científica, porque nuestras más preciadas teorías físicas
se enfrentan a problemas que los físicos solucionan de la manera que el aspecto metodológico critica.
A estas dificultades y a las de la estrategia positivista se enfrenta Lakatos con su metodología de los
programas de investigación científica. Según Lakatos, un programa es científico si abre vías de investigación y
si dicha investigación conduce a algún éxito en forma de predicciones nuevas que se confirman. Por lo tanto,
si existe algún conflicto en algún aspecto de una teoría, no debe clasificarse como falsación, sino como
anomalía. Pero este programa de investigación tiene también problemas. Uno de ellos es que carece de fuerza
normativa porque nunca podrá ser rechazada una teoría, ya que el éxito puede estar siempre muy próximo.
Esto nos demuestra que es un método ineficaz para combatir la pseudociencia. Podemos notar que Lakatos y
todos los que siguen estrategias similares suponen que todo conocimiento científico debe compartir los
métodos y normas de la física.
Se podría entender la finalidad de la ciencia como la producción de conocimiento del mundo y, por lo tanto, la
finalidad de la física como la producción de conocimiento del mundo físico. Cabe distinguir entre dos tipos de
finalidades: la de producir conocimiento y la de servir los intereses políticos o económicos de clases y grupos
específicos.
En las ciencias físicas se han desarrollado técnicas para producir conocimiento que afrontan la finalidad de la
ciencia.
Un rasgo importante del conocimiento científico es la generalidad. Hay una cierta conexión entre generalidad
y utilidad. Aunque ha aumentado la importancia de la ciencia como medio de ofrecer un control ampliado y
mejorado sobre la naturaleza, existe una cierta resistencia a aceptar una identificación entre la ciencia y su
aplicación práctica. La ciencia busca entendimiento y la mejora tecnológica es un subproducto de este
entendimiento ampliado.
Si nos aferramos demasiado a la imagen de la ciencia como búsqueda de generalidades teóricas, se pierden
importantes características de la ciencia, porque muchos descubrimientos han sido conseguidos de manera
experimental y práctica, y no contrastando teorías.
Cabe una distinción entre ciencia matemática y ciencia experimental (o baconiana en el siglo XVII). La
ciencia matemática conllevaba leyes matemáticas con un elevado grado de generalidad, mientras que la
ciencia baconiana implicaba un saber−cómo práctico, basado en el experimento de ensayo−y−error.
Existen dos razones por las que la existencia de la ciencia baconiana no valida el hecho de centrar la atención
en la generalidad científica. La primera razón responde a la cuestión de cómo se pueden explotar los efectos
prácticos fuera de las situaciones en las que han sido creados. La respuesta requiere una comprensión teórica
adecuada de la situación. La segunda razón es que las generalizaciones teóricas científicas han constituido el
blanco principal del ataque escéptico o relativista, más que su eficacia práctica.
Si adoptamos como finalidad de la ciencia, el establecimiento de generalizaciones, nos damos cuenta de que
existe un problema: cómo establecer dichas generalizaciones.
Las filosofías de Platón y Aristóteles incluían respuestas a este problema. La solución de Platón era suponer
que nuestras afirmaciones sólo se aplican con certeza a un mundo ideal. Pero la postura de Platón no aporta
una solución al problema, ya que buscamos conocimiento del mundo real.
Aristóteles distinguió entre propiedades y comportamiento esencial y accidental. Y tan sólo es posible el
conocimiento de lo esencial. Su razonamiento ex suppositionne elude al problema. Sin embargo, sigue
habiendo una dificultad básica: el método en que se llega a las explicaciones causales de los hechos.
Ni Aristóteles ni sus sucesores disponían de la respuesta a las técnicas que distinguen lo esencial de lo
accidental. La experiencia también es incapaz de llegar hasta las causas necesarias para distinguir lo esencial
de lo accidental.
En la física de Galileo encontramos una nueva solución al problema de cómo validar las generalizaciones
científicas. No se puede verificar la teoría de Galileo apelando a la experimentación, pues sus afirmaciones no
nacían, por lo general, de la experiencia. Sus teorías y leyes científicas describen las tendencias que tienen los
sistemas a comportarse de maneras determinadas. No existe una garantía de que las leyes identificadas en la
actividad experimental continúen aplicándose fuera de las situaciones experimentales.
La ciencia moderna ha reemplazado la finalidad utópica de la certeza por el requisito de desarrollo o mejora
continua. Este desarrollo implica que una buena teoría nos diga algo que antes no se sabía.
Los individuos no construimos el conocimiento partiendo de cero, sino que tenemos muchos métodos para
producirlo y mejorarlo. Lo que debemos hacer es intentar añadir o mejorar el conocimiento disponible. Las
nuevas afirmaciones han de ser juzgadas por la medida en que suponen una mejora de lo que había antes. Los
requisitos de la ciencia moderna (desarrollo continuo y novedad cualitativa) son más exigentes que los de los
antiguos.
Como conclusión de la finalidad de la ciencia podemos decir que las generalizaciones científicas no pueden
ser justificadas a priori y que la exigencia de certeza es utópica, mientras que la exigencia de transformar y
ampliar continuamente nuestro conocimiento no es utópica. La ciencia puede ser practicada de una manera
que sirve, predominantemente, el interés de producción de conocimiento y no otros intereses de clases.
Los hechos objetivos están para los observadores (por medio de los sentidos), es decir, las experiencias
perceptivas de los individuos no están únicamente determinadas por los rasgos físicos, sino también se ven
influenciadas por las expectativas y el marco conceptual del observador, incluyendo la base teórica. Los
empiristas suponen que la percepción humana nos proporciona los hechos objetivos sobre el mundo que
constituyen los fundamentos de la ciencia. Sin embargo, las percepciones humanas no son objetivas. Se ven
influidas y conformadas de una manera importante por la subjetividad de los observadores, su bagaje teórico
y cultural y sus expectativas y punto de vista. Los juicios sobre lo que son los hechos observables en una
situación determinada variarán de persona a persona, de cultura a cultura y de escuela teórica a escuela
teórica. Dada esta relatividad de los hechos observables, la ciencia que se basa en ello es, de modo similar,
relativa a las personas, las culturas o las escuelas teóricas.3
Según Feyerabend, si consideramos la descripción que un observador hace de una situación, podemos
distinguir entre sensaciones implicadas y descripción verbal de la situación, aunque, en la práctica las dos
etapas van unidas. El proceso ocurre de la siguiente manera: ...cuando un observador se enfrenta a una
situación y la describe, conecta automáticamente sensación y descripción, la experiencia mental y la
descripción verbal aceptada sobre la base de la sensación.
El hecho de que la percepción tiene elementos subjetivos, no ha escapado de los científicos y se ha creado la
necesidad de reemplazar la mera observación por observaciones realizadas en circunstancias normalizadas que
siguen procedimientos rutinarios.
La adecuación y significado de los enunciados observacionales dependen de supuestos teóricos de diversos
tipos y, por lo tanto, son falibles y revisables.
Como señala Popper, lo problemático de los enunciados observacionales sobre el mundo es que son
susceptibles de resistir diversas pruebas. Lo que nos conduce a la objetividad de los enunciados son los
resultados de nuestras prácticas. La aceptabilidad de un enunciado observacional no se ha de atribuir al simple
hecho de que los expertos estén de acuerdo, a pesar de que tengan destreza y entrenamiento en la observación,
porque lo fundamental es la medida en que el enunciado es capaz de resistir las pruebas objetivas y que
conlleven el uso competente de los sentidos.
Galileo, con su cambio (el telescopio), supuso una transformación de la base observacional de la astronomía y
un cambio en las normas que rigen lo que se considera evidencia apropiada en la ciencia. La observaciones
que Galileo hizo con su telescopio, posteriormente publicadas, ayudaron a la defensa de la teoría copernicana.
Pero hay que plantearse una cuestión: ¿por qué hay que considerar preferentes los datos del telescopio frente a
los de los ojos sin más? Galileo no poseía ninguna teoría del telescopio, pero era bien conocido el hecho de
que ciertas lentes podían aumentar el tamaño. Se puede demostrar la veracidad de las observaciones
telescópicas de los objetos terrestres en virtud del hecho de que se pueden confrontar los datos telescópicos
con la observación del objeto visto sin ayuda.
Galileo era consciente de sus posibles errores en lo referente a la observación de los planetas y las estrellas ,
pues hay una notable diferencia entre observar algo ya conocido, a dirigirse a algo desconocido. Según la
concepción filosófica de la percepción sensorial de los opositores a Galileo, los sentidos proporcionan
información fiable sobre el mundo, de manera que podemos fiarnos de ellos en condiciones normales. Por el
contrario, algunos pensaban que sólo la visión directa tenía el poder de captar la auténtica realidad. La
introducción del telescopio de Galileo iba, en efecto, en contra de la percepción sensorial inasistida.
Galileo observó los satélites de Júpiter e ideó un procedimiento objetivo para medir la separación de los
satélites con respecto a Júpiter y esto le permitió armar una defensa muy fuerte a favor de la veracidad de las
observaciones de los satélites mediante el telescopio y de las órbitas que les atribuía.
Según la teoría copernicana, la distancia de un planeta a la Tierra debe variar durante el traslado de cada uno
de ellos alrededor del Sol. Pero las distancias que se observan con el microscopio no son las mismas que las
que se pueden apreciar sin ninguna ayuda instrumenta. Ante esta contradicción, Galileo apeló que el ojo
introducía un obstáculo propio al ver fuentes luminosas distantes y pequeñas.
Así pues, las observaciones efectuadas por Galileo proporcionan una razón para aceptar los datos del
telescopio en el terreno astronómico.
La experimentación debe proporcionar fundamentos seguros a la ciencia. Sin embargo, algunos rasgos de la
experimentación resultan inapropiados para constituir una base observacional segura. Los resultados
experimentales deben ser apropiados y significativos y cuando dejen de serlo, hay que rechazarlos o
reemplazarlos.
Los enunciados observacionales resultan inapropiados para constituir resultados experimentales significativos
para la ciencia.
Popper lleva a cabo la elaboración de un componente clave del falsacionismo: la noción de contenido empírico
de una teoría. Según él, buscamos en la ciencia teorías con alto contenido empírico y eso equivale a optar por
teorías falsables. Popper define el contenido empírico de una teoría como falsadores potenciales, que son los
denominados enunciados observacionales que chocan con la teoría.
Los falsadores potenciales de una teoría son aquellos resultados experimentales que si ocurren, contradicen la
teoría. Sólo es posible falsar una teoría mediante la experimentación controlada. Los experimentos que
proporcionan estos falsadores potenciales de una teoría con éxito, en vez de ser incorporados, son rechazados
como irrelevantes.
Seguidamente trataremos la defensa de la experimentación ante el ataque escéptico. Los resultados
experimentales dependen de la teoría. Pero hay quienes extraen conclusiones un tanto escépticas, pues
concluyen que los resultados experimentales no pueden constituir la base objetiva de nuestras teorías porque
en sí mismos implican la teoría. No podemos contrastar teorías, pues esto no sería racional. Es necesario
declarar al escéptico, que los informes observacionales están formulados en un lenguaje que depende de la
teoría y que la experimentación no consiste en hablar del mundo, sino en actuar sobre él. Los resultados de
estos experimentos están determinados por el funcionamiento del mundo en vez de por las opiniones teóricas
de los experimentadores.
Existen algunas dudas escépticas sobre el papel que desempeña la experimentación en la ciencia. Los
sociólogos concluyen que ...hay implicada una circularidad cuando se considera que los experimentos
proporcionan la base contrastadora adecuada de los teorías científicas.5
Para acabar con la discusión de estos problemas de una manera objetiva, es necesario emplear algunas tácticas
no científicas ya que los recursos experimentales solos no son suficientes. Según Collins, para poder
considerar un experimento científico, basta con creer en ello. Sin embargo, Chalmers parece no estar de
acuerdo con estos sociólogos porque, según él, sus conclusiones no están justificadas ni siquiera por sus
propios estudios.
Si somos objetivos, las características de los individuos (raza, sexo, clase) que crean una teoría científica no
deben ser tenidas en cuenta, pues proceden de influencia sociales. Sin embargo, son muchos los sociólogos
que difieren de esta opinión ya que creen que la ciencia no es inmune a la explicación social. David Turnbull
lo argumenta diciendo que no hay nada peculiar en el conocimiento científico, pues está sujeto a influjos y
determinantes, como el resto de formas de conocimiento.
Debemos considerar en qué sentido se dice que la ciencia es susceptible de explicación social. Primeramente,
hemos de distinguir entre los aspectos cognitivos de la ciencia, y los no cognitivos. Estos últimos llevan
implicada la sociología y poseen un gran dominio legítimo, mientras que los aspectos cognitivos son los
conflictivos, pues surgen diversas opiniones al plantearlos. La ciencia puede establecer verdades sobre el
mundo natural en forma de leyes universales de la naturaleza, las cuales han sido confirmadas mediante
enunciados utilizados para juzgar una teoría no son universales, ya que dependen del contexto y son
susceptibles de cambio. La cuestión lógica de que existen infinitos enunciados universales compatibles con un
determinado conjunto finito de enunciados observacionales lleva a los filósofos tradicionales de la ciencia a
la conclusión de que existen infinitas teorías científicas compatibles con la evidencia dada.6
Los sociólogos de la ciencia que quieran argumentar que la ciencia está, en parte, determinada por la sociedad,
deben hacer algo más que combatir filosofías de la ciencia extremas.
El conocimiento científico tiene en sus orígenes una concepción sociológica. Muchos de los conceptos y
prácticas empleados en la ciencia, tienen sus orígenes en el mundo social ajeno a la práctica científica
concebida.
Hay un debate abierto entre sociólogos del conocimiento científico y sus oponentes sobre si hay que explicar o
no las creencias de los científicos. Normalmente, no tenemos la posibilidad de conocer el grado de creencia
que el científico tiene sobre la teoría que desarrolla. Así pues, pueden haber científicos trabajando en teorías
en las que no creen para desacreditarlas, y, sin esperarlo, contribuir a la demostración de dicha teoría. Estas
creencias serán racionales si se forman a partir de buenas razones, e irracionales si son producidas por causas
psicológicas y sociológicas.
Karin Knorr−Cetina insiste en que resulta inadecuado considerar el desarrollo de la ciencia basándose en las
creencias de los científicos. Las explicaciones sociológicas del contenido cognitivo de la ciencia sólo resulta
apropiado explicarlas en el caso en que la ciencia se haya equivocado. Sin embargo, si la ciencia ha resultado
fructífera, tan sólo hace falta recurrir a una explicación racional para explicar su progreso. Esto es debido a
que las explicaciones sociológicas recurre a influencias externas. Sin embargo, Chalmers no comparte esta
misma opinión.
Según Hamlyn, los modos en que podemos percibir algo se pueden dividir en: modos adecuados y modos
erróneos. La manera adecuada de percibir algo no necesita ninguna clase de explicación porque percibir de
forma correcta es su propia explicación. De esta manera lo explica Chalmers: Es perfectamente legítimo
preguntar cómo es que la percepción humana funciona de la forma en que lo hace, tanto cuando funciona
correctamente como cuando nos engaña. Sin embargo, no resulta difícil modificar la postura de Hamlyn de
manera que conserve la asimetría, pero evitando la afirmación de que percibir de forma correcta es, de algún
modo, su propia explicación. En el contexto en que el mecanismo de percepción se da por sentado, no es
necesario invocar ninguna explicación especial de por qué la gente ve lo que ve. En ese contexto, si Macbeth
afirma que ve una gada ante sí, no se pide una explicación cuando está la daga presente, mientras que se pide
una explicación `externa', quizá acudiendo al estado psicológico de Macbeth, si no hay ninguna daga.7
CHALMERS, Alan
La ciencia y cómo se elabora.
Editorial Siglo XXI. Madrid, 1992.·
Lo que intenta explicar esta cita es que, por una parte, existen infinitos enunciados universales, y por otra, un
determinado conjunto finito de enunciados observacionales, que son compatibles entre ellos.
A partir de una observación se pueden extraer diversos enunciados observacionables, que en cualquier caso
serían finitos. Pero, sin embargo, se pueden crear infinitos enunciados universales.
El hecho de que estos enunciados sean compatibles es lo que ha llevado a los filósofos tradicionales de la
ciencia a concluir que existen, por lo tanto, infinitas teorías científicas.
Sin embargo, yo no estoy de acuerdo con lo que se dice en esta cita, ya que se contradice si comparamos lo
que se ha dicho de las teorías científicas con las situaciones que se encuentran en la ciencia real, donde los
científicos, muchas veces luchan por encontrar una teoría factible que sea compatible con alguna evidencia
problemática.
Tras la lectura del artículo "La observación depende de la teoría" incluido en el libro ¿Qué es esa cosa
llamada ciencia? (1976) de Chalmers, A.F., nos hemos planteado resolver dos preguntas ¿comienza la
ciencia con la observación? y ¿proporciona la observación una base segura al conocimiento científico?
Para demostrar que la ciencia no comienza con la observación, puesto que la observación ha de ser posterior a
la teoría, Chalmers aporta gran cantidad de ejemplos que nos confirman que las impresiones subjetivas
experimentadas por los observadores ante cualquier situación, u objeto, están influidas por su experiencia, por
su conocimiento, su estado interno, es decir su sexo, su salud, su edad... uno de estos ejemplos sería el
siguiente: cuando decimos a un niño no te acerques al fuego, el niño está observando el fuego, pero como no
tiene la teoría de que el fuego le puede quemar no se va a quitar hasta que alguien se lo ordene, adquiriendo
con el tiempo dicha teoría.
Además para poder apreciar totalmente lo que deseamos ver, en ocasiones debemos saber como hacerlo, es
decir, debemos aprender a ver, como Galileo lo hizo para reconocer e interpretar las partes del Universo. Ello
nos puede sugerir que entonces varios observadores que ven la misma escena interpretan de diferente modo lo
que ven.
Esto es porque no hay una relación directa con lo que vemos. Sino que interviene nuestro córtex central del
cerebro que es el que responde ante lo que "ven" nuestros ojos.
Por tanto mencionaré la tesis fundamental; que dice que una teoría debe preceder a todos los enunciados
observacionales y que los enunciados observacionales son tan falibles como las teorías que presuponen.
También podemos decir que sin teoría no podemos observar con precisión. Luego si lo unimos a lo anterior ya
hemos contestado las dos preguntas que nos llevarán a pensar en las consecuencias que tienen actualmente las
afirmaciones de Alan Chalmers, puesto que ya no vemos a la ciencia como una personificación de un Dios; es
decir, como una verdad absoluta e irrevocable.
Apoyándonos en que la ciencia es básicamente teoría podemos criticarla y discutirla. A veces necesitaré unos
conocimientos, para estar a la altura pero una vez llegado a ese grado veremos que la ciencia, un campo tan
multiplicado y considerado imparcial, también se encuentra influenciado por intereses de todo tipo.
Al igual que ocurren hechos a escala mundial (llegan a nosotros por los medios de comunicación) y todos o la
mayoría opinamos distinto sobre ellos; cuando se trata de un hecho científico también ocurre lo mismo, sin
embargo, en los dos caso sólo se trata de mostrar clara y creíble la opinión o versión que más interesa oír de
acuerdo con el momento temporal; como sucedía en la época medieval cuando todo se justificaba a través de
Dios.
Ahora todo se explica con ciencia, pero como hemos visto también es falible. Aunque esto sea casi imposible
de asimilar por la sociedad en la que vivimos hay que considerarlo para evitar un abuso de manipulación
social influido por los intereses creados mundialmente.
Como conclusión de Chalmers, decir " que la ciencia es un objeto de conocimientos que se desarrollan
históricamente y que solo se puede apreciar correctamente una teoría si se presta la debida atención a su
contexto histórico. Y la apreciación de una teoría está íntimamente vinculada a las circunstancias en las cuales
apareció esa teoría por primera vez."
A lo largo de todo el texto has podido comprobar cómo nuestros ojos nos engañan, y ante una misma imagen
cada persona puede ver una cosa diferente dependiendo de su experiencia, conocimiento, estado interno... Hay
mucho más de lo que descubre cada ojo.