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Nada significa para el ciudadano de a pie que estén por cumplirse 10 años de la
primera ley de transparencia en el país (Jalisco), que se hayan formulado más 660
mil solicitudes de información a la administración pública federal (APF) y cientos
de miles más al resto de sujetos obligados en el país, la reforma al artículo 6º
constitucional en 2007 o que México sea un referente internacional en
transparencia.
Educar a amplios sectores de la sociedad en este campo es una tarea que rebasa
la capacidad de las autoridades en la materia. Pero al menos hay que desarrollar
estrategias multiplicadoras que permitan formar en cascada formadores para
expandir el conocimiento y las destrezas suficientes para el ejercicio de este
derecho, y buscar centros de orientación para su uso como bibliotecas públicas
(hay 7,300 en el país), centros comunitarios digitales, escuelas, universidades,
centros comunitarios de aprendizaje, unidades de enlace y sus equivalentes en los
estados, ciertas oficinas públicas como las de correos y telégrafos, incluso
cibercafés.
Otra tarea que hay que atender con prioridad es la de demostrar al ciudadano de a
pie las diversas utilidades sociales que tiene el derecho de acceso a la información
pública, más allá de las que se repiten en cada congreso (fiscalización al gobierno,
combate a la corrupción, contribuir a la rendición de cuentas, etcétera). En tanto
las personas no encuentren sentido a este derecho no les significará nada.
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Coordinador de Información y Sociedad, Iniciativa Ciudadana. ethoscom@yahoo.com