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METAFISICA DE LA TENTACION
EN EL
MONASTICISMO ORTODOXO ORIENTAL

Dr. ILIAS BANTEKAS*


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I. INTRODUCCION

El propósito de este tratado es exponer las enseñanzas y la tradición monástica


de la Iglesia Ortodoxa Oriental, en cuanto a la naturaleza de las tentaciones y los
remedios disponibles para combatirlas. Para este fin examinaremos el origen de las
tentaciones como representaciones mentales. El papel de los demonios como emisarios
de las tentaciones, los mecanismos por los que sus destinatarios, las almas humanas,
reciben las representaciones mentales y posteriormente inflaman las facultades
irascibles y concupiscentes del alma y producen un impulso. Después observaremos la
naturaleza del combate entre los demonios y los seres humanos, y el papel de Dios al
permitir que seamos afligidos por los demonios y sus tentaciones. También
examinaremos la forma en que Dios mismo nos tienta y cuál es el propósito de tal
intervención. Finalmente, examinaremos los remedios propuestos por los monjes más
experimentados, como han sido legados por la tradición oral y escrita, clasificando tales
remedios en los que son apropiados para todos los monjes sin tener en cuenta la
experiencia (universales), y aquellos reservados solamente para los más experimentados
de los hermanos. Debe considerarse desde el comienzo, que la premisa de las fuentes
utilizadas en esta obra tiene como su audiencia primaria a las comunidades monásticas y
no a los laicos. Así, aunque es posible para personas de cualquier estilo de vida
comprender y seguir las prescripciones aquí descritas, en algún grado por lo menos, en
lo que se refiere a personas que viven en “el mundo”, el contexto y la audiencia son
específicas en la mente de sus autores.

II. LOGISMOI O REPRESENTACIONES MENTALES

La tradición Ortodoxa cree que las tentaciones y lo malos pensamientos están


guardados en nuestro corazón, y es desde allí que ellos afligen nuestro cuerpo e
intelecto. Mateo 15:19 dice: “Del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios,
los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las
blasfemias.”¿Cómo se explica esto en términos prácticos y vivenciales? Tentaciones y
Logismoi son sinónimos, por lo menos en cuanto a sus efectos. Logismo significa una
sugestión o representación mental cuyo origen está afuera del corazón, la cual según la
disposición y contenido de la sugestión, puede ser buena o mala. En este ensayo nos
dedicaremos a los malos logismoi, los que siempre son malas sugerencias, en el sentido
de que siempre traen turbulencia en donde debe reinar la paz interna y empujan la mente
hacia el vicio.

La tradición monástica explica que las tentaciones como logismoi, corresponden


a las tres facultades del alma que son: racional, concupiscible (apetitiva) y la irascible
(thumikon), y así aparecen tres tipos de logismoi: de lo racional se originan los logismoi
de incredulidad hacia Dios, el no-discernimiento y todos los que se describen
típicamente como blasfemos [1]. De la facultad concupiscible brotan los logismoi del
hedonismo, la ambición, el amor por el dinero y todos los generalmente llamados sucios
[2]. De la facultad irascible se derivan los logismoi de asesinato, venganza, odio, coraje
y todos los conocidos como malignos [3]. Como veremos posteriormente, San
Nicodemo propone el concepto de combatir los logismoi mediante el fortalecimiento de
las virtudes opuestas. Evagrio Ponticus es mejor conocido por su amplio examen y
categorización de pensamientos y tentaciones en sus obras: Sobre los pensamientos y el
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Praktikos (versión griega abreviada de El Monje: Tratado de la Vida Práctica). Los tres
principales pensamientos malignos son: glotonería, vanidad y avaricia. Estos dan lugar a
los otros cinco: lujuria, desaliento, orgullo, abatimiento y odio [4]. Evagrio enseña que
cada vicio tiene su correspondiente demonio y que todos están ligados a los tres
principales: La glotonería es la puerta de los pensamientos lujuriosos y conduce al
asceta descuidado a la fornicación, por la agitación de la facultad concupiscente del
alma. La avaricia culmina en un celo por la comida, las posesiones, la presunción y
agita la parte irascible del alma. Finalmente, la privación de cualquiera de éstas conduce
al desaliento, y la falla en combatir la avaricia conduce al orgullo [5].

Al intentar hallar una respuesta al origen de estas representaciones mentales, los


apologistas, principalmente Orígenes, y los primeros Padres de la Iglesia, se enfocaron a
la sexta petición del Padre Nuestro: “Y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del
maligno.” Orígenes, siendo maestro de la alegoría, no sancionó una interpretación
literal, porque en su opinión las tentaciones son una parte necesaria de nuestra condición
humana. La consecuencia de esta exégesis es que la petición se refiere a nuestros
esfuerzos para no sucumbir a las tentaciones, y no a que deban terminar del todo [6].
Para Gregorio de Nissa, las tentaciones son inevitables en la vida en el mundo, porque
el mundo está bajo el maligno. El mal es conocido por muchos nombres, según sus
manifestaciones. En este sentido, Gregorio describe los logismoi como ataques del Mal
en la forma de atractivos mundanos. [7] El concepto de tentación en Gregorio no es por
tanto distinta a la de Orígenes, pero mientras que éste último considera a la tentación
como una etapa transitoria en nuestra lucha terrenal, Gregorio sugiere sin dudar que la
cura está en el asceticismo [8]. Sin embargo, ninguna de estas definiciones explica por
qué las tentaciones persisten en la lucha ascética, y a un grado aun más alto que en la
vida mundana, así como por qué Dios permite que el Mal provoque nuestra alma y casi
con certeza nos lleve a sucumbir al pecado. Finalmente, para Macario de Egipto, la
herencia espiritual de la caída de Adán es el pecado inherente: “la herencia maligna de
las pasiones.”[9]

Para los ascetas Ortodoxos, el Maligno es una entidad corpórea y no corpórea.


Es principalmente en contra de él que su combate terrenal por entero (tanto corporal
como mental) está concentrado. El único propósito del Maligno es obstruir nuestra
visión de la luz inefable y la gloria de Dios, al mantenernos en nuestra oscuridad actual
por medio de una infinita cadena de seducciones mundanas. Sin embargo, este concepto
contiene varias contradicciones teológicas. Por una parte, Dios es la causa primaria de
todo lo que existe, y por tanto del Mal. Y por otra, Dios es Bondad, Amor y Justicia, por
tanto no es posible que pudiera desear nuestro encarcelamiento bajo Satán. La única
conclusión racional es que Dios permite al Mal castigar con logismoi tentadores a la
humanidad, de modo que podamos llegar al humilde conocimiento de nosotros mismos
y de nuestras debilidades, y recibir su Gracia. [10] Igualmente, a causa de nuestra
voluntad natural, que está modelada a partir de las cualidades indivisibles de Dios, no es
vano esperar que nosotros derrotemos las tentaciones si hacemos a un lado nuestra
voluntad gnómica [11], y vivimos una vida en Cristo. Satanás, o el Maligno, viene a
nosotros como entidad corporal e inflinge dolor corporal y sufrimientos reales (esto es
raro, sin embargo), [12] pero principalmente imparte sugestiones o logismoi que hallan
lugar en nuestra mente y corazón, los que a su vez provocan varias pasiones. Lo
anterior, esto es, la presencia corporal de Satanás, está más allá del ámbito de las
tentaciones como tales, así que confinaremos nuestro estudio a estas últimas. Las
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tentaciones, por tanto, están personificadas y son evocadas por los demonios. Evagrio
distingue entre dos clases de demonios y sus vicios correspondientes. Los primeros
tientan a la persona como a un ser humano, mientras que los segundos como a un ser
irracional. Los primeros provocan en nosotros representaciones mentales de vanidad y
orgullo, a los cuales los seres irracionales son insensibles, mientras que los de la
segunda clase provocan nuestra irascibilidad y concupiscencia en contradicción a la
naturaleza. [13]

San Atanasio describe los logismoi atacando a San Antonio y brotando de Satán,
como de dos clases: los que existen solamente en forma de pensamientos sucios, y los
que son generados por la personificación de Satanás en atractivos objetos o entidades
vivientes, como mujeres, glorias y riqueza. [14] Esta última clase no constituye una
sugestión en si misma, pero al igual que una sugestión provoca y enciende las pasiones
del corazón, por medio de la vista. Por tanto, la tentación de Satanás es tanto un
logismoi o sugestión que no es transmitida por medio de los cinco sentidos, como un
concepto que es intermediado por uno de los cinco sentidos. Esto necesariamente
significa que ni los logismoi, ni lo sentidos de percepción, son lo suficientemente
poderosos en si mismos para provocar alejarse de Cristo. Ellos son, sin embargo, parte
de la cadena de causas que conducen al pecado en la siguiente secuencia: Logismoi - - >
brote de pasión - - > acción en respuesta a la pasión. Esta explicación es útil para
entender más adelante, por qué los ascetas Ortodoxos declaran que nuestra lucha es
viable solamente en la etapa de combatir los logismoi, mientras que en la siguiente fase
en que los logismoi han encendido las pasiones, es extremadamente difícil de vencer, al
igual que una represa cuyo muro protector ha cedido ante las imperiosas aguas.

Y porque Satanás nos tienta hasta el final, nuestra vida es una constante lucha
contra él. [15] De hecho, Satanás, la fuente del mal, hizo esa maligna sugerencia a
nuestros primeros padres. [16] San Pablo describe claramente el propósito de nuestro
combate terrenal: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra
principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo,
contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.” [17] La tradición
Ortodoxa cree que el éxito mas grande de Satanás es convencernos de su no-existencia.
Según San Nicodemo, Satanás, quien de hecho es más de una entidad, habita alrededor
del corazón por virtud de su energía y no por su esencia. Antes del bautismo, la gracia
lleva al hombre a las buenas obras desde afuera, mientras que Satanás habita dentro del
corazón. Sin embargo, luego del bautismo, Dios permite a Satanás merodear alrededor
de nuestro corazón con el fin de poner a prueba nuestra voluntad. Es allí que el Maligno
intenta “empañar la mente con lujuria por la carne.” Es por eso que, agrega San
Nicodemo, los padres insisten que Satanás no quiere que la gente conozca donde habita,
para que no le resistan. [18] Satanás lucha en contra de nosotros en seis formas: arriba,
abajo por la derecha, por la izquierda, por el frente y por detrás. Estas formas
corresponden a nuestros esfuerzos por alcanzar la virtud: por debajo, nuestras omisiones
por negligencia que sufrimos para alcanzar la virtud; la derecha representa los demonios
engañándonos con una buena causa con el fin de volvernos hacia el mal; la izquierda
simboliza que aun cuando el Mal nos mira a la cara, los demonios nos urgen a pecar; el
frente es cuando los demonios nos atacan con logismoi e imágenes de cosas que están
por venir; y atrás, finalmente, los demonios luchan contra nosotros con recuerdos y
prejuicios de cosas del pasado. [19]
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Hemos visto en qué forma Dios permite a Satanás atacarnos con logismoi u
objetos perceptibles, pero es igualmente cierto que Dios permite que vengan las
tentaciones a nosotros, en mucho por la misma razón. Sin embargo, todo lo que viene de
Dios es una emanación de lo que Dios es, amor, y esta es la forma en que a veces las
tentaciones vienen a nosotros. Los asaltos de Satanás no son causados por amor, pero
son permitidos por Dios para nuestro beneficio. Así, San Juan de Damasco interpreta
Marcos 5:13 (Cristo dando permiso a los demonios de entrar a los cerdos): “En tanto
Dios permite que aun el hombre justo se encuentre con infortunios, para que la virtud
oculta en él pueda ser conocida por otros, como en el caso de Job. Otras veces, permite
que algo inicuo ocurra de modo que por esa acción aparentemente inicua, algo grande y
excelente pueda realizarse, como fue salvación de los hombres por la muerte en la Cruz.
Y aun de otra manera, El permite que un hombre piadoso sufra males, para que no caiga
en su propia presunción por la fortaleza y gracia que se le ha concedido, como en el
caso de San Pablo. Alguien puede ser abandonado por un tiempo para la corrección de
otros, de modo que al observar su estado otros puedan ser instruidos… Dios provee para
toda la creación y por medio de toda la creación El hace lo bueno e instruye, a veces
hasta hace uso de los mismos demonios, como en el caso de Job y de los cerdos.” [20]

Es evidente, por tanto, que Dios mismo hace uso de los logismoi y las imágenes
perceptibles para nuestro beneficio. [21] Las tentaciones, ya sea como logismoi o
imágenes perceptibles o situaciones, son numerosos en clase, variando desde
pensamientos lujuriosos hasta calamidades tales como la muerte de personas familiares
y enfermedades. Como veremos al tratar acerca de los remedios, el auto control sobre
los tres principales vicios/tentaciones, aunado a ejercicios ascéticos/corporales y
ejercicios espirituales, ayudan a evitar cualquier turbulencia adversa en el espíritu y a no
encender las pasiones contrarias a la naturaleza. No queda claro en la literatura sobre el
tema si los primeros Padres de la Iglesia y los posteriores ascetas entendían que Satanás
tiene el poder de infligir todo el rango de imágenes perceptibles (incluyendo la
enfermedad y la muerte), o si la providencia divina le permite hacer eso. La pregunta es
sobre todo importante a la luz de la creencia de los Padres de que Satanás en ocasiones
asume una existencia corporal, con el fin de dañar físicamente a aquellos ascetas que
han erigido una sólida muralla en contra de sus logismoi. La respuesta necesariamente
debe ser afirmativa, porque hasta las personas pueden hacerse daño unos a otros. Sin
embargo, debemos calificar el poder de Satanás sobre el hombre, y atribuirlo siempre a
la amorosa providencia divina.

Finalmente, en algunos escritos se cita un tercer origen de la tentación: otras


personas y nuestra propia naturaleza pecadora. [22] Es cuestionable, sin embargo, que
seamos capaces de producir tentaciones por nosotros mismos, pues esto negaría la
lógica de la tentación misma. En cambio, cuando uno dice que por nuestros pecados nos
tentamos a nosotros mismos, la interpretación correcta debe ser, que nosotros
empleamos la voluntad gnómica conjuntamente con las tentaciones. En cuanto a que las
tentaciones emanan y son dirigidas hacia otros seres humanos, estas constituyen una
tercera clase en la medida en que no son provocadas por Dios ni por Satanás. Sería
irracional suponer que éstas no tienen un lugar en la providencia divina, aunque están
sujetas a la libre voluntad del tentador.

III. LAS PASIONES COMO RESULTADO DE LAS TENTACIONES


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La tentación de Cristo en el jardín de Getsemaní constituye la tentación


prototipo de la existencia humana. La tentación en ese caso fue la muerte irremediable
por crucifixión y el temor producido como resultado. Sin embargo, Cristo no permitió
que su voluntad gnómica se sobrepusiera a su voluntad natural, y así impide, por la libre
voluntad, la entrada de la tentación en el corazón donde se inflaman las pasiones que
llevan al pecado. San Juan de Damasco explica con elocuencia el “efecto dominó” que
resulta al provocarse la pasión: “La pasión es un movimiento de la facultad apetitiva que
se siente como resultado de una percepción sensorial del bien o del mal. También puede
definirse de otra forma: La pasión es un movimiento irracional del alma ante una
impresión del bien o del mal. Así, la impresión del bien provoca el deseo, mientras que
la impresión del mal provoca la ira. La pasión en un sentido general o común se define
así: La pasión es un movimiento de alguna cosa provocado por otra”. [23]

La pasión es, de hecho, una reacción ante un evento externo. Sin embargo, aun cuando
al evento externo (logismoi) no se le impida entrar a las facultades del alma, nosotros, a
diferencia de los seres brutos e irracionales, estamos equipados con un mecanismo
interno (nuestras facultades cognitivas y vitales) por medio del cual lo disipamos antes
de dar lugar a los impulsos incontrolables. En los animales, cuando un apetito por algo
se presenta es inmediatamente seguido por la necesidad de actuar, porque su apetito es
irracional y ellos carecen de voluntad natural. Nuestra alma, por el contrario, posee la
voluntad natural, y como resultado cualquier sugestión externa que da lugar a un
apetito, pasa por un proceso sucesivo de deliberación, seguido del juicio, y luego de la
opinión, llegando finalmente a la opción o selección. Es entonces que se es movido a
actuar, y esto es lo que se llama impulso. [24] Es evidente que la voluntad natural del
alma pone en movimiento sus facultades cognitivas, con el fin de impedir que los
logismoi sucumban ante el gnome. De esto se deduce que aquellos que no utilizan o
tienen incapacitadas sus facultades cognitivas, irremediablemente ceden ante los
impulsos gnómicos. El peligro en este caso es, como apunta San Gregorio de Nissa, que
sucumbir a una pasión es dar lugar a todas las pasiones, porque las debilidades humanas
están ligadas y relacionadas entre si, y si una de ellas destruye la barrera protectora de
nuestra facultad racional, el caudal entero de las pasiones entra al alma. [25]

Aun cuando la terminología empleada por Padres de la Iglesia, así como por algunos
ascetas contemporáneos, no es consistente, en general todos ellos concuerdan en que la
fase de pasión incluye el momento en que los logismoi entran al alma, hasta el momento
en que son refinados en un impulso a favor o en contra del mal. Evagrio es más
específico en esta cuestión. El distingue en el hombre un poder concupiscible (deseo) y
un poder irascible (insensible), dados ambos por Dios y constituyendo una parte integral
de su naturaleza. La facultad irascible es para alejar a las intelecciones dañinas, mientras
que el deseo sirve para apacentar amorosamente a las ovejas, y producir sentimientos de
compasión y amor. [26] Mientras que es evidente que estas dos facultades están
diseñadas para servir un propósito espiritual, Evagrio las llama pasiones, en la medida
en que son descontroladas y sin revisión, el mal uso de las cuales puede conducir
exactamente al efecto opuesto para el que nos fueron dadas. Por ejemplo, la insensible
puede conducir al odio y el deseo se torna en lujuria. La pasión es un material
potencialmente inflamable, que es encendida solamente por los logismoi, otras imágenes
externas y la libre voluntad, en contra de su verdadera naturaleza. Por tanto, no es la
tentación o los logismoi en si mismos lo que constituye la vanidad inyectada en el alma;
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sino los logismoi incontrolados son los que inflaman el vicio de la vanidad en la parte
irascible del alma. En este sentido, nos podemos defender de los logismoi y las
tentaciones, aunque no podamos desvanecer las pasiones implícitas que rodean al
corazón, porque son parte de nuestra naturaleza. [27] Obviamente, para el alma
inexperta, el paso de la tentación por las facultades racionales, casi siempre conducirá a
un impulso pecador, aunque no será imposible para una fuerte voluntad gnómica ser
vencida en esa etapa. Sin embargo, es por esta razón que los ascetas experimentados nos
advierten en contra de admitir malos logismoi, aun cuando nos consideremos ser fuertes
espiritualmente. [28] Nos hacemos indiferentes a la pasión cuando nuestra visión es
guiada solamente por nuestra voluntad natural. De este modo, “nuestras almas son
movidas por energías inteligentes en dirección de las cosas del intelecto, [y es solo
entonces] que nuestros sentidos y todo lo que va con ellos no son ya necesarios” [29]

IV. EL COMBATE DEL “ENEMIGO” EN CONTRA DE NOSOTROS

Ya hemos mencionado que la victoria más grande de Satanás es ocultarse, y nuestra


consiguiente falsa certeza de su no existencia. Es bien conocido que el Mal, o Satanás y
todas sus manifestaciones, no son auto subsistentes. Pseudo-Dionisio, por ejemplo,
profundiza en un examen del mal con el fin de mostrar la super-abundancia del Bien y
la Bondad del Ser en Dios. Explica él que porque Dios es bueno y la causa del ser, todo
ser creado es necesariamente bueno como es propio de su naturaleza. Por tanto. El Mal
se ha originado del Bien y es potencialmente bueno, siendo una debilidad y deficiencia
del bien. [30] Suponiendo que tengamos conocimiento de, o creencia en la existencia
del Mal, de qué nos podrá servir esto si no podemos discernir dónde está y qué está
haciendo para desvira nuestra atención hacia el mal en lugar del bien. El Mal solamente
nos ataca con malos logismoi, porque es incapaz de penetrar nuestros corazones o tomar
gobierno de nuestras almas. Porque el mal en si mismo es una criatura de Dios en el
mismo sentido en que lo somos nosotros, y porque la sustancia y energía de las almas es
la creación solamente de Dios, ninguna criatura puede crear una nueva alma o destruir
alguna ya existente. Todo lo que es permitido por nuestro Creador es el empañamiento
de la visión de la voluntad natural del alma. Satanás, por tanto, no tiene ningún poder
sobre nosotros, a menos que aceptemos sus sugestiones y les permitamos ofuscar
nuestra voluntad natural.

En esta lucha interior, San Nicodemo advierte a los monjes jóvenes tener precaución
de ellos mismos, así como de sus innumerables enemigos, ante los cuales ellos son
incapaces de ofrecer la más mínima resistencia. Luego advierte en contra del hábito del
enemigo de atacar constantemente, sus estratagemas y transformaciones en ángeles de
luz, [31] así como de sus muchas trampas. [32] La vigilancia de un monje, así como de
cualquier persona que desee apartar a Satanás de molestar al alma, nunca se termina, es
constante hasta el momento mismo del último aliento. El monje está consciente, más
que nadie, que nuestra única oportunidad en contra de los asaltos de Satanás, cuya única
arma la constituyen los logismoi o representaciones externas (que excitan nuestras
facultades sensoriales y dan lugar a los logismoi), es impedir que los logismoi penetren
nuestra mente. Ya examinaremos más adelante cómo puede lograrse esto por medio de
la oración constante, la oración, el canto, el ayuno y otros medios. Es precisamente este
aspecto de nuestra lucha lo que se enfatiza en la Escritura en términos inequívocos:
“Guárdate tu mismo de tener en tu corazón un pensamiento perverso.” [33] San Basilio
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explica que los hombres tienen fácil disposición a los pecados de pensamiento, porque
el movimiento de la mente no requiere ninguna acción física, y aun puede realizarse en
un estado de descuido. Por tanto, la mente debe ejercer precaución constantemente y
prohibir que cualquier pensamiento indiscriminado, imagen o imágenes sensuales se
infiltren en el alma. [34] San Basilio explica el significado preciso del mandato
“guárdate tu mismo” en términos de nuestra lucha espiritual, como sigue: “Conserva el
ojo de tu mente en guardia insomne, pues “Iréis en medio de trampas” [35] El asedio del
enemigo está oculto en todas partes. Cuídate en todas direcciones, para que “te salves
como golondrina de las trampas y como ave de la mano del que arma lazos” [36] El
ciervo no puede ser atrapado con trampas a causa de la sutilidad de su visión, de allí su
nombre, que se deriva de su propia agilidad visual. Un ave estando alerta, fácilmente
vuela fuera del alcance de la trampa del cazador. Por lo que, está atento, en que no seas
menos precavido que los animales al protegerte. Nunca te permitas caer en las trampas
del demonio y te hagas su presa, juguete de su voluntad” [37]

El Maligno no presenta las mismas tentaciones o representaciones externas a todas las


personas. Lo hace según la inclinación al pecado de cada persona, y la intensidad
depende de la lucha personal de cada individuo. Para los que son fuertes en la lucha
espiritual, el Demonio busca ganar su mente con intrigas teológicas y filosóficas. Así,
provee a los que tienen una mente aguda y a los que tienen un alto concepto de su
intelecto, ideas pseudo intelectuales y especulaciones filosóficas. [38] Este orgullo que
viene con la confianza en la sabiduría humana y que fue severamente criticado por San
Pablo en 1 Cor. 18-31, es un ejemplo de permitir los logismoi del orgullo en la mente de
los que presumen de poseer la sabiduría del mundo. A los que gustan de los
pensamientos lujuriosos el Demonio los baña de imágenes externas y logismoi que
encienden las pasiones. Las personas que no han ejercitado el control de ellas mismas, o
que posponen la atención a la vida espiritual, no pueden percibir que tales logismoi no
son naturales y que tienen un origen particular, un objetivo y un propósito. Cada
persona permite que los logismoi entren a la mente y desde allí enciendan las pasiones,
hasta llegar a un impulso incontrolable, estando totalmente ignorantes a todo el proceso.

Sin embargo, hasta los que son conscientes de todo este artilugio, particularmente
monjes y personas piadosas, hallan a las trampas del Demonio no menos difíciles de
combatir. Entre más ellos resistan, el Maligno intensifica más sus esfuerzos por medio
de intrincadas tentaciones. San Nicodemo advierte que cuando el Demonio sabe que
estamos resistiendo fuertemente las tentaciones y que aparentemente somos victoriosos,
el Demonio entonces retira todas las tentaciones de nosotros para que caigamos en la
vanidad y el orgullo. De este modo, cuando nos hemos dedicado a combatir contra
Satanás, y éste retira las tentaciones de nuestra existencia, debemos entonces hacer un
esfuerzo mental por recordar aquellas tentaciones que mas nos afligen, y continuar
rechazándolas como si fuesen reales y sacarlas de nuestro corazón. [39] Esta idea de que
debemos combatir al Demonio en el sentido de atacarlo, en lugar de esperar a que nos
tiente para luego resistirle, es central a la teología ascética de San Nicodemo para
aquellos individuos que han avanzado en su ascenso espiritual. Esto es consonante con
la literatura teológica que hemos examinado, la cual sugiere que nuestra lucha contra
Satanás en esta vida terrenal no se termina. La consecuencia de esta observación es que
estando ausentes de la Gracia de Dios, no tenemos dominio absoluto de nuestra alma y
cuerpo en esta vida. San Nicodemo sustenta esta razón de atacar a Satanás, no
solamente en la tradición monástica y la experiencia ascética, sino además en la
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Escritura, en particular el Salmo 18:37-38, que dice: “Perseguí a mis enemigos y los
alcancé, y no volví hasta acabarlos. Los herí de modo que no se levantasen; cayeron
debajo de mis pies.” Nicodemo explica que cuando estamos mejorando en las virtudes,
Satanás se transforma en bondad para que podamos seguirlo a una cierta altura, solo
para dejarnos caer súbitamente y así causarnos pena y alejarnos de Dios. [40]

No está claro en la literatura teológica por qué es que Satanás quiere tentarnos y
alejarnos de Dios. San Juan Clímaco enseña que los demonios nos afligen, ya sea por
que somos sensuales, orgullosos, o por pura envidia; lo cual conduce a un prospecto de
falla de por vida. [41] San Nicodemo subraya brevemente que la paz es un estado de
tranquilidad alcanzado por la Gracia y el combate, que Satanás quiere alterar y destruir.
[42] Esto aun no explica el porqué. Ya hemos explicado que Satanás es una criatura de
Dios y por tanto bueno por naturaleza, pero ofuscado por gnome, y por tanto carente de
voluntad natural. A pesar de ser una criatura como nosotros, posee poderes que aun no
hemos constatado, fallando nosotros al emplear nuestra voluntad natural. Podemos
aventurarnos a conjeturar que nuestras tentaciones se originan en Satanás (y a veces en
Dios por propósitos educativos), pero Satanás no está sujeto a las tentaciones de Dios
porque él recuerda su unión con El y no siente pérdida alguna al apartarse de El. Por
tanto, el propósito educativo de las tentaciones concedidas a nosotros por Dios no tendrá
efecto en Satanás. Solamente podemos concluir que el propósito de las tentaciones
originadas en Satanás es adherirnos a la voluntad gnómica. Esto demuestra, por tanto, la
dimensión de nuestra libre voluntad como un obsequio de nuestro Creador, porque Dios
no forzaría ni siquiera a Satanás a regresar a El, que lo ha visto y recuerda su gloria. A
continuación estudiaremos el origen de los logismoi y otras tentaciones de Dios mismo.

V. TENTACIONES APLICADAS POR DIOS Y SU PROPOSITO FINAL

Dios como Bondad naturalmente desea que la humanidad entera se salve. Sin
embargo, la Providencia del Creador es responsable en ese respecto, solamente de
aquellas cosas que no dependen de nosotros; y de las que si lo hacen, nosotros somos
responsables por el ejercicio de nuestra libre voluntad. [43] El esquema providencial de
Dios está, por tanto, enfocado en nuestra salvación y esta es su particular justicia. Esto
indica que su naturaleza está más allá de nuestra comprensión, y que no podemos
conocer su naturaleza, como la criatura no puede conocer a su Creador. Para los Padres
y Ascetas de la Iglesia, todo lo que nos sucede y está fuera de nuestro control pertenece
a la justicia de Dios. A veces aparece como una calamidad súbita, como en el caso de la
muerte y la enfermedad, y en otras ocasiones se revela como la incapacidad del
individuo ante las adversidades, egoísmo y falta de auto control. Para el que tiene poca
fe, todos estos sucesos demuestran la ausencia de Dios, o la existencia de un Dios cruel;
pero para el que cree fuertemente en la Providencia y Bondad de Dios, lo acepta todo
como parte de la justicia de Dios, que nos instruye para ascender a El. San Juan de
Damasco explica:
“Algunas cosas que se deben a la Providencia son por aprobación, mientras que otras
son por admisión. Todas las que son inequívocamente buenas son por aprobación, en
tanto que todas las demás (que son de muchas clases) son por admisión. Así, Dios en
ocasiones permite que hasta el hombre justo encuentre desgracias, de tal manera que la
virtud que se halla oculta en él pueda ser conocida por otros. En otras ocasiones, El
permite que alguna calamidad sea hecha, para que por medio de esa aparente acción
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infortunada algo más grande y excelente pueda ocurrir, como lo fue la salvación de los
hombres por la cruz. Y aun en otra manera, El permite que el devoto sufra males, de
modo que no se aleje de su correcta conciencia, o para que no caiga en la presunción de
la fortaleza y gracia que le ha sido dada, como en el caso de Pablo”. [44]

Por lo tanto, cuando Dios aplica ciertas condiciones en nosotros, o permite a Satanás
infiltrar nuestra mente con logismoi, [45] su propósito es soteriológico. Una muerte en
la familia, una enfermedad repentina, etc., incluyen una revaloración radical de la vida
personal y la postura ante la voluntad de Dios, y la consiguiente pregunta de cuáles
logismoi va a retener la persona afligida; la buena persona, que tiene fe en la justicia de
Dios y le da gracias a pesar de la desgracia y el dolor causados, o la mala, que cegada
por el dolor no cree en la existencia de Dios. Pero Dios permite todo tipo de infortunios
para que podamos llegar al humilde conocimiento de nosotros mismos y de nuestras
debilidades. [46] El pensamiento racional sugiere que en tanto el mal persista durante
nuestra vida, las tentaciones que emanan de esa fuente no cesarán ni tampoco las que se
derivan de Dios mismo. De modo tal que estamos destinados a vivir en un estado
perpetuo de tentación mientras vivamos. Igualmente, cualquier intento de borrar las
tentaciones totalmente es inútil, porque aun si pudiésemos vencer a Satanás que es una
criatura como nosotros, no podemos superar lo que pertenece a la sustancia de Dios (el
origen providencial de las tentaciones). De tal manera que la tentación es finalmente
providencial y no el resultado del mal; así, debe ser bienvenida pero combatida. Este
oxymoron está primeramente en el Padre Nuestro, particularmente en la parte donde
pedimos que no nos deje caer en tentación, mientras que al mismo tiempo le decimos
que sea hecha Su voluntad. Si la voluntad de Dios en su esquema de justicia
providencial incluye nuestra aflicción con las tentaciones, estaríamos negando nuestra
petición por Su voluntad si pidiésemos no ser afligidos con tentaciones. Por tanto, debe
ser que la última parte de la oración tiene un significado que es consonante con la
voluntad de Dios. Si nuestro entendimiento metafísico de Dios es por sus efectos, el
asceta ortodoxo encontrará totalmente natural aceptar todas las calamidades e
infortunios como obsequios de Dios; le agradecerá a Dios por ellos y rogará que no se le
permita incurrir en auto compasión o hundirse en malos logismoi como consecuencia.
El asceta tendrá fe y orará para que coseche el máximo fruto de cada pena en la vida, de
modo que pueda ser obsequiado con abundancia de dones en esta vida y en la posterior.
Así, no existe contradicción alguna en el Padre Nuestro, solamente nuestra incapacidad
para comprender el amor y la justicia de Dios.

Los padres ascetas confirman que Dios no elimina todas las tentaciones, y que deja
que algunas nos ataquen hasta la muerte, de modo que no olvidemos el combate y
permitamos que las pasiones nos dominen, y para que siempre busquemos a Dios,
evitemos el amor a nosotros mismos, rechacemos las pasiones en lo profundo del
corazón, seamos puestos a prueba hasta el final y por la prueba aprendamos el valor de
la virtud y a nunca abandonarla, y a no temer a la muerte cuando venga. [47] Para el
asceta que entiende este proceso, su ejercicio incluye además de la defensa contra las
tentaciones, también una enorme cantidad de paciencia y perseverancia. Debemos
suponer que porque Cristo sufrió las tentaciones hasta su propio fin, Dios no las elimina
por la gracia aun para los seres mas elevados espiritualmente a causa del peligro de la
vanidad. Los padres ascetas enseñan que en aquellos casos excepcionales en que un
monje ha logrado erigir un muro impenetrable contra las tentaciones de Satanás, esa
persona debe procurar descubrirlas dentro de si mismo y arrancar las pasiones que se
11

hubieran encendido por las pasiones intrusas, y retener algún indicio de ellas, con el fin
de mantener alerta la lucha y vigilancia del alma. [48] San Nicodemo instruye así a los
monjes jóvenes: Uno debe considerar que las tentaciones son instrumentos necesarios
para adquirir las virtudes. Así, cuando uno solicita las virtudes a Dios, uno
esencialmente solicita esas tentaciones e instrumentos también. De otro modo, nuestra
oración es en vano y es hecha solamente para molestar a Dios. Más aun, Dios no
concede la virtud de la paciencia sin las tribulaciones que son resultado e instrumento de
la paciencia. Ni tampoco El concede la humildad sin penurias y desagrado. Por esta
razón debemos amar, invitar y agradecer a Dios por estas tentaciones. [49]

Sin embargo, Dios es especialmente juicioso en la forma en que proporciona las


tentaciones a los seres humanos. San Nicodemo explica a su audiencia lo que ellos ya
debieron haber observado: que las verdaderas aflicciones y tentaciones solamente
ocurren a aquellos que, más que otros, desean entregarse verdaderamente al servicio de
Dios y renunciar a las cosas que les hacen daño. Tales tentaciones no aparecen
inmediatamente en su lucha, sino después de haber servido a Dios durante un tiempo, y
de haber purificado de algún modo su corazón. San Nicodemo explica que nunca
veremos a los pecadores y a los que han entregado su vida al mundo sufriendo tales
aflicciones, o aun quejándose de ser tentados. [50] El asceta experimentado y el hombre
piadoso consideran la existencia de las tentaciones, a las tentaciones mismas, a la
naturaleza explosiva de las pasiones y el impulso a pecar, y también confían en la
justicia de Dios. Mientras que sería cierto decir que los ascetas tienen un agudo sentido
de la tentación porque tienen un pleno conocimiento de ella, y viven por el parámetro de
la piedad y por tanto pueden percibir cada logismoi malo y cada aflicción, las personas
ordinarias que viven para la carne solamente son indiferentes al origen, existencia y
efectos de los logismoi, y consideran cada aflicción como algo natural, sin mayor
cuestionamiento. Esto no indica, al contrario de lo que San Nicodemo sugiere, que las
personas no religiosas son menos atacadas por los logismoi y las penalidades que los
ascetas, pues ya hemos mencionado que el propósito de Dios es que todos se salven. Por
una parte, los ascetas son mas conscientes de sus logismoi, y por la otra, las tentaciones
de Dios corresponden a la medida de la debilidad de cada persona y son para su
mejoramiento a través de su ejercicio. Este es un proceso lento, pero la velocidad del
progreso pertenece a cada uno de nosotros y es cuestión de libre voluntad.

Por tanto, es por amor que Dios nos da las tentaciones para que podamos alejarnos de
un falso concepto de nuestra existencia. Como ejemplo o prototipo, llevó al apóstol
Pedro hasta una posición en la que debía renunciar a Cristo tres veces, y así lo hizo
comprender su condición natural y debilidades, y arrepentirse por la humildad. A Pablo,
le dio la visión de las cosas que hay en el cielo, pero lo afligió por medio de una
dolencia física, para que por medio de la humillación de si mismo, pudiese gozarse
solamente de su enfermedad. [51] La diversidad de la tentación está ejemplificada por la
diversidad del carácter y la vida humana, así como los dones de Dios son individuales.
Es el modo en que los recibimos y los manejamos, lo que es esencial para nuestro
advento espiritual.

VI. REMEDIOS CONTRA LAS TENTACIONES


12

Debemos recodar que los tratados examinados en este estudio están dirigidos a
personas comprometidas en la vida monástica. Mientras que la naturaleza de la lucha
contra los demonios es una y objetiva, los remedios ofrecidos son de dos clases: a) los
que son aptos para cualquier persona, y b) remedios administrados de acuerdo a la
experiencia y progreso espiritual, y que no deben practicarse por religiosos inexpertos.
[52] Entre los remedios universales se incluye: a) la práctica de la virtud que se oponga
a cada tentación; b) el discernimiento; c) la oración, la salmodia y las vigilias. Los
ejercicios más comunes reservados para los monjes mas experimentados, consisten en la
facultad determinante de atacar a los demonios y la directa confrontación contra ellos.

Los primeros padres del desierto analizaron cada forma de tentación a partir de sus
características propias. El demonio de la fornicación debe combatirse, por ejemplo, con
un régimen de ayunos y otras prácticas que evitan que el cuerpo sucumba a los apetitos
sensuales, tales como las vigilias de toda la noche, el trabajo y otras disciplinas
corporales. [53] Al mismo tiempo, el monje debe orar incesantemente y practicar la
salmodia. Esta última tiene la función de evitar que los logismoi / tentaciones entren al
intelecto, y el monje, por lo menos en los primeros años de su vida religiosa, debe evitar
todo contacto con personas del sexo opuesto, y combatir con oraciones la intromisión de
pensamientos lujuriosos. [54] Evagrio sugiere un ejercicio complementario para
combatir al demonio de la fornicación. Argumenta que el demonio de la vanidad y el de
la fornicación son naturalmente opuestos, porque el primero promete placeres y
privilegios, y el segundo es el precursor de la deshonra y la vergüenza. De esta manera,
ellos son incapaces de atacar simultáneamente al alma, y así, los monjes experimentados
pueden combatir al demonio que se les aproxime, con los pensamientos del demonio
opuesto. [55] El demonio de la avaricia debe ser controlado por medio de la renuncia a
todas las posesiones mundanas. Los padres enseñan, sin embargo, que cuando los
monjes practican tal renunciación, el demonio de la avaricia les ataca en forma más sutil
y bajo el disfraz de caridad, que si les fuera confiada la administración de alguna
propiedad, o la acumulación de riqueza que debieran entregar a los pobres. El monje
que sucumbe a tales logismoi, no solamente es dominado por el demonio de la avaricia,
sino también por los demonios de la vanidad y el orgullo, los que a esta etapa han
convencido a la pobre víctima de su gran hospitalidad, caridad y bondad. [56] Los
demonios de la vanidad y el orgullo generalmente atacan al monje durante el transcurso
de su progreso espiritual. Evagrio enseña que entre todos los pensamientos, la vanidad
incluye una abundancia de materia, llenando la mente del anacoreta con multitud de
palabras y objetos. [57] Este demonio puede sugerir al monje que ahora puede requerir
soledad, con el fin de perfeccionarse a si mismo, y así le urge a abandonar el monasterio
y la tutela de su padre espiritual. El consejo en este caso es permanecer en la celda y no
solamente quedarse en el monasterio, sino también evitar contacto con el mundo
exterior, por temor a que el demonio de la fornicación pueda hallarle desprotegido.
Cada autor le da especial énfasis a la virtud que él considere central a los esfuerzos
espirituales ascéticos. Para San Juan Clímaco, la destrucción de la vanidad y el orgullo a
través de la humildad, es clave para oponerse a todos los demás demonios. Tal humildad
es alcanzada particularmente por medio de la estricta y decidida obediencia al padre
espiritual, [58] por el recuerdo constante de la muerte, [59] el lamento [60] y la
mansedumbre. [61]

El demonio de la ira encuentra tierra fértil para atacar al monje cuando él o ella está
procurando alimento, riqueza o estimación. [62] Por tanto, si uno domina las tres
13

tentaciones principales, entonces el demonio de la ira será también derrotado.


Igualmente, los demonios de la melancolía y el desánimo atacan al asceta ya sea durante
varios momentos al día, o como constantes logismoi. A diferencia de otros demonios, el
demonio del desaliento no incluye el elemento del placer en sus representaciones
mentales enviadas al monje. Ambas tentaciones, la melancolía o tristeza y el desánimo
orillan al monje a abandonar su celda y aun el monasterio en forma permanente, pues no
puede hallar forma alguna de reposo espiritual o esparcimiento, como causa de la
tentación. El remedio para esta tentación es cerrar los pensamientos propios a tales
sugestiones y permanecer en la celda hasta que el demonio sea vencido. [63]

El discernimiento ascético es de dos clases: a) el primero es un ejercicio diseñado para


el asceta con el fin de diferenciar entre aquellos pensamientos y visiones que vienen de
Dios, y los que vienen de los demonios; b) el segundo tipo es el estado obtenido por los
que son puros de corazón, cuerpo y palabras, por los que ellos poseen un sólido
conocimiento de la voluntad de Dios en todo tiempo, lugares y en todas las cosas.[64]
En cuanto al primer tipo de discernimiento, Evagrio distingue entre tres tipos de
pensamientos: angélicos, humanos y demoníacos. [65] En cuanto a los del segundo tipo,
el monje debe estar en alerta permanentemente, con el fin de distinguir el origen de cada
pensamiento. El discernimiento Evagriano incluye un ejercicio intelectual. Enseña que
cuando un logismoi aflige a un monje, debe analizar el pensamiento mismo, lo que es,
de cuántos elementos se compone, y entre estos cual elemento afecta más a la mente.
Una profunda aplicación de este ejercicio ayuda a disipar el pensamiento y hace huir al
demonio. [66] Evagrio también propone un ejercicio mental adicional, que está
reservado para los ascetas más puros y experimentados. Este ejercicio incluye
considerar el poder limitado de los demonios y su total incapacidad para pervertir la
voluntad de Dios una vez manifestada. [67] Esto equivale a racionalizar los temores
personales, como por ejemplo, racionalizar el temor a la oscuridad, pero en el caso de
los demonios, esto es intelectualmente posible solamente si uno se da cuenta de la
actividad de los demonios. San Juan Casiano enseña que la verdadera discriminación de
pensamientos viene como resultado de la humildad solamente, y esto a su vez se logra
por la confesión no solamente de lo que el monje hace, sino también de lo que piensa, y
ser desconfiado de los pensamientos propios y siempre estar sometido a la obediencia.
[68]

Cuando un monje inexperto es atacado por un demonio en particular, no siempre se


halla preparado para defenderse con ejercicios mentales. Los demonios hacen presa fácil
de un cuerpo relajado, alimentado en abundancia y lleno de confort, y una mente
indefensa ante pensamientos externos. Por tanto, el asceta debe evitar exponer su cuerpo
a las comodidades e indulgencias físicas, y su mente a cualquier forma de relajación.
Esto implica un régimen muy estricto de abstinencia, - los primeros ascetas del desierto
comían y bebían agua una sola vez al día -, vigilias de toda la noche y oración incesante.
Dormir se considera no solamente una invitación a que los demonios contaminen las
facultades irascibles y concupiscentes del alma, [69] sino también una complacencia
que el monje debe combatir, con el fin de no ser atacado por las tentaciones que parten
del cuerpo. Durante los primeros años, los monjes encuentran particularmente difícil y
extenuante ayunar de tal manera, estar despierto durante la mayor parte del día, y
concentrarse en su oración, aunque estas dificultades son atribuidas a los hábitos
personales y a los demonios mismos. Esta alerta constante es ejemplificada por las
palabras de San Juan Clímaco, quien afirma que cuando viene la tentación, las mejores
14

armas son: “Cilicio y cenizas, vigilias nocturnas, estar de pié, conocer el hambre, un
mero toque de agua al estar sediento, pasar tiempo en el lugar de sepultura de los
muertos, y sobre todas las cosas, la humildad de corazón; y de ser posible, un director
espiritual o hermano que aconseje, más anciano en sabiduría que en años, que además
nos ayude.” [70]

Recordando las palabras de San Pablo (Efesios 5:19), Evagrio nos dice que los
Salmos, himnos y cantos espirituales sujetan la mente al recuerdo constante de las
virtudes, apagando nuestra ardiente irascibilidad y extinguiendo nuestros deseos. [71]
La oración igualmente, tiene para Evagrio un doble propósito. Por una parte, fortalece y
purifica la mente para el combate futuro, “porque está naturalmente constituida para la
oración, aun sin este cuerpo”, mientras que por la otra, es útil para combatir a los
demonios con todos los poderes del alma. [72] El athonita del siglo veinte, San Silvano,
fue atormentado en sus primeros años monásticos por los demonios durante su oración.
De hecho, él relata que su celda estaba llena de demonios, que hacían toda clase de
esfuerzos para impedirle orar con una mente pura. El Señor comunicó al alma del
Staretz (superior espiritual ruso) que los orgullosos siempre sufren de los demonios de
los que San Silvano pedía al Señor qué hacer para hacer humilde su alma. Y el Señor le
respondió así: “Guarda tu mente en el infierno, y no desesperes.” [73]

Finalmente, comentaremos los remedios adecuados solamente para los ascetas más
experimentados. El primero de estos es el uso del coraje en contra de los pensamientos
demoníacos. La parte irascible del alma está inclinada naturalmente contra los demonios
y es solamente innatural que sea dirigida de otro modo. [74] La impasibilidad y la
perfección pueden considerarse alcanzadas cuando un odio perfecto contra los demonios
es aparejado con la ausencia de odio hacia otros seres humanos. Sin embargo, este odio
natural está reservado solamente para los ascetas expertos, en particular para los que han
superado el odio humano. Evagrio advierte que cuando el alma ha olvidado su relación
natural con la facultad irascible, Dios abandona al monje al permitirle sufrir terror en las
manos de los demonios por algún tiempo, hasta que el alma regresa a su bravura
original. [75] El segundo remedio para los ascetas expertos que han superado la
vanagloria o presunción, incluye una confrontación directa con los demonios, ya sea
citando pasajes de la Biblia – como hizo Jesús cuando fue tentado – o por medio de
decir la auténtica palabra de Dios y así demostrar a Satanás que está equivocado. Tales
métodos están prohibidos para quienes tienen aun que alcanzar algún grado de
impasibilidad, e invitándoles en lugar de eso, a combatir los logismoi por el rechazo, el
silencio, y por alejar la atención de ellos. [76]

VII CONCLUSION

La Iglesia Ortodoxa Oriental y su comunidad monástica han desarrollado una larga y


consistente teología de las tentaciones que afligen la vida ascética. Las tentaciones son
consideradas como representaciones mentales, conocidas como logismoi, que son
15

lanzados por los demonios con el fin de provocar las pasiones en los seres humanos. De
acuerdo al esquema de Evagrio de clasificación de pensamientos malignos – la que ha
sido aceptada durante siglos con ligeros ajustes – existen tres principales
demonios/tentaciones: glotonería, avaricia y vanagloria. Estos dan lugar a los otros
cinco, que son: lujuria, desánimo, orgullo, abatimiento y odio. El rechazo a los tres
principales necesariamente impide el acceso a los otros cinco. El propósito de tales
tentaciones es su introducción en el alma humana, y encender sus facultades irascibles y
concupiscentes, dando lugar así a un impulso y perpetración del vicio correspondiente.
Esto constituye un ejercicio innatural de las dos facultades, cuya existencia en el alma
está reservada para el amor y la procreación (concupiscente), y bravura contra los
demonios (irascible).

El hecho de que los demonios sean responsables de este combate invisible no significa
que sean capaces de desafiar a Dios por el dominio espiritual. Por el contrario, ellos
también son criaturas de Dios, y como tales fueron hechos en su imagen, que es buena.
Por tanto, los demonios y el mal en general son una perversión de la bondad, no una
realidad autónoma. Esto significa que los demonios pueden afligirnos pero no conocen
la profundidad interior de nuestras almas. El Señor les permite tentarnos, para que por
medio de tal combate, podamos darnos cuenta de nuestras debilidades y enfermedades.
Esto es consistente con la doctrina cristiana que enseña que nadie puede salvarse en
contra de su propia voluntad. La aflicción de los logismoi difiere de persona a persona y
los monjes Ortodoxos ponen énfasis en que el logro más grande de los demonios es
convencer a la gente de que en verdad no existen. La gente secular, preocupada con
infinidad de asuntos mundanos, no se ocupa del contenido y origen de sus
pensamientos, mientras que los monjes, que han depuesto a un lado todo afán mundano,
están constantemente conscientes de este combate en sus almas.

La tradición monástica desde los tiempos de los primeros padres del desierto del siglo
cuarto, ha desarrollado antídotos a la guerra contra la vida espiritual. Por una parte, nos
enseñan a practicar las virtudes opuestas que correspondan a cada vicio. En forma
extrema, esto es muy difícil para los que llevan una vida secular, pero no para el monje
cuyo ambiente ascético y voto de pobreza es útilmente adecuado para practicar las
virtudes opuestas a la glotonería, vanagloria y avaricia. Sin embargo, ningún monje ha
sido libre nunca de estos tres demonios, y el ejemplo del demonio de la avaricia
introducido sutilmente en el alma del más dedicado hermano, al sugerir que si
administrara bienes o recibiera alguna riqueza él haría muchas obras caritativas, es
educativo. Los límites entre la avaricia y la vanagloria, la glotonería y la fornicación,
son tan cercanos que los monjes son instruidos a confesar todos sus pensamientos a su
padre espiritual, y a apegarse estrictamente a su consejo, así como a practicar el
discernimiento de sus pensamientos. Las personas que se afanan en los placeres
corporales y tienen una mente relajada (aspectos que se relacionan mutuamente) caen
presa fácil de los demonios. Por lo que es importante que el cuerpo sea endurecido y no
se permita a la mente divagar. Lo primero se logra mediante la abstinencia, las vigilias
nocturnas, el trabajo manual y la austeridad, mientras que lo segundo se alcanza
mediante la oración incesante y la salmodia. Un ejercicio reservado típicamente para los
monjes experimentados, incluye el empleo de la facultad irascible del alma para
provocar bravura o coraje contra los demonios.

Notas:
16

* LLB (Athens), LLM (Liverpool), Ph.D (Liverpool), Dip. Theology (Cambridge); Professor of
International Law and Head of Law, Brunel University.

[1] St. Nicodemus Agiorite, Invisible War [Aoratos Polemos], p. 53. Este tratado fue compuesto en
la segunda mitad del S. XVIII.

[2] Id.

[3] Id, p. 54.

[4] Evagrius, On Thoughts 1, translated by R. E. Sinkewitz, Evagrius of Pontus (OUP, 2003); see
also, St. John Climacus, The Ladder of Divine Ascent, translated by C. Liubheid and N. Russell
(SPCK, 1982), who follows the Evagrian scheme of evil thoughts and vices, at pp. 235-55; similarly,
St. John Cassian, On the Eight Vices, in the Philokalia, translated by G. E. H. Palmer, P. Sherrard
and K. Ware (Faber and Faber, 1979-1995), pp. 73-93.

[5] Evagrius, On Thoughts 1, id.

[6] St. Gregory of Nyssa, The Lord’s Prayer, Introduction, pp. 14-15.

[7] Id, pp. 82-83.

[8] Id.

[9] St. Macarius, in M. Plested, The Macarian Legacy: The Place of Macarius-Symeon in the
Eastern Christian Tradition (OUP 2004), p. 79.

[10] St. Nicodemus, supra note 1, pp. 23, 133. * LLB (Athens), LLM (Liverpool), Ph.D (Liverpool),
Dip. Theology (Cambridge); Professor of International Law and Head of Law, Brunel University.

[11] See Maximus Confessor, Opuscule 3.

[12] St. Athanasius, The Life of Saint Anthony, pp. 26-29; see also, Gerontikon: Compilation of the
Wisdom of the Fathers [Gerontikon: Stalagmaties apo tên Peterikê Sophia], pp. 389-91. This
treatise, also known as Euergetinos, is compiled with anecdotal stories and sayings of the desert
fathers of the first six centuries.

[13] Evagrius, On Thoughts 18, supra note 4.

[14] St. Athanasius, supra note 12, pp. 22-23.

[15] St. John Chrysostom, Baptismal Instructions, pp. 182-84.

[16] Gen. 3:1; see also St. John Damascus, Orthodox Faith: Book Two, pp. 228-29.

[17] Eph. 6:12-14.

[18] St. Nicodemus, supra note 1, p. 120.

[19] St. Nicodemus, id, p. 135.

[20] St. John Damascus, supra note 16, pp. 261, 263.

[21] See St. Macarius of Egypt, in Plested, supra note 9, pp. 36-38. Macarius calls the advent of
temptation an education for the soul.
17

[22] St. Nicodemus, supra note 1, p. 23; St. Gregory of Nyssa, On Virginity, pp. 33-34; Gerontikon,
supra note 12, p. 387.

[23] St. John Damascus, Orthodox Faith: Book Two, pp. 246-47.

[24] Id, pp. 247-51.

[25] St. Gregory Nyssa, On Virginity, p. 25.

[26] Evagrius, On Thoughts 17; St. John Climacus, supra note 4, at p. 251.

[27] Evagrius demuestra la provocación de pasiones ausentes de tentaciones por referencia a la


provocación demoniaca de pasiones durante el sueño, cuando los sentidos perceptivos están
indefensos ante los logismoi. Por lo que las pasiones existen dentro de nosotros en forma adormecida
y pueden provocarse por la memoria. On Thoughts 4, 27-29, id.

[28] Gerontas Paisios Aghiorite, Lectures C: Spiritual Struggle [Gerontas Paisios, Logioi G:
Pneumakitos Agônas] (2004), pp. 20-32.

[29] Pseudo- Dennys, Divine Names 4:11.

[30] Id, chp. 4:19-20.

[31] 2 Cor. 11:14.

[32] St. Nicodemus, supra note 1, pp. 22-23.

[33] Deut. 15:9.

[34] St. Basil, Ascetical Works, vol. I, pp. 432.

[35] Eccl. 9:20.

[36] Prov. 6:5.

[37] 2 Tim. 2:26; St. Basil, Ascetical Works, vol. I, p. 434.

[38] St. Nicodemus, supra note 1, p. 37.

[39] Id, p. 52.

[40] Id, pp. 174-75.

[41] St. John Climacus, supra note 4, at p. 239.

[42] St. Nicodemus, supra note 1, at p. 124.

[43] St. John Damascus, Orthodox Faith: Book Two, pp. 260-61.

[44] Id. p. 261.

[45] Id, p. 263.

[46] St. Nicodemus interpreta 2 Cor. 1:9, donde San Pablo dice que a causa de sus terribles
aflicciones en Asia, ellos “no deben confiar en ellos mismos sino en Dios que resucitó a los
18

muertos,” invitando a meditar sobre las propias debilidades al observar los pensamientos y obras
propias por un solo día, con el fin de notar cuán ignorante, egoísta y estúpidos estos son.
Supra note 1, pp. 23, 133.

[47] St. Nicodemus, id, p. 63.

[48] Id, pp. 163-64.

[49] Id.

[50] Id, p. 286.

[51] Id, pp. 288-89.

[52] St. Nicodemus, id, pp. 50-51, distingue entre los remedies adecuados para los débiles y los
alternativos para los hermanos más experimentados.

[53] Tal asceticismo no es contrario a las penurias corporales castigadas por San Pablo en Col. 2:20-
23, porque en el contexto Colosense Pablo criticó la severidad que por si misma y sin intervención
de la gracia era predicada como señal de madurez espiritual y conocimiento de todas las cosas. Los
monjes, por otra parte, practican el asceticismo para propiciar la gracia de Dios.

[54] Evagrius, On Thoughts 3 and 16; St. John Cassian, On Eight Vices, supra note 4, p. 76.

[55] Evagrius, Praktikos 58.

[56] Evagrius, On Thoughts 21; Evagrius, Praktikos 18.

[57] Evagrius, On Thoughts 14, 15.

[58] St. John Climacus, supra note 4, pp. 91-120

[59] Id, pp. 132-135.

[60] Id, pp. 136-145

[61] Id, pp. 146-151

[62] Evagrius, Thoughts 1.

[63] Id, 9, 12.

[64] St. John Climacus, supra note 4, p. 229.

[65] Evagrius, Thoughts 8.

[66] Evagrius, Thoughts 19.

[67] Id.

[68] St. John Cassian, On the Holy Fathers of Sketis, p. 103, in Philokalia, supra note 4.

[69] Evagrius, Praktikos 54, 55.

[70] St. John Climacus, supra note 4, p. 179.


19

[71] Evagrius, Praktikos 71.

[72] Id, 49.

[73] Sophrony, Archimandrite, The Undistorted Image: Staretz Silouan (The Faith Press, 1958), p.
200.

[74] Evagrius, Thoughts 5; St. John Climacus, supra note 4, p. 153.

[75] Id, 10.

[76] St. Nicodemus, supra note 1, pp. 50-51.

Texto original publicado en: THEANDROS, Vol.4, No.2, Winter 2006-2007


www.theandros.com
T - Traducción al Español: Hieromonje Efraín Fuentes, México DF. 2007.

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