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METAFISICA DE LA TENTACION
EN EL
MONASTICISMO ORTODOXO ORIENTAL
I. INTRODUCCION
Praktikos (versión griega abreviada de El Monje: Tratado de la Vida Práctica). Los tres
principales pensamientos malignos son: glotonería, vanidad y avaricia. Estos dan lugar a
los otros cinco: lujuria, desaliento, orgullo, abatimiento y odio [4]. Evagrio enseña que
cada vicio tiene su correspondiente demonio y que todos están ligados a los tres
principales: La glotonería es la puerta de los pensamientos lujuriosos y conduce al
asceta descuidado a la fornicación, por la agitación de la facultad concupiscente del
alma. La avaricia culmina en un celo por la comida, las posesiones, la presunción y
agita la parte irascible del alma. Finalmente, la privación de cualquiera de éstas conduce
al desaliento, y la falla en combatir la avaricia conduce al orgullo [5].
tentaciones, por tanto, están personificadas y son evocadas por los demonios. Evagrio
distingue entre dos clases de demonios y sus vicios correspondientes. Los primeros
tientan a la persona como a un ser humano, mientras que los segundos como a un ser
irracional. Los primeros provocan en nosotros representaciones mentales de vanidad y
orgullo, a los cuales los seres irracionales son insensibles, mientras que los de la
segunda clase provocan nuestra irascibilidad y concupiscencia en contradicción a la
naturaleza. [13]
San Atanasio describe los logismoi atacando a San Antonio y brotando de Satán,
como de dos clases: los que existen solamente en forma de pensamientos sucios, y los
que son generados por la personificación de Satanás en atractivos objetos o entidades
vivientes, como mujeres, glorias y riqueza. [14] Esta última clase no constituye una
sugestión en si misma, pero al igual que una sugestión provoca y enciende las pasiones
del corazón, por medio de la vista. Por tanto, la tentación de Satanás es tanto un
logismoi o sugestión que no es transmitida por medio de los cinco sentidos, como un
concepto que es intermediado por uno de los cinco sentidos. Esto necesariamente
significa que ni los logismoi, ni lo sentidos de percepción, son lo suficientemente
poderosos en si mismos para provocar alejarse de Cristo. Ellos son, sin embargo, parte
de la cadena de causas que conducen al pecado en la siguiente secuencia: Logismoi - - >
brote de pasión - - > acción en respuesta a la pasión. Esta explicación es útil para
entender más adelante, por qué los ascetas Ortodoxos declaran que nuestra lucha es
viable solamente en la etapa de combatir los logismoi, mientras que en la siguiente fase
en que los logismoi han encendido las pasiones, es extremadamente difícil de vencer, al
igual que una represa cuyo muro protector ha cedido ante las imperiosas aguas.
Y porque Satanás nos tienta hasta el final, nuestra vida es una constante lucha
contra él. [15] De hecho, Satanás, la fuente del mal, hizo esa maligna sugerencia a
nuestros primeros padres. [16] San Pablo describe claramente el propósito de nuestro
combate terrenal: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra
principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo,
contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.” [17] La tradición
Ortodoxa cree que el éxito mas grande de Satanás es convencernos de su no-existencia.
Según San Nicodemo, Satanás, quien de hecho es más de una entidad, habita alrededor
del corazón por virtud de su energía y no por su esencia. Antes del bautismo, la gracia
lleva al hombre a las buenas obras desde afuera, mientras que Satanás habita dentro del
corazón. Sin embargo, luego del bautismo, Dios permite a Satanás merodear alrededor
de nuestro corazón con el fin de poner a prueba nuestra voluntad. Es allí que el Maligno
intenta “empañar la mente con lujuria por la carne.” Es por eso que, agrega San
Nicodemo, los padres insisten que Satanás no quiere que la gente conozca donde habita,
para que no le resistan. [18] Satanás lucha en contra de nosotros en seis formas: arriba,
abajo por la derecha, por la izquierda, por el frente y por detrás. Estas formas
corresponden a nuestros esfuerzos por alcanzar la virtud: por debajo, nuestras omisiones
por negligencia que sufrimos para alcanzar la virtud; la derecha representa los demonios
engañándonos con una buena causa con el fin de volvernos hacia el mal; la izquierda
simboliza que aun cuando el Mal nos mira a la cara, los demonios nos urgen a pecar; el
frente es cuando los demonios nos atacan con logismoi e imágenes de cosas que están
por venir; y atrás, finalmente, los demonios luchan contra nosotros con recuerdos y
prejuicios de cosas del pasado. [19]
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Hemos visto en qué forma Dios permite a Satanás atacarnos con logismoi u
objetos perceptibles, pero es igualmente cierto que Dios permite que vengan las
tentaciones a nosotros, en mucho por la misma razón. Sin embargo, todo lo que viene de
Dios es una emanación de lo que Dios es, amor, y esta es la forma en que a veces las
tentaciones vienen a nosotros. Los asaltos de Satanás no son causados por amor, pero
son permitidos por Dios para nuestro beneficio. Así, San Juan de Damasco interpreta
Marcos 5:13 (Cristo dando permiso a los demonios de entrar a los cerdos): “En tanto
Dios permite que aun el hombre justo se encuentre con infortunios, para que la virtud
oculta en él pueda ser conocida por otros, como en el caso de Job. Otras veces, permite
que algo inicuo ocurra de modo que por esa acción aparentemente inicua, algo grande y
excelente pueda realizarse, como fue salvación de los hombres por la muerte en la Cruz.
Y aun de otra manera, El permite que un hombre piadoso sufra males, para que no caiga
en su propia presunción por la fortaleza y gracia que se le ha concedido, como en el
caso de San Pablo. Alguien puede ser abandonado por un tiempo para la corrección de
otros, de modo que al observar su estado otros puedan ser instruidos… Dios provee para
toda la creación y por medio de toda la creación El hace lo bueno e instruye, a veces
hasta hace uso de los mismos demonios, como en el caso de Job y de los cerdos.” [20]
Es evidente, por tanto, que Dios mismo hace uso de los logismoi y las imágenes
perceptibles para nuestro beneficio. [21] Las tentaciones, ya sea como logismoi o
imágenes perceptibles o situaciones, son numerosos en clase, variando desde
pensamientos lujuriosos hasta calamidades tales como la muerte de personas familiares
y enfermedades. Como veremos al tratar acerca de los remedios, el auto control sobre
los tres principales vicios/tentaciones, aunado a ejercicios ascéticos/corporales y
ejercicios espirituales, ayudan a evitar cualquier turbulencia adversa en el espíritu y a no
encender las pasiones contrarias a la naturaleza. No queda claro en la literatura sobre el
tema si los primeros Padres de la Iglesia y los posteriores ascetas entendían que Satanás
tiene el poder de infligir todo el rango de imágenes perceptibles (incluyendo la
enfermedad y la muerte), o si la providencia divina le permite hacer eso. La pregunta es
sobre todo importante a la luz de la creencia de los Padres de que Satanás en ocasiones
asume una existencia corporal, con el fin de dañar físicamente a aquellos ascetas que
han erigido una sólida muralla en contra de sus logismoi. La respuesta necesariamente
debe ser afirmativa, porque hasta las personas pueden hacerse daño unos a otros. Sin
embargo, debemos calificar el poder de Satanás sobre el hombre, y atribuirlo siempre a
la amorosa providencia divina.
La pasión es, de hecho, una reacción ante un evento externo. Sin embargo, aun cuando
al evento externo (logismoi) no se le impida entrar a las facultades del alma, nosotros, a
diferencia de los seres brutos e irracionales, estamos equipados con un mecanismo
interno (nuestras facultades cognitivas y vitales) por medio del cual lo disipamos antes
de dar lugar a los impulsos incontrolables. En los animales, cuando un apetito por algo
se presenta es inmediatamente seguido por la necesidad de actuar, porque su apetito es
irracional y ellos carecen de voluntad natural. Nuestra alma, por el contrario, posee la
voluntad natural, y como resultado cualquier sugestión externa que da lugar a un
apetito, pasa por un proceso sucesivo de deliberación, seguido del juicio, y luego de la
opinión, llegando finalmente a la opción o selección. Es entonces que se es movido a
actuar, y esto es lo que se llama impulso. [24] Es evidente que la voluntad natural del
alma pone en movimiento sus facultades cognitivas, con el fin de impedir que los
logismoi sucumban ante el gnome. De esto se deduce que aquellos que no utilizan o
tienen incapacitadas sus facultades cognitivas, irremediablemente ceden ante los
impulsos gnómicos. El peligro en este caso es, como apunta San Gregorio de Nissa, que
sucumbir a una pasión es dar lugar a todas las pasiones, porque las debilidades humanas
están ligadas y relacionadas entre si, y si una de ellas destruye la barrera protectora de
nuestra facultad racional, el caudal entero de las pasiones entra al alma. [25]
Aun cuando la terminología empleada por Padres de la Iglesia, así como por algunos
ascetas contemporáneos, no es consistente, en general todos ellos concuerdan en que la
fase de pasión incluye el momento en que los logismoi entran al alma, hasta el momento
en que son refinados en un impulso a favor o en contra del mal. Evagrio es más
específico en esta cuestión. El distingue en el hombre un poder concupiscible (deseo) y
un poder irascible (insensible), dados ambos por Dios y constituyendo una parte integral
de su naturaleza. La facultad irascible es para alejar a las intelecciones dañinas, mientras
que el deseo sirve para apacentar amorosamente a las ovejas, y producir sentimientos de
compasión y amor. [26] Mientras que es evidente que estas dos facultades están
diseñadas para servir un propósito espiritual, Evagrio las llama pasiones, en la medida
en que son descontroladas y sin revisión, el mal uso de las cuales puede conducir
exactamente al efecto opuesto para el que nos fueron dadas. Por ejemplo, la insensible
puede conducir al odio y el deseo se torna en lujuria. La pasión es un material
potencialmente inflamable, que es encendida solamente por los logismoi, otras imágenes
externas y la libre voluntad, en contra de su verdadera naturaleza. Por tanto, no es la
tentación o los logismoi en si mismos lo que constituye la vanidad inyectada en el alma;
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sino los logismoi incontrolados son los que inflaman el vicio de la vanidad en la parte
irascible del alma. En este sentido, nos podemos defender de los logismoi y las
tentaciones, aunque no podamos desvanecer las pasiones implícitas que rodean al
corazón, porque son parte de nuestra naturaleza. [27] Obviamente, para el alma
inexperta, el paso de la tentación por las facultades racionales, casi siempre conducirá a
un impulso pecador, aunque no será imposible para una fuerte voluntad gnómica ser
vencida en esa etapa. Sin embargo, es por esta razón que los ascetas experimentados nos
advierten en contra de admitir malos logismoi, aun cuando nos consideremos ser fuertes
espiritualmente. [28] Nos hacemos indiferentes a la pasión cuando nuestra visión es
guiada solamente por nuestra voluntad natural. De este modo, “nuestras almas son
movidas por energías inteligentes en dirección de las cosas del intelecto, [y es solo
entonces] que nuestros sentidos y todo lo que va con ellos no son ya necesarios” [29]
En esta lucha interior, San Nicodemo advierte a los monjes jóvenes tener precaución
de ellos mismos, así como de sus innumerables enemigos, ante los cuales ellos son
incapaces de ofrecer la más mínima resistencia. Luego advierte en contra del hábito del
enemigo de atacar constantemente, sus estratagemas y transformaciones en ángeles de
luz, [31] así como de sus muchas trampas. [32] La vigilancia de un monje, así como de
cualquier persona que desee apartar a Satanás de molestar al alma, nunca se termina, es
constante hasta el momento mismo del último aliento. El monje está consciente, más
que nadie, que nuestra única oportunidad en contra de los asaltos de Satanás, cuya única
arma la constituyen los logismoi o representaciones externas (que excitan nuestras
facultades sensoriales y dan lugar a los logismoi), es impedir que los logismoi penetren
nuestra mente. Ya examinaremos más adelante cómo puede lograrse esto por medio de
la oración constante, la oración, el canto, el ayuno y otros medios. Es precisamente este
aspecto de nuestra lucha lo que se enfatiza en la Escritura en términos inequívocos:
“Guárdate tu mismo de tener en tu corazón un pensamiento perverso.” [33] San Basilio
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explica que los hombres tienen fácil disposición a los pecados de pensamiento, porque
el movimiento de la mente no requiere ninguna acción física, y aun puede realizarse en
un estado de descuido. Por tanto, la mente debe ejercer precaución constantemente y
prohibir que cualquier pensamiento indiscriminado, imagen o imágenes sensuales se
infiltren en el alma. [34] San Basilio explica el significado preciso del mandato
“guárdate tu mismo” en términos de nuestra lucha espiritual, como sigue: “Conserva el
ojo de tu mente en guardia insomne, pues “Iréis en medio de trampas” [35] El asedio del
enemigo está oculto en todas partes. Cuídate en todas direcciones, para que “te salves
como golondrina de las trampas y como ave de la mano del que arma lazos” [36] El
ciervo no puede ser atrapado con trampas a causa de la sutilidad de su visión, de allí su
nombre, que se deriva de su propia agilidad visual. Un ave estando alerta, fácilmente
vuela fuera del alcance de la trampa del cazador. Por lo que, está atento, en que no seas
menos precavido que los animales al protegerte. Nunca te permitas caer en las trampas
del demonio y te hagas su presa, juguete de su voluntad” [37]
Sin embargo, hasta los que son conscientes de todo este artilugio, particularmente
monjes y personas piadosas, hallan a las trampas del Demonio no menos difíciles de
combatir. Entre más ellos resistan, el Maligno intensifica más sus esfuerzos por medio
de intrincadas tentaciones. San Nicodemo advierte que cuando el Demonio sabe que
estamos resistiendo fuertemente las tentaciones y que aparentemente somos victoriosos,
el Demonio entonces retira todas las tentaciones de nosotros para que caigamos en la
vanidad y el orgullo. De este modo, cuando nos hemos dedicado a combatir contra
Satanás, y éste retira las tentaciones de nuestra existencia, debemos entonces hacer un
esfuerzo mental por recordar aquellas tentaciones que mas nos afligen, y continuar
rechazándolas como si fuesen reales y sacarlas de nuestro corazón. [39] Esta idea de que
debemos combatir al Demonio en el sentido de atacarlo, en lugar de esperar a que nos
tiente para luego resistirle, es central a la teología ascética de San Nicodemo para
aquellos individuos que han avanzado en su ascenso espiritual. Esto es consonante con
la literatura teológica que hemos examinado, la cual sugiere que nuestra lucha contra
Satanás en esta vida terrenal no se termina. La consecuencia de esta observación es que
estando ausentes de la Gracia de Dios, no tenemos dominio absoluto de nuestra alma y
cuerpo en esta vida. San Nicodemo sustenta esta razón de atacar a Satanás, no
solamente en la tradición monástica y la experiencia ascética, sino además en la
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Escritura, en particular el Salmo 18:37-38, que dice: “Perseguí a mis enemigos y los
alcancé, y no volví hasta acabarlos. Los herí de modo que no se levantasen; cayeron
debajo de mis pies.” Nicodemo explica que cuando estamos mejorando en las virtudes,
Satanás se transforma en bondad para que podamos seguirlo a una cierta altura, solo
para dejarnos caer súbitamente y así causarnos pena y alejarnos de Dios. [40]
No está claro en la literatura teológica por qué es que Satanás quiere tentarnos y
alejarnos de Dios. San Juan Clímaco enseña que los demonios nos afligen, ya sea por
que somos sensuales, orgullosos, o por pura envidia; lo cual conduce a un prospecto de
falla de por vida. [41] San Nicodemo subraya brevemente que la paz es un estado de
tranquilidad alcanzado por la Gracia y el combate, que Satanás quiere alterar y destruir.
[42] Esto aun no explica el porqué. Ya hemos explicado que Satanás es una criatura de
Dios y por tanto bueno por naturaleza, pero ofuscado por gnome, y por tanto carente de
voluntad natural. A pesar de ser una criatura como nosotros, posee poderes que aun no
hemos constatado, fallando nosotros al emplear nuestra voluntad natural. Podemos
aventurarnos a conjeturar que nuestras tentaciones se originan en Satanás (y a veces en
Dios por propósitos educativos), pero Satanás no está sujeto a las tentaciones de Dios
porque él recuerda su unión con El y no siente pérdida alguna al apartarse de El. Por
tanto, el propósito educativo de las tentaciones concedidas a nosotros por Dios no tendrá
efecto en Satanás. Solamente podemos concluir que el propósito de las tentaciones
originadas en Satanás es adherirnos a la voluntad gnómica. Esto demuestra, por tanto, la
dimensión de nuestra libre voluntad como un obsequio de nuestro Creador, porque Dios
no forzaría ni siquiera a Satanás a regresar a El, que lo ha visto y recuerda su gloria. A
continuación estudiaremos el origen de los logismoi y otras tentaciones de Dios mismo.
Dios como Bondad naturalmente desea que la humanidad entera se salve. Sin
embargo, la Providencia del Creador es responsable en ese respecto, solamente de
aquellas cosas que no dependen de nosotros; y de las que si lo hacen, nosotros somos
responsables por el ejercicio de nuestra libre voluntad. [43] El esquema providencial de
Dios está, por tanto, enfocado en nuestra salvación y esta es su particular justicia. Esto
indica que su naturaleza está más allá de nuestra comprensión, y que no podemos
conocer su naturaleza, como la criatura no puede conocer a su Creador. Para los Padres
y Ascetas de la Iglesia, todo lo que nos sucede y está fuera de nuestro control pertenece
a la justicia de Dios. A veces aparece como una calamidad súbita, como en el caso de la
muerte y la enfermedad, y en otras ocasiones se revela como la incapacidad del
individuo ante las adversidades, egoísmo y falta de auto control. Para el que tiene poca
fe, todos estos sucesos demuestran la ausencia de Dios, o la existencia de un Dios cruel;
pero para el que cree fuertemente en la Providencia y Bondad de Dios, lo acepta todo
como parte de la justicia de Dios, que nos instruye para ascender a El. San Juan de
Damasco explica:
“Algunas cosas que se deben a la Providencia son por aprobación, mientras que otras
son por admisión. Todas las que son inequívocamente buenas son por aprobación, en
tanto que todas las demás (que son de muchas clases) son por admisión. Así, Dios en
ocasiones permite que hasta el hombre justo encuentre desgracias, de tal manera que la
virtud que se halla oculta en él pueda ser conocida por otros. En otras ocasiones, El
permite que alguna calamidad sea hecha, para que por medio de esa aparente acción
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infortunada algo más grande y excelente pueda ocurrir, como lo fue la salvación de los
hombres por la cruz. Y aun en otra manera, El permite que el devoto sufra males, de
modo que no se aleje de su correcta conciencia, o para que no caiga en la presunción de
la fortaleza y gracia que le ha sido dada, como en el caso de Pablo”. [44]
Por lo tanto, cuando Dios aplica ciertas condiciones en nosotros, o permite a Satanás
infiltrar nuestra mente con logismoi, [45] su propósito es soteriológico. Una muerte en
la familia, una enfermedad repentina, etc., incluyen una revaloración radical de la vida
personal y la postura ante la voluntad de Dios, y la consiguiente pregunta de cuáles
logismoi va a retener la persona afligida; la buena persona, que tiene fe en la justicia de
Dios y le da gracias a pesar de la desgracia y el dolor causados, o la mala, que cegada
por el dolor no cree en la existencia de Dios. Pero Dios permite todo tipo de infortunios
para que podamos llegar al humilde conocimiento de nosotros mismos y de nuestras
debilidades. [46] El pensamiento racional sugiere que en tanto el mal persista durante
nuestra vida, las tentaciones que emanan de esa fuente no cesarán ni tampoco las que se
derivan de Dios mismo. De modo tal que estamos destinados a vivir en un estado
perpetuo de tentación mientras vivamos. Igualmente, cualquier intento de borrar las
tentaciones totalmente es inútil, porque aun si pudiésemos vencer a Satanás que es una
criatura como nosotros, no podemos superar lo que pertenece a la sustancia de Dios (el
origen providencial de las tentaciones). De tal manera que la tentación es finalmente
providencial y no el resultado del mal; así, debe ser bienvenida pero combatida. Este
oxymoron está primeramente en el Padre Nuestro, particularmente en la parte donde
pedimos que no nos deje caer en tentación, mientras que al mismo tiempo le decimos
que sea hecha Su voluntad. Si la voluntad de Dios en su esquema de justicia
providencial incluye nuestra aflicción con las tentaciones, estaríamos negando nuestra
petición por Su voluntad si pidiésemos no ser afligidos con tentaciones. Por tanto, debe
ser que la última parte de la oración tiene un significado que es consonante con la
voluntad de Dios. Si nuestro entendimiento metafísico de Dios es por sus efectos, el
asceta ortodoxo encontrará totalmente natural aceptar todas las calamidades e
infortunios como obsequios de Dios; le agradecerá a Dios por ellos y rogará que no se le
permita incurrir en auto compasión o hundirse en malos logismoi como consecuencia.
El asceta tendrá fe y orará para que coseche el máximo fruto de cada pena en la vida, de
modo que pueda ser obsequiado con abundancia de dones en esta vida y en la posterior.
Así, no existe contradicción alguna en el Padre Nuestro, solamente nuestra incapacidad
para comprender el amor y la justicia de Dios.
Los padres ascetas confirman que Dios no elimina todas las tentaciones, y que deja
que algunas nos ataquen hasta la muerte, de modo que no olvidemos el combate y
permitamos que las pasiones nos dominen, y para que siempre busquemos a Dios,
evitemos el amor a nosotros mismos, rechacemos las pasiones en lo profundo del
corazón, seamos puestos a prueba hasta el final y por la prueba aprendamos el valor de
la virtud y a nunca abandonarla, y a no temer a la muerte cuando venga. [47] Para el
asceta que entiende este proceso, su ejercicio incluye además de la defensa contra las
tentaciones, también una enorme cantidad de paciencia y perseverancia. Debemos
suponer que porque Cristo sufrió las tentaciones hasta su propio fin, Dios no las elimina
por la gracia aun para los seres mas elevados espiritualmente a causa del peligro de la
vanidad. Los padres ascetas enseñan que en aquellos casos excepcionales en que un
monje ha logrado erigir un muro impenetrable contra las tentaciones de Satanás, esa
persona debe procurar descubrirlas dentro de si mismo y arrancar las pasiones que se
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hubieran encendido por las pasiones intrusas, y retener algún indicio de ellas, con el fin
de mantener alerta la lucha y vigilancia del alma. [48] San Nicodemo instruye así a los
monjes jóvenes: Uno debe considerar que las tentaciones son instrumentos necesarios
para adquirir las virtudes. Así, cuando uno solicita las virtudes a Dios, uno
esencialmente solicita esas tentaciones e instrumentos también. De otro modo, nuestra
oración es en vano y es hecha solamente para molestar a Dios. Más aun, Dios no
concede la virtud de la paciencia sin las tribulaciones que son resultado e instrumento de
la paciencia. Ni tampoco El concede la humildad sin penurias y desagrado. Por esta
razón debemos amar, invitar y agradecer a Dios por estas tentaciones. [49]
Por tanto, es por amor que Dios nos da las tentaciones para que podamos alejarnos de
un falso concepto de nuestra existencia. Como ejemplo o prototipo, llevó al apóstol
Pedro hasta una posición en la que debía renunciar a Cristo tres veces, y así lo hizo
comprender su condición natural y debilidades, y arrepentirse por la humildad. A Pablo,
le dio la visión de las cosas que hay en el cielo, pero lo afligió por medio de una
dolencia física, para que por medio de la humillación de si mismo, pudiese gozarse
solamente de su enfermedad. [51] La diversidad de la tentación está ejemplificada por la
diversidad del carácter y la vida humana, así como los dones de Dios son individuales.
Es el modo en que los recibimos y los manejamos, lo que es esencial para nuestro
advento espiritual.
Debemos recodar que los tratados examinados en este estudio están dirigidos a
personas comprometidas en la vida monástica. Mientras que la naturaleza de la lucha
contra los demonios es una y objetiva, los remedios ofrecidos son de dos clases: a) los
que son aptos para cualquier persona, y b) remedios administrados de acuerdo a la
experiencia y progreso espiritual, y que no deben practicarse por religiosos inexpertos.
[52] Entre los remedios universales se incluye: a) la práctica de la virtud que se oponga
a cada tentación; b) el discernimiento; c) la oración, la salmodia y las vigilias. Los
ejercicios más comunes reservados para los monjes mas experimentados, consisten en la
facultad determinante de atacar a los demonios y la directa confrontación contra ellos.
Los primeros padres del desierto analizaron cada forma de tentación a partir de sus
características propias. El demonio de la fornicación debe combatirse, por ejemplo, con
un régimen de ayunos y otras prácticas que evitan que el cuerpo sucumba a los apetitos
sensuales, tales como las vigilias de toda la noche, el trabajo y otras disciplinas
corporales. [53] Al mismo tiempo, el monje debe orar incesantemente y practicar la
salmodia. Esta última tiene la función de evitar que los logismoi / tentaciones entren al
intelecto, y el monje, por lo menos en los primeros años de su vida religiosa, debe evitar
todo contacto con personas del sexo opuesto, y combatir con oraciones la intromisión de
pensamientos lujuriosos. [54] Evagrio sugiere un ejercicio complementario para
combatir al demonio de la fornicación. Argumenta que el demonio de la vanidad y el de
la fornicación son naturalmente opuestos, porque el primero promete placeres y
privilegios, y el segundo es el precursor de la deshonra y la vergüenza. De esta manera,
ellos son incapaces de atacar simultáneamente al alma, y así, los monjes experimentados
pueden combatir al demonio que se les aproxime, con los pensamientos del demonio
opuesto. [55] El demonio de la avaricia debe ser controlado por medio de la renuncia a
todas las posesiones mundanas. Los padres enseñan, sin embargo, que cuando los
monjes practican tal renunciación, el demonio de la avaricia les ataca en forma más sutil
y bajo el disfraz de caridad, que si les fuera confiada la administración de alguna
propiedad, o la acumulación de riqueza que debieran entregar a los pobres. El monje
que sucumbe a tales logismoi, no solamente es dominado por el demonio de la avaricia,
sino también por los demonios de la vanidad y el orgullo, los que a esta etapa han
convencido a la pobre víctima de su gran hospitalidad, caridad y bondad. [56] Los
demonios de la vanidad y el orgullo generalmente atacan al monje durante el transcurso
de su progreso espiritual. Evagrio enseña que entre todos los pensamientos, la vanidad
incluye una abundancia de materia, llenando la mente del anacoreta con multitud de
palabras y objetos. [57] Este demonio puede sugerir al monje que ahora puede requerir
soledad, con el fin de perfeccionarse a si mismo, y así le urge a abandonar el monasterio
y la tutela de su padre espiritual. El consejo en este caso es permanecer en la celda y no
solamente quedarse en el monasterio, sino también evitar contacto con el mundo
exterior, por temor a que el demonio de la fornicación pueda hallarle desprotegido.
Cada autor le da especial énfasis a la virtud que él considere central a los esfuerzos
espirituales ascéticos. Para San Juan Clímaco, la destrucción de la vanidad y el orgullo a
través de la humildad, es clave para oponerse a todos los demás demonios. Tal humildad
es alcanzada particularmente por medio de la estricta y decidida obediencia al padre
espiritual, [58] por el recuerdo constante de la muerte, [59] el lamento [60] y la
mansedumbre. [61]
El demonio de la ira encuentra tierra fértil para atacar al monje cuando él o ella está
procurando alimento, riqueza o estimación. [62] Por tanto, si uno domina las tres
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armas son: “Cilicio y cenizas, vigilias nocturnas, estar de pié, conocer el hambre, un
mero toque de agua al estar sediento, pasar tiempo en el lugar de sepultura de los
muertos, y sobre todas las cosas, la humildad de corazón; y de ser posible, un director
espiritual o hermano que aconseje, más anciano en sabiduría que en años, que además
nos ayude.” [70]
Recordando las palabras de San Pablo (Efesios 5:19), Evagrio nos dice que los
Salmos, himnos y cantos espirituales sujetan la mente al recuerdo constante de las
virtudes, apagando nuestra ardiente irascibilidad y extinguiendo nuestros deseos. [71]
La oración igualmente, tiene para Evagrio un doble propósito. Por una parte, fortalece y
purifica la mente para el combate futuro, “porque está naturalmente constituida para la
oración, aun sin este cuerpo”, mientras que por la otra, es útil para combatir a los
demonios con todos los poderes del alma. [72] El athonita del siglo veinte, San Silvano,
fue atormentado en sus primeros años monásticos por los demonios durante su oración.
De hecho, él relata que su celda estaba llena de demonios, que hacían toda clase de
esfuerzos para impedirle orar con una mente pura. El Señor comunicó al alma del
Staretz (superior espiritual ruso) que los orgullosos siempre sufren de los demonios de
los que San Silvano pedía al Señor qué hacer para hacer humilde su alma. Y el Señor le
respondió así: “Guarda tu mente en el infierno, y no desesperes.” [73]
Finalmente, comentaremos los remedios adecuados solamente para los ascetas más
experimentados. El primero de estos es el uso del coraje en contra de los pensamientos
demoníacos. La parte irascible del alma está inclinada naturalmente contra los demonios
y es solamente innatural que sea dirigida de otro modo. [74] La impasibilidad y la
perfección pueden considerarse alcanzadas cuando un odio perfecto contra los demonios
es aparejado con la ausencia de odio hacia otros seres humanos. Sin embargo, este odio
natural está reservado solamente para los ascetas expertos, en particular para los que han
superado el odio humano. Evagrio advierte que cuando el alma ha olvidado su relación
natural con la facultad irascible, Dios abandona al monje al permitirle sufrir terror en las
manos de los demonios por algún tiempo, hasta que el alma regresa a su bravura
original. [75] El segundo remedio para los ascetas expertos que han superado la
vanagloria o presunción, incluye una confrontación directa con los demonios, ya sea
citando pasajes de la Biblia – como hizo Jesús cuando fue tentado – o por medio de
decir la auténtica palabra de Dios y así demostrar a Satanás que está equivocado. Tales
métodos están prohibidos para quienes tienen aun que alcanzar algún grado de
impasibilidad, e invitándoles en lugar de eso, a combatir los logismoi por el rechazo, el
silencio, y por alejar la atención de ellos. [76]
VII CONCLUSION
lanzados por los demonios con el fin de provocar las pasiones en los seres humanos. De
acuerdo al esquema de Evagrio de clasificación de pensamientos malignos – la que ha
sido aceptada durante siglos con ligeros ajustes – existen tres principales
demonios/tentaciones: glotonería, avaricia y vanagloria. Estos dan lugar a los otros
cinco, que son: lujuria, desánimo, orgullo, abatimiento y odio. El rechazo a los tres
principales necesariamente impide el acceso a los otros cinco. El propósito de tales
tentaciones es su introducción en el alma humana, y encender sus facultades irascibles y
concupiscentes, dando lugar así a un impulso y perpetración del vicio correspondiente.
Esto constituye un ejercicio innatural de las dos facultades, cuya existencia en el alma
está reservada para el amor y la procreación (concupiscente), y bravura contra los
demonios (irascible).
El hecho de que los demonios sean responsables de este combate invisible no significa
que sean capaces de desafiar a Dios por el dominio espiritual. Por el contrario, ellos
también son criaturas de Dios, y como tales fueron hechos en su imagen, que es buena.
Por tanto, los demonios y el mal en general son una perversión de la bondad, no una
realidad autónoma. Esto significa que los demonios pueden afligirnos pero no conocen
la profundidad interior de nuestras almas. El Señor les permite tentarnos, para que por
medio de tal combate, podamos darnos cuenta de nuestras debilidades y enfermedades.
Esto es consistente con la doctrina cristiana que enseña que nadie puede salvarse en
contra de su propia voluntad. La aflicción de los logismoi difiere de persona a persona y
los monjes Ortodoxos ponen énfasis en que el logro más grande de los demonios es
convencer a la gente de que en verdad no existen. La gente secular, preocupada con
infinidad de asuntos mundanos, no se ocupa del contenido y origen de sus
pensamientos, mientras que los monjes, que han depuesto a un lado todo afán mundano,
están constantemente conscientes de este combate en sus almas.
La tradición monástica desde los tiempos de los primeros padres del desierto del siglo
cuarto, ha desarrollado antídotos a la guerra contra la vida espiritual. Por una parte, nos
enseñan a practicar las virtudes opuestas que correspondan a cada vicio. En forma
extrema, esto es muy difícil para los que llevan una vida secular, pero no para el monje
cuyo ambiente ascético y voto de pobreza es útilmente adecuado para practicar las
virtudes opuestas a la glotonería, vanagloria y avaricia. Sin embargo, ningún monje ha
sido libre nunca de estos tres demonios, y el ejemplo del demonio de la avaricia
introducido sutilmente en el alma del más dedicado hermano, al sugerir que si
administrara bienes o recibiera alguna riqueza él haría muchas obras caritativas, es
educativo. Los límites entre la avaricia y la vanagloria, la glotonería y la fornicación,
son tan cercanos que los monjes son instruidos a confesar todos sus pensamientos a su
padre espiritual, y a apegarse estrictamente a su consejo, así como a practicar el
discernimiento de sus pensamientos. Las personas que se afanan en los placeres
corporales y tienen una mente relajada (aspectos que se relacionan mutuamente) caen
presa fácil de los demonios. Por lo que es importante que el cuerpo sea endurecido y no
se permita a la mente divagar. Lo primero se logra mediante la abstinencia, las vigilias
nocturnas, el trabajo manual y la austeridad, mientras que lo segundo se alcanza
mediante la oración incesante y la salmodia. Un ejercicio reservado típicamente para los
monjes experimentados, incluye el empleo de la facultad irascible del alma para
provocar bravura o coraje contra los demonios.
Notas:
16
* LLB (Athens), LLM (Liverpool), Ph.D (Liverpool), Dip. Theology (Cambridge); Professor of
International Law and Head of Law, Brunel University.
[1] St. Nicodemus Agiorite, Invisible War [Aoratos Polemos], p. 53. Este tratado fue compuesto en
la segunda mitad del S. XVIII.
[2] Id.
[4] Evagrius, On Thoughts 1, translated by R. E. Sinkewitz, Evagrius of Pontus (OUP, 2003); see
also, St. John Climacus, The Ladder of Divine Ascent, translated by C. Liubheid and N. Russell
(SPCK, 1982), who follows the Evagrian scheme of evil thoughts and vices, at pp. 235-55; similarly,
St. John Cassian, On the Eight Vices, in the Philokalia, translated by G. E. H. Palmer, P. Sherrard
and K. Ware (Faber and Faber, 1979-1995), pp. 73-93.
[6] St. Gregory of Nyssa, The Lord’s Prayer, Introduction, pp. 14-15.
[8] Id.
[9] St. Macarius, in M. Plested, The Macarian Legacy: The Place of Macarius-Symeon in the
Eastern Christian Tradition (OUP 2004), p. 79.
[10] St. Nicodemus, supra note 1, pp. 23, 133. * LLB (Athens), LLM (Liverpool), Ph.D (Liverpool),
Dip. Theology (Cambridge); Professor of International Law and Head of Law, Brunel University.
[12] St. Athanasius, The Life of Saint Anthony, pp. 26-29; see also, Gerontikon: Compilation of the
Wisdom of the Fathers [Gerontikon: Stalagmaties apo tên Peterikê Sophia], pp. 389-91. This
treatise, also known as Euergetinos, is compiled with anecdotal stories and sayings of the desert
fathers of the first six centuries.
[16] Gen. 3:1; see also St. John Damascus, Orthodox Faith: Book Two, pp. 228-29.
[20] St. John Damascus, supra note 16, pp. 261, 263.
[21] See St. Macarius of Egypt, in Plested, supra note 9, pp. 36-38. Macarius calls the advent of
temptation an education for the soul.
17
[22] St. Nicodemus, supra note 1, p. 23; St. Gregory of Nyssa, On Virginity, pp. 33-34; Gerontikon,
supra note 12, p. 387.
[23] St. John Damascus, Orthodox Faith: Book Two, pp. 246-47.
[26] Evagrius, On Thoughts 17; St. John Climacus, supra note 4, at p. 251.
[28] Gerontas Paisios Aghiorite, Lectures C: Spiritual Struggle [Gerontas Paisios, Logioi G:
Pneumakitos Agônas] (2004), pp. 20-32.
[43] St. John Damascus, Orthodox Faith: Book Two, pp. 260-61.
[46] St. Nicodemus interpreta 2 Cor. 1:9, donde San Pablo dice que a causa de sus terribles
aflicciones en Asia, ellos “no deben confiar en ellos mismos sino en Dios que resucitó a los
18
muertos,” invitando a meditar sobre las propias debilidades al observar los pensamientos y obras
propias por un solo día, con el fin de notar cuán ignorante, egoísta y estúpidos estos son.
Supra note 1, pp. 23, 133.
[49] Id.
[52] St. Nicodemus, id, pp. 50-51, distingue entre los remedies adecuados para los débiles y los
alternativos para los hermanos más experimentados.
[53] Tal asceticismo no es contrario a las penurias corporales castigadas por San Pablo en Col. 2:20-
23, porque en el contexto Colosense Pablo criticó la severidad que por si misma y sin intervención
de la gracia era predicada como señal de madurez espiritual y conocimiento de todas las cosas. Los
monjes, por otra parte, practican el asceticismo para propiciar la gracia de Dios.
[54] Evagrius, On Thoughts 3 and 16; St. John Cassian, On Eight Vices, supra note 4, p. 76.
[67] Id.
[68] St. John Cassian, On the Holy Fathers of Sketis, p. 103, in Philokalia, supra note 4.
[73] Sophrony, Archimandrite, The Undistorted Image: Staretz Silouan (The Faith Press, 1958), p.
200.