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DESPEDIDA
Venezolanos:
Circunstancias especiales me obligan hoy, por breves días, a partir para Europa.
1858 Nace en Capacho, estado Táchira, el 12 de octubre, hijo de José del Carmen
Castro, agricultor, y de Pelagia Ruiz.
1884 Tiene un incidente violento con el cura párroco de Capacho, Juan Ramón
Cárdenas; es hecho preso, y luego de seis meses se fuga y viaja a Cúcuta. Entonces
conoce a su futura esposa, doña Zoila.
1886 Regresa al Táchira, acompañando a las fuerzas invasoras de los generales Segundo
Prato, Buenaventura Macabeo Maldonado y Carlos Rangel Garbiras.
1888 Es designado gobernador de la Sección Táchira del Gran estado de Los Andes.
1902 Bloqueo de las costas venezolanas por las potencias europeas. «La planta insolente
del extranjero ha profanado el sagrado suelo de la patria», dice Castro.
A los venezolanos:
Hace hoy cinco meses que nuestras armas, victoriosas en La Popa y Tononó, dejaban
presentir que el Ejército del Táchira marcharía de triunfo en triunfo a la Capital de la
República: hemos vencido, hemos dado amplia reparación a la majestad de las
instituciones y a la honra nacional, sellando el proceso harto vergonzoso de nuestras
guerras civiles.
Podemos decir que la campaña armada está terminada ya, pues se ha inaugurado un
Gobierno que es el renacimiento de la República y cuyo programa puede sintetizarse
así:
Comienza la labor administrativa, quizá más cruda que la labor guerrera, para la cual
reclamo el contingente de todos los hombres de buena voluntad.
Esta es vuestra obra: debéis estar orgullosos de ella y prontos a cuidarla para que os
hagáis dignos del alto renombre que habéis conquistado en la Historia.
Dado el terrible golpe y consumado el gran crimen, no queda más dilema que este: o
esclavos impasibles, renegando de nuestro glorioso pasado y de nuestros derechos, u
hombres libres y dignos aun cuando para ello sea preciso grandes sacrificios.
Soldados:
El árbol de la libertad exige vuestro contingente de sangre una vez más: volad a
ofrendarlo con ese valor legendario que os es peculiar.
Un hecho insólito en la historia de las naciones cultas, sin precedentes, sin posible
justificación, hecho bárbaro, porque atenta contra los más rudimentarios principios del
Derecho de Gentes; hecho innoble, porque es fruto del contubernio inmoral y cobarde
de la fuerza y la alevosía, es el hecho que acaban de realizar en la rada de La Guaira,
hace pocos momentos, las escuadras alemana e inglesa; sorprendieron y tomaron en
acción simultánea y común, tres vapores indefensos de nuestra Armada que habían
entrado en dique para recibir reparaciones mayores.
Venezolanos:
El duelo es desigual porque el atentado ha sido consumado por las dos naciones más
poderosas de Europa contra este nuestro país que apenas convalece de largos y
dolorosos quebrantos y porque ha sido realizado de aleve manera, pues Venezuela no
podía esperar tan insólita agresión, desde luego que no habían precedido las fórmulas de
estilo en semejantes casos. Pero la Justicia está de nuestra parte, y el Dios de las
Naciones que inspiró a Bolívar y a la pléyade de héroes que le acompañaron en la
magna obra de legarnos, a costa de grandes sacrificios, Patria, Libertad e Independencia,
será el que en estos momentos decisivos para la vida de nuestra nacionalidad, nos
inspire en la lucha, nos aliente en el sacrificio y nos asista en la obra también magna de
consolidar la Independencia Nacional. Por mi parte, estoy dispuesto a sacrificarlo todo
en el altar augusto de la Patria; todo, hasta lo que pudiera llamarse mis resentimientos
por razón de nuestras diferencias intestinas.
No tengo memoria para lo que de ingrato pueda haber en el pasado. Borrados quedan de
mi pensamiento de político y de guerrero todo lo que fue hostil a mis propósitos, todo lo
que ha podido dejar una huella de dolor en mi corazón. Delante de mí no queda más que
la visión luminosa de la patria, como la soñó Bolívar, como la quiero yo.
Venezolanos:
Y hoy, que por una feliz coincidencia conmemoramos la fecha clásica de la gran batalla
decisiva de la Libertad Sudamericana, la batalla de Ayacucho, hagamos votos porque
nuevos Sucres vengan a ilustrar las gloriosas páginas de nuestra historia patria.
Trajo la sepultura del Partido Liberal Amarillo y, con él, el fin del procerato federalista,
y puede decirse que «nuevos hombres»; lo único que sobrevivió de su celebérrima
consigna de cambios: «Nuevos hombres, nuevos ideales, nuevos procedimientos».
Trajo un singular estilo para enfrentar la crisis económica de fin de siglo, que
combinaba el halago y la agresión en el tratamiento de las diferencias con los
adversarios (Matos, por ejemplo), alternando los saraos conciliatorios con el fuego de
artillería en los campos de batalla.
Trajo una política exterior pugnaz, ingrata para las potencias imperialistas, y enfilada
contra EE.UU. en el tramo de disputas con trusts y empresas como el New York and
Bermudez Company, justo cuando Ted Roosevelt metía miedo en el Caribe y
Centroamérica.