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NOSOTROS LOS INFIELES de Luis María Aller Atucha (1)

(en diálogo con Marcelo Birmager, Jean Paul Sartre, Simone de


Beauvoir, Ricardo Musso, Zigmunt Bauman y Emilio Rodrigué)

El autor, Luis María Aller Atucha, convoca, más que a la lectura de un libro a
ingresar en la aventura de observar, describir y discutir lo descripto. Y el tema, el de las
relaciones sexuales extraconyugales, lo lleva a aceptar de antemano la impregnación
ideológica que se proyectará inevitablemente sobre lo tratado.

Parte del supuesto, de que tal como la exigencia de virgindad prematrimonial


(sobre todo para la mujer), ha dejado de ser una condición para la iniciación de un
vínculo de pareja, como lo fue para las generaciones que nos preceden, también podemos
esperar, a mediano plazo, .la aceptación de relaciones coitales paralelas a las que se dan
en la relación de pareja estable.
Postula que así como las experiencias sexuales de los jóvenes, previas a la
consolidación de un vínculo que monopolice afecto y erotismo se han naturalizado para
las últimas generaciones, y se llegaron a aceptar sin crítica ni censura, así también se
llegarán a aceptar las relaciones coitales en encuentros ocasionales o de cierta
permanencia y que sean simultáneas a las que se mantienen en el vínculo estable.

No obstante, el autor plantea que “el secreto es el alma de la relación


extramatrimonial” y que ésta pierde su encanto cuando se revela, no cumpliendo entonces
con lo anhelado ¿lo anhelado parece ser entonces el engaño?
“Hay quienes sostienen que engañar o hacer subrepticiamente lo que nunca nos
atreveríamos a hacer con pleno conocimiento de todas las partes afectadas, es un arte que
se adquiere en épocas tempranas de la vida, aprendiendo a mentirnos a nosotros mismos,
y a quienes nos rodean y amamos, viviendo en dos o más realidades coincidentes, aquella
en que las cosas suceden conocidas solamente por nosotros mismos, y aquellas que
compartimos con otras personas que consideramos importantes. Si el poder engañar,
disimular, callar o ocultar una situación que sabemos nos es desventajosa, es parte de la
condición humana…, el mantener relaciones sexuales paralelas al matrimonio podría
también ser parte de nuestra naturaleza y el no denunciarlas una condición humana
aprendida e incorporada desde la cultura represora que nos obligó a ello para sobrevivir y
mantener la armonía ”(2)

Pasemos a otra perspectiva.


En “La aventura sentimental”, Marcelo Birmager dice:
“No nos pongamos exquisitos a la hora de las definiciones: entendemos por
aventura sentimental el encuentro sexual entre una mujer casada y un hombre que no es
su marido, o entre un hombre casado y una mujer que no es su esposa.
¿Por qué este encuentro se llama aventura? Porque el cónyuge está poniendo en
riesgo su situación sentimental cotidiana: el matrimonio (si el otro se entera el
matrimonio puede terminar); no sabe a dónde va con la nueva y fugaz pareja; y la
concreción dichosa del encuentro llena de euforia al infiel.
Sin embargo, la aventura se produce no por la nueva pareja sino por la pareja
cotidiana. Es el estar casado el que transforma este encuentro en una aventura, y no la
individualidad de la nueva persona con la que el adúltero se acueste.
Si “A”, casado con “B”, se acuesta con “C”, es gracias a “B” que ese revolcón es
una aventura. Si “B” no existiera, el revolcón de “A” con “C” sería un simple coito y no
una aventura.
“A” debe esconderse de “B”, y quizá también debe esconderse de sus relaciones.
“A” debe encontrar horarios ocultos, lugares ocultos, inventar historias,
arriesgarse.
“A”, gracias a “B”, repito, no gracias a “C”, se transforma en aventurero.
“C”, supongamos que es una mujer, puede ser linda o fea, feroz o mansa, incluso
puede ser un chimpancé hembra. Pero su valor como objeto de aventura, se reduce a cero
si “B” no existe. Todo su valor, en tanto objetivo de una aventura, está dado por “B”, la
esposa legal. Y por quien “A” se toma tantos trabajos es por “B”, no por “C”. Toda la
aventura de “A” consiste en ocultarse de “B”, no en acostarse con “C”.
La aventura podría existir sin “C”, pero no sin “B”. Entonces, en este caso, ¿cuál
es el objetivo de la aventura?
Pues todo el objetivo es ocultarse de “B”. El objetivo no es el placer sexual sino el
viejo placer infantil que se extrae del juego de las escondidas.
Oh, relaciones clandestinas, toda vuestra fortuna está depositada en la cuenta de
las relaciones legítimas.

La aventura de la infidelidad está en peligro de extinción, pues una vez aflojados


los lazos sagrados que se le suponían al matrimonio, la amenaza el descubrimiento de que
todas las personas son más o menos parecidas, o de que en una misma persona se pueden
encontrar muchas personas distintas.”
Marcelo Birmager continúa con algunas “Reflexiones para adúlteros
confundidos”:
“Recuerde que su esposa, cuando comenzó el romance, le decía las mismas cosas
que le está diciendo ahora esta mujer, y además no seseaba.
Este hombre le dice que usted es lo más importante de su vida, pero con un
ingreso insuficiente hasta para invitarla a tomar un café, con su completa falta de
perspectivas y su devoción por los programas de preguntas y respuestas: ¿cuál es el
mérito de ser lo más importante en la patética vida de ese sujeto?” (3) Hasta aquí las
palabras de Marcelo Birmager.

Volviendo al eje, el autor de “Nosotros los infieles” Luis María Aller Atucha, nos
dice su posición respecto al blanqueo posterior o previo de la relación extraconyugal:
Respecto a la explicitación, cuando esta continúa al “descubrimiento” de lo que
había sido antes celosamente ocultado, parece requerir una renegociación y reparaciónes
posteriores con la pareja estable. “Después de conejo ido palos a la madriguera” diría
algún escéptico.
En cuanto a la posibilidad de explicitar previamente y por un acuerdo, la libertad
de establecer relaciones sexuales paralelas, se plantea como regla de juego de difícil
aplicación.

Sobre el cuidado del otro hay un punto reiterado. Se pone en duda si esta salida de
lo pactado por la pareja originaria, llamada infidelidad convencionalmente y alamutrismo
por el autor, a fin de despojarla de la connotación censuradora, puede resultar perjudicial
para alguien. Expresa que parece haber coincidencia en que el perjuicio eventual solo
afectará a la considerada “víctima” o “alamutrada”.

Vale recordar que este perjuicio puede tomar distintas formas, y para todos los
integrantes.
Desde 1-el contagio de un E.T.S. Si bien en teoría pareciera obvia la prudencia y
redundante las recomendaciones a considerar, en los hechos encontramos, aún en medios
presumiblemente cultos y responsables, que la cosa no es tan así, como la casuística lo
avala, con la proliferación de contagios de cuadros leves o severos. En la última Jornada
del Instituto Kinsey se presentó un trabajo que daba cuenta de la negligencia con que se
manejaba el tema, a través de una encuesta entre profesionales de la medicina, indagando
sus comportamientos sexuales con su pareja estable y en encuentros ocasionales.

2- En cuanto a la repercusión en la vida personal y profesional de los implicados, el


autor postula: “El mundo de los amantes dejó de ser el lugar oculto y sombrío para
mostrarse a la luz del día, triunfador y orgulloso de evidenciar una nueva y legítima
forma de relación humana.(4)
Sin embargo, y otra vez remitiéndome a los hechos y en la casuística, el ocupar
los lugares de la legitimidad burlada (esposo/a) o de la clandestinidad subrepticia y
secundarizada (amante), resulta también en descalificación, en consecuencias negativas
en las otras áreas de inserción. En lo laboral y en lo social un velado interrogante
sobrevuela sobre los protagonistas de estas lides: desde “¿qué es lo que espera de
él/ella?” a “¿hasta cuando va a aguantar esa situación?”, para con ambos vértices del
triángulo, complementarios del que ocupa el infiel o “alamutra”.
El desprestigio ante terceros, que surge de la descalificación implícita en haber
sido poco sagaz y/o de ocupar un lugar devaluado, (esta devaluación va de “puta” a
“boluda” para las mujeres y de “traidor” a “cornudo” para los varones, según los roles
asumidos), tiene una vigencia que no se pude descartar y que es expansiva a otras
dimensiones en la vida.

3- Un parágrafo, casi del final dentro de Opiniones Marginales, que figura bajo el título
“Sobre otras cosas dispersas” dice:
“El engaño enloquece y en las relaciones paralelas hay engaño sobre el contrato
establecido”. (5) Creo que da con el tono exacto de lo que vale subrayar.
Respecto a las perturbaciones emocionales, recorrer los titulares que remiten al
rubro “crímenes pasionales” da una medida de la virulencia que puede cobrar la respuesta
de esposo/a engañado y/o del amante postergado/a.

“En ciertos círculos intelectuales y profesionales el hecho de tener un compañero


o compañera sexual de profesión afín, a pesar de estar casado, es aceptado por sus pares.
Salvo la persona que, teóricamente, es perjudicada por esta relación paralela (el marido o
la esposa “traicionados”) nadie encuentra este tipo de relación perjudicial”.(6)
Cabe consignar que en algunos casos los hechos se desenvuelven por otros
carriles. Utilizaré para ilustrarlos varios ejemplos. En uno de ellos el novio “agraviado”
que descubrió la “infidelidad” de su compañera, mientras el amante huía, la golpeó con
tal violencia, que le produjo hematomas y heridas. Ella formuló la denuncia, con lo que el
asunto pasa a ser público. Lo singular es que se trataba de tres profesionales en el ámbito
de la salud mental.
El otro caso de varón violento que conocí en consulta recientemente, fue el de un
joven que atacó físicamente al jefe de su esposa, con el que ella había establecido una
relación. Se trataba de un hombre maduro, por lo que el joven, luego de derribarlo a
puñetazos y fuera de sí, lo pateó en el suelo hasta que intervinieron terceros para
detenerlo. También fue denunciado.
Un tercer caso, que menciono en “Sobre amores y desamores”,(7) fue asistido en
el Servicio de Ginecología del Hospital Centenario de Rosario. Se trataba de una mujer
que refería fuertes dolores de estómago. Del interrogatorio surgió que se iniciaron en un
período de conflictos con su esposo. Este se ausentaba en forma inhabitual y cuando
volvía le traía dulces que insistía en que ella comiera. El caso es que ella ya había
efectuado por indicación médica previamente, unos análisis que buscaban determinar la
presencia de alguna sustancia que diera cuenta de sus síntomas. Pero no había querido
retirar los resultados. Lo que planteó en esta oportunidad fue “Si no le podían dar igual
“algo” para sus dolores de estómago”. Los profesionales no consiguieron que lo que se
sospechaba encontrara respuesta, (ella no buscó el resultado los análisis) pero a poco la
mujer supo de la relación extramatrimonial de su esposo, y ambos se separaron.
Hasta aquí como puede expresar su violencia un hombre en situaciones que si
bien son singulares, resultan representativas.
¿Y en cuanto a las mujeres?
Recibí en consulta la de la esposa suspicaz que azarosamente encontró a su
marido en situación comprometida en un restaurante con una señorita. Lo que hizo fue
dirigirse a la mesa que ellos ocupaban, tomar el plato que él tenía por delante, a la sazón
con paella valenciana, y ponérselo de sombrero. Lo inusual fue que él, lejos de dar por
terminado el vínculo con tal bochornoso desenlace, siguió insistiendo en una
reconciliación y jurando que la amaba.
La otra esposa ofendida, que fue violenta cuando tuvo las pruebas de la
transgresión de su marido, volvió con un bate (gente de Fisherton que practica deportes
sofisticados) hasta el local donde el se solazaba y la emprendió contra los vidrios del
auto. “No dejó uno sano, esa loca” me refería compungido el dueño del auto.
La tercera fue una joven que encontró a su amante, en un día domingo, de la mano
de su esposa. Lo que me relató fue que lo citó y cuando lo tuvo enfrente “Le di tantos
puñetes y patadas que no se va a olvidar. El no se defendió, ni eludió los golpes, ni trató
de pararme”.
En el último de los casos que voy a referir, correspondió a una joven que inició
una relación con un hombre casado.
Una aseveración como: “Total yo no tengo nada que perder”, o “No es problema
mío” (lo que acontezca en el otro vértice del triángulo) la he escuchado frecuentemente.
Queda la incógnita respecto de cuántos de estos casos terminan en violencia o se diluyen
sin dejar rastro. Pero sucede que siempre hay más qué perder..
En el caso, que referiré la joven fue encontrada con un orificio pequeño entre los
ojos, una tarde temprano. Como si se hubiera recostado para una siesta y antes de
empezar sus actividades, en la colchoneta en la que daba clases. Hasta donde supe, el
hecho nunca se pudo esclarecer.

Recuerdo otras situaciones ligadas, precisamente a los dichos mencionados:


“Total yo no tengo nada que perder…” se lo escuché también a una mujer, que enconada
por el abandono del marido que había iniciado otra relación, decidió agredirlos a ambos
en su lugar de trabajo. Pero aunque descargó su ira, en el mismo momento, se granjeó el
malestar y la desaprobación de los hijos, con los que hubiera sido importante conservar
una relación afectiva sin baches. Y que era lo que corrió riesgos de perder.
El dicho de los/as amantes: “No es problema mío lo que suceda en su matrimonio…” se
ve desmentido en las situaciones en que un esposo/a ofendido/a y agraviado/a, como en
los casos citados, decide tomar cartas en el asunto. Es en este sentido que la realidad
supera a los culebrones mejicanos más densos. Invito a leer en la sección crímenes
violentos el porcentaje, sobre el total de los mismos que se desencadenan en torno al tema
que nos ocupa.

. En cuanto a que “El engaño enloquece…”, el ataque a la capacidad de pensar que


implica la mentira, (cualquier mentira) como la forma más sutil de tortura no es un dato
menor a tener en cuenta.
Lo jerarquizaría como la fuente más importante de desentendimiento, difícil de
remitir en sus devastadores efectos. Y vincularía tal devastación a lo imprevisible de las
consecuencias.
Acordemos que en la mayoría de los casos puede que el conflicto pase con pena y
sin gloria, envenenando un poco más, vínculos que ya traían una carga difícil de
sobrellevar. Pero no cerremos los ojos a lo que puede llevar la eclosión de afectos en que
la potenciación explosiva de odio y amor llega a alcanzar niveles colosales. ¿O podemos
eludir que en nuestras historias de amor se juega la dimensión más apasionada de nuestra
existencia?

La posibilidad de la monogamia

Una de las situaciones que el autor contempla es la de la monogamia secuencial.


La monogamia secuencial acerca respuestas al tema, en tanto no implica la exigencia del
compromiso de la pareja tradicional, tan difícil de sostener, ni el arduo e incierto acuerdo
de la pareja abierta.
Es cada vez más frecuente la aceptación de una sucesión de relaciones amorosas
en la vida de las personas con lo que se cumpliría la aseveración de Vinicius: “Que el
amor sea eterno mientras dure”. Pero entiendo que lo que Vinicius nos trae implica que
cuando “deje de durar” y se cierre esa etapa, es entonces que queda el camino despejado
a nuevos encuentros. Es frecuente que al final de uno, se suceda el comienzo de otro,
pero sostener la simultaneidad ¿es factible sin desafiar el misterio y convocar lo
imprevisible?
En cuanto a las parejas abiertas, sustentadas desde los conceptos de “amores
necesarios” y “amores contingentes” ofrecen un odioso lugar devaluado para este último.
¿Quién se resigna a ser el amor contingente de alguien que tiene su valoración y su
compromiso más profundo puesto en otro vínculo? Frente a esa complicidad de iguales,
los que explícitamente se privilegian el uno al otro, ¿qué expectativas queda para el
tercero, invitado sin arte ni parte de la pareja inicial? Esta forma de funcionar sostenida
por Jean Paul Sartre (8)y Simone de Beauvoir,(9) tuvo su lado sórdido en la
correspondencia en que se referían burlonamente a sus amores contingentes y que se
conoció después que murieron. Amores contingentes surgidos, muchos de ellos entre los
jóvenes estudiantes para quienes ellos eran referentes valorados.
La “polifidelidad” o “no monogamia responsable”, (10) citada por el autor, parece
regirse por los mismos criterios, en tanto se preserva el vínculo de la pareja que acepta,
sin exponerse a demasiados riesgos, el intercambio con terceros y terceras, sin
ocultamientos, pero sin permitir que dicha relación con terceros/as cobre protagonismo.

El peso de la ideología
Desde una visión tradicional encontramos:

Flores Colombino, en “Sexología del matrimonio” citado por el autor dice: “…


esta transgresión implica la ruptura de un compromiso asumido frente a la esposa/o en el
plano afectivo y sexual, configurando un acto de adulterio, traición, falseamiento,
violación y engaño. Implica la ruptura unilateral de un contrato tácito y expreso que
contiene la voluntad de perseverar en el vínculo conyugal”.(11)

También citando a Frank Pittman: “Las aventuras amorosas son complejas desde
el punto de vista emocional, y encierran bastante ira, en parte hacia el cónyuge, en parte
hacia el compañero de aventura, en parte hacia la institución del matrimonio y en gran
medida, hacia el género opuesto. El sexo extramatrimonial, en un matrimonio que ha
acordado ser monógamo, se debe considerar una conducta sintomática y
problemática”(12)

Desde la perspectiva del autor:

El mundo de los amantes evidencia una “nueva y legítima forma de relación


humana”, considerando este comportamiento como “cotidiano, deseable y esperado
socialmente por varones y mujeres”(13)
“El alamutrismo es una conquista esencialmente femenina. La mujer en la medida
en que se liberó de la reproducción, también se liberó de la idealización que proponía la
relación sexual exclusiva, mentalmente nociva y socialmente opresora”.(14)
“Por siglos la cultura represora nos negó la posibilidad de explotar al máximo
nuestras posibilidades amatorias.
Hoy sabemos que la genética, la psicología evolutiva y la antropología nos sirven
de base para que podamos asumir con responsabilidad y convicción esta práctica humana
que se ha venido practicando a escondidas y con vergüenza a través de los tiempos”.(15)
“Nos negamos a caer en la trampa de la necesidad del sexo con amor, porque esta
es y ha sido la forma de negar la posibilidad de un placer legítimo y ético encontrado en
una relación sexo-genital que puede ser circunstancial o pasajera”(16)
“Tener coitos con otras personas no nos convierte en infieles, ya que no se fue a
hacer el amor o a establecer nuevas relaciones, dejando sus territorios, sino que se fue en
busca del placer físico, corporal, genital y coital” (17)
En cuanto a los testimonios de “Nosotros los infieles” (18)

Volviendo al libro, los testimonios con que se ilustran las diferentes posiciones
dan cuenta de lo complejo del tema.
a) Así como hay quienes asumen el ejercicio del “alamutrismo” para sí mismos
pero solo en tanto y en cuanto no lo practiquen sus compañeros/as (casos 1 y 2),
b) están quienes no lo aceptan en absoluto (casos 3 y 5),
c) quienes jerarquizan las aventuras: “ (las amantes) me calientan mucho más,
claro, a mis amigas no las veo despeinadas o saliendo del baño, o cansadas y protestando
por los chicos…” (caso 4)
d) quienes plantean: “La amante tiene la ventaja sobre la esposa, que la amante
conoce a la esposa…con la amante te animás a hablar de cosas que no te animarías con tu
esposa…es como tener dos esposas a disposición para resolver problemas” (caso 6)
Entre los testimonios están los que desearían saber en caso de ser “alamutrados” y
aquellos que preferirían ignorarlo. Casos en donde lo que prevalece es el “no querer
enterarse” como estrategia.

También está la opinión de la muchacha que habiendo establecido relaciones con


un hombre casado, trata de evitar la penetración porque su propósito era llegar virgen al
matrimonio. Cuando conoce a la esposa dice: “No me dio nada, ella tenía a su marido y
yo apenas se lo usaba algunos días para venirme con su mano o con su boca…”
En un par de testimonios se dejó constancia de la intención de manejarse con
prudencia, para no dañar a la pareja, manteniendo en el anonimato las relaciones
extraconyugales.

Creo que en un abordaje valiente como el que despliega esta obra, podría
profundizarse una dimensión dándole mayor espacio: la de poner énfasis en la
posibilidad de actualizar acuerdos por parte de las parejas.
Aquellos que con honestidad y franqueza puedan revisar sus posiciones ante el
tema, deberán procesar los modos que sientan más aptos y genuinos, que puedan y
quieran dar a una relación en la que estamos implicados con todo lo que somos,
pensamos y sentimos.

Aportes dictados desde la prudencia, jaqueando los fundamentalismos

El comentario de Silvia Aguirre parece atinado en su consideración acerca de que


las personas no son fieles o infieles, de manera rotunda, irrebatible y permanente. Su
propuesta de pensar que las personas pueden estar fieles o infieles, resta peso y
dramaticidad a la cuestión y permite pensarla con mayor libertad. (19)
En el mismo sentido la propuesta del autor, de establecer una escala en un
continuo fidelidad, infidelidad donde estén considerados los comportamientos de absoluta
fidelidad a los de absoluta infidelidad, atravesando toda la gama de uno a otro extremo,
pareciera una forma de relativizarr el problema. (20)
Una de las conclusiones de Marginalia que merece ser ampliado es el que alude a
que la convocatoria para tratar el tema de ¿la infidelidad o el alamutrismo? debió hacerse
desde el propósito de ampliar el compromiso sexual y no desde la ruptura de la
exclusividad. (21)

Tres notas originales aportadas desde la reflexión sobre el tema son las que
proveen los escritos de Ricardo Musso, Zigmunt Bauman y Emilio Rodrigué.
Ricardo Musso dice:
“¿Cuándo se convierte el sexo en un factor de pérdida de la amistad dentro de la
pareja? La respuesta es que cuando ocurren las infidelidades. Con esto se quiere
significar que es cuando un miembro de la pareja practica sexo con otra persona. Pero,
¿por qué la práctica sexual extraparejal debe implicar infidelidad? Las palabras mismas lo
dicen: porque fidelidad significa eso: ser fiel ¿A qué? La respuesta no es tan directa. No
es infiel aquél que solo tiene relaciones sexuales extraparejales sino aquel que las tiene
habiendo prometido no tenerlas.
Si no hay violación de la palabra, si la pareja hubiera decidido mantener la
libertad sexual, tener relaciones extraparejales no implicaría ya ser infiel. Más aún,
entonces teniéndolas en forma abierta y no oculta se sigue siendo fiel al compromiso
contraído. Esto significa que las conductas reales sólo pueden ser objeto de estas
calificaciones (infiel, mentiroso etc.) en relación con compromisos previos, verbales”.
(22)

El planteo de Zigmun Bauman hace eje en el valor de los vínculos que


simultáneamente deseamos y eludimos:
“Este libro procura desentrañar, registrar y entender esa extraña fragilidad de los
vínculos humanos, el sentimiento de inseguridad que esa fragilidad inspira y los deseos
conflictivos que ese sentimiento despierta, provocando el impulso a estrechar lazos, pero
manteniéndolos al mismo tiempo flojos para poder desanudarlos.
El héroe principal de este libro son las relaciones humanas. Los protagonistas de
este volumen son hombres y mujeres, nuestros contemporáneos, desesperados al sentirse
fácilmente descartables y abandonados a sus propios recursos, siempre ávidos de la
seguridad de la unión y de una mano servicial con la que puedan contar en los malos
momentos, es decir, desesperados por “relacionarse”. Sin embargo, desconfían todo el
tiempo del “estar relacionados”, y particularmente de estar relacionados “para
siempre”…porque temen que ese estado pueda convertirse en una carga y ocasionar
tensiones que no se sienten capaces ni deseosos de soportar, y que pueden limitar
severamente la libertad que necesitan –sí, usted lo ha adivinado- para relacionarse”.(23)

Emilio Rodrigué aporta un punto de vista interesante respecto del tema de los
celos en la relación amorosa y erótica:
“Tengo una teoría que tiene la virtud de ser molesta: los celos son siempre
justificados. Siempre.
Celar es un dispositivo sumamente fino, como el corchito del pescador que se bambolea
al menor pique. Los celos nunca son infundados y, ojo, porque es “El analista de las
cienmil horas el que está hablando”.
Y por si esto fuera poco: creo que las celosías, con sus sutiles enrejados, son casi
telepáticas.
Ahora bien, la acción de celar, por su parte, lleva embutido un mecanismo
negador que eclipsa la verdad revelada. Los grandes celosos de este mundo no quieren
saber que saben.
Se cela para no saber.
Se cela de lo que se recela, mas no se recela de lo que se cela: porque recelar,
curioso, es menos virulento que celar. De ser así yo diría que el dispositivo infalible es el
recelar” (24)

Mi aldea (Pinta tu aldea y pintarás el mundo)

Mi generación es la de quienes fuimos estudiantes en la Universidad de los años


60, en Rosario.
Iniciamos nuestra genitalidad entonces, en noviazgos con los hombres con los que nos
casaríamos y con
los que compartiríamos muchos años, la crianza de los hijos y la mayoría de los
proyectos.
Esa fue la norma y hubo pocas excepciones. Una de mis mejores amigas tuvo un
noviazgo de unos tres años con un muchacho algo menor. Cuando rompieron y ella inició
un noviazgo con otro, éste le reprocho amargamente la historia previa, pues en ella había
tenido con el primero relaciones sexuales.
Otra que ya estaba por casarse (en un pueblo cercano, de convenciones y
tradicionalismos más rígidos) cedió a la insistencia de su prometido para iniciar las
relaciones íntimas. Pero cuando lo hicieron, éste rompió con ella, defraudado porque
consideró el hecho de que ella hubiera aceptado, como una falla intolerable. Esto sucedió
a mujeres de mi generación, no de la de mis abuelas. (Sor Juana se quedó corta cuando
describió a los “Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón…”)

En la década del ochenta, las relaciones extramatrimoniales o fantasías de las


mismas que surgían en el relato de pacientes, se daban en general en un clima de
conflicto,
Es desde hace pocos años que escucho a mujeres más jóvenes, plantearse respecto
al tema de la infidelidad o alamutrismo: “¿No se puede tener a los dos? ¿Qué lástima!” o
“Cuando pienso en la relación con otros hombres, me digo ¿ y por qué no?”.
Con respecto a otros aportes de amigos y pacientes he registrado distintas
actitudes:
Juan: “Como se descubrió mi aventura, ahora estoy haciendo buena letra…pero
se, en el fondo, que no voy a poder renunciar si se presenta otra oportunidad…”
Inés: “Mi marido ve como toda mala mi relación con ese muchacho, por lo
destructiva que fue mi aventura con él, para nosotros como pareja. Pero yo me pregunto
si será cierto que fue del todo mala o para mí marcó una experiencia que tuvo su lado
positivo…”
Silvia: “Jamás me voy a perdonar mi traición. Es una historia que no me deja ni
mirarme al espejo…”
Raúl: “No podría serle infiel a Julia, porque la amo. Ni se me ocurriría. En
cambio, a mi primera esposa no me costaba nada traicionarla y tuve muchas relaciones a
poco de casarnos y mientras duró nuestro matrimonio”.
Para la generación de mi abuela estas cuestiones eran impensables e
impronunciables.
Para la de mi madre, quedaba clara la desaprobación. Pero ella cambió con el
tiempo, aceptando el divorcio de mi hermano y sus nuevas parejas. Respecto de mí llegó
a decir: “Si te hubiera pasado algo de soltera (¿embarazo?) yo te hubiera apoyado.
Y llegó a mediar e interceder para que los padres de una familia cercana se
reconciliaran con su hija, madre soltera, en situación en que estos se sentían ofendidos
por el “deshonor”.
Sus refranes dan cuenta de una época:
“Con la cuchara que elijas, con esa has de comer” (en la desaprobación de
separaciones y divorcios).
”En ningún hombre casado, pongas niña tu querer,
que al final de la partida, se lo lleva la mujer”. (para desanimar a las chicas que ponían
expectativas en un hombre que ya tuviera un vínculo).
“Tanto elegir y elegir, como en canasto de peras,
y al final se vino a dar, con el culo en la gotera”. (lo decía respecto a las coquetas que
tenían muchas experiencias)

Actualmente escuché la conversación de tres jóvenes que se planteaban que de


continuar el fracaso de sus amores (la mayor señalaba que se ligaba a varones ya
comprometidos) se darían un plazo para la maternidad, de no más que los 30 años.
Dudaban sobre la inseminación o la elección de un hombre bonito, como en “Memorias
de Antonia”.

Las jóvenes de entre 20 y 30 años van refiriendo sus experiencias amorosas y


sexuales más libremente. Pero no desaparece el anhelo de un vínculo romántico ni la
expectativa de tener hijos.
Desde el anhelo de una boda con traje blanco y marcha nupcial se ha pasado a la
consulta ginecológica previa al uso de anticonceptivos desde la adolescencia.
Y cabe la pregunta si para estas mujeres, luego de una serie de experiencias, que
son vividas con más libertad y menos conmoción ¿surgirá el anclaje en una pareja y una
maternidad que viene siendo postergada?
Lo cierto es que es una generación de jóvenes, la de nuestras hijas, con más y tal
vez mejores experiencias que abordan, amor, sexualidad y erotismo con menos
mistificaciones y más criterio que el de las mujeres que las precedimos.

Citas
1- Aller Atucha, Luis María: “Nosotros los infieles”, MPS Editora, Bs As 2004
2- Aller Atucha, Luis María: op. cit. Pág. 127
3- Birmager, Marcelo: Me gustaba más cuando era hijo, Editorial Sudamericana, Bs As,
2003
4- Aller Atucha, Luis María: op. cit. Pág, 38
5- Aller Atucha, Luis María: op. cit. Pág 227
6- Aller Atucha, Luis María: op. cit. Pág. 38
7- Marini,, María del Carmen: “Sobre amores y desamores”, ponencia Ateneo
Psicoanalítico, Ros. 2004
8- de Beauvoir, Simone: Cartas a Jean Paul Sartre.
9- Sartre,Paul: Cartas al castor
10- Aller Atucha, Luis María: op. cit. Pág. 153
11- Aller Atucha, Luis María: op. cit. Pág. 125
12- Aller Atucha. Luis María: op. cit. Pág. 150
13- Aller Atucha, Luis María: op. cit Pág 138
14- Aller Atucha Luis María op. cit Pág 142
15- Aller Atucha Luis María op. cit. Pag 148
16- Aller Atucha Luis María op. cit. Pág 234
17- Aller Atucha Luis María op. cit. Pág 235
18- Aller Atucha Luis María op. cit. Pag 151
19- Aller Atucha Luis María op. cit. Pág 152
20- Aller Atucha Luis María op. cit. Pág 208
21- Aller Atucha Luis María op. cit. Pág 219
22-Musso, Ricardo: “Sexo y amor: una definición y un testimonio” Rev. Latinoamericana
de Sexología, 1988 volumen III- No 1
23-Bauman, Zygmunt: “Amor líquido”, Fondo de Cultura Económica, Bs As, 2005
24-Rodrigué, Emilio: El libro de las separaciones, Sudamericana, Bs As, 2000

María del Carmen Marini


Noviembre del 2006
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RESONANCIAS de: “Nosotros los infieles”

“El amor, ese difícil límite entre el sufrimiento y el placer, ¿qué separa a
uno del otro?” Dorcas Bressán

La reflexión sobre el tema de la infidelidad me remitió a pensar los vínculos en la


actualidad y la calidad de los mismos. Como también a recordar que a partir de 1985 con
la ley de Divorcio, los jueces cuando casan suprimen el “hasta que la muerte los separe”,
reconociendo así, que estas personas podían dejar de amarse, y separarse antes de la
muerte. Asistiendo a otra muerte, que no es la física, sino el fracaso de un proyecto.
El diccionario dice de “aventura”: relación paralela, igual a infidelidad. Suceso peligroso
o empresa extraordinaria. Riesgo. Peligro inapropiado. Relación amorosa “pasajera”.
Tener una aventura con una desconocida.
Algunas consideraciones de estas definiciones en las que se destaca el término riesgo
¿para quién/es?. Marca acerca de otras relaciones, pre-suponiendo que la infidelidad es
cosa de hombres; “con una mujer que no es su esposa”, por ello dice “desconocida”.
Qué quiere decir con “pasajera”, ¿una vez? ¿Un encuentro casual? Una relación que se
mantiene por fuera de una legalidad establecida y reconocida, pero que a veces se
perpetúa en el tiempo…Se la puede llamar “pasajera”?
Infidelidad: “falta de exactitud, de verdad”. “Falta a los compromisos contraídos,
especialmente en el matrimonio”
Inexacto que no expresa la verdad o la realidad”.
¿Qué aspectos se involucran en la “infidelidad”? Amor, pasión, genitalidad, “adrenalina”
por lo prohibido?
¿Cuándo comienza la infidelidad; a partir de qué hecho y/o actitud se es infiel? Acaso,
una de las partes pueda decir, que comienza en una “aventura”, lo que es difícil establecer
de antemano sí lo será para ambos.
¿Por qué no puedo amar a los dos? “Sí de ambos amo cosas diferentes, y me sueño en la
vejez con ambos” (ref. de una consultante)
¿Se puede amar a dos personas al mismo tiempo? O tal vez esa referencia de amar de
cada uno lo diferente le otorga otra dimensión al amor.
También es necesario interrogarnos acerca de ese modelo de familia, que se fue
construyendo a partir de la modernidad, figura de mamá-papá e hij@s, ya que la práctica
nos va demostrando a diario el cambio de ese tipo de familia, por otros tipos de familia,
como ser las “familias ensambladas”, “las monoparentales”. Las que surgen del “alquiler
de úteros”, de los “bancos de esperma”, de “óvulos congelados” o con “fecundación
asistida”. La tecnología, la ciencia y las prácticas sociales se han unido para quebrar en
algún sentido aquel modelo de familia tradicional, por lo tanto, quizás sea necesario
preguntarnos acerca de qué tipo de relaciones amorosas queremos y cuales pueden ser las
menos perjudiciales.
Tampoco podemos ignorar que el matrimonio monogámico es una producción más del
capitalismo, en el que la mujer pasó a ser un objeto más de posesión del hombre, al igual
que su ganado, sus tierras y sus hij@s.
Tras la conquista de la mujer en el espacio público, hoy podemos apreciar que eso se ha
ido modificando, quizás no en la medida que queremos; aunque sí estamos en
condiciones de afirmar que vamos recuperando la voz, la emancipación de nuestro deseo,
nuestra independencia económica, y que el sueño de “Susanita”, se ha ido corriendo para
dar lugar primero a proyectos propios (una carrera, un trabajo) y luego puede que sea
una familia tradicional, o el proyecto de un hij@ sola, sin la necesidad de tener un
hombre al lado.
Volvamos al tema que nos convoca, la infidelidad, y su contracara la fidelidad, ella es
como un cristal, una vez roto, no vuelve a ser el mismo, si pudieran unirse las partes, ya
no vuelve a ser lo que fue, al romperse la confianza es muy difícil restablecerla, es un
antes y un después. Es lo más caro de restaurar, y lo que hay que cuidar, por su fragilidad,
y fortaleza a la vez.
Escuchemos lo que una consultante tiene para decirnos con respecto a su vivencia de la
infidelidad: “Le pedía, como nunca, que dijera la verdad (sospechaba que tenía relaciones
amorosas con una amiga cercana), y la respuesta que obtenía era que yo estaba loca”.
Volviendo a nuestro párrafo anterior, con respecto a ¿dónde comienza la infidelidad?
¿En la genitalidad, en el despliegue erótico que la otra persona puede hacernos poner en
marcha? Y qué pasa con la función de la mirada y el deseo? ¿Y la investidura libidinal,
sobre este objeto amado, en qué lugar deja al otro? ¿Qué espacio de nuestra libido
ocupará?
¿Buscan lo mismo hombres y mujeres en la infidelidad?
¿Acaso buscan los hombres, detrás de cada conquista confirmar su virilidad?
Tal vez, sea pertinente, preguntarnos acerca de si el amor es para siempre, ya que hasta
donde sabemos, la pasión es lo más caprichoso que tenemos.
Ivonne Bordelois, nos dice con respecto a la “pasión”, “que es un término relativamente
moderno, ya que antes no se diferenciaba pasión de emoción (Epistemología de las
pasiones. Ed. Libros del Zorzal), y que se va construyendo, como si fuéramos
atravesando múltiples túneles profundos y oscuros.
Ella nos habla de una raíz indoeuropea eis, y abarca nociones tan diversas como
movimiento, velocidad, presencia de lo sagrado, sexualidad, particularmente la femenina,
la ira y la poética”.
Estos términos nos remiten a pensar que la pasión es algo que fluye, cual cauce de un río
y que los hombres y mujeres tratan de torcer, modificar, acotar, pero que las fuerzas del
caudal de las aguas, pueden más y rompen los diques.
Pablo cuando habla del amor dice entre otras cosas “todo lo puede”… “todo lo
soporta”… “todo lo espera”, es la versión más popularizada que con el transcurso del
tiempo hemos ido aprendiendo, tendremos que atrevernos a sacarle el polvo de lo sagrado
al término.
En la convivencia con otr@, se establecen contratos, implícitos y explícitos, se construye
una sociedad, atravesada por el amor-erótico, la confianza, lo económico, el diálogo, el
compartir sueños, proyectos, etc. Cuando una de las partes se va, rompe ese contrato. Si
lo hace de modo unilateral, y en silencio, traiciona el contrato, rompiéndolo sin advertirle
al otr@ que algo en él/ella está pasando, que hay cosas que están cambiando. No lo
comunica al otro, este último corre con des-ventaja por el desconocimiento y el
ocultamiento de la información.
La consecuencia de la traición es la ruptura de la confianza, ¿sobre qué bases entonces,
seguir construyendo? Al faltar la confianza, puede funcionar algún tipo de sociedad?
Entonces, lo que se daña no es únicamente al otr@, sino toda una estructura, en la que se
construyó dicha sociedad. Y una vez que las partes del cristal están dispersas la pieza no
vuelve a ser la misma, aunque se las re-úna.
¿Cómo anticiparse a lo pasajero? Porque del mismo modo que no se puede garantizar el
amor eterno, no podemos afirmar por adelantado que no habrá perjudicados, que los
sentimientos se pueden controlar. ¿Cómo hacer para qué si un@ se implica/involucra
más que el otro este no sufra, acaso se puede evitar el sufrimiento del amor?.
En esa línea tan imperceptiblemente fuerte que separa el amor-placer del amor-dolor, ¿no
será tiempo de revisar mandatos, contratos, pensar-actuar de modo no tan disociado, entre
el decir y el hacer, el decir del sentir? Para esto ha de ser necesario re-visar los
aprendizajes sobre el amor-erótico.
¿No será que en los tiempos de liquidez y zapping los lazos y los vínculos también se van
licuando, saltando, como opuesto al permanecer, sembrar-cuidar y procesar- todo tiene
que ser rápido, saltando de un lado a otr@ no nos encontramos con lo más temido de
nosotr@s mism@s ni de l@s otr@s, y jugamos en una imagen-estética de los vínculos,
“eternamente jóvenes”.
También cabe recordar un trabajo presentado en el Foro de Psa. y Género en el año 2004,
que decía lo siguiente, y que es pertinente a nuestro tema:“las prácticas sociales han
sobrepasado los paradigmas teóricos”. Nos cabe a nosotr@a el pensar nuevos paradigmas
que se sustentan en las prácticas sociales, a las que estamos asistiendo de modo casi
cotidiano. No ha de ser este un trabajo menor, es tiempo de debate, no de verdades
universales, sino de aproximaciones a la verdad, de contraponer teorías, prácticas, y por
qué no, desempolvar la dialéctica entre teoría-práctica-teoría.

Dorcas Bressán- marzo de 2007

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