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LA IDENTIDAD CULTURAL COMO ELEMENTO DE

DISOCIACIÓN SOCIAL

JESÚS A. VALERO MATAS


Universidad de Valladolid

RESUMEN

This article attempts be introduced in the study of the different effects that
are produced when the culture is manipulated by groups of persons to reach some
particular interest.
The culture is instrument of socialization and social cohesion, but when a social bus
the invest and transforms his felt, acquired a totally opposite meaning, and instead
of serving as cohesion tool, becomes instrument of dissociation and social breakup.
We should understand that the culture gives us an identity, but when that identity is
manipulated and is built an imaginary identity we would believe imaginary worlds
and not only we destroyed the identity of group, but we dispossess to the individual
of any social reality, incrusting it in a untruthful world of the that will result to
him/her/you difficult to leave.
This article attempts to investigate on these problems and to show in the
measure of what is possible as are and that consequences have those imaginary
behaviors.

Key words
Identity, Culture, Nationalism, exclusion social dissociation

INTRODUCCIÓN

Intentamos llevar a cabo un breve análisis sobre la relación que existe entre
la identidad cultural y la disociación social, en cuyo horizonte se encuentra la cultura.

A lo largo de la historia encontramos que la sociedad se ha visto


bombardeada por un amplio elenco de discursos humanos, entre los cuales abunda
el rechazo a lo ajeno. Este espectro cognoscitivo ha estado sujeto a multitud de
factores, pero su principal factor de exclusión ha emanado de la cultura.

Esto no significa que la cultura al formar parte activa y esencia primera de


las desviaciones sociales hacia los demás, la confieran como sustancia negativa
para el desarrollo de una sociedad, al contrario, se necesita como función integradora.

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El problema no reside en sí misma, sino en su utilización como herramienta por
determinados grupos sociales con la pretensión de alcanzar la dominación.

Entendemos que bajo la explicación metafísica de la cultura y su posterior


transformación en praxis, ésta, adquiere un estatus imaginario que invierte el
sentido natural de la misma, generando espacios de exclusión y dando origen a
conflictos sociales.

Partiendo de la cultura y de su interpretación intentamos descifrar la


casuística que lleva a la construcción de espacios identitarios ficticios, apoyándose
en figuras mitológicas o simbólicas.

La cultura en ningún caso debe ser utilizada como herramienta para la


desintegración.

LA CULTURA

Una de las primeras cuestiones a plantearnos emana del término «cultura»,


aspecto fundamental para entender la evolución humana, y sin duda, para
comprender la disparidad colectiva de los grupos humanos que habitan el planeta.
Muchos han sido y siguen siendo los intentos por alcanzar un punto referencial
–basados en la interpretación cultural- para el análisis y explicación de los procederes
humanos. Tylor a finales del siglo XIX, en ese intentó de construir un nexo integrador
que descifrara la concomitancia entre cultura y humanidad, definió la cultura:

Cultura tomada en su amplio sentido etnográfico, es ese todo complejo que


comprende conocimientos, creencias, arte, moral, derecho, costumbres y
cualesquiera otras aptitudes y hábitos que el hombre adquiere como miembro de
una sociedad. La conclusión de la cultura en las diversas sociedades de la humanidad
en la medida que puede ser investigada según principios generales, constituye un
tema apto para el estudio de las leyes del pensamiento y la acción humana.1

Tylor expuso e inquirió un concepto donde no solamente integrase la unidad


cultural y humana, sino también integró el psicologismo que ahonda en el ser humano
como espacio individual dentro de una colectividad.

Adentrándonos en las profundidades de la sociedad percibimos que la


estructura social no es algo observado, sino que está compuesta de un entramado
abstracto de formas estructurales, tomadas como punto de observación de cada
una de las relaciones que emanan de su conjunto. Pero para hacer posible la

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observación de estas estructuras abstractas necesitamos de la cultura. Por lo tanto,
la cultura no solamente sirve para dar una explicación a las estructuras abstractas,
también es condición necesaria para la explicación de las relaciones sociales, que
solamente son observadas y pueden descifrarse a través de la cultura reciproca de
las personas que la mantienen.

La cultura como expresión y representación en la sociedad está dotada de


un «locus» constituido por tres atributos: abstracciones mentales, personas e
interacción. Las abstracciones mentales son una serie de ideas, conceptos
representaciones, emociones, actitudes, creencias, símbolos, etc, que están
imbricados en la mente humana. Las personas son el conjunto de individuos de
una sociedad que tratan de hacer que las abstracciones mentales desciendan de
las ideas para materializarse, haciéndolas reales y observables. Es decir, las personas
ordenan sus abstracciones en la mente, las proyectan sobre la sociedad construyendo
instrumentos con el fin de alcanzar los objetivos deseados. Por último, la
interacción, mecanismo por el cual los individuos toman la cultura, la procesan e
interactúan con otros individuos construyendo un marco de acción cultural.

De la acción reflexiva de este locus cultural aparece un factor endógeno


que se proyecta sobre el quehacer social, el reajuste ecológico que acomete
cualquier sociedad, y que viene medido por la adaptación que los individuos
hacen de la cultura en función de sus propias necesidades. Bajo el influjo del
tiempo y a consecuencia de la acción humana, aparecen nuevas demandas
sociales dando origen a nuevos fenómenos que se agrupan en redes como
proceso de reconstrucción de la estructura social, y por ello, los medios
empleados por la estructura para hacer posibles las nuevas demandas responden
a contenidos instrumentales, organizativos y psicológicos. Instrumentales, en
cuanto a su contenido intentan conectar y dirigir distintos procedimientos
tecnológicos a las condiciones del hábitat, como ocurre con las cerbatanas de
los indios del Amazonas, los trineos de los esquimales, las flechas y arcos de
los pieles rojas, las terrazas del Altoaragón, etc.. Organizativos, que responden
a las formas de gestión más efectivas y distributivas de la población, intentando
canalizar todas las formas posibles para alcanzar una estructura social
cohesionada y eficaz. Como acontece en la Liébana cántabra donde los individuos
poseedores de ganado tienen una normas organizativas para lograr la
convivencia y cooperación de sus miembros y aprovechan al máximo la
rentabilidad del ganado y pastos. Dentro de estas normas se encuentran la
becería2 , el uso de las tierras comunales, etc. Psicológicos, se activa el intelecto
humano donde intervienen aspectos personales y transmisión de valores de
generación en generación y, proclaman un principio de unión entre los miembros

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de la colectividad, activando los elementos identificativos que les hace miembros
de esa sociedad, emblemas, totems, tabúes, creencias, etc. Este entramado de
valores, explícitos e implícitos, establece unas reglas que llevan a los miembros de
la colectividad a adoptar un proceder propio.

Esta explicación de la cultura como proceder en sí misma, se intersecciona


con el conglomerado humano mostrando una perspectiva metafísica de la acción
cultural. Sin embargo, cuando a la cultura la trasladamos a un marco real fuera de
connotaciones teóricas y se la dota de una praxis funcional, encontramos que su
explicación, manifiesta un juego de efectos incidentes sobre el análisis de todos y
cada uno de los elementos que intervienen en la construcción de la cultura como
parte activa de la sociedad. Como lo entiende Malinowski en su definición de cultura:

«Unidad organizada funcional, activa, eficiente, que debe analizarse


atendiendo a las instituciones que la integran en sus relaciones recíprocas,
en relación con las necesidades del organismo humano y con el medio
ambiente, natural y humano.»3

No es este el único concepto de cultura, existen otros tan válidos como el


de Boas, White, Kroeber, Kahn, Harris, Mair, Good o Ross que analizan la cultura
desde otras perspectivas antropologícas y sociológicas. Empero la definición de
Malinowski nos aproxima más a la realidad que emana de esos procesos a los
cuales recurren los empleadores de la cultura como algo diferencial. Su definición
apunta a dos conceptos claves, las instituciones y las necesidades del organismo
humano dependientes del medio ambiente. Estos dos puntos nos trasladan a una
encrucijada sobremanera importante para la comprensión de la cultura como
disociación social.

La puesta en escena de estos mecanismos no es tan compleja como


podemos percibir a primera vista porque tenemos las instituciones y conocemos
las necesidades humanas. Es decir, instruiremos a las instituciones con los
mecanismos necesarios para lograr una aculturación con nuestras proyecciones
abstractas, tomando como punto de acción las demandas sociales y económicas
de los integrantes de la sociedad. Evidentemente, la sociedad la conforman distintos
grupos sociales y las necesidades no serán las mismas pero, a través de la utilización
de los grupos más desfavorecidos lograremos implantar una neocultura que vendrá
ampliándose a través del adoctrinamiento de las instituciones. No debemos olvidar
como bien dijo Lynd: son las personas, no la cultura, las que hacen las cosas. La
cultura no trabaja, ni se mueve, ni cambia, sino que es trabajada, movida y cambiada.
Son las personas las que hacen las cosas4 .

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De la interpretación de cultura de Lynd descubrimos una ambivalencia cultural,
por un lado, la transmisión de los valores culturales generales o individualmente que
representan la suma histórica de todas las culturas que se han ido acoplando a la
sociedad construyendo una cultura determinada. En segundo término, aparece la
moldeación de la cultura a las necesidades propias de una minoría, que intentan
construir un corpus cultural adaptándole a su propia concepción ideológica5 .

LA IDENTIDAD CULTURAL

Lo primero que debemos preguntarnos ¿ qué es la identidad cultural? . Al


respecto encontramos distintas posibilidades de respuesta que vienen medidas en
función a lo materialmente observable o metafísicamente deducible. Al respecto,
la mayoría de los teóricos desoyen estas valoraciones y resuelven la definición
desde lo materialmente descriptivo, al considerarla como el conjunto de individuos
que comparten una cultura, lengua, historia, territorio, antepasados y parentesco6 .
Tomando como punto de partida esta definición estamos rebasando los límites
identitarios de la sociedad única, principio sobre el cual se sustenta la identidad
cultural de un grupo defensor del Ismo, que resulta muy distinto de la sociedad
multicultural, que suele ser lo común de las sociedades modernas, EEUU, Reino
Unido, España, Francia, Bélgica, etc. Tomamos esta percepción multicultural porque
en cualquiera de los países anteriormente nombrados existen distintos grupos
humanos que comparten los elementos referidos en la definición desde tiempo
pretéritos. Esta cuestión es importante, porque, aunque existan colectivos que se
empecinen en defender lo propio como único, en todos estos países los elementos
culturales de sus pobladores originarios quedan diferencias puntuales a consecuencia
del intercambio de culturas7 . Ese ápice diferencial entre los diferentes grupos
cooperativos geográficos toman como punto de reflexión diferencial ese embrión
para proclamar su identidad cultural.

Dejamos por el momento esta discusión para adentrarnos en dos formas


atributivas de entender la identidad cultural y más tarde volveremos sobre ella.

Retomando las ideas explicativas materialmente observable o


metafísicamente deducible vamos a ir encaramándonos al término identidad cultural.
Desde la perspectiva ontológica el concepto pierde su talante neutro debido a la atribución
subjetiva dada por los individuos, ganando fuerza identitaria y perdiendo sentido racional.
Puesto que desde esta perspectiva, la identidad intenta dar sentido al ser dentro de un
“yo transcendental” que justifique las acciones del hombre y, para ello necesita trasladar
al sujeto a un espacio atemporal e imaginario que refuerce e internalice esos
parámetros culturales sobre los cuales se va a edificar los nuevos valores culturales.

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Evidentemente será necesario transportar al sujeto a tiempos pretéritos que enajenara
al individuo de su propia identidad y lo instalara en una identidad imaginaria8 .

Para poner en funcionamiento esos mecanismos de absorción e


identificación de los individuos de forma emotiva, es obligado conocer las demandas
de éstos, de manera que puedan los “brujos de la identidad” trazar el camino que
lleve a los sujetos a adscribirse a esa supuesta identidad. Para dar sentido a este
proceder, no existe nada mejor que el diseño de mundos simbólicos, ritualistas o
mitológicos. Estos estadios sociales inalcanzables para el individuo, los acaba
internalizando como mundos reales a través de la representación onírica, a la vez
que le sirven como instrumento en la búsqueda de sí mismo. Esto no resulta ser
nuevo y menos ser considerado únicamente de los ismos, A este tema recurrían
los brujos, dioses, etc. de las tribus ancestrales para mantener vivo el espíritu de la
tribu. El sentido a esta cuestión subyace en la necesidad humana de permanecer
unido a una unidad suprema, como señala Geertz9 :

El hombre encuentra sentido a los hechos en medio de los cuales vive por
obra de esquemas culturales, de racimos ordenados de símbolos significativos. El
estudio de la cultura es pues el estudio del mecanismo que emplean los individuos y
los grupos de individuos para orientar en el mundo que de otra manera sería oscuro.

De los tres mundos mencionados, quizá el de mayor repercusión procede de la


mitologización, debido al doble efecto que produce. Por un lado, la inmersión de los
actores en un mundo imaginario, y el segundo, la percepción que para una mayoría de
individuos tienen de ella, al ser representada como una cortina de humo que con un
golpe de viento se difumina en el cielo, perdiendo importancia en los grupos opuestos al
“ismo” y no percatarse de los efectos colaterales que tiene esta mitologización. En
palabras de Durand10 La difusión de un conjunto de mitos acaba consolidando
una simbología que más tarde se convierte en relatos. En este aspecto reside el
principal problema, porque estos relatos acaban siendo el libro de cabecera de los
defensores del ismo y, por tanto, el pilar sustentador de la identidad de esa sociedad.
Con ese comportamiento imaginario de una realidad se produce una profecía
autocumplidora, porque el adoptar desde la subjetividad la no aceptación de grupos
identitarios imaginarios que a su vez, tienen un comportamiento real, están revitalizando
al grupo excluyente que emite constantes diatribas para el mantenimiento de los signos
costumbristas donde las elites dominantes salen reforzados y hacen posible la construcción
de un mundo hermético desde donde controlan al colectivo humano adscrito a su causa.

Por otra parte, el nacimiento de una identidad cultural y de sus respectivos


imanes no aparece por generación espontánea. Su nacimiento está relacionado

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con los sucesivos cambios sociales, pero sin duda, quienes más interceden en este
fenómeno recaen en la confluencia de la identificación primaria (individual) y la
influencia secundaria (colectiva). Las primeras son producto de la pérdida de confianza
de los individuos en el entorno social y necesitan recuperar su propia identidad y
hacer valer su ego autos que se siente solapado por los alter ego. Esta superposición
y soterramiento de su identidad dicen ser consecuencia de la diversidad de culturas
diferenciales que habitan en su espacio identitario, renaciendo un fuerte sentimiento
de posesión que les permita colocar su pequeño trono en ese territorio. Sin la existencia
del otro, no sería posible recuperar su propia identidad, pues no tendrían un objeto
donde revitalizar su propio ego. La identidad secundaria es la resultante de la suma
vectorial de las identidades primarias que en ese afán de recuperar su trono en los
arcones ancestrales con el objeto de elaborar una constitución social. Esta teorización
no es más que la reconstrucción de una prehistoria identitaria y que sea el patrimonio
de esa sociedad. Por mucho esfuerzos que hagan los adalides de la sociedad X sus
deseos no alcanzaran sus fines, como bien dice Andersons11

Aún cuando [estos grupos culturales] se conviertan en naciones-estado


continuarán siendo sociedades imaginadas, porque la mayoría de sus miembros
aunque sientan una estrecha concordancia, nunca se encontraran.

La concomitancia entre la identidad primaria y secundaria es un reducto


de los eternos fenómenos sociales de desigualdad social y jerarquización del poder.
En este mismo sentido está la aportación de Luque Baena12

La desigualdad humana es un reflejo y una prolongación de las desigualdades


y jerarquías que se creen apresar en la naturaleza, una segunda idea, que las diferencias
sociales tienen tras de si una larga historia y que suponen un agudo contraste con lo
que la naturaleza ofrece. Entraman un evidente riesgo de antromorfización y de
proyección de ciertas realidades a otros ámbitos (...) Pensemos que reina y obreras
de abejas u hormigas no son sino funciones diferenciadas de un mundo de vida no
afectados por cambios mientras la especie de que se trate sobrevivirá; es decir,
millares o cientos de millones de años. Las jerarquías políticas y las desigualdades
sociales que se dan en el ámbito humano son, por el contrario, constituyentes, históricas
y fruto de tensiones que llevan en sí mismas el germen del cambio.

Al respecto sea aún más ilustrativo lo que señala Smith13 .

.....también se recurrió a la práctica del despotismo ilustrado, que identificaba


cada vez más sus Estados con sus poblaciones y consideraban que constituían la
nación, si no todos al menos las clases cultas.

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En las sociedades contemporáneas esa imperiosa delimitación de la
identidad cultural , ya no como dice Anderson, que es imaginada14 o en palabras
de Kendourie al referirse al nacionalismo como una doctrina inventada15 , no
acaba con la invención de la doctrina, sino para dar validez a la misma es necesario
inventarse una identidad, de manera que ésta resulta ser una invención
exponencialmente al cuadrado. Refiriéndose a esta proliferación de invenciones
Gellner16 dice:

El nacionalismo no es el despertar de las masas a la conciencia de sí,


inventan naciones donde no existen, pero necesitan que existan de antemano
algunos signos distintivos en los que basarse, incluso aunque, los indicadores
sean exclusivamente negativos.

En ese afán de crear estados-nación no siempre se recurre a los mismos


mecanismos. En ocasiones las partes interesadas son conscientes de la inexistencia
de un hecho diferenciador, por tanto se ven obligados a sustituir sus bases culturales
por hechos morfológicos. Un caso a tomar como ejemplo reside en Madagascar.
En este país sus pobladores llegaron hace aproximadamente 1600 años y los
habitantes actuales descienden de sus primeros pobladores. La lengua que se habla
proviene de dialectos del proto-magache. Como entre ellos no pueden tomar como
punta de lanza el hecho diferenciador de la lengua y la cultura, los interesados en
marcar la diferencia han tomado como punto de referencia el aspecto físico. Los
habitantes del interior (mayoría) hacen mención a una clara diferencia física de los
habitantes de la costa. Unos tienen unos rasgos físicos más africanos y otros más
indonesios. Con toda claridad estamos ante un caso, ya no solamente imaginario
sino de nutrido talante de diferencia física y no étnica ni cultural. Como este caso
se podían mencionar muchos más de sociedades que quieren erigirse en estados-
nación sin clara diferencia étnica. A mi juicio, tan válido como cualquier otro, la
búsqueda de hechos identitarios no atiende ni a cuestiones puramente étnicas o
culturales, ni a valores interpretativos interpuestos, sino a la propia conducta humana.

Para finalizar este apartado, quiero realizar dos reflexiones que pueden
ser muy significativas a la hora de comprender la identidad desde la interacción
social. Por un lado, está lo llamado por los sociólogos americanos Melting pot, que
hoy por hoy está cerca de su entierro. Tomando esto como punto de partida,
difícilmente hoy podemos hablar de sociedades homogéneas, sino más bien
heterogéneo; multiculturales, multiétnicas, multinacionales, etc. A pesar de ello,
muchas sociedades, consideradas por sus miembros como puras, intentan evitar
que su sociedad sea multicultural o intercultural. El objetivo final es alzarse con el
centro de poder y adoptar el mismo comportamiento de la sociedad en la cual

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estaban sumergidos, pero con una reducción del terruño, sin haber cambiado nada,
es decir, son las mismas pulgas en distinto perro. Rememoremos aquellas palabras
del alcalde de Nueva York, Mr. Dinkins pronunciadas en 1992 y que pueden ser
muy ilustrativas sobre las que son sociedades modernas de hoy, “estoy muy orgulloso
de que mi ciudad sea un mosaico.

La segunda idea, procede de aquellos que portan el estandarte de la


identidad excluyente, y que bajo la emisión de misivas de sociedad diferente
conllevan soterrados una serie de intereses particulares, a la vez que su
comportamiento social acaba siendo una falacia de su identidad. En el fondo su
discurso es un subterfugio de la lucha por la competitividad de recursos y el poder,
como bien dice Woolard17

..Tal identidad no es fija, sino que continuamente se señala y se pone


de manifiesto en las interacciones cotidianas. La gente de Cataluña manipula
regularmente las identidades étnicas y lleva a cabo debates políticos mediante
el cambio de una lengua a otra.

Esta exposición no pretende negar la existencia de la identidad cultural, ni


tampoco es la intención de la misma, sino, poner de manifiesto, que las identidades
culturales conllevan asociados muchos intereses sociales y, bajo este principio
algunos individuos tratan de alzarse con el poder, creando en los individuos seres
mitológicos y sociedades fantásticas. También es cierto que, en ocasiones, los
principios de identidad cultural de un pueblo han sido pisoteados y las sociedades
dominantes han utilizado mecanismos de control para erradicar los valores culturales
de las subculturas asociadas, y en lugar de, obtener un efecto positivo han logrado
una profecía autocumplidora reforzando los valores del pueblo que intentaba
absorber. Como ocurrió con la URSS cuando pobló las áreas musulmanas de la
república con individuos procedentes de la Gran Rusia. Tras la caída del Muro de
Berlín, los ciudadanos de estas repúblicas levantaron el estandarte de la identidad
nacional con más fuerza que antes, y esto ha dado lugar a luchas sangrientas.

LA NEGACIÓN DEL OTRO A TRAVÉS DE LA CULTURA


IDENTITARIA

Otro de las características que fomenta la disociación social teniendo como


antecedente regulador a la cultura, se encuentra en la negación del “otro” Para
negar al otro deben darse dos factores, por un lado la existencia de un “yo”
sobredimensionado que niegue cualquier identificación contraria a la suya, y por
tanto un segundo elemento, el “otro”. Sin la existencia de otro, difícilmente podremos

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encontrarnos con su negación. Pero el “yo” buscará e inquirirá cualquier cuestión
para que aparezca otro18 .

La problemática de rechazo del otro está condicionada por la apreciación


que el sujeto haga de sí mismo y del otro, y ésta, vendrá amparada por la
interpretación que haga de mi cultura y de la del otro. En este punto, los
comportamientos de cooperación estarán promovidos por las relaciones
interpersonales del “yo” y del “otro” y serán determinados por la cultura.

Cuando emerge el sentimiento de identidad cultural dentro de una


colectividad, el sujeto pasa por asumir los valores del grupo, su percepción del
mundo modifica su acción y comienza a determinar una nueva definición desde
dentro hacia afuera, cerrando el paso a cualquier reflexión que venga del otro.
Dice Elias19 : Cuando las estructuras de las funciones sociales permiten que
el individuo actúe bajo la influencia de impulsos momentáneos en mayor
medida que en la corte, no es necesario ni posible ocuparse de modo detallado
de la estructura de la conciencia y de las emociones personales de los otros
ni de los motivos ocultos o de los cálculos que subyacen en su comportamiento

En este punto observamos como desde las instancias individuales


posteriormente determinadas por la participación del grupo, se rechaza al otro. El
haberse incorporado a un intragrupo, por definición, inevitablemente conlleva a la
percepción de un extragrupo. Bajo esta autoperceptividad el miembro del intragrupo
cognitivamente hará para sí los preceptos interpuestos por el grupo de pertenencia,
y como dicha cognición no va asociada a la racionalidad reflexiva del contenido
sino que vendrá medido por las pulsiones mentales definidas por el grupo, y el
individuo se abstendrá de realizar un análisis previo, para internalizar y guardar sus
reflexiones en el disco duro del cerebro. Entonces y como decía Elias, el sujeto
actuará a golpe de impulso y con el paso del tiempo acabará siendo un “modus
operandi” normalizado e irreflexivo Sin previa valoración de sus actos está negando
cualquier participación del otro y rechazando el paso del otro a su territorio.

En esta línea de análisis identificar es clasificar, y esa clasificación viene


sometida a una etiquetación de los componentes de la sociedad. En la clasificación
no todo tiene porque ser realmente negativo o de rechazo, una persona
perfectamente puede estar etiquetando a un grupo de individuos dentro de una
determinada categoría, pero sin alcanzar el punto de rechazo. No se debe olvidar
que en todo encuentro entre dos individuos existe una cuádruple identificación
cultural: la que hago de mí y la que hago del otro, más las otras dos que el otro hace
(de sí y de mí). Esta valoración que realice del otro, condicionará mi comportamiento

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e indudablemente mi proceder, que vendrá a su vez motivado por la interpretación
que realice de mi cultura, y como esta me señale a los otros20 .

El problema suscitado dentro de esta línea de observación recae en una


serie de variables que intervienen en el proceso, sin embargo se deduce que el
“ambiente” resulta ser un atributo importante para la aceptación o el rechazo del
otro. Y del mismo observamos una doble dirección, como percibo mi “yo” dentro
de mi espacio y como ésta incide en la recepción del “otro” dentro de mi espacio.

El ambiente no va ha ser el único factor que intervenga en la negación del


otro. La ideología ejercerá una fuerte influencia en el sentir del individuo. Esta
última podrá utilizar los viejos sistemas arcaicos culturales de un grupo para
recuperar un proceso histórico que se sustentará sobre un tótem mitológico del
supuesto pueblo. He aquí, una cuestión sobremanera importante. La ideología unirá
a distintos substratos sociales en un intragrupo, que servirá como fenómeno de
fuerza para aumentar el rechazo del otro. Pero a su vez no olvidemos que aparecerán
subintragrupos dentro del grupo que atenderán a distintos factores, posiciones
culturales, económicas, etc, que,en el fondo están promovidos por el control del
grupo. Como apunta Eibl-Eibesfeld21 que las culturas tradicionales se combaten
unas a otras a niveles de grupo local, igual que sucede a nivel de los valles
y finalmente de las tribus.

La constitución de grupos es una parte de la sociedad, cada uno construye


su propio área de influencia dependiendo de las relaciones sociales, culturales,
económicas, etc. contraídas con los demás, por tanto por comportamiento racional
se genera grupos diferentes. El problema reside como cuando decía Summer22 ,
la creencia de que el grupo es superior a todos los grupos análogos, cada
grupo aumenta su propio orgullo y se jacta de ser superior, exalta sus propias
capacidades y mira con desprecio a los de afuera. Claramente encontramos
una cuestión que nos está poniendo de manifiesto que no interviene tanto la
cuestión cultural, sino que prima un principio de grupalidad la que enarbola el
principio de diferenciación, que para llegar a él, los adalides del nacionalismo
recurren a la cultura, y la expresan bajo el sentimiento de identidad cultural y,
para dar sentido y forma a la misma se inventan un pasado simbólico-mitológico.
Paralelo a esto, aparece la idea de superioridad y control, porque a posteriori, los
individuos directores de la orquesta delimitaran otros grupos y edificaran otro
elemento de disociación, que se moverá dentro de otras líneas de cultura. Junto
a estas misivas doctrinales de imposición de ideales, envueltos en papeles de
celofán coloreados, hace su aparición la motivación de ¿ por qué surgen estos
rechazos hacia los otros?, en su obra sobre el proceso de civilización, Nobert

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Elias nos vuelve a decir que existe exterior e interior, pero todo adorno que
pongamos a la necesidad de marcar diferencia estará sometida a las relaciones
humanas, y expresa,

La racionalidad histórica tantas veces citada no se trata de que a lo


largo de la historia muchos individuos aislados, en actividad armónica
preestablecida, hayan elaborado un nuevo órgano o una nueva sustancia
emanados en su “interior”, una razón o un ratio, que hasta ahora no existiera.
Cambia la forma en que los hombres acostumbrados a convivir y, por lo
tanto, cambia su comportamiento, se modifica su conciencia y el conjunto de
su estructura impulsiva. Las “circunstancias” que se modifican no son algo
procedentes del “exterior” de los seres humanos: son las relaciones entre los
propios seres humanos:

Con tal claridad, este teórico de la sociología trata de introducirnos en el


gran problema del siglo XXI, que también lo fue a finales del XIX, la construcción
cósmica de los ideales basados en la recuperación de animales con forma humana,
pero desposeídos de cualquier sentido de conocimiento y muy alejado de la
convivencia.

Estos formas de entender las relaciones humanas donde existe el temor


del otro como fuente de brujería y posesión están cada vez más arraigadas en las
sociedades contemporáneas. Como muestra de ello, encontramos dos núcleos donde
esta forma de marcar la diferencia entre el de adentro y el de afuera se manifiesta
con mayor claridad. Por una parte, están los países producto de la descolonización.
A los cuales la herencia de los colonizadores les dejó una marcada incidencia de
sus formas de comportamiento ante la realidad social. Un grupo dominante que
impide cualquier desarrollo del dominado. La observación muestra como los países
de la descolonización por un terruño de tierra – algunos de ellos sin valor- llevan
décadas enfrentándose. Se intenta imponer una cultura diferencial y una diferencia
étnica, entendida muchas veces, desde la percepción física de sus integrantes.
Por otro lado, los llamados países del conocimiento, postindustriales, los sabios del
planeta en los que sus propios individuos buscan la diferenciación en elementos
inexistentes y, en culturas no sólo imaginarias, sino de concepción metafísica, cuya
función tiene la peculiaridad de coaccionar psicológicamente a grupos desviados.
Por lo tanto, tiene una funcionalidad manifiesta, dotar de sentido a estos individuos
faltos de afectividad social a la vez que conlleva, dar sentido a su propia doctrina.
Sin partidarios difícilmente podrán generar una estructura orgánica que de vida a
su planteamiento identitario. Estos grupos producen una reacción doble con sus
partidarios, reconstruir ese falso afán social de dar sentido a sus conciudadanos y

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la segunda, la creación de herméticos grupos con altos niveles de autoridad. Bellah
aunque se refiere a la situación de la estructura social de EEUU, yo creo que se
puede traspolar a cualquier sociedad, y comenta, Existen grupos autoritarios en
EEUU y a veces sus objetivos son destructivos. Lo que los diferencia de las
auténticas comunidades es la superficialidad y distorsión de su memoria y lo
limitado de sus anhelos. Un indivvidualismo que aisla por completo a una
persona no ofrece una defensa contra estos grupos coactivos. Por el
contrario, la soledad que es consecuencia del aislamiento puede precipitar,
la “sed de autoridad” de que estos grupos se nutren.

Como bien queda expresado en la percepción de los grupos de dentro,


independiente del interés objetivo que les mueva, aparecen formas de “contratar”
individuos para la causa, y el ser humano por naturaleza histórica necesita adalides
que les lleven por la senda de la vida, independientemente de las misivas que
emitan y de los efectos que tengan. La cuestión para unos, es el camino, y para
otros, dirigir, sin entrar en valoraciones y juicios de terceros (los otros).

Para finalizar, existe un “yo” y el “otro” pero todos iguales, independientes


de nuestra cultura, raza, religión género, etc, pues como dijo Naïn Frashin todos
nosotros somos sólo una única tribu, una única familia, somos de una misma
sangre y una misma lengua23

REFLEXIONES FINALES

Mientras la búsqueda constante de identidad emane de la interpretación


fratricida de la cultura, no podemos dar una salida de desvalorización de la
civilización por un renacer de la cultura imaginaria pura. Si hasta los años 90
resultaba difícil la integración, cohesión, participación, etc de grupos culturales
tomados como diferentes, ahora la cuestión es más compleja. Aceptando los
postulados que están floreciendo en las instituciones para hacer frente a la
diferencia, construiremos guetthos culturales fomentando la diferenciación no
tan clara desde la perspectiva cultural, entre los individuos que conforman la
sociedad. Con comportamientos excluyentes desde la visión cultural hemos
pasado a la aceptación de una cultura existencia-pertenencia de una cultura
popular, localista, regionalista, etc., es decir, excluyente. De manera que, estamos
impulsando lo propio frente a lo ajeno, dando lugar a una defensa mesiánica de
lo monocultural frente a lo multicultural, Massey24 nos dice que esta diferencia
de la civilización como globalización frente a cultura como particularización
lleva a la imposición de fronteras y a la contraposición de una identidad
contra otra.

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BIBLIOGRAFÍA

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NOTAS

1
Tylor.E.B., (1971) Primitive culture, Sage, Londres, p.13
2
Esta a lo largo del tiempo y debido a las transformaciones sociales y económicas
se ha visto sometida a un claro retroceso, actualmente solamente se practica en
las zonas altas del valle como consecuencia de la reducción de personas dedicadas
a esta actividad ganadera.
3
Malinowski,B ( 1965)., A Scientific Theory Culture and Other Essays Chapel
Hill: Univ. Of North Carolina. Pp. 161.
4
Citada en WhiteL.A., El concepto de cultura, en J.S.Kahn, El concepto de
cultura: textos fundamentales, Anagrma, Barcelona, 1974, p.146.
5
Aquí encontramos el punto que provoca esa disociación cultural entre los miembros
de una misma colectividad donde las tesis de Kroeber, sobre las construcción que
la cultura tiene su configuración en las suma histórica de todas las culturas que han
cohabitado bajo una misma colectividad, empiezan a segregarse dando origen a la
lo que años más tarde pondría Anderson en sus tesis sobre los nacionalismos, las
sociedades imaginarias.
6
Kottak,C.P.,(1994) Antropología, Mc Graw Hill, Madrid,, pp.61-62.
7
Miremos el caso español, que por nuestra península han pasado diversas culturas,
fuimos romanizados, arabizados, visigotizados, etc.
8
Recordemos la definición de Linton.R., (1943) Cultura y personalidad, FCE,
Méjico, que una cultura es la consideración de la conducta aprendida y los resultados
de esa conducta, cuyos elementos comparten y transmiten los miembros de la
sociedad. Pero según los defensores del nacionalismo y tomando algunas de sus
expresiones, las sociedades no son puras sino que están contaminadas por los
individuos que han ido llegando y destruyendo la constitución de sus bases

128
antropológicas prístinas. Para ello, ver las alocuciones al respecto realizadas por
Sabino Arana en sus tesis en defensa de los valores vascos.
9
Geertz,C (1991) La interpretación de las culturas, Gedisa, Barcelona, p.301
10
Durand,G.(1981), Las estructuras antropológica de lo imaginario, Taurus,
Madrid p.56
11
Anderson,B.(1983) , Imagined Communities: Reflection on the Origin and
Spread of Nationalism. London Verso Edition pp.6-10
12
Luque Baena,E., Antropología Política, Ariel, 1996,p.143
13
Smith,A.(1997), Identidad nacinal, Trrama, Madrid, p.78
14
Andersons, op.cit
15
Kendourie,E.,(1985) Nacionalismo, CEC, Madrid p.58
16
Gellner,E., Thought and change, London, Weidenfeld&Nicolson, p.168.
17
Woolodard,(1989) Double Talk: Bilingualism and the Politics of Ethnicity
in Catalonia. Stamford, Sttamford University Press, p.110-115
18
Un análisis que aborda la cuestión sobre identidades en el mundo contemporáneo
y que a mi entender explica bastante bien estas cuestiones de identidad, desde la
interpretación individual lo encontramos en la obra de Gergen,K.J., (1992) The
saturated self. Dilemmas of Identity in Contemporary Life, New York, Basic
Books.
19
Elias,N.(1987), El proceso de civilización, FCE, p.485
20 20
Lamo de Espinosa, E., (ed)(1995)., Culturas, estados y ciudadanos, Madrid.
Alianza pp.65-66. En las páginas siguientes acerca aún más la representación
simbólica que hacen los individuos atendiendo a estereotipos preconcebidos y
transmitidos por el comportamiento cultural de un entorno definido. Nos acerca a
esta aproximación con un ejemplo claro del universo cultural de un madrileño,
quién tiene representado en su conciencia tres tipos de percepciones del otro
atendiendo al grado de lejanía. Por una parte, está la conciencia de si mismo,
español, la que tiene del catalán, Vasco y Andaluz, y en un punto más lejano el
francés, italiano, británico, etc. Según este esquema simbólico construye sus centros
de aceptación o rechazo de los otros. El texto del Lamo de Espinosa es bastante
más amplio y con una nutrida explicación de las clasificaciones posibles que perciben
e internalizan los actores.
21
Eibl-Eibesfeldt,I.,(1996) La sociedad de la desconfianza, Herder,
Barcelona,p.84
22
Citado en R.K.Merton, Sociología de la ciencia, Alianza, 1980, p.168.
23
Citado en Hobsawn,E.J., Naciones y nacionalismo

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