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TEXTOS PARA OPINAR

Estos textos tienen como objetivo propiciar el diálogo y la opinión sobre temas
diversos. No están seleccionados para ser utilizados como modelo de estructura
argumentativa sino para facilitar la comunicación, el debate de ideas y la expresión
oral en el aula.

Autoestima, adolescencia y salud. Federico Juárez Granados

Conferencia de Federico García Lorca. (Fragmento)

La fuerza de la genética. Quim Monzó

Grandes palabras y mentiras. Rosa Montero

 Solidaridad es... V. Fernández Tubau

 Enamorarse es... Lope de Vega

Aprender a decir no. Carmen Posadas

 La vida en común. Augusto Monterroso


AUTOESTIMA, ADOLESCENCIA Y SALUD

Quererse a sí mismo, ni es egoísmo, ni es enfermizo; es un sentimiento


fundamental. El amor a uno mismo es un sentimiento legítimo que nos motiva a
fijarnos objetivos y metas, así como a procurar ser eficaces en la resolución de
nuestros problemas y a establecer alianzas y vínculos sociales sanos.
Cuando una persona se ama a sí misma, es capaz de demostrar sus cualidades,
disfruta haciéndolo, se emplea al máximo y obtiene éxito. Los que observan ese
comportamiento experimentan simpatía y quedan dispuestos a otorgar
reconocimiento.
La autoestima es fundamental en el crecimiento armónico de la salud humana.
Burns definió autoestima como los éxitos divididos por las pretensiones. Por lo
tanto, no es suficiente tener éxitos importantes para asegurar la autoestima si el
denominador pretensiones es muy alto.
La persona que se desestima suele manifestar una autocrítica desmesurada y se
siente especialmente atacada por las críticas de los demás. La unión de estos dos
síntomas conlleva un estado de insatisfacción. La visualización es una técnica de
creatividad imaginativa de escenas y secuencias positivas. Viéndonos en positivo
podemos incrementar nuestra autoestima y cambiar la forma de relacionarnos con
nosotros mismos y con los demás. Date permiso para estar bien.
La adolescencia es una etapa de la vida caracterizada por conflictos y dudas
sobre el sentido de la identidad personal y de la autonomía. Se busca la aprobación
externa, importa mucho lo que digan los demás. Según los expertos en trastornos
de la conducta alimentaria, como anorexia y bulimia, la falta de autoestima es el
principal factor predisponente de estas enfermedades.
Muchas veces, el hecho de no aceptarse a uno mismo viene provocado por la
constante presión social, el culto a la delgadez, la moda, etc. Se asocia la imagen
de la delgadez con la felicidad o éxito social. Nuestros jóvenes se autoimponen la
necesidad de conseguir un cuerpo perfecto. Se produce entonces, como decíamos
al principio, un problema de falta de autoestima porque las pretensiones son casi
inalcanzables. Se reconoce abiertamente una mayor presión sociocultural sobre la
imagen de la mujer.
Las consecuencias de la autoestima son la aceptación y respeto a uno mismo,
formación y enriquecimiento propio. Esto supone una garantía de cuidado personal
sano, diversión, desarrollo armónico, nuevas experiencias interesantes y curiosas,
relaciones alegres y útiles...
Federico Juárez Granados. Información 4 de abril de 2001
FRAGMENTO DE UNA CONFERENCIA

Cuando alguien va al teatro, a un concierto o a una fiesta de cualquier índole que


sea, si la fiesta es de su agrado, recuerda inmediatamente y lamenta que las
personas que él quiere no se encuentren allí. "Lo que le gustaría esto a mi hermana,
a mi padre", piensa, y no goza ya del espectáculo sino a través de una leve
melancolía. Ésta es la melancolía que yo siento, no por la gente de mi casa, que
sería pequeño y ruin, sino por todas las criaturas que por falta de medios y por
desgracia suya no gozan del supremo bien de la belleza que es vida y es bondad y
es serenidad y es pasión.
Por eso no tengo nunca un libro, porque regalo cuantos compro, que son
infinitos, y por eso estoy aquí honrado y contento de inaugurar esta biblioteca del
pueblo, la primera seguramente en toda la provincia de Granada.
No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la
calle, no pediría un pan sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí
violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin
nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a
gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan.
Que gocen de todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es
convertirlos en máquinas al servicio del Estado, es convertirlos en esclavos de una
terrible organización social.
Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede , que de
un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un
pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no
tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los
que necesita, ¿y dónde están esos libros?
¡Libros! ¡Libros! He aquí una palabra mágica que equivale a decir: "amor, amor", y
que debían los pueblos pedir como se pide pan o como anhelan la lluvia para sus
sementeras.
Cuando el insigne escritor ruso, Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa
mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre
cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita, pedía socorro en
carta a su lejana familia, sólo decía: "¡Enviadme libros, libros, muchos libros para
que mi alma no muera!". Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía
agua, pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir a la cumbre
del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo
por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha
dura toda la vida.
Ya ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de
Europa, que el lema de la República debe ser: "Cultura". Cultura, porque sólo a
través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo
lleno de fe, pero falto de luz.
Y no olvidéis que lo primero de todo es la luz.
F. García Lorca. Alocución al pueblo de Fuente Vaqueros. (Septiembre, 1931)

LA FUERZA DE LA GENÉTICA

Es domingo. Son las diez de la mañana y gran parte de la ciudad duerme. La que
no, se despierta somnolienta y en silencio. Y entonces, de repente, un estallido de
cláxones revienta la calma matutina. Primero se oyen a una cierta distancia, pero
en seguida la intensidad aumenta, hasta que se estabiliza. El ritmo que los cláxones
marcan es el tradicional "to-to-tó, to-to-to-to, ¡to-tó!".
¿Qué pasa? ¿Algún equipo ha ganado alguna final de copa? No puede ser. No
toca ninguna y, además, los partidos se juegan de noche y no a primera hora de la
mañana de un domingo, y es en las noches de victoria cuando, tras el partido, los
seguidores del equipo vencedor salen por la ciudad, celebrándolo y bebiéndose
todo lo bebible. Abro el balcón, salgo fuera y veo una fila de ocho coches que
hacen sonar el claxon mientras avanzan por la calle. Ahora se han detenido ante el
semáforo pero ellos siguen con lo suyo: "to-to-tó, to-to-to-to, ¡to-tó!". En el
edificio de enfrente otras persianas se levantan y sale gente en pijama, con cara
dormida y la misma pregunta en la mente: ¿Qué pasa? Los ocho coches continúan
detenidos ante el semáforo rojo. El primero de ellos lleva el parabrisas y el vidrio
posterior engalanados con ramos de flores blancas.
Así que se trata de eso: de una boda. Ocho coches van por la ciudad haciendo
sonar los cláxones porque dos de sus ocupantes se casan hoy. Se habla mucho,
últimamente, del ruido en las ciudades. Se han creado plataformas en contra,
decididas a acabar con el ruido innecesario, pero éste ha enraizado de forma tal en
el corazón de la gente que lo tienen difícil. Sin ruido, muchos conciudadanos no
saben expresar emoción alguna. Es la herencia de la carraca, del petardo que tanto
divierte a los niños. Se hace ruido por todo. Para demostrar que estamos alegres
ponemos música en el coche y, a todo volumen y con las ventanas abiertas, nos
paseamos por las calles, para que todos compartan nuestro gozo. Incluso, para
demostrar que estamos tristes, han abolido el silencio en los entierros, y ahora-
por poco que el muerto fuese alguien mínimamente significativo- se aplaude su
féretro, lo que (para los que aprendimos que el silencio es la forma máxima de
respeto) no puede significar otra cosa que alegría por esa muerte.
Se trata de evitar el silencio, como sea. Ahora que el semáforo se les ha puesto
por fin verde, los ocho coches vuelven a ponerse en marcha golpeando sus cláxones
sin parar. Si fuesen en fila silenciosa, les parecería que no demuestran suficiente
alegría, merece que la ciudad entera se despierte a su paso, esta mañana de
domingo, para enterarse de algo extraordinario: ¡que dos de ellos se casan!
Después habrá quien se sorprenda cuando, de aquí a dieciséis o diecisiete años,
el hijo de esta pareja que hoy se casa cambie el tubo de escape de su motocicleta
por un tubarro ensordecedor y se pasee por las calles de esta misma ciudad para
anunciarnos a todos algo que para él también será sumamente importante: que se
ha cambiado el tubo de la motocicleta por un tubarro ensordecedor.
Quim Monzó. Magazine, 24 de junio de 2001.

GRANDES PALABRAS Y MENTIRAS

Las palabras son unos extraños artefactos. Por un lado, es la palabra la que nos
hace humanos y la que nos permite definir nuestros sueños y aspirar a ser mejores
de lo que somos. Pero, por otro, en las palabras anida la mentira, la insustancialidad
y la traición.

Y así, todas las grandes palabras han sido reventadas y corrompidas en algún
momento de la historia. Por ejemplo, la libertad. Hasta el dictador más asesino usa
la palabra libertad como si fuese suya. O justicia, o felicidad, o bien común. Las
palabras son violadas tan a menudo que una acaba por desconfiar de los grandes
conceptos.

Con el de solidaridad, por ejemplo. Vivimos en las fronteras de un mundo nuevo,


de un planeta que se nos está quedando muy pequeño. Vemos a los sudaneses morir
de hambre en tiempo real, en directo, en nuestra televisión, mientras comemos.
Son nuestros vecinos, y hoy nos es mucho más difícil ignorarlos que veinte años
atrás. Para recolocar la inquietud que nos provocan, hemos empezado a sacar brillo
a la palabra solidaridad. Ahora sólo cabe esperar que no nos quedemos en eso en
llenarnos la boca con sus sílabas, en sentirnos cumplidos con la simple y banal
autocomplacencia de las grandes palabras. La autocomplacencia, tal vez sea ésa la
clave: cuando las palabras se juntan con la autocomplacencia, la sinceridad salta
por la ventana. Ser solidario no consiste en decir que se es solidario. Ser solidario
es un proyecto de comportamiento, una voluntad de ser útil, un esfuerzo por
entender al otro y por salir del egocéntrico encierro de uno mismo. Ni es fácil, ni
es un lugar al que se llegue o un atributo que pueda poseerse. Es una utopía, y hay
que esforzarse cada día por acercarse a ella.
Rosa Montero. Solidarios 100 por 100. Bruño.

SOLIDARIDAD ES...

... No pasar cuando ves un problema ajeno


... apreciar la belleza de quien te sonríe
... importarte el bienestar del que tienes al lado
... comprender otros puntos de vista
... dar la mano a quien te la tiende
... enseñar a sobrevivir al menos preparado
... permitir ser diferente a quien lo es
... entrar en acción para poner soluciones
... sentir que puedes hacer algo por los demás y hacerlo
...amar a pesar de las diferencias
V Fernández-Tubau. En Solidarios 100 por 100

ENAMORARSE ES...

Desmayarse, atreverse, estar furioso,


áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde, y animoso.

No hallar fuera del bien centro y reposo,


mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,


beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,


dar la vida y el alma a un desengaño:
esto es amor: quien lo probó lo sabe.
Lope de Vega.

APRENDER A DECIR NO

Entre los buenos propósitos que me he hecho para el otoño que comienza hay
uno indispensable: urgentemente, tengo que aprender a decir no. Y es que el mundo
se divide en dos: las personas razonables que hacen lo que les conviene, que
dedican sus energías a causas que valen la pena, ya sean altruistas o no, personas
maduras que plantan pies en pared cuando les proponen algo fatigoso o inútil para
ellos; y los idiotas (entre los que me cuento) que dicen sí a todo.
Yo soy, para que se hagan una idea, de esas tontas que salen con un hombre que
les aburre hasta las lágrimas simplemente porque el interfecto es un plasta y no se
da por vencido después de seis o siete disculpas clarísimas del tipo "perdona,
chico, pero tengo que ir al pediatra" o "lo siento, hoy es el cumpleaños de mi hijo"
(eso, cuando el plasta sabe de sobra que yo sólo tengo hijas y muy mayores). La
cuestión es que al final salgo, y me aburro como una ostra, y juro que la próxima
vez le diré al plasta que no me llame más. Sin embargo, él vuelve a telefonear y allá
voy yo otra vez haciendo el panoli.
Por no saber decir no, me he comprado aparatos culinarios carísimos. Se lo
aseguro, señora, con este superrobot podrá amasar pan como un profesional
(¿amasar pan yo?, pero si sólo como biscotes). Sí, querida señora, y elaborar
helados caseros (¿para qué, con lo fácil que es comprar un Háagen Dazs?). Mire,
cómo el robot fabrica papardelle (¿y qué cuerno es papardelle?).
En fin, para qué cansarlos, lo cierto es que aquí tengo el superrobot que aún me
mira mártir (y virgen, naturalmente) desde un armario de la cocina. Y puedo darles
muchos más ejemplos de cosas aún más absurdas que he comprado acosada por
vendedores implacables: una enciclopedia de chicha y nabo cuando ya tengo la
Brítanica y la Espasa. Limpiamuebles milagrosos. Cremas rejuvenecedoras a precio
de bochorno. y. cómo no, un enorme aparato de gimnasia pasiva (tonelada y media
de tecnología punta que ocupa buena parte de mi dormitorio) del padre de cuyo
inventor me acuerdo todos los días y no precisamente con cariño. A esto hay que
unir el tema social: las presentaciones absurdas, los cócteles soporíferos, las
fiestas mundanas que tanto me angustian, y los infinitos favores a los que digo sí
con una sonrisa fósil: a fulano, porque es amigo del colegio; a mengana, porque está
pasando una mala racha; a aquél, simplemente para que deje de darme la brasa.
Pero se acabó, créanme. A partir de ahora, no más compras inútiles, no más
salidas a saraos que me aburren y, sobre todo, no más citas con señores que me
postran y me cuentan esas milongas de que si quieren escribir una novela..., que si
piensan abandonar este mundo materialista para dedicarse a plantar lechugas..., en
suma: ¡basta de tonterías! El propósito está hecho y lo cierto es que me siento
mucho mejor. ¿Sirve de algo hacer buenos propósitos en otoño? ¿Ustedes creen en
el poder taumatúrgico de la letra escrita? ¿Creen que haber hecho apostasía
pública de mi blandenguería es un primer paso en mi rehabilitación? Tengo mis
dudas, pero les juro que voy a intentarlo. Ahora parece fácil...Ya veremos como lo
veo el mes que viene. Les mantendré informados.
Carmen Posadas. Magazín. 23 de septiembre de 2001.

LA VIDA EN COMÚN

Alguien que a toda hora se queja con amargura de tener que soportar su cruz
(esposa, esposo, padre, madre, abuelo, abuela, tío, tía, hermano, hermana, hijo,
hija, padrastro, madrastra, hijastro, hijastra, suegro, suegra, yerno, nuera) es a la
vez la cruz del otro, que amargamente se queja de tener que sobrellevar a toda
hora la cruz (nuera, yerno, suegra, suegro, hijastra, hijastro, madrastra,
padrastro, hija, hijo, hermana, hermano, tía, tío, abuela, abuelo, madre, padre,
esposa, esposo) que le ha tocado cargar en esta vida, y así, de cada quien según su
capacidad y a cada quien según sus necesidades.
Augusto Monterroso. Cuentos. Alianza

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