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PIERRE AUBENQUE

EL PROBLEMA DEL SER


EN ARISTOTELES

Versión castellana
d,
VID,\L PC.~A

taurus

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r

PROLOGO

Sine Tbomd mil/lis lutl Mlto/lln


(PICO DE LA MIMN!l'OLA.)

eL.. illjuztki4 'lile ro" mqt]' frff-~lId. nltk COIIIe-


UNt ton d ¡muU/ienlo esJ>«fdll!if1O cosuisle nr t_
IIDi, ll"iú/trJ; ez J«iT, nr to_ sol4mnr/e nr Ct)fI-

zUltrilCidlo Illlll de In proporiciolfez J, w tpU! Z'


roI1f{101ft••

Al principio de su Jecci6n de apcnura de: curso de 1862 acerca


de lA signijiudón múJtipi~ dd S" tn Arislóttlts l. señalaba Bren-
tano lo presuntuosa que podía parecer. tltl5 vdntC' siglos de comen-
tario ClM ininterTUlDpido y unos cuantos decenios de: exégesis filol6-
giCl, la presentación de decir algo nuevo a propósito de Aristóteles,
y pedía que, en gracia a su juventud. se le perdonase la temeridad
del ¡nlento. Lo que ya era cierto en 1862, tno lo $C'ri todavl"2 mú
unos cien años después? El uglo que 005 separa de Brenano no ha
sido menos rico en estudios aristolélicos que los precedentes. En
Francia, si bien un latente cartesianismo apartó por mucho tiempo a
la filosofla del trato con el aristotelismo. el rebrote de los estudien de
filosofla antigua inaugurado por Victor Cousin: había producido ya
el brillante Ens¡ryo de Ravaisson sobr, I. Mda/is;u dt Arist6ulu J,
e iba a confirmarse, por citar sólo autores ya cl¡¡sioos, con Jos impor.
tMtes estudios de Hamelin', de Rodier s, de Robin', de Rivaud'.

1 Vo" d" mdlll.j!/«be" lkJelll""t det 56ft/tia! t/4€b AriJ/ottltJ. Fri-


burm de BrUgovi•• 1862, p. VII.
TItulo (lI'iginal: LA prohU"" Je {'Itre cbn Aristote - - Tal. Dt f. ml/.pbyziqlll tI'MsloU, ISJ':! (le tnl. &: IU p:mend. 1Obn:
O 1962, Puss€:s UNIVIlQlToUUS DI FaANCE, París. ~ lema UC'ado I <.'OIlC\llSO por la Ar:td"",i. &: GcnciIs morakI y poIl1icu
en 1832, en el que RlVlisson obtuvo el premio, y V~ ....,wdll de un~ IrllCfuc.
ci6n &:r libro A de b M,I.lisie•. l.I 2.' ed., 18.\8, contiene: odc::mb unl l~
docci6n del libro Aj. Se debe • dos disdpu1o& de V. Cousin -Piem:lnl y
o 1974, TAURUS EDrCIONES, S. A.
Uvort- II primen Inducción fnncna Jnl<:gn, lún hoy ulilizlble. de II
/l1,I/I/biel &: AKUTÓTEu!s (1840).
Prlncipe &: Velprl, 81, l.•. MADKID-6 J T. r. 1837.
l Le S'JZl~ml
á'A,jz/ou, curso impartido en 1904·190', publiCldo en 1920.
ISBN: 84·J()6.1l76-2 1 aroEludlS Jl phiJosopbie gruqlle, 1923.
Depósito Ie¡aI: M. 4.,27 ·1981 , lA. /hiori, p/4lolli,illlne d,Z Ultz t/ dlS No",b,~s J'/lprjs bis/o/t,
1908; ArúloU, 1944; dr. l.4 ptllllt b&llIiqll' Jez ",itillts d Epi'"", 1942.
PRINTED IN SPAIN
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de Bréhicr lo Al mismo tiempo, d renacimienlO DeOtomista se aden· Acerca de la metafísica aristoto!:lica, que será d objeto esencial de
traba desde muy pronto en c:I camino de l. investigaci6n histórica, nuestro estudio, los trabajos -sobre todo en Francia--- son sin duda
especialmente en Bélgica, dando lURar a 10$ notables trabajos de mon- menos abundantes que sobre otras partes de esa filosoffa: por ejem.
señor Mansion y sus disdpulos '. En Inglat«T'l. la gran tradición fi· plo. la Hsica o la lógica .... Con todo, el problema del ser, en con·
losófica de Cambridge y Oxford iba a apücar muy pronto al ariStOte- cretO, ha dado ya lugar a por lo menos dos estudios cuyo objeto pa-
lismo las cutlidades de precisión analítica y degancia exposiliv. que rece confundirse con el nuesno: el ya citado de 8rem:lOO, y el más
hablan avalorado sus estudios sobre Platón; sir David Ross iba a ser recienle del P. Owens sobre Ltz doctrina d~l ur tri la m~tafísi'a dt!
el principal promotor, en Oxforn, de ese renadmiento de AriscÓo- Aristótdt!$ 17; eSta última obra, aparecida en 19~1, y apoyada en una
¡eles 10, En Alemania, donde pese a Lutero y gracias a Leibniz nunca bibliografía de :i27 títulos, imposibilitaría al parecer cualquier inves·
se habla quebrtlntado seriamente la tradición filosófica del aristotelis- tigación realmente nueva 50bre el tema.
mo n, iba 1 s~L-'On_J.QQQ....de_la hislmia. apoyada en la filolo&fu.. Así pues, resulta necesario justificar la oportunidad de nuestra
de doñaedebfan llegar 10$ mis ferondos imJlulsos-.l!!H...1! mvcs..!!&!!:. empres3, y definir 13 originalid:td de nuestras intenciones y mo!:todo
ción arislOtl!:liq; desde este punto de vista, Brc:ntano prolongab3 la por respecto al conjunto de comenlarios e interpretaciones. Nuestro
tradición ya ejemplificada por Trenddenburg y Boniu, y que en e.roP"'n;ito es sencillo se resume en pocas palabras: no Dre1ejjjJjOjjjji
los años siguientes desembocaría en la conclusión de la monumental apanar novedades acerca de Aristóteles. SUlO.> al cont~nta­
IDOS des.prenaet tOdO lo Que Ia uadiaón ha ."ñiIú/o al aristote miO
edición del Arislót¿~s de la Academia de BcrUn!l, pronto &egUida
por la edición .ún más monumc:nul. de sus comentaristas griegos!J; f,rim\U7al Acaso ta:t pretenSlon haga SODre r. no Vlen o en CII:i""'fiiiü
que a sa modestia de todo inlérprele, siempre preocupado poI
y una va más sería la malogra, con las decisivas obras de \YJ. ]aeger
declarar que va a dejar hablar a $U aUlor. Pero esta voluntad de depu-
llcerca de la evolución de Arist6teles 14, la que iba a obligar a Jos fi- ración y retorno a las fuentes tiene un sentido preciso, tratándose de
lósofos a un radical replanteamiento de sus inletpretaciones. Puede Aristóteles. No es éste el lugar para recordar cn qué condiciones, Cólda
decirse que, desde 1923, la casi totalidad de la literatura aristotélica vez mejor aclaradas por la crudición contemporánea It, se ha transo
es una respuesta a W. ]aeger 1'. mitido a la posteridad la obra aristotélica. Pero no resulta...i.ndiIe~
incluso -y sobre todo- a efectos de la com rensión filosóficlI te-
1 Ú prob/~me ¿" ¿tlle"i. tt l. 1101;0" dt ma/itre, ¿tpuis ¡tS orilJMJ ~em"'p're "p'resentes as E.artlcu ares circunstllncllls e lC a transo
¡UJ'!u'J TbIophr.Jlt, 1906; HiJtoiu ¿t la pb;/oJopbit, l. r, 1948. IIllSl6n: el J\rÍsiOtdes ue nosotros .conocemos no es el que v~
a BÚH III ha csct;IO poco IObre Aristótdc:a. Pao dd>a1 .... citAdal, .un-
que l a tan 1610 porque ti estilo dt inlttprttKi6n que en tl1aI le dihui- di- e SI olVa. un 1 o ue res SIno un
fin!: KDSiblemellle de las COOln"bucionel 'Dleriores, las pqirw lln ~nles or Uf m's o menos a lmo editado en el si~ o y
que su His/obe dt U. pbiloJophie dcdiao I ArislÓtdel (l. I, 1938, pp. 168-2:19). otro caso en 'stona en que e 6so o Ilaya quedado haSt3 tal
2." 'cd~~~ ~lA.=, /.:"I~~•.tJ/''::'si-~d::~~~8~n;::;tl~9~ F. Do.1.Ju!.ID, .Zum ~winiacn SIIDd dcr ArislOfdc:s-Fonchunp, Wi.."n
vaina, 1912 IJ.; A.10I'I" d'AriJ/Oft, M~ A. Mansion, Lovaino, 19"; $lwJit", 76 (l96Jl, pp. }4.67.
AristOlt tI "';"1 TbomllS ¿'A'!";", co1«tivo, Lova;BI, 1958. M Ocurre II! que, en d 5'ft""t ti'AriJ1Oft! ck Hamelin, IÓIo 18 pjginu
10 aro de esfe .Ulor lu edicionea y comellluiOl de la Mtla¡lJit. (1924), de 428 eJpn consagrsdsl I 11 mellfbica. Sea cual sea 11 importancia que en
11 Fifie. (1936), loa PrimtrOJ , 5ttu,,¿0I Andiliros ~19491, la di=ciÓll de la 111 r<:paTlkión leng>o el azar, no por dio rcfl~ja meno& la impoflf.nc:il f~la,;\'.
A:r:::k, E:::~,~fI911J(~~d. tf~~~tr;2¿i:oCf;~1~~;".l~~;I~;"k
vol. .no 1957 (homen.je a \VI. D. Roo,).
tuJ~ que, a com;enzoa del siglo xx, un {j[~fo e histori.dor d~ la filO$Ofl. OlOf·
gaba I l. ,mel.Hlia, por tepeclO • la lisie. y l. lógka, C1I un cuno ll«1UI del
'U;'l~ml. nlÍllcl~liro.
t.t ~~ pS;,,~7t j~e t~b~~;,~~~7~ljtindiC3Cionesen Y. BEUVAL. Pou. rotl""'- :~ tf:, ~:;i~: :.t~to:::'::'~d:i~~~~Ii::c;:"t:::J¿~c~~V-r;~;;ld:A~??t~
u :i vola., 1831-1870 (el '." conliene ti I"Jtx llriJtoldiau de BONIT21. tt, Lovaina, 19'1.
Il 23 vob., 1882-1909. " Dicho Cor-pus el de 111 modo anónimo que recienlemenle ha aidn ~
M S/udit" Vi' E,,1Jttb""f~Jcbubt~ ti" MtlllpÚ1J;/t JtJ hUfo/m:, 1912; libie mantener (J. ZliaCHU. hUtotdtr Wn/t ..1Ul GtiJt, PIIdcrbom. 19'2)
AriJ/o/tln G,.."dl~fUtlf ti,," G~Jebicbu Jti"n É"twicklu",. l." ed., 1923. que era debido 0I5i por completo. la mano de Teofnl5to. Una apitú6n lID
Il Sobre el estado wá r«Xnle <k loa esl...wo. arilfOItücos, rir. P. WILo ndic::sI, .1'O')'8da por Q!rI parte en los mis fri&i1es iDdici<.>s, arD:'t', en ri,gtv,
PUT, .Die l..Iae dcr AristOlelesfondnmr, ltilJebr. l. pbiloJ. ForJe"""" 1, de imponand. para la inlupm.aci6n, dado que no conocm>OI mú que UlI
1946, pp. 12J..140; L. Bol)'a(¡I!T, .Rappon 1m I'hal del hudai .risIOlIl!licien- Ct.pus DIJ/Oftliallll, el cual, pele • cuanto podamoa saber hoy aobre el Aris-
Deb, Acta d. Cotltt~J G. B..di, L)"OIl, 19:i8, pp. 41-74; R. WIi.JL. .EI.I clxeIc:s ~doJ nuDl;:I. ha pcxIido ..". rcbcionado de: un modo deciliYO con la
práaJt del quesliom llristotélicicnneaoo, ¡"/rmtwio" liubttirt, 19», pp. 20-31; vida cid fll6lorc 1lamado ArimSlC!eJ.

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punto abstrnldo de su filosafla. ~qu~l~q~ ~os ~~mos habituado 11 conclusi6n, opuesto a un etTOr de: óptica ampliamente difundido: los
considerar bajo el nombre de-ArlSto~e1es no .r;.s el .Íllósofo ?s! lIama- comentaristas, incluidos los mis antiguos, y aun en el caso de: que
00, y ni siquiera su nnd:ldura filosófIca efectiva, sm? un bfosofemlJ, tuvieron en su poder textos -perdidos de entonces aoí u,.[IQ cienen
~duo tardlo de una mosafla de la mal se olvidó muy pronto privilegio histórico alguno respecto a nosotros. Al comentar a Aristó-
que fue la de un hombre ~xjIttnU. eNos ,imaginamos siempre a Pla· teles más de: cuatro siglos despu6 de su muette, '1 estando separados
tón y Aristóteles --deda Pascal:lll-:: vestidos oon grandes t~gas ma· de il no por una tradición continuada, sino por un eclipse tot.1 de su
gistrales... Por lo que a Platón oonclem~, los PI?iVCsoS eruditos han influencia propiamente filosófica, no se hallaban mejor situados que
dado buena cuenta hace tiempo de semejantes vt5lones. Pero cuando nosotros p:lra comprenderlo. .fu-endo así, comprender a Aristóteles de
se tmta de Aristóteles, 5egUimos sorprendiéndonos un tanto al ente. OtIO modo gue los comentaristas, incluidos los griegos, no significa
ramos de que forma pane de esa .buena gente que, como todo el nc:cesariamenle modc:mizarlo, sino quirl accrcarse: mlÍS al Aristóteles
mundo bromea con sus amigos. 11, y packda del estÓmago n, histórico.
Est~ recuperación del Aristóteles vivo no tendrla m:.ís inter6 que Pues bien: resulta que el aristotelismo que nosotros conocemos
el an«d6rico, si el anonimato bajo c:I cual han sepultado su olla 10$ -por ejemplo, el de las grandes oposiciones estereotipadas dd octO
azares de su uansmisi6n no hubiera influido decisivamente en las y la potenci., Ja mate:rit. '1 la forma, la substancia '1 el aecidc:nte- es
incerpretaciones de su fil0s0fla. Imagine~05 por un ins~ante: que: se quirl menos el de: Aristóteles que el de los comc:ntaristas griegos.
descubriese hoy, en un IÓtano de Koemgsbc:rg, el conjunto de las Interviene aquí una segunda cimmstancia hist6rica, agravante de l.
obras manuscritas de un l'iI6s0fo llamado Kant, que: hasla el momc:n- primera: el estado im:ompl~to c:n que: fueron publicados por Andró-
to 1610 fue:ra conocido por sus poemas, sus discurso;; acadé~cos, nico de Rodas los C$CriC05 de: Arist6teles, redc:scubie:rtos en el si-
acaso un tratado o dos de geografía, y e:1 =e:rdo semilc:gendarlo de glo t l. e" e:stado incompleto que se hace perceptible: • todo lector
su enseñanza; la rareu misma de Ja hipótesis, la cual supondrá que sin prevenciones en vinud del estilo a menudo alusivo de los tc::'l:tOS
DO ha habido posrkantismo ni neokanlismo, nos impide llevarla mÚi de: Aristótc:les, el caricter deshilvanado de: sus desarrollos, el hecho
le:jos. Sin embargo, DOS basla ~ poner de: mani~iesto lo que ~ de: que: $Ca impo$ible encontrar c:n ningún lugar de su obra la rcali·
artificial Y hasta de: absurdo en CIerto modo, ha podido tcnc:r la leU- 1.11ci6n de: tal o cual proyecto expresame:nte anunciado, o la solución
vidad d; los comc:ntaristas que, a partir de la edición de Andrónico de tal o cual problem. solamente: fonnulado. Ese de:fecto de: acnba·
de Rodas, se pusieron a examinar e interpretar los te:s:~~ ~ Arist6- do de: Jos escritos de Arist6teles conocidos, unido a su dispersión,
tdes sin conocer ni el otden efectivo de su composlcon m el que diCtó I los comentaristas Un:l tarea que: consideraron doble:: unifieat
Arist6tc:les pre:te:ndl. darle:s, como lampoco los &talles y po~ y: completar. Tal exiRCncia podía pattttr obvia. No por ello dejlblí
res dd procc:so, los motivos y ocasiones de: la rc:dacción, la.s objcci~ de: encubrir una implfcita opción filosófica. para librarse: de la cual
ncs que habla podido susc:illlt y las rc:spuc;stas de Aristócc:les, etc. fma- harin falta siglos, Que:rer unificar y completar a Arist6tc:les significa
gincmos una vez más que: de Kant hubieran. ~c:gado a noso~, en admitir que: su pensamiento e:ra susceptible, en electo, de: ser unifica·
revoltijo, la Diu,tlld6" de: 1770, las dos ediCIOnes de: la C'tt/~1I d~ do y comple:tado; significaba quc:rc:r extraer el aristotelismo de: dere-
14 '1I%6n puril y c:l Opus postumum; y sobre todo illUlgincmos que:,
ignoranteS de su cronologfa, hubiéramos decidido c:nf~r dichos es-
cho del Aristóteles de hecbo, como si el Aristóteles histórico no hu-
biera lIe:gtldo a poseer su propia doctrina; valla tanto como suponer
\1
crit05 como si fuesen todos conlcmporáneos c:ntre si e: tntc:ntásernos que: únicamc:nte razones exte:rnas, y fundamentalmente una muene
extrae:r de: dios una docnina común: ni que: decir tie:ne: que: de: tal
sue:rte: nuestra concepción del kantismo se habría alterado de un modo
prematura o un progresivo desinte:rés por las especulaciones filosó- J
ficas, hablan impedido que: Aristóteles dic:sc: a su sistema catlkter
singular y probablemente seria más insulsa. Se: impone: una primera completo y unitario. Tal opción DO era del todo gratuita: si indujo a
D Lot cornentmstl5 poselan, ~ dceto, bi~ obras ~t~I''' d~ .utOJU an-
1lI PASCAL, fra¡malto 331 Brunsc:hvicg. tigual, bial col<:ccionc:s doxOllrifiClls. que 00 han Uq,ado hast. nosotJ'Ol mili
JI Ibid. que • tt"JIvél de 1., citas que de ellas ha<=. Pero incluso .sl no se It"JItabrl
n Al ~ CSlO el lo que A. W. Bl'N.'I (fM G,uJ: PbiJoJopbm, r, mú qu~ de W(/OJ, 'i 00 de una tradición ViV1l, qu~ 101 hubierl unido dircct.
p. 289, cilm por J.·M. L.. BI.OND, 1...lJV,?ue tt ",hbodt chu AriJIOlt, p. XXIII) melll~ .1 Iristotelistro:). La imen':!l.lm~ ~lJ[jVI de M. BAUOTIN (La IhIorie
aee poder concluir I par:ir del !locho de que AriStóle.les. t.ome a menu~o como ariJlofi/icie1lM de I'ilttrllut d'ap"J ThkpbraJu, Lovsoinl, 19'4) conducente
ejemplo ..el pllSCQ con mIras I JI salud •. Sobre 115 tl'lldIClO!,"" conce~lemCl. I • ver en ToofrJllto un int~e<.hlrio entre Ari,tótdetl y SIl. comelllui.ta., 00
la biogl'llfll de: ArillótelCl, ver hoy ,. DOllN<1, Amlalle '" lb., ll1lc'rnl b,o- hl a¡xm.do, y 00 podfa lporta/, desde est~ punto de ViSll, resultados dedsi.
t.rllphica¡ Iraú"ion, Estocolmo, 19'7. vos. Cfr. nuema recensión de esu obIll en &11. El. /Z1lC;t1lntJ, 19'1i, pp. !JI.n.

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error por tanto tiempo fue porque se hallaba inscrita en la esencia
misma del comentario. Colocado frente a un conjunto de textos y
concepci6n analitica y otra sintética de la cuualidad 11I; pan Bou-
sólo I!!:sos, conociendo tan sólo aquellas intenciones del autor que éste
troux, habrfa contradicci6n entre una tc:orfa del ser pan la ClJal sólo
ha formulado explícitamente y aquellas realizaciones que han alcan-
zado ef~fividad, el comentarista se: encuc:ntn mis predispuesto a el individuo es real.x una teoría del conocer para la que sólo hay
ciencia de lo general ; Brunschvincg, que habla mostrado en su tc:1is
tomar en cuenta lo que el autor ba dicho que aquello que no ha di-
latilU la duda de Arist6teles entre una concepción matemática y otra
cho; está más preocupado por lo que se declara que por lo que se:
silencia, por los éxitos más que por los fracasos. Ignora las contra- biOl3gica del silogismo lll, iba a resumir más adelante tales oposicio-
diccione!l del aUlor, 0, por lo menos, su papel consiste en explicarlas, nes en la de: un «naturalismo de la inmanencia» frente a un unifi·
o sea en negariu. ,º-nociendo tan sólo del fil6s0fo el residuo de su cialismo de la tfasec:ndencia», entre cuyos t~rminos Arist6teles no
enseñanza~ cuida más de la coherencia qucaea verda~de la ver·
habrfa llegado a decidirse: 3. Por aquel riempo, ~m.pc:¡:;1_
~_d... canflitto_c:n térmil1O$ psicológicos: Aristótdes estaría
13ad lógica más que de Ja verosimilirud histórica. No hallando m Aris-
Rileles sino el esboro de un sistema, no por ello dejad de: orientarse habitado por dos...,Pe:rsona~el Platónico y. el Ascl~ida, el idealista
según l. idea de Ja tolalid2d del sUlema. Aparte de: lo arbitrario de lógico, inclu~~gistu c:f e~pirina, nlltrido de ciencia m6::1i·
sus presupuestOS, se aprecian entonces los pc:ligros de sc:mc:janle mi- ~viClo de ~.acionc:LroOCretas Jl; mientras que raylor a.ela
todo; pues si la sfntesis no esti en los textos, forzosamc:nle tendcl ver en Arist6tdes un Platónico que habría ..perdido su almu, pero
sin llevar al límite su apostasf!l.JI. Todas estas oposiciones no a·
que estar la idea de la síntesis en d c:spiritu dc:l comentarista. No hay,
de hc:cho, comentarista de Arist6tc:lc:s que no lo ~istc:matice a
de una idea preconcebida: los comentaristas griegos a partir de: neo-
r:"" redan de: rasgos comunes, y su convergencia misma era señal de
su verdad relativa. De un modo genc:ral, se oponlan una teorla del
platonismo, los c:scolútic:os a partir de: cierta idea dc:l Dios de la conocimiento de inspiraci6n plat6nica y una teoria del ser que, ro",
Biblia y su rc.laci6n con el mundo. Cuanto m:b profundo es el silencio Irll Pllt6n, rehabililaba lo sensible, lo individual, la materia; o, dicho
de: Arislótc:lc:s, más prolija se hace la palabra dc:l comc:ntarista; no con mayor precisi6n, una noélica de lo universal que reclamaba UIU
comenta c:I silc:ncio: lo Uena; no comenta d mal acabado: lo acaba; ~mologfa idc:alisu: y UIU cosmología de la contingencia que recla·
00 comenta dapuro: lo resuelve, o cree resolverlo; y acaso lo resud· m.:Iba una noétiOl empirista. Emancipada de la ¡/ntesis tomiSla y
va de: veras, pc:ro en otrll filosofía. postomista, que había onknado las distintas panes del pretendido
La influencia difusa del comc:ntarismo fue tal que, hasta c:I final «sistema» aristotélico en tomo a la ooc:i6n de Ilnaiogíll. l. interpre-
dd siglo XIX, nadie puso en duda, pc:sc: a las contrarias apariencias tación moderna buscaba en el platonismo, frecuentemente interpre-
dc:l tUtO, c:I carácter sistemático de: la filosofía de Aristótc:les. Con tado ~I mismo I la luz del idc:alismo critico, la norml a partir de la
todo, la interpretaci6n sistematizante, que, según parc:tt, habfa al· cual el ariSlotelismo apared. como un platonismo debilitado o "'con-
bergado sus primeras dudas con Suárc:z:lO, iba haciéndose cada vez Ic"ido,., v en cualquier C250 incons.ecuente, cuando no era d fil6rofo
más insegura, cada vez menos satisfecha de sf misma, y orientaba su mismo quien resultaba acusado de: doblez R. La inrerpret.ci6n ..sine·
descontento contra AriSl6tdes mismo. Tras la admirable síntesis de mlliuntc. se vengaba en Arist6tdes de: sus propios fracasos.
Ravais50n, en la cual PlOtino y Schdling reprc:sentaban, ciertamente, Apareci6 entonces --ciertamente preparada, en este punto, por
un papel mayor que el de Arist6teles, surgieron dudas, en autores
más prc:ocupados por la verdad IúSl6rica, aec:rca de la coherencia mis- lII> Or. esoecialmentc _Sur la CQIICqItion uislot"licimne de la etlUtalilb,
ma de la filosaf!a aristot~liC3. Pero en vez de cuestionar c:I carácter tri Artbiu l. GtKb. d. Pbi/os.. 1909-1910 (rq>roducido en ú (ltnslt btll#"iqut
sistem6tico de su pensamiento se prefiri6 proclamar que su sistema dtl ori,intl i EpiO'rt, pp. 423 as.).
era incoherente. Según Rodier, Arist6tc:les no habría Uegado a deci- 11 E. BO\J'notnf. art. •ArislolCO> de: l. Grdndt EnC)d"p#dit, 1886, repro-
ducido ~ EtudtJ d'bisloiu dt 111 philOfOphu, 1891, ot>. 132 11.
dirse: entre el punto vista de la comprensi6n y el de la extensi6n ~; B Q... rllti("'t Ari$loultl uim ntttllp1r,Jk.nt syUotiJntO intUt dtntO"1tr..
según Robin, la inconsecuencia brotaría de la oscilaci6n emre una uerit, Pa.f1, 1897.
B L'tl(~rit"ct bumllint ti 11I cllusll/iti p1r,siqut. p. U}.
:lO SU.\Il,l;Z observa ya una dualidad ~ 1.1 definición de 1.0 IDerafl.ic:a (Dis. lIII Th. GOIlPI!.IlZ, ús ¡wnuurs dt Id G,~ct, t. III /trad. fena., 1910),
putdlionu ntttdphskdt, l.' plIrte. dlsp. 1. sección 2}. ClIf1S. VI y VII.
~ RODltIl, .Remarques lur la con«ption aristOf&cieone de la subslanc:e_ JI Or. A. TAYLOII, .Critical Notice on Jac:gtt'1 Arilforeln_, Mi"d. 1924,
Annlt pbilosopbique, 1909 (reproducido ~ sus Eludts dt philosopbit t.ruqut; p. 191.
pp. 16' u.). n EslI l<:unción aparea: aqul y .11' en L. ROIlIN, u tbkrit pllllo"icitnnt
du idlts..., nor. p. '82, Y sobre rodo en eH I!.RNISS, A.islollt's Criticisnt 01
PIlilo I"d tbt Audtnty, vol. 1, Ballimore, 1944.
12
13
las observaciones de Bonitz JJ y las demostraciones ya incisivas de
Natorp:l4_ la tesis de \VI. Jaeger, que a muchos les pareció revolu-
cionaria simplemente porque: restauraba, contra los rodeos de la {N.-
dici6n, c:l punto de vista del puro buen sentido. Los textos de Aris-
~eles. tal;¡ como pos han lis aclo inclu en contradicciones, ro
como un (i1óSQÍ9 digno de este noro re no u e sos ene! o mlones
contl':lcliclOrillS en un mismo momento, s6 o era post e IOte"retar
CSlIS proposiciones comrndictorias como momentos mstintos una
evohlci6n.. Siendo asf que el buen senudO, conlirmado además por d
contenido de las obras llamadas «de juventud.. royos fragmentos he-
mos conservado, sugerla que Aristóteles habla tenido que alejarse
progresivamente del platonismo, quedaba así descubierto el principio
general que permitfa reconstruir su evoluci6n: entre dos proposicio-
nes contradictorias, la roh platonizante debía ser considerada como
la más antiRUI, y junto con dla todo el U"lua&o, o al menos el capitu-
lo, o sólo el pasaje. en el que se hallaba inserta. La aplicaci6n de tal
~todo permiti6 a Jaeger proponer una cronologla de las obI'3'j de
AriSl6teles. que a partir de entonces ha sido objeto de criticas y re-
visiones que la han llItenrodo casi por entero, pero sin que ha}'a sido
puestO radicalmente en cuesti6n el principio sobre el que se fundaba.
No nos oompele aquf intervenir en esa discusi6n (aunque puede
ocurrir que. en ocasiOfles, expongamos hipótesis crooo~s, y,
eventualmente, propongamos nuevos criterios de evolución ). l3!.o
sf nos importa tomar posición res~o al m~todo genélico en general
tal como fue inaugllrlldo por w:aeger.N~~~
de dos .6rdenes: el hist6rico y el filos6 100. o ¡ed6nrnst6ñC1l con·
SiSte esencialmc:nte en la naturaleiiñiísñli' de los escritos de Arim>
teJes, de los que se: .dmite hoy que no son, en general, ilOtas tom"das
por sus oyentes. sino las notu mismas de que Arist6teles se valía
para preparar sus d1Ue3. La primera consecuencia es que Arist6teles,
pues tenfa que dar esas d:lSes varias veces, podía en cada ocasi6n
alternadas, añadiendo o modificando, no ya caplrulos enteros, sino
alp;unas frases. De hecho, el an:ilisis de JlIeger ha puesto a veces de
relieve añadiduras tales que pueden ser a un tiempo cuantitativamen-
te despreciables y filosóficamente decisivas. Pero se concederá que
la empres:a consistente en reconstruir una cronología no de las obras,
sino de las múltip:!es estl1ltificaciones de una misma obra, sólo puede
proponer orientadones generales, o bien, si desciende a detalles, re-
c~er en Jo arbitrario M. Más aún: la tesis de la evoluci6n, al hagmen.

» Ohstrvllti(mts crilicllt ilf AriJl()telis Uhros Metilpfr¡sicos, BerHn, 1842.


.Them.
:l< und Di,position dcr arislolcliochen Metaphysib, Phi/os. MI)-
lfillShc/lt, 1888, pp. 37-6'. "tO-'74.
.l:5 Ver i7llrll, eopc:ci,lmenle pp. 196-198; 200, n. 361; 297, n. 7: 312, n. 62.
;1& El el reproche que poddl diriglrsele I F. NUYENS (L'¿l>OIulil)7l dr 1..
psychoi()titr d'kislott, 1939, Ind. fr., 1948), cuando inlenta Iplicar Su =ons-

14
"
quier:a. con el orden que Arist6teles mismo pudo darles. Conserva-
l. tercera. Poelria decirse, ciertamente, que para el mismo Aristóteles remos, pues, de la hipótesis unilaria, el postulado de la responsabi-
el principio de contradicción exduye la posibilidll.d de un ser contra· lidad permanente del autor por respecto a la totalidad de su obra: gil...
dictorio, y que, supuestO eso, si el pensamiento acerca del ser es hay un Aristóteles platonizante seguido de un Arist6teles &ntiplat6-
contradictorio, se revela él mismo ocmo un nOopensamiento, no ha- nico, como si el segundo no fuera- y-a responsable de las afirmaciones
hiendo podido entonces Aristóteles, en ningún caso, asumir sus pro- del---'primero, sino un Arist6teles acaso doble, acaso desgarrado, a
pias contradicciones. Responderemos que ésa es una interpretación quien podemos J'C4ir raz6n de las tensiones, e incluso de las contrll-
filosófica del principio aristotélico de contradicción y de su aplica- dicciones de R1 obr:a. Jk la interpretación ~, conservaremos
ción por Aristóteles al caso de su propia filosoffa, pero no de un he- ~ &Ií:ña gálesis inevitable y una probable inestabilidad del
roo que pudiera servir de base I un método de determinación ero- ~iento de Arist6teles; pero esa evolución no será el tema ex·
nol6gica. Por cualquier lado que se aborde el problema, ya se trate plícito de nuestra investigaci6n porque, en ausencia de criterios exter-
de la distinción entre contradicciones o de la definición misma de nos, un método crono16gico fundado en la incompatibilidad de los
contradicción, vemos que el método genético presupone un análisis textos, y cuya fecundidad se apoya de esta suerte en los fracasos de
y unas opciones que: $00 de esem;ia filosófica. Lejos de ayudar la ero- la comprensión, corre en cada momentO el riesgo de preferir los pre-
nologla a la interprt:taci6n de los textos, es mis bien la interpreta- textos para no comprender mú bien que l.a.s razones para comprender.
ci6n de los textos, y sólo ella, la que fundamenta en el CllSO de Aris- Las consecuencias de tales opciones metodol6gicas es que aten-
t6teles las hipótesis cronológicas. deremosmás I los problemas que a 1305 doctrinas, mú I la proble-
¿Será preciso entonces retomar a la intexpretaci6n uniana y sis- mática que a la sistemálica. Si la unid3d se halla al final y no al prin-
temática de la único que no es dado: los textos? Pese a los esfuerzos cipio. si el punto de partida de la filosofla es el asombro dirolvente
que, después de )aeger, hayan podido intentarse de nuevo en ese de pseudoevidencias, entonces debemos partir de ese asombro inicial,
sentido, por ejemplo, los del P. Owens, no creemos que una inter- de esa dispersión que hay que domeñar. Puede afirmarse que, en
pretación de los textos tenga por qué volver necesariamente a la lógi- este punto, la interpretaci6n tradicional no s610 ha invertido el orden
ca sistematizadora del comentario. Hay dos maneras de enfocar los psicológico probable, sino, m,{s aún, el orden estructural de la inves-
textos: puede consideflirselos como situados lodos en el mismo plano, tigaci6n. Aristóteles no ,I?arti6, como hada = r el orden adoptado
y remitiendo todos ellos a la. unidad de una doctrina de la cual serian yor Brenii:ño,"de la dCOsi6n de distinguir los múltiples sentidos del
parte!l, como si su diversidad no fuese Irás que la inevitable frag- ser~ si~ue .se vio ftog!eSiv,mente obligado a reconocer que el ser
mentación, en el lenguaje, de una supuesta unidad inicial; y, por el ñO er:a unIvoco.. Aristóteles no pani6 de la oposici6n entre aeto y
contrario, puede suponerse que la unidad no es en ellos originaria, potencia, materia y forma, para servirse a rontinuaci60 de tales pares
sino sólo pretendida, que tienden hacia el sistema en vez de partir de de conceptos en la IOluci6n de ciertos ptoblem~s. Al .re-.:és: fue l. re-
él, y que su coherencia, por ello, no es presupuesta, sino problem'- flexi6n acerca de talo cual problema la que dio naomlento, progre-
Iica. Desde esta ~gunda perspectiva, la diversidad de la obra no re- sivamente, al principio que lo resolvra -o a una formulación m's
presenta ya las partes del sistema, sino los momentos de una blÍsque- elaborada del problema-. aun cuando Arist6teles .sea de una notable
da que no es seguro llegue a su término. En el caso de Aristóteles, discreción acerca de 5US pasos efectivos. La dificultad procede aquf
no es siempre posible ni filosóficamente necesario convertir esos de que el orden en el cual se expresa Arist6teles no es, propiamente
momentos en los de una historia psicológica; basta -y es preciso--- hablando, ni un orden de exposición ni un orden de investigaci6n.
que aparezcan COIDO momentos de orden que, con independencia de PocWa decirse que es el orden de exposici6n de una investigación.
toda hipótesis cronol6gica, puede ser leido en la e:structur:a misma es decir, una reconstrucci6n, hecha despu6 y oon intención didáctica,
de los texlOS, o sea en su organizaci6n inmanente, según la cual no de la investigaci6n efectiva. Esa reconstrucci6n tiene el inconveniente
están todos en el mismo plano ni su sentido se pone de manifiesto de no ser necesariamente Eiel: a veces, tenemos la impresi6n de que
más ql1e en términos de cierta progresi6n, que puede no correspon- Arist6tcles eproblematizu • efe<:tos pedag6gicos una dificultad que
derse ni con la sucesión cronológica de los textos, ni con el orden ya tiene resuelta, pero ésa no es razón para caex en el error de los
parcialmente arbitrario Jf en el que han llegado hasta nosotros, ni si- comentaristas e intérpretes sistematizantes que, al ¡enexalizar dichs
observaci6n, acaban por considerar como puros uti kios los pasajes

.m:.:S ~~= &r~~


..
S::d;::nuunoE~f::b~;U"=.~'~~~
RAUX, Uf list~' ."¡;j~,,,,~,
aporéticos de Arist6ldes. Y, en efecto. conviene corTegir esa prime-
r:a observaci6n con esa otra: que Aristótda, al m-és, presena I

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16
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~ '11 ~WJoiuCO ;)SJ!N!lSUOO u .. llUl!ll!1 'IIJ 1l~ npU:lp 5"'{ ap «1l~;)UI ~"'l"II ~ \l;l!q IJUI "'" .1:.11. id JOtl) 'U9!ISXI:I "1)0 ... 'OItm¡lIOO os lA
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'l~ '~!1ljBol!r lWUIlW ;lp ..~d ll?DP Ir ]5 :r6J!npp:>V :mb
~ Olpnw U9!SJon!p .un :;'Ip OP!llQ$ 101 J&loo8! lO!(dW! 0n;) OJ;)d ;)S BJUnU lJt'lIUD opplDS P ;lOO l~bB 'SfltQlqOld SOl SOpol ~p (Bl
'J"I'np;lp z.ad P-P!I!nfxro.¡¡ o odug!1 OMU OU $;I~191S!JV ;mb U9PCU ·nnu iOU;lllf p g - .. ¿,as 1<1 S1 ¡nbl flunbJd -r¡ ;p <lp!1tJ:1S P ur-
~o '1 Otf!UUjH , l~n O~u;lUIOO pp o!do.ld JB .¡.rn: ~o¡nqlOtl ~ l:IS pp BUlOlIepld t::r 'Q!J95OIlJ DP'WOllqoJd ns Olp S;l¡t:J;l1.I;l3 iBOlUJt
'l!"} ns ~ "IU~U!JUOO ~PfllO )..p sJW e<prud ron \l~ 0\101 'OO!U~ sv¡ (ji ;)¡> JlUld , J;MJ;)lqo ~ BZUBLXlS;l "ti U:) 'QPI9IS!lV UOl ~ pp
.aJ!s Á 04!un~ u;lfuo un lQ \llu~d sou ;l$ ou ":J,rJ¡"/~W " l' A IIw:>¡epld l' JlO!ldl: JIJ1lr.JIUJ B SOUIfA ..00 so!dpu!Jd sol uos Q¡Ul.
'OO!SJJlll;}W O¡U;)rw?Ouoo fII '0lp.l1:J 'FW O O¡1.I<Ud 'FW 'j;) 100 oplO![du
l~ ltJq"p re;>p! ~PJO OIp!P ;mb 0P!1lpUOO 1ll.J X 'so!dpu!Jd so!d<ud
mI ap U9!QI,OO UOl lI[[t!q ~ ..nb J~S pp 'll;S o 'OOHJllQp J~1r. p¡>
tnpJo pp 's'"!lf1ttUV sopun'J~s Á s~UJ!Jd rol tn 'S;lIOl1915!JV ~~II ':>¡qBq'lOI:U! S;I 'oq:=~
..nb C9pdJ-lJoSOlP 88'Jll[ '1 ap :O!I1lnuoo 0P!lu~ u.. ruad '0ptlIU;l¡U! 0P!' ;lp ¡{ O¡pat¡ ap 'U9PS;lTO ua IlJnpn.usa III ¡S OI!~9dOJd~;lp [UlOl ;)P UjI!q
'lit¡ ou"ry:~ l\l~ 'OIU;l!WPOUro PP U"plO OJOIPUP1;)'" ¡"p ll:>J;),)U s;I[:l19' -we1 OJOl<! 'IlPUqU:lllU! ~IU;lW;)¡dwIS 'lSd BJnl:liUlS;I 8lP!P !S u9pllw¡x
'5!JV ;lp S\I;)!1,wu8OJd S;lUOpIlJIlP"P 5\J1 sOIOl[dwoou! .. SO!JIl1U;lW5'VJj ..cIdll ;lp S:lpllP!1!qu'loJd S:llqUUOlUl UOO 'lln; :lp J!1~lld 11 OPB¡ooUJ1X" r
KllX:n 11 J"Il:l!¡Oll uro ~UOIU~ lljJ1l1Sllq !UJ!SJJ1l1;lW lr.J U9PllSPS;lhU! l;1S "p Ul{ '¡llIl1X;ll IlJnl:JnuSOl U¡ U;I ;llU;lWIlIIl!P;lWU! OPJ:>[ 1;)S Ilpand
;lp U;lpJO ¡;lP uJ.!;oe s;luopeJnOX;I opup llJ;llqm¡ OW5!Ul S~[;l191S!JV OU ;lnb OlS;lndns 'opun3;)S 1;1 ~:I1U;lIIl¡;I!J KlU:lW o S]lW B!;lU.. J O[ ;lnb
IS 111¡;I= llJU1S;I ¡m[TO!]!P 111 'r.l'S 1;lJl llUl~¡qcuO [~ 'OI;1!qo OlIS;lIlU 'SOIX;l1 SOl ;lp llUlS!Ul IlJIl1:liUU;l B¡ :>p J!UBd u 'JOlJ; ;p SOlhUJS SOU;lW
\) --li9?1lSpik'lr.UJ :>p U;lpl0 ¡~ SOlr.ll sol ;lp IlJmJmU;I 1l¡ ;lp J;lNI o S'W SOaS;l!l UOCl 'OJS;)!J!U8W ;lp ;l$.Ióluod }Upod O»OWOl!5 ().f;lW!Jd El
-x:r- opoljlUl OlU~IlU u:l!¡dll SOUInlr.Jd OW9" JIO!JXf! 1lls;).J soN 'U9Pt8pio.l"'U¡ ns OU o optl;1¡dUlro BÁBl:( ;lOO UtI!;lS '17 ' ou o JBS"II
'I"~ Oll'fS '[Wl~P?J" Q ou ~Ilb 0I;1¡dUlO:lU¡ J;lu,.no un ~p 0Pllu;lOS ~ OJOS9flJ P :mb ,,( 'Otr.!JBI¡TOBJ S;l U9P!sodx;) "p UOlflJO P .. nb
P ;lp~ N- ;lnb Á 'flLl;lIS¡S pp ¡t: P!1,UQlepld ,¡ ;p 0:pB1S; ¡;lP punu 5BJ1¡Q!W .tJ9Pd!l~lr.U'f "'P UapIO P "[qfl!~! '~nd ';lJ;lJed SON -so¡
lJUd ou p!&lOU!n Q!sJJIJ1;W 'Ir( ;1M Jsqo.¡d J!"J.;l!nB!SUOO ~ ''0119 :I(l .J;lA[OQS opturoOJd Ilq ,( RltQ[qOJd opll'"'lUBJd Bq ;lS 'opol pp 01pn$
CJll3!W o~~ 1;1 U9¡U;TO ¡Q ~ BJl;loS "lp1lt¡ ;nb O¡ 'PSP!lUl U3 ~ BÁlll{ so¡ OU oputTO unB ';nb 'O!qun:> U;l 'ou;p S3' 'OOUQp SJW
'~!Wro S1J;,)1lI() Á otmtmlI :I(l sol ~op l¡npuro =00 OJq!¡ Oll OP!<\JA :)R!qnq !S OCIP,UQIS!f U:) opp.l;lAUOO Bpqtt¡ ;lS 01tJ;l¡wvttDd ns
--Qnu 'OI~qo oo¡ut' OlIQnU '0!llllluro p 100 'tD.\m!Jsuro 5Ot\!lOW Á :mb Olp (D!~U:)S 8( ;¡P owro O1tm '~1915!JV ~ "IUBZ!1BWOlIS"!S U9P
S;)UoplIh!JOW g¡t:1 ;nb ~ Bl'lPU 8t tq 'S!SIl'Ull ¡;p olpndg llUl;l1 -Ul;l.llW1U! Upol ~p 01PlldW! optImsod S;l ;)nb P"P!lnJ:>s) lJt" SOU;lUI
omOCl SOfl'W01 OP!f ullÁlll{ Iil' Joo SOP!nB;loS SOU!UlP 50¡ Á olu:>!Wnthld SOWIJ1D 01 ';ll00»~ "lUOlWlll:lOl]T.ld E'OI;)lS!S un op!q;ouoo IIÁBq oJos
:)R :>p S;lUOpllh!10W ni ;lnb U'fS 'PfljllOIS!lll B¡io¡OIUO 1l¡ ~p [UU!JI "9lH un ..nb ;lp SOJnlf;)S 5OWIlIS;I 'IOunu ¡5 ~ou\!S 0CI!l91S!'{ opo¡¡W un Ul
-:x>p U9p:m.11SU03:>J ;lp 0Á1rSlr.J un --Q.l~W!Jd 1;1 u:> ;lnb opunB:>s p U;I IlpStl:l;lpll 'IO!Ut' B¡ ;l$IJOO sou ''IO!l9S0HJ U9!:>B:l!J!US!S ;)¡qlll!h;lU! ns :>p
P!lpJ s,w :>lU;lW1l1J;lp llWJOJ llun 0!ll<1- Fllllt:t¡ ;lS ;lpUOp 'SU;lh\O ;lluaW;l1U;I!PuOl<!;lPU! 'U9!:>do llq:l!G -upunB;lS 111 ;)1{i;)WIlPIl1OlC!!1;1P som
;lp Á OUlllU;lJlI ;lp sepelfJ 1lÁ 51lJqO ¡el ;Ir ¡;Ir ol!ss><'!OJd O11S;ll1U -:lJ!S;)!;I SOllOseu ~IlJ;lWIJd B1 op¡lIa[a uut¡ S;lIUlJZ¡1IlW;llS!S s;l1;1ldljllU¡1
J!n1IU!15!P llJt:O epslit:q 01s::r 'llw:>¡qoJd ;lS;I SOWS;l1U8[d jlnb Joo J;X¡~~ .. SBlspS1uaWOJ SO¡ 'OIX;ll ¡:lp OJOP;ll;1P ;lp OplllS;l ¡;lP pnll!h U;I 5UP
iw:>¡qOJd un nA_ S;I ;lnb ;lp ?~U;l0U'fS 'Ol;llU:> Joo O!!dnS;¡J ,J;lS s¡rwvT -IlS;I:lOlU 'S;)UOP:liUlSUOO;lJ ¡llqWIl ;lJ1U::r 'U9pcS!1S;lhUI e¡ ;lp 'ols;:md
osll:lll ~o ;lp 0P!lU;lS ? U"-0T$lS-OU 'scwa¡qoJd sOl ;lp OJ!l,W;I[qOJtl -ns ;IU:>W¡Bn3! 'U;lpl0 ¡:> Á --ol..[dwro BUIólI5!S ¡;lP 'J!:lOlP s:r- U9P!5
SJlUl 1" fQ J~ pp IIW;I!qoJ~ '1111 muuTO U;I llptJJl';llUU¡d U opu5';lll lllj -odg B¡ ;lp OlSOlndns UOIPJO ¡;I :>Jllr.l l;1l1oosa ;lp 81&11 ;15 'U9!S!WSUUJI
..nb SOl oW9" ¡( 'U!lr.qo upUU u9Ps;ro USOl ~lUII[d ~19lS!lV ¡mb Joo U( ;lp $;l.l\!Zll SOl 100 Bp8h\!JSIl OISJA Bt¡ ;loS U9P»J~U1¡ IlÁTO ¡( '95
VOtUBlunB;lJd "IUJf;lJ;llUJ op~oo In{ SOU 0S;l JOd ¿,as 1<1 Sil ¡'lb? ~~ ;lll 0W5!w ¡jl :>nb O;l ouajl;lQU!! ¡quo 1" u.. ~¡;l191S!lV B J;luod
Blun!OlJd 'Ir( U;l 'OSOJqwOSB ..¡UOlWllUJ"l:> ~ ~oo Á 'osoJqwon :I(l _g;p pIlP!l!qJSOdW! '1 ~ Z;l~ uun ':>lo»dJjlIU¡ pp ..uro Joo
'Jqsq ;nb 01 JJO llÁ ~n 00 ~!,nBU:)1 OJIS;lnu SOUIlllq1ll{ Á sown U9~p ron ;llll;lWT!AOlJd ~ns BlunSOl.Jd 1J1S;l 1l BlgOOf;lJ '1 1
--tOO q.\llJl oMo B 'D1W10l~ U9P&l!dw¡ "p 'Dp,1UlIl! -r¡ lr.J B?UO» ¿nJOlP8pJ;I.\ SólUOp
:IS .. ntuod B;l$ 0f9S ~btm_ J;)S PP 0CI!l110U!D O1\lOl!urBSIDd pp 011 ,nlos Á ~OpdpghU! "'P t9¡qum 0J0ld 'S;lUOpll[OS 0UI0C1 SBl'p:lJJO
-u..p SOW!AJA owO:) 'opnoJ ¡u OflBlU1UJ-oq UJt¡ qw,! gJ-lUOlpplO ou cuO?d!l$;lll.UJ "p 'S;lUOpd!:¡s:.....U'f OUJOCI SlJIlp:IJJO S;luopn¡os :>p tttUJ
S;lOOP¡pllJl sv¡ .. nb p '(fl OIUllTO U:) tJOJf;lllJ'Id ;)S JO!l;llwd ;l1u;lW mi!qwu flD Il;l 10pnptIO) 0nq p s;,:¡u011l;l .fI:JSOCl :ipU9(l? 'q:m
-m~ U9P¡pm w¡ ~ D!(jI101S!J';lJd BJJl*)¡g -r¡ !U :mb p 'BOlIU1lld -[1U!J!P SIlS ~ U9pux¡1BWOlIS"!S ;I¡dWf$ Á \!Jnd ,un U9pr1¡0'J OUlOO Q);o\
can~": Por no haberse preguntado d porqué de esa distorsi6n 111, la lcncios-, para que ese Aristóteles se nos descubra. Pero si hiciese
tradICIón, en lineas generales, ha ignorado toda una serie de obser- falta una cauci6n histórica contra la autoridad ..histórica. de los co-
vaciones. las más de las veces incidentales o implícitas, a través de mentaristas, la hallaríamos cn la herencia inmediata de Aristóteles.
las cuales proyecta Aristóteles algún rayo de luz sobre el orden real No hemos meditado lo bastante sobre el he<:ho de que la Metafísico de
del proceso de su metafísica. Semejante proceso, rrx:onoce él mismo, Arist6teles no haya tenido influencia inmediata, como si su mismo
se parrx:e al de la dialéctica. Es anunciado como tal por la progresión, lIutor no hubiera podido convencer a sus discípulos de quc siguiesen
en absoluto deductiva, de la historia de la filosofía. Es vivido como ror esa vla; ni sobre este otro hecho: que el Liceo, heredero del peno
perplejidad, o, según su propia expresión, como aporía, y la preguIl' samiento del Maestro, no creyó serie infiel al inclinarse hacia el proba.
t~ ¿qu~ es el ser? es una de las que siguen siendo eternamente aporé. hilismo y el escepticismo que eron los suyos en la época de Ciceron.
Ucas. Siendo ello así, se concibe que el orden de la investigación para No pretendemos en absoluto que el Liceo haya wmprendido a Aristó-
nosotros sea inverso del orden del saber en sí, y que la humana filo- teles mejor que los comentaristas (sus representantes nunca tuvieron
sofía no llegue nunca a identificarse con el orden que pertenecer/a el sentido filosófico de un Alejandro de Afrodisill o incluso de un Sim·
a un saber más qUe humano. Todos los textos de este género, aun plicio), pero es al menos vereslmil que haya sido más sensible al as- I
cuando muestren reticencia o confesión, habrán de ser metódicamen. recto aporético del proceso de investigación aristotélico que aquellos I
te confrontados y lInalizados, pues exhiben el privilegiado carácter que habfan perdido toda memoria de éste, y ello aunque no compren·
de inf?rmarnos, no de lo que el filósofo ha querido hacer, sino de sus diese su sentido. Entre unos herederos fieles, si bien poco dotados para l
reflexIOnes, aunque sean fugaces, sobre lo que de hecho ha realizado. la especulación, y una posteridad inteligente pero demasiado alejada,
La imagen así revelada será la de un Aristóteles aporético, justamente ~por quién inclinarse? La oposición del Aristóteles del Liceo y el Aris-
aquel que los tmbajos más recientes han redescubiertO progresivamen. tóteles del comentario deja al intérprete, y s6lo a él, la responsabilidad
te "l. Pero aún quedará por comprender, en el interior de la filosofia de redescubrir al Aristóteles efectivo.
misma de Aristóteles, y no a partir de hipótesis psicológicas o hist6ri. AIJ¡ donde la historia es muda, no queda sino escuchar la voz sin
~s, por qué la estructura de la Metafisica no es ni podía ser deductiva. rostro de los textos, esa voz que nos pare<:e hoy tan lejana precisamen-
ISInO solamente aporética, es decir -en el sentido aristotélico dd tér- te porque nos eS tan familiar, esa voz que parece anunciarnos 10 que
mino-- dialéctica; y, en fin, por qué el discurso humano acerca del de siempre sab(amos ya 41 y que, con todo, no acabaremos nunca de
I ser se presenta no al modo de un saber completo, sino de una inves· oprender, o sea, de buscar. El análisis de los textos no alcanza nunca
, tigación, y por añadidura de conclusión imposible. Conviene sustituit a evocar espíritus; si pese a ello ocurriera que la imaginaci6n del lec-
las aporías de la interpretaci6n sistematizante por una interpretación tor se aventurase a hacerlo, caeda quizá en la cuenta de que esa voz
filosófica de la aporía, y el fracaso de la sistematizaci6n por una eluci. que habla en medio de! desamparo de los texros no es tanto la palabra
\ dación metódica del fmcaso. ejemplar del «maestro de los que saben» <2 como aquella otra, menos
Basta, según pensamos, con dejar hablar a los textOs _y a sus si- se¡;ura pero más fraterna., que sigue en nosotros buscando lo que es
el ser, y callándose a veces.
39 Esta di5torsi6n entre la lógica de Arist6teles y su especulación meta.
flsia ha sido subuyada por Ve:! primera, según parece por HCI!:e1 (l/orluu".
gm ilber Ge$chichu d" Phi/o$., Werke, t. XIV, 18J:~, pp. 408 ss.). En su
obr,a Logíque. tt mllhode cha Aristo/e, el P. LB Bw!'([} opone i¡walmente la Séame permitido dar aqullas gracias a todos cuantos han alentado
lógica de AIlStÓte!.,,; a su mélOdo, es decir, al camino que efectivamente re-
rorrc, Pero ~te autor ha« ron.lar la oposición más bien que la explia. si no este trabajo o han permitido su realizaci6n y cumplimiento, y ante
es por medio <le romponeme. psicológicamenle OOlltradictorios del filósofo, lodos ellos mis maestros de la Sorbona, M. M. de Gandillac. que 10
En cuanto a Hcgel~ juslifíca dicha .opollici?n. mostrando que la lógica dc Aris- hfl dirigido a todo 10 largo de su elaboración, y M. P.·M. Schubl, que
tóteles es una lógtca de! pensamtento f!n'to, del entendimiento, y que la ro h:-: sustentado con sus consejos y hospitalidad en su Seminario de
verdad no puede ser captada en 5U unidad por medio de formas tales. Pcro
~~lo~L=.ión sólo tiene sentido dcntro del sistema hegeliano y es ajena al Investigaciones sobre el Pensamiento antiguo, así como M. A. Forest,
"l . Tal red~scubrimi~mo está Cn la base, como hemos visto, de la inter. '1 Ot. GALlElo/O, De Sophism., 1I: «Arisl6teles expone como por sellas
prc~aclón,gené!lca de Amtótelcs (NalOrp, Jaegcr, Nuyens, elc.). En la tradición la mayor partc de las rosas que dice, porque cscribfa para gente que lo habla
«~5,roI6?I~u, dr., adem~ de GOIolPERZ (op. cit.), A. BREllONO, Le dilmmu ordo yu (..., ""Ornp hi a>;lulw, h,,,lp''''·''¡ ""Ud ...¡ ttli 'f<i ".pO~ ~ob<; d"""oót«
IIrlSfotéltclm, 1933, y dCrlvada de la amerior, pero COn mucha~ más iustilia. ~~'7 JP'4'~I). '
clones textuales, la obra citada de J.·M. LE BLONI> DANTE, ¡"/i",,iJ, IV, 131.

20 21
)

Ú'
profesor de la Univenidad de Monlpellier, quien, en el último estadio INTRODUCCION
de mi investigación, la ha estimulado a menudo ron sus objeciones. Mi
agradecimiento se dirige también a las dos instituciones que han facili. LA CIENCIA SIN NOMBRE
tado mll:s mi (area: el Centro Nacional de la Investigación Cientlfica y
la Fundación Thien, en donde tuve el privilegio de bcndieiarme de
los ronsejos, doblemente preciosos para un filósofo, de aquel maestro
de los estudios griegos que fue Paul Mazon.

&S41IfOn, manoJe 1961.

\ JI

22
CAPITULO PRlMERO
META TA llil'EIKA

So bl~ibf Mm,pb,siJ: d"l" Titd für di~ V~tlegenbeit


d~r Philosophi~ schlcchthin.
(M. HEiDEGGER, KQnl und dQS Probl(m d(,
M(/Qphyslk, p. 21.)

«Hay una ciencia que estudia el ser en cuanto ser y sus atributos
esenciales» l. Esta afirmación de Aristóteles al comienzo del libro r de
la Metafísica puede parecer banal, tras m:fs de veinte siglos de es-
peculación metafísica. No lo era, sin duda, para sus contemporáncos.
Quizá incluso la seguridad de Aristóteles al afirmar resueltamente la
existmcia de: una ciencia ~mejante era menos la e:xpresión de la cons-
tancia de un hecho que el reflejo de un anhelo aún incumplido: su
insistencia, en las líneas siguientes, por justificar una ciencia del se:r
e:n cuanto ser -sie:ndo as! que: tal preocupación no aparece cuando se
trata de: las ciencias «particulares_ muestra, en cualquier caso, que
la legitimidad y el sentido de esa ciencia nueva no eran cosas obvias
para sus oyentes, y acaso ni siquiera para él mismo.
Dicha ciencia carecía de antepasados y de tradición. Basta remitirse
a las clasificaciones del saber que circulaban antes de Aristóteles para
darse cuenta de: que en ellas no habla ningún lugar reservado a lo
que hoy llamaríamos offtmagia. Los Platónicos dividían generalmen-
te d saber especulativo en tres ramas: dialéctica, física y moral 1. Je-
n6crares, ~gún Sexto Empírico l , habrla sustituido el nombre de
dialéctica por el de lógica, y el propio Aristóteles, en un escrito -los
T6picos- aún de influencia platónica, oon~rvll.I:f esa división, que
t M(I. r. 1, 1003 Q 21. N.B. l) Según d U!Q más corriente, designlUT\O$
[os libros de la M(Mflsiu mediame las letr.. gri~gas correspondientes, y [M
libros de 1.. d<:más obras de Aristóteles mediante tif",s roman... Cuando una
referencia empieza por una letra griega, sin mlis indicación, se ll'l1tll de la Mt-
IQ!lsicQ. Ej.: A, 9, 992 b 2 '" M(t., A, 9, 992 b 2. 2) l.<ls referenci..., en 1...
cita! de los rom""üris!a5, r«nv(an sin otra indieación a la edición de la Aca·
demia de BaHn.
l CICERÓN, ACQd. Post., 1.5, 19.
l Adv. MQlbemQt., VII, 16.

25
"¡..
llegarla I ser tradicional en la Escuda: «LimitlÚldonos a un sencillo agotase pan ella l. totalidad de la filosof/a: no sólo la legitimidad ~
esquema, distinguimos tres clases de proposiciones y de: problemas: el sentido sino la ~xistcncia misma de problemas que no sean ni
cntre las proposiciones, unas son iticas, otras físicas y oms lógicas.. 4; Hsicos, ni 'morales, ni éticos, se perderán a partir de entonces incluso
división que: Aristóteles presenta, ciertamente, a titulo aproximativo, dentro de un medio que pretl:ndía nutrirse del pensamiento de Aris-
reservándose para más adelante: su sustitución poI una clasificación tóteles. L. ciencia del ser en cuanto ser, apenas nacida, caerá durante
más cientlfica. siglos en el olvido. . .
Lo extraño es que tal división tripartita, que no deja lugar alguno Si ronsidefllffios la singular boga en que estatli la },f~tfllistCfl, pn·
para las especulaciones cmetaflsicas,. s, sobrevivici al aristotelismo, mero con el rebrote neoplatónico, y después, tras un nuevo eclipse,
como si el esfuerzo de Ariu6tdes encaminado a aear una ciencia con el renacimiento escolástico de los siglos XIII y XIV, no podemos
nueva hubittll sido cksdmado o ignorado por sus sucaores. Es bien dejar de ver, en este vaivén de olvidos y resurrecciones, de ma~
conocida La fórmula mediante la cual delimitarán y dividirán los ~ubterr4neas y resurgimientos, el signo de una extraña a\'entuta mle-
Estoicos el dominio entero de la filosofla: un eamJXl cuyo sudo es lectUal. Si nos atenemos, por otra pane, al relato mlÚ o menos legen-
la flsica, el cercado Ja I6giOl 'J el fruto la moral '. Di6genes Laercio, dario acreditado desde la Antigüedad, dichas expresiones casi DO
intérprete poco penpic:u, pero fiel, de la tradición filosófica media, seríllll metafóricas. Es bien conocida la versi6n novelesca que nos
recogeri como cosa obvia la división pi. tónica y estoica: .La filoso- han tnnsmitido Estrabón y Plutarco '. Los rnanwcrilOs de Ariuóte-
Ha se divide en tres panes: asiCl, ética 'J dia1&tica. La ((uca trata les y de Teoft'lllto habrían sido legados por este último a su condis-
del mundo y de $U contenido. la ética dI: la vida y las costumbres, t.. dpulo Neleo; los herederos de Neleo, gente ignorante, los habrfan
dialéctica d. a las otras dos disciplinas los medios de expresión. 1. enterrado en una cueva de Skeps.is para sustraerlos a la avidez biblic>
Mis .ún: el propio Di6genes L.ucio. al resumir la filosofía de Aris- fila de los reyes de Péfgamo; mucho tiempo despuls, en el siglo I
tóteles, encontrar;!; muy natural incluirla en los marros tradicionales: a. C., sus descendientes los habrían vendido a precio de oro al peri-
si bien .dmite t. distinción arisrotmca entre filosofía práctica y filo. pllético ApeliCÓD de Teos, quien los transcribió. Por último, durante
sofía teorética, subdivide t. primen en ética y política, y la segunda la guerra contra Mitrldates, Sih se apoderó de la biblioteca de Apeli-
en física y lógica 1, reproduciendo asl, salvo una sola diferencia -t. oSn, transportándola a Roma, donde fue comprada por el gramático
disociaci6ll de ética Y polfUe.- la división clásica. Tyrani6n: ya él fue a quien el último escolarca del Liceo, Andrónico
Tal penistencia de una tradición que Arist6tdes deseaba sin duda de Rodas, compro las copias que le permitieron publicar, hacia el
modificar expresa al menos su maso en este punto. La cic:nci.a del 60 a. C., la primera edición de los escritos ..esotéricos_ de AriStÓleles
ser en cuanto ser no tenla lIlItc:pasados: t2mpooo tendrá posteridad y Teofrasto (mientras que las obras ..exotéricas, publicad:u por el
inmediata. Tan sólo Teoft'lllto recogerá, por lo demás en forma apo. propio Arist6teles, y perdidas hoy, nUDCli hablan dejado de ser cono-
rética, los problemas mewbiros abotdados por su maestro. A partir cidas). As! pues, el Corpul aristotélico deberla a una serie de afortu·
de Estrabón, la escuda aristotélica se consagrará a las especulaciones nados azares el haber escapado a la humedad y los gusanos antes de
{¡sieas, morales y --en menor grado- lógicas. como si con eso se ser ..exhumados. definitivamente por Andr6nico de Rodas.
Hoy se tiende a ver en dicho rdato, según la expresión de Ro-
1 Top., 1, 14, 10' b 20. bin 11, un «prospecto. publicitario, inspirado por el mismo Andr6nico
s A1¡unoI il'Jl~ .!emanes dd qlo IU, !in duda por influencia de
Hqd, no duebron en cluiflaf la meuflsial entre las c:s~ J6cias. para hacer creer en el carácter completamente inédito de los textos
aro RITl'U, HiJtoir~ k Lr phiJosopbk, trad. fr., t. IU. p. ~;' Pa..o.NTt., que publicaba. En efecto: no es venmmi1 que los escritos cientfficos
GutbU:bl~ tln LopJt, J, p. 89. Pero nada bloy en Ari$t6tdc:s que: IUtDrite de Aristóteles fueran ignorados por la escuela aristotéliC'l. desde Estra·
Km~jal'Jle interpretación: d .djetivo l.O'¡..o.. no desí&na DuDCI en ti la l6gia bón, como tampoco por los adversarios (~gáriros, epicúreos, l:Sloi·
di ~1 lDDdcmo IlI:DtidO del túmino (que ti delign.o. romo 1I111l1itit.), lino que:
ros), que a ve«s parecen referirse a ellos en sus polémiCllS 11. Pero
c:s priktiameme IiD6nimo de 31tili..u.« 1 aduyo:: por tanlO do:: IU CIll'Ipo de
~~jl:~ ':r:~i:ic:it-:a::aob~t~Üti~n:o~"I~::ci= , EsnUÓN, XIII, ~; Purrueo, ViJ4 d~ 5i14, 26.
:l::n~~dl~'i.~~ttClI~rb112rc: es precilQ ¡.saf ul1lc:s de abordar cienci.I nou:::ll::~lt.;.j¡~ I;d~ril ]~M~~ B~~::'~~i~~:e: (f ~hd~teii~~ ¿~
• DIO(;. une., VII, 39-40. Loa epicúteOl dislingui~ asimismo tres ¡.r· ]. Z01u:HII\, A,iJloltln' w....f ,md GtitIJ», en C,jliq"~, 19'2, p. 8'8.
lel en la rilosofla: t.n6nic., fllit. y Ilit. (DIO(;. LAMe., X, 29·)0). II As! 10 hin moundo diV«$OS trabajos recientes. Vbse un buen enfoque
1 Vi~ dcs pbiJosoplHs, Inlrod., lrad. GENAlI.LIt, pp. 37-38. de: 11 tueslión en ]. TltleOT, 1m. de la Mct./isit" de Altm"ÓTl!l.Q, nul:Vl ed.,
I Ibid., V, 1, p. 214. 19'3, Intro<!UIXi6n, pp. VII.VIII.

26 27
quizá no se ha subrayado 10 bastante que el relato de Estrabón tiene tOs textos epicúreos u, y acaso incluso ciceronianos 1<, no se explican
el métito al menos de explicar muy naturalmente la decadencia filo- más que a través del o:mocimiento de obras (!SQ/éricas de Aristóteles,
sófica de la escuela perip:l.tl:tica a partir de Estrabón y, en particular, con anterioridad a la edición de Andrónko. Pero hay un conjunto de
su silencio total respecto a las especulaciones metafísicas: «ocurri6 tratados cuya huella, después de Teofrasto, se pierde antes del si-
entonces que los antiguos peripatéticos, los sucesores de Teofrasto, glo 1 d. C. (es decir, cerca de un siglo después de la edición de An-
al carecer de estos libros, con excepción de un pequeño número de drónico), y respecto a ellos el problema sigue en pie: es el grupo de
ellos que, lIdemás, eran exotl:ricos en su mayor parte, no pudieron escritos llamados m(!/ajísicQs.
filosofar ciendficamente (xpalll.~"tIxiil~), sino tan sólo perorar acerca Pueden ensayarse razones de tal olvido: la dificultad del asunto,
de tesis dadas,. 12. Tambil:n Plutarco ve como una excusa para las el carácter abstracto de especulaciones sobre el ser en cuanto ser, la
insuficiencias de la Escuela la ignorancia que a ésta afectaba acerca aplicación de espíritu ne<.:esaria para. pensar un ser que no sea un eme
de las obras del maestro. particular, explicarían que inteligencias peor dotadas, o simplemente
Así pues, parece que Estrabón y Plutarco hayan querido tanto al más positivas, que la del maestro, hayan renunciado en seguida a leet
menos justificar las lagunas y carendas de la escuela peripatética textos que los repelían por su aridez y abstracción, y que, de rechazo,
la investigación metafísica, privada del impulso o apoyo que habrla
como alabar la originalidad de Andr6nico. Tras su relato, discernimos encontrado en los textos aristotélicos, se haya agotado rápidamente.
ante todo el doble sentimiento de extrañeza y satisfacción que debie- Pero esta explicación sigue siendo insuficiente: una cosa es, por ejem-
ron experimentar los eruditos contemporáneos cuando se dieron cuen· plo, no comprender las matemáticas, y otra cosa estimar que las mate-
ta del inestimable «descubrimiento» que les proporcionaba la edición máticas no existen; los disdpulos de Arist6leles habrían podido apar-
de AndrÓnico. Sin duda, les pareci6 10 más sencillo admitir que, si tarse de la metafísica, reservándole con todo un lugar en el edificio
tajes escritos no habían ejercido influencia alguna, era porque se los del saber. 1.0 que se perdió en realidad durante siglos no fue sólo la
había ignorado: a espíritus predispuestos a lo novelesco no les costó comprensi6n de los problemas metafísicos, sino el sentido mismo de
trabajo expresar bajo la forma medio mltica del enterramiento y la su existencia ¡l. La persistencia de la división de ]enocrates en lógica,
exhumación la historia de un olvido y un redescubrimiento que acaso fisica y moral parece ser indisolublemente consecuencia y causa de ese
tenlan razones más profundas. Aun cuando tomásemos al pie de la olvido fundamental: consecuencia, evidentemente, porque si la meta-
letra el relato de Estrnbón y Plutarco, seguiría sin explicar por qué física se hubiera impuesto como ciencia nueva tal división habría sido
Teofrastro legó improdentemente al oscuro Neleo una biblioteca de revisada; pero causa también, en el sentido de que esa división, que
la que habrfa podido hacer mejor uso su SllCCSO< en el Liceo; si hay pretendía ser exhaustiva, había acabado por impregnar los espíritus
que imputarle de veras la responsabilidad de un legado semejante, es hasta el punto de hacer psicológicamente imposible toda nueva organi.
que debfa de haber en circulación copias suficientes de las clases de zación del campo filosófico. Se produjo, según parece, un fenómeno de
«bloqueo mental», análogo al que ha podido ser descrito en oue terre-
Aristóteles como para que dicha herencia no privase al Liceo de tex- no del pensamiento griego 16. Esa es quiz:l. h razón profunda en cuya
tos esenciales; y si, por último, los manuscritos de Aristóteles fueron virtud los escritos metafísicos fueron ignorados o mal conocidos hasta
a parar efectivamente al fondo de una cueva, es que ya nadie se inte- Andr6nico de Rodas: más bien que proceder a una revisión radical de
resaba por ellos. Por cualquier parte que abordemos el problema, la los conceptos filosóficos para dejar sitio a tales introsos, pareció mejor
permanencia en el Liceo de una escuela organizada, destinada a pro-
longar la obra de Aristótdes, prohibe creer en una pérdida acciden- Ll E. BIGNONll, L'AriJlolele p~rd~lo e 14 formroone filoso/lea d'Epicuro
tal: no se trata entonces, ni mucho menos, de que la pérdida explique 1< R. WBI~, TeSl:iía de P. MORAUX, «Les listes anciennes des ouvl1lg""
el olvido, sino quejes el olvido el que explica la pérdida, y es dicho d'Arislole_, en Revue bislorique, 19,.3. p. 466.
IJ Ello no quiere decir que no puedan hallarse, p. ej., en el ""coicismo
olvido 10 que hay que explicar anles que nada. .ntiguo, mamemos metaflsiCO\l. Aqu! "os referimos s610 • la metans;", como
Respecto a cierto número de obras de Aristóteles, ha podido mos· cimcia II.tt6nOma, consciente de su autonom!a y en posesi6n de su campo pro-
trarse recientemente que ese olvido nunca fue total: en especial, cier· pio: es evidente que los estoicos no tienen ¡de••Iguna de semejante ciencia
y no plomean jamás el ser en cuanto ser como objelO o tema de su investi·
gaci6n.
11 E'TRARÓN, loe. cil. La úhima expl'di6n (61""~ l..'1.uliICllY) es francamen- 16 aro P._M. ScIlUl.L, IJ/ocagt mmlal ti m.u:hinisme, comunicaci6n 1I
le peyorativa, l..'1"oDiC.<Y sólo se dice de un estilo ampuloso y hu<:w (dr. Cl. Inslirul fl'llll<;llis de Sociologit, abril de 1937, y M.u:hinism~ tt pbj/osophit,
CERÓN, Ad. AIt., l, 14). 2.' ed., pp. XII·XIII.

28 29
atener;;e a la división tradicional, a riesgo de excluir, primero como Pero si sigue siendo cierto que la filosofía, la "o'f'Oo., no se ~pa .de
demasl9do oscuro, y luego, con ayuda del olvido, como inex.istc:me, lo que nace y perece lll, ~no hay también que ver, en esa rehabilltaelón
aquello que no podIa adaptarse 11 ella. de la investigación derrena-, la confesi?n de cierto ?C'5afecto. por
Sigue en pie el problema de cómo, aun durante su vida, Aristóteles aquella sabidurfa ro's que humana, que u~ne d .doble ¡nconvemente
pudo !fllC1lsar en su imemo de r~tructuraci6n del campo filosófico, de ser diflcilmeme accc:sible y de no rdertne diretamente a nueSlnt
Implícito en la aparición de una ciencia que por vez primera adoptaba coodici6n?
como objeto propio no tal o cual ente particular, sino el ser en Ollnto Tal es desde luego, por lo demás, d resultado .de la~ investiga~o­
$er. Serb aún comprensible que Aristóteles no hubiera podido imponer nes de W. ]aeger. Tendremos que preguntarnos $1 esa lDterp~laCl6n
su pumo de vista a las escuelas rivales, las cuales, a pesar de todo, en del recorrido de ArisI6teles es la única posible. y si d progresIvo pre-
un terreno en que el Estagirita tuvo mú éxito, se: vieron obligadas a dominio de las investigaciones posirivas no significa, al menos tanto
flXOllOCU en ~1 al fundador de la lógica. Pero que AriStÓteles DO haya como el abandono de ellas, una ampliación del campo de la filosofla o
~i~ convencer a ¡tU propios discfpulos de la especificidad de una unatraJlsmutación de su sentido:ll. Ahora bien: ~no es verosfmil que
a~ deJ, ser en cuanto K'f y del interés por consagrnrse a dla, indica los disclpul05 interpretasen como renuncia definitiva por I?'rte de
una lINao6n tan eztraña que podemos preguntamos si el propio Aris- Aristóleles el recon<ximicllto de UDas dificultades que eran quiú esen-
tótdeli DO la provocó. Resuha tentador invocar aquí las opiniones de ciaIes a la melafísica misma? En cualquier caso, DO parec.:e muy dudo-
W. laegu a~rca de la evolución de] pensamiento de Aristóteles n; 50 que el desafectO del Liceo por las especulaciones abstract35 y ¡.
5egÚn él, los escrilos metafísicos no datarlan de la última parte de la orientación emplrica de 5IIS primeros trabajos:ll hallasen su o~gen
vida del autor (hipótesis que se le ocurre espontáneamente a quien en las preocupaciODes, acaso mal interpretadas y! en todo CllSO: 1n5l;1'
intenta aplicar el porqué de su estado incompleto), sino que se ha- ficiemememe meditadas. del Aristótdes de la VC'Jez. Y asf. la hiSlona
llarian ya constituidos al principio de la segunda estancia de AristÓte- exteml de l. M~ttJfísi,tJ nos reenvía II ls interpretación interna: el
les en Aten35. En Otras palabras: Arist6teles. ames de haberles dado relatO de Estrabón y Plutarco no hace sino pl'Olongar•. ~ el plano de
término. se habría apartado iI mismo de 135 especulaciones de la meta- la .n&dota el drama de una pérdida y un redesoJ.bnm.¡ento que se
física. para cons.agNrSe a trabajos de orden. sobre todo, histórico y representa, 'ame todo. en la obra del propio ArisIÓl:des.
biológico: recopi~6n de ~nstiruciones, confecci6n de u.na. lista de
"en:cod 0res en los JU~ pfucos, problemas de física ptlictica. 00ser-
vaaoDes sobre los animaJes, W. Jaeger nos presenta a un Arist6teles
al final de su vida. que organiu el I..iceo como un ¡,:entro de investi~ Hemos hablado hasta ahora de m~J4JÍJka y de ciencia del ser en
gación ciendfica. Esta evolución parec.:e ser atestiguada por un textO cuanto ser. asimilando provisionalmente. conforme a la tradición,
del libro 1 del tratado Sobu 141 /JIIues de los tJnimaJes: el conocimien. esas dos expresiones. En realid.ad. diclta asimilación no es obvia y me·
to de .las. cosas terrestres. sujetas a devenir y corrupci6n, no posee me- rec.:e un examen: es bien sabido que la denominaci6n I'-I:d 1:a ftlou4
nos dlgrud.ad, y en todo caso tiene mayor extensi6n y certeza, que el de es po51aristolilica; ordinariamente se la explica por la obligación que
105 seres eternos y divinos; y AristÓteles ~ona en apoyo de tal lenlaD los editores de Arist6teles de inventar un tltulo. a falla de
j~icio la respuestll de Henklilo a unos visitantes extranjeros que, ha,
bléndolo encontrado calenlándose al fuego de su cocina. no sabran si cLe lhmtoe de L~, en Etudts phiJcnophíq~J, 1946 (~do o:n Le
entrar: _Entrad, también aquí abajo hay dioses, X1l¡ l',rraiJ8r,; 6EOO,.II, ttSUUíllUll, '" peMÑ ti ('lCtía", p. 82).
» Elh. Nir., VI, 0, 1143 b 19. ..
Sin duda exisle, en este pasaje de carácter introductorio el deliberado :lt Podrlan'lOl invocar .,;¡uf el ejemplo de Platón: lIdmillr !lRI: Í<!eI! del
designi,:, de rev~lorizar el conocimiento del cuerpo h~mano, por el barro o de b pelos, 00 es suprimir b fIlmoff., sino realizarl.; 1I el ~
cu:U el ¡oven ArJ!16teles no ocultaba en olro tiempo su repugnancia ". SócfIlta PenUI ~ a a<!milir Wes lde:as, se debe • que es ms....
ficienlemeDle filósofo: cEs que eres .ún joven, S6cralel, , '" fi/cnofl, .~"
"., htI /(¡m,da ponJWn de lí, como 10 ha~, sin duda, cuando Y" no Cespttela
17 AriJloltf~J, G'l/ndle,,,,,, el,," Geschkhle ui,," E"lwidtI"", nilljtUn.I de t$&S cosas_ (Pttrminídu, no d ) . . .
JI P••t. MimlÚ., 1, " 64' • 17 lIS. . D Evidentemente habrla qu~ hacer una ace¡xi6n con 10$ ncrUO$ me-
. " cS; 10'1 hombres I>'JKYft1In 10$ ojos de Li~, de 1.01 mcxio que lu lafisiooa de TcclwI~. Pero nido prueba qu~ no merln teClCllldO$ .ún en
YllIta pmel.rlUe 1oo:1oi 10$ obIlkulos, o(llClllO no hallarlan muy vil, si su mi. vid. d~ AlislÓIdes, ames de su evolución final. Los lrablio:!: de M. ZllJ.cUIl
rada se: ~l!ndiesc en 1.l5 vlJl:eru, el cuerpo de Alciblades, lan hermoso en (A.;J/ould Wtrk ,,>Id Geiu, Padetbom, 19'2), por e>::CCSIVlI que lC'I1l IUI
J~ IU~lele? (fr. '9, Roa.e, dIado pnr Bo!.CIo, Sobr~ d co1lJudo de la condulÍones, han momado pnr lo <!emú lo difidl qu~ eII dillinguir d Cm pUJ
fiJo$afía, III, 8), Loa: doI le>::tO$ !tan I1do cotejados pnr PA..t. ScllU1H, de THO~J.ASTO del de AaISTOTl!I.ES.

JO 31
~---------~=====~------

una designación expresamente indicada por el propio Estagirita. De Andr6niro ef1l considef1ldo en la antigüedad tan poro amittllrio que
hecho, como veremos, esa designación existe: es la de filosofía pri· PorEno, en e! capítulo 24 de su Vida de PI.otino, propondr' tomarlo
mera o tcologla. Asl pues, nos hallamos en presencia de tres térmi· como modelo en la clasificación de los escritos de su maestro n,
nos: ciencia del ser en cuanto ser, filnsofía primera (o reoJogla) 'J Si el tirulo mdafisica hubiera nacido del azar, nunca nos. admira·
rnet:1Íísica. ¿Son sinónimos? Si 10 son, <por qu~ 1. tradición no se riamos bastante de que diese lugar, desde tan pronto, a una lDterpre-
ha ront=tado ron los dos primel'O$, establecidos por el mismo Aris- ración filosófica.. Kanl se asombran! de esa coincidencia, la cual ha·
tówes? Si no lo son, ¿cuáles son las relaciones entre ellos? La filoso- bria convenido una designaciOO arbitrarla en una indfcaci6n positiva
f¡. r.rimera. ¿es la ciencia del ser en cuantO ser? Y si es que: no se para d comenido misma de la obf1l: cEn lo que. conoeme al nombre
con unden ambas, ¿cuál de: ellas es la metafísica? de la metaflsica, no puede creerse que ha}'!. nlc:do del azar, pues se
La primera mención que conocemos del !ftuIo l1.na ~d 'fU(ltXQ ajusta tan bien a la ciencia misma: si se llama ~U(l\C a la naturaleza '1
se encuentra en Nicolás de Damasco (primera mitad del siglo J d, ej. si sólo podemos llegar a los conc~tos .acerca d~ la naturaJ,eza JYIe-
E! hecho de que no figure en el catálogo de Di6genes Lacrcio, cuya diante la experiencia, entonces la oenca que vIene a conttn~~n
fuenle seria una lista que se remonta a Hermipo o induJO quiú • de II!:sta se llama metafliica (de ¡atd, trans, y pbysica). Es una Clcnoa
Aristón de ~ n. y por tanlO muy anterior. Nicolis de Damasco, que de algÚD modo se halla fuera, es decir, más alli, dd ca.mpo ~ la
ha llevado I .nibuir a éste la paternidad de tal designación (que: físi •
welve a aparecer en los cad:Iogos posteriores: 10$ del Anónimo de ~ la interpretación intrínseca de la rúbrica Metafísica ~
hecho,
Ménage '1 de Tolomeo), El origen tardlo de dicho tirulo ha parecido la única que encomramos en los comentaristas griegos, los cuales. SI
por mucho tiempo prueba suficiente de su carilcter no aristotélico: bien se equivocaban al atribuir el titulo al mismo AnSlóteles, no por
pura denominación extrínseca, se ha dicho, que expresaba e! orden
de los es<:ritos en la edición de Andr6nico de Rodas,
Esta interpretación tradicional ~ descansa sobre el po5tulado, •
primen vista discutible, de que una consideración que alece. al ord~fI
es necesariameme ~xtrí"stCil '1 no podrl. tener significación filosó-
fica. Ahora bien: recientemente ha podido mostrarse que las ues
listas antiguas de las obras de Aristóteles se apo'laban en una clasi·
ficación sistem~tica, inspirada en parte en indicaciones del propio
Estagirita l'. Es veroslmil que la edición de Andrónico de Rodas res·
pondiera a preocupaciOlleS llIlálogas; un testimonio de FiIop6n mani·
fiesta por lo demú que la preocupación poi" el orden int:fÍrueco de 1.
ensdianz:l '1 la lecrua, que Ueg.rá • ser entre los comentuisw tema
clllsico de discusiÓll, estaba 'l' presente en Andrónico: cBoeto de Si·
doo dice que ha'l que empezar por la física, porque nos es mil.s fami·
¡¡lIr '1 conocida; 'la que debe empezarse por lo más cierto '1 mejOl
conocido. Pero su maestro Andronico de Rodas deela, apo'l4n~ en
una investigación m:b profunda, que habrfa que empezar por la lógi.
ca, pues ésla trata de la demostración» -. El orden de! Corpus de
D La 1tribuci60 1 Arilt6n &e Ceos, CUInO ooobrc:I <id Liceo, hI ado
IDIIllenídl reocmememc por P. MOlAlJZ, ÚS fiIJrz ..wrtltln•••• pp. 233 . .

mil~ ~ ~=K':'(~~r~~·p~blS;~~~~~I~b;;d~~~f.::
cesl, p. 66).
l' Or. P. MORAUX, Op. cil., cspcci.Imente pp. 173, 239, 304,
• ftl c.ltl... '. 16 U. BUlSe.-Diicusione. ImICjmtn se: produjeron 1
PIOP6aito del ordm en que debbo Ier Idcb , eWlldot ioI <IWocoI de:
Plai6n. UIII huella de: tales polo!mio;u se han. en el Prologo de: Au.nius"
que, por ... pute. le indina hIcia una cbs.ific:lci6n ilUlCIllóitia.: ..lo que do:-

32
ello dejaban de estar mejor informados que nosotros acerca de las romo una simple relación de separación ('lCapd); pero la idea de pri-
tradiciones vinculadas con aqu~L Dicha interpretación es, ciertamen- macía está ya cIaram.ente indicada en la expresión misma de filosofía
te, de dos clases, según el sentido que se le dé a la preposición ¡lIui. p,im~'IJ; si la filosofía del ser separado e inmóvil es primera, sin
De acuerdo ron el primer tipo de interpretación, que podrfllmos duda ello DO se debe: sólo. su lugar en el orden del ronocimiento,
llamar «plalOnizante., la preposición ¡uta significaría un orden je- lioo a la dignidad ontológica de su objeto. PrimlJcilJ es también s¡oo.
rárquico en el objeto; la metaHsica es la ciencia que tiene por objeto niroo de ~minmcil1: «La ciencia más eminente (tl.¡uww.n¡) debe: refe-
lo que está m~ aUá de la naturaleza: úrip fUa'''' o l=ix~l"" "':0." 'f~ClllUi> ... rirse al género m~ eminente. JI, género que es el principio (dpl~)
Estas apresiollCS se encuentran en un tratado de Herenio, pero en de 10.:10 lo demás: de esta suerte, 1.1 ciencia primera, ciencia del prin-
un ~je que, según Euden, seria una interpolación del Renacimien· cipio, conocenl 11 f()fliori aquello de lo ~IJC el principio es principio,
tO : de hemo, esta interpretación, ya la mú corriente en 1.1 Ed2d y secl así «univenal ¡x>r ser primera. . Nada habla en estas tesis
Media lO, Uegará a ser predominante con el rebrote del platonismo. que un esp[riru de formación p1.1t6nic:a DO pudiera uimi1.1r a su pro-
Pero la idea está ya incontestablemente presente en los comentaris· pia dcx:trina: por tanto, una interpretación p1atoniunte era Wl poco
tu oc:oplatónicos. Así en Simplicio: cA lo que trlta de w
('()$as como arbitraria que hall.ba justificación en ciertos textOS del mismo Aris-
pletamente separadas de la materia (upl. 1:a lfO(ltCl1:d 'ldvq¡ "':~~ ijl:'1Q tóte!cs; esa interpretación, además, suministraba un medio para ron-
y de la pura actividad del Entendimiento agente... , lo llaman tcolo- ciliar el mrla de m~/afísica con la primada atribuida ¡x>r Aristóteles
gia, fiJosoHa primera y metafísica lILud 1:a VtXlll'.á) puCSIO que su lu· a la ciencia del ser inmóvil y separado.
gu está más aUá de las cosas físicas (w~ n:éUlva tW... 'f'\lClUIW... Sin embargo, no fue ~sa la interpretación mb frecuente entre los
U1:¡;¡1'¡¡j~'1'" • JI. Y más adelante: «Investigar con precisión acerca primeros comemaristas, quienes, ateni~ndose al semido obvio de
del principio (dPl"1¡~) de la esencia, que está separado y existe en /l/ellJ, vieron en ~lla indicación de una relaci6n cronol6gica: la meta-
tanto que pensable y no movido... es asunlO propio de la filosofía físic-J se llama así porque viene dt:spués de la fisica en el orden del
primera, o, lo que es lo mismo, del tratado que se refiere a lo que uher. La preposición /l/t:(11 no significaria ya un orden jerárquico en el
ubjeto, sino un orden de sucesión en d conocimiento. Son ~stos los
está más allá de las cosas físicas (tJ'¡~ Ú1ttp td 'f'uCllxa 1tPr.llllllui«'l,
j>:lsajes que han sido imerpretados generalmente como traidores al
llamado por ~I mismo metafísica (Illtl td 'f'u1m.d)>>:n.
origen accidental del título Metafísica, al tratar torpemente de jus-
Esta interpretación ha sido recusada como neoplatónica. Pero tiricarloJ:l. Pero basta traer a colación los textos de los comenlatistas
acaso sea sencillamente platónica. En cualquier caso, no se ajusta pam daC'Se cuenta de que dicha justificación y el orden mismo al que
menos ¡x>r ello a una de las definiciones, ella misma platoni~antc,
-:.ll:t se refiere están lejos de ser arbitrarios. La primera mención de
que Aristóteles da del contenido de la filosofía primera. Si existe
esta interpretación se encuentra en Alejandro de Afrodisia, según el
«algo eterno, inmóvil y separado., su estudio compc:te:tli a la filo~
cual la «sabiduría. O «teología. habrfa sido denominado «tras la
Ha primera o, dicho de otro modo, a la teología lJ. Pues el problana
física» en virtud de que viene después de d1a en el orden para
teol6gico por o:cdencia es éste: «¿existe o DO, aparte (::t«pd) de las nosotros (tf1 t6.~(t ... ::tpo, i¡v.d'l JI. Como obselVa M. H. Reiner, «una
esc:nciss sensibles, una escocia inmóvil y eterna, y, si existe, q~
tIi~l' :z:po; i.:ul' es algo distinto, pese: a todo, del orden puramente
es? Jo. Sin duda, los comc:Dtaristas neoplatónicos transformarán en
extrínseco de un calálogo. JI. Igualmente, si Asdepio atribuye d tí·
una rc:Iac:ión de trascendencia (ú::ttpJ lo que en Aristóteles aparece
tulo MttlJfiska a con.siderKione:s de orden (ttll t1¡-o tli(1~1"" ofrece una
justificación filosófica de esc orden: «Aristóteles ha tratado primero
&: las rosas físicas, pues si éstas son posteriores por IllllUraw
(tf1 cf.oCil) no es menos cierto que son anteriores par:a nosotros
(r.:a-''''). <l. Así pues, esta interpretación de la rúbrica MttafísiclJ es
JI Md., E, 1, 1026 11 21 .
.. Nd., E, 1, 1026 11 Xl.
n Asl:üu.s.. pp. 80 a.
JI 1,. Md., B, prineipio, 171, 5-7 fu:yduck.
" H. REINO, loe. dI., p. 2U.
." 1,. Mtl., Proem., 3, 28-30 H.ydock.
" Ibid., 8·13, 19-22.

34
"
puesta en relación !dstem'ticamente por parle de los comentaristas fill prim",ll (~ :upl 't1!; 'ltplilno¡-;: flJ...oClO:Plcu;;). En defectO de Ar.íslóte-
con la distinción autl!:nocamente aristotélica cntte la anterioridad en les, Teofrasto hubiera podido suministrar un tirulo: en 1115 pnmeras
sr, o por n.:uuralcza, y la anterioridad para oosotros 'l; el objeto de la lineas del escrito que los editores llamarán Mdllfísicll por analogía
ciencia c:onsiduada es anterior m si al de la física, pero le es pOSte- con el de Aristóleles, se menciona «la especulación acerca de los pri-
rior m cUIlnlo 11 noso/roJ, lo que justifica a un tiempo el útulo de meros principios.. {f¡ upip 't...... XplÍltDl" t1m>flill.)". como si se tratara
fiIosofIa prim"1l y el de: ml"t,rlísica. de una ~resi6n eonsagnda, que designaba, por oposición al esru-
Sea cual fuere el sistema de interpretación adopudo, parece que dio de la naturaleza, un género de actividad teoentka clanmenu:
105 comentaristas pusieron su empeño en justificu. ronciliándolo5,
101 dos títulos que habían lIq:ado ha5la ellos. No par«en h3ber pues. delimitado -.
10 en duda que la metafísica designllSC' la filosofía primen o y IU-
Las dificultades de los primeros edito~, entonces, parecen ha·
viese por objeto el ser en cuanto ser, que por 10 d=ús dios asimila· ber sido de orden distinto .1 qm: se les atribuye habitualmente; y si
b:1n al ser divino". Pero ni los comentaristas ni los modernos exqc. dieron muestru de esplriru de iniciativa, lo hicieron menos por in·
IU parecen haberse preguntado por qué razón los primeros editores \ocnlJlr un titulo nuevo que por rechazar aquel o aquellos que les su·
de la Mttll/ísiCII IUvic:ron que invenlllr esta rúbrica, si ya Aristóteles ~a una tradición que se remomaba hasta Arist6teles. Todo 110'5
les proporcionaba una. Los comentaristas, es cierto, resolvían el pro- hace creer, pues. que la rúbrica De la filosolia primera no les pareci6
blema atribuyendo las dos rúbricas al propio Aristóteles: no pudien- de adecuada aplicación al conjunto de escritos, reunidos por una tra-
do tildarlo de inconsecuencia, venlan forzados a considerar como si- dición anterior, que tenlan a la vista.
nónimas las dos expresiones, metafísica y filosofía primera. Pero si y en efecto, (qué es lo que designa, en los textos mismos de
se admite que, de esos dos títulos, sólo el segundo es propiamente Arist6teles, la expresión filosofia primera? La calificación de «prime.
aristotélico, entonces hay que plantearse no sólo cuál es la significa- t:!,"" sea cual sea su sentido, parece nacer de una preocupación por
ción del primero, sino a qu~ necesidades pretendía responder su ir,· distinlluir varios campos en el seno de la filosof/a en general. A la
venciÓn. cuestión planteada en el libro B: «~hav una ciencia única de todas
Lo que ya no es posible poner en duda es que, en el origen del las esencias, o hay varias..? '11, Aristóteles responde muy claramente
titulo Metafísica, hubo «una dificultad referida a la comprensión de
los escritos catalogados en el Corpus aristotelicum.. '"o Que los edi·
tares se desconcertasen ante el contenido de una ciencia filosófica : ~:á~~~.d2~ IDeOOl ck C\l.Ilro tflUloJ de 1. M~I.flsit.: cDebe u·
que no entraba en los marros tradicionales de la filosofia; que se in- ~ que {OS!" tre-t.oo} llC tilUl. !lImbi~o S,J,UJurl. ("""a), o Filoso/l.., o
dinasen entonces. designar lo desconocido por respecto. lo conoci- Filoto/Ia pri",er•. o M~I4/lsic... <!Xt>l'<!Siooes pslre- ¡I] nmn...l,""!S. T~ "".
do, y la filosofía primera por respecto. la Hsica: tales razones pueden pliaor poi" qué ArislÓldet ha llamado • su tre-Ia<!o S4biJurf. (que es U~
explicar la lelra misma del tÍntlo Metll/íticlI, pero no la oportunidad emecl" dO! clarif~. "'vvoi ""v- 'tI/; o!.oc>\ dre- u~ rrlcr=t:I. dO! ArisfÓ.
Ida • OS!" ~O. 10lJUl<b0 dO! lo Apotiíctiu (l. 27 n.). Pero no <JJQl'lCe-
de su uso. Pues la solución más fkil babrf. sido reproducir, en últi- moa nio«ulll Apoti/cti(. dO! Aritl6lele , b ca~ no la meocionatt. En
mo caso sin entenderla, una denominación usada como tÍtulo por el cuanlo I los SelulrJo. A."'¡fIU:os, erl b que pochf.a pensat'IlC, no n::miterl en
propio Aristóteks: en un pauje del De ",otu llni",tJiium -, obn cuya par!<: aI«una • un npi """~ fuI" lestimonio et, ptICI, _puhoeo; 1Id<!mú,
autenticidad no se discute hoy, remite a un tratado Sobre III filoso- ~ ~ que AIclepio no llC h.y:a dado aJCl\ta dO! que la ~
cinnc:s n¡>Í ~ (J QUiD WElbi..... npi~) n::mitm smcilIamo:nt<! al
lH philDsopbU dO! Arist6cda. , no • lo Nel4Wu (m, al lo PIr,f., 11, 2.
<lar. Introducci6n, Olp. 11. 1')4 • 36, b rd'''''''''''¡. . . 't~ npi ~ DI) puedo.. re:n";1t mú que al
"" Cfr. AI,ejmdro 111'; AnODtSlA: c ... 1a sabidwú. o tcolccfl, que 6 lH phi1owpbu, , DI) • wu. obnl esotériao do: AmlÓtdesl. En CUlIllO • b
(le. Aristóteles) l1ama wobi6:1 metaflsic:a.oo (¡Ir Nd., B, principio, 111, , rú=:nc::á npi ..,;.... ~ rmtitir umbi..... al lH pbitoJ()phh, .. es cierto
Ho"dud:); Asl;ln'IO: cLa <lb.,. 11.,... pox "rulo N~I4/ísiu po:If'lItr Arist6tdeo, que b ~ ~~ <fU<! $O! ~ ""' VUlO en lo M~t"Wc., ""
dnpub de !>abo" tntado pr~ de 111 ('tUI f!licu, tnta luqo erl est.l l.'flOCJ<\l\'2bo. ,. m B (dr. A..j. FESTUC":U.. Ú Di~JI CDlllriqU, p. 'lIS, quim
dilcirar~: n:':'vin:::J:"ci~ 1~91. ~ (TH Doc/rille 01
cita m es,,, IlCIIrido un taro panI<!lo dO! Fl\orñt. Con.• la fUl.Ot.i dO! Nioo-
mICO ni! G~, Ñ. T<:ubner, 1, 8. consid<!ndo por 1I CXIIDD WII cop¡. dO!
&¡IIl ¡II lhe ArilIO/ei;"II Meuph,IKI, Tororllo, 19'1, pp. ) ...) quien
=~~io.S¡~ltipl~~ ~hatrl;~t~~mi:~.¡'~
IUI-
ailx pox k! denW dic:IuI uimilati6n.

,poruno.. npi '* xp4m¡:; <pU..""".... k! rual !lom. Pln plan-


:
<S M. HnDEGGD., K<lll' el le probllme d~ 14 mltapb'}riqu~, trad. fran· mentarislu) al malOS
cnlI, p. 67. l<!al" d probI<!ltII: ~ 101 prlmttOl ""'ito"", no se o:oJ\tmlUOII con ¡I]?
- 6, 700 b 7. '11 B, 2,9'J7 I 1'.

JO J7
en el libro: chay tantas pane$ de la füosofia como esenciu hay. JI, género particular del ~r: a la fisica el de ~os ~ scpandos", pero
anadiendo: «AsI pues, es necesaria que haya, mtre estas panes (p.fp1l) móviles; a la matemJ:uca el de los Sl:te5 inmóVIles. pero. 110 sepa~­
de la filosoIiIl. una filosoffa primera y una masofia segunda; 5UC'tde dos; v a la toologfa, cxprnamente asimilada .aquf ~ la filosofía pn-
en efecto que el ser y lo uno se dividen inmediatamente en gmc~, mc:n b, el género de los ~res ~ e mnlÓviles: llamamos I
y por ello las cienci•• se corresponderán I esos diversos géneros; le esa ciencia teología -preost Annóteles- porque eno hay duda de
pasa al filósofo lo mismo que al que llRman lIllItemátko, pues las ma· que si lo divino esd presente en alguna parte, lo est' en esta naru·
temáticas tambi~ conllevan partes: hay una ciencia primera, una ral~ inmóvil y separad... -. y si a la teologfa se' la llama filosofía
ciencia segunda, y OtrllS ciencias que vienen a continuaci6n en este primera, es porque «la ciencia mú eminente ('tl¡.ltlDtd:'7") debe tener
campo.• As! pues, la filosofía primera es a la filosofía en general por objeto el género m,(s eminente , (~O .tt¡uÓl'ta.W~ Trvo~); y asi. las
como la aritm~tica es a la matemática en general SI: siendo parte de ciencias teóricas tienen m's valor (a.lpt~Q1Upa.I) que las dem.l.s CIen-
una ciencia más general, se rdiere a una parte del objeto de ~stll. ci:lS, y la tcologia tiene mh valor que las demás ciendas teóriCllS~~.
pues, según un principio a menudo afirmndo por Aristóteles, «a un Asl pues, la leología guarda ron las otras denc~as una do?1e relación
¡:t6nero diferente corresponde una ciencia diferente. Sl, y a una plrte de yuxtaposición y de preeminencia; es el primer. tér~lllo de u~a
del género oorr~nde una parte de la ciencia. serie, pero no es -al men05 no lo es toda...la- la tlenCll\ de la .serl~,
Pues bien: ¿qul! sucede con la ciencia del ser ron cuan!o Kr? Al de modo que sigue existiendo una oposid6n re,pecto de la aenoa
principio del libro r, se la opone precisamente ca las ciencias llAma-
d.as ?articu~re;u ('to.~ h 'U!pt't M¡o?-l_~): «Pues ninguna de esas divide: l. foosoff. en fl!alofra di.lkI-ia (=l<l.(ia), fj\ooo)fla 1Ilictn (= rlfO'..r¡
oenctas consIdera en general el ser en cuanto te:r, sino que, rttOrlan- , ftloK>fla leorttioo de la cual l. fWea es "ski un. pane, al I.do Ct la leolg.
do cieru. parte (¡o.ípo<; n) de éste, e51udi. $US propied.ackn". Algu· sta las IDItmdtk.s. Aa:JQ de la posid6n intermedia ocuPMla fl« ~ ma-
lemllku en la tripartici6n aris!Ol~'. át. P. Mn~"l. Frv... Pl4to1USJff 10
n<n aurote5 han crddo ver una ronll'lldicción entre esle tato y la NfOpú101fW>r, eap. lIt: ..lb:: Nbclivisoma el theorelic:al Pbi~, \'Úle
dc:fmición, JIW¡ uribJ cilada, de la filosoff. en general, hasta el pun- ¡"¡'., ap. t.•• § 1, p. . Lo
ro de que han pensado que debe eliminarse este último pasaje romo _ S~,..do (l"f"=i<:) tiene: ... AmlMms cb scnricb• ., ~: .).
extraño a la doctrina del libro 54. Pero la conlradicción sólo existe ti que: a!' ~rado de la 1ItI1m. (a! en. el De "'1m., ti, 1, <In • , puum:
pretcndc:mot asimilar la filosoffa primera y la ciencia del ser en d ""x. a dif=nri. de l. tur'\. se dice que: (:Id: ~ <Id ~),
'" Lo que: a ro!>sislente por sl ., no liene: ne::aidad de 0U1I lXIU par:a ~f!r:
cuanto scr, pues entonces vemos definida una misma ciencia, te5pec- cfr. Md., d, 18, 1022 • }5: a..• ..;, ~q ..-.i- .m.l; ~ ole sentido, l.
~vamente, como cienci~ univ~ y como ciencia de un ~nero par· «KPl'nci6n. a la propiedad funda""""i.1 de \ ..x.tancu•. Esros dos sen-
tlcular del ser. En realidad, tI nos atenemos al texto de Aristóteles, Ildol coincidfan en Pluoo, pant quien la Ide.. ""1'Inclo de 10 sensible, era
la relación entre 105 dos lénninos esl,( aqu( perfectamente clara; le. .1 propio liempo la única IUlidad lUbl.is!en!e. No roi~ ya en Aristótela:
ni 1. lublllanci. flska es ""1'Irads en d scgundo KIllldo, pero no 10 es en
jos de confundirse con ella, la /iloro/ia primtra apartet como lI"a el p!imel'O· el ...r UI.Iltc:m',iro es oep¡tntdo en el primer senlido, pero no en
parte de la cie"cia dd rer e" cuanto ur. ~1 legundo' (pues se !!.to de un abstracto, que !lO "",iSle wr sl). De lIhi
Esta relación de parte a todo se halla confirmada por la da_~ifita· IR inttrlidumbre de loa edilorea en l. 1«!Unt de l. 1. 1026 a 14. donde le
ción aristotélica de las ciencias tooréticM, donde vemos que la filoso- define el obieto de l. !lsic.: unos, siguiendo .1 Ps~Aleilndro y loa mamlS..
crilOf leen "X':'p!O'!o (Bekka, lJonilZ, Apelt, D. R. Cousin, P. Go~e,
Ha primera, ahora definida como Jtotog/a, $e yuxtapone, en el seno J. ~); en cambio, Schwealer, aeguido por Olrill, Jaqer, Rou. C!lemlSS,
de la fil0s0fla en gene.ral, a una filosoHa segunda, que es la /Jsiea, Mellan eolti¡e ~Y con ntzón. CIftIIlOS- lt'l''I''12U leyendo l~' para
ocupando la.s matemJtteas -p:u-ece- no el tercer puesto, sino una ~ la opxición t'OIl Int objeral 1DI!C1lD(m que, en la lIna siguienle,
posición intermedia "'. A cada una de esas ciencias se le asigna un lO!! 1Ia........ 00 l..part¡:l (Je U'Ul, pues, aquI de la ~ntción m el sentido
de rul;.:isttncil). En <:lWltO al I!'I" divino, Je le 1Iama ~ en b doa
~ r. 2. 101M • 2. aenricb· el plalonismo sigue mndo verdadl:I'O para ArislÓtdc:s m el plano
st Srgtin ALU". (m. 24-33 Iúyduck), la motmdrn ~ leda la de la udocia. Sobrt: la Ieaun de 1026 • 14, cfr. dl!imamc:Il~ V: Dtc.u.t~
a:rl~; la moll:Wtic:a ~. la ~ plana, las IDIlcmWcu polo- ..La pb,aique pcne-t-dle IW" da .~?, en RnP. Sd. philM. ~1J!ol.,
tl'nOfeI, la ~ de b ..sJidas; la aKn;InQID1a. $;. 19}4. pp. 466-468 (quien dcf'tmde, atmquc sin aportar ~'?5 ~,
:If Ch. r, 2, 100) b 19. 1. Ieaun de b ltWItdCriu.l. ., E. llE SnvCU1, ..La llOOOIl artll~enne
" r, 1. 100) • 22 "'. de ~tioD dans lIlIl .pplicsItion IUl! 1d6a de P1atQCl., AMIa..,. J AriJlOU,
Sol Asf Co~ .¡ 101M • 2·9. Ma..naa A. M.nsion. 19", quien lee lOOP'~tci (p. 1JI, n. 68).
s Dicha tripenici6n se Iwf dáica, mc:zdllda • menudo por lo dcrnQ :11 Cnmparar en E, 1, las lineas 1026 a 16., 1'.
COll el ~ atoico, -;sJo desde la ~ imperial, y por k. !anlo dapu~ ,. Mn, R, 1, 1026 • 20.
de la Mición de ADdróDico. Or. Auwo, Diúse., ), p. U), Herm.. quien , E, 1, 1026 , 21.

38 39
dc:I ser en cuanto ser: al principio dc:I libro E, Aristótc:Ies opone de ser parte directa en el debate.: si no erist.en esencias sepaf'tl,d~ de lo
nue~oo, a una ciencia que --ciertameme-- sigue innominada, aqueo lICnsible, no hay tcolog[a posible, y la prImada pasa a la ÍlSICll, mas
llas otras ciencias que, «eoneemrando sus esfuer.ros en un objeto de· no se ve que por ello deje de existir la ciencin del ser en ~anto :\er,
terminado, en un género determinado, se ocupan de tal o~e!o, y no mm cuando su contenido tenga que verse afectado. Estudiar .el ser
dc:I ser tomado en términos absolutO$, ni en cuanto sen. ; ciencias en cuanto ser y no en cuanto números, linen o fuego.... sigue siendo
qoe ignoran su propio fundamento, puestO que, al demosU'llI" los posible, f\l margen incluso de la existencia de lo divino. Por. el co:n-
atributos de una esencia, pero 00 esa esencia misma, deben admitirla tenrio, queda claro que la filosofía primen ptesupone esa exIStencia.
en c:I punto de panida como una simple hipótesis. InStalada en la De este modo, la ciencia del ser en cuanto ser no une su suerte ~ la
esencia de lo divioo, cuya existencia presupone, la tcoiogla o filosofía masoHa pómenl. Pues 00 sólo se ..ettde lt una y otra por ,?as dife-
primera no parec:e escapar a la condición de las ciencias panicula. rentes, sino que adem's, una vez definido su objeto, sus desunos per-
res '1; también ella parece sometida a la jurisdicción de una ciencia manecen independientes.
mh alta, que seria a la filosofía primera lo que la matemática en ge- La filosofía primera no es, pues, la ciencia del ser en cuanto ser,
nerAl es a la mlltemátiqt primera. y así es la teologfa. De hecho, en los dos pasajes del Corpus aristo-
Esta interpretación de la filosofía primera como tcologla parece télico en que la expresión filosofía primrrIJ es usada a título de refe-
confirmada por todos aquellos pasajes eo que Aristótc:Ies emplea la rencia, difícilmente puede extenderse: que remita a Otra rosa que .no
apresión '?lMClOT'ia :::p'¡ro¡. Incluso alll donde no es asimüada expre· sea la exposición, propiamente teológica, del lib~, donde se elucida
samente a la tcologf.a, se la opone I la !fsica entendida como masoífa la esencia del PñIDer Motor. En el tratado Del arlo, trlIS haber de-
segunda Q mientrllS que Ja ciencia del set en cuanto ser es ddinida mostrado Aristóteles la unicidad del cielo medimle argumentos físi·
siempre (00 por oposición a la flsica, sioo a las ciencil5 particulares cos, añade que podría tlcanzane c:I mismo resultado mediante .«ar-
en cuamo tales). En las obl"1ls de flsies, la filosoHa primera es descri· gumentos sacados de la filosofia primera.. (~,a. liilV h "[t¡~ xpo.>t"rj.~
ta por lo regular como ciencia de la forma, mientras que la física sólo lf'LAO"0'f'¡r;I~ \Ó"fo.lV)'T; como observa Simplicio·, encontramos decll-
estudia formas ligadas a la materia; pero la forma en estado puro, vamente una demostración de ese g6lero en c1libro A de la MrtIJfl-
es decir «separadas.. en los dos seotidos de esta palabra, sólo cxi5lt' eo siea ", donde la unicidad del Primer Motor es deducida de la eterni-
el campo de las cosas divinas, y es la existencia de un Cllmpo raJ la dad del movimiento. En el Ulltado Vd ",ovi",i~nto de los ilIIi",ales,
que fundamenta la posibilidad de una filosofía distinta de la filosoffa Iras recordar Aristóteles que ctados los cuerpos inorg,"icos son roo-
de la naturaleza; si lo divino no existiera, la l1si~a tlgottlritl ltt /iloso- vidas por tlgún otro cuerpo., añade: «El modo en que es movido
/iD u, o, al menos, dla seda la merecedora dc:I nombre de filosO/iD el ser primera y eternamente móvil, y c6tno el Primer Motor lo mue-
pri",erIJ". La lucha por l. primada lIS se entabla, pues, entre la Hsia ve ha sido detenninado aoteriormenle en nuestros escriros accrca
y la tcología, mientras que la ciencia del ser en cuantO ser no parece de'la filosoffa primera.. (ly "[Wy "p! Ú¡~ 'ltpWn¡~ 'f'tl.o"Oi'¡r;I~) "; rcenvfo
manifiesto al mismo libro A (cap. 8), donde Arist6teles muestra que la
/4 E, 1, 102' b 8. relación entre el Primer Motor y el Primer Móvü es como entre lo
.. La tradición «l«tic.., reuumi<ndo el esquc:mJI aristOlffiro, DO se equ.i. deseable y el que desea. No cabe, pues, duda de que Aristótc:Ies quiso
...xan\. Asl Albino prrscnta la cimc:ia teol6gica como 6.~ 'f"lp<K. ('dl~ designar con la expresióo fi/osoflJs. primera c:I estudio de los seres
~~ (op. riJ., ibíJ.).
Q Asl, N~t., J, 100' ¡, 1; Fú., J, 9, 192 " 36; 11, 2, 194 ¡, 9 n.; lH primeros, y más exactamente del Primer Malar: en otrU palabras, la
_im., J, 1, 40J b 16 (d ~ ~ e5 opuesto a la .'0 al flsic:o y al IrolotJ4. .
lnlltetdtia>). La ~ /iloJo/u Jet'lfl" desi¡Da frecumtemerue a la ffsi. Tal es, al menos, el oso ordinario en los escritos del ~orpus 4rlS'
a: Mtt., Z, 11, IOn. U; p.,r. pimllll., 11, 7, 6'3 • 9; Dt 10"l.ít""int d Jotdieum. Hay que hacer uoa sola excepción, tocante al hbro K de la
brtu;t.lt ",1tU!, 1, 464 b JJ.
~ Cfr. Parl. P;"'/Ú., 1, 1, 641 • 36. MelafhieD. En tres ocasiones, la expresión i'LAO"O'f'ia lt:~U¡ u otras
61 Md., E, 1, 1026 " 27. Cfr. r. J. 100' " 31 u. equivaler.tes (i¡ 'l(poY.lltl.i~lllf',l.oa0'f'ir;l, i¡ lt:PWlll htan'¡¡1111, soo emplen-
lIS PetlUmOlI en la competición instituid. por PUTÓN en d Fi1~¡'" enl'"
las distinw ciendall, en orden • la COll!Itinx:i6n de la vid. buena. En e$OI
pasajea, Platón ¿¡.ri.n.Rufso ya mue la ciencias «primcnll. (62 d), que 101I .. r,2, 1004 b 6.
las denc:ia «divina. (62 b), , las oU'Q Oc:ncias, que X' fÚÍen:ll a «10 que Q lH e«fo, I, 8, m b 10.
":IIC'e , perece. (61 ~l. Se: da ah{ una dim:ci6n de ~ t o que n.Lt .. Ad foc.
time que .-el" COll la que, PJ't otrlI parte, lleva a Arilt6tdc:s a Mmit una • A, 8, 107) " 2) p .
ciencia cid le" en aw:lto Ie!". • IH /1101" .,w,lJiruro, 6, 700 ¡, 7.

40 41
das para designar la ciencia del ser en cuanto ser.' También aqui se si6n filosofía primera no se encuentra en el primero de esos libros,
trata de oponer la ciencia primordial a esas otras ciencias segundas es 3plicada de un modo constante, en los otros dos, a la teología,
que son las matemáticas y la física; pero 10 que las distingue no es ¿Cómo explicar que, en este punto capital, el libro K se halle en
ya la delimitación de sus dominios respenivos dentro del campo uni- nbsolmo desacuerdo con escritos de los que él no seda más que un
versal del ser: física y matemáticas son consideradas, desde luego, resumen o un esbozo? 'M. ¿No será mejor atribuir la denominaci6n
como pa,nes de la filo~fía (p.éP"l 't~~ Q~'f'¡a~) 71, pero la filosofia pri. de la ciencia del ser en cuanto ser como filosofía primaa a un dis·
~era~ !eJos de ser ta~blé~ eUa una parte, aunque primordial, parece cípulo inhábil, que hubiera interpretado apresuradamente ciertos tex·
Id~nt1flcars.e con la ftlosofla en su conjunto. Y así, mientras que «la tos sin duda sutiles del libro E, donde las dos ciencias, sin perjuicio
flsl~ consIdera los accidentes y principios de los seres, en cuanto de su distinci6n, son presentadas como coincidentes? 71. Obsérvese
m~vües y no en cuanto seres», la ciencia primera estudia esos mismos por otra parte que el capítulo 7 de! libro K, al volver sobre la clasi·
objetos ..en cuanto que son seres, y no bajo ningún otro aspecto» ficación de las ciencias teoréticas de! libro E, no usa ya la expresi6n
(Y~O'~,,~v ona.'td ú"~7.!i~!vá t(lt~V, 'aH' oux 1J iupóv 'tl)n. Compete fi[owfía primera para designar a la teología: tras haber definido, unas
aStmlsmo a dIcha CIenCIa estudIar los principios de las matemáticas líneas más arriba, la filosofía primera como ciencia del ser en cuanto
en cuanto.que son comunes 7J , Pot último, a la filosofía primera le ser le resultaba diflcil al hipotético autor identificarla con la ciencia
toca exammar las aporfas acerca de la existencia de los seres mate. de 'un género determinado del ser, aunque dicho ser fuese el divino.
máticos: pues tal examen no es competencia ni de la matemática y con todo parece que e! autOr en cuestión se reserva en cierto modo
--que, como todas las ciencias particulares, debe presuponer la exis- una posible salida al asimilar subrepticiamente el ser en Cllanto srr
tencia de su objeto----, ni de la f1sica --que no conoce otros seres que al ser separado, es decir divino: «Pues existe una ciencia del ser en
«aquellos que tienen en sí mismos e! principio de! movimiento o e! cuanto ser y en cuanto separado \~(lii 6v~(I~ 11 av Ka! XOlp''''l:OV),
reposo»-- ni de la «ciencia que trata de la demostracióm>, puesto debemos examinar si hay que admitir que esa ciencia es la física
que ésta no contempla la materia misma de la demostración 7~, El do. misma, o bien es diferente» 'ill. Dicha asimilación del ser en cuanto
?le 'p.apel de establecer principios comunes a todas las ciencias y de
¡ustlflClH cada una de ellas mediante la elucidación del estatuto de ~ El Ps.•A!ej. ve en el libro K un Tesum~n d~ los libros B, r y E. BONtl'Z
existencia propio de su objeto lo reservará Arist6teles, como vere. y W, }A~GeR (AriJ/{¡ulu, pp. 216-22) lo \=, al contrarin, como .un es~
~os, ~ la c,iencia del ser en cuanto ser. Que aquf se lo asigne a la anterior a dkhot librm. La razón qu~ da }aeger es la resonancIa relatlva-
fflosofla pflmera revela una concepción de ésta poco concorde con mente platónica, según ~l, del libro K; nos p~tece, ftl contratio, que la id~~­
el sentido habitual de la expresión, lifiC3Ción de la fil"",,ffa ptimera con la dencla d~l ser en CUantO ser man¡o
fiesta una CVQlución radical por respectO al platonismo, e induso por re!lpeclo
El insólito carácter de la terminología del libro K conduce al re a la definición eleológica» de la filo:wHa prim~ra: evolución un radiCtlI que
planteamiento de! problema de su autenticidad. Dicha autenticidad nos l'<:suha dificil atribuirla al propio Ar;stótele:s.
fue impugnada en el siglo XIX, C'specialmente por Spenge! y Christ, 77 La teologfa O filo:wHa primera, aun siendo una pl1rte de la filosofJa
a causa de cirmas particularidades estilísticas 75. La anormal identifi. en general, no deja de IIlIpirnr, ~mo ~st.a, .a la untversalidl1d: ces uni"ers~T
porqu~ es primera., y en este senudo -SI bIen sólo en ~I_ no es fal~ dcclf
cación de la filosofía en gen~ral con la filosofía primera, y de esta que se refiere tambi6\ al ..ser en cuanto ser. (E, 1, 1026 a 30-32), SIJI;U~ ~n
últ~ma con la ~encia del ser en cuanto ser, aunque apenas haya me. pie el hecho de qll~, aun cuando la filo:wHa primera se confunda en el limite
recldo la at~nCl6n de los comentaristas, plant~a un problema que des- oon la cienda del ser en cuanto ser, ~s d~finida p,im~o como teolollfa. Pues
de la hipótesis de la autenticidad, quedada sin resolver. Se ~¡ene bien: en ~I libro K enconttamoa un modo de proceder ,""actam~m~ in,,~no:
en el pasaje paralelo al ant..rior, el aUlor se pregunta esi la ciencil1 del ser
observando hace mucho qUe los capítulos 2·8 del libro K reinciden en CUl1nlo ser debe ..,r o no considerada como ci~ncia universal. (7, 1064 b 6),
bajo. una forma, menos ela~rada, en los problemas abordados po; rue5tiÓll que carece de sen¡ido (o, mejor dicho, -reclama una resPlIe:sta obvia-
los hbros B, r y E, Ahora blen: ya hemos visto que, si bien la expre- "",me positi\'a) ~n la perspectiva aristot~lica, según la cual esa ciencia es defi·
nida precisamente IX'! oposkión a las ,cien.chul farticular~s; y el aUlor d~l
71 K, 4, 1061 b .3.3. libro K l'<:sponde cut!Ql;amente: sr, la Clenc1a de ser en cuanto ser es Unl·
n K, 4, 1061 b 28. ""rsal porque es la teologl., o sea. una ..cimcia anterior a la Hsica., y lISf
7! K, 4, 1061 b 19, es euniversal por $U anterioridad mii!.ttlu (ibid., 1064 b O).
7~ K, 1, 1O.:l9 b 14.21. 71 K, 7, 1064 11 28. Es particularmente m est~ palaje dond~ W. Jaeger
ve un veltigio de platonim.o. Mas parece poro "eroslmil que AristÓteles haya
75 ~n ~special, el \l$O ~e la pardcula T' l'-~ •. La in~ut~ntjcidad Iu sido concebido primero oomo idéntiCO:! el ser en cuanto ser y el ser separado, a
m~ntem~ 19ua1ment~, en vlr!ud d~ r:azones internas, por NATORP (cfr. El. r~a d~ disociarlos lu~go: el ser en cuanto ser y el ser sawsdo son d~fini·
bliogr., n. 145) y l"CCI.entemente por monse/lor MANSION (cfr. Bibliogr., n.· 135). dos por Atistótdes por "fas tan independientes entre sI que su ooincidencia,
42 43
ser y. ~ ser. sepa~o ,se hari: uadicional en 10$ comentaristl\s, y, .1 movimiento; en el libro " un análisis de la noci6n de unidad; en el
pernuur l. IdentificaCIón de la ciencia dd ser en cuanto ser con la libro K, un resumen de los libros B, r, E. y. en su 2." pane, una
~1~fía primera. autoriuri una interpretación unitaria de l. Mttll' compilación de la Fisiclli en la primera pane del libro A (ClIps. 1·'),
¡me., pc;pc:ruada hasta nuestros dIu. La buma fonuna de: esta in- una nueva inv~tigaci6n sobre las diferentes clases de esencias y so-
terpretación no debe hacemos olvidar que se funcm en un único texto bre los principios comunes • todos los seres; por último, en los
dd Corpus llristotdicllm, el cual, difki.lmente conciliable con la m.- libros M y N, un CXlImen critico consagrado especialmente a la teoria
yor parte de los análisis. de Aristóteles, ~rtenece I un pasaje por plaróniC2 de los números. Si exceptwmos algunas alusiones a la teo-
demás d~, y cuyo mwno arieter único DOS parece una prueba logf.a, mú bien programiticas••1 principio cid A, y la mención que
suplementara de la inautenticidad dd contexto?!l. de ella se hace • propósito de la clasificación de las ciencias en los
oIncluso si se admite que d libro K C:Stuvicr:::I ya unido a los otros libros E y K Il , sólo la 2." parte dd hbm A. en toda. J. MC'lllfitúll,
libros cuando a los editores ~ les ocurrió dar un título sl conjunto., está consagrada a las cuestiones teol6giClls. bajo la forma de una e%-
sólo podra ~fjrmar a ms,oJos el uso de la expresión ¡i/orofla prime- plicitación de la esencia cid Primer Motor (cuya necesidad se de-
fd en ,el scnudo de. uologta: en él no se definia, en declO, la filoso- muestIll más ampliamente en el libro VIII de la FisiclI). De hecho,
ffa pnmera como CIencia del ser en cuanto ser sino 5610 en la m«lidn las referencias que Arist6teles hace: a la Filosofía primera remiten a
en que el ~ ,en cuanto ser se entenderla COIl"lO ser cseparado,., o sea esos desarrol1os del libro A. Ahora se comprender' por qué los edi-
como ser diVinO. As! pues, los editores se hallaban en presencia de tores, cuaiesquiua que fuesen, renunciaron a hacer extensivo dicho
un. tlrulo --el de Filosofía primera- 01 cual los textos mismos de título al conjunro de los escritos que la tradición les transmitía Si
ArlSt6teles (o conocidos bajo su nombre) ~tribu¡atl un sentido unlvo- la filosofía primera tS la teología (y tal era, sin duda, el pensamiento
C?' y de un conjunto de escrilOS a los que dicho tftulo h~brfa debido de Arist6teles) ¿cómo atribuir a la filosofía primera un estudio que
a.J~starse normalmente. Ahora bien, ¿qué encontraban en ésIOS? An'. se refiere esencialmente a la constituci6n de los seres ~nsibles? ¿Se I
lms que, e? su mayor pa~re, no se rderfan al ser divino, inmóvil y dirá que ese estudio compele, si no a la filosofía primera, nI menos
separadn, SlllO al ser m6vd deJ mundo sublunar: en eJ libro A una lt la ciencia del ser en cuanto ser? Pero ya hemos visto que, según \
exposici6n hist6rica relativa nI descubrimiento de las causas d~l ser una interpretaci6n cuyo primer testigo seria el aulor del libro K, el
s~ieto Il ca~bio 't .Ji.gado a la materia; en el libro a, una demasttA- ser en cuanto ser fue muy pronto asimilado al ser separado, y la on· \
ct6n de la Imposlbilidad de remontarse al infinito en la serie l;Busal. tologla a la teologla 11.
en el. libro B, una colecrión de aporfas cuya mayor pane atañen a l~ Al rechazar el tltulo filosofía primera, los editorel reconodan
~I~~ de los ~es y 105 principios corruptibles con los seres y prin. la ausencia de preocupaciones teológicas en la mayor parte de los
ClplOS mcorrupobles; en el libro r, una justificaci6n dialéctica del escritos cmeta(Jsicosa-. Empero, no pudiendo concebir una ciencia
r.ri~pio. de contIlldicción, entendido como principio común a todas filosófica que, siendo distinta de la física (y de las matemáticas) y
as ctenaas; en d libro .6., un diccionario de términos filosóficos la también de la l6giCl Y de la moral. no fuese por eso mismo una
~~rfa de ellos. ~cionados ~ I~ lbiCl; en el libro E, una cLasi- teología. e incapaces de rttOnocer la originalidad y especificidad de
fJcso6n de las cenaa y una Mone6n de los diferentes sentidos dd una ciencia dc:J ser en cuanto ser, se u'Opezaban c:oo un. investiga-
5e!'; ~ los libros Z y H, una im'estigadón sobre la unidad. de la ci60 que no C2bla ni en las divisiones tndic:ionales de la fiJosolía
esenCia de los seres sauibles; en el libro e, una elucidación de los (!6giCl, física. moral), ni incluso en los marcos aristotélicos dc:J saber
conceptos de acto y potencia, esencialmente en su COJlOÍón con el
k;o. de Xl" na~. resuJ.t1 m¡~. U idmti6caci6a de amboI puece
cbn, ~. de UD dUd"pulo ~ pmxupldo por llni/k," CDII po<tericJrid.d
la da:uina del maemo: ~, la doctrina de 101 a~. 1-8 del libro K a.
=~rastro de~~nst6"':I~ at1n p1atonizante que d ."unc:io de 101
1J Ni que~. t~, $in~bar&o, que el puaje K, 1-8, rclIeia en 101
demú pwltol la doctri.... de ArWótda. Por ello no deiaremcos de ciwlo, sal.
vo en la referente a la doctrina en liti¡io
. • .Y,.. hemos ~l<! Sp· JJ, n. 27) qu~ habla motivos pan dudn de dio.
11 a. CIerto qu~ la pnmmn M~J41si", al 10 ¡¡brot, te:ltimoniada por el cat4-
loso del Anómmo, no colllenfa el libro K.
44
(maremitiCllS, Hsia, teologla), y esta ciencia sin nombre y sin lugar, CAPITI)W 11
en la que no r,econooan :a la uologÚl, sin ser apaccs de admitir, con
tOdo. que pudiera ser otra con que: teológiClI, hicieron que fuese, du- ¿FILOSOFIA PRIMERA O METAFISICA?
rante muchos ~igl05, la m~ta/ísü:lI. M"a td cpr.t'IllCi.: la rúbria posda
ante ~~o, y sIn duda! un valor descriptivo; ar.resaba el carácter
pou·flS.lco de un esrndlo que prolongaba en un p ano de abstUCC'i6n ..En 100.. ll' c:os:d, lo principal, pot eIO tln:nhim
mis alto -y no 5610 en 10$ análisis de los libros Z H 8 acerca del lo mb dificil es, como bi~ ofirma el dicho común, el
ser sensible, sino tambi~n en el pasaje propiament~ [~ló8ico del li- punto de partid,..
bro A -la investigación fisica de los principios-. Pero al mismo (Argum. sotiSI., 34. l8} b 22.)
tiempo, en virtud de una ambigüedad sin duda inconsciente, dicho
título conservaba la interpretación teol6gica de la ciencia del ser en
roanto ser: la investigación post-física era a la vez ciencia de lo trans-
físiC<?, La mc:taf~sica. cic:~a de lo divino o bien investigación que, a
traves del Iabon05O camlOO del COnocimiento humano trata de do-
~ hast. el ser en cu:mto :'Cc; ambas cosas podía ser' a UD tiempo;
nuentras que la expresl6n ji/OSOjí4 prim"1Z cfíffci1mente se aplicaba
al segundo de esos aspectos.
\ Pero al dar al m~11Z de melaHsico dos clases de interpretaci6n di. A la pregunll ~por qué la filosofía primm, va dupuis de 1. fisie.
feremes lI, los comenlaristas vuelven a tropezarse con la dualidad en el orden del saber?, ya hemos vislo que 1. mayorfa de los ro-
que el titulo pretendía enmascarar: unos insisten sobre la tl1lscen. lOcnlarislas I respondlan mediante la distinci6n aristotélica d~ la. ano
dencia del objeto, otros sobre la posterioridad de la investigaci6n, terioridad en si y la anterioridad para nosotros. Pero esta expilCacl6n,
t\ primera visla, l"S~S dos expl,ieaciones no se contradicen, y el inge- ~se rem:lllta hasta el propio Estagirita? Y, anteS 9-ue nada, ~~eoono­
n~o de los comemansta~ se aP!lca,rá a demostrar que son compatiblei. ci6 él mismo el carácter necesariamente post-íblco de su filosofía
Sm embargo, en el capltulo Siguiente veremos que si el objeto lra!;- primera? .
tendente ~ entendido como principio. o sea, como punto de partida De hecho, aquello sobre lo que insiste Arist6te~es ~ la animo-
?d conoci~iento, no hay mú ranedio que escoger entre esas dos ,iJad de la filosofl. primera por respecto a las oenc:as ~u,
interpretaciones, Por el ~memo, la perspectiva unitaria, según la matemáticas y, sobre todo, flsia.: .Si hay all!'? elerno, inmóvil.y ~
cual no hay en la M~llZ/íslU mú que una ciencia -la que Aristóteles parado, su conocimiento penenecc:ri ~n.me~lte a una o~.
.huSCll. M_, o .1 menos una sola. colllXpCi6n de dicha ciencia, con- teorMica: ciencia que no es ciertamen~e ID la !Jstca (pues ~ ff~M;lI
duce a la siruaci6n siguiente: si la .ciencia buscada. es la teologfa, tiene por objeto ciertos seres en moviauento), tu la matanátlca, lUlO
posee un nombre y un puestO en el edificio del saber, pero en cambio una ciencia IZJIUno, a una y otra (ci.Hd ,;;pr.iprt<; d¡t.'fOlv). '.
esttl ausente de Ja mayoría de los escritos lJam3dos .metafísicos.' si ~En qué consiste esa tml"ioriJIId de la filosoffa pri~era? Las
la ciencia buscada no es la teologra, se explica el conicter no teolcS8ico expresiones 'l';pa:'tIpo~ y i1anpo.; forman parte de esos lérmmos cuyas
de,los esc~¡t~,.pe~ una ciencia asl carece de nombre y debe con-
qUistar su JUStlflcacl6n y su puesto en el campo de la filosofía. De un J Se tratl, evidentemente, de 101 que interpretan el l/Itla de melafll,ica
la,do, un~ ciencia conocida, pero inhallada; del OtcO, una ciencia l1.n6- en el sentido de l. posterioridad CTOIIOlógk•. Para .qu~llo:s Que, como SlIII'
:llma ~ Slr.t estntut~, pero que se nos presenta bajo el aspectO de una ,licio y Siri.no, lo v<:n como simpk relación de 'ul:o:enondod,.no hay, pro-
tn\·estlgac16n efectiva. Los comentaristas siguieron el panido de dar blema P"'" el ""1. de «mctafIIÍCll,. y el P"'''"iJde .fllosofb p<,UDera,. u~
Wtoo:.c. igual JClltido, mnitiwdo uno Y otro. la .t~ del oo/CIQ.
nombre a WUl ciencia inhallable, ~No SCreIDO$ más fieles al proceso Ptm esa interpmaci60, que no aprecia biw d KlI~ldo obvio d~. b lb t&.
del pcnsamienlo de Arist6teles si le respetamos, a esa .ciencia bu!;- 1fIÍooI;, ' - bro-.ado manif..,.tanmlle de la prcocut-ci60 de ~ ro,:, pos.
Cllda., la prcc:ariedad e incertidumbre que revela su anonimato ori. ItrioriJld doI dwb Iepdos por la Iradi06n. De hecho, esa "'t~ ~
r. inal ? ...',¡ el ~ I e ínKcptable (..m d cxdco.dd.vtI~ o ~,I"~
deli&nt UlII rel8c:i6o de poIterioriCad, o 5et ~ inf~: I..idd&SooI~.
1Ub. v.l. En CUUlIO • la ¡n~ correspondiente de 'Kf*n¡ ea ,,~
fJ aro mis ambl, pp. J3-)8. , • el, o:mo VII1'IOI a '=, fib6fametllC impuanabk.
M aro M,l" B, 2, 996 b Jo K, 1, Ion. J" b l. !J, etc. ~E,I,1026 .10; cfr. ¡biJ., 1026.29; K, 7,1064 b 13.
46 47
diferentes significaciones son estudiadas por el libro !J. de la Mtta- ,."" l.. esencia y la natunleu. Esla última, en cambio, se ajus~ per-
física. Aristóteles distingue ues sentidos J. La anterioridad designa, I,~ 1.lInente • la filosofía primera, que es l. cic:nci.l del ser p ~
en primer lugar, wu posici6n definida por respecto a un punto de '. I:.íll la c:sc:ncia y la nuun.1c:za, o sea, del ser que, no neces.ll.lndo
referencia lijo llamado primuo (:=:ptD'crl~) o principio (tipli¡); en general, .L· ninr.ún otro para existir, es aquel sin el .cual ningún otro FO?rf.a
Jo que se haIl.a más próximo al principio es Uamado fmtmOr. y lo '.·1: 1,,1 ser priviJegWio es la es~nda. entendida I la Ve'!: como su¡cto
que está más lejos postmor; la relx:i6n de aIllerioridad supone pues, \' '·"~tt:lto (Ú:::D;Uí¡J.t·IO~Y Pues bien: vert'mos cómo la filoso6~ .Fri-
en este caso, la selccci6n puvia de un principio, selección que puede
ser, o bien sugerida por la naruraleu (fO"~:) o bien amit.tari. ;1~;~I'~jl~;:~e ~Íai~~~ ~:~ia ~:rf~:ra: ~u:=~
(:=:pc~ '"0 wx:o~). El segundo tipo de anterioridad es la anterioridad "K·~'r al ser divino, a saber, la esencia. En cuanto ~ senlido «~
según el conocimiento (t~ ti! r-W"tt T.pOt,jlOv), designada asimismo ."dit':CIO» de: la anterioridad, aquél en que ésla designa metllÍ6na-
como anterioridad considuada en absoluto (4'x).w~ ,;poujlOv); puede ""'''Ie un orden valoralivo, se aplica sin discusi6n a la filosofía pri-
subdividirse, según se tome como criterio el razonamiento (lt!ltd tov ""'t:l, que es «la más excelente» l"ttf-llrntdn¡) d~ las ciencias t. N?s que:-
H1ov) o la sens~ci6n (lW:td t~v "to6r¡olv): en el primer caso, lo ante- ,h r,. antetioridad según el conocimiento: ArlSt6teles nunca dlCe: que
rior es lo universnl, y en el segundo lo individual. Por último, el ter- "" se aplique a la filosoffa primera, y, siendo éste: el sentido d~ la
cer tipo de anterioridad es la anterioridad según la naturaleza y la nl'l't:sión ruando se la utiliza en términos absolutos (áJ:).<U~).
esencia: en este sentido se llaman anteriores «todas las cosas que 1'" h:1Y duda de: que' In filosoffa primera es, para Arist6teles! a~tetlor
• h física en el orden del conocimiento como en el de la digOldad o
l:~:s=:~d=~~~::Ial:,s¡;:a~~~:;;1: =~ ""110 «según la natutlllez:\ y la esencia», .
Asf pues, la a.lterioridad se aplia a la fUosoffa ptlmera en lodos
Plat6n»·. Este es, añade Arislóteles, el sentido fundamental de l.
anrerioridad, puesto que: los otros dos pueden reducirse. él '. La '~lS sentidos... y DO vemos que Aristóteles 5(' ~ay. p~pado nuoca
exposición del libro !J. omite, es cieno, un cuano sentido, señalado
en la e:xposición paralela (y probablemente más antigua) de las (At~
!::~)~::~q:~~lZi= :ck:1: VS:~:==::-
gori4J: aquel según el rual anurior designa «lo mejor y más estima- luiten • aquel que, según las Categoría~, e:ro -primero y fund~
ble». «En el lenguaje corriente, se dice que: están fmUs que: los de- 1.•1», y que el libro !J. sólo parece omitir porq~ ~uha obvIo. en
m:is los hombres a quien se estima y quiere más,» Pero «ése es -aña- nuntO se habla de: un IInlts y un dupllb: la antenondad cronol6gic:a.
de Arist6teles- el más indirecto de todos los sentidos de antuior»·, y en c:feclO, ¿qué puede: ser el orden del conocimiento, sino UI1ll re-
Podría sorprendernos no hallar en esta e:numeración la anterioridad 1:lci6n de sucesi6n? Lo ante:rior según el razonamie:nto es aquello e:n
cronológica: en la e:xpansi6n de las Caugorias, se la presentaba como que éste e:ncuentra d puntO de partida más seguro: lo u~ve:~; lo
..el sentido primero y fundamental»; en la del libro A de: la Af~tafí· :Interior según la sensación es 10 que ésta enruentra al prinCipIO, es
siea, aparece sólo como un caso partirular de la anterioridad según decir lo individual. Es cierto que Aristótdes opone: reiteradamente la
la posici6n. lInlerioridad cronológica (Xp6v,+,) y la anterioridad l6gica (Ulql):
¿En qué medida esos distintos sentidos $e aplican a la filosofía y nsí d ángulo agudo es cronológicamente nnte:rior al ángulo recto,
primera? La anteriotidad según la posición tiene aquí escaso interés, puesto que: es generado anles que él, pero le es 16gicamente poste.
pues tooo depende: de: la elecci6n y definici6n del punto de: re(e:rc:n.
cia: si su elecci6n es arbitraria, rualquie'r rosa puede ser llamada,
:~~~.up:~q~~ ::ti~i~i~ed:~u~::g~ddef~d~;¡oán::~~
según los cnsos, anlerior o poste:rior; si es conforme a l. naturaleza,
la anlerioridad según la posición se identifica con la anferioridad se- ~ ~;,.~=.: ~~-tv;':~~~t:=~
J .6., ti, 1018 ¡, 9

C~t.J~~~:~~~:FES:~~EE·rF
la.

=
ñanu no o:scria de P1alón, Cfr. rttierllemcnl~ H. J. KAAIIlEa, Ikr Ursprr..,c
J" Gristm~Upb,sa, Amstadam, 19.5-4, pp. 24, 106.
, lbUl., 1019.12
• C"'~~. 12, 14 ¡, 7.
tealidId = ".uúltima espresi6n, 11 pdabn <>6i.. DO

::~«nioo~:-ser~~allII:~~=~:-~:.es~
esd cmplcoda =
al praenw aquí la ..t..l.. como antmo. X«Ui .....,..• mi old<ro (t019 " 2-3). En

ralldJd de si&nifiadones (o uttg;orW), 00 rnulu ¡"vti¡ precisar que la ot.oI..


es la primtr" de dichassi¡Jlif~dd ser (dr, Z, 1, 1028.29 D.).
,
,
E. 1, 1026" 21.
M, 8, 1084 b 2·19.
el

48 49
_ntes de dc:fi.nit el agudo, mientras que se conmuye el Ú1gU10 agu- .Ir la ~6n: principio que se enuncia y se aplica, sobre todo,
do -.nJes que el reao? La anterioridad l6gica es tambi6t ~a anterio-
:::/:~a:s0= f;oJ~&:C:: r:~~~~::, lia a:eí~o~=
,.lIf ,klndc la considuación de la causa final es predominanre, es de-
ridad temporal: 1610 que e! tiempo de la definición lógica no ~ el
de la construcción geoméuica. Si 5Ólo a este último llama Xrwo~
Arist6teles, es que el tiempo se define por relación a Ja génesIs de .1 :f<lllool6gicamente, la matuia y la generaci6n son necesariamente:
las cosas y, más en general, al movimiento del universo, pues es su 'llllniures; pero 16gicamente('t1¡l ),,0Tt¡l)lo son la esencia y la forma de
medida l0. Por mucho que el tiempo del razonar humano se esfuerce "lila lusa; esto resulta evidente si se formllla la definici6n ('to~ ),,6To~)
por recorrer al revés el tiempo de la génesis, sigue en pie ~ue sólo ,1,· 1:1 generación: y asi la definición de la construcd6n de la casa
por respecto a este último puede aparecer el primero como m~erso, '1I1'''1lC la definición de la casa, pero la definición de la casa no su-
y, tIÚJ aún, tal inversión se produce ella misma d~nJr,! J~ un tiempo l"me la de la constrocci6n.. 11. Pero "to, ¿qut: es sino decir que se
que no es sino el de las cosas. Asimismo, cuando Arist6teles afirma '~'(;ne la casa antes de definir la consuucciÓD, mientras que es preci-
que ...10 que es postnro en el orden del análisis es primero en el ~­ "", lvnstruir la casa _ntes de verla completa?
den de la génesis.. u, quiere decir que la investigaci6n te6rica. y prác- I.)e cualquier m:me:ra que abordemos el problema, la anteriori-
tica del hombre u reproduce, pero en sentido inverso, el desarrollo .1.1.[ resulta depender del modo de consideraci6n~ es decir,. de! ~
espontáneo del ~osmos: ello no impide que esa marcha atris se reo>- .1,' conocimiento. El mismo primado de la esencIa no es SlJ10 el pn-
nozca y se mida en un tiempo que es el número del. movimiento ",:1,10 de la consideración de la esencia: prioridad que no es arbitraria,
natural. Mediante el conocimiento no nos libramos del tiempo; me- ° '.ill" que expresa la obligación que tiene el discurso racional ~e e";-
jor dicho, sólo, en cierto modo, nos libramos de él delltro del tie~po. I"zar por la esencia si quiere saber de qut: habla; en este senudo asI-
En cuanto a la anterioridad _según Ja naturaleza y la esenCia-., mila Aristóteles con frecuencia la anterioridad esencial y la anterio-
no es otra cosa que el orden de La causalidad, el cual supone, por !o I¡,b(l según el razonar \),,01"), caso particular de la anterioridad
mel'lO$ a titulo de esquema, La sucesi6n en el ri~po. Geno. que ·.q:ún el conocimiento. Pero el orden del conocimiento, acto humano
wnbién aqui depende todo del modo como lo consideJ::amos: SI nos 'lIte se desarrolla en el tiempo, es él mismo un orden CTOnol6gU:o. Si
fijamos en La causalidad .eficiente o en la IllI:terial, el ~empo -es:eo- ,ullbas órden" son OPlle$tos a veces, es porque el conocimiento hu-
cial,. coincidari con el tiempo de la geneNCl6n; lo mwno ocumni, mano puede. y quizá incluso J~k, remontar el curso natural de las
en cieno sentido, si tomamos en consideraci6n la cau~dad f~nn.al: m;l!S, por respecto al cual se define el tiempo del físico o, lo que es
la anterioridad lógica del sujeto ~spectO de sus atrtbut~ COlIlClde 'l'luí 10 mismo, el del filósofo. Por mucho que queramos evacuar del
con la prioridad causal de la eseneta respecto de sus propIedades, y Iil:mpo la noci6n de anterioridad, reduciéndola a un orclen puramen-
del sustrato respecto a sus determirulciones JI. Mas para quien con- 11: .. lógico. o inteligible, no escaparemos a la necesidad que obliga al
temple la causalidad final el tiemp? de la esencia. y la n~turaleza seni "spfritu humano a desarrollar en el tiempo los términos de una succ-
la inversa del tiempo de la gt:neSls: _Lo posterior segun la genera- .<i6n. Más aún: no hay orden que no sea temporal, no hay primero 'J
ci6n es anterior según la naturaleza,. 1< o bien csegún la esencia,. 15,10
que quiere decir que lo perfecto es anterior a 10 ifi.1perfecto en el :g~~~:o:' ~~eSl:;nÓm:~i::J:;l~~:~ ...~~:~: telt i :
orden de la esencia y la naturaleza, pero le es postttlor en el orden miento según e! antes y el después.. 11. El tiempo es aque:1.lo en cuya
virtud hav _ntes y despult. Y aun cuando el conocimiento inmna
" Ch. Fls., IV, 11,219 b 1. (,1 antes i el Jespuh de las cosas, tal inversión seguirá pnxiuciéodose
II Etb. NU:01If., IIl,', 1112" D. ,lentro del tiempo, que es el número del movimiento natural.
Il La pili.brt aw>~ <bi&na, en efecto, tanlO '!' bmqueda ~iv. de
los medios. parlir del fin como d~ ~ causas. patUt de ~ efectOS; Es po-
5ible que Arisl6telet conociel'll el senudo malem~tj.co de diCho t6muno que,
.telItiguado por FILODEIolO (Acad. [>Id., 17), sen! erlllldo en mt':(odo por Papp~5
u La esencia (obola) es.llom.dI .nt~.¡or ~5Cgún 1. n~rnra1eu. y la esenoa_
desde el triple punlO de VllII de 1. eflCIeDCIl, la malena. l' la fOmll: A, 11,
1019 • ,. No es, pues, extraño que, en el aso de 1.0 esencia, anlerioridad
16fk. r anterioridad ~,.ol6tiu, lejoI de ~, ooincidon: Z, 1, 2028 •
)2,: lÁ, 8, 989 • .,.
IS M,2,lOn.l6.

'0
\ ord:~ d~¡'~~~~fe~~o:ry~t~:t:e~~~~ :;re~ias6ío r~~: de~~I: "11
,'11
poco tiempo sus progresos en filosofía han sobrepasado a los que
lns demás ciencias hayan podido realizar»:tI, Otro argumento: «el
,llarse en el tiempo, es evidente que todos los sentidos posibles de:
} la anterioridad primera se aplican sin discu5ión a la filosofía primera. l"'l"ho de que n todos los hombres les complazca habitar en ella
Indudablemente primera en valor, así como en el orden de la esen- pi Jl:rivr,,~ 9').1l;r:llJp~h a\l"ti;¡)ll y deseen consagrarse a ella tras haberse
cia, es asimismo cronol6gicamente anterior a las ciencias llamadas se- despedido de tooos sus otros ciudadllnos». Pero ésa no es sino la
gundas, y nada nos indica que Aristóteles haya deseado excluir este ""lIfirmaci6n, hist6rka y psicol6gica, de un optimismo basado en la
sentIdo, del cual él mismo ha dicho que era "primero y fundamen· 1"lluralezlI misma de la filosoHa y su objeto: «Lo anterior es siempre
tal» 1'. Descartes será menos inüel a cierta clase de pensamiento aris- 1llejor conocido que 10 posterior (de; Tap TYOJp'¡.t.rimpa ,a T:pó"t~pa "tWY
totélico de lo que él mismo supondrá, cuando, en el Prdacio de los ;",-ciPllJY) y lo mejor según la naturaleza es mejor conocido que 10
Principios, crea que invierte el orden tradicional del conocimiento I",,,r; pues la ciencia se reficre preferentemente a las cosas definidas
haciendo de la metafísica la raíz del árbol filosófico, o sea el comien- v ordenadas y a las causas mb bien que a los efectos»~. Vemos asl
zo absoluto del saber, del cual derivan, según ulla relación de deduc- ,~"mo ya coinciden, en su aplicaci6n al objeto de la filosofía, las múl-
ci6n, l6gica y temporal a la vez, la física y las ciencias aplicadas 20. lil,les significaciones que Aristóteles asignará más tarde a la anterio-
Para que la metafísica, ciencia de los «principios» y de las ",primeras ridad: según el tiempo, según la esencia, en el orden del conocimiento
causas», sea primera cronol6gicamente, se predsan dos condiciones, v 'Isimismo en la jerarqufa de los valores, Lo que importa observar
que Descarres enunciará de este modo: «Una, que (estos principios) ahora es que Aristóteles, en los comienzos de su carrera filos6fica,
sean tan claros y evidentes que el espíritu humano no pueda dudar r'rrc que el principio cs más cognoscible que aquello de lo mal es
. de su verdad cuando se aplica a considerarlos; otra, que de ellos de- principio, la causa más inmediatamente accesible que el efocto, y
penda el conocimiento de las demás cosas, de lal manera que puedan 'l;orolario que no desaprobaría Descartes- el alma más fácil de
ser conocidos sin ellas, pero no, recíprocamente, ellas sin ellos» 21. Olnocer que e! cuerpo: «Si el alma es mejor que e! cuerpo (y 10 es,
La segunda de dichas condiciones no hace sino explicitar la noci6n pucs pertenece más que él a la naturaleza de 10 que es principio)"', '
misma de principio, y coincide perfectamente cor¡ la definición aristo- v si existen artes y ciencias relativas al cuerpo, como la medicina y la
télica de la anterioridad según el conocimiento~: Pero si el principio Itimnasia .. " con mayor razón existirán una investigaci6n y un arte
es aquello de lo que depende el conocimiento de las demás cosas, y la rdativos al alma y a sus virtudes, y seremos capaces de adquirirlos,
redpl:OCa no es cierta, ¿de qué dependerá el conocimiento del prin- pllCS que 10 somos tocante a objetos que conllevan mayor ignoran-
cipio? Descartes -y a ello responde la primera condici6n- resol- ri'l y son más difíciles de conocer» TI, As( pues, si hay objetos que
verá la dificultad mediante la teoría de la evidencia, que instituye mnllevan ignorancia, hay otros que conllevan saber, en e! doble sen·
una relación de inmediatez entre el conocimiento humano y la clari· tido de que son fuentes de conocimiento 1lI y de que pertenece a su
dad de las verdades primeras: de este modo, la primada epistemoló-
gica puede coincidir con la ontol~gica, y la filosofía de los principios n A= de esta oposición entn: el ¡rrogreso titubeante de lu t6:nkas
puede ser a un tiempo el principIO de la filosofía, y 1". rápidos progtesrn; de la filo>üfla, cfr. parte I,capCrnlo I,cSet ehislOnu·,
:M Ro.. traduce: • lOe fae! that aIl men {cel at heme in philO!lOphy.
No parece que Aristóteles haya planteado el problema de Otro (¡"he Works 01 Aristotle t'~nsl~/ed into E"gli~h, XlI, p, 33).
modo, ni que, al menos en sus primeros escritos, lo haya resuelto de l'l Fr. ':1"2 Rose, ':1" Walzer (Y""'IlLlCO, P.otripliM, cap. 6).
manera muy distinta, En el Protréptico, desarrolla largamente el tema lo! 'Apx,~w<tro" tclp ~~ '1''''''' latí",
de la facilidad de la filosofía. La prueba de que «la adquisición de la v ... "",i tri>" ¡u~'~<; ~),aío,,« ~~l y;IDOClt X,,),n:UltlpUlV (fr. dudo, 1'. 61
sabiduría es más fáci.l que la de los demás bienes.. nos la suministra H"se).
13«Es mucho mIs n=ario tener conocimiento de las ClIUSas y los ele-
en primer lugar su historia: "Por mucho que los hombres hayan pro- ".'I1TN que de las cosas que de eUo. derivan; pues estas últimas no forman
digado sus esfuerzos en otras ramas de! saber, sigue siendo cierto que IWlern.IOIS ptineipios 8UpteltlO. ('t<iIv<Í"P'.'), y los ptim"toSprincipi",,(~dr,pWt~)
1I"..en de ella', ,ino que, al contrario, a partir de ellos y por e1105 es como
l' Caugor¡as, 12, 14 a 26. 1<~lo lo demás manifiestamente re produc<: y constituye. Y ad, si el fuellO, el
:lO ADA¡,¡.TANNER~, t. IX, n, p. 14 "i"', el número o alguna otra naturaleza son eausas de las demás cosas, y
21 ¡bid.,p,l, l,rirneras por respecto a ellas, n05 es imposible eonocer cualquier otra cosa
Zl «Las cons mejo~ cognoscibles son los ptincipios(td.pür:a)y las caus..., "i los ignoramo..· Obid., p. 61 Rose). As! pues, no re ttata sólo, como en

I~lot)~ :aral~:r:'a~eq~~OSb e~r~~~Ii~=: (A~si,~~ 1. e~ no


Descartes, de una deducción de verdades, sino ciertamente de una relaciÓD
ole producción; o, meior dicho, la deducción, para Arist6teles, no hace sino
reproducit el proceso nmmo por el que lu CO$U son produddas.

53
naturaleza el ser conocidos inmediatamente. A fin de que la H1osofia ,~. ,,,.l:l.S las cosas- Jl, ni, por lo tanlO, por qué medios podda ser ad-
de las cosas primeras sea a la vez primera en el oroen del conoci- 'l"iri.b, aunque fuese en una vida anterior. ¿Se: diri acaso -y a.s1
miento, AristÓteles es inducido a Irlll$poner en las cosas una especie I"<ro ....'\: que debe entenderse el mito platónico- que la ciencia de
de sllb" t!n rl, de saber objetivo, que asegure la coinci<kncia perfecta 1,"I;I~ las cosas DOS es, de alguna manera, «connatural. 3< ? Pero tal
de: la rl1tio cognosCt!ndi y la ralio nu"di. Lo más importante es al ,.,,~ktcr innalo sc:da entonCeS tan 561 olatente, y «seria extraño que
mismo tiempo lo mú cognosc."le; lo mú útil es a la vez Jo mú fkil. I" ....-y&mos,!>in saberlo, la mú alta de\1as ciencia.s. (T7¡v IlflCltiO'nT"
El tema aparentemente optimista de la IlIrilidlU! dt! la liloso#1I no ""VlIl:ICJTlJI1Ül,,)15.
hace sino traducir la exigencia mínima propia de toda filosofía: si la Este pasaje de la Metafískll, que apunta evidentemenle a la
mosofra es la ciencia de los primeros principios y si los primeros prin- ¡,,,tÍ:! de la reminiscencia, se aclara con un teXlo de los Segundos
cipios son aquello en cuya virtud existe todo y todo es conocido, es ,lnlllíticos, donde Aristóteles critica una teorla según la cual nuestra
preciso que los primeros principios sean conocidos de manea inme- ,li~l'osici6n (lEI~) a conocer los principios no lerla adquirida, sino
diata, si se quiere que las demás cosas lo sean. El fü6sofo que refle- inll:lln y en principio latente (1o:·,Od"~IV): «Tal cosa es absurda --dice
xinna acerc~ de la esencia de la filosofía no tiene opción: o la lilosolía Aristóteles-, pues de aM resulta que, poseyendo conocimientos mh
t!S lácil, o er imposible; o la filosoffa es primera, tanto en el tiempo "XlIctos que la demostración, sin embargo los ignoramos» JI. Dicho
como en importancia, o no existe. .r,· otro modo: ¿cómo podrla ser conocido confusamente el principio
El tema aparece tan poco aisladamente en la obra de Aristóteles, lUi~lno, que es aquello en cuya virtud es conoce todo lo demás?
que inspira nada menos que toda la concepción del saber implicada I( :.'omo poe!rfa ser oscuro aquello que \o aclara todo? Volvemos a
en los Segundos Amslíticos, patente desde la primera frase de dicho '·IIt."Ofl.traI' aqulla idea de una cosgnoscibilidad t!n si, ligada a la eaen-
tratado: «toda ell$eibnza dada o r«ibida par vía de razonamiento da misma dd principio, y que parece dedarada a priori, al margen
procede ek un conocimiento preexistente. -. Reeonoccmos ahí -y ..... roda referencia al conocimiento humano. Lo que en Desearles seri
Aristótdes mismos nos lo recuerda:ll_ la aporla que Menón oponfa "ivido bajo la fortrnl de la evidencia, aparece primero en Aristóteles
a Sócrates: DO podemos aprender ni lo que sabemos, pues ento!lCel ,urna una exigencia l6giell: lO! principiO! tienen que sc:r claros y dis-
ya lo sabemos, ni lo que DO sabemos, pues entonces ignoramos qué lintos, si se quiere que sean principios. La ciencia de los principios
es: lo que hay que aprender. Al respoodc:r a dicho ar,umento -¿real- ....-he ser la mejor conocida, es decir, la primera en el orden del saber,
mente tan ccapcioso. JI?_ mediante la teoría de la reminiscencia, ~i se quiere que sea tal ciencia de los principios.
Sócrates le daba de: hecho la razón a Menón: ~to que 10 dificil es La filosofla primera de Aristóteles es, pues, «anterion por la
el comienzo del saber, habrá que admitir que el saber no ha comen- misma razón que habia llevado a Plat6n a proyectar sobre una vida
U1do nunca, sino que estaba ahi ya en su totalidad: «puestO que el ,,,,ferior el conocimiento de las verdades primeras. Pero AristÓteles
alma es inmortal y ha vivido muchas vidas, y ha visto todo lo que 110 queda satisfecho con una anterioridad mítica. El conocimiento
sucede aqui y en el Hades, no hay "ada que "O haya aprendido... v<:tdadcro se desarrolla, pata él, según un orden que no es sólo lógico,
Como en la naturaleza todo se mantiene y el alma lo ha aprendido ::ino cronológico: ninguna demostraci6n es posible si no presupone
toJo, nada impide que al acordarse de una sola cosa -eso que los b verdad de sus premisa.s. 1.0 propio del silogismo es apoyarse en '
hombres llaman aprender- vuelva a encontrar por si sola toJas las "M verdad precedente, y Aristóteles silúa la inevitable imperfección
at!más. D. A fin de resolver las dificultades suscitadas por el orden
del conocimiento, PlatOO negaba que el conocimiento tuviera (litO
orden que DO fuese el circular: el conocimienlo, o es total de: entra-
;7 v~:l;t:~a:=om:~fm:a:a e:u~~ ~e~~cr::l~ :i~
dOllO, que más tarde le dirigirán los Esdpticos. Pero en tal caso, si
da o no existe. b demostración es algo ya comenzado siempre, no habr:l: demostra-
Aristóteles no podfa quMar ~tisfeeho con esa respuesta. Si toda "¡t~n po5ible del comienzo mi5mo: las premisas del primer silogismo
ciencia se aprende: por medio de conocimienlos anteriores, DO se ve
qué es lo que podrfa ser anlerior a esa ciencia total, a esa «ciencia ~992b 29. Akjandro absetn 000 putinmeiaquela.ame¡., do::
tndu _ oosas- 1610 s-de ser la ..00:»0& do:: 101 prillCipio$ do:: todas las 00-

- AMI'. Post., J, 1.71.1.


~= ¡;;Uw: ~Piol, & lela ~ Ji lec:aoocal_

JI 71.29.
JI Me"6,,.81 tI.. : r:~}(':t·2~)·
D M~nlm, 81, (ti. (tr'Sd. CHUI8U). JI AMI'. Post., 1I,1'. 99 h 27.

"
ser'n .primeras e indemostrables.. D. Aristóteles insiste en lo que indemostrado de la demostración 42. Pero entonces, ¿cómo puede,
hay, a la vez, de paradójico y de inevitable en esa doble exigencia: las ClIptarse el principio? Si, puesto que es la base de todo conocimiento,
premisas son primeras, lIunque indemostrables; pero son también debe ser mejor conocido que aquello que él permite conocer, y si, con
primeras porque son indemostrables, «pues de otro modo no podría todo, no es objeto de ciencia, pues toda cienóa demuestra a partir
conocérselas, a falta de su demostración.. JI. Y precisa Aristóteles en de principios previamente conocidos, no habr' m~s remedio que ad-
qué sentido debe entenderse esa primada de las premisas: .Deben mitir una modalidad de conocimiento distinta de la óencia y supe-
ser causas de la conchuiÓll, meiar conocidas que ella y anteriores a rior I ella: «Si no poseemos, fuera de la ciencia, ningún Otro gl!:nero
ella: causas, pues no tenemos ciencia de una cosa hasta el momento de conocimiento, en último tl!:rmino (Uíx€"tllt) el comi~ de la cien-
en que COllOCemOl su causa; anteriores, puC'Sto que son causas; (lnte· cia.seri la intuici6n. u .
J ri.0r~l tllmbib, desde .el punto de visttl del conocimiento.. JI. La ante· QuiJo.á no sea una casualidad que el problema del comienzo sea
1 rlo?dad de las premlW .sed, pues, lógica, cronológica y epistemo- planteado en el último capítulo de los Segundos AJ,alíticos, y que
lógica a la vez: al menos es preciso que esos tres órdenes coincidan sea resueltO mediante un proceso de pensamiento regresivo. Presen-
si se quiere que sea posible la delDOStraciÓll, o se:aJa cirncia. Nos ha- limos en este punto que el orden de la investigación efectiva no es el
llamos aquf muy lejos de esa «inversión entre el orden del conoci- del conocimiento ideal, y que la teoría del silogismo no se hace con
miento y el orden del .ser.. en la que Brunschvicg verá d postulado silogismos. Aristóteles ha descrito el saber como deducción; pero
fundamental del realismo ariuot8.ico C1. r.. idrll del cooocimiento toda deducción a partir de alguna cosa que, en última instanca, nO
impliCll, al contrario, que su orden seliI el mismo que el del ser: que es deducida: si todo saber es deductivo, ¿será preciso admitir que el
lo ontOlógicamente primero seliI también cpistcmológicamente ante- saber toma su origen del no-saber, destrn)'éndose de tal suerte a si
rior. Si la natur:aleu parea: «silogizan, es porque d silogismo no propio? Sólo podremos sustraemos a esa consecuencia admitiendo
una modalidad de saber superior a la ciencia misma, y que es la intui·
hace mb que expresar el modo en que las rosas se producen: toda la ,16n. No hay otra sa1lda, y eso es lo que Aristóteles apresa en dos
teorla de la demostración y de la ciencia en las AmUitic(ls supone esa
oeasiones con el verbo Mi~t: .En último término -escribe una
coincidencia entre d movimiento según el cual progresa el conoci·
vez mb en la Elicll .. NicómlUo- seri la intuición la que capte los
miento y aquel según el cual son engendradas las cosas 41.
principios...., Nos hallamos aquf lejos del proc:eso conquistador de
No será extraño, pues, que el problema del comi~ se plantee un Descartes, que se instala de entrada en la evidencia de 11.$ naturl-
en tl!:rmil'los similares cuando se trata del conocimiento y del movi·
lezas simples, para deducir las infinitas verdades que de dlas se des-
miento. Tanto en un caso como en otro, b imposibilidad de una prenden. Arisróleles, al final de su amlisis regresivo de las condicio-
regresión al infinito obliga a establecer un tmullo absolutamente nes del saber, m's bien que aportamos la experiencia de la inluici6n,
primero: de una parte, una Cllusa inc::auOOa, que es el Primer MOIor lo que haa: es perfilar ~tivamente su idea. La intuición no es
inmóvil; de la otra, una premisa no deducida, que es el principio sino el corrdato cognitivo del principio, su manera de ser conocido:

42 Ea ClhlClerf,tico lJU" ~,en los SrKIl"Jor ANIlltkor, 1Ique


• dar esta driillici6n purllTIf:f\te: rqati..... del principio: .Entiendo por prind-
pio, &mIro de cadA gm.ro, .lJU"Ull v=bd.,. cuya o::DSlmcia a impolibk
~ (1, 10,76 .. 31). Con f6rmulas de ese tenor, ArillÓlda no quiere
cxprc:aar titilO la uucendencia del principio rnmo la impotencia del discul'3O
rac:íonlI humano. Hata d nmplatonismo, la ncpci6n no n:mitiri • l. lru-
cmdmcUo e inefable del principio, convini6w:losc ..1, plud6jiamell1e, en
medillCión, vfa de llCCCSll .1 UIIO. En Amt6fela, l. l>CJt;lCión no CI mi, que:
n~: en ate punto, mé que en otro ~IIO, romricne pl'«llVttJe rontra
interptWlCÍOnet ~tnnpcctivas, demlfi.ldo. menudo IICrcdilac\as entre loa co-
mcntuisw ¡riep, , Klbrc todo cn[~ los CSCOU,IÍOOS. V~ • ate rapecto
II J>:lrte, up. n, § 4 (El Jimmo sobre rl rrr).
<J Ana/. Post., Ir, 19, tOO b O .
.. El. Ni(., VI, 6, 1141116:1..o"':r,"",""¡;""¡""""{<;'v~p1.';'v. El verbol.ri:l!t1:o,
introduce. menudo, en AriSl6tel.,., lo que podrlamos llamar un. txpfiCIIC¡6n
Veremoa que este género de cxplicac:i6n a pa.tkulatmente frecuente
rtJidllll/.
cuando se ttltl devO"' o de Dios. Cfr. Gen. anim., 11,3,736 b 27.

,. "
es aquello sin lo cual el principio no puede conocerse, ~n el tlJSO de ,Id hombre no contentarse con investigar el gl!nero de ciencia que
qu~ Ud tognoscibk Ahora bien: nada nos dice que sea cognoscible le es propio» (t~V 1ta;6'a;·:n¿v EXlO't'i¡llllV)n.
de hecho. ' Igualmente, al final de la Etitd a Niromato, tras haber descrito
Nada nos dice tampoco que la filosoUa primera sea humanamente 1.. que seria una vida perfectamente contemplativa, se preguntará si
posible. En el segundo capitulo del libro A de la M~tafisita, Arist6. >luna vida semejante no se halla por encima de la condici6n humana
teles describe las condiciones de esa ciencia, llamada sabiJurla, que (ltpaÍ't't"wv i¡ )((H'4vllpwuv) ..., y respondern que el hombn:, si acep-
se refiere a las primens causas y 105 primeros principios. DIlO de 1.1 ese gl!nero de vida, la vivirá «no en cuanto hombre, sino en
sus t:l.rncleres es la exactitud, que no es sino olra denominación de manto que hay en l!1 algo divino... 51. En caso que hay de .divino en
la claridild de su objeto os; consiguientemente. afirmar que «las cien- l" hombre... 00 nos extrañará volver a encontrar aquel «principio del
cias más exacw son las que son más ciencia de los principios... '" vie- principio... que los S~gundos AnaJítitos!ll consideraban superior a la
ne a ser como recordar que los principios y las causas son .10 más dencia humana: .Si la intuición (V(i¡~) es 10 divino por respecto all
cognoscible que hay... {Ild,IOta blo'::'IlTá)". La sabiduría, romo llOmbre, la vida conforme a la intuición será una vida divina por
ciencia de lo más COWlOSCible, deberla ser entonces, de entre todas tCSpecto a la vida humana... 56.
las ciencias, la mú hlcilmente aCCl';$íble. Pero de hecho no sucede: Se ha dado generalmente una interpn:taci6n optimista 11 esos pa.
así, y Aristóteles, sin aclarar esta aparente contradicci6n, define al ¡t,1je de l. Etica a Nit6mlJtQ: el hombre serta un ser capu de ir
sabio algunas lineas más ambla como «aquel que es capaz de ~ mAs aUi de su propia condición y participar de 10 divino. Pero con
Ctt las cosas diffciles y penosamenle C'OgnoScibles por el hombre ¡~'UaI legitimidad polMa concluirse de ellos que la vida contempla.
('td lal.Ud.•••ltlIi Ili¡ pq.~Gl ofoAIptOXIO T'l"tim:flV).. -. Si recordamos que, tiva no es la propiamente humana. y que tI hombr~, tn tuilnto
en el Protriptko, la adquisiciÓD de la ~bidurla, por comparaciÓD bombrt, C4rttt J~ intuici6n inUkttuaI. Ciertamente, Arist6teles, un
con la de los demás bienes, UlI presentada como mucho mis ficiI poco m:!:s adelante, presenta la vida contemplativa como la mis ade-
(xo"+ pian¡) -, no podremos dejar de preguntarnos por las f1tZ()o cuada 11 hombre, «siendo en ella donde se manifiesta en mis I1ta
nes de semejante inversi6n de pros y contras, que convierte la cien- r.rado la humanidad» (1:%Ef1 't"oiTto p.d).¿~ Mpcu%o~)". Pero la ron·
cia mú acoesible en el tl!rmino de la marcha mis laboriosa. El propio lradieci6n, resaltada en particular por Rodier s, entre esas dos se·
Ariuóleles. a decir verdad, nos proporciona, en el mimlO capítulo ries de pasajes, lCI50 sea sólo aparente: una cou es la tstntid del
dd libro A, un elemento indirecto de respuesla: la sabiduría, nos hombre, y otra su conditi6n; y la intuición, cuya idea tenemos, cuya
dice, es la mú libre de 1M ciencias, esto es, la única que es fm para s{ runción como condición de posibilidad de la sabidurta discernimos,
misma; ahon bien, .Ia naturalaa del hombn: es esclava de tantos me> y en la cual situamos. mediante una especie de paso a1l1mile. la esc:n-
don que «con razón podóa considerarse 00 humana (oux dvllpOl%1Vll) cia mdJCimd (p.d:).¿:TrGl) del hombn:, tal vez DOS sea rehuuda J~ Mcho.
la. posesión de la ubidurt.., y que, en opresi6n de Sim6nides, «sólo EntonCeS, lo que signifiarian esos lenos de la EJica 4 Nit6mllCO es
Dios podría delentar ~ privilegio! 'l. Si !:$ cierto, como diO!n los que las limitaciones de:! bombre, y en especial de sus facultades cog-
poc;ras, que «la DiviñiáaCl es-por naturaleza capaz de envidia», nunca noscilivas, DO son tanto n~glJtiolles como privlJtiones; significartan
meJOr que en el caso de la liJosoUa tendrfa ocasión de manifestarse que el hombre de hecho se re.mite al hombre de derecho, y que la
ese rasgo. Tal ciencia es divina, en efecto, en dos sentidos: ciencia verdad del hombre fenoménico debe buscarse, no en su condición
de las cosas divinas, pero también «ciencia cuya posesi6n serla lo efectiva, sioo en la esencia del hombn: en si, extrañamente emparen·
m~ di.gno de Dios», o .1 menos -corri~e Arist6leles-, ciencia que
.pnnapalmente le pertenec:erfa poseer a DioSJlo 51. Sin duda, Arist6teles XI"IU .1 ooru6n tk Jo,: dioses.. (F~dro, 247 .l: cfr. Ti",es. 29 •. TI! USe.

relega al mundo de la ficción pol!tica la hipótesis de un Dios envidio- ocri inYllCad•• menuOO como una opero: de Iforismo por los IllfOm1 de la
r~ M<:di•• Cir. Guillermo [lE AUVEllGNE. ~ UIIMrM, l. Ik ClI[l. 9,
so:ll. Pero sigue siendo cierto que, por un momento, considera. «indigno l. 1, p. 817 ., Au,d¿'t, 1674): dnvid¡. el .varitia S\lnt in ullimUt donp-
4S Sobre la linonimia de 1itpI~ y de oa~ eh T6picos JI 4 111 .8. lionls. CrealOro.
: ~~"b~'. 2,892.21. .., , , 5:1 Mtt., A, 2. 982 b}1.
~ El. Nic., X, 7.1177 b 26!1S.
41 982.10. S5 Anal. POSI., 11. 19, 100 b 1'.
un b JO.
: ~~~ !'9~~8!'b6~~k.17.
56 El. Nk., X, 7,
$1 Ibúl.,1I7S.7.
» Nolts Su, k /í"'t X d~ I'Eth. Nk., p. 119, n. 2 (dr. ISllllismo IUI
5.1 EIlI hiPÓlUil hlbla lido ya rechazada por Platón: «La envidi. DO se /iludes Jt.pbUosopbit ¡,ttqu~, p. 214).
tada con lo divino: asf se justificaría la envidia de Jos dioses, y ha. más divino, y el conocimiento de las cosas que nos atafien sería

:s:
bría q~c entender emon~. como un dn(lj1o la pretes.i6n, expresada
J~bi: s~b1du~:"~~taJlSlC"" de compartir con la divinidad la pose-
. Fácil d~ dN'~,ho, la sabiduri.l, en seguida denominada filosoífa
¡>ara ella un cambio peyorativo/ool. En contrapartida, Arist6teles se
lUoslranl muy sensible al aspecto inverso de la paradoja: ¿cómo es
posible que la ciencia mis exacta e, o sea la ciencia de lo más patente
{'f"%"lph)", nos resulte la más oculta? ¿C6mo lo mis cogooscible en
p~l(nera, es entre ~odas las ciencias la más difícil de Mcho. Mejor si es lo menos cognoscible para nosotros? Q.
dicho: hay ~a sabiduría más que humana, que es teóricamente Ucil, A esla aporfa algunos tatos plat6nicos podl"an proporcionar cier-
ya que su objeto. es el más claro y exacto de todos, y hay una filosoff... ta respuesta. Si bien la 1m del sol es la que hace posible toda visi6n",
humana, demasiado humana, que, moviéndose inicialmente en el produce en principio el efecto inverso, deslumbrando al que sale de
plano de. n~~tras cosas ,,?[i~anas, DO puede mlnlener con los pri- la 05CUridad "': entre la maravillosa claridad de las verdades inteli-
meros pnnaplOS esa relaa6n IOmedi.ata de evidencia que Arist6teles gibles y su percepci6n por la mirada humana, se intupondría ese
designa con la palabra ~ Esa distorsi6n, esa distancia que se re- fallo temporal que impide a la vista n:conoa:r su verdadero objeto.
conoce haber entre un conocimiento en sí y un conocimienlo I""Til Aristóteles reasumirá tal explicaci6n en un lato del libro <1, nos \UC
. 1Iosotros,. n';"' era cosa nueva: el viejo Parménides la había ya usado parece testimoniar una fase aún plat6nica de su pensamiento . Ale-
como ob¡ea6n contra Sócrales en e1 diálogo plat6nico que lleva su
~::: d~e¡:;a:j¡q~bC::iJe~:~bdela~e':d:~i~l~cií:
::~~~n~sd~~¡b7lld~~~~~~~~~~~1~: :t:t: :::L.~
lida~es mejor cognoscibles en 51, ¿no son de ha;:ho las menos cag_
un sentido y fkil en otro. 11. De ese doble aspectO ofrece una expli.
caci6n, fundada en la naturaleza del error, que aqur no nos intere-
n?KJb!es ~:lta nOSOlros, .por DO decir completamente incognoscibles? sa 72. Pero nos da además otra, consistente en distinguir dos clases de
SI la Clenaa es una re1aa6n, y los t~rminos correlalivos son necesaria. dificultades: una CU)'a causa está en las cosas (h 'toi~ 7:pdlflaeL~),
mente. homog~neos, no habrá ciencb p(lril nosotros de las cosas en si, y otra cuya causa está en nosotros \iv f¡fl¡~I, .La dificultad de la

~.:II~l~:~i~~o e~u~í ~!. Si~~v~u~e a~fu:~ao P:th~e:~en~k: :eSC~dv: mosocra seria de esta última clase: no reside en lB oscuridad de su
objeto, sino en la debilidad de la visión humana. En efecto: as! como
eton.a ~n el h0l"?bre., y las Ideas con las Ideas, igualmente la Idea de los ojos de los murci~lagos quedan cegados por la luz del día, lo
la Cle~cul será CIenCia de la Verdad en sí, y la ciencia que nos atañe mismo ocurre con la intuici6n de nuestra almll respecto a las cosas
(:a:(lP.'1jflt~) será ciencia de la verdad que !lOS atañe fIl. El viejo Par- más evidentes por naturaleza ('td 'tfI fÜ"ll f(l~l1:(im,{t"r.l l::dY'tw~)1l.
mémdes obtenía de este análisis la paradójica conclusi6n de que Dios
no puede conocer las cosas que nos atañen 11). En cuanto a AristÓte- /ool M~l., A,9, 1074 b V 5lI.
les, ~ conformará de bul!O grado con esa aparente impotencia: es ~ Tr¡~ ir.pI¡lcndn¡v Inw.,.r,v.
P.mtl., 134 c.
proPiO de la naturak:z:a de la inteligencia etivina e1 conocer sólo lo t6 Top.,n, 4, 111 • 8.
Q Sehal.laridenue\'Olamisrnapnadojaenclusoltamiano.xltámino
~l. Nk., X, 7, 1177 b 31: .No lIIy qor: escuchar • quimea llOI fWw.mw, en el Klltido .x que .Jo i"l~itibk, es decir, el propio objeto de
nues!nl ioleligencúo, es precisamente (pua Kanl) lo qlJl: eK:apa • lodo es-
aconsoe¡an que, por ser hombres, 1610 dcbemaa lener pcnsamicolOl humanoa
1, por ser morWea, sólo ~saaili:n10l monalc:s. amo que dcbemaa en lo pea.: fuerzo de nuesltll inlcli&oncia por asido- (1.AcHeuu., .sur le lCIllI kantim.
de nÍIoD_. al ~ VOC6brJm~ de .....1A.'<DE, VOl .aRaaón_, , .. rd., p. 861).
ble ~ inmortaks (1,'Gen ¡"Uxc_ ~!U~)_. Aristó~ comIMte
uI abiatalDenle un ecrúpulo apraado. mmudo por Jo:. vie¡oa. aro &1-
CAUlO, 23 B Dids: hrt.oi1J'i¡u..IhcrW.,06.~tli->~~ (dudo
: ~t ,TI' l!i':6 b~.
1& aro IDÚ adelante, ClIpltuJo .Ser e haloriu. p. n, D. 20.

~""~~.~·'J\'~~f:;ll~.b¿:'~;3~,"'ll~;;,S:~lAk;;ii;o~f=~ 13 Mtl., 4, 1,9513.30.


72 al. ClIp. .ser e hislori&». pp. 75-76.
llli.x la iI;"~ del J~u/ío annotBico =ortbooo ~'una llrrl~ ~Iar n 4, 1. 993 b &-9. La metMOtll del JtslMflIbr_i~"lo volveri • ter em.
le IIIbla sido Imputada. Sócnles «IIDO un aimCIl. aro J. MOUAU, L'blt Ju pJe.da por TaoFaASTo (M~I .• 8, 9 b 12). pero en un OOOlttlO basWlle dife-
:r~~~~,~/=~~m~2-~'~::::;bis~~ n:nte; te !nI1• .x Jaber d6o<Ie dd>e .xleoene la invati¡aci6n 4SUIUk"le de
las ClIUSU: .Cuando pasamos • las re:oIidades mismas SUpr(mU J primeras
~ CwiJo, 349 c-440b. «... "/"l,...; >:pWUl). ya 00 IOrn3lIClIplI= derorlliolUlr. bienporquc no tienen
~-ausa, bien en l'I<lIÓrt .x la impolmci.a de nuesltll minda par. ooolemplar, por
" PilmtbliJu, 133 ed.
decir, esas briltanlet, U.. ri¡~ ~""lip"'" dalli.... ,"'" "='p >:~ 'tli 'l""u,.o= ~lbll"'.
Il:
11)
l34il.
134 J~. No le tt'lta, como te ve, de explicar la dificultad "t INcoo de la mosofü,

60 61
La metáfora del deslumbramiento sirve aquí para disipar una para-
~Oj~á¡U~ ~~i~J~,dha~~a~I:raa~~:t~,I~ r;:~ ~~~~tf~~ f~í~:
fía; pero ~ay
que tener en cuenta las circunstancias, contingentes y
pasajeras, que la hacen pllrtur dificil. La distinción entre el obs-
táculo que reside en las cosas y el obstáculo que reside en nosotros
~:;:a,~1::it~bien~rI~o:~;Ick 1~:;;J:~initivo a lo provisio-
La pedagogía pl.atóniCII tema como finalidad habituar la mirada
a la contemplación de la luz 'M: cno significaba eso poner al ñna.I de
:? ~~ p~t~n~~ie~:a6aue;rt~:~ ~id::~:l~;;:d
orden ideal del saber verdadero, que va de la Idea a lo sensible. y
el orden humano ele una invcstigación que se eleva de lo sensible
a la Idea. En efecto: por una parle. tal investigación no era más que
una propedéutica al saber, y la vislumbre ele su conclusión autorizaba
la esperanza en un proceso por fin descendente. que coincidiri.a ron
la génesis misma de las cosas. Por otra parte, esa misma propedéutica,
en cada uno de sus momentos, era un redescubrimiento: la «minis.
renria de un saber lógica y cronológicamente antc:nor. Lo más senci-
llo, 10 más luminoso, era entonces. pese a las apariencias, lo más cono-
cido y, en cieno modo, lo ,. conocido.
Aristóteles conservará el ideal plalÓnico de un saber desttnden.
te, que va de lo simple a 10 complejo, de 10 claro a lo confuso, de lo
universal a lo panicular, y las AnaJílktl! matin el canon definitivo
de un saber semejante. Pero este saber, siempre medialO, depende,
como hemos vi5l0, de la intuición inmediata que se encuentra en su
punto de particl.a, de manera que la conquista de didlo punto de par_
~:ras;¡~II~~::e~ d:n 1'::==~o d~~;;;:'b;J~;;~~
de hecho privado de la intuición, aun cuando ésta pertenezca a su
=a~:~:i:s~g~~~~':";esere~=e:~ráC:ar~ ~C:':e~~
saber verdadero se diferirá indefinidamente.
Aristóleles no formula en ningún lugar esra consecuencia. Sin
embargo, ella parece implícita en la distinción, muy frecuente, que
sus obras clásicas establecen entre ..lo mejor conocido en sf.
lino de fijar Jos ¡¡miles: de la invtlligación: pvlI el Aristóteles del Imm, como
par. Platoo, el delIumbramiento en un OOsticulo perjudici.l, pero llllnsilOrio,
en ],¡ b611Q11e1 de l. verdad; palll Teofl'2Sto, limboliza u... limite un duda
definitivo, pero ""Illdo ooieameme"¡ final de],¡ búsqueda.
14 Rtp., VII, '16 /lb
7' .Si no CCIll(lCelJlOl ],¡ Idea de Bien, aunque oonoci&amos todo lo que
hay fuen de ella del modo m~s perfCCtO posible, CS<l, como sabes, de nada
nos 5ClVirr•• de igual maneN que sin la posesión del bien, nos es inúlil la
de cualquier OtN ros.,. (ibid., VI, 50' "b).

62 63
define en. al»oluto.. TI. Pero esta regla, que no hace sino aplicar al
caso partIcular de In definición la exigencia universal de un saber l:splritu no es 10 bastante penetrante como para conocer primn-o lo
prec:xistente,.puede entenderse de dos maneras; cO bien se supone lIlejor conocido en términos absolutos. Aristóteles no ha perdido tOo-
que los términos [de la mala definición] son peor conocidos en sen- d:lVla la esperanza de acceder al orden de la inteligibilidad en si; es
tido absoluto (á::)'~), o bien se supone que son peor conocidos para
nosotros, pues ambos casos pueden darse.. 11. cEn sentido absoluto
~I·~:ti:~s~ea;;=~~~ e~e :~~' Ji:~::,an~u1~j~~~;;=
-:-precisa Aristótoles- lo anterior es mejor conocido que lo postt;- .las cosas diferentes: al comienzo, lo son los objetos sensibles, pero
rmu,: .a.sr el punto .~ mejor conocido qut; la Unea, la línea que la (.'l:lOdo el espíritu se hace mis penetrante, ocurre al rev~ .. Il¡ puede
supe~tCle, la superftCle que el sólido, o también la unidad es mejor ..sí suceder que «exista identidad de hecho entre Jo mejor conocido
conoctda que el número y la letra mejor que la sílaba. Volv(';ffiQ$ a I'~ra noSOtros y lo mejor conocido en términos absolutos.. lS •
enoo~U'l~r aquf la coi.ncidencia, afirmada por el Protrlplico, t;ntre la Pero a medida que el pensamiento de Aristóteles va desarroIlán·
.Iose, parece que la perspectiva de semejante coincidencia va difirién-
antenondlld ontológtca y la anterioridad epistemológica entre el
orden de la generación y el orden del saber. Pero de ~, y por la
Jase cada vez más. En el libro Z de M~tafÍ!icil, ya no se habla de
insuficiente penetración, sino dt; una permanente servidumbre del
respe«,:, ~ nosotros, a veces ocurre a la inv(';tSl; es el sólido el que
es pembldo ames que nada por los sentidos, y la superficie antes oonoci.miento humano. Ni siquiera el esplritu más penetrante qut;
que la IÚleI, y la línea antes que el punto. Por tanto, si definimos en I'uede haber. el del fiJ6sofo, escapa a esa condición común: cNuestra
virtud de Jo ,q~e es mejor conocido por nosotros, ~remos que «el illVestigación [sobre la esencia] debe: empezar por los seres seD5i-
pu~to es el hf!1lte de la Unea, la Unea el de la superfIcie, y la super· Mes... Todo el mundo procede así en su estudio: se llega a las cosas
e!
fioe del sólido.. 19. Pero eso es definir lo anterior por medio de lo más cognoscibles a trav~ de lo que es menos cognoscible en si.. ".
~t~rtor, y proceder obscurum pn obJcurius. Al contrario. «una de- f~1 tarea (lPTO'O) que iocumbe al método consistirá entonces en chacer
lugnoscible p3n nosotros lo que es cognoscible en sh~ lf. De este
finiCIón co~a debe definir por medio del género y las diferen-
cias.., dctennin~ones que! cen sentido absoluto.., son mejor conoci- modo, Aristóteles considera como algo natural la
distorsión entre los
.los órdenes; en cuanto a su coincidencia, ha de ser conquistada me-
das que ~ es~e, y antenores a ella; cpues Ja supresión del género
y de la dlferencu. conlleva la de la especie, de suttte que se trata de Jianle un proceso probablemente trabajoso, que define la investiga-

;:':n~:: =ri~rl~:~h ~~c:.m;sla~:~r:~~ rartida, d de la


ción humana en cuanto tal. Por consiguienlt;, si hay dos puntOS de
búsqueda y el del saber -o, como diri una vez mis
Teofrasto, un punto de partida «para nosotros_, lo sensible, y un
o~ aqul con lo Interior S<egÚn el discurso racional. Lo que resulta
pnmero ~ este doble punto de vista es lo universal: generador plinto de panida cabsoluto_, lo inteligible-·, ¿podremos akanur
alguna vez ese punto, d más alejado de nosotros, y que es sin em-
::ad~7~ ~'~:n~::n:~,es~edc~~i::vi~u:n:= ~ra~t bargo el comi= del saber verdad<':to? Pt;ro, entonces, ¿no hay
correcta dJ:IClÓll del punto seri ésta: el punto es una «unidad que ciertll ironla en hablar de un cpunto de partida.., que para DOSOtt'OS
tiene posición.. (Il0"li: 6rt6l;)"', definición que supone conocidos el no es sino un t&mino apenas vislumbrado, y de una cognoscibilidad
género más universal de la unidad, y la determinación. más universal en sI que no seria cognoscibilidad para nadie? Los T6picos, como
que lo definido D, de Ja posición en el espacio.
La definición del punto como límite de la línea es sin duda vllli-
da, pero como un recurso paf"ll salir del paso, útil para aquellos cuyo
: r:r"b VJi. 4, 142 11 3.
" Nrt., Z, 3, 1029 1134. b 3 ss.
11 1029 b 7: ..... de igual modo _precisa Arif,t&de5- que nuestro deber
en la vida prW:tica consiste en partir de O<la bien puria.lu pilla romquit
Que d bien gctlttIl l1eguo: • su d bien de cada UIlO*. La coincidencia entre
10 particular y 10 gmenl, entre el .. pan l1O$OU'OS" Y d cen. al.., no est' dada,
lino tyuc ha de conseguirse, y prccis.amcnte con 101 mediOl .. particula<C$" de

~:~~~i~;l*~~~:~U~i~J=í;.El!;~
(WIndo la ley ClIstiga al rico que usa mal su riquen, 10 hace por su bien,
~'M~i.~.c9b~~ ala prosperidad general (466, 12·1').

64
65
hemos visto, se contentaban con distinguir entre el vulgo y el ~sp{ritu liemos visto que alguD05 de los comentarios neoplatónicos utili·
_penetrante.., reservándole a este último el acceso al conocimi~nto
en sr. Pero en la Mttalí.siu el espIritu del fiI6sofo queda rc:ducido • :P~'f~t:s~~~~da~t~~:~:e~:t::::~~:rn;ri:c':
la condición del vulgo, y la expresión mir cognosciblt tn rl acaba ,Ir iQ' obiero lQ:. Un ettgeta rontemporineo. H. Reiner, ha crddo ¡»
por vaciarse de toda referencia a un cooocimicto humano cf«tivo. ,h inferir dc eUo que la rúbrica M~tafisk" era aristotélica por Sil
Los comentaristas sacarán sus consecuencias, identificando en r'l,iri/u (s~innn Sinn IInd Gtist nacb)". Pero una cosa es reconot'l!:r
=bl~o~: Dio~~:l.e;r ~~::: :1:i,,~loa~:; "" .len/ido al título M~laflriCil, y otra interpretar dicho sentido como
.ti~lotélico. Al explicar que la metafísica es p>sterior fHlrll nosolror
:timos con la aporía que Aristóteles haUaha en su análisis dc las • 1" física, aunque --o mb bien porque- su objeto sea antcrior tn sI
condiciones de la sabiduría: la sabidur(a es fácil en sí y primeN en el ..1 ,~*tO {[siro, Alejandro y Asclepio parettn oponer el orden del
orden del saber, pues versa sobre lo mb cognoscible; pero acaso es """'lCimiento y el orden del su. Pero, como hemos visto, ese U'ltsto-
fácil y primeN tan sólo para Dios, es decir, para un ser que estarfa ,,,,,ticnto del orden ontol6gico y el orden epistemol6gico no puede
provisto de intuici6n intelectual, y cuyo s~ber, si es que lo tiene: 90, ...1"1<.: atribuido sin reservas al mismo Aristóteles: cuando opone Jo
sería descendente y productivo, a imagen de la génesis de las cosas tl. ",,"¡lIr conocido en ylo
sí me;or conocido paN nosotros, no opone d
-~hllCeelPl..Alej.dlsuoomentariodell¡broN(6,1092b26-JO). "'r :LI conocer. sino dos modos de conocimiento, uno de derecho y

:=O:=csKU:ibí: ~~enaCII=~'~~~~:'=
=t1I~{~~~ ~e;;
Arin6tela mtia. la lCOna pilagórial ICgÚn la roa! una m=,:Ia soerfa nW
:i~~msi:~~v:~~~fj:,
"1 ru de h«ho. La originalidad de su concepci6n reside precisamente
<"11 ('sa idea de un conocimiento en 51, para el cual lo ontológicamente
I'ritne:ro seria al mismo tiempo lo primeramente conocido, orden
'tm~, romo lo prneba ampliamenlc la teorla de los Stgundos Am:llíli-
cible
.. Es
Dios Y por nlltun\aD (~.
parI la,
ai..a t1 f"~'~).
bien sabido que Aristótcles, m el libro A (9, 1074, b l}.m, d.
,m, es el orden mismo de la ciencia demostrativa. Ahora bien: no se
v'' l.'un claridad cómo la filosofl.a primera, a menudo Uamada la más
elle que Dial COOOZICll el murodo. Sin UllbartIo, en el libro A (2, 9}8. 9), .hu de las ciencias, puede obedectt a un orden distinto de ése_ Hay
tendla aam"buir únicameDle a Diosd cooocimicnlOde los principio$,."poC"
\o IJInIO,en vinud de la Mmición miunade princ:ipio,d<:lJD(lCimjenlOde
aquello de \o roa! lI(llI principios. Parca: baber, poca, cwluc:i6n deade la de» :t~,l~=~;to~d~~~a~=:~ss&~:a::'~~: d:
trina más tradicional de:! libro A a la propiamelm: arisloollica del libro A. 1"'" e:ra primero en el orden del S", sino también porque ella misma
Pero esta eroJlldón el aplicable: /uUlótclel ponclnl cada \"0 mú en duda I'·U/:¡ que ser primera cn el orden del sabtr. El ingenio de los comen-
que: el mundo ~lllnar $e vincule a Diox 0l)lD(l a 111 principio, pues la colttilt·
ltltCilt,debida .. . . . ,~tistas no sirvc aquI para nada: Aristóteles no puede: haber que-
~treDiosy
tan Ima>udo ,1,,~Podn.dccirsequefodajntllici6nCloriVItIlri4,enelsentido
dt kist6ftlt¡ rll <I"e Kant enlenden! Clla expresi6n ?' Sil Diu.t<lCi61t ~e 1770, en cu~nlo
lit Mttl1pb. A, '1"'· funda indisolllblemerlle una dedUCCIón y una producción, que. en Ar.lst6-
Aristottlts, p. Id,.., se daplcgacln en el lilogislllO. Por dio no a ~lSlIal que el mecantsmo
coooc:etodas ,j,·1 .ilOllismo rcprod\W:I 1I proceso de .la fecundación. aro BII.UI'fSCHVICG,
p. 371, n. 1). lIII,/ ',,¡¡Oltt kistottlts "'tlllpb~lit""' "tm ryUotismo '·lttSlt dt",olt~l.avtrit,
f:j,,,~ti~ ~~: ~Is~hode ~::Ó{d:1I1:::':::'~:;
En ralidad, al cimo a la vez que, por una parte, Dios se OOIlOCC a 1I
mismo como principio de todas las COIW (dr. A, 2, 983 " 8), Y por oua, lin
anblugo, 110 coooc:e ti lIlundo: llioI ittnora el lIlundo ;ust.untntt tlt Ú ",e-
'¡¡,J" en que d mundo ItO K dedutt dd principio, Y podrlamm afiadir que :,~:.:r"":~:=:O~~~~l:i¡.:t:~
s6lo ~ esa medida. (AlIiJ'ÓTEUS, en d libro A, pnrisa que DioIIlO puede '·"'I':neral).
pensar d mundo porque tmonca se darla fllfl cambio peyonti_, ., porque ... ar. OIpírulo anterior. Esta tllldici6a se perpmwi en los OOIDC:IU.
_a/gunas OJAl al m.:jor no wrl2s que \uw. (1074" 27 ., 32). Si el mundo .100,,,,, mba. aro A'iUJ.oES, Mtufúic., md. aIcmana M. HOKTDl, p. 8.
$edldujerain~lCdclprincipio,patticiparfaClltODD=dtlUacdmc:ia,
y are
que,
argumenlO DO lCrla válido). Dd mismo modo, d artcsaDO i¡oon \o
en 111 obnr., procede de la resiscmci.a de la rnarcria.: !XI hay cimcia dd
.1.
Av,,:t-"JoI4, ~ ú tll.«i61f Uf 111",., 4.' 1lllD.I, Ind. M. HOKTzN, pp. 3).)6:
c:zpreIi6n t.u 1. fllju apraa un úspJs por relación • nooom:>a.,.
l'ml el IIIOIDbre CQIl qIJC mo::reeo:: soer dtsi¡nada ata cietx:ia, ai $e la COOIidera
.:cicIcnte.
ti. En ¿=o: el ubttverdadtrocs alliIotoa la oo:ci6o

la .c:tividad del atteSallO lCIi una buena inuoducci6n al conocimienlo (dr.


J~M. LI! BLO!'!), Loli4"t n ",;tbodr dJa kistolt, p. }26 la.: ..Lea leN:mes
derniúrKicam
la
modida en que' ooincide con d orden lUltllrtl de la JCfICIl'Ó6D. Recipl'CX&lDClllC, ~:II.',W~i~ favor
ro
~::~~
" ..,••• uno de:
r~~:E~aus~~::
de la atríbuá6a
511'
no mismo Aristótdes,
del tirulo, 5i al
1<:::por \o
dildpu10l inmediatos, p. ej., EU01UolO (ib¡,J., p. 237).

66 67
rido llamar filosofla primeNl a una filosofía que, aunque sólo res-
PRIMERA PARTE
pedo a nosotros, viniese despuc!s de la física, pues entonces, o bien
esa filosofía no seria primera, o bien no seria una filosofía, es decir LA CIENCIA .BUSCADA.
una ciencia, pues no se atendrll1 al orden de la rognoscibilidad en sE.
que S~des~r::of%er;~:~r~ ~\ ~~tiv~::~; ;I:k~~g~~~ ..
... mi ·m.,...~~ ''l'''0ÜCIt~.
aristotélica, y que, por lanto, su invenci6n no podría ser obNl de un S. PULO (l Ccrt., 1, 22.)
completo despr0p6silo. El error de los comentaristas estaría más bien
en haber querido hacer de I,ü/lljisictl el útu!o de la filosofía primern, Nadie: debe :asombnnc de que: esta cimcia prilDO[-
como si in\'estigaciones eposdísic::as. pudieran cumplir el proyecto dial a l. que: pen:enc:ce e:1 nombft, de Filo$Q{la primera,
aristotélico de una ciencia eanterior a la íísica•. Partiendo de aM, 'f que /uist6lda l1amó J~lead. o busad. (Cl'¡loop.m¡l
no podían resolver la paradoja sino jugando con los sentidos aparen- 5iga estlOdo hoy enuc: las eimcias que debc:D busI:stx.
temenle múltiples de tln/mor y posUrior. Pero ~, como hemos in- UtBNIZ (Ik prima pbiloJOpb;'~ n:nJÚlio"e
tentado mostnlr, hay que tomar en serio a la vez la tlntmoridfld de la el .ü IUJtio,,~ IllbltD<tiu.)
filosoHa primera y la posterioridlld de la metaíísica ------es decir, en-
tender que en Jos dos c:uos se trllta de un orden de succsi6n tem~
ral-, habrá que conceder que los dos títulos no puedm aplicane a
la misma espccu1aci6n. Por consiguit!nu, 14 mt!ttlfí¡iaz no t!S ItI fiI()-
sofÚl primertl. Pero, lqué otnl cosa podría ser? Las conclus.iooes del
ClIpftulo precedente nos aurorizan a responder: el titulo de Mt!/lljísi.
,ti, si bieq no se ajusta a la filosofia primera o teologla, se aplica sin
dificultad a esa ciencia, que Arist6teles dej6 sin nomb~, y que tiene
por objeto, no el ser divino, sino el ser en su universalidad, es decir,
el ser en cuanto ser. Confundir bajo el nombre ambiguo de mt:ttl/isictl
la ciencit. del ser en cuanto ser y la ciencia de lo divino, o, como a
partir de ahora diremos, la ontologÚl y la uologÚJ ", valía lanto como
condenarse a ignorar la especificidad de la primera alterando el sen-
tido de la segunc!.ll; era atribuir a la primera una anleriorichd que
sólo penenece a la segunda, y a est.a últ:ima una posterioridad que es
propia de la primera.
Pero denunciar la confusión no es todavía entenderla: ~ la roe-
tafísic:a no es la 6losoHa primen, si la ciencia del ser en cuanto
ser no se redtlCe a la del ser divino, habrá que mostrar c6mo ambas
se ordenan, se subordinan o se implican, hasta el punto de que Jos
comentaristas, y Iras ellos la mayor parte de los intérpretes, las han
tonfundido espont4neamente".
~dcnornllltciooes, por lo demú obvias, son la de W. }AItGI!Il
(Amloukt, cap. IV).
t5 En prensa la pl'C$C:llle obra, ha apan:rido 11 de V. DáeAllE, L'obkt d~
l" mll.p"'l;fU~ ulo" Arillol~, Montrbl/Pash, 1961, 'fU" tiende a ronfirn'lar
~1~dof't~'c~~~e:I~:t1,=~~~I~ ~
pio. Dipmos aqll( sólo: 1) que dicha lesil nos parece ignorar 101 orlgenel
reróricos y lOÍíniCOl de 11 probkm'tica del se:r en ruanlo ser; 2} qlle: se: le:
puc:dc:n hacc:t 1.. mismll c:rílical que: dirigimos contra la inlerprerllCionel
u"i/uias (aun cu.ndo, en Iln punto import.nte, coincida con nllestra fesU, al
rc:chazar b UimilllCiÓD dc:1 ser c:n cuanto al sc:r divino).

68
CAPITULO PRIMERO

SER E HISTORIA

Una 8OJondrina no hace VU'IDO.


(Et. Nie., 1, 6,1098.18.)

«Aristóteles --escribe W. Jaeger- ha sido d primero en esta-


blecer, junto a su filosofía propia, una ~ de: su posición per-
sonal en la hinoria_ l. fu ése un hecho cuya novedad merece ser
explicada. Aun admitiendo que la historia de la filosofía no haya dc:s-
empeñado un papel determinante en la formación del pensamiento
de Arist6tdcs, y que no $igni.fiquc en él mÁs que una reconstrucción
hecha Itprls-eoup y ron propósitos de justiHcaci6n retrospectiva, se-
guirla siendo cieno que la historia resulta invocada siempre en su
obra como una garantía supkmcntaria de verdad, hallándose dotada,
por tinto, de un valor positivo.
La i<ka era nueva, al menos por respecto al platonismo. P,"ª-
Platón, «los Antiguos valen más que IlOSOtroS-, 2l?rqlle «vivían más
ceñi'"""dc: los dioses..t • • SQñios Antiguos-quiciiñ $Ibc:n la verdad., .'
hace decir a S6crites al principio dc:I mito de Teuth J, y «los de hoy.,
los Modernos, se han olvidado de C5aS verdades pasadas. Si hay una
hisloria de la verdad, es la de un olvido progrcsivo entrecortado por
remini5cencias; pero si el olvido es la regla, la uminiscencia es la
exccpci6n, pues «no es igualmente fácil parll toda.o; !ss a1ma5 acordar-
se de: las cosas del ciclo a la vista de las cosas de la tierra_ 4, AriSle>
tdes mismo pagará tributo a ese respetO cuasi.reIigioso hacia el
pasado, que debla de: haberse convertido en un lugar común del tl1l-
dicionalismo ateniense: «Lo más antiguo es también 10 mils venera·
blu 1; y en otro lugar aludirá 1I. un pasado remoto y en cierto modo
1 AriJ/ottltJ, p. 1.
: Fjltbo. 16 t.
J Ftdro, 274 t •
• Ftdro, 210 4.
, Mt/., A, 3, 983 b 32.

71
prehumaoo, cuyo recuerdo ha sido abolido. o al menos alterado. por 1"' es ya cosa propia del hombre. puesto que las cúdlls sucesivas se
la intervención de los hombres: ,klx:n a cataclismos cósmicos ': muy al contrario, el progreso de los
cUna tradición. procedente de la lJÚS remol. Antigiicdad y trt.nS- nonocimientos y de las artes, dentro de los perlodos inunnedios, es
mitida bajo la forma de mito a bs edades siguientcs, nos enseña que 1"lCSto en el activo de la invención y el mbajo humano.
los asiros son dioses y que lo divino abraza la naturaleza toda. El Es cierto que Aristóteles, quizá asuslado por la idea de un pro-
resto de esa [adición ha sido añadido m:is tarde, en fonna mítica, greso lineal e irrevttSible, que manifestada el poder indefinidamente
paa persuadir al vulgo y servir a las leyes y el interés común ... Si n-..:ador del tiempo, la sustituye por la de un devenir cíclico, imagen
del relato se separa su fundamento inicial, y se lo considera aislado, ,Iébil e imperfccta de la eternidad del Cosmos: «Las mismas opinio-
a saber, la creencia en que todas las esencias priml"ras son dioses, en- IICS reaparecen periódicamente entre los hombres, no una vez, ni dos,
tonces nos daremos cuenta de que ésa es una tradición verdaderamen· ni unas cuantas, sino infinitas vecen 10. No por ello deja de ser tam-
te divina. Siendo asl que, verosímilmente. 1115 distintas anes y la hién cierto que. entre: dos catástrofes cósmicas. el sentido de la evo.
filosofía han sido dl"SarroUadas en varias ocasiones tanto como era. ludón humana no es el de una regresión. sino el de un progresivo
posible. perdi6Jdosc luego cada vez. lIquellllS opiniones son, por así "vanee. El tiempo posee dos rostros: destructor de la naluraiCZll, a la
decir. reliquillll de la antigua sabidurla que se han conservado hasta que erosiona y mina por la acción conjupch del calor y el fria 11, es
el tiempo presente. Con esas rescrvl.$ aceptamos la tradición de nucs- también el benévolo aUJ[iliar _ O:Ntplo, ~ - de la acción hu-
tros pt.dres Y nuestros mis antiguos predecesores» '. mana; y, si bien DO es creador. al menos es inventor Ól'rri,<, lo cual
La idea de una Revelación originari.:i. cuyos vestigios serian los :Iutorlza el progreso de las tb:nicas 12. Aristóteles llega incluso a oJ·
mitos, aparece aún en el texto. pero ¡con cuánw restricciones! El vidar. a veces, sus propias lecciones de paciencia. y que «una galon-
milo ha perdido el ea:nkter ~mdo que aún posela en Plat6n: no
~prcsa sin mh la tradición, sino que la traiciona al traducirla, de :~i D~ ~:o;:;h:iau~:~~=s:al:emet:~f~a,a:~~ndan':J~
origen divino. ha sido apartado de su función reveladora para poner- para un fulUlO próximo su definitiva perfección: ~Cuando Aristóte-
lo al servicio de necesidades humanas: la mitología se vuelve mistifi- les -dice CiceIÓn- reprocha a los filósofos antiguos su creen-
cación social. No por ello pierde la sabidurfa el papel cat6:nico que cia de que con ellos la filosofía había alcanzado la perfección, dice
posda en Platón: librar a los mitos de la gMga que los recubre sig- qü<: eran o estúpidos o vanidosos, pero tIUl\bil!:n dice que por lo que
nifica restaurar en su pUIttll la palabra misma de los dioses; significa
acordarse, mediante una conversión que va contra. l. corriente de la , Mmorol•• 1, 14, J51 b 8 u. Una ide.. alÚlop le mctIeIlU'll en d Timeo
historia, de aquellos comicmos luminosos en que aún reinaba una na· de Pblt6n{dr. 20 t. 22 b, 23 t, n t), peroddiluvionoplIeCJe ser en B lino
rural familiaridad entre el hombre y 10 divino '. la verU6n mldca dd olvido: en", dos aWtrcia, no hay propíalDel:lte pro.
Pero hace su aparición otra. ide:!, que atribuye a la histOrill un &rOO humano, lino a lo lUmO ~ de cuna pequeña semilla e5C1.¡::IOIda
movimienlo exactamente inverso al anterior. Aristóteles recoge por ~ ¿2J~;.J;~ ~pi~~ ~t:.d~to.tb::~/~
su cucnla -eircunscribil!!ndola. es cierto. a las artes y la filosofía, en d seno de la historiaaSunica.
pero lqut: hay fuera de eso?- la idea sofística del progreso de los JIl Mtlterol., 1, J, 3J9 b 27. ar. Dt Colto, 1, J, 270 b 19. Según d
conocimientos y las t&nias humanas, idea de la que Platón se habla P. La BLOND (ú;giq~ ti "'~/bodt cha kistott, p. 262l, eso Sl"Illn _maneru
burlado en el Ripias mayor·. Ciertamente, en ese progreso no deja corrienta de h.blat., coouwiu • la convicción Jntiml de Arist6tell"l, que
_cm: en el desarrollo lineal del penwniento, en d progl'<:3O de II!! ideas•.
de haber recaídas, y tras ellas remonta el vuelo; pero la decadencia Pero no h.y rIZÓn pan que ArillÓ!eles conciba l. hinoria Ileneril de la hu·
IlLanidad de otro modo que d deven,r de II IUtturalwa, es decir, hijo la forma
de una gmenci6n cirrn.lar y un etemo retomo (cfr. Dt Gt,.. ti COIT.• 11,
ti, J)8 • 7 15.1. Mis aÚD: T~ol'L\STO vm al la [eorfa aristol:Biea de las
cawtrola d único medio de coociliar la eternidad del género humulO (resu1,
Wlte, pua B 00I0O para Arist6cda. de la ettmidad del Uoiveraol , la ir\>.
perfro;ri6n de Iluelttas arta , cú:nci.., que revda d aricu:r rdativamerue
reciente de tu .parici6n (Dtu.s, Dolr0V., 486 u.l. Eata ide... muy tnti«ua
en la obr-ade Arlml!des,deb1aiospirarlaapo5ici6nhist6ric:aenqueCOOlis-
tia d libro I del DP. 'I".l~ (dr. frq:. 13 Roie, 8 Wllzal.
II Ntt_.• J, 14, 3'1 • 26; dr. sobre todo Fls., IV. 1), 222 j 19.
J:I Er. Ni&.• J, 7, 1098.24.
lJ lbil/.• 1098 • 18.

72 73
él no concibe ese crecimiento cuanritativo de los conocimientos, don- l

I
a él toca, y dado el poderoso desarrollo de la filosofa en los últimos
años, está seguro de que dentro de poco llegará a ser perfecta,. 14, de se deposita en capas sucesivas la experiencia de la humanidad, I
Si bien hay progreso, su ritmo es muy desigual según las distin- como un proceso inddinido: vislum!>~. yi.!.!i~ q¡mplimiento, y es ese
tas ramas del saber. Al término de su obra lógica, Aristóteles, recon- cumplimiento entrevisto d que da sentido a los esfuerzos parcelarios
siderando con evidente satisfacción el trabajo que ha llevado a cabo, de los filósofos dd pasado.
hace constar que, si bien la retórica ya había llegado antes de él a un Platón despreciaba a los filósofos mediocres 19. Para Aristóteles,
grado avanzado de desarrollo, no sucedía 10 mismo con la analítica no hay filósofos mediocres, sino hombres que 11an participado con
y la dialéctica: sobre la dialéctica, ..no había nada en absoluto»~ ..so- mayor o menor éxito -un éxito del que ellos no podían ser jueces-
bre el razonamiento, no había nada anterior que mereciera cita, lXJr en una búsqueda común: «La especulación acerca de la verdad es,
~k:n~~~t~J~fi~i1;:rd~~~~;~::~ ~~::d~i ~~~~eC~d~if¡f~t~
más tiempo que hayamos dedicado a penosas búsquedas» lS. y cuan-
do más adelante le pide al lector que juzgue si «esta ciencia despro--
vista de todo antecedente no es demasiado inferior a las demás cien- encuentra algo que decir sobre la naturaleza; esta aportación, en sí
cias, que han crecido en vinud de trabajos sucesivos» 10, esa llamada misma, no es nada o es poca cosa, pero el conjunto de todas las refle-
a la indulgencia oculta mal el tono triunfal de una parte de victoria: xiones produce fecundos resultados, De manera que con la verdad
Aristóteles no se considera aquí restaurador de una antigua sabiduria, ocurre, según parece, algo similar a aquello del proverbio: ¿quién
sino fundador de una ciencia nueva, Esta confianza propia del inno- seria incapaz de acertar con la flecha en una puerta? Así considerado,
vador C5 la de un hombre que cree decididamente en el progreso. tal estudio es fácil. Pero la dificultad de la empresa queda mostrada
Si Aristóteles rinde tributo, a veces., de palabra al .respeto platónico por el hecho de que podemos poseer una verdad en su conjunto, sin
h_acia el pasado, y si inserta la idea moderna de progreso en el ritmo por ello alcanzar la parle determinada a la que apuntamos»:IO,
cíclico del pensamiento tradicional, no deja de ser por ello -y acaso As! pues, toda opinión en cuanto tal remite al horizonte de una
más de lo que él mismo cree-- el heredero de lo que Gomperz llamó verdad, en cuyo interior se ha constituido necesariamente; cualquier
«época de la ilustración,., La concepción de un avance progresivo de proposición que se enuncie dice algo sobre la naturaleza y el ser,
las técnicas y las ciencias -lugar común entre los sofistas, y en las pero no responde sin embargo a la pregunta que le planteábamos
obras de los médicos hipocráticos 17_ es aplicada por él al progreso acerca de talo cual ser en particular: aunque permanezca dentro del
de la filosofía 1', Pero Aristóteles introcluce en ella una idea nueva: ser y la verdad -pues ¿cómo podrra sustraerse a ellos?- nos habla
de algo que no es aquello acerca de lo cual la interrogábamos. Reco-
l' ..... brevJ tempoce philorophiam plan" absolUlam fore- (1'IIJcul(11141, nocernos aquí la teoría platónica del error, pero en cierto modo in·
nI, 28, 69, trad. }. HU1'BERT~ (rag. 53 Rose). (Este fragmento. atribuido duo
tante mucho tJrmpo al P;otr~plico, patee<: que debe ser restituido, de hecho, al vertida: si el error C5 una confusión, sólo es error por respecto a su
De pbiloJophia, prro !lO vemos rltZ6n. suficiente para objrlar su autrtttiddad, objeto; pero en cuanto es un enunciado positivo acerca del ser -aun-
a pesar de I. DÜR1NG, .. Problems ;n Aristode's Protrrpticus.., EranoJ, LII que dicho ser sea otro que él que investigamos-, ese error sigue
(1954), pp. 163-164). Este tono de conquista se concilia mal con el pretendido
~escrplicJ5m()ll- -o, al menos, ..probabilismo_ que, según BICNONil, los epi·
cúreos Colotes y Di6grnes habrian criticado en los primeros escritoS de Aris-
t6tele•. En realidad, como el mismo B1GNONil sugiere (L'Ari<lol~l~ p~rdUlo e ~d~~~~oses~e "::~~:n!ded~l~si~a~ ":f:is~ ~~olay j~":Ja::~:
la formazione fi/oJofic/I di Epu:uro, 1, p. 40 ss,), Colota y Di6¡¡rnes han ID- sobre 10$ Antiguos...bisoños en toda. las COtas.; .. Nuestros primeros padres,
mm por escq>ticismo lo que no eta sino un artificio de presenta<:J6n me- hayan nacido de la !lerra O sobrevivido a alguna catistrof", se asemeiaban
dian.te t~is y anlltesis, o, de un modo más profundo, un m~todo dialéctico probabletPente al vulgo '1 !os ignorant~ de nuatto !lempo: ésta es al menos
la idea qu" la nadid6n nOS ttan.mite acerca de los hijos de la tierra, y seria
:'t~br::g~i~~:U:~e¡O;:y~íi~~~::en!lO~ as'::'Dt~~Or~~~~;:u:det':~i;~ entonces absurdo seguir las opiniones de aquellos hombres,. {rI, 8, 1269 4 4).
rebus in con/rlUillJ parUJ diJurendi, CICEItÓN, Tusculill1iJJ, TI, 3, 9), del mis. 1'1 Cfr. Tutelo, 173 e: .. Voy a hablar de los corifeos; pues ¿para qut:
mo modo que tampoco Plat6n pued" ser tildado de esdptico por haber "5CI"Jto mencionar a los fil6sofos medico:;res?,..
:10 Met., «, 1, 993 " 3o.b 7 (trad. TRICOT, modific:>da), Hoy se admite
dW~~r<1.JofiJt.,34,I84al, 184bl. que esl" libro, aun cuando haya sido redactado por Pasidéa de Rodas (wmo
10 lbid., 181 b 3. afirma Iilla tradici6n que se remonta a la antigüedad) uliliza notas, quizá anti·
17 Sfr. especialmente: Sobre la mdicina a,!/igfUl, 2 (ed. KOl-ltEWEtN, pá· guas, de Arist6teles. Se advertirá la roonancia plat6nica de cienos pasaja
gina 2). Ch, P,·M. Scl-lULL, Essai "" la forma/Ion de la pensü grtcque, 2.' ed., (definid6n de la filosofla como «esprculad6n acerca de la verdad,.; metáfora
pp. 347·"2. del tiro con at'CO, que recuerda la caza de pájaros del Tutet", 198 a ss.~ y,
11 En Iill pasaje de la Polllíea, ARISTÓTELES duda. en aplicarla al arte del alh'<> más addante, metáf0t'8. del deslumbramiento, que recuerda el mito de:
legislador, que también debe tener en cuenta la necesaria estabilidad del Es- la caverna y volveré a ser utilizado por TEOFllASTO, Metat., 9 h 11-13).

74 75
siendo verdad por relación a la totalidad. Si dIo es así, ¿aCAso la tOo (61:IClllEv) y sin nosotros saberlo, en cierto modo? zs. Los contempo-
talidad de las opiniones ----aunque sean, en cuanto parciales, erró- ráneos de Frinis no sablan que iba a tener a Timoteo por discípulo,
neas-- no nos conduce a la verdad total? De esta suerte, queda para· y no era neeesario que lo tuviera. En cambio, la relación retr6grllda
dójicamente rehabilitado el esfuerzo colectivo de los investigadores que va de Timoteo a Frinis, como de lo condicionado a la condici6n,
modestos y desconocidos. Pero también resulta implícitamente exal- está marcada con el sello de la necesidad: necesidad hipotética sin
tado el papel del Filósofo que consigue dar sentido a esos tanteos duda, en el sentido de que tanto Timoteo como Frinis habrían podio
aoonill105, como el de un general que, al final del combate, convierte
en victoria los desordenados ataques de una tropa aún bisoña!l. ::d:x~t~í' l:'dete~t:~~e:u~:oe~~~n~o~b:=aS~:f~~
1 Nada se pierde, pues, en la historia de la filosofía, pues todo con- necesario. contribuyen Timoteo y Frinis. A decir verdad, Aristóteles
, tribuye a su perfección. El pensador más oscuro adquiere un valor no llega a tanlo: seria preciso que la mosoffa hubiera llegado II su
reuospectivo, si sus modestos esfuerzos han preparado la venida de perfección para que la necesidad absoluta de su esencia rdIuyese
un filósofo más grande: «Si Timoteo no hubiera existido, habríamos sobre la hismria de su advenimienm; pero, como vuemos, las pers·
pen:lido muchas melodías, pero sin un Frinis no hubiera existido un pectivas de estc cumplimiento, enlIeYistas por un momento en el
JllDOteo. 1..0 mismo sucede con los que han tratado acerca de la ver· De pbilosophill, irán alejándose poco a poco, hasta el enremo de
dad. Hemos heredado las opiniones de alRUflOS filósofos, pero otros que Aristóteles acabará por dudar de que la filosofra pueda tener un
fueron causa. del advenimiento de ~ton IZ. término.
Aristóteles ha visto con claridad que la oeoesidad, en la produc-
ción, no sigue el camino del antecedente al consiguiente. sino del
oonsiguiente al antecedente: es la casa ya construida la que confiere
a los materiales su necesidad como instrumentos ZJ. ¿No ocurriri lo Sigue siendo cierto que, a falta de perfección efectiva. es la idttl
mismo ron la g6Jesis de las ideas? Frinis habrla podido carecer de de un eumplimiento fmal de la filosofía la que guía con maror fre-
sucesores y caer en el olvido, pero es el éxito de JtmOteo el que con- cuencia a Aristóteles en su interpretación de los filósofos del pasado.
fiere retroaetivamente a Frinis la aureola de precursor. Si enfocamos El libro A de la Metll/biu es buen tjemplo de dio: a partir de la
la historia en el sentido que va del pasado al pon.-enir, no vemos en teoria de las cuatro causas. considerada por él como definitiva·,
ella más que una ciega acumulación de materiales; $i, por el contra-
rio, volvemos la vista del presente al pasado, esos materiales adquie. Bar. L BI.UNS(:Hvr¡;x¡, L'apbinru bU!1faiM tt 1# e-JJjt~ pbYJu,u,
ren la significación de materiales f'4f'1l una construccióo; lo que era p. '10; Pdo!. ScHULL. U domjll41~lI' ,11M pouibkJ, p. 79.
• AIJSTÓ'I"EUS ~t~ B. mismo a la Físia (dr. 11, ) y 7) c!oIwk, lqÚD
balbuceo aislado se convierte en contribución I un pensamiento filo- . dk:e,la di&tinci6n mIro: wCUlI..tI'OClI.US85lu.sidosuflCicntememeprobwJa
sófico que e:tmina hacia su cumplimiento M• .Esta marcha en cierto 1M"., A, l, 98) b 1; 7,988" 22; 10,993" 11). El reamo. la hislori. de
la filosoH. sepresentall<JUf CtJIIlO una pn>eba /bIÍnadJl. OClIÜlI'IDI.f una teoría
modo retr6grada, que ve en el pasado la preparación del presente,
no era excepcional. por lo demás. en el pensamiento griego: ¿ICI\SO que /uislÓ!d... habr&: docubierro mediante una rdlai6n indepmdiente de la
h.istoria:.Esleaall1ellserideutilj¿adpar:anues!n..m12IinYel~.puea,
el mismo adverbio, 'IU:P0G6w, no designaba a la vez lo que ya ha pa- o bien dekubrirnDl)l alguna clase de causa, o bien se hará nW firme
0InI
s.uJo y lo que se muestra especialmente ddante de n05OUOS, mien- nlll:Rt'Il confianza en l. a t ~ pn:sentoo (A, l, 983 b 4). Como en de
tras que lo que viene después de nosotros sucede a espaldas nuestras apen.r, lo que ocurre "" eslo úllimo, y Arist6le1es se otOfltl, • si mismo un
aprobldot.lfinaldesuc:umenhuIl6rico:.La""'lI.CIiruddenuesuoani1isis
de tu c:ausu, en cuanlo S su número y m cuanto. su natunle:za, ~.
pues, confirtnlda por d testimonio de lodos ""1'" fiJ6.ofos, m ruón de su
Ill.isms impolenci. pan. describir otro tipo de CllUSP (A, 1, 988 b 16). En
rcalic!ad, la "",posición del libro A, que ... biJl6ri1;" y no meramente J()X(JU"
/icd, rep~ta

a su
orden, aun siendo I~rm¡no
y, dio, la
por
::::::
mucho mlis QUe la confirmación <:J:!rioseca de una teoría d ..
ti:óSteb ~r~':;di~lab~b ob~= ~: ;~¡.= ~~:;
t'IlZÓn de ser dc [a serie. Como
podremos oomprobarlo en otroS casos, la e!CC1iva priclica de AtiSIÓtcl", no
correspondc siempro: • ~ int~ones 9ue <kcl....., concroe d, hubo dema·
siada imporuoos a la rusloria de la fdosofla como P'lr. que él. li¡¡nifique
tanlÓloparllélun~Dto$Obreaüadido.

76 77
Arist6teles se: vuelve hacia los sistemas anteriores para ver en cada natural. JI; sostiene, comenta Simplicio, una proposici6n que es «a la
uno de dlos el presentimiento parcial de la verdad total. ...ez contraria a la verdad y a sus propias intenciones. J1: expresi6n
As! pu~, la comprensiÓD hist6rica es retrospectiva, justamente Joblemente notahle, pues postula a un til'mpo la coincidencia dc:l
en la meduia en que el lodo es lógicamente antmor a las panes l{uerer ftl0s6fico y la verdad, y la consciencia del filósofo por res-
siendo croooJ6g.icamerue poslerior a ellas. Se llega ~ a la paradoj~ pecto a su propia voluntad. Tras el sistema, ArisI6teles busca la
de: que muchos filósofos han sido ciegos para la verdad que en si intenci6n, y tras la inrenci60 empírica, el querer inteligible; median·
::=21d:e~~dcS:~s~:;:~:t~;.1~~,tb~s:orali no
h.: esta última disociación, inaugura un tipo de historia de la filosofía

a formular la taz6n de su propia leetfa, «habrla ase:nlido ioevilabf:


mente a ella, si se: la hubieran presemado.:It.
r\lÓsoC=: ~~~:;~í 1:~~:a~~~6:~~si:~c:S:~:
(le que la primera sea con frecuencia una versi6n mistificada de la
. Esta distinci6n e?tre la comprensión -o m's bien la incompren- lóCgunda: la inexperiencia de la juventud basla en general para expli.
sl~n_ de una doc~nn.a.po~ pan~ d.c su mismo nutor, y lo que po. ('nr que su «tartamudeo» no se encuentre a la altura de su buena
~namos llamar.su slgn.If¡~cI6n obJetiva, conduce a Aristóteles ti prac- volunrad, o incluso de sus intuiciones ll; pero, uf como el hombre
tIcar una especIe de ChVllJC en la obra de sus predecesores. Si bien es Illaduro transfigura las iluminaciones de su juvenrud, as( también la
ci.erto (ju~ .un sistema es siempre verdadero en algún aspecto, tamo masoffa, al acercarse su cumplimiento, hace justicia a su propio pa·
blén mamfiesta obligadamente su insuficiencia en algún aIro. La ce. s;¡do: la verdad del final se: reconoce a sí propia como en sus orígenes.
guera del fil~fo ~ara con la veydad de que es poreador no puede El movimiento de la histOria no es, sin embargo, el de un des-
por menos ~e mflUlr en la expresIón de tal verdad: la intención pro- mbrimiento perf«tamente progrrsi....o . Y elJo porque no todos los
~a~ p~amente po~ se:r incon~:me, no llega a articularse; la filósofos participan con la misma sinceridad en l. común búsqueda
Idea Iillpliota 00 consIgue constltutrse como sistema consciente. .Ie la vudad.: los hay que muestran una volunl1ld emplrica no sólo
E5.to es sin duda lo. que ArisI6tdes pretende sugerir cuando opone el ,le retorttr, sino de negar pura y simplemente la intenci6n de: verdad.
~&;~~~v, lo que los filósofos quieren decir y lo que de Tales son los sofistaS, o al menos, de entre dios, los que no han ha·
blado para resolver problemas, sino por el gusto de hablar x. En
Hay como una especie de impotencia de: la verdad, por la cual la manto a aquellos que, como Hc:cidito o Prol2g0ras, han ido a parar
intuici6n profética se: degrada a OOlbuceo informe: así, para el caso :t resis 5Ofutic:as en virtud de una rdlc::xiÓll apresurada sobre difiCllI-
de Empédocles, AriSl61des recomienda «atenerse: más bien al esplrilu lades reales, no hay que tOmar en serio lo que dicen, pues «00 es
("'lhGlCl) que a la e:z:presi6n literal, que es mero lartamudoo. ». sólo siempre necesario que lo que se: dice se: piense:.~. As!, quien niega
entoll<:es ~ verse en la ~stad y el Odio un presc:ntimien'to de
la causa fmal. Pero hay tambIén una especie de maleficio de la ver. ~Cer~~~:bd.1 X~~f¡le~:a~~~d~~6~~~t~e~en:r~~;í~U~f:r~~
dad, por el cual los filósofos dicen a menudo lo contrario de lo que lahra va más lejos que el pensamiento, y si lo traiciona es por exceso,
quieren dcdr: as! esos mecanicistas que quieren explicar el orden del 110 por defecto. El inrc5rprete ya no deberá leer la intención tras el
mundo en virtud de una feliz coincidencia de movimiemos desorde. sistema, pues éste no traduce aquélla -aunque sea imperfeclamen.
nados, y que «acaban por decir Jo contrario de lo quieren a saber 1(:- sino que, en el IImire. la niega. El intérprtle deberá mosrrar
que es el desorden lo narural, )' el orde~ y buena displsici6n lo anri: (,ímo la doclrina vivid. ,aldvola) de tales fiJósofos está en contra-
.lim6n con su dicurso explicito ().Ú¡o~). Por lo demás, impona menos
: ~~;.~ :',~~". ]2\ltIA~ 1~'993 • 2J (a pro¡Qilo de Em~) :I~: 1:'J~eddi=~~!:s==~/~~~: ~j=:J¿:uS:~
~í~~~~~IO~~~:~t~a:~~
,•• f~te ICODlpamela de la conscieIIcia oonlem~ de did>a ver.
r_Jdfan razonablemente pensar, y e:xplicar esr. contradieci6n. Pero
('!llanees, ¿cuál ha podido ser la contribución de esos filósofos a la
~.~~~~':.~~'I:::queindi~er:ti:
bnti=r>c:P, ~u d'hiJto;,~ dI: I. pbi/osoph~, 1928, p. 71).
JI De Codo, IlI, 2, J01 • 9.
llOlI1)Q » T~ mi q>O.; n¡. Ar,&-. X2i ::"'" n¡. la"..., ¡w.ap",.. (SJIolI'UClO,
NeJ., B, 6, 1002 b 27 (a pr0p6siro de loa partidarios de las Idas).
B
~)~ b 6(a prop6cilo de los pill.l6ricol); B, 989 h, (rap«IO. ..J. JJu-'M'::: ~~\o, 993 • 1'.
x Mn,r." 1009.20.
:JO Mu., A, 4, 98'.4. .D Mt:t., r,3, 100'.2'.

78 7'
historia de la verdad, si la letra de su sistema es en rigor impensable, .las y vueltas auh. Pero, más bien que expliCllrlas, prefiere negarlas,
y si su pensamiento real al menos (eso procura mosutt AristÓteles) <> mejor no tenerlas en cuenta: Jo que impotU no es la sucesión de
no difiere de la vulgaridad cotidiana? becho de las doctrinas, sino su o,den por respecto a la verdad. Aris-
Para conveocttse fácilmente de que eso representó un problema
para Aristótdes, basta compatllr la avasalladora marcha de la expo- :::~:~~:~i=eli~tk,~elelti~~~des~~: ~~= ~:~-
sición histórica del libro A, donde cada filósofo se halla justiñcado ros el movimiento iruversibk de la \·erdad. Si el Ubro A de la
por el movimiento ~uoactivo de: la \'t.rdad finnI, con la acc:rb.1 discu- Mdtl/isictl DOS ofrece una coojunción tan perfecta del orden crono-
tión del libro r, ruyo objClO es librarse de adversarios que oponen lógico y el orden lógico, si nos persuade de que, lanto de hecho como
obstácu.lO$ previos a OJalquier búsqueda eficaz de la vudad. Arist6-
teles no ocuha lo desalcDudor de semejante situación: «Si los hom- ~~~~cfi~e:~:~t~~I~~~ ~e:Ie~:;:ekef~:
bres que con más claridad han visto toda La verdad posible paf1l dIo se debe a que Aristóteles, por 10 demú muy conscientemente,
nosotros (y estos hombres son quienes la buscan y aman con mayor liC toma ciertas libertades con la historia. No de otro modo, pare-

ardor) », expresan tales opiniones y profesan tales doctrinas sobre la L'e, cabe entender el pasaje en donde Ana:dgoras es presenlado como

verdad. ¿cómo no van a sentirse desanimados quienes abordan el es- ..de mh edad que Empédocles, pero po5terior a I!:l por sus obran-.
rudio de los problemas filosóficos? Buscar la verdad seda entonces Alejandro JI comete aquí un error al entender esta posteridad colDO
• romo perseguir pájaros volanderou", Volvemos a enconar llquf, inferioridad en cuanto a rni!:rito: la palabra 5oupo; sugiere, sin duda,
11M idea temporal; pero hay dos tiempos: el de la edad ("tiJ i¡}..Il':~),
: fa~r;e:enhaM=~én~:f~ :rc~li~:/:;o~~a b~~:flC:~: y. el de las obras {'tGi~ !PTGt;1, el tiempo empírico y el liempo inte-
ha variado completamente de un pasaje al OIm: en el libro 0;, 10 ex- ligible, que no siempre coinciden.
traño erl no dar en el blanco; aquf, lo extraño sería acertar. AlH, toda Esta irllerpretación parece confirmada por otros textos. Asr, Ana-
opinión remitÍa ::l un horizonte de verdad; aquí, el descubrimiento de dgoras es presentado como posterior a Emp&locles en espfritu y en

~~e~~~~~=r:i ~~od~fhtle~r: ~~~a fd~~~~~~~~~:d;ef¡~xi~~dd~


verdad, dentro de un pasaje donde es evidente qlX: Aristótcles habla
nAr:ó: de algo que no es una sucesión de hecho: ..Si se sisuicra el razona-
teles. Pero prueba al menos que la existencia de la corriente sofistica miento de Anaxágoras daodo articulación al mismo tiempo a lo que
-a la que incorpora arbitrariamente otros fil6s0fos, como Heflicli- quiere decir, su pensamiento aparecería sin duda como más moderno
te:-- aminora en su opinión el valor de la crttncia, que parecía mani- {~'l"'G:l;pr,:Q"tipwc;\ [que el de Emp/!dodes)_40. Y la misma idea ha-
festar el Ubro A, en un progreso lineal del pensamiento. El hecho de llamos en el Dr Codo, npliClldn casi en los mismos tirminos a la re-
que la crítica sofística haya permitido nuevos progresos a la filO5OfIa, bción entte los atomistas y Platón: «Aunque pertenezcan a una I!:poca
es algo que la obra misma de Aristóteles -quien, corno veremos, posterior, sus concepciones :u.:uat del problema que nos ocupa son

~t:~~:~~coSQ:::e~Es~~~:~ha;;~~'~:=r~rt
más modernas (It(llvo~ipo:tt;) [que las de Platón).~l. Esta última re-
rlc.xi6u es tantO más notable por cuanto en el libro A de la Mrttl/í-
sofistas el papel que en el libro A atribuye a los físicos: el de: p~ Jif(J los platónicos vienen sin discusión despub de los atornisras, a la
grcsivl preparación de su propia doctrinl. Para que lo bubiera heme, vez cronológica y lógicamente: así pues, hay un tiempo diferente para
habrfa ~do preciso que reconociera el valor po5itivo de la crítica y la ,-ada problema, y el que es moderno en un aspectO es antiguo en otros.
potencia de lo negativo. ¿En qul!: se conviene, troceada y recompuesta de tal modo, la bis-
_ Md.,A,J,984 .. 12.
:11 27,26.
Aristóteles recoDlX'e en varias ocasiones que la historia dectiva : ~'~,8í~,b~ b Xl. AristórdQ, romo es sabido, al meno.
..... obras flAcas, mlN5tt1l una gran ""tima poi" b .llllllisru. A ..aqud1oI ~
en
no siempre coincide con el progreso inteligible de la verdad: hay caí-

. ,. Arinótde¡¡ ~ de etu puaje$ de o.:m6crito, Emp6:\ocla:, Pan1J6.


n.miemos (es
dia1kticos. decir, le. pbtónicos) 11:1 opone b que, romo
""han dcsvi.do de: la ot.erv.c6n de: b be::booI. ca\1II. dd.oo., de: b ruo-
De.
""úcriro, ..hui vivid,) en CXIlllaClO Wni1W- con Jos fen6menoP (G~" . ., Q"r., 1,
mOes, Anmgonts y Homero que. admiten la verdad de !as apariencias, ., por
lanto la verdad de 0($1 tonlfllC!lClorias, yendo uf en d miSlDl) JeDtido que: 2. 316 • , SI.). Incluso en d libro N de II Ntl"lrk. (2, I088 b 3'), Aris-
ItJl.cles repnx:Iuo • b pIlt6nicol SIl ..maneN arme. de plantar Jos prol:>1cnas,.
Pro~"l009b)). (~cnQI'f,_clpxalü4

8. 81
toria real? Al querer entender a sus predecesores como continua 1", la filosofía describe una cuva que va desde el asombro original'
preparación de sus propias doctrinas, Aristóteles se condenaba a arre- 1III'Ia e.I asombro ante ese primer asombro; y si las cosas sacan al
~ar la histor~a a su manera: en último término, el tiempo no era ya 1"'lIlbre de su ignorancia satisfecha para convertirlo en filósofo, obli-
smo un medio ambiente adecuado para proyectar en él sucesiones 1\'"1 luego a! filósofo a reconOC'erlas tal como wn.
inteligibles~, Pero la demostraci6n perdía entonces mucho de su Si el origen y el sentido de la investigación es determinado por la
fuerza: si se modificaba el orden cronológico en beneficio de un or- I'n'~ión de las cosas, ésu anima y mantiene también a aquélla en sus
den 16gico que incluso llegaba a absorberlo, entonces la génesis real .Ii~¡intos momentos, Cuando los fil6sofos se percataron de que la
se ;onye~t~a en ,génesis ideal, y la misma causalidad de las ideas apa- "lIl~a material no bastaba para explicar el movimiento, no tuvieron
r«.la flctloa. Cle~tamente, la historia conseguía una unidad y conti- "ds remedio que recurrir a una nueva clase de causa: ..En este roo-
nUIdad retrospectivas, pero a condición de sacrificar su proceso efec- ",,·IItO --dice Aristótelcs-la cosa misma (a·ho.o ~fldTfl<1) les trazó
tivo, ,La comprensi6n retrograda, proyectando sobre el pasado una 1·1 ramino y los obligó a la búsqueda»";, Análogas expresiones se en-

~Íal~~~ ~U;;téti~:~tan~ell~;:~a~s:rf~?:e e~~ ~~d~de~:C:;~;:~c~~~


"II('l1tran a menudo en las exposiciones históricas de Aristóteles: ha-
1,1:1 con frecuencia de una «coerción de la verdad»·7, y de la necesi-
Nos q~eda IX:'r averiguar si, aunque sea mediante indicaciones frag- ,I"d que fuerza al fil6sofo a «seguir los fenómenos»".
mentarIas, Anst6teles no no~ informe a veces acerca del efectivo pi'O" Pero si analizamos tales expresiones situándolas en su contexto,
ceso de la verdad y la géneSIS real de los sistemas filos6ficos, "OS Jamos cuenta de que pueden tener dos sentidos; o bien las cosas,
¡" verdad, los fenómenos -términos que deben considera~ aquí,
':in duda, como equivalentes- trazan el camino al filósofo y 10 em-
p"j"n adelante; O bien lo que hacen es encaminarlo por la fuerza ha-
El origen de la filosofía está en ",el asombro de que las cosas sean ,ia la vía que no hubiera debido abandonar: de esta suerte, como no
I il'l1e más remedio que seguir los fenómenos, Parménides se ve obli-
lo que son,. 0, Ahora bien: el correlato del asombro es la aporia 4'l,
es decir, un estado de cosas tal quc conlleva \ma contradicción, a! 1",1(10, contra las tendencias propias de su doctrina, a rc:;introducir la
menos aparente. Aristóteles cita dos ejemplos; e! de la marioneta que I'ltlIlIlidad sensible en el plano de la opinión; y bajo la presi6n de la
se mueva sola y el de la inconmensurabilidad de la diagona! de! cua- vadad, Empédocles, pese a sus tendencias materialistas, no puede
drado. En el primer caso, el asombro nace de la contradicci6n entre
el carácter ina~mado de la marioneta y la facultad que tiene de mo- ¡;;:,E~~e~ec~s~~aía~e~lid:dr~~6de~~~fi: ~ ;:~t~/m~t:r:t~~;~
verse por sí mIsma, facultad que s610 pertenece a los seres vivos; en ,le pretil: corrige las desviaciones y vuelve al buen camino a los
el segundo caso, de la contradicci6n entre el carácTcr finito de la dia- ,!.:spistados, Pero entonces volvemos a tropezar, en el plano de la
gon~ y I~ imposibilidad de ~edirla según un proccso finito. Así pucs, "xplicaci6n, con la dificuJtad suscitada por la existencia hist6rica de
la fJ!osof¡~ no nace de un Impulso espontáneo del alma, sino de la filosofÚls malas, que rompen el desarrollo lineal del pensamiento. La
presIón misma de los problemas: las cosas se manifiestan se nos ,:xpresi6n misma «coerci6n de la verdad» parece indicar que la ver·
!mponen co~o oontradi~torias, como suscitadoras de proble~as; nos dad debe usar la fuerza para imponene y, por tanto, que choca con
Impulsan a Investigar, meluso a pesar nuestro; no nos dan tregua n;sistenda, que debe contar con recaídas y desvfos. Pero ¿dc d6nde
hasta que nuestro asombro llega a ser inverso: hasta que nos asomo proceden tales resistencias? Y si la verdad es el principio, motor y
bIllmos de que hayamos podido asombrarnos alguna vez ante el hecho regulador a un tiempo, de la investigaci6n filosófica, ¿cómo explicar
de que las cosas sean lo que. son; do más asombroso, en efecto, para IlIs extrav[os de los filósofos?
un geómetra, seda que la dIagonal fuese conmensurable»~, Por tan. Es característico que Arist6teles jamás invoque, a fin de explicar
los errores, ningún vicio fundamental del espíritu humano. C&1! ex~
l'cpción de los sofistas ---que prefiere a veces excluir de la filosofía,
.w; Me/., A, 3, 984 11 18. Gr. Pan. animal., 1, 1 642 " 27 (I pr0p6sim de
Dcm6crito).
41 Met., A, 3, 984 b 9 (V>:'a~'<i¡a ~f¡<; d);r¡B.(",... dvapal;Ól'tvOI). ar. Pdr/.
animal., l. 1, 642 " 18 (a prOpó.ilO de Empooode$).
• Mt/" A, :5, 986 b .31 (Uap\u,,"llJ1<;. .. a...apal;~ "'~o),..~~.¡y wl<; ta,...•
I'Ó....;).

82 83
en vez de dar explicaci6n positiva de sus eJ:trlIvíos- los filósofos se:
rn principio, verosrmil, razonable: lo cual apresa generalmente
han equivocado sólo por ir demasiado lejos en sus 'pretensiones de
verdad. Hay como una Suerte de ~rcia de la investigad6n, la cual, el tl!:nnino c5-rO"ftX: $l. Pero compl'CDder por qué una doctrina
....11
puesta en marcha por las rosas IIllSmas, sigue espontáneamente su 1"0110 parecer veros!mil a su autor signÜica a la va ponerse en guaro
ca= y acaba por perder el contllCtO coa lo real. De este modo los Ili" contra su falsedad.: significa distinguir la inteoci6n ---que, como
eléa?,s. comprendieron que el Uoo no podía ser causa de su p~io 100·.nos visto, es necesariamente buena-- de su errónea crist:ilizaci6n
mov~ento, y en ese momento 111: ~ misma los obligó a una nue- I~. un sistema que, al petrificarla, la traiciona. Por ello, dice: Arist~
v.a búsqueda; ~~, en Vel. ~ ~tll' una segunda causa, que hubiera r.·les, «00 sólo es preciso exponer la verdad, sino también desaJbrit

:1:
sido la del movimIentO, prefmeron negar el movimiento mismo: que-
v;~~d~nados por su búsqueda." hasta el punlo de olvidarse:
1.. Cl!usa del ettOr; pues l:al modo de proceder conlribuye a consolidar
b confianza: cuando mostramos como razonable (c5'kITfIl"j el motivo
'I!lC hace parecer verdadero lo que DO lo es, reforzamos las razones
l"ra creer en la verdad... 11. Aristóteles se ha esforzado por cumplir
. . Parecida .C311sa d~ error reside en la fidelidad inoportuna a prin.
OpI.OS ~emaslado rlgldos, cuando no se quiere acomodarlos a la ex. dicho programa: la profundidad de sus análisis hist6ricos se debe a
penenCla. Esa .es, en concrelO, la equivocaci6n de los plat6nicos que la búsqueda sistemática del motivo vCToJimjl, lugar privilegiado des·
han, compren.~do bien la necesidad de principios eternos, perd que Ile el cual se contempla II un tiempo la intención de verdad y la
rehusan .ad?l:ur otros que no lo sean: «Nuestros füósofos, por amor {:llscdlld del sistema, liS! como las razones por las cuales la primera
se ha descarriado o degradado en el segundo. Dicho método, especie
j~sfór;::C~~~~~:~::fi:~nu~o:Oae!u~a;:si~~is~e~~;:udis~~~ de arqueologla de doctrinas, aplicado por Aristóteles con perseveran·
t~ a aceptar cualquier consecuencia, convencidos de poseer princi. da, conduce con frecuencia a interpretaciones notl'.bles, a las que 00
=.av::a:J::~.si cienos principios DO debieran ser juzgados nlbrfa reprochar, sin mala. voluntad, su inaactitud hist6rica ", puesto
'lUC DO pl""tenden informar de argumentos carticulados..., sino buscar
~ co~a de esa obstinaci6n, de esa impermeabilidad a la 1r".lS ellos motivaciones esencialmente ocultaS. Darcnos aqul tan 56\0
expenena.a, COlllilltuye propiamente lo que Aristóteles llama fi«i6n ,.Igunos ejemplos. Arist6teles muestr3 en varias ocasiones que la teo-
{'rMoflD:):cUamo ficción a la violencia que se hatt a la verdad ron tal ria anaxasórica de lo homeomeria y la mezcla fue elaborada como
de ~tisfa<:,r una h!p(itesis... 31. A la coaci6n de la verdad se opone as.I respuesta al asombro suscitado por el devenir: icómo es que tal cosa
la vloleDCIa del diSCUrso racional; pero 00 se trata de dos fuerzas puede /l~gllr 11 S~ tal otra, si esta últinu no estuviera presente de
iguales y antagónicas: la violencia del discurso 00 baee sino prolon. algún modo en aquélla? MJb aún: ¿romo 6plicar el cambio sin con-
gar por inercia la coerci6n de la verdad, cuando ésta ha dejado ya de trovertir el principio, universalmente admitido, según el cual el ser
actuar, o cuando actúa en un sentido distintO. La hipótesis nace del no p~de provenir del no-ser?!!I. No cabe duda de que una leorla
aso~bro. ~ del deseo de eliminarlo, y por eso está siempre más o me- especialmente embrollada se adara a la luz de esta explicación: la
nos JustifIcad? El erro~ no surgc del desv!o, sino de la rigidez: de homeomería y la mooa aparecen desde ese punto de vista, cierta·
este m~o, aun cs oonsldera~o como una verdad parcial, que ignora mente, no tanto como una solución que Adstóte1es pretenderá apor·
su partlrulat punto de aplicaCIón en la totalidad. El infierno filosófico
está e~pcdr~o de buenas intenciones, petrificadas, cristali7-l'!dall
C?mo hipóteSIS y extrapoladas como ficción. El papel del hiStoriador.
filósofo, inO consistiri en devolver a dichas intenciones su fluidez en
volver a hallar tras el sistema el asombro inicial que lo ha suscil~O
Y el movimiento que lo ha constituido?
Aristóteles insiste reiteradamente en l. idea de que todo error es,

: ~~¿"r.:,·I~I~ t""3&'~ (M~t .• A, J. 984 • 30).


51 M~u., M, 7, 1082 b J. ~ dicbI impemxabilidad il b ~ no

~~~;~~p:'ci=, :n~;~,~ ':;=


84
tu con su tcorla de la potencia y el acto, cuanto como el problema
mismo hiprnaasiado.
Más notable aún es la aplicaci6n de semejante método a los so-
fistu y, más en general, a quienes niegan el principio de contradic-
ci6n: «La aporia que suscitan puede resolverse; examinando cuál ha
sido el otigen {tipzf¡)de esta opini6n. JI. Origen por 10 demás doble:
de una parte, el mismo asombro ante el devenir que había llevado a
Ana:úgonu a su teoría, y que, en este otro caso, y en nombre del
kgJ'úrno principio según el cual del no-ser no puede provenir el ser,
introduce el ser en el oo-sc:r y el no-ser en el ser; de otra pane, la
observaci6n psiool6gica según la cual «lo que partte dulce a unos
parca: a otros lo contrario•. Ahora bien: explicar. ¿no es absolver?
y la historia, ¿no expliCll aquí lo que la filosofla condena? Arist6te-
les no retr'Ocede ante tal consecuencia: la elI:pliCllci6n según el origen
llega a justificar, y por ende a salvar, esa no--Hlosoffa que es la soff.sti-
ca. Si es cierto que lo que distinguen sofístiCll y filosofía no es tanto
una diferencia de contenido como de intenci6n (1:p....aip!::r!,)", recono-
cer en el sofista una intenci6n recta significa hacer de él un fil6sofo,
y consentir en atribuirla un puesto, si no en Ja historia de la fil0s0ffa,
al menos en el concierto de los filósofos.
La explicaci6n genl!tka de Jos sistemas lleva asf a una concepci6n
de sus relaciones muy distinta de aquelln 11 que conduce su compren-

:~6d:l:rfii::~:~}:~~~:~fljos~J~aJ~~ír~d7e~oab~r::a~i~:
talidad de los sistemas anteriores, y por relación al cual dicha totali-
dad se orientase según una sucesi6n. Más aún: aunque Arist6teles
nunca hubiese llegado a asimilar por completo el movimiento retro.
grado de la verdad y el movimiento retrógrado de la necesidad, la
comprensi6n podía producir la ilusi6n de una explicación según el
fin y el todo, es &cir, según la causa final . .Esa concq:rión es sin
disputa la clave cid libro A de la Mda/isica, libro que, según W. Jae-
ger, data de la estancia de Arist6teles en A.ssos, o sea de un pm"odo
bastante antiguo, cuando todavía podfa mantener la confianza, mani-
festada unos años antes rn d De pbiJosophia, en la conclusión, no
sólo posible sino próxima., de la filosoffa.
Sin embargo, al descender a detalles, Aristóteles timde a expli-
car la aparición y conlCflido de los sistemas en virtud de una «coer-
ci6n de Ja verdad., que no es tanto una llamada o una. aspiración
CUlOto la presión, en cierto modo mecánica, de los problemas. Enton.
ces, a nn de expliCl1r las desviaciones aparentes, los re~ O las
recaldas en la «ficción., es cuando Arist6tdes se inclina a atribuir
una menade inercia a la investigaci6n, que, proviniente de w
cosas

5t M~t., K, 6,1062 b 20; cfr. r. 1, 1009 .. 22-}O.


!17 M~,., r, 2, 1004 b 22 u.

86 87
cima del tiempo, a los hombres competentes. sin preocuparse por la
In di:tléct:ica·, y p;uarda escasa relación con la in~ut'(;i6n propia-
situación que éstos ocupan en la hisloria: «Por uQl parte, debemos
JlWlltc histórica dtl libro A, qUt a la postre resulta aislada dl.';nlro dt
buscar la ~puesta nosotros mismos, y por Otn!, intelTOgar a quienes
la han buscado; y si hay alguna diferencia enrre las opiniones de los h .. b!:! de Aristótdes: en la clasificación dt las opiniones posibles, es
l.kil eomprobar que mumas nunca han sido $OStenidas dt htcbo; en
homb~ com~entes y las nuestru. tomattmos en cuenta un.as Y , ..:lnto a las Otra5. la historia sólo inttrviene paNI suministrar una
otm, pero segutrm)Os sólo las mú exactas. Q. Aquí ya no interviene
el tiempo para estahlettr una jc:rarqufa entre las doctrinas. como si ".'r:lntfa supkmentaria de su posibilidad. Tales introducciones care-
la recién llegada tuviera todas las probabilidades de ser más "erda-
der:a que las anteriores; e! tiempo ya no es más que e! medio ambitfl-
:~-;:~ ~all~%~tt~c:~t~~~~~~ h;:r;: ~:fllo:
te, neutro en cierto modo e indiferente, en e! cual se desarrolla Ja
deliberación 61 que eníre:rua, en la emulación de una búsqueda ro- f.mt;;~ si AristÓldes m:luce en esos casos a la historia al pa.~! de
mún, al f1l6sofo con el conjunlo de sus predeeesc~. Aristóldes no ......-identt. lo hxe más que nada por exigencias tk lt. ~Clón:
se presenta ya romo juez. sino un sólo romo árbitro' no decreta ""nca ha crddo qut d diálogo de los filósofos fut~ u;n diálogo ?e
·"tdos tn d cual idénticos (~as reapa=rfan pemSdicammte, Sin
" priori de qué parte estA la verdad: aguarda a que la '"erdlld o al
menos la dirección en que deba buscarse, se desprenda de la eo~fron­ 'lile ca'mbiaSl.'; nada esencial. Como.hum somhieo, Aristóteles sabe
taci6n misma. En este sentido, e! acuerdo entre los filósofos, o entre 'I"e el diálogo sigue una progresión: sólo que aquí. no se trata ya de
1111 progreso lintal, qUt ttnga lugar por acumulao6n de resul~,
l~ mayo; pllrt: de dios. es ya sci'ial de verdad: d que Platón haya
sIdo el umeo filósofo deseoso de engendrar e! liempo parece testimo- :.illo de un progreso propiamente ..dialéctico.., qut sólo eons~gue
niar en eontrn suya M. y a la inversa, la divergencia entre filósofos :lI'l1)ximarst: a una vtrdad sitlllpec huidiza al precio de un Valv6l
que hlln razonado sobre un mismo problema es señal de la falsedad IH'tremo en la discusión. El tiempo del diálogo, como d de la pc:r-
de sus teorrllS 6.1. '''l:lsión o:n gentral, no es un titmpo homogéneo, tn d cual e! mo-
"'ento último serra necesariamente priviltRiado por tl.';specto a los
~1I0 SUpU~IO, no hay filósofo privilegiado, ni sistema alguno pec.
destlOado hacIa d cual confluya todo. ¿Quiere esto decir que Aristó- I>I"ecedentcs, putS los oonttndda a todos ellos. Por d contrar~o, la
teles renuncie a toda idea de progreso? Podría a veces parecerlo; ,liscusión obtdece a un rilmO SCCftIO, tn el que se suceden penodos
como cuando, al inlroducir una cuestión, traza una espa:ie de cuadro ti,; maduración y dt crisis, y cuyos momtnto.!l distan m~cho dt .ser
orientador de las soluciones teórica.mente posibles: sobre el número '"'I"ivaltntes: e! dialéctico sutil captará aquél en qUt su Interv~ón
'.<'1"1Í dl.';Cislva. Esta observación de sentido común se habla convertido
y naturnleza de los principios <16, o sobre la naturaleza de los núme-
ros 67. o sobre la definición del alma ti; no se da tn esos asas pro- c'" un tópico de retóricos y sofistas: el discuno improvisado es supe-
greso de una solución a otra. sino una especie de intemporal sisttm&. ,-i.. r altscrito. y la discusión superior al cuno dogmático, .por cuanto
tia de los puntos de vista. que exduyt toda idea de AenuJogía. 'I"C hacen posiblt al onulor o al filósofo agarrar la ocasión. ti mo-
Nada indica en qué sentido. en otros lugares sugerido por la hiStoria, mento propicio, d lUllpO~n. Es significativo que: Aristóld~ aplique
debe operarse la sIntes.is; mt;or dicho. no hay tal síntesis: el filósofo c·I mismo ténnino al diálogo ideal de los filósofos m el Utmpo: las
debe: escogtr entre soluciones que. ante los ojos de la historia. son dificultades suscitadas por Antístenc:s a propósito de la ddinición
equivalentes. Dicho g6lero de introducciones es más bien asunto de de!
"110 dejan de: ser oportunas.. {~lu ~w1 lUll(ilÍV)ll: • t.aI ~so término
i1Ustr2 bien una concepción «dialéctica. de lt. hisron., segun l. cual
","IDOS cómo el problema planttlldo por tite. la pporla .suscitada por
.,,-,118. a veces no viene a cuent~,'y a veces, ~ ~b,o. aporta un
impulso decisivo, aunque impteVlS.lble•• lt. discusi60..
As! pues, d tiempo no es el lugar de! olvido, como pensaba PIa-

88 89
tOO, ni el de la revelación, como por un momento parece haber crefdo 1':1 diálogo de los filósofos en el tiempo nos pone en presencia de una
Aristóteles. Olvido y revelación suponen la existencia de una verdad "sl"c:cie de Ilscesis de la verdad: no ineluctable devenir, sino prueba
absolUla, independiente del conocimiento humano, y que existida en hboriosa. Tal es la utilidad de la historia: abreviar, mediante la ell:-
sí, bien al comienzo, bien al final de la historia: es decir, fuera del Il(~riencia de los esfuerzos pasados, los años de aprendizaje de los
campo efectivo de la historia humana. Aristóteles nunca renunciará filósofos que vienen detcls. Tal es también su limitación: la historia,
del todo a esta concepción: la solución a la cuadratura del circulo .,j bien indica los errores que deben evitarse y los caminos ya apio-
existe, aun alando ningún hombre la haya descubierto todavía 13; r:uJos que no van a ninguna panelo revela al filósofo nlla definitiva
pero si es cierto que, desde el punto de vista de la eternidad, 5610 10
imposihle no ocurrid jamás 'H, aquella solución, por el mero hecho
de existir en alanto posible, acabará siendo hallada. Asimismo, era
necesario que la teorla de 11$ cuatro causas, por el mero hecho de ser
:0;;.
~1¡,,'Una. Responsable único de la decisión que adopte, no tendri otra
::e~ ~~~:=~e;; puntos, mejor que sus ant~,-
Ambición ciertamente modesta, en la qul.'; ya 00 hallamos Ja 1m- J
cierta, encontrase alguna vez quien la formulara, fuese Aristóteles u l'l:riosa seguridad del De philQsophilJ y el _libro A. ~e estos dos
otro alalquiera. Desde semejante perspectiva, la historia es aquella 1~'l"IOS de juventud hasta las (rases desengañadas de los libros r o Z,
parte irreductible de contingencia que separa a los posibles de su vi~lumbf'llmos una evolución que coooujo a Aristótdes de una ron-
re:llizaci6n; si hay necesidad de esperar, 00 es tnaIOS necesario que ,,:pci6n finalista y optimista de b bistoria de la filosoHa a una concep- I
dicha espera tmlta un final, pues sin ello lo posible no serfa ya tal, dón dial6c:tia y relativamente pesimista, de la idea de un progreso ,
sino imposible. En ese sentido, el progreso si era nnendido como lI~silrio I la de una incierta progresión, dt- la esperanza en un pIÓ- '
TÍl'!!l10: .'0: o:.aÚl'#: el progresivo advenimiento de una escocia. .ilOO acabimiento a la aceptación de una búsqu«la indefinida. Las ¡
Pero Aristóteles, romo hemos visto, llega a dudar de que la filo- nlUSIS de semejante evolución --·erure las cuales se trasJuce la expe- !
soffa tenp un final, es decir, de que se aproxime a una "erda<! llbso.
luta e inmutable que seria como la escocia de ta soluci60. 1.0 que
distingue el problema dt- la cuadratura del drcu10 por respecto a la
;:Orci~~:nde~ria~~t~~bu~~=
t'Cpción de ::t:ae::: \I
la historia como de la filosofía: lo que aqur esl.' en juego
CtH'$ti6n: TI 't"o ay es que el primero está ya resuelto, si 00 en una 1;$ la posibilidad misma de completar b ftlosoffa, es decir, de ron-
conciencia humana, sr al menos en el unh·-erso de las esencias, mien- vcrtir J. búsqueda en sisuma.
tras que la respuesta a la segunda hll sido y es cbuscada siemprea
(,bH:'lTfllÓJU'oO")15. La historia no es ya el margen que separa al hom-
bre de las esencias, sino el indefinido horizonte de la búsqueda y el
trabaio humanos.
Ahof'll comprendemos la profunda afmidad que vincula, en Aris-
tóteles, a la diaMetica y la historia: si la dialéctica es el método de
la búsqueda (t:~lo:),la historia es su lugar. DesanoJ.Iar una aporla
(aCoRllpaM y recoger las opiniones de los predecesores son dos pro-
cedimientos complementarios ": pues la historia de la fllosoffa no
haa: sino desplegar los titubeos y contradicciones por los que debe-
rá pasar, a su vez, d filósofo que se plantea los mismos problemas.

» Emes Jaque pam:edesp~de Ar,um.lOflst.• ll, 171 h 16 •.,


doode Alis!Óceles m.ntiene l. verdad de la cesis, peo.e.la falsedad de lAs
dcmosu.eiones propuesl'l hasu el ttIOJJ>e1IlO.
74 Con,idcnado el tiempo en 5U couJidad, hay identidad entre el ser y el
poder«r, llSf oosno enlre el .no 5eD y el .pod.,. no sen, asf, .es imposible
queUll'COSllCOfruptible 110 se deslruy. en aliWn momento_ (De CM/O, L 12,
283 " 24). Ari,tótelC1 ;/CfIO" lo que Leiboiz llama el .mi.tetio de los posibles
que"iam~~t~uIT~O~b /~~UIJlU).
'16 lk Animll, l, 2, 403 b 20. TI Mel., M, 1,1076 .. 12.

90 91
CAPITULO II

SER Y LENGUAJE

l. LA SICNIFICAClÓS

No hay a:ageraci6n alguna en decir que la especulación de Aris-


tóteles tuvo por principal objetivo respon4er _~ los sofislas; la palé-
mica contra ellos asolJUl por todas partes en su obra: no sólo en SUS
escritos lógicos, sino en la Metafísit:a y hasta en la Fisia'. tnlSlucim.
('ose en mocbos pasajes que: no tratan uprc:samente: de: la sofistica.
Cuando vemos c6mo insiste Aristóteles en discutir argumenoos que,
en lIparienci.a. ya ha refutado. y COIl qué pasión arremete: contn fiJó.
sofos que: dice: despreciar, lIdivinamos la importancia real. aunque: no
confesada, que la comenle sofística de: pensamiento tuvo para !lI cons-
titución de su mosofIa. Sus relaciones con el platonismo son comple:-
uunerue: distintas: la polémica. antiplalónica tiene límites mis claros,
Y va lICOtIlpañada de una seguridad y autocomplacencia tales, que nos
hacen pc:ns.ar que: Aristóteles andaba muy cera de: considerar su cri-
tica como definitiva. Por el contrario, las aporlas suscitadas por los
sofistas rePacen apenas resueltas. se imponen obsesivamente:, y pro-
vocan ese: «asombro. siempre rePovado que: sigue siendo para Aris-
t6Ielc:s, como IX'rlI Plat6n, el punto de partida de la ciencia y la filo-
sofía '. En SUlJUI: la sofística no es para Arist6teJes una filosofla m.b,
~ , 982 b 12; 983 • 13-20. Cfr. PLATÓN. Tnuto, U:l' d. En 983
• U, AI.I.S'l'ÓTELES cita como ejemplo de ~.oÓl1 nombros. la inconmcn-
fUtllbilidad de la diopal con el bdo del CUAdrIdo. Puc:s bien: esta dificultad,
aunnoaiendodeorigensol($uoo,parecehabcrformaOOp,artedd~lde
argumentos dele. soliltas: cLosque lIOlluenen que nldJ. el verdadero., re-
c:uerd. Arial6tc:lel en otl'l) lugar, caportan entre: OItOS este argumenlo: n.da im·
pide que a cualquic:l' proposición le: ocurra lo que a la de la oonmensurabilidld
de ladiagonab (prolotipode pro¡:>05ici6nquc:pJl.rtuverdadc:ray tl,smem-
NrlO, falsa) (},ltl., r, 8,1012.33).

93
entre otras. En un sentido, es IDCnOS que ~, ya que el sofisla no u argumentos, sino a convicciones... Pero en cuanto a ~ segundos,
tS fl1ósofo, y se contenta con Crc\'CStirse con el hábito de filósofo.: .d remedio es la refutación (funo.:;) de su argumentaoÓD, tal como
00
$U sabiduría es sólo capareote, sin realidad... Pero si bien la sofiStica
es U/Ul filosoffa, es en cambio ca apariencia de 14 fUosoflu, y, .'ItA ~ ::::~::~~,Io~:L~~~:i:SJ:e::nt:tJt:tJ~;:. hay de '00.
en. la
por dio, cd género de realidades en que se mueve... es el mismo "IIlPresa sofística, en el momemo mimto en que up~ la ~rtllación
que el de la filosofi.... Por último, lo que difttnlcia al somla del '111C le ClIUsa: sean C\Iale:s sean las imenciones de ~. sofistaS, sus
filósofo no es Ianto la namraleu misma de sus problemas como la :l11;umenlOs estin ahí, y más apremiantes. por menos VIVIdos, por más
cinrcnción.. (rpolrlp¡'lc)con que los abordan: de verdad en un caso, más anónimos. AOISO por no haber podido conocer personalmente a
t de ganancia en el Otto '.
Esta última consideración descalificada, pareo::, a la sofistica.
["s sofistas del siglo v, Aristóreles se sicote mti inclinll~O qu~ Pla·
hín a lOmar en serio sus discursos, todavía presentes y, SI no 1mfu·
Pero precisamente en vinud de ella es más temible: en el fondo, esa l:lhles, al menos aún no refutados. Platón se habla o:.>ntentado _por
indiferencia hada la verdad es la que ha hecho de los sofistas los "¡cmplo, en el Eulidemo-- ron ridiculizar a los sofmas, o, llls más
fundadores de la dialéctica, es decir, de un arte que enseña apresen· ,le las veces, se las habia ingenilldo en sus diálogos para. presentarlos
tu como igllalmente verosfmiles el pro y el contra de un mismo pro· "11 contradicción consigo mismos, fonándolos, por boca de S6cra~es,
blema. Precisameme porque no les preocupaba en absoluto la verdad " reconocer que ignoraban aquello mismo que preten~an ensenar.
de las cosas, los sofistas han cooccntrado todos sus esfuenos sobre E~ cierto qlle, en un CltSO
al menos, Platón había respondido fondo 11\
. Ja eficacia del discurso, haciendo de éste un arma incomparable para .Ie un argumento de los sofistas: aquel que, PUeslO por Platón en
transmutar Jo falso en verdadero, o al menos en vetVimil. Por con· boCll de Mc:n6n, tendia a probar la imposibilidad de ~prender ,tanlo
siguiente, el filósofo no puede ignor:lt al sofisla, ya que lo propio de 1" que ya se sabe como lo que aún no se sabe, subor~ aSI con-
ll'..dietoriamente el comienzo de IOdo .saber a la nccesldad de un
~:lr~~=ífl=f:/~=t~ ru:ltrsesofu: ~~~:=': ""bu preexistenrc 4 • Como nas recuerda Aristóteles!, PlatÓD concibió
poner su propio terreno -d del discurso-- a su adversario: para SI' teoria de la mniniscencia precisamente paN. responder .a ese at&,U.
darse cuenta de ello, no basta con percatarse de que el discurso es UICfI!O Pero eso era responder a un arguIDenlo con un mito, y Aris-
lugar obligado de toda discusiÓll; pues, en el diálogo ordinario, el h"teles' no quClhní. satisfecho con tal respuest~·. En t~ gene.-
discurso I2t:a vc:z es puro; lo m.is frttuente es que sea un medio para r:,lcs, y lejos de continuar las respuestas platÓDlcaS, que .el Juzga ~mo
sugerir una ¡nluición, una p<'rcqJción, una experi=cia: en suma, un
medio para remitir al interlocutor a las cosas mismas; p<'ro en la dis- ~:~=I~;fu~~I:'~:~~n,:=:r4&J~s~~;=s:~=
cusión con un sofista tal recurso no est' pennitido, pues en este ,,1 ;¡ristote!ismo no es tanto una nuna derivada de! pla!onismo COI~
caso, por definición, el adversario lo es de mala fe: se niega a com-
prender con medias palabras, y no IIdmite que la polémica salsa de! ::~~nel:~~s~1~f:toS::~~ioa~~ed~r:~:~~~erf:na~~:r:ia;1~~nl~
plano del discurso, y vaya al dominio problemático, por no inmedia· ¡,)gica IIristotélica: am~ so.n «producto de una ~ d~ er~st1cu,
to, de las cosas. Estll es la dificultad, inherente a la argumentación de un esiglo en que la CienCia debe luchar por su ClI:lstenc¡a» , y s<;
contra Jos sofistas, que Aristóteles adara notablemente en un pasaje
del libro r: entre quienes han sosrenido tesis paradójicas, como la :;~ ~ ::;t~~Ón~ep~~i~i eA:~~e!~:j:n~~de~mf:e;r1~ss~0::~~~
de la verdad de cosas contradictorias, hay que distinguir dos gropos: nhierta si se impone como un deber fundamentar de nuevo, contrll
cunos han llegado a esta concepción como consecuencia de una di· 1,,5 sofistas, la posibilidlld de la ciencia y la. ~ilosofía, ello se debe a
ficultad real (Ix 't"GU as:opi'¡O'at)., los otros hablan uf tan sólo cpor 'lile el platonismo, más que acabar con IlIS dificultades, las h~ enmas-
el gusto de hablar.. Q.úroo lápn.). No podremos comportamos de igual I:f
",rOOo. Asf se explica que Aristóteles ocabe ser m!s sensible q~
modo, en la discusión, con ambas clases de adversarios: cUnas nece-
silan persuasión, los otros coerción lógica ... La ignorancia [de los ~.:~~~, ~~=e:~:~~et:e ex~ÜClt~:a;=ji:
primeros] tiene f'cil remedio: 00 se trata de responder, en este ClSO,
~((I9I1I6-22 .
• Mrtl{)tI, 81 U.

; i"tt¡~~i~;;ti~Y; ~~r AriJloulr., 11, 2, p. 1.

94 9'
::::'ySCre~~Cd:t: =~det~iatev~l~t6n a la actividsd dia-
La causa de las insuficiencias de Plat6n viene claramente suge-
rida por el tato ya citado dcllibro f: no sc responde a argumentos
lógicos con argumenlOS lid bominem, como tampoco con mitos. Al
discurso sólo puede responderse con el discurso, Y a su roacci"sn sólo
con otra de la misma naturaleza. Hay, pue!', que aceptar el terreno

:: ~~~u:S~:=J:ja;~}:;::',~~:~s.t:
do por los sofistas y al cual consagrará lodo un tratado t, a fin de
desembarazarse de los obstáculos previos que oponen los sofistas a la
búsqueda de la verdad. Pero antes de estudiar la técnica de la refuta-
dón y cómo la emplea Aristóteles, no será inútil proceder a un reco-
nocimiento del terreno sobrc el que va a disputarse una polémica
que dcbe expresarse, según Aristóteles nos ha advertido, ceo los dis-
cursos y en las palabras•.

Si algo escapa a la universal critica emprendida por Jos sofiuas,


es el discurso, ya que es el instrumento mismo de ul crítica. La oro-
nipotmci.a del discurso es un lugar común de fttóricos y sofistas: cEI
discurso -dice Gorgias en el Elogio" Eletul- es un poduoso mlles-

::~b:t~~:~~re:a~o m~~I~sesfu:c~~b~d' I=~;: ~~


, lhiJ., p. J, n. 1. H. ~úieT aplicl. el cieno, por fUQl!eI históricas ~
resurfjm;ntl0 de b inspirw:i6n soflstica en la filoaoffa de Arist61~lea: mrrea-
paru.kría al renacimiento d~ los modos de ~iento erútiaJ, que se: mani.
fiesla en ~l siglo IV ~n las escuelas socráticas, p,rtlCUlarrn~nte en los me~ticos
y Amlstencs. P~ro átOll ~tln ya romemponint()ll de Platón, y no le plantC'lll
, Aristóteles problem.u que su maesrro JK) hubiera ya enrontNldo. Además,
Ar;"lótdes no 1011 alaCl sólo Ie11OS, sino expresomeme a los sofistas anliJluos:
pimscse en ellulI"r que ocu~, por ejemplo, PtloT.tCOItAS, en JI dec;'iva polI!-
miC'Jl. del libro de la Met_fíSl(:~. Tunpoco penUIDO' que la importancia otor-
pda po<" Aristóteles I l. filOtKlf~a pre-pluónica dcbt uplkane por un. afee-
tllción de ignor2nCUo del patorumlO; tal es la te$s de ROOin, JlIllI quien
_Aristóteles desea siempre _pvnot4r que ranud. la cadena de una tnodición
fibóflC:a que se: "brÚl rolO con Il\s ~ de Plo.~ (Lo /Uo~;e pi.
totr~""..., p. ~2, n. '.50) (!lUbny..Io nucauo). Quisittamol probar que,
en ese: mOnfO.la probIem.biea pre-palÓoi(2, no hay s6Io akctaci6n de ami-
pallJhÍm>o, una uJlIrienciu que Arisrótdea deaeMe aOOptal, lo cua1 le 00f-
WÚI mucho anhajo, ~UDI ~ ptofurlda de su fJ.loaoUa.
t Lo. Ar,..",,,,,los (o k/IIt«io""J) .ofbtko(,,)•. Como es sabido. !lO loe
Itlta cn ~ obrs --<:enttl lo que quic:re UD malemmdido fn:eumle- de re-
futal b SCJf_, lino de C$tudiar esa. moc.Wid.! de rucoamieDlO tofútil:o
que ~ la reflt/4dóIf; mú en cuncreto, de SUStiluIr la rdutaeióD _flllw!tt,
~porlosaof"Ul$.porUSlmérododerdutaci60real..
11 82 B 11, 8 Dieb-KtIM.

96 97
ría capaz de ocupar el lugar de la «ciencia de la cosa. ." y el hombre ,h'Cir 13, o sea, enunciar proposiciones contf1ldietonas sobre un mis-
competenre, el «físico., recobrará siempre su preeminencia natural '110 asunto, pues si dos interlocutores hablan de la misma cosa, no
sobre el hombre simplemente cultivado y elocuente. Si, en virtud de I,nedcn por menos de decir la misma cosa; y si dicen cosas diferentes
una extraña inversiÓfl, llegad a reprochár!de a Arist6tdes en el fu- ~"" que no hablan de la misma cosa lol. Tampoco es posible IDCJltir o
turo «el carácter completamente verbal de su oruologla. II, lo cierto "Iuivocarse 2l', pues hablar significa siempre decir algo, o seI, algo
es que Wldie ha proclamado mis alto que él su desconfianza hacia el 'lllt: es, Y lo que no es nadie puede decirlo; no hay, pues, término
lenguaje. Para convencerse de cllo, baSte invocar el sentido casi siem-
pre peyorativo que para él tiene el adjetÍ\'o /..o¡t7.ó~: razonar o definir ::.~~ d~:ea~~m~~ ns~:¡re:::~v~~ch~·~~iL~~~i~n~~J[~~
AOTIK¡¡¡~, o sea, verbalmente, significa atenerse a las generalidades, que nos transmite Proclo: ..Todo discurso, dice Antfstenes, estll. en
desdeñando lo que tiene de propio la eseocia de la cosa considerada. 1" cierto; pues quien habla dice algo; pero quien dice algo dice el
Es be: uo defecto al que los mismos plat6nicos no han escapado SI.."t,Y quien dice el ser est.:!: en lo cieno" -. Anrísteoes s6lo quiere
cuando, por ejemplo, hablando del Uno, no ven en él unto la unidad .:mplear el verbo lírltV en su uso lfansiti"o: hablar no es hablar dt,
numérica como el corre.lato de los discursos uni~rsa.les .'; Y cuando 1" que implicaría una relerencia problem:itica a algo mis alU de la
afinnan que no hay s610 Idca dd Bien, sino de todas las cosas, razo... p"labra. sino decir algo; ahora bien, ese algo que se dice, ne«saria·
nan «de un modo verbal y vado.: A.0TIKiOi; )';0.1 KE"'W~ lll. De aJ¡1 la lUente se dice del ser, puesto que el no-ser no es: as! pues, ni siquiera
prefercncia que otorga Aristóteles a las especulaciones ""físicaso', es l>:lSta ron hablar de una relaci6n transitiva entre la palabra y el ser,
decir, apropiadas a la fJaturaJ~a misma de su objeto. pues no hay paso de una a otro. sino mis bien adhertnnll natural
Pero esa oposición entre el sentido de las pa/Ilbras y la nilturalt'%JJ ,. indisoluble. que no deja lugar alguno a la contradicción. l. men-
de las cosas supone una teoria, al menos implicita, acerca de las rela- lira o el error. AsJ se justifican también las otras tesis de AnÚStenes,
ciones. o mejor didlo de la distancia, entre el lenguaje y su objeto. :kjuellas que acaso impresionaron mis a Aristóteles, a saber: la im-
Parece claro, cgmo dice \VJ. Jacget.ll,.que Arist6teles ha sido el pri-. p"sibilidad de la predicación y de la definición. Sólo se puede decir
mero que «rompe cl vrnculo entre la palabra y la cosa, entre el .1<.: una cosa lo que ella es, o sea, que ella es lo que es; por tanto,
A&¡O~ y el 6... " así como el primero que elabora una tcorla de la :l cada cosa le conviene tan s610 una palabra: aquella misma que la
.siglli/icad6'1,_cs decir, de la separación y relación a uo tiempo entre d<..'Signa. El caballo no es afta cosa que cabollo: por consiguiente•
el lenguaje como signo y el ser como sigllificlldo. Fu~ cuales fue- l,-,da predicación es tautol6g1ca 17. En cuanto a la dcfinici6D, no es
5en las divergencias en!fC~ los sofistas en cuanto a su teorla del len- Ill":nos imposible: s610 se puede d~s;gn," la cosa, o, a lo sumo, dtJcri·
guaje, divergencias cuyos ecos parecen llegarnos a tra\'l5 dd Cr3/ilo !Jifia mediante uoa períff1lsis l¡unt!'o~ AÓTO;), la cual s610 puede con·
de Platón, no parecen haber poseído, en cualquier caso, la idea de sistir en la sugerencia de una semejanza entre la cosa. considerada y
que el lenguaje pudiera tener cierta profundidad, reenviando a algo olfa no menos indefinible que ella 1II.
distinto de sI mismo: sus teorías son, podríamos decir, teorías inma· A igual concepci6n impUcita de! lenguaje parece remitirse, a la
Dentistas dd lenguaje; d lenguaje es pata ellos una realidad en si, postre, el último de los argumentos del tratado de Gorgias Sobre el
que es una misma cosa con lo que expresa. y no un sigllo que hubie- lIo-S~. Como es sabido, esa obra pretendía demostrar sucesivamente
ra que rebasar en direcci6n a un sign;Jicado no dado. sino proble- tres tesis: 1) Nada existe; 2) Si existiese algo, ese algo seria incogoos-
mático -lo que supondrfa cierta distancia entre d signo y Ja rosa dble; J) Incluso si ese algo fuera cognoscible, no podría ser comuni-
significada. rada a l/odie. Sea cual sea e! alcance general de dicho tratado, en el
Esa ausencia de distancia entre la palabra y el ser justifica por sr que se tiende a ver cada vez más algo distinto de uo simple juego
sola las paradojas por cuyo medio Arist6teles. probablemente disd-
pulo de Gorgias, obtendrá, ..no del todo inoportunamente" 72, las
consecuencias extremas de la posici6n sofística. No es posible contra-
f'I Pilrt. ,,,,imlll.• 1, 1, 639 # 3.
II L. Bll,lINSCIIV¡CG, Lu Agu dt l'inullitmu, p. 6,..
It Mtl., M, 8,1084 b 23.
lO Et. Eud., 1, 8, 1217 b 21.
21 Arislotms, pp. 39).96.
:u H,3.100bV.

98 99
(¿'flwPf¡clUll~l con lo liquido tesulta ~ara nosotros el discurso ~tivo
1erlsticoZI. resulta diffcil tomar a la ligel1l la argumentaci6n que Gar- :l dicha cualidad; y de la present::l.Clón del color resulta el diSCUrso
19ias desarrolla en lipoyo de su última tesis. Esta se fuocla. aparente- 'Iue lo tt:aduce. Siendo uf, no es el discurso el que traduce lo que
mente. en la incomunicabilidad de los sentidos: «si aquello. que ~ se
percibe por la vista. el oído y los sentidos en general. al ~mo tIem-
po que se presenta como CIterior; y si aquello que es visible es cap-
~~~oer:u~e=~ros~~:do~ácfji::r:;~~~:~ ::p:o==
última frase. feC'Ordemos que el problema debatido es el d~ la comu-
tado por la vista. lo audible por el oldo. Y no indistintamente por niGKi6n con otro: lo que Gorgias ha mostrado es que el discurso, no
uno u otro scotidn. ¿cómo puede eso manifestarse a otro? .. Pues el Il--oiendo niuJa que comunicar, 00 puede. a /ortioTi. set comuniC3ción
disaJrso es una realidad audible: ¿cómo podrla entonces expresar
realidades que se tr\·elan tan sólo a los otros sentidos? «Los cuerpos ~C:;roo~~ ~ ~~:~' ~laU;:== ~J:= t i :
visibles son completamente diferentes de las pa1abt:lS. ~es el me· C[lIC habl~¡ asl pues. es la percepción que el otro tiene de la cosa
dio por el que: se capta lo visible es completamente diferente de
aquel por el que se captan las palabras. Siendo así. el disaJtSO no
lo que da sentido, para él. a nuestras palabras, '! nc:' el hecho ?e qu~
éstas tengan uns significación intrlnseca: 00 hay nl comprensión ni.
revela en modo alguno 13 mayoría de las cosas a que se refiere hablando con propiedad, trl1nsmisión o comuniCllciÓll. sino 5610 un
('fa lÍ%QltCi[.l~), J~ J¡¡ mismll mlln~1I qu~ Uf/lIS (QJaJ no uv~lan ~n encuentro accidental en cuya virtud nuestras palabras. en vez de
moJo alguno la naJuTal~VJ J~ 14s otrllS" Jt, Si la incomuruCllbilidad de perderse. resultan asumidas por otro a cuenta suya, es decir, como
los sentidos tiene como corolario la incomunicabilidad del discurso expresión de su propia experiencia 15.
y de aquello a que se refiere. ello se debe a que el discurso es, una La argumentaci6n de Gorgias supo~. por último, .el ca~ter
realidad sensible como las demás, Gorgias ignota el desdoblamIento sustancial, cerrado sobre si mismo, del dl.scurso. Ahora b.leo: Si éste
en cuya virtud el discurso como realidad sensible quedada borrado no permite la comunicaci6n, pues nada tiene que oomumctlr, al tt,'e-
ante otra realidad significada, «El medio que tenemos de expresat nos autoriza y facilita la CQ('x;st~ncM oon otro. As! se sustrae Gorglas
es el discurso (Ji lap 1.:r¡vÚQl-U!V lCIfl )'~TQ~)lJ, y el discurso no es aqueo a la inconsecuencia en que habrla incurrido si hubiese pretendido, en
110 a que se refiere, no es lo ente (>"~TO~ ~i: o"x lo'tl W. ÍY:toxclp.cvtl Xtú ~u tratado Sobr~ el no-ser, minar aquel terreno sobre el cual cimentó
ana;); por tantO, lo que nosotros comunicllmos a los demás no .es su carrera de ondor y sofista. Entendido de ese modo, el tratado
lo ente, sino el discurso. que es diferente de aquello a que se ~fle. SObT~ el no·ur 00 tendrla por objeto establecer la imposibilidad del
re" 11.. De que aquí se diga que el disaJtSO no es lo ente, no se SIgue
que el discurso sea ilO'scr, sino sólo que no es el ser del que habla;
y precisamente porque es un ser como los demás sólo puede m~ni­
;a
t:a~~:'h~:a~~~ r:'d~~ci~a~:u~~~rdelu:e:.s :~er:~l:~
---escribe Dupréel- .. el ane de la palabr~ se sumae a .Ia tutela doc-
feslu lo que él es; Gorgiu expresa eso jugando con el doble sentido trina! de la ci~ncia d~ 14s cosas. No se.fli CIerto que. a fm de sobresa-
del término lÍ1:;Guifl-E"O": «Como el discurso es una cosa (i.ll:GUi~~lW)
y un ser. es imposible que nos revele la 005li a que se refiere
f~l»tli~~lNl y el ser,. J.I. AsI pues, el di.scurso 00 remite a ott:a cosa
~~;c::~~~ ti::I~::I~u; ~:~a I~:a: Jte:s»:Ei
discurso, siendo él mismo un ser, no puede Cll:presar d Ser; pues CJ[-

que a sf mismo. Siendo U!llI cosa entre las cosas, su rdaci6n con las
dem.b no putenec:e al orden de la signifi(adón. sino sólo al del
~ncu~ntro: «El discurso nace: a consecuencia de las OO5liS que desde
el exterior nos afectan, a saber. las cosas sensibles: del cncueouo

101
100
presar quiere decir, en cierto modo, ser otra cosa de: lo que se es: Y Cr:atilo, descansan en un principio común: el de la adherencia
1"IeS
realidad sensible, pero también 5ig"o de otra realidad. Gorgias ha lotal de la palabra y el ser. Para erarilo y Antlstenes, el nombre: for-

~:;cat1~addsl:~~~j: :~s:~:;sa:h~~f~~ciu6:a;~~~í~~t~~:u~~ ~:au:~:a ~i:s~~da:.coG~r~~:s,ex!clS;'is~~;r~~~ro~~~~ae: 1:


por ello el lenguaje pierde valor, pero, como no es el lugar de rda- ..:Qnseeucncia inversa: el discurso es él mismo un ser, una CO!a entre
ciones significativas entre el penmniento y el su, resulta sólo el 1.ls cosas, y «así como unas cosas no revelan en modo alguno la na·
instrumento de: relaciones ~xiJtmda1~1 (persuasión, amenaza, suges- turakza de las otras., el discurso 00 revela nada, 00 npresa nada
tión, etc.) entre los hombres. por .si" mismo --\1 menos que el artificio humano establezca. una eda-
A decir verdad, Gorgias parece llegar asl a una conclusión inver- dón extrlnseca entre tal palabra y tal rosa. De un lado, el logos es
sa a la de Antlstenes. Afirmar que el ser es incomunicable, porque ('1 ser; del otro. e1/ogos es un ser, y por eso el ser en su integridad es
el discurso s610 se refiere a sI mismo, parece contradecir una teoría incomunicable 39. Pero si el puntO de partida es el mismo, el de lle-
según la cual el discurso estll. siempre en lo cierto, por ser discurso gada también lo es; ambas tesis desembocan, por diferc:nte~ razon~,
J~ alguna cosa. En realidad, los sofistas parecen haber discrepado e:n en la misma conclusi6n paradójica, se¡r;IÍn la cual es imposIble eqUI-
cuanto. sus concepciones acerca de: la llatun1b del lenguaje:, y el vocarse y mentir: en un caso, porque hay coincidencia natural entre
C'l1tiJO de: Plat6n alude: de manera evidente a polémicas de: esa clase. la palabra y la cosa, y en el otro porque hay identidad COll\-au::iO.rutl.
La tC$is defendida por Henn6genes, según la cual la exactitud de los El problem3 del C'tJtilo no es el de saber si los nombres se aplle:sn
nombres es 85unlO convencional, poeirra edacionarse bastante: bien con exuctitud, sino romo. Hermógenes está perfectamente de ~~­
con c:I punlo de vista de Gorgias: si la relaci6n entre: el discurso y la do con Cratilo en que los nombres son siempre eJ[~ctos: «En nu Opl:
cosa de que trata pertenece:, como dice Gorgias, al orden del «en- ni6n --dice-, el nombre que se le asigna a un objeto es eX3cto: y SI
cuentro., se entiende por qué los hombres han tenido interés en sus- se 3bandona ése cambiándolo por otro, el segundo es tan exacto como
tituir la contingencia de uI encuentro con la edativa fi}ca de una el primero... Pues la natural~ no asigna nombre alguno co~ pro-
convención; igualmente, s.i c:I discurso tan sólo se refiere: a sr mismo, pio de objeto alguno. -. Y VI~"ena, porque la naturaleza asigna un
resulta fanoso establecer una rdación, al menos exuínsea, entre la nombre a cada objeto como propio, Cratilo mantendnl, no ya COlllrS
palabra y aquella cosa ron la que queremos que corresponda; la ron-
vención ronsistirla en este caso en la codificación, por parle del hom- :::~'~~e:~:.s;cr:~~~:~J::::e=~Po~~bl;=
bre, de esas relaciones existenciales cuyo instrumento, según Gor- 10 falso. 41.
gias, es el discurso. De maDera inversa, la tesis de Cratilo, según la A través de sus discrepancias, In filosofía sofística del lenguaje
cual los nombres son exactOS por naturaleza, pues hay identidad ab- manifiesta, pues, una unidad rc:al 41 • Las posiciones que dentro de
soluta entre el nombre y la cosa, se edaciona aún más intIK<iiata-
~V't:ll'D'lencontrm"unlo:maadlof¡o(aunqllll'in~enfavot.de
mente con el punto de vista de Antlstenes JI. Sin embargo, las tesis UnI condusi6n invcnIl en la uoria arUtOCeia dc:1 enlo:ndimicntO: el ~

=. de ~ ..~de r:~~~~ ts:. tit:::'


aparentemente divergentes de: Gorgias y Antísrenes, o de Herm6ge-
~ en:.4i::
1

n Es caractttfstia> que, en la tNdici6n pt"SOCl'lllica, la si¡¡ni(jcación sea m, 8, 4)1 b 21). Arisrordd .interpreta en ~ sentido la frase de Ana:dgoru:
OpUtsttl 1 I1 pllabra: así, sq¡6n Hedelilo. cel dios cuyo orik:ulo est'¡ en ce:! entendimiento debe ser sm mezcla, a fm de gobernaD, eslO es, comenll
Delfos no habla ni disimula: .ignifiao.oo <oijtl ll-¡., o;;". >p:ÍlttIl, dn.<:i "'í1"Ú'" AIIISTÓTl!LES, «1 fin de oonoc:en ('A'l'<Í'yX1¡........ ',.;¡ .;_ l~¡'v """"'1 f,a ,~, u<rto
(fr. 93 Dicll). ¡............. 1"""fÓCo¡) (De _i1lf.l, 111, 4, 429 ti 18; DIEt.S, Vorsoh., )9 A I~l.
JI F'unclíndoIe en el parent<:SO) de 1M lais de CntiJo '1 Alldstmes. al-.
¡uDoI c:rltiaJI han Ikpdo 1 pretender que Anl:ÚleneI ~ aluo:\idl) di~
mente en el cIWoeo de Platda. Tal opinión. '11>" te moon~ 1 ScblcimDldlcr,
~~ u: ói~~ =:~':= ~ta:~~:==.
pul. RcenalOltmllllt el mismo IfJUID"1'IlO. mas de nuevo tnvuudo. en Pas-
'1 arro líItimo ~W1le es Dupréd (La sopbistts, p. )7), tropic::za lÍD al: ..Lo poro de ser quo: leDelIlO6 DClIi oculta: la vW6a de kl inftni~ {fna· 7~
embarxo am aJsunu dirKU1t1dea; la prillCipal <k ellas, que el herldildsmo
de Cralílo oonc:ue:rda mal roo las t~u eldtieas de Antistenes. C&. L. Mt.
J.1DIEII, ¡III.oJ. tlU C.tltyl~, ell. Budt, pp. 44-4:5. Por Otta plrl". acaso no
~¡;==l~~:~~:-n:~der.r t-P~y:~
Wicgo.
::rdeiuD'::~
higa falta bU50lr una atribución n=anamente prm" a las tais de Hmn6- «l e.tltilo, trad. MUIIllI?ll, 384 d.
¡cua Y de eratilo. Amboa represcnfan loa doI ,ipos extremos de respuesla 1
un pmbIo:ma que. conforme al testimonio de Aula Gdio, debió coovertine : ~.~~; distin!O ~. de rclievr
del nuestrO. Dupn!d <"SI unj-

~O:'~ it ?::~&H~ ~C::~,::=:.


muy proolO en una «CUeStión disput...fa.,.. to:mI cUsico de eje:rcici(lI dectO>da:
fÓ"I' u ....0,..... ~ &i1Sl1; Noches bias. X, 4.

102 lO}
,
ella se mantienen no son tanto contradictorias como contrarias, lo No son los pasajes en que Arist6teles trata t!)( profeso del lengua.
que viene a querer decir que su oposici6n s610 tiene sentido en el je aquellos que m'-s nos enseñan acerca de la naturaleza de éste. Al
seno de un género común. Y de hecho, en este punto sin duda deci· comienzo del Dt! infupretationc, el lenguaje es definido como símbolo
sivo, la polémica de las Rt!futaciont!s sofísticas se dirigirá contra los (c:n>f-I.~o)..oY): «Los sonidos emitidos por la voz (l:d!~ 'ti;l ~W~~) son los siro-
sofistas en general. Entre una teorla «convencionalista. y una tcoda bolos de los estados del alma ('li:allf¡}Ul'ta~' o/UXf¡,\, y las palabras es-
«naturalista. del lenguaje, Arist6teles !lO tomará partido, sino que critas, los slmbolos de las palabras emitidas por la voz..... De lo que
denunciat1i. el error que late en cl fundamento de esa falsa oposici6n, :lqul se trata !lO es de la n:laclón enttc ellenguaie y el ser, sino tan
y cuyo orip:en debeni buscarse en el desconocimiento que los sofistas sólo de la relaci6n entre la materialidad de la palabra pronunciada o
tienen de la verdadera esencia del lenguaje 0. escrita y el «estado de alm~ al cual corresponde; y debe notarse
que la rdaciÓfl entre la palabra hablada y el estado del alma no difie-
re de la que existe entre palabra escrita y palabra hablada: la escri-
tura remite a la palabt:l, que remite de i,ltUal modo a un «estado de
alma». As! pues, la relación del lenguaje hablado -y con mllyor ra-
zón el escrito- con el ser no es inmediata: pasa necesariamente por los
%di¡p,«tll 't"f¡l; 901t¡~ y son éstos los que expresan inmediante el ser,
pero no de:1 mismo modo que el lenguaje significa el pensamiento:
.AsI como la escritura no es la misma para todos los hombres, las
palabru habladas no son tampoco las mismas, mientrtl5 que los esta-
dos de .Im. de los que tales expresiones son inmediatamente si&"oS
(O'T¡!1lta %peil't~) resultan idénticos en lodos, asf como también son
idénticas las cosas de las que dichos estados son im4g~n~n os. La di-
versidad de lenguas obliga a admitir que la palabra y la escritura ro
sr
son significtlntu por misma'5, en tanto que los estados de:! .lma son
sc:me:iantes, por si mismos, a las cosas que les COtTe!pornl.en. Se impo-
ne, pues, una primera distinción entre las relaciones de: st!m~;anZ4
---romo las que existen entre el pensamiento y las rosa$--, y las re-
laciones de: significtlCi6n (aquí exoresadas por los términos, cierta-
mente oscuros, de símbolo, GÚfl~)..Q~, y, accesoriamente, O'TLIllw-.).
tal como se instituyen entre el lenguaje y el pensamiento.
En otros tCllt05, es cierto, AristÓteles Uam:1 sfmbolo a la rdaei6n
de:! lenguaje a las cosas: .No es posible, en la discusión, alegar las
cosas mismu, sino q~, en lugar de las cosas, tenemos que servimos
de sus nombres como símbolos-.~. ~quí, d inte~ediario constituido
por el estado de alma es suprimi&;, o al menos olvidado, pero tal
~upresi6n es legítima, puesto que, al componarse los estados de alma

104 105
como cosas, pueden ser inmediatamente sustituidos por ellas. En t6tcles que «todo discurso es significativo, no como instrumento
desquite, no puede sustimirse sin más la cosa por el nombre, supri- natural (00, 0PTct'IO~) sino, según se ha dicho, por convenci6n",SI,
miendo asf toda relaci6n; pues «entre nombres y cosas no hay se- Estos textOS sedan claros, si a ellos se redujera la filosofía aristo-
mejanza completa: tanto los nombres como la pluralidad de las de- télica del lenguaje: el lenguaje no es una «imagen», una «imitación,.
finiciones son limitados en número, mientras que las cosas son infi- del ser, sino tan sólo un «símbolo», y el símbolo debe definirse como
nitas. Es, pues, inevitable que cosas varias sean significadas por una un signo, no natural (se tratarla entonces de un a71lu¡o~), sino con-
sola definici6n y un único nombre» 41. Por consiguiente, no debe vencional. O también; el lenguaje no manifiesta (o~ 8r¡I.oil, sino que
creerse que «lo que ocurre en los nombres ocurre también en las significa, no ciertamente como un instrumento natural de designa-
cosas»"'. ci6n, sino por convenci6n(l((l't"d O'rnOr.xTl~\. Pero la terminología de
Estos textos arrojan, según parece, alguna luz sobre lo que Aris- Arist6teles no es siempre muy segura, y conviene examin.'l.r otros
t6teles entiende por símbolo. El símbolo no ocupa, pura y simple- pasajes que, al parecer, podrían contradecir a los anteriores. Asl,
.mente, el lugar de la cosa, no tiene semejanza alguna con ella, y sin el término O'1j¡.t.!\O~ es usado a veces para designar la relación del len-
embargo, a ella nos remite, y la significa. Decir que las palabras son guaje a los estados del alma, relaci6n que, según hemos visto, es
slmbolos de los «estados del alma» o de las cosas mismas, significa convencional con el mismo titulo que la relaci6n del lenguaje a las
a un tiempo afirmar la realidad de un vInculo y de una distancia (por cosas, Pero J:¡ definici6n cientÍfica de lo Cllj[J.f¡Cl~ en los Primeros Ana-
lo cual se distingue el símbolo de la relaci6n de semejanza, ~¡.t.OIÓt7¡<;); líticos parece incompatible con ese uso, demasiado amplio, del tér-
o también reconocer que hay una relaci6n, sí, entre palabra y cosa, mino: «El signo es una premisa demostrativa necesaria o probable:
pero que esa relaci6n es problemática y revocable, por no ser natu- cuando, si una cosa es, otra también es, o cuando, si una cosa devie-
ral, En consecuencia, no basta con decir que la palabra es el signo ne, otra también deviene con anterioridad o posterioridad, las se-
del ser, pues el signo puede ser una relaci6n real y natural, como gundas en ambos casos son signos de aquel devenir O aquel ser» s¡.
cuando decimos que el humo es signo del fuego. El símbolo es, a la Asf, el hecho de que una mujer tenga leche es signo <le que ha dado
vez, más y menos que el signo: menos, en cuantC' que no hay nada a luz y, en términos generales, el efecto es signo de la causa 53, Asf
que sea naturalmente slmbolo, y en cuanto que la utilizaci6n de un pues, el signo designa una conexión entre las cosas, y, más aún, fun-
objeto como sfmbolo implica siempre cierta arbitmriedad; más, en dada en una relaci6n natural (como J:¡ de causa a efecto). Desde este
cuanto que la constituci6n de una relaci6n simbólica exige una inter- doble punto de vista, el ab¡.t.~o),Cl~ se opone sin duda al a71p.e¡o~, Y enton-
venci6n del espfritu que adopta la forma de imposici6n de un senti· ces Aristóteles no usa con propiedad este último término cuando
do. Esto es lo que Arist6teles expresa al definir el discurso (1.ó10<;) designa con él la relaci6n del lenguaje a las cosas,
como «un sonido oral que tiene una significaci6n convencional Pero hay más: Arist6teles parece emplear a veces para designar
(l«l:td ao~tli¡x1j")''''; y esa significaci6n es convencional «en el semido esa misma relación, el vocabulario de lo ÓflOl",,¡.u:o, que el texto del
de que nada es por narumleza un nombre, sino que s610 lo es cuando De inlcrpretationc parecía reservar a las relaciones entre los «esta-
llega a ser símbolo, pues hasta cuando sonidos inarticulados, como dos del alma» y las cosas, Así, en la discusi6n acerca de los {uNros
los de los brotos, manifiestan (81j1.o"at) alguna cosa, ninguno de ellos l·omingentes. Arist6teles, cuando quiere mostrar que la contingencia
constituye sin embargo un nombre» lO, Y más adelante precisa Aris- objetiva de los acontecimientos se reproduce en la indeterminaci6n
de las proposiciones que se refieren al futuro, se basa en el principio
~ lbid., 165 a la ss.
41 lbiJ., 165 a 9.
~~as;u;. É~~:,c::Jrfav:~:::~ ~~~ ~~~~j~: d~i:~~~sco~~ \
«> De illferp., 4, 16 b 28: 'f<'>vJ¡ "'iI"""",x~ x~ G'Jv!lf,x'7'" No vemos, ~n con·
tra de WAITZ (l, 231), EDGHILL y TIl.ICOT (p. 83, n. 2), razén alguna para qlJ~es el punto d~ partida de nUm~ro$05 tTatados ~icvales Sobre lor moJes
oonlriderllr este pasaje como dudoso. El hecho de que: la expresi6n apaw:ca de signi!ica;:;óll. Cfr. asimismo ClCEI(Ó~, Tópicos, VIII, 3:5.
tatua1melll~ unas Unen m:b M'tiba, ~n la dd'inkión dd nomrn", (16 a 19), 5J lbid., 4,1711 t.
no suscita ninguna dificultad: el nombre es una e'lpeci~ del gén~ro Jis(:tirso, 52 AIlIII. pr., JI, 27, 70117 ss
y es normal que la definici6n del g6lero vuelva a halla= en la de la e'lpeci~ 53 AdviérlllSC que la lcorla estoica del razonarni~nto S~ funda ~n esa rela·
lO D~ lnte.pr., 4, 16 b 28. Aunqu~ Arisl6tel~s aqu( no insista ~n ello, e'l ción d~ inf~rcllCia
en tatos de este tipo donde debe buscarse d origen de la distinción esco- 54 'ÜjLot'r»:; 0< MiTO' dl,;'10"<; m.p ui "f'dí1l.a:".a (De Illlerp" 9, 19 11 33).
lástica entre d siWlo natural (que Arist6teles llama ¡¡eneralrnente a:il'¡lo).,oy Este talO ptefigura, mucho más qu~ el citado rnlÍll arriba, p, 10:5, n. 4:5), la
y el signo conwnciOIla1 o ad p!acitum (el aw'¡"") d~ Aristóteles), distinción ,lcfinici6n escolástica d~ la v~rdad como adeClIadón; pues aqul sI que se tf'lla

106 107
la verdad lo que estli siendo aqul ddinido en términos de semejanza. blando inimitables por el discurso--, al menos la relación de las cosas
En el D~ ;nurpr~t4/ione, Aristóteles distingue con cuidado, precisa- entre sí: su composición o su separación. Así pues, la proposición es
mente, entre el discurso en general y ese otro discurso susceptible el lugar privilegiado en que el discurso sale en cierto modo fUera de
de verdad y falsedad que e5 la proposición, especie del primero. El sí mismo,_'!.. sea, de la simple intención significant,e, para tralar de
discurso en general e5 significativo, no sólo en sí mismo, sino tam-
bién en cada una de sus parles, sean éslllS verbos o nombres". Pero
la significación aún no es el juicio, en el sentido de que hace abstrac-
clfa:a~nla:uc;::te:ia~Ene~~~~:::::'~~~&í:'q~el~V~~~
es a-Un tiempo sÚltesis de COnceplOS y afirmación de esta Sínlesis en
ción de III existencia o inexistencia de la cosa significada: así, por el ser. Se comprende de este modo que, av~tu~~ a j~8ar l~s
más que los verbos sean significativos por sr mismos, eaún no signi- cosas a riesgo de scr juzgada por ellas, la propos!oón, a dife.rencla
fican que una rosa es o no es.. s. Dicho de otro modo, la significa. del simple u!rmino que no es verdackro ni falso, sea el lugar de la
ción no tiene alcance existencial por sí misma: podemos significar sin verdlll;ty la falsedad. Por lo tanto, es en ruanlo verdadero, y no en
contradicción lo ficticio, precisamente porque la significación de los cuanto discurso, como se dice que el discurso se asemeja a las cosas;
nombres no prejuzgan la existencia o inexistencia de las cosas: «Hir- o lambién: no es en cuaDlO que significa, sino en cuanto que juz-
cociervo significa sin duda algo, pero no es toda\.fa verdadero ni falo ga, como compete a lo que hemos llamado el vocabulario de lo
so, a menos que se añada que es o que no es.. n. No todo enunciado {0¡¡.0i1lllUl)·".
significativo ('f'd.CIl~) es necesariarntnte una afirmación /xcr:tlira.:!!-;) Quedaría por preguntar, ciertamente, cómo es que la función ¡u.
o una negación (d::::~!ll~) 1II. «Quiero decir ....-precisa Aristóteles.-- que dicativa del lenguaje puede íntertatse en su funci6n significante, y
la palabra homhrt, por ejemplo, significa sin duda algo, pero no que es cómo el slmbolo, que no implica semejanza alguna natural con la
o que no es: sólo habrá afirmación o negación si se le añade otra cosa, o más bien cómo una composición de !ímbolos, puede mudarse
cosa.. '. Esta otra rosa es la compooición o la división de términos en semejanza(ÓIU"W,ullLa respuesta seria que l!.esencia de la propo-
significantes aisladamente, en cuya virtud se define.; la proposición-: sición radica, no en los términos que hay que componer, sino en el
composición o división que ahora sr pretenden imitar, y no ya 5610 acto mismo de la composición. Ahora bien: la composición misma no
significar, si no las cosas en sr mismas ---que son precisamente ha· pertenett al orden del sfmbolo: y ni siquiera es competencia del len-
guaje: es uno de esos .. estados del alma- 1%~6i¡llor.:~ ti¡~ '\'orr.;l,
de la rd.:i6n enlre el diJcuno 'f las cosas, , no, o;:mo m d lato anuri<x",
mire 101 -audol de .Im.. , \a$ (()US.
35 Arist6lda dislinllJ(' d nombre (~). que lig:litia csin referencia
alticmpaa(2,J6t120).,d~1xJ rplj¡l«l.quecañadelsus.WUflCaci6nb
:;::agu:f:::de a=tax:. =í~~D~n~~~~:neÍ
juicio es una función 00 tanto del discurso como ;rcralma misma:
~1J;M1'~:'!-~~~~~ 'f~po~~
ele b bClmbtes) ..slo se ~,ercnl en la proposición, dr mert~ que, conUdaado
y DO es que el discurso deje de ~r indispensable (es característico
que Aristóteles no hable propiamente de juicio, sino de PTOP'Sici6n),
aWaduncnt~, el l'erOO es com~l~ I un nombre.
: :::::' Il~· . Hiroxiervo- el ~j=lplo
Q que Aristóldes ~lea rorrim-
(~te cuando maliza lo ficUcio. En b ~l.lltuios AJw/ilU:oJ mosttari que
10 flClicio puede I t t sil."i/~d!l, pero no J~;"UJo, pIJe cwett" de ~ :
cEn cuanlolloquenoes,nadi~libe Ioqu~ClI: Jl'IIf:'k~u.n s6lo laque
li¡niflCll el diacut!O o el nombre, romo cuando di80 b~, pero Q im-
pos.ible liba lo que es un hiroxiervo. (JI, 7, '12 b 6). aro astmIMI'I(l A..", pr.,
J, ~, 1t ~"~~P,., 4, J6 b 27.

: ~.~\/~~ :-Ul~ de la romparaci6n mm D.. l"l..,p,., 4, 17 • 2


(cNo todo discuno es unl p~ici6n. cn¿~ lino sólo ;>qUd en que
residen 10 w:tdadcro y lo tal,.,.,), y M..I., e, 10. 1051 b 3 (cEstar en la v~rdad
quier~ decir ptI'Il~ que .10 qu~ est'¡ separado está separado y qu~ lo qu~ esli
unido at'¡ unido., conS1StilTldo la fllsedad, inversamem~, en pensar 10 Sl:Pfl'
rada como no separ.ldo y 10 unido como no unido). Lo p~ici6n verdadera
es Iquello ruya composición reproduce, o mejor dicho ,mI14, la composición
drlalcOIIlI.

lOS 109
~ro, en el juicio, ~J discurso es rebasado, en cierto modo, en direc- Arist6teles dice de ese género de definiciones que 8 llama dialéctica,
eón a .Ias ~5: uende a suprimir la distancia que lo separaba de o sea meramente verixlJes, pero cuyo empleo basta para fundar un
ellas, dlStancl.a que, colYl:0 hemos visto, caracterizaba su significación; dililogo coherente (puesto que nos garantizan que, al emplear el mis·
y por eso deja de ser discurso para convertirse --o intentar conver- mo término que nUCltro interl<X.1Jtor, estamos hablando de hecho
ti.rse- en pensan:U~t~ de la cosa. En suma, la función judicativo. de la misma cosa): una definici6n as! no es, nos dice, cni del todo I
«mteresa a otra dISCIplino.. ~ que la trocla del lenguaje. oscura ni dd todo exacta. "'. Sobre esta relación ambigua tnne el \

°fu:lnex~, :1~i~~~~G:a~~s~~~~:=t~r;Elele:u~j~
lenguaje y las cosas insiste las más de las veces Arist6teles, muc:ho
.una :: más que sobre una pretendida crevdaci6n. de 6ltas por aquB. Cier- r
OJ~plirá su funci6n propia si 00 manifiestll (U... ¡tl¡ tlj).o¡¡" afinna tamentt, al confiar en las palabras, estamos seguros de no apartamos
AtlStó~eles en l~ Retórica". Igualmente:, alguOO5 han creído legitilDO por completo de la voo.d de las cosas: el mero hecho de que los
conclUIr, a parur dd hecho de que Arist6teles designe la proposici6n hombres las usen, y con efiOlCÍa, prneba por si solo que las palabras
con el ténnino d:;Ó?IX'I~I~ q!f atribuía al discurso una función capo- cumplc::n bien con su función dc:signadora. As! se o:pliOll la confianza
fánticu, es decir, rc:veladot1l: d:=:o=í'tllJlltn significa poner de mani- que el sabio Arist6teles p:arc:ce tener en las clarificaciones del len-

~~~~~~~
~O~"'~
a::: ¡m::::dcb:e=:~~~ rae ;,:s7~
00 designa. cualquier clase de discurso, sino sólo aquel que,
guaie popular: el éxito de una designaci6n consagrada por el uso
indica que tal designación no es arbitraria, y que a la unicidad del
nombre tiene: que corresponder la urúdad de una especie o de un
divICli:ndo y componi~, es su~tibJe de verdad y falsedad: asJ, género"'. As! se aplica también el &ecueme recurso de Arist6teles
~~e:~I~~::afaka.po~:S¡~:::' k ~~':~~~~ :t las etimologias (lo que él llama ctomar las palabras oomo indi·
cios.)", e incllUO a los análisis sintácticos Ilit. Pero esos argumentos
no pc:rt~ al discurso en genera.!, sino al discuno judicativo pues
no ti~eD más valor que d diaUctko, en el sentido opuestO a físico JI:
éste es el único que hoa ~r 10 que las cosas son y que son l~ que
son;.B solo, como se ha visto, guarda con las cosas que exp~ una la experiencia de los hombres. tal romo se comunica en su diálogo
relación que no es soIaméte de significación, Uno de: semejanu. y se codifica en su lenguaje, es una apro:rimaci6n, pero sólo eso, a 10
En. cuanto al IUO del verbo hjA.O':;'" para designar la funci6n del que nos enseñad la ciencia de la naturaleza de las cosas. El Ic::nguaie
lenguaje, tampoco resulta probatorio. Más arriba hemos visto que
ese ~smo vetoo des.ignaba, en otro ttxto, el modo de expresiÓII in.
mediata que es p~IO de los sonidos inarticulados emitidos por los
brutos, en oposICl6n a la expresión simbólica caraClc:ríStica del len-
~je humano t5 • '!
cuando a Arist6teles se le ocurre emplear la
Illisma palabra a fm de expresar la funci6n del discurso humano en
groera.!, quizá debamos recordar que tlJA.O':;'" significa sin duda hl1ur
~, pero en el sentido de designar, señalar oon el dedo. Tal es, en
efecto, el obvio papel del lenguaje, menos preocupado por r:xpresar
lo que son las cow que por designarlas, por reconocerlas; más aten-
to, en el f~do, a la distinción que a la claridad: pues bien, no siem-
pr~ es procJso conocer claramente la esencia de una ~a para dislin-
gwrla de las otras. Y del lenguaje en general podría decirse: lo que

ilol Ik ¡fflnp•." , 11" 14.


" III,2,1404bl.
w «Offen~rmllChen im Sinne da aufwdscnden SehenI~u, y, m's
~¡ba; «Der )...,.0<: 1isst ~IWU sehen. (flIl'..."Il",I. nimli.ch da., worüber di~ R«k
!El~j~~~/~7t,tH;:;ffJ::'~~::~~rf~,Jn~le¡-rr;cp~:"cnauV~;t';~d
<'l aro mb arriba, pp. 106-107.

110 111
abre un camino, una direcci6n de investigaci6n: indica por qué
lado deben buscarse las ~; pero nunca llega hasta ellas. tanto a la esencia del lenguaje como a la condición del hombre ha-
blante. De hecho, DOS hallamos aquf en un campo que parece com-
r.t ~:~:edaV:l~:::~
en:nr:imrtalad~~~ad~ru: peter más a la antropo1ogfa que a una tcorla del lenguaje, y podda
concebirse una especie de deontología de la palabra que sirviera de
lo que podñamos llamar la condición dial6:tica del discurso humano,
que siempre es discurso para OltO: «Tenemos todos la C06tumbre remedio al uso demasiado indulgente que de ella hacen los hombres.
de enderezar nuestras investigaciones, no según la cosa misma, sino Por oposición, podría concebirse una forma mis que humana del
según las objeeiones de quien nos contradice. Y hasta cutmdo somos discurso, que se sustraerla a las limitaciones del lenguaje humano:
nosotros mismos quienes planteamos objeciones, no llevamos nuestra as! era el logos heraclftco y, en general, el presocrático. Pero Arist6-
l1verigu:lci6n mlis allá del punto justo en que ya no podemos pl:m- tdes ignora una forma de discurso que coincidirfa con el proceso
tc:irnoslaslO n. El lenguaje tiene su propio movimiento, cuyo motor mismo mediante el cual las cosas se desvelan, y que sería como el
---o, como decía Sócrates, «aguij6n_ es la objeci6n del interlocu- lenguaje de Dios, «Con Arist6teles, el logos deja de ser pro/hico;
tor o de uno mismo; pero si nos atenemos a este movimiento inma- ~iendo producto del arte humano y 6rgano del comercio entre los
nente del discurso, nunca estaremos seguros de llevar adelante la h<Jmbres, es descrito como discurso ¿iaMcrico, cuya forma más eleva·
inv~tigaci6n «hasta donde sea posible», es decir, hasta la cosa mis- dn será, a 10 sumo, el discurso profesoral (nqueI que mejor hace abs-
ma . No se trata sólo de que el diálogo ya no sea, como 10 era para tracci6n, si bien no por completo, del comportamiento del oyente). ",
, S6crates y Plat6n, un correctivo a los extravíos del discurso, sino que No es ya sólo que Aristóteles no sugiera en ninguna parte que el
es una fuente suple~ntaria de engaño, pues nos empuja a buscar la lagos acaso poelria, aunque sólo fuese de derecho, tener una función
, aquicsa:nci.a de nuestro interlocutor más bien que el conocimiento reveladora; es que llega a decir, en un texto de la Poética, que si las
de las cosas, procurando así más la verosimilitud que la verdad, La cosas no esrovieron veladas el discurso seria inútil: «¿Qué tendrb
\'erosimilitud -y por eso Aristóteles acabani por rehabilitar la dia- que hacer el discurridor {o )J-r:D'O'I, si las rosas se manifestasen ya por
Jéctica- sigue siendo, sin duda, una presunción de verdad; pero la sí misIIllli (~i í""';I)i'to t,~1J &'llihIH. sin necesidad dd discursoh ".
verosimilirod es más amplia que la verdad, y la codeblcz del discurso As! pues, el discurso no es tanto d órgano del desvelamiento como
dcpcndc precisamente de que se conforma con esas generalidades, el sustitutivo de l5te, y necesariamente imperfecto.
bastándo1e con saber que en el interior de ellas está situada la ver- De tal imperfetti60, da Arist6reles ott:l razón, que depende aho-
dad. «Le pasa como al arquero que no puede ni alcanzar plenamente ra de la esencia misma de todo lenguaje, y cuyo desconocimiento es
el blanco, ni fallarlo del todo: tqui1n no smí capn. J~ dallar la /I~­ la fuente principal de los errores sofísticos: «Puesto que, en la dis·
cha ~n una pt/erra?,. Pero el hecho de que podamos poseer una ver· cusión, es imposible alegar las cosas mismas, y en vez de las cosas
dad en su conjunto, y no alCllllZ:lr la parte precisa a que apuntamos, Jebemos usar sus nombres a modo de símbolos, suponemos que 10
muestra la dificultad de la búsqueda» 7., Se entiende as! que Arist6- que sucede en los nombres sucede también en las cosas, igual que
teles asocie tan a menudo la idea de verbalismo (y, por tanto, la de nI contar se piensa en las piedrecitas, Ahora bien, entre nombres y
dialéctica), no a la falsedad, sino a la de vacuidad: l.oTIXW, XI;l¡ XIVW,. cosas no hay completa semejanza (o/u,: IIJ"tlv ~f-lOIO"): los nombres
dice de los razonamientOS plat6nicos ", y aquellas definiciones que
no incluyen el conocimiento de las propiedades de lo definido ser'lin ~l~n~~~ta:~: í.:s ~,::r~;s:nfi~~s: ~lp=~~~I~sq~¡f~~~ciAr~
llamadas «dialécticas y vaclau 111: vadas por demasiado generales".
Podría obictatsc, empero, que esa impotencia del discurso para 11 Sobre la opo&id6n entre lo pro/~lfJri¡J 7 lo profltico, cfr. K. A%nol,
llegar a !as rosas en s! mismas, es decir en su singularidad, no se debe

n lk
C«úl, n, 13, 294 b 7 D.
IbUI. S<oguimos -'lU1 la rntaprttaei6n de Ta.ICOT (u 1«.).
n
Net., «, 1. 99}. ,.
14
Et. Etul., I. 8,1217 b 21.
"
~~l:.fdt~:':ro~~~=~bR;,'=::I:~&:::::t::~~.I,~PR~;~
I1rillou, p. JOQ.
1<...:: "1m PoIt., 1':1, 106 b 7, Squimof aquI la

=:
a~~~la~
SusemihI. Gudmw:I

ú1tipJe, pero ahon


11 lk Animil, J, 1, 402 b 26. CO(IIplcro dd bdo
" CIt. SlIolPLlClO (1" Pbyl., 476, V-29): razonar )."1"''"'" ." razonar ,1...1 Júnjte, mientras que No hay que coaW',
d:6~ a"v... ~,¡"Uf'o", Or. ibid., 440, 21. Y lo mismo ocurre C'OfI las l_oca, coa la potencUo del di$cuno para dimi.nllr era oposici60: en Platón,
,.¡ /OfOl. por d aloa: de la diJlctia. se rcmediab- lO si propio; en Atillt6-
Id"" la dia16:tia !lO se lUStrllC lO la impotente generalidad del discurso.
112
113
t6teles, en el recurso al universal, no ve tanto una conquista del pen- ,-¡ooes a uno mismo» &6. Podrían recordarse, sin duda, en sentido in·
samiento conceptual como una inevitable imperfección del discurso. v<'rso, los pasajes en que Aristóteles habla de una semejanza inmedia-
El dtama del lenguaje humano --es decir, de todo lenguaje, pues lu <.:ntre Jos estados del alma y las cosas; pero esa semejanza pasiva,
Arist6teles no conoce otro lenguaje que el humano-- es que el hom- 111 .ser inconsciente, es vana, mientras no se exprese. El pensamiento
bre habla siempre en general, mientras que las cosas son singulares l<'llexivo sustituirá esa semejanza inmediata por la semejanza ejercí-
Todas las aporías sobre las definiciones, en el libro Z de la Metafisi- ,h en el juicio y expresada en la proposici6n. Pero ese proceso que
ca, se basan en esta dificultad fundamental: ¿cómo definir, con nomo ",. eleva desde la asimilJclón pasiva hasta la adecuaci6n reflexiva pasa
bres que son comunes, una esencia singular? Pues, precisa Aristóte- 'lI'l"Csariamente por la mediación del discurso, puesto que «las cosas
les, «las palabras establcddas por el uso son comunes a todos los Illl se manifiestan por sf mismas» fiI. El pensamiento del ser será,
miembros de la clase que designan; deben apljcarse necesariamente, pues, en primer lugar, una palabra sobre el ser, o sea, en el sentido
por tanto, a otros seres que no son la cosa definida» !l. En otro te- Ilds fuerte del término, una onto-!ogíiJ¡ pero si es cierto, pese a los
,,, ,(¡stas, que no hay semejanza inmediata -sea natural o convencio·
rreno, el de la ética y la politica, Aristóteles destacará la imperfec-
ll:¡]_ entre el "~10" y el ~" no habrá más remedio que analizar esa
ción inherente a toda ley escrita, que es universal, mientras que las
n'lación ambigua, esa presencia ausente, ese vfnculo y esa distancia
acciones humanas que pretende regular pertenecen al orden de lo
'lile unen Y separan, a la vez, lenguaje y cosas.
particular 12 • La ambigüedad es, pues, contrapartida inevitable de la
universalidad de los términos, consecuencia de la desproporción en·
tre la infinidad de las cosas singulares y el carácter necesariamente
finito de los recursos del lenguaje l3. Usamos nombres en vez de cosas, y, no obstante, no hay como
Se comprende, pues, que Aristóteles sueñe a veces con escapar pleta semejanza entre nombres y cosas: tales son, en su Iimitaci6n
a las trampas del lenguaje, y parezca reasumir por cuenta propia la redproca, las dos afirmaciones liminares de una veroadera tcoria del
exigencia socrática o platónica dcuna investigación que «pana de las lenguaje. El ptimero de esos principios no hace sino traducir nues-
cosas mismas, mejor que de los nombres» u. «El error --dice-- se Ira práctica espontánea del lenguaje. Pero si esta primera afirmación
produce con más facilidad cuando eXaminllffiOS un problema junto [lO se corrige con la segunda, entonces «no tenemos experiencia alguna
con otras personas que cuando lo examinamos por nosotros mismos; ,Id modo como los nombres ejercen su poder (M·¡ap.!c). lII!, Ignoran- ,
pues el examen conjunto se hace mediante discursos, mientras que <lo esa necesaria restricción, los sofistas se quedaron con la identidad
el examen personal se hace también, e incluso más, mediante la con· aparente de la cosa y la palabra: «Pues hombre -reconoce Aristó-
sideración de la cosa misma (~,'a;u,o'~ ,o" 7.p<illw:roC)' 1'5. En otro lu- Icles- es a la vez una cosa y una palabra-. 19 , Pero de ah! no se in·
gar, sin embargo, y como hemos visto, Aristóteles reconoce que la
propia investigación personal no se sustrae a la condición dialéctica *<1 Dt Codo, JI, 13,294 b 7 ss. (dr. más arriba, p. 112). Recuerda ~to a
de toda investigación, si es cierto que consiste en «proponerse obje- b definición platónica del pensamiento corno "discurso del alma consigo mis-
'''"~ (Tee,e,o, 189 ej. El propio Aristótel~ empleacl, para d~ignar el pen-
",,,niento, la expresión discurso interior {6 ("", h;T~~' 01 Iv t~ ~"l~); Ana!. Pon,
: ~~tNi;: J~'14~o.:.~J; b1h 1, 10,76 b 24-27.
ss., 26 ss. aro ya PLATÓN, Politico, 294 b fiI Cfr. p. ID, n. 79. Por eso ll(} nos parece legítimo oponer, en el seno
&l Vemm lo leios que está Aristóteles de ~e sumario conceptuahsrno que ,le la filosofia aristotélica, corno hace Erie WJ'.IL {"La place de la logique dallS
a veces se le atribuye. Su etílica dd lCJ:1guaje anuncia m~s bien la ctÍlica h pensé aristotélieicnneo-, Revue de Mbapbysique el de Mora/e, 1951, ad. fi"_l,
bergsoniana; podda él decir del lenguaje en general lo que Bcrgson dice de "" plano "Iingüís'ico.. y un plano «objetivo... Pan Aristóteles, no hay nada
los sisfemas concepll!ales; lo que ~s falta sobre t?do cs «precisión,,; no es,án 'I"e pueda hacer que ~algamos del lenguaie, aun cuando, en virtud de la
«cortados a la medIda de la realJdad en que vl"irnoSlO, ¡><Jrque son ..dema· «as,ucia.. del juicio, parezca que lo rebasamos. Todo lo más _y a ello nos

~a::m~l~~:S~~i 71ii~~~If:?a~~~e~ilj:H~t~¿ ~;~ ~~I~;~


"y"dacl la tcoIla de la significaci6n- podemos recuuir contn un ICf1RUaje
!nal informado, apelando a otro mejor informado ("" decir, cllDsciente de sus
limites). elevándono-J as! de un lenguaje impuro y «subjet¡vo~ - d que es-
derecho; de heche, es un recurso necesario, a falta de oln CO"a, y que, como
veremos, hallará una relativa juslificación en la esrructura misma del mundo ~,:%j~~i;~IO,re:= ef d~ ~~a1r~~~;- a un lenguaie purificado y relativamente
sublunar. lIIl Esa es 111 fuente principo>l de los paralogismos soHstiros: Arg. sp/lst.,
lO ar. p. 113, n. 79. 1,165a16.
1'5 Arg. so/lst., 7, 169 ti 37 ss 19 Ibid., 14, 174 " 9.

114 115
~¡e:;~lTI:~i:::ola~~d,~ed;~~~~~~~ IllCnle). 1.0 otro se insinúa en el ser, se fragmenta entre todos los
'ocres DI, pero, a la inversa, lo otro (con e! mismo derecho que lo
precisamente en cuestión por una concepción ddtica dd no-ser- Il1ismo, el reposo, el movimiento) sigue participando dd ser: no es
aquello por J:Dedio de lo cual lo negativo adviene: al ser. Hay que in- '~tSllalidad que estas «melllforan- se refieran a inwicione.s fisicas,
venir los términos, por tanto: no es la exislenciJ. del D<HeI' la que I'''es PlatOO no llega a considerar el ser, lo otro, ete., sino como prio-
hace posible el discurso predicativo, sino que es el discu.rso predica- dl.ios eñcaees, es decir, como ntJJurainJIS. Constituyendo ClIda una
tivo d que hace posible, efmuando disociaciones en el ser, el trabajo ,le ellas un todo y 00 pudiendo ser físicamente dividida, Platón ha
de la negación. La contradicción ---que Platón no distingula aún de ncldo inuoducir la multiplicidad y el movimiento en la Unidad par-
la oontrariedad- no se produce entre nombres, sino mue proposi- menldica mediante el establecimiento de relaciones atrínsecas entre
ciones; por consiguiente, presupone: la atribución, lejos de ser 6aa t·"'1S nnrnraleza.s. Obnndo asJ ha evitado, sin duda, el error de los
imposible en virtud de aquélla. nlccanicisUls, los cuales, para resolver igual problema, han troceado
Hay que volver, pues, al discurso y al análisis de su significación ,.[ ser en una pluralidad de dementos, pero sólo ha podido evitar
para resolver en su terreno propio el problema de la predicación. El "sns disociaciones en el interior del ser multiplicando las «natura·
rodeo a través de la ontologCa para fundamentar la participación, la lC7.au en e! exterior, y sustituyendo as! un procedimiento físico de'
cual debla fundamentar la posibilidad del discurso predicativo, ha división en elementos por un procedimiento, no menos físico, de
aparttido como ilusorio por haber pretendido ir por delante dd aná- Yllxtaposici6n de principios. Dicho de otro modo, Platón estli some-
lisis del lenguaje, en vez de apoyarse en éste. Dicho con mlis precio lido a un tipo de: critica paralelo a la que Arist6teles ha dirigido con-
sión: no podría tntarse de una ontologfa, es decir, de un discut50 Ira los físicos: éstos han comerido el error de querer investigar los
coherente acercs. del ser, puesto que 10 que se trataba de fundamen- dememos de los seres antes de distinguir las diferentes signi6acio-
; Plat6D, el de multiplicar los principios al ma~ del
lll
tar era precisamente la posibilidad misma del discurso. Pero como, lleS del ser
por otra parle, era preciso hablar ~ del ser, y no puede conce- !lCr (condenándose asf a admitir e! ser de lo que no es ser), sin per-
birse una especulación humana que no sea hablacb, PlalÓn ha sido l'ibir que hubiera podido ahorrarse: esa contradicción distinguiendo
vlctima de las apariencias del lenguaje, al no haber analizado las sig- hs significaciOllC'$ del ser.
nificaciones que se ocultan, múltiples. dettlb de las palabras. Siendo Tal senf la originalidad del método de Aristóteles: escapar a las
ser y lI()-ser dos upresione.s distinas, ha sacsdo en conclusión que oontradiceiones de una ffsica dd ser (cuyo obligado complemenlo es
designaban dos principios distintos (sea cual sea, por lo demlis, l. una concepción no menos «(¡sica.. del no-ser) mediante un anfiisis
sutileza de esos dos priocipios). Pero siendo ser un único nombre, de las significaciones del ser, al que se reducirá en definitiva la ooto-
Platón no ha puesro nunca en duda que debiera significar una. cosa lngJ"a. Esta no apareced nunca en él como un Veus ex machinQ que
única. Es de aquellos que «ante e! argumento según el cual todo es viene a fundamentar, contra los sofistas o los megáricos, la posibili-
uno si el ser significa una úniCl cosa, co~en .Ja Cl!:istencia de! dad del discurso humallo: pues eso seria invertir el orden ooturnl, si
no-ser» m. Lo que Aristóteles le reprocha a Platón es haber aceptado es cierto que la omologCa no puede collstituirse más que a través del
el planteamiento elelitico del problema, que se apoya en el ingenuo discurso humano, cuyo caminar laborioso e incierto acompaña, más
presupuesto de que el ser posee una significación úniC;), puesto que 'lue abreviarlo o aclararlo. El «largo rodeo.. del platonismo no nos
se expresa por medio de un único nombre. Ciertamente, al precisar dispensa, por tanto, de volver una vez más a las apodas nxgúiCllS
\ que el rnHer n «en cieno mooo.. o «bajo cierto respecto.., PIntón '1CClCa de la predicación. Pero ese rodeo no era una digresión, puesto
reconocía que el ser se dice al menos en dos sentidos: absolutamente, '1ue la crltica de la «ontoJogfu platónica nos ha apanado del camino
. y en cierto modo; pero no es esto lo que le interesaba, y no ha ron- 'fue: no habla que seguir. Las aporias; ItlC'gÚicas -al igual que todas
centrado su reflexión sobre ese «en cieno modo", es decir, sobre ia bs aporías, cuando estlin fundadas-- no son señal, como ha creído
modalidad de la signifiCllCÍOO. Ik semejante observación atrlle sim- l>!.alón, de: una ignorancia de la ontologfa; sino que manifiestan di-
plemente la consecuencia de que los pros supremos que dÍ$tingue ficultades que son dlas mismas ontológicas, puesto que atañen en el
en el Solista se inter6uen realmente (casi podríamos <kcir: flsica· mi! alto grado al dlseurso humano acera del ser: por Ulnto, hay que
DI aro L. ROlaN, ..El .1 ddinido (e:! d So/iJt.] "S lo Otro,
101 1=01 cilldoo de Met., N, 2, 1089 b 7, 20), , dtbe·lCrl~ ratilUido oomo
u~de_sign~.
r~~
~shV«q=,p·26Il.
== bJdoI k>s
no«!"
loeteI sqún la reciprocidad de sus rdaciones- (lA
1" FiJ., 1, J, 187. l. Cfr. más Irrit., p. 150. 1lI A, 9, 992 b 18. aro nW Irriba, p. ni
152 153
fiere.quc: hom.b,e sea cosa y palabra, a La ve:¡: y desde el mismo puntO ..1 lIt'USlItivo indica que se ttllta del quid de la significación; en el
de V15ta. Decit que el término chombre.. lignifiC'll la realidad hom- .... ~undo, el adverbio jndica que se trala del romo de 1, significaci6n.
bre,. s.i~01 • un tiempo afirmar cien. identidad (que autoriza La El primer tipo de equivocidad es normal: nada puede impedir que
IUst.lru?ó~ ,de l••un. pot, ~ ouo), y cierta distancia, en e:uya virtud
.·1 univena.! caballo signifique, en último análisis, una pluralidad in-
la susmuoon sera sólo valida en determinadas condiciones: son estas .Io:finida de caballos individu.ales; y, sin embargo, l. palabra cchnUo,
.'tl l. medida en que traduce un universal, liene una única significa-
cotxliciones las que Arist6teles se aplicad a precisar, especialmente
en los Argumentos so/ístkos. dón. Por el contrario, el hecho de que una palabra pueda tener va-
EJ problema quedaría resueltO ficilmente si se pudiera establccc:r ri:ls significaciones (por ejemplo, y ejemplo célebre, que la palabra
una correspondencia biunivOC1l. entre las cous y las palabras. Pero yi ran pueda signiflClr a la vez el Can, constelaci6n celeste, y el can,
hemos visto que esa rorrespondenda era imposible, pues las cosas- :mimal que ladra) representa una anomalía que amenaza ron ser fatal
son infinitas, mientraS que las palabras son limitadas en número: l>;Ira la rapacidad signifiCtlnte del lenguaje: pues, como dice enérgi-
l~lmente el texto del libro r, si la signifiC'llci6n de una palabra no es
'!..Por consiguiente, es inevitable que varias cosas sean signifiC'lldas...
1I1l11, entonces no hay significación en absoluto "'.

6b~:~i:fi~~~~s~r¡=eb;::~aV;I~~~id~:td~~~:,~n~u~ii:~~: Hay, pues, dos equivocidadcs; una naturnl e inevitable, que ron-
sine en la pluralidad de los significados, y otrn accidental, que es la
voculad (lo que Arist6teles llama homonimia), lejos de ser un mero
a~idente de:! lenguaje, aparece desde clpññcipio como su vicio esen· pluralidad de las significaciones. Es el alllflisis de este segundo tipo
oal. Pero esa consecuencia debe: ser corregida: pues si una misma .Ie equivocidad el que va a dar ocasi6n a Arist6teles de aportar una
palabra signific1l cada vez una cosa distinta, ¿cómo entenderse en la decisiva contribución a la teona de la significaci6n. Sobre la plura.
discusión? «Si no se establecieran limites y se pretendiera que un lidad de las significaciones de una palabra se apoyan la mayoría de
mismo término significase una infinidad de cosas, es evidente que Ins argumentos sofisticas, o al menos los mtb temibles". El psraJo.
desaparecería el lenguaje. En decto: no significar sólo una cosa es r,ismo, en el estricto sentido del tl!nnino, oonsiste dectivamente en
como no signiHcar nada en absoluto, y, si los nombres no significa- lOmar la misma palabtll en diferentes acepciones a lo largo de un
sen nada, al propio tiempo se destruirla tOdo diálogo entre los hom- mismo raronarniento; se produce asf la ilusión de que se significa
bres, e incluso, en vertbd, todo diálogo con uno mismo_". Por tan· 'ligo, cuando nada se significa, pues se le dan varias significaciones
~o, ~i el anál~sis ~el lenguaje nos ha puesto en guardia comtll la a una misma palabra: la homonimia es tan sólo la apariencia de la
mevltable eqtllVOCldad de las palabras, la realidad de la comunicación signifiCtlci6n'I, y por dIo es el fundamento de esa sabiduría aparente,
n.os lleva, por el contrario, a ver en la univocidad la regla, pues que 1:1 sofistica.
sm ella toda comprensi6n scría en rigor imposible. Desde este último Distinguir las múltiples significaciones de una misma palabra:
punto de vista, la exigencia de significaci6n se confunde con la exi· ("Sa scl1Í, en cambio, la tarea principal -poeMa incluso decirse que
gencia de unidad en la significación. Pero entonces, ¿cómo coneiliar 1:1 úniea- de quien quiera denunciar las ilusiones sofisticas. En efec-
esa unidad de signifiC'llción con la plu~ltlidad de los significados? to: tan sólo la distinción de signifiCtlciones nos permitirá "discernir,
Yn.a sola vla 5e l~ ~bre a Atisl.6tcJe~; ?l~tinguir entre el significado l!elrás de la palabra pronunciada por cI interlocutor, la intención que

~~tlillti~~~ne:li~s~J~r;iK~~ í~~or¿d~!:d~~5)~p~elsalOsii~iji~~M:~u:~~
fu~~t~~~}'~e:a~,seco?bta~~~t/1Tt~~~ ~::: :~
explícita en él, pero se despr=de de la comparaci6n entre dos series
de observaciones suyas: DO es igual decir que la misma palabtll csig·
niflCa varias cosas.. ¡d• ..!,.
aT¡¡t.lI¡Y!'~). n, y que ctiene varias signi.
ficaciones.. \1:OU.llzm, HTl~6ll1 o ''''¡lLll¡~'t~)u. En el primer caso,
.. IbUl., 1, 161.12.
" N.~I., r, 4, 1006 b ,. Ch. K, " 1062 " 14.
v Nt- 10/ist., t, 161 • 12.
" Mrl., Z, ~, 1028 • 10; E, 4, 1028 " , f}.'~ D>Uaz.~1; T6p., J, 18,
108 • 18 (=0I>IrJ.«. )J1'::IIlIII) Md., 4, 7, 1017 " 24 (l:"""X.... cn¡""""'l», C'[c.

116 117
lo anima en el momento de pronunciarla, y, por tanto, la cO$a que "1111\: los argumentos la diferencia que algunos pretenden hallar cuan-
pretende significar en ese preciso momento. Tal es la importancia 01... Iicen que unos se end¡ott2an al nombre ('::p.(k 'totlvGjl(1) y otros al
que Aristóteles, en un notable pasaje de los T6picos, asigna a este I"''''i:lmiento mismo l:rpil, "tf¡v ~,li."Ot(l\l)'''. Mejor dicho: IOdo argu,
m60d0: cEs útil haber examinado el número" de las iiiiiltiples signifi- hll'lllo es a la vez de palabra y de pensamiento, según el punto de
caciones de un tl!:rmino ('ro la.n
'to~a1.';" Urnal), tanto en orden a la "i.'l:! desde el cual es enunciado o captado: «El hecho de dirigirse al
claridad de Is discusión (pues se puede oollOttr mejor qué es lo que: I"'m,nni¡onto no reside en el argumento mismo, sino en la actitud
se: mantiene, una vez que se ha puesto en claro la diversidad de sus ,l.' 'luien responde por respecto a los puntos que concede (o';", Iv"t';'
significaciones) como para ase:guI"llmos de que nuestros razonamien- ~,;¡,:, ...• dU'iv <tq. <tOV ll::OXptvóp.I!\lOV !7.tW';-ID; ::pil:; "tu ~!to~).IIII,
tos se aplican a la cosa misma, y no sólo a su nombre. En efecto: sin 1\,[ pues, todo es cuestión de actitud, o, diríamos, de intención 1Ot,
ver oon claridad en qul!: sentido se toma un término, puede suceder S.l:(m que la intenciÓn se dirija hacia la palabra o, a su través,
que quien responde, lo mismo que quien interroga, no dirijan su (:$_ h.ocia la cosa o idea significado, nos las habremos con uno u otro
pfritu hacia la misma ('(Wl (p.~ ci 'ta.:itW -;:';v rl d::07.pn>lip.€'Xiv Mi <t¿;" lipo de argumtmo, incluso cuando la letra dd argumento perma,
lpw<t,;,vta lfipl\V ri¡v tldvoUD), Por el oontrario, una vez que se: han lU,'CC la misma. Por último, sólo hay argumentos de palabra, estrio-
acIan.do 10$ diferent(:$ sentidos de un término, y se sabe a cuál I.Imente hablando, cua.ndo se juega con la ambigüedad de un térmi-
de ellos dirige su espfriru el interlocutor cuando enuncia su lISCrto, no; pues un argumento así sólo posee realidad si nos atenemos a las
entonces parettrfa ridfculo que quien interroga no aplicase su argu- 1>:.labras y nos abstenemos de discernir, tras su ilusoria unicidad, Ja
mento a dicho sentido. ". 1,lnralidad de sus sentidos. eSi, teniendo las palabras diversos &en'
Por el mero hecho de decir que una palabra tiene varias signifi_ litios, se supusien (tanto por pune de quien intenoga como por par-
caciones, se disocia Is palabra de sus significaciones, y se recoooce le del interrogado) que sólo tienen uno.. , ¿puede decirse que esa
que la palabra c:arece de valor por si misma", poseyéndolo sólo en .!iscusión se dirige al pensamiento de quien es intetTOglldoh *.
virtud del sentido que le damos. Dicho con más precisión: el valo( Y Aristóteles cita a este respecto un ejemplo, no aCllSO por azar toma-
sigr#ieante no es inherente a la palabra misma, sino que depende ,]0 del campo de la ontologla: ePuede ocurrir, por ejemplo, que d
óe Ja intención que la anima, El lenguaje deja de ser ese terreno cer-
cado al que pretendían atraernos Jos sofistas para prohibimos luego clrq~eJore:~de;f;r=::ed=;~~ ~~~~:~ r:~
salir de él. El lengutje, institución humana, remite. por una paue, a un sentido, teniendo el argumento por objeto concluir que todo (:$
las inlenciones humanas que lo animan, y por otra. a las~~ hacia uno. -. Tal argumento sólo tendrá valor si ignoramos la pluralidad
las que tales intenciones cse dirigen.: al decir que el lenguaje es de significaciones del ser y lo uno. Pero no reconocer esa pluralidad
significante, no se hace mú que reconocer esa doble referencia.
Pero si ello es asf, enlOnces no se puede disociar lo que se dice
de lo que se piensa, pues lo que se piensa es aquello que da sentido
" h,. $01&'., 10, 170b 12,
a lo que .se dice, Por eso, en los Argumen/os solís/kos, AristÓteles : ~~:·aná1W:ssemeiaDlcapropSa.irodel8¡"'lU1'md
rechazan! la distinción, falsamente autorizada por los sofistas, entre
argumentos de paIsbras y argumentos de pensamiento: .No existe ~,.::=n~ =~t~!:"~ ~:=., ~~aid
rneuerdo, ((lt'nO sipo que remite a aqudJo de lo que es imagen; pea" WlIO,
18 imqen es, roceIivamerue, ifna&m por sí o im.agt:n ,k .. ~ el .ruodo de
w T&p., 1, 18, 108 iI 18.
eonttlllpt.::i60~ (tU%tifl... '"F &",¡ia;. 4Xl b JI) conforme al cual lOlllOI diri·
.. Toeb lo mis, pocúta tmer valor ""tMico. Eso lIdvierre Arisr6rdo al
gidoahaciacl1a,
unapftuJodel8R.t-l6ril:ilalllS8&ndoabseualidadesdel~:.LabeUera
de una palabu, 0Jm0 día: L)'cimna, reside, ya al los sonidoslh 'to~ ~~'.l,
ya en 18 liplifnci6n ~ 'tt "'1\'41~> (1lI, 2, 140' b 6). Distinción impot-
:: 1í,tJ.,$O/#:·'b l~L If~ ~':haY lquí una alwi6n a Zcn6n, cuyo oomb~
es ~itado, por lo derMs, t'Il este pumo de loa manllsait05, al'lqUC r«:hazado
=~ enlo <;U~lo~Ia~"l:~i~if;":f;if~i60f': ~ij.J;; como g10H poi" 101 editores modernos. PodrllllDOll nxomruir uf ~l ar¡¡umento:
si todo ser es uno, romo todo es ser, todo será uno. El argumento jllql a la
J~ibl~J de /iI /I4/..b,.. (auditiv:., o visual"", o lambién lo que Aril!6le1cs vez CXlfI una pretendida idmtidad del ser y lo uno, y con una prtl.endida
llama aqulla B-.r..:'lu~ de 18 palablll (140' b 18), o 11:1, según parece, su poder .urirJO(idllddco.:ada 1lDO:k los l&minos ury ""0.
El printipiodel8lO1uci60
d~ evocación), Adltórelc:s ~a aqul que dos expresiones pu'ilen tener 1I de Arist6teles COlIsisliri en ~~, .i no la i<knlid3d, al menos la '01lVf!t-
rnllll1a litnifK.dón lin t<:net, no obstante, cl mismo valor estético: IIIf, es libiUdllddel serylolloo{todoseresunoellUnst.nlitlo, todoullOClller
mq hmnoso decir .el amor de dedos de rosa (Po~iIdX't'J).O<;)o que .cl amor de en "" Jtlllido), • reserva de distinguir múhiples signl~K.dOl'le$ del ser y lo
dedoI.ojos(fO'".03.cit").~>-(140'b 19), lino (uf, no lodos Ioa!l<:l'es 1I011 unos en el mi.mo smudo).

118 119
no es ni siquiera pensar con falsedad: es no pensar en absoluto; si n~las se encierran en el lenguaje. y quic~n encerrar en t:l a $\1$ lIdvcr·
nosouos afinnarnos O dejamos decir, por ejemplo. que todo es uno ",rios, persuadidos como están de que d lenguaje Jl() remjle más que
porque d ser es uno y todo es seT, nos hemos dejado llevar pot la :t sr mismo; pero Aristóleles dcscubrr que el lenguaje significa, es
identidad de los signos, pero nuestra intención no ha podido seguit ,l:cir, que: a tra\'t:s suyo se dirige una jnltnci6n humana hacia In
nuestro lenguaje, en razón de que la palabra uno (y, lo que llqul im- ,usas. No aisten, pues argumentos que: lo sean tan sólo de pal,bn,
porta más, la cópula Sl',¡ están tomadas JUCCSivamente m acepcio- y a los que estemos obligados a responder 1610 con palabllsi 10&0
nes distintas 101. En general, un paralogismo 1610 puede ser tomado :'l"JtUmeoto, el de palabra incluido, revela alguna intención <aunque:
por un silogismo en la medida en que nos atenemos a la identidad -..:.1 inconsciente), y en el pbno de las intenciones puede y debe ser ¡
dd signo sin discernir la pluralidad de las significaciones. (\·rutado.
La distinción de las significaciones sen, pues, d método univerul
para rdutar sofismas. Estos se apoyan en la ambigiiedad. la cual.
según hemos visto, no es más que la apariencia de la significación;
por el mero hecho de denunciar la ambigüedad, suprimiremos la apa-
tiencia sofística: «A los argumentos que son verdaderos razonamien- AtiS~~t:t: ~bU~ad:llnl:naos~~ ~dv~:s~~:s l~~ :f¡:~a:~tcl~~~;¿n~~~
tos se les ~sponde destruyéndolos, y a los qu~ son s610 aparmtes, luye el nervio de la argumentación del libro contra los negadores del
hildtMo distinciontS (-:W~ ).¿T(l)~ 'tab~ ¡d~ o:uD").Il'jtO:f1i~all~ a.u).¿'i'ta, Ilrincipio de contradicción. Tal principio, reconoce Aristóteles, no
'toiK~.!: '?lll~ap.i~GU~ ~\l).¿ytll ).Ó~,~).Kll. Nos damos cuenta de la im· l'llede ser demostrado, puesto que es el fundamento de toda demos·
portancia filosófica de dicho método, si pensamos que la homoni- ,roción: demostrarlo seria incunÚ' en petición de principio. Ahora
mia es d procedimiento que usan sistem:hicammte los malos filó- hien: es posible establecerlo por vía de refutación (d%QaCtll~U\/al
sofos, ,""sos que, como Emp&locles, «lUIda tienen que decir y fin- lhpnllm,)IllII, es decir, refutando a sus negadores. Pero ¿evitare-
gen, no obstante, decir algo. -. Con Arisrótdes, d Iogos deja de mos as! la petición de principio? Si la refutación es un silogismo '.,
tener la fuena de .pft'/llio que poseía a ojos de los sofIStas; pues 100 supondrá ella misma el principio que se discute? ¿Bastará con
d lenguaje time 1610 d valor de la intenci6n que lo anima, como lo advertir que los sofistas, al negar d principio de contradicción, se
prueba d hecho de que intenciones múltiples pueden ocultarse tras corllradiC'I:D a sr mWnos, por cuanto considenm eu nqtaci6n verda·
un discurso aparentemente uno. Por eso, al juzgar a los filósofos del dera. con exclmoión de la afinnación que la contradice? m. Tampoco
puado, Arist6tdes nunca se ate:ndcl a las palabras, sino que buscanl:,
trU la letra, d esplritu, la ~W:\Hl\a, única que puede dar sentido al
/ 080S II'I7. :: ~I~' ~~ ~1.Plr«e ~ de la ~nici6n ~ d~o de d1I
los p.j",nor Ana/l/icor, 11, 20. 66 b 11: «1.. rrlu'ac:iÓn... es el $Ik1R'smo de .11
Por eso, en nn, la distinción que Aristóteles establecía, al prin. rontndicciÓn,. (es amr, el silD(tilmo que eJlab1ece la f\lO\'lOSición contrldlC'
cipio del libro r, ent~ aquellos que argumentan «pafll resolver un roril de Iquella que se mutl). Cfr. A'R. ro/Is/ .. 9. 170 b 1. Pero en l. Rel6-
problema real" y los que hablan «por el gusto de hablan ().¿TGU ,lca. Aril16telo:o admite que .. la refutación difiere dd silD(ti¡mo. (JI. 22,
Xdpl~) 10ll era tan sólo \.Ina concesión provisional a 105 sofistas. Pues 096 b 24). En la ¡nkt;OI, el t~rm¡no n'n~ ~i/ln. un modo de .l'ftUmen·
roción m:b peISO<lal que el silogismo: se Imtl priOclpalmente de haca ver que
nunca se habla «por hablar., sino para decir alguna cosa; es inconce·
bible un discurso que no sea significante, o al menos que no quiera
serlo. Tal es d principio de toda argumentación anusofistica: los
lID' Par.. la sipliflC8cióD intrln...,. "" IU:I llI'gUIDmlOS, d •• m.k Ilddantc.
sol ..
l. lfinnación del adversario se destruye a sI misma en el momento en que se
c:xpt"e5I; el n.n~ seria entonca UI1I refulaci6n que el .dversario se .hace

do
l." Pme,C1p. IU, ..Dial6:tica., onlcMoglp.
IIIISArt.Jo/isl.• 18,J76b3'.Pese.bc:oiDCidmcia~es
obrioqueul~dedivisiónllOtknf:,nadaque~oont.a'.;pld'''
p1afÓcial: ésta enI Wla diviai6n "M, decnuda {Iunque ubitrlrilmalle. leI\ÍD
AritlÓteles} "" el interior de loo dna'oo, mienms que, en Arist6tdes, llC
trall.l61odedistincio:lesenpriDCipios~bficl.J(lIUIlQUCmúllddanle\'ft'e'
lDl)I que 110 dejan de lmel' cierto l!cInce real).
• Ret6riu. IlI,', 1407 b 12!1S.
llIl aro l.' parte, Clp. 1.", p.
.. r,'. 1009 • 16-22. aro nW arribo., pp. 94.9'.

120 121
se evitaría así el reproche de petici6n de principio: pues ¿en nombre pios, en cuya virtud un solo principio, en general, puede set estable-
de qué, sino del principio de contradicci6n, objetamos sus contra- riJo) 1l1; sino que le oosta con que el sofista hable, pues entonces da
dicciones a unos adversarios que niegan precisamente ese principio? Il"stimonlo, mediante el ejercicio de la palabra (cualquiera que sea
Hay que buscar, pues, en otra parte -yen otra parte que en una 'tI contenido), de la esencia del discurso, que es la significación:
refutaci6n de fonna silog[stica- la clave de la atgumentaci6n de 1<:8timonio vitil en cierto modo, que sigue estando más acá de la
Aristóteles: «El ptincipio de todos los argumentOs de esta naturaleza "",presión, pero que bastará para poner al sofista en conflicto consigo
no consiste en pedirle al adversatio que diga que algo es o no es (pues mismo. Pues, como observa Aristóteles, el sofista, «al suprimir el
de esa suerte podría pensarse que se supone lo que está en cuestión), dis<:urso, se sirve del discurso» lll, y, en su virtud, podríamos añadit
sino en pedirle que signifique algo, tanto para si mismo como pata \onn Aristóteles, «cae bajo el peso del discutso» 1I~, Por 10 tanto, es
los demás (tilla 'to o1]f'a¡',elv Té 'tt )tai a~'to{> )tal «1:/,'1')' m. Po- 01, y no su adversario, quien comete petición de principio, pues, a fin
dríamos extrañarnos de esa advencncia, si, lejos de ser una arhittatia de argumentar, se vale de aquello mismo que está en cuestión: el va·
solicitud del tefutadot, no fuese consustancial, de algún modo. al lot del discutso. Puede añadirse -y, tras la petici6n de principio, ésa
lenguaje mismo: «Eso es completamente necesario, si él quiere decit <:s la segunda falla en su atgumentación-- que en el preciso instante
realmente algo; en caso contrario, efectivamente, no habría pata se- <:11 que niega el valor del discurso, da testimonio de él --si no con
mejante hombre un lenguaje, ni consigo mismo ni con los demás» lIJ, las palabras, al menos en esp!titu- en vittud de aquel mismo recha-
Para poder ejercitar la tefutaci6n, pot consiguiente, es necesatio y m: aqui es donde podriamos ver una «contradicción» en su acritud,
suficiente que «el adversario diga alguna cosa» u., Pues, si habla, hay si bien a condición de percatatnos de un conflicto más profundo que
pot 10 menos algo que no puede dejat de admitit: que sus palabras el expresaJo en palabtas, un conflicto que podtla llamarse vital y, en
poseen un sentido. derto modo, «antepredicativo», puesto que no opone talo cual ptO-
As! llegamos a ese «algo definido» 115, a ese principio común a rlOsición a tal o cual otra, sino «Jo que se piensa» a «lo que se
los dos adversarios, que es fundamento indispensable de todo diálo- dice» 120,
go 116, S6lo que, en este caso, tal principio no petlenece al orden del Tal es, pues, el principio atistotélico de la «refutaci6n». Pero
discutso ni puede hacerlo, pues, si perteneciese, caeriamos de nuevo {'Sra quedaríll incompleta si sobteviniera aún una duda sobre lo que
en petición de ptindpio: supondríamos que el advetsatio ha conce- conlleva e! carácter significante de! lenguaje. Pues pudiera ocurrir
dido ptecisamente aquello que pone en cuesti6n, a saber, que cierta que una misma palabra significase estO y aquello, es decir, esto y
ptoposici6n (aqui, la de que las palabras tienen un sentido) es verda- no-esto; por ejemplo, que la palabra hombre significase tanto el no-
deta, con exclusi6n de su contradictoria. Pero en renlidad no hay hombre como el hombte; en tales condiciones, el principio de contta-
petici6n de principio, pues el fundamento del diálogo, y con él el de dicción ya no tendrla valot, pues de una cosa podrla decitse que es
la refutación, se halla más acá del diseutso: g~e ,«.las palabras tengan «as! y no-así.. U1 (por ejemplo, de $OCtates, que es hombre y no-
un sentido,. no es una proposici6n mds entre otras, sino la condi- hombre). Pero Aristóteles responde sin mucho trabajo que, si una
ción de posibilidad misma de roda discutso. Arist6teles no le pide al
sofista que la admita como principio (pues el sofista le rechazllríll, ll7 «Toda demO$troción ~ remite a este prin<:ipio último, pues es prin·
Yll que niegll el principio de contradicción, ese principio de ptinci- cipio naturalmenle. incluso para todos los demás axiomas_ (r, 3, lOO' b 32).
III ALIlJ., 274, 27: 'A","¡,U,y .'l-.ólo'"(?~""'l-.ól'P'
1" 'Awx'p<iiv ~'l-.f¡ov O'::ov1."" M,o•. (r, 4, 1006 a 16) .
argumentación de Aristóteles. Cfr. L. ROBIN, kistou, p. 104: se tratarla de 1)') «Es imposible en cualquier caro concebir que la misma cosa es y 00
hacer ver, en ese pasaje, que «los que los niegan 105 pyimel"O$ principios esta· d, romo algunos creen que dijo Heráclito. Pero no eS necesdrio que u pienu
bl""en el legitimo fundamento de ellos, en virtud del hecho mismo de sus
propias contradicciones.; M.-D. PHILlPPE, lnitialion ¡¡ la philQjophie d'Aris-
Iml0 lo que u dice. (r, J, 1005 b 24). Por lo demás, es cieno que Ari.tót.elcs
afltma de su adversario que, «al mismo tiem\X'. dice una cosa y 00 la d,ce,.
::' eF"o~~n~eU: h:íTai":n r:~~;:di:¿na:~~o~¡.m':U~I;:<:~ con evidencia (4, 1008 b 9; cfr, 1008 a 2ll, Si Aristóleles op;me aquí el decir al decir, y no
el decir a la intención, es porque no puede separatse normlJfmenle la palabra
:~ r~ ;~. IZ lS. de la intención, el duir del querer decir: el etror de los sofistas ---flrot que se
denuncia por s( mismo- ha sido creer que podían decir rosas que no podían
u, 1006d11. razonablemente querer decir, de manem que sU intención real se rebela rontl1l
II.l 1006 a 15. 'u discurso explicito, =Iuci~ndolo a palobms vaclas de semido, a simples
116 Cfr. K, 5,1062 d 11: «Los que tienen que discutir entre.f deben po. /úmn vodJ. En elHe sentido es en el que, a la. va, dicen y no quieren d""ir
nene de. acu~o sobre algún punto; .in que 5t dé esta condición, ¿cómo podría -----"O sea, nO pueden querer decir- una misma oosa.
haber discusión comlÍn ajo. dos?" l~l r, 4, 1006 d }O,

122 123
misma palabra pudiera presentar una pluralidad indefinida de signi-
Así se adara al fin la refutaci6n que ha(e Aristóteles de los ad·
ficaciones, todo lenguaje seda imposible, pues cada palabra ya no
versarios del principio de romrndicciÓn. Hasta ahora, parecía que
remitida a una intención, sino a una infinidad de intenciones posi- "('I~lIíamos moviéndonos en el plano del lenguaje, cuando lo que su-
bles: «No significar una única cosa, 10 hemos visto, es como no sig- ,.",Ie es que el principio en cuestión es un principio ontol6gko (<<es
nificar nada en absoluto» LZZ.
il1,posible que la misma oosa sea y no sea, en un solo y mismo tiem-
Ahora bien-> ¿qué es lo que nos garantiza que talo cu!'!l palal:>ra I~'») 12~, y su estudio rompete, según la opinión misma de Arist6te-
conserva una única significación? Dicho con más precisi6n: puesto b, a la «ciencia del ser en cuanto ser» 1». Arist6teles ha previsto la
que, por sí misma, no es más que un «sonido», y su significaci6n le "hjcdón: .. La cuesti6n no está en saber si es posible que la misma
viene de la intención humana que la anima, ¿cómo es que intenciO" n'~<l sea y no sea a la vez un hombre en cuanto hombre, sino en
nes múltiples (empezando por la mía y la de mi interlocutor) van a I'/Jlmlo a la cosa mísma (,,1.1)... 1:0 5"0!,-1:>:, dJ.J.ci to 1tpd"¡'p.a.). 1l1. Y es el
ponel'$C de acuerdo en cuanto a la imposici6n de un mismo sentido? :lIl:ílísis de los fundamentos del lenguaje (análisis al que los sofistas
¿Se dirá que la unidad de significación se basa en la universalidad de ~e negaban, alegando que el lenguaje. pues era él mismo un ser. no
una convenci6n? Hemos visto, sin duda, que Alist6teles, (on su no· necesitaba fundamento alguno fuera de si mismo) el que revela a
ción de Cl6!,-~0"ov, insiste en el carácter «oonven(ional,. de la signi- Arist6teles que el plano de la denominación remite al plano del ser,
ficaci6n de las palabras. Pero ron ello quel'Ía decir que éstas no eran Ill,esto que sólo la identidad del ser autoriza la unidad de la denomi·
significantes por naturaleza, y que su sentido sólo podía proceder de nación. Ello supuesto, la exigencia «lingüística» de unidad en la sig.
una intend6n significante: no por ello negaba que dicha intención nificaci6n y el principio ontol6giro de identidad se oonfundcn, pues-
pudiera ser universal. El recurso a la «oonvenci6n» no exduye, pues, lO que la primera tiene sólo sentido en virtud del segundo: «Signifi-
la universalidad de la oonvención, pero no por ello la expli(a: lo l1'r la esencia de una cosa es signifkar que nada distinto de eso es
convencional nunca es universal más que por accidente, no por esen- la quididad de tal cosa.. l~. Sigue siendo cierto, con todo (y tendre-
cia. Ello supuesto, dentro de ]¡¡ hipótesis «convencionalista.. ---...que IIIOS que volver a menudo sobre esta observaci6n), qUl.' el principio
explicaría por la mera convención la fuena significante de las pala- de identidad, a falta de poder ser directamente demostrado, apa=
bras- sería un milagro permanente que el lenguaje tenga un senti- como dependiente, al menos en sus condkiones de implantación, de
do, es dedr, un único sentido. Por lo tanto, Aristóteles no puede nna reflexión sobre el lenguaje. Empero, resulta establecido,' o más
qualarse ahí: si las intenciones humanas, como atestigua la cxperien- bien supuesto, por el lenguaje, (omo aquello que es previo a todo
da, se corresponden en el diálogo, es preciso que ello ocurra en un
terreno que fundamente objetivamente la permanencia de ese encuen- ~e:r~16~~:,uek ~n~~aJre~f6:,e;stde~gf~~~P:~id~í'm~~~el~~A::~~'
tro. D(cha unidad objetiva, en la cual se basa la unidad de la si~nifi­ rc1es (omo la (onclici6n de posibilidad del lenguaje humano.
cadón de las palabras, es 10 que Aristóteles llama la tsencia ,(06CllU), De esta manera, la refutación de la negaci6n sofística del princi-

~~:~~~~e~d;u~:~dt1~ :I¡:~ieq~::e~i (~:~~r~Cl:l~ni~~r [:~::~~~


piu de contradicci6n (negaci6n a la que se reconducen, en último aná-
lisis, todos los argumentos sofístieos, lo mismo que, a la inversa, el
algún ser es el hombre, tal cosa será la esencia del hombre (,& d"Opw1tto principio de contradicción es el principio de toda demostración) lleva
a Aristóteles a precisar, a través de una especie de análisis regresivo
El"UI)' l:n. Dkho de otro modo: aquello que garantiza que la pala-
bra hombre tiene una significación única es, al mismo tiempo, 10 que de las (()ndiciones de posibilidad, las rclaciones entre lenguaje, peno
hace que todo hombre es hombre, a saber, su quididad de animal ra·
ciona! o de «animal bípedo,. 114. Decir que la palabra hombre significa rn ¡bid., 1006 a 32-
l~ K,~, 1061 b 36. Ari.tótdC'S enuncia siempre el principio de CQfItra·
alguna cosa --o sea, una sola OO5a- es deór que, en todo hombre, oJícdón como una ley dd ser (dr. De lnterpr., 6, 17 il 34; ArR. 10fl1/., 5,
aquello que ha(e que sea hombre y que lo llamemos as! es siempre 167 a 23; Mu., r. 3, 1005 b 18). FJ principio lógico: ,,,Una proposic.iÓll no
una sola y misma esencia. La permanencia de la esencia se presupone puede ser a la vez verdadera y fal... ~, o «Dos propo~lciones rontradl~toria~
así romo fundamento de la unidad del sentido: las palabras tienen no pueden se\" verdaderas al mismo tiempo~, es 5610 un corolario dd primero:
«Si es imposible que los comratiO/i pertenezcan a la ve!: a un mi,mo suieto.,.
un sentido porque las rosas tienen una esencia. es imposible, para un mismo hombre, roncebir al mismo tiempo que Una m;s-
ma cosa es y no es. Obid., lOO~ b 26).
III 1006 b 7. 126 r, 3, 1005 a 28.
ID 1006 il J2. m r, 4, 1006 b 21.
III Ibid" 1007 a 26
124
125
saminto y ser. La condici6n de posibilidad de ese diSUitso interior ,,1 gusto de hablar., si es cierto que toda palabra es palabra acerca
qu~ es el pensamiento y de ese diSUitso proferido que es el lenguaje ,Id ser, que compromete por ello a quien la pronuncia..
resl~e en que las palnbras tengan un sentido definido, y lo que haet M:I.s aún: es en el momento mismo en que creen domUlar el len·
posible que las palabtlls tengan un sentido definido es que las rosas 1:'Mje cuando los sofistas se dejan dominar por él, y, por ha~r que.
tengan una esencia. Pero es mlls interesante todavía el proct':SO que I id" tener rv.6n en el plano del discurso, acaban por extraviarse en
~gue Aristóteles en esa refutación, y, más en ~cral, en su refuta· ..1 plano del pensamiento, y en él deben ser refutados. Tal parece ser
Cl6n de los argumentos sofíSlicos. La fuerza de los sofistas consistía,
como hemos visto, en imponer al adversario su propio terreno: el de :',',i~~;';:e:~a~;::~:~:r::ia~;m::~:t:~~~;::~'::t'::.
los discurso!. A diferencia de P111l6n, Arist6teles parece aceptar por
un momento dicha exigencia, al decidir volver en contra ele Jos so- :,\~,¿t=:e~= d: =ra~/d=~~e:::": =:Ia~\:sm~~
(¡stas un procedimiento que es él mismo de inspiración sofistica: la y,-r¡¡¡¡tios saben a qué atenerse sobre la naturaleza verbal del argu·
rc:futaci6n. Pero el ejercicio de la rc:futación revela a Arist6teles que 11I••:nto; pero entonces puede tambii:n decirse que ya no hay .rgu-
ni~guna rc:futaci6n es solamente verbal: refutar un argumento es, en III1·nto. No sucede lo miSIDO si, como el SOfiSlll desea, la ambigüedad
pnmer lugar, comprenderlo, puesto que a través SU}'O es imposible .... i,;norada por el interlocutor_ cSi la palabra tiene sentidos diversos,
que el adversario no haya querido decir alguna cosa. Nos percatamos ""111 quien responde no se: da cuellfa de la ambigüedad, ¿c6mo no
entonces de que tal o cual argumemo, que es correcto en el plano del .....·tr en este caso que quien interroga se dirige con su argumento al
decir, no lo es en el del querer decir: detrás de la unidad del signo I...·nsamiento de quien responde? UZo En decto: este último cree en·
se oculta una pluralidad de intenciones inoonfesadas o acaso incons- 1"1K'e5 penSlr una rosa única a través de la palabra única, y en este
cicmes, pero que en todo caso la refutación no puede dejar de tener nl..:o hay argumento, aunque sea. un argumento aparente. Pues bien:
en cuenta, pues la comunicación y el diiJ.ogo pueden establecerse en ti :Ipariencia (que no es 5610 verbal, sino que engaña al pensamiento
el plano.de.las intenciones, y ~o en 8.. Así pues, el lenguaje _y por
eso es stgrnficante-- nos remne, querámoslo o no, a las intenciones
humanas que lo anirrum; en este sentido, toda rc:futaci6n aaba por
;;::::)~n'$~ :c:r:: ~~~t~~~ik:::ua~::
.·u,p1ea o quc recibe: de su interlocutor, y por eso sigue CfC')'endo que
w:
~ ;7::n:kt6di~:;:= ::U::::ib'teu: ~Ii:o~ue;¡os r::
finas dicen queda refutado de hecho por 10 que piensan y lo que
I';(:nsa en el nilimo momento de pronunciar palabt2S vadas de $Cnti·

~~'J:0:~ll=r::'dkr::e~==i: ~~,;rv~~:
hacen: c¿Por qu~ nuestro filósofo se encamina hacia .Megara, en vez .:iUn: I:t de un instrumento, cuya única fuerza es la de la intención quc
de quedarse en caSi pensando que va alli? ¿Por qué, si de madrugaeb. "u cada. inSllulIe lo saca de la inanidad.
encuentra .un pozo o un precipi~o, no se diri.ge hacia él, sino que, por La experiencia de la distancia, experimentada por vez priment
el rontrano, se muestra precaVido, como SI pensara que caer en A L'fl la polémica rontr.l los sotistas, es por tanto el verdadero punto
no es a la vez malo y bueno? Está claro que estima que una cosa es ,k partida de la fi1osofía aristotAica dcllenguaje: distancia entre el
mejor y otra peor. Si ello es as!, debe también creer que tal cosa es lenguaje y el pensamiento, del cual no es sino instrumento imper.
un hombre y que tal otra no lo es. 01. NUIlClI se babia, entonces, cpor fecto y siempre tcVoable; distancia entre el lenguaje y el ser, según
'ltCStigua, pese a Ancistines, la posibilidad de contradicci~ y error.
Con Aristóteles, lo asombroso no es ya que se pueda menttr o erntr,
sino que pueda signifiar el ser un lenguaje que descansa en toDven·

~:d~e:n~~::,c:a~;ael~~~C: :e=~~~t:a~l:,i~;l~~::: ,
ciÓn. A ~I vuelve siempre, como último recurso, Anst6teles: nada
I'reclispon!a a las palabras patll que fuesen signi~~cantes; pero csi no!
significasen nada, se desplomaría con ello todo dIalogo entre los horn· f
bres, y, en vcrdad, hasta con uno mismo. llJ • Asimismo, d anilisis
más superficial del lenguaje tropieza con el hecho de la equivoodad: ~

u: Ara;. Jo/lJt., 10, 1714 17.


126 127
¿cómo palabras limitadas en número pueden significar cosas infini-
tas en número? Y sin embargo, es preciso que la univocidad de las
~~~'~~i~ ~ocabularjo de Arist6teles, una axiomática de la comuru- !
palabras sea la regla y la equivocidad la excepción, pues de no ser
así todo diálogo sería imposible. Ahora bien: el diálogo es posible tlllo7: ~~~~ fn~s:~~~;t~~ll~e~g:r~l~~:s:~;:~uh~c~~aa:~~:t
entre los hombres, pues existe; por consiguiente, las palabras tienen .Id lenguaje, y ello no sólo por la rozón general de que toda ciencia
sentido, es decir, un solo sentido. IIn:csita palabras para expresarse, sino por una razón que le es pro-
Si la experiencia de la distancia, al separar el )..Ó"¡"O~ del ov, l'i:l: aqui, el lenguaje no es sólo necesario para la expresi6n del oh-
par~ía desalentar cualquier proyecto de ontología, la experiencia de jdo, sino también para su constitución. Mientras que el discurso
la comunicación vuelve a introducir su necesidad. Si los hombres se "tKucnrra su objeto bajo el aspecto de talo cual ser determinado que
entienden entre sí, se requiere una base para su entendimiemo, un ,'xiste independientemente de su expresión, el hombre no habría pen-
lugar en el que sus intenciones se encuentran: y ese lugar es el que ~:tdo jamás en plantear la existencia del ser en cuanto ser, smo como
libro r de la Metafísica llama el ser (t~ ;;lv(u) o la esencia (i¡ oU(I(a).
Si los hombres se comunican, lo hacen dentro del ser. Cualquiera que 136 Aristóteles toma el término axio",a del lenguaie de las matemáticas
sea su naturaleza profunda, su esencia (si la cuestión de la esencia (1'.3. 10m a 20), pero amplía ¡U uso, designa con él unO de lo¡ principios
del ser puede tener sentido), el ser resulta presupuesto en principio .kl silogismo, no lo que es demostrado (Ó¡, ni aquello a que ¡e reHere la
por el filósofo como el horizonte objetivo de la comunicación. En ese ,1"mostrllCión (up' ó), sino aquello a par/ir de fo cu"l ti!; wv) y por /o cual
sentido, todo lenguaje -no en cuanto tal, sino en la medida en que 1I:"'t,.,) procede la demostración (Anal. Post., 1,7, 7:; a 41; lO, 76 b 14).
es comprendido por el otro J14_ es ya una ontología: no un diocurso :'~~:~i~.ie~~iaca~i~~\a~nex~t~¿axtm:~iO=~n~eroa ~~~:s (;. l~t~¡~~J
inmediato sobre el ser, como quería Antístencs, y menos aún un ser 1',¡nClpro de ~trn~cción), que. por el hecho de ..abarcar todo!; los se=..,
él mismo, como creía Gorgias, sino un discurso que sólo puede ser ,,""peten a la eleneta del ser en cuanto ser (r, 3, lOO' a 22). No obstllnte,
comprendido si se supone el ser como fundamento mismo de su com- ""'10 veremos, tal ciencia exilIe sólo a ¡(tulo de proy~c/o, de tal modo que
1,,,, axiomas comunes, esos uiomas «ql/~ lodos los hombres I/SD/I, pues pertt"
prensión. Desde tal punto de vista, el ser no es otra cosa que la uni· "~,;<:n al ser en cuanto sen (lbid.• 1005 a 23), serán cxtraldos de hecho. no
dad de esas intenciones humanas que se responden unas a otras en el
diálogo: terreno siempre presupuesto y que nunca está explícito, sin sr
:~L1:'iJnli:le~~~~~ ~t:r d~j~; .0( :~ 1~U:i:,f1::~~:~a a~~
el cual el discurso quedaría concluso y el diálogo sería mútilo La on-
tología como discurso total acerca del ser se confunde, pues, con el
1,',~~:¡~~~O~%u~e~on~~di~~~~o~"nr:~da~~, ~Uldesu~~:n~nl~~p:
I'ic'¿ades del ser (pues el sc:r en cuanto ser no puede ~er sujeto de ningún
discurso en general: es una tarea infinita por esencia m, pues no p<r ((serto), cuanto la de asegurnr O justificar la coooencia del discutso humano
dría tener otro final que el del diálogo entre los hombres. Pero una 1'<:1"0 el axioma (yen esto el uso aristotélico concuerda con el euclídeo), a
ontología como ciencia puede proponerse inicialmente una tarea más diferencia de la hipótesis (ó~<Ía.cnc' y del postulado ("''tW,,), es «aqucl1o que
~> n=riamente por ~I y que debe n=atiamente e=se. (AnD/. post., 1,
modesta y realizable dentro de su principio: establecer el conjunto 10. 76 b 23). Hay, pues, una /lunidlld intrlnSCC1l del axioma, que butarla
de las condiciones a priori que permiten a los hombres comunicarse
por medio del lenguaje. Igual que cada ciencia se apoya en principios :::'a~ii~t,in~~~d~ou~:~e;:,~u;::i~.i~~~i:e(si~ l~¡:aíln~x~o;~
o axiomas, que delimitan las condiciones de su extensión y validez, prenderla por qué Aristóteles se toma tanto .t,:,OOio por est.b~ecer el más
rlmdamema! de todos: el principio de COntradlCClón), y el substitutivo de 1.
así el discurso en general presupone axioma5 comunes (como el prin- intuición es aquí la universalidad de la .. convención., del ..encuentro.. dia·
cipio de contradicción), cuyo sistema sería la ontologla, que constitu-
ye así lo que podríamos llamar, sin apartarnos exageradamente del
~fl~:~~~:~~~t5:~í:~:?rd=~~s~:~n~~S:~~fet1:ety~!~
saria por cuanto el acuerdo entre los hombre! y la cohet'enda de ¡U discurso
Ul Met., r, 4, 1006 ba. ~xigen el set en cuanto Sl:r como fundamento de ese acuerdo y esa cohetencia.
B4 Esta resc:rva permite puscntir el papel privilegiado de la dia1~"Ctica en As!. pues, la onlologia es efectivamente un sislema de axiomas, y, en tal sen·
la constitución de la onto(og(a. Cfr. más adelante, cap. liTo «Dialéctica y Ofl- Jido, una ...xiomátieu; ahora bien (y ello bastarf~ para dl$tinR';'it el Sl:nlido
tologra:., <1e esa palabt:> de su uso moderno. y para aproXImarla .1 K'tludo euelldco),
LIS «Es una t=a indefinida (&óp,,,,,o.) la de ~tct:>rse de todas las t:>zones ClI una axiomática objetiva y neea:aria: la única niom~tica VOS!ble del dis-
que hacen aparentes !a¡ refmadones a cualquier hombre. (y no lIÓlo al hom. curso humano. Acerca del ptincipJo de comradicciÓD como tlJt:10"'D comú/I,
bre «competente_ en tal o cual género particular del .er) (Arg. sollsl., 9, cfr, Me/., B, 2, 996 b 28; llCerca de la llSimilación de la ciencia del ser en
170 b 7). aro ¡bid.• 1?0 a 2} (infinidad de !as d.emostraciuncs posibles), cuaUlo sc:r y la ciencia de los axiomas comunes, cfr. Met., r, 3, especialment~
170 a 30 (correlativa inhnidad de las refutaciones poslblc:.). lOO' D 26 ss.; K, 4, 1061 b 18

128 12'
horizonte siempre presupuesto de la comunicaci6n, Si el discu"o no
mantiene ya, como en los sofistas, una relaci6n inmediata con el ser,
al menos -y por esa misma raz6n- es mediaci6n obligada hacin el
ser en cuanto ser, y ocasi6n única de su surgimiento. La ne<:esidad
de una ontología no se hubiera presentado nunca sin el asombro de! .', LA MULTIPLICIDAD DE LAS SIGNIFICACIONES DEL SER:
filósofo ante el discu"o humano: asombro cuyo primer e involunta- I',L PROBLEMA
rio estfmulo habrán sido las paradojas sofisticas,
Estas consideraciones, a que hemos sido llevados por un análisis La refutaci6n de los paralogismos sofisticas ha llevado a Atistó-
de los textos aristotélicos acerca del lenguaje, y, en particular, un «·h a admitir, como fundamento de la comunicaci6n entre los hom-
I",,'s, la existencia de unidades objetivas de signifiatci6n, que él llama
análisis del uso aristotélico de la noci6n de signi1icaci6n, no preten-
den decir nada por anticipado sobre e! contenido mismo de la onto- ,·s<"lI<.:ias. Inevitablemente, si siguiéramos el razonamiento de los so-
11.'1:<', habría que admitir que no hay esencias y que todo es acciden·
logía aristotélica, sino tan s6lo mostrar de qué mooo pudo nacer en 1
10. «>. O también: si una teoría de la significación conduce a una on-
Arist6teles, y no en sus predecesores, el proyecto de una ontología
1,,1,'gía de la esencia, una teoría ---o más bien una práctica- de la
como ciencia autónoma. El análisis del lenguaje, reconocido como sig- ,'qnivocidad conduce a lo que aparece primero como una ontología
nificante, nos ha hecho rebasar el plano «objetivo» de las palabras, ,1,·1 accidente, pero pronto será denunciado como la negaci6n misma
único que conocen los sofistas, en dirección al plano, problemático 01,' toda ontología, De este modo, el absurdo de una onrologla que
siempre al ser «subjetivo», de las intenciones. Pero e! acuerdo, o al u·dw:iría el ser al llccident'e va a confirmar, a confrario, el resultado
menos el encuentro de éstas en el seno de la realidad humana del ,1,· los análisis de la signifiClici6n,
diálogo, nos ha llevado a presuponer como lugar de dicho encuentro ¿Qué sucedería, en efecto, si un nombre pudiera tener varias
una nueva objetividad, que cs la del ser. La objetividad del discurso, "jl~llifkaciones (relación que, en espera de un más amplio análisis,
puesta en peligro por la subjetividad de la intención (la cual, consi- oI<".,ignaríamos con el término corriente de equivoddad)? Sin duda,
derada aisladamente, corda el riesgo de aparecer como convención) 1~ ... lríamos seguir atribuyendo ese nombre a una cosa: podrla decin;e
queda al fin restaurada en nombre de la intersubjetividad del diálogo. "..í que Sócrates es hombre; pero la palabra hombre, al tener por
El proyecto de una ontología aparece así lígada, en Aristóteles, 1''1~;tesis varias significaciones, no significaría sólo la esencia del
a una reflexión, implícita pero siempre presentc, sobre la comunica- 1~\lllbre, sino ttlmbién la escncia del no-hombre, o más bien la no-
ción. Este carácter antropológico m, desde el principio, del proyecto "S<"ncia del hombre, Decir que Sócrates es hombre implicarfa entono
aristotélico bastaria para distinguirlo de todos los discursos preten· nos que Sócrates es hombre y ncrhombre, Sin duda, no hay en eso
ciosos, pero en definitiva ..balbucicntes», acerca del ser, efectuados nllltradicci6n alguna: «Nada impide, en efecto, que el mismo hombre
por sus predecesores: su defecto común ha sido el de querer averi· ',,':1 hombre y blanco, e innumerables otras cosas» I.t. Pero sólo se

guar los elementos (O'toIXfla) de! ser antes de distinguir las distin- """apa a la contradicción haciendo de hombre un atributo de S6cra·
tas significaciones de la palabra humana sobre e! ser !.ls, Pero la an- t'-s entre otros, en vez de la designaci6n de su esencia, En la perspec·
t¡va de la equivocidad, hombre no puede significar la esencia del
tropología, como se verá, no excluye el rigor: el análisis aristotélico
r,ombre (pucs la esencia es una, y cntonces la significación seria tam-
de las significaciones del ser, al sustituir a la vieja especulación ,«físi-
¡,ién una), sino que significa tan sólo alguna cosa de Sócrates. La ¡
ca» sobre los elementos, va a disipar por fin la fundamental ambi- pdctica sofística del lenguaje impide así privilegiar cualquier atri- ,
I"HO, sea el que sea: de ninguno podemos decir que expresa la esen-
Ll7 Decimos pr~isamente iln/ropoJógico, y no fingül./uo, pu~ \o que in. ,.;,¡ de la cosa, pues la esencia es única, mientras que la atribuci6n es
tercsa a Aristóteles en el dúcurso no es tanto la estructura intema del lenguaje ./i! libitum. Vemos as! la diferencill entre un lenguaje atributivo, o
como cl universo de la comunicación. O, al menos, aquélla no le inteTe!a sino
en la medida en que refleja O anuncia <!Su. Ello, en nuestra opinión, h~ ~;¡, a fin de cuentas, adventicio y alusivo, y un lenguaje significativo:
jn~uficientcs todas las imerpretacione, dingíilstiCils't de la ontolOllía aristoté- "n el plano de la atribuci6n, es legítimo decir que una cosa es esto
lica, cuyo origen ~c t=lOnta, oeglÍn p¡ll'l:Ce, a TrendelenbUl¡{ (GeJchich/e der
lJlI A, 10,9930 ¡,-.

.
KiI/I!gor¡enlebre), y que han sido tea,umi""'s por BltUNSCllVICG (dr. especial·
mente Lu ager de ¡';nteUigmu, pp, Yl s~.),
1)3 ·OJ..w;:~. ~¡, ~.i ~""u>y C:1¡'''¡' "'0'1"" l-'~ t,,}.ÓYl:,,_ ::o"JJ..<l"(W;; Ml"l'i.......,
,,~"""~(w.¡,I',t. (A, 9, 992 b 18),
1-0 Cfr. r,4, 1007 iI 22, 33.
Hl r, 4, 1007 iI 10. R~umimos aqur toda la argumentación de las !focas
1007 o 9·b 18.

DO 131
y no-esto; pero en el plano de 1::1 significación habría en ello una ',njeto: digo, por ejemplo, que d blanco es músico y que d músico
contradicción. «Significar la c:scncia de una cosa es signifiCllt que ,.,. hlanco sólo porque ambos son accidentes del hombre. 1_. Y acle-
nada distinto de eso es la esencia de esa cosa. 141. La unidad de la si~­ m:;s se trata de una predicación sólo en sentido impropio, refe:rida en
nillcaci6n apresa y supone la incompatibilidad de las esencias l4.J. .¡Ilimo anilisis a Wl3 predicación m:b fundamental: la que remite
Inversamente, en la pcnptttiva de la equivlXidad, no hay nW que ,·1 accidentc blllnco o el accidente mú¡ico al sufeto Sócrates. En amo
atributos, o, como dice aquí Arist6teles, accidentes (C:~~f~ljlVi~) lu'! casos, la esencia es necesaria, sea como StlsU':l.to común de dos
o ~, determinaciones que pueden penenecer a una cosa, pero t:un- :occidentes y fundamento de la atribuci6n del uno al otro, sea como
bi~n no pertenecerle, y cuyo número es, por tanto, indeterminado. ~lIjCIO inmediato de la atribución. Los sofistas jamás definirán a S6-
Desde este punto de vista, Aristóteles asimila accidente y predi. ,'r:lles dicic:ndo que es esto y no-eslO, incluso en el caso de que este
cado, de suerte que advertimos de entrada el absurdo de una teona ..¡!timo ténnino comprendiese la infinidad de posibles accidentes de
cuyo postulado inexpresado seria que «tOOO es accidente.: «Si se dice S,krates: «Pues semejante colección de: atribulOs no hace un ser úni·
que todo es accidente, no habrá ya sujeto primero de los accidentes,
si es cierto que el accidente significa siempre el predicado de un sujeto ~;~ol~ciu~ol:~~iIapo~~~;u~I~Ju~d~nl~ :~Itid~J~~as:ssen;::: I
(lla:{j'tn::ollelpivOl,l 't"IV!l~ ""l11ainl TI¡v M.n¡TQ~[a:v), La predicaci6n dc· ,Ikados, :
berá entonces proceder al infinito. 1". En efecto: así como el movi· La equivocación de los sofistas consiste, pues, en moverse úni-
miento supone un motor no movido, o la demostraci6n una premisa ,'amenle en el dominio del accidente CIt, o más bien en no ver que el
no deducida JC~, igualmente la predicación supondcl un primer sujeto :lCCidente no tiene otra realidad que la que extrae de su pasajera
no atributo, lo que es una de las definiciones de esencia", t Y no ,ldherencia a su sujeto, es decir, a una esencia: «Quienes hacen de
cabrll decir, ciertamente, que los predicados podrian ambuirse unos los atributos d objelo [único} de su examen se equivocan, no por
• Otros, en una especie de predicación recíproca e infinita?~ .•Pero considerar objetos extraños a la fi1osoffa 151, sino por olvidar que la
eso es imposible -responde Aris:tóteles-, pues nunca hay ni siquie- esencia, de la que no tienen una idea e:J:aC'!a, es anterior a !sus atrio
ra más de dos 2l:cidentes ligados uno con Otro: ... un accideme sólo butos. Ul:. Por consiguiente, Aristótdes ved el remedio contra los
es accidente de otro accidente si ambos son accidentes de un mismo :lrgumentos de los sofistas no tanto en la consideración exclusiva
(le la esencia como en la distinción entre esencia y accicknte. Es co-
lQ r, 4, 1001. 26. nocido, no sólo a través de Ari5t6tdes, sino dd Eutidemo de Platón,

d~fa~ ~~~6:f~~~ ;:'=~~~~lt~~~~~~~


m aro ibid., 1006 b 13 SI.' e& imposible que la esencia del hombR'
pucdoo signifrar precisaD'lC1ltc J. I>O-OenCÍa del hombR', si bombu si¡nifi~
no sólo cl atributo de un sujeto delerminado, siDo también un lujelo <lera-
minado» (.i ~ dvllpw1:OI; <IT,,..m,,, Idl ph"'" .a~'i~ dll<i .,,¡ ....). O también: tes Coriseo idémico a Corisro músico? u'. Instruir a eli·
144 ¡bid., 1007 Il JJ, nias -mostraba má~ vi~orosamente el Eutidemo de Platón-- es ma-
'<$ Cfr. Inuodocción, cap. Ir. tarlo, pues suprimir a Clinias ignorante es a un tiempo suprimir a
1'6 .Aquello que no puede ser afirmAdo de un sujelo, sino de lorosl se eUnias ll.!. Tales argumentos son insolubles si el ser se reduce a. la
lÚirma cualquier otl'll C(lSU (d, 8,1017 b 13). /1, este scnlÍdo de la palabl"ll serie de sus accidentes, pues en tal caso suprimir uno solo de sus
o{Q.. convmdrla, en rlgor, la UadUCCiÓll Il"11dicional de subJltlncitl. Pero evi·
tamnos este úllÍmo \IOC'lIblo por dos razClnetI: 1) IliJt6ricllm~nU, el laún subs- accidentes es suprimir el ser mismo l.I6. Por el contrario, la distin·
Itlntill es la tranKrip,:ióndelgricgo b>:Ó<lt_, Y 1610 fueusaOOtlrdJamenle,e
inromxtamenle, para lrulucir cid.. ¡QCCl'Ón emplea aún en ole sc:nlido ess~'" 1.. r, 4. 1007 b J.
tú); 2) F;¡osdfi"'me"I~, la idea sugerida por la etilDOlogia de sub-staneia 000- 1ft IbUi.• l007blQ.
vienclÓloaloque /l,rislóldadcd.l1IqlJC llOo má queUDDde 101 acnt.idca: '" E, 2, l026b U.
de b pabra..:a...que! en que dicha pabbn designa, "" el plano d.i~ ISI Pucslafiloaofla.OXlIOtodacicDcia~ñva,lntasobrearributol
tiaw, el ...Fto de la .tribuciÓII, , en el plano fWoo, el suhmalO del cambio; (dr. ANsI. POlt., ""I"'C. 1,7, n • 40), y, en cuanlO filoJofla, DO tieDe dominio
pcronoconvicDcaaq¡>dcnqueJda~-Jafonn.a.,c:oof~de propio,tratando entoDCleS de la roulidaddc Ioapot.iblo smootos de loa ecra.
e-Ia E n (d, 8, 1017 h 2J). Mnc:a de la historia de las n.duttiones de Jda. ISJ r,2,lOO4hS.L.alllSi6naloasofuwoatestiguadaaquCpot1Je.
dr. E. GU.$ON, -Nole SUI le \IOC'lI~ de 1'Etn>, Metl~ Sl"¿i~s, VII, jaodro(2~,JO).
1946, pp. l»~. w r,2, 1004 b J.

:: ~~t¡¡~~ fsj8j:~·~~'~~;
1<1 Esta hipótesis no es ¡ramita. ApuDla con anticiPKión a un idealismo
que vm.. en la cosa, según la exprción de Uchclicr, .un entrelazamiento de baga sabio, por tIIllO que
propiedades gcncra1c:P, y en el universo un ~btClIla de «TClacioo.cs ain ttt. dcjedc~íg:noranle,portlIltoquedejedeser,queúis,porllnto,lUmuctte
..
minan. l.I6 Esllcomecucnc:iaresultlparticu.larmmlefla¡nntell:llotrOlIOfi$lllldc

132 133
ción entre ~ncia y accidente permite explicar la permanencia de '·.,a intuición de Platón: si la sofística ocupa el terreno del nÚ''ler,
Sócrates como sujeto de atribución a través de la sucesión de sus ,·llo se debe a que «los argumentos de los sofistas se han centrado,
atributos. Tambi~n aqul el error de los sofistas ha consistido en re- ,li 1:ámoslo asl, por encima de todo en el accidente. "', y el accidente
ducir la significación a la atribución, o al menos en no reconocer otta ,., ccomo un no-scn 161I, un ser que sólo tiene existencia nominal:
f()~a .de signifiCllción que la signi/icilci6n artibutiva (a'lflllivttv ,,~';:urn Il~VGY fO C11J¡l~!~7]T.¿~ {tJ1:l. ..el accidente existe sólo en viro
ltllt) ~Ya~): modo de significaci6n que está justifiClldo en su orden lud de un nombre. 1lI. El sentido de esta última frase parece aela·
PropiO, pero que no debe hacerse pasar subrepticiamente por 10 que r.ulo por un texto de las Calegorlas, que distingue dos clases de
no es, a saber, una significllCi6n tS/!ncial (<rr¡flfl;~(tV h). No debemos l,rcdiaci6n 7.a-:a tG"VOflll y la predicación T.or..u. tOY MTGY 161. Cuando
«~ublecer j~~~dad entre: las e:zpresiones: signiliear un sujeto deteT- "Iribuyo al hombre el predicado blanco, le 9.trihuyo de hecho el nomo
I,re ..bla.nco. y no la. definición (l6To~) del blanco, y más, aún, esa
fu~'::~~l ~~:r JI~~:i:d dbl:..os~t~l t:b~a~~irc:~ "ltibución nominal sólo es posible en virtud de la conjunci6n preci-
también una misma cosa, y, en consecuencia, todos los seres serían ",.menle accidental del hombre y la. blancura: «Por lo que se refiere
un ~lo ~, puesto que serían sinónimos (atlv,»V:lllll)' lJ7. En efec- ,. los seres que son en un sujelO [jo e., los predicados], casi nunca son
t?: SI conslclcn.mos que toda predicaciÓD accidental significa la esen- .oItibuidos al sujeto ni su nombre ni su definici6n. No obstante, en
aa (y eso es lo que hacen Jos sofistas, para quienes el discurso se dertas casos It.I, nada impide que el nombre sea atribuido al sujeto;
~uct a .predicaciones accidenta.!es), habrá que decir que la esencia pero es imposible que 10 sea la definici6n: por ejemplo, el blanco in·
nene vanos nombres; más aÚll: que tiene una infinidad de nombres IlCterlte a un sujeto -a un cuerpo--- es atribuido a un sujeto (pues
tantos romo posibles accidentes tiene d ser. A la invena todos I~ M: dice que un cuerpo es bhnco), pero la definici6n de «blanco.

nombres. d<:signarin el mismo ser, por la sola raz6n de q'ue pueden nunca podrá serie atribuida al cuerpo. 1M. Dicho de otro modo: de
serie atnbu,~ en uno u otro momento del tiempo. La tesis no hll'J \111C tal cuerpo sea blsnco o negro, no puede inferirse que se" blancu·
miÍs que tUddentes conduce asl paradójicamente a esta otra tesis: , t:I o negrura, lino sólo que pueden aplicársele las denominaciones

lodo tS uno. ~ mis~ da ~r no bay tsencias que no ha., miÚ ..bImeo. o «oegro•. Sin duda, el hombre-blanco existe como un todo
que ,!n4 eunaa, pues. SI no h~blera más que una esencia, no podrla n"lOCreto. Pero lo que tiene una eDstencia sólo nomina.! es el acci·
ser.5.1?O: la. coleca~, Indete~lJ1.ada por estar siempre inacabada, de .lente aislado de $U pertenencia al sujelO: y así, el blanco sena un
la mflnldad de IlCCldenles posibles. Pero una infinidad tal como he- llO-5eT si, «en ciertos casos-, d lenguaje 00 lo sacase de su nada par.
mos yUto, es imposible y ni siquieT;J es factible concdliria. :llriooirlo hic el nune, es decir, en vinud de una coincidencia impre-
La tecna y la pclctia sofisticas del lenguaje no suponen sólo, visible y pasajera --contingente, diri.a AristÓteles-- a tal o cual
po~ tanto, una ontología en6nea: conlJevan la imposibilidad de cuaI- llOffibre de ame y hueso. El accidente l'n cuanto tal no tiene mú

~~:::~:Ji:a:S~Ie:~~~~~:='::e~~:oI~J:
q~er ontoJogl.a. ~a lo habIa sospechado Platón que, como recuerda
An~t6~e1~, cno SIO razón siruaba la sofistica en el plano del ot>-ser
(:upt 1:1) Il'l Ó\I)' Ul. Sólo que Arist6teles da un contenido preciso a Luncretos); l'n cuanto cesa la predicación, el accidente relOtlU al
'>0«<.
s:e::m~~~
vda
tone:eI el
~.=o ::tl.rx:;¿o~ ~:::~~:'::
y aparece ~...
tConoces a ~ Ionlxe? -SI. -Entonen
Por eso no hay ciencia del accidente. Ast, la dencia dd arquitec·
lO «no se ocupa en modo a.!guoo de lo que les sucedaá a quienes

~~:e~~::;,~t;:n:'tr,P~r::no~b~=u~ v:tyan a ocupar la elsa: por ejemplo, de saber si llevarin o no en ella


tidad lCCidentlI, en el Kntido dc quc a la amd.a de Corisco DO pertenece el
atar ta~. PUlI el holl\bft:. oo:uIlO bajo cl vda, DO a la misma cosa atar '" E, 2,1026 b 15.
u~ (tI«id~ntt) y ~ Corisco (mMu) (scgt'in Arf. JOfút., 24, 179 • JJ, .- E, 2, 1026 b 21.
179 b 1, Y el oomcntano de AU1.J., 161, 12: dr. tambi61 Art. so/ísl., 17, In: b I'lIbjd.,1026bIJ.
lIi~:ht~&1~"~/I:,2~~$Las=~';b~:t~:'~~.A~~d::;:::
19 SlI., , clcomcmariodcAU1.J., IV, 16101.).
LSl' r, 4, 1006 b 1:1. Estc último t~rmioo DO C:I .qul absolutamente rolTlX.
~%,}d'm~raI:k:t~:¡::).en~ri;~~~~:::=¡~:~en~¡;i~io nor: IlIkmb olra interpretación, pero que nos parece inaceptable.
Iü Esckci[,enaqudlOlCllSOllenquec1accidente.dvit"tcfeclivamctlIC

~~~i~~r:~ i~ :ar:.:.f:"~' anuestra sinonimia (pluea· ,,1 rojeto (pues podrfan no habcnc enconlrado nuncol. No podcu>ot .e¡uir Cll
,:ole puntO la interprclación de TltlC(.oT (ad.lo.:., p. 8, n. 'l·
15* E,2, 1026 b 14. Cilt de Pl.,I,TÓN: Sofistd, 254 a; cfr. 237 a. l6l C.I., 5,2 <l Z/.

134 135
una vida penosa_ 165. No hay en eso desint~ por parte del arquitec- ('s el accidente: si la blancura DO es el ser del hombre, no por ello es
10; lo que ocurre es que, por respecto. la esencia de la au, d posi. menos cierto que ese hombre es bla:nco. Acaso Coriseo 00 es hombre
ble modo de vida de sus habitanres 00 posee realidad a1guru hl:5lll y t:lpado en el mismo sentido lit, pero ror:urrimos al verbo Itr en amo
que un.
predicación, de momento imprevisible, eslllblezca un vínculo bos osos, para sagnifiar la esencia y el accidente. Enlonces ¿es que
enrlnseco entre dicho accidente y aquella esencia 11!1!. Volvemos. en· d ser DO significarla sólo la esencia? Y el ser por accidente ¿serfa un
contrar asl, bajo otro aspecto, la idea de que la sofística no es una ser a su modo?
ciencia, sino la apariencill de la ciencia: el accidente, en efecto --o al En el te:xto ya citado de:l libro r, Aristótdt;S distinguia entre
menos el accidente que se hace pasar por el ser-, es el correlato de una significación atributiva (xo./J'€vo,) y una significación esencial
la apariencia sofistica. (o'lj!i(llvalv Iv). En realidad, esta última se: expresa, no menos que:
In prime:ra, bajo la forma de una prediCllCíón: asf, ruando decimos
que Coriseo es un hombre, expresamos la esencia de Coriseo, pero
la expresamos bajo una forma tambitn atributiva. Por tanto, no es
Tales an¡(lisis parect'D rechazar al accidente fuera del ser: si el ser cnlre la significación y b atribución, sino en d inlerior mismo de la
se reduce a la esencia, el accidente es arrojado al no-ser. La crítica de atribución (que t;S ella misma un caso particular de la significaci6n),
la equivocidad sofistica dcberfa conducir a Aristóteles, al parecu, ha· por donde: debe pasar el corte enU'e la expresión de la esencia y la
cia una doctrina de la univocidad del ser: ti sr' (1:0 ov) no tendría del accidente. En un primer momento, Arislóteles tendía a identifi-
mis significación que: la de 14 tstnci4 (oi>af..). Pero la originalidad de car la esencia con e! sujeto y el accidente con el predi("ll.do; pero la
Aristóteles reside en evilllr esta vía tanto romo la anterior. Una nue- llÚS inmediata práctica del lenguaje 005 enseña que tambitn la esen·
va reflexión sobre el lenguaje, y t;n particular sobre la predicación, cia (o cierlll parte de ella) puede atribuirse .... Debe admitirse, put;S,
hará que AriSlótde; se alt;je dt; oponer un exclusivismo de la esencia que existe:n «predicados que significan la esenciu 1$ y otros que
al dilt/tantismo del accidentt;. Put;S, si bien el attidente no es la t;sen· significan e! accidente. El examen de! lenguaje no nos sirve aqul de
cia, la práctica más e1emt;ntaJ dd lenguaje nos enseña que la esencia nada, puesto que la forma (5 e:s P) t;S en ambos casos la misma. Pa~a
distinguir la predicaci6n accidental de la esencial, habrá que teCUrnr
1M K. 8, 1064 b 19; dI. E, 2, 1026 b 6. entonces a una reflexión sobre las distintas significaciones que nues·
~ Se Inla de lo <i"" Kanl namaní un juicio #lIll1ico " posurio'¡. Ahor:o tra intención confiere, en cada caso, a la cópula srr. Un texto de los
bien: St<II ala! lea la conapci6n de la ciaxia que prolrxmos, una tal 1ÚIlesis Stgundos Antdítit:os es el que:. nos procura? c:r:r .este: punto, ~ i~di~­
no puede M:t obje¡o de cienci.I pusto qu "o t"'isu, ni siquien COIIlO una po-
lIDilidad definida, basu qut una aporiencia imprft'Í111>1t y revocable DO la ciones m" claras: «Los predIcados que SIgnifican la esc:naa Slgnlfl.
haya aulOrizado, y sólo cfwante ese tiempo. El ejemplo 6cl arquill'ClO 0610 can que el suje:to al cual se le .tribuyen no es otra cosa que el predi·
ea pro/:oIlorio, evidelllc:menle, en una ~ de la arquilttlUnl que DO cado mismo o una de sus especies. Al contrario, aquellos que no
"'eauveon~de~enladrlinici6ndeIaClS3.Ei~oJOlvi<Joo., 5i.gnifican la esc:ncia, sino que son afirmados de un 5Ujeto dif~nte
por lo demú, ea asumido ~Ie por .... riSlÓl:e1ea: -Que el arquit«Ul pro.
o:hua la Alud ea un llccidane, puta producir lo ",!ud no esl' en la naNnleu e:k ellos mismos, el cual no tS ni ese .tributo, ni una especie de ese
6clarquite<:tO,sinoenladdm6:\im,yelarqu¡ICCtOeam6:li<:opor.rquil~ atributo, pues el hombre no tS ni la esencia del blanco ni la esencia
fE, 2, 1026 b )7). CierlllIDCIlle, .... risuSteJa da otl'llll ra:r:oncs pan asimilar el de: algún blanco, mientras que si puede decirse que tI .nima.!, pues
llCCidenle al no-sc:r; pero tales razones no nos inlere&ln .oora directamente, el hombre t;S esencialmente una t;Specie de animal.. 1111. Si nos ateneo
pues impliClJl una concepción ('OsmolóJlU4 del accidenle: ~i en el plano «lin.
güfstico. el accidente se define como predicado, ro el plano rosmolÓj¡ico es mos a la significación constante dd verbo ser en este pasaje, advt;rti·
«lo que no el siempre ni lo m', a menudo. fE, 2, 1026 b n}, es decir, lo que mos que Aristóteles, a fin de elucidar d sentido de la atribuci6n acci·
::eti.:et;-~4 ~ ~:u~ ~ =~ ~": Pr::n:~l~ ~2~odo~3,
posibilid.d de una rehabililación Cf)SmoláJliu del ao:idmle, el ntaI lICaba por
dental, teCUrre al uso que podrfam05 llamar esencial del verbo u,,
o :>.ea, a aqutl según el cual sirve como cópula en una proposici6n
ser la rqIa en un mwxlo que¡ como el sublulllll, eonlleva malefia y ea~ por
dlo~idoalooontingoeDcll.&eM:tmecorqueeaellltridenledtberi
en ese lDUIldo rnetI(Ir que ea el mundo sublu-
: g..:~3~~: ~amctI~. de lo que ArislÓl:eIta I\amll en las
"'Presentir un imponante pIlpel Úfttorlu esaria Stf.ll"u.. Pero la e:zisteocia misma de esencias stlt'JD'ias a·
1lIr. pg. oua parte, señalamos una t:O$Cibci6n del mismo tipo a propósito del proa pnriwncnle d h«hn de que la eseDCÍI., a despecbn dt su ddin;om
IlllitNrul Y la opmióll. qut, davIllorizlldos ea el P¡- de la OOtolotitia, ha1larin primen («lo que ea siempr'e sujero , l\UIlCll es prediClldo-), puede ea algún
DO obstante una relativa justif~ en lo ealruct\llll del mundo sublunas. Jctllidoalribuit2.
~"';~~~~. 114, D. 83. Sobre la opi1li611, dI. II pane, ClIp. 111: le AMI. Post., 1, 22, 83 " 24.
l1ll lhi4., 1, 22. 83 a 24 A.

136
analClica: Aristóteles quiere decir que el hombre no es lo blanco, que «el accidente DO se prodUC'e ni exiSle: en tanto que él mismo, sino en
no hay identidad entre hombre y blanco, y que en este sentido 10 I:mto que olra cosa (oal. i Q;'t>J. lJU'll fupO'ó)' uS. El ser por acci,
blanco no será nunca más que un lI.ccidente del hombre. Pero si bien ,k:me es, pues, el 5Ct<Jtro: «Los predicados que no signifiOln la csen-
el hombre no es lo blll.nco. no por ello deja de ser cierto que nosotros ,i~ deben 5Ct atribuidos a algún sute:to, y no haY::nt!Ún banco qu~
decimos de ese hombre que tI blanco, y que, por tanto, rtturrimos '~-a blanco sin ser Itlmbién otra cosa que blanco.. . El ser 2C?t OCCI-
una vez más al vc:rbo str para expresar la relación accidental. 1.0 que .lente no es, por tanto, tm ser que: sc baste.a sI ,mismo: presupone
Aristóteles rerollOCe mcdim!e este análisis es que el accidente no se ..el otro género de:! ser. 177. Pero por prccano e Imperfecto que sea ,
deja rechazar tan ~cilmcnte al terreno del no-ser, puesto que se ex· ~I compararlo con el SCT «propiamente: dicbo. (Itllfill)~), el ser por acci· •
presa en el vocabulario del ser. El accidenle es oo-ser sólo para un ,lctlte no deja por eso de ser un ser. Y a fm de: e:xplicar esu paflldoja, '
pensamiento que no recooozca al ser otra significación que la de la b de un ser que sólo tS siendo otra cosa que: él mismo, seda vano, I
esencia: semejante tcntación -la cual, como veremos. según Arist6- nos dice Arist6teles, recurrir al subterfugio de Platón. que se habla
teles, ha sido fatal pal'fl algunos de sus predecesores y contemporá. ..hli.ttado por tal razón a introducir el no-ser en el ser 111.
neos- no se halla ausente, como hemos visto, de la polémica aristo- Poorfamos extrnliarnos de esta insistencia de Arist6teles e:n que-
télica contra los sofistas. Pero si recurrimos al verbo ser para sigo rer conside:rnr alllCCidente como un ser, tanto m~s cuanto que parece
nificar, no sólo la relación de identidad entre el ser y su esencia, sino ir contra los resultados de su polémica con los sofistas. Para que sea
también la relación sintética entre el scr y sus accidentes, habni que I>osible el di~logo entre los hombres, ¿no es preciso acaso que: las
renunciar a la tentación de la univocidad y reconocer que el ser pue· l':tlabflls -y antes que nin~na, la m~s uni~l'Sal de tooas, la palabya
de tener varios senlidos, al menos dos: en este caso, el ser esencial .fl'l'- ten¡¡:an sentido, tS Juir, Utl solo SttltlJo? Pero asl como Anlr
o, como dini AristótelC5, el ser por si (..!.t6'QlIl:O), y el ser por acci· lóteles había sido comoelido a obtener dicho resultado por a pre-
dente (1Ul""..1 a~''l ..o;)m. ~¡6n misma de los problemas, igualmente bajo la prc;ión de ot~
No es fácil, a decir \'erdad, captar el ser de este ser por acciden- I.roble:mas va a ser compelido a reoonoctt una pluralid!ld .de. scnU-
te 111:. Es inestable m, no tiene cause 01: maneras de rcconoccr que .Ios a la palabra Str. Si es cierto que: una ontolOflfl del lCCl~te,
l'OmO la que está imp1fcita en la actividad de los sofistas. marufies~
~tOI7. 7; dr. 1',8, 1061" 2, ~ 00 oonfundirota dilo por si mism..a su cankter absurdo, ¿acaso unll. onto~a de la CSCl:1oa
tinci6n axI la que olableoe fnxumt=>mt<: AriwStdcs Clll:l'e el K:r 'p'l.., no conducirla a nuevas dificultades, oomo la CllClusl6n de: toda una
(oxoplo>c.l y el H' "'«' ti (o .... " q. o ¡., l'lf'l'\ distinción que,loI ~
lútm traducifÚI romo tSSe limpliciler ., eSSe ua<tul..", q..uJ. UD ejCIllplo de:: parte: del diSOlrso <el discurso predicativo) y de todo un aspecto de
los AT,. rollst. IIClan 011 ú1lima dislinción: hay paralogismos que .se pro- 1:1 realidad (la conOnRC:ocill., cuya manifestación en el plano dd dilr
ducen cumdll una apresi6n empleada "n particular (h I';ipl.' hj0l'novl CIlrso es la predicación accide:ntal)? Si la ecruivocidad soffsti.ClI nos
a Illtnada <;Qm() si flla'l "",pl""da "" términos ab5ol~toI 1"" .....U;). Asl cl I'ropone In imagen de un mundo donde no hllbrfa ~'¡:s que aa:ldenle:s
argumento: s; d """S,,, ti O"i"IO d" opi"ió", ""IO"ctS el "o-ur ts. Pues no
es 10 mismo ser ud CO$II (.1"", nl y ser "n I~rminol absolutos .(11"", ,j;>;l,kj,. ,le accidentes, ¿acaso la univocidad no corre el nesgo, a la Inversa,
(A,g. sol/SI., :l', 166 b 37 ss.). Como se ve, Arisl6lc~ parece mlrodll.ci~ ~of ele declarar un mundo sin movimiento y sin relación, donde no ha·
la distinción ""Ire ser rop"llSl!lJO y SCT "xÍlI""cilll (IlI'C"ITaS .qUl: la d'SlJ~16n hrelt m~s que esencias cerrltdas sobre sr mismas; m's lI.ún: un mundo
enlre ser por 11 , ta PO' «"dc"", es ¡"lt'''1S .1 ser copulauvo). En cl e",m· que no toleraría ni siquie:rll, la, multiplicidad de .las .e:scncias, y e:n
~ ~,(iflSj~lcl~~~ela~~iá;;~~SC:ci.~ Ot18 unidad no oodóa Se:t" e:Jettldo el poder de dISOCIas y componer
el objeto de opinión) aprc:sc UIlI atribución IICCidenlalno poIIte.opeCIIIIl1>- propio de la palabra? ," '
~=~a~ :is:~:'~=~~~ Tampoco en este caso tales hipótesIS son gratuItas, y la histona
,le: la mosoffa anterior va a ofrectt a Arist6teles una upcricncia inte-
JI,:,:: ~1'pr«isIrIe
qtJoe clSCf por IICCidente 00 O la.propiedad ao? lectual de ese tipo, Si el demplo d" los sofistas reveh el necesario
vCnculo entre una p~ica de:llcn¡roaje que ig.nors su función signifi.
~:: ~::: ~1~)dl':~ta",,"=:d~P:OO~~ mote: y la imposibilidad de cualquier ontología, d e:jemplo inverso de
SU esencia, sioo dc::IlICCidentequese1elñadc::: af d leI".vqWteCIll O K:r por
..xi<\enle t-r" cl músico (A, 7, 1017 • tO). aro BllNTANO, VD" Jn _,.i~

I«~ ~~~~";"P~'de::lo que pertenece a un,.,..., puede ser afirmado


m 4,30,1025,,28.
AloJ. polI., l. 22, 8'.}l.
116
con vcniad de,g, peTO qtJoe, sin cmbar¡¡p, 00 O necurio Di constante... m E. ",1028. I.
11* 4,30, t02J. 24. "' N,2, t089IS '; Fls., I, 3,187 .. 1.

138 139
los eléatas y sus discípulos magáricos va a mostrar a Aristóteles que blar, como en muchísimas otras, no sólo afirmamos que es hombre,
una ontología demasiado exigente corre e! pdigro de desembocar en sino también bueno, y otros calificativos en número ilimitado. Asi
la imposibilidad de cualquier discurso. sucede con todos los demás objetOs: si suponemos que cada uno de
ellos es uno, inmediatamente lo decimos múltiple, designándolo con
una multiplicidad de nombres... A lo que Olaiquiera objetará que es
imposible que lo uno sea múltiple y lo múltiple sea uno. Y, desde
No es casualidad que deba buscarse en la Física de Aristóteles la luego, [esos objetOres] se complacen en no admitir que se diga 'hom-
refutación de la tesis según la cual es imposible toda predicación quc bre bueno', sino sólo que lo bueno es bueno y el hombre es
no sea tautológica. Pues aun suponiendo que los eléatas mismos no hombre» 100.
hubieran sido conscientes de las imposibilídades a las que su física Aristóteles comienza a plantear el problema poco más o menos
condenaba al discurso humano, los argumentos de aquellos que afir· en iguales términos, en un texto en que se aprecia una evidente remi-
man la imposibilidad del discurso predicativo ----cínicos, megáricos, niscencia del Sofista; «También los últimos de entre Jos Antiguos 1St
y sin duda ya algunos sofistas 179_ se remiten, en último análisis, a
las intuiciones de! «físico» Parménides. ¿Cómo una misma cosa pue- l!ll "'"l.:m:po""".o~xW->Y~dla6¿.).i-¡"."',6p",:r:"",m,,,o\,j.dT"6¡"""T«6"""ov
de ser a la vez una y múltiple? En tales términos se plantea ínicial- a'''',6pw:r:ovávllpw1tov (Sofisla, 2n a-c). Se advertirá en todo el tCltto: 1) La
mente, según el doble testimonio de Platón y Aristóteles, el ptoble- ausencia de la palabra >:<l''ll0¡>l'v, que es la VO"~ técnica con que Ari.tóteles
ma de la predicación. «Expliquemos pues -plantea d Extranjero dd de<¡igna la atribución; Platón emplea término. más vagos: ;:P"""ToP'~"v. h-
o~C;"v, h',?ip.w; 2) La ausencia del verbo .,"''' en los eiemplos que cita
Sofista_ cómo puede ser que designemos (T.poattT0pe6o~Y) una sola Platón al final: se dir', sin duda, que .1"", est' aquí sobrttntendido como
y misma cosa mediante una pluralidad de nombres ... Decimos verbo de l. proposición infinitiv:l; pero que Platón lo haya omitido prueba
'el hombre', como sabes, aplicándole múltiples denominaciones por 10 menos que él no queda Uamar la atención de le<;tor sobre el verbo ser.
(xoD..'ohta n:ovoluil:oyn~), asignándole (ht ,?~pO'ft¡~) colores, for" Estas dos advertencias tiendcn a mostrar quc el problema de b ptoposición
atribUliva no se plantea en cuanto tal • Plalón. En genetll1, hablar antes de
mas, magnitudes, vicios y virtudes; en todas esas maneras de ha- Ari.tóteles, " ¡"cluso "n fl. de las dificultades O de la imposibilidad de la
atribuci6n, acaso SCll resultado de una ilusión retrospectiva: es paN raponder
1'79 ARISTÓTELES dta rolo nominalmente al sofista Lyrofrén (Fis., 1, 2, " e"'S aporías referidas al discurso humano en general por 10 que AriSIÓleles
lS1 b 27). Los comentaristas citan aprcslllDeme a los melláricos (SIMPLICIO, llegó a elaborar una teorla explícita de la atribución (""nrl0pla). Podrlamos
in Phys_, 120, 1'·21) Y ai'il>lkn adem~. los filósofos de Eretr;a (es decir, la generalizar esta observación: es una tentación con.tante del intérprete la de
escuela de Menedemo) a los que Simplicio atribuye la tesis 5elO\ún la cual ..nada plantear el problema que su autor i:ncuertlra en los términos mismos que uti-
puede atribuine a nada.. (1" Phys., 93, 22; cfr. FILOPON", In Phys., 49, 19). lizará para resolverlo; pero dicbo movimiemo retrégndo de la interpretación
Pero en estos úhimos 11610 puede tratarse de una tardla reanudación de la es en parte inevitable, m la medida en que el proceso del pensamiento del
pol6nica, reanudación posterior a! Sofista de PU.TÓI'l, y sin duda también a íilósofo se aclara mediante sus resultados: 10 esencial es que el resultado no
la Fisica d~ ARISTÓTELES. Inevitablemente, penS<lmos asimismo en Antlstenes, enmasc"", el pumo de patlida del proceso y, por tanto, el proceso mismo.
pero, según parece, las teSB expresam~m~ profesadas por él (imposibilidad No puede decirse que, por lo que toca a Aristóteles, los comentaristas bayan
de decir 10 falso y de contradecirse, imposibilidad de la definición) se apoyan evitado siempre este úhimo escollo. Cfr. más arriba, Pr61ogo.
en una ron.,.,pción general de las relaciones entre lenguaie y ser, mucho más tSI Aristóleles acaba de enumerar en desorden cierto número de dificul-
que en un análisis particularmente destinado a mostrar la imposibilidad del tades resultantes de la tesis eleática lodo es uno. Pero mientras que los e1""ta.
juicio predicativo (aceTCll del fundamento de la argumentación de Amísle~, quedan decir con dIo ~d Universo (tO 7I:dv) es uno., los «úhimos de entre
cfr. más alriba, pp. 98.-99 Y 102-1O3). En euanto al nombte del sofista Lyrofrón, los Amiguos» entienden, como parece probar la frase dtada, que cada rosa
nos nadada, escribe Dia, ..bacia aquella erlstk. de fronteru muy vagas, es una, pasando asl del sentido rolccrivo al sentido distributivo de la pala-
ro/istica que servla de p<lso tntu ti tltal;smo y ti mt1.llr;Smo, la cual podemos bra ,,-Iv. Este deslizamiento patece propio de la doctrina megárica, que plantea
entrever en la sátira del EuUdtmo,. (A. DIF..s, InlroJ. ilU Sophislt, Budé, el problema del Uno parrnenídeo a propósito de cada ser, y no del Ser en su
p. 291; subray.do nuestro). La alusión de Aristóteles a Lyrofr6n probarla totalidad. También parece aludir Platón a 10$ megáricos cuando, en otrO pasaje
que, junto a la sofistica que rW.uce el ser a una yuxtaposición de accidemes del Sofislil, habla de esos .. Amigos de las Formas., que mantienen a la vez
y cuya inspiración lneraH.ica podrfa buscarse, a tlavés de Protágoras, en Heci- la tesis parrnen{dea de ..la inmovilidad del Todo., y la de «la multiplicidad
dito, hay olril sofisticll, de inspiración eldlÍca, que in.i.te, por el rontrario, de las formas_ (249 d) (D;e. rechaza esa identificación porque, sej[Ún dice,
en las dificultades de la pre<licación, en nombre de una concepción del ser los escasos te~tos que poseemos sobre los megáricos ese oponen por completo
demasiado exigen re. MIS puede ocurrir que esas dos tendencias confluyan en
u.n mismo pensado~, basta el punto de que I'rot'~oras mismo, relacionado
SIempre ron Herác!Jto por una 1llldkión que se ren>oma a Platón y AriStól.,.
~¡~~~ :e~s:~~ t:=a~~~t~:J':""~~h.li~~~~at~~:I~~;t}e:I/t:
5ct~:s;ej, )',r~'u:c:;radc~t~~~~e tr~~t~~~s,e~ ;:Ici' :aÍp~~vadf~~
~ciz~a r::1~~:r~r Fl=~~~95fenrelnente para el campo eleático; cfr. A. CA-
cípulos de Estilpón y los megáricos... estimaban que el ser es uno y que

140 141
se esfonaban mucho pan evitar que coincidiesen en una misma cosa dancias entre las fonnas m. Puede deciCSC' entonce:s, en cieno sentido,
lo uno y lo múltipb IR. Asl planteado. d. problema es d. de la <Xl-
~~eI~:~~~i,e:t==;rmpla~ca:: ~ r:=~D;~
aiste:ncia de lo uno y lo múltiple en d seno de una misma cosa.
~Cómo C'i compatible la unidad de la cosa con la multiplicidad de sw
determinaciones? Problema más físico o metafísico que propiamente
t..flsiro de la posibilidad de la .. tribución 11I. Pero sería más CJ[acto
decir que Platón no pl.lrltea d. problema de la atribuci6n en cuanto
I
lógico, y cuya soluci6n parece que debe ser buscada en una rdla.i60 tal, es decir, no plantea el problema. del p:apd y el sentido de 1..
acerca dd. estatuto metafwoo de lo Uno, m's bien que atel'Cll de la CÓPUla en la proposici6n atributiv... \
significación dd discurso. A decir verdad, Plalón no queda satisfecho con esa primera res·
Efectivamente, PlatÓn proponIa, para tal problema, una soluci6n puesta, pues la posibilidad de la comunicaci6n de las Ideas entre: si
mctafísica. Las dificultades suscitadas a propósito del discurso por necesita ser fundada ella misma. Si los el6ltas y sus discfpulos megá.
algunos erísticos, a quienes Platón no escatima sarcasmos LU, se re· ricos recha:>:aban esa comunicación, cllo se debla 11 quc, para dios,
suelven de un modo inmediato mediante la ttoda de la comunidad dc el ser es y el no-ser no es, lo quc traducido a términos lógicos signi.
ficaba: cada cosa es lo que es y no es lo que es otra cosa que ella;
los génetos. Semejantes aporlas manifiestan tan sólo la ignorancia de
de ah[ la imposibilidad de que «cualquier cosa reciba una denomina·
aquc:l!as reglas según las cuales los géneros, y ante todo los glneros
ción distinta de la suya" 1.,. Pero tal consecuencifl se apoyaba en la
supremos (en este momento de la discusión, se trata tan sólo del ser, ronfusi6n entre el no-ser absoluto y ese no-scr relativo que es la alte.
c:! reposo y c:I movimiento) PUMen entrnr en relación recíproca, o sea, ridad. Que el primero de dios no es, PlatÓn se lo concede a Parmé-
d. reposo y d movimiento) pueden entrar en relación recíproca, o nides; pero es indispensable admitir la alteridad, al bdo dd ser, en·
sea, mczdarse (cllJlll.l'f'lOOflcllh formar comunidad (i.-tMl_....M tre: los géneros supremos, como fundamento de la relación qu~ esos
o participar unos de otros (¡u-.alo.llflch.t...) tiU:'¡1l.o"I1M. La dial&t.i· pros -y, por lo demú, lodos los otros.- guardan entre: sí. Pues
ca es, en cambio, la ciencia de: las leyes y 105 I1m.ites de: esas concor·
~~ r;r::U:L; ~~~et:t¡¿ ':~~ 8~:m:.~~~:aC:e~C:;
;:
lo ono DO e.., no bOl parta: pmbtrorio: pues la mención de /o OIrO• ..-nte el resto. y, por consiguiente, otro que el ser, y, en est~ sentido, no-ser.
de b te:xtOS de Parmálides, parro: indic:ar que la rm. ~ uepbI Rcdprocamenlt': lodo el restO es Olro que 8, y por lo tamo es asi·
tOdarclaci6nenm:iosscres,coloándoseentOlX'l:SenlapenpectiVldo:1I mismo no-sc:.r. Dt::be admitirse, pues, que CCUantaS veces son los OIfOS,
=111~~~1: F:.;;¿, ~irese~ =::: ~ ~~Pa~~
de los el6ltls. 11 vez que iC redtazI la existencia de ese t>Moef re1ltivo que
Otras tantas el ser no es», y, pese a la paradoja aparente, no hay por
qué incomodarse, pues la narnrale'Za de los géneros conlIe\'a comu·
elI lo alteridad). nidad mutua...Quien se resista a concedernos estc pumo, que empie.
1a2 Fir., 1, 2, 18' b V. ce por ganarse el favor dc nuestros argumentos anteriores, antes de
IIJ Platón no halll palabI1lS lo bastante duras conrn. esos «jóvenes» o tratar de refutar los que SiguCDlio 1M. Admitir la posibilidad de la de·
«dertO$ viejo$ que han lJepdo tarde a 11 escuda., que se dan a bajo "redo
«un buen festín., descubriendo que «" imposible que 10 múltiple 5ClI uno nominaci6n múltiple de unll misma esencia conduce, pues, a admitir
~~~a(~c:á~itc:~~O:u~~:IT;:x:~~~~tid:a~~si~::~ ~cl~~v~~~
y que lo uno !!CI múltiple., pero que Ue extasian ante eso. un sólo «1 (llUSI
de I1 pobreza de su equiPl'}e intel«ruw. (SO/iJIII, 2'1 b-c). Muy distintl es
la aerirucl de Aristóteles Inte los problemlS lu.scittdoi por los sofistu y 10- es lo Otro. Pero se adverlirá -y ello bastada para distinguir la so-
cnlticos; n:conoce, por ~pIo, que cIa dificultad .uscilw POI" la eteudl
~,~t~~erlÓ4j'b2JT.P:'.telP1a~~~es":~ ::':" .k ::d ~:nac::6':lcl ~~ ; du~~:t~~cl~d~~aClfunt:=~
y lOfl 1610 lllIllifesta::ión de una ipIrancia meufisicl; por eso PIoI60 no iC panicipaci6n de las Ideas entre sí, y no dirKtamc:nte b predicación.
aliene DUllCI a b In-¡tlor de 11 apor&, lino que procum ~ la insufl- No es la refle:xi60 sobre: el juicio atributi\'O la que conduce a P1l'.tón
ciencia de pens:am.ienl(l de 11 aW. iegÚD B. es ~. En cambio, Arisl6tdc:l
tom;I en lCrio la 'poda al .... misma ütnwliJúJ. p,oa.,. unés de dlt. es d
diIcuno humano mIADO quien qurdo pue$to en .prietOl. Por no, las rcq>UCItII
I lIS :VJ b.

:e,,;¡r;;,írit:,s.,S:':S1l kl::.t7e~~~.t:::~:e~~:t:.
t.. De hed>o, muchl» atJfOreS; conceden a PuTÓH d m&i1O de htbet fun-
dado, en el So/iJI<I, 11 leerla del juicio. aro BI.O(HAaD, 1ótoul,r ¿, pbiúno-
tividtd, una raislencia de la ktta; induso 5i d tofU!I, convencido lqÚn d phi, fUfCktf1u '1 moJtr7U, p. 168.
~: :¡~..: :'ub~lO,rctl~ ~.:.o~~ o:istir COIIlO IQ SO/ill., 2.52 b. Es átl, con mucha euctitud, una de la. tesis que Aria-
tólela atribuye a Aotlsteoes (dr. mú amDa, p. 99).

1
114 SO/iJtll, 252 c,:VI d. 11I So/ista.m".

142 143
tenece en exclusiva al hombre 19)), la teona de la participación conclu-
a l. ontología, mientras que veremos cómo Arist6teles busca inme· ye que Animal es una parte, un e1emenlo l'JoI del Hombre. Pero en· .
diatamente la soluci6n del problema de la predicación en una distin·
ción de los $enlidos del ser.
Pero antes de precisar la soluci6n de Arisl6teles, importa recor·
:=: q~e=af~;u=~~e Au:~b:;á :H::~ ~e:
no tcndr:l: una sola esencia, Uno dos, o más bien una pluntlidad de
dar In razones que hacen insuficiente, • su marw:r,¡ de ver, l. de csencia5, puesto que el género animtJl participa él mismo en géneros
Plat6n. La tcona de la participación de las Ideas entre sí choc. con aÚD más universales. Según la gclfica exptc5ión del PscucbAlejaodm,
las mismas objeciones que la de la participación de lo sensible en las Sócrales será un eenjambre de csc:ncias. (Ofl~; ooo,m~)m. La leo-
Idcts. u DOciÓll de participación es, por sí mistrul, una palabra vacía na de la participación, entendida como mezcla, compromete entonces
de sentido -. De bedto, Platón oscila, según Aristóleles, enlre dos la individualidad de la esencia, que se pierde en UD «enjambre. de
concepciones: o la participación es una mezda., o instaura, enlrt lo esencias más generales, y su unidad, puesto que se disudve en un
participado y 10 participante, Wlll relaci6n de modelo a copia. u pri. «enjambre. de esencias subordinadas. Barromamos que Aristóteles
mera inlerpretaci6n que, según testimonio de Aristótdcs, ha sido DO va a quedar satisfecho con tales emt:táfontu, que nada nos ada·
desarrol!.ada por Endoxio inspirándose en l. leoría anaxagórica de r:I.D acerca del sentido de la palabnt ser en la proposición, ni acerca
!.as homcomcrlas 1lI', es la que sugieren con claridad los lextOS y. de la relación entre el ser {~O Dvl y lo que él es ('ro ~ I!:r..), osea, su
citados del Sofista. Ha sido criticada por Arist6teles, menos en l. pro- esencia (0;,,10:).
pia Melaflliea que en el :up¡ i~ltilv, cuyo contenido nos transmite Pero las cosas no hin mejor si interpretamos la participación en
en detalle Alejandro ,ti. Digamos aquí solamenle que, en esta hipó- el sentido del paradigmalismo. Pues entre las determinaciones esen·
tesis, la idea pierde su individualidad (puesto que se la hace entrar ciales que constituyen la definici6n, ¿cuiJ. deberemos escoger como
en una mezcla) y su indivisibilidad (pUCSIO que ella misma es mezo modelo de la cosa considerada? ¿El género, la diferencia específica,
cla: as! la Idea del Hombre comprroderá la del Animal y el Bípedo _ la especie? Ante la imposibilidad de tal elección, habna que admitir
a tItulo de componentes de la mC1.cla). Esta última critica, que Aris· la absurda consecuencia de que «existirían varios paradigmas de un
t6teles desarrolla en varias ocasiOnes m, es particularmente impor. mismo ser y, consiguientemente, varias Ideas de dicho ser; por ejem.
tante para nuestro propósito, pues se funda expresamente en el plo, en el caso del Hombre, las de Animal, Blpedo, y, al mismo tiem·
hecho 16gico de la atribuci6n. En efecto: no hay en principio dificul· 1'0, también la de Hombre en sr. ,... Además, añade Arist6teles apun·
lad alguna para admitir que la Idea de Hombre no es simple, sino tando ahora más especialmente a las concepciones del So/isla, «las
compuesta de las Ideas de que participa; pero ellcnguaje, al afirma( Ideas no setán sólo paradigmas de los seres sensibles, sino lambién
no sólo que el hombre participa del género animal, sino que el hom· .Ie 1m; Ideas mismas, y, por ejemplo, el género en cuanto género será
bre ts animal, es quien contradice aqul una metafísica de la parlici· d paradigma de las especies de ese #nero; emonees, la misma cosa
pación. En efecto: el lenguaje parece sugerimos que animlll es lo que
el hombre es, o sea, la esencia del hombre; pero, al no bastar Animal
para definir al hombre (pues, de una parte, el hombre: no es sólo
:: ~ra~~:táfo~~lei:~~t~'~cfo =da~i~i:n-:::
mente de las rdaciones entre la especie y d género o, par.! hablar en
alÚmaI, sino lambién bípedo, y, de otra parte, la animalidad no pet. lénninos platónicos, entre las Ideas SlIbordinadas; pues si la especie
l fih<;) '" es la copia del pro, es a su vt"Z el modelo de las cosas
Uf Habl.r oX pmiciPflci6n (.. "il"~) es cpronunciar Plbbru wdK
'" AaISTÓTElD cooduiri oX dlo, en la Ntl. (z. 13, 1038 b 9 A.), quc
r ~ metMons po&iaP (-u-¡.i~ b:.""¡ p.rta~ ll¡a~ ;:o'r,=r,J tA, 9, d universal DO el UI'II esmc::ia, pueslOque .... cxDcia oXc:adatosa ella que
9'91'21). k:CI propio., qucno~.ottu,mio::ntralqucdtmivenal «eI,pare!
I!II A, 9, 991,17. n.,r.."ario, 00ClÚD, ~ le: nam.. uniwnai a aquello que pertmea: po!" ,,*r...
'" 1" Net., 97, 21 u. Or. un resumen oX estol ~t05 tn L. ROllN, cleu. • una lllU1npl.icidacb.
u tblork púto~"""..., pp. 78-79, IlOl'; dI'. asimismo S. MA.':510N, «La .,. 'EN ~o6t,. hc>Un" (Z, 13, 1038 b 17·18).
.:ritique oX 10 th6orj¡, do5 Id&s daN k ltp,i la ..¡,~ d'ArislOle-. Rn~ pbíW- lB Ps..A.ul'., '24. 31.
IOpbiqIJ" ti" lmillllilf, 1. 47, 1949. r, IObftl lOdo, el inl""'IO oX =1nICri6n lll6 A, 9, 9'91 , n.
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louliJtDt Frihuhrift"" übv tlit ldull1th,t, Ralisbooa, 1949. '" 0bIérvcsc que la mism.;a palabra, .11<0:. daigna I la v= la Idea pJ.
~ JlorA ll.w-. (en A1.E]ANIlr.o, 98, 2 SI.); Md., Z, !J, 1038 b 16-23 (al ,óoico 'J la "Jptc:i" ariltol:~lica. Arist6te1es anpla. I \I«a la upl"Clión ~"­
menoI, li 5C' ligue "'" ate pulIje la inlCl'preuciÓll de L. RoalJi, op. cit., Tho~<; ,¡hl para designa, las especia Cll su relación con el ¡6>ero,., la er·
pp. 41 u.).
145
144
sensibles que participan de ella; pero la copia de la copia es también .". mezcla a la de la blancura, pues el lenguaje es, a un tiempo, más
la copia del modelo, y entonces no se ve bien en qué difieren las '·~plícito y más misterioso: el hombre es animal, y es blanco.-...H!!.l.......
cosas sensibles de la Idea o de la especie, puesto que tanto ésta como que reflexionar, pues, acerca. del _sentido de la palabra ser: fuera de
aquélla son copias de un mismo modelo, el género. "11o, no hay más que «palabras Ylldas y'.IIJetáforas poéticas» l(IO,
Hace un momento, y dentro de la perspectiva de la mezcla, Aris- Con todo, según hemos visto, la ref!exi611 acerca do! ser no está
tóteles concluía, partiendo de que Sócrates es hombre y de que es nuscnte de la especulación platónica, Más aún, a ella recurre Platón
también animal y bípedo, pues el hombre es un anima! bípedo, que JI fin de justificar, conrra los cléatas, la existencia de la multiplicidad,
hl esencia de Sócrates era, en palabras del comentarista, ..un enjam- y contra Jos megáricos, la posibilidad de la participación, cIJa misma
bre de esencias». En cambio, desde la perspectiva del paradigmatis- rllndamento de la predicación, Pero la posición de Platón destruye la
mo, la esencia de Sócrates es el hombre, y hl esencia del hombre el ontología antes de haberla instituido, pues consiste en introducir el
animal: se nos reexpide de una esencia a otra, y la esencia e~lusiva l1o-ser en el ser. Plat6n se ha atrevido a conculcar la solemne prohi-
es inhallable. Se did, sin duda, que la relación paradigmática no con- hición del viejo Parménides:
siste en una conexión de semejanza indefinidamente renovada, como
en un juego de espejos, sino que conlleva la trascendencia del moclelo No, nunca conseguirás por la fuena que los no-seres sean;
sobre la copia. Pero entonces, si bien ya no hay peligro de que cada De esa vía de investigación aparta
tu pensamiento 2ln.
esencia sea absorbida por la esencia superior cuya copia es, la que se
De hecho, Platón hablará explícitamente de un ser del no-ser:llll;
encuentra comprometida es la relación de ¡dentitbd, expresada por
por más que roclee esa impía aseveración de toda clase de reservas 1m,
el verbo ser, entre la cosa y su esencia: ..Parece imposible que hl Aristóteles no querrá retener de ella más que la negación, a su pare-
esencia esté separada de aquello cuya esencia es (eh~, ZUlpi<; -d¡~ ("cr escandalosa, de la tesis parmenfdica, y, consiguientemente, se
o~"¡a~ xa' 00 1¡ o~"¡a): ¿cómo es que las Ideas, eseIKias de 1:Is IllOstrará poro inclinado a perdonar el "'parricidio» del que se ha
cosas, estarían separadas de las cosas?» 199. Así pues, si la participa· hccho culpable, según confesión propia, el Extranjero del Sojista 'JfJ4.
ci6n puede interpretarse, o en el senrido de la mezcla, o en el de una Pero Aristóteles no pierde el tiempo en mostrar el peligro de la po-
relación de imitación, este último sentido puede entenderse, a su vez,
sici6n platónica: la admisión del no-ser en el seno del ser no es sólo
ya como simple reduplicación, ya como relación jerárquica: en el pri-
peligrosa, es inútil. Más que un crimen, el parridicio plat6nico es un
mer caso, la reduplicación no explica la desemejanza de las esencias
error, cuyas causas se dedicará 11 investigar Aristóteles en el libro N
consideradas; en el segundo, la trascendencia asignada al modelo pro-
híbe toda comunidad entre términos que el discurso une, sin embar- l(IO Al final de un estudio acerca de las relaciones entre Ari$lótdes y d
go, mediante la cópula ser, ,·tC<ltismo, /l.1IIe. S. Mamion concluye: asimismo que la metll/isica de fa parti·
La metafísica de la participación no resuelve, por consiguiente, ó(>ación no resuelve, pese a la, afirmaciones del Solista, el pTOblem~ de l~
flT~d;caci6n: «La teorla de las IdeaL. ha desviado la atenci6n de Platón del
los problemas del discurso atributivo, ese paradójico discurso en que I"oblema lógico de la predicación... Desde el punto de vista fó¡:ico. la cuestión
el ser nos aparece como siendo 10 que no es. Dicho más exactamente: 'lO ha .adelantado un. solo paso. («Aristote critique des Eléates., ReIJue phi·
por no haberse tomado en serio la aporía megárica o cínica en su losophlque de ú;uIJaltl, 19.5"3, pp. 184, 18'). Pero de ello no seria necesario
formulación misma, Platón da vueltas en tomo al problema sin abor- mnc1uir que la solución de Aristóteles al problema de la predicaci6n sea
~16giellllo: mientras que PLATÓN deseaoo, en el fondo, liberar el pensamiento
darlo de frente; por ello, respecto al problema mismo, sus soluciones <lel lenguaje, como atestigua el Crall/o, y consecuentemente no otorftaba sino
cobran el aspecto de metáforas, Hablar de vínculo, de mezcla, de par- un valor de indido a la formuwci6n lileral de Jos problemas, la solución de
ticipación, de imitación, no es suficiente para dar cuenta de la rela- Alistóleles será melafísica, O más bien ontolÓg./ca, sin salirse de una reflexi6n
ción instituida por la cópula entre el sujeto y el predicado, No basta "cerca del .di",:\,l'SO humano. En este s~tido, pero sólo en 6!te, el problema
de l~ pr«!'cac'ón será enf,;"ado por Ansl~le1es en su dimensión propiamente
con decir que el hombre participa de la animalidad, o que su esencia
d~~Fr~7 'b~~;. Cit~~m~~~j;~;¿~I~~~a~eca en el Sofista (237 a, 238 d),
~ión ,,1 Il~ 1"""<>; .iliy¡ para designar las Ideas pLuónicas, que no implic>ln y por A~lsTóTeLF.s en un pasaje (N, 2, .1089 a 3) que vamos a examinar, y
n:lación _ un género: A, 9, 991 a n; z, 4, to30 /l 12, que conw:ne una evidente alusi6n al So"sla.
199 A, 9, 991 b 1. Prescindimos aquí del argumento llamado del t~cer ;m «Es P:'-es inevitable que el nO·Jer sea h' I-'~ l •... 11"",), no sólo en el
movimiento, ilOO en todos los demás géneros. (2'6 d).
;o~b:~i~~Utd::a.t/'S~/í::.~~J~e8t¡' 3~i, ~alaa ~I~~ióe::t!~ l::,i~bi~ 2Ill El Extranjero del S(Jflst~ se ve sólo ..obligado a declarar que el no-ser
y lo inteligible (cfr, Z, 6, 1031 b 28), Y no a la relación de las Ideas entre si, ,~ba;o cie;~o
IlSpecto (."'~" ~l). Y que .el ser no es de /llgún modo ("11). (241 d).
ode laesc:ncia con aqudloC\lya =iaes. 101 So/ma, 241 d

146 147
de la Metafísica: «Multitud de causas explican el extravfo de los pla-
tónicos al elegir sus principios~. La principal es que les han emba- !",puesta: no es cualquier no-ser el principio de la multiplicidad, sino
razado dificultades arcaicas. Han creldo que todos los seres formadan """: no-ser cualificado que Platón llama 10 Otro, y que Aristóteles
uno solo, a saber el Ser en sí (a;u~ó ~¿ oí...), si no se consegula refu- 11",¡duce por relación (':{pó~ ~l) D, Pero precisamente Aristóteles va
tar el argumento de Parménides: No, nunca conseguirás por la fuerza '1 negar con vigor que dicho «no-ser» sea, míresclo como se lo mire,
que los no-seres sean, Creían, pues, que era necesario probar que IIll no-ser, ni siquiera «bajo cierto respecto» o «de algún modo»: la
el no-ser es» lOl, Lo que Aristóteles va a rechazar es la necesidad del 1'("lnci6n tiene tan poro que ver con «Jo contrario o la negaci6n del
vínculo, admitida por Plat6n, entre ¡as dos tesis de los déatas: 1) El ','1"» que «es en realidad un género del ser, con el mismo derecho que
ser es, el no-ser no es; 2) Todo es uno_._ Si bien Arist6teles está-de la esencia O la cualidad»:l."ll. Dicho de otro modo: la relaci6n (1a ahe·
acuerdo con Plat6n en el rechazo de esta segunda tesis, estima que r¡dad de! Sofista) no se opone al ser, sino que es cl1a misma. Lo otro
pu~de ser refutada a un precio menos alto del que Platón paga: pues '1"e el ser no es necesariamente no-ser, como queda Platón, dema-
a fm de escapar de la unidad del ser Platón introduce e! no-ser en el ,.i~do dócil en este caso a las conminaciones de Parménides, sino sim-
ser. Pero Aristóteles va a mostrar que la existencia del no-sex -tesis plemente otro ser, o sea, un ser que puede ser cantidad, cualidad,
cuya dificultad J6gica salta a la vista, antes incluso de denunciarla IIIr,ar, tiempo o relación. Lo que no es por sr puede ser por accidente.
mediante e! término técnico de contradicción_ no s6lo no es en ah- f.o que no es en acto puede ser en potenql!, El fundamento de la
so.l~to ne~es.ari~ para fun?~r la multiplicidad, sino que, incluso ad- 1llllltiplicidad no debe buscarse fuera del ser, en un no-ser reintrodu-
ml~lda, Ol slqmera es suflCll:nte a dicho efecto. Las razones que da ["ido luego contradictoriamente dentro de! ser a fjn de convertirlo en
ArIstóteles son numerosas, pero todas se apoyan, en definitiva, sobre 11n principio actuante, y por ello existente. ~be ser buscado en el
la ambigüedad de la expresión nO-S!:T. El no-ser tiene varios sentidos: ",~no mismo del ser, en la pluralidad de sus significaciones.
así .. e1 no-hombre significa el no-ser-esto, el no-rccto es el no-ser-tal, Podríamos cuestionar la legitimidad de la crítica que Aristóteles
e! no-largo-de-tres-roclos es el no-ser-ranto» 2111, Siendo asl, ¿a cuál dc dirige contra Pbt6n. Pues éste negaba ya en el Sofista que e! no-ser,
esos no-seres habrá que otorgar la dignidad de principio? Presentado cnya existencia reconocla, fuese lo contrario del ser: «Cuando enun-
de este modo, el argumento es tanto menos convincente cuanto que dumos e! no·ser, no parece que enunciemos algo contrario al ser,
los textos de Platón proporcionan inmediatamente un elemento de ',ino sólo algo que es otro, .. Así pues, si se pretende que negación
IM:ói",·cn~) significa contrariedad (lvaniov), no lo admitiremos, ate-
~ Se trala de los dos principios que =nocc la úhima fiJo..lOflade Pla.
lOO, ta! como la CIlenla ArIstóteles: el Uno y la DIada indefinida de lo Grande
oiéndonos a esto: algo que es otro, eso es lo que significa el no que
y Jo Pequeño. Si el primer. principio (el Uno o tamb¡61 elllmile, principio ponemos como prefijo a los nombres que siguen a la negaci6n, o más
f?rmal) está claramente deSIgnado. el m:gundo (ptlncipio material) reviste va. r,ien a las cosas designadas por esos nombres» 21(1. Y más adelante el
~,fo~~ÓI~~edrÍ~~r al~sf.:il:t~I~II~"~~i~i6d~1 ~i1~~~'f. Ymr;:;~i;.td'lT=~ r':xtranjcro insistirá sobre esta distinci6n entre negación y contrarie-
dad: ..Que no se nos venga diciendo, pues, que en el momento en
0, como es aqul el <:>ISO, el 7/(>-1cr del Sofista. D.=onocedorcs como somos de
[os lextOS en q~e bas~ Ar!s~6te.les su exposkiOO del último platonismo, no 'loe advertimos, en el no-ser, lo contrario del ser, tenemos la osadfa
podemos saber SI esa Idenuf!eacl6n está o no hisl6ricamente justificada.. Por de afinnar que es. Nosotros hace tiempo que nos hemos despedido
lo m~os es ve~fmil, en la medida en que la dualidad de los principios en
el ~lnmo pl~IOntsmo parrce res1'Ot."~er a la preocupaci6u que era ya la del
SoflS!a, el TIme<>. y el FI/ebo: admmr, pese a Parménides, la existencia de lo
;:~,e~~ ~~ ~c~~:t:,n~~~;J~:;~:~~: i~:~~~o~~:~~~~~:rsialo~
md!uple, man~ntendo a la v.cz la poK'IIcia organizadora del Uno (ya se apli_ platónicos el haber hecho de la relaci6n lo contrario de! ser es, por
que esa 1'Otenoa a la generaet6n de los mixtos, COmo en el Filebo O el Timeo 1" tanto, ignorar la letra misma de los textos piat6rticos, Otro ejem·
O a la, comun~caci6n de los géneros, ~mo en el. Sofista, o a la generación d~ plo de la aparente mala fe de Arist6teles se halla en un pasaje de la
los Numeros ,deales, como en el úlnnto plalolllSrno). Pero es posihle que el
último plalolllsn;o haya cuajado.la I>O;'ición aún flexible del Sofista, haciendo D Or.ibid., 1089b6. ¿Se uata tan wlo de la traducción de 1:o"¡leridlld
del Uno y la Diada dos contrarios, mJentras que el Sofista aÚn rehusaba. con. plalÓnic:o al vocabulario de Arist6teles, o de un:o expresi6n que Platón habda
sidCTl!! el Ot~ ? .e1 No-seI" COmO lo .contrario del Ser o el Uno. Ello explicarla <mp!cado ciectivamenle en su última filosofia~ Esta última hipÓtesis C'Il la
una cI~rla ffiJUSllc"'. PO' palIe de.AnsIÓteles, quien tms una explkila referencia 10.lS veros/mil. y es más que proMble que la doctrina aristOl~liclI de 1:0 re/adón
al Sofma, va a crmca., como SI looavia m: tralara del Sofista una poskiÓII <barrolle indicaciones dd último platonismo. Sigue siendo cierlO que, en este
que en n:a1idad seria la del último plalonismo. ' I'~saje que apunta tanto al So#sta como a la última fílosofia de Platón, Al!s·
lO; N, 2, 1088 b J, s,.
¡óldes inlerprela ddiberaclarm:nle IliI,ridaJ como re!aci6n.
2111. Ibid., 1089 a 17. Se l"«OllOCCn aqui bs CItle&QrJas de esencia, cualidad 7l1> Ibid.,I089b7;cfr.l089bI9.
yeanudad, 21(1 Sofista, 2'7 b-<:
m 2'8 e·z.:¡9 iI
148
149
Física, en el que denuncia una manera rncorte<:ta de refutar a Jos viene anles intentar agotar las posibilidades inte~tativas? Compro-
déatu (manera q~e fácilmeme se reconoce como 11 plat6niCl): .A1. baremos Oltooces que la asperu..a de Aristóteles se explica en virtud
¡unos han ~ncedklo ligo a los argll?'etltos (~ !~ d6J.tas): al argu- de: una fundamental divergencia de propósito y de método: estará
mento segun el cual lodo o; uno, SI d su SlgnifiCl una cosa únicll de: acuerdo oon Platón, pero no por las mismas razones; llega a teo--
le conceden dIos la exi.slencia del. oo-sc:r. JU. En mWdad, no se traú rías próximas a las del p1alOnismo, pero no por la misma vía, y dio
-por Sl.Ipuo;to-- de una t'OIlCeSlón a los déatas mismos, sIDo a su hasta par:!. descalificar, en su opinión, unos resultados viciados por
~anera de plantear el problema, que vincula la tesis de la inexisten. el error, o incluso sólo por la inseguridad, en cuanto al método. En
aa del oo-sc:r ala de la unidad del ser, de tal $llene que, si se rechaza d caso de la teoda del su, puede decirse que la ontologfa de Arist6-
la segunda, hay que red1azar lambién la primera. Y Ariuóteles viene tdes debe mucho a Platón en su contenido; pero, mis que ta! o cual
a recordar que «o; absurdo ckcir que, si no hay nada fuera del :lfinnación concrela. lo que la polémiCl anslOt8ica pone en cuesti6n
sc:rensi (::ap'a.r.'¡too~l. lodo es uno»w. Pero dIo no quiere decir, es la concepción misma de la ontología, su tazón de ser, sus métodos.
:made, que ~ ~, en un SC:llIido tan absoluto romo d de los El error esenci.aI de Platón consiste, en este caso, en haber hecho
el6ltas, la enstenaa de cua.lquier no.su: «Es error evidente el de del no-ser un principio de algún modo opueSlo a! ser. Es verdad que
negar la existencia de cualquier no-ser, con el pretCltto de que el su rechaza que sea cont,ario (i.,.o:nol:ín) pero pen.iSle en decir que es
signi.íic:a una cosa úni~ (~¡ ¡.,. (lllIlQ.íllf:'~ toi Ó~) y que no pueden ,,~gtlCi6n (lh:tlcp«(ll-;) del ser. Ahora bien: eso es dejarse: engañar por
C'OeX1Sur ~as ~tradietonas: nMIl lmpid~ que ~xista, no el no-u, el lenguaje; no por colocar una partícula negativa delante de un
a~sofuto, uno ~'~'t.O no-zer (oi.lJi~ Tdp XWl.Óf;, "l¡ axl.iú-; tI'JGt. du'd substantivo h obtiene una negación; 10 que !le obtiene es, a lo sumo,
1""1 o~ tt tlVal. tO ""1 ~~), 114. ¿Pero es que Platón dice a.lgo distin- un nombre indefinido, y hasta sena m:ls correcto decir que ni siquie-
to ~a~o pte<:lsa que el no-ser cuya existencia rewnoce sólo es no-sc:r ra se trata de un nombre m, pues tal expresión significa «no importa
«baJO CIerto respecto» (lIatá. ti) ll~; que no es un no--ser absoluto cuál.. 111. Para Aristóteles, sólo hay negaci6n en la proposici6n; ahora
opues.to al ser absoluto de Parménides (a~td t6 /J.,.) como su comra:
rlO, smo un. no-s~r que podrIamos llamar relativo? Parece, entonces, lO de vista de RoelN (La l"bJri~ p!alonjci~""~,,, p"sli"'), ~ el cual Aria-
que en el ffilsmo mstante en que prelende crilicar a Plat6n (y /lO hay 161des loma de Platón, aubreptid;Ullffite, teotfu que previamente h.btla des-
acreditado desfigur:indol.s: los pttstlmOS electivos (aunque iOOJnfesados) \O-
~uda de que es Plat6n el blanco tanto del texto de la Físit:a como del mados por Ári5tÓleles mostrarl.n que ru.bll OOfnflt"Clldido a Platón mejor de
llbro N,de la Metafisicil), Aristóteles reconoce lo bien fundado de la lo que hxcn luponc:r sus criticas • IIIC1lUOO mal~llS; CUIlndo Aristóteles
«concesl~n .., des~és de todo limitada, que PlatOO hace al no-ser. aitia • PIolón, .parc:nll no comprenderlo, pero e:umdo lo OOIDprcnde es
. Lo oerto. es, sm duda, que en este ClI$O, como en tantos otros, J'M'I adorrwse con IUS dapo;':', $in decirlo.
m .N~hombrt no es un oombre. En cl..::oo, no c:xUte: ninI;ún t&mino
Anslóteles discrepa de Platón menos en CUAnLO al contenido que en
~LO al método. Tocante al fondo de Ja cuestión, Arist6teles es ~edc:daJ:.ici':n:;:r~rauni6n~ r¡c;/J:~~n (~ae¡,:¡"~.~ ~:
oert~eo.te deudor c;k las especulaciones del Solista acerca del no-ser, Kanl tendrá CD euenta ata itdvertmci. cuando llame jujcio inJrliniJo a aqud
o del. ul.umo platomsmo acc:rca de la Díada indefinida: le debe sus CD el cual el predicado VI pn:ccdido de la ncgacióII (cjanplo: el bom1m: es
~poones de la relación, $ll distinción enlre no-ser absoluto y
«aerto l'ItHer.; tampoco es obra del azar que la materia sea descrila
~~~:a1 ::=n::::.:, "~~
cuando la partkul:a ""priva úccu. tólo • uD nomb~.

~.él~ ~'d:~'m~Ii~~;::~d~t~:AU:t~~:
:ttIIhiJ., t6 11 J]; 16 b l.5, AnsT6n.LEs distiDcue, en las e.u~~ (10),
dacs de: opoUción: la rd«jó", la rolllr~t!d, la oposX:i6o de: la
l:UltI'O

rec:uerde, en esle punto, los análisis dd SO/istll acerca de la a.ltericlltd ~ '1 la poHSi6n, J '" C'01IIr"¡kti6n (opoiición de: '" afirmQln J '"

~~j: ~ :uu: ~ ~ri~t2t~:'de tqacióD).S6locn"'dltimadotd\a$UlXIdebopucsa:-debeservc:rdadc:ro


y d ouo falso;.bou bien,lo vc:rdadc:ro J Ioblto a6loen la prI;lpOÚciÓD se:

n. lbid.,
JU
187
SofiJl~,
6
241 d.
J.
mals fe en el ata.
~udo áspero. que dirige contra el platon.istno 216 , ¿/lO con.
:; ftti.,I'Ii-í ~S¿. J. 6
~serPla~~:J"'~ =
d.m: .ninguna aprai6a en la que DO baya enlace es vudIdcn ni falsp (ÚI.,
tO, l) ¡, 10). Supuesto eso. Arist6te:les no pucrlc: concebir ltI\I opoIici6o que,
~~cl=:;; ~'~ '(:
dia:i6n) que: en la aimple coorl"lI'ietbd: J CDtoDces, Ii d no-sc:r es una nep-
ción, $CIi, 6 jorliori, un cootIlrio (pues l. oonmdicci6n implica la oontnric:--
dad, y no a ls invaH)' J ¡,j, c:omo C[tlid'e P!aIÓll. no es uD comuno. c:DtoDces
PÚ::6,,7itIHa .e6d=tí~~ltl~~f~,~I:n~~~ot~~~,k~m~ menos .ún teri una nep:iÓll. No siendo ni conlnrio al ICI ni lqlCión de: él,
el pm:cndido no-sc:r de Platón perUMC~ tÚ 1" (como $ubrayan vigoro$lmc:nle

151
dedicarse a resolverlas en su propio tcrttno. De esta reflo:ión sobre diga el ser, en otros tantos significa la unidad: cuando digo «S6crates
las apodas nacerá la ontología aristOI8.ica; más aún: si es cierto que, es hombre», no significo la misma unidad entre el sujeto y el predi-
a su través, la «solución de las apodas» es cdcscubierlu m, podre. cado que cuando digo «Sócr:ates es en(enno», El problema de las
mos decir que la ciencia aristotélica del ser en cuanto ser no es om significaciones del ser puc:dc recon6:Jcirsc, pues, sin inconvcnic;ntes
cosa que e~ sistema gencrsl de la solución de las aporías. al problema de las significaciones de lo uno, pues se trata del m.1~mo
problema. . .
De hecho, Aristóteles resudve d problema de la predicación me-
diante una distinción entre las significaciones de lo uno; si los «tí..Iti.:.
Veamos primero, en todo caso, cómo esa afirmación general se mos de entre los antiguos» se veían en un apuro (T¡I:~po'J") al \'enir
ilustra en el caso particular, aun siendo crucial, de la predicación. obligados a reconocer que «loUno es múltiple», es porqu<;. ignorabatt
Hemos visto que, en una primera fonnulación, Aristóteles pareda
reducir la aporra al problema de las relaciones entre 10 uno y lo
múltiple:m, pero la continuación del mismo texto mueslra con clad-
d: :a~~:teie~~n-ful~~=/::-~~:cro,mh~;f¿e
m. No
uno cn acto>,>
u~~ :~u;:~= ;l:~.,
es ~ste el lugar de examinar el contenido de esas
dad que lo que en definitiva se halla en cuesti6n es el sentido de la dos nociones, sino sólo de estudiar el principio de la solución de
cópula ser en la proposición: .. Los últimos de entre los antiguos se Aristóteles. Seria vano negar que una misma cosa sea a la vez una
esforzaban mucho para evitar que coincidiesen en un misma cosa lo y no una, pues el lenguaje da lestimonio de ello. ¿No hay eotonces
uno y lo múltiple. Por eso unos suprimían, como Lycofrón, el ver\x> contradicción? No -responde AristÓteles--, si)a cosa no es en el
es; Otros adaptaban la expresión didendo, 00 que el hombre 'cs bllln mismo sentido una y no una. El principio dl cotr:adicciÓD no nos
00', sino que 'ha blanqueado', no que 'es mdante', sino que anda,
para evitar transformar lo uno en múltiple al introducir el verbo
es» m. Como se \'C, el problema de lo uno y lo múltiple se reconduce
:,; :u~~a :rn~6¡::,~::e ~~~~ ~:=d~itil
predicaciÓD es posible; ningún raron:unic:nto mosua:ri jamás la im-
al problema del sentido dd. verbo ser, pues se trata de saber cómo posibilidad de la predicación, pues el discurso existe, y, sin ella, no
una cosa puede ser otra que ella misma sin dejar de ser una, o, en existirfa. Eso supueslo, si el discurso prediOluvO es aparentemente
términos generales, cómo 10 uno puede ser múltiple. Arist6teles va a contradictorio, no puc:dc serlo. en cambio realmente, puesto que es,
sugerir inmediatamente el principio de su propia solución: la argu· y lo que es contradictorio no es. La solución de la aporla nlla:, pues,
menlación precedente, adviene, «supone que lo uno o el ser se en- bajo la presión de la aporla misma: no puede haber contradicción; lo
tienden de una sola manera» m, lo cual parece indicar que la apona que ocurre es que no afirmamos y negamos algo simultáneamente de
va a resolvenc mediante una distindóD entre las múltiples significa. una misma cosa en el mismo sentido. Podrla decinc que la contradic-
ciones del ser y lo \100. A decir verdad, pareda que la dificultad se ción nos «empuja hada adelante», pero no en el sentido en que en-
refería al ser y sólo a ~l, pues si digo que una cosa es una en un sen- tcndcrán eso más larde las filosofías cdial«tic:as~; la contradicdón
tido y múltiple en otro, o bien que lo uno es múltiple en un sentido no reclama su ..superadón», sino su supresión, y ésta no consiste aquí
distinto de como es uno, parece entonces -y ése pareda en efecto ser en suprimir uno de los conlradictorios (pues ambos son igualmente
d resultado del análisis anterior- que es el verbo ser, y no el predi· verdaderos), sino en entenderlos de tal modo que ya no sean con-
cado uno, quien soporta la dualidad de significaciones. Por eso es lradictorios m .
simple apariencia, pues lo uno no es un predicado más entre Otros: La solución de la aporla sobre la predicación consiste, pues, en
como en otros lugares muestra Aristóteles, lo uno es con~rt¡ble con distinguir los sentidos múltiples de lo uno (o del ser, podrla decirse
el ser, lo cual quiere decir que, cada vez que signifiaunos el ser, signi- igualmente). Decir que lo uno puede ser, a la vez, uno (en aclO) y no
fiamos lambién la unidad. Cuando digo que Sócrates es hombre, uno (en potencia), vale tanto como decir que el (en acto) uno y que
significo la unidad de Sócrales y la humanidad, o más bien la unidad es (en potencia) no uno: en ddinitiva, las modalidades ~e la sisni?
de Sócrates dentro de la humanidad. Y en todos cuantos sentidos se ación se refieren • la cópula. Lo qu~e~trarDOS dc.MaS de la ~
tinci6n entre lo uno en lIctO y lo uno en potencia, es la distinción
l:l:I 1I1-ipUou;*b:~.~mr.(Et. Nr., VII,"", 1146 h 7). entre ser ¡x>r sI y SCf_por accidcn~ o bien entre predicación escncii1
mOr. mQ arrib., pp. 141·142.
DI Fír., 1,2,18' h 2.5.
n5 18,hJl. la lhU/., 186. 1.

154
vando la coherencia del discurso y la posibilidad misma de dilUogo va a completar y cubrir las distinciones ateriores: la distinción entre
entre los hombres? las categorias.. De este modo se cotl5tituye la lista -a la que Aristó-
teles se refiere con frecuenda como si se tratara de una teoría bien I
conocida, en la que no hace falra insistir- de las significaciones múl-
3. olAS SIGNIFICACIONES MÚLTIPLES DEL SER: LA TEORfA tiples del ser. I
La enumeración más completa es la que encontramos en el li·
Ser por 51 y ser por accidente, ser en acto y ser en potencia: tales bro E de la Metalísica. «El ser propiamente dicho (,6 ov ,0\ á:Jd.. fu~
son las distinciones que Aristóteles se ha visto ..forzado» a hacer, J..elolf1tvov) ll' se dice en varios sentidos (HllHtl JtOnaXID~):
a través de la resolución de la apariencia sofística por una parte, y de hemos visto que habla ser por accidente, y luego el ser como verda-
las apodas megárieas por otra. Mientras que Platón, a fin de resol- dero y el no-ser como falso; además, están las figuras de la pre-
ver estas últimas dificultades, habIa opuesto la alteridad al ser, ha- dicación ("td O"Xf,I-'.a:ro. "ti¡~ xanrrop1a~)2lS, por ejemplo, el qué ("ti),
ciendo así de eJla un no-ser, Aristóte!es, consciente de las contradic- el cuól, el cuánto, el d6nd~, el cuándo y otros términos que significan
ciones de la solución platónica, y de su capacidad para dar cuenta de! en este sentido. Y, además de todos esos sentidos del ser, están e!
discurso atributivo, restituye la alteridad al ser mismo como uno de ~er en potencia y el ser en acto» 1)6. Esta clasificación es la más «lm-
sus sentidos (la relación), al tiempo que reconoce semejante alteridad pleta que nos ofrece Aristóteles, salvo en lo que concierne a las cate-
en e! lenguaje acerca del ser, bajo la forma de una pluralidad de sig-
nificociones.
El análisis aristotélico, por lo demás, no va a quedarse en eso,
g:~:;;o~~~ D~~~erli~~n~~re~deco:J~~~ad~n~~ig~~;i~ci~ ::~
hasta ahora no nos habiamos encontrado: la del ser como verdadero
pues no basta con saber que e! ser por si es, en potencia y sin dejar y, correlativamente, e! no-ser como falso u.
de ser él mismo, una pluralidad de accidente; No es menos importan. La importancia de esta última «significación» merece que nos
te saber cuál es exactamente la naturaleza de esa potencia, o más bien interroguemos, en primer lugar, sobre su insólita presencia. De he-
de esas potencias, de ser. Que e! ser como sujetO pueda ser otro sin cho, parece mencionada aquí tan sólo para anunciar un desarrollo del
dejar de ser él mismo, es una primera observación extraí(la de la tema de la verdad con el cual concluir:í ese mismo E de la Me/alisica:
práctica de! lenguaje. Pero esa observación seguirla siendo formal si desarrollo que tendrá predsamente por objeto mostrar que ésa es
no se supiera también qué género de lo otro conviene a un sujeto una significación no propiamente dicha de! ser, pues .. 10 falso y lo
dadon¡. Dicho de otra manera: si la posibiUdad de la atribución con- verdadero no están en las COS:lS ••• sino en el pensamiento,," lJ!I; «el
lleva la distinción general entre por si y accidente, entre ser en acto ser entendido así no es como los seres entendidos en sentido propio
y ser en potencia, la realidad de la atribución va a determinar una
nueva distinción entre Jos sentidos de la c6pula en la proposición.
Efectivamente, no decimos en el mismo sentido que una cosa es ;'jO Esta expresi6n (que, en otros lugares, designa al ser por si romo
opuesto al ,er por llCCidcnte, o bien el sentido «exi,tencial,. del yerro S~
buena o que es grande de tres codos, que un hombre es caminante como opuesto asu sentido atributivo} desiana aqulal s~e" C/iQnlo S~, que
o sedente. y en todos estos ejemplos la signifícación de la cópula acaba de ser nombrado, al filllll del caplrulo anterior. como el objeto (ir>di·
es diferente de la que hallamos en la frase ..Sócrates es hombre»:l.lJ. reelO) de la filosoffa primen.
m Esta expresión es una de las más corriente. para de.igllar 1115 cate-
1~~~s7;~~d:el:{:~f~~I~~í~~:r~~~1~P~;:a~~~~i~Sn~a~~g~~~~'l~l~: gorlas. aro 1:>, 6, 1016 b34; 7, 1017 Q23; 28, 1024 b 13; 8, 10, 10.51 Q3.5.
236 E, 2, 1026 a 33.
I atribuir- otras tantas maneras de atribuir el predicado (sea esencial m S6loen esos dos pasajes (Cal., 4, 1 h 2.5; Tóp., 1, 9,103 h 21) halla·

bl:sccJ~í~t~~~~e:.u~~':¡:en~~~i;¡ l~t~~~i1~I~Ó~ ~~n~~C:;~l~:lb~: ~.trli~:a~ilfSl~a",u':m~le~.~~cl:'~~~f¿aded~i.~~%~a~.s~l c;::~


de las ClItegorlas se ha detenido arbitrariamente en diez (cuestión que opuso
como condición de su posibilidad, la distinción entre ser por 'Sí y ser en el siglo XIX a Brandi•. Zeller y Bmttano, partidarios de la primera resis,
por accidente, entre ser en acto y ser en polencia, la pluralidad de frente a Prand, panidario de la segunda), sólo podrá ser abordada más acle-
los tipos de atribución nos lleva a una nueva distinción que, a la vez, Iante (pp. 182-183, nota 316), truun más atento estudio de la tl':Ql'Ía.
211 De un modo genentl, el no-ser se di~ en tantos sentidos como el ser
mismo (10 que no impliea en absoluto la aistenci. del no-ser, por 10 demás,
:U! Cfr. A..]. FEsrUGIEIlE, ..
queseJlhlologiques.1932,p_363.
Antisthenicu, Revue des scíences phi/vsophi- lo69 ~ ~~~8~J,"rel~~w~i~.siempl'e 10 que no es; cfr. 107·109). aro A, 2,
ro Estos ejemplos están mmados de Met., Z, 1. 2lJ E.4, ton b 2.5.

158 159
(d a'll¡ho~ h I~Epn av Tiil~ Il~píf,l)~)., o, mejor dicho, se re- Heidegger, que adviene en varias ocasiones esta dualidad de puno
dlK"e a dios, pues clo que el pensamiento une o separa [en la propo- tos de vista en Jos textos lIistotéJiC05, privilegia este último pasaje,
sici60] es o bien la esencia, o la cualidad, o la cantidad, o cualquier y, en general, todo el capItulo e, 10, en el cual ve ~I el lugar cdonde
otra C05a de ese género. liOI_ El ser en cuanto verdadero 00 hace sino el pensamiento de Aristóteles acerca dd ser del ente alClllWl su cum-
reiterar en el pensamienro lo que ya esú contenido en «el otro géne- bre.:':OI. A la inversa, BrentatlO, que observaba ya la misma dualidad,
ro del seu Jol, o sell, lo que se expresa en las categorías_ Se compren- privilegia aquellos textos en que Aristót:eles ve tn la proposición el
de asl que Aristóteles DOS invite a .dejar de 1ado.:Hl, en. el estudio
de kM sentidos dd ser, al ser en cuanto verdadero.
¿Debemos seguir, .sin embargo, ese consejo? Podríamos hacerlo,
~:J:m~v:jJ~~;¡ s::as6
: ~t:eE:
la verdad del juicio: una cosa, o un estado de cosas, son llamados ver-
si la teoría de la verdad esboza<la en ese pasaje fuera la única que daderos o falsos cuando son o no son lo que el juicio verdadero dice
Aristóteles DOS propone. Pero los int~rpretes han advenido desde que son M .
hace mucho tiempo una dualidad de puntos de vista en la concepción En realidad, 12 contradicción entre estos texlOS, contradicci6n
amlot~lica de la verdad: según ciertos texros (de los que el más im- que W. Jaeger cree poder resolver apelando a una evolución del pen-
portante es el ya citado de E, 4), el ser COIDO verdadero residiría en samiento de Aristóteles en este punto", es quizá más aparente que
un enlace del pensamiento (O~¡....;),.OIl1¡ TlJ' alll'l'o¡II,I, sería una afee- real, La clave nos la d3, según parece, el pasaje de E, 4, 1028 11 1,
ciÓll del pensamiento (",do, h Tij alll~ll¡lf)2U; lo \'erdadero y lo donde leemos que el ser en cuanto verd3dero remite cal otro ,género
falso serían ronsiderados, pues, como funciones lógicas del juicio. del ser•. El ser en cuanto verdadero, observa adecuadamente Bren-
Otro texto, en cambio, propondrla una roncepción ontológica de Ja tano, no puede ser comprendido entre las significaciones del ser pro-
verdad ~"': el enlace en el pensamiento, para ser verdadero, debería piamente dicho, por la misma razón en cuya virtud la lógica no pue-
expresar un enlace en las rosas; habrla, pues, una verdad en el plano de hallar sitio en las clasificaciones del saber Zll , En ambos casos, la
de las cosas (l;;i TWV 7:paTlJ.dtUlV), que residida en su ser-enlazado o rdaci6n entre Jos dos u!rminos no es la de la parte al todo: si la
su ser-separado (,40 Ot!1lltto6al ~ al1JP~OO«I):lll, Estar en la verdad lógica no es una ciencia más tntre otras, ello se debe a que, siendo
(dlr¡6,ó'lv) consistida entonces, para el juicio humano, en desvelar
una verdad m's fundamental, que podrfamos llamar antepredic:niva. í:';~~d:d ¿~í"~~t~im~~;~~~J:rn~~o~:n~~s:e~d:dt=i~~ (~r~
Pero hJY m's: 5610 puede hablarse de enlace para el caso de seres ma cparte. del ser propiamente dicho, puesto que, al ser reiteraci6n
rompuestos (es deór, aquellos en que reside el enlace objetivo de suya, tiene en cieno sentido la misma extensión que él.
una esencia y un accidente, sea éste propiamente dicho o por sí): Pero ¿en qu~ consiste esa creiteraci6n.? Acaso haya que supe·
como e5la-madera.-que-es--b1anca, o la diagonal-qlle-eS<oomensura- rar aqui la .Iternativa entre adecuación y des\'e!amiento a la cual los
ble • Pero en el caso de los seres simples (a.alÍ~OrtCl, bld, iDt~rpretes -y especi.lmenle Heidegger- quelTlan circunscribimos.
JIII

dIClíp.~Cl). su verdad o falsedad sólo puede residir en su captación En realidad, la verdad es siempre desvc:lamiento, no sólo cuando es
(OlT·i~) o su no<aptaáón por un uber: la \'erdad sólo puede ser simple enunciaciÓll ('f"l:Jl~J, sino wnbiin cuando es juicio (1lII~4?Ga;1t;}.
aquf anlepredicativa, pues seres tales pueden ser objeto de enunciación Pues el juicio no consiste en atribuir un predicado. un sujeto de
~1'40l" pero DO de juicio (1l<n4f<l:n:), y Aristóteles pone buen cui- acuerdo con lo que 5eria en l. realidad el ser mismo del sujeto: no
dado en recordar aquí que la 1'401<: no es Wl.I. xtroi:¡?<l'a,:lOl. puestO somos nosotros quienes c:reamos el enhce enlre SIlicIO y predicado
que no implica atribuci6n: seria simplerneme la palabra. humana a
tra.vb de la cual se desvela la verdad del ¡er. .. Pl.rt",u um """ da Wflhrbrit, p. 44; dr, BrkI ~bn d~1f H"",..

l'e lhUJ.,1027b31.
lÚ1~r, ~ -::;·''':;::¡iJ«belf
&:d....I""I da Snnu/m tttICb Mstotmr, pi-
:JIllhUJ.,I023,1. giDasJI-J2.
m Contrariammte. lo que podrú. pmsa..-se, .m. la roocepci6rt ck, 10
~ Ibid., 1027 b 34; 1028.J. _ posterior. la ck E, 4: AriSlÓleles habrú. tmido que ampliar pDSleriormmte,
(c:fr~~, :,~~5 <1 22, tttlO que m.;.le, resumib>doI., m la troda de E,04 • fIn ck 1<:Dtt en e:uem. la ttistenci. de b <irl.d su pritoer concepto ck
verdad, mlen<lida como n"uJu. Cfr. Studie" UIr E"lJub""lJl.~Jdicble...,
:; ~,ui'o,9ío\~' b 2. r.-p~~28~19-~~:na::~~'t ~;~i~·.=/~~~:~Iil,:'e~~
Nil Ejemplos dados <:D 1051 b 2].
cXle>toS
10l 10'lb24.
Zll V"" dtr"'<I""iU<lc1H" &d....lutt: ..• p. 39'1 n. 44.
l60 161
(lo que nos obligarla a ir inmediatamenle fuera del juicio ---pero ''S:LS calegorlas O según SUS Ct,IntCllriOS; y, finalmente, rl su por tx·
"'fCllcill tS lo vtrdadtro y lo falso (to ~i: XUptÚlt';rt1l ~v tllT¡6t~ f¡ 9tu.
~~t~a:i::;ri1uci6~~~d¡ui~70::~ ~1:~~1: ~"~)ll' m. Se ha observado que este último miembro de la frase
algo, sino que dejamos hablar en nosotros a una cierta ~ao6n de "SI:! en formal contradicción con la doctrina del libro E:ll6. Pero la
cosas m que existe fuera de nosotros. Aristóteles expresa l.n~.u¡v~ kndencia de la verdad lógica a precederse a 5.Í misma en el ser como
camente esta prioridad de la relaci6n entre cosas sobre el ¡UIOO en verdad oneol6gica pc:rmile, nos parece, explicar esta contradicción.
que ella se desvela: .Tú no eres blanco porque pensemos con verdad F.n el primer textO se trataba de la verdad lógico, en el segunáo de la
que eres blanco; sino que decimos con verdad que eres blanco porque "nlol6gica. La primera debla ser excluida del ser propiamente dicho,
%:Siasm~e~;~se~ ee:'ei:'ser;sj~~= :~a~rOj:~~~o;: 1,1 <jue no añadIa ninguna determinaci6n, ya que era tan sólo su re:iee-
mci6n en el plano dc:I pensamiento. La segunda se confunde con el
este ser·juntall o no-ser·jumas el que se desvela en la verdad del !ICT propiamente dicho, cuya extensión rompane. Ahora bien: (qIX
juicio, del mismo modo que el ser de las cosas 00 compuestas se t"lltiende AristÓteles aaodo dice que es .el ser por excc:l.encia-.? En
desvela en la verdad de la captación (lllle",) enuociar.iva. Hablar I,rimer lugar, sin duda, que la verdad ontol6gic:9. no significa tal o
de una verdad de las cosas, es sencillamente significar que Ja verdad mal parte del ser, s.ino el ser en su totalidad; pero quiZli quiere dc:cir
del discurso humano está s.iempre prefigurada, o más bien dada por 1:.mbib'l que nosotros no podríamos decir nada dd ser si éste no fue·
anticipado, en las cosas, aun suponiendo que 5610 se desvela ron oca- ~ verdad, o sea, apenun. al discurso humano que lo desvela, y que
sión del discurso que acerca de eUas instituimos. Hay una especie . 11M radica tal \'ez su .excelencia... Pero tampoco desde est. peISpec-
de anterioridad de la \ocrdad con respecto a 5.Í misma, en cuya vinud Ii~, a! igual que desde la primera, el ser romo \'erdadero puede ser
en el mismo instante en que la hacemos ser mediante nuestro discuc- incluido entre las significaciones del ser, puestO que es -podria
so, la hacemos ser precisamente romo sirndo ya antes. Esta es la ,b::ine- I:a signifiac:i6n de las significaciones, aqudIo que hace: que
ten5.i6o, inherente a la \-ercbd m.is.ma, apresada por la dUll1idad de el ser tenga significaciones, pues representa 11 p4rlt 'ntis esa apertura
puntos de vistll (o mejor, de vocabularios) enlte los cuales parece y esa disponibilidad fundamentales en cuya virtud es posible un dis-
vacilar Arist6teles. La verdad .16gia.. es el discurso humano mismo
"''UISO humano acerca del su.
en cuanto que cumple su funcióo propia, que es habJar dd ser. La
verdad ontoJógia. es el ser mismo, el ser .propiamalle dicho.., o sea,
Pero antes de .dejar de lado.., cotOO Arist6teles nos propone, a!
>.Cr en el sentido de verdadero, ronviene a&ontar una posible obje.
en cuanto que hablamos de él, o al menos podemos hacerlo. Esto su·
ción. El ser en cuanto vc:rdadero es, según ix;mos dicho, lo que hxe
puesto, no resulta falso percibir en la verdad .16gil::n, ron Heidegger,
<Iue el ser pueda ser signiflado. Ahora. ~ien: la. signilicaci?n ~ ~r
un pálido reflejo de la verdad ontológica, o más bien un «olvido.. de se nos ha .parecido hasta ahora a traves del discurso .tnhuuvo ,
su enraizamiento en esta última. Pero tampoco resulta falso percibir mientra.s que la verdad, como subraya el texto del libro e, puede
en la verdad ontológica, con Brentano, una especie de proyecci6n
<!arse tanto en la simple enunciaci6n ('fdi:l"¡ como en el juicio a1ri-
retroSpectiva, sobre el ser, de la verdad. del discurso.
hulivo (ltInll.'f'lIsI~l. Siendo asl, ¿debemos renunciar. reconocer que
Esta osciIaci6n que, como se está viendo, no es accidental, va a
Il:lY igual extensi6n en el ser en el senr.ido de lo verdadero y en el ser
permitimos comprender un. frase del libro e que ha puesto en aprie-
l'ropiamenle dicho, aquel del que nos dice A~st6teles .9ue conllev.
tOS a los comentaristas, pues parece contradecir aquella otra frase
del libro E ron la que Arist6teles nos invitaba R excluir el ser en
cuantO verdadero de la consideraci6n del ser «propiamente dicho...
;:: ~~uenI~~e~~o~~d::~=t~am':~~r:~cu::
lO ser, no es lodo el ser, ya que dejaría subsistir fuera. de 61 un ser
Antes de abordar el desarrollo, ya mencionado, del tema de la ver-
dad Arist6teles nos recuerda una vez más la distinci6n entre las sig-
nifi~ciones del ser: .E1 ser y el nCHer se dicen según las liguIllS de ns 9, ID. 10'1.)4.
las categorlas; se dicen, además, según la potencia o el aetO de 5 Por ello, Ross (n, 274) ooruidenl. ~""""'" &... como uno .in~e.rvolaci6n
y 00 lo loma n'I eueml. En cuanto. Tricot, COlIIra toda verosImilitud, une
'QP'''''''''''~'(OlI "),1¡&l~~t.~ Y no oon.oBi.
m
m 91010'1 b 11, dr. 10'1 b2.
lU 9: 10', 10'1 b 6; dr. C.rICJ., 12, 14 b 16 u.; Dc 1>Ilcrpr., 9, 18 b loc. • ~ :1;.,e:'~roltif=di~ti~::tKfe:i~~te~~
L'fI ICtO Y potencia) Nn sido inll'Oducidu por Anstótcle romo oon,¡'clOnea de
37".
'" lo Que 101 fenomen6lop llo..m.on un SilCbvcrbllll. l>O$iblUdad del discuno predicativo.

162 163
que se revelaría ÚllÍClmeDte en el relámpago de la captación (OITl¡"~
enunciativa, y, por lo tanto, al margen de toela alribución. Así pues, y por último, los diferentes sentidos del ser se reducr:n r
Pero en rcalicbd la captaci6n enunciativa misma conlleva una :ltri· a los diferentes modos de la predicación, pues aquéllos se constitu-
bud6n implícita, que es la de la esencia. «Captar. ese indivisible que yen a través de 6tos. Por lo tanlo, las significaciones múltiples del
es Sócrates, es captar su esenda; ahora bien, cuando decimos de Só- set pueden referirse sin inoonveniente a las categotias O figuras de
erates que es hombre, o mejor que es esU hombre, ¿qué hacemos sino la predicaci6n; mucho más que oonstituir un primer enunciado de
declarar su esencia~ Por consiguiente, la distinción del libro 8 entre las significaciones mismas, la distinción entre acto y potencia, como
ltfltdi'a:OL~ y 'f'do'~ no define tanto la oposición entre juicio atributivo la de $Cr por si y ser por accidente, expresaba la posibilidad de una
y discurso antepredicalivo cuanto la oposición ent:re atribución acci- pluralidad de significaciones. No debemos asombramos, entonca,
dental (en la que decimos algo de algo, ltll~ci. tna~) y atribución de que el libro Z O)mÍena: con una distinción enue los sentidos del
esencial (en la que afirmamos algo, -n). No toda atribución es una scr que $C reduce a la distinción enue IltS categorias (no siendo rDCr).
oomposici6n: cuando atribuyo la esencia a aquello CUY' esencia es (lo cionados ya aqul ni el ser en acto o en potenci., ni el ser por acciden·
que llamarán 10$ modernos juicio analítico), ni hago una smtesís, ni te, ni el ser como verdadero): cE! ser se dic~ en varios scnlidos, como
me refiero a una síntesis que estuviera ya en las cosas; sin embargo, hemos explicado antes cuando tratamos de las signifiCllCÍones múlti-
no por ello deja de haber en tal caso verdad o error; pues bien, eso es pleslll:; efectivamente, significa unas veces el lo que es (tb 'ti lote)
yel esto (tal 't,), otras veces el cuál o el cuánto, o cada una de las
~~qJibr~r~t~~~r~e~~~d~;~h:~~ :~gJaoe~r%;i~W :o:~h~; categorías de est~ género.;I6;I, Y la continuación del texto muestra
oomposición y división, oon claridad el enraizamiento de los sentidos del ser en los modos
. Por tanto, es posible suscribir la interpretación de Brentano, para de la predicación: eCuando preguntamos de qué cualidad es esto,

=
qUIen el ser en cuanto verdadero designa, en Aristóteles, .1 ser romo decimos que es bueno o m.lo, y nO que es grande de lres codos o que
c6pu1J en la proposición 8 , sin por ello oponer esa interpretaci60 a es un hombre, pero cuando preguntamos lo que es, no respondemos
una COflCqlCi6n «ontológica. de la verdad. AsI se comp~, • un que es blanro, caliente o grande de tres codos, sino que es un hombre
tiempo, que el libro E nos invite. «dejar de 11do. d ser como ver· o un diou". Como sc ve, la esencia misma es presentadJ aquI romo
un predicable, aunque m Olro lugar se l. defina como 10 que es siem-
~ e=l~r~se:J~ ~r~~e~cia~, ~ ~~ ::n~oC:; ~ei~~j~t~ d~~J'a~;;~:~~ibk~~J~es::U~:~:::;
de la cópufa no es una significaci6n mis entre Ott:lS, sino el fundamen-
to de toda significación: el verbo ser, considerado en su función copu_ atribuirse a 51 misma, y en este sentido es una categoría, o sea una
lativa~, es el lugar privilegiado donde la intención significante se des·
ll'll '& ~.l~ 1:'pi ~O¡¡ 1:<>OI.XW:;. AIUlIión al libro ~, y, en particular, .1
borda hacia las cosas, y donde las C05.lIS nacen al sentido, un sentido cap/mio 7 del mismo, consagrado • las singnifieacioncs múlliplea del t~r_
del que no puede decirse que estaba ocuJto en ellas y bastaba con des- mino &., En lal lalO erxxmlrmDO$, cicrWD<:llle, una ~ m" ampli.
cubrirlo, sino que se constituye al tiempo de deciatllC1o. Siendo asf, que .. del libro Z, putIlO qIlt, al lado del ser JqÚn I.s cattl\lOlÚS. fi¡uran
habri. tantos sentidos del ser como modalidades del decir: «El ser sigo el ser por :ttridmle, el ser romo verdtdero, el la' en potmcil'l el la' en &"tu.
PftO ... e:atqoriaa .,.. presmudas como ~tando ... ti#JaciaDes
nifica de tantltS m.at'lenI5 cuantas se dice. ('¡"fll.o~ Tci.P Upu" múltipb del ter por si, '11 propó¡ico de dbI se fotmula el prindpio g=enI
'ta::lIHltlll"'~ d dYlll Qllllll¡nt)M, lo que Santo Tomú tnducimi, más un'1:- ciudo: .Ella' tigniflOl de tantas llWIl:!U .:wmlalaedil;n. Y. [fU
sin ser infiel al pensamiento de Arist6tdes: eQuot modis praediclltio =otd.i.r que eell!.rt los predicadol (w. ~j_). UD05 liAnifican el
fit, lot mocIis ens dietun". Ioqll'lJ,OII05I.cualidad,otlO5"~ticbd,otroalttdaci6n,otroadhaccr

~d~, ".annigj~~n B~d~Ulu"t..., pp. )6.}7. ~ ~~rcf: ~ ~'t'di':~A~I~ =~.s:Elenle~;~b


l'Pt Aristóteles no plrrce haba presentido la función propiamente t"istm. misma cosa que elM uno de e'IOS pro:licado1.. (~, 7, 1017 11 22 IS.). LAs cate-
cUl, del verbo :~,. Cuando el ser se dke .bsolutilmmlt (dr. p. D8, n. 171), es
~l~~P:I~u:U~~ao~~~;f=~"d~~~~d, ~~~:
~t~~<'t~nci~~~E~':~~~::t~!::;t~,~~46de~~ ~ le npooe • lt-inler~n de BlE1lTM<O (V"" de. mll1lniJJIlCNn Bedell·
l.",....,
:tr~:~~1~;:,?~; ~'::~H~f:z ~=:,ll~'~~:rc~:.~,n:
p. In), quien, .wcmarizando indicacionea de Sanco TonW. b.tt de
todaa las catet;'OfÚS que no .,., .. tKncilt divi&iotott del ser 1'« axidn<tt
Idr. mk adelame, p. 190, n. 33~),
Ic;t~" 1: {';~.• V.I«t. 9, n." 893, c.thala (cfr. n.· 890); cfr. /" Pb,J., III, 1U Z, 1, 1028. 10.
llI< lbid., 1028.1'.
JIIl AMi. pp., 1, 27, 43 • 2'; FEs., 1, 7, 190. 34; Nel., Z, 3, 1028 b 36.
164

'"
neI permite comprender su fecundidad. Pero ¿puede fundarse la
ferundidad en la incoherencia? Y • la invcrs.a. ¿qué &erfa la coheren·
cia de: un discurso que no tiene nada que decir, que sólo da ligni.
ficante: para los demás porque nada tiene: que ~gni6C1lrles?
Hay que pregunu.ne, pues, accn:a del estatuto de las significa.
ciones múltiples del sa, y, para ello, =mr de nuevo a las indica-
ciones dispersas de: Aristóteles ocerca de una leona general de las
significaciones. Hcmos visto que el ser es un u)J.q"'~ }..tTó¡uyov.
Pero ¿'luo,&; impliCll ese %O).1a1.';'~? ¿Indica que la palabra conside-
rada !le di~ de varios sujetos difen:nl~, por ejemplo: el hombre es
un ser, el animal es un ser, etc.? Mas si fuera as!, todo nombre
-e?[cepto, si acaso, el nombre' propio-- serIa dicho T.o)J'IJ:".(fu~.
en virtud de la observación, que hemos encontudo ya antes ll\I. de
que las C(Y.5l1S son singulares, mientras que el lenguaje es general.
Hay sin duda en este: sentido una ambigüedad fundamental c: irre-
c1uctible del discurso humano, y es natural que la palabra Ov, la más
general de todas, conlleve mb que: ninguna esa remisión indetermi-
nada a una pluralidad, en este caso incontlble, de sujetos. Pero no
es lo mismo significar muchas rosas y significarlas de manera
múltiple: l<JlÚ debemos llenemos a U. forma advemul de 1;olltqáK
o XUO\1Cl.loD~, más aún que I la idea de: multiplicidad. La voz Je1, como
en general los T.OUal~ tq6v.1"ll, no signifia sólo cosas diferentes,
sino que las signifia de un modo diferente, y no estllmos 5egUt'06
nUDCll de que tenp el mismo sentido ada va: se ttatll., pues. de
WUl pluralidad de significaciones y no sólo de signiñcacm ----OOser.
v.ooo que implica una reorla del lenguaje, pues tiende I reoonocet',
entre el signo y la cosa significada, la exiSlencia de un dominio in-
termedio, el de la significación, que va a introducir un factor suple.
mentario de indeterminación en la relación, ya de suyo ambigua,
ltB
entre el signo y la cosa siRnificada ,
Aristóteles distingue las diversas formas de esta nueva relación
entre signo y significación R partir de las primt.l1I.s !fneas del tratado
de 1:1'5 CaugoriaJ: «Se llama hom6nim4J a lu cosas que sólo tienen
e:l común el nombre, mientras que la enunciación de la esencia que
es conforme a ese nombre (á xrmi wr.of14 l.61Q~ 't't~ o~~ía~), es dife·
rente»; asf, un hombre real y un hombre pintado son homónimos
por tener 5Ólo el nombre en común na, o bien --ejemplo mis prob.-
_ ht- zolót., 1.16' 11 7. aro más arnt., p. 11).
• Ch. má arnt., pp. 116-119.
DI e.tt.orin, 1,1 11 1. Eate cjrmplo 00 a aJnYincatte siDo cn la medida
o:n que seldmita: I)Qued alma a La esencia dd horrIlm; 2) Que el alma
al la form.o dd cuhpo (WVJfiuJo, el decir, ";''0, '1. 11 l(Wtiori, n:al. De ohf la
.r.rrnaci6n,varia ve:a repcio:b por AmIÓte1cs. de que cn_ d .,¡..icruc
'1 el mur:no i6Io hay rd-:íón de hornonimio (Gror. arm., JI, 1, n, 11 7,
7)4 b 24; IV, 1, 766 11 8; Dt ...¡",II. JI, 1,412 b 14; Mlt., Z, 10, lO}' b 24),

166 167
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torio y que se baH: tradicional en la Escuda, de donde lo tomad II!.:ano intc:rmc:dio de la signifiaci6n (lo que lu CtltegorítlJ designan
Spinoza- J..ay homonimia entre el Can, constelación cdeste, y el con Ja eIpresión Ó ",a.ta to~np.(I )./¡To~ di" o~"ia.~l. que es única
can, animal que ladr:a m, A la inversa, ese llaman rittó"imas las rosas Ln el caso de la sinonimia, y doble, o más en general múltiple:, en d
euyo nombre es común, cuando la enunciación de la esencia que es '-:150 de la homonimia m,
conforme a ese nombre es la misma» m: por ejemplo, hombre: y huey LI sinonimia no requiere muchas explicaciones, pues es la regla,
son sinónimos en ¡;UDotO animales, pues animal es su esencia común. Al menos debe serlo, si S'l: quiere que el lenguaje sca significante.
Hay que hacer dos advertencias a propósito de esta distinción Ella expresa la exigencia, formulada en el libro r, de una significa-
(que, ron los nombres de tquirxxidlld y uniV(){;i¡/ad. se han! tradicio- dón única para un nombre único. 0, mejor dkho, precisa d sen-
nal en la escolástica). Es la primel'll que la distinción concierne ¡ome- tioo de tal exigencia: lo que: hace falta para que: se: nos comprmds
diatamcrlle 11 las OO5lIS, y 00 a w palabras: no se nama homónimo l"llndo hablamos, o para que: DUeslfO pens.amiento sea coherente. no
o sinónimo al nombre, sioo a las cosas que significa m. Sin duda, t'5, hablando con propiedad, que cada oorobre signifique una eora
éstas son llamadas homónimas Oosin6nimas sólo en cuanto que son única, pues tal correspondencia es en rigor imposible 5iendo los
nombradas, y podria pensarse entonces que se trala de una relación nombres limilados en número y lu cosas infinitas; $lno que: cada
el:trfnseca y accidental; pero, en realidad, d propio ejemplo dado Hombre tenga una rignificad6n única 0--10 que ...iene a ter lo mis-
por Arist6teles (el hombre y el caballo son sinónimos en cuanto que lno-- que signifique una sola esencia. Asi,-por más que el nombre
ambos son animales) muestra que no es ése el caso de la sinonimia: animal se aplique al buey, al hombre, a una pluralidad de especies
la sinonimia expresa una relación plenamente real, que consiste aquJ y a una infinidad de individuos, no por ello deja de ser unIvoco, ya
en la pertenencia a un mismo género; en cuantO a la homonimia, 'lile el hombre, e! buey, etc., tienen una misma esencia, que es la
veremos que no siempre es accidental. La sinonimia y la homonimia de pertenecer al género animal.
no son, pues, simples accidentes de las cosas, en cuanto que: son nom- Si la sinonimia es l. regla, U. homonimia sólo puede ser injustifi-
bradas, sino que: puc:den designar propiedades rc:Zl:$, en roantO que: c.lble. Hemos visto el uso (ioconsciente:, es cierto, en ausencia de
son 1'C'\'c:WW por d discul'$O. I1na leorla de la significaci60) que los sofistas hadan de la 1Jomo.

nimi~~~~adav:~alaesJ:~d:: ~=n~~=ul~a si~


nimi.: uso denunciado por Aristóteles como la fu.ente de todos sus
errores. Un lenguaje equívoco dejaría de ser signifiCllDte y de esta
ralidad de signifiados (hombre por relación al hombre real y a! ~uerte se suprimirla como lenguaje: hay que admitir, enlonces, que
hombre en iIrulgen, en un caso; tlnimal por relación al buey y al hom- la homonimia, si existe, es una excepción, y que repugna a la natu-
bre, en c:I otro). Li djferencia entre homonimia y sinonimia no debe: tflleza de! lenguaje. Por eso dirán los comentaristas que la homoni-
buscarse, por tanto, ni en el nombre (que es único en ambos casos), mia propiamenle dicha es accidental, fonuita; que es <i:x6 t~Z'l~ m.
ni en los significados (que son múltiples en ambos casos), sino en el Pero, de ser asi, se rorregirá con facilidad: baSlllfll con dar nombres
<lifel'C'ntes a las signifiOlciones diferentes de! nombre: primitivo, o, al
menos, COl] Sllber que: es posible 5emejante dimibuci60 (uf, el sabio
¡xxW, si quie:re evitar a cua1quier precio la homonimia, dar nombres
diferentes Il Ca.n-constdaci6D y Il can-animal), L, única homonimia
a la vez injustificable e irremediable -aquella presupuesta por Jos;
negadores del principio de contradicción-- consistida en atribuir una
infinidad de significaciones posibles a un nombl'C' determinado. Aho-
ra bien: en tantO que e! número de las significaciones es limitado y
que dicho nombre es conocido 216 , hay sin duda imperfección, pero
no hasta el punto de que d lenguaje corra peligro: «Es indiferente

168 169
atribuir varios sentidos a la misma palabra, con tal de que sean limi- J~~:i:O:e&.a establecida antes: «Por consiguiente, el bien es un
tados en número, pues se podrla asignar a cada definición un nom-
bre diferente: por ejemplo, podrfa decirse que hombre tiene, no un Si esta afirmaci6n se interpteta a la luz de las definiciones dadas
sentido, sino varios, de los que sólo uno tendría como definición con anterioridad de la homonimia y la sinonimia, podrá medirse todo
animal bípedo, mientras que podrían darse otras varias definiciones, ,u alcam;e, no s610 semántico, sino metafísico: no se trata s6lo de
con tal de que fueran limitadas en número; pues en tal caso un nom- hacer constar -lo que seria una trivialidad- que 1n palabra bien se
bre particular podría ser afectado a cada una de las definiciones» VI. aplica a unn pluralidad de objetos, sino que cambia completamente
A esta distinción entre la sinonimia, forma normal de la relación de significación de un género de cosas a otro. Lo que fudamenta, en
entre cosas y nombres, y una homonia accidental y fácilme~tc corre- el plano del ser, la sinonimia de! buey y e! cabullo, es que ambos son
gible, parecen atenerse las Categorias, as[ como los T6prcos. ¿En animales: que ambos pertenecen ul género animal, Pero no hay fun·
cuál de las dos clasificaremos entonces la palabra ser? La respuesta damento ontológico de la homonimia: o, mejor dicho, toda homoni-
no es quizá tan fácil como parece, y, en ciertos escritos que ~ntre mia remite a una homonímia más fundamental, que es la de! ser
otras, por esta raz6n- podemos considerar como pertenecientes a mismo, y se traduce en su dispersión en una piuralidad de categodas
un periodo antiguo de la especulación de Aristóteles, se advierte Decir que d Bien puede atribuirse según el modo de la acci6n, de la
cierta vacilación. En los T6picos, especialmente, el ser parece clara- cualidad, de la cantidad, del tiempo, es reconocer -tal es al menos
mente considerado como homónimo: Aristóteles no lo dice expresa- aquí la intención que Arist6teles confiesa- que no hay nada en
mente del ser, pero atribuye al Bien una homonimia que presupone común entre la occión buena, la perfección cualitativa, la justa me-
la homonimia del ser. Hay -dice- diversos métodos para compro- dida y el tiempo oportuno: no son especies de un mismo género, que
bar si un ténnino es homónimo o sinónimo (1:ÓUp~V 1:~n(IX<i>' ~ seda su esencia, o al menos el común fundamento de sus esencia,
1'-0"'9:<0'; "t<jl El~EI HTt"tal) nl; uno de ellos consiste en preguntar- respectivas; lo cual quiere decir asimismo que el Bien en cuanto Bien
se si un mismo ~rmino puooe emplearse dentro de varias categorfas (o sea, un Bien no enfocado según tal o cual categoría particular) no
del ser: si así es, dice Aristóteles, dicho ténnino, o más bien la cosa es un género; que cl Bien en cuanto Bien no tiene esencia. Y si ello
que expresa, puede ser considerada como homónima. Como se ve, es asl, se debe a que las categodas del ser no son especies del género
el método consiste aquí en extender a términos di~tintos del término ser, o sea porque, a su vez, el ser en alanto ser no es un género ni
ser la homonimia, aquí presupuesta, manifestada en el hecho de que tiene esencia. Si aquello 'que autoriza la sinonimia es la pertenencia
el ser se dice según una pluralidad de categorías. El ejemplo del Bien a un mismo género, la posesión de una misma esencia, tanto la ho-
aclara el método preconizado por Aristóteles: «Así, el bien en ma- monimia de! ser como la del bien implican la privaci6n de semejan-
teria de alímentos es el agmte del placer y, en medicina, el agente te comunidad de esencia.
de la salud, mientras que, aplicado al alma, significa ser de cierta Nos percatamos entonces de la significación pol6nica de la tesis
cllalidad ---<omo moderado, valeroso o justo-, y lo mismo si se mantenida por ,los T6picos: la 'teoría de la homonimia del ser, y más
aplica al hombre. A veces, el bien tiene como categoría el tiempo: aún la de la homonimia del bien, que es presentada como corolario
por ejemplo, e! bien que llega en el momento oportuno, pues se de aquélla, van dirigidas contra Platón. Hay bienes, y, más aún, bie-
llama un bien a lo que acaece oportunamente en d tiempo. A menu- nes que tienen sentidos diferentes; lo que no hay es Idea del Bien, en
do, se trata de la categoría de la cantidad, cuando d bien se aplica el sentido según e! cual la Idea designaría la unidad de una multipli-
a la justa medida, pues la justa medida es también llamada ser» ffl. cidad; por lo tanto, no habrá ciencia, por elevada que sea, que pueda
Este análisis semántico nos revela, pues, que e! bien se dice dentro proponerse el Bien como objeto, ya que el Bien escapa a toda defi-
de varias eategodas del ser: aquf las de la acción, la cantidad, d tiem· nición común. Por 10 demás, en la Etica a Eudemo, la homonimia del
po, la cualidad. De ahl la conclusión que Aristótdes obtiene, en viro I :
Bien es invocada expresamente contra la teoría de las Ideas: «Decir
que hay una Idea, no sólo del Bien, sino de cualquier otra cosa, es
expresarse de manera verbal y vacía P.OTl)';tik xa.i Y.!~<i>,) ... Pues
VI r,4, 1006 a 34 u el bien se dice en varios sentidos, y en tantos sentidos como
1lI T6p" 1, 15, 106 a 9. El ,," .ttlt significa aqul, romo observll Aleillndro
(97,21) que es en la unicidlld O multiplicidad de 13ll del'iniciones(.lilo.;, el ser» lll. Y tras haber cnu!",erado de nuevo los sentidos múltiples
puede tener cl sentido de drfinici6rt; cfr. Br>NlTZ, Indrx tUistolrlicus, Jub
Ilou) donde se manifiesl;l 10 linonim;a o la hornonimill :tlO lbid., 107 a 11.
m T6p., 1, 15, 107 a 5 SlI, ~I El. Eud., I, 8, 1217 b 20-26. La fl'2se im..nnedia qne omi¡im"" en

170 171
piamente inefable de las cosas, incluso hasta.el puntO de ~I~c-r a
del ser y los sentidos correspondientes del bien », Aristóteles ron· poner en tda de juicio la investigl1ci6n socflluCll de la~ ¿efmlclones
cluye: «Así pues, 10 mismo que el ser no es uno en las categorías que comunes:lll6, no por ello ck:ja de ser cierto que la crlt~ca. de los ~o­
acabamos de enumerar, tampoco el bien es uno; y no puede haber fistllS ha pueSto ele relieve la existencia de unidades. obJetivas. ~¡g­ de:
una ciencia única del ser ni del bien. m. Mas podrla pensarse que, en nificaci6n: lu eJencUu (como furllmmento de la. uniclad de Slgnl~ca­
CSl:e caso, la crítica del platonismo no alcanza sólo a la Idea mÁS ción de una palabra) y los glnc-roJ (como fundamento de la. aplica-
eminente -la del Bien o del ser- sino a la Idea, en general. La cabilidad de un término a una pluralidad de rosas a través de una
homonimia del ser no sería sino uD C:l5O particular de una homonimia significaci6n única. es decir, como fundamento de la. si~).
más general: la de todo término común (utyh). Eso es lo qUl: pa· El problema, no resudto ni por el texto de los T6P:cos ni p:" d
rece confirmar la continuaci6n del texto de la Etica a Eldemo que de la Etica a Eudemo (textos ambos antiguos y que dejan ver Cierta

~=~~1~~:~dj~~4~b{:;od~J6:ti~i ~i:~a~ ~~
vacilaci6n en la terminalogla, al mismo tiempo que cierta desmesura

ejemplo, la ocasi60 y la medida; y que: una ciencia diferente debe es- ~ ~~m~~m~:i~:t~~~t~=nÍ~:;; ~J~s::d: :;
rudiM una ocasión diferc:mc, y una cieocú diferente debe estudiar opone a la realidad platónica de las Ideas l•• J:!omonimia.
de. los tér-
una medida diferente_ ... Asl, la ocasión o la JUSta medida alimen- minos univenales. o bien si el ser es homónimo en el sc:n~do ~
ticia compelen a la medicina, pero la determinación de la ocasión en preciso que las úztegontls dan al térm.i?0: el de una. pluralidad ¡n-
las acciones guerreras es competencia de la estrategia. De aM la oon- justificable de significaciones. En d pnmer caso. Anst6teles opon-
clusión de Aristóteles: «si no pertenece a una ciencia única ni si· drla simplemente, a una ontologla abstracta del Ser en general, la r.ea.
~~ s~~:i:~n~e q:: 1: h:;sdd:ci~s:co":ú~Yd~la~ ~:
quien el estudio de tal o cual género particular dd bien, ser;.{,
ti ¡ortiod, perder d tiempo, intentar atribuir a una sol. ciencia d

~e~asi=:.e~ack7:~~~la.:1::t6ncld~=
estudio dd Bien en si. as. ya que d Bien en sI no es. según Platón.
sino lo que es común. los bienes partkulares. Empero, podría de- ::;
cirse que. queriendo probar demasiado, este pasaje nada prueba, por ticia de l-.fil6n no es la. cid atleta pf1tlClpunte:2:; pero esta nqueza
lo que atañe a nuestro problema: p~ si la homonimia dd Bien en de detenninl1ciones concrelaS, ignorada por Platón al separar la Mea
general es del mismo orden que la de cada género de bien, o tambie:n de aquello cuya Idea es. no impedirla que la Rtr.ilx:ción de la palab-:a
si la homonimia dd ser en cuanto ser se añade meramente R la de ser a los seres pudiera tener un funclamento obJetivo: la pertenenCIa
cada categorfa del ser, entonces tal homonimia designa solamente de tales seres al género ser. del mismo modo que la ocasión guerrero
la inadecuación. inevitable por ser esencial al discurso humano. en· y la ocasión médica pertCllC'Cer:l a un género común. que es el tiempo
tre nombres que son comunes y rosas que son singulares. Se podrla. OfIO'nJno. o asl como las diferencias entre la vi~d ~I hom~re y la.
entonces. apelar a Aristóteles C'OIItra l!l mismo; si es quizá legítimo de la mujer no son tales que hagan dd todo ilusona la búsqu~
que, en su polémica corma Platón. insista sobre la singularidad pro- socritica de las dcfiniciOPes comunes -. En el segundo caso, la teso
~ contiene un argumenlO que rompe la conc:al~ de 1.. ide.. ~mos aquí en el puaje de 1. Pol.lliu (1.. H. 1260 420) en que
(aun si exillitrlln, las Ideas no so::rho lk utilidad ptlicficto alguna). El-¡<Íp de h
frase siguiente pa= entonces cxplicar el l..Ol"';";U1""";"; de la primera frase t;a!~:,e;~ir':'\;:tSd¡fer~~e ~l ~b~ ;f\~íc:;j:'ndC:I ~~~ • .kfT~i~~c~
como el ser y el bien ¡c: dicen ""ll'"l~ por eso La Idea del Bien, no s.iend<>
La uni<lad rul de una multiplicidad, es ..verbal y mu. :~ =~te'f:~1I~~ 4f ~~. en l. diacuaióo que enfrenlaba a

e!:'" ~~h~(:~~ren~::,':8:.~~= P6a~ la ~~m:~:.o.aert~~:; =~ r;.:::. La~


Aris!6tclcs i&notv el rnmún C2ricrer
~~(t$¡t*~~~=E7,itO:-~7d~:: ~,1
de uka cuanlo que
IJU;)nffIlhIlO llOCII(lDC'S,
loa loma rod.. del voe:abulario de las pmcripcic1lln ml:dicas.
I
e! bi:
lldcrnás bien (lo
llegÚn la relación {lo úlil), Y el según el lugar estancia : ~~I::"k·qU~I'ir¡s~lt~es4i~~iS1Csiempre por relación a la "~e<~
en la
insufielencia del uniyel1a1, Y. oonlra la cienci~, !""!t"bilila la ~"prrirllcia
~vo~~l~=..1= ~red::'.daloq~-I~id:i;,."T:~'tI: k~~eÍf:;t(~
~:~~~ ~ ~ ~n~:a:.m~~v~~~.(~rt~\:
=::C-' =-
mú adelame. p. 194 A.).
al El. ElId., 1,8,1217 b)) ...
.. IIml., 1217 b )' .... ~ ~~~:.;. S~ ~ualla':: BlDea~
m lINI.• 1217 b 40; dr. El Noc., 1, .., 1096 " 29-J.4.
m
172

~I
de la homonimia del ser tendría un wnce más radical: significarla uno, tantas especies correspondientes hay del setll· lllI , Es inevitable
que la atribuci6n dd ser a los seres no halla su fundamento en una entonces observar que la doctrina de ¡lIS categorías es invocada aqui
generalidad objetiva, que el ser en etlnnto ser no es un universal en apoyo dI: una demostración exactamente contraria a las qUI:, a
s.ino que está más allá de la universalidad, al menos de esa universa: propósito ¿el bien, hallábllmos en los Tópicos, la Etica a Eudtmo
lldad domeñable por el ~iscurso que es la universalidad del género; y la Etica a Nicómaco. En estos últimos II:J:tos, se trat~ba de ~trar
~ una pa}abra, que la unIdad de los seres, sugerida por su dc:nornina- que no hay una ciencia única dt:i Bien, porque el bIen se dICe de
croo cornun, ~rec:._ de. fundamento, o que, al menos, ese fundamento tantas maneras difen::ntes como d ser. Aqul, por el contrario, se Inta
C$ prob1em",uco e Jneleno,
de establecer que sí hay una cierx::ia única de: lo Uno, porqUI: 10 Uno
~ hecho, lo que se ventila en el debate es tanto que los textos
de Aristóteles pa~ ',Ua~ifestllr cierto timbeo a la hora de zanjar-
lo. Para expresar la distJnCl6n entre las categorías, ews mismos T ópi.
=;.~c¡:o~ ~At:rbi:n~noes~t :k ~:: h:
_espccies del seu de la MttafíriC4 no designan otra rosa que las sig·
cos,que hadan de la ho.monimia del ser un argumento contra el pla- nificaciones del ser de los Tópicos y las dos Etic4s; el propio parale.
tOnJsmo emplean COrtlenlemente d vocabulario platónico de la lismo de los problemas mUl:strll. qUI:, en limbos casos, SI: trata evi-
~'a(p •. o"~~. 2'.lO, Ahora bien: hablar de división supone que hay algo dentemente de las catl:gorías :!'l), As( pues, 1. contradicción entre las
qu~ diVidir, que el ser en etl2nto ser es UD IOdo euyllS partes distin- dos series de tt:%tos es f1aglllllte,
guID'OS, un telttOO ~ cuyo ~terior. rteortamos regiones, o -para Hay orra dificultad. Si tomamos al pie de la letra d vocabulario
emplear un ~'OCIbolario mti anstotéllco-- un ~DC:ro que dividimos dd libro r, habrá que decir, en virtud de las definiciones ele las útt-
en sus espcacs: Más aún, la ~ftt4/ísi(;{l misma, en el libro r, emplea- '0rias, que el ser no es un homónimo, $ÍnO un sin6ni.mo, puestO que
rá el vocabulano de la espeae y el género para significar la relación las especies a las que se le atribuye tienen en común la penenencia
de I:u ategodu con d ser en cuanto ser. «De todo g61ero, as! como a un mismo género, Si las categorías son las especies de! ser, enton-
n,o hay más que un conocimiento sensible, no hay más que una cien- ces la cantidad, la cualidad, la relación, ere., estarán por respecto al
CIll, Por ejemplo, una única ciencia, la gramática, estudia todas las ser en cuantO ser en la misma situación que e! hombre y e! aballo
palab!as. Por eso compete a una ciencia únia el géIK"t'O (lud~_ .. por respectO al g61ero 4nimal, y en tal caso ya no habrá homonimia,
t~ Ttv~J. en Jo que atañe a las especies del ser en cuanto ser, estu- Dt:beremos escoger, pues, entre dos interpretaciones de la teorla
diadas t~as, y las es~es de es,ta cicnc::i3 esrudiacln las especies
del seu . Lo que Arut6teles qwere probar en este pasaje es que ~= ~~n~:s~~nl:ta1=r~,l~et:ri::~expC::Oi6ndi;
hay un~ cieoci.a genél'icamentl: única del Uno, y el nudo de su argu- H. Maier, como Einlti/unlditi" <siendo e! In el Eintti/ungs-
mentac6n resIde en el hecho de que «cuantas especies hay dI: lo
l'll lhid., 100) b )J.
al AlguIlOl' CQmt:I\trn5ll.s han inlmta<io dim¡....r la difICUltad nqalldo
:; :s;¡:s d~l e:~,. c:' etri~lsaSa:~~;:.~¡::~, Sr;:; a~:s'ddUfnd~¡~~~
nuenra opinión muy fuerte, romlilui<!o por el .,.tllehsmo .enm: ate lUlO y
b de b Tdpicos y 1u dos Elic.u (la frut: «cuamo apo::oel hay dt: \o ~IlO,
lanta apec:its c:orrupondknta hay cid. .cn p&rel% =poode:r al mumo
problema. que la fnsc:.d bit:n scdn en tlDOOI aentidoscomot:! scn), ~
~ 1) Qoe d único cjcmplo dack> par Arisf6teks ni t:IIe palJe ''1
ea d sealidocle la identif>aci6ndelu .cspecics,dd ~ C'I:lD las a~:
uf ccmo una cieac:ia únic::a ea I#lero [tllati de la dif~la e$pft.it:S del 1Iet,
uf también \UlI. ciencia ÚDica en ~ tratadi d~ la ap«ies de \o uno,
como lo idbtlko y lo stmt;'ntt (lOO} 1> "); ~ bien, (qu~ a \o idéntico
sino lo uno según la tStnciil, y q~ es lo
liálld? Las "apeei"",. dt: 10 i(jllelantc .¡no10 ull? KltÚJl la tU,,'
uno son evidentemente, pues, stnlláos de lo uno,
de: lo queAlinóteks tlQC dict: en Olrolupr que ae corresponden con loa aen-
tidos dt:l aer (lJT',... I',""l-'; ti> "' ... ,¡, fv. Mtl., I. 2, 1053 b V); 2) Que in-
Ir:rptttando 1u .apeciel dd sen COlDO la dislinlo .mb:stancias., lCl[Ún h80e
SAnto Tomú, no ae mta la difkuliad puesta de rcJi,cve po!" AJqandm. 249,
:)~ ~.;s~s~:.: ~~{d.~~~~~ O
174 In
ob~ekt)~. Es.ta es la concepción que parece prevalecer cada vez que la), se halla en contradicción con la inspiración general del proceso
AflstÓlelcs uuliza el vocabulario platónico de la ~'C.(P!~ll¡, por <':j<':m. del tosamiento de Aristóteles. La prueba de que las categorlas ari5-
plo~ <':n el texto de .los T6picor, donde Aristóteles empb. la palabra
a'll.lpIQ''; para desIgnar las ClItegorías: a fin de saber si dos realida·
~~é ~i:~;d:I: ;:r ~~v=sJ::~d1:il:nr:~::1 =:n~~
ni S<':r: cE! no-ser tambit!:n se dice en varios sentidos, pues asf acune
~~rseS<':;~~nd~n::es~me~sl~n~r::~d<'::~<':~~i:::=~~is~~.~~ con el ser: de este modo, el no-hombre significa el no ur nto, lo
no-recto significa el no ur tal, lo no-largo-dc:.ues-codos significa el
asf, el bien o lo bello no pued<':n ser gt!:nero d<': la ciencia, pues ~
cualidades, mientras que la ciencia es un término relativo. El sentido
no ur ttll/IO. ZlII. Como lóe ve, ya no se trata aqul de dividir un terre-
no (pues f!c6mo circunscribir el terreno del no-S<':r?), sino de distin·
de esto es claro: expresa la exigencia del puro buen sentido, según
I:uir significaciones: significaciones que ya no son aquí, estrictamente
el cual el g61ero y la especie no pueden pertenln:r a géneros dife-
hablando, las del ente (h) sino las del rN' (rh..,), ya que se tnlta
rentes, o también, el gEnero del género es también el género de la
de saber en qué sentido S<': dice que el enle es o el no-enle no es.
especie -. La cualidad o lo rclacivo son presentados aquí, por tanto,
Por tantO, podrf.amos distinguir dos series de pasajes: aquellos
como géneros, pero que serran dios mismos cdivisiones. de un sé- en que Aristóteles S<': deja aparentemente guiar por la realidad sus-
nero mú universal. Asl entendida, la teoría de las categorías no serra
umtiva del h cuyu divisiones serían entonces las categorías, y ague-
sino el remate de una COI1CepCión jerárquica del universo, en la cual
IIos 011'05 en que, por el contrario, se: atiene a la significación infmita
S<': descendería, mediante una S<':rie de sucesivas divisiones, del st'T a
dd ser, tal como se expresa en los diferentes discursos que hacemos
las categorías, de las categorías a los géneros, de los pros a las
especies últimas, desde la universalidad hacia la pluca1idad.
acen::a del ente: entonces las categadas designarían las maneras múl·
tiples que tiene el ser de significar, proporcionándonos en este caso
Pero semejante interpretación de la teoría de las calegorías, que el hilo ronduetor de la investigación los diferentes discursos 50bre
S<':ri recusada formalmente, más adelante, por Porfirio:m (e! del el eme. Esta última problanática se halla atestiguada sin ambigüe-
famoso cárbol. que, pese a todo, sirve habitualmente para ilustrar· dades por un textO capillÚ del libro r: tras haber recordado que el
K'f, o mejor dicho el ente: ('1:0 h) CS<': dice en varios sentidos., Aris-
tótdes se pregunta por qué S<': dice que los distintos entes ron, cuál
es e! ser de esos entes; nos damos cuenta ento!JCCS de que la respuesta
a esta pregunta no es una sola: entre las COSM, cunas se dicen SN'tS
(4nll.) porque 500 esencias, otras porque son af«ciones de la esen-
ci•...• airas porque son desttueciooes, o priv:tciones, o cualidades,
o agentes o generadores de la esencia. l'OI. Si es lícito reconocer en
tales f6rmulas lo que en otros lugares Aristóteles U.roa categorw,
COIOoces éslas aparecerán como 01l'll5 tamas respuestas. la pregun·
ta: ¿en qué sentido decimos dd ente que es? La pluralidad de las
categorías expresaría entorx:a la imposibilidad en que e! filósofo se
encuenlnl de dar una respuesta única a esa pteguma¡ pues, si
bien cd er (t¿ lotl~) pertenece a todas estas rosan --que son la
2lII N, 2, 1089.
¡...-.oc8dosoomn UIUl
frJt~ t"r G~ubkblt
Ari~:Ul;~'l.'I~)l •
18 M. Si... <luda, esl.. 00. p¡asl.tes apuntan en realidad hacia otro Clbietivo:
..., Inla de mostnr que. a tllvb. de la multiplicidad de IICmioo. del SCI', le
halla ,icmpre prcseole una melCflaa a la ~a (dI. más adelante, p. in u.l.
l'ero I«'aOdamenle esos dos tc:>;tof lCII1i~ a la plOblcmtlidl de las d1tcp
Ifu: IIC llala de ubcr en qu~ "",,tido .$C dicen uur- (~vtG) no tóIo 1.. CIICl)o
d~, fino .10 dcml.. (Z, 1, 1028 ti IS).

176 177
esencia, la ClIntidad, la cualidad, etc,- «no lo hace de la misma ma- 'lile S6crates dirige contra Menón, cuando, interrogado éSte acerca
nera. lOO. En este sentido, las categodas no son tanto divisiones de! de la esencia de la virtud, responde mostrando un «enjambre de vir-
ente cuanto modalidades (l>'I:<Íl~$t~) JO! según las cuales e! ser significa IIrdes» 305. «Enjambre», «rapsodia.. : dos metáforas sin duda, pero
el ente, No responden a la pregunta: ¿en cuánta; parte; se divide el 'lile denuncian una misma deficiencia lógica, deficiencia en la que no
ente?, sino a esta otra: ¿c6mo signifiOl el ser? I'tlcde suponerse que Aristóteles, tras la cautela socrática, haya caldo
Tal es, en definitiva, el sentido de la pregunta fundamental, esa -si es que en efecto ha caído-- por mera inadvertencia.
pregunta que es «el objeto pasado, presente, eterno, de nuestra Parece, pues, que la pregunta ¿qu¿ e$ el enU? sólo podía ser en-
preocupación y nuestra búsqueda: ¿qu¿ es el ente?» Jal, A primera lendida por Aristóteles en términos de esencia, o, lo que viene a ser
vista, dos clases de respuestas podrían darse a esta pregunta: o bien 1" mismo, en términos de significación, Pero Aristóteles tropieza aquí
mencionar cierto número de cosas -y, si es posible, la totalidad- ,'un la irreducible pluralidad de las significaciones del ser: el ser del
de las cuales decimos que son; o bien averiguar lo que hace que esas "nte no tiene un solo sentido, sino varios, 10 que viene a querer decir
cosas sean, es decir, la esencia del ser. Según algunos textos, y espe- '1ue el ser en cuanto ser no es una esencia. A la fórmula tantas veces
cialmente los de los T6picos, ha podido partter que la doctrina de repetida «el ente se dice de varias maneras,. responde un texto de
las categorías era una respuesta del primer tipo, es decir, una enu- I,,~ Segundo$ Analíticos, que expresa eso mismo en términos de esen-
mefl~ci6n de los distintos géneros de seres (entendiendo dichos géne- da: «El ser no sirve de esencia a ninguna cosa {',~ ~'!h.1l Ou¡¡
ros como «divisiones» de otro género más fundamental -y, por lo ',,,ata ou3e·¡i),¡.!ll6. Así pues, la pregunta ¿qué es el ente? no tiene
demás, tan sólo presupuesto JOl_, que sería el del ente en su totali- respuesta única, o al menos univoca. De ahl la tentación que asalta
dad), Así es como la tradición filosófica interpretará a menudo lá sin duda a Aristóteles en los citados textos de los T 6picos y las dos
doctrina de Aristóteles, y en los tiempos modernos no nos acordare· IiticdS: sustituir por una enumeraci6n -un «catálogo», romo decía
mos tanto de lo que Kant toma de la noción aristotélica de categoría l.cibniz m _ una definición imposible. En cierto sentido, no podla
(en cuanto sentido de la síntesis predicativa) como de su condena de 'lCUrrir de otro modo; y el carácter disperso, arbitrario, indetermina-
una «labia» de categorías en la que ve rruís una «rapsodia» que un Jo, que a menudo se le reprocha a la tabla aristotélica de las catego-
«sistema.. lOI, Enumeración empírica (Hamelin), y por otra parte in- das, no es imputable tanto a Arist6tdes como al propio ser: si la
completa (Prantl), o, si es que está completa, entonces arbitrariamen· IlIbIa de categorías es una «rapsodia», acaso lo sea porque el ser
te circunscrita a la lista convertida en clásica de las diez categorías: uJismo es ..rapsódico», o, al menos, porque se nos ofrece bajo d
en cualquier caso, docttina sin principio y sin estroctura, que toma modo de la rapsodia, es decir, de la dispersi6n, No otra cosa quiere
por divisiones del ser lo que son simples distinciones gramaticales decir Arist6teles cuando afirma que la pregunta ¿qu¿ e$ el ente?
(Trendc1enburg, Bmnschvicg). Ahora bien, si Arist6teles hubiera pre· ha sido y es siempre para nosotros motivo de dificultades y búsquedas.
tcndido responder a la pregunta ¿qllé es el ente? con una simple enu- y cuando, tras hacer constar las dificultades pasadas y presentes,
meración, aunque fuera exhaustiva, se veda incluido en la objeción pasa a anunciar solemnemente que se trata de una apoda que ningún
esfuerzo llegará nunca a solucionar, eleva a teoría nuestra imposibi-
lOO K,,¡~ó l<rtlVo""f'X" 7:d:a,..,d))'.' 00:1. 61'-oi"" (2, 4, 1030 a 21 ss.) lidad de dar una respuesta única, o sea esencial, a la pregunta ¿qué
JO' IT""'a" designa, en general, cualquier modificación de la exp=ión ver· es el ente? Decir que está en la rnlruralcza de tal problema e! ser
bal -referida no al semido, sino a la mi1nml Ü rign¡/icar. Es sobre todo el ca"" ,iemprc debatido e investigado significa reconocer que la tabla de
de las flexiones de los sustantivos y los verbos.l1t"'a,~ se usa para desig· las categorlas está condenada a no ser jamás otra cosa que una rap-
nar las categodas en N, 2, IOS9 a 27. Es el término más sutil que Aristóteles sodia, sin poder nunca constituirse en sistema.
cmplell para designarlas, el que más se apana de las implicacioncs realistas
de la ~"I¡p.a..;.. Pero Aristóteles no podla limitarse a dar una enumeraci6n empl.
Jal Z, 1, 1028 b 2. rica de ejemplos, aunque dichos ejemplos fuesen los «modelos», debi·
ltII Advi~rtase, en efecto, que Aristóteles, incluso cuando emplea el voca· damente catalogados, de todo lo que es. Pues si bien la investigación
bulario platónico de la ~,aip<ot¡;, jam~s efeclúa una división propiamente dicha >:s inacabable, y sus resultados siempre fragmentarios, sigue siendo
(lo cual supondda ya constimida la totalidad que ha de dividirse), sino que
$e conforma COn ver en 1... categorías los produclM de una división siempre
presupuesta y de la que nada nos dice. Es más: el propio Aríst6teles demos- Jll Men6n,72a
traÑ la imposibilidad de IOda división del 'ler {cfr. § siguiente). J06 Anal. po<I., n, 7, 92 b 13.
.lOl Crítica d~ fa razón pura, § 10 (De los conceptos puros del entendi. Nl «Un catálogo de modelos. (eine Mu<lem>/lr): así ddin!a Leibniz la
miento, o de las categorJas), inmediatamente desputs de la dabla de categodas•. labia de las allegorlas (Philosophische Schrifte", ed, Gerhatdt, VII, p. '17).

178 179
cierto que la pregunta ¿qué tr ti t,,/t! -es decir: e¿qué es lo que,
,\octrina de las categorfas ha surgido de la imposibilidad de dllr una
~=e::~'p~: :: ~:n:nd~ f:S"~dadse~ ~~~id;;; d: '-mica respuesta. la pregunta e¿qué es el enteh, lal doctrina no
""Pres:I tantO la multiplicidad de ,tJputs/as a es:J pregunta como la
:: ~:::P~:~d~h=~~u~ellan;~I=:coes re:~~: I1lUlriplicidad de prtguntiU a las que nos remite la pregunta funda·
mental. desde el momento en que intl:ntamos responder a ella -. La
lor, etc.•• podrí2ID05 sc:ncirnos tenlados 11 respon<kr: ed ente es Ja
e:setICU, es la cantidad, es la cualidad, ett.». Pero hay un ser de la ,lifcreocia es notable: la labia de las categorlll$ no enuncia una plura-
esencia, un ser de la cantidad. un ser de la cualidad, etc. D. y, si no
lidad. de DlIturalczas JI' entre las cuales se dividirf2 el ente en su OO(a-
puede: responderse a la pregunta e¿qué es el ser del ente en general?,. lidad. sino la multiplicidad de: mo:Ialidades según las cuales el ser
no hay mú remedio que responder. cada una de c:st!l5 preguntas; se nos aparece signi{iomdo el ente, CUllIldo lo interrogamos acera de
¿qué es el ser de la esencia? ¿qué es el ser de la roalidad? etc. La su significación.
p!ur:alidad de las preguntas no nos exime de dar una respuesta defi- Pero ckcir que la tuesti6n del ser c:s eternamente ebusc:adu sig-
nida • cada una de dlas, y tal rcspuest2 & puede referirse. l. nifica reconocer que esas significaciones nunca serin reducibles a la '
significación de 12 plliabra su en cada uno de sus usos. Si bien la unidad. o lambién que no hay una calegoría en genernI, de la cual
serían especies las demlb JlI, Entre el voca.buillrin de la división y d
.llII aro Z, 1, 1023 • 18; 4.. lOJO • 21 SI. (lC~:"llI5 rilados máJ ani~, de la homonimia, en lomo. los tuales pan:tt dudar a vc:ccs Arist6-
p. In). M. MAIU ~ una ImporUlIleia aún =yot' • la conlinuación del teles (y roy. dualidad revela acaso el doble origen, platónico y sofís-
::~erocl~i= ::.:::: ~~e~t~::~cn~l:asu!:" n:io~~~~ ~:rfi:, I~n~:;~~eh~~f=erickí r;n:::~~t~ ~: ~=~~a;
y • It. onu ellC¡Ori~s de
un modo derivado, Isr lIlIlbi6t ello q"~ e. «6 'ti 1000u)
perlenece a l. =>01 de una manen Ibso.!Ul.O, y 1610 en derta medida a It. poco inclinado, en cualquier caso, a acentuar sus IISptCtos antiplar6-
OIras catellorlas•.H. M~II!K ve en esle te:I:lO y en otros del mismo género nioos) no se equivocar.' en eslo. Tras haber recordado que «la doctri·
(sobre todo T6p., 1, 9, 103 b 27·29) una «dcsv;adÓfl. ,cUm""",dl""g) ridiClI na de Arist6teles» se niega a ver en el ser el género m's elevado,
de la doctrina de la. eategodas: no habtla ya ;n:wuetibdidad de las eale~orr ..
entre sI, sino subordin~;ón de lodas las calCllOrlu (inclu~a la de la ncnda) añade: «Hay que admitir, conforme a lo que se dice en las Caugo-
a uno Cllegoda primonhal que serIa el n I~,; al mumo tiempo, las cale¡¡orlls ~Ias. que los diez géneros primeros son como diez principios prime-
dejadan de .apateccr CO!ll? .1.. Jig"ili(ado"~1 del. ser (es
d<rir, de J. cópult) ros; e incluso suponiendo que se les pueda llamar seres a todos ellos,
r_v:~~er'r~d=I~cf'~,~rl=d~~es1l
~l~~:: ~j debe reconocerse que ser'n designados as! por homonimia 5610, al
decir de AriS16teles, y no por sinonimia. En decto: si d ser fuese
predicado en general u bu) (Di~ S,UocJsli/e dtl Ari.lol~I~I, n, 2, p. )14 at.,
eapec. p. 32i). Perorodemti deloll'CpllrOldeorden~(no le ~ el género único, oomún • todas las cosas. todas ellas serfan llamadas
cómo 11 teorl. de las calqor/.aa hlbrla podido evoluc:iontr • pum de 101 !tru por sinonimia. Pero como en realidad hay diez géneros prime-
T6pkol), puede objetarK: • dicha imerprcación que: ArisIÓle1ea no habil
nUlO del tÍ ,=como de Ull &álero flIprarlO ~ . . esprrics serian las alClP
ñu, y cuando dice, poi' ejempIo. que «11 t"Ulll<Dd fonna pIrtc: de los ti
ros. esa comunidad de denominación es puramente: verbal. y no ro-
rresponde a una definición única que tal apc:lación expresarf... lIJ.
1= 110-.';" t ..... Ú 1=).. añade que: eso no dt:be allcOOcrsc .... lérminos lb.
Es imposible ser más t:tdical en la afirmación de la homonimia
soIulos {WJ: ~, ~ "'" bien. verbl.1 o dialo!cticamente (l..l'~"'d <2, 4,
10)0.24); y cuando .na: que: club" pertmca:.la ....... b ~ J.Ias - Es c:ancterfstio:l • este rtSpCClO que: Arin61ciCI dcsi,gDc las atqoW¡
cleroú aleaodas, prttiSII que: eso no OC\lrre de la m.i.sma maDCf'I (1......~ medianle ~ intenOptiVOl: tÍ r,-'<-' (para d caso de '"' eICllciI), ~
~....ru...U. 10)0. I&.J9), lino primorúiaIrnmle .... el aso de la esencia ::o; pi< ti.. niI. Un. l'CIpOIldimdo la otras calqorlas lai• • fr..t>. __..
o derivadamcnle ~Ul~!Ü" qor.... U;~ ,'ho¡..r.oc;. IOJO • 22); le tr:ala, enlOO: ~ ).J.spr:qunI.~ll'"
cea, de uoa re1Aci6n de artterioridad • pOllCriorid.d.. y !XI hay &tnero común J. Eacienoquc:Arial6tdocmplcauna\"OJ.sapreai6n",oa..;~.w-.

6I:pb ~~ tt:=
(dr. i"I,., al el § 4, pp. 227·2JO).lA u:1biJüedad deI.r..nvuc:I~. encontrane en
~~ ~~~~Il(p~t~I~~)~~sea: fii::~ '::1:
;:;=~ :'~'eIa~~;&~if~:S bien o6mooxxiliar el vocabulario dt '"' 'i":.x~ C(XI el de b Jit... i/~ y, má
quelasC2.t~SOlIlod~ellas{y ootólob esencia) respuesras a b prquntl a6n, 11 r<~ Pero sdemú, y llIbff mdo, en d textO de N, 2, Arist6l:e1ea
tÍ 'ano es smcill.meme rcco.-OO que SOlI calq¡ofias del fU, que el liempn: el quitte 1IllI51fU, Cl)IItnI P1alÓD. que: b nq¡;ación y lo c\e$iguaI no ton lo oon-

:e ~CIO~:~4~= ~~~de ~ ~~~:a~Ja~~~ ~~ (o mb bien del .h... del t.


trario o la n-.pdón del _, lino que, • MI modo, son aspectos positillOJ del ser
fdr. mú amb., pp. 148-1491, lo t"Ull expresa ArislÓlelea -inconecwneDle, desde

luy r::r~~t~'Kr.
enlendidas OOflloO l'&fUflCllClOOCS múltIples del
como del ti l~,).

180
181
del ser, y más arribe hemos citado textos de Aristóteles que van sin gunta c(qué es el ser?. Fl 5el" esti siempre más alhl: de sus signifi-
disputa en es~c:: sentido. Pero una va más, en este OlSO, queriendo caciones: si bien se disperu en ellas, no se agota en ellas, y, si bien
probar demasiado, ~ se probada nada. Pues la polérncia de Aristó- cada una de: las categorías es inmediatamente ser ll7, todas las caTego-
teJes contra los SOflSlall ha puesto de relieve el carácter accidental rlas jumas nunca serán d ser entero. Es preciso conse:rvar, pues, el
de, la homoni~ia, y, en virtud de ello, ha sugerido los medios pam término ser a fin de designar ese: más all:i de las categorfas, sin el cual
evitarla.•No Importa que se atribuyan diversos sentidos a la misma éslas no sedan, y que no se deja reducir a ellas.
p~l~bra, COn tal ?c que sean limitados en número, pues a cada defi- As! pues, la distinción entre sinonimia y homonimia con que se
rn~n podria. aS.lgnársde un nombre diferente» lIJ. Apliquemos ese conformaban las Caugoría$ no basla para dar cuenta del caso, par-
:lid: P~;fi~'~o~:r~:~ ~de~~:e: ~na ~Iu. ticular pero fundamental, de la palabra m. Si hablamos de sinonimia,
hacemos del ser un género, 10 cual no es. Pero si hablamos de horno-
resuhando ~ superflua; al igual que esos sofistas cuyo sub=~ nimia, debe precisarse que tal homooimia es irreductible; que no es,
recuerda Aristóteles JU, ttsolverlamos el problema del su suprimien- pues, resultado de un fallo accidental y corregible: del diSCl.ltsO huma-
:eIa~:= ~¡~.~:=~[~~ y ya no hablarlalD05 más no; más aún: que sigue siendo paradójicamente legítimo h.blar de
un ser en cuantO ser c:n el instlll1te mismo en que: se reconoce la am-
Pero el su no se deja suprimir tan fácilmente: pennancce pre- bigüedad de esta expresión.
sente detcls de ca.da categorla, aun CIlandO esa presencia sea o.scurn
y no pueda reduCirse a la dd género en la especie; pues si bien el
ser no es un género. no es menos cierto que etodo g6Jero es ser.
y aunque: DO sea un universa.I, el ser sigue siendo clo que: es comw; Por lanto, una rdlexi6n mlis profunda acerc1I del ser y de los
a tOOat las C'OS~ .. Jl$. No hay mú remedio, pues, que hablar del ser, términos que: son converubles con él -Jo uno y el bien-- va a hacer
aunque cualq~}C'r palab~ llCttCll de 8 sea ambigua; en realidad, no que Aristóteles modifique en un punto capital)a teoría de las rdac::io-
t~ e1eco6n, pues no podemos dc:cir nada de ninguna cosa sin nes de significaciÓD con la que comenzaba d tratado de lu Catrgo-
decir que u esto o que rs tal o cual, etc. La homonimia del ser no es ríaJ. La innovación comistira en reconocu, entre la homonimia y la
pues, una homonimia como las demás, por cuanto resiste a todos h s.inonimia propiamente dichas, la emlenci. de una homonimia no
esfuenos del fJ1~fo .~r ~inatla; al haber querido restringir el accidental (oi;l{ id tÓZll"), una homonimia que no carece de fun-
~ a una de sus SignificaCIones, los e1éalas han hecho imposible el damento y que, de tal suerte, se: aproximará a la sinonimia (cuyo fun-
dlSCllfSO humano, y acaso sea mérito involuntario de los sofistas damento es la rc:laci6n de especie a género) sin confundirse por eso
el haber subrayado hasta el absurdo la vanidad de: las pretensiones con ella
~éa~s. Pe~ e~tre l•. rigid<"2 de los déatas, que rechazan la homo-
nImIa, y la mdifut:tlCl. de los sofistas, que la ignoran, va COnstilu. ~,no ... ,-eporqlll!nohabrlack.plic:ancla~nluDciada.
por Ali$TÓ'I'F.US ni r, 4: suprimir la homonimia, r=npburw;lo la palabn
y6ldose poro a poco la posición propia de Aristóteles: la homonimia am1:qua por Wltas paI.abns como acntidol disUn&uibks hay. Si la rqla no
del ser debe suprimirse, pero eso sólo puede hacerse mediante una eldelpliaci6nenesleOl5O,dlo ... ~aque,loc:antealllCl'.DOhay.pru..
iD\'estigaci6n indefinida, y c:sa infinitud de l. in\·estigaclón revda ralidad d'fmid. de: si¡nificaciones. (r, 4,1006.}4.h 1). Ari$t6IeIes DO lo
a un tieml.'O la exigencia de univocidad y la imposibilidad de: aJean. di«: o:::IpreYme:rlte. pmpóIilO de" calql:lrás, pc:ro insiste: ni varias lXlt-
sionaXlbtt d cario;tc:r iodc:finido de: la iDvatipci6n ac:c:rcadelsc:r nllU
~a. P~menle ~~e el $Cf tiene muchos sentidos, y un número unidad (Z, 1, 1028 " 2; ArIJ:. $(¡fisl., 9, 170 b 7). Ahon bien: 110 ... ,.., de qué
l~do de ellos ,nunca. se: ha terminado de plantear la pre- mn mant'l'a podrll manifesurw c:sa infinitud loÍno • rnv61 del inacabamiento
de aquc:llo que Arislóteles prr:senta como lama e:senciai de la ontoloKf.o: dis-

~~ ~il.~'I~~'I:'~· 2' (dr. m.h mil:.. p. 1.54)


tinguir 1.. significaciones del ser. Elle clrictet eserociaImmle .6it./o de la
docr.rin.a ui!lot~lic:. de las c:.legotlal p:rrnilir!a dar uta primera respuesta al
~~ ~OO~24,~. aquí el l~ de ~t1, reproche rea1,de ha!ler prelendidoaharcarcon lasc:.tc:gorlal la lotalidadde lo

~~pl~ ~l~ 't~.:. /~.:~~ b:~ ~E~¡=, TI~7"í, ~


ien, contn la <na-

~w::-.:~J:~~~~ ~rm~~~t~~
~.En~,ro::subar$~alatabbde"eategolÚ$--ellcu"lI!o
todo VI, 1:
Jfl
_Sobre 101 gb>eroa del sen).
H,6, 104' 6 2-7: las earqorW aon iNlr~duIJlme/ll" IICI' , uno (, no
queIfOF"rdr~CXlIIID...,tema-destarsicmpl'ei.n.acal.da o por mc:diaWDl::rltl!. como especies de un g&:sero que fuese el IICI" o lo IIDO ni
~~,KfdetalllllllenquenuncaSlbraJlOSsieltJ~.Puea'I.Í''''tu­ ~).Squirnoa.quflaintc:rpreuci6ndeRo.lN,r..lbioriepúl(¡IIÍcinf1U ...•
.,&ame:. tq\lfOl de que oImcr una nlUmención ahau,ti\ra de . . liAnifJea- p. lO. "Ou. Ch. r,2, IlXM .4-'; >l., >4,1070 6 1.

182 183
Una corrección de estl:' tipo 11 la doctrina di:' las Calt!gorías la ve. pero siempre por reIaci6n a un término único, n una misma na·
mos introducida -y, en cierto modo, bajo la presión misma del pro- turaleza (T.p¿~ l~ l((lillÍ(lv l:!\Id l'Ü~IV), y no por homonimia,.ll2.
blema- C'Il un pasaje de la Etiea a Nie6maco. Arist6teles acaba de Después de los tanteos de los T6picos y la Etiea a Eudemo, y de las
c:itic.ar la noción platónica de un Bien en si; su argumento prin- incertidumbres de la Eliea a Nicómaco, tal pare<:e ser en efecto la
cipal es, como hemos visto, el de que el Bien se dice en tantos lloctrina definitiva de Aristóteles acen:a de la relación entre el ser
sentidos como d ser y, por consiguiente, «no es algo común, abar- v sus múltiples significaciones. Mejor dicho: Aristóteles es llevado
cado por una sola Idea .. (oü>,; lCll:IV dpa to ..qa/tov ~.o,vÓv tI ltal:a p.'av por las necesidades de su metafrsica, y a fin de expresar adecuada-
;~iav) l". y sin I:'mbargo el Bien «no se asemeja a 'los hom6nimos, mente una re!aci6n que no se deja reducir a la sinonimia ---como ha-
o por lo menos a los que lo son por azar» (oÜ.,.lOIU ,01<; l[ 'l1td hían creído los eIéatas- ni a la homonimia ---romo habían hecho crc:er
,0Zl1<;), ¿Debe decirse, entonces, que la unidad de denominación que Jos sofistlls-, hacia la concepción de un tipo nuevo de estatuto para
comprende bienes distintos por esencía se explica al menos pot la las palabras de significación múltiple: especie de homonimia, pero
procedencia de un tétmino único ('$ ci,'i,,¿<; e!valj, o por la ten. homonimia objetiva, no imputable ya al lenguaje, sino a las cosas mis-
dencia dI:' todos ellos hacia un término único (1':po<; lv O:1I:lI;vta mas, porque se funda en una relación (que, sin embargo, no es la
Clllv,eUrV), o que existe entre ellos una relación de analogía (ltat' de especie a género) y a un término, a una .. naturaleza,. única.
áva),,°ILav)? lit. Simple enumeraci6n de hipótesis que, al menos en Tal solución, ¿lo es efectivamente, en el caso del ser? ¿No se
lrata más bicn del problema mismo hipostll.siado? Habrá que plan·
la Etíea a Nic6maeo, se detiene en seco: pues disertar con mayores
tear luego esta cul:'stión, que es la ruestión por excelencia de la onto-
precisiones en torno a ellas seria propio ..de otra filosoffa» distinta
logía aristot8.ica, puesto que le va en ella la posibilidad misma de un
de la que trata de las cosas humanas""". Pero hay una concesi6n im.
d¡seu("$() único sobre el ~v. Pero en primcr lugar conviene captar el
portante por relación a la doctrina de la homonimia y la sinonimia sentido literal de la doctrina. Arist6teles lo aclara con un ejemplo:
que velamos en las Categorfas: de aquí en adelante, varias cosas pue- «As! como todas las cosas que son sanas lo son por relación a la sa-
den ser significadas con una palabra, intencionalmente (y no ya por lud -una porque la conserva, otra potqUI:' la pcuduce, otra porgue
azar).Ill, incluso al matgen de una comunidad de género; basta con es signo de la salud, otra porque es capaz de recibirla- ... ase tam-
que se dé una de las tres rdaciones que la Etiea a Nic6maco defi- bién el ser se dice de muchas maneras, pero siempre por referencia
ne mediante las exp(esiones: al"ivó<;, :1[pó<; Lv Ita"t'dv'l),,0lia'/, ;¡ un mismo fundamento (::::pó~ ,",'(l" "PXYjv). ID. Es sano, pues, todo
procedencia única, relación a un término único, analogía. aquello que dice relación a (::::pó<;) un término de referencia único, en

¿~iIi~:~á~~t:~;: di g~e~n~~i:~,. r~:~~n:~:nni:~ :ht;~~t~;: ~ste caso la salud; dicho término, que AdstóteJes llama fundamento
(d.p¡:i¡) es lo que legitima la unicidad de la denomínación peSI:' a la
milcaClones? Un texto de la Afeta/ísu:a nos proporciona la respuesta: pluralidad de significaciones. ¿Cuál será entonces el fundarcento en
el ser es un r.~~ lv i.t¡'6p.evov. «El ser se dice de muchas maneras, "ste caso del ser? ¿Qué es lo que hará que se diga que los seres son,
aunque sus definiciones sean diferentes !X o no pertenezcan al mismo
. III El. Nit., 1, 4, 1096 b 25. al. ihid., 1096 ¡; 28, el Bien no es .algo J:O:'llero? ..Unas cosas -responde Aristóteles- son llamadas seres

:~~~~~ti~=:~::~:~i::"i~;'~~~:~:~V~:IC1~:;:n::~:di:::
porque son esencias, otras porque son afecciones de la esencia, otras
porque son un camino que lleva a la esencia, o, al contrario, destruc·
ciones de la esencia, o privaciones o cualidades de la esencia, o tam-
: ~tl~: Eud., que puede ser conSIderada como anterior, ]XJr <::sta razón, en- hién porque son agentes (} generadores, ya de una esencia, ya de lo
J>J Er. Nk., 1, 4, 1096 h 31. que se nombra por relación a una esencia, o, finalmente, porque son
Es sabi~ que, para Aristóteles, el azar (-d"l"'l) es la roi"Cideocia entre
311 negaciones de alguna de las cualidades de una esencia, o porque son
una,concaten!"1Ó1t relll de causas y efectos y una relación imaginuu: em~ el negaciones de la esencia.. ll:I. El fundamento ha sido nombrado: es la
medIO y el fm: ",1 ocurre con el 4Crtt<lor que va al igora a pasearse y en.
cuenr1'll «por azaD a su deudor (Fls., n, 5, 1% b 33). La Wx"l r=ite siem.
m r,2, 1003 .. 33
pr.:,portanto,auna.¡ntenciÓ1thu~aauSente:C1lcstesenlido,seoponelo
.\IJ lhid.,lOOJ .. 34-b6.
aJ:o tÓ"t."l~ (qu~ tladUCll'e1UOS ]XJr acCldtnla!, a falta de un t6mino mis idóneo J2.I Cfr. El. Nic., r, 4, 1096 h 24 (. propósito dd bien): ¡""PO< .al >'<a,?jpo"".~
y que se .distIDga mejor. de los demis sentidos de accidMU) no solamente a
lo n..:esano, sino a lo Intencional (cI~;' oL""""a~). '" ~óiOl "'""l11 dJO'Bá.
~ r, 2, 1003 b6s.
184 185
Guata; y su relación con las signifkaciones múltiples se ha especifi-
lo primero P(lril nosotros es el ser de la diversidad de .su .~-d!dlO:
cado detalladamente Ul; sin embargo, no por dlo puede decirse que encontramos presente a la esencia en cada una de las slgmflcaClones
dicha relaciÓll se haya definido, ni que se haya manifestado con cla- del ser, pero no encontramos a las demás significaciones presentes
ridad qu~ es lo que hace que la esencia sea fundamento. Si nos tras· en la esencia.
ladamos al pasaje que trata ~x prof~sso del dqT¡ m, vemos que dos Tal presencia de la esencia en cada una de las otras significacio-
significaciones principales se interfieren colUtamemc:nte en los di· nes es descrita como referencia, como «relación l i t (l:p6~). Pero CUAn-
versos usos de esa palabra: dpl~ es comienzo y es mando; ciertamen- do se ttata de definir esa rdación, Aristóteles se limita a enu-
te, es en primer lugar «lo primtro ti ptulir Jt lo cual (TO xpmTov merar ejemplos: ~&7¡ O\l~ia~, ol¡G~ IÍ~ G';:J¡CI~, :':oI6n¡tl; G~O¡CI~. cId-
15111,,) hay su, devenir o conocimiento.JlI$; pero esa primacía no es ten, .feo;ión de La ~sencia, camino hacia la esencia, cualidades
fundamental, sólo defme el dpl~ en la medida en que el principio de La eseocia, cte., ejemplos en los que se identiHC3n Ucilmente
no es un simple comienzo que quedaría suprimido en lo que le sigue, aquellas mismas signifiaciones del ser cuyo estatuto común se
sino que, al contrario, nUOCll acaba de comenzar, o sea, de gobernar trata prccis.1mente de descubrir. El análisis del libro r, en d cual
aquello de lo que es comi= que rebrota siempre:, de «mover lo l. mayorfa de los comentaristas han visto una soluciÓll al problema,
que se mueve y hattr cambiar lo que cambia. 321'. En el pas3)e citado sólo nos eseña una cosa, por lo demis apital: los diferentes senti-
inmediatamente antes, ArUtÓteles ha nombrado además los tres cam- dos del ser se refieren rodos a un mismo término, el ser es un
pos en que puede haber fundamento: el ser, el dev=ir, el conoci- 'lpo<: h i.cTollnov. tPero acaso esta respuesta es algo más que la
miento. Pero aplicadas al caso de la esc:nc:ia CXltDO fundamento de las
misma pregunt. formulada de otro modo?
significaciones múltiples del ser, esas indicaciooes D05 darán sólo un
tQu~ sucede con esta ~ ? Una cosa es cic::rta: que no es
débil apoyo. Ciertamente, la G'~Gía es aquello &in lo cual las demú
una mera relación de espttie a género ni de atributo I sujeto, pues
signifiocioDes no serian, aquello que las mlllltiene constantemente en
en C':ISO contrario vo!.verlamos a caer en la siDODimia. Aristóteles
su ser, pues no puede concebirse una cualidad que no sea cualidad
distingue muy claramente d 'lpo<: '1'1 y el ltCla'lv~: las ~tegorílS
de la esencia, ni relaci6n que DO sea relación entre esencias, etc. En
este sentido, la Gi/OiCl, por respectO alas demás categorías, reptelell- que no son la esencia no bablan de (xatdl la esenc1~, no dtcen. que
ta sin duda el papel de fundamento del ser. Pero no es dP1:'i¡ en el sen- la esenci:I es esto o aquello; sólo dicen ,rl4ció" a ('lp") la esetXD; y
e5' coaexi6n, aunque sólo se ~de en el discurse, no es por dlo pu-
tido de fundamento del COI1OCCr: d conocimiento de la esencia DO ramente lógica, en el sentido de que 00 nace: del discurso, como 5t]-
prmite de ningún modo conocer las otras Cltq;oMas, pues ella DO es
ni esencia (si lo fuese, h.bría unidad de .significación), y ni siquiera
cede: con la auibuciÓ:CI, sino que sólo significa en 8, y, si~o uf, lo
entra a formar parte de su esencia a tftulo de g6¡ero (pues entonces desborda infinitarnC!lte. Sin duda, las categorías son mocWidades de
habrú sinonimia). De la escocia 00 pueden deducirse, entonces, las la atribuciÓD {ltllt-'lTop¡al. pero no por dIo la doctrina de las cale-
demás categorías: éstas son continuamente imprevisibles, y ningún gorías signifia, en absoluto, que exista un único género (xo:8'h)
anlÍlisis de la esencia l10lI dirá por qué el ser se nos ofrece como can-
tidad, como tiempo, como relación, etc., mis bien que de otro
modo m. Si bien la esencia en cuanto fundamento es primero ~" si,

186 187
de la atri~ci6n: e1.ser C? la ~a; el xpO; h nada tiene que ver con lodos esos casos .se da relación a un mismo término, la salud; está
una relación de atnbuciÓll, folDO que, medill.llte tal expresión Aristó- c:I.aro que la salud, ténnino de referencia, no es ella misma utllI. de 1115
:l~ru::a=ne~:tas~~ri~=:A~e el ser sea d lugar, signifiCllciooes de CSlI.IlO_: d fundamento es aquJ trasee:ndente a una
serie que 00 es sino 1lI. serie de sus propias modalid:Jdes (";l:cDCI~t;l,
. ¿Cuál es,. puc:s, esa rdación, más fundamental que Olalquier re- un poco 1lI modo como 1lI. raú: de una familia de palabras fundameDtlI,
l.aci6rl de alnOOclón, pero tll.IIlbi~ indudablemente mucho m.b os- a 1lI. vez, la diversidad de las significaciones derivadu y 1m parentesco
común. En d caso de lo sano no hay problema: decimos a un tiempo
='of:::~~esde~~ ~i~~¿:eb6~:6~: ~~7~ del hombre y de! aire que son sanos en virtud de llIgo así como una
en ge~rnl .(xpó; -n), haciendo de ella una de las categorías del ser. economía verbal; pero, si quisi&am05, podrlamO$ designar con pala-
Pero mm~latament~ vemos las inextricables dificultades. que pare- bl'lls diferentes esas dos significaciones de lano, e incluso expresar
ce conduCIrnos semejante observaci6n: definir el estatuto de las Cllte- mediante un juego de sufijos su referencia ((Imún a un fundamento
g?rLu del .se~ ~ediante una de esas allegorlu, ¿no es cometer peti- único: asl distinguimos lo sano de lo sanitario, lo médico de lo medi-
cl6n de pnnclplo? En realidad, hay que reconocer por fuerza que las cinal y lo medicamentoso. El easo del ser tiene muy Otl'll complejidad:-j
categorlas del ser se signifiCll;n entre si constantemente; el hecho de en seguida nos damos cuenta de que la esencia no es a Ia cantidad la °
~~~~: :~:r~Ia~~:I:v:sa~:se:O~b~rt::~~ob::ari¿~
cualidad lo que la salud es a lo sano o lo sanitario, y ello por una
razón t$l:ncial: las categorías no son los modos de significación de la
de que tOOa onegorfa tiene una esr:ocia, perteneciendo as! a la Cllte. tlenci" sino que tanto la eseneia como las dero&! categodas signifi.
gorfa de la esencia w. Pero la docuina posee otra particularidad más can, inmediatamente la primera y por relación. ella las demás, otro
me:reca:Iora de .• t~ón: la de que el t'énnino por respecto al cual término aún más fund.amental, que es el ur.
las .ClI.tegorias 51gnifiCll.ll el ser es 8 mismo una Clltegoría, una Mgnifi. En el caso de lo sano, había sólo dos términos: la salud y la serie
cao6n más .del. ~r, .entte OUll.S. EJ estatuto de la ~ es, poc tan- de sus modalidades. Aquí hay tres: el ser, la esencia y las demás cate-
te:" doble: 51gruflcae;tÓn. ~ ~r en~ otru y, a 1lI. vez, aqudlo en cuya godas. Por una pane, la esencia se distingue de las otras categorfu
VIrtud I~s demás 51gniflcaoones del ser son significaciones del ser; por ser funda.mC'nto de dlas; pero de olra pane, en cuanto que ella
1lI. esellCla, entonces, no está más allá ni más .cá de lu categotfu, misma es una categoda, no se identiftca con el ser en cuantO ser. Sin
~ podría ~perafSC: que un fundamentO lo estuviera, sino que es duda, 1lI. esencia es 1lI. categoda primordial del ser, hasla el punto de
e~ p~mer témullO.de. una .serie, o sea, de un conjunto donde: hay ame- que Arislóldes llega a confundir la pregunta ¿Qul tS ti ser1 con
rlondad y poslerlondad, y al cual pertenece ella misma: el funda- lqll~ ~s la ts~nda? »o. Pero ambas pregunlas coinciden tan sólo en la
mento es, en este caso, inmanente a la serie. Vemos ent0nct:5 hUla qué medida en que esta última es la primera forma que reviste aquélla,
punto son inadecuados los ejemplos engañosamente daros que Aris. una vez que se ha reconocido la imposibilidad de responder directa·
tóteles menciona para ilustrar su doctrina del xp'¡; €Y ).llOlllYQY, mente a la pregunta referida al ser en cuanto ser; pero no coinciden
cuando s~ trata de aclarar d caso de! ser. As!, e! ejemplo de lo sano, en e! sentido de reduór, en último análisis, el ser a la esencia: contra
~~tanto del hombre como deJ n!gimen o el clima, pues en tal confusión nos ha precavido sufióentenlente la crftieü a los e!éa·

. JJ1 Si i... isú~~ esu.dinirx:ión ~ porque~unosinll!,.pretes(por ~~: ~%: :::~f:ou~~:d~ry:IC:Jd:d~od~afa ~ilid~d~~~ la esen-
ejemplo, TI..l~T, "'. r, 2) la '&"OJWl, COl1J.idcrIndo ttmo eqWyalelllCl las a. La esencia no es, pues, el ser; y, sin embargo, por relaci6n a ella
pl'alOllCIad ""I:pr>:I~UT"''''''', Pero la ~dad CI que AtUtótdca las ~ es como las demás categ<>rfas significan rnediaUlmente e! ~r. De
~lA ~ adu~ mutuamentt: )J1"':l:!:' oim~oü•• m6'''',dUoi
Xpol;h•. <OO;.pot" eJ<:Dlplo, del término I"",,..,u. (lo mfdic:o) (Z, 4, IOJO b J). ah! surgen una .serie de problemas que la doctrina del xpo; Iv
&u. disyub<:"Sn ~ CXIIIfirmar nucatn illterpreud6p (qtH: CI !AD1bM!n la hl.jIU~OY no basta para resolver: si 1lI. esencia signiHca inmediabl-
o:k Co':U- ¡Ir r., 2,.I!.X))" 12·U), ~ la ruaJ dad·r,:l.rfoilo....... dcai&M
la rd&i6n o:k I~ ..ON"' S6Jo un úrliI:o fato (K, J, 10t>1 b 12) ~1lI. al
mente el ser, lo que le: confiere un indiscutible privilegio, ¿por qué
no basta para significarlo? ¿Por qué, desde el momento en que el ser
~<OIOOUlI .... I~ul {mdsentido<kl:pO<:l~u~).PeroJl'-

=-
se dice, ese decir se dispersa en utllI. pluralidad de significaciones? El
Intentado 1DOOlrar m otro lups (pp. 41-44),,. d uso de .... ·hxrÚl 11... llUeva
~ dedJo, QlleCltll putedd libro K Clapóerifa,,. t=da UlIa influencia
~r~~e~a:~t~ :kalasi~u= Lril:'~~i:n::
0'~~bat.~-:::e.::::.~ ~D~=:' o:k I:~ »o Tid'~,u;nóiau*~0WÚt;(Z,I,1028b4).
JJJ Cfr. pp. 179-181.

188 189
y esta pluralidad es llInto más irreductible por cuanto las distintas En segundo lugar, 'l sobre lodo, la doctrina dd ;t:pco: 1'1 h1¡;1'-~ .. t""
modalidades de la rel«i6n 4 ... , que c:kbe legitimar dicha pluralidad, por rtW que pretenda fundamentar la unidad del discwso acerca
no A:r;c: h~~~::O~sin;=,U;:n~~:i:n::
do. En primn' lugar, al hacer del ser un :::PCt; 1'1 )..1°1'-1'/0'1,
.leI ser, COIl5llgrD la fragmenlllci6n de dicho discurso en uD ~rs:o
liObre la esencia '1 otro discurso que no por tralllr de la esenca clcja
Je signifiar d ser, a su modo. No basta con hacer constar qw:: la
la homonimia no queda tanto suprimida como transfc:rida al :::poo: pluralidad de significaciones remite a una significación únka; pues,
del ::::p~ 1'1, las Clltc:gorlas del ser que no son la esencia 3Clban por ,.parte de que esa remisión sea oscura, ni siquien se ve ~r .q~ es
ser las múltiples significaciones de la ambigua rdaci6n a la esencia ..... necesaria, por qué d dUlcurso humano sobre d ser no ha de 5!gnIÍJc:u:lo
,le manen múltiple y dispersa. La doctrina del ll:p0O: h hl')p.lvo'l
UI Tol principio 00 IoeC1lCUellll'S,coroo inilile SllolPUCIO (Schol. 79.44),
en ningún tato de Arin6lelea. Sin <:lII1>o.rgo, y preocupados por siSlem&IWl acaso fundamente la unidad del ser, pero esa unid.::ld sigue siendo
la U1bl~ de lu categan.., R1a:unos dí.dpulOl (romo Arquil~, .iemp~ Ioellún problemjlica: la homonimia del ser DO es, sin duda, accidental, y por
SimpliCIo) y deltos comenlU1Sta. dc inspilRCi6n neoplal6nlCll (como Amm<> L"SO habla que superar la oposici6n, excesivamente sencilla, entre la
nio) vln a .,.fot'Zarse desde muy pronto por cstablecer un orden entre In al' sinonimia y una homonimia reducida a un «azar»; pero de que no
I~r!a', enlazándolas a.I $CI" ~ame un vlneu.lo racional. La máJ cohereme
tentativa en estc semido sed, en d ,i.glo XIX, la de Brenl.arlo, quien, daanl> sea. accidental no se desprende que deje de ser un problema: lo acci·
llando citttaI lugaencin de Santo Tomú, inten" .deduci~ bs calegol!n a ,len tal no se opone a lo racional, sino a 10 necesario, y 'de que la
pulir de la distinción emre ser por si (o esencil) y ser por II«idr..lt (cuyu homonimia del ser no sea cill:c "to;(l'lO: no se sigue que: se convierta en
IIJOdnlidada, oblo:nidas lambiin por di'li.i6n, conlItilUytn b. dem:\lI utqorlas)
(VO.. d" m ¡t1M:br.. !kdt..t , apee. p. 17'). Va hemos visto que, lranspareme para la taZÓn. El peculiar car:kter de la homonimi~ ~d
desde luqo, b dislinción enue In enqorfas 1610 era pOIible I:D. virtud de la ser reside en ser, a un tiempo, irracional (como todo homonimia)
dÍltinci6n, nW fwld:amema.l, entre ser I:D. RL"I0 J $Cr en pot<:Dt:i2 (dl. pp. .,,. l' inevilllblc (precisamente porque d 1O:0H..ll"lWc es aquI un o;;po.; 1'1):

~'kb::;:'~~,=¿;:~==liO:::::~
pramna a ID Ute&OlÚI la &i¡nificacianes lDúiliples <Id ser por si (4, 7,
alCllO
en este lefltido, ra1 bomoJÚmia es ese problema que nunca ha. dejado
.le planteársde a la Hlosofia y que, según la expresl6n.dd libro Z~ es
1017 a 22; dl. trd:I arn"bo., p. 16'), lo cuú impide que las ca:qot1as que no siempre «objeto de btUqueda y de dificultad•. FlOCtlvamc:ntc, 51 la
toa b esencia IClIn divisiones del se:!" por «nJnrlt; 2) Que la UtCjllUrias que
DO toalaaeocia oopuedm se:!"~ CI)Dl()divioiooa de bMXiJt1It.
homonimia es aquello que debe ser diminado (si queremos que nues-
li.UJ, pmqoc: d ao:cidmte no puMe se:!" ~, ni por lo Wlto dividido tro discwso tenga un sentido), y, a la Vet, aqudlo que, en d caso del

:~::~~~~~:~:::s~~o~=~~d :fu~~
,nolui,
B~_
una di·
1.0propio del hombre para soluciona.r, .mediante una búsqueda nece-
sariamente infinita, la radical homontmta del ser.

p. 643, pano r:char ab,a,jo CII.IIlqui~r intento de buscar un principio d~ dasifí:


cacióndeJascategorw.
J)l; Má. aún, \a. eate¡orlas del ser 'fue "O SOn /" esr..d" sJXlr= como Pero antes de saou las consecuencias de dicha problemática para la
las múllipla signifiadones de la r¿ació.. ,,¡ ¡....d<lmrnlo en ~eW, es dr:cil, ontología aristotélica, conviene responclcr a posibles ~jeciones contra
del ~ del "pO<; I~. Tl1lI ha.btt momado que lo UDO es, romo el se:!", un :t,.k.~
ul~' Arinótdd enW'eia dla ¡qla go:nenJ: .Una ve¡ que hemoo dur:idRdo
la interprelación que: hemos propuesto dd ltpo.; (v ).tTGlllVo~.
en awnOl sc:DtidoI le dice un lémiDo, nUtltn aplicllción debe referirse, en Una tradición que se remonta, según parece, a Santo TODÚs W,
cada e::llmoacióQ, alo que es primclO (1:~«' ~ .....), J lDOBtr2r cómo, en cada 1)tfO que pretende apoyarse en lexlOS de: ArislÓIdes, llama /ln/dagfa
casi6n, el tmwoo le dio:e p:lI" rdaci6a R ese fundamento primero, en eiec:tt:l, a la relaci6n enue el ser y sus signifIcaciones; y muchos intérpretes
ddc:rir5e~ a 'l'ttam '"'" eK fuDd:l.lDc:nto.III<lCOCD btcnlo,om modernos emplean de nuevo, sin crítiCll, d vtX:abulario de la anaIogla
OU'BallqorfzsdeeslelÍpo(lt<l't'ru.o...;~'pkeD<;¡..(r,2,l004.27).
E.le 1 = muestr.l eon duidRd el arkto:r que podrbmoa l.bnw- ",id•• de
~~~b~~(;::-~b.:::oU:¡~b=),I~~
laantidad,bc:ualit»d dlener dhRctt,ete:.LaublaarislotBicadelal
lll;W remitr, a fin de aPfl'$U" la relación de lu lignif>eacionel derivadas estrU:~~e~m~~ re"~~Jd~:Bia,~Ia
(p. ej., lo igual, lo .-mej.nte, lo idéntiw, "".) t'OI"I la signifiaci6n (lo UDO no procede de los oomemRristaJ ¡riegoII. al. loo latot do: SRnto Tom's ",a-
en cuanto aeocia), a aquello que 00 es otn coa que lu utegorial del S"' <loI mis .&bnle, p. 23), n. 494.

1.0 191
paTa exponer la teorfa aristotélica de las lignificaciones del ser DI. Si tienen un caclcter común (llI.lO'I,,), en cuanto que se percibe de al·
se tratara de una men. convención de vocabulario, mediante la cual gún modo en todu ellas esa misma naturaleu kgÚn la cual y por
se decidiese llamar analógico a lo que Arist6teles designa como Clya ClIU$l son nombrad.u como lo son, aunque no todas participen
1i:PO' ¡" l.qoIU"'''''', esa sustiruci6n podrfa 5er legItima. Pero ocu· de ella de manera semejante y en el mismo grado•. A panir de alú,
rre que la palabra tlnaiogÚl tiene en Aristóteles un sentido preciso, se comprende que «pertenecer:' a una sola cieocia el estudio del ser
y que jam:is se utiliza pan. designar la ralción entre las OItegOrfas en cuanto que es ser (m&o ~"')., lo cual significa, qún pn::cisa más
y el ser en ClJaDto 5er: por consiguiente, si Arist6teles hubiera queri. adelante Alejandro, ..en cuanto que 105 seres (~vtI;l) ptuticiptm de la
do decir que el ser es llmilogo, 10 habría dicho; y si no lo ha dicho, natunde:u del ser. J4I • Vemos cómo se hace mú precisa en el penu.
tal silencio 00 es mera inadvertencia, sino que ha de tener un sen· miento de Alejandro, pero modificándose a la vez, Ja doctrina de
tido. Querriamos mostrar aqul que la doctrina de la analogla del ser AriStóteles: aquella relaci6n a un principio, mantenida en la ambi·
no sólo es contraria a Ja letra del aristotelismo, sino tambi¿n a su nüedad por Aristóteles al designarla mediante Ja preposición 7:pÓ',
espíritu; con el pretexto de aclarar y explidtar, pero en realidad se convierte en una relación ().óToo:»)12 lógicamente -y acaso mate.
p:>rque el cristianismo había aportado una perspectiva metaffsica máticamcnte- determinable. 10 que para Aristóteles segura siendo
completamente distinta, que sustitufa el problema de lo uno y Jo oscuro (el fundamento de la denominación común) se expresa a par·
múltiple por el de las relaciones entre un Dios creador y un mundo tir de ahora en el lenguaje platónico de la comunidad y la partici·
creado, los comentaristas medievales introdujeron en este punto un paciÓn. Pues bien: precisamente en términos similares habla defini-
giro que, si bien ha sido decisivo en el destino de la metafísica occi· do Alejandro los sinónimos, unas líneas más arriba: .. Las cosas WlÓ-
dental, no por ello deja de ser infiel a lo que hay de esencialmente !limas comprendidas bajo un género común están en relación de ro-
problem:itico y ambiguo en el proceso de pensamiento aristot¿lico. munidad y de participación (XO.... OI... Ú H xa.l I"ttiX.i), de manera
r... doctrina del ::p'¡;:; l... lqólu... n. al no ser tantO una solución equivalente y semejante (ioottl"OIo; xai 01"01e<;) I la esencia repre-
al problema de h ambigUeclad del ser como una respuesta I su vez sentada por el género que es afitn12do de cada una de d1as; por d
"ClJestioD3dora. DI, habfa ya suscitado intentos de reducción p:>r par. contrario, las cosas homónimas, según el oombre que se les atribuye
te de los comentaristas griegos. Asl, Alejandro de Afrodisia, un un en común, sólo panicipan unas de otras en C\UnlO a ese nombre, y
largo y minucioso análisis del pasaje del libro r de la M~tjlfisicjl, nada más- Kt. Asi pues, tanto en el caso de los 7:p¿, ¡., ltTóp..uoa
concluía que los tinninos que se dicen por referencia a un término como en el de los sinónimos, hay participación en una misma !lItu·
único no diferían tanto de los sin6nimos, pues en ambos casos la uni· raleu, lo cual tiende a aproximar ambos casos, opon1éndolos con-
cidad del hombre autoriza una ciencia única (lo que, evidentemente, juntamente a los homónimos. Por último, en el texto citado, Jo
no sucede con los homónimos: no es una misma ciencia la que estu· 7:pOo; h lqóp..uo... es reducido expIrcitamente p:>r Alejandro a lo
dia el can·animal y el Can-cuoste!ación) MIl. Y explicaba Alejandro:
XIlO'¡ ... klTóp..no ... : el ser en CIlaDto ser no es ya aquel más allá
ccn cierto modo, tambi¿n se dice de estas cosas nos :r.p¿~ h
inaprensible, aquella imposible unidad dc sus propias significaciones,
).cTófu ...a,], pues guardan relaci6n con cierta naturaleza única, que

lloI Por ejemplo, RAVAISIION (EWlisIIT f,. mt14pbyJique d'AT., pp. 392·9J}:
~II= ~·lae~~.:,~::~;u:;t=~i(V~1J<lff::a:::lJrtl~;:::;dt:
d....~IJ,sqJ;-:~ de K. AIELos, que ... emplea I propósito de Herif::li.
10 (od...e .Iogos fondale\tr de la diakctique., en RtchnclNJ d~ pbi/osopbk, n,

ser~.~
prtIttSO de pen=nieDb)
a~NIo
d cxocit rlniu
p. en et:2D1O ser mI UlUl llCV'll1
en sentido
lDl
"",m« ArisrÓldell
"",," - modif><ar
"" su propio
que InllDW la jnl'"'l'rcuci6n de "* t"l,
_'u,,
~~Pe¡ ':a~~~:r= ~u:r~ox;~en~
estaNlo de los "pO:; 1.1.rI&p......, dado que ~J f. /HJ,ibilUiMl múmll d~ JntI~;-U
ci~tll:i4 /11 que J~ hIIJú pr«is"",nrl~ ~IJ twJti6n dt..tro d~ toJ. ni. probk.
mátiu.

192 '93
que parma ser en Aristóteles, sino que: se conviene, por una p1nc:, a:ro•• lo cual pctmitir:í al poeta o al orador emplear el cuarto en lu·
en el principio y fundamento de las significaciones ----papel que, en
~rat' ~~ ~:dc:~:J~:,ac~ ~)4J. ~sI~~av~:
Aristótdes, estaba reservado a la esencia-¡ y, por otra parte:, tal
fundamento es presenlado como Jo h de Wl I¡d' h. la unidad esen-
cial de un decir que se conforma ron atribuir iodc:finido número de
la tarde: es la vejez del dra, o que l. vejez es la :r
de la vida. Es
é5c: un proc:eder lingiiIstico que se funda en una relación mat"emátia; ....
veces el ser • lo que: es (aunque Alejandro no llevl1 su interpretación la proporción o igualdad de dos rdaciooes -. El ejemplo dado por
hasla el extremo de hacer del ser un gmero), y no ya como Iv AriuÓf.cles en la Etic. 11 Nic611faco (la vista es al cuerpo lo que l.
de: un %P~ b, la unidad problemática de una irreducible pluralidad inteligencia es al alma) pruc:1» claramente: que también en este plI58_
de significaciones. Se comprenderá sin esfuerzo que, entendido asi, ie la ana10gfa es cllIendida c:n c:1 sentido mate:m-'tico de proporción JSJ.
d estatuto del ser en cuanto ser haya parecido «inclinarse más del Si rc:cordamos lo que antes deda Aristótdes aceml de: las signi-
lado de la sinonimia.. que del lado de la homonimia 340. ficaciones múltiples del bic:n. d cual se: dice en tantos sentidos como
Pero una modificación asIlan s610 ha sido posible, por parle: de el ser)$1, la alusi6n a la analogía resulta clara. Lo que aqui puede ser
[os comemariSla5, porque parecía sustentarse en algunos textOS de: llamado málaga (aunque Aristóteles no presente esto como una solu-
Arist6teles, siendo el más importente de ellos el ya citado de la Etka dÓll, sino como una hipótesis) no son, propiamente hablando. la,
a Nicó/11uo, 1, 4, que ha permitido a los exégetas, mediante un cu· ~ip.nificaciones múltiples del bien. ni menos aún las del ser, sino la
rioso retorno, «puuonizan a Arist6teles, siendo asi que dicho texto relación entre las unas y las otras: la inteligencia es a la c:sc:nc:ia lo
i~ explícitamente dirigido romea la teoría plat6nica de las Ideas. que la virtud es • la cualidad, la medida a l. cantidad, la ocasi6n al
En efecto, c!q~ leemos en él? Que el Bien es hom6n.imo, pero que: liempo, etc.• y el Bien en cuanto bien es prc:ciSllmc:nte lo que hay
su homonimia D() es fortuita (Q::,j 'tUl'!';) JoS. Por consiguiente, dián óc: igual entre esas disúnw rclaciooes. Para que haya analogía. pues,
l'S preciso que: se nos presenten dos series, entre las cuales se esta-
105 comc:nrarisw, es inlencional (tiro a'OlVOIO:o;):I06; es una chomo-
nimia. que, paradójicamenle, tiene un sentido, y no es sólo una c;uc:s- blece: una rclación de: ténnino a término; en esle senlido puede decir-
tiÓD de lenguaje, lÍD() la expttsi6n de: una ~6n racionl.1. Mú se que las significaciones del bien (como las de lo uno) son análogas
aún: d propio Arist61dc:s parece sugerir c:1 posible contenido de- tal por rc:spc:ctO a las del ser,)'8I que: a cada ~gnificaci6n del ser corres-
cooc:xi6n: «¿Habrá que dc:cir que hay aqul homonimia c:n virlud de ponde: una signifiCllCÍÓf¡ del bien o de: lo uno.
una procedencia única, o de una tendeocia hacia un mismo término, Ahora biat, ~ dIo es así, el ra.:urso a la ana10gfa no puede: ex·
tenderse: a las sigoifiClJCiones del ser, tealrso que, por 00"2 parte,
~a: d~= ~e~i::Il;::=fí~~e~ i~tt:u=; ~isclaí:~~~~
sul;CSivamente• .I<1. ¿Qué sucede con esta analogla sugerida por Aris-
t6tc:les? Su sentido es daro, si nos remitimos a las de:finiciones que
~~t~~rbie~~t:st~~~~~:~lI~S~ydl~ ~~:;~fi~
1Il'S es la que autoriza a afinnar que hay una proporci6n. Pero las
reí::
de c:lla dan la Poética y la Retórica; en ambas aparece: como unn es· significaciones dc:l ser ¿con qué relacionarlas? ¿Con qu~ otra serie
pecie de la metó/orll, procedimiento general mediante el cual .. se tras- .Mt Ibid., 1457b 16 ts. Cfr. i\ln,'ó'.6,.1016 bJ' .•
lada a una cosa un nombre que designa Otru JoMI¡ se: hablará más cs- ~ Esa es íllotarnmte la ilUlllálld ~t<JmhrlC_ de Platón (dr. Gorgills, ~ 11).
trictamente de analogla en lodos los casos en que, dados al menos De esta suerte no..,. sorprendente que Aristóteles, fiel t:n este punto a la en.
cuatro ténninos, «el segundo es al primero como el cuarto es al ter· omanu de PbtÓ<!, designe con el t6"mino d><Zl.~ri" I.u reüK:iones <le justicia:
':m.40-'l<I~IlII\.... d><ü.~tl (El. Nic., V,6, I!JI >t 29).»orlo demás, la pa.
Idltu.t.éM¡~ a.a>.o-¡í<l, uenen el mismo sentido mat=rico de propomón al.
l" !(allrotnoW... t~ni.,.~(SIJ.l""'O, in Mnllpb,riI:iIJJf, 51,19-20 el Tn"n¡(Jl e, 32 t,69 b).
Kro1I). A1::t::ta.dela cm.-en:u imerprc:ucionc:sde
el1l docu::n., POUUJO. in
Úl~. ~k.,It'~: ~a::bi6. ,~~~ ~::ton:.~":ti. ~~~ d~~
,species de analoBía: la 1InII!c,f.rJt propordonll1iJ4J Y la 111/1IiD1Í" ú IItrib/t-
lOl Todas la dasif.ac:ioGcl de Iosbom6nimol ~ por bromm-
wistu &osc:ans.m dn est:l divisi6n fU!>dammul mue ~ m ~ y
ri61I (t$U última corresponderl. • lo ",...1. ~ de Arisuxm). Lo cieno
es~. sin dudo "'cwuo, ArUt6edel empk:o: si=1m' la ~.~ al. el
.~",.m. ~~ aro1.. Ro,p<, op. riI., p. 162, D. t9. La opcoici6n Que primer se:atido. sin qut pueo:b ena:mrn.ne al. ,g nostro -'¡uno cid squDdD.
.no clxT"Y.m. ~ loe mcuc:ntn. y:o. al. AIJsTOTu.u (Fis., n,', 197 11 t-2l. En el pasaje: ~ la Et. Nic., 1,4, 1096 b 26, la U>t1oti"(m el feOtidode pr~
JoI1 Et.Nic., r.4, l096bV. (JOI'CÍ61/) aparece, ail.do del oiy'i-..k Y de.lo ~"l.r-r4u'-. como una Ur-
JoMI Po/licll, 21, 107 b 6. Cfr. Rzr6r., 111, 4; 10, 1411111, b J; 11. arll foma" de la homonimi. que no es h<iWz"';'
1412114. lU Or.pp.17Q.ln.

194
más fundamental puede ponérselas en paralelo? Acaso haya que re-
5C dicen en tantOS sentidos como el ser, pero el hecho de que la
=:rk:¡ll~e~f=v:r:;bili~~asdJ :=:t t:nl~¡~eu:
no es en absoluto reversible. La multiplicidad de las significaciones
fórmula no sea revenible basta para arrombar toda ccoDvertibi!i··
.lad.. en sentido estricto: la pluralidad de las significaciones del ser
d:d ~ a?ara y ----podriamo.s decir- excusa la multiplicidad de las IKl puede tener el mismo estatuto que la plurnlidad de las signilka-
dones del bien O de: 10 uno; siendo más fundamental, es también
Slgrnficaciones de lo uno y del bien: al no ser la cantidad cualidad ni
tiempo, tampoco la medida es la vinud ni la ocasión, aunque estos más oscura. Hemos visto con anterioridad romo la homonimia del
tres últimos t~rmiOO5 eslio evidentemente emparentados. Pm> ¿por ser servÍl., por respecto a la homonimia del bien y 10 uno, de centro
q~ hay cantidad, cualidad y tícmpo, y no solamente ser? La plura- ,le rdereocill, principio de explicaci6n ~ual, O también de u/u-
lidad de las ,ignificaciones del bien (o de lo uno) es en últi..rno caso f.ium Jiflictdtlltum. En los T6piros lSO, habíamos visto que Aristóte·
ju,tiHcable; la del ser 00 lo es, al menos en el pIano' de la ontologfa: les establecía como regla general que un término es homónimo cllan-
Si el bi~n ~ 005 aparece bajo aspectos diferentes, que no competen .lo se emplea dentro de las diversas c:uegoriu del ser, y que aplicaba
a. una aeDCla común, es porque se dice según las difen::ntes significa. Jicha regla al caso particular del bien. En la Crltiu el EuJemo m, se

=:Su:! ~?ti~du~¡d:dedea;~fi~~ J jou: d=~:;;:ld:i ~= I~i:~lt~li~ u: :~~~caú~ib1:.Po:úl~


de las W8C10nes que sus dl~erentes significaciones mantienen con '11 el libro r de la Met4jbica :D, tras incluir a lo uno entre los xp~
ca~a una de las categorias del ser. Como se ve, d recuno al ser pero h hTÓIU~<l. mostraba con más profundidad romo las posibles re.la-
mlle respoooer a las dos preguntas: ¿Por qué el bien tiene varios ciones distintas entre las significaciones múltiples de lo uno y su
sentidos? ¿Por qué el Bien en cuanto bien es, sin embargo, algo más común fundamento (es decir, lo Uno-escncia) no son sino aquellas
que un mero /latu! lIocis? categorías del ser que no son la. esencia. En todos esos casos, la plu-
Ahora bien, ¿c6mo responder a esas dos preguntas cuando se t:1lidad de las categorías del ser aparecía como el hecho primitivo e
trata del ser? Si es cierto que el bien (o lo uno) tienen varios sentidos incomprensible, mils allil del cual no puede continuar el an~lisis,

~~:Oe~~á~:~t:en ~~J~::~s~s;j~:~r~~ddulib:mlosd:i:~~~:
porque el ser mismo los tiene, en cambio no es cierto, a la inversa,
que el se.r sea equívoco porque el bien o lo uno tengan varios senti-
dos. Y SI, con todo, el ser en cuanto ser conserva cierla unidad de (/ NicómlUO; el bien y lo uno, considerados al principio como meros
significación, no es la awlogía la que permitini explicar eso. El error bomónimos a ejemplo del ser, son incluidos después, siempre en vir-

~~~: ~t::~~e:b~d~:'~í~ =~ei~en~p:s~~e~~~


tud de su correspondencia con el ser, entre los :r.pOt; I~ )..lTÓI.... ~(lj
jKlr último, en una tercera fase, Aristóteles cae en la cuenta de que
al campo del ser lo que Aristóteles sugiere únicamente a propósito de el parnlelismo entre las significaciones múltiples del bien y las del ser
las significaciones múltiples del bien. Pero no hay texto alguno de permite comprender, en cierta medida, la homonia del bien (y de lo
:~s~~J~Erv~~~~i~eb~en~~n~u:nib~';'lt= uno), instituyendo entre sus diversas signific:aciones la igualdad de
IIna relación. Pero en este último caso, si bien la correspondencia con
~ pute,~qur:disti~ lIQIÚ~tn el aso de lo uno ,
el CMOdel bien. ~ cooc.ri6n enue lo uno, el aer el más eluect. que 11
queh., mue el bil;:n,rlaer: c.Elscr,lounolOO ido.'ntic05" IIOftUNlJOl..l
mo~.ClIla medida en que 100 conelam-o. mto: ú(~+ hol.dt", .nJ.Jll.«,)...
H~y identidad mue~. ''''0, hombr-e ~u, bombrea- (r, 2,1003 b 22, 26);
ll'II~lr'U que, ~pro:to al bien, ArisuXdc:s le OOIltml.a ClIQ afitmar que .., di«
m tamel IleDtidol; como el RT, lo que no implioo. identidad alguna Pero en
lo que., rd~ al probJem:o de la homonimia, dasodel bien i d de lo
uno ~ umne. opooieDdo ambCI al (2$0 del aer: las homonimias de lo uno
, d bien ap&t«m axno tlniwd.u de una homoo.imi.a más fundamenro.l que
i8,lab~ :;.(~r~~=~.tb:"~::"'l~~~4-.0alk~~~~~
idn eICOlbrica ¡qUn la CUI1 Jos lres IbJnjllQl 1,"J«tIdt"t"¡t~ (aer bien uno)
formarfan .iuema y podrlan auibuine n:dprocameme (m pa,rticuÍar b idea
de que el Itf el bueno, en cwnto que 0:$, =uh. enteramente e::Il~ al pen.

1" 197
en pie: si el ser es equivoco, 0, al menos, si su unidad depende de
111m relación dIa misJIl3 equivoca, ¿cómo instituir, y en nombre de
'Jllé, un discurso ú"jeo acerca del ser?

4. EL DISCtIASO ACP.JlCA DEL SER

Aunque el ter se diga de muchas maneras, Aristóteles no para:c:


IlOtIet" ~ duda b posibilid.1d de un disomo coherenle acerca de él
mando, al principio del libro r de la Mtta/ísÚ., afirma sin titubeos
l., ffistencia de una ciencia dd ser en cuanto ser llt. Podrfa sorpren-
,ler csl:l llp3rente ronlndicci6n entre la afinnaci6n de una radical
I'!nrnlidad de signfkaciones y la confianza en un discurso unificado
(o, al menos, unificable) ICC'rol del ser, si no hubiéramos aprendido
ya a distinguir entre las decl3fl1ciones progtllm~ticas de Aristóteles
y sus realizaciones efectivas. ¿Ha conseguido Aristóteles constituir,
,le hecho. una ciencia del ser en cuanto ser, en el sentido en que los
Segundos A1Ialíticos definen la ciencia demostrativa? La aparente
seguridad de Aristóteles, aun cuando haya engañado a los comenta-
ristas durante siglos, no debe: eximimos de plantear esa cuestión.
Pero la contradicción no se da aqul solamente enlre las intenciones
¡'i::s~~~~:'r::em~asfA~:s:~:í~~:~ismd::~~~i~~ssm~ecferi;~:
sentarse como el fundador de la ciencia del ser en cuanto ser, multi·
plicase Jos argumentos para demostrar que esa ciencia es imposible.
Ari~t6teles no ha admitido siemprl' que haya una ciencia única
,Id ser en cuanto ser. Recordemos que la polémica antiplatónica de
105 T6picOJ, la Elica a Eud~mQ y la Elica (1 Nic6maco se basaba en la

19. 199
el ser autoriza la analogía, ésta no puede aplicarse, evidentemente, en pi~: si el ser es equívoco, 0, al menos, si su unidad depende d~
al caso del ser, en defecto de otra serie más fundamental con la ¡;ual llna relaci6n ella misma equívoca, ¿cómo instituir, y en nombre de
pueda ponerse en relación la serie de las significaciones del ser. qué, un disrurso único ocen:a del ser?
. Así pues, ruando Aristóteles habla de analogía, s610 puede refe.
m'se a l~ que más tarde se llamará analogía de la proporcionalidad.
Ahora blen, para que haya proporción debe haber ¡;orrespondencia, 4. EL DISCURSO ACERCA DEL SER
y, por tanto,. debe haber d~ términos, o mejor dicho -pues se
trata de una 19ualdad de relaCiones- dos series de ténninos. Siendo Aunque el ser se diga de muchas maneras, Aristóteles no pare<:e
c.llo así, pu~e haber muy bien analogía entre las significaciones múl. roner en duda la posibilidad de un discurso conerente acerca de él
oples del bIen o de lo uno en su relación con las significaciones múlti. cuando, al principio del libro r de la Metafísica, afinna sin titubeos
ples del. ser; pero un.a pretendida analogía del ser no podía tener, la existencia de una ciencia del ser en cuanto ser 3$. Podría sorpren·
para A~ls~6teles, sen~ldo ~lguno. La homonimia por analogía, lejos der esta aparente contradicción entre la afirmación de una radical
de Sus,v,tUlr o de ~er Idéntica a la homonimia ;::p~~ lv, la presupone pluralidad de signfkaciones y la confianza en un discurso unificado
y remite a ciJa. Como hay oll:cgorfas del ser, y cierta relación entre (o, al menos, unificable) aceITa del ser, si no hubiéramos aprendido
ellas, por eso encontraremos significadones análogas y análoga rela. ya a distinguir entre las dedarodones programáticas de Aristóteles
ci6n entre las mismas ID en los casos dcl bien y de lo uno. Pero la y sus realizaciones efe¡;tivas. ¿Ha ronscguido Aristóteles constituir,
analogla no ~os ilumina en absoluto ni acero! de la pluralidad de las de hecho, una ciencia del ser en manlo ser, en el sentido en que los
categorías, m sobre la naturale-¿a de la conexión que mantiene con Sl:gundos Anafi/icos definen la dencia demostrativa? La aparente
un fundamento único;(ltp¿~ "I): el 1[pO~ del :n:po~ lv sigue siendo seguridad de Arist6teles, aun mando haya engañado a los comenta-
siempre ambiguo~. Yel problema de la ontología aristotélica sigue riStas durante siglos, no debe eximirnos de plantear esa cuestión.
Pero la contradicción no se da aquí solamente entre las imenciones
y el sistema. Aparece ya en el terreno de las declaraciones de princi.
n:~~tam~~n~~ 1~ ~~~c~p:(: ha;:~¡~ci~i:p=~ ~í~=fi~' pios: todo ocurre como si Aristóteles, en el momento mismo de pre·
Clones der,vadas es la r~lls.ma en el caso .del = y, por ej=plo, en el del bien semarse como el fundador de la cienda del ser en ruanto s~r, multi·
Emend,m,ento Medida Medida
plkase los argumentos para demostrar que esa cienda es imposible.
De::~~~dad~= Canridad,inferimos que~= Aristóteles no ha admitido siempte que haya una ciencia única
del ser en ruamo ser. Recordemos que la polémica antiplatónica de
= Esencia' Perola igualdad enrredosrelociOllesnooos informa en absolulO los Tópicos, la Etica a Eudemo y la E/ica a NicómlUo se basaba en la
~~~:c1bil7~~I= de Ja relación misma. La analogfa no puede eliminar
<le lo relativo es tan !iÓlo hom6nima por respecto a la de la esrn~a); .10 único
lSI! Serla fácil comprobar que los demás textos invocados por Jos comen. que es siempre lo mismo "" la rfltlCi6n que cada una de las signiflCllClOn<:$ del
tari!ta~ ":' faV<ll" de una. prr1endida anatOifa ?el ser en Aristóteles: 1) No
atanen. dJl'ectam~!lle al ser; 2) Presuponen, le)O!! de contribuir a eliminarla, ~~ciil~ ~::i~e 1: a~~~":s ~~n t":ÓI~~fi=~de ":~:':ldi;~~ q~~
~~a~~J~ r.lu~~J(k"t.t ~~ d~or~~'trYt: ~elhb~ p~~=O: g~~o{:~ permite cierta unidad del dOCul'SO a pesar de la radical ambigüedad del ser;
pero si nrcrsilamos recurrir a maneras analógica. de hablar es porque el ser
bl~n a PropósllO de Mu., Á, 4 Y :5, donde Arisrótele~ aplica el ténnino de es ambiguo, y la analogfa de tos principios no suprime, sino que supone, la
:~~~:a'Si;' ~á~~bi~i~~~i~;~;d:r.aE~ó~~ho~';::,d:1.~::~n~ tris~~
homonimia del ser. aro N, 2, 1089 h 3; AnaJ. post., 1, 10, 76 a 38 (aqul, son
Jos a>;iomas los llamados xot.... x«<' cfJ,,).orl"v), En esta analogIa de los princi
teles: ¿~sten P{lncJp~OII comunes a todos los ""res? Y responde:: hablando pios piensa Rodier cuando cree ver en cienos trxlos plat6nicosla prefiguración
CO!' P"?pirdad, no <:XlSten, PU"" enlOnCl':ll le
competirían al ser los mislTlOlS
:~~~I,OS~ ~M~~~~le: I~r~~~ ~:'at~ ci~:!~).róSíle:xi~~ ~í
~~ j~ 1::ci~:~l~:/.~l~ ;~~e2~~tted¡ ttt~::'~rJi~; 'f7:::: j:; ~:
52 b). Pero el punto de vista en el que Aristóteles se coloca ruando se trata
~sop:ci~¡~ ~en~~~~ l~ufor:a,,~~n~~':ci: I~~:"J~:n~::o~r= del srr en ruanro ser (y no ya de Jos principios), y que es el de la 5igni¡ictICi6>f,
limita considerablemente el alcance de esa influencia: en Platón, "" trata de
~~n~:: :ice:t~~c~~:, -:~rf~6:~Ie:~a~1a p:b~~stt e~iv~~~~i~r~al~nt¡ad
ran un papel tlnálogo, aunque no Idémico, en las diferentes calegOr/.., (A, 4,
1070 h 18, 26; 5, 1071 ti 26, ))). Volvemm a enCOn/ur aqul el mismo e•.
~r:';¡;m~u~f:i,fo E~,*c~:!=~od~~ie;:l ~!~r~~~,; :r¡: ~~~ del discurso, pese a la pluralidad de sentidos del ser.
l"J r, 1, 1003 ti 21

198 199
homonimia del ser a fin de concluir la imposibilidad de una ciencia ooce y piensa por reposo y detención.. lIil. Es \'erdad que, tanto para
única del Bien; a lorlion, y aunque: I!:ste: no fuera el tema explicitO Aristóteles como para Platón, se trata ante todo de oponer la segu-
de esas consideraciones, podrfamos concluir la imposibilidad de une ridad y certeza del hombre competente a la agit:lCión -tan natural,
ciencia única del ser. El texto de la EticlJ (J Eudtmo no admite duda ndvierte Aristóteles-- del alma aún ignorante: cMediante el apaci-
alguna al respecto: cA.sí como el ser no es uno en las categorías que RUlmie:nto del alma ttllS la agitación que: le es natural 5e hace pru-
acabamos de: enumerar, as! tampoco el bien es uno; y no puede haber dente: y sabio un sujeto», JIlt. Platón advertfa ya que el movimiento
una ciencia única del ser ni del bien»' JIO. Y no se tnta de: una frase que: creemos pe:mbu- en las cosas no es sino la proyección de nuestro
aislada en la obra de Aristóteles: en otros lugares hallamos &sarro- propio vl!:rtigo'l". Pero ni en Aristóteles ni en Pbtón esa exigencia
liadas razones muy fuertes que prneban, directa o indirectalTK'n1e, es 5610 psicológica: la constancia del sabio debe sustentarse en la
la imposibilidad de una ciencia del ser en ruantO 5er¡ rI.l:ones tan estabilidad del objeto. Asf, el era/i/o introducía las Ideas, realidades!
fuertes que Aristóteles nunca las rebatid por completo, ni siquiera subsistentes mis alU de las movibles aJY.lriencias, como condiciones·'
~~~~retenda constituir por su cuenta una ontología como de: posibilicbd de: una ciencia estable *. En Aristótoles. esa exigencia
de: estabilidad queda a5egtlrada, no ya por el recuno a una Idea U1IS'
¿QuI!: condki.ones hacen posibk que: un disrurso sea llamado
cenclenle, sino mediante la esabilizaciÓll en el alma dI: lo que habla
ccintifico, o bien (w dos e:x¡>re5iones son equivalentes para Arist6-
tdes) demostrativos (.h:0311ll:·ull:ill;)? Entre todas aqudlas que en·
de: universal en la experiencia. La sensación nos pone: en presencia
de «Ial sujeto que e::c:iue ahota y en tal sitio»' (tti&r tl Mi 'J;OU Mi
contramos ampliamente analizadas, especialmente en los Stgundos
Analíticos, y que definen lo que podrfamos llamar la idea aristotl!:li- vih) .l61. ~', por ello, depende de las condiciones cambiantes de tkmpo
ca de la ciencia, hay una que importa especialmente a nuestro pro- y de lugar. Pero por respecto al conocimiento cientlfico, tal objeto
blema, ya que diHcilmenle podrá rumplirse en el caso del ser en sigue: siendo indeterminado, cindifere:nciado»' JóI, mien.trlls no se d~.
cuanto ser: se tr:ata de la e::c:igencia de: estabilidad o tambi61 de deter- prenda, estabiliúdose, el universal que en 8 hay. ArIstóteles descri-
minación. Como es sabido, Plat6n oponía ya a la opini6n mudable la be la constituciÓll del saber cientifico como el J"l:POSO que alcanza,
ciencia estable, y Aristóteles reasume: por cuenta propia la conexión, en el alm:., todo ruanto hay de: universal en sus experiencias particu-
ya sugerida por el CrlJtilo Jw, entre nlcrri¡ll.'Il y GU¡~O:', entre la idea lares: a semejanza de como «en una batalla, y en medio de una derro-
de ciencia y la de: detención o reposo: «Según nosotros, la razón ro- ta, al detenerse: un soldado. se: detiene Olro, luego otro, y asl hasta
que el ejército recobra su primitivo orden!> Ji!'I. En términos más abs-
JlO El. Elid., l, 8, 1217 h JJ N. tractos, el paso de 10 plIrtirular a lo universal se: presenta como una
.l61 Se dJ, aquf, nos parIXC'. un nuevo aiterio que podrla ar.dine. todoa progresión de lo infinito. lo finito; y tal progresión es constitutiva
b propuau. por W. Jae¡er '! ~=iormente, • fm de lqUir la
evolucióa de
Arist6tdes. 1.1 tesis dcque"o b"einrci4lÚ1ÍUárl sn,,; tirl h~" QCIl'IIC'"
de: la ciencia, pues únieame:nte lo finito es cognoscible. ya que: es lo
único que puede SlltisfllCer la exigencia científica de estabilidad y
nÚCI~la~I:"~~ÍCI~~~~d':'~"= certeza m. Ast es como, en los Stgundo! Analíticos, mostr:ari Arist6-
emonces sobre lo impos.ibilidod de UII. cienci. única del Bien. Pero mis tarde, teles la superioridad de la demostrllción universal (es decir, refl:rida
cu.ndo Ar;stÓ{eks quien: constituir una ciencia de:.! ser en cu.ntO ser, 111>
pieza con su tesis allterior y se da cuenta de que los "'1!Umemos que 1'1 habla al univcrsal) sobre la demostrad6n particular: ..Cuanto más panicu-
mantenido contra la Idea del Bien se .plican, mu/a/is mutanáis, .1 ser en lar es la demostración, más recae en lo infinito, mientras que la de·
cuanlO s,er. No hay duda de que 101 esfuen:oa de AIUS'TÓ'nLES, en el libro r mostración universal tiende hacia lo simple y el limite. Ahora bien,
de lo Mu4/isk4, pan juniftear WlI ciencia del ser en cuanto ser (medi.me
1l'gUlDeII10I que, po:.- lo o:\emQ. no Sllponprl un Ktomo 11 plalCJlÚSln:ll, _
WII resp.au, o un c:orrcctOO, • _ propjo$ ~((III de b T6pia», loa
hpmnttos sofistiaJs 1 las EJ~ • ElUinlro '! • Nic6JfllICO. &11 ~
::m~=:';or~~~~uJ~:;s:d~d'Íis~i.
confQl"flle 11 cual Arill6te1es habr!. ido l1ej4ndose progresivamente de un pi••
tonl$mo inici.lmenre ell.eerbado. En realidad, el descubrimiento t.n radical·
mente lUltipiat6nico de lo OO",(",;m;4 J~ sn parIXC' ancterlstico del primer
periodo de AristÓlelcs, y pue<k dcrine que loda su obra lDetIfisia lenc\ri
nuDO único objetivo .tan..... 1aa consecue:nc:ias de ..:¡udl. primera .lirtrlXión.
Jw OuiJo, 074.

200 201
las cosas paniculares, en tanto que infinitas, no son cognoscibles: Así pues, lo universal es a lo particular como lo daro a. lo confu-
sólo en cuanto finitas lo son_ 371. so, o 10 simple a lo complejo, o, para emplear los términos que Aris-
El universal es para Aristóteles, por tanto, todo lo contrario de tóteles toma de Platón, como el límite (':tÉpa.;) es a lo ilimitado
un resumen o una suma de la experiencia. Es el límite hacia el cual (án,pov). Por tanto, si la ciencia es ciencia de 10 universal, ello se
tiende ésta, en el cual se estabiliza, y donde el sabio podrá reposar. debe ante todo, fa.nto para Aristóteles como para el Platón de los
En este sentido hay que entender el principio, a menudo aseverado últimos diálogos, a que sólo hay conocimiento estable de aquello que
por Aristóteles, de que sólo hay ciencia de lo universal. En esta exi· conllcva. un ¡¡mite.
gencia del sabio ha de verse otra cosa que un curioso gusto por las Ello supuesto, ¿qué sucede con el conocimiento del ser en cuan-
generalidades, un curioso desprecio por lo individuaL Es más: si se to ser? Si el universal aristotélico se definiera sólo por su extensión,
entiende por individual lo perfectamente determinado, entonces es entonces el ser en cuanto ser --ese ser que es «común a todas las
el universal el que posee la verdadera individualidad. Y si por uni· cosas>!> J74_ sería el término más universal, y la ciencia del ser en
versal se entiende 10 confuso, lo indetenninado, entonces es lo indivi- cnanto ser la más perfecta de las ciencias. Ahora bien, como acaba-
dual aquello que mejor responde a tal definición_ Se comprende as! mos de ver, no es la extensión de un término la que define su univer-
qne Aristóteles, al menos en un pasaje, se enrede hasta el punto de salidad, y el vocabulario aristotélico distingue muy claramente lo
llamar uiver:;al (xa~~).oo) a lo que en otros lugares 'llama particular general, lo comtín (xolv6v), de lo universal (xa66I..oo)m. Si bien,
(xCl.6'lxaotov). ya la inversa: se trata del pasaje, ~uténtica crux com- cuando nos elevamos del individuo a la especie y de la especie al gé-
mentatorum, que inaugura la Flsica, y donde se dice que lo más uni- nero, la universalidad -es decir, la simplicidad-- aumenta al mismo
versal es «más claro y mejor conocido por naturaleza» (t'IJ 9ilott tiempo que la generalidad, llega un momento en que esa conexión
oa9ú1tepov xal pUlpqllÍlttpov RJ • Tal pasaje, a lo que parece, se invierte, y en el cual un exceso de generalidad nos aleja de lo uni-
sólo puede explicarse por referencia a la acepción corriente, popular versal; es el momento, ya descrito antes, en que el discurso humano
y peyorativa, del término x(66).oo, que no posee aquí el sentido del resulta vado, por demasiado general. Si no hay ciencia más que del
universal aristotélico, sino que designa una especie de percepción limite, podemos no hacer ciencia de dos maneras: por defecto o por
confusa, sincrética, y que es general tan sólo porque es distinta. Como exceso. No la hacemos por defecto cuando nos quedamos en lo pat·
observa muy bien Simplicio en el comentario de este pasaje, hay dos ticular, en la diversidad de la experiencia sensible; no la hacemos por
clases de conocimiento «general»: en primer lugar, «un conocimiento exceso cuando superamos lo universal, el g¿nero, parll ingresar en la
global, confuso, debido a la simple consideración de la cosa, conoci- esfer:l de los discursos generales y huecos fI6. Así pues, lo universal,
miento más embrollado que el de la definición científica, Pero hay como todo límite, representa un puntO de equilibrio: si hay un infinito
otro conocimiento, estricto, acabado, que unifica todas las partes. (rí1te1PQV) por defecto de universalidad, hay lambién un infinito por
Este último es simple, y pertenece al orden del conocimiento in- exceso de gener:llidad. Al lado de la universalidad buena, la del dis-
tuitivo. m , curso científico, hay la universalidad mala de los parloteos retóricos,
y más bien que eUos Aristóteles siente a v«cs la tentación de prefe-
l7l A"aI. po~I., I, 24, 86 • 6 rir los balbuceos de aquellos filósofos presocráticos que, si bien no se
m Fis., J, 1. 184.18.
m SII(PUClO, I" Phys., 16, 34. Seguimo:'S la trnlucci6n de J.·M. Le BLOND, más universal y, por tanto, más simple; pero es menos rognoscible par. nOS-
Logique et MbhoJe chn /trislole, p. 287, tl. 3, que adopta también est. in rJlfoS, pues se halla más alejado de la experiencía sensible.
fI~ f. 3, 1005 a 27.
terpretación: en el tel:to de la Fisic., .a~.r~oo 00 designa el «conapto gene-
rab., sino «ulla especie de imogen genéric•... , al.&o que cs genenl por ser m Mientras que .aaó)..~ designa en ~neral la universalidad de! género,
ronfu5o~ (p. 287), Ch. asimismo en este sentido FILOPÓN, In Phys., 17, 24. se llama '0''''''' a lo que es común a varios g.:neros. Qt, p",1. a"ima/., r.1,
Por contr., 00 puede admitirse la interpretación de S.nto Tomás (I" Phys., 1, 639 • 19 (y COn frecuencia en las obras biológicas); cfr. ibid., 1, 5, 645 b 22
lect. 1), reasumida por BRIWTANO (vo" du mttnlligJ.chm Bedeutull~ ..., p. 196, Y en los escritos metaf/sk06 y lógieos la expresi6n .o,./li aóE'" para d.,.ignar los
Il. 314), según Lo cual los universales de que aqul ~e trala des,gnarlan los axiOllflff comunes a .... rios g6lero. (Me/., B, 2, 996 b 28; '1'J7 <1 21, A"al. Post.,
g¿"eTOS, m:1s eognO!!cibles par. n05Otros que la espeae por ronllevIU menos T, t1, 77 • 26-31 Y 10, 76 <1 38, donde los axiomas comuncs 50n llamados
determinaciones. Empero, aparle de <:lue el ejemplo del drrulo, dado por x.,,"; ,m:'d""l.ol"'.)' El I"de>: de BONlTl comete la falta (<Id /Jub.) de ignorar
Arisl6teles al final de! pa$aje, se a\"'ene mal ron semejante inlerprelltci6n, esta distinción entre .,,801.0~ l' .0 .......
una doctrina de ese tipo -romo, por lo demás, observa e! propio Santo fI6 AOl''';;:; mi ..".;;:;: como es sabido, ARISTÓTllLt.S emplea estos t6rmiD05
Tomás-- estarla en contradicción ron la enseñanza normal de Arislólelcs: en para desclasifi""r las especulaciones demasindo generales de los platónicos (El
ci«to, para il, el ginero es m~s cognoscible e" sí que la especie, porque es Eud.. r, 8, 1217 b 21)

202 203
no s6I.o para el hombre, sino para Dios): b. ~otali~, ~ ser inñni.ta,
habfan elevado aún hasta lo universal, por lo menos hablan pasado
su vida t"Il el traro cotidiano ron las cosas SCIlsibles S1I.
Por consiguiente, la cienci. apartte romo un lImite entre la dis-
::=~~íe*hJrír: =~~~cl: ~::~r: ~l:
tic un hombre universalmente compelente.
persión de las sensaciones particulares y la incertidumbre de las ge- Ahora bien: el texto de los Argumtntos sojísticos ¿~ par
~~~li~~:~~:ad::ó~~s~e¿i~s sdee:t~:;e~~os q~~X~~~nA~::~es:o~~ ...110 la constitución de una ciencia del ser en cuanto ser? Podna peno
snrse en efecto que ésta no es lo mismo que una ..ciencia de todas
tradietorias: toda ciencia es ciencia de lo universal, y sin embargo no ¡:IS ~as.: el ~r en cuantO ser no es la totalidad de los .seres, sino
hay ciencia universal, o bien: toda ciencia es particular. Si ·Ia primera ..lo que es común a todas las OO$as•. M~ a~n: ~a obl.etarse que
tesis va dirigida rontra los fisiOO$ presocnltiOO$ y reasume por cuenta la crítica de Aristóteles DO afecta a la cenoa urn,·ersa! OUStllll, o, al
propia el descubrimiento socrático de los di5CUr50S universaks, la menos, que triunfa a muy poco OO$te al reducir la un.i~rsalida? a 1;8-
signiliaci6n polémica de la segunda tesis no es menos cIara: se diri· infinidad, ya la considere como una totalidad en eItens1Ón, u:' infUIl-
ge en primer lugar contra las pretensiones soffsticas de disertar acer- lO actual que no seria posible agolJr, y~ como una ~otali~. en
ca de todo y poder dar lecciones, sobre cualquier tema, al hombre potencia, igualmente incognoscible en v¡rnxl de su indete~~a.
competente. Pero, más sutilmente, también va diriKida conUll. las o.:ión m. Pero si bien al razonamienlO de los Argumt!ntos SO!tstll:OS
pretensiones plat6nicas de constituir ---precisameme frente a los so- le falta aún precisión, constituye d testimonio, probabJememe temo
fistas- una ciencia del Bien o de lo Uno que, con el nombre de dia· ]Irllno, de una dirección de pensamiento que será ~nstanle en la obra
léctica, absorberla R las demás ciencias. :Il·istotélica: la desconfianza hacia todo pensanuento que pretende
Contra los sofisras va un pasaje de los Argumentos sofisticos en instalarse de entrada en la totali<hd, o que pretende --como esos
el que Aristóteles muestra que es imposible hacer el censo de todos malos dialéctiOO$ de que h:.abla el Filt!bo, que «unifican a t.ontas y a
los tópiOO$ posibles de las refutaciones, pues, para dio, hAbrla que locas.. llJ_ llegar a ella demasiado pronto. Cualesq~iera que sean
dominar la ciencia de todos los seres:Jlll; ahora bien, «tal ciencia no Ins formas técnicas que adople, el argumento de Anstót~ contri

~~~se~:niase:fj:i:r.~:an:::¡==~:r:a~en~
puede: ser objeto de ninguna disciplim. (lJg&llltcf' tiZ"'l'J. pues las
ciencias son sin duda infinitas en número (cfUlplJt), de IIWlef'1. que
las demostraciones lo son también. RJ • Al decir esto, Aristóteles pa-
rece querer mostrar en primer lugar que una técnica universal de la
refutaci6n es humanamente imposible de adquirir, al menos si se ,;",,':0 et~'=~:e=lt~~iu"~U:-no~ ~ ~~', ~~
I...r s! indeterminlda. aro Z, lO, 10}6. 8; 1'", 1039 b n.; Fil., J, 7, 191 •
admite que el refutador debe ser en cada caso tan competente como
su adversario: geómetra si refuta a un ge6metra, médico si refuta a ".I~ IJ?n 6~1~:X:o 21~ g:n~.S~;'i;¿IA;~· no p~isa en cu~ de los
un m&lico, etc. En este plano, el argumento podrla parecer tan 5610 ,~ sentidos hoy que enlender el l<!nnino <l::mpoY. Pero 1tC'D1pl'l: enuCll<ll: 11

~~:~a~t'=d~t t!;n~I~::~:t~~ ~: : =u~:e;=~: ::.~~::il: ~lOdedeaos~.~el~ :~,u:.~~~


~~e:: J::a~~%ó:e~~~~t=er:: :'í:=.~~
Pero el tato de los Argu1nt!ntas salístitas da de esta oposición una
explicaci6n no solamente psicológica: si es imposible una ciencia de
todas lu cosas, dio se debe a que seria una ciencia de las ciencias,
y bitas son infinitas. Una vez más, Aristóteles considerR como obvia
la jmpo~ibilidad de una ciencia universal en tazón de que una cien-
r.
=
ll~~.~ ~~~;/ 8~' ~M6/~; ~~r? ¡:7~fi' t'i; ~.; ~.~:
1069 b 19, 32; 6, t07l h 2&; 7. 1072 ~ 18. Por ~ ~ ~ ~ es

:~i~ca: :'M'a ~~~ ~~ c:n'=~ d:'


u:. E;:i~~: :~~;bonoet~Y;:jf:t~~e Plat~
. T\.1lrochaba a loa malos. dialécticos erl que pa!ll~an de lo. uoo al fi~IO o de .10
infinito a lo uno sin Un" tn cfttnl. /01 fUIlO$ lnurmcdlO~. Lo. educa de ArIS·
cia de lo infinito es imposible (y no 5610 para n05Ot:r05, sino en sí; lótelCS es nW radical: los fjl65ofOl' de la Totalj~ rons"ierll.l ~ lo U~
"'ludio qu,c: en realidad es 10 Infinim, coofundiendo ..1 P':lflClPIO mal~al
S1I Gnl.' Qm., 1, 2, 216.6. Clr.lk Codo, 111,7,306 4 6. falOl pasa- y principio formal; eso es lo que le ocurre al UDO de /uwtirIwKlro, rebeio-
jc:s apuntan a la .. diaMeticu de 101 ptl.lÓllia'l5. ....do por Arislócdes con el Infinito de Ananaoras' Me/.• A, 2 1069 h 1.9, }l.
1't" ..... ~h:=f,I'~,¡u-r.

.
111 (9,170. 21J. I'.ncuanm. P\at6a, si bien resulta poco_pec:hoio~ ~bcr confundido lo
Jl'f IhiJ. Uno y lo lnfmiro --pIII.':S >denlirlCl lo Uoo ~ el lími~e, a1. lIlClOI en el
:- E1.n.~::::Itm.~;"'floI'ClMaqu.ienJlORCIah::T<:T,to.'1~oü~", "übt;JyCD _obra notserilalo-, sueoncep(i6n de la dW6:tics noquedlJi
(P....r. • ";0., 1, 1,6394 3, 7).
2.'
204

j
~I:ar~ l~ i~=~b~:n~:l ~=r:~ :=~~Es~o~~j~I:~sl~¡I¡~~li;: '
I'rincipio el principio !lO. Sólo mediante este rooeo podrla salvarse
""a ciencia de la totalidad: semejante ciencia no seda, hablando con
los soÍlsU!s o Jos platónIcos, que sólo alcanzan la universalidad o la I'ropiec!ad -es decir, en acto--, una ciencia de todas las cosas, sino
unidad al precio de la varuida.d del discu.rso; sino que un argumento IIlla ciencia de los principios de looas las cosas Jf>, o sea, una ciencia
paralelo se encuentra en la polémica de Aristóteles contra los físicos .te los primeros principios.
y los teólogos, ya se trate del Uno de Parménides, del Infinito de De esle modo, habríamos detenninado en qué sentido es legitima
Anaximandro, de la Me2Cla primigenia de Anaxágoras, o incluso de 11M ciencia de la totalidad, y el problema podría parecer resuelto. Lo
la Noche de HesfodoJl$. De todos ellos poeirla decirse 10 que AriSIÓ- ."Stá en efecto, al menos de deredto, o, como diña Aristóteles, en si.
teles dice en panicular de Anaxágoras, cuya tesis todas l/ils CQS/ilS (:Omprendemos ahora lo que sería una ciencia suprema, que podña-
~slá" unidas (O¡.t.oo :¡;:.hw. xpi¡¡a.Il'ta) acaba por convenirse en esta OH'lI,
nada uisle en retlliJad: «Estos filósofos parecen hablar de lo inde- :::'e~~j'n:Io~:i~°s:06s:,~o~0l:l~c:td~ ,: T~~.t~~e..l
terminado, y, crcyeodo hablar del ser, en realidad hablan cid Inodo de: Jos físicos, sino un oonocimiento de los primeros principios
ne>ser»*. y una infinita capacidad para desarrollar sus consecuencias, una espe-
Sin embargo, cuando Ariuótdes describe la idea de .IlI. filosofía, cie de intuición originaria que captarla la totalidad en su fuente.
al principio del libro A, se ve obligado a introducir en la definición Ahora bien: ¿es posible semejante ciencia para nosotros? Este es el
de esta ciencia (t::uaf,tlll) es3 nociÓD de totalidad, y paralelamente rnomenlo de: recordar la primera reserva de Aristóteles: «Concebi-
la del saber universal, que en Otros lugares rechaza. Pues ¿en qUl! se
distinguirá el filósofo de los demás sabios si su saw, a diferen- :7bie.~ ~~f~ COaqU: i~~lk,l~saJ:¡~~~ ~=:e d~bt;
cia de los saberes parliculares. 00 se extiende a todas las rosas La idea de: la filosofía como saber universal ¿podri realiu.nc como
(h¡::;tllo/Y.r.! ÑV'ta.)? lCI'. Es verdad que Aristóteles añade inmedia- l-ooocimiento efectivo de los primeros principios? A esta pregunt:!,
tamente una doble reserva: «Concebimos d filósofo como aquel varios te:a:los de Aristóteles van a dar una respuesta no equivoca: la
que lo sabe todo en la medida. de lo posible r,;,~ haiXHa.t) y sin te- ciencia de: los primeros principios es legitima (a diferencia de uru
ciencia que lomase como objeto inmediato la TOI:alida.d); incluso, en
Dtt por ello b ciencia de cada cosa en partic:ular» -. El sentido de
esta última restricción viene precisado unas line2S más adebnte: po- cierto sentido. es indispensable (en cuanto que es la condición de
todos los saberes parciales); sin embargo, es imposible.
sett la ciencia de todas las cosas es ~r la ciencia del univcna1,
pues «quien <XlOOCC: el uni\'eI'$ll1 COIlOCe en cierto modo todos los 0IS05 Tenemos, en primer lugar, lo que, en el libro A de la Mtltl!ísutl,
objeta Aristóteles a PIaIÓD, quien, según dice, había pretendido «bus-
particulares que eten bajo él (::tb't'l td. {¡=o~i¡teva.)>> -. La aporía
car los elementos de: todos los seres» JlI2: probable: alusión a la con-
de: la totalid3d parece resuelta ..qul mediante el recurso al universal, ~ón platónica de: la dialéctica como ciencia univerul. JiIl . La argu-
que es desde luego una lotalidad, pero sólo en potencia: hallándose
mentación de Aristóteles es como sigue: todo conocimiento lUponc:
tan s6Io en potencia b multiplicidad de los casos particulares, el uni-
veI'$ll1 se suslrae a 1.. ilimitoción de éstos y puede CODSliluirse en acto
como la unidad de una esencia. El universal aparece enro~ como
~C:=~:~o ~op:ru7as'i.l t ;/=%~;ns~~~u:=
ciclos sus elementos), o de la inducción (que presupone la percepción
principio del conocimiento de los particulares, de la! suerte que Jos
discursos universales dejlUl de oponerse a la «ciencia de la cosa_;
pues quien conoce el principio conoce también aquello de lo cual es
:~::ck ~~~=~~~=o¡:s~~de::t~u;Ie~:
[OS más comunes? Para que dIo fuese posible, tendña que darse de:
anfemano un conocimiento anterior, que sería el conocimiento de los
- A,2,982.21 ss.
Or. m.:ls.rriba, pp. .1Oss
.1
)lO

)ti
aro d. pasa¡e de ALEJANDIlO Ot:kJo m.:ls arriba, p.
A, 9, 992" 22.
"~o n. H.
m ar.10ipasajeaenquecldial<!cticoelp~ntadoporP1l16n«rmo
cr.lWlnu~ (Rrp., VII, '37 eJ, '1 donde se dice que lA di.16:1ia loe refiere a
todas Lu (:()U$ (po, ejemplo, EulidmlO. 291 b-(l. Acerca de estos le:ttol pla·
16nicosYlurclaci6nconladial&ticaarisI0Itlic.,v6lsee1capltulosiguiente,
.Dial&tia y 001010801...

207
elementos de esos elementos. Pero entonces éstos no serían ya los pl'oposición a partir de principios demasiado generales: por ejemplo,
elementos más comunes, pues habría elementos aún más universales, 1m tcorema de geometría a partir de axiomas comunes a la geome-
que serían los elementos de esos elementos. Podóa acaso objetarse Il'Ía y a otras ciencillsJ\lS. Dicho de otro modo, toda proposición de
que cualquier ciencia se halla en la misma situación, dado que se una ciencia debe ser demostrada partiendo de principios propios de
apoya en principios que, siendo necesariamente anteriores, no pue- lal ciencia m. Pero entonces, pregunta Aristóteles, ¿en virtud de
den depender de esa misma ciencia: «Así, quíen comie1l7.ft a aprender '1l1é serán demostrables, a su vez, «los principios propios de cada
geometóa, aun cuando pueda poseer conocimientos anteriores, 10 l"(=»? Si lo son, sólo podrán ser demostrados en vírtud de princi-
ignora todo acerca del objeto mismo de la ciencia en cuestión y de I,íos más generales, que, en última instancia, serán «los principios de
las materias que se propone aprenden 394. Pero el geómetra, precisa-
mente, pl/ede poseer conocimientos anteriores; incluso debe poseer- '''' decir, en virtud de principios propios, al sujeto. Cfr. An~/. post., J, 9,
los, pues la geometóa depende de una ciencia más general, que es la /(,a8;6,15a35ss
JM Ari'16tele; ofrece como ejemplo la demostraci6n dada por Brysón .de la
matemática en general, y, a través de ésta, de otra ciencia más gene- ...,,,dl'atllra del eh·culo. En efecto, Brysón se apoyaba en el prll"ICipio 'lgulente'
ralaún, que es la ciencia de los principios más comunes, o ciencia del .,·,lIldondehaym;bymeno"puooeenrormarsesicmpre.unpunlO donde hay
ser en cuanto ser. Decir que toda ciencia supone un saber anterior 11,,,,,[dad~, y rondula (falsamente) que el drrulo era medra ptopordonal entre
significa reconocer que ninguna ciencia tiene en sí misma su propio ,1,,,, polígonos, uno inscrito y otro drCllnsctllo. PUC1tO que ambos pollgonc»
"'i,resentan, de una yOlra parte de1clrruio, un eIecsoy un defecto, que se
fundamento, y, por consiguiente, que hay una jerarqula de las cien- "Imúan indefinidamente si multiplicamos los Ind05. Según A1\IST6'l'l1.~ES, es
cias, dependiendo cada una de ellas de la ciencia inmediatamente an- ,'.e un argumento oof(stiro, y hasta «eristioo» (Arg. sofJst., 11, 172 a 1 ss.),
terior. Pero entonces, ¿de qué dependerá la primera de las ciencias, 1"""8, a fin de delllOSlrar lUla proposici6n gcomélrka, se apoya en una propo-
o, Jo que viene a ser lo mismo, la ciencia más universal (puesto que .~·ión demasiado general, que no sólo vale para las (igutllS {objetO propio de
es la ciencia de los principios que rigen la totalidad de las ciencias)? 1" geometría), sino para la CJntidad en general. En eierlO modo, OOmenta ARI5-
,ÚTF.l.ES Obid., 172 <l 7), l'S Como si se negase que fucra saludable pasearse
Sólo hay una respuesta: que, si roda ciencia depende de otra, emon- d,',;pués de comer basándose en el argumento de Zcnón. COlItt1l el movi,!,i~n~o:
ces una ciencia de todas las cosas, al no poder depender más que de 1'''<.oS eJl tal caso se demostrarla una proposición méd,ca mediante prrnCJpros
si misma, es imposible en cuanto ciencia m. "'lramo!dicos, es decir, válidos para otros géneros. El ejemplo de Brysón, que
I\ristóleles in~oca COlI frecuencia (dr. además de los dos tCItos ya citado!; dc
Un pasaje de los Segl/ndos Analiticos, en este caso dirigido contra tllla/, poSI., 1,9,75 b 40 ss., y Arg. rofíSI., 11, 171 b 16 Y 172" 2 ss.,
los sofistas, confirma indirectamente tal argumentnción. Toda cien- ,1".-,/. pr., tI, 25, 69 ~ 32; Fír., 1, 2, 185 <l 17: en este último tCItO, un
cia tiene como función demostrar una propiedad (-n) de un sujeto """,namiento an:llogo se le atribuye a Anti(ón), liene una p~rticulat importan·
(:::epl "tI), por medio de pdncipios (b "t\~l1ly)J!l6. Pero Il(l bastll "ia metodológica, pues ii\lStr~ lUl~ idca fun.lamental de Aristótdes: el diseur&(l
"¡',nlí{icc> es un discuroo propio de 5uobjeto, poroposici6nal discurooso/islico
con que esos prinópios sean verdaderos; es también preciso que 1". romo vetemos, dilt/klico), que, «~l no est~r limitado a un género definido
sean propios (QiJo:~kt), es decir, apropiados al género a que se refie- d~ cos~s, de hecho no dcmuClara nada» (Arg. sol!>I., 11, 172 a 12), aun cuan-
re la demostración lll. Por 10 tamo, es un error lógico demostrar una ,1" pueda llegar por accidellle iI conclusiones verdadC1~s. Esta tcor/a de Arin6-
Id.s da un oolllenidQ pro::iso ~ la oposición en= la cienci~ del hombre oom·
¡",lente, que se refierc ~ la rosa misma, y el pretcndido s:tbcr universal de
In,. sofista" que es vado (y non=ariamente fa1&(l) por detnasiadQ ¡¡meral.
l,:" lo qu alañe ~ [as m~tcm'¡ticas, esa t~..is de Aristótcics Ilcvarf~ a condcn~t
,'"alquier intenlO de sustelllar las propo,iciones matcmáticas en principios 16-
nkos: la tentativa de Leibniz plll'il deducir el cálculo infinitCSÍmal del principio
d~ contradicción p=tarb, a los oios de Arisróteles, el mismo vicio lógico
'1"e la ~rgumcntación de Brysón.
m Esta regla prohibe, no sólo tooaabsorción de una ciencia pallicular
l'Il otra más gener~l, sino también todo paso de una ciencia a Otra. En este
""mido, no cabc duda de queja persistCllte influencia de Ari"óldes had que
"" retrase la opa:rki6n de uno flsiea matemática, que sedo el prototipo mismo
'¡e la ~confusi6n de los géncros~ (cfr. A. KOYRll, Eludes 1'.~lilün"es: 1, A I'aube
d~ la lci~"u cli1ss;q"~, p. 17, n. 3): Augu,te Co... rn re~sumirá una critica dc
""piritu ariStOlélioo al condenar los abusosdcl esplrirn de Il"f¡/isis (cn cI sen
lido earlcsiano de rcducci6n de la figura a la magnilud) en nombre de la
.dispersión necesaria- del saber humano, fundada o su vUen la «inevitable
diversidad» de los "fenómenos fundamentaJcs. (cfr. Di~cours SUr l'espril
I,usili!, ed. GOUHIER, p. 198, y Cours de pbl/01opble pOli/IV/!, lección ))).

208 209
elementos de esos elementos. Pero entonces éstos no serían ya los
elementos más comunes, pues habría elementos aún más universales,
que serían los elementos de
esos elemenlOS. Podría acaso objetarse
que cualquier ciencia se h.alla en la misma silUllci6n, dado que SIl!
apoy:a en principios que, siendo neces:ariamente anteriores, no pue-
den depender de es:a misma ciencia: cAsI, quien comienza a aprender

r;:r:t~a~t oe:amk:tde~=t: ~~~:Sy i


la:s materias que se propone aprender. -. Pero el geómetra, precisa-
mente, puede poseer conocimienros anteriores; incluso debe poseer-
los, pues la geometría depende de una ciencia más general, que es J.

~it::~t~~ e~ ra~~~~i:'d: í:V;i:p7~a~t ::u~~~,ci; C~~d~edd


ser en cuanto ser. Decir que toda ciencia supone un saber anterior
significa roconO<:er que ninguna ciencia tiene en sí misma su propio
fundamento, y, por consiguiente, que hay una jerarquía de las cien-
cias, dependiendo c:lda una de ellas de la ciencia inmediatamente an-
terior. Pero emonces, ¿de qué dependelli la primera de las ciencias,
o, lo que viene a ser lo mismo, la ciencia más universal (pllesto que
es la ciencia de los principios que rigen la tOlalidad de las ciencias)?
Sólo hay una respuesla: que, si toda ciencia depende de otra, enton-
ces una ciencia de todas las cosas, al no poder depender más que de
si misma, es imposible en cuanto ciencia-.
Un pasaje de los Se«undoJ AmJílicoJ, en esle caso dirigido ronU'll
los sofistas, confinna indirectamenle la! argumentación. Toda cien-
da tiene como función demostrar una propiedad Í't"~) de un sujeto
(x.pi. "tI), por medio de principios (lit tl~(tl~)·. Pero no bastl
con que esos principios sean verdaderos; es también preciso que
sean propios (O¡'(l¡!l), es decir, apropiados al género a que se refie-
re la demostración Jfl. Por lo tanto, es un error lógico demostrar una

:; A'~~99~:m?Jó .qu( el pas* de Mtl., A, 9, 992 b 22.JJ. ARISfÓ.


n:u¡s conlÍnÚ<! (992 b JJ·99J a 2) con un .rgumcnlo qu~ ya nos ha:nos I~
pezado: ¿se diri que semej..me ciencia no tiene que ser aprtndid• • pulir
de prineipios llDlo:riores, sino que es in"at(l, ~'f'O'I'0< (alusión .. la II:0rl. pll-
rónica de 1.. rcmmiscmcil)~ Pero enlOnces, responde ArislÓldes, ~CÓloo po-
drlamos~, sin uberloOO$Olf'OS, la /MS poIenle ("t'i¡vIf'G"<Í=¡o) de las
cicncias~ Ch. mis .rriba, pp. .54-55.
JO(, Cfr. AJW. pod., 1, lO, 76 b 12-23.
Jfi A,w. post., 1,9. Útl prescripción tio:nt un senrido muy precUo daluo
de la t.eoria arisIOlBia. del süocWoo. El principio (¡~ 'tI-...;) de la ckrr:uuxióIl.
es el ImnIDo medio. Ahon. bien, en el sOO¡ismo aenúfico (que es el de la
primen f'&UJ1l. único que llen • una ..,.,.,clusión afir:mariva , uni,-enaI), es
n«eaario que el r&miDO medio putenc:za al mismo sénero que 101 e::nreDlO&:
nÚlDa'o, si se trlIlI de mlmetm; figum, si se trlIlI de flgUl'll$, ac. Si laI ron-
dición no se da, podri 1Jq:me. un. oondusi.6n .rriderlla!meole~, pero
no ., habrá de1ttostrdo verdaderamenle que la propiedad pet"ICtlCZa por si,

208
todas las cosas»: así, si quisiéramos demostrar los principios de la ,.[ contexto, según el cual vemos que una demostraci6n de los prin.
geometría, no podríamos ha<:erlo más que a partir de prin<:ipios an- "ipios propios de cada ciencia es declarada imposible porque seme-
teriores, o sea más universales, como el principio de contradicdón. ¡'tIlte demostración dependería de una ciencia universal La argumen·
Pero esta consecuenda contradice la regla anteriormente establecida, ladón deja de tener sentido si no presupone la imposibilidad de la
según la cual ninguna demostración puede referirse a varios géneros "kncia universal, imposibilidad que Arist6teles ha dejado estableó-
a la vez, es decir, que no puede demostrar una propiedad de un gé- ,la, por otra parte, hasta el punto de poder invocarla aquí como cosa
nero a partir de un prindpio que es también válido para otros géne "[lVia. Que esta denda sea dominante (~»p(<>;), que sea más «denda»
ros. Aristóteles <:oncluye por ello: «Es daro que los principios pro- 'luc las otras, o incluso que sea ciencia en el más alto grndo, nada de
pios de <:ada <:osa no son susceptibles de demostrad6n; pues esos """ altera en absoluto su imposibilidad: sería todo eso, si existiera.
principios serán los principios de todas las rosas -lOO y la ciencia [.~~, sin duda, irrefutable que Aristóteles se complace más en descri-
de ellos será la más alta de todas las ciencias {Ilup,a 1tá~m~) ... hir los supuestos méritos de esa dencia suprema cuya idea barrunta
Semejante denda sería dencia en un grado más alto, o incluso 'lllC en proclamar su imposibilidad. Pero una breve observaci6n basta
en el más alto de los grados (0.., h,oti¡¡.o."Ij h.s¡~r¡ olr¡ zlli ¡.o."D.o~ Ilal ¡.o.d- p:lra volvemos a la realidad: «Sin embargo (lIi), la demostrnd6n no
)..,o,a)>> 001. El tono solemne que Aristóteles adopta para hablar ';C extiende de un género a otro» 00». Una vez más, por lanto, una

de esa ciencia suprema que sería la denda de los principios de todas "i~ncia que pretendiera demostrar los principios propios de cada gé-
las cosas ha ¡nduddo a error a muchos comentaristas: de <:recrlos a Ilcro por medio de principios comunes a todos los géneros es imposi.
ellos, el autor de la Metafísica no puede haber querido decir que una (,le; y añadiremos: es imposible aunque sea la más alta, la más útil,
ciencia de la que habla con tanto respeto y que se parece tanto a la la más indispensable de las ciencias.:N.
ciencia de los primeros principios, tal como por lo demás querrá él
ITÚsmo constituirla, es inaccesible, o sendllamente imposible...La in·
terpretaci6n restrictiva de este pasaje .......Jice rotundamente Tricot- .h- que AriSTÓteles presenta la ciencia del fundamento, a la vez, como I/ecesaria
es inaceptable» 462. Sin embargo, es la única que está dc acuerdo con " jlllP<Jsib/~, mientr:ls que el comentarista, tomando sus deseos por r....tidades,
"",sidera la "ecesidad de wnejante ciencia como razón suficiente de su e!<is-
<OJ Hay aqul una bra.Quiolog(a: debe~tendetsequelosprincipiosde/os "",,cia. No son de Cl<trañar, por tanto, lns dificultades haUadas por los imérpte-

~rl ~~sa~~iH:rdee~ri~~~~r:.e¡:a~ ~~ q~e,r:t~t~~rr~~~ :"~l~rco~s;u~~


que se deducirla" los principios de cada eo&a n? podrlan ser más que los
principios de todlH las rosas, o, mejor dich<;>, que SIlos principios de cada cosa
dependieran todos de una solo y misma CIencia, 6;ta no podda ser otra que '''' hay ciencia dominante_ (Ioc. cit., subrayado nuestro), lo que no está lejos
la ciencia de loda, las cosas. .1,. ser una taUlologla. En realidad, lo propio de una ciencia dominante_y
«11 Ana/. pOII., l, 9, 76 (J 16. Nótese, en este pasaje, el deslizamienlo del :.:~.~~~.te de 'U imposibilidad_ seda que tendrla que dominar varios .te-
futuro hacia el optativo
~ Ana/. post., !tad. J. TRICOT, p. :52, n. 4. F.sta i~tetptelnción ha sido «» Anal. posl., I, 9, 76 a 22. Trioot traduce el ~j por .5ea romo seu: tero-
soslenida ¡:>OC PACIUS, 1" Ar;Iloulis Or1.anum commmlar",m, p. 29?, y parece '""'" a,í que hay rnp.ruro, y no continuid~d, ron el dCl;urollo precedente, y que,
admitida por el P. ¡-J¡ BLO~'D ~ su COfllCtltario al De {htrl,bm atUmaUu!ll, r,
;n 639 a3: «SiAris¡ótelcsconstdenalgunasv~slahipólesisdeunacienci.a l"r~ntriaih~~~ler:i:aet5Cm:..;:~~dere=~m¡:~~~e·un autor que,
que fuera univetsal{dr. SCKu"doI AnalllicM, 1,9, 764 16... ), parece en todo ,." este puma preciso, se acordará muy probablememe de Aristóteles: Pascal.
caso que lo hace para ttthazar tal.upuesto. (p. 128). Pero la mayotía de 1,," Ene! opúsculo De l'esprü g€ombrique, muestra a lo vez que e! conocimiento
romentatinas han dado de este tato una interpretaciÓn que podtlamos llamat ,le los principios (ptimetas premisas de la demostración, términos primeros

~i~:'1~~:~~~~~~JJ*~;~5J.~tÉ:~~ªfui~~~:~
,1<: la d~inición) es lo condición de todo conocimiento ulteti?t, y que este
"noocimleoto es, sin embargo, imposible. Al menos un conOCImiento tal de
1,,,, fundamentos es inconmensurable COn lo geometria y, más en general, con
'n,k. ronocimiemo humano: «Lo que sobrepasa la geometrfa nos excede... De
ddmento mÍImo dc 10041 las CIem:"IS VllCll"rÚl. Por clO dcbe haber una CIenda "h1 que, según parece, [os hombres se hallan en una impotencia natural e io·
a la que compela C01loccr 101 princ;p;M;o. (E!emenla 10gi(rI tlrilloulelle, p. 160). "'utable pata tratar cualquier ciencia según un orden perfectameote llCabado.
Trendelenburg ha VIsto bien lo que seventll. en el problema: está en )uegoel (O~ /'espril g¿omitrique, ed. meno BRUmcHVICG, pp. 16:5, 167). Para Pascal
fundamento mismo de las ciencias paniculares; pero ni por un instante duda ,,,mo para Ari,tóteles, hay al¡¡o de IrtÍgico en el conocimiento, que podr1mnos
de que Aristóteles COf]sidere posible. una cienci4 de ese fundamento,.siendo r<:sum't en la fótmula paradójica de la Imposibilidad (al menos humana) d~ lo
","Cuario. ~Las partes del mundo están de tal suene relacionadas y concale.
:~( aqu~:~ 1: ~;:ilii\rd~~nd~e ~~~:~;~~esci:c7:.tEl'~:'p~~~ :~f~n::; ""da, una. a otra., que me parece imposible con<::lttr una sin olra y sin el
de lo que podda''',," llamat mterpret.a?ón mlemal'zanle, q1f~ niega las ~n. hxlo. ({t. 72, p. 355), y, sin embargo, «no lo sabemos todo de nada., se nOS
tradicciones, e incluso las simples dtflcultades. Aquf, la dlftcultad provIene ,,,,,,,pa la telación de cada COSa COn [a toralidad. Habrfa que añadir, cierta-

210 211
El cnrácter dispersivo del saber humano es, pues, un hecho, que
podría justificnf, como mlis tarde en <:Omtc, una concepción positi- ¡íltimo, esos principios comunes son al mismo tiempo principios pri.
vista de rl,icho saber. Pero ese hecho no puede ser aceptado como meros, pues su posesión es necesaria para conocer cualquier ser; y
la1 por ArIStóteles, pues pondría en cuestión, como vio bien Trende-
h~~ ~~~~¡~~~: =íon===~~e~an~es~~e:e:a&:I~i~c::~
~~::s::' e1rt~:~r:nc~:l~rj~~iff:rtidl:X:s::m~s.p~; modo, In ciencia del su en cuanto ser pretende cumplir otro de los
particulariJ:!; se rcliere a una región detenninada del ser, pero sólo {':ltaCleres generalmente reconocidos a la ubidurfa: el de ser la ecien-
puede sustentarse en virtud de la elucidaci6n de su relación con el cia teorética de los primeros principios y las primeras causas••U.
ser en su totalidad. De ahí la sigukmc paradoja: un mismo Aristó- Ciencia de h totalidad o, más exactamente, ciencia de los principios
teles anuncia la corutitue:i6n de una ciencia del ser en cuanto ser de todas las cosas '1', es decir, de Jos principios comunes o, también,
d:efi~da de entrada por su no-particularidad «16 y demuest!"1l que toda ..le los principios primeros, esa triple concepción de la ciencia uni·
~enctl en tanlo que: ciencia es necesariamente: particular. Podrfa 00. versal revive, sin duda, en el proyecto aristotélico de una ciencia del
,eIarse que resulta difkil atribuir a Aristóteles uru>. contradicción tan :;cr en cuantO ser '!l. Pero al mismo tiempo la critica de las pretensio-
burda; que 101 ugu~IOS má5 arriba. referidos iban dirigidos contra nes que platónicos y sofistas tienen que constituir una ciencia uni·
la retórica de los $Orislas, Is dialéctica p1at6niCll o las filosofías preso- versal parecía destinar semejante proyecto al Encaso.
cr:iticas de Ja Totalidad; y que la ciencia del ser en cuanto ser tuvo No es una de las menores parndojas de Aristóteles el Iut~r de-
que ser concebido por Aristóteles de tal manera que 0I0Ip2Se a di- mostrado largamente la imposibilidad de la ciencia a la que uni6 su
chas críticas. Pero ya hemos visto que. a través de la polémia contra nombre, Pero seda demasiado fkil atribuir dicha paradoja a una
106 presocnhicos. los sofistas y Platón, era la posibilidad misma de inadvertencia de nuestro autor o, como a menudo se ha hecbo pan
una ciencia de la Toulidad, de los principios comunes o de los pri. explicar sus aparentes y demasiado numerosas contradicciones, al
meros principios (expresiones tOlks provisionalmente equivalentes). estado inacabado de sus trabajos. La dificultad (cuya fonna cmtali-
l~ <ru:e se hallaba ~[a en tela de juicio. Y no cabe duda de que la 7.1da, dirí:tmOS, es la contrndicci6n) representa en AristÓteles el mo-
mento esencial de la investigación filosófica: es tlporfa, es decir inte--
~=~.del ser en cuanto ser reasume por su cuenta esa triple pn-- fTUpción del proceso de pensamiento .:1, y su solucioo es la condición
En primer lugar, la ciencia dd ser en cuantO ser patttt ser da- de una nueva puesta en marcb:J., Pues ela buena marcha (.rh:opíll)
ra~te heredera de la vocación sinóptica y universa\ista que. como furura 5C: confunde con la solución de las aporías precedentes. <11.
atestlgua el comienzo de la M~t4ísiu, va ligada a la idea general. Ahora bien: resolver una apoda DO es eludirla. sino desarrollarla
mente admitida de la filosofía G¡ pues el ser en cuanto ser es elo ro- (&rn:opt,"Ill); no es dcjarb de lado, sino hundirse en ella y reoo=.
múo a todas las cosas.·, lo que ese dke por excelencia de la tota· l. de paMe a parte (1M:). 'Axop~"', lIuT.:o~¡Y, .tr.::0PI'iV: no adYa'ti·
lidad de las cosas. -, y la ciencia del ser en cuanto ser se define ex· riamos la originalidad del mc:todo aristotélioo si desdei'iásemos el 5C:-
presamente por su oposici60 a las ciencias partkulares .111. Dicho roo HUndo momento que es, a decir verdad, esencial. c1nve.stigar sin re·
n~ás prcci~i6n; II semejante ciencia. incumbe el estudio de los princi· correr las difiC\lltades (lfvl:l 'to~ &1l'J:opf¡"1l1) es como si camináse-
1~IOS O llXl.omu comunes, es decir, de aquellos principios que, no mos sin Stlber dónde var.lOS, exponi6xJonol; incluso a no poder reco-
stendo propios de lal o cual ciencia particular, y sí, empero, presu-
puestos de todas, no son de la competencia ni del arinnético, ni del '11 r,.l, lOO} lo 1}.
geómetra, ni del flsico 411 , ni de ningún sabio «particular•. Y, por
:~ ¿¡/'r:si, ~~, t'I~' ~~I98';: ~ Jos RteI en awItO $ereS «be
men~e, que ~ PaKllI, lo tr:l¡ico ar' '41tJtiolUUlo, y, por eso mismo, ouperaOO bien~.!: : ..
rf~,1os principios
mú ciertos
« todas 1.. aIUS; pua
~ M.~6=C:: ~:::.=
«lIS
:r.:rn: :;'~l:~:t~,
Váse aIao mú miba, p, 210, n. 402,
un fr.laso: lo que ·l.SSóIo ... yu.... concq>ción«lacienciau..IiVCTUlddin¡tiyametlte~
uda p?r ."-!ist6tel~: la qu,e le: .tn"buirf. romo ooteto. ya un infinito lO lICto,
«lIS r,1, lOO} "23. yalD1lftfll1l1odc l!1<ktwnlnllCl<m, roncepci6n queatnbu~. Jos presoeriticol
(dr,lI1:(a arrlboi, pp. 204-2Q,.).
A, 2, 982" 7.
«D
o r,.l, 100'" 27 .M .Eslar en la apoda es, para d pmsamiento, ha11ane lO un al.do
IlCmcjanle al de un homb~ encad.-nado: romo ¡g, no puede .vanurl> (B, 1,
:;: ?'"í.\~.l ~82t ~,; a/'~~~'~~;P~'}~: 1060 b , ... 'J9'~I~ }rl~·I:n995;i~,c~~ITNi:.:~:1,a4,a~~¡b ~~ '.:i:'~i=' de la
'" r,', 100,.21-100" 1.
te,
' ! "porb es dacubrimiento_ ('11 l.iY.lI'.'tlJ' u=opW' '''¡na" ~,),
212
213
nocet si, en un momento dado, hemos encontrado o no lo que bus- rcnc:iasl' 421, Pero, de otro lado, la pertenencia a un género implica
clbamos.'I', h exclusión de los demás géneros: «No es posible pasar de un géne.
En nuc:stra búsqueda de un discurso único acetea dc:l !;er, nos In a otro. <UZ, ya sea e:n el plano de la generación U" ya en el del
hemos t~ado con las dificultadc:s inherentes al proyecto de una discllrso: «Se llaman di/emites por el género las cosas que son irrc:·
c:iencia del ser en cuamo ser, TaJes dificultades se: resumen en una ,Iuctible. entre sí (¡1~ avd.iJH<ll lld'tEpGV ti, 8ó.upGv) o que no
aporía fundamental, cuyo desarrollo radical nos pondrá acaso en c:1 pueden comprendc:rsc: en una misma cosa. Gf, «No hay camino de Ja
camino de una nueva partida. Dicha aporía podría fonnularse según 11M a la otra. GS, dice en otro lugar Arist6tc:1c:s. A diferencia de la
~tas tres proposiciones que Arist6tc:les sostiene una tras otra, y que, unidad c:spedfica, que es un alto siempre provisional en la búsqueda
sm embargo, son de: tal naturaleza que no pueden aceptarse: dos de: de: una unidad siempre más alejada, la unidad genérica es el último
ellas sin rechazar la tc:rcera: lérmino, mlÚ allá. dd cual la búsqueda de: la unidad se: convertirla en
1) Hay una ciencia del ser en cuamo ser. "VCTb31 y \'xlu, La unidad específica se: confunde con el movimiento
2) Toda ciencia se reíiuc: a un g':nero dc:tr.rminado. mismo en cuya virtud d discurso universaliza; la unidnd genl!rica in·
3) El ser DO es un g6'lero. dica el punto o:t:remo en que la realidad proiu'bc: llevar mils adelan·
te el movimiento de: universalizaci6n. La primera es .biena, la se:-
sunda, cetTIKia; porque: una apresa d IIlQVimiento dc:l discurso )'
otra la realidad de: las cosas. Se: comprende, por (anto, que la unidad
La primera proposición ea, como hemos visto, la que: abre el genérica tenga una contrapartida, 00 conllevada por la unidad espc:-
hbro r de la M~ttlfísia c: inspira, si no el contenido de: dicho libro ófica: mientras que: las especies son, en ciertas condiciones, reducti·
(que:, como hemos mostrado por otra parte'"', nada ti=c: de: ccientf- bies unas a otras, los géneros son irreductibles e incomunicables unos
firo. en c:I sentido arisrot8ico del tl!:rmino), sI al menos la seguridad. con otros, Imponen una parada, al parecer definitiva, al discurso
con que Aristóteles aborda en l!l una de las tareas asignadas a la hU!112no G ,
~=es~ ser en cuanto ser: d establecimiento de: los principios
4."1 I024h2.i.oICOIII.-.riDsreprcsmt.andc:&50at=nodeunidaddamo
La segunda proposición no hace sino resumir todo cuanto ha de: bdikttnda, Son cooltlriosllqUdlor; Itributos quedifiercn.<Ú," ti ;tllf·
rior tlt "ti .isltlo ,limo (dr. C6l,~, 6, 6 11 17; Nft., 4, 11), 1018" 27;
~~~az~ :;nci~ ~ ~c:;ae=~%caq:t~= T,4, 10,., " »). 1.. coomricda;l. rq>remta d cuo de CIpOIid6n lIIlDCilu (Qln-
p'libIeCOllbUDidId~.P<JI"tlnto,DORr'extnfooque.de:loscon.
Si nos remitimos a los distintos sentidos de: la palabra Tiw~, que Aris- Inriochayluno.o:ieDciaónicu(B,2.996.20; M,4, 1078 h 27).
tóteles enumera en el capítulo 28 del libro .o. de: la M~tt1/ísjC4, vemos oW MI"tlI~"llIro''l.;oiU401~o!~ru..l'''''o6xl=-(Md., 1, 7, 1057.26).
~ «El hombtt ~ al hombro-, J' ..sto coomra ""IUfII' (~"",u)
:;ti~oidf~i;C: :;;l~t:n~ ~~o=~ets~r ~etid~ l=t(J~:~ d c::ab&lIo eoamdra al mulo (Z, 8, 10» h 32). ImpolU poro que 11. bioloP
moderna Imno: np«ie 11 IOjtlO de UIlII kr bioIógK1I que Aristólm IIn"huye
que aqul no se opone tanto a la especie como a la diferencia): no es d :IMrO.
casualidad que el mismo térmioo designe: «la generación continua de: QI 4,28, 1024 b 10.
sc:teS que: tic:nc:n la misma forma. (o, por mejor dc:cit, d principio de: o O,)"I:t.,,6¡¿.,.1~ffi>¡M.(MfI., 1,4,105" .. 6).
dicha generación), Y aqud.lo que: hace que: las figuras planas sean lIa· .. Vemos uf que enrre g/litro y fJpuie hay UDI dilcnocia que no el

madas superficies, y los sólkios, sólidos 01. En ambos casos, la pet. s6Io de gtado, lino de ""luWeu. l.I noción de.a..; (a=t:I de b aW ~bc
notI.I'Ic: que: liff.irlCl Ullto la 10m/ti o 11 Idell ~ la fJP«i~) el de: OI"lgeD
t~ncia a una misma unidad genérica conlleva una doble cara, po5i. socrilico: significa lo que el romún a (1"" mulripliddld dc «IPf que llevan
uva y OC'gativa: en primer lugar, implica. que: las diferencias (indivi. cl mismo IlOIIIbre. El Tfoo>; (cuya 5isnific.c:í6fl OI"i¡inalmmle biológia pone:
duales en el caso de la raza, c:spedficas en el c:aso del discurso) se de relKve Aris!Ótdesj csú anparentAdo con 11 F~ hipoxrilia, que, 1 dile-
mantienen en el interior de una cierta unidad en virtud de la dc:pc:n. rencia dcl.U~ ClIUlI reaIi<bd sin rdaci6n. con cl di5CUltO, pues rqm:senLl
IoqueCl«JlllúnIJ.sa~esb'lf,6no"'<1S_At;r;yg.deesuinluptetlci6ndl:
:~: =~~; ~n~t~i:~d~t:f~:eoro °esd~e:fs:j~:dc:~:s dJe~ I1 t'~, hipocrilica y di: la dw1idad (ya visible en Pbtón) entre el ~IO de
vistl del .¡~<>; y de la 'l'b.;.. \~ P. KUCHAKSK1, LAs cM",i"s Ju f'rHJIf J"ns
411 B, 1,99" 11 34. /,s IÚmiera J;,logues d, PlaIOlt; Parls, 1949 (y ya .Forme el nature ou la
'It Or, mtl arriba, pp. 121·01 y, m~s adclan~, el capitulo .DiaUctica <kus chcmill.l du llIVO" d'ap,a les dialo¡¡I= de Plaloo., &"u, de Pbi/os.,
Y Ofltologf.... 1937, pp, 4U·99). EstR misma dualidad de illlpiración, que hemos IC!v«tido
UI 4,28,10241129 11.
YI I pfO¡>Ólilod<:olfOproblcml{cfr. p. 173, n. 289),CI su¡xrO, nooo.lllIl<:,

214 215
Siendo asI, afirmar que toda ciencia se refiere a un ginero es re· L"U:mto ser) tropieza con la irreductible dispersión de los seres, no
cordar que toda ciencia lo es de lo universal. Pero decir que cada resulta sorprendente que represente d punto de tensión extrema en
ciencia se refiere sólo a un género U1 es recordar la COtluapartid'l de 'lile el discurro significa más rosas sin por ello dejar de tener una
la regla precedente, a saber; que, si bien es preciso akam:ar el univer- ~igni(¡cación univoca.
SJi.I para constituir un discurso científico -es decir, que no sea s6Jo Así se explica que, en el capítulo del libro !:J. en que analiza d
discurso, t<ino que remita a la cosa misma-, no hay que sobrepasar h::,.mrno rho<;, Aristóteles mezcle sin lemor las referencias biológicas
ese universal definido que es el género, so pena de caer en la vacuidad '1 la raza con sus precedentes análisis acerca de la significación Tras
de Jos discursos demasiado generales. El género es, pue1, ese algo, el haber definido como «diferentes por el género aquellas cosas ,cuyo
'n, al tual (r-ep¡ .&) se refiere la demostración al, o, más bien, en sujeto próximo'~ es diferente y que son irreduclibles entre sr o no
euyo interior se ejercerá la demostración olll y de donde no podrá salir, pueden ser comprendidas bajo una misma unidad_, añ:Jde: «así ocu-
ni siquiera al ascender hacia los principios, sin caer en razonamien- rre con todo lo que se dice según las ClItegorías diferentes dd ser, pues
tos soHsticos 01. El género es la unidad en cuyo imerior todas las entre las cosas que son dichas ser, éstas significan ya una esencia, ya
proposiciones de una ciencill presentan un sentido univoco: un sen- tina cualidad, ya alguno de los modos que han sido anteriormente dis-
tido aritmético si se trata del número, geométrico si se trata de la tinguidos» w. Y Aristóteles explica en seguida por qué el hecho de
figura, mis en general matemático si se trata de la canlidad en ge· decirse según diferentes ClItegorías basta para atestiguar que hay
neral, ele. No es extraño, pues, que el punto de vista, flsico en su lliferencia (real) por el género; «Porque estos modos de significación
origen, del género, se una al punto de vista «lingülstiro.. de la signi- .'>On irreductibles, tanto entre si como a uno solo. U'. De esta manera,
ficación: así, las categorías son llamadas a la vez géneros más gene· la multiplicidad irreductible de las signifia1ciones del ser es aqui pre-
rales de 10 que es y significaciones múltiples del ser m. Géneros por f'.Cntada -al modo en que, por otra parte, ya lo habla sido en un
referencia a la «región.. que circunscriben, son significaciones múlti- texto de los T6picos'lS- como la expresión o el signo de la incomu·
ples de un discurso que emplea, a pr0p6sito de todas las cosas, y em- nicabilidad de los géneros: todo su~ como si d vocabulario físico
pezando por la c6pu13 en la proposición, el vocabulario equívoco del del género no hiciera más que traducir de otra forma el resultado de
ser. Si, como hemos visto, el género es el lugar en que el movimiento los análisis de Aristóteles acerca de las significaciones dd ser. La
urnversalizador del discurro (movimiemo que tiende hacia el ser en tesis según la cual cada cimc:ia se refiere a un solo género, con exclu-
sión de los tesUlntes, no es por lo tanto nueva: aun ntando pueda ser
establecida por otras vfa5 01, no hace sino confirmar el descubrimien-
por Ari$lóteles, modi.nte su leona de una relación jerárquia entre 11 especie 10 fundamental de la homonimia de] ser.
yelgénero.
al De todo lléMM hay una ciencia. ciencia únicl de un ~m'T() único_
..
(,,::a;v::o~ '-K.,...
31. ll,o~ ... \1,1(1 l",em:~l)) (r, 2, 100J b 19). m Hemos visto que 5e trataba del sujeto de la dtfinid6n, no de II dt-
GI a, 2. 997 11 8 d"'Íl0llap i. ~'\"." .1...., mi >;&pi T' "'"
Cfr. Mf:t., "...,¡¡, IIIOflrllci6".
n,. <i::ó&l~l~. Ver tambi~n más arriba, pp. 208-210. w .0.,28,1024 b JOa.
(llJ Esta prttisión es necesaria, puo la f6nnula .ntelKlr no puede «sigoi- U4 0Mi ¡ti¡> l~"= tMU."'=, ••:.ú!~ ciUr,u oi1:'.:¡; b l' Obid., \024 b 1'). Nó.
flCll' que d género l a el sll~/o de la demostud6n (o mis bien de la roocI.... lde que ArislÓlela emplea el nmmo tbtnioo (oI.>ll~'Ia,), a propósito de las
sión. o decir, el I7ff:n(ll'). En efecto: Uendo el atribulO más univena1 que el .i¡nifiaciooes del ser, que d anpiado UI\R& Iíncas má arriba (1.11) a pov.
Sll;"rO, no podrla decirse nada del Bénero si" JIIlir tUI thrno,. el wieto de la [>ÓI.imdelost"'~·
demoauación no o, pues, d t;énero, ¡ino el ~ f:lrwc/kdo (uf, el sujeto m Or.máarribo.,pp.I7Q-J71.
de las PropoIiciooageométlicaJ no o 11 figu... .. en general, sino, po!" ejemplo, -u.AsI.lairtedUCIibi1idaddeIOl~estiyalnunciadaenlasdivi­
el polígooo o el trián¡ulo), Si a VC'CelI al gálero se le llama Sll~to (irJ::OXÚtu....,..) s.iooes de .la «sensación. (I¡:r&>pt~): r, 2, 100) b 19. Or. AJ<aJ. post., r, 111,
(.0.,28, 1024 b 2) o mllleri4 (5bl) Obid., b 9·10), debe entenderse que es ftl 11 38. BII\JNSCIIYICG se indignará ,,"le C1ta lesis, que ..~ h=:r depender
sujeto ulll de las diferencias en la deflllición, y no sujeto lógico de los Itri. rus divisiones de la ciencia ¿e las de nUOitros semid06 (L'el'pbience humainc
butos en la demo&trRCión. cl /11 ciJusllli,; pbysique. pp. 339-40). De hecho, en nombre de tI! principio
"lO TI! es el Kntido de la crítica que Aristóteles hace a a.[}'JÓn. Ver más condenará COIolTE m:i& tarde las teorías cmi!iv.s u ondulatorias de .la luz: cA
.niba, p. 209, n. J98. r>esar de todu lu suposkiono arbill'llrias, los fenómenos lumiDOSOl5 constituí-
~l AttmI de 1.. ategorías como "l"uos, cfr. .0., 6, 1016 b JJ; 1, J. r:in &Íem¡m: una alegoría Sil; ttlltriS, neces.ari2mente irreductible a cualqu.ier
10H b J,; 8, 10'8 " IJ. Sobre las eatcgorfas oomo sit";/iNciOlfts, cfr. .0., 7, "il'll: una luz 5erá eterIwDenu:: het~ a un movimiento o :o un sonido.
1017 " 2J: E,2, 1026 b 1, Y los numt:r'O$Ol5 puajcs en que la enumeración de l.as consideraciones fl$~ misrnu le opor¡drlan invencibkmente, • falt:o
lasatcsorlI$SUttdealldttlaraci6npn:liminard.wliro='J;..llo:x~;dt.Z, .Ie Olro$ motiYOll, a lil:IDej3nu:: oonfu.sKin de ideas, en vinud de las arllCtaa
1, 1028 " lO. ilUlu:rablo que díwn¡;uen profundamenle el sentido de 11 villa, ya SCI del

216 217
En cuanto a la tercera proposición, cuya incompatibilidad con el " de 10 Uno una idea universal y, sin embargo, univoca OJ. Con lodo,
proyecto de una ciencia del ser en cuanto ser hemos indicado más Aristóteles no se ha crcJdo eximido de dar una demostración expll-
nrriba, a saber, que el ser no es un género, no se desprende con me- \;ita de dicha tesis. Tal demostración se expresa en dos argumentos
nor claridad de todo 10 dicho l'Interiormente. En primer lugar, resuha \le carácter técnico, expuestos en diversos pasajes de los T 6picos y la
(le In definición del g¿neto: si el género es una totalidad cerrada, qu~ ilfeta/ísica. Esos dos argumentos son bien conocidos; la Edad Media
t<ln s610 une a condición de excluir, la idea de hacer del ser el género las parafraseó a menudo 4-10, Hegel recordó al menos uno de ellos, y,
de todos los seres, el género universal, aparece de entrada como con- más recicntemente, han sido objeto de exégesis minuciosas y, según
tradictoria. Podemos hallar una confirmación de hecho de esta impo- parece, exhaustivas ololt, No hará falta, pues, insistir mucho en ellos.
sibilidad teórica en el análisis psicológico del paso al universal, tal No obstante, los resumiremos, a fin de examinar su puesto y su valor
como Aristóteles lo propone en un pasaje ya citado de los Segundos 1',," en el conjunto de la perspectiva aristotélica.
Analiticos: el descubrimiento del universal tiene como efectn, según En primer lugar, podrlamos observar junto con Aristóteles, y en
vimos, una especie de detención del alma, de tal suerte que, consi· contra de un platonismo que identificaría el Bien y el ser, que el ser
derado en su génesis, el pensamiento del universal se presenta como no tiene contenido inteligible. Pues, si «no es posible que nad.1 de
una serie de detenciones sucesivas: en primer lugar, la experiencia 10 que es univetsal sea esencia» 4C2 (pues la csencia es siempre sujeto,
desordenada de lo sensible se estabiliza en esas primeras unidades cn tanto que el universal siempre es s610 predicado), entonces está
claro que lo que es más universal será también lo menos esencia. El
inteligibles
versales, unaque son parada
nueva las especies; «después,
se produce entre hasta
en el alma, esas nociones uni-
que se detie- i",,",
. ser, siendo el predicado más universal, será, entre todos los términos,
nen en ella, por último, las nociones no repartibles (dV-8p~) y verdade· el menos susceptible de convertirse en sujeto de una proposición. El
deramente universales» m. La propia experiencia psicológica mucslra, ser se dice de todos los seres, pero, en rigor, del ser no puedc decir-
pues, que la ascensión hacia el universal conduce, no a un universal se nada. En términos de 16gica clásica, diríamos que el ser, teniendo
único, sino a una pluralidad de géneros indivisibles» '», más allá de lIna extensión infinita, tiene una comprensi6n que, en el limite, es
nula. Arist6teles presenta este argumento bajo una fonna algo dife-
los cuales no podemos elevarnos. Si, colocándonos en otro punto de
rente, pero que a fin de cuentas viene a parar a lo mismo: no pode-
vista, interpretamos el género como la unidad máxima de significa- mos definir el ser+ll, pues ello s610 sería posible haciéndolo partici-
ción, la tesis el ser no es un género será sólo una nueva formulación par de un ~oero aún más universal (si es cierto que el único sentido
de lo que Aristóteles llama, en otros lugates, la homonimia del ser. utilizable de participar es: «recibir la definición de aqueHo que es
Esta tesis se halla, por tanto, muy poco aislada en el aristotelis- participado») ol‫ס‬i<4; pues bien, el ser, «al afirmarse de todo lo que es»,
mo, e inspira, en particular, todo un aspecto de la polémica anti-~la­ resultarla afirmado también de su propio género; llegaríamos asi al
tónica: aque! en quc se le reprocha a Platón el haber hecho del BI\~n resultado de que el género participaría de aquello cuyo género es. lo
cual resulta manifiestamente imposible, puesto que el género no tole-
<cnt¡dodelojdo,yaddtaclOop~ión,.(CoursdtphilosopbitposililJe,lecc ,}3, ra que se le atribuya aquello a lo cual es atribuido él mismo oI('i. Por
t. n, pp, ,0'-106 de la'" ed.). Mas, ~ pa;ar de la oone::á6n que ~tablccc consiguiente, no hay género del ser ni, por tanto, definici6n del ser,
Brunschvicg entre estos dos t""tos (op. ell., p. 3.39), no parO':<' que ArIstÓteles,
más sutil en este punto que Cornte, haya pensado, entre otro:; ...motivos.,
jXlra fundamentar la irteductibilidad de los géneros, en la distinción de los
sentidos de la vista, el tacto, etc. Pues hay génAeros, comodl',cantidad 'J aca,oo,
J"," • Q\I Cfr. más arriba, pp. 170·174
~ Cfr. espedalmente Santo TOMÁS, In Mel. n.· 432, p, 14' (ed. Catha1a);
d tiempo (sobte este último punto, ver Ross, rislole, tlll . rancesa, pp. 1 , Summa leof., 1., q. 39, a. '; De VerÍ(ate, q. 1, a. 1 e, etc.
197; BROcKER, ATi!loules, p. 13.6 ~~.), que no se fcvcla~ a talo cual srnudo +n L. ROB1N, La Ihéorie platonicienn~ des ldén el dn Nombrn...•
particular, sino tan 0010 al sen/Ido común. Cfr. De ~mma, l.!, 6, 418 a 17; p.136ss.
~1~' ~'l~'~ lJ :;;~ed~u'r~' 2;3Irís~Jt~~44~I~ ~~i~~ d:~r:;:;e l~é~~ ~i~~: oI(l Mu., 1, l,lO'} b 16.
+Il En todos estos argumentos se trata en realidad del ser y de lo uno,
tentes se ofrecen a experiencias sensibles diferentes (y no necesariamente a que desde este punto de vista plantean el mismo problema, ya que el ser y lo
sentidos diferentes), del mismo modo que serM objeto de ciencias diferentes: uno ..siguen el uno al otro» (d,ol..ouO.¡y dU~J..o\~l(r, 2, lOO3 b 23): !Odo cuanto
igual Qisprn;ión hallamos en la sensacién y en la ciencia, porque la hay antes es ser es uno, todo cuamo e$ uno cs ser (aCCtc:il delos.lfmites de esta «conver·
en la ualidad (o al menos, como veremos, en la rell1¡dad dd mundo sublunar) tibilidad», cfr., no obstante, más arriba, p. lJ3 n, En hvor de la claridad de
m Anal. post., n, 19, 100 b 1. nuestro designio, nos limitaremos aquí al caso del ser.
-oe Es decit: que no son divisibles en una diferencia espedfic"~ y un género oH' T6p., IV, 1, 121 a 11
más universal (dt. J. TRlCüT, ad (oc.). ~ lbid., 121 a 12.

218 219
representa el pensamienlO de Arist6teles), ~rra que el ser y 10
ya que la definición coruiste en introducir lo definido dentro de un uno. sicndo ..lo que más se afirma de la totalidad ~e los seres.....,
género cuya especificaci6n es. Si la definici6n es eUa misma exp~i6n
debieran ser principios en el más altO grado. Pero -mterrumpe aquí
de la escncia, la imposibilidJ.d de definir el ser resultará signo de Atistóteles- .. no es posible que lo uno o el ser sea el género de . los
una deficiencia mú radicaJ, a saber, la ausencia de una esencia del seres.. · , tesis inmediatamente justificada 11 uavés de un razo~len·
ser: «No es posible que el ser sea una esencia en cuanto unidad de- tO de reducción a! absurdo: si el ser (para lo uno la demostraCtÓll es
terminada, distinta de lo múltipk (m; iY 'tI rapd 'td ",Ud), paralela) fuese un género, conllevaría diferencias, .generadoras de las
pues es un término común (ltolvli...) y sólo existe en CUlUltO predicado especies' pero esas diIerencia.s serian seres ellas mJsmas, ya que todo
( IUlnrrr:[ill¡L'1)· .... es ser, ; de este modo, en el caso del ser, el ~ro le s:erla a~~ido
Pero si bien se ha mostrado de ese modo que no hay género del a sus diferencias. Ahora bien: eso es impoSIble. Tal LOlposlbiltdad,
ser, aún no se ha mostrado por ello que el ser no pueda ser él mismo presentada aqul como algo inmedis.ramente resultante de las ooci~
un género. La precedente argumentaci6n sólo explicitaba el hecho, nes mismas de género y diferencia, es demostrada aparte en el h·
sin duda evidente, de que no hay género más universal que el ser, y bro VI de los Tópicos. La raz6n i~vOOlda es: que si el género fu:ra
de ahf sacaba consecuencias tocante al discurso sobre el ser, que no nfirmado de la diferencia, sería afirmado vanas veces de la espeoe:
puede presentarse como definici6n del ser. Pero de que el ser no pue. primero directamente, y después a través de 1~ ~iferencia; as!, si lo
da definirse no se concluye todavfa que el ser no sea nada. Lo único racional fuese animal, se haría superfluo definir al hombre como
que prueba este primer argumento de Arist6teles es que se da cierta animal racional, puestO que [a racionalidad imp1icarí~ ya l.a animali·
impotencia en el discurso, particularmente radical en el caso del dad. Pero, enlonces, ¿cómo definir al hombre, o meJo~ dICho cómo
su ;=:a:em~y~~~e~~&¡aal:;~:~tn se;¡J:::a~ distinguirlo de lo raciona!, si es cierto que todo lo racional es animal
(ya que el género se dice aquí de la diferencia), y que el único animal
probar que el ser mismo 00 es un género: es decir, !lO sólo que no racional es el hombre (si se quiere que la diferencia sea especifica)?
hay género mis universal que d ser, sino que el .ser mismo no tS el Como se ve, lo que e8lá en juego es la esencia misma de la ~ini.
género universal, en raz6n de que la noci6n misma de género univer· eOO: sólo hay verdadera definici6n alIf donde hay f~n'"
ul es contradictoria. El primer argumento se fundaba en la universa· del género por una diferencia net:esariamen~e. eJ:~rañ3 a él; SI. se .desea
lidad del ser pu2 probar la imposibilidad de definirlo; este Otro va que la diIerencia sea principio de la espec:'Ílc:aoón, resulta mdispen-
a mostrar, más radicalmente, que dima universalidad es vacía y que sable que no sea ella misma una especie del género 051. Según la eJ:ee-
el ser no sólo es indefinible, sino que no puede contribuir a definir lente fórmula de Alejandro, el género no se divide en diferencias, sioo
rosa alguna. Tal demostración se inserta en d desarrollo de una apo- mediante diferencias (0\01( ti!; &u?Opd!;, dnd alu:¡¡opui!;l w.. Si la
ría acerca de la determinaci6n de los principios, a prop6sito de 105 diferencia fuese ella misma una especie, se confundiría con aquella
cuales se pregunta Aristóteles si hay que buscarlos en los géneros espede que tiene como función constituir.
más universales o en las más pequeñas unidades indivisibles, es decir, Podrlamos sentirnos tentados a simplificar el argumento decla-
las especies últimas. En la primera hip6tesis (que, por 10 demás, no rando que el género no puede ser atribuido ~ la d!ferencia, 'porque
la diferencia C'S más universal que el género. SI yo digo, por ejemplo,
oWI\
U1
M~/ .• l. 2. IO~3 b 17.
Esto: arjl;UmenlO, en lftlidad, no el propio dd caso del IC:T (y '* lo
UIlO); tan sólo lleva .1 Umíte 1.. crlricr • 1. ronfusión plat6nka allre d uní·
que el murciélago es \1Il mam¡fe~o alado, e':l segui?a se ve que el gé-
nero mamífero no puede atribuuse a su dlferenoa oiado, ya que la
.-et$!l y la ~a. El e1111tulo de 1.'SmCia$ subsu,ll:ntes por sr (1 "lC:paradau extensión de oiados /lO es ni más débil, ni tampoco más grande, que
00 se le niega $Ólo .1 ser yak> uno. sino • lo. ~ comidendof ((llDO
uniVttSl1es (Mtt., 1, 2. 10" b 21). Cfr. L. ROBIN, U lhiO'ie pUtollkielllle •• B, J, 998 b 21.
des ldin ti des IJOlllb,es.... p. 13~, que se resume d araumeclO de esle modo;
..Si al imposibk que un UniV'<:tSlI cualqujaa pueda aiJtir fuer. de: lo. indivi·
duc.
11l~
concrtto5, 000lO WllI n::aIidad y de manaa
'nó"
Jeri eso cierto ok k> Uno ,. del
distinta a COlIIO atribulO.
Ser, 'NC' SQl] ••• los atributol
&o" 11,; 2!rm;'.,~~61,C~~d~~~J~'ccnc:nci6n;
i:.' )1~;/b~;~f'a::~~
rU al • la fonna como la hcmb... es al lD2Cbo en la dr. GeN. mI-
más universalea que pueda recibir cualquier realidad individuar.. /$lIbra,..oo mili., 1, 22, 730 b 8.32; 21. 730 • 71, eu:. .
llucnro). A la inversa, siendo d ser y lo uno lo. uniftTsales por excelencia. 45l Aa.tsr'ÓT1!.LES considaa. sin mis, tal CXJllJClC\)eft(. romo absmda, ,. ve
10 que es válido ¡x¡ra ellos repacutiri sobre el univena1 en general, es decir en ello un argumento sufriente COll1r:1 la atribución del g&lero a la difttencil;;
-según la inccrptctllCiÓll .ristQ(dia- sobre la Ida.: .. La condena del plato- T6p. VI, 6, 144 b 2. .
tema .:n{ero~ (op. ciJ., pp. 141·142).
numo en 10 que concierne • la doctrina del Ser ., lo Uno afccu, pues, al si.. 4!l In Top., 412. 1·3.

22l
220
la de mamíferos, sino que es sencillamente 01"': hay alados que no
son mamíferos y mafiÚferos que no son alados. Pero aunque Arist& ~i~roJJ:~1t~~~'tf::d~~~t=~dcfl:;=?~::
tdes sugiera, en efecto, un argumento de ese tipo cs." aunque Akjan- noc.em.OlI el tema conS!llllte de Aristoteles. el OllSmo que lo gwaba en
dro lo haya hecho aplícito en su comentario a este pasaje G1, y aun· su pol6nic:a contN el 'O¡o..G':' m~'tt{ de Anaxágoras, 1.:1. Noche de He-
que tal formulaciÓll haya sido rttsumida frecuentemente en virtud síodo el Uno de Anaximandro e incluso el Bien de P1:ltón: la impo-
de un deseo de simplificaci6n al, no puede corresponder por comple- sibilidad de un género universal, es deci~. de un gl!:~ro sio dif~a.
10 al pensamiento de Aristóteles. Pues las relaciones entre el ~nero Pero, si bien la significación polémica de la tesiS se percibe C?n
y la diferencia, según vimos, no pueden cltpresacse en términos de claridad en cambio est'n menos claNs su alcance y consecuenoas
extensión, ya que, de hacerlo as!, se convierte a la diferencia en una verdade~. Dos interpretnciones deben rechlUarse aquí. La primera,
especie del g~nero o -lo que no sería menos absurdo-- en un géne. que podrínmos llamar positiva, es sobre tOOO la de santo Tomás. Se
ro del g€neto. Aristóteles dice sin duda que una misma diferenda inscribe dentro del designio deliberado, del que ya hemos tropezado
puede aplicarse a dos géneros distintos (por ejemplo, la diferencia con varios ejemplos, de interpretar en un sentido con~t~ntemente
bipdo se halla en los géneros animal terrestre y animal alado), pero positivo incluso los textos más problemáticos del Estag¡~lIa. Desde
inrnediallUllcnte añade que sólo puede: ocurrir eso en los casos en que lal punlo de vista. si el ser no es un géne~, ello DO ocurnria porque
los dos géneros considerados caen a su vez bajo un género común el ser fuera indiferenciado, sino, al contrano. porque es aquello a. lo
(aquí el género tlnimtJ1) 456; mediante esta reserva, Aristóteles desea que no se puede añadir diferencia algun.a; el .~r. no ucluye las dife-
mostrar que, a fin de cuentas. la diferencia tiene tan s6I.o sentido en rencias, sino que las incluye todas; es ~ po51tlvldad .absoluta•. y por
el seno de un género determinado (por ejemplo. hI diferencia par- eso no puede decirse nada de él, ~ es oerro ql:le el acto del discurso
impar sólo tiene sentido por referencia :11 número); de ah! puede es siempre composición de un sujeto y un atributo. o de un género
inferi~ que, asl como no hay género universal, tampoco hay diferen- y una diferencia; eNo puede añadi~ al ser. algo q,ue sea. como un~
cia universal. Por tanto, pretender que el ser no es un género en naturaleza extraña a él, al modo en que la diferenCia se anade a\ ~­
nombre de In universalidad de la diferencia (10 cualllevatfa sin duda nero o el accidente al sujeto, porque tooa naturaleza es esenCIal-
a la absurd:l consecuencia de que b diferencia sería, en tal caso, más mente ser como lo muestra también el Filósofo en el libro B de la
universlll que el término más universal) significa, a la postre. desco- Meta/Jsje; a\ sostener que el ser no puede ser un géne~l>~: A esta
noccr el sentido de la argumentaci6n de Aristóteles. Su verdadera interpretación puede objetársele todo lo q~e. hay de a~bmaflo en ~
signific:J.ción es otra: se trata de que la diferencia s610 puede dividir paralelismo que establece entre la composlcón .del sUleto y. el aCCI-
un determinado campo, y que aUí donde dicho Clmpo es infinito, dente y la especificación del ~e~ por la dife.IeD?a: Anst6tel~
como sucede en el caso del ser, la diferencia no puede ejerce:rse al distingue incesanteIDenle la de/lnta6n ~e la pred,caao'!. y cknunaa
faltarle un puntO de apoyo. Así pues, al no poder conllevar diferen- la confusión entre est05 dos aetOl5 lógiC05 como cláSica fuente de
cias. el ser no es un género. errores (!l. En concreto: la diferencia no ese añade... sino que divide;
Consideremos. por otra parte, el aspecto inverso de la absurdidad
que Aristóteles pone de relieve: si el ser fuera un género, conlle\'aria :~:en~n~rio~J~r:oyCO;;' =:a st~~~i~~ej=r~J::l
diferencias. Pero las diferencias del ser no serian seres (ya que el ser y tampoco puede 6te ser dividido, am~ cosas no se deben a la
género no se divide en diferencias); por tantO, serían no-sefCS. Hacer misma razón. Santo Tomb parece confundIr en esre caso los dos ar·
del ser un género, universal por definición, significa hundir en la
nada las diferencias del ser; significa convertir nI ser. con pleno rigor ~~~:\1~f~~~t~:¡S~1'~;¡Sm~:a~i:~~r~~~ :1 pC:b::al;a~~a:f:~lfdoasd d~i
del término, en una totalidad indiferencind:l, o SelI, suprimirlo como
ser en el mismo instante en que pretende aplicársele el vocabulario
~ non polesl Iddi Illiquid qua,i exmnell 11lI.1U~, pe!" modum ~
~ Si le: admite que lo mú universal es principio en d mú .lto grado, ~1~er:~I~~~eri~;:"~~~ecli:; TIi M=~, n~ ~,:;
enlClDCeS .. tu difermcias >crin principios en llllI)"OC" gndo que b: ab\eroI.
(B, 3, 998 " )1). ~es~es:n=u: (~"aaomZ"'~~)¡ ..~,~~, ' :
- Aa loe., 207, 30: _ .....;,;'j,;'" (las diferencial ""¡vr.li::l...olMro~emo¡-¡.­ por desi&nat" .c¡ueIJo a lo que nada puede .bfine•. sirndo uf .-ra ~16ceks,
(-0'-..... .t cI:Xurario, ba .,. la ddinid60 misma. eX lo finito (úlI,e-J (El. N~.• 1, "
f55
45Ii
Ch.). TuCOT, In1d. eX la
Tóp., VI. 6, 144 " 12-V.
N~ .• l." ed., p. 86, n. 2.
t097..,." ~~~~liOO6 b 14-18; Z, t2, 007" 1}.21. Cfr. m" .mba, pp. nl-1J).
222 223
ser y, en particular, la imposibilidad para ser un género, es decir, pues el sujeto, siendo entonces diferente del atributo, no seda el ser,
para entrar en la definición de cualquier cosa. «El ser -dice Aristó- y por ende sería nÜ'ser, y a la postre habríamos atribuido el ser al
teles en un texto notable de los Segundos AnaIUiCQS- nunca es la no-ser. "Por tanto, debe entenderse que e! ente propiamente dicho oIó::
esencia de nada, pues no es un género» 4M. Si el primer argumento nunca es atributo real (Irltdpzov) de otta cosa, pues no hay ente (o~)
podía dejar abierta la posibilidad de una interpretación positiva (pues que sea el ser (ahat) de ésta 46l».
la inefabilidad del ser aún no prueha su inanidad), no sucede 10 mis- Sin traicionar el pensamiento de Aristóteles, ningún comentario
mo con el segundo; no solamente no puede decirse nada del ser, sino podría atenuar, ni con mayor razón invertir, el carácter aporético, y
que el ser no nos dice nada acerca de aquello a lo cual se le atribuye: .' JI a fin de cuentas negativo, de estas conclusiones. Si el ser no es un
señal, no de sobreabund:mcia, sino de esencial pobreza. Hace un IDO- " .. género, ello no se debe a que sea más que un género, sino a que ni
mento, probábamos que el ser no es un sujcto, una esencia; lo que se ' .. siquiera es un género. Afirmar lo contrario sería conferir a la nega·
prueba ahora es que ni siquiera es un atributo, o, por lo menos, que ción un valor que no tiene, ni podría tener, en Aristóteles: aún no ha
es un ntributo vado: el ser (como, por otra parte, lo uno) no añade 1 llegado el tiempo en que Proclo, comentando e! Parménides, pueda
nada a aquello a Jo cual se le atribuye. En este sentidQ hay que inter- escribir que «es más hermoso atenerse a las negaciones» 4ó4 porque la
pretar, sin disputa, ,los textos según los cuales hay identidad entre pro[X.!sición negativa libera al sujeto de la subordinación a cualquier
las expresiones «un hombre» (ele; <htlpw;:oe;), «bombre ente» (ÚlV esencia~. Para Aristóteles, no hay un «más allá de la esencia»: yes
ilvtlpO:Oll:oc;) y «hombre» (ilvOpw:r.oc;) pues «nada difcrente se expresa más, su crítica det Bien y el Uno platónicos, así como la de la Totali-
en virtud de la reduplicación (€r:Q;Va(¡lT.Ao¡)p.€Vov) «un hombre uno dad presocrática, tiende a probar que al querer ir más allá de la esen-
es». Concluye Aristóteles: «cs evidente que, en este caso, el añadido cia se acaba por caer necesariamente más acá de ella, es decir, en e!
(;tpaGOecHc;) no manifiesta ninguna cosa más» 460, En Otro contex. vado de los discursos univel'Sales: crítica que refuta de antemano
to.,t, Aristóteles mostrará lo absurdo de la hipótesis inversa: si el todas las interpretaciones que, a semejanza de la de Santo Tomás,
predicado ser no fuera vacío --es decir, si la atribución de! ser «aña- pwyectan sobre el Estagirita esquemas neoplatónicos. la negación,
diera» algo al sujeto--, semejante atribución sería contradictoria; en Aristóteles, es sólo negación, y no mediación hacia una esfe-ra que
sería inaccesible al discurso. las dificultades del discul'SO -tal como
.¡sg Ti> 3'.r.. .,
~ú~ ~úai'% ~u~.'" ~~ l'¡P l/YO:; ~¡, GY (AlI"I, {JOs/., JI, 7, 92 b 13 l.
460, Me/., r',2, 1003 b 2(,.31. La interpret.adón de este pasaje se ha
se expresan en el reconocimiento del hecho de que el ser no es un
género-- remiten sólo al discurso mismo, y no a una «maravillosa
C?mphca~o:m VJrtud del hecho de que se halla mserto en un desarrollo que trascendencia» del objeto 466.
tlende prmC;lpa~mente a pmba! que lo uno y el ser se significan rec{procamente,
y, por conSIgUIente, nada ..anadem. el uno al otro. Pero la ar¡¡umentadón es 4é2 Ti>&¡;fp ~,,: esta expresión no designa exactamente al ser en cuanto set
precisamente como sigue: el ser y lo uno no añaden el uno al otm más de lo en el sentido aristotélico, sino que conlleva una intenci6n polémica; se apunta
que, tomados aisladamente, añaden al sujeto al que se atribuyen (dr. Ml!t., I, aquí al ser de los Eléatas, un ser que, según Ari,tóteles, sólo CQnlleva una
2, 1054 " 18). En cuanto a la interpretadón de GIl.sON (L'hTI! I!f l'essenct, significación: la de ~encia, Barruntamos entonces en qué sentido buscará Aris-
p. 58), ?uien tradu~ cOy dvOpw:ro:: por «J1.ombre existente» y concluye de ah! t6te1es la solución: si unaconcepci6n unIvoca del ser en cuanto ser (aqudJa
la indisundón,. ~n Aristóteles, ent.te esctlCla y existencia, nos parece proyectas a la que se apunta ron la expresión) ~¡, ~:tlp ~y ronduce a absurdos, cllo ocu-
sobre el,E.stagmla una t>roble~á"caque no es la suya: resulta evidente que, rrirá porque el ser no tiene una sola significación, sino varias (186 b 2).
para Anstoteles, sólo hay esenCia de lo que e>:iste (dr. Amu. {XJSI., JI, 1, 89 h 46l Ibid., 186 b 1-2.
3.4: sólo tras haber respond.ido a la pregunta {exisu la cosa? se puede ¡nves- 4ó4 In PaTml!n., 1108, 19 Cousin

~a:~de qdki::'~o P~ ~:.~~sC=d~ ~;at ~ ~~edZ:i~~dho~bare~~~~~lqn~i~~ ~ Cfr. E. BRÉHIER, «L'idée du néant et le probleme de l'origine l'1ldicale
dans le néo-platonisme grec», reproducido en Elt/des de phiIosophil! antiqul!,
otra cosa, se sabe tambIén quc es, pues nadie sabe lo que es aquello que no pp. 257,265.
~':a (1¿~~~.td~·'rJ~e~i~2 d~ ia s~ll;~~r atalato~~~:~~e1~~:ll~b~ l:n~~~:d 0ó6 Lo mejor para con~en=e de cllo es comparar los textOS de Arist<$.
teles que hemos citado con aquellos en que Plotino muestra que el Uno no
~¡~~~~Ired~ll~~~ ~~e~s;:~'::;:tclb~~~ deÍtxfi~r;ar ~c~:~~ i1~:~:: puede ser predicado ni sujeto. La tesis es literalmente la misma que la de
Arist6teles ace[(;a del ser; pero las consecuencias son inversas. Para Plotino,
directa del principio más arnba recordado: el s<'1" (~¡,.; ....,: Gilson traducirla: ese «no-sen del Uno expresa que se trata de una «maravilla anterior a la
la existencia) no es la ese,ncia de nada (Anal. post., JI, 7,?2 h 13). Lejos de inteligencia» (Enn., VI, 9, 3; cit. ¡bid., 5; VI, 7, 38); la negación traduce
probar, co~o Gilson sugIere, que la existencia está anallneamente contenida 7' la unidad trascendente y positivamente inefable del Uno. En Aristóteles, el
en la (:scncla! ~rist6teles ').uiere mostrar que el ser no constituye, ni contri.
buye a COnmtulI, la esenCIa de nada
~l Fis., 1, 3,186 b 32 ss.
"[ ser en cuanto ser es tan poca «maravilla» que ni siquiera puede hablarse de
él como de un género único: la negación traduce aqul la no-unidad. y antes
que nada la no-univocidad,delser

224 ,1 225

~
¿Habrá que preferir, entonces, una interpretación negativa, y, no objetivo es muy poco aristotélica 011, La pregunta ¿qué es el ser? se
siendo el ser un género, concluir que no es nada? Grande seríll, en remite a esta otra: ¿qué significamos cuando hablamos de! ser? Es
efecto, la tentación de interpretar los textos de Aristóteles en el sen- decir: ¿cómo se entienden los hombres cuando hablan de! ser? Lt
tido de una paradójíca identificación del ser y la nada, y será espe- investigación acerca del ser, como indica el propio Aristóteles en un
cialmente Hegel quien recordará en esta perspectiva el argumento de texto que hemos citado a menudo, es, por oposición a la investigación
Aristóteles -161. A diferencia de la anterior, manchada de ncopLltonis· física de los elementos, una investigación de las significaciones de!
mo, esta interpretación no seria necesariamente anacrónica, y podría ser. Resulta entonces vano querer separar d ser del discurso que
inscribirse dentro de una tradición de ejercicios dialécticos, en la mantenemos a propósito de él: semejante separación es posible, en
que habría que citar la segunda parte del Parménides y e! tratado de rigor, para tal o cual ente particular, que puede ser experimentado
Gorgias Sobre el ser y el no-ser. Pero la intención de Aristóteles no antes de ser dicho; pero el ser en cuanto ser no es experimentado, no
puede haber sido ésa: la identificación entre ser y n(}-ser es presenta- es objeto de ninguna intuición, ni sensible ni intelectual; no tiene
da constantemente por él como e! prototipo de proposición absurda, otro sustento que e! discurso que mantenemos acerca de él. En la
que le sirve para probar la falsedad de las doctrinas que llevan a medida en que el ser se halla presente en el corazón de toda propo-
semejante conclusión. Así refuta a los eléatas 4611, Anaxágoras W e in- sición, el .ser en cuanlO ser es la unidad de nuestras intenciones signi-
cluso Platón, quien, a fin de hacer posible la predicación, se vio obli· ficantes. Pero esa unidad se halla solamente presupuesta en el discur-
gado a introducir el n(}-ser en el ser ."'l. Queda, pues, excluido que so ordinario, que sólo implícitamente es discurso acerca dd ser; el
Aristóteles haya podido resumir por cuenta propia una proposición discurso ontol6gico, discurso explícito acerca del ser, se esfuerza por
cuyo absurdo le parece obvio. circunscribir esa unidad; y 10 expresado por la tesis El ser no es un
Rechazadas esas dos interpretaciones, es hora de restituir a la género es, precisamente, el fracaso de semejante esfuef'.lO.
tesis El ser no es un género su significación y alcance verdaderos. As[ se aclara por último, según parece, el alcance de la argumen·
Importa hacer constar primero que dicha tesis no se refiere tanto tación de Aristótdes. Eso de que el ser en cuanto ser no llegue a
al ser como al discurso acerca del ser: e! género, como hemos vislO, (:onstituirse como género quiere decir qoe su significaci6n no es úni-
es e! lugar donde el movimiento universalizador del discurso tropieza ca. Consecuencia de ello es que un discurso perfectamente coherente,
con la realidad de las cosas; es la unidad máxima de significación. La o sea científico, acerca de! ser es imposible. Pero este resultado nega-
tesis considerada no se refiere entonces a la naturaleza de! ser, sino tivo tiene una contrapartida positiva, pues no por ello e! ser nos
que plantea, y resuelve negativamente, la cuestión previa a toda in- remite a la nada, sino a la multiplicidad de sus significaciones, El ser
vestigación acerca de! ser, a saber, la de la legitimidad de un discurso no es un género, pero nada impide que sea varios géneros. En cuanto
(es decir, un discurso único) acerca de! ser. Pero entonces -se dirá- I ratamos de pensar el ser en cuanto ser en su unidad, escurre el bulto
esa tesis prueba, a 10 sumo, una impotencia de hecho del discurso -podríamos decir- ante la pluralidad de sus significaciones: géne-
humano, y nada prueba en cuanto al ser mismo. Sin embargo, una ros irreductibles e incomunicables, en los que hemos reconocido las
disociación así cntre el plano «subjctivo» o lingüístico y el plano cafegorías. Podríamos sentirnos tentados a concluir: el ser no es
nada; pero Aristóteles añade: «El ser no es nada fuera de la esencia,
I:t cualidad o la cantidad» m. Así pues, una vez más, nos hallamos
~1 Volveremo< a encontrar en Hegel la doble idea de que el ser no tiene
esencia(esindefíníble)ynoronll~adíferenciaalgul1ll(noesunMnero): «El
I'emitidos al descubrimiento fundamental de la homonimia del ser,
ser, .. está libre de toda rdaci6n con la esencia, así romo de toda relaci6n ron y a su e!aboraei6n en la doctrina de las categorías.
cualquicT cosa cn el intaior de sí mismo... Se halla exento de toda diferencia,
tanto por relaci6n a su inlerior romo por relaci6n a Su l""lerior. Atribuirle
una determinací6n Oun comenidoque creasen en su pmpio seno una diferencia·
d6n, O lo diferenciasen de las cosas eXlerious, significarla arrebatarle Su pu.
reza .• Pero, al ser ",indelerminaci6n pura., HECEL concluye que el. ser es ",el La tesis El ser no es un género se demuestra además por otra vía,
vacfo puro. Nada hay en él que contemplar... Nada hay rampoco que pcnsllr 'HUY diferente de la primera, y que debemos examinar ahora. Esta
respecto de él, pues sería ... pensar en el vado. El ser, [o inmediato indeter· llueva demostración que, a diferencia de la anterior, s610 se encuen-
míl1lldo, es en ~alidad Nada, ni más ni menos que Nada~ (Ciencia de /tl /6g;ctl,
lib. 1, l.'sccción). m aro más arriba la critica a Una distinci6n de este tipo, a propósito
~ Fis"I,3,186b4·12 dc'larrículodeE. WElt, ",La place de la logíquc dans la pensée arislotélicien·
~69 Cfr. más arriba, p. 206 'In {p. 115,n.87).
.¡¡o Cfr. pp. 146-150 m Met., 1,2,10541118.

226 227
tl"$ propuesta en un pasaje 'u, se apoya en una tesis de los plat6nicos,
segun la cual no hay Uta dt aquellas cosas tn las qUt hay anUrior de haber género,. '?l. Con su habitual concisión, Aristóteles se limita
y posurior m, tesis que se aclara fácilmente si recordamos que la a decir eso. Pero, habida cuenta dd contexto (en que se trata de mos·
trar la imposibilidad de un género supremo, o al menOS la inanidad
Idea plat6nica es la unidad de una multiplicidad (i~ hi :tonílov).
de un lal género, que: no es nada separado de sus especies), dich., 00-
Pues ¿qué seria esa unidad en c:1 caso de una serie jerárquica? Si no servaci6n tiene que aplicarse, como han visto bien los comentaris·
conllevase mis que los cal'llete:res efec'ivamente comunes, es decir los tllS m, al caso del ser; en tooas las cosas hay mejor y peor, y, por Jo
más bajos, excluirla la perfección propia de los lénni&os supetiores tanto, anterior y posterior; por consiguiente, no puede haber género
de la serie. Si, inversamente, iocluyese esa perfecci6n, entQDI,XS no se de tOOIll las cosas. A.d romo no hay discurso único dd número o de
aplicarla a los términos inferiores. Transpuesta en términos aristoté- la figura, tampoco 10 hay dd ser; aquí el discurso común es un dis·
licos, dicha tesis se: convenirá en ésta; no hay gé~ro común de curso vado, pues d ser no es nada fuera de los seres, presentados en
aquellas cosas en las que hay anterior y posterior. Así sucede con los este caso como los términos de una serie.
números y las f¡guras. y también con las almas. Pues en todos esos La lem del argumento lleva. pues, a afirmar una vez mis la ho-
casos hay gradación de lo anterior a 10 posterior, o de lo sencillo a lo monimia del ser. Pero este argumenm dista mumo de ~ tan nega.
complejo. La consecuencia es que no hay una Figul'll en sí o un gé. tivo como el anterior, pues esta vez La homonimh no nos remite ya
nero de las {~m, sino que hay sólo figuras: d triingulo, d cuadr:l· a una yuxlaposición de géneros irreductibles entre si, sino a una serie
do, cte. De ¡gual modo, no hay un Alma en general, sino que hay de táminas coordinados (si nos atenemos a la analogía, sugerida por
alma Dutritiva, alma sensitiva, alma intdcctual. La voz tdma es un Aristóteles, con los números y las figuras) y, según parece, jerarqui.
término vacío de sentido mientra$ no se precise: de qué alma se trata; zados de acuerdo con su grado de .boncbd.., o sea, de perfección.
~ no corresponde a ninguna esencia común que cada alma tepra- El argumento posee, si asl puede decirse, un doble filo, Yes fácil ima·
c:Iucirú al modo en que la especie teproduce d género: .Si hay del ginar cómo podrfa ser, y cómo ha sido de hecho, retorcido por los
alma un discurso único (a¡.;; ... I.."lo,) ello sólo puede suceder del comentaristas. Ciertamente, no hay discurso rotDÚn de urut serie, en
mismo modo que: hay uno a.si de la figura; ~ la FJ.gUra no es d sentido de una ddlnici60 común de SIlS términos: cLa definición
~ fuCl'll (npd) dd triángulo Y de las otras figum que le siguen, común -<lice Alejandro- no puede significar 10 más perfecto. pues
ro d Alma es nada tampoco (uc:n. de las almas que hemos enumera· entonces no se splicarfa ya a lo menos perfecto. -. Pero también
do. Sin embargo, las figuras podrían ser dominadas por un discurso podrla decirse _y AJejandro no deja de hacerlo-- que «es sobre
común que se aplicarla a todas; pero no convendría con propiedad todo en lo mú perfecto donde se revda la naturaleza de la cosa. "1;
a ninguna; así lambién sucedería con las almas que hemos enumel'll- en lugar de la definiciÓll común, podríamos concebir entonces una
do. Por eso es ridículo bu.scar, por encima de: estas cosas o de otras, especie de discurso eminente referido DO a la esencia media, sino a
un discurso común O.oT0';; xo,vo';;), que no será d disamo propio la esencia múima. el cual, a pattir cld primer lénnino de la serie,
de ninguoo de esos seres.. <IlS. volverla de: algún modo a los términos subordinados. Esta interpre-
Vemos aplicada una demoslraci6n semejante, en el libro B de la tación era tan tentadora, y. en d fondo. t:1ll conforme con ciertos
M~'Qfisj¡:Q, al caso dd ser. Arist6leies empieza PO! terordar que .en
principios de la fi1osoHa aristotéliC>!, que veremos cómo d propio
las cosas donde hay anterior y posterior, no es posible que lo que se AriSl61e1es emplea igual ugumento para proOOT una tesis exactamen·
atribuye a las mismas o:isla fuera de dlas.., es decir, como género
poseedor de una esencia propia oI1Ii. Y Iras haber recordado que así m lbiJ.,mclJ.
m Au:J~Nl>ao, 210, 6-9: SUUA.'10, 34, )}.J'
ocurre en d caso de los números y las figuras, donde «no hay género ... AU¡A.'<Oao, D~ ....¡"'.., 16, 18 SI.; cfr. 28, U·20.
fuera de las especies.. ,n, observa: .Alli donde hay mejor y peor, lo ""1 [bid. aro AkIS't'Ó'rU..ES, D~ illUSJu ..lIim"¡;um, 4, 706 .. 18: ..El hom-
mejor es siempre anterior, de manern que tampoco en esos casos pue- b;e n el mú nalUn.I de lodos 101 animales,. (cfr. ¡bid., 706 b 10), en el sen-
cido de que el hombre. al ser el último tbmioo de la serie animal, realiza
mejor l. ""luralr..... dd animal. UI12 ''a mi., Vemoll aquf el punlo de vis..
m B, J, 999.6-16 de 1.0 ""'~ como opuearo al punto de vista, IilXtitíco y pl.o.l6nko, del I..ó~:
m Cfr. El. Nit., 1, 4, 1096" 17·19. hay una 'f"Iat; única incluso &l1f don<k lK) hay un "OTO<: común. Pero vemos
<IlS D~ JI..i",.., JI, J, 414 b 1911. lasnbitn cómo uno concepción mú flaible del ..oT.... no Y' entendido como
.,. B, J. 999 .. 6. unidad gen~ria. Aioo cornn p,inóplQ generador (cfr. el ).6T&<;al[I{>\l,",'&:: de loa
m IbiJ.,m.IO
euoicot), pe,mi,;,I. ""crearle .1 p"nlo de "¡sta de l. 'j':ioo.,.

228
229
:~~~~Sl~~: Jd Üb~~tenIa a lo largo del desarrollo, ciertamente tamos pensar el ser y lo uno en su unidad.-, Y Aristóteles obtiene

Atengámonos, pues, por el momento, a la tesis negativa de que ~esT~d;:Ilci:~l~~~) =~:I~~~h:~d:l~~~l:t:x~~.espe·


d St, no tS un ginuo, suficientemente establecida en virtud de la As! pues, CIJ.:I.ndo Arist6teles h:lbla de las es¡xcics, del ser, no se
primera Krie de argumentos, y hagamos constar que, una vez admi- trata sólo de una «inexactitud., COlDO pretende Alejandro, de una
tido ese otro principio de que todll cimcill u 't/it,t 11 un glnt'o, la simple falta de propiedad que sólo afectarla a la expresi6n, sino,
única conclusi6n que puede e:uraerse de esas dos premisas es la de sin duda, de Ullll inversión total de su doctrina ordin.ria. La razón
que no hllY citncill dti u,_ profunda de Kmejante inversión se deja entrever algunas lIneas
mú adelanle, cuando Aristóteles extrne por fin la cooclusi~n prepa-
rad:! por todo ese desarrollo: asl como hay una ":I.tem~lIca cuyas
partes son la geometria, la aritmétiC:l, etc., asl también hay una fil~
Sin embargo, Arist6tdes, según hemos visto, afirm:l expn:sa- sofía en general, cuyas partes son la filosofía primera y la filnsofla
mente lo contrario al comienzo del libro r de la Mtt4/isica. y es in- segunda 417, Ahora bien: si se quiere que esa filosofl. en gcntnll no
discutible que tal convicción inspira el proyecto que ha dado lugar seB la unidad puramente verbal y vacía de dos O más ciencias cuyos
a! nacimiento de los escritos llamados metafísicos. Aristóteles no se dominios serian inromunicabJes, es preciso que ella misma posea un
COIltenta con afirmar esa existencia: la justifica mediante argumen- objeto único que seB, respecto de los objetos de las ciencias subordi·
tos que contrndittn evidentemente aquellos otros que 8 mismo ha nadas, lo que el género es a las especies. Sólo entOOC't5 la fi~a
acumulado y que nosotros acabamos de exponer. Debc:mos ahofll dar primera y la filosoffa segunda DO aparecerían ya como m~mb'lI dlS,
cuena de esa justifiCllC.i6n y medir dicha coouadicción, antes de ;«tll, sino como partes de un todo que seria la filosoffa en Rettera1
tratar de c:zplicarla. o ciencia del ser en cuanto Stt.
La contradicción se manifiesta, en primer lugar, en un texto del Como se ve, • tra\'és de estas consideraciones aparentemente tú:·
libro r, donde: Aristóteles invoca el principio según d cual, «para meas aettelI de la cuestión de saber si el ser es él mismo un g6\ero
cada género, asi romo no hay mlis que una sola .smsación. no hay o se divide inmediatamente en una pluralidad de géneros, lo que est'
mú que una sola ciencia., con el objeto de afirmar la existencia de en juego es, a An de cuentas. la unidad misma de la filosofía ~
una cietxia única del ser en cuanto ser. Del mismo modo que una ciencia. Ocurre todo como si Aristóteles proclama~ unas veces didla
ciencia únia, la gwn'tica, estudia todas las palabras, as1 también unidad de la filosofí. y concluyera de ella la unidad del ser, y otras
cuna ciencia genérieamente una tntará de todas las especies del ser veces, por el conUlU"io, hiciera constar la oo-univocidad del ser }' con-
en cuantO ser, y sus divisiones específicas tratanÍn de las diferentes durese, muy • su pesar, la irreductible dispersión de las «6l0s0fias.,
especies del su» c. Un px:o más adelante, tras haber hecho constar No habrÍ:1 salida, si no fuera que esas dos series de afirmaciones están
que ..hay tantas especies de lo uno como dd sen.. declarnrá a 10 uno situadas en dos phnos claramente diferentes: un04 exp~ un ,?he.
objeto de una ciencia única.: «El estudio de b esencia de estas dife- lo o, como veremos, un ideal; la otra se apoya en an'lisls precl$o~,
rentes especies sen{ el objeto de una ciencia genéricamente unn 011. que, en el plano del discurso, son irrefutables. De momento, nos
Desde hace mucho tiempo se viene observando la ext..rafieza de estos ll.tendremos a estos últimos, yl1. que es la posibilidad de un diSCUM
textos: ¿cómo se puede hablar de especies del ser y de lo uno, si el coherente acerca del ser lo que, con d nombre de filosofb, es~ ilqul
ser y lo uno no son géneros?". Equivocación tanto más asombrosa en cuestión,
por cuanto AristÓteles, unas lincas más allá, recuerda su doctrinll
constante: «Result.a que el ser y lo uno conllevan inmediatamem~
... ar H 6104, .. J'ss.:nidsernilouooetltr&llaluddinición
(~i>lJli~) géneros. <&s, lo que sólo puede querer decir esto: el ser y lo cklu('llt~(PuesnollOtlelgénerodeluOlIqOri ... );porelloltdirique
uno no existen ellos mismos como géneros, sino que cada uno de u~ de cada calq,nlÚ. ~ mmdu.¡Imm.¡e (.~:i<;) ser yuno, El mUmo
~llos tI varios géneros, a los cuales nos remitimos en cuanto ¡nten. túrnino 16%:; PM~ indiCllr en ambos CUOI una relación mal. definida, pc:~
que, de cullquitt modo, ud"Y"' lo rdación de gb>ero I ~pecle o de CSpllCle
<Q
<$)
r, 2, lOOJ b 19 n,
Ibid., lOOJ b l'.
-~r 2 1004" 2 u. Rffillt. extraño que COl.Ul (_á loe.) COIllidtre esle
pauje (1604' .. 2·9) romo uno imerpoJoci6n, liendo ..1 que es el lÍnico que
oI&l al'..... l.EJANDRO, 249, 28 puede dtmos la dave dd paso;e "menor, _.1 mOltrn la rv.ón prorumb ck SU
oIlll r, 2, 1004 _ 4.
ditcon:lll'lCia con la doctrina habitual de AtlSl6tcles.

230
Aristóteles, sin embargo, no se contenta con una contradicción

~i; Jdt:;ege~:~i=n:;t~~~u:i~m~i~~a:~::~~~p~~ ci
uvnaa a : ;
de dicha unidad una nueva justificación, infinitamente más sutil,
pero irreconciliable con la precdente w. Algunas líneas después de
recordar que sólo hay ciencia una acerca de un género uno, es d«-ir,
como hemos visto, acerca de una región circunscrita por un término
unfvoco, corrige esta primern afirmación: cNo es la pluralidad de sig-
nificaciones de un término lo que le hace objeto de diferentes ciencias,
sino sólo el hecho de que no es nombrado por relación a un principio
único, y [JlJnbién que sus ddiniciones derivadas DO están relacionadas
con una significación primordial.. olI'I. Pues bien: sabemos que c:I $er
cumple precisamenle esa condición, cuya sola 8USC'ncia impcdiña
hablar de una ciencia única; pues si es un oz:oUtrloo:' "kr,quvov
es [JlJnbién un 1:pO~ iv kqÓSUvov, y sus signifkaciones múltiples
sólo son significaciones del $er porque se relacionan con la signJfica-
ción primordial de esencia. La ronclusi6n, por otra parte anunciada
algo más arriba, será entonces justamente la que había que demos-
trar: cAsi como de todo aquello que es sano DO hay más que una sois
ciencia, asl también suettle en los demás casos. Pues no sólo hay que
ver el objeto de una ciencia única alU donde hay un carácter ro-
mún (ul' h l.rro~v); también constituyen un objeto as! cosas
que se dicen por relación a una naturaleza única (OZ:I'';; ~ ~e\v);
pues tales cosas lienen en cierto modo un carácter común cHTI:'t"cll
=& '¡vI. Es, pues, evidente que compete también a una sola ciencia
estudiar Jos seres en cuanto sues.. -.
Este pauje ha sido considerado siempre, y con razón, como lun-
dltIJlentlll, porque pareo: aponar los dementos de una solución: la
ciencia del ser en cuanlo ser no seria inmediatamente universal, ya
que la idea de un género- es contradictoria; pero pueden concebirse
ciencia de ese g61ero- es contradictoria; pero pueden concebirse
otros tipos de unidad que no sean d del universal: aquellos que
Aristóteles designa como u"iJtUl de referencia (ta =po:i~ h) Y unidad
- Este Cllpftulo 2 del libro r, que: htmoo t~ido Y t=d=nos a mmudo
ocal.i6n de citar, refleja lodas las difICUltada de la meuifsica aristotélica. Un
Illillisi. estilico que opusiera una tesis a OIt'l1 tesis desvd.rla ~ él nUlllefOSall
~:~/J:': ~~~v~al:t,Ari::\~°;Ua:::'~
dona. Situaclas en el movimiento g<:nl'ftl del p""samiemo de Aristóteles, esas
rontradicciones. aJlOlte(\"l1 como .por¡~, ea decir, romo pandas provisionaJ.,.
<kntro de un. m.rcils de ronjunto. La dificultad se ~;enl.a, no obstante,
en virtud de que I.s praentadón no es .quí exp1fcitameme .porltiu, como lo
en en el libro n, y enlOlt«:$ el exegetl "" siente !fiItado • interpreta! como
I~rl. lo que sigue 5ienc!o lodavfa una bUKlueda.

:: fbi::, 1:'3 ·/12 11I.


232 233
cia comlÍn 11 U? t~rmin,o úniC? y primordial. Sólo así pudo ser supe-
~ada. la decepcIonante ImpresIón de «rapsodiu que Kant, acaso me.
lor JUez en este punto, descubría en el fondo de la doctrina de las
cat~goriasj sólo así el universo de Aristóteles pudo sustraerse 11 la
crftlCl1 que ~I mismo dirigía a algunos de sus am=res: la de ser
«una serie de cpisodj~ .. y asemejarse: a una ..mala tragedia. "'.
f
.
It Nicómaco no deja ninguna duda aceral del posible uso de tal argu·
mentación en contra de la posibilidad de una ciencia única de Jos
consecutivos. En efecto: en dicho texto, Alistóteles critic:l la Ide:l
platónica dd Bien. volviendo en contra suya una doctrina sostenida
por los propios platónicos: «Los que han introducido esta opinión
die las Ideas no formaban Ideas en Jos casos en que se hablaba de
Hasta. un aUI?r lan. sensible como W. ]aeger 11 las «contradicciones. lo anterior y lo posterior (por eso ni siquiera imaginaban una Idea
~e la obra .anstot81ea veNi en esos textos la síntesis, triunfante por de los números). Pero el bien se dice en la esencia, en la cualidad y
flD, de las dos enfrentadas COllC'epciones ----eomológiea. y deológi- en la relaciÓll. Y lo que es por sí y la esencia son, por naturaleza, an-
ca---:- de la metafísica 0lIt, En una palabra: es la doctrina del ::pó.. i~ teriores a la relación (que, en efecto, no es más que un brote y acci·
hTOIl~~~" y la concepción correlativa de una ciencia «universal por dente del ser); de este modo, no podría haber Idea común a estOS
ser pn~~. la que ha ~nnitido al arlstotdiuno, a pesar de sus
«con~lCC1oneu, ~us «dIlemas.., o más sencillamenle: sus aporías,
conSt1l~rse como sIStema a los ojos de la posteridad.
'¡ diferentes sentido!;.- -, Aristóteles no se detiene aM; Iras recordar
ql'e el bien se dice en tantos sentidos romo el ser, concluye: «PuestO
(lue hay una ciencia única de todo aqudlo que se dice según una Idea
t
y s~ ~bargo, esta pretendida soluciÓll, que por lo demás Aris- Ílnica, igualmente habña [según los platónicos) una sola ciencia de
tóteles msmua con una reserva que contrasta oon la seguridad de sus
comentaristas, plantea quid tantos problemas como resuelve. Que. ,¡ todos los bienes; pero, en reaI;JaJ, bay varias.- -. Y si hay varias,
ello sólo puede deberse a la razón mlÚ arriba invoatda: si no hay

~ ':n~q~~r :~~~~t~~~~i~~~'=~~~ ciencia única más que de una Idea única y el Bien no es una Ide2,

:t:tnLtj~e:~~~:~ ~~e:de:ene:ll::"ta f~ 1 entonces no hay ciencia única del Bien, 10 cual resulta confirmado,
.demfs. por la observación más inmediata.: la ciencia de la oca.siÓll
los de la inves-
Lt
~
no es de la justa medida, la cienci:l de la virtud no es la de lo
Es forzoso ~r conuar en primer lugar, una vez más, que' d útil, ett. -. Se ve, entooccs, que' en la Etfca Il NicómllCO no hay cien-
~IO aquí inVocado por Aristóteles para justificar la unidad de cia única del Bien porque el Bien constituye una serie; en la MettItí.
la c.enaa del ser en ~anto ser es d mismo que, en otros pasajes,
le oo~ucfa a la soIucÓll conlrari.a. No hay Idea, en sentido platóni.
00, ~ gtnero, en ,sentido aristotélico, de aqudIas cosas que conllevan
1• JiCIl hay una ciencia única del ser porque el ser ron5tituye asimi!mo
una serie.
Pero no baSt:l con bacer constar la contradittión. Es mejor com-
~~enor y posten.0r, de donde, podrfa roncluirse que no hay ciencia prender poI qué el mismo argumento ha podido ser invocado en dos

li~: tfJ7~ ::r:;i:~ ~~:e~u~~:ca~o~~o~cij~~f:a~ ~tidos opuestos. Hemos visto en virtud de qué rozones no pueden
comprenderse dentro de una definición y, más en general, dentro de
dircct~n~e esta conclusión, sino a fin de mostrar que la natura!ez:¡ un saber único, términos que componen ura serie. Pero también
dcl. pnnClplO debfa buscarse mlÚ bien del lado de las especies últim.as abe imaginar cómo el conocimiento del primer término puede valer
que del lado del «género.- m:ís universal. Pero un texto de la Etfea mediatarneote como conocimiento de la serie entera: 10 anterior es
principio, y, siendo el principio aquello en cuya viltud todo el restO
existe y es conocido, el conocimiento del principio es al mismo tiem-
po conocimiento de: todo cuanto deriva de 8; lo es, al menos, en po-
tencia. Como observaba Alejandro, la ciencia de todas las cosas sólo
puede ser, si es que existe, la ciencia de los principios de t~as las
CO!llS, ya que un:l ciencia en acto de toda.o; las cosas es imposIble. I.:a
idea de un saber instalado en los comienzos, que des:urolla a p~"lr
de ahl la serie infinil:J. de sus deducciones, es tan poro extl"llña 01
pensamiento de Aristóteles que, como hemos visto SI, inspira toda la
"" El, Nic.• 1.4, 109641 t7 ss.
~ lbid"l09641Jl
~ Cir.I096 a J2; Er. Eud., r. 8, 12t7 h 32 SlI
.101 Cfr. m~o Irriba, pp.,4 oo.

2J4
~ón del ~ber demostnltivo expuesta en los S~gll"Jos Al1afiJi- decir, que dé razón de lo que viene después de ello, La primacill pue-
co~. IndlUO comge ese airo principio 'SegÚn d cuiI tocb ciencia se de tener valor universal, pero con la condición de que la universa-
refJere a ~n género: en realid~, la ciencia no se re:íiue tanlo al gé- lidad se: deduzca de ciJa. Ahora bien, ¿se cumple una condición asl
nero conSI~ en su extensIón como a lo que en éJ hay de princi- en el caso del ser? tPuede decirse: que la esencia es el principio de
pal (lo que Anstótcles llama los axiomas válidos en el intcrior dc ese las demás Clltegorlas, es edcir, que éstas se deducen de ellas?
género), En el lími~c, podemos incluso pregumarnos si la idea de pri- Responder a estas p~guntas con la afirmativa significaría desco-
mada. no es más Importame, para la concepción aristotélica de la nocer lo qut' hay de aporético en la doctrina aristotélic~ de las cate·
!a
esenCIa, que de uni?a.d. g~riCll, y si, partieooo de ahí, no se podrá gorlas, que, como hemos viSIO, más que autorizar una visi6n jerar-
acaso conceb,r la poslbiltdad de una ciencia úniOl incluso allí dende quizada y en definitiva unitaria del universo, lo que hace es tnIducir
no hay g6¡ero, sino tan sólo una serie, Así nadie poodnl en duda el cankter necesariamente fragmentario de nuesuo discurso attrca
que ~eda haber un~ ciencia ~ númc:ro, aun cuando, como ya lu:. cid ser, Sin duda, las calegorlll$ se: dicen lodas por respecto a la esen-
bían vmo los plalÓflÍcos:.. los numel'O$ constituyan una serie y 00 un ci., pero esa relación con ella sigue siendo oscura y, de algún modo,
~ro. No es de eJl:tranar, enlences, que Aristótdes insiSta sobre concentra lOCb la ambigüedad que: Aristóteles habla reconocido pri.
este n,uevo aspecto d~ la ciencia (y no ya sobre la exigencia de unidad mero al término S~. Es característico a esle respecto que Arist6teles
genénca) cuando qUIere demostrar la unicidad de la ciencia dd ser se sienta tentado, Cllda vez que desea insistir sobre la unidad de la
e~ cuanto ser, T~as recor?at .que el ser es un T.p~~ iY ).,IT¿¡lIVOV, ciencia del ser en cuanto ser, a atenuar el alcance de sus análisis
anade: «Ahora bIen: la ClenCla se refiere siempre principalmente a sobre el T.p¿~ h ~TÓIUVOV: asl, en uno de los textOS dcllibro r ya
aquello que es primero, de lo que depeooen (f¡pn¡tat) todas las co- citados, lo que se dice «por edación a una naturalez:l única:. (T.pO~
sas, y, p::lr mdio de lo cual (tl'6) son éstas nombradas, Si ello es la lilav 'fUClty) es asimilado cen cierto modo» a «las cosas quc tienen
~l1C1a, en~~ d filówfo deberá aprehender. panir de las esen- un carácter común» (nO'ty lq~Ii.YCl)JltI. Pues bien: ya hemos
~as !os pnl1C1plQl1. y las causas» s. La ciencia del su serl., pues, visto que la expresión 7.lI6'¡y HT~Clllat designaba en Aristóreles la

~~;,I~u~dl~'r:~~~nc%1:'~~r~ci:o~~tos05p:
relación de sinonimia, y, desde este puntO de Visl', se oponía .al
'Z:p,;o; ¡.., lqojIiIYO"'; si ambas cosas se identifican, aunque sea «en
meros pn~p105, y, por dio, s610 mediatamente universal: universal ClerlO modo», se comprende que la ciencia del ser pueda ser una
por ser primera,
Pero ¿es ve,rdaderamente convincente esta explicación? 0, por lo ~h:sSu;~~fd~: Al; :á~~~;~~e~A:t%d:t~r~:n:l~ f:¿~:ci~
menos, (se ap1Jca verdaderamente al caso del ser? Es raro que los considerada en su relación con las demás significaciones del ser, como
comentarIstas no se ~ayan planteado estas preguntas y no hayan con- lo ..primero.: aquello de que todas las cosas .dependen., y .,por me·
fro~tado con el.efectIVO proceso de pensamiento del fil6s0fo UIU so- dio de lo cual.. (~t '6) se dice que son lo que son, Pero ¿puede re-
lucrón que" segun puede comprobarse fácilmente, sigue siendo pura- ducirse asl lo que en atto lugar Aristóteles describe como referencia
~Ie teórica. En e.feao, ¿q~é es lo que 005 enseña? Que: UIl:1 cien- (:tp,;~) a una simple rd.ación de dcpencIencia e incluso de producción
cra ~ ser a ~ tiempo uru,venal y primera, es decir, que la ciencia (a..4)? Las demis categorías remiten sin duda a la esencia, pero no
cid pnmer término de la 5ent' puede ser a la \'('Z ciencia de la seri<.' al modo en que el producto remite al generador o l. oooclusión • las
~ dio con una condición: que: lo primero sea principio, es premisas SOl. Pues tales relaciones, no siendo ya equivocas, serian in·

w: L¡sl~tJ~Jq~ ~~=I.:r~is:ri:d~ ~me~ol~~afi~


n::a que .d CIelo l' la natur,alt'l',a JepellJ~1I (~I"'l"~') de semejante rrincipio.
mediatameme aro:sible:s al discurso. Pero, tdÓflde enCOntrar dicho
discurso en AristÓteles? Sin duda, él nos presenla la esencia como
fundamento (dPX'i) de las demás categorlas 'lS, pero en cuanto 1111.-
la~',;';~~7~n~~ r.o~~u~r~~I,lop~ ~l~a ~~: ~~ Iamos de lOmar al pie de la letra esa declaración, e intentamos fun-

~Ll~~~ t~/f~ ~~~h;~,~:'¡~,~~= »J. r,2, 1003 b 14.


!OtArist6teJes~mediantc:¡"misma~a.dlaacci6nde
.m u~ p:n~ creao::.orusta.: ..esa manera de ''el' las COUli, apljao:b, a las
i:,t'A':~":~~e5Am:~~I-:.~.~~
Ioa~en ¡" dauounción (sia>doloaarioJnat1a5 prlroeru pmnisasin-
demcJlu2hJes que ri¡m toda demoatrKión en ellK:DO de un ~ detmni.
;r;:::~b ~;~ll,m~:ci~'~,pora>n~imt." deja abieno
nador. tIr. A-l. POli" J, la, 76 b 12·23.
:NI ar, mQ aniba, pp, 1M 11.

236 2J7

J
damenUlr, efectivamente, las demás cateorÚls en la esencia, desembo- más, hay que conocer la ley de la serie. Bien se advierte cómo esta
camos en una irreductible pluralidad de respuestas: la esencia tiene última condición se realiza en el alSO de la ciencia del número o de la
tantas maneras de fundamentar como categorías hay!lCll'>, de tal modo figura, a cuyo propósito habla recibido dicho principio su primera
que volvemos? encontrar la irreductible pluralidad de las categorías, aplicación; pero en modo alguno se advierte cómo podtla realizarse
en un plano aun más fundamental, dentro de la ambigüedad del pa_ en el caso dd ser, siendo así que la esencia no puede bastar ni pata
pel fundamental que la esencia tiene.
Por consjguiente, aquí no puede hablarse de generación o de pro- ;~gc7¿~~rJ~r¡~:d~~ rJ.raLa~n~a:n~~~~~~:~tt~~~~~~~e~:~~~~;:
ducción, es decir, de una relación tal que la unidad generadora pueda ducir luego a sus análisis anteriores, para intentar justificar la unidad
ser reconocida en la diversidad generada; por lo tanto, si es que la de la ciencia del ser en cuanto ser, no pueden ser, por tanto, enlera-
deducción consiste en captar mediante el discurso dicho movimiento mente convincentes: ya no se puede vacilar más entre declaraciones
generador!J(f/, entonces tampoco podrá intentarse una deducción de programáticas, a fin de cuentas aisladas en la obra de Aristóteles, y
las categodas a partir de la esencia~. En cierto sentido, hay algo más análisis que están inspitando la efectiva investigación del filósofo,
en la conclusión que en las premisas, pues es aquélla la que pone aun cuando los comentllristas hayan puesto el acento constantemente
de manifiesto la fecundidad de éstas; y, al contrario, hay algo menos robre las primeras. El -r.p0,:: del -¡;:po.:: €~ /..rr6I-'E·IQ~ no es, decidida-
en las categorías segundas que en la esencia, pues aquéllas no ponen mente, ni un ¡¡'mi ni un a,á ni una relación de atribución ni una
tanto de manifiesto una sobreabundancia por respecto a su «princi- relación de deducción; es la referencia oscura e incierta que, sin
pio» como una especie de degradación o, mejor aún, de escisión: duda, asegura la unidad de las significaciones múltiples del ser, pero
paddamos aplicar al conjunto de las allegarías segundas lo que Aris- una unidad que es ella misma equivoca, y cuyo sentido habrá siem-
tóteles dice de una de ellas, la relaci6n, que es «como un rebrote pre que «buscar•.
(J::'lr,>(.('í'uá~t) y un accidente (OUP.~E~TptÓ"t"') de la esencia!(lll: re-brote, Ni atribución ni deducción: ninguno de los proc<;dimiemos del
o sea producto -sin duda-, pero que brota aparte (J:'lpoi) como una discurro cientlfico, tal y como Aristóteles 10 describe en la primera
especie de réplica debilitada del generador "0; accidente, del que parte de su OrgaJlon, halla aplicación en el ClSO del ser. En el mismo
Aristóteles nos dice en otro lugar que no puede haber ciencia, pues instante en que prodamll la existencia de una ciencia del ser en cnan-
no mantiene relaci6n alguna inteligible con su sujeto. Vemos, enton- to ser, Aristóteles manifiesta paradójicamente, mediante su especula-
ces, la debilidad del argumento de Aristóteles según el cual la ciencia ción efcCtivll, la imposibilidad de aquélla: si es cierto que el ser no es
de la esencia sería universal por ser primera: pues no basta con cono- un género y que toda ciencia es ciencia de un género, hay entonces
cer el primer término de la serie para conocer la serie cntera 1II; acle- incompatibilidad entre el ser y el discurso cientfIico. Podríamos, sin
duda, contentarnos con la conclusión según la cual si el ser no es un
S\l6 Gr. llLís arriba, p. 190, n. 336 (a propósito de r, 2, 1047 il 27 ~~.)
!'ni A=a de la~ rclaciones entre deducción por una parte, y Rn'lu.ri6n plantas, el alma nutritiva C'tiste sin el alma ~en$itiva: asimismo, ~in el.tacto
y j>Toduce¡ón porot:rn, dr. más arriba, pp. 51.}4 y 65·66 ningún otro scntidoe:riste, mi~lraS que~ taCto "",stc ~in 1m otro, SClltldos..
SOII Acer<:a dd fracaso de .emejantes intentos (espccialmcme en Santo TOo (41~ il 2 ~5.). Mutatis TIIU/andII, puede dectrse a propósito de la .. ~erie. de las
lruÍs y Brenrano), dr. más arriba, p. 190, n. 335. categorías; las ealegorlas segundas no pueden eXIstir ~in lo esencia, pero 1<1
!lB Et. Nic, l, 4,1096 il2l. e"ncú puede ex;'tir Ii" ellas. O también; la ciencia de Jiu Clttegodas segundas
510 Se trata, pr",,¡sa el. diccionario de Bailly, de un «brote que parte de pl'CSuponela ciencia de la esencia, pero dt filC<J"sidtrillióll de la estnáil nunca
la I"l1ÍZ.. y, por tanto, en <:lereo ';'<X1o oompetidor de. la ,planta principal. Con st oblt"drlÍ" las demfzscilltgorfaI.
tooo. no cabe llegar, como sugIere A.. WE6E"- (lbI/m" de la philowphie SIl De h""ho, una inrerpretación que espera de Arisl6re!es que éste ponga
~~":.~d~~~' ?p:":;;o~: 1(4), pcn~ando sm duda en este pasaje, bam el punro en prnctica ~us declaraciones aceta! del carácter fundamemante de la esencia
se ve obligada a m;onocer que di~ho fundamenl? n~nca queda esrableddo ~n
queSt~o .t~o d¿i~?ci:eg~~;¡~rad~¡n a:~~jéo:; ~e ~:be":í;s t~~t~~S1r::~ 1
¡
concreto; asl, hay Sin duda en Amtóteles una ClenCla de la esencia, es decll",
una ciencia primera, pero, a despecho de las dcclarnciones programáticas de
una ser'~ donde hay a.mes y despué.,; pues bien, añade Ari~tótcles, ~sicmpre E, 1, no se ve por ningún lado cómo esa ciencia es el mismo tiempo universal.
l? anterIOr es~á conlewdo en pot~nCla en aquello que le es consecutivo.. (por es decir, romo la universalidad de lo que es se deduce de la oon~ideración de
cJemplo, el rnál18tÚo en el <;tladttlátcro o el alma nurritiva en el alma ~ensi. la esencia. Eso es lo que haceoonstar]. ÜWEm, quien mribuye esa ausencia al
rival (Ii, 3, 414 b 29 S~.), lo cual quiere decir que cada término de la serie ¡nacabamientu de la Metafílieil, o, al menos, a la pérdida de ~u parre "po'lili.
~upone e~ precedente (asl, ~sin alma nutritiva no bay alma sensitiva.., 415 il 1). vu: ..El daarrollo proyectado..., en el cuai habrlamos podido esperar la per-
~17 !:;n:if1,r::c~ú:o d~s J¡~~a.~=i,e:~o ~~r'ti:el~ ~~¡e~=:~~::u;~ fecci6nde !adoclrina, no ha llegado a Japostcridad.. (The Doclrine 01 BeinJl. ..•,
p. 298); habría entonces que ..--recon~truirlo~ (ibid., p. 289). Nos ha parecido
Cl6n· todo término es Imprc~iIlblc por respecto al prece<!ente. Así, ..en la, mejor método el de buscar las ra~ones filosóficas de dicha ausencia.

238 239
género, es varios géneros, no habiendo por tanto una sola ciencia, del ser. Pero el propio Aristóteles presenta la ciencia del ser en cuan-
sino varias ciencias, o, como dice a veces Aristóteles, varias .filoso- to ser como una ciencia tan sólo «buscada» y, sin duda «buscada
fíaso, del ser: ciencias de la cantidad, de la cualidad, de la acción '1 de eternamente» lIJ. Siendo asl, la unidad actual -'1 acaso lICIual por
la pasión, etc. Mas no por ello deja de presentársenos la exigencia de siempre- del discurso acerca del ser no es la unidad de un saber,
un discurso único acerca del ser: el reconocimiento de la homonimia sino la de una búsqueda indefinida. No hay, y acaso no puede haber,
del ser no impide que la preguntll ¿qui es el ser? no pueda conten- una ciencia actualmente única del ser en cuanto ser. Pero ello no sig-
tarse con tt:spucstas frngmentarias o episódicas, ni que, por consi· nifica que no pueda haber otro tipo de unidad que no sea la coheren-
guiente, se replantee sin cesar. La irreductible dispersión del discurso cia ciendfica. Las dificultades con que nos hemos topado procedlan,
acerca del ser no impide que el ser sea uno en cuanto a su denomina· sobre todo, de que Aristóteles no parecía considerar una posible uni·
ción, ni que, pot lo tanlO, nos invite a buscar el sentido de su pro- dad del discurso acerca del ser que no fuera la unidad ciendfica. Pero
blemática unidad. Asl se explican las aparentes contradicciones de hay que pasar aqul de sus declaraciones de principio a. su pr:ktica
Aristóteles: la esperanza en un discurso único acerat del ser subsiste real, y, si es que existe, a la tenrra de dicha prictica. El Org~non nos
en el momenlo mismo en que la búsqueda de la unidad tropieza con enseña que, junto a! discurso científico, hay otro tipo de discurso
la experiencia fundamental de la di.sper$i6n. Más aún: esos dos a$o coherente: el que AriSlóteles llama di4Jictico. Ha llqado el momentO
pectos son tan poco contradictorios que no podrían subsistir el uno de pregunlarse si, a falta de discurso científico, que en este c::aso con-
sin d otro: el ideal de una ciencia del ser en cuanto ser evita que la tinúa siendo un ideal imposible, el filósofo 00 debe recurrir a la
investigación se hundo. en sus ftllOlSOS; pero la infinitud misma de: dial6:tica para intentar pensar el ser W CU2OtO ser en su unidad.
la investigación evita que la idea de semejante ciencia sea otra cosa
que un ideal. Sin la e.J:periencia de la dispers.ión '1 la necrsidad de
superarl..a, UIU ciencia del ser en cuanto ser seria inútil ('1 por eso, en
ddecto de lal experiencia, no habra proyecto ontol6gico en sentido
estricto entre 105 p~res de Aristóleles); pero sin la idea de: la
unidad, lal como se expresa en el kbI. aristotélico de la ciencia de-
mOlstrlltiva, la investipción acera del ser resultaría imposible.
Sólo que hay un buen trttbo desde la idea de la ciencia a la rea-
lidad de la búsqueda. Hegel parece haber sido el primero --en sus
Lemonel lobre hiJlori4 de 14 fiJosofí-- en observar esa despropor.
ci60 enlre la teorla aristotélica de la ciencia, en los Analíticos, y su
especulaciÓD efectiva en la Melllfísicll su. Nada se parece menos a una
ciencia, ta! como Arislóteles la entiende, que lo que nos ba dejado

t,~~:n:i~ :á~iv=aCd:e~~~»B~S:ri~:'~ea:t~~,n:l¿
=~ ~~:o~~~~{~~c:J;::l~lt~~a~:s~J~dJ~ria~~:
ra atribuida a un accidenl:ll ¡nacabamiento de la esperulaci6n acerca
5\) VorlItS""¡tl íi1Jlt, dic Cuchichlc da Philosophit, Berlin, 1833, l. XIV,
pp. 408 SIl, Pero no podcmoo lCep'Iar la imerprelaciÓD que hace Hexel de: esa
desproporción: habrta algo mú .... 1.0. Mp~ClJÚlci611 de: Aristóldes que "",su
16¡iclS, que es una lógin del entendimiento, y por dio del pr:nwniemo finno,
.... Wllo que Ui a¡xnllllCión hxe alll1lr dichos .=' Lo que 1levalIlO$ dicho
=eí: J:.~d~ =~=:en"'t ~"f;:"C;:o ~ ~:l:r~i~~~
ladc!lcritlenIorsA1III1IIicos¡m,(sRún,qm:aquéUlseeneuenlfll,porrdacióo

I
I ala última, en una siluaci6n de infaioridad: la de un subuilutivo, O UD
remedioparalllirdc:lpa$l;>.
'10 'f1<p<ttian¡ ..... ¡"'''"'W,¡,. (A, 9, 993 tZ2)
5IJ Or.Z, l,1028b 2.
240 241

J
\6
CAPITULO III
DIALECnCA y ONTOLOGIA, O LA NECESIDAD
DE LA FILOSOFIA

eNo se diga que hay en ello ott. CO$4 que la IU-


tktiCll y verdaderamente noble IOfística.»
(PLATÓN, So/illtl, 231 b.)

1. PARA UNA PREHISTORIA DE LA PlALÉCTICA:


EL «COMPETENTE» y EL "CUALQUIERA.

Se ha observado con mucha justicia que, cuando Platón intro-


duce en sus primeros diálogos la noción de dialéctica, .d lector no
advierte relaci6n alguna entre d nombre y la cosa». Dupréd., que
es quien hoce tal observación 1, ofrece un ejemplo significativo. En
d Eutidemo, S6crates, swcituyendo por UD momento a los dos so-
ñstas que impiden que la discusión avance, reemprende junto con
G1inias d debate que hahía introducido anteriormente: se trata de
buscar una ciencia que otorgue la felicidad a quien la posea; convie-
nen en que ha de ser una ciencia que no s6lo sea capaz de produ-
cir, sino de utilizar 10 que produce. Una vez eliminado d arte del
redactor de discursos, quien no siempre 1$ capaz de utilizarlos él mis-
mo, Sócrates sugiere que la ciencia o d aIte 2 que buscan pudiera
~= ::~: :ata~a!;¿e~{:: =b:~; ~~ra~~
«ninguna cla&e de caza propiamente dicha va más allá de la persecu-
ción y la captura; cuando los hombres han echado mano al objeto
de su persecución, son incapaces de sacar partido de él: unos, caza·
dores y pescadores, se lo dan a los cocineros; otros, ge6metras, as-
trónOOlOS, calculistas, se dedican también a una caza, pues en nin-
guno de estos oficios son producidas figuras, sino que se limitan a
descubrir las que existen, y, como no saben utilizarlas, sino sólo

243
darles cua, se las dan, ¿no es cierto? • los dialécticos, para que
tstos saqUC1l partido de sus hallazgos. J.
Asf, la diaI6:tica es presentada -por lo demás. no por S6cta-
te:li, lino por Clinias- como d arte capaz de utilizar el producto de
todas las demás artes, y, por tanto, como un ane que, sin producir
nada por s( mismo, o acaso porque no produce nada por sr mismo,
posee un campo y un a.Icancc universales. Arte supremo, arte direc-
tor, o. como dini más adelante Sóttates, earte real. 4; as! aparece

b~ t=~~I~~~cam;iss~~~ lartf: :i=J~ ro:


veces se ha puesto en duda que esta concepción de la dialéctica sea
propiamente platónica. Pero resulta enraño ~r1a ya enunciada -y,
lo que es mís, como cosa obvia- en un diiIogo que, en mucbos
aspectos, ligue siendo somItico; además, por un personaje que no
es Sócrates, sino su interlocutor, y sin aplicación alguna acerca de
las rdaciones de esta insólita funci6n de la dialéctica con la signili-
aci6n corriente de la palabtt. Pues, a fin de CUCllW, o?por qu~ el
arre dd diálogo tendrl. Qe privilegio que S6ctat(:l; acaba de rehusar
al del redactor de disa.trsos, a saber. d de dirigir el producto de las
demás artes y ser, por ello, dominante? Circunstancia aún más ex-
traña: Sócrates refiere esas declar:tciones dd joven Clinias con ciena

~~:m:nsi=es~as~~~::l:u~or;=:
muy superior. '. Por último, lejos de poner tl!:rmino a la conversa-
ción con la resolución del problema planteado, la evocación de la
dialéctia frena en seco y no acapara en absoluto la atenci6n de S6-
entes, que pasa inmediatamente 1 Ott:l sugerencia: esa ciencia que
se busca. ¿no sen: mú bien la política?

244
tótdes lanza una mirada retrospectiva y oomplacida sobre 1.1 obra
que culmina. La retória, dia:, fue fundada hace mucho tiempo y
ha llegado, po!" tanto, a un punto avlJlZldo de desarrollo. En CIID-
1m, tinto ~ 10 que respectll a la dialécticl como en 10 que respectI
.t nlzonanllento, Aristóteles ha tenido que inDovu, pues eno eris-
da nadI en absoluto. acerca de tales materias y CDO habla nada
anterior que citan '; pero inmediawnente una observación limita,
al menos por lo que coocierne a la dialéctica, el alcance de esa inn<>-
vaci6n: decir que «no existía nada en absoluto,. sobre diaI&tica DO
q.uiere decir que la dialéctica no existiera, sino que no habia obra tec>
nca acerca de ella, pues los sofistas la practicaban ya; sólo que cen- ~
señaban no el tute, sino los resultados del me. t. Su prictica se
reduda, pues, aH~tas:emplricas, y no proponfan un m60d0.
Este pasaje ?frece un doble interb histórico. En primer lugar,
muestra que Arist6tdes no coloca • Platón entre sus predecesores

'A=::::
en este tema, y que DO toma en cuentl en absoluto su especulación

~ ~~~~t;S=U:a~::mt~.
bi6J que Arist6tdes COMidera a los sofistas romo dial6:tiros, con
Is; ?nica reserva de que su
prictica de dicho arte es espontínel, em.
=~
PlnCl, y en modo alguno reflexiva. Asf pues, es cierto que Arin6-
:=m:q~~t~ttsenck:P=~/:~~lle: ~~ :e :a~~~~~~cat:
ría del razonamiento. Pero no discute que se haya podido razonar
y ediakctizan. antes de que él elaborase la teoría, y, por 10 que
toaI • Itt dialécti.ca en particular, existe una experiencia sobre la
cual puede rdIe:s::iOflIr el teórico: l. de los sofistas. En d roomcn.to
mismo de presentarse como una novedad radical, la teorfa aristoté-
lia de l. dialéctica se refiere • la práctica tolIstk::a de dicho llU'-.

246 247
esencial de la hetmcia del Liceo ts. Por Otrl pa!'tt'. un tato de los lidad de la apacidad dial6:tia y probabilidad del punto de pani-
Tópitas muestra claramente cómo este uso de la dialéctica se vincu- da- la diaI~a se opooe • la ciencia. cuya teoria elabora Arist6te-
la aún directamente al arte del diilogo: eCon respecto a cualquier les en los StgJlnJar Amditicor. En tanto que la ci~ se.refiere a
tesis, deben ~. a la .vez ~tos en pro y en contra. Y. una un pro determinado del ser. y a uno tOlo It, e.la diaUctica no. ~
vez hallados, mvestlgar mmediatameDte cómo puede rcfutúselos: refiere ni • cosas determinadas de este modo» 1lI a un gbluo unt-
pues. de este modo, resuhati que nos ejercitaremos a un tiempo tan- MientraS que cad. ciencia se apoye en principios que le: son
CO .. 11.
to en preguntar como en responden 11. propios, la dia.léctia intenta demostrar principios comunes (k~t~)
. P~ estas referencias e le.signifiaci6n primitiva y obvia de la a todas las ciencias, como el principio de conttlldicci6n: si tales prin-
dIaléctica acaban por quedar aJ.s1adas en la abra de Arist6teles, sin cipios comunes son aquellos por cuya virtud las ciencias se ro-
duda porque caen por su propio peso. Aristóteles, en cambio, insiste munican (hllVJtvwvou:lt), no será extraño que la dialéctica mantenga

~~~doan=:~e1e~~~~ !:e:u=7rsJ~g::
con todas las ciencias esa misma relación de comuni6n D. De hecho,
Aristóteles insiste a menudo en esa vocación dd dialéctico para mo-
tensKlneS. Dicho carácter eparece ya desde la primera frase de los verse en el seno de las consideraciones COIDune5 D.
Tópicor: eEl objeto de este tratado es ba1Iu un Oll!todo gncias al .En aJanto al segundo carictef. se desprende del primero' la
cual podremos razonar (aull.aTi~I~t) sobre cualquier problem:a probabilidad de la tesis dialktia ~que se opone • la ~~ ~ las
partiendo de tesis probables (lE lvaoew,).. !'J. y más adelante designa premisas del silogismo demosU1ltlVO) es la contrapartida mevnable
romo erazonamiento (lJ!,lUoy.lJl.u¡~) dialéctico.. al razonamiento que
acaba de dtefinir y que ese'" d objeto de investigaci6n del presente ::=da~~m;~=s(;~~~~e;:~
trltado.. JI. En los dos puntos que Arist6teles subraye ---universa- roteles da una justificaci6n filos6fia de esta rdaci60 entre la ge~
ralidad dd diSCl.lnO y el carácter simplemente probable: de sus abr-
I!I Cfr. 101 teltimoniol de PWT.u:CO y &r~IlÓN, 1,,1r., eap. J, PI). 27·28. maciones: no puede:n demostrarse los prime:ros principios de cada
1(\ T6p., VIII, 14, 163 " 36-b 3. Arist6tele., reeordlIndo el «diiloRO del. ciencia ya que toda demostraci6n parte de principios propios del
SOI'IIII, 263 t; dr. F,kho, J8 N), alIade: «y li 110
~ COll&igo mi$lllu? Il que PlIIÓrt asimila el penI&IIIiento (ftrtrto: 189 t;
tC1ltll>05 a nadie con quien
diKutir, lo haremos COl! DO!OtrOIl mislnou. Cfr. Dt tfJtlo, 11, 13, 284 b 8.
~nero' considerado y no pueden concebirse. en el interior de la cien-
cia en cuestión, principios propios anteriores a los primeros princi-
Pm úl«mo, Aristótdel reprocha alalOtigua di&l6;tica el oohaber.ido «Ul:I pios. Los únicos que pueden ser antttiores a los primeros prioci1?ios
poder lo buwtlc: fuerte aIllIO para e:r:atDinar 101 conlral"iO$ indeI)mdiente- propios de: cada ciencia son los principios (DIIlunes a todas las CleD-
mente de la esmcia.. (M, 4, 1078 b 23. Ac.:n:a del Klltido de f$Ul últitna
rescrn, por la que Ar. Pxifio=a a la diaIktic:a tal Q)lD() a la a:xx:ibe ver ~ierto d ~ ¿".,ost,lIt;fIO, Arist6teJa de;. UD lua:u ~
i"fr~ tt6P~~'~'IOO " 18. ' el siloJ&ismo tliJkrito: Nbda, pues, roccistttfCU de ambas ~ , DO ~
nx:i6n O:\1llI poroas). NoftmOll enUlr aqW en d deulle de ata po1áDicI
~ T6p., 1, 1,100 .. 22. T~~..,.do;por'iUolWJJlinltoyDO pot
si1evs-o. En dtrl:lO, crttml» que elUl paIabn DO time aún al lo. T6piaJs el
1 (en,~:U~~~¡:~~,~):~:;~
=~r=~'1.T'pr:.'I,"4.lOv~ ~ ~:rr::..en~':
amado Iicnico y propWneDle arUlOIaico -n:diUldo Iuqo en la leOrla de 101
Ñulili«tl (es ubido que \q pa1abns G!IUo1\~ ouU.o~. _ empleadas
siJoPmo pero
~~~ Pr:~~, ~12e1 ..M~a~:r:~.Ildis~::o~e~
ello dela de
1-ó,t!:; \
todoDO el una denlostraei60n no
silc«is1DO

=b~'rli~=m:t~~;=Um~~:C:vo~d=~e~~
j, pot

m:
o la RrJ6Titll, I:II.IU~¡{C.e!Il", es empicado a menudo por AL en 5eIltido no J&..
nico; dr. H, 1,' 1042 11 3, donde '"IIU~¡{CootI'" lisnlfica: recapilular, resumir). pone un ..bu poseedor de su oomienzo DllurtU, es decir, p.ifltipios. Por el
~Ilc=~ ~ ~ ~ ~6~= ~T6p~laJ ~ ~=& h':sa~~ ~~~~~¡:r~':'Prl~~i:X~
lo moocido a lo lIlÚ conoddo. raooaww:lo as.! el orden Mnnl del
r:,;;;l¿tI~~O:;ts~li.~ :.;s~. J~':U:: ~ :1~6J:
lllmO$

~.
r So:,e1~¡J"",ac:':'::::~::;;D:
~.Ios T6~ Cl"lDlXm la 1eOda formd
del lilocismo.
~1tt~~\=
la del lilo- pero DO
mis utibI, cap. U. § 4.
:. E& ckds. Il modo de un ~.
11 AMl. post., 1, 11. 77 ~ 31.
.....,:no ~uYO. J se ooloc:arfan entorla:l mm .los Primaos J loI Stplldos D K.oO ~ 1W.aud¡ ~ (n.--..l'] (77 " 29; cfr. ~ 26).
AMlíticos),! mM.~lc:IDmte, por E. Wm., ..1.. ~ de la loPrue d.ns 13 Cfr. Ar,. Jof/st.• 9, 170 ~ 38: cE! eumea de las rdt>~ QUe. pro-
~~em:::= ZI ~M:t~I~' :~9~~lminsi=
codeo de loa principios COlDWI/:I' que no sem.i1eP a DiD¡6D ane puticuIn
oompde a 101 diaI&:ticm...

248 249
mis cosas, sino aquellos máJ conocidos ('f'Iwp'p.ol'l; ~r último, ju.
ci~. Pero esos principios comunes no pueden ser demostrados: en
pnmer lugar, por d m~ro hecho de que, siendo roIDUnes y desbor·
gando con d doble sentido de la palabra MO~lK, Aristóteles defwe
dando por ello cua.1qwer gmero, no pueden ser objeto de ciencia la tesi5 probable romo la aprobada por aqu~ sabi<:" mIs Ilpro-
alguna; adem& porque, siendo fundamentos de toda demostración btJáot (p.dAtlrnl lvM~t')' Así pues, cuando ~~tóteles lDV<? 1~ au-
n~ p~eden ser demostrados ellos mismos. ¿CulO ser.' entonces el toridad de los sabios para definir la probabIlidad de la t~lS dialé<:·
enteno de su verdad? Sólo puede serlo la probabilidad de la.s tesis
~ead~ respecto a ellos:ll. La imposibilidad de demostar, o más :~ de ~~C:ie:Je~n 1~~er.t~::oo';~ ~=1~ ~
bten. de Justi.fi~.JS, los principios ~ cada.~encia de otro modo que bastarla para disrinRUirla de la clenda) no se apoya tantO en sI tn~
mediante pnnapl05 comunes, y la lmpos!bilidad conelativa de de-
mostrar esos mismos principios comunes, hacen que d dialéctico d:i. Sab~ ':"~~e1~q~i~:'~:=- : : : le:!: : r;~~::
ca aquí menos por lo que es que por lo QUe representa: su sabidurla
deba recurrir a tesis simplemen~ probables.
Se ha puesto en tela de juicio, ciertamente, d que deba tomarse no es tanto la suya prooia como la de las naciones. ~ ~ mis,"?
en sentido restrictivo la expresión (td~) que nosotros traduci· instante en que Arist6teles oarK'e llutentimr d COD~t1mJento ~t­
mos .por tesis pro~ahIet at. Pero la. noción de probabilidad no es por versal mediante la autoridad del sabio. ddi.ne la autondad del s~bio
si misma peyoratlva; 5610 lo es SI la comparamos con la necesidad mediante el consentim~nto universal, susumyendo asr la autOridad
de las premisas del s.ilOPSlllO demostrativo, exactamente romo la
generalidad, ltC8SO inevitable, del discurso dia.l6:tico sólo es conde- : ~ :f:=~a1f=:uZ ~p~U~t:t·~~~~~
nable si le la rompan con la perfecta demostnlci6n dd campo de rrelato de los discursos universales. en d doble ~tido .de discurso
cada ciencia particular. En sr misma, la probabilidad significa un sobre la totalidad y discurso admitido por la ~mversalld~ de. los
progreso por respecto a la tesis meramente postulada: probabilidad
no es arbitrariedad, y la tesis probable es infinitamente más que la =:S'~ ~f~:ci~~ im~1t,~~;, ~:;te=d
~pl.e hipótesis. «Las tesis probables ---dice Arist6teb--- son las di!CUrso se univen.aliza hasta d c::nremo de perder todo punto. ck
que corresponden a la opinión de todos los hombres (1v30~ 'td apov real: corrige entonces nuestro a1ejami~to de las cosas median-
te el recurso al consentimiento y a la autondad de los hombres.
80ltDÍl'ftlf d:al~), o de la mayor párte de ellos, o de los sabios, y, entre
Tales raspOS, sobre los que volver;rnos. cuando se ~te de esm-
6tos, ya de todos, ya de la mayorla, ya -por último- de los mis con
diar d juicio de Aristóteles sobre la dialb:tíc'D y sus rdlCl.ones. la
notables y prestigiosos (ni, ll.d11orur: T"-p1¡u¡t, xerl b8óEot,)>>ZJ.
6losoffa, batan desde ahora patll esbozar la fi~ del di~~. El
E.!ta definición de lo «probable» confirma con un nuevo rago la dialéctico 6e opone al docto, al hombre ~petente, al espec-!ista:
univenalidad de ta tesis dialéctica: univenal, lo es doblemente pri-
no tiene un Cl\mPO propio, pero $U poder, ~1 no su .~nC111: se
mero por su materia, y luego por su modo de establecerse. La' tesis
extiende a todos los Clmpos. Entonces, no ~lendo onslOnero .de aen-
dialéctica es la reconocida por todos, y las restricciones que Aristó-
teles parece hacer en seguida a esa primen. afirmaci.6n no hacen sino
confirmar indirectametJte d eankter universal del «COfUleIItimiento» r.a~=;~:~:ill=i1~=~;;.~t~~:;
esos ",orincipios comunes» que ri~. no tal o cual relP ón ~.
dialéctico: pues los «sabios» son invocados aquí tan 5610 como aqueo
llos ante cuya autoridad, de com'Ún acuerdo, se indinan los hombres; ruida del ser sino el ser en su totalidad. De este modo, él es quien
y entre los sabios, resulWIÚl privilegiados DO aqudlos que conoceD asi,mA a los' discursos parciales, es decir cientlficos. su IUR~r v.su
sentido pot respecto al di'lCllt5O total. Pero este ooder del diaJé:erico
tiene sus limites o mú bien su contraoartida: al dete8r ad,"'CIones
37-:;'1 ~ima- Aqtlf. comentiDdolo, el pasaje de b T6píaJs, J, 2, 101 • robre todas las ~as. no JXI'S'ee orecisamente sobre todas ellas mil;
. ~ No ~ u;-tarse. de ~ demostt.o6n en ~tido estricto, pues el ~ue «aclaraciones». Es menos docto que. cultivado. NI:.' ube nada
alogismo demoImuw (l.
~. aenllflal) le mu~ aemp~ en d rotaD por sr mismo, sino que repite 10 que se. dice y. se ve ~ a con-
&:Wl~.,apurisdepriDdpiostrop;tu&:~~
tentarte en la discusión, con la aqulcsttnClll de su lDterlocutor.
~t :ilf:j~.~ Mp.~' Ko~=:' 't: ,1;~ rz· ~1:~jq~ ..~u;,;' i:t~: Procedi~do de este modo, dice AristÓteles, nun~ est3IDOt se~
~ ~i~~~' J).istouleJ ulId die DiaJeJctiJc. Kant-Studien, 19~1917, p4gi-
ZJ T6p.. J, 1, 100 b 21.
~~er:r a: :::,t;::s~I~ ~s:1:~.t::
2,. m
tenda y, a través de ella, de univenalidad, gracias al poder maravi·
sino lo que parece veniadero. Pero la verosimilitud es un criterio de
lioso~o::. claramente aparece esU ambición es ?1 Gorgias'. Se-
probabilidad. no de verdad a. Especialista en generalidades el dia.
Metico puede parecer superior a los sabios. puesto que su ~po es
ooextensivo COD la totalidad de los campos paniculares de 611os: en
realidad, es inferior. todos y cada uno en su temno propio: al no
1 J;ÚIl él, la ret6rica es el me supremo. aqua que. sm. tener objeto
propio a mismo, impone SWI órdenes a todas las demás. artes. Es, en
efecto, el arte de: dar valot a ~ otras ~es, el art~ un el ~allas
.diestrarse dentro de flinRún gblero determinado. es smpre segun.
do en todos los géneros. Por último. su discurso alcanza la universa-
lidad tan sólo al precio de la vacuidad: es sabido que Aristóteles
asocia a menudo las ideas de dialéctiCll y de generalidad vada. Que-
f demb estarían destinadas a la unpoteoea, y el único .mediante .el
cual pueden ejercer su poderj en una palabn.. una ~peoe de media-
dor universal. Ya conocemos los ejemplos parad6j1COS que Plat6n
atribuye a Gotgias en el di¡{\ogo plat6níco que lleva su oombr::. el
~endo unificar los terrenos dispersos de los diferentes saberes. que-
:ktiad::ri~~,e:ni:~:~b\:cid :U~b,a~::J:;:'~:d
a
'nen~o superar lo que hay de fragmentario en el diSoCUtso cienúfico,
quer:endo elevarse: por encima de 105 géneros, el dialéctico comete retótico, pues «no hay BSunto del q~ no pueda hab~ un hombre
el mIsmo errot que la paloma de Kant, la cultl imagina que O'volarla que conoce la retórica, ante la mulutud, .m's pets~aSlvamente que
RÚn más rápidamente en el vado., pero adviene, cuando llega :t él, el hombre de oHcio, sea cual sea- JI. Gorglas anuncaba un poco an-
«que ya no avanza, pese a sus esfuerzos- lJ. tes el sentido de estos ejemplos: son la cprueba contundente.
Podríamos continuar mucho ~po con este retrato hecho de (~a "tlXII:i¡pIOV) de que la ret6rica «engloba dentro de .ella. por a51
conuasres, según el cual .parece alternativamente el diaMctico, ya decirlo. y mantiene bejo su dominio a todas las po~as. D • •
como hombre universal eD quien se recooooe la universalidad de los La tradici6n, influida en este punto po; III crfoca ~tJca Y
hombres, representante total de la humanidad total, ya -inmediata- lat6nic:a, ha sido unífotmeme:llte severa haca ese arte. ~~ ?e
mente despub---- como vano disnux:ador que se contenta con diser· ~ón. cuya. úníea fina\id,.d habda sido la de susorwr. ~usoru­
Ur cverosfmilmenle l<'nCI de todas las cosas. JI. Tan vivo es este mente, en cada terrenO, a la competencia del ~bre de oficio. Los
n:trato, y tan aplsionados los juicios contradictorios que conlleva, ejemplos aquí in,,'OClIdos tienden de modo evidente ~ sub~yar ~
que DO podemos dejar de ver en ¡g la referencia a alguna figura bis- CltIlctu ilusorio e ilegftimo de dicha sustituci6n.. Pero $l. Go~as dio
t6riCll, Y a alguna poIl!:miCll suscitada por ella. La figura histórica que en efecto tales ejemplos del poder de: la ret6nca. su m.tenClOO no
parece fascinar a Aristóteles, en el instante mismo en que: rechaza debla ser la de: darles ese sentido. De hecho, DO esti veda~ ~­
la adhesión a su falso fWC:Stigio. es fácil de recollOlXr: se trata sin bdt, tras la paradoja de que infotma solícitamente .Plat6n, indiCIOS
disputa. del ret6rico o del soHsta, de ese tipo de hombres aparecidos de una concepción profunda y, en todo caso, defendible. de las rela-
en el SIglO V. Y cuyo rasgo más común es su pretensión de omnipo- ciones entre d hombre y el arte. Decir que el médico debe ser tam-
bién retórico es recordar, sencillamente, que las relaci":les en~re el
médico y el enfermo son relaciones humanas, que el médICO es Impo-
tente sin el consentimiento del enfermo, que no se puede hacer
felices a los bombres contra su voluntad y que, por último, el sabet
tan sólo confiere verdadera superioridad en .Ia medid.a en que el
hombre de cienda es reconocido como supenor. Gorguu no ~e
haber querido decir que el retórico era mAs competent~ en mediana
que el mismo rn6:iico. sino tan sólo que la competenoa DO era para.
a lo esc:ncia1. porque la rompetencia ~ al hombre. de. arte en
una determinada relación con el ser. tnlenltU que las reIaci~nes de
médico y enfermo son rdaciooes de hombre a hombre, es decir, rela·
ciones toWes. Lo que Gorgias ha puestO por encima. dc:l hombre

253
2>2
-r
competente es d hombre cualquiera, el hombre simplemente huma- hombre de ciencia, por la doble razón de que la ciencia especializa y
no, o sea, universalmente humano. aísla: separa al hombre de si mismo, ]0 compartimenta, lo trocea,
~ta bien, que ~se hombre sea el retórico puede parecer ubi- impidiéndole entonces reencontrar en si misma esa humanidad total
trnno: ¿acaso la retótlca no es un arte más entre otros? En realidad que le permitiría comuniO!!" con ese homhre total, capaz de de1ibe-
no lo es, y por dos razones: la primera, que el arle retórica (y por
esto,. como vere.mos, em~rentará con la filosofía) no tiene objeto :~: 1. Alci~~ ~~~b~~~n;j i:~,t d:~a ~"::~a:bi:
propiO; el retónco. es qUleo puede: hablar verosímilmente de todas al hombre del otro hombre: sustituye la titubeante fraternidad de
~ ~s, l0. cual, C1~tamente, reqwere «cultura., pero no una iluso- los que viven en la ...opinión» por la trascendencia de ~dos que
~a e llllpoSlble «polimatía», y excluye, a /oTliori, tooa especializa- saben",Jli.
~. En segundo lugar, si es cieno que la habilidad técnica supone Comprendemos, entonces, la tesis aparentemente escandalosa de
Cle~ «sabe; hacen, que no se confunde con ningún otro y se ad.. Gorgias acerca del primado de la ret6rica: la retórica no vale más
q;nere ~ediante una enseñanza especializada, esa técnica ret6rica que la ciencia desde el punto de vista de la ciencia, pero el ret6rico
Sigue sl~ndo puramen~e ~rmal: no supone ningún «saber de la vale mM que el sabio, en cuanto hombre. El saber debe hacerse opi-
cosa», smo. una ~peXlencra de los hombres, y, más precisamente, nión a fin de ser recibido por los hombres; el hombre de ciencia
de: las ~aClones mterhumanas. En este sentido conlleva la Ret6rica debe recurrir al retórico si quiere que su ciencia se haga ciencia del
lU"lstoté1Jca, en su libro II, una especie de antropología práctica en hombre y para el hombre. Si el saber divide a los hombres, al mismo
la cual nos sentiríamos tentados a ver un tratado acerca del cará~er tiempo que los sepata del ser en su totalidad, la opinión los recon·

~ci:tIb~~~ss~e~~=esq:eo~oses!rl~~:~:ig~r;ramb:
cilia dentro del movimiento unificador y universalizador de la pala-
bra, cuyo progreso infinito no puede ser dividido ni detenido por
en .este punto Anst6teles se hallará más pr6ximo a los ret6ricos y nada, a no ser otra palabra.
sofJstas que a Plat6n: no reasumicl por cuenta propia la oposición, Convenía recordar estos rasgos del orador según Gorgias, tal
desarrollada en el Fedro, entre una retÓtica filosófica fundada en un como se desprenden por antítesis de la crítica que de ellos nos ofrece
~ber que Plat6n llama, extrañamente, dialéctico, y una rutina empí- Plat6n, y como serán perpetuados por la enseñanza de lsócrates.
n~, fundada en la. opini6n. Mejor dicho: Aristóteles, al rechazar Ayudan a comprender la seriedad con la que Arist6teles afrontará
dell~radamente la idea de una retórica científica, no conocerá otra un arte hacia el cual su maestro s610 albergaba desprecio. Sobre
ret6nca q~e la de los retóricos: un arte que no puede ser otra cosa todo, ayudan a presentir los origenes antiplatónicos de cierto nÚlJle.
q.ue empínco, puesto que es el carácter empírico mismo de la rela-
c:6n. de hom~re a hombre, y sólo él, aquel que hace necesaria la me-
diaa~ ret6rloa, allf donde no está dada, o simplemente no está re-
que UI1I ciencia
exacta de las inútiles,. (compárese ron D~ part...nimtÚ., J, "
64' " 1 SS., donde AJuSTÓTIU.ES hace el paralelo enrre la e:>:celencia un pnoo
conocrd.a, la transparencia de un sa~r. Una ret6rica cientlfica sería
una cootradioci6n en los ténninos,J4) El retórico no puede ser un :\:~o db\o;r~ dl~ ~~Ja ~n~~~~ lc!:~:sri~a~~:
dicha convergencia no puede explicarse por Un p~tamo directo, sino por la
común adhesión _pmVisla. ~e reservas, cierram~re, en A~ist.ótdes- a un
la ;6fi~~or;:=ci=;~ ~~IR;'.,~~hil.,nmr =~~
pp. .304-30' Y 316-.317.
J4 .. Es preciso ---dice ~IllSTÓTELES- ~ablar de cada tema con la preci$i6n
que 8. comP'l!tu; ~ bIen, hay materIal! que, siendo imprecisas ellas lIli$-
lllalI, no pettnlten que se hable de eJ~ con preclsiÓll: asi .ucede con la o!'tiC8; ¡inas 8-1.3 (a pr0p6lito de D~ p8rt. ""imiJ., 1, 1, 639 a 1 SlI., que comentare-
..serÍll erróneo espenr del matemátICO argumentos aimplemente persuasive. lnQ$ máa adelante), Y nuestra r=si6n de ese arúculo en R. E. G .. 1960. Sobre
y del relórico demostnri~e5 rientifiC2l;,. (Et. NU:., 1, 1, 1094 b 2J.-27). Est~ la influencia de cierros remas retóriC>:)S en Aristóteles, cfr, tambio!'n nuestra co-
texto ru: sólo ~flIe a colaclón ~ opo&ición entre demOStmciÓll y rer6riCll, sino municad6n ..Science, culture et dialectique chez ArisIO!e», Act:s du Conl.r;S
G. Bud~, Lyon, 1958, pp. 144-149 (donde hemos rometido el error de no meno
<l:'Je sllglere, -;-Idea ~e baboa Indignado a PlIt6n- que la probabilidad retó-
neo. eo la urna legfruna alll donde no hay materia de un saber demostrlltivo cionll a lsócrares). Pata una rehabilitación moderna de la ret6rica, v6mse las
Igu~lm~nte, Gor~ias, Y,. tru a, Is6crares, instituf.an $Obre la imposibilidad d~ obtllS de 01. PEIl.Il~ru.N Y L. OLBRl!CHTS-TYfECo\, especialmente R1Jjtoriqu: ~t
l~ Cl'7'C1a la Omruporencll de la persuasión r~tóric.., generadora de opinión, Y no Pbilosopbi~, Pads, 19'2.
Clencll. Tal es uno de los remas del tntado de Gorgias km;" drl no-ur 15 Cfr. nuestso articulo ..Sur la dlffinition arlstotelcienne de la coare,.,

. ~~~~~~ ~¿ ~~~n~ ~~~~:r;r~~de~:;~~::ú~ pp·r~.'PLATÓI/' Pol/tico, 292 C¡ Tul~to, 1706.

2>4
ro de remas aristotélicos: la rehabilitación de la opinión, y, pua1e- cia, ciencia del bien y del mal- que de6ne la sabidurla. Esta pro.
lamente, de ese arte que, más aún que la retórica (que se COfltCllta blemática DO ~ exclusiva de los diálogos socriticos: volvemos • CIl'
con utilizarla o mscitarla) toma laopini6:n como objeto, me al
que Arist6tdes voIVttá I dar el viejo nombre de di4Jictutl que Pla·
contnrls en el FiJebo, donde Platón se pregunla qué ciencias -que
podrlan l1amarsc: eprimens_ intervienen en la constitución de la

,::s ~:~:U~lssen:~·t~~=~ea~ vida " ' -


Es indudable que Aristóteles continúa ese mismo debate cuaDdo
reinado de la opinión.
~~OO:~Jlib: m '1~~~.n=~~°in~~
ción se halla explIcitamente asociada a Utla reflmÓD acucs de la
2. Lo UNIVEISAL Y LO PR.IMERO felicidad. La experiencia más inmediata nos pone en presencia de
una pluralidad de fines humanos: uno busca la salud, otro la vietl>
El problema del valor respectivo de 1. polim.tía, la cultura y la tia, otro la riqueza. A cada uno de estos fines corresponde una téc·
competencia; el problema -más técnico- de las relaciones entre nica apropiada: medicina, estrategia o CCOl'lomfa. Pero ¿acaso esos
ciencia y opinión; la tensión -tan polftica como filosófica- entre fines no son divergent.es, y esas técnicas merametlle yuxtapuestas?
universalidad y primada: todos estos temas que acabamos de evocar No, responde Aristóteles, pues todo fin es un medio por respecto a
volvcrin a ser tratados y se ampliMán dentro de un debate cuya im· un fin m~s elevado, y las técnicas se subordinan a otras técnicas: las
portancia acaso no haya sido observada lo bastante 31, y que va a técnicas de fabricación. las técnicas de uso, que a su vez no 5011 sino
permitirnos capw la unidad, al menos pol6ni.ca, de preocupaciones Jos imlrwneDtos de la ciencia de un bien mayor; asf, el arte del
y ~:drte~ a~~ aU::a1dás~ ~lafid~ a::ce:: guarniciODttO se subordina al del jinete, Y el del jinete
al del estra·
del siglo v, y en ~ón al cual plstoni5mo Y aristotelismo represen-
tesa'. Pero ¿aál es el fin supremo, el fin que 1610 es fin. y DO ya
tan sólo dos tipos de respuesta.!¡ CIltre otras, podría resumirse uf:
medio, y que remata la serie de los fines para ascsurar su amdu·
si6n y, por eso mismo, su unidad? Al modo ea que el movimiento
f~Si::~::a~t~~~~.::: supone un primer motor no movido, o que la demostración supooe:
una primera premisa no deducida, así Is serie de los fines supooc
ciencia es la sabiduña, Is cuestión se replanteará en estos t6min05:
. ¿cuál es el arte o Is ciencia que COllStituye la sabidurla? &ita eroes- un fm que DO se balle mediatizado, sin 10 cual eswúmos condena·
tión disputad.., muy genérica en su formulsción, pero dentro de Is dos a una regresión al infmito. Paralelamente, ¿roál será la cienci.
cual parece haberse circunscrito muy Pf'Ol]tO el debate entre cienos primera, rectora, o, como Arisl6tcks dice, «arquitectónica.·, aque-

~~e:W~ad~osmt::~es~~~~:::IE~~~: ~al~~;
lla cuya funciOO describla ya el Eutidemo be.jo el nombre de cane
real.? Dicho de otro modo: si es que hay -como los filósofos anti-
S6crates se preguntaba qué ciencia otorga la felicidad a quien la po- guos han admitido siempre f l _ una unidad de los fines humanos,
sec, sin llegar a decidirse entre varias soluciones, ya p~ntadas ¿culÍ! será la ciencia de esa unidad, que al mismo tiempo será la uni·
-parece- como clásicas JI. Habría que citar en su totalidad el Cár· dad de la ciencia, ya que la rdación entre los fines vuelve a encono
mides, donde el problema debatido es el de la definición de la sabi- trarse en la rdación entre las ciencias de esos fines? La respuesta de
~~ :;usm:srJ~~~;os~ci~~t:~ci:O:;~~ :~: Arist6!d.es en la EJUd tl Nic6mlUO es inesperada y decepcionante.
Era de esperar que l. l'CSpUesta fuese: la fiJosoEfa, o, al menos, la
ética. Pero es la poiltica la dcdarada -zui .primera de Lu ciencias,
más uquitcet6nica que cualquier otra .. G. Pero esta respuesta, DO
~rada en Ibsoluto por el contexto, parecerá menos enn.ña si

'" El. N~., 1, 1, 1094.1011.


• lhúi.• lO'H. V.
41 Evidenlrmmlc, no podria dcci...-se lo mismo de b litaaturl ¡riqa,
especialmente de kJ&lrdVa».
Q El. Nit:., 1,1, 1094" 27.

17
:':;: :.d?~ :r.~ : .~e:,~ :~";!l¡;'~~:m~E~~:~:~\.
E/iea
Se ha observado a menudo la divergencia entre este pasaje de la
jf Nicdmaco y el del comlenw de la MttlJjiJUil, donde la prima-
testigo de la tradición filos6fica media. Dicho tato es uno de esot
di4Iogos que, pese a hallarse recogidos en d Corpus plat6o.ioo, 00

~I:a~ ~=:e,t;: ITFüo~1r:;¡C:::~d :::'q~


twn: ~°c~~ciaa ~ ~J[~~=osa ~ah:b:=;~fC~~ mis arriba hc:mos mencionado. Se trata de saber qu~ es filosofar",
o sea, una vez más, «qu~ ciencias debe aprender quien se ocupa de

~~S¡PI~ =v~:ue~~~':SI~~~~
veremos que la divergencia es sólo aparente y que, en ~dad, Aris-
tóteles propone un mismo tipo de respuesta en ambos casos. Pero
importa 1lacff DOW aquf que es el mismo problema el pLwteado, confunde con la toralidad de las ciencias; a 611 se le opone: la res-
casi en los miSlDOI términos, en el texto de la Melll/isica y en el de la puesta que Sócrates hari suya: la fiIoso& es la ciencia de una o:xa
E/icfl 11 Nic6mlU:O, y que ese problema DO es otro que el del Eutidt- única, pero privilegiada. que seria d hombre mismo. o por 10 metIOS
mo, el Chmides y el Fikbo: se tNta de definir cesa cic:ncia llamada 10 que tiene: que ver con la cxcdeocia del hombre SI. es decir. su
sabiduría. G, o bien -lo que viene a ser lo mismo, si es cieno que bien y su mal SI; entre amb8s respuestas, una sol.uci60 intermedi.a:
la sahidurfa es presentida OOnfuSlUDCllIC como la ciencia más alta, la la filosofía no sería ni ciencia de las ciencias, ni ciencia de si misml.
que trae al hombre la felicidad- de instituir un certamen cutre las sino cierta cultura, intermedia entre la competencia. universal y la

==.~~~ =r~~:ll~!"~~P~~
especiaIizaciÓD, que permitirla al hombre cultivado (uu.la.~O'f),
«sin pos«r de cada arte: UD conocimiento tan preciso como d del
gobernar (<<n.tJtlDan¡) tl.; cuál, en fin, posee el privilegio que el hombre de oficio (ta" n¡... ÚIYl'f" fxOVtll) ... poder comprender, DO
Eflltl=~==~m::epdt~~ ~ia felicidad a tnlvés de
obstante. "las apÜcaciones del hombre de: arte: ('tOÜ &r¡Jllo~pTD':')
mejor que lodos los que lo escucban. y SCT capaz de emitir SIl opini6o
la c:ieoc:iI, se trata de averiguar qué ciencia entre las conocidas -o, de tal modo que pat'elCI (aoutv) d más experto coooc:edor...• SJ •
si hace EI.Ita. entre las aún por nacer- puede darle al hombre la Polimath. competmcia emiDeote. cultura gc:neraI: en d primer
felicidad. BUlarr kr cUna. primeN, rectora, constitutiva de la «vida caso, una ciencia primen. por ser univenal; en el segundo, una cien.
buenn: ese viejo problcma sigue siendo el problema de Aristóteles; cia universal por ser primera; entre ambos, una universalidad adqui-
podrlamos casi decir que el único problema de la Mttllfiril:4. Cuando rida s6lo a apensas del verdadero 9aber. y que 00 cooa:de. por
Aristóteles llama ccieocia buscada.. _ciencia anheladu, según tanto, más que una primada aparente:. También ues tipos hurnanoc.
traducirá tan justamente Leibniz- I esa ciencia que aún 00 tiene propuestOS I nuestra. elección romo posibles i1ustraciooes de la sabi-
oombre ni lugar, no debe verse en tal upresiÓD uD mero ripio, como duda: d erudito, poI!mata como 10 era Dem6cr:ilo~, pero wnbi6:a
parc:z que ha hecho la mayor parte de los tradue:tOIt:S, sino la refe- «polüécnico.. romo pretendía Hipias. que se envaneda de haber fa-
rencia precisa, captable fki.!r:oer¡te por 5U5 oyentes, a uD debate que
debú estar vivo entre sus contemporáneos G, y al cual ---estimaba
Ari.s16tdes- ninguna respuesta satisfactoria había puesto fin.
~.~u:»:am~~o~. ~a~~~co~ b~ e:
¿Cuíles etan, entonoeS, las posiciones enfre:nladas? No es en uD
diiÜogo plar6nico, ni en un lato de Aris16tdes, doode buscaremos
Sil más desDuda expresión, sino eD una obn que por SIl mW:na. trivia-
lidad y la mediocridad de su lutor puede ser considerada como fiel
41 291 t.
oH A, 2, 982 b 2, ,.7. aro Roa, Mtl"pb., 1, Ut; J. SOUILHfi, in El. Nic.,
1, ~ 1~1~ ;S6i h 28•
.. A,2,982h+.'.
G Cfr. Gb",¡du, 1" h: "Eifll á~ qu 10 hl/.Sto. la que mú contr'io
huye. la felkidad, ~tláI e.?; EpilJOmis, 976 td: ..Necesitamos descubrir U1lI
ciencia que _ (:IlWl del hombre realmente ubio... Es un. búsqueda muy
dificil 11 que anprendemoli al bus."If'... un" titllCi4 que merezca lCtu2hnente
y ootl ju.to titulo lCt ilImld. cabldurla.•

2>8
primer lugar. a &l misme-., y que, en posesión dd principio. domina géneros: superior, sin duda, en conjunto, al común de los atlttas,
con su visión dara todo lo demás: filósofo de los principios, pero al pero inferior en cada actividad particular a los campeones 1lO, Sócrates
mismo tiempo y por igual razón prlncipe de la ciudad, detentador ridiculli.ará sin trabajo esa concepción con un argumento que, una
de ese arte supremo que los Rivales, al igual que el Eutidtmo y el vez más. parece dirigine contra Gorgias: «Pues bitn, dime: si llega-
Polltico. DO sólo por metáfora llaman «artt real.. 16. «Lo mismo es, ras a caer enfermo... ti quién llamarlas I tu casa para recobrar la
según toda apariencia --eoocluye el Sócrates de los RirHtltS-, rey, salud. a ese hombre de segundo orden que es el filósofo, o al m6di-
tirano. polftico, administrador, II\8C:$tro, sabio, juSto; y una sola y co? .. «Llamarla a los dos.., responde agudamente el defensor del pen0
misma ciencia es la ciencia real, tiránica, política. despótica, econó- tathlonista". acordándose sin duda de la complementariedad que
mica, la justicia, la sabidurfa.. fl, Pero entre el polímata y el rey_ Gorgias atribula al m6::1.ico y al retor, pero mostrándose uf, por
filósofo aparece ese tercer personaje que los RirHtlts llama _hombre desgracia, incapaz de justificar más ampliamente ex punto de vista.

~: ~~';ab~~~e:v=teand:p~:br:~:
libre y cultivado.. ": ese hombre que. sin ser competente en nada.
puede hablar veroslmilmente de todas las cosas. y en quien puede
fkilmente reconocttse la imagen. o quizá la caricatura. del retor ¡e. parece. Sócrates. que comprendes bien lo que es el filósofo al com-
gún Gorgias. o del hombre cultivado según lsócrates. pamlo con el Itleta de pentathlon. Pues pertenece • su naturaleza
Siendo ésos los personajes que se DOS proponen, JX?CO importl no dejarse sojuzgar por asunto ~, y no llevar ningún euudio
aqu1la argumentación propia del Sócrates de los RirHtles: un Sócra- hasta la perfección. No quiere, por ocuparse de un solo objeto, si·
tes que parece ser ponavoz de un socratismo tardío, fuerteme:llte te- tuarSe en un estado de inferioridad respecto I todos 101 demú, romo
los mesanas; quiere tocarlo todo con m~da.. Q. Volvemos a hallar
=,[a~~~r::h~~ :;::~~a~:r~ aquí el Irgumento según el cual la competencia, el saber, separan al
diilogo de:sca1ilic:ar, en ese debate. al hombre meramente cultivado. hombre de la totalidad, argumento asociado al tema platónico de:
Sucede con 61.. dice S6c:rates. como COD el atleta de pentathlOll que, mc:nospr«io de las t6:nicas. pero en un sentido que DO es plat6nko:
lunque sea VCDCCdor considerando los cinco ejercicios en su totali·
dad, DO deja por ello de ser inferiot en c:ada UDO de ellos al hombre
de oficio: corredor, ludutdor. etc. Si DO fuese más que hombre culti·
:o: ~~tl:~~~.==l¡: ~c:s!~ ~
especialidad, lino, por el contrario, DO recluirse 10 bastante, 19DO-
vado. el filósofo serfa, como el pentathlooista. segundo en todos los randa asl su necesaria subon:tinaci6n al fi1&5ofo. único que posee la
~oef~t~ ~~~.~:r.;iU:6t~'~u:too= ~~
la noción de mtJiJ~. cuya resonancia aristotélica se ha subra.yado
juslamente Ü • Pero si se tratase de un préstamO seria por lo menos
inIúW. pues la medida se opone aquí • la perfecci6D Y el au~ de
105 RilNl1u ignora manifie:sta:mente la ttoña según la aW la Justa
medida es lo mis elevado. lo que le babrla permitido poner en bo::a
del interlocutor de Sócrates una ddensa más convincente de esa
filosofía, universal por ser «mesurada.., cuya idea haM. esbox:ado. El
carácter no plat6nico de la primera pane del argumento. la incompa-
tibilidad de la «medida.. aquf invocada con 1I teerla que de ella
ofrece Aristóteles. permiten ver en esta &ase algo distinto de una
simple reminiscencia de Plat6n o de Aristóteles: el ceo de una po-
Iémica anterior o contemporánea, cuya principal articulación -pi-
te<»- nos restituye aquf el autor, pese a rus impericias: hay que
escoger entre sab/!r o SQbn- haur algo y bablar de todo, entre una
• RitI/ÚtJ,
411J6ttl.
13' t.

Q 136.h.
4.1 B~l1tfNECU. op, di.

260 261
~ o un arte parcial y una universalidad que sólo se adquiere al Laprimetacoocepci6D.esladelapoliroada,.1aqueVll11uaidos j
prec.o de la mediocridad. Antes de suscitar una refle:rión KerCI del los nombres de Dem6cri1O Y los sofistas.•Voy • hablar de ~odo.: •
5a~, que seri quizá lo esencial de la especulaci6D platónia y aris- a este célebre comienzo de su tratado Sobrt u N,tllTaJeu debió De-
totéllCll, este problema se plantel. aquí en su significación ingenua_ mócrito sin dud., desde la antigüedad, su reputaci6n de polimata ..,
menle human.: DO se puede ser el primero en todos los géneros no y cootra él había sido J!I utiliudo d argumento del penuuhlOfilita,
se puede ganar. la Vel: en la c;:urera y en la lucha; el hombre ~ de dd que nos informa los RJvaJts ti. De hecho, fueron espontfnellmen-
t~ manera que su fuerza y su saber se degradan al extenderse. Es te polimatas todos los primeros pensadores de Grecia, que preten-
cterto que el planteamiento dd problema indicaba al ~JlO5 el sen- dian hablar de la Totalidad, Heráclito citari, como ejemplos de hom-
~ido de. su solución: hallar un hombre que sea d primero en el con. bres cuya .polimarlall- no ha adiestrado a la intdigencia, a Hesiodo
ll;lnto S10 ser el segundo en el detalle, que no sacrifique ni l. preci.- y Pitágoras, ]en6fanes y Heeateo de Mileto el! •• Pero fueron l~ so-
5160 en aras de la totalidad, ni la uniVttS.lidad en. aras de la lnscen- fislas, y Cll. particular Hipias según e! t~timOlUo de Pla~n, qUienes
denci., que sea universal sin ser cualquiera, eminenle sin ser limitado, se erigieron en primeros teóriCOl!l eortSCICll.ICS de la epolimat!a. y la
y, .para ello, compro~tedo ~n un arte o un. ciencia que 'Úlle la
prímacb con l. amplitud de mU"lS y que bable de todo sin desdeñar ·poIi~~to 40 de Henklito att'Stigua que, irK:I.uso anles del
cosa alguna: La .perm~cia de ~tIl problemática, que rea~ desatroUo de la sofistica, las pretensiones de erudldón univenaI ha-
CDInO un [ellmOltr), CllSJ am los nusmos t&minos y provista de una blan provoado la burla -. Progresivamente nace la idea, que parece
nUsma r:ama M, en te::rtos un diversos romo los que hemos cittldo, hoy de sentido común pero que sólo debi6 i~pollenc por ~
DO pemute y. poner en duda que los sofistas, PJatón "1 Aristóteles cia, de que la calidad de! S'lber está en ru6n ~ de su atem16n.
=la~~lar sólo de ellO&- se han aplicado sucesivamenle • so:Iu- Pero si queriendo sabetlo todo no se sabe nada, ¿qué habri que
saber para ser filósofo? lit, Si la filosofía no es la ciencia de todas
Acaso se nOl pennita ahOtll teronstroir en su desarrollo hislóriro
una problemi~ca de Ja cual l?s Rivales nos ofrece tan sólo un esque. ~:n::;'~~m~11~ei=~;;ci~u::::t:~e;a~:i~
ma retrospecuvo, Y~os mejor, a partir ~ aquí, el sentido preciso pensadores antiguos estas cuestiones que nos parecen hoy ingenuas:
del problema: l. Clenaa buSCllda, ¿es la ClCll.cia de todas las cosas o y es que les iba en ellas no sólo una definición abstracta de la fll?"
bien la ciencia de una cosa única, pero privilegiada? O tilmbim' si
convenimos en que la ciencia buscad. debe poseer e! doble c:arkter :~ 1j=:W=~/del'es~=rofi~je:es~~
de la univeru1idad (mda le es ertr2ño al sabio) "1 de la dominación que ni podí. renunciar al ideal polimátko de los An~, ni ipIo-
(todo le estJ subordinado), podemos Vtt que dos posiciones eme- lar las críticas que ese ideal provocaba, "1 aún menos 510 dud.. el
mas se ~ta.n: para una de dlas,.1a deocia buscada es primera eo;pectkulo de su efectivo m.aso. Gorgiu '?abría.
m::onocido ,prime:-
por ser umverul; para la otra, es uruvenal por ser primcn.. ro que hadie que el arte supremo no es d lJnposibie arte urnvenal,
sino aquel que permite poner de relieve las demás artes 11. La retó-

~ Díe!I. cit. por Sato EIlPÍIlCO, MI>. NlIJb.; VII. ~. aro CI-
cnótl. Acd. Pr., XXIII,
" Di~1.AP.llcro,IX,}7.

: M' :~~e~ito .tJ."borrada~


se burlllTi de lAs ..genlell de oonod-
mienl~ y que alin, sin embargo, .. desproviSla, de ru6n. (h. 64 Didl): prueba
de que no ~ba que formase 11 mismo ~rte: de e1lu. ,
111 ..SObR tado, lcuila 1I(lIl ... las ciencia que debe aprmdc:r qwm le
OCU\lll de fiIosofÚl. dado que no debe aprmda\u roda, ni un gnm mm.e.o de
d1as?.. (RilIcks.1J'.).
11 Deldeatepwltockvista,HipUs.po&terioraGaqia,a\ltl~
Wlte n::a,pdo cid ideal poI.imiUco. Pero DO p.>ede ponrnr: ea duda que la
evolución p::nenJde la diaria. .... deldela polimatía ~ la idea de un ara:
que lea wUvocnaI liD confundine por dio Wll la PJ'!'D6a ~ teda _.~I!S.
Un palljc:: del E~o m:umI. que b;6genc:a d i _ Eutidemo y 0i0b00-
OOtoa:mcnz:atOll pordaearaet 1Ulivcuab(--,..) (271 C),Blte:ldeopinar

262 263
rica seda, entonces, el arte buscado; aquel que, sin tener objeto pro. to 11 los defensores de la retórica: la verdad no se impone por si
pio, hace valer las demás artes: hablar no se opone a hacer, no es un misma a unos hombres que acaso no est:l.n predestinados a recibirla;
hocer entre otros, sino que es aquello mediante lo cual el hacer en incluso lo verdadero necesita el prestigio de la palahra para ser reco-
general toma conciencia de sI como actividad humana y puede, a nocido como ral; lo veroslmil puede no ser verdadero, pero lo verda-
paror de ahI, ejercer su poder efectivo, que es un poder del hombre dero no puede nada si antes no es veros!mil 74. Pero si S6crates
sobre el hombre. Hem06 desarrollado en otra parte esa concepción suministraba as! con su muerte un involuntario apoyo a la doctrina
gorgiana de la ret6rica, entendida como «arte de las artes»- 72, en el de Gorgias, habla asumido y popularizado en su enseñanza un tema
doble-sentido de reflexi6n sobre las artes y de técnica primordial. apreciado por el retórico, a sabes, el menosprecio de los saberes «par-
Plat6n, sin duda, apuntará hacia esa concepci6n, tanto al menos tieu1ares», y su corolario: la burla hacia el hombre competente,
como hacia el proyecto pretendidamente socrático de un conocimien- temas que inspiran los diálogos socr:l.ticos de Plat6n y por los cuales
to de si mismo, cuando critique en el Cármides la idea de una «cien- se distinguen, sin duda, ron la mayor claridad, de la enseñanza pro-
cia de las ciencias. 73. Y es, sin duda, un esquema empobrecido de piamente plat6nica. Al criticar al hombre competente que, corno el
esa misma concepción 10 que encontramos de nuevo, bajo el nombre genemI del Laques o el adivino del Eutifr6n, ignora -recluido como
de «eu1turallo, en la segunda parte de la discusión de los RifJtJ1n está en un dominio particular- los fundamentos de su propia cien-
Gorgias habIa intentado sustituir la universalidad ilusoria de un cia, S6crates volvla a dar vida, a su modo, al ideal de universalidad
saber pretendidamente real por la universalidad real de un saber de los sofistas, sin recaer por ello ni en las ilusiones de la polimada
aparente. Sócrates denunciará, antes de Plat6n, la impostura moral
de un arte que sacrifica la verdad en aras de la omnipotencia, y, al ~us:::r:~~~=~~~:ci~:~~~n~~l~°C:;~
rehusar defenderse ante sus jueces, se negará incluso a poner al ser- tencia, sino en la afirmaci6n, prodamada muy alto, de la no-com-
vicio de la verdad un arte cuya finalidad era tan profundamente im. petencia; dicho de otro modo, en la ironía socrática. No hay más que
pura. Sin desearlo, proporcionará así un supremo y terrible atgumen- un saber que sea universal, y por ello primero: es el saber del no-
saber. Universal lo es de dos maneras: en primer lugar, negativa-
que con una sob deocil bastaN: 1a. erística (272 b). .PJ.t6n l1udirf a esta mente, pues no está especificado por ningún objeto particular; pero
últiml cono:pd6n de la sofistica cuando defina 11 sofí5la como <mn atleta dd también, en un sentido ya más positivo, porque pone cada saber en
discurso, cuya elpuiaJidad es b mstica.. (Sofis/./l, 231 e): ""pi ),610too;... w; su sitio verdadero, es decir, en su sitio particular, impidiéndole que
dB/..'l'tljc,'"r-lp'o't... r,.'t<IX"'7"~~ se identifique abusivamente ron la totalidad. Arist6teles recordará
n aro más lUT!"'b, cap. 11, 1, al comienzo. Lt expresión /us /Utium R
ella lecci6n que Sócrates da a un tiempo a polimatas y retóticos: la
d::atraasr ia~~=:¡r{:!~t.~·~:~'T':"r..:~:¿,~t~~~~ ~~ universalidad buscada no puede ser la universalidad de un saber, real
cientc:mente, COll una tradici6n «relóric.... preari!totélica, que por Jo demú pudo o aparente, sino la de una negaó6n; con más precisi6n, la de una
transmitirse dim:tamente hana ~ mediante la tradición de II! ..artes libc::mks•. «crítica», o, como Aristóteles dirá, una «peirástica"l> 15. Un mismo
7J El S6crates del CbmiJes critica una concepción según la cual, mien-
tras que ..todas la.s demás cienci~ son ciencias de Olra cosa que ellas mismas.,
..la sahidurla es b ciencia de las demás ciencias y de ella miSlllI a la vez., =~red~o~~~:i:~.tsta~ol=br:r:r~~cu~le~~
066 bc). Si re::ha7a dicha concepción,no es tanlOen nombJ:edeunlCl)l'lCep- mamente universal: el de la pregunta; el único arte al que ningún
~7::n.~~~br: d~~:o'e~::tdel~~:~~~~cad~ 74 A argumentos di': este ~etO responden no sólo el Go.f.Un de PLATÓN
ciencil diciendo no rolo que es una ciencia, sino una ciencia particuw con
UD objeto paniculan (i7l.}. A!(, pues, aquello. que parece apuntarse con el (especialmente 4ID d ss.), sino rodil la literarura de lO! discursos llamados so-
nomb"' de .. ciencia de las ciencils. no es tanto el proyecto de un conocimiento crJlicor (LU.pat'xol lóTO'), que floreced alln por mucho tiempo en las escudas
de sf miSJ11l cuanto el de unl ciencia o un ane universal, tal como pretendfan susgidas de Sócrates. Cnno observa DiO! a este respc:clO, no <':$ sólo la vida de
serlo la ret6ria de GOrgilS o la culrun general de Is6c:rates. Acaso leI1 éste el S6crates la que requiere una. apología, sino lambi~ su muelle, esa muerte
lupr de =tdar que la idea moderna de ,ef/exi6" es extrafla 11 PMlIamienlO para cuy:a prevención había sido impotente la palabra dd filósofo, y quedebi6
gnego: el «<:on6cete a ti mismo» no es, ni siquiera en S&rates, una invitación paseeerignominiosa a una sociedad tan convencida de la virrud de la palabra
al CQ1locimienlO de d (pese a ladas las inlerpretaciones modernas de esta fórmu_ que confundía bajo un llnico vocablo la CIIl1Sl1 injuna y el dillCUrso defectuoso
la), sino una e:rhonaci6n al reconocimiento de nuestros Ilmiles; la fórmula (~nulv M¡oc). Cfr. ARISTÓPAIiES, Nuber, v. 892 ss.; PUTÓN, Hip. ""'YO', 304 /lb
sólo pue<!es/gnifiar esto: eonoce lo que eres,esdecir,quec:res mortal ¡dr. (A. DIJ;!;, AUlou, de PlatOll, J, p. 172). Se da ah! una especie de proceso
F. DIRUI.I!IBl, Archiv f. ReligiollswiuellScbaft, XXXVI, 1940, p. 290, y J. Mo. póstumo de Sócrata y. a SU trav6l, de la filosofía, que la lileraturasocrática
IlUU, «Comrd~ de la saaes-. en Ler sciellur # la rageru ('" Congreso cunea ha ganado definitivamente.
de lu Soc. de Fil. de lengua franc., Burdeos, 19.w), pp. 89-92. 15 r, 2, JOO4 b 25.

264 265
otro puede disputar la primada: el de plantear cuestiones en el diá- ciencia, como ocurre, por ejemplo, con la medicina Q, Pero en este
logo; dicho de otro modo, la dialéctica 76. punto Plat6n no puede haber sido enteramente insensible al ~­
Pero esa minusvaloraci6n ret6tica, y luego socrática, de la com. mento de Gorgias: decir que la política es un arte entre otros, sig-
petencia, ese método dialéctico que convierte al primero que se pre- nifica ignorar lo que ese arte tiene, si así puede decirse, de particu-
senta en juez de la competencia de 105 demás, van a suscitar una lar, que es su propósito de universalidad; el político no debe estar
reacci6n que podríamos llamar aristocrática, de la que Plat6n, opo- especializado en nada si quiere conservar la visi6n de conjunto. Gor-
niéndose en este punto al mismo S6ctates, va a ser, sí no el iniciador, gias pensaba que no hay un objeto polftico propio, porque la política
en todo caso el principal artífice. La tesis plat6nica, preparada por concierne a las relaciones del hombre con el hombre y, siendo asf,
la polémica antittet6rica del Gorgiar, los libros 1 y II de la R~pública penetra la actividad humana en su conjunto. Platón piensa, de un
y el Fedro, llegará a su más clara formulaci6n en los textos, comple- modo algo diferente, que el jefe es quien capta la Idea del Todo
mentarios a este respecto, de los libros VI y VII de la Repúhlica, para poder asignar a cada cual el lugar que le es propio. En ambos
y del Politico. El arte supremo, la ciencia primera, 00 es la ret6rica, casos, la polftica supone una visión «sinópticaJ> y excluye la especia-
sino la polltica, ese «arte real... cuya identificaci6n con la sabidutla lizaci6n. Pero las consecuencias que Gorgias y Plat6n extraen de
vacilaba aún el Eutidemo en afirmar. A decir verdad, que el «arte esa misma exigencia son contrarias: para Gorwas, es la ciencia en
real... sea primero es la evidencia misma, ya que, en virtud de su cuanto talla que especializa, y, por tanto, la política no será cuestión
definici6n, ..lo gobierna todo, manda en todo y de todo saca prove-
71 ~e ~~~~~: dÍa~~l~1~ ~=a~~~á ~~~~~s~:
nes Arist6teles~, Platón restaura a su modo el proyecto ----cuya
chOllo • Más interesante para nuestros propósitos es la raz6n que
Plat6n da de esa superioridad del polltico: como es sabido, reside
en el saher~. Los tettos más antiguos de Plat6n muestran clara. vanidad habfa mostrado Gorgias- de una ciencia universal. Pero,
a fin de designar dicha ciencia, emplea paradójicamente el rérmino
mente la significaci6n polémica de esa tesis; se opone en primer mismo que, quizá para Gorgias y en todo caso para S6crates, debía
lugar a la práctica de la democracia ateniense, según la cual el polí- resumir la imposibilidad misma de ese ideal de universalidad por
tico no es un ciudadano privilegiado, sino el ciudadano cualquiera, medio deJ saber: el término de dialéctica. La dialéctica no es ya en
al que no distingue, ni debe distinguir, competencia particular algu- Plat6n lo que en S6crates representaba: el saber del nlHaber; menos
na a fin de ejercer las magistraturas del Estado; baste recordar aquí aún es 10 que la retórica era en Gorgias: el sustitutivo de la compe-
las burlas no sólo de Plat6n, sino ya de S6crates y los socráticos, tencia. Platón es el único filósofo para quien la dial~ca no se opone
contra el sorteo de los magistrados", burlas cuya inspiraci6n direc- a la cienda; t&nka de persuasi6n en los retóricos, instrumento de
tamente opuesta a las de S6ctates contra los hombres «competen- critica en S6crates, la dial&tica se oponfa, como lo hará más tarde
tes,. quizá no se haya subrayado lo bastante Ill; recuüdense asimismo en Aristóteles, a la competencia de los doctos; especie de cultura
las mofas propiamente plat6nicas contra el principio mismo de las general, con la opini6n como materia y la verosimilitud como fin,
elecciones públicas 31. En este plano de la polémica, Plat6n sostiene se oponfa a la ciencia de la cosa. Plat6n es el único que cree poder
que la cosa política no es del dominio público, que no cae bajo la triunfar sobre esa disociaci6n: en él, el dialéctico se opone tan poco
competencia de una copini6n... que cualquier ret6rico podt1a modifi- al sabio que resulta ser el hombre supremamente competente; la
car, sino bajo la de una técnica particular, ella misma fundada en una dialéctica se opone tan poco a la ciencia que es «el pináculo y bro-
che final de las ciencias" 14.
76 En efecto, la dialéctica no es tanto el arte de interrogar y responder Tal es --desde el punto de vista que aquí nClS ocupa- el prin-
como el arte d~ inlurog¡u (cfr. Arg. rol/!!., 11, 172 4 18). Pues paro. l'esponder cipal carácter dd progtlltna trazado por Plat6n en los libros VI y
hay que uber, Y la dialéctica no pretende suministramos ningún saber. JIlNO- VII de la República para la educaci6n de los gUludianes de la ciu-
FONTl! observa que Sócrates pregunta 1~jC7. y /lO rtspo/ld~ /lU/lC6 (MNI'IOf'(I- dad: a fin de convertirse en dialécticos, no deberán volver las espal-
das a la ciencia, sino, por el contrario, sumergirse en ella, remontar
2,_ sus distintos grados. Lo requerido por el político no es una técnica
1, 2, 9·10. Dissoj LoROi, VII, 4. .
de la competencia ilusoria o pretendida: ni ~tesC'l)lIl¡>aracione&entrepolftial y medicina en el GOf'Rias: 477 ~
por un momento pone en duda que Laques sea un buen estratega o Eutifrón 478 d, JO, 4, 521 ....522 4, ete.
un auténtico adivino. U Cfr. m's amOa., eap. n, § 4.
11 GOf'gias, 455 b SI. M Rep., VII, 'H c.

266 267
formal ~~ pers~asi6n, y ni siqui~ra una cultura general, sino un «sa.- bros VI Y VII dc la RepúblicQ; la jerarquia de las ciencias no se
ber enciclopédico... La perspectiva sin6ptica, que todo d mundo resume en la más devada de todas, sino que en ella se suprime y se
reconoce ser necesaria al ~jercicio del poder, no se obtien~ aqul a perfecciona a la vez; sin duda, el dialéctico debe formarse en la
~sas de la competencia, sino que se confunde con la competen- escuela de las diversas ciencias -lo que bastarb para distinguir su
cia .integra, Pero el p~lema está, entonces, en s:lber por qué Plat6n ane de la técrt.ica puramente forma! de los sofistas--, pero esas
designa ,esa COm~tenCIa INprema con el mismo nombre, áiIJUCtit:4, ciencias, precisamentc. no son sino la e5CUeIa, la propedéutica de la
que d~lgnt. y desIgnan, en $US precedesores como en sus sucesores,
un conjunto de ~Ias cuya pricdca hace inútil '! excluye d saM. :::m~:'a~~~:: ~: ~tedea ~ ~~~tasu~7cJ:
~es d vocablo Ji4l!CtU:4 siRUe significando en el vocabulario plató- supone la polimada, pero 1.1 sobrepas.. ---o más bien la domina-,
m~, pero ahora asociado a la id~a de ciencia. aqud ideal de univer· sin por ello recurrir a las ilusorias superioridades de la apariencia o
salida~ que 1.1 ,retórica gorgiana y 1.1 dialéctica socrática habIan juz- • los triunfos fáciles de la ironía.
gado mcompatlble con el carácter parcdador de la ciencia. No podemos uarar aqui de mostrar cómo, mediante 511 teoria de
Mosuar cómo, remontándose más att'Ú de Sócrates y GoJlrias las Ideas y su concepcjón de la Idea de Bien, e! platonismo ~ásico
Platón. ~ en cieno sentido a la polimatfa de los Ano¡tUOS, ~
reconcilia saber y universalidad en el proyecto restaurado de una ~el~e:e~~=~ ;n:m~ ~dec:r.launave%~
ciencia universal. equivaldría. resumit todo d platonismo. Ciroms- Ptte si bemos rememorado aqui esa problemática que, en el ti~po
aibiéndonos al esquema simplificado de los Rivaks, digamos tan de Arist6teJes, debla ser ya tradicional, es porque se trata de! Jugar
sólo qu~ ~t6n representa, por respecto al problema de la definición privilegiado desde donde puede captarse mejor, en $U común origen,
de la sabiduría, l. teroerll de las posiciones m.frentadas: &que1la qu~ d proyecto .rutotélioo de una ciencia del ser en cuantO ser '! la con-
define la sahidura como ciencia universal, por sa primera. Ciem.- ce¡x::i6n aristotélica de la dialéctica.
mentc:, el filósofo no puede saberlo todo ni sabt:r hacer todo pero
coooa: lo mejor, y su tarea es hacer a los homb~ excdentc:s
(~'t'ÍatO,~)f$, Un saber partiruIar, pero eminente, y, poi" dlo, y en
Se ha subnyado hace mucho la dualids.d de inspiración y de pro-
virtud de su valor fundamentaRte, modiat2meD.re universal: asf cs yectO de la meufisica aristotélica. Suáre:z oponf. y., en sus Disputa-
como resulta ser, ~ fm de roentlS, la filoso6a para Platoo. El ~ tio"es metaph,sicl/!-, las dos definiciones quc dc la metllf[sica pro-
yecto de hacer mejores • los hombres supone la ciencia del bien y ponfa Aristóteles: unas veces ciencia del ser en cuanto ser, en la
d~ mal, recucrda los Rivlllu -. De forma mú abstraer.., la &pú- generalidad de sus determinaciones·, y otras cienci.l del principio
blu4. y antes d Eutidemo, presenlaban la dialéctica como la ciencia del ser. o sea. de lo que hay de primero en d ser IO¡ por una partC,
del Bien, que es aquello por respecto a 10 cual tlxio 10 demás cs. ciencia universal, refcrida a. un ser al que su generalidad impide ser
Vemos por qué e! filósofo no necesita ahora conocerlo todo sino un g6lcro; pot otra parte, ciencia particular, referida a un gomero
sólo 10 único nettWio: la Idea del Bien D. Quien conoce e! fin ro- particubr del ser. aunque eminente ('O¡ut»'tlWlV)". Es (Xl68 también
nocc los medios. 5610 el dialéctico conoce 10 que es bueno hacer
sabida cómo esa oposici6D. presenl~ en los textos de Aristóteles, la·
a~d1o por 10 quc las cosas son buenas. Su arte, que ahora es sÍ tente en un comentarismo que las m's de las veces pt'OCU1'lri enmas-
nusmo !lempo un. ciencia, es arquitect6nico. porque no es sólo pri-
cararla, irá siendo academizada progresivamcnt~, antes de que WoIH
mero, smo Eundllf'!'lentador. Su ciencia no es la imposiblc ciencia de
todas las cosas, SIno -y esto reconcilia de antemano la necesaria y Baumgarren la reasuman en la distinción, desde entoDCCS clásica.
entre una ml:tapbysica genmJis, referida al ms commune, y una.
partku1ari~ad ~c1 sabe~ ~. la univcrulidad de la exigencia filosó- 9l
metaph,!ic4 sp¡:ciaJi!, referida al summum en!, es decir, • Dios •
fica- la CIenoa del pnnaplo dc todas las cosas. Siendo as! la dia-
léctica plat6nica deja de aparecet bajo d aspecto solament~ «cnci- ----.¡:;p;... disp. 1, sea. 2.
clopédico... quc paredan acreditar los pasajes pedagógicos de los li-
IS RiNltl, 1)7 (, Or, Ptá61J, 97 d; GO'fUu, 461 " (donde el conocimiento
: gg:'.tr ::O'brÍ8~' ~~~ ;12~'y, de forma mis daborada, COIDO
ciencia del primer ente, asimilada abort a la t«lkl8ía, E, 1, 1026 " 19.
de : iífe,distlngue fJ fllótofo del retórico). '1 E, 1, 10261121.
lQ Sqún PULEJ. (WOrt"b~b á" phiJOJophiKhe" &viJlt, 4.' cd., sub 11.),
el autor' de t':lltI distinción seda un tal MIC1AEUUS (UXK01J pbilO$opbkum,
dd 'i:u:¡Z;;':M::t=":-2~6~7 ~::;ts~eli4 ~XJ~~bW: I'I,T01¡; ~~lIdo 16")). Pedro PONSLCA caracteriza ya la metllpb,siclI ft1J"lIlis y 10 que la dif.

268 269
t
1;
== úl=~U:JI~U= =re~~
~;a~V~~~tri~:id:i~~:ooondd
pensamiento de Aristóteles.
Los c:apitu105 anteriores han mostrado suficientemente que ArU-
t6teles nunca resolvió del todo e5&S prquntaS: tan pronto insistió
en la trascendencia del u.ber filos6fi.co tl , tan pronto en el caricter

:=ún~ Arisob:J;.::n:: d:a:enU: ~:~e:a ~~s;::


Pero antes de ~vc:rtine. con ~oIH. en esquema académico. 0, gen y alcance recooocemos Ibora, resoI.vimdol.o en un sentido que
con ~. J.eg~. en. ~trumento de Interpretación tet:rospcctivl, CSI
oposICIón h:a SJdo VI~d. por !illst6tdcs no sólo en el diálogo mImar
de tu propiO pensanuento, S100 .demlÚ en la pol6nica con sus con-
rr::= ':~~~ :'=;:n=~::::
sola realidad... Respondernos que... si exiSte un Ser inmóvil, la
==:fu~~O%~i::; o~~n~l&:" ldek~~6~fs~=~ ~i~ ciencia de dicho Ser debe ser anterior, y debe ser la filosofía prime-
ra; de tal modo, dIa es también univc:nal po'qUt es primer... lll.
~ y, en. definitiva, su sentido, en esa tensión entre la primada y la lA ontología seda una protologfa: ciencia del fundamento, sería
Ulllversalidad, en e:'a competición entre 10 esendal y lo aJalquiera,
que, como he~os Vl~to, ~ablan marcado con tlltlta fuet2a la sensibili. ~~; ~~~~c:ld~J~~no,enm;~;6~~~:n~:mll t~~e~
dad, no 5610 f¡J~ca SInO polftka. de los hombres del siglo v. Si
lo que hemos didlo es uacro, la oposición en~ onlología y teolo- ~~~d~°.u:~~ t:t~:mOOl;~~f~D=obj~t~:
gIa, ~o la oposición entre opini6o y ciencia, o entre la m6rica v representantes de una soluci6n efc:etiva. Si bien trazan el ideal de la
el «061:10., ~rod~ efectivamente. en otro plano, la oposici61.
entre dem.OCt1Ioa y uutoa1lcia. ¿Qué hay de extraño en esas coover_
gencW? lOué hay de extraño en que la prehistoria de la meuffsioi
~1~~~ ~~~~dei.o:qt'}:~~,: ~=h:
<lamenta! de: lo prUnc:rt- para aportar la realidad de esa solución.
nos lleve II un nudo de problemas en que polrtica. filosofía, rd1eri6n Este carácter del prooe:so de investigación ontol6gica -laborio-
sobre la palabra y aobre el arte, ~tan significativamente unas • so caminar, mú que saber absoluto-- no es algo meramente iJ:n..
otras en un oomp~cjo .indisociable? ¿Qu.!: hay de atraño en que el
proyecto de una aeDOa del ser en cuanto ser, que en seguida llegó
a PIlJ'C'Cef aburaeto -awxio se olvidaron sus resonancias huma.
k:t~~' ~t~7a:n: desde~~ ~~~
Arist61eles ha tdlexionado acerca de su mismo procew efectivo de
::-;;
Iécnic:a
~~o:~ d~r:nc:n:cit:;oV~~6n!U i:~~~~I:z1
de.!
y política, hombre en euanto hombte? •
invc:stipción, dándose cuenta de que tenía mú que ver con la di.a-
16:tk:a de: los sofistaS o de Sócrales que con aqudla ciencia del Biea,
universal por ser primera, que Platón llamaba también dial&rica ea
U: probIe~llltia cuya historia hemOll inlenlado recordar podrú virtud de un audaz cambio del sentido habitual del tt:nnino. Red-
~nurse. 3! fin de cuen~s, en un conjunto de cuestiones, en cuya procamente, al reflexionar en c:l O,ganon sobre el proceso dialéctico,
coJ.!vergencra .-podrfa dc:orsc:- est' el problema mismo de la mela- Ariu6tc:les insisticl, al mismo tiempo que en las limitaciones de
t;:r~eenA~~I~~mt;:, :lbf:n6sdf~orhdemf~e ~~;~~ ::
dicho método, en la universalidad de sus objetivos; de esla suene,
estanf muy próximo a rc:t:'OflOCU, a la vez que su oposición al dis-
objeto d ser cualquuera, es decir, d ser en cuanto ser o bien el gé- curso demostrativo, SIl extraño parentesco con la investigación on·
n.ero más ~te del ser? ¿Penenece el ser al do:mruo público, tológica.
sleodo aludido por la mfs modesta de: nuestru palabras, o bien lao
s6~o. se desvela, en su .maravillosa traxmdencla., a la intuici6n de:
adivUXIS o reyes? ¿Es el discuno del fiJ6sofo _po!> último--- la pII_ ,; J. DEBILIDAD y VALOt DE LA DLUÍCTIC&
!abra de un hombre meramente hombre, que babrú renunciado a
lIU~ al.ser ~o teólogo, físico o matemftko, o bien la palabra
altiva de qwc:n, SIendo primero en todos Jos g6)c:ros se ba1Iarla en
~I Aunque: la palabra di.a16:tic:a no se: pronuncie en dlu. las prime-
ru l1neas del Dt ptlfribus /llfimalium son las que mejor nos aclaran
connivencia 000 los dioses?
~Iea/osfa, preciando que la primen
r=, ~t ~ris JI;J1::::.e:, b::;by~~: ~~~\~_)~
le:
'
reftae al l1I1 4'Wt1</U m
au
.00:'
III Por ejemplo, A, 2,
~a::r ~~-:
998 b lO, 1, 2, 10') b 20.
11 E, 1, 1026 11 2)..)1.
t= t.
m 11 U: cE! mnocimientO taDibk es amún •

~r, ). 100' 11 27), cfr. D, ),

270 27l
la función y los límites de la dialéctica según Aristóteles. ~En todo critica universal, aunque habrla que precisar: una función crítica que
género de especulaci6n y búsqueda, tanto en la más trivial como en
la más elevada, parece que hay dos clases de actitud; podrlamos lla. s610 es universal porque se contenta con ser crítica, es decir, con
juzgar el discurso de otro, no presentándose ella misma como un
mar a la primera ciencia de la cosa (hIOn'¡fll'/'l 'tU\¡ 7:pdTJ14'to<;), y a la discurso añadido a otros disrorsos.
otra una especie de culrura ('lI:al~s¡a'l 'tl'ld), pues es propia del hom- Dicho con más precisión: el discurso del hombre cultivado no es
bre cultivado la aptitud para emitir un juicio (xP\WIt) pertinente acer- el di$CUtSO del sabio. Difiere de él porque es critico, expresión que
ca de la manera, correcta o no, conforme a la cual se expresa quien aquí debe tomarse exactamente en el sentido negativo que hoy le
habla. Pues es esa cualidad la que pensamos que pertene<:e al hom- damos, según el cual lo critico se opone -podríamos decir- a 10
bre dotado de cultura general (,6'1 w..l1)<; :lrE1l:\lI~EUfll'lo'l), y el resul- orgáoko, como lo negativo a lo positivo. Decir que el hombre cul·
tado de la cultura ("ro ltn\lI~~Oe\ll) es precisamente esa aptitud. tivado «juzgallo el discurso del bi610g0 no puede significar que, me-
Debe añadirse, ciertamente, que este último hombre es capaz de diante una especie de juicio de segundo grado, vaya a decidir acerca

~ti:o~e:t1n~~~~~d~~ l~~= :d~~tl~ ':ti~


juzgar (Yfll'tIXÓ'I), según creemos, él solo -por así decir- acerca
de todas las cosas, mientras que el otro sólo es competente en una
naturaleza determinada (npi ,(vo<; fÚOEO.\<; d'fl1)pl<:llllÍ'I1¡<;). 901. judicial y judicativo, que damos hoy a la palabra ¡uicio. El griego
. Este texto resume muy bien el debate evocado por nosotros en- Xpí'lEI'l s610 tiene el primero de esos dos sentidos: así pues, hablar
tre competencia y universalidad. Pcro la originalidad de Aristóteles de la funci6n crítica de la cultura significa. que ésta tiene poder para
radica en que no toma partido por una de esas exigencias. Ambas condenar, pero no patll decir. As! como el tribunal no tiene por qué
son igualmente legftimas: no era de esperar quc Arist6teles desvalo- otorgar elogios a los hombres de bien, así tampoco el hombre culti-
rizase la exigencia ciendfica en un texto que sirve de pr610g0 a toda vado tiene por qué extender certiñcados de competencia: por lo
su obr~ biológica; pero es más raro verlo hacer, en ese mismo lugar, demás, s610 una competencia eminente --que no posee- le permi-
el elogIO de la cultura general, sobre todo si pensamos que los con- tida entender de eso. Por contrapartida, sin ser competente él mis-
temporáneos no podlan dejar de ver en tal elogio una rehabilitaci6n mo, tiene el poder maravilloso de reconocer y denunciar la incom-
de los sofistas y los retóricos n. A decir verdad, da la impresión aquí petencia de los demás. Pero -se dirá- ¿acaso no hace falta cono-
que la cultura general posea valor, no tanto por s! misma, sino en cer la verdad acerca de un tema dado para poder tachar de incompe-
cuanto que se nutre de las insuficiencias de la ciencia de la cosa. La tente a quien habla de él? Ello no es necesario, pues la falsedad del
c~encia ~ «exaet~., como ~ en otros lugares Aristóteles·, pero contenido acaba siempre por traducirse en un vicio de forma, y de
nene el inconveniente de referIrse sólo a «una naturaleza determina- ese vicio puede el hombre cultivado, sin saber nada, juzgar legitima-
da., ignorando por tanto la relaci6n de esa naturaleza con las demás mente. Ese carácter formal de la crltica, correlato de su universalidad,
y, en definitiva con el todo. La cultura, por su ponte, tiene la ventaja queda expresado por dos veces en el mismo texto del De partibur

:ase:e:t~e:is=esti:;i~n~~v~:ili~sdecult~v:dos: s:~; a
saben. lIlI, como aquí la mt~d(l a la hIO"t"Íjln¡. As! pues, la generali-
c:: animaJium. El juicio del hombre cultivado no se refiere a la verdad
del discurso, sino a su fonna «bella o no bella» (xcrJI.ID<; ~ fli¡
x"J..m<;) 1:11. Más adelante, Aristóteles insiste con mayor claridad aún
dad de esa cultura ¿tiene por contrapartida su vacuidad? Es sabido acerca de la tarea que asigna al hombre cultivado: «Es evidente que
~e, en o~ lu~r, Aristóteles no vaci1mf en ext'rae:r una consecuen- incluso la investigaci6n acerca de la naturaleza debe comportar cier-
CIa. de ese tlpo . Pero aqu! la cultura se salva por su misma gene- tos llmius (o3'POr.l<;), por relaci6n 8 los cuales se juzgaIli acerca de la
ralidad; permite «juzgatllo cualquier discurso; autoriza a quien la po- forma de las demostraciones (-CO'l -CPÓXO'I -CID'I hIX'IUfllÍ'IW'I), sin pre-
see a «juzgar. legítimamente de cualquier COlla; tiene una función guntarse cuál es la verdad, si es así o de otro modo» 1<11. Y Arist6-
teles pasa a enumerar algunos de los problemas que se le plantearán,
901 Puto ¡1fl¡maJ., J,l, 639 IJ 1_10. de esta suerte, al hombre cultivado, a propósito de la ciencia de la
~ Es imposible dejar de oponer este textO al de Los RiWl1<-r, donde el
hombre culto era ridiculiu<io, IÚ ser sq¡undo en to,ku los ~neros.
" Cfr. A, 2, 982 IJ 27; M, 3, 1078 ti 10; D~ AnimlJ, 1, 1, 402 " 2; Top.,
lOl Puto lI1/imaJ., 1, l. 639 " ,. Hay que dlll" " elItos t&minOI. liD duda,
IJ,4,1lIIJ8. un sentido mú gencnl que el esútico. Pero el httho de que AriStóle1el1 00
9t Pol., III, 11, 1282 IJ 6. emplee el adverbio dJ,.'l8oi1~ mUelItr:I. que piensa en una eual.idI\d formal del di&-
10) Cfr. El. Eull., 1, 8, 1217 h 21. eurro,ynoen $\Iconleni<!o de verdad.
J<Il 6.l~" 12.
272
18
vicia: ¿debe: el bi6logo atudiar tu especies y sus propiedades una I proIúbc: al menos todos aqudlos que no nazcan de: la ingc::nuidad, en
una, lo que le llevad. inútiles repeticiones. o bien debe considera: cada caso reconquistada, ante: el objeto.
de entrada las funciones vitales (sueño, respiración, crecimien- Universalidad, funciÓD critica, carácter formal, apertura a la ro-
to, etc.) en lo que tienen de común • diferentes especies? ¿Ocbe d talidad: l:a1c:s 100 en dc::fi.nitiva los rasgos que Aristóteles rc:coooc:c •
~= ~~u~~l:t=~~ :US:~~':beeo;~:
la cultura general, Y que: van • permitirle percibir en ella algo más
que vana cbarlal8.Deria, lin por dio dejar de: datar cWtmc:nte: su
ceder de otra m.anen.»? -. En una palabn: al hombre: cultivado in- oposici60 a la ",ciencia de: la cosa.. Vemos en qué sentido constituye
cumben las oonsideraciones de método *. esa coocc:pci6n de: la culturI una reivindicación de la tofisrica y la
Otro tato, ya citado por nosotros, de la friu a Nicómaco, VI a retórica conlr8 los ataques plat6nioos. La función aftia es distin-
precisar el papel que corresponde al bombrc: cultivado imite al u- guida radicalmc:nte: pot Aristóteles de la compc:tc:ncia; la ciencia
bio. cEs señal de hombre cultivado aigir tan sólo. en cualquier gé- suprema de los plotOOicos, tuya imposibilidad, por lo demás, ha de:-
oero de estudio, la precisi60 que la naturaleza del tema comporta. J:n()I;1l1ldo Arist6tc:lc:s, SIc: ve aquí dc:st:ronada en prov«ho de: una um-
::'~:t~c:::, ~o~úl=;W~~~t~ Ia.~:
Será tan absurdo aceptarle • un matemitico razonamientos proba-
bles como reclamar demostraeioDes • un retórico» JII5. Pertenece,
pues, al hombre cultivado asignar. cada sabio, 0, más en .generaI, ningún saber encierra en una rdaci60 particular am d ser. M.ás aún:
• cada «especialista», el género de discurso que conviene: a su objeto. r
d sabio ve sometido por Arist6telc:s a la jurisdicción del bomb~
Incapaz de habar de otro modo en gener:aJ., posee el privilegio de
transmutar esa evidencia insuficiente en un poder que su misma ig-
norancia le confiere: el de confrontar el discurso cient{fico, que es
s:~~c::q': ~ fUd~= ;;:I~¡~:~; t z:;:;;
era una c:spc:cie de cdisrorso dd método. 0: Ilrttes de emprc:ndeno,
siempre particular, oon las exigencias del discurso humano en gene- Aristóteles nos advierte que no se: puede actuar a la vo, o por lo

:k:do~~~~ d~' l:~~~~d:l :~er:fo:~ciS:~da ~=~


menos en un mismo tiempo, como sabio y como teórico del método.
Los comentaristas no serin infieles, en este punto, al pensamiento
con el carácter presunto de su objelo. Está claro: el hombre culti· de: Aristótc:!c:s, Ctlando rehúsen convertir a la lógica en una ciencia
vado no es sino el hombre en cuanto hombre, que, al no estar ligado entse otras, para hacer de ella un organon, dándose como condición
a nada, comunica con la totalidad, pone a cad~ sabio en su lugar,. le de la universalidad del instrumento su indc:pc:ndencia pot respecto a
prohibe confundir los géneros, lo preserva tanto de la c:JI:trapolaClón todo saber particular.
como de: la c:sclerosis, y, si bien no le impone ningún método, le: De hc:cho, en el Orgllffoff hallamos d desarrollo y la justificaci6n
del paradójico cambio sugerido por el tato De las ptlrtes de los

:n:=s~~~e~ri~~: ~::;a~: f~~~~ ~c::


Creemos haber mostrado suficientemente, mediante: un estudio de

=~ rl: =~ r:s:Es:a:-60
ñrmada, en d interior de la obra de Aristóteles, por el
deI:ua:
hed:
de que
la dc:scripc:i6n que Arist6t:des da de las funciones de la culwra gene-
nI al comiemo del tratado De I4r puJes de los tlffi",tdes coincide
exactamente con la teoda de: la dialéctica que dc:sarroUa largamente
en los T6picos.
Si volvemos .. tomar, uno por uno, los caracteres de la cultura
que más arriba hemoI distinguido, los vetemos confirmados y pre-
cisados, en cada cuo, en la concepd6o aristotélica de: la di&ltttica.

~~~Ónq~~~r~n:::;rcl: ~
". P. Louu. "p. cit., p. XXI.

274
es una dixiplina que puede: posecnc incluso sin poseer l. ciencia.
Es posible, en electo. hasta para quien no tiene ciencia, proceder
11 eumeIl (Dtfl4") de quien DO tiene la dencil de la COSI... De ah!
que todos los hombres. incluso los ignorsntes. hagan uso en cierto
modo de la dia1&:tia y de la critica (~ Ql.palm~); pues todos
ellos. hasta cierto PUntO, le esfuerzan por poner • prueb. • los que
pretenden saber» -. En este tema, Aristóteles no hace mis que sis-
tematizar, justifiándolo. el uso 5OCÚrico de la dia1&tic:a. Pero a-
trae de 8. directamente, una comet'Uencia que DO habrían repudiado
los sofistas: .Vemos, pues, que la aftic:a DO es 1.1 cena. de ningún
objeto dctermirwlo. Por ello. uimismo, se rilicion. coa todas las
rosas. '., Negar lo particular significa remitirse • lo universal, 0,
axno dice Arlsr6rdes, afirmar eprobah!cmeDte.. lo univerul. AJ¡f le
justifican, • la vez:, el c:aricter universal de l. negaci6n Y -<OIDO

¡
contrapartida- el Cldeter ~.tivo de las afirmlciooes dialécticas
acen:a de lo universal.. Ahort. bien, hemos visto que, C'UlIldo la uni·
versalidad sobrepasa la unidad genérica. salimOl5 del discurso ciend·
600 para i1UlteSBt en un tipo de discurso que es, precisamente, el
discurso dialéctico 1Il. La contrapartida de la negación ari5lot6ka de
-1 una ciencia universal es el reconocimiento de que s610 puede: hahlar-
se .dialéctieamente. es decir, negativamente, acerca de l. totalidad la,
Vale 1. pena detenerse a ronsiderar la manera como Aristóteles
confirma, a pesar de la critica plat6nicl. la vocaci&n univcnal de
una dialécric. opuesta a la ciencia. Esa confinn.ci6n ilustl'l. en c!ec-
to, d esbozo de un ambio de sentido de la negaci6n que: -segWl
una filiación totalmente enrafiI al p1J.tonismo- anuncia un tema.
que sólo alamad su desarrollo pleno en d neop1J.tonismo. La pllt-

~:n~r~6~=rf=~--=::I$~:t=
propias de la dialéctica. transmutando dicbl$ imperfecciones en pri-
vilegios. Hemos visto que Aristóteles asociaba roo frecuc:nci.a los

276 277
-.:Ijetivos JiJl1ktko y lIddo ID; pero 1.1 vllCUidad de la diaI&úca ga_ Pero si bien Arist6tdes anunda indiscutib1c:mmte en este punto
rantiza $U univenali.d.d. Cuando quiere minusvalorar el rnonamien- fórmulas neoplatónicas. conviene señalar con DO menos insistencia
too ~ -Jo que: ~ siempre que lo compara ron el razona. que no ha lIevlklo hasta el final esa revolución que pttmitiri afirmar
ttll;eD!o. oentH~, Amt6teles le tl!procba que coocJU)'l: • partir de a Proclo que «es más hermoso ateDCl'SC • J.as; oegaci.onen m. Comen-
pnncpt05 d ~ amplios, no apropiados, por dio, ti objeto de rando los tatos neoplatOOicos, Bréhier escribe que. si es cieno que
la dc:mostrae.6n. Pero cuando quiere rehabilitar la dialá:tica vemos «hacer de un t&mino el sujeto de una proposición, significa por dIo
que esa misma ~pert~ se COD~ en una ventaja: la' propie- mUmo subotdinarlo [a un ~nero), copvertitlo de algún modo en
dad cid razortamlento centffico eDCJCn'll al ubio en un solo amero prUionero·· de una esc:ncia.., entonces•• la inversa. «la negación
tnicntns que el dial6:tico se mueve en todos ellos, 0, m's exact:
mente, más all4 de todoll los g6leros. Cuando el razonamiento oon- ~~~.~.:1. :C=~~á~::t':aaci~~
cluy;e en virtud de ~ncipios que no son «propios., puede decine, ya Arist6teles-, nos permite escapar a la limitaci6n «de una natu·
segu~ el p~to de vuta en que uno se coloque, que tales principios raleza y un g6lero determinados.., peto no p1.Iede llegane a decir
S?'11mproplos, o que ~ principios son comunes; son impropios. que Aristóteles haya visto en ello nunca una «liberación... Arist6te-
11 cooslderamos que el discurso no debe evadirse del género pero les es mucho mti sentible a lo que perdemos que a lo que ganamos
son ?POttunamente C?'IDWleS si consideramos que se refieren 'a Wl.I cuando nos evadimos de la unidad genérica. Sin duda. esa supera·
totalidad cuya eJ:ten.sl~ DO puede d~arse identificar con l. unidad
de un género. Ahora bien: hemos VIsto que: la rdle::ri6n acera de
los fuocWnenlOS de 1.1 ciencia impliaba que:, en un momento u otro
~:~~:=~:y~~~t::~nf.I:e:J:8;:
ganamos en amplitud de mínI lo perdemOl en aaetitud: con mú
habla que salir de Jos principios propios. fin de alcanz:ar IU funda: precUi6n. Wimos del dominio del saber di5c:ursivo para entrv en
meIlto últ;irno•.~ decir, 1.0$ ~rincipios c:omunes IW. Esta .supetlIci6n OtrO dominio que DO por dIo es el de la contemplaci6n. La diferen-
d:e la putll:u1aridad geoáia, ilcgfum. desde el punto de vista de la cia exnciaI. entre Aristóteles y el neoplatonismo es que, para este
aCDCia, pero a,gidJ por l. rttId6a sobre la ciencia s6K> pocihl ser último. hay un mis aI1f de la c:sc:ncia, por rd.a6n al cual el o:moci.
obra dd ~aI&tico. Esa ~rad6jia t:wJ5mutaci6n de'la impropiedad miento de J.as; esencias es naturalmente inadcaw3o; para Arist6Wes.
en ~urudad. ~ la vllC.'Jidad en universalld.d, y, en definitiva. del
~ retónco CIl lruItrumc:Dto de criticaY. de tal suerte,CIl como el discuno dial&:tico. se mueva CIl
DO hay mis que esencias y, ello supuesto. cualquier disrurso que.
ese mis alU. e inclwo si
~U;=~~ta~ ~etac::¡j :d:CIl:e~=~ ~e ptaenW justifiaci.ones relatiVlS. DO deja de ser por ello ver·

lelo al del PllI'mlniáes de Platón pero sin confundirse en abeoluto


~ B 11', conduce d~e la e~stica de 1011 sofistas a la teología nega.
nad: :=:~a~~ ~~;~ese::: =:di': =~~
menudo. con la intención de oponer al saber .fúico.. el discurso dia-
tlva de los neoplat6n1cos. Arist?tdes es el primero que, insistiendo léctico 1lO, nuestro conocimiento de las «naturalezas... Nos advierte
a la vez ~re el ca~er negatl~ ~ las proposiciones dialécticas y de elfo en un pasaje notable de los Argumentos sofísticos: «Ningún
sobre su carácter unIversal -reJ.V1nclicado por los sofistas-, y afir. mt:todo que tienda a manifestar la naturaleza de algo, sea lo que sea,
mllDdo el profundo vínculo de ~ dos caracteres. ya ~tido por procede mediante interrogaciones.. In. Uegamos aquf al conmSn ~.
S6cra!es. parece: h~ convett1do la negación en mediaci6n hacia mo de la oposición entre actitud científica y actitud dialéctica: d.
la umdad. El fue el pnmero en reconoctt que 1011 principios comunes ubio demuestra proposicWnes. que. ciertamente. pueden ser objeta-
too .como las negacioneu "'. y que ése: es el carkter que les pe:nni.
te DO r;!erñ:x ca una. natunliexa y género dete:rmin.dos... como la
afinnlCl6n =tffia. SlOO ca la toulidad.. (~ mvt8W). Lo nepl.
fimda: se ttuee::aCIl
ti,,? se coovierte. por vez Primen. en índice de una posíbilidad inde-
apertura a la totaüd.d.

:~ ~:: ~,I~~·lrr4.' t 4, p. 2OJ.


E. ~:.= ~ZI9f!. ~~J~J rEto j;e,r:::'Qc:r~
k,.wjbt.• II.ln".38.
111 ' . .
:ñ~2J6~
278 279
das por un adversario, pero corriendo éste con la carga de establecer, tentell' la, es decir -si recordamos al papel fecundador que juega
mediante UDa nueva demostraci6n, la verdad de la contradictoria' el en el silogismo el término medio-, un silogismo al cual le falta la
dial~~ plantea probl~mas, que, en apariencia, sólo difieren de'las mediaci6n del término medio. En la división DO hay más que dos
p~lC1ones por su f~a interrogativa, pero que, en tealidad, im- términos enfrentados: el individuo que se ha de definir y el género,
ptden al que pregunta Jostificar los términos de la alternativa, y al o más bien la totalidad indiferenciada -en último término, el ser en
que responde le impiden asimismo justificar la e1ecci6n de uno de general-, del que sólo sabemos que el individuo forma parte de él
~ .t~minos. Si yo pregunto ¿es o DO animal ped~stre blpedo la y que se trata de dividirlo; a fin de unir el individuo a la totalidad,
debruc6n de hombre?, y si conmino a mi interlocutor para que res- es decir, para definirlo -de un lado- por su pertenencia a un g&
ponda si o no, ninguna respuesta podrá danne luz acerca de la natu. nero, y -de otro lado- por su particularidad específica, habría que
raleza del hombre: .si responde afirmativamente, lo único que hará conocer los intermediarios, que son precisamente los que faltan. Por
~ ?totgar a la t~s que yo habla propuesto en la diocusi6n la pro- ello la división «concluye siempre algún predicado más general de lo
babilidad. que va ligada a la autoridad de su aprobaci6n; y si respon- que se esperall' 127. Asi, por ejemplo, permite concluir que S6crate~ es
de nega.t1v~te, ';1~ me proporcionará luz alguna que haga avan. animal racional o no racional. Sin saber que Sócrates es hombre (tér-
zar la discusloo sugLt'léndome otro planteamiento del problema entre mino medio) no podemos demostrar, sino sólo postular UIl, que es
la infi~dad de pl~teamientos posibles. Según la respuesta sea si o racional. Más aún: una vez llegados a uno de los grados de la divi-
no'. el diálogo, o blen progresa, pero dentro de la probabilidad, o bien si6n, la continuación de ésta es arbitraria: si dividimos el género

~ :nU;:::d:lni:~:: ~~~ed~e~'d~:=ci~~,~:e~~~~
animal en «alado. y «no aladoll', no es menos legftimo dividir luego
lo alado en «doméstico» y «salvaje» que dividirlo en «blanco» y
, ~e1 diálogo; su marcha es, podrIarnos decir, monológica y no dial&:- «negro., y tan arbitrario es lo uno como 10 otro 121. Entre los diver-
tlea: «Demostrar -anuncia Aristóteles al comienzo de los Primeros sos momentos de la división no hay más que una unidad artificial,
AnoÚiúcos_ no es preguntar, es enunciac. lZI• No se funda el saber parecida a la que establece una conjunción ("ovh"f1O<;) entre dos fra-
en la pregunta hecha a un adversario para que escoja entre dos con. ses 1». Dicho de otro modo: la división, como el diálogo, no conlIe·
tradictorias 123, sino sobre el enunciado unilateral de una proposici6n va ningún principio interno de progresi6n. Vemos aquf cómo la con-
que, en la medida en que es necesaria --es decir en la medida en cepci6n aristotélica se aleja, en virtud de su pesimismo, de la expe-
Ji~:. sido demostrada 1)1_ excluye la posibilidad de la contra- riencia platónica del diálogo, e incluso de la socrática. El encuentro
dialéctico es juzgado por él o útil o vano. Si los interlocutores se
to que le falta a la dialéctica en general nos lo revela Aristóteles encuentran dentro de la unidad de una misma esencia, se ponen de
a propósito de un proceso dialéctico particular: la divisi6n (1II1;l¡pt~I<;), acuerdo en seguida, pero en ese caso el diálogo es inútil, o, al me·
de la cual, ~o es sabido, ha hecho uso Platón, especialmente er. el nos, sólo representa la distancia que nos separa accidentalmente dd
F,edro, el Sofzsta y el Políúco. La equivocaci6n esencial de la divi. saber. Si~ por d contrario, no se da ninguna esencia. como término
slón p!at6nka consiste, según Aristóteles, en plantear un probleIM medio, entonces el diálogo es vano, convirtiéndose en d enfrenta-
(por. Ciemplo: ¿~ el hombre un animal o un ser inanimado? 12.'1), sin miento, aparentemente sin salida, de dos tesis contradictorias, o, lo
s~mstrar. medIO alguno de responder. Arist6teles expresa la mis que viene a ser 10 mismo, no suministrando ninguna razón, cientffica
ma Idea afirmando de la división que es com() un «silogismo impo- para escoger.
Por extrafia que esta precisión pueda parecer a quien conoce la
1ZI Anal.. pr., 1, 1,24 tf 24. .
m Así elI rolDO ArUt6tcles define en una ocasión la diaIktlca: ~ 3i l)S Anal. "., J, 31,46 tf 31; dr. Anal. posl., 11, 5, 91 b 16 ss.; Mtt., Z,
3.L«MxttlOj lp<h'tl'j'1l~ dvtt~ bt, (AIlIll. pr., 1, 1,24 tf 24). Es evidente que 12,1037 b 27 u.
d razonami~!o .podlcdro n~ puede depender de un. d"Cci6n cuyo prlndpio 127 AII41. pr., 31, 46 11 32.
Cb.~A=ITn~~¡:.n1t~~.,9rlf'~~~~toO~~2~ 1~)~erlocum. m Anal. post., 11, 5, 91 b 18. Debe obKrvarse, desde lue¡¡o, que ata
miMlla palabra «postular» ().a¡l.ll<M'v) no se toOla aqul en d mismo 5aItido
~ r:.an~ha°S:~Cj¡j::k~~~m= ~~cr,;= d~ it:~~e:~ que en d tulo de los Anlll. pro citado tmS uriba (p. 280), donde scm. patlI
Oponet" la enunciación ciencfficl a la inltrrogaci6n dill6:tica. Aqui designa,
:fu~~o~1:.(cfr. Jotrod., ClIp. 11), serio probltmJMicar, en d sen· al contrario, el postulado dil16:tiro, opueslO • la <kmoltración ciemJfica.
W PllTt. llIIimlll., J, J, 64J b 20.
LZl Anlll. post., 11, 5, 91 b 18. IJO lbid., 64J b 20.

280 281
hi!itoria: ulterior de este CXlDCepto uz, kJ que le falta .. la dialéctica, kJ uno es si lo múltiple es- son estudiadas sin que haya habido
según Arist6tele5 -ausencia responsable de su .iropotenci.._ es la previo .. ~ a<ZfCa de la definición de kJ uno y lo múl~ple .. U1.
m~diad6n: CSII. mediaci60 que, en el silogismo demostrativo, resulta Pero es probable que el salis/ml que parece otorgarse Aristóteles
aportada por el t~rmino medio, es decir ----exnno precisa Aristóte- cuando compara la dial&:tica de ~ tiempo con ~ de Sórn~ se ~
lc:s-, por la esencia lJ2. As! pues, la dialéctica es, según Arist6tdes, fiera, mis aún que al uso platónico, al uso propll.IJlCnte anstot8i.c;o
una manera de pensar --o más bien de habJar-- que se mueve más de la dialéctica. Desde este punto de vista, nos pare«; que el p.asa]e
allá de las esencias, estando por lo tanto desprovista de todo punto acerca de Sócrates se ilumina si lo cotejamos con el tel[to ya citado
de apoyo real que le permita avanzar. Sin embargo, en un texto don- de los Argumentos soflsticos, según el cual .ningún mbo?0 que
de resume la aportación de la investigación socrática, Aristótdes tienda. a manifestar la naturaleza de algo, sea 10 que se... es mtertl>
part:('e considerar, no ,. corno una desviación sino COIlIO señal de un ptivo, es decir, dW6:tico. Lo que Aristóteles recoooce en ~ iuic!0
progreso, el bec:bo de que la dialéctica ha,. podido liberarse en aparentemente peyorativo para la dialéctica, pero cuyo sent~. a fin
cierto momento de la consideración de la esencia. En tiempos de de cuentas positivo revela el taro dd. libro M, es que, 51 ~l~ ~
Sóc:ntes, escribe, .1& potencia dial6:tic:a DO alcanzaba a poder oonsi- esencia es a la vez principio y fm de la demostración, no es pnnctplO
derar los contrarios incluso independientemente de la esencia.., y por ni fin del diálogo. Se puede dialogar muy bien sin estar de 2CUtt'do
dIo .era razonable que investigase la esmci.a de las cosas; pues pre- en nada, al menos en nada determinado; s¡ nos ponemos de aroerdo

~e:~~:~u::S~U;~;r:=:~es~o~h:da:'~:"ti:;
sobre alguna cosa, esa cosa hace inútil el diálogo. .
Lo mismo que los exegetas distinguen en Platón los diál?,rlOS
de este pasaje parece elaro: Sócrates intentaba definir esencias, ere- acabad05, que c:onduyen con la definición de la esencia, y los diálo-
yendo que únicamente el final de dicha investigación podf.a ser punto gos inacabados, podrfamos distinguir en Aristóteles dos clases de
de partida de un nzonamiento --o incluso de un diálogo lM_ váli· dial&:tica: en primer lugar, una dialéctica, que podr{amos llamar
do_ IgnotllbA, por consiguiente, la posibilidad de un diálogo que DO prov:isional o ¡)recicntffica, ~ ?IaI tieDde -$¡~~endo uD ~
se apoyase en una ddlnición previa. Por el contrario, el Platón de cuyo arieta titubeante e I~O nunca ha di~ulado ~t6te­
los diálogos dásiC0i5 y metafísicos 1UlDinistral'li muchos ejemplos de les- hacia la captación y definición de una esenca que, sUV1endo
ese tipo de diálogo, bajo la forma de nzonamienu. hipotéticos, que luego romo principio de una demostración, funde un ~ .que xti
permiten al diálogo progresar después de haber puesto entre plIr61. independiente de las roodiciooes dialécticas de su su~lento; la
tesis la cuestión de existencia. y, (l /ortiori, la de la definición: ése dialéctica ~ entendida se 1x>rra, podrlamos decir, cuando llega a su
es, recuerda ROM, .d procedimiento del que teIlemos un ejemplo en término, dd mismo modo que se suprime el andami~je CIlan~o la
el Parménides, donde las consecuencias de hipótesis contrarias -si
ti: ~=~:' ::~1:rd:~~ ~a<t~~;:;~I~., ~u:la~:
vez en posesión de la esencia, se invierte ante d orden deductiVO,
único que, según Aristóteles, ~ el movimi~to cid u~ ~.
dadero I:P. En este amplio sentido de la palabra, Aristóteles eltudiari
la inducción en el man::o de 101 procedimientos dialécticos UI. Pero
6tta DO el la aporuciÓII original de Aristóteles a la dial&:tica. El ver·
dadero di~ el, para él, aquel. que progresa ---5in duda---- pero
que DO OJIlC!uye; pues sólo la inconclusi6n garantiza al dalogo su
permanencia ... lA ven:ladera dialéctica t i la que no desemboca en

:::~~ ~ 'd~ 4E'dial«tka ha sido sv.bra,.oo por Arist6tdea ., klt


..
amentarinas: LI dial6:ñca es ~..¡. di<;.: Arllt6tdcs (T6p., l 2, 101 " J),
C~ mi iax.~. OOCDtllta Au;]AHIlao (..1 loe., J2, 9-10).
lJ7 Cit. lnttOd.. cap. n.
:: :r1'~\;Jic.
tiempo. Cit. mú
LI pcnistenda del diilop) de b
arriba. cap. l. d lin.
filódOl • ttn'& dd

282 2.3
ningunl c:sencia, en ninguna naturaleza, y que, tio embargo, es lo neado la dial&tica del lado de la opini60, separindola radical y defi.
bastlnte fuerte como para «encarar te. contrariOll. sin el Itmlio de nitivamente ele la ciencia IG, lo que valdrla tinto 0)lD0 afimu.r que,
es, en la
~~::S14~A7;:,etc:i::~~~~
1. ~I. Tal Aristóteles, el amargo triunfo de d.iaI6:tica:
~~= ~e:::r:;o de~~~~::~ y, ron mayor aÚD, dado que el propto Arist6t~ des1ilU: la
ta2Óo
bom.bres puedan seguir en~ cuando no hablan de nada, filosofía como «la IDÚ a1t1 de las ciencias., UD arte in!nfi1os6fll;:a.
que las palabru conserven l1Í..D un sentido, incluso problemático, Todo lo mú, lúmelin admitirá que la ~ «t~vla participa.
mis .w ele toda esencia, y que la vacuidad del discuno, lejos de ser de la verdad, ya que se re6erc a lo verosímil y pen::Dlt: ra:zonar COIl
UD factor de impotencia, se transmute en una invilAción I la búsque- justeza formal: en este. sentido, ~ !-stl ser ccosiderada romo
da indeñnida. Hemas visto que estl dialéctica sin mediaci6n Dllda un au%iliar de la cietlc:a, royos prtnOp1OI contribuye a embleeer.
=ttll~lt~~Ia~~=,:,:== Pero esa mUma contribución no debe ser sobreestimada. Contra
Zeller Hamd.in estima que la dialéctica dc:sempcfu; sólo un papel
Inte el sabio, la búsqueda ante el lilosUmo. Pero al1.l donde 00 hay negati:..o en el establecimiento de los principios: «Respecto ~cada

~=::~ar~~= ~lanin:rJ:~;: s~
mediaci60, al1.l donde d wogU.mo es impotente, 00 romo come-
cuenci.I la
de UD error de método Uno I causa de acesiVI gc:nera.Ii-
dad del objeto de la demosmc:iÓll, que excluye la posibilidad de UD único fundamento~ la demostración y, a u'Iv& de dla, de la Cien-
ténnino medio "1, entonces la dial6:tica no se esfuml ante la ana1f- cia. La dialéctica no representarla otro papel, por tanto, que d. de
tica, linO que la sustituye, supliendo tul insuficiencias: la perma- un ayudante pedagógico -podríamos decir- para uso de espirltus
nencia misma del diálogo llega a ser el lustitUlO humano de una me- insuficient~nte intuitivos. Si admitimos que, entre todos Jos hom-
diaci6n inhallable en las
cosas. La palabra vuelve a ser, corno lo era bres, el filósofo es quien mú parte toma en ~ i,ntuici6n, ~dmi~

~h ::~~~n~~~t:fJ~~o~~~ru~=~~;:tod~ tsti:~::
entre los sofistas y retóricos, d sustituto, inevitable esta vez, del
saber.
nes que harian necesario el uso de la dial&tiea.
Por consiguiente, los intérpretes hao buscado en otra via la re-
lación que pod!a unir la especulaci6n ~ de ~t6teles co~ su
especulaci6n metafisica. Como observa Ene Weill, que mcnaooa
estl interpretaciÓtl pan. combatirla 16, ese vínculo ha udo. buscado
en la equivalencia que Arist6teles establea: en. alguna. oeul60 en~re
lanoción Hs.ica y meta1Wca de causa y la noción iógica de tbmlM
mdio. designaodo una y otra dos aspectos de una realidad ~ ~­
damental: la de la esencia. EJ término medio es causa del silosga-
(DO'" porque es esencia 107, y la
eseDcia es lo que da ~n de JO$
atributoS. La progresi60 del silogismo, ella miJma expres:'oo del de-
venir natural, no seria otra c::asa, entonces, que el dc;sP~e de
necesidad de la esencia. El papel del fil6sofo, cuya ceDC1I es la de
la
:nlosSi~~~OS~de cakm:s"Je::is~u:&
de romprcnder el mundo como la totalidad de sus .tributos. Pero

MI S'$Ib#~ d'ArúloU, p. 23'.


l4J IbiJ.• p.Z30.
::"' e"'~ ~~'i.r IoriqlU U1JJ 1. pnuk .utot8ickffff~. f«. dI.• P. :n4.

W1 Cfr. M."'. 1078 ub24.


T" ""lil' oi'u....
l. A, 1, 981 b 28.
,.bo'> (AMi. polI., 1I, 2, !lO • 6).

284 28>
retI. del propio ArisrcSte1cs. En ese texto, que encontramOS en el
~~~i~ ~I~í~%isic~ =~~~;~ci;d::U~~~ ~~
deja de empezar por reconocer la Identidad de SU! domuuos: ..El
1
~ de realidades doDde se mueven la a:o~tica y la ?i~ es 1

:==d~u::~t::::'~~la~~~
de vidn El dominio común. esas tres actividades 1u 5ido w.ge-
1Sl.
ricio algo lJlÚ amo.: se trata de ctoda:s las cosas. (1:lpt h4V'tCO~).
es decir, del ser, ya que 6;te: es «común I t~ las ~S. ISJ. Pero
l. identidad de dominio 00 excluye la c\.ivenldad de ICtl.tudes, Y en
primer lugar de intenciones: la oposici6n, desde este ~to de ,:utl,
entre sofistica y filo5OÍla es fácil de comprender y ha Sido precnada

~~as~~A~~es~~:=ci~~eP;:~¿
l6:rico dific:rc dd fil6sofo por «1a dccci60 del gblero de vida.:
00
tanto d uno com d otro se rigen, pues, por una preocupación des-
~e::r~ ~~ ~ =t~~dediia~~lr
tica y la filosófica: «La dia16:tica es una prueba reat1va a lo que la
filosofía hace conocen 1J5. podrfamos pensar que esta vez el lexto

=}~ ;ti~~~:n::~~aco~=~:~~:1~;10~~
w: Aristóteles vela en la dial&tka tan sólo una prueba, en el seDU-
do socnItico dd t&mino, destinada • preperu o • confirmar, • 101
ojo5de 101 hombres, J el fü6Iofo rnismod primero, la realidad del

~~::sa~ tero~~~ fii~t ~ ~~ ~rz:


tdes anuDcia como privilegiada en razón de la llknt~ ~ sus. do-
minios de la relación entre 1. dialéctica y las dem:ís cienCIaS? Dicho
de ott~ manera: lo que dice Arist6teles aquí a pr.op6s!to ?e la f.ilo-
sofía habria podido decirlo a propósito ~ CUalqUier. oenea part:
cu -

~~ ~~o:7~:na cr.ecul~t6t~r.:a&
eumen y crítica por respecto • todo saber putJcular. Pero na ro.
servaciÓfl 005 rooduoe • una segunda cueui6n: ¿es la filosoH. una
cencU particular? O bien: ¿cuil es d dominio cuyo saber seria 11
filosoHa, que la filosofíA nos h"I, CQ"oc~l Recordar que ese domi-
nio es el ser en cuanto tal, «común a todas las cosas., es responder
~f'Il-* ¡1M t ~ph.
(r,2,1004b22.2:I).
'* ~Iooe. rll~ al WI ~ioo ~ "f'G"lPÍOI'
JSJ lbiJ.• 1004 b 20.

:: ~~'~~~~~~r.-,o...mlcr.2.1004
in).
287 i
286
11
a la cuestión suprimiéndola: no hay para Aristótdes un objeto cuyo de hecho, en el momento mismo en que pretende disociarlas, el pa.
saber sea la filosofía, por la raz6n, que hemos desarrollado extensa- rentesco de la ontología y la dialéctica m.
~=~d~q:s~:an~e;~:eser:t;~n~~id~ ~e ~~~ s:
y que no hay por lo tanto, en senudo estricto, una «ciencia. que n06
haga «amocer,. e! ser 15'. Identidad de dominios, identidad de procesos: si la primera aHr-
. La. oposición entre dialéctica y fil060fía estaría, pues, justificada maci6n es data, la segunda habrla de ser confirmada por un minu-
SI. la {¡Iosofra llegase a constituirse como ciencia según e! tipo defi- cioso análisis de los procedimientos de pensamiento uti.Iizados en la
nido en los Analíticos: la relación entre la dialéctica y la filosofía M~lafísica de Aristóteles. Ese análisis sobrepasarla aquí nuestro pro-
~a en!onces análoga a la que mantiene la dialéctica con toda cien- pósito, que es el de reconstroir la significación fil0s6fica dd proyecto
cta p?rtlcular,. que es. la de ser: una propedéutica a ese saber. Ello aristotélico de una ciencia de! ser en cuanto ser más que su conteni-
ocumrla así "'1 UIiJ!' clrcuns~anCla nueva no viniese a trastornar por do efectivo. Seda preciso mostrar que, si bien e! silogismo está prác-
complet~ esa.relaCIón: la ftlosoffa se presenta como ciencia univer- ticamente ausente de la M~tafíska, encontramos en ella, por con·
sal, la dlalé<:tlca como un poder universal de examen y crítica. Po- tra, todos los procedimientos descritos por los Tópico! o los Argu-
dríamo;s pensar que, as{ com~ la dialéctica es,. en cada caso, una pro- mentO! sofisticO!: la refutación, la división (bajo la forma propia-
ped~uca a cada ~ber parucular, así también, considerada en su mente aristotélica de la distinci6n de sentidos), la inducción, la ana-
conjunto, ~ la propedéutica al saber universal. Pero hemos visto que logía, etc. atemos t1ln rolo aquí, como recordatorio, el estableci-
el saber umyersal no alcanzaba a superar el nivel de una propedéuti.
ca, qu~ la {¡losoffa del ser es una ciencia «buscada» y que se agota ~~~:~~~~~~~cló~nd~f:i~tid:ad~ :/~uí:cig~e:i~~~
ella .mtsma .en esa bú.squeda! en una palabra, que estamos siempre en ci6n puramente anal6gica de los principios considerados en su uni-
cammo .hacla.la totali?ad. Siendo así, lo que va a aproximar de hecho dad 100, y, de un modo general, el carácter diaporético 161, de las expo-
y a la dialécuca y la filosofía no es sólo la identidad de sus dominios
sino también la identidad de sus procesos: el momento dialé<:ti~ l:ll Quedaría por examinar el texlQ cid libro K, ¡>aNido al del libro r.
de la investigaci6n y de la prueba ~o es aquJ un momento que se ~to(:~t~SO~c;fd~ro~~~ne[ladi=:JdJ&:t~~kn'i':f.
~umarl~ ante su resultado; para remt1'Oducir la distinción aristoté- dona, una vez lDis, el in<:%perto <:do de .
lica, la filoso.fía del ser se nos presenta como una colección de pro- por conservar su dignidad de dew ala
ron la filosofla primera}. En ese texto se
b!em:as, y no de proposiciones. Ciencia eternamente «buscada., la
d~cta del ser en cuanto ser es de tal modo que la preparación dia-
dial6:tica '! la sofistica se ocupan de los
:l<'IfIa seOCUpll de los llCcidentes de «los
léctica al s.aber se convierte en sustitutivo del saber mismo. Así e! por sI en culllto ser.. (K, 3, 1061 b 7).
texto ~~I libro r de la M~tafisica, al atribuir a la filosofía un ideal desde ~ punto de va!a se OCUpll ladi.al6:tic:a (y la sofistica) de los acciden-
ta de los seres, dindose I'OI' mpuesw que (no siendo ciencias y no ~~­
~ que su misma universalidad impide realizar, confirma clase a un 86lero determinado) llO consideran el ser en CUllllo tal o cual.
Relip<lCto al «Ser por sI ell. cuanto seD, se percibe alú esa l.llla1¡;¡ama del ser
d¡viRO y el ser en CUIlItO ser, que cnacteriu --se¡¡ún vimos-- la docuina
i~1Jbf yK J ::~~eloinadeltellh~~adK~co,¡'Joradi~ide:t~1 ti: ~
01. THU10T, op. cit., p. 207.
ISI Cfr. lDia arriba Clp. 1, § 1 4Iá fin. Acerca del n.no~, cfr. Arg. 101&/.,
especialmente
l.W Sobre ))l'QC'edimiento dial&tico, cfr. Tóp.
VI, 2,139 b ',. sol/st., 33, 183" 9-12.
l«I Sobre 111, 10, 1411 11 1, b 3; 11, 1412 " 4;
~~~.8i:13inducci6n pertenece a ese~~e~i¿~~~~h=i~~
pm;iel1//fico, en el <mtido de que, siendo UD procedimiento no ~igurow por
si mismo, no por dio deja de llevar al descubrimiento de una esencia cuya
e:uctirud, una vez akanzada, corrige la impureza de su proceso de produc.
ci6n. En el caso de la .".uogla, por el contnorio, no ll<:garnos a nin¡¡una esen-
da, a ningún ginero común, en el que ¡:>oclamcn dCSClllllar, sino tan & aUllll

288 289
siciones «introductorlislt que tienden a oonfundirse aquí con la Me- que Aristóteks no quiso constituir una ontología dial&tica, y que
tafísica e':nteta, y, casi omnipresente, ese': tono po16mico que':, según su ontología sólo parecerá dialéctk:a a UD observador ---llunque tal
las exactas e':xpresiones di': Charles Thurot, revela más «el diálogo de': observador fuese': Aristóteles-, d cual, cuando considet1t esa em-
la disputalt que': el «monólogo di': la ciencia.. 162. presa, no puede dejar de confrontar el proyecto con sus resultados.
¿Ha de decirse por ello que dia.l&tica y ontología son la misma Nos queda ahot1t preguntarnos de dónde procede esa \IesproporciÓll
COSlI? La confusión de hecho no debe enmascaramos aquf la distin- entre la intención y la investigación efectiva: <por qua, el proyecto
ción de derecho, ni la identidad de los procedimientos la diversidad de una ontología como ciencia se degrada, de hecho, convirtiéndose
de las intenciones. Sigue siendo cierto qlJ'e la intención filosófica es en una investigación que no llega a su úrmino? ¿Por qu6 d ser en
«cognitiva», mientras que el objetivo del dia!&tico no es sino «pei- ~ cuanto ser sólo se nos revela negativamente, en el diálogo indefini-
mtico•. La dial6::tica, como tampoco ningún otro lUte, no tiene en '"l· , do que los hombres instituyen en torno a 8? ¿Por qu6, en definiti-

~ ~:~ P~~~~~t~~~n:tie:~~u::~t~rí:s~m:dil:~~
contenido, pone erltre paréntesis toda consideración interesada, aWl-
. va, la palabra humana sobre el sex es dial6ctica y no científica? Pero
ott1t pregunta va a pllillteársenos primero: si es cierto que no hay
investigación sin perspectiva, ¿cu:l1 es la perspectiva que guió a Aris-
que ese interés sea el de la verdad. Por el contrario, la ciencia del _~ t6teles en d proyecto indefinidamente relilludado, pese a sus fraca-
ser en cuanto ser, forma propiamente aristotélica del ideal filoo6fico 'j sos, de una ciencia del ser e':n cuanto sex? Si la realidad de la ontolo-
de los Antiguos, no puede resiptse a un ta! desinterés y una tal gía es dial&tica, ¿de qué idea es imperfecta realización esa realidad?
:i:cinao d~~~~=~~~ a:i~~~osco:resardial;;
eso mismo $U &acaso; as! se explicarla que Aristóteles sólo parezca
reconocer de mala gana el parentesco entre ontologfa y dial6::tica, y
que nunca vaya hasta el fondo di': esa confrontaciÓn. La dialéctica
noo proporciona una t6:nica universal de la pregunta, sin preocupar-
se de las posibilidades que el hombre tiene de responder a ella; pero
el hombre no plantearía preguntas si no tuvien esperatl2aS de con-
testarlas.
Al estudiar la estructura de la metafísica de Aristóteles, hemos
insistido hasta aquf, sobre todo, en el aspecto problemátioo de dicha
estructura. Pero el hombre no se pllilltearla problemas si no creyese
que admiten una solución. Y así, una cosa es la ausencia de perspec-
tiva requerida en óe':rto modo por la neutralidad del arte dialéctica,
)0tra cosa la inconclusión, de hecho, de UD proyecto que conlleva,
por definición, la perspectiva misma de la inconclu5iórl. Está claro

Igualdad de rdaciOlles ~ deja subsi.tir la pluralidad irreducible de &lit do-


minios de aplicación. Por eso la analogfa eslq¡llimaoólo allfdondc faleala
unidad de UDa esencia y un género, como es el caso del ser en cuamo ser.
EaeCf.rlktcrpoooriguroao del razonwnieoto por Il1.Ilogla,car"'=lcrge¡¡craI·
mente enmasc:arado ---en lo que concierne a SU uSO meWWoo- por lo. tradición
esrolúúca sobre la analogía del ser, ha sido bien puesto de relieve, no obo-
tlUlce, pot' Bormz (Metaph., ad e, 6, 1048 a 30) y pot' THI1MT, op. cit.,
p.l34. /
con:a, ;;:~te«!;u:fJ:J: ~~IS:~a~a6~~1t *_~:. cl ~~ &
apor/.), como prccedimienCOll diallcúcoIl, cfr. TlSp., VIII, 11, 162 a 17 (donde
01 ,h:c1p'lI'-01 el definido como «raonamiento dialéctico de contradicci6n.)¡
1,2, 101 a
LQ Op. cit.,
3'. p, 1'2.

290 291
SEGUNDA PARTE

LA CIENCIA INHAllABLE
CAPITULO PRIMERO

ONTOLOGIA y TEOLOGIA, O LA IDEA


DE LA FILOSOFIA

Omn;pot~tltes exltl/1jc!'OS, ¡nevit_bles astros ...

(P. V.u.by, 1.4 itIJM Pltr'l"~J

1. UNIDAD y SEPARACiÓN

La metafísica. aristot8ica., o al menos lo que dcsiAnamos con ese


nombre, es heredera de dos .series de problemas. Hemos seguido
hasla su Hnal -a saber, el proye<.:to de conslituic una ciencia del ser
en cuanto sef- una de esas series: ¿en qué condiciones el discurso
humano es significativo, es decir, se halla provisto de UM signiHa-
ci6n única? De pregunta en respuesla, y de respuesta en nueva pre-
guma, habíamos llegado a esla formulaci6n última; ¿cómo puede
ser uno el discurso humano acerca del ser? As!, hablamos concluido
por transferir, de un modo él mismo problemático, al ser en cuanfO
ser ---entendido como correlato del discurso en general-, la unidad
exigida por la conerencia ..buscad.. de dicho discurso. Las investi-
gaciones sofisticas sobre el lenguaje, as! como la prelensi6n de ..ha-
blar de todo.. propia de sofistas y retóricos, nos habían parecido
OClIsi6n hist6rica y -a la VC'Z- uno de los principales alimentOS de
dicha problemitica.
Con todo, sedll imposible ocultar -y esle punfO pc:rlenece de-
masiado a la ex~is trndicional para que haga falla insistir en 8 -
que la «metafísica.. aristotélica tiene olras fumles platónicas y, más
lejanamente, parmen!deas. El decisivo corte entre unll esfera de rea-
lidades estables -'1 por ello expresables- y otra e:ifera de realida-
des movedizas -y por ello refractarias a inmovilizarse en palabras
e5lables- es un corte que 1, sea cual sea el lugar preciso por donde

::':=:...= ~~.~:do
1 Al invocar I Pvm6:>ida C'OIIlO (lfIlcpuado de au tndici6n, 1610 lcncmol

,por.• d.: s¡:::. sin~


comJlolC', al contrario, ('n ~ un cpoaso., UI>I capetrUf'P, ('ntrC' 11 aten
se efectúe, sigue siendo una de las raras adquisiciones de la filosofía opcl5ici60 platónica y -mfs aún- pumerúdea, pero que: al instalar
anterior a él que ArUt6teles no pone en duda. Puede discutirse, Un ----como veremos- la dualidad en d 5enO del mundo. lwi más ur-
duda, acera del alcance, y ante todo del Jugu, de dicho corte: <!sepa' gente: aún 1.1 oex:csK:bd de supuada.
ra al ser del DO-set, o es interno al ser? En este úlrimocaso, ¿separa En cualquier caso, la eñstencia ---cesrimonada por l. simple:
al mlWdo sensible del mundo de las Ideas uuc:cndentes, o bien, abo- observación ~tron6mK:a- de 5tteli comidersdos por 5U movimien-
rrándooos otro mundo, debemos roosiderar ese corte: como interior to regular y aparentemenfe eterno, según una venenble tl'fIdici6n',
al único mundo que cooocemos romo Wstentc:? Es bien sabido que, como seres divinos, permitía atribuir un obj¡eto no quimérico a una
en un tc:xtO de juventud del que ll()I¡ informa Cicerón J, Aristóteles sabidurfa a 1. que: no atañe: ocuparse de lo que nace y perece'. Por
parece reducir a las dimensiones de una simple oposición intramun- ello, Arist6teles, en la Melafísica, asocia constantemente la cuesti6n
dana la separación platónica entre los dos mundos: el Cielo visible ~¿existen otros seres adem's de los sensibles? a esta om: e¿es
no es ya el reflejo de: un univc:no inteligible, sino que: es él mismo posible UIUI filosofía, o, al menos, una filosof!a distinta de la física,
lo inteligible, 10 ctemo, lo incorruptible, lo divino, 0, al menos, y emplazada antes que 6la en el orden del saber? ...Si no hubiera
preci.sant más tarde Aristóteles. elo que hay de manifiesto de entre otras esencias aparte de aqudlas coostituidas por la naturalaa, la
las cosas divinan J; mienttu que la parte: del mundo en que vivimos física seria la ciencia primetl; pero ~ hay una esencia inmóvil, 6ta
es el dominio de lo que nace y perece. Atenuaei60 aparente de la será anterior y babri una filosoi1a primen.'. Esta cieDciI se llama-
rá teología, pues ..si lo divino está presente en alguna ptUte, lo está
en semejante naturak:Zll. '.

mas ~= ~t=:t:~~{~:v:==, osea rJri -


que los problemas de la metafísica se reducen a dos fundamentales.
El primero es el de la IInie/aJ: ¿son reductibles a unidad las múlti·
ples signifiCllciones del ser? En otros términos: ¿existe un principio
común a todo5 los seres? El 6egundo es, por utilizar una expresi6n

, lH C~Úl. 11, 1, 284 • 2 SI. ar. lH pbiloJopbi4, fr. 27 Waber (Cia.-


aóN. T~.I, lO, 22), doodc:Kdioequed.lmaoticompuora druna
1IlIte:tia dívilla J rie.. pn tll ",.,..m,inrlo {MoUx••l. de la
qI>t owf.an he-
choI Mimismo 101 astrol..
s El. Nit., VI, U, 114'" 20.
att\~.l'~ahr::·dCfr~ ~~'I~~ ~~exiu~:
c::ICDCiMioD:IóriIeIenlac:ondici6adrtodr1CODOeimientoydr:codopellS6-
miento.paob ~ 110 haber 'ristoqued estudio deaaaamcia en de
la~~:.C:N=,~~s:n:,~ ~~~.~·la~~bn
F~ es empIcad. tan pronto en d sentido predio J rcstrictiYo de oonatura1eza
senlib . ladivinidacles
lItribui .
D,

296 297
que Aristóteles toma del platonismo, el problema de la sefJ4'lld6n:

~s:~ ~ ~~~ ~:e: ~t:r: ~


la mayor parte de las apodas .cera f' k Slbidurfa que des.
temu
= As{ pues, el a.oiliUs podrla disttmir con facilidad, y perseguir
en las profundidades de I:a MettJ/isiciI, esa doble corriente de p~'
paciooes, surgida ella misma de una serie de influencias o polémicas.
Dich:a dualidad ha sido sacada • plena luz, como se sabe, por los

:= -=
arrolla, en aparente desorden. el hbro B de la Ml!tllfísial. Cuando hermosos trabajos de W. Jaeger, que nos dispensarán de insistir
Aristóteles pregunta: .. ~pertenece d estudio de las Cllusas • una sol. largo Y tendido sobre este Aristóteles teologizante, CIl quien Jaeger

:=.,~ : ~:;';?:'.a~ :arcte:a:i: ~:m~~d~b~d=


Cuando pregunta: .. ~Hay o no, fuera de la materia, alguna oosa que
~ ~;drolosiu:cl~=' t J:d=nJosam
IDOS- DOS permiten corregir en adelanle, en un punto de importaD-
sea CllIJSll por sí? ~Eu cosa está o no separada? .. ¿Hay al~na cosa cia, una de las tesis fundamenrales de Jacger: al intentar aptar en
fuera del compueslo concreto... o bien no hay nada separado, o bien su propio surgimiento l. problemátia ontológia, hemos reconocido
hay algo separado para ciertos seres y no para otros, y qul!: seres son la importante parte de sugerencia, impulso o meramente ocasión,
ésoS?Il, se refiere claramente al problema de la separación. que corresponde a l. reflexión de Aristóteles sobre la sofística y la
Una respuesta a cada uno de estOS problemas condidona, en cada retórica; hay una prehistoria de la ontol081a llri51otl!:lica, como hay
caso, la existencia misma de la sabidurfa. Si el ser tiene variO'll senti· una historia de la teología anterior a Aristóteles. Por haber ignorado
dos, si las esencias son irreductiblemente múltiples, si el mundo es la primera, no insistiendo m's que en la segunda, W. Jaeger ha sido
;"~~~~ :bilu~i~ ~r':r. ~~~m~:: :=.d~: ~ev¡:Orc:rf:~r::m~ sto~~irt~, c:s~
parte, si no hay mú que seres sensibles, la existenci:a de I:a sabiduria. ontológica, viendo, por consiguienre, en d mero planteamiento de
:s~!:o~rb:=~t~ rdf:.=u~p~ ~~ ésta la señal de una. evolución de Aristótcles a putir de un platonis.
mo que se supooe como primitivo. Si desdeii:amos la hipótesis, poco
sabiduria se halla vinculada, en roanto • su c:xistenei.., a la dobLe verosfmil, de una renovación dd interó por la sofística que se k
condición de la unidad del ser y de la eristeocia de una esfera supra- habrla suscitado a Aristóteles. medida que la influencia platótlica
sensible, es que le rompete una doble definición: I:a que ve en ena declinaba, podemos pennitirnos pensar que ArisIÓtdes afrontó a 11
una ciencia univerW, y l. que la convierte en un saber trasee:odente. vez el platonismo y la IOf!Stica: el Aristóteles dialéctico, a quien
Volvemos • e:orontnmos aquI coo las dos conttpciones de Ja ..cien- critiClU'OD los epicúreos CoIotes y Di6genes u, e:ra d mismo que d
cia. buscadn, como ciencia universal o como ciencia. primera, que AristÓteles platonizante del DI! pbilosopbi4; y I:a problem'tia del
hemos visto enfrentarse en la filoso"a prearistotélica, y que se pre-
:i~ ~s~~:n~~o~l~eardeOJ1~~6gk~o~robl:: : Ü::~~ : ~;::= ~~i~~~ ~ I:q:n::m:::
indicios permiten reoonocer, según confiesa el mismo W. Jaeger It,
de la unidad, y teológico al problema de la separación. como relativamente antiguas. Las COllgeCUencias de ello no son me-
nos filosóficas que históricas: decir que la problem'tica teológica
y la ontológica son contemporáneas, y no sucesivas, lleva a plantear
en términos nuevos la cuestión de sus relaciones. Ya no tendremos
que preguntamos cómo y por qué se suceden, sino mlis bien cómo,
salidas de fuentes diferentes, llegan :a encontrlr1e y • suscitar. según
loe casos, respuestas convergentes o divergentes.

u E. BJ'CNOtQ, L'AriJtottk ~dlllo...


14 AnJtoukJ, p. "':, D. 1, Su&' )9':. La lUItigúedad de los T6piau babia
aido Jl ~ poc ZdIcr, 7 llIlI>Q ha aido pu5lI Rriamc:Dtel:ll duda
_
m
~
298 299
la lista de problemas del libro B revda ya la coofunsi60 de las da_ Hemos visto cómo esa doble alternativa corresponde a ~­
dos problcmjticas: la búsqueda de la unidad del 5el', anunciAdora dadcs, a pftOCllpaciones distintas: ~ acaso ~ta 16!-0 han apsRC'
del proyecto de la ciencia del ser en cuanto ser, alterna constante- do históricamente, en dos tradioones filos66cas diferentes. Pero
mente con la búsqueda del ser separado, cuya existencia autorizarla dio no es motivo para no ver cómo esas tradiciones convergen y
la constitución de una sabidurla entendida ahorll como teologia. Más cómo, asf aproximados, esos dos problemas pueden hacerse depen.
aún, ocurre que estaS dos perspectivas intervienen en una misma dientes d uno del otro. Suponiendo que la unidad es buscada, .anhe-
cuestión: asf, .los principios de los seres corrupnbks y los de los ladu, como lo fue siempre entre los griegos, enemigos de la. inde-
seres incorruptibles, ¿son los mismos o son disrintosh D. Una res- terminación y la infinitud, la afirmaciÓD de un mundo de realidades
puesta positiva al problema de la separaci6n DOS lleva, en efecto, a sepuadas puede ofrecer, por res~ a esa ?úJqueda de uok!ad, dos
una reduplicación del problema de la unidad: a la cuestión de la significaciones contradictorias: a pnmera VIsta, ese mundo mstaura
unidad de lo sensible se sobreañade ahora la de la unidad de lo sen· un corte, y entonces aparece como un obsW:u1o para. la unidad de-

d~\~ ~a:ror;.~i~de1~e:~~:ad:?1:Jm=~~i i: s~bied~~


seada; pero puede admitirse, a la inversa, que la umdad no puede
ser dd mismo género que 10 que ella uni1ica, que la unidad de 10
se ocupa a la vez de los seres separados y de los no-separados, la múltiple debe estar separada de lo múltiple, y que de es: modo la
cuestión de la unidad del saber, que se planteaba ya en d plano de trAscendencia, lejos de ser un obstáculo P<\':I ella, se. conVIerte en la
la o:periencia sensible, va a ser tanto mú controvertida cuanto que condición misma de la unidad. En esta última soluo6n se habrá re-
ahora se trata de reunir en una misma ciencia realidades tan betero- conocido la solución platónica: sólo hay unidad trascendente, y la
géleas como 10 sensible y lo intdigible: .Si la cieocil1 en cuesti60 trascendencia es garanúa de unidad; un mundo sin ttaseeodencia
se ocupa de la esencia, ¿es una sola ciencia la que se ocupa de todas estada coodenado a la dispersión; un discurso que no se apoyase
las esencias al o hay varias, y, si. hay varias, son todas ellas de un en las IdC25 estaría coodenado a la inestabilidad propia de la opinióo.

res:~~deP=:~~~t~~p~
género comúD, o bien hay que cow.i.derar a unas como ciencias ~
s6ficas, y • las otras como algo diferente "?. La última parte de la
pregunta muestra cIara.mente que Aristóteles vacila en ~ mismo te aportada al otro. De hecho, as{ habla respoodido Platón a los
instante entre dos concepciones de la filosofla: ¿es la fi1osofta la saturas: d filósofo es O'.I"O~Ú~, como ptttendIa. serlo d retórico
unidad del saber, d .g6lero común. a todas las ciencias, o bien tan tegÚn Gorgias o Isócrates; abarca entooces la ~d dd. ~, DO
! sólo designa una pane del saber, la ciencia de algunas esencias, y DO porque kl sepa todo, sino porque conoce lo mqor, lo esencal, es
¡de todas? Pero esa misma vacilación queda pendiente de la respuesta
que se dé a la primua parte de la preguntl: si existe una sola cien-
cia que se ocupe de todas las esencias, entonces esa ciencia set'1i la
~~~ ;~=~ras:::~~~ta~~=;;:n:u~~~S::
resumen de toda la critica aristotélica a la Teoría de las Ideas. De
~=~a;~d~teh:n~ia~rr:~ct~~I:al~~li~rt ~~~i:; ~~ esa polémica s6lo nos fijaremos en dos temas, en la perspectiva que
aqul nos ocupa: Aristóteles niega, de una parte, que las Ideas sean
calificación de filosóficas. Hace un momento veíamos cómo d pro- verdaderamente t.Nscendentes; de otra parte, llega 1I. dudar de que
blema de la unidad se complicaba por la intervención de la perspec- la trascndencia sea glIrantla de unidad. La primera crítica se dirige
~::r~~'~rLvn~:c~vr~sc6~=:a,~ únicamente contra Platón; la &egUnda no, pe.ro llega a quebrantar lo
que el propio Aristóteles ha conservado del platonismo.
de ellas?- depende de la respuesta que se dé al problema de la Arist6tdes reprocha a Platón haber vacilado entre dos concep-
unidad. ciooes de la participación de las cosas sensibles en las Ideas: según
As!: pues, a putír cid. planteamiento de los problemas interfieren una de ellas, se tratarla de una rdación de modelo a copia; según
las do:!; perspectivas: unidad o dispersión, trasttDdcncia o inmanen- .. om, de una especie de me:zda, o, mejor dicho, de compeDetta-
I.l 996.2.
.. Comomuesrnlaconrinuaci60,queoponecie:Dc:iasfílool6lic::al,1lO
~ ~ ~ ~deti=;:.~~~a;o~2ri::::
f:iIoI6ficu.AristótdelllOpieouaqufs6loen_~srnsibk:l.sillOend
QJeIlta de su acción causal ,oore 10 setlSl"bk: .Parece imposible que
mojUDto de la ~. temiba ~ ulldj¡ibloel (cfr., en este Kllrido. Auu., la esencia esté separada de aquello cuya esencia elj ¿cómo las Ideas,
17':,19).
lJ B,l,mltl0.
.. A,9, 991. 22.
300 ,.,
que son las esencia.! de las cosas, estarían separadas de las cosas? 1'. hombre. 1m tales creaban hombres etemos, y asimismo los plal6ni.
La segunda cona:pci6n, desarrollada por Eudoxio XI, explica bien cos, al crear sus Ideas. tan sólo crean seres sensibles eternos"~, Ve-
que la Idn, al entrar en la composición de la cosa, sea causa de tal mos d sentido dd argumento de: Arist6teles: lo que 8 niega 00 es l.
o cual cualidad de esa cosa, puesto que ella no es entonces más que eri.stc:ncia de: seres eternos, sino $Ólo que esos seres eternos sean la
esa cualidad 21; pero esta concepci6n tropieza con objeciones tan esencia dt los seres SC'Ilsibfes, o, lo que: vie:ne a ser lo mismo, que
«fáciles.. que Arisr6tcles, habiéndolas desarrollado ya largamente 9C: tome: por etc:mo lo que no es sino lo sensible: bipostasiado. reve:So
en el 1:'pi i~mv, juzga útil repetidas en la MeJa/irka n. rido muamente -en virtud de un irrisorio artificio verbal- del
Pertenece. pues, • la esencia de la Idea ser t:I'11SCendente, pero c:plteto epor silo. Arist6telcs no niega que existan seres por sf, sino
esa traseeodcnci. es ilusoria, y no tiene mis fundamento que el ver- sólo que esos seres ",por 5.ÍJo'sean la rc:aIidad del mundo seraibfe·¡
bal si se quiere que es. traSttlldcncia sea la unidad o, como diú no hay en otro mundo un Hombre en si, que, salvo la eternidad.
Arist6leles, el. esencia de una multiplicidad sensible... A la cucs- «seria el mismo., como expresamente dice Aristóteles, que nosotrOS,
tiÓll, una vez más planteada, e¿hay que admitir $Ó1o seres sensibles. hombres pcrcccderos. Hay, de un lado, hombres; de OIrO, acaso
o hay Olros aparte de ellos?.., Arist61eles responde en el libro B re- Ideas, o al menos realidades que: coosetvarán C'Il Arist6teles los mis.
cordando las objeciones del libro A: eNada es más ahswdo que mas caracteres que las Ideas plat6nicas; pero ninguna de esas Ideas
pretender que existen, aparte de las que están en d Cielo n. ciertas sen nuna Idea Jt esos hombres. Si Arislóteles ve C'Il la traseendc:n-
naturalezas (~ItI<;), Y que esfas naturalezas son las mismas que las aa plat6nica una duplic:aci6o a la ve2 inútil e ilusoria, acaso no lo
realidades sensibles, sólo que unas son eternas y las otras corrupti- hace tanta por rehusar la trascendencia como por tomársela en serio:
bles.)O; y Arisr6teles precisa su pensamiento con una comparad6n los dioses no lOO hombres eternos, sino dioses; lo divino no es más
sugestiva: eCuando se dia: que c:xiste el Hombre en sí. el Caballo
C'Il sfy la SaludC'll sr, sin añadir nada más, 00 se h~ sino imitar a
~:::·~er;la::=a~.tn~~ ~:t'~ le~ ~
quiCDC$ dicen que hay dioses, pero que los dioses tienen la forma del semible unificándo:l.o: si lo divino no es más que divino, nada DOS
enseña ya acuca de nuestro muDdo. Este argumento no era sin duda
If 991.J2. nuevo, y Platón se lo habla dirigido contra sí mismo: si la cieDcia
A. 9. 991.17. n.pillWo.&. 189 Rose.
11:1 es c:onnatural a aqudlo de lo o.tal es cicncia.. y si la ciencia es una
21 Si la Idea fuesm inlDlJlel:ms fhumlp¡_l «quizá ~ ~ Idea, no babcl ciencia. más que de las Ideas, Y habrá tan poca cien-
de lo.1aQ, ClOmO lo bbncoft causa
de 1& b1aDcunl el ea ser
bW.:o, aleaav cia de las ecosas de: *lUÍ abajoJo como d csdavo de ame y hueso es
ea~W~:{rf·l'). esclavo de l. Dueócidad en si JI. Pero si Platón se csfor:utli por res-
ti n.,..m;l'O~,J.,p.rof"~DOdcsian-.,;p;ltelUDiw:Do,ytnt:DOO.
ponder • esta objeción, de: insplraci6n llClISO aristot&ica JI', en su últi·
el cUniYI::lw tenSible» (TriroIl. siDO el Ciclo, es decir, la s-rte supnsensibje,
o al mme:. eu:nu" del Urtiver$O. (Sobrr ioI diferentes Ialtidoo de ~. 15 997 b Su.Cfr. A,9,9'JO b 2 os.
cfr. IN CoM, 1,9.278 b 11).21, menci<mar>do Arist6l:dcs taIl..sJo el xntido
de lIt1iwtro, u 1M.> ai d d>, a:mo el mú derivado de b tta xntidoo de
~:riotoC::ied:"'la~ ~(~l~T~a1=J:
en:'
1& pmbnl. Se tnta. pus, • de b Cuer.- cdc:stQ --o de sus cc:KDciu_,
y no de 1M raJ.idades tmliblcs. El pensamiento de ArisIÓldcs en' dm>
~~Bien&oon~~%:~~u'::mi=
IepU&lUlII... Improbat aulel:D opinionem Pbtonio quaotl,lm - ' hoc: ~t
(aunque el empko de 1& pdabn fCbu<; para designar las Idea, empku poi" bDOum ~ a;se <¡tralIIdmr ideam rommunm omnium booorum. (r"
lo demfI ooneorde con d U$O platónico, haya podido iDducit a oonfusién): Elb. Nk., J, Leer. VI).
d problema esU en sabet si exisu:Il ouu realídsdl:o; supruo::m:ibles lldanú de 11 ArisI6tdcs 1610 ve en lo repn:IO:l1rac:ioocs &lllropt:JlD6lflCU o 1oom6f.
los Cuerpos cda;ra (cuya oistencia es obvia, pueo son 'i"""r'l. R:alidadeI ficu de. la divinidad mitOl tardíosdestiltados a «peI$UalIir ala mu1titul:t.,)'
Cllyo papel raulta . a cllaV1f aluJeyese intereses CQlDIlIl<:P; Sl'tnwia..sJo dedesvioo:iooes a
mi1tl/u que lo partirdelllUlt:ttencia""'primitiva,)'única~~dividida.,1&-
¡uimosaqur la inl .. perunece a toe utros, que toO lo «esencias primen".
cndranoI mú ocasioneo de obsavar que el Dior de
lo que e5!i m cucstión no es tanto no pensado. partir delaaperieocia b.>mana y cterre&-
podÚl ser J)l>e&to leriamente en duda por Aristótelc:s, en virtud de las afirmIo. e5OO1X't:biclo p;woposici6n a ella.
<;:jODe! de su too!osÚl un..]), como la existencia de algo suprllS<'m.ibI.: C/W', bajo ~tlidtl, 13J t-lH 6.

X~lg~~.l?:;; !:(1~&T!~ ~~~:i=1t;:lp¡,,~iií~~' ¿


el nombre de Ideas o Númeroa, no leda mú que UlIa inótil dupliead60 de lo
$C:I:llible.
1'1 B, 2, 99711 JJ, 11' u.

302 303
ma filosolla, y especialmente mo:li..arlle su teor:l.a de los mixtos o quiere mostrar que, cuando la contrariedad afecta a los atributos por
tambi~ co.n. la de los Números ideales, Aristóteles pc:rrnanettñ 6d si, afecta por eso mismo • la esencia de los sujetos co~poodientes.
I esa CIpOSlci6n fund.amental elllre un mundo destinado a la cootin- Tal es el caso de los atributos corTUplibl~ e incorruplible: «Lo ro-
~ y la íodeterminaci6n Y un mundo divino que $Ól.o n:mile a sf rrnptible es, pues, necesariamente la esencia de cada uno de los ~
IDlSDlO Y cu>:a más alta realizaci6o. es un Dios que s6Io puede COf1()- comlptibles, o bien reside en .su esencia. Y el argumento sería el
mismo pan lo incortuplible.. .1I. Ciertamente, ess contrariedad está
~ I s~~. Nada, a~ ser una interpretaci6n pttsUlOSI de la
cr:lUCI anstot8i.CI al pla1onlSDlO, justifica la leyenda, ilustrada por el muy cema de asemejane a lo que Aristóteles 1I.ama en otros lug:an:s
célebre fresco de Rafael, de un Aristóteles que reduce a ronsidef'acio. contradicd6D XI. y que MJUI se conte:nra con desigDll' mediante d
nes terrestres una sabidurfa que Platón habla elevado a especu.lacil> término, bastante vago, de «antítesis.. !ll. Pero I despecho de una
nes uascendentales. El Cielo de Arist6f:eles 00 pierde nada de 5U t=ioologla .ún poco elaborada, que revela acaso d origen antiguo
realidad por 00 ser ya un Cielo de Ideas, siDO un Cido visible de de este pasaje, la CODCiusi6n es clara y radical: «Resulta necesaria-
astrOS Y de esferas. El ;onsm6s 00 desaparece con AristÓleles; se meDte que esas cosu [comJptibks e incorruptl"bles) son düerentes
acentúa, al convertirse en «físico.., oponiendo ahora un mundo or- por d género.. J7, lo cual quiete decir que 00 hay género común del
demdo a un mundo contingente, en vez de hactt del ordeP ideal el que lo corruptible y lo mrormptibk sean especies, o diferencias es-
orden de este mwxlo. pedficas. Arist6tdes 00 Uega a decir que todo ser es o corrnptible o
No es de extrañar, entonces, que enrontremos en Aristóteles incorruptible; dicho de otro modo, que la difercool entre corrnp-
lextos que su~n a du~. Asr,.d libro 1 de la Meltlfísktl, con· tibie e: incorrnptible divide al ser en su totalidad. Pero esta conse·
Slg~o a elucidar la nocón de umdad, tet'lllina con un desarrollo cuencia. se halla impUcita en la afirmación de una oposición genérica
que t;'ende a mostrar la heterogeneidad de lo corrnptible y lo ~ entre dos t6mioos de los que uno es la «privaci6n.., o m's bien la
rrnptlble, entre los cuales se reparten todos los seres del universo. negación, dd otro)l; no sería falso decir que todo lo que no es ro-
Este texto, ciertamente, comienza con una frase rigurosamente inin· ttuptible es incorruptible (y al revés) más que en el caso de que la
te1i~ible: «Siendo. los con~rios dife.rentes en especie, y siendo con· diferencia entre corruptible e incorruptibJe dividiera sólo una regi6n,
tranos lo corrnpt1b1e y lo lJICOrrnptlble... , lo corruptible y lo inC(> es decir, un ~nero del ser, o, dicho de otro modo, en d caso de que
ttuptible son necesariamente diferentes por su género.. 03. Está de
sobra claro que ese silogismo -si es que se trata de un silogismo- :so:ef:~~:e~t~~~~brl~a=~:~e~:s:~:;ci;b:~
leaba con una coocIusi6n totalmente distinta de la que aigm las incorrnptibles, lo mismo que hay seres que 00 son ni pares ni impa-
premius ~ ha J?ropucsto la conecci6n del te%to reemplazando, en res, puesto que la dilere:ncia par.impar sólo tiene sentido en d inte-
la conclUSIón, Tn't por mlt ll . Pero tal corrección es inaceptable, rior dd ~o número. Decir que d par «antitético.. comJptible-
~ todo ~ que si~e al te%to tiende a mostnlr que mue lo COffiIp-
tlble y lo IDCOrrnptlble bay, m deao, una dilerencia de género y
~rrn~~ueoooodi~t~ ~~~~=?~~~elo~:
DO de especie. ~ las pretl1Í$l'$. y 00 la conclusión, lo que lay que
ha.y que C?~: correcci6n que 00 es pmiso conjeturar, pues el
mISmo ~t6teles la efectúa en las Uoeas que siguen. Hay dectiva.
meDte -dice-- dos clases de contrarios: en primer lugar, clos que
perteoec:ttl por acridente I ciertos seres.., por ejemplo, lo bhoro y lo
negro al .hombre; en segundo lugar, los rootrarios que están enue

;::s=~~aquI~~e~~C:C:,1: di:
tlDCI6D entre attihuros accidentales y attihutos por si D. Arist6rdes

Eriif~:~I:JItr~
en ~ ~'decqu~
=-
D«eUtWnc:nte
;m:: ~": =~~
esax:Uo ~ (comoJa ltIli%en k ddinid60 del

304
divide, dado que UDO de los tbminos significa todo :lo que el otro ricado a negar una vez más la «identidad» de la Idea incorruptible
con la cosa corruptible de la que es Ide.. Hay que escogu: o bien
~'eii=:o~~:~~~:u~u::-~de~cdir:s:atft: la Idea es la .forma.. (dao-.I ~ y la esenc:iIo de lo corroptible, o bien
e! sentido plat6nico, ni de una diferencia (alllfOpd.) en sentido aris- es incorruptible; pero no puede ser ambas cosas II la vez. La sepa.
too!üco, lo que supondrfa en amb06 casos un «género.. que dividir 40, ~ci~ de la Idea, que hace de ella una realidad incortuptible, le
sino de una c~ndtesis.. fundamental, cuyos términos no pueden ser 1lllplde ser una Idea; y el hecho de ser una Idea, es decir, de concen·
llevados por dlscurso humano alguno a una unidad superior. trar en sí lo que son las cosas de las que es Idea. o bien de ser Ja
üWrvesc de pasada que Aristóteles respoDde aquí con una De- unidad de una multiplicidad a la que define, le impide eslar separa·
¡:ativa. a ~no de los problemas que plantellba el libro B: c¿hay una da. Como lo indica ya un vocabulario que 5610 podía ser violentado
~ oc:naa que se ocupe de todas las esencias, o hay varias. Y. si hay por el genio de PlalÓD. hay que escoger entre unidad y scpalllCi6n.
vanas, 100. todas dlas de un género común?. tI. Pues si bien Aristó- Aristóteles escoge aquí insistir acerca de la sepuaci60.
teles afirma a menudo que .hay una ciencia única de los COOtft-
~ .. G,'piensa al.decir eso en aquellos rontrari05 separados por una
Podrlan ciwse otros textos. En el lk Codo, la poI6nka anti·
platónica proporciona una vez más • Arlst6tdi:5 la ocasión de sentar
diferencul espedflCB, y no en aquellos contrarios .antil~ticos.. cada una afinnaci.6n aún más r:adical. Al eswdiu la tranSÍormaci6n de
11;00 ~ los cuales COf,lstiruye un género por s[ solo. Hay una sola los elementos, alaca la teorill del Tim~o 41 que. al reducir esa traflS--
r
~enaa de lo par 10 Impar; pero no de lo corruptible y lo incortup-
uble. ConsecuenCia grave, en la que volvemos a encontrar las dificu1·
fomuci6" a una progresi6n a partir de los triángulos elementales.
lleva a excluir un elemento, contra la evidencia sensible, de esa trans-
tades que hablamos sacado a la luz a pr0p6sito de la constitución de formaci6n: la tierra. La causa de ese error ha de buscarse --explica
una ciencia del ser en cuanto ser: el ser no significa idénticamc:Dte Ariu6teIes-- cen la manera incorrecta en que los platónicos conci·
lo cortuptiblc y :lo incorruptible, 10 terttStre Y :lo divino· DO hay ben los primeros principios: lo que quieren es <lar cabida a todo
«ser.. que sea común • lo uno y lo otro. O. 1.1 menos, esa ~unidAd dentro de los man:os de ciertas opinioDeS determinadas... En reaIi·
es sólo vetba1, equivoca, y DO huta pata constituir una cieDcia úníoa. dad, .probablemente es necesario que, pata las cosas sensibles. M.ya
. Pero en el libro I es ouo el objetivo de la argumt:n1aci60 de
Am~6Ides. Queda revelado por las úlum.5 1fneas del tc:xlo. que son J:OOa:: coSC:~~I~~~~~P~i~~~
principios deban ser del mismo género que aquello de lo que son
al Dllsmo tiempo las úllimas del libro I. Ellas muestran que e! argu·
mento va o:presamente dirigido contra la teorfa de las Ideas: .Es principios.. -. El contexto muestra. la lignificaci6n inmediala de
evidente, según esto, que no puede haber Ideas, en e! sentido en que esla tesis: lo que se pone en cuesti6n es la posibilidad de una cien·
las admiten ciertos filósofos, pues entonces habria un hombre sensi·
ble cormptible y un Hombre en si incortuptible; y ellos afinnan. sin :m~kndt~~li~~a~,h~~61=o ~:r:o~1~1iii~d&
embargo. que las Ideas son idénticas en especie ('tli' IEaU) a los indio esa física marem'tica. o mlb en particular geométrica, elaborada. por
vidu~. y O? es que lleven sólo el mismo nombre; aban bien, hay el Plalón del Timro y los plauSnicos pitlgorizantes. A realidades ff·
más distanea entre los seres que di6eren pore! gmero que entre los 5icas principios físicos, a principios m.tem'ticos conclusión mate-
que difieren poE' la especie.. 41. Vemos el sentido del argumento. des- mática. Las matem'ticas no permiten. jamú alcanzar la evidencill sen-
sible•• no ser por accidente, y dio por la raz6n de principio de que
la delDOltrllCi6n es inmllnente a un solo género, y no hay más comu·
nkaci6n entre las ciencias de la que hay entre los géneros. Arist6te-
les lleva aqul huta d lImite esa leOria que ha desarrollado a menu·
: í: a~~~ ~~r;sl: ~=:~odJ~s sci~C::;:Ccuh'r:~in~q~
~ Aristóu:,¡I':I juqa evidctttcrtlalte 0JlI el doble -=ntido de l. paltbn..~
1_.Y~IP«k. Pero esa dualidtd DO 1':1 cqufvoca: 1a~IP«keslaunidtdde
Qten:lquetiellenlalllilm&/_.
• X1.,~ ....
- lÑ C«W, IIJ, 7, J06. 7 •.
41 Cfr. l." pute, (::Ip. 2, 4.

306 307
gran corte que divide: el ser en corruptible o sensible e inoormptible
o eterno -: si lo corruptible y lo incorruptible difieren en género, de él derivan 11;. Por consiguiente, está claro -y ya 10 sosp«Mba·
sus principios diferirán de igual modo. OJOS sin necesidad de: todo esto-- que: la corruptibilidad es incompa-
Obsérvese que. además, Aristóteles responde claramente en este tible con la dignidad dc:l principio, y más aún, con su natural~a
pasaje 1 uno de los problemas que habla planteado en el libro B: misma, No es de: extrañar entonces que, según ucooocc el propiO
cSaber si los principios de los seres corruptibles y los de los seres Arist6tc:lc:s -quien añade esta COllIprobaci6n a la serie: ~~ sus a~'
incorruptibles son Jos mismos o 00" ". En el desarrollo especialmen- me:ntos-, «ningún fil6sofo haya pre~o que se admi~c:ntll p~.
te Lugo que daba a esta capoda que DO le va a la :taga a ninguna y ripios difc:rc:.ntes [para las cosas corrupnbles ~ ~ .cosas mrorrupu-
que ha sido ignorad.. por los filósofos de ahora como por los de blc:s), sino que todos reconocen que los pnnaplos de todas las
antes., Arist6tdcs indicaba por qué era insuficiente la tesis de quie- cosas son los mismos_, es decir, incorruptibles $J. Si añadimos a es-
::':~a~e:~:tibf:.io;.~td:~~có:e~aqd~n: s: tos argumentos la ttftica que Arist6tc:lc:s dirige en varias oc:asiooc:s
contra aquellos que, como Espeusipo, cadmiten principios clif,eren-

:~W;e:uci~ca;:~r.~~e:,~~~¿= =~
tes para cada esencin, reduciendo as! el Univc:no a CUIlA serie de:
episodios.~, podnl: pareen extraño que Arist6te:les. ~antc:naa ~ d
principios que sean corruptibles? Aristóteles. en este punto, reunf.I DI! Codo una tesis que va, a la vez, contnl la ttadioón filos66a. y
argu~tos que podían parett:r decisivos: «Si los principios son co-
mJpttb1es. es claro que proceden necesariamente: de ciertos eleme:n- con~~OI~eenc:o Aristótdes propone: en d libro A
tos, pues todo lo que puece retoma a sus elementos. Pero entonces una soluci60.a este: problc:ma que: parece representar el estado dc:fi.
existirán 0ll0S principios a.ruenores a los principion 51. Por tanto nitivo de: su pmsamiento. Pero es notable: que, c:r'! el DI! Codo, unl
si.d principio. es. C?mJptíble. ya DO es principio, sino que supone: éi poIt!m.ica que podrá parc:cer mc:ramc::ote: de: dc:taOe. lo lIev; • poner
mISmO un pnnaplO que no sea corruptible, pues de lo oontmrio en roestiÓD todo c:l esfuerzo de: PIat6a Y los platónicos. fin de: peno
nos remontaríamos hasta d infinito. Otra di6culud: si el principio l8.f d mundo en su unidad. Apreciamos bien aquí, a través de: lo
es corn.tptlble, ¿qué sucederá si resulta aniquilado? Contemplarú- c:J:ceJivo mismo dc:l propósito, las razooc:s de: c:sc: quebrantamiento
~ entonces ~ ~j~ de. un. . cosa 9ue: sobrevive: a la aniquila- dc:l platooismo. Platón babla postulado la c:rittc:ncia de: Ideas inmu-
eón de su pnnaplO: Situación IIllposible, pues la c:::rislenc.ia del tables y sc:pandas epmo roodíción de: posibilidad de: la ci~~.
principio condiciona, por definición. la c::mte:txia de: las eo&a5 que Pero, Ji bien la teota de: las Ideas da. cuenta de: lo que hay de: lDtdi·
gible c:o lo JeDSible (o más bien en lo corruptible:, para c:mpl~ el
lenguaje aristot6ico), DO da. roc::ota del bc:ebo de: que: lo corruptible
~ta.~dli'~uc:,a~~~cse;:.~s=yu:e:.:.visf:,~ es lo que es y sólo lo que es. Cu.aOOo Arist6te:1c:s pide, un poco atl>-
Pero yesrncill tens.ibJc: londradarnc:ote:. que se: reconozca la c:xistc:ncia de: principios corrup-
Ic:Ilsiblc:s elc:m8l..
tiblc:s -expresi6n que en otros lugares dc:ounciarla como conlrlldic·
:habf.abrebolleCUariamvirtudddtorolXlcimimto ~:1
los utms: s.ü:ndo eteme., 100 tambiin visibles. Pero, m tallto que Jm6tnlQ
hada de la cesmc:ia dd Cic:Io.. el: objeto df: una fKUltad inl=ncdia mM la
~~bi: ~'~:f:e=i::re~
la corruptibilid2d de: re; corruptible.
e: ::J:a:e¡. ~t
Si c::mriera un Hombre c:1c:mo,
...~~ y.1 ......~. a ubtt. la a~. aIl tripanic;iOO no inlll:lduce m ArisIÓl:dai
un vmiadero '"Ii"".
tI"ú/: lo Ic:IlI.ib~ etano le romportll aJIDO lo inmóYil d:=r::si~N~t:"'PI~6:':~~~~~ ~~~
=~~tán~~~u.::~tea~:f..ia~~.~l~rm: ~
las csmoas corrupvbles (lo que, por lo dcmú, es OOIIttario a la doctrin.
h;s.bit~ de: Arist6tda1, hlb~ que: lIdmilir que: 11 ur-arión te di, al d inre-
not mlllmO de la full:', C1lM una fub cdc:ne y UIlI fisia¡ de.! mundo
sublulllr (llnkl quc: ArilIÓlc:ics 1I.amI oormaImc:nle: flsie.)
'" B, 4, 1000 • 6, .
J) 1000.7_22.
!l. ~ooo b 24. Como te ..~, d rimu"/O (=»XI1,,",) (1QUclIo de: quc: eslA
::.ru= ':eroeee;;i:ci;io~ d~~ 4~t,~lt ~ ~,oorrompe) es una esPe>:ic

J08
J09
::: ~=~:: =-~cetU: ~OSI&:s & ~01~
los dioses sólo engendraD dioses: Arist6teles repite a menudo que
no es d Hombre en sí quien engendra e! hombre monal, sino que
ser conuadictorias, se condena.o muruamente ~ !-. paradoja: l) La
teolog{a es la única ciencil; 2) La teoIogil es IDUtil.

.e! hombre engendra al hombro:6, e! mortal engendra al mortal.


Hesíodo y los .te6log05l' lo habían comprendido tan bien que pan:
e1Jos, nos dice Arist6tdes, e! problems. DO esraba en saber por qué
los dioses se produdan, sino por qué los hijos de los dioses 00 SOD
dioses ellos mismos, a 10 que respondían que .Ios seres que no han
probado el. n&tar y la ambrosía han nacido mortales» n, Pero Azis.
t6te1es pregunta irónicamente: si los dioses mismos deben alimen-

:~~ :c¿: ~~:~o~: ~~er~: ia:~it~~a~;;e~~~?:~~ra~~


teólogos invierten abusivamente el sentido de la proeha: no es la
eternidad lo que hay que explicar, sino la ausencia de eternidad,
pues si 00 los dioses ya no son dioses ni los principios principiOll.
a
Es demasiado flkil atribuir cotTUptibilidad de lo cotTUptible a la
ausencia de aquello que produce la eternidad de: lo etemo¡ pues 10
que: hace: que lo eterno sea eterno DO puede estar ello mis.mo sujeto
a presencia o ausencia, es decir, no puede ser otra cosa que eterno.
No es que haya algo más -el néctar Y la ambrosía- en lo eterno
que en lo contingente, sino algo menos en lo contingente que en lo
eterno. Lo eterno es lo que es, y lo contingente 00 es totalmente lo
que es: de esta degnd.ciÓD de: lo eterno en rorruptible ninguna teo-
logía puede dar aJenta.
irri~jat;= :t~~~:::;u:ded~ :r:ram:k =:r~~
:
En cuanto a la reologfa de Platón, es una teogonfa que se presenta
abusivamente como una cosmogonfa, Arist6teles se ha dado aJenta
admirablemente de esa necesidad interna que convierte a la dialécti·
ca plat6nica, según la expresión de Rodier, en un proceso que va
.desde las Ideas, por las Ideas, hacia las Ideas.. !If, que no sale de 10
inteligible y es incapaz de acercarse a lo sensible. En este punto,
Arist6tele:s DO es antiplat6nico: podria mh bien tachárse.le de hiper-
platonismo. Lo único que hace es nevar e! platonismo 11 sus últimas
ooosecucncias -basta el. Ibsurdo, podrfamos casi decir- como d
propio Platón bab[a hecho en la primera parte del PtZrminid~s. Por
respeto a la teoIogla, Arist6teles extrae dos consecuenciu que, ain

J6 Z. 7,10)2. 2J: 8.10J} b J2; 8, B,104' JI 2.'; A. J,1070b J1.J4;


N, 5,1092. 16.fú., U,l.1'J b8,ete.
S! B, 4, 1000.11.
5t 1000.16 •.
,. tilUln d~ pbikJs. ~qu, p. 56. aro &pllbl., VI, 511 &.
311
310
cierto momento, a las matemJl.ticas COlnO divinas Q, de acuerdo en ello renegó de la ~6n platónica de la ci~ •. TantO al me.nos
esto con la ensdianza de Jen6crates 43, mú aún que de Platón, en como Platón insiste ArIStóteles sobre la establhdad del saber aen·
nada altera la conclusión anterior. Ya sean las realidades matenu{· tifioo, que ~ opone a la inesta.bilidad de la ~ión "'. La agitación
tic:a.s -inmediatamente manifestadas por d movimiento regular de y el movimiento SOll incompaubies con la aenal: cLa razón sabe
los ll$tl'O$-- admitidas CIl la regióD de lo divino, o ya sean rdegadas (h¡=r.oht) y piensa mediante el reposo y la deteDcióo-lI!I. Ahora

~~ J:':~~~=¿ ":;:::b¡:~lt =:=to:;


nás aai del mismo mundo sensible ----como si fueran DO-sett5--,
sigue siendo cimo en
que ninguno de los dos casos
juegan modo en
~ ds~e:;:~:ueql:Sle~a~~~s~~~ ~ 1:
al con<.:epto de lo ne<:ess.rio, definido por él como clo que no puede
=tes ser de otro modo que como es» 611. La ciencia no s~ dis~gue de la
instrumentOiS de una matematización (es decir, de una idealización)
de lo sensible, que mediante este rodeo se convertirla uf en objeto
opinión por el cankter v ~ o falso ~ sus lfirmaao~ (pues
hay opiniones verdaderas) W10 por la necesidad. que va ~da a J.s
propo¡iciones de la pri~. Aris~teles ~ prqunta de~enidamente
l:Wci~~~ ts':d~u:t::tt=~~~ si la opiniÓD Y la cieno.a cenen ob}etOS difer=tes, refiriéndose esta

~~j~t~~=::;6i:~ell:S=ti:~~~d;ad:::'
por él.
Ahora bien, si es verdad que Aristóteles recnn6 Ja teoóa de las
Ideas y la de los Números ideales y las Magnitudes ideales, no pot oeras distintas: ya como contingente, ya romo necesano. As!, l?u~o
opinar que la dUgonal es inconmensurable; pero 1610 tendr' oenaa
poco compuible con la doctrina blbiNAl de Arisrótdes. Si COllIideramos b de eso cuando haya demostBdo esa. proposición, es decir, oando
IetelIIoegÚIl Ull onJm de sW:.iumciao~ellaltido &riItotBicodel Ihmino-
de aepanOóm. dtcrecit:rm" bit ClU" c:ob:ar 1 b abjecoI _temitioD& c::n el haya sacada • la luz el porqué". As! pues, tengO una opinión de ~
u:tter pgesfO,tir¡pJ$ de ioI $Crl:S ffsicoI.~, sin tlDbuEo, que r.l orden necesario. cuando, ignorante yo de su causa, eso que es ~

~~rFIe~~r.i:~~IS~~;S~:i=~:~
te me da romo pudiendo ser de otro modo, es decir, c:omo c:onnn·
gente. Pero no es ésa l. única c:ontingencia concebib.le:. al lado d~
esa contingencia relativa, que se debe I un desfalleclInJenro. de ~
f~~~~:=:; =:=~ ~~e~~ sabet, bay U.DII contingencia que podrlamos llamar absoluta, IDSaIta
Q Es k> ClU" le dt:spftnde del ffl&1Dl:'lto del P'Oll'lplko recic::n:rtmmre en la naturaleu de w cosas. Ninguna ciencia puede pensar esla úl·
puesl:O 11 d!I por MUUH (pp. cit., p. 1151 SI.), ., ClU" bI. &ido lmPu.du lÓl:l tima contingencia sin transformarla indebidamente en necesidad:
má por el P. fESTUClU.E ( ..UD ~I lXJI,l\>eW de P'ro=ptique d'Ar.•, una ciencia de 10 contingente destruirla 10 contingeDte; uf ~. no
RlI>. ,hilos., 151X" pp. 117.27). En ~ latO plagiado por Y,I... IlUC;O (!k hay ciencia áe lo rontingente. A la pregunta c¿puede ser el mlsm~

de su mo!lodo, sino rambibl la excekncia de RI objeto: medianle la


mb, que u una rama suya, llOI dan 1 CXIllCll:t:r, el! dcao, b f~ CIdo::s-
leI, que ton.Iaa. diviJw de _ _ ~
IStr<lOO-
commu1Ii mlll1Hmlllie6 sci~1Itill, 72, 6 ss.), ArislÓldes mueslra 11 rupcrioridld
de las marerruhicu fl:lbn, las dem's ciencias invoeanrio no sólo la exllClirud

(72, 27), VoNemo..


el objeto del saber y el de la opi.ni6n?Jo, la. respuesta es d~le: 51, SI
ese objeto es necesario, pues dicha necesidad puede ser ~f1Ida,
presentmdoseme como conrlngeDte; no, si el ob}e~o es con~te
baIlar aquí la fórmuJ. CllXterlstiao de J. teoql& asttal (ch. p. 296. n. )). él mismo, pues la ciencia lo pensarla romo neeesano ! }o ruprimirla
El P. FQn,IGIUR ot-rva que esle lato Ir &a es la ruóD uencil.1 de Al en cuantO c:ontingente. Ad pues, puede haber una opinión de .10 tIC-
a1ribuci6a a Arist6fdu) dice jusWlleOte de Iaa mate:mfticM k> que la Mtl. cesario", pero no una ciencia de 10 contingente. Es lo que AnslÓte-
I/sicI, A, 2, dir,( de J. filoeoffl primera. Imposible iDdic:a:r mejor que las mi·
~~í.fW~~·:t~ab~:r;(~~I~;::úse~
CIOIIICI'VIndo "¡o:mplC Al ~ dedencir. e;m.plar, romo sedesp:rendt de
b numeroeos tjempb m a ~ de b St,ruu/os Iuutlititos. aedD reIcp
das tilda Ya m'- 11 rancooolOl6cicammre infuiotdecit:Dci8s de loahatrlr;l:O).
La ~ _umirim del jlJren AríHóreles es. romo obIt:rvs Mulan (p. 187),
paroienrepl:Ó:l:imodesureolotf.o.utrat.
Ü Ch. fr. 16 Hcinz>l:: «&rqut nurntnIs, ut Xenocralel r:ensuil, Inimus ar:

=-
deu..; fr. }4 (lsimilAción, poi" pule de: ]tn6cnles. litl NÚIUtro idtal y d I
Número ¡naremirko). En lo qlJt MSl6tdu llamad mú wde: «Hablar de loa
¡,ma28~~'~r romo maremótiros (1IÓ1"'8'j~ai). (M, 6,

313
les anuncia en sus propios ténninos al comienzo del desarrollo que
acabamos de resumir: cAunque haya cosas que sean verdadetlls y
conuptibilidad en general; la corrnptibilidad no es ella mi~l. ex:
rruptible, y veremos cómo Aristóteles reconocerá en la sucesl~n ~fJ.
que existan realmente, pero que pueden ser de otro modo, está claro nita de las generaciones y corrupciones algo así como un sUSUtutlVO
que la ciencia no se ocupa de ellas: de no ser así, las cosas que pue-
den su de otro modo no podrfan ser de otro modo.. -.
Vemos aqul cómo Aristóteles, a la vez que conserva y pttcisa la
de la eternidad. Pero estas tesis, que veremos desarrollar en Otros
lugares a Aristóteles en respuesta a las lIporlas l~adas p?c el plato-
nismo, no contradicen, sino que confirman la tesiS negatlv.a que he-
idea platónica de ciencia », limita singularmente la posibilidad de
su aplicación. Para Platón, todo 10 que era objeto de opinión ~ía ::U::bili~C:O !~j~~=:a~Porno :rJod~r~b~;
d: ~e:s~~~:,~~~~~e~=:s~ ar:
descubrirla pan tener la cienca de esas cosas. Para él, la opiniÓD se
mon...,Jes, puede estudil~ científicamente el género hombre y atn·
huirte necesariamente el predicado «mortal., o SClI, demostrar por
qué el homhre en general es mona! TI. No por ello deja de ser ciert?
debla ---como vemos en el mito de la caverna- a una pasajera tur-
bación de nuestra. flKUitad de 00D0Ctt, turbación que deberla des..
aparecer ante la duidad de la intuiciÓD. A fin de cuentas, lo sensi-
:i,u:J:~iin~~:~=-b: ~o:~~re~ 'i!. lo: :
radical de ese poder·ser-de-ouo-modo que define preosamente .Ia
b1e significaba lo inteligible, fuese cual fuese la multiplicidad de las contingencia. As! pues, lo conuptible es una ~ de lo con':ID"
mediaciooes, y la misma opinión recta, lejos de fundar un saber co-
herente, no era lino un camino coodlJCClte a la Idea. En Arist6td.es,
por el contrario, y romo hemos vilto, lo sensible remite sólo a sI
pie. incluso es quizá 10 rontingc:nte por e:zcelena.a, en la medida
en que todos los cpoder.ser-de«ro-modo.. suponen como fundamen·
to suyo el «poder.no-SCD lJ. Se dirá: es in50St~ble la tesis seglÍJ.l1a
mismo, lo rontingente DO es algo que todavía DO se sabe que es neco- cual la explicación por la causa no puede aplicarse I lo corruptible
sano; ninguna ciencia coosegui.ri que ciertas cosas DO puedan. ser porque lo tflI.DSformarla en necesario, es decir, en lo que no puede
de otro modo. Al reoonoctt que DO hay ciencia de lo contingente, ser de otro modo; pues yo puedo saber muy bien po~ qué una ~,
obtenemos ahora. por otra vía (que atañe no ya sólo a la naturaleza en determinadas circunstancias, bajo los efectos de aertas condICIO-
del principio, lino a la de la ciencia tnisma) la conclusión a que ya nes, puede ser de oc:ro modo que como es hoy. De tener ulud puedo
habWnos llegado antes: DO hay ciencia de lo corruptible. Podría pasar a estar enfermo, y la ciencia médiOl puede e:zplicarm:e por qué
neglrse, ciertamente, la identidad de esas dos tesis, porque ¿.caso etlI necesario que cayese enfermo. Habría, pues, una nea:Ildad de la
lo cormptible no es n«~IITUt",mtt: conuptible? ¿No es el hombre corrupción y de las fonnas derivadas del movimiento -ea~io de
n«eJiITi4mente morul? DKbo de otro modo: ¿no es conecto decis
que el hombre no puede ser otra cosa que mortal? Sin duda, trope-
zamos lquf con una de las mmeru mediante las que Aristóteles po-
:fvJ :e=~=:'ci~ EsC:~;~ ~~e¡~
suministrar una nueva solución, y e5pec.almente Justificar UM físIca
dri reconciliar parciI.lmente su concepción idealista de la cienda que fuese ciencia de los seres cormptibles y en movimiento. Aris*
con la descripciÓll que ofrece del mundn real: si bien no hay ciencia teJes no se cerrarf del todo esta salida, sin la cual el mundo natural
de 10 corruptible, en cambio puede habhrse Iegltimamen.te de la est.rfl conden.do a 11 incoberencil. Pero incluso en este caso tal
posibilidlld concierne 1610 • 10 universal, no
a lo particular: la me-
dicina explica la enfermedad en genenll, y no el hecho de que yo
caiga enfermo en este preciso instan~,. o que vaya a O!e! en~ermo
mañana 7); incluso cuando el ICOIlteeumeDto suceda, segUId Siendo

*l\ÚTI erl~~ r..:, ~":bre e: ~i~~ :I~qr:::


&lI~'De hecho,cuando DO 10 l1&ma ~te U hkx~""",(e, 10, 101\ b
1). EJ. Nic., VI, 12, 110 b J, ele.), ArUt6teles d~ 10 tonli!1Aente, ya
cdno Jo que puede ur de otro ",oJo ('tll M.IÓ\1....v ~ qtlv) (Et. Nic., V,
10, 11J4 b JI; VI, 2,11)9. 8},)'I como lo qlH: puedl Jt, 0"0 Jt:r (~¡'I..ac­
l¿.,........ '''l .1....., ...1 l'~ .....,) (G~". 'l/Ii",II1., n. 1, 731 b 2J; IV, 4, no b 1)).
1] Corno el! libido, 111 propoIIiciones fHlTlu../lUu relativu.l1 futuro.ol'i
ll4 J15
gendrado e inmóvil de la generación y d movimienlO, fundamenlO
cierto que bahrfa podido DO producirse, o que babría podido ser que Aristóldes hace aplícito un poco mis adelanle como esencia
de otro modo. AsI pues, la ciencia DO descenderá nunca hasta 10 ro- (o~o¡o) separada llI, 00 contradice, sino que confirma la imposibilidad
nuptible en su lingu.Iaridad. de una ciencia de lo engendrIdo, de lo m6vil o de lo 00 scpando.
Una vez m~, es en d libro B de la Mtttlflsktl donde hallamos la Pues hemos visto en varias ocasiones que csi existen ciertos seres
mú clara fonnu1aci6n de esta d.illruItad: .Si DO hay nada aparte de inelJgcndrados y completamenre inmóviles, competen m2s bien a
los individuos (:topd w q&'WtO"ro:), 00 babni nada inteligible, lOo un.. disciplina distinta de la ciencia de la naturaleza y anterior a
dos los seres serin sensibles y DO habtli c:ie:ncia de ninguno, a menos ella» -: dicho de otro modo, la filosolfa primera o teología.
que lLunemos ciencia a la sensación. Tampooo habrá nada eremo ni Si no hay ciencia más que de lo necesario, que Aristótdes iden-
inm6vil, pues lodos los sel:'CS sensibles son corruptibles y est'n CD tifica con lo eterno (ya que lo necesario es lo que DO puede ni podri
movimiento» 10. Si "0 hlly "ada aputt dt los i"difliduos...: aqul po- nunca no ser), parece que no habri más ciencia que la teologia. Nin-
demos ver, presentado en tonna de hipótesis y expresado en lengua guna ciencia -ni siquiera aquellas que podríamos considerar empí.

~d=.s~~~de~ár::~:i~~~t~~~ ~~~ba~~::alí~e:~ :r~t~


ricas, como la agrimensura- versa sobre lo 9CtUible: .. Ni siquiera
es cierto decir que la agrimensura trata de las magnitudes sensibles
.Si hace falta en orden a las necemdades de la ciencia que exista y corruptibles, pues esta ciencia pereceda con esas mismas magnitu-
alguna cosa aparte de los individuos, es necesario que lo que exista des. tI. Pero decir que toda ciencia trata de Jo inteligible o de lo
aparte de los individU05 sean géneros... Ahora bien, .t:nás at'Tibl1 he- incorruptible, es decir que es de algún modo teológica. En tal senti-
IDOS mostrado preOSlmente que eso en imposible» '15. Por tamo, do, sólo la astronomla y las matemáticas pueden participaJ:" del carie-
aquello que expresa la aporf:¡ es d apuro m que nos c:ocootnunos ter cimúfico de la teologl'a. Hemos visto a qué circunstancias debían
C\lando seguimos admitiendo la dcfin.i.ciÓll platónica. de ciencU (que estas dos ciencias su carácter privilegiado: en la perspectiva de la
exige, como recuerda aquí Arist6ldes. referirse: • caigo uno e idén- teologla astral que permanecerá, aunque depunda, como fundamen-
tico» JIi y al mismo tiempo rechau.mo5 la teoría de las Ideas, a falta to de toda su especuIaciÓD teológica, la astronomfa DOS proporciona
de la roa! ya DO DOS enfrentaremos más que ron una «infinidad de una experiencia inmediata de lo divino; representa, si es posíble ha·
indivWiuos» 71. Si es cierto que la teorfa de las Ideas tcnfa como b1ar ul, d aspecto aperimcnrai de la teologll. En cuanto a las mi-
función proporcionar alimenlO a la exigencia de un saber estable y temáticas, hemos visto que Arist6teIes las consideraba en d Protrlpo
riguroso, la coocepción aristotélica de la cimcia, beredc:ra de esta tiro, probablemente bajo la influencia de su amigo Jenócrates. como
ex.igencia pero privada de dicho alimento, COt'Te d riesgo de encoo- una. ciencia divina, al igual que la astrooomla, que es una rama su)'lt.
uurse sin objeto. Mejor dicho: DO le queda más que un objelo, que Incluso cuando Arist6tdes haya renunciado a esta concepción, ne-
es Dios, última encarnación de ese cinreligible», de ese «eterno», de gafl(\o toda cseparación» -y, por consiguiente, toda subsisten-

r:c:;lid~V:~silirea =s~~ Bd~s~~io eh~~: ~~s:O~~~~di:


de
cia IIZ_ a los seres matem'ticos. las matem'ticas no dejarán de estar
emparentadas con la teolog!a gracias a una importante particularidad
,esta consecuencia: se presenta, en efecto, como una demostl'llción de su objeto: la de ser inmÓvil tJ • Al hacer abstracci6n dd movimien-
--aunque bastante borrosa- de la existencia de Dios. cSi no hay
nada eterno, d propio devenir no es posible; efectivamente, es De- ~2.13.Ahon.bjea,estacsenci.tepmKlatlOpuedeser1f,eseocia
Jt las OOIIS Sl:Nibles: «Pues DO pock:moc decir que exilte una casa aputl:' de-
cesario que lo que deviene sea algo, as! como aquello a partir de lo
C\la! ha devenido, y que d último término de lo uno y lo otro sea
"'casas indiv>dualen(999b 19l.SólobOb·ll divinaa,bab!andocoo pro.
incngendrado, si es cierto que la serie se detiene y que dd JX»U ~'Ót-~1lI.l,293"t9.Cfr.E,I,I026.1().13,29.
nada puede proceden 11. Pero la suposición de un fundamenlO inen- '·8,2,997bJ2.Podrúopcnaaneqtll'letralllde:UtlI.f6mm1Jpbt6oia.
ioKrta en d desuroUode: una.poria. 'f QUI:' DO rqlretellta ne::esarUmen11:' d
pensamienlO de Arútóldts. Puo d OXltato muewa qut: tsU: ~IO n
diri¡i&;), pord OXltraDo, COQtrI; IaCDDl:qlci6n pl..t6nica di:' a saa matellli-
tialIOOIDO~l!:Iltreloinld.i&ibk'fIoam.ibk
G V. CJlIC' a ao:I'ts mac<::lÚticDI DO esWl mmifiatamc:ntt: presl:nta ea lo
am.ibll:' (en. B, 2.998.1). Pvtiendodl:' 1Ihl:, ClI premotst:l:lf:tt: o mm k»
ao:I'ts lepII'Mb ctif,teII OOIDO lepII'Mb,obieD. si ti:' la ~ tal~.
no aUteII en msoIuto, .Ivo OOIDO absrr.:x;iooQ de: lo 1ellIib&e.
u E, 1, 1026 • U. Cfr. Rr., 11, 7, 198 • 17.

317
316
to, las materrWticas, pese al Meter ficticio de su objeto ---dectiva-
como mente en qué consiste esa teología doblemente divina: conocimiento

=
mente, COflsideran a los seres en movimiento Ji no estuvieran de Dios por Dios, no es más que conocimiento de Dios, pues seria
en movimiento 11_, se unen paradójicamente a la teología. iDdigno de Dios pensar en otra cosa que en Si mismo". Hllf:ll falta
trar~ ~\b~NI~~ i~t~:~Jo~l~al~j:;~1a~~=6~ toda la piedad de: los comentaristas medievales para atribuir a Aris-
tÓteles la tesis según la cual Dios, conociéndose a sí mismo -es de-
tOtélic:a de Ja ciencia, estén tornlldos de las matemátiOl.$; esta obser- cir, conociendo lo inteligible- conocería al mismo tiempo todas
vación, hecha a menudo en sentidos por lo demás diferentesf::l, nos las cosas, es decir las cosas sensibles mismas. La critica al plAtonis-
parece confirmar aquí la tesis que se desprende claramente de la mo veda~ I Aristóteles este camino. La .impotenciu de las Ideas~
problcmjtica anterior: DO hay ciencia más que de lo inmutable, y Jo denunciada por Arinóteles. sólo iguala a la impoteocia del Dios
inmutabJe DO aiste en estado cseparado. más que en Jo divino. As! arislOtélico paN conocer el mundo. Pero aquéllas son fórmulas hu
pues, Ja teología es la ciencia por excd.eocia, y no hay otras Oencin manu, cuya misma impiedad revela su ínadecuación y confirma en
más que aqudJu que, como la astronomía, son una parte de: la leo- realidad la trueeodencia inefable de: Dios. Dios DO es wlpable, sino
logIa, o bien aqueUas cuyo objeto --como es d CII!:iO del objeto de el platonismo, que preteodia atribuir al bombre un conocimiento
las mUeJlllÍticas- .imita. d objeto de la teoJog.ía. de tipo divino, pretendiendo entonces uber lo que es el conoci·
miento de Dios. Es cieno que, como temfa el Sócrates del P_f.
"ides, hay que negar el saber • Dios·, pero lo que ur
se le niegll
DO es otn lXl58 que un saber humano al que se habría añadido el
2) No obSllIIIle, ,. ttologj4 tS ¡"ÚJil.--Si toda ciencia es de epItetO ceterno.. o cen sr•.
Es d moroe:nto de recordar que lo divino
tipo teol6giro, lqué va I enseñarnos esa teología. con sus prolonga- es .homónimo.. a lo sensible, no sólo ---como querfan los platóni·
ciones utron6micu y matenultieas. sob~ nuestro mundo. es decir, cos- en el tentido de que 1m00s tienen el mismo nombre, sino en
d muodo de las cow coft\lptihles? El recbaro de la teorla platónia. el nuevo sentido, descubierto por Arist6tdes, según el cual la ro-
de las Ideas nos obliga I responder: nada. Pues no aiste, entre lo munidad de nombre eDCUbre una diferencia NdXa1 de esencia".
eterno y lo c:onupcible. esa rdaci6n sutil de inteligibilidad, detemti- Ya no hay mú relación entre d saber de Dios Y el uber del hombre
nada .dtmás por las mediaciones mateútkas, que Platón J1amaba que entre el Can, oonstdaci6n celeste, y el can, animaJ. que ladra 1lI.
participación. Como vimos, Ari.st6tdes no suprime d ;on,sm6s: los
,cuerpos cdestes han ocupado d puesto de la.s Ideas como realidades • A, 9, 1074 h Va.,)2.
! separadas, pero y. no SOD las Ideas. 105 arquetipos rlt nuestro.mun- • P_brUks, 1}4 ~: ..Em VI:'Z n:mo. dijo S6cntel. que Ka ~
polUIIlC*:I el E¡VmCDro, awIdo le iJep • cqu el saIxr • DiDI..
Ido. La teología aristot8ic:a es la heredera directa de la ciencia plat6- tl Pan. el 11IO p1at6niro del támiDo (que !:Il Pht6a DO t:icnt. eoriIk:n.te.
\ niea de las Ideas, pero ya DO es más que teologia. Mientras que el
sabio platónico estaba obligado. volver a bajar a la caverna, hom- T:::ñ~~g~cfr~~~)J: :;:~.~=~)~
bre entre los hombres, siendo la contemplación de las Ideas no más kit pblÓlliclll pan designIl" b CIlmUllid8d de llllIDbre mue bldel 'J.qo,>dIo
que un clargo rodeo.·
destinado a llevarlo al fin I Jo sensible, d
teólogo de: Aristótdes es un hombre al que la contemplaci6u con-
~deu~<i¡~:~~ ~y¡:t~~teMi";.~
no-. aW queao: 11IO '-'fentn: dios _ identidad queb wrt.J.1o cwJ
viene en algo tan .separado. como Iru objeto. Sabemos. además.
que Aristótdes considenl a veces como .más que bumann la pose- ~7~ ~ :6~~u:=.~: ~~~'p~¿, -; ~
~ u Ansl6lms, hIbri que decir que las Idea y lo Ialaíble-.
s:ión de: esa filosolfa primera que supone la contemplación de lo clillÓl:ÚmcJp (A. 6, 987 h 10).
divino, viendo en dla una ciencia cuya posesión pertenece .sólo a I! Se llOI ciiJi que la teoriI de la lD&iogfa oorri&c, m Arist6fdct, Utl
Dios, o al menos principalmente a Dios- u: Dios es el único te6lo- penpecti.... de ~vocidad. Pero yl bemol mostrIdo mM uriba (l.' pule,
Q.p.I1,§-4)queblyque~deltribuir."'ruuiJKliclcionl:lde
:' ~alg~= ~¡e:~ ~eo;~~~~~élb~,e1s~~;~ Ariltótdes llt'eJCI de blhl1ccfa un O1kInttqueB no b dio. Poclrl.urudilnJt:,
I propósito de b leW Dhu "0 (O"OU d mu"Jo, b triple ICtitud del pIllO-
14 FIJ., n, 2, 19) h 2).194 .12. niImo, el IrilroWiImo Y el no:'OPlatoni5lDO por resp«to • una fórmula que le

: t.~»fb;. ?rd:;~·'27r:r·/9~1, 109 u. L. RODIl~, ArisloJt, p. 61 u; tn.nIIDite de uno. otro en su literalidad. PIIlI Platón, a Ibsurdo que Dios
:oen:=~='An~~r:':elala~~:IU~~~~ '::
: :8/~~2h28;9a).9.
C':.oj;::OO~:de~%'iru~~;n~elbj~~:: ~e¡':pao:.sd ~
318 319
La trascendencia no es aqul condición de unidad, como 10 era pat'll-
d6jicamente en Platón, sino que vudve a encootrar su acción sepa-
radora, no solamente separando al hombre de lo divino, sino tam- mera, la dialéctica, que sigue siendo «con mucho la más verdadc-
bi61. a Dios del mundo. ru". La dial6ctica continúa siendo la verdad de las otrlls ciencias;
o mejoor dicho, cada ciencia «empiricalt eocuentra su verdad en esa
PodrJa incluso decine que la trascendencia es mis radical en el
sentido que va desde Dios al mundo que en d que va desde el mun- parte de la ciencia ideal que lleva el mismo nombre que dIa ICIO. Por
do a Dios. Pues si es cierlO que los asiros son dioses, lo divino sen tanto, si bien Platón admite la «necesidad.. de 1M ciencias empfri.
del todo invisible, y, por «reducidos» que sean en este terreno los
datos sensibles'J, una ciencia humana de lo divino no será imposi- ~:.: :uci:tde ~=~ ill=: ~~, e:~t:en::~':
bk. Pero si bien el hombre posee asJ «una visión fugitiva y parcial. ber el que, a U1Iv6; de las t&:meas segundas. DOS permitirá encono
de los «seres superiores y diviDas», y esta visi6n nos procur.a tanto trar nuestro camino.
8020 como una mera ojeada lanuda sobre un objetO amado M, DO En Aristóteles, por el contrario, si bien la teologl"a conserva la
podemos dejar por ello __i lo dicho más arriba es exaclO- de plan- primada, y .sigue siendo la ciencia real, su reino ya 00 es olro que
tearnos la pregunta: ¿para qué sirve este conocimiento de lo divino? el de un soberano sin súbditos. En el texto del D~ p4rtibus Ilnimil-
lium, vemos que la actividad del biólogo no debe ya. nada a la del
¿Qué nos enseña sobre nuestro mundo? ~Qué apona a nuestra vida
de hombres? EstaS preguntas pueden parecer implas y, efectiva-
mente, debieron ser considendas tales. Aristóteles, sin embargo, se
teólogo: el biólogo, según Aristótc:le:l;, ya DO debe buscar en un
T'in; oilpl:Y\~ el modelo de los seres perecederos de DUestro mun-
las planlea. En el pa.slIje del De p4rtibus tlnimttiium en que habh ron do. La teo1ogfa conserva su excelencia. pero se ha convertido en
bello lirismo del gozo que nos pnxusan In furtivas escapadas hacia inútil·. Es lo que Aristóteles reconoce _UDqUe sea poniendo el
lo eterno, Aristóteles 00 vacila en hacer el paraldo en~ esta ciencia ICeflto sobre el lSpeCtO inverso de ese díptico- c:n libro A de la
de 10 divino y el conocimiento, mucho más vISto, que podemos ad- M~ttl/iJicil: «Todas lIS demás cíencias son mis necesarias que ella,
quirir de los «seres perecederos, plantas Y 1lÜma1e$»: c.EI hed»o pero ninguna la aventaja c:n excdencia.. -. Hay que tomar aqul
de que estos seres esán más a nuestrO alcance y más pro%imos n«eriJIId, sin duda, c:n el sentido de bitcer Iml4, como lo prueb. el
lt
a nuesUll naturaleza reestablecc, en ciera medida, el equilibrio
(d'ltlMT,d.ld:tutrll) con ciencia de los soeres divinos~. Se han no-
pasaje inmedi.tamente anterior: Ja filosoffa sólo fue cultivllda des-
~ de que clas anea que se 'pUCllD • las nece:sidaden hubieran

~ó:O=~~.i.:Jeeslt~e:s:r~ :~:;;=
sido dc:5cubic:rtu. prueba de que la fiIo5ofia es libre, que tiene I\l
idl!nticos e inmutables.., la c:ristencia de una ciencia «dirigida hacia

en
tnerII, «es
las 005IS que naoe:n y mueren.., deja un puestO a ésta, por vez pri-
la disposición de la vida feliz: muy necesaria (áYaptairn),

:r~~~~: ~uP:i.sdiler:~e:': :I~ ~v:


son menos patentes que sus convergencias: pues. si bien Platón cede
sitio, con el nombre de ciencia segunda, a esta «técnica que DO es
56Uda ni pura»·, no deja por ello de subordinarla a la ciencia pri.

320
321

"
fin en sf misma, que .no considen.... ningún inttt& ajeno a ellaJo 105; tamPQC? oeces.i~an un Dios que ni es ni puede ser para dlos lo único •
en otras palabras, que es un lujo (lo cual, a los ojos de Arist6teles. necesano. Y, S1fl embargo, esa inútil divinidad, que hace girar sus I
parea: garancizlll su valor), y no la re!puesta a una n~sidad. Ulla esferas en un mundo que no es modelo del nuesrro, no por dio es
ve:>. mis, estamos aqul lejos del platonismo, o al menos de cierto pla- ~enos «amableJo; con su presencia. «visible., no puede dejar de ins- I
tonismo: en Platón, el alma era «sacadaJo hacia la contemplaci60 pirar los pensamientos y ~bajos de los hombres que furtivamente
de las Ideas. era «impulsada hacia adelanteJo por las contradicciones lo contemplan..La afirmación de la trascendencia, si bien excluye
de lo sensible; era imposible vivir y, antes que nada, COJlOCet el toda rdaci6n ~ de con~nto erilre Dios y d mundo, as!
mundo. sin ffiosofllf. es decir, sin haber contemplado las Ideas al ~ toda. re.I~ de deduCCl6n entre la contemplación de 10 divino
menos una vez. Pero hay mis: esas afirmaciones de Aristófdes y la mvestigaci6n terrestre, no aduve por ello toda tdac:i6n vital o
acera. del carácter desinteresado de la contempl.ooo ftl0s66ca con- enstencia1. El no ser ya ciencia de las Ideas no le impide a la ~
tradicen todos aquell06 l;2NCteteS que. en 1. primera .parte, veíamos g[a seguir ~ un ideal para d hombre. La realidad del ;orism6s
que at""bufa Arist6teles a la investigación filOlS66ca. hiía de la na::e- puede ser sentIda DO tanto como sepanción inemed.iable cuanto
sidad·, del apremio, de la pmión de los problemas. Es forzoso re- ~mo una in~taci6n a superarla. En una palabrt.: entre la investiga-
conocer una vez m's Que en Aristóteles interfieren dos concepciones eón .ontol.6giCll y la <:oncemplaci6n de lo divino puede y debe haber
de la filosoffa, sin duda de muy diferente origen: por un lado, un tdaciones que no se agotan con la palabra separlld6n.
proceso humano, un caminar laborioso y .apon!ticoJo; por otro, la
posesión ",m's que humanaJo de un saber trascendente y que se pre-
cia de no servir de rerorso a los .interesesJo de los hombres. No es 2. EL DIos T1ASCl!NDENTE
posible negar que esta última cooceociórl .reol6tOcaJo de la 61osoña
CVOCI ciertos aspectos del platonismo. Pero también podría decirse Antes de estudiar esas sdaciCJOe$. que aeaso permitan descubrir
que Aristóteles. a quien por- lo demb anima. a squír por esta vfa cómo dos corrientes distintas de pensamiento bailan en d aristotelis-
111 teol.oafa astral, sólo conserva del platonismo la intuM:i6n central mo coovc:rgencia y unidad. nos parece oecesario volver. nuestra in-
del jorism6s, rechuando todos los cortectivos que el propio Platoo ~re~ ~ la teologfa ~ Aristótdes, para defenderla contra
le habfa IDUCldo: este platonismo sin Ideas, pero no sin tra~­ posibles obJeaones cuyo sentido general seria el siguiente: ¿es de
cia, e!te Dlatonismo sin participación ni mediaciones, es un hiperpla- verdad la teología de Aristóteles una teología de la trascendencia?
tonismo 10ll. Sustituye el proceso humano hacia las Ideas por la aper- ¿No se incurre inclUllO en paradoja present'ndola como tal? Dividi.
cepción inmediata de una. trascendeooa.; superpone a la necesidad remos esas objeciooes en dos grupos que, respectivamente se re-
de la fUosoffa una teolO2fa de lo inútil. y sin embat&O, ni la búsque- ;=:~ ~in=:.tad6n de la teologfa astral; 2) A Ía de la
da hums.na ni la neoesidad aue la inspU-. están ausentes de las pie-
ocuNciooes y de la vida 6los66ca efectiva cid Estagirita. Pero.
romo hemo5 visto. se emplazan en otro lugar, en un camino que no
conduce a la teoIOll:Ú: la necesidad. como la investigaiOO, son en
Arist6tdes onlol6gkiU. Si Dios no necesita el mundo. k. hombres

322 m
ltcaiunte de los que Aristóteles llama, con matiz despectivo. cte61o-
gou, que no hace otra cosa sino revestir con apariencias etr'gieas y
solemnes» m una balbuciente cosmogonía, la teclog!a IStral aparece
indiscutiblemente como la doctrina de última hora, el nuevo curso
imprimido I la espec.:ulaci6n teológica.
Una teologfa semejante ---como se ha observado IIJ_ no podSa
ser popular: $UponIa, en efecto, conocimientos IlStron6micos, o .1
menos un interés por la astronomfa, que hada de dla, desde el prin-
cipio, una teologfa docta. El sentimiento de extraiie:zI¡ que puede ins-
piramos, el alejamiento en que su presupuesto fundamental se hall.
respecto a nUC$tras maneru modernas de pensar, pueden h..ee! que

;=ken~~.~=re~:~C:%'~e:e::
con dla. Pero este juicio retrospectivo no debe: ocultarnos el becho
esencial: Aristóteles ve en la teología astral el único fundamento po-
sib1c de una te010gfa cicntffica. Más aún; ve eD en.
el únioo medio
de escapar I las dificultades del pfaronu.mo sin recaer por ello en el
materialismo que impu" I los físicos e incluso • los antiguos teólo-
gos liS. Los .,tros-dioscs ocupan, en él, el lugar de as Ideas platóni-
cas 111. Podemo5 Wnc:nw esta sustituciófl. pero antes es precitO
comprender ro SignificaciÓD y consccuenciu.
El papel cscncial que asigna Aristóteles I las intuiciones de la
teologfa astt'lll en la constitución de una teOlogá como ci~ se

« la difamtel -rufestKiooes de 101 ailiun. hummro (tknicu ~ de las


~lll1eIddomab).u!OOurla), QIX<:DCU1tnrDlXl1.IftZm dE,..
;;.-J).{~~~~~J&~U~~~~~
plautanl 1.1 N~t'¡úiu: d de 1.1 cc:ic:m;is bwaaciuo (Epi_u. 976 a); dr. J.
"·'13' ~;~~'II, 1. m " 2. aro má Iddanle la distinci6n de ArisIÓte-
\e$eDU'eOlIM¡-oo; ....lo'¡!.xáo;.
IU P!:sTuc1EU, "p. rit., pp. 209-210. El IUtof quien una tndici6n. Iet-
I

=-::5;m~~~(~.~~1.1:~ ~~:
como IlelD&ua 11 lisa de ...s obre en Suidu.
u, El 11 lesÍl de ). Mou.\u (L'Im~ JII #lt»/Ú J~ Pz.¡OII ..a tlOidnIJ).
quien 'toe en I1 leolcc1l ... mJ uD retomo C1feosivo de 11 _uobioJo,;{l_ de 101
pre3OCnIticos. dcs:pojl<Úl Ihon, en virtud de La cdisohlci6u_ dd pt,olonUmo. de
lqUd1.I dnsposición idealiSlP que le blbfl Jxdx¡ aperimeollf. lelizmenlC,
d Tim~ (pp. 187·188).
lIS A.6, 1071" Z1; 107' "26 (ni Pl'U1os cte6lcJsop ni PlrtI b cfb.l.
00f_ emtm otrol KIU que los sensibles). ArislÓldcs no de;" pISIf ni UIUI
ocuión pul lILaIU1" SU! diaWlciIS I'elpcl:!O • 101 anti¡uol cteólot!ol_: uf, te
Inventa d voeablo docb) 8to).o),u-.j (E, 1, 1026 • 19), • fm de diarl~ La
teQ!0ll'1 que él proyau, 1 la vez Sibil y DUCVI, de La 8.ol.otia m.hic:l de los
IDtiguoa tcóJosoa (lHo),oTil<. ~.o).ól"" G.oi..<Y¡oi. tiCDCO constantemente en Ar. UD
IIClllido pcyorItivo, dr. F'EsTuGIERE, op. cit., Ap61dice III: ePour ¡'bill"i«:
du mol 8.o),0TÍ.... p. '99).

J24
astral proporciona • la idea aristotlffica de: una filosofía primen. la
intuici60 inicW .in la cual DO podfa constituirse. No es engerado
decir que la CODrcmp1aci6n de los .dioses visibles. ha representado.
para AristÓteles. el papel del cogilo en Descartes: «fundamento cier-
to e inquebrantable.., a partir del cual un pl'OCe$O hasta entonces
aporético va I poder invertirse para empezar de nuevo.
Pero ¿ro&1 es el alcance real de esta visión? ¿Qué conSCOJencias
va I tener para la filosoH. de Arist6tdc:s y, en particular, para el
ínitallte problema, heredado del platonismo, de las rd.aciones entre
lo sensible y lo intdigible? Esas coosecuenciu DOS parecen, • un
tiempo, capitales y limitadas. La intuici6n de los dioses visibles D06
lIulOrUa • afirmar que hay un dominio del ser -lo divino-- en que

~~::~::ll~:::~:~bl;o:~3~~~elt :~e:eSC:~~':d
Cielo es inteligible, en el sentido que Platón daba a este término; es
fonnul.able en relaciones matemáticas, upresable en figuras geomé-
tricasj pero este orden DO esti oculto detrás de los fen6meDos, sino
que se manifiesta ioroediatamente en ellos. As{ pues, no basta coo
decir que los movimientos del Gdo son el esquema de rdaci<mell
inteligibles; no hay un Cido inteligible cuya imagen --sea cual _ el
seDtido en que cm palabrt. se entienda- fuera el Cielo visible IZI,
sino que el Cielo visible tI el Cielo inteligible mismo: no es preciso
multiplicar los Cielos 1%2. Esta tesis de la identidad -o, si se quiere,
de la indistinci6n- de lo sensible y lo inteligible en el Cielo, debe
l2l Tal CflI la interpreüd6n, eridmtemeote restrictiva y limbólb, que
Platón dabI de 1& ~ ..tnl ni d Tilff~ (&liteS de..nxrine. dJa de
un ...000 mis literal, pero umbiéa quiú lIlÚ cpoH~, ni la ~): ni d

~i;"'~~~;~ ~ tli::~r-'t ~~~~des~


miJma doctrina: .La ~a 00 tieDe por objeto 1.. mqnitudes leIl!ibJa
ni el Ocio que se halla sobtt nuemas caba:u. En m:ao, ni las lineM "",•.i hlel
50Il lu UDellS del gc:ómetnl..., ni Jos ll"IlJViminltos y rewludooes del Cielo son
1<» mbmos que en 1<» aficulol utron6roioou (B, 2, 997 b J4.998 • 6; dr.
&p., VII, 529 .·'30 e). Pero nótl;$l; que e.te puaje pc:rt= • un desarrollo
apon!tic:o, y, por tanto, no expra.a ~am<:nte el pensamienlO definitivo
de Aristótdes. Ackmb, se pzaentll como \lll u¡umerl1O al favor de la eri5-
=:: bm:M';N. E!d~~IÍ~~~m::
KUir lÓll eIltl'e UlI ciclo JClISibIe y un Cielo intdigibloe (dr. oota liI;uiente), eA
distinci6n.yamtimeniDguna ilIlportaDcia ~.Si 1oI_1'05001OD
propiamente habbodo inmaleriaIa:, la maten. de que t;$Ún becboI -d lur-
a divina y, ade:mú, CXlIllIatural al alma; no puede ser, por tanto, un aba-
tkulo a la inteligibllid.d, como lo a la l'tIIoletia de que e:sLÍn I>echot loa seres
setWblell de nuestro mundo.
que'Upos~~t:ci. ~isl::: :'~~~p~ :'lí: =~
IIcpn al absurdo de: que chabri un Cielo fuc:no del Ctdooo('OUIIrdp~
ut;upiu.~, B, 2, 998 .18). En el De C«Io, el redwo de UlUI plu-
nli<W de Gdo& esti mM nxtizado: cimammte. no My DW que un do

326 327
ser enrcndida, pues. en 5U sentido más fuerte:
si la dualidad de nues-
tras fuentes de cooocimie:nto -sensibilidad e intdecro- esú aquí
prime la trasoendencia.. sino que. ~r el conuw;i0. la acentúa, al con- j
venida en uD corte enue doI teglones del Uwverso.
superada en beneficio de u.nJ. intuición indisolublemente sensible e No nos puece posible, entOPCeS, ver en el Aristóteles. del De
intdectual.. es que. redproc::8.mente. el fundamento de dichl. dutli- pbibJsopbi4 uD p=rsor de l;as d~ ?el .Dios ~co... El

~tie:U::SiliIe7 alala n::.laes1:~~iotra:l:Sler:


celestes 1. que garantiza. $1,1 aperc:epci6n en un acto del esplritu que
Padre Festugihe, que ha estudiado su oaamJenlOUiY evoluc60 en ~
obra COOSIgrada II los orígenes del hermetismo ,define uJ la UlS-
pirad.oo gencm de tales doctrinas; en esta c;once¡xioo, que podria-
es ontol6gicamc:nte anterior a la distinción entre sentidos e intelecto. tnOS lhmar «optimist..., «d mundo es conS1derado bello: es esen-

~ii::t~;be~la1am~:~~ed"el: =~::n~~a~ss~s:~~~~t?::
cialmente un oroen (X<Íall0<;). La región sublunar misma manifiesta
ese orden, mediante el ciclo de las estaciones, la configuración armo-
el Cielo sea el dominio de la necesidad, y, por eso mistno, el objeto niosa de la tierra y el equilibrio que en ella existe entre los cuatro
privilegiado de la ciencia demostrativa. Desde este punto de vista, elcmento.s que la componen, la estructura admirable de lo.s seres
podríamos decir que, por teSpecto al mundo que habitamos (al que vivos y en particular del hombre, la subordinación natural de las
no hay que llamar mundo sensible, sino más bien, en funciÓll de su plantas y lUlimales al hombre. Pero el orden .~ sobre todo en

::es:: ~m::.~ ¡:U=~~~~u;r~~e~~~:


unidad y la inmutabilidad que le faltan a nuestro mundo.
la región del fuego o éter que se encuenttl por eDCIJDI de la I~ ...
Dicho orden supone un Ordenador... De tal modo que la wión
del mundo ronduce narura1mente al cooocimienlO y la adoraci6D de

~=~~Pfa~ =~°io~eli~~~~::~':
un Dios demiurgo del mundo.. Il'. A esta concepci6n optimisu. el
P Fesrugiere opone la filosofa rdigiosa cooocida COD el nombre de
estética y no en una dialictica, si bien sustituye de ese modo el d~lismo: «Este mundo es considerado malo. El desorden domina
concepto de un orden ideal por 1. visión de uD orden real, sigue en él en virtud de ese desorden inmediatO y Msico constituido, en
skodo cierto que ese orden -<ODlO la belleza del ser amado- 5610 el tx:mbre, por la presencia de un alma inmo~taI, originariamente
se da de lejos a nuestra intuid.6n. Ciertamente, esa distancia no es pura y divina, en un cuerpo material, rorruptlble y tna~chado en
ya la distancia infinita, pero irreal a fuerza de ser infinita, que nos virtud de su misma esencia... Siendo asl, el Dios concebido por el
separa de: otro mundo; sin embargo, en el interior de este mundo,
nos separa de u.nJ. región para alcanzar la c;ua1 no nos bastan con u.nJ.
uendón ideal. Como sugerfa Parménides, la visión es la presencia
ser
dutlista no puede tener relación alguna COD el mundo. No pu:de
directamente Ctelldor del mundo. No puede tener, como función
primen. la de regir el mundo. Muy al contrario, ese Dios estar:' .infi-
en la ause:ocU w: garantiza la pertenencU de sujeto y objelO al mis- nitamente alejado, infinitllIJlCDte por eoomJ. del mundo. Scñ hiper-
mo mundo, pero sólo baoe más sensible, y quid más dolorosa. su cósmico.. Uf. Según el P. Festugihe. Platón estaría en el origen de

;::e~t::~rnis~~!=~dFet~4
sepuaci6n. Siendo uf, Y a menos de dar a la palabn inmllntndit d
sentido pre<.iJo de un rcc:I:wo de las Ideas plat6Dicas -o, más en
gc;neral. de otro mundo- UI, puede decirse que Arist6teles no su- timista ., cósmico en d Timeo ., las ~s. En CIWllo a Arístótdcs,
habría evolucionado del uno al otro; la curva que va desde d
~ U:~(l. ~2~2'6':t~:si~doQ':.e~~~lI~e~ ~4:
(278 " 10), -una COH $en\ el le!' de ese Ciclo 1 o~ el ser del Cielo en
sentido absoluto_ (278 11 12; cfr. h 4). Cuando le pasa dd Cklo al Primet
Motor, la amblgüedlld do:saparece, pues en este CiliO 00 puede haber dualidad
lib: Áa ;~.lI;~Ji~~da~
Motot,
<!.ad del Primer
~::m!eer .1:!::: ~i.l¡~:;al:iJ
que eKduye todI. dualidad scnsible.imd.iAible (8,
1074 "}5.$.).
lZJ Cfr.fr.4D11!a-KuHz.AIlÜ_l'~~"'.~,.w..;.

~~Q~-;b=p~~J:. ~ 7kii:~~=¡" ~ ~
t: ~':,1:~ :~~rUw~:l~·¡;
de 11 ~ prurlria
de mcontnr en b faJÓlllaloJeoo llenar la qul!

328 329
Eudemo al De phiJosophia ilustrarla la conversión del joven Aristó- decir, astrO-teológico y no fisico-teológico. El Dios astral no es un
teles, impresionado primero por los argumentos pesimistas del Pt- Dios cósmico.
d6", a la religi6n cósmica que le habrfa sugerido el Timeo: «Lo que Es fOCil ver, desde: luego -y los textos que cita el P. Festugi~re:
Aristóteles debe al Timto es una explicación en cierto modo religiosa
del Universo. ¿Estad permitido creer que esta explicación contri- ti:tr:r-:~:~~~~¿~Io~~a=;I~:enw:r~es;:l%~
buyó en el mú altO grado • sacarlo de 1. mdancolia en que le su- x6CJ¡1D~ para designar el Cielo m. Este uso nada tiene de CItraÍiO. si
~ :J:~;S~:W~ ~Di~ ':d t=~w~u inronsis- es cierto que ltWIlO, designa originariamente el orden y, por cten·
s¡OO, lo que conlleva orden. TlIJlIpoco es enraño que, en las filoso-
Es imposible definir más fdizmentc: las dos tendencias que se
fías de tipo unitario, que: consideraban el Univeno romo ordenado,
reparlen la filosoff.. religi05ll de los griegos a partir de Platón, Yque
convergerán m4s tarde en el CorpuI hermtliCllm. No dismtUelIlO6 JtoollO; haya podido significar el Universo en su CO.lIjuDIO IJ' -de
aquí la cuestión de g los tatos pht6nicos pueden verdaderamente donde procede el uso moderno de cósnrico. cosnrologÚl. Pero no su·
cede as! en Arist61e1f:!1: de que Aristóteles llame 11 Cielo llOap.O:;
~~:oosnu:~n de~:o~=~:doP~~ no debe inferirse que: enic:oda el orden del Cielo a! mundo en su
interpretación que da ~P. Fesrugíbe de la evolución del jO'lleJl Ari5- rotalidad, sino. a! (ll)(ltrvio. que: sólo cree que: hay oroen
en el
t6ldes. sino tambibl, y sobre todo, la intttpretaci6n que da cid
De JhilC!IOphi4 y, a uav~ de él, de toda la teología de Aristóte- ~~: =ll~~~ ;o~~ ::~6~:=:J
les. . 51 lo que ~ dicho es exacto, entooces no es cieno que hecho negativo de que: ll6:Jp.o:; DO sea jamás empleado por 8. panI \
An.st6tdes cvea I Dios en el mundo..: sólo lo ve -y la restricción designar el mundo sublunar U5. prc:cisamente porque: este último no ¡
es unponanre-- en el aclo. La teolog{a astral se limita • esta afir. conlleva oroen por sJ mismo. 1
maci6n. o más bien I esta aperieociaj bija la forma de que se re- Es f6cil comprender umbién que. en UD tiempo en que las
viste en AristÓteles, no desemboca nUDCI en una pruebe de la exU- palabras oüpor.o, y d~I'-O:;. Y SU$ equivalentes ~tinos eotlllnr y nrllll-
tencia de Dios por el orden del mundo, tal como la hallaremos más ¿liS. han llepdo ya a especi.a1iz.arse en los sentidos que damos hoy I
tarde en 101 estoioos, sino sólo en una prueba de la existencia de las paW>ras Cido y mundo, los teIlos de Arist6tdes en que esas
Dios JlOf el ardeD del ~ lJZ. Su proceso csc:ncial es. podríamos pIl.abru SOl) empleadas la una por la otra originen un sentimiento
de confusiOO, Itestiguado ingenuamente JlOf UD célebre: te:J:to de
UI Um/., p. m. Cicer6n: .. Aristótdes, en el libro III del Dt philosopb¡', embsoJJ.a
no Debec:ho,hl.poo;Ii&:IobIervU'lelapreenc;iade~indi..,rtibJ&.
considerablemente las cosas». nos dice. especialmente roando atrio
I:'j....t.~cD",.~~¡.., C=;;tt: :ks'-N~tma:;·lM~
«Un cauchanar de Pla~, Reo... pbilos., 19'), pp. 42().422 Ca prop6ailO de
ÚJ"s, X,90l,..904 ..l.
.... Se ha nqMIo, 'Obre IOdo, ~ el pesimismo de ci~ ~toI del
EuJ_o 7, en menor ando, del PTOIrlptit:l' _ enlmaDClltt: imputable. Aris.
tótdes: podrla tnItanedeuna etapeen laprogreli6n inl~deesol cdi&
:::J~r:~~I~,%:':t'R . . ~h:s~~;, Ai~~~N44ti:
R..A. GAl,lTHln, lIflftNI.• 1'Etb. Nk., pp. 7..8; u ",mM tl'Ar.• pp. 6-7. '
Ul Sicscieno _ _ Kdesprende.,.deloslatolmúarribacirados
'J amo tnIlHe1DOl1 de ~uc:idar doo;uinalmmle- quo: la te:<.tloRfa ama! no ~
una mera etape ro la anera de Arilt6tcla, sino que inspira de abo 1 lllOO
toda ru filolofúo de lo divino. &11 oontinuidad es tttOOOCida POI" ~ mi$mo
P. ~urci~~.{f&·l(s.=·l.. ,~~o, Mu. JOtm., IJI, 20-Z2): «La lIOci6rI
de b diOlel -dice AriIIÓl:de.- ha t>Kido al 101 t.:xnbres de dOI fuentcs:
b fen6mc_ que 11al'icn al alma ., 101 fm6menoa ceh::sl<:!l•• He aquf el del-
arrollo que ICrákrcallqllRdopunto:..A.l verlos hombres dunlme el dÍll
11101 que lXlIlIUInIbr. tu CIIt'Clll, 'J, durantt: 1I noche, ~ movimiento bien
~;enes't ~u:i~ :::.,¡;;¡= ~ur:.bclbex~:~~~~: ~
330 l3l
buye la divinidad «ran pronto al mundo, tan pronto al elemento in-
CUlc:k:scente del cielo. (el éter), «sin darse cuenta de que el Cido es porción no estén explfcit05 en el fragmenlo que se ha conservado.
una parte de ese mundo que él mismo, en otros lugares, ha designa.- se la podría reconstruir uf: el Cielo es al mundo sublunar co~ el
do como Dion Ilt. Sin duda, podría verse en este texto el reflejo de Universo real es al Universo ficticio del uoglodiu. Hay en el IlI.Ito,
COIltradicriooes reales de Aristótdes. Pero, en este punto cooeteto, iodiscutiblCJDCDte, dos regiones separadas, que sólo pueden simbo-
no ofenderemos la habitual sagacidad de Cicerón sí vemos más bien liuT l. separación real que afecta al universo real, y no se tratll de
una confus.ión tocante a la interpretación de XÓ::lIU': Ul. confwión de que el Universo real sea opuesto como un todo Il. la morada subte-
la que CicenSn es sin duda meDOS responsable que los epicúreos, rránea meramente supuesta • dectO$ de l. comparación 14I. Mú
cuyos argumentos contra AristÓteles está mencionando aquí. .ún: eI hecho de que esa morada, .unque sublerrinc:., se halle ador-
Pero hay otro texto, igualmente mencionado por Cicerón, que nad. COIl lodos los productos del arte humano (se trala de. «mora-
~ acreditar y que ha podido históricamente acreditar~, inde- das bien iluminadas, amadas de estatuas y fn;:scos,.y proVlsw.de
pendIentemente de todo problema de vocabulario, la existencia de todo el mobiliario....). parece confirmar que SllIlbohza, en el mno,
un argumento efectivamente ffsico-teol6gico en el De philoJophia. el mundo en que habitan los ho~bres, es decir,.el mund~ sublunar.
Es el famoso texto -trasposición del mito de la caverna- en que Asl pues. los int~rpretes posteflores son muy hbres de lD~erpr.etar
Aristóteles describe el asombro de unos hombres que, «habiendo el mito en su literalidad; pero es inevitable pensar que, 51 Anstó-
teles hubiera querido probar a Dios por el orden del ~v~, habrla
:~:;~i:f:ti~r~h:t~g=~U:h~it=~~~~~
Alli, el especrku10 «de la tierra, el mar y el cielo. les habrla mara- r:kr:6~oen~:Im~;%~z::n:=~r ~ ~~~~~~~
villado tanto que «cuando hubieran visto todo esto.. _ creenan que por lo que son 14l.
hay dioses y que tan gnndc:s maravillas son obra suya..... Como Otrll metáfora c8cbre, que encontramos a la vez en el Dt pbil()o
vemos, lo que parece: aquí llevar a la afirmación de: la c:mtencia de Jophitl y en la Mtta/isia, ha podido hacer crcc:r en una interpreta-
Dios no es sólo el espectáculo del Cido, sino también de la tierra y ción inmanentista de la teología de Aristóteles: se trata de la com-
d mar (.la VISta atensiÓfl de las nubes y la fucna de los vientos. paración del orden del Cosmos coo. d de un ejército. Aristóteles
tantO como cla acción del sola-. los cambios de la lunu o «la ea- plaDlell el probleml, en el tato de la Mtttlfisictl, exp~te en
rrcra fij. e inmutable de los astros durante toda la etuni<iad.): tan- términos de separación e inmancocia: .Tenernos que C1IIIlmar de
to fcn6menos meteorológicos como asu006micos. As( lo ha enten- cuál de las dos maneras siguientes la naturaleza del Todo posee el
dido Cicerón, efectivamente, el cual utilizl esta cita de Aristóteles
en una exposición de l. teología estoica. en la que la prueba de ~ie; :o~ s~,u~~ B~en~~: ~~ea::rdc~ ~~~~~tem:
bien de las dos maneras a la vez, como un e¡ét"CJto» . Advié~asc
~r~re%ba~e:, ~~l ::e':nC:s ~~~Jos~t~=n:: : que lo que aqul esl' en cuestión es el Bien, no la causa del Bien.
tóle!es haya si~o ése. Su forma alegórica m~tra, en efecto, que se Pero (como se ha mostrado en la critica • la Idea pl~tónica de
trata, en el sentido ptopio del término, de una analogia, es decir. Bien) 1M si d Bien es sin duda ~anente a aq~ell~ cuyo bien e~, del

tro~:&:ri:~ira~ JUho:~~~6~~m~¡~reC::~ho¿~e d~ ·0: mismo modo que el orden es mmanente al eJército, en cambIO, la
~punto ha $ido ..:larMIo poi" P.·M. SCHUHI., Ll fUld41to.. pUl".
~be:I~= d: d: ~~:.:: d~;:
f:ru::teallaq¡:z ""*~ME!~;7=: en d:ecro, en fotmI il"rel1: .si nsnsJ, inquil, qul

:7:-~·rt:~~m:-~~~='=I~
Ilt lk ""t. J~.• l. B. 33, fr. 26 R. &u: tenG. del que sólo atnelamot
kl que ~ • nuestro probierM, Q CJJQImw!o Wpmeote por FUTUl;;~
.... 8/'.~. !"u:.:;~:'~ ~ de fu'roolEU. p. 244. Jimbolizardordendelaw:elltonel:S.nq\ICDOat:itI~
por
... Nodilc:utimlxdqueArisr6rdesb.y.lpodido".~endorirenm.
tórico de .ciena ~ ~ ~ ~, .unque 116Io fuen poi" kit
~~~~..: ~~.~"=.~O:~:d
alIltnllaJtidosen que pudieron mc:wnr CCIl AII taI(a drrtas leauru imprq-
ntdas de docuin. ~. Nqamos tao 116Io ~ A.rUt6teb "'YlI podido
~~~oZ~~¿~:'~~~~~=
ckriY»do puede oootn"buir a definir d ~ f"mdamenw,
DO sin pila elle
profeur. ni de cera ni de lejoI, ~llOte docuina. l1Itimo ni siquiera podri_ Aba" que el pnmero es lllI orden.
... De tW. J~.• 11. 37. 9' (fr. 12 R). 10 A. 10, IOn. 11-1).
lto! El. Ni.:., 1.4.
pensar en él cuando ezalu. d orden del Cosmos y hace depender
este orden de un principio único y ~te.
Esa interpretación se desprende: más cl.aramente aún del pasaje
correspondiente del De pbiJoJopbu" que nos tranSmite: Sexto Empl.
rico. La metáfora del ejército ca orden de baW1a, orden que es tes-
timonio de la presencia dd estratega. se aplican aqui sólo al orden
celeste: del mismo modo, dice...cuando los primeros hombres que
levantaron los ojos al Oda hubieron contemplado d sol que consu-
maba su carrera, dd orto al ocaso, as! como l. bella dispo$ici6n de
los coros de los ast1'O$, se pusieron a buscar al Artesano de: ese orden
espléndido» 151. Está duo que: los seres del mundo sublunar no tie·
nen ffilb derecho aq~ que en la M~t¡Jjfsjca I la dignidad de soldados
del Ej~rcilo celeste:(El Universo de Aristóteles conlleva, en una de!
sus partes, un orden que supone un Ordc:nadot': que en alguna par-'

~~t:~r;~b¡:~~tkiesq: =:¿os~;!,~l~~~~J~~~~
::~~J~~C4:~«~=~;. ;~~.~~.~
sulu. ser objeto de: c:sdnchlo: sólo se convcrtirá en eso con una reo-
loP de la ProvidenciJ" donde 11 coincidencia en Dios de bondad y
omnipottncia prohibiri atribuirle 10 que scrf.a maldad. impotmcil,
o simplemente oegligcocil. Arist6tdes aabl de salir IpelllIS de una
::iottm:: ~ :=r:~Y~ ~bk~~~. ~
do
Aristóteles con saber que 10 divino esÚ presente en a1guDt parte.
aunque esté ausente de enm: nosottOS, pan manvi1hne; si hay or-
den en alguna parte, aunque sea en una esfera sólo llCCC:5ili1e • la
vist., acaso sea posible en todas partes, incluso .Uf donde todavf.
está ausente. Antes de censurar a Dios por haber desdeñado nuestro
mundo, hay que agradecerle que se nos manifieste en d
Cielo.
Dios de Arist6tdes es un Dios lejano, pero no un Dios oculto; es un
El¡'
Dios presente Y ausente a la vez, «sepaNdo. de nosotros, pero que
tIC nos ofrece en espectáculo, y que compensa su alejamiento de nues-
tro mundo con d ejemplo siempre «visible. de su esplendo[.
AsI pues, nada más extraño al aristotcfumo _nos parece- que
la tc:ologia de la época siguiente: la teologla estoiea sen una teOlo-
gia verdaderamente cósmica, en el setltido moderno del término, Y
no sólo astral; teOlogla. unitaria, no tolerad ninguna ttSistencia, nin-
guna dualidad, ningún mal; su problema sen el de reabsorber d
desorden en d orden como en su coodici6n; te Kk:nrificará • l. pos-
tte con una flsica del Fuego artista, del Pneums inmanc:nte, reanu-
dando asf con la trad.ici6ra presocnhica del hilor.ofsmo, según el cual

151 MI'. ~1.1If4I., nI, 27; fr. 11 R. t. coofrontxi6n de este pw¡jc coo A,
lO, fue hecha ya por BnJA.TU, lo"r1lal o{ PbiloloO, 1817, pp. 7'-76.

334
1
---cuerpo divino- no es menos teológica que la explicación pot d
hMlu t:l'llí lleno de almas 1J:2 o de dioses. Creemos que todo lo que Alma del mundo; si se quiere, esa explicaci6n ahorra un alma traS-
J,,, IMMlido encontrarse en este sentido en los fragmentos del Aristó- cendente, pero mantiene la trascendencia de la «quinta ~sencia" por
It'b lM.:rtlido proviene de contaminaciones estoias. Un último ejem. relaci6n a los otros elementos. No podemos, pues, seguir a Moreau
1.1". 1M:S lo ptoPt;'rcionará la teoda del Alma del mundo, que se le ha
Illi·lloll.'tlo al Aristóteles del De pbiJosophiQ 1». La o,¡esti6n tendría ~=, ~j:laes;:ic:.f~~llOendqu~t6~~::::~i¡:~s~~
IU" Interés pl1'll. nuestro problema si esa teoría no evocase, como la sustitución de una leona dd Alma del mundo por Otra nuevl;
sUtnlc en la interpretsei6n de Moreau, la idea estoica de una fuerza «00 queda excluida la hipótesis de las almas siderales, ni siquiera
illlll:mcote al Universo, de un soplo (rlaUJi4) extendido a través de la de un Alma universal, sino sólo la idea, propia dd mito del
1~M.I:t.'l las~. Como se sabe, uoa teoría muy poco diferente habfa Timeo, de un alma que ejerce una coerci6n sobre d cuerpo.... No
s~.lo manteruda por PlatOO en el TiMel] üI, siendo condenada " pIf. comprendemos ~ es lo que justifica esa restricci6n, dado que, en la
t11:unenlC: por Aristóteles en el De Codo. La objeciOO de Aristóteles época en que Arist6tdes escribia d Ik Codo, no concebfa aún la
~'fi que ~ acción que precisa de un Alma $Opuestamente divina es acción del alma sobre d roerpo de una manera muy diferente de JI
mrompallble con la elCtnid.d del movimiento del Primer Cielo. que reprocha a Platón haber atribuido al Alma del mundo. Ver
Un:a de ~~:. o el movimiento del Primer Cielo es natural, en cuyo «apuntan en d De Coekl, como hace Moreau, «la coocepci6n pro-
t':l.'l() es. lI1util un alma que 10 mueva; o es violcoto, en o,¡yo caso piamente aristot8ica del alma como actualización de la potencia na·
~;~~srde~~teq::=,S;;~:~~~~~
tural dd cuerpo"'" significa proyectar sobre d De Codo una too-
ría del alma que Aristótde:s aún 00 habla profesado 1t.I. Si insistimos
SlqulCf'l sm «ese lqx:JSO que consiste en la tdajaci6a corporal resul-
1:~nlC: del sueño", es incompatible con la «vida exenta de trabajas y
hJenaVC1lturada" que la «adivinación" popular atribuye a la natura.
:Id'~ui"~~~=~ ~=).~
triplico (YAMlUeo, x.", 26l. fr. JJ W.: cSQc el fil6Ic;fo con Ie.VIItlI
'flYe
'C2lI: divina !!l. Aristótdcs, buándose en la .bsurdidad del mito p1a- fijani Ú IUJI/NÚU ., /o tlir1ino, semejante a un bJcn pÜoto, que, bab6eDdo
amanadobprincipioo de lU-ridaaJas ~etemIlI., esubIet,fondct

::U~bt='doUYC~o=-~':"~l:= Pri:; ~ en pu.- Noha'l QQI: eateDdet en ottoscnricb la pA1abn 'f'D.~m el puaje A,
7 1072 b 14, donde !le dice que del Primer PriDápio «dependen el ddo .,
una especie del movimiento natural, una propiedad del elemento ce- k natIIllUczP {r¡,.u¡toIl'~mi.~~J: DIda permite palIU que AriIt6-
leste, el l!ter, cuya misma etimología ltestigua que le es propio J1». tdes htya querido deai¡ntr aqu.I por cnaturaleu- el mundo ruhiUllll", ....
cando.
~mlJr:u~:p~~!dro.Jm~eIin~=b:s~~=a~
Oda., oeNralcza el OJIljuolO del univt:no{amo lo hall ÍDterpre-
..so, ca p.rti<:uIar, tocbquialc:l bao querido utilizar este balO en UD amtido
~ l . Ch. Wllbelf Iot OlJOlCQl(ll: temlI en que f'Ó"" es OptlCllO I
100élica del l!tet? Puede ~rse roo Moreau que, de ese modo, c.la
1ttlO·,¡,..a, o ...~ ."." (dr. lotrod.. cap. n, p. 62 ss.l, ., d notable «lllleD-
noturaleza entra en posesJón del Cielo" m, « condición de oponer lo wio que ofrece d PIcudo-Alej. de la. f6tmula 1ttlO'.mdo '1,.r-.'J"'iop,.....
n:lIutal a lo violen 10, la moción espoot'nea a la acci6n e:s:trlnseca
tle un alma, pero no en el sentido
de que Aristóteles pase de una
que lIql10 B s.i¡nifia ~ Oc, ~ (d. N 6, 1092 b 26-JO; dr. IntrOd.,

explicación teológica a Otrl ffsica 1lIJ; la explicación por el ~er (lp~I'O;.~ ..D·p~iu. ar. A. BR.E.lIOHD, que e:teribe a prop6sllO de ~
~ie (u Jikm.~ «riJJotRit:iH, p. 114): .No DOJ IPftSUfeft'O' a conduú,
dciclollll sumJa aa:i6ndeua tlroa, luqod cielo llll tiene alma. La hip6-
f't'fOW ~~iut~~taun~::" enb~~' :~,7~ de1~ tesb aqu.I combtlida paftCe __ la de Ull a1ma en el a:DUO dd mundo que
lllCl'VieR .. divena panel de ese grao rocrpo.»o E:la iotapreUCi60 !le tf>
~ espollw.ea de Jo. Iestkeos. En lk ."., J, " 411 • 8, Itr. Itribu~ OlOIlfll a 5&010 Tomú ('¿ loe.).
• T.Iet la Iail ~ d.T,~ IJ...... 1""", pero la ailb inmedio.tamenle.
""'" ~J6.~~.}. MotaAu, L'hu JIl "'01lJ~ J~ PI.JO/f ~ rtOicimr, esp. pigi. : ~J"¿¡'~tttardlodelateorlahilem6ñlCldewreladonet
l5f J6~. i::tt¡;" .~, ~~te 7h.~lJf~:'~ ~~~"'I'I~~h.FN~nL'::
W Resumll:llOl aquf Ih C«lo, JI, 284 • 27./) 4. do.aulCltel,d D~CtNIQ perunecerla alo que dloIllamand periodo instru-
:: g~.C(~o'/'Jh~O b 22; Mmor., J, J, 339 b 25. Cfr. Cr.Jilo, 4JO b. mmtilfll, pcrlodo intemxdio que, sin ronIttVIr la loorla «platOllizan~ cid
lliI En el D( Coelo, lo di:-ino '! lo IJ.INttl, kioI de oponerse, son sinóni- ~=Q~1anmdol~'~:t::':mdJoJadeja:-'deel=a1r ~
mos; la r:-Jtbl'l f'lcn, no dellgl1l todlvfa 11 natul'lieza dd mundo iJUblunu lulOllOtllil relativa del tima y el cuerpo y la lrucmdeocia de 1QUB1a tobre

:~~ ~4: ñf~J~ d)i~~~~~::raI: r:~oo~~ '::11:::: t:~ áte, d que: puedo: IObrevivil:.

.337
33.
ix~~~~ tsv~aci~~os::·1a ~l~~:la ~~::= ~j:''-
módica (constituida por Otras vías, sin re1aci6n con el problema'

~l~~:~~,~a:~:Cili=.d~:st:~!O=~co:
dio enteramente a la tc:oda heredada de la teología astral sólo que
ya no seri el alma la divina. sino 5610 el entendimiento; no ya la
4>ux'fl. sino el vo;:¡c. En d seno mismo de la separación, qUOl:Íar'1l
siempre para Aristóteles UD vínculo, o incluso un doble vínculo, en-'
tre el hombre y lo divino: al vínculo exterior representado por la
contemplación del mundo cdeste se añade y correspoode l. COfUUl-
turalidad del alma (o del entendimiento, COIDO Aristóteles dicl cada .
vez más) roo lo divino. Al profesar esta doctrina, que en ya la de

=rr:.u;J~~j~t~e:uDi:=: ~ ~ :n.trob=e~
manente; tampoco eleva al mundo al ftII180 de materia o cuerpo de
i: I

la Divinidad. Sólo hace participar al alma hUlDll.Oa en 11 truoenden-


cia de lo divino. Pero la separación DO desapatel:e por ello, sino que
reaparece en el plano del hombre: el cseparado., del que Ariu~
teJes dinIi que sólo peDetta en el embri60 humano ..por la puerta.-,
reintroduce en el hombr-e la dualidad de 10 divino y lo sublunar. El
hombre se h.alla afectado C:D su ser por la gran escisión del Universo,

6~:a1e~~~n::tJ~~ s:m'::~=d 0eIm:~: ¡

de la tierra: es unserat. vez celeste y terrestre.


Nos quedarían por ezaminar las analogías propiamente .bi~
¡K::u. con las que Arist6l:eles llega • describir la Ktividad de los
astros o del Primer Cielo, y que tambi61 han podido hacer creer en
Ul1ll interpretKi6n cinmanentistn de su tc:oJogfa. Se ha llegado •
decir que AristÓteles, antes de los estoicos, romparaba el Uni~rso
ron un ser vivo IQ'. Examinemos sobre qué tatos, o mejor _pues
son innumerables- sobre qué género de tatos, $e apoya esa afir·
mación.•Hay que postular en principio ---escribe por ejemplo Aris-
~f~id.~ ~~el~os~~= ~ ~s~~ t
que ejercitan precisamente los animales y I.u plantas. MI. Nótese de

338 J39
,
se: puede babla.r del Arte diviDo, como de: la Vida divina. pero liD
entnda que Aristóteles presenta aquí esta ui.m.iIaci6n de 10 cdcste olvidar que la inmovilidad aduyc la actividad laboriosa del artesa-
a lo viviente como una simple manera de habln, como una hip6te- OO. así como su simplicidad repugna a la composici6o propia del or-

:,.a~trt~~I~aJ:teC:O~ ~~de~n=d; r:·;:.n :~ol;~; =~e=:l~di~poteOcia


sopl:: ~utd:t~~~f~si~~~~t:~\:~:~I~nio~~_~~Cfj~
los movimientos que animan a las diferentes esfet1ls no aumenta re-
gularmente cuando nos alejamos del Primer Cielo (10 que serla
matemliticamente satisfactorio), sino que primero crece en los cuer- g.f.a,. que, mediante una depuración del primitivo mito. le hubiera
pos intermedios. para decrecer luego en los cuerpos inferiores. No puesto en la vla de: ciertas intuciones estoicas. Ciertamente. Dios es
se puede establecer, pues. una ley de proporcionalidad inversa entre UD ser vivo (,.pov) I~. pero esta Vida de Dios no puede ser pensada
la perfección y la actividad; pues la simplicid.d del movimiento del a partir de Ja vida humana mú que por vla de eminc:ncia o de nega.
Primer Oda vuelve a encontrarse en los cuerpos inferiores: la 19i- 060:_ Vía de: c:minencia, cuando las perfecciones de la vida humana
taci6n está en el centro. Ahora bien: la analogía biológica nos pero pueden. por una especie de paso al lImite, ser atribu.idu a Dios en
mite comprender esa paradoja. El hombre e5 el mú perfecto de los IU plenitud: así, todo lo que en la vida del hombre llcva $U fin en
seres vivos, el que mú se aproxima al ser mú perfecto posible. sI mismo, como el estado de vigilia. la sensación, el pensamiento
Dios, el cual, bastlind'osc a sI mismo, <1100 necesita ninguna activi·

~"I~:;d~ ~~i~b~rf:'pf~:a~:~:sc~tth:~sb~c~do~~~l~d=~~ ~;e~ees~~~lt~~ ~~q~~::: ~;:i~' Jif:


rencia. sin embargo, de que el Actor divino no tiene m=la alguna
Poco imporran aqul las razones de esta paradoja: 10 esencial es como
prender que los movimientos de los cuerpos intermedios son a los
movimientos mú simples del sol y la luna como la actividad inteli-
:=I::i¿ h~:: I~~u~ ~e~~:esd~~:W:eab
gente del hombre es al torpor del vegetal. Aristóteles DO dice más,
y esta analogf.a biológica no nos CDSdía sobre la CSCDCia de lo divino
más que la analogla sociológica med.i.a.nte la cual la rdaci6n entre

b:es~r:';'~:~u= ;~~C:uí:~ae~l=
ellos mostrarlan que las analoglu biol6gicas. como las sociológicas
t:
o las tecnol6gicas, se relacionan no tanto con la esencia de lo divino
como con la condición del hombre que filosofa ---e1 cual, CURfldo
habla de lo divino, 00 puede hacerlo sino en el lenguaje de su propia
experiencia-. Tratándose de lo divino, es vano, por tanto, oponer
---como se ha hecho J7t_ las imigenes biológicas a las i.m1genes tec-
nológicas, como si eonUevlSCll dos concepciones cont:r:adietorias -in-
manente y trascendente- de la acción del Principiofll. Sin duda,
·292.22_
llImb4.
:;: :=~é2'dt=~~ :::/ft' t'1 U: t'lIus.J¡¡1 p1miqUt', p. m)
opone en IuUt6telel el _n.rnnlismo de l. inm.nend.,. .1 _artificialismo de J.
~¡:Jflk::ij'lll;:de~:ón~.~, r:¡ ~ottldeAj:~t~~..ii:;:Oy d
punto de: vista .,tJjid.JiJl•. _lE. el mundo un ter vivienf<' perfecto, C1JyI
orpnUaci6o .testi¡wI .. pracncildeun abwo u.",-..tt',obieoel Producto
de: Ull8 wxi6a dcmi6r¡ia?..; ti! ea, lIeI6n B, el probkmo. (L'Ulh ti'l'1liPn'S...,
~. ~mcdrd:':' :-lac:1~de~:;~~~
lino vlu de: .pr0zimxi60 propúml:nu: hwDmu bIc:i.a WlI esfera qoe etc' IDÚ
aJJjde:t&leade:t~.

340
vida ~ca, empezando por su composiciÓD, deben ser -en con- Motor llega a rooceblrsele por un proceso' de investigación regresi-
trll~t!-- negadu de Dios: la Vida de Dios, Vida enUnmte vo, !lO tllIlto romo condiciórl del movimiento cuanto como COndiciÓD
c;G1l~ C1PIOtll) no COOIX'e ni fatiga nt, ni envejecimiento m, ni muer- de la eternidad del movimientO, de un movimiento que, siendo
te . Es, pues, una Vida que no tiene más relación con la vida del eterno en su conjunto, se fragmenta no obstante en una multiplici.
~undo sub~ 1" de la que: el enteJ:xl.imierllo y la voIunlJld de Dios dad de movimientos tparentemc:nte disrootiouos. Se trllta de apli.
U~o : ~p::u con el m.teodim.i~tO y la voluntad del hombre. car a la vez que el movimiento e:riste y debe existir m:mpre (10 re-
v6~ de: la de aet~~~:;:; ~r¡;;:
hacerlo. a. veces en la última fiJosoUa de Plat6=r::
lo era.. et:
tna:
quiere la eternidad del tiempo, que: es .algo del movimiento." y
que, sin embugo, las cosas de OI1eSUO mundo están, ya en movi-
mientO, ya en reposo. La eternidad del tiem{XI aigoe, pues, un IDO-
~ ~ JOn!f7I6~. Como .llO5 adviene Aristóteles en el prólogo vimiento distinto del que reina ell el mundo sublunar, es decir. un
sus escrItos ~1~lógJC'05, no pertenece a la misma filosoffa ocuparse
:n~a:c;i:t:v:i: :u:¡::~res vivient6 eperecederos. que
movimiento continuo: ahora bien, .d único movimiento continuo
es el movimiento en el lugar, y ademb hace falta que ese: movimien-
to sea circular,. \ll. Aquf, la experiencia viene oportunamente en
auxilio del nu:onamiento: dicho movimiento, continuo por ser circu-
lar 1M, existe, ya que es visible en el Cielo. Podrfamos contentarnos
con esto, si es cierto -como Aristóteles habla admitido primero-
que los cuerpos celestes están hechos de una materia --d éter- a
la que es propio moverse eternamente. Bastada ron aplicar --ex-
plicación que, por otra parte, de:penderfa más de la ffsica que de la
teologfa- c6mo ese lllO'Yimiento circular eterno se degrada en un
movimiento discontinuo, como lo es el que observaDlO5 en el mundo
sublunar 1m. Pero Aristóteles no se contenta con eso. llevado por su
impulso. aplica al movimiento eterno un principio que sólo parecb
servir para d mundo sublunar, a saber, .rodo lo que se mueve, es
movido por algo••. y asf llegamos a un Primer Motor que mueve
sin ser movido, y que: es la causa inmediata de los movimientos ce-
lestes, y la causa mediata de los movimientos del mundo sublunar.
Es Ucil darse cuenta del peligro que representa semejante de-
mostraci6n para la trascendencia del Primer Principio, ahora llamado
Primer Motor. Efectivamente, al devarnos desde los movimientos
dd mundo sublunar hasta la ecausa motriz en acto. In que es su
condici6n, seguimos un proceso continuo. El propio movimiento de
Jos cuerpos celestes, ese movimiento del éter cuy. tra.scendencia por
rdaci60 a los lllO'Yimienros desordenados de nuesuo mundo afirma-

IP A, 6, 1071 b 11.
1M E1lDOV'Í1Dientorec:tillneoPOpoedeKl.bYa~'1OO11tinuo:

5~:'~~~SU¡;$8':ienC$~~to~ Wr~ú:
IJS Fú.• Vlll,),v.ib-4A.Arist6ttJaa::plkarila~dd
mo:wimimto o::m.1ÍIluo eD tlterIlllXiA de rDCPrimil!:lllO '1 ~ medianu: la
axubinaci6a dedotrmvimielltoacira1lara,ddd PriJ:ncr Qdn(b esfuade
la eatreIlas n;.) '1 d de la edfptia (FÚ•• VIn, 6, m b 28-260 .. 10;
A.6, 1072 .. '1-18).
l. FÚ., VIll, -4. V6 • 2. 0... VII, 1, 242 • 16.
m A, 6, 1071 b 28.29.

342 )43
ha tan enérgicamente Ja primera filoroffa de Aristóteles, no aparece
más que como una etapa intennedia, que, si aún juega cierto papel ~~r:o:t~h':'cc=~:a~;u~~=b~~~~~Ud~~~t
en la exposición del libro VIII de la Ffsica *, queda pnlctieamente que «propulsor y tractor están junto con lo que es empujado o
envuelta en silencio en 1.1 exposición paralela del libro A de la Mela- arrastrado_ 1lI:. Sea dd orden de la tracción o del empujón el movi·
física. La conseroencia esque d Primer Motor deberá moverlo pro- miento del Primer Motor Ifl, estará en todo caso junto con el Primer
gresivamente todo, en tanto se mueva el m4s humi.ldc móvil. Exigi- Móvil, el cual, en tanto que motor movido, estanl junto con los ro
do por dIos, parece tener que sedes contemporáneo y coextensivo. viles inferiores. Por último, este ..ser-conjuntamente_ del Primer
Siendo primer término de la serie, ~DO debe pertenecer él Dili;mo a Motor y el resto del Univerro pareo:: confirmado por la loc:alizaci6n
:v:C ~~ ~~CO;r t t~kt:~,?;: ~
más, entonces, que un Dios encadenado al mundo, situado -aunque
que Arist6tdes le atribuye in fine de las últimas lfneas ~

de ahí se pane. Ahora bien: las cosas más pró:rimas al motor son
F/sica:
..Es necesario que d motor esté o en el centro o en la perifena, pues
a.
selI en el mejor puesto- dentro de la conutenaci60 univeru1 de tu que se mucve.n más ripidamente, Y as! es el movimiento del
móviles y motores. Aristóteles acentúa, incluso. esa impresi60 al 51]- Universo; por consiguiente, el motor estli en la periferia '~.Io Exue-
gerir, al menos en la Físictl, una ooncepción mecánica de las rdacio-
nes entre el Primer Motor, el primer móvil (es
decir, el Primer ~ =ealunq;~ev:::=V:~ya:t~~
Cielo), Y los IUtfOI m6viles. En el Ii.bro VII de la Física, tras baber momento presenta la aparimcia de una ~(I{' d, IDo -¡ho~
anwx:iado el prooeso geueral de su prueba (todo .lo que se mueve d Primer Motor pu«e DO ser más que un pri",us inler JHlfcs, peT-
es movkb nea:sariamente por algo, que a 5U vez es movido, hasta diendo uf toda tnseendeocia. r.. demostmci6n ffsica de la existen·
%~),un~desj:' ~='~=:rse~~~~ cia de un Primer Motor parece presuponer la imagen de un Universo
ClXltinUO,donde 00 CDCOllttamos ya la csepara::ión. que la teoIogra
ciÓll, es decir, demostrar por qué DO hay un movimiento infinito_ astralhabfarec:ooocidoaunadesuspartc:s.
Siendo uf que .lo movido DO se mueve mú que durante el tiempo Es comprensible que algunos intérpttte:s, rompiendo con la tra·
en que lo mueve el motor·, el movimiento del primer motor y el dici6D del comentarismo griego y cristiano, bayan podido t;"lant.eane
del l11cimo móvil deberán ser simuIláneos. Ahora bien: este último
móvil desarrolla SU movimiento en un tiempo finito, como muestrl
h, ttpe:riencia_ El movimiento del Primer Motor y de todos los IDO-
~'=~~osla ~,~a~~o: ~::ta~
pcxIido experimentar cierta inquietud en presencia de la demostra·
b::
tores intermedios se desanoI1ari, pues. en un tiempo igualmente ción de los 1ibt06 VII y VIII de la Físic4 N. En realidad, el proble-
finito. Si ese movimiento fuera infinito, nos las habrlmlos con un mA DO esti en aaber si Aristóteles enseña la trascendencia o la inma-
movimiento infinito en un tiempo finito, lo que parece: absurdo. De
hecho, esta consccuencia sólo es absurda en un caso muy preciso:
cuando la totaliclad de motora y m6viIes constituye una serie con- : 'B:.·-3n~~1;. ~7 b 11: cUn lIIOtlX de elle &álem debe, en efecto,
empujar. o Iirv, o las doI cous...
tinua (I:1't1tx*). Ahora bien: la e::qJeriencia muestrl que es eso lo
que sucede: ..Es ~ que las cosas movidas y las motrices sean : ~IR~OM~6L. JbIorle dll Pumíer Motntl' et fholllliolf de u
continua:s, estén en contacto unas con otras, de manera que con todas pnsh .mJoJllicktuoc. p. J: cE! Filósofo ¿fA: ... pror>UftcilwIo por UD lefJmo

~~f:m:E:~:~:;i€
dbs se formará algo unitario_ Itll. La demostraci6n de la e:ristencia
del Primer Motor en nombre de la ..necesidad de detenerse_, supo-
ne entonces que el Primer Motor, semejante en eso a todo motor,
esté ..en contacto_ o selI ..continuo. con el Primer Móvil, es decir, do, o bien tiene UD roupo? Mugnier conc1U;'ri que; el ~ Motor !lO el
el Primer Cielo 'n. Más adeIante, Aristóteles determina la naturaleza linoel&1mldela61timaeútt1l,osea,delPrIIDttCielo,pudibKloleaJ ~
cindir deUJl Primt:r Motor truemtknte. FJ Primer Ocio Ierla el cuerpo mismo
~aeto, precisando que d movimiento local --único de que
de ~¿~·R':rsS.12j~~J~, p. m. Á. BJ.EMOND (Le dilC1ftme Ilri.Jt0l8icim,
111 Eaped&1mente VIII, 8, • pmir de 264 b 9, 'J VIII, 9. cap. VII) babl•• esle respecto de un cdilrma C(llUJl()-teo\6cicooo: ,.¡ puti{ del
:: ~I,tr'¿~Ub n'tim:~:'~l rn~ ~~:iyJ<' b~' ~'\UI~do~=in~.~8~ ~~=~~r.:':nclusi:i:
de :nJ1~::. \:
::[::cm~n~;~:J,~~.{~r~D~D: per.llSprmtiNll: cEl.rgumentodel pnmer motor. II lo tonwrICIt en
lidori,¡o,uolo,DOlle¡a"¡Aeto~(p.lOJ).
tu sen-

344 345
mmcill del Primer Motor, pues expresamente profesa la primera de en una intuición irunediata. ¿Para qué demostrar a Dios a partir del
1'!i:IS t~is, sino en pot qué afinnando de entrada la trascendencia de movimiento del mundo sublunar. siendo as! que se nos ofrece iame-;
10 divino, pareceJuego querer conducirnos a ella mediante una de- diatamente en el esplendor del Cielo estrellado?
mostl1ldón que igue siendo -podrlamos decir- inuamundana en En efecto: todo ocurre como si Aristóteles, Degado al término
~lrit;~~ó~lt:a;u: ~~a~:all:lded~:fli:yo:i~f~: del argumento del Primer Motor, se acordase bruscamente de una
traseendencia que el propio argumento era incapaz de establecer. y
~:I:a:er:n:rao~~=a~~:se~:rdo~~nc1~ no vacilase en afirmarla mediante uno de esos «pasos de un género a
Otro.. que, como se sabe, la demostración DO autoriza "'. Asf, el úld-
hiato que subsiste, en la demostraci6n del Pri~ Motor, ent~ la
demostracioo propiamente dicha y la rooclusi6n que establece la exis-
IDO apfrulo del libro VIII de la Física se esfuerza ¡xlr demostrar
con argumentos físicos una tesis de inspiracióo manifiestamente t~
tcncia de un Primer Motor separado. Pero este hiato DO prueba otra lógica, según la cua1 el Primer Motor «carece DOCe5Iriamenle de par-
cosa, según creemos, sino la impote:nci.l de la demostraciÓll COSIDO- tes y de magnitud.. "', o sea, que es incJ:tenso. En c:fecto: si tuvien;
I~ para alcanzar un Dios cuya trascc:ndencia había sido ya establo- magnitud, seria o bien finita o bien infinita; una magnitud infinita

h~~~o:a~deenla';:t:nls~:;a ~~
.ma contradictoria D. Por otrI parte. una magnitud finita DO puede
tener UDI fuerza infinita ni. por consiguiente, mover dunnte un
----que sólo podrfa tOlDar sus pmniSb de nuestra c:xperienci.a cid tiempo infmiro", como lo exige la etemkl.ad del movimiento. De
~und~ sublunar-. sino mediante la única aperieocia que nos pooc: ah! coocluyc AriSlótdes que el Primer Motor es inextenso. Pero
Ifuned.i.atameote en presencia de 10 trascendente: la c:xperiencia as- habria podido c:oocluir igualmente que d Primer Motor DO mueve
uoo6m.ica. El único problema estari en saber, no pcx qué AtUteS. 11 la manera de una magnitud, y que, si todlI moción supone cierta
teles concluye lo que las premisas no le autorizan a concluir. sino ertemión tanto en d motor como en lo movido, como sucede en los
en por qué se esfueru por demostrar lo que ya le habfa sido dado movimientos Dltunles, entonces diffciImente puede hablarse de fDO.
ci60 en d cuo del Primer Motor. No han faltado observaciooes
acera de las dificultades que suscita la yuxtlIposici6n de a~
nes teoi6gic:as acerca del carácter inextenso, la indivisibilidad y la
incorporeidad del Primer Motor, junto con la descripci60 flsia que
Aristóteles da. pcx otra pane, de sus rdaci.ones con d mundo.
¿Cómo puede un ser incorpóreo imprimir un movimiento, siendo uf
que las do5 únicas maneras de imprimir un movimiento reconocidas
por Aristóteles son empujar y tirar? IR. ¿Cómo un ser ineJl:te:nso pue-
de sinrarse en la periferia cid universo? Lo cieno es que el vocabula·
rio del movimiento. asf como d del lugar. son del todo inadecuados
pa.ta expresar la esencia del Primer Principio. Si se entiende por lu-
gar el «Jrmire del cuerpo envolventOo, siendo «cuerpo envuelto.. «el
que es ClI~ de moverse por transportOo ." vemos claro que no tiene
'" kuf. Post., 1, 7, n " .38. Ch. lH Q:I¿o, 1, 1,268 b lo
'" VIn, 10, 266" 10.
D Fh.. lIt, , (m::n:rio en VIII, 10, 267 h 21).
1IlI &tO puece contnllkcir lo que mú arriba bemol dicho de .. demM-
~PCI'i~~~to~~2:~~~1:I:~:: :
~ dd ~ Motor nllCH time que ver con 11 de un C'Ollliemo dd
tllO'Yimiemo en el tiempo. !l.rist6teks no oonside:nlbl entone:es. en VII, 1, t.
ilUCGiÓll de 10$ lllOVimientQI en el tiempo, que el efectivamente infinitl. lino
t. reildón m6viJ·mntoc en el inrerior de una serie que le mueve en un tiempo
determinado.
:I;lI Or. Ross, Aris/ol/e, p. 13'.
J1l Flf., IV, 212" 6-7.

346 347
=t1~odffi~:jedi~e~U!:rq~~ ~ri~~~o~~~o~:~t=~~~~ mientras que el vado se: define por la posibilidad de: su presencia) y
rencia del Universo, siendo as! el envolvente supremo y no estando el movimiento (siendo ésle a la vez revelador del lugar y del vado,
en un lugar, sino s.iendo el lugar de todo lo demis. Pero enlonces y no existendo el tiempo sin él, ya que el .tiempo es el número del
hay que renunciar al vocabulario de la localizaci6n espacial, sugeri. movimiento.). Esas dos nociones de cuerpo y movimiento están
da por el adverbio tui, cuando Aristóteles diee del Primer MOIor vinculadas, pues .independientemente de un cuerpo natural, el /Il()o-

::~;~n'=,=~~ram~~enill~d~~~t=i~ 1:;
que está .allI.: tui liflll "'("o l(IVO:''' aN. Todo ocurre como u Aristó-
teles, preocupado a la vez por wrmar la trascendencia de lo divino
y por alanurla según vfas humanas, unas veces describiese dicha nadI .alli.? Oertamente, .allb no hay lugar, ni vado, ni tiempo,
trascendencia como negación de lo ff.sico, y otras se esforzase en sino realidades que «no se encuentran naturalmente en un lugan, a
ICUCIrse a ella mediante un paso al limite a partir de las realid~ las que «d tiempo no hice envejecen, y en las que .no se: produce
fisicu. De ah( esas aparentes contradicciones: la moci6n del Primer ningún Clmbio.: .realidades inalterables e impasibles que mantie-
Motor es conoebida a partir de nuestra aperíeocia de los movimien. nen una vida perfecta y que se: basta a sí misma, durante toda la eter-
nidad. -. Este último tato expresa elocuentemente, creemos, la
:~~Pd:erexiJ:Oruoesro;:~:~lo n;::re: ~v:~: trascendencia de lo divino, tantas veces afirmada·; peto, adem.b,
toda posibilidad de contactO; el Primer Motor est' .aru.. en la Or- eztrae todas sus oonsecuencias: nosotros no podemos hablar de esa
r
~en;ocia dd. mund.o, sin embugo no estf en un lugar.' Esas con· tl"llSCefIdenc con nuestras .categorlau fisicu D, porque lo divino
~ones no nos 1l1V1tlln tinto I tomu partido entre las propo-
SlOODeS enfrentadas, como a reconocer que el vocabulario ff.sico es ~ rawnido el pulIje 1, 9,m. 1l·22.
:a ¿Qul desip. en ate pasaje la a::pRSi6n utnH 1.01 _:rH..ns* le
aquf inadeaJado, y que, sin embargo, es inevitable, si. es cieno que
nuestra aperienc:ia es antes que nada frsía y, siendo uf a quien
~ hlblar de 11 tn.~ le quedan sólo dos salifu: la que
==~il~i:~~~~ ~ :::~~~
nucwopropólito:loesena.laqueh.yarellid.&::sttU«Ddalles_ollJ
cons.1lIte en negar de lo divInO lo que a verdadero de lo físico, o la denueltrotlllUldo.l'odcno»decir,ooobsw:Jte,queAriwStdc:luohlblaJ1l
...ldeb~ddOdoenll.lCDlljuntopor~al~
que sugiere, medimte UDI depuración, una e::rte:D.uaci6n progresiva
del vocabulario Usico, 11 vra que lleva I lo divino. Pero al finaJ. el ='II~~=4hm"::d~~:~ ~
resultado es el mismo: dIglSe que el Primer Motor no' tiene lu'gar
o que está .nW ~ de todo lugar, en ambos casos eso signifia que ~~~,~ubtt~~~::::::.:~'!~~~
"ruabm
pbihuoplIU, que lo ~tI ri irlmior del muOOo; Podrh ~ esll
=~n~~~,~ms:;j~~~s~= cvohd6a a U'lVéldeUM-cra:ieDtecbroofianz:adeArilIlScdes rcspecb) 11 IDO-
=:~ ~~A:~~u.-~c:oo~
[envolvente-envudro] es de uso estrictamente intramundano, e iD-
apliable al Todo. -, no siendo el Todo, por otra parte más que
una designación iJmginativa de lo Divino. ' ~::-:w%'6t~::~:~'=~.:..~~~~
Si Is. Fisie. no escapa enteramente a las difiroltades insolubles ~&7~=ael,-~Io:U:::eo~~Ia:i~
que suscita el imposible proyecto de hablar ffsiCllIDeDte de lo divino, Mocor,don&:,;" fi"~'16Jo queda ~ la truttD<Ieocia.dd PrúPer ~
el Dt Codo, al hallarse instalado mis inmediatamente en las eviden- torcotladuli6lldeloamovimicntoasua.la,bcua1es,eob-rade
cias de la teología astral, esUi plenamente consciente de: la ineptitud
fundamental del ¡enguate físico pira apresar la realidad traseeD-
:i='P:u:~~~=to~basfmot=de~
dad de bfl$U'lll. Pero 00 ocurre asi,lÍD embugo. pul:I
'=
en un!erttr_1O
dente de lo divino. «Más .U' del Cido -leemos en él- 00 existe
ni lugar, ni vado, ni tiempo.• La m6n es que d lugar, el vado y el ~~ve:c:a~~~ :=tac:,:'.=: ~
cdenadoa del nn.mdo 1Ubhmar. Habri eol(l(lCD dca corta en wz de uno: por
tiempo suponen I la vez un cuerpo (que esú presente en el lugar,
~~,:~~~==7~:=.r~:'c:e~~%:
VisiÓll cripanira de los
en el tero A (1, 1069. 30 U' O cfr. mú amba,
lela
p.)08, D. 481. Por d1timo, loa cuerpoa utra1a panidpan a UD. tiempo de 10
lítico, en aJlnto q¡>e esttil ':" .movimiento (E, 1, 1026 • 12, 14l, .,. de 10 ¿i_

348
~2::~r::::u:Eitti~;73 fu:ula~~~ ~bio~eoi:
349
está ~ a1li de esas a.tegorl'as, o, mejor dicho, porque esas eatqp-
00,. Ul5trwnento del discurso humano soba: el mundo, tienen sólo
senado cmundano. y carecen de sentido por respecto a Dios. Los
::::;je~oou;,[12elesf::b:::ela :=et
so
~p=
rutblando de la uascendeocia 12 humanizamos; deseando alcanzar a
neoplalónicos recordarán precisamente eUe texlo: Aristóteles alcan- partir del mundo un cDios eJ;munundano. lll, lo rmuomos a 00 ser
za en él la clara cosnciencia de que el hombre no se eleva del mundo más que elllmite de nuestro mundo, o la condición de posibilidad de
a Dios de manera continua, de que entre f/sica y teología hay todo los fen6rnenos intramundanos. Aristóteles, sobre todo cuando habla
Wl abismo que separa lo divino de nuestra experiencia del mundo como fisico, parece dejarse llevar por tales tentaciones: se trota de
sublunar, no pudiendo enlonces nosotros hablar adecuadamente de esos textos, efet:tivamente numerosos, que han podido apoyar inter·
I?ios~ si es cieno que nU~1l1I palabra sólo puede expresar una expe- pretaciooes cinmanentistau y autorizar a ver en ciertos aspectos de
nenoa humana. Pero Aristóteles presiente, al mismo tiempo, que la la teOlogía ariSIOtélica una prc:fi.guraci6n de la rcoIogía cósuñca de
. ~ra~=:nnM~~;~~:~~::
n.uesrra: aperiencia del mundo sublunar, al decir de él que su esen-
los CStoiC06. Pero Aristóteles se ve siempre impedido de seguir esta
vía basta d 6na1 por d remudo de la fulgurante revelación que fue
para él. la teología astral. La teología astral sigue siendo, a través de

;,~c:n~~I~tib~~~J:~~u~~si:='~~~~
VIda debe. pensarse ~ fatiga e inmonal, tenemos alguna pa!libili.
toda su obra, d hilo director que le: permite preservar la inefable
trascendencia de lo divino contra las seducciones del discurso. Lo
que a veces se piensa ser, en Arist6teles, una afinnación de inma·
dad, d~sv~ando la nu~ de 10 que Dios no es, de elevarnos a un nencia, no es otra cosa que el espejismo de la trascendencia en el
presentIDllento de su mefable trascendencia, La negación es como el discurso humano,
índice de ~ ,uascendencia en el seno de la finitud; es el último re- Por 10 demás, es sabido que la concepciÓll ffsica de la moci6n del
~ br:o~~b:o~~~ de su lenguaje pan ha· Primer Motor no es la última pll1abn de la rc:orla de Arist6tdes. En
Pero sentimos también que esa traición de la trueeDdencia por
~~I~:;~e~~em,:~::n:~~~
nempre que pretendernos entender al pie de la letra un lenguaje

~~t~A's~ :~~~,s~:I:n:s:~~~n :ri!~::s t:i~=:~


del l?~ Codo, y con las met:fforas tecnológicas de la Física; as! como
la Vida ?e .oios no puede envejecer, su Arre cno delibera., e ignora
las medllICl0ne5 del ~rte humano 2», Pero se dirá, enlonces, ¿pan
qul!: hablar de una vida y un arte divinos, y, en general, para qué
pretender llegar • Dios a partir de nuestras CCltegoriaU terrestres?
Pero es qU(" no hay otros modos de rutblar, y, pan nosotros, una ~

~:r:r=
la,comi~
:::d :al:::d~u:ado":r;~:
Z:J:M~tafísica,
de la si no será Dios el único teólogo, y
asume al fm como un cdesafío. la pretensión humana de compartir
con Dios Ja ciencia de lo divino. Ciertamente el desalío no habrla
podido ~r ,advertido si esa ciencia no D05 fu~ accesible de alguna
manetll indirecta. Pero 00 se tratarla de un desafío si esa ciencia DOS
fuese fam.iliar, y si la. naturaleu, como Tales pretendía, estuviese
realmente «llena de dioses., La consciente audacia del desafío es,

:t.1a::s=-f&ieo~ al d capítulo li,gaimre qoe'" catqorfa¡¡


350 :351
sobre él a manet:l de una fuerza física 211. Pero ya hemos visto la
el libro A de la Mtttl/ísic8, enseña que el Primer Motor mueve dificultad de semejantes concepciones: ¿cómo un motor exterior al
en cunnto cdes«ble» (dpP:t4~)m, en cuanlo cobjeto de amor»
'ip~~)lU. Asf se entiende que pueda cm<:rvtt sin ser movido»:JJ.I.
Está dicho todo sobre esta teoría, donde generalmente se ha visto
:= ~es~b:Cm:'~~~ i.~~Z~~
fuen:as misteriosas la lICci6n sobre el mundo de un Principio incor·
ll! clave de b6vetb de la metafísica aristotélica, la intuición central póreo Y traseeDdente. El rasgo de genio de Aristóteles parece. haber
del sistema, preparada por todo y alrededor de la cual todo se orde- estado, no en descubrir esta soluciÓll, cuyo marro habfa delineado
na rt!trospectivamente. No croemos minimiur el a1C1l1lCC de esta Platón y que: era la única compatible COll las intuiciones de la teolo-
doctrina si afirmamos, por el contrario, que se trata de una solución gía astral, sino en asimilar a una aperiencia cotidiana -la del dneo
~~u;'~~:enMsI=~ :b::r::d~ :::en~:t:
y el amor- aqucUas cfuerzas admirables» de que Platón hablaba.
Vemos en seguida las ventajas de esta solOO6n. El hecho de que
solver por otras vfas: el problema de las relaciones entre el Dios Dios actúe como causa final nos dispensa de dar una explicaci6n de
trascendente y el mundo. W. ]aeger, al estudiar los orígenes de la su acción sobre el mundo, y nos evita el peligro -ligado, como vi-
teoría del Ptimer Motor, ha llamado justamente la lItenci6n sobre mos, a toda tentativa humana de explicaci6n-- de hablar del Dios
un texto del libro X de las uYI!S, en el que Plat6n se pregunta trascendente en términos ele inmanencia. Sólo la causalidad final, a!
romo I!xplicar el movimiento de los astros. Tres hip6tesis se ofrecen: mover a distancia y no conllevar intermediarios, puede ejercitarse en
o bien los astros poseen un alma que los mueve desde d interior; la separaci6n. Ciertamente, no puede ejercitarse en la ignorancia
o bien están «impulsados desde llfuera», «como algunos pretenderu-, total: no se desea aquello que se ignora; pero el Dios de Amt6tdes,
por un alma e::xlerior, hecha de fuego o de aire; o bien, por úllimo, si bien es uo Dios lejano, no es ---como vimos- un Días oculto: es
~a:=~a dd: ~=~~P:6~;:edi~~
a

mponer
do entre estas tres hipótesis, de las que podemos que repre-
un Dios lICO.5ible I la contemplaci6n y que tiene en común con d
ser amado ese singular privilegio de mover, o mis bien de conmo-
ver, en virtud del espectáculo que de: d mismo ofrece. Transpuesta
sentaban el estado de la cuesti6n tal y como se planteaba en los en términos de efic:encU, la c:au.salidad final no es otra cosa que la
draJos plat6nicos. Pero podemos reconocer, con W. ].eger, en la causalidad de la visión, es decir, una causalidlld en la cual la causa
primera de ellas una aplicaci6n, que KUO Plat6D. no entendía hacc:r no tiene -parad6jieamente- que comprometerse dIa misma, sino
por cuenta propia, de la teoda del a1D:a automotriz del Timeo. No que obra sólo medianle una especie de ddep:i6n en el espectador.
creemos que a Arist6t:eles le haya tentado tamo COtnO sostiene el La causalidad final no implica, por último, esa relaci6n reciproca
P. Festugicre 1H esta primenl. hip6tesis, pues hemos encontrado en él que hada ininteligible la tradua:i60 en términos físicos de la moción
una concepci6n mecánica de las relaciones entre el Primer Motor y del Motor trascendente: ahora podrá decirse de él que ctoca» -en
el mundo que no deja de evocar la segunda. En la Física, Arist61eles el sentido de cconmover_ sin ser tocado B mismo m, que mueve
habla, como hemos visto, de un impulso del Primer Motor. En el sin ser movido a su vez, que actúa sobre el mundo sin ser del mundo.
DI! motu animalium, tratado cuya autenticidad se reconoce hoy Uf, La teoría del motor deseable reafirma entonces, lejos de cance-
llega hasta justificar lit inmovilidad del Primer Motor, uf como su lar la radicalidad del iorismós. Pese al piadoso celo de tantos ineér-
exterioridad con rdaci6n a lo movido, en virtud de la necesidlld de pr~tes, salta a la vista que el Dios amable de Arist6teles no anuncia,
un punto de apoyo a partir del cual pueda ejercerse el impulso: si ni de lejos ni de cerca, el Dios de amor; que su moción inm6vil no
empujamos el mistil de un barro desde el inlerior, el barco no aVID- es comparable en nada a la gTlICia aistiana: el Dios de Aristóleles
%1; de igual modo, el mundo no se moveda si el motor fuera interior no condescimde a nad., ni nada reclama. Simplc:meo.te ~S, no tiene
al mundo; hace falta, pues, un IOOtor e::xtenor a! mundo, y que Ktúe necesidad de actuar Y su acción es, pociria decine, extrfnseca; no es

~~~~~~r~::Wpo~rr=u:;~~~:
sino que se contenta con tender hacia 8. El Dios de Arist6teles
~."-'.• 2finaly3Cl:l1Diemo.PuedeKl"quc"""lc0d8de
:e:b~ " : D ~ rEudoao, yera todo CItO por

1lf G".eJCim-.,I,6,3D.V-34.
guarda las distancias: sus inconmensurables distancias. Motor au·
sente, es el ideal inm6vil, hacia e! cual se esfuerzan los movimientos dad de su objclo. Igualmente, en el libro A, tras haber distinguido
regulares de las esferas, los más complejos de las estaciones, el ciclo tres especies &: seres -los sensibles corruptibles, los sensibles eter-
de las generaciones y corrupciones, las vicisitudes de la acción nos y los inm6viles--12', Arist6teles asigna claramente el estudio de
las dos primeras especies a la física Zl5, Y el de los seres inm6viles a
(l:pd~!.;.) y del trabajo (l:o(1jGt.;.) de los hombres. Aristóte!es buscaba
«otra ciencia», ~"Ctctl de la cual aún parece pteguntarse, al principio
un principio, un comienw del mundo y de! discurso que sobre él dellibto A, sí no podría ser la teoda de las Ideas o la !Dat~mática~,
hacemos; pero la tras<:endencia, siempre inaccesible y sólo entrevis-
ta, de tal principio le obliga a no ver en él más que un fin ('tI!).o.;.), :: M~~~ra~~~il t:f¿~om~'E.;dlili~cX~~~tM~an~elh;bl~
d:
el final siempre aplazado de una búsqueda y un esfuerzo. Acaso no de una ciencia del ser en cuanto ser, peto poddamos suponer que
sea de extrañar entonces que, cuando se trata de definir ese fin, pot encima de la física y de la teología se constituyese una ciencia
Aristóteles sea breve tal, e incluso suspenda su juicio según la exacta más general, que absorberla a aquéllas como a partes suyas, y cuyo
observación de Ramsauer 211 , y que, por el contrario, la búsqueda de objeto .serfa el ser, no en cuanto es sensible o inmóvil, sino en cuan-
lo divino y el esfuerzo del mundo hacia él se vayan haciendo poco a to es ser.
poco mlÍs importantes que lo divino mismo: ese fin que, siempre A primera vista, no existe entonces la ",contradiccióm~ que mu-
buscado y anhelado, sólo poseído a distancia en los raros momentos chos intéxpreres han percibido entre la definición de la ciencia del
de contemplación astral, debió patettrle pronto demasiado lejano m. ser en cuanto ser y la definición de teología us. La contradicción sólo
aparece si se relacionan esas dos definiciones, no oon dos ciencias
diferentes -una m" general, otra más particular, como indica sin
3. ONToLOGÍA. y TEOLOGíA equfvocos la clasificación de Aristóteles-- sino oon una misma y
única ciencia, la que la tradici6n ha llamado metafísica. Dicho esto,
El carácter eminentemente trascendente del objeto de la teologfa conviene reconocer que el propio Aristóteles introduce la confusión
según AristÓteles no dejatá de influir en el estatuto de esta ciencia al planteat, inmediatamente después de la clasificación de las cien-
yen !lUS relaciones con la ciencia del ser en cuanto ser. Ese estatuto
y esas relaciones podrían parecer perfectamente definidos por e! tex- d:a=H:t~C:;ed:te~í:t~tn~: ;~~:rnh(~a:'fo~r~ :i~e~
to, ya analizado por nosotros, del libro E de la Meta/hita, donde sal?~. Estaríamos dispuestos a considerar esta cuestión totalmente
vemos presentada la filosofía ptimera o teología como parte de la fuera de lugar aquí, puesto que la teología acaba de ser definida pre-
filosofía en general o ciencia del ser en cuanto ser. Al lado de la cisamente por su particularidad. Sin embargo, está claro que no se
física y de la matemática, cuyos dominios son delimitados exacta- trata de una inadvertencia de Aristóteles, sino más bien -como
mente, la teología trata de ese género panicular de seres que son los ha observado con justicia W. ]aeger- de la interferencia de dos
seres separados e inmóviles m Así pues, la teología recibfa, en el vfas de pensamiento fundamentalmente diferentes ZlIl; todo ocurre
conjunto del saber, el puesto particular que le otorga la parciculari.
m A, 1, 1069 " 30 SI.
m Se ha observado • menudo la brevedad de 1011 pasajes teológicos en Zl5 1069" 36. Cir. A, 6, 1071 b 13; Z, 11, 10}7 " 14: «En cierto tnoóo,
Arist6teles. 1.1. twrJa del ser supremo deseable sólo se halla apuesta I!X pro- =~e alafWcay lafilooloffa ¡egunda la tarea de estudiar los seres
fl!JJO en las escasas llneu de A, 7.
m «Ubi enim ad dei deorumque vel l1ll1Uwn vel voJuntatem perventum 126 A, 1, 106911 3':.
esto Aristotelem constat plerumque io;íXltu (1" E/h. Nic., 1, 10, 1099 b 14, l:%1 Puede conjeturarse que la división IlÚn bastanle 50ftIea dc,llibro A es
Leipzig, 1878). Eocomrarc:mos un buen ejemplo de esa l'eSerVa en A, 8, anterior a la diYi5i6n, más rigurosa, de E, 1. En esle último texto, Ari5t6teles,
1074 a 16. no ronlWIO con distinguir la lcolog!s de la flÚCI, se preocupa por distinguirla
m DI! parlo animal., 1, J, 644 b 22·28, 64': " 2. Conigiendo la tesis de también de la materruitica que, como dia, trata de los seres inrn6viles: la di·
Jaeger, según la cual Arilltótel"" se habrla apulado completa.mellte, al fina! ferencia, precisan aquJ Aristóteles, esd en que la materruitkll tIltta de seres
de su vida, de las especulaciones teol6gcUs, E. VOl'! Iv~m:A ha subrayado ron inm6viles. pero "0 Sl!pllflldoJ, mienlru que la leologla ttllla del ser inmóvil
justicia que no se trlta tanto de abandonar la doctrirut del Ser eterno, COIDQ
dc, relegarla a! terreno de Ja «ronjetura. y de la «aspiración etertlü, y que y J~r~bn~t~9W~'J~~Elt, hitJo/eleJ, p. 226 ss., y ya H. BONrn:, I"
«no deja de 5C&Wr existiendo como polo de atracción. (<<Die Behandll1tl3 der Ml!t. (Ild 1026 11 23-32) y P. NATORP, «Them. und Disposition der arilltote.
Met~ht\~l(?~13~ristotcles., en ScbolastiJt, VII, 1932, p. 27). lischeo Metaphys.ík», Phi!<'JI. MOnls/1IMIJI!, XXIV, 1888, pp. 37-6', ~'74.
: ~i:~~l~~edenc Gcdankengi~ &ind hiCl" hineinattdesges
354
355
como si Aristóteles, llegado al final de una de ellas, se acordase brus- tóteles habla de modo programático del ser en cuanto ser y ~ la
camente de la otra y se esforuse por conciliadas con una de esas ciencia que de él mta. Cuando ..define. al ser en cuanto ser, sl~m.
conclusiones que no son mú que el mismo problema hipostasiado: pre es de manen. negativa, como el ser que no es esto o aquello, 5100
la teología es univenal por ser primera DI. simplemente (,b:'k~) ser. ¿Qué es, pues, lo que no es el ser en cuan·
En el mismo momento en que acaba de distinguir con claridad tO ser? Podría pensarse que Arist6tdes, d~do a~tar asl al ser
la ciencia del ser primen. y por ello mismo universal, de la teologfa en su más alta unidad, negarla de él las divua?OCS ~guaIn:tente .mis
como filosofia primera y por ello mismo particular, pone él mismo altas del ser: d ser en cuanto ser serla el que ID es fU $Cnstble fU su-
en cuestión su propio esquema. Pero es que la claridad del esquema pn..sensible. ni corruptible ni incomJptible, ni móvil ni i.nm6vi~, ni

~e1=""~~U:~~es~:::I~~se~k.~
disimulaba dificultades reales, a proptSsito de las cuales Aristóteles
no se engaña, y que nuesU'06 análisis anteriores van a permitimos
acaso precisar. a Dios m, y que no es entonces ni sensible .ni divino. Pero en Aris-
La subordinación de la teología a la ontologla al modo de una tÓteles no cncontnun06 nada de eso. Estudiar el ser en manto Jet,

=
ciencia particular o una ciencia univusal, como la geometría o la quiere decir estudiarlo en cuanto que es ser, .., no en cuanto núme-
aritJ:IJ6ica están subordinadas a la matcmitica en general ZJl:, no po- ros, Uneas o fuego. DI. Se diri que ése es sólo ~D ejemplo, pero su
~dea~::~&J~o:~to~ ~~~
decrión es significativa: números y lioeos se refieren a .las matc:mi-
ticas, y el fuego a la fisica. Aristóteles parece: querer decir que d ~
ción que durante mucho tiempo tuVO de la tcoIogia. Hemos IDOS- en cuanto ser es d ser que no es considerado en CJUI"to matemáuco
trado en la primera parte que d proyecto ontológico habla nacido o fisico, pero que, de hecho, es también matemáti~ o físico, es de-
en Aristóteles independicntemeDte de toda preocupación teológica: cit, sensible. lo divino es silmciado aquf, como 51 no entra~ en el
en consecuencia, cuando habla del 5Ct en cuanto $CI", es decir, del dominio a euyo prop6sito se plantea d probk:ma ontológico. El
se!' en su unidad, nunca piensa en la unidad enm d $CI" divino , d mismo significativo s.i1eDcio se reproduce cuando se trata de c:ancte-
ser del mundo sublunar, o, si .se preliere, entre d ser suprasensib1e riur el estatuto de la ciencia del ser en cuanto ser. Esta se ~.
y el sensible, sino en la unidad del ser en el interior del mundo como hemos visto a las ciencias parriculare:s. de las que es, al nusmo

~~ti~~::ff:~,~h~~las~a:?~
.sensible. W. Iacger h. puestO en claro este punto, mostrando que
las partes propiamente ontol6gicas de la Md4ísit:/I. ---como los li-
bros Z, H, 9-- están consagrada.! propiamente a una elucid3ci6n de cicas en general nunca a la teologla a . Tal silenoo ha podido m·
ZJI,
la eseDci.a de los seres sensibles. y eso es lo que las distingue radi- ducir a estOr a 106 comentaristas: si la ciencia del ser en cuanto. ser
calmente de las partes teológicas, como el libro A, donde d estudio no se opone a la te01og{a es porque -han pensado- las dos oen-

~ ~ =:.~~:'::n~==aa:c:;J::
de los seres 5Cnsibles no .paru:e más que como una preparaciÓll e:J[-
trínseca al eswdio del ser suprasensible, único que compete a la
filosoUa primen.. Pero W. Jaeger DO explica, según nos parece, por referida a un género:MII Y no al ser en cuanto ser. Nos ~ mAs •
qué la ontolog{a de Aristóteles. definida como ciencia del ser en verosImiI Idmitir que, cuando Aristóteles pensaba. consUtulr ~a 1
cuanto ser, DO sólo incluye d estudio de los seres sensibles (lo que ciencia del ser en cuanto ser, su proyecto en. subordinl;" • una oen-
va impllcito en su misma definición), sino que además excluye de cU universal las ciencias que consideran el m~ baJo ~ o cual
hecho el estudio del ser supn.sensible, o al menos no parece consi- aspecto particular. y que ignoran, por ello, su propll relaoÓD con la
derarlo nunca como incluido en el posible campo de sus investiga·
ciones.
Sobre este punto hay un silencio constante, una abstención, cons- m aro l.' plrte, e-p. m, p. 269, n. 92.
ciente o no, por parte de Aristóteles; y nos convenceremos de ello
releyendo los pasajes -poco numerosos, ciertamente- en que Aris-
:::.. ~:E, i:1, ::: : ;,.; E. 1, 1025 b 4.
102' b 18.
m 102' b 4.
1:J~~PPa~·::.t::uedoi~I:·J:.~,~rr:e:o
cai~.
e: p=: ~~ e:: :
efectO:
:'~ cluifiw-se la teologla entn: las cienciu dia~. En
si en ll1¡una pme se da b. oonternplación (6rwpll1), ..:10 del ~ '1
DI E, 1, 1026.31. no de b. Bl<Í\IOtIl. el en ell•.
m 1026.26. 240 Comparar E, 1, 1026 11 19 Si. Y E. 1, 1025 b 8.

m
unidad. No pensaba por un solo instante en subordinar la teología
misma a una ciencia mis elevada, a una teoría general. Sólo más
~arde, cuando desea coordinar su concepción de la ontología con su
~~%lem~t~i~:~i~bk~t:'úrtim~::;;;'~ó::~:~i:
indivisibilidad de lo divino, que, COIDO veremos más tarde, es con-
Idea de la teologfa --que, por otra parte, no difiere de la concepción
secuencia directa de su inmovilid.ad, bastarla para h.acer imposible,
tradic:iona.I-, la. lógica de la primera le neva 1. hacer de la teologfa desde el principio. toda atribución posi~va de la ~u~ ~. fuese sujeto.
:: ~e:;:=~~~,~:d~~ ~~ ~si~l~al°tra-:U~~
género más eminente, siendo asf la más eminente de las ciencias
No puede decirse nada de lo uno, lo sunple, lo indiV1slble ---erpre-
siones todas provisionalmente equivalenles- sin destru.ir por eso
mismo su indivisibilidad. La predicación, en efecto, introduce una
(~irulares). Pero Aristóleles ~trocede lltIte la consecuencia que escisión en el sujeto, como b.abi.a visto Platón en el Sotist., ya que
I.un no habla afrontado y que repugna tanto a su sentir Último como axWSle en decir que es otra COSI. distinu de lo que es: que es a la.
• la tradición mejor establecida: 11 teoJogfa no sería más que la pri_ vez esto (él mismo) y aquello (el atributo). IncllUO en.e1 caso de ~
mera de las cienda~ particulares. peto no la primera de las ciencias, atribución analItiar o esencial, el hecho de que al SUjetO se le Itn·
puesto que por C:OClma de dla esarla la ciencia del ser en cuanto ser. 00y1. una parte de él mismo (por ejemplo, ser Bípedo 111 Hombre)

Aris~~d~:Iov:~~ro~,~h ~S::°ant prueba • tortiori la divisibilid.ad del sujeto: la ddiniei6D es dla


misma composición, teCOO5trueciÓll de la unidad mediante la slnte-
c:onsccueociu que DO se le hab.f.ao present.ado mientras DO se hlbfa
preocupedo por sistematiur resultados aún dispersos, nos parece Us;~~~l1~.~~~si:&:
00Ilfinnada por argumentos de fondo que justifican esa vacilación en ~e:odo que DO se pueden atribuir difc:reocias a la unidad. que n.da
virtud de razones extraídas del propio afÍnotelismo. Que 1. la onto- se asemeja Wlto a lo uno como lo uno, que lo uno DO ~ ~.
1og{a de Arist6telc:s le cueste trabajo integrar in fine a la teología, pleane en plural, y que el discurso se esforurla en vano SI qws1C:f'l
(l)DJO p.arec:ttfa exigir IU movimiento propio, DO deberla sorpren. diferenci.ar unidades Zil. cLas unidades t.ampolXl pueden diferir por
dernos, si record.amos los orfgeoes del proyecto ontológico. Como la cualidad ZIJ pues ningún atributo puede perrc:nccerles_:I$oI. Aris-
vimos, la ootologla nace de una rd1e::ri60 sobre el lenguaje: DO bus- tótdes saca bs conscx:uencias de d10 eumdo, en el libro r de la
arios demc:ntos del ser, sino sus significaciOlleS, y t.ales significacio- M~t.flsic., y en el caso de los seres cno compuestOS_ (doÓY&sTtl)
nes resultan descubiertas dentro de es.a forma privilegiada del discur- suspende su doctrina hlbitual de la. verdad según la cual cestá en lo
!I() que es la predic:ación. Ahont bien: para Aristóteles DO hay más

:::o~ eselu:::& ¡;e::vimirc:~d~c~~:


puede tralar de lo sensible y lo móvil IncIIUO cu.ando habla de Dios
lo único que puede hacer en general es negar de Dios un voc:abul~
que signifICa lo sensible y lo móvil. L.a teologfa de Arist6l:des, en
alanto dlKU1'SO humano sobre Dios, DO es en una IIDplil. medi.dt

~i:en:.a~as~:~~ ::~s:~ :ei~¡~


inengcndrable e incorruptible)&), inex tenso 1'M, no está en el tiempo,
se sustrae 1. 11. relación, y en puricular 1. JI. oontfllriedad MS, no con.
::~~~o;~~Caq:~~o::t: e:t~~=J~o =~t:; ~:iod~e~~ ~~m:m=~;,r ~~o~am: ~=:~a~~ ..

~~;:~=~eí: ~e~at:~~esco~~tirca: t ::tld~ t ~o~ alguna cosa.. (60«., iany !:~Ep E1-.al n)lIil, es decir, a cuyo ser no
conviene mú atribución que la de su propia esencia, entiende por
SJCI.6n, pues nada puede decine de lo simple, sino sólo captarlo eso un tipo de ser que 00 conlleva ni potencia, ni generalidad, ni
(tlqliY) o no caparlo ZIJ , d«irlo ('fdYllI) o no decirlo, Pero d decir incorruptibilidad; un ser del que D05 dice todo lo más -fiel por
no es el decir-de, la enuncklci6n (~,~) no es la proposición una ~ al uso platónico-- que es cen ~»; en eslas determinaciones
(XIltI.l<pll"u,) D. Saliroos aquI del dominio del diswrso atributivo y de carícter teológico, 00 puede dejarse de reconocer esa esfera de lo
~ vez, íncluso, del dUcuno humano en general, si es cierto que d ÍDCOrruptihle, de lo divino lIl, que Aristóteles considef'll, por lo de-
~ h~llDI? no es .fulgutllciÓll o desvelamiento, sino propon- más, como una de las dos grandes regiones del mundo,
~o'" es dear, dixuno sIempre oblicuo, que jam*s dice la cosa, sino la coosecuebcia es dsn. Si la ontología es una rc:flexi6n sobre
SIempre algo de la cosa, atribución simlpre aurosa de un predicado el discuno humano, si e$le discurso es esc:ncia1meote un discuno
a un ,sujeto. Esta. forma humana del discurso es la que Arist6tdes auibutivo, si tal diSCW'SO atributivo 00 se refiere más que al ser del
eo;tud.ia en su I6gica, y en ella sola piensa aJando quiere constituir mundo subluoar, entooccs se comprende: que el proyecto ontol6gico
una. ~~logú.: prueba de ello es que el capItulo esc:ncial, por DO deje fuera de su investigaci60 el dominio del ser divino. Sin duda,
decir umoo, de la ODtología wtotélica, la doctrina de las CIlUgo- Arist6tdes 00 enrae jamás expUcitamellle esa consecuencia; si 10
rln, no es sino una relIaión sobre la apericncia fundamental del divino DO esli omitido de dettcho en el proyecto ontol6gioo, lo
xtm'j'Toplty, es decir, el decir«. esá de hecho, y esa omísi6n 00 debe ser subestimada por ello.

ClpC~Obidel'lie:,:u:,: =~~tdcs~:
aplica acera de ese punlO. Pero la ekscripci6n que hace (neccs:1-
riaInente imperíecla, pues 00 puede tratarse de atriboci.ooes propia.
mente di~! no deja de evocar un tipo de ser que ya hemos encoo-
trado: el diV1OO. Los seres DO compuestoa, dice, .. son en acto y DO
en polencia» ZIf, pues, si fuesen en potencia, .. podrían nactt Y pe-
recen; pero, en realidad, .el ser en si (tel &lo llatO') 00 nace ni pe-
rece.. -, Esle ~eno, denlro de su concisión, es por muchos motivos
notlIIble: en pnmer lugar, parece iJxiicu que ..poder nacer y pete-
ccn es el fundamento de la SÚllesis atributiva, que el movimiento
es el ~oto de la divisibilidad wgída por el discurso y que
asf llse esplic:a que no pueda decirse nada de lo inmulable en cuanto
tal .; verificaremos esta inlCTpl'elaci6n en d capitulo siguiente,
ZIII 8, lO, 10'1 b 2.
2!6 eH IIImp,., 1, 16 10'1 b 24.
2lI Cfr. Bomn, Mtl.pb., MI 8, 10, 10'1 b 24 (pe 411); <pciaI~ rimplicit~
''I''Í "<l, ~l.:; H10 ltm1T"f'I¡t1 or.oi tI..oc;.
a tOn b 28.
• lbUl.
lI' No cteemOlI que estl. inrapret.o6n resulte quebntnwh en lo lllÚ
mínimo por la últimlos Unetll de e, 10 (1012 • 4-11). F.o clla, Aristóteles
quiee momv que 101 lClft ¡"m6!Jün (clJ"'lUl) 00 dan lugar a o:rror .según
el liempo. (d1:<ko¡ll«UitiJ'l:ÓtI). lJUe' lo que es UDll va verdadero mipttto
de clJoI, lo es siempre. Sin duda, esla aplicación pu=:e .quí fuera de lugar
(hast. el punto de que podrf&lllOlll prcguntanJC.lS ~ no se trata de UIlJ. inlft'..
po1aci6n), puesto que n.da decide llCn(& de Jo que esti en cuestión: ¿$On
Jo. olJ"'lUl, o 00 IOn, \Jhf)na} Por respecto I c1loa, ¿es lo falso error o

360 '61
Ciertamente, Aristóteles no dice que ningún discurso sobre Dios es
posible, pero llega hasta a preguntarse si no habrá teologIa más que f:~~~lo~¡~~~a6t~~ia~a1tll::a;~~r:de~ás~~~gC::ida~d:i
para Dios. Sin duda, Aristóteles hace frases acerca de Dios, pero discurso humano. En la Fisica de Arist6te!es, pues, y no en su teo-
estas frases son por lo general negativas, y cuando, casualmente, son logia, se encontrarán las lfne~ generales de su doctrina de las cate-
positivas (así, cuando dice que Dios es un ser vivo, o que está en gorlas. Sin duda, ha sido poslble mostrar que la estro;tuta de l~
acto), no pueden ser consideradas corno verdaderas atribuciones, dos primeros libros del De Codo podla ordenarse s:cgun una sene
sino como simples aproximaciones que conllevan una parte necesa- de cuestiones que no dejan de recor~, o de anuncar, la tabla d~
ria de negatividad (Dios es un ser vivo, pero no conoce la fatiga;
Dios está en acto, ivEPlEiq., pero su acto -no es en modo alguno com- :~~:~~fah~ ~:í:~o~~:~si~qd~e8,b:j~Skf~:m~de~~~~:~
parable al resultado de la actividad artesanal). Por último, e! tema de esos dos primeros libros, una lista d: respue!tas de ~nstóteles,
mismo de la teología astral nos enseña que a Dios lo alcanzamos en cuyo carácter las más de las veces negat.l~ confmna ~l por ~.
una visioo, mucho más que lo significamos en una palabra, y así la pIeto nuestra pretensi6n Z11 : as[, a la cuestión de la CUIllidad (';:QW~).
verdadera teología es asunto de contemplación: ahora bien, a1lf don- Aristóteles responde que el Cielo no es ni l!gero ni pesado .( OÜ'tB
de se da la contemplación, ¿no se convierte en inútil la palabra? i\Iol. ltQ\>'f'Ov Oll"t! ¡Japó), que es ínengendrable e l.ncorruptlble l dTEVYj:wv
¿No es el discurso, y especialmente e! discurso atributivo, el susci. xa:l &fOll¡noV¡, incapaz de aumento (ci.vauEi'). y de a1~eraaoo
movo de una visión ausente? Y siendo asl, en el momento mismo (dva:)J.Qiwtov) m. Más interesante aún es el cotejo estableado por
en que la trascendencia de lo divino hace imposible una palabra Moraux entre el De Codo y una tradición dialéctica, que según él
humana acerca de ello, ¿acaso no resulta que nuestra visión, aunque se remonta al e1eatismo, consistente en proceder al examen de una
fugitiva, hace inútil esa palabra imposible? COsa desde varios puntos de vista sucesivos, tradición donde pue-
As! se comprendería que la ontologIa, aunque no excluya de den ya reconocerse algunas de las caregodas aristotélicas..As! sucede
derecho lo divino, pues también lo divino es ser, pueda omitirlo de con el «juego dialécticol» de la segunda parte de! Pa,mémdes,. donde
hecho. Recordemos e! origen de la teoría de las categorias. Para 10 uno es considerado sucesivamente desde los puntos de VISta de
establecerla, Aristóteles se apoya en un análisis de las proposiciones la cantidad, de la figura, del lugar, de! movimiento. Tamb.íén ocurre
que turan del mundo sublunar: tal cosa es bUeIlll o mala, blanca
o caliente, de tres codos 16$; Sócrates se pasea, se encuentra bi en :l66, :~n~n~l :i: ~gúC:í~ c!::e:~n~:sd~ ~?s~ded~ faI:es~::
de la cualidad de la cantidad y del movimiento. Y el origen de esta
:i':ex~~a:a:~oE~rf::~~e:s:se=;fj~~: ~:~a~:e~: tradición hab;fa que buscarlo en el fragmento 8 de Parméni~es,
donde el Ser es examinado sucesivamente desde el ~to de Vista
mática de las ategorfas que no sean la esencia, no ve en ella más
que «afecciones» de la esencia, un «camino» hacia la esencia, «~ de la cualidad, del movimiento, del lu~ar, de la cantidad y de la
figura l:lJ. Estas coincidencias son demasiado pa~tes ~ ser froto
rropciones» o «privacionesll' de la esencia, «causas eficientes o ge- del azar, y no cabe duda de que esos textos preatlStotélicos son tes·
neradoras. de la esencia o de lo que se relaciona con ella, o, por
último, «negaciones» de la esencia)lS: expresiones todas que se re-
fieren, ya a movimientos, ya a procedimientos del discurso como la

:l\ol «lQu~ función le quedaría .u personaje que p~una. diSClll'SOs, Ji


liS cosas apar«iesen por II misma, sin n=idad del diSClll'SO?" (PoIt., 19,
1456 b 7). (ar. l." pUte, cap. 11, § 1, p. 113).
1J65 Z, 1, 1028" 16.
3\6 10284121.
151 Ibid. aro r, 2, 1004 b 2. CiertlllIlente, en Z, 1, 1028 41 18, «dios.. es
citado COlIlQ ejemplo; pero se rrata de la única «categoría.. que ronviene 1
Dios: la de Ja esencia; Ihora bien, veremos m~s Idelan!e que la esenciI
dejaría de ser una CIltellorla $; lu~u /" ú"iaz. La doctrina de las catellOrias no
hlI nacido de una reflexión sobre la =cia, lino sobre una esencia '1u~ no es
1&0 ~uncU
16I A, 2, 1003 b 6-9.

3" 3.3
timonios de una prehistoria de la doctrina aristotélica de las eatego- esfera dd ser m . Mutatis mutandis, OJando Arist6tdes pretende
rlas. Pero ce;' por ello la constituyen. Pues tales ejercicios dialécticos
no se aselDe]an sólo por la similitud de sus articulaciones sino más :~C:~r;dc;,eI¡r'I:n;:::r~u::m~ev~~:~~:n~d~~i:~:
.~~, porque d ejercicio dialéctico consiste en mostrar qu~ esta~ <Ildi- de los hombres, no puede por menos de darse cuenta, incluso si no
era ése su propósito, de que tales categorías son inaplicables a Jo
~:.n~t q~er: dt=ralu:j~~bl:;=:g¡: :O~elca:C~!~ divino. As! pues, si d De Codo de Aristóteles se inserta en una tn-
lo que hace de hecho Monw:. es enumerar las primeras letanías dici6n de ejercidos dialécticos que se remonta a Parménides, no es

=
de la t~l~f. negati~a: Plat?n muestra sucesivamente que 10 uno tanto por la permaneocia de una misma técnica categorial de inves·
00 es múltlpl~ y no llene llmite: (cantidad>, que no tiene figun, que tigación, cuanto por la pennanencia del frac:aso de esa Ibca, más
o menO$ ronsdentemente asumido, en d caso de lo Uno o lo divino.
~;:O)~~~:e~!:~'q~~eelnoSeres
~ 6
esm: : , ~ De esas vicisitudes en la aplicación de las categorfas a lo divino
que no ~ engendr:a~e ni inengc:odrable, ni uno ni múltiple, ni en podemos obtener otra coDdusi6n. A saber, que la doctrina de las
reposo m en movlJnJento ll'!. Parménides, el «padre de todos» ya categorfu, o aqudlo que la prepara en la tradición el~tica, no ha
~tr'l:ba que el ser es inengendrado e incorroptíble, indivisibíe e brotado de una reflajón sobre 10 divino. No es observando que lo
~ •. para r:c-er-es cieno- inmediatamente después en la
tmaglI1llCJ6n .{{uen, que le hada decir que el Ser reposa en si mis-
divino no ronUeva cantidad, ni roalidad, ni tiempo, ni lugar, como
puede hacerse una tcorfa de la cantidad, la cualidad, d tiempo o el
mo (lugar), que es limitado (cantidad) y esférico (6gut'11). lugar. No es el an~ de las proposiciones negativu el que puede
La c:oncluli6n que por nuestra parte e:ztrlleIemOS de ese .en- revelarnos los sentidos múltiples del ser. Ocurre a la inversa: porque
cuentro... innegIble.., de esas .interfermcias.. entre la estructura conocemos los sentidos múltiples del ser, podemos intentar aplicar
d.e .Iosd:os p~ libros dd De Codo y la estructura de esos ejer- tales sentidos al ser de lo divino. Las cuestiones categOriales son
OCIOS. dial6:ticos .a la manera de Pann6lldc:s.. %a que hallamos en
las que planteamos primero a nuestro mundo. Luego somos libres
Gorgw y Platón, no es, pues. c::uetamente la de Moraw:.: es indis- de interrogar a lo divino en los mismos términos. Pero no debemos
eutib1e que hay en todos esos casos una misma ct6:::nica de invt:5ri- sorprendernos si lo divino rechaza nuestras categorfas tetteStrcs y
~'" ~ lo mú sorprcodente es que esa técnica de investiga-
sólo se entrega a nosotros a través de negaciones_
C16n. se aplica. podríamos decir, a Jo íninvcstigable, y a nada oondu- Comprendemos entone:e:s que Aristótdes, c:uando por escrúpulo
ce uno a rcoooocer la propia insuficieocia, OJando se trata del ser
o de lo uno. Moraux reconoce que ArUtótdes llega a omitir el c:xa- ~l~~~~vac:teende~~la~~::~U:~
men de una categorfa que habia anunciado antes, porque se da ser divino t:ambibl. sea un set- una parte de la ontologfa. Pues al
cuenta de que. UlItándose del Cielo o d Universo, cla cuesti6n no establecer sobre un análisis del discurso L. problemítica del ser en

~.;.~.rfa ~ ~ta::::=.l~~ t:e


Sin duda. ~risl6teles, no tienen otro sentido --pan:ce----
OJanto ser, no pensaba en d S1er divino, sino sólo en d del mundo
sublunar, aunque no haY'- acIuido nunca expresamente aqu8. Otra.
consideración debía impedirle ensanchar su ontologfa huta d pontO'
, Dentes

\ ~~e:es~== ::=w=U::~ca~ego~:nou:esc;J:~:::
Gorgias es quien fue más lejos en este sentido. negándole al ser DO
sólo I~a determinación positiva. sino, además, la negación de esas
de hacer en dla un s.itio a la ontologfa de lo divino: si es cierto que
d ser en cuanto ser designa d ser en su unidad, y si es cierto por.
Otnl parte que no hay un corte irttductible entre lo divino y lo
sublunar, lo cortuptible y 10 incorruptible, lo suprasens.ible y lo sen-
de!~lna~ones; lo que se le ruega al ser no es sólo que sea uno o sible, dicho corte debfa destruir en su principio todo proyecto de
multlp!e, SIno que pueda aplicársde la ategoría de la cantidad; no unidad. Si la dial6:tica, en defectO de ciencia, nos permite constituir
es que est~ ~ ~ o ~ ~miento, sino, más profundamente, un discurso común sobre d ser del mundo sublunar en cuanto ser,
que la expenenCla del movumento renga sentido en d interior de la
ZH P",mj"ldn, 1)7 e IS.

GO~IAS~~'dtt~t1r(dC:.~~p~¡~~ ~~ c:;~§pr,r;. ~ S:J.llldo de


m P.176.

364 365
es diff~ imaginar lo 9ue sería un di.saJrso común al ser eterno y a! celo piadoso de los segundO$.:l. Pero sigue siendo cierto que nume-
corrupu.ble, ~y~ ~cal hete.ro~e?e:ldad era tal, según vimos, que rosas fórmulas aristotélicas, especialmente en el libro A de la Mtta·
\ no a?ffilt!an. n.1 sIquIera un prmclplo común l19. La esperanza en des- ffsica, evocan la ambici6n de la teologla de set ciencia de Jos princi-
. cubr1~ pnn~plOs comunes, que, en defecto de una imposible unidad pios, y hasta del único Principio. Así como el general es el principio
genénca, arumaba a la búsqueda ontológica, corría e! riesgo de ha- de! orden que teina en el ejército liSl, igualmente lo suprasensible
llarse comprometida a partir dd momento en que e! sex en CUfUltO es el principio del orden que reina en lo sensible: «Si se quiere que
ser abarcase también lo divino. Como vimos al principio de este
cap¡~o, la afIrmación teológica de la separación amenazaba con
:i~:y~o~~e:~ ~~:~::si~es~:=e:on~::~~
i
E:
: :o p:;:;
habrá principios de principios hasta el inEnito, como vemos en los
destrwr la esperanza teol6gica en la unidad.
=~:~sr!s~~nlfil~:fi:»q:~, ~~6\~del:e~J:r:lo:
que hacen nacer el mundo de la Noche y el Caos, se crea dispensada
de investigar un primer Principio, o que, como la de los mecanicis·
biénP~ s:~i~a~~1~uXri~:t~~aÍa uha~~o~~b[d~O~~~ala=: ras o Empédocles, hace derivar los elementos unos de otros median-
te una especie de generación reciproca e infinita. En Platón encon-
lonces, tení~ ~ue repugnarle convertirse en una mera parte de la trábamos una critiCll análoga, y no cabe duda de que Aristóteles se
ontología. SI blen el tema de la separaci6n tenía que condenar lógi- pone al lado del platonismo en la lucha contra las interpretaciones
camente a la t~logia a no ser más que una ciencia regional, no por materialistas o mecanicistas del mundo; s610 recurriendo a un prin-
ello es men?s oerto que la idea aristotélica de la teología continua. cipio trascendente podemos escapar al indefinido ascenso hacia 10$,
ba perteneciendo a una tradición más antigua, y antes que nada pla- principios y los principios de los principios, al que están condenadas
t6?-tca, para. la eual la separación no era sino una condición de la las cosmologías de la inmanencia. El dYáTl':r¡ a'[~val de Aristóteles:¡
pnmacfa uruversal. es, desde este punto de vista, equivalente al lJ.i dvap~al de los fi·
. Hay en Aristóteles dos coneepdones de la teología: una que de- lósofos neoplatónicos: la necesidad metodológica de la interrupci6n
1rlva de la teol~gIa .astral, otra dd.l?latonismo. Según la primera, la
teología es la oenoa de! género diVIDO, al que es propio estar sepa-
sólo se justifica, como vimos a prop6sito de la demostración del
Primer Motor, si conduce a la aflttnación metafísca de la trascen·
rado de la~ otras re~on7s del ser; ciencia de 10 separado, la teología dencia, única que evita la arbitrariedad en la elección del Principio;
serfa también una CIenCia separada. Pero Arist6teles nunca renuncia sólo nos sustraemos a la serie misma elevándonos pot encima de
cid todo a la concepción plat6nica de una ciencia del principio que ella. En el mismo texto del final del libro A, Arist6te!os va incluso
no pudiendo encontrarse ya en las Ideas, sólo podrá ser buscada er: más lejos: contra la disidencia espeusipiana, que multiplicaba los
~l Dios trascendente; desde este punto de vista, la teología aristoté-
lica es h~redera de la teoría de las Ideas, que son aquello por 10 que ~~::tia~ici6nee;ia:::'g:=x~ed~d~da~~y«~~ee~:li~~
es conOCIdo y engendrado todo 10 demás; y, al igual que la teoría que manden muchos; ¡que uno solo sea el jefe!» *.
de las. Ideas, tampoco es una ciencia particular, sino universal por
~ pr~era. y por. ello va a entrar en competencia con esa ciencia :lID Así, I propósito de la írue Ix 'tO'.!<m¡.;dptt dn.* f¡f'n¡"(l! ó ~P""'"
mmedlatamente utuversal que deberfa ser la ciencia del ser en cuan- tai 1\ tpócn, (A, 7,1072 b 14), donde 'l'ÚOl' nOI parece significar el Cielo, y
to ser. Este aspecto de la teología aristotélica ha sido complaciente- DO el mundo sublunar (cfr. mlb arriba. § 2, pp. 336-337, n. U8).
2:11 A, 10, 10""11·16.
mente subrayado por los comentaristas griegos, que, al ser neopla. ZIl Nótese que Aristóteles pienSllquf todavla, IObre lodo, en el orden
t6nit;os, sentían la tentaci6n de volver a hallar en Arist61es las con- celeste: no se traca de los movimientos desordenados del mundo sublunar. No
cepc¡ones de Platón, y por los comentaristas medievales que se obscaDlt:, parece claro que la paLIDra «g=aci6n.. alude I un fenómeno pmpio
esforzaban por haJ!ar. en e! Filósofo las Hneas generales ~¡bles de del mundo sublunar, pero considerado en su ronjunto. Vcrt':Itl<)!; más adelante
cómo l. sucesión clcliea. de las generaciones es 10 que hay de «intcliRibb en
una teología creacrorusta. Hemos aprendido a desconfiar de las in. cl mundo sublunar.
teepretaciones sugeridas pot el cdo plat6nico de los primeros y el :lll A, 10, 1075 b 24.
2&< 1076" 4 (vena de HOIoCEllO, Uw", n, 204). Es la última linea del
libm A. W. }AEGEIl ha subrayado con iusticillla elocuencia no habitual de
del ~~teC:;~~Il;:'·. ~.;lii. aro también los le:Iros a/ado$ en el § 1 esle PllSIie y del liboo en general, CUYlO' «frases grandiOSlI, que tendemos

366 367
Tatos de este género, cuya docuc:ncia no debe disimular su demos inferir de ello que Arist6teles fue testigo interesado, y quW
¡;:arieter abstneto y programático, han podido hacer creer que Aris- también dirctamc:nte afectado (puesto que estaba m juego su aetinxl
t6tdes profesaba efectivamente un aistema en que el mundo resulta- respecto a sus antiguos condisdpulos). de un movimiento de ~$I.'
ría ",deducido., ..derivado.,. tnvés de un ronvenieDt~ n(unero ,de mienlO en d que se anuncia lo que será uno de los temas esenciales
intermediArios, del Primer Principio. Esta interpretación ha sufo del neoplatonismo: no oontentarse con oponer lo múltiple a 10 ~no,
d:t~:n~~:~~~:n~11~' ~f: Jo:ie ~:b:'d~e~ta~ J: sino engendrar lo múltiple a psttit de lo U~o. Pero eso no qUIete
decir que «la metafísica de Aristóteles sea esttictamente compamble
crit., de otro modo que en la forma muy general del libro A. esa a otros sistemas filosóficos de la Academiu 111, pues lo sorprenden-
relación de causalidad entre Dios y el mundo, se ve obligado a admi- te, precisamente, es que Aristótdes adopte una actitu~ crl~ca por
tir que hemos perdido l. parte de la Meta/frica de Arist6tdes donde respecto a dichos sis~. Merlan parece razonar W: SI Aristóteles
dchIa tratarse de ella m. En cuanto. Meran, ve en el aristotellimo refuta. tan lispera Y minuciosamente 105 «sistemas de: derivaciómo de
un Ableitungrrysttm -, pero. aeyendo sin duda que d alemán es sus antiguos compañeros de Academia, es porque tiene uno ~
aquí mis claro que el inglés, se .bstiene de dar un nombre más pre- que proponer; igualmente. si Aristóteles reprocha con vebemenc:i.
ciso I esa Abkitung. Deducci6n, derivación. emanaci6n: bay vaci-
Iaci6n entre esos t&minos, sin que ninguno pareza. satisfacer a Mer-
Jan, que los emplea alternativamente. En realidad, Merlan piensa
:n~nd~~~~capo~: ~~en:us~~~~a'= ;:b~A;
t6tdes rechazarla las soluciones de Platón y los académiCOS, pero
sobre: todo en el neoplatonismo, del que Aristóteles seria, según él, conservarla su problemática. En realidad, nada hay menos seguro
un precursor, al mismo tiempo que los otros fil6sofos de la Acade- que eso pues también podría negar la legitimidad del proyecto que
mia. Pero debe Dotarse que las indicaciones m,{s ptecius que su consiste' en «engendtan el mundo, el «deducir.. lo que es. Incluso
libro propomona sobre los orfgenes del emanatismo neoplatooico
afectan menos al propio Aristóteles que I los latOS en que éste
si no nega a eso, es preciso respetar en sus crlticas el canlcter «~.
nente.. que es sin duda el suyo·, y que prohíbe extrapolar. partir
o:pont: las teorías de ]eD6crates, y sobre todo de Espeusipo JIf. Po.
~ellasm:t:e ~ue~alpl:: P~inf~~t~~:~~~~
:""hoy~~mu~{~~~dcdc::.es~=~ ripios, o que DO nevan • cabo su pros;rama. El rep~ dirigido
contra las Ideas de no explicar, por eJemplo, d movumetlto, no
detalle- (AmI6J~J. p. 228). Panl U. mua del plunlismo de &pamPJ,
cfr. Z.
2. 1028 b 21·24; N, 3, 1090 b 19; ~ p.rt.•,,¡mtll., I1I.. 4. 66'.b 14; prueba que Aristóteles tenga esa ambición, sino que. Platón sí la te-
T:EoP~o, M~l., 1, 4, " 13-16. El verso de HOtna'O que eteln •.,"unfal- nía al instituir las Ideas; más aún, que ésa es la ÚnJca ratón de ~r
mente,. el libro A (JAEGEIl, A'ist6ttltl, p. 236) '" expres~te dlrWd? con_ de las Ideas y que, si no justifican su existencia mediante su utili-
tu .E!peuslpo, y no, como pretende J"ega", contri 11 doct~ PlatónlCll. de
dad, podemos pasarnos sin ellas. Nada es más característico, a este
~~~~~eri:~~J;~=~pbe:ooC:Wom:,Asins: respecto, que la critica que Aristóteles dirige ee;mtra la fuDciÓll ~.
teDdemot por aoel pJ.tnniuno de b d:i.&gos)de1lDOlW'C:1 cuyo poderos niuva de la Idea. Las Ideas -como muestra stguicndo el P_in,-
univornal poi" ser uarmdellle {cfr. b ver.- de EsQuILO, ~ Ñ/~ "?"lfiI der- no penoiten cooocer el mundo; eso no significa que Ariste>
r~b.u, 2·3, cillldol m d E..nJnTIO, 291 eJ, y OIlelUO lXmemano, al ~
del apfndo IDterictl. Ad pues, e.tamoI lllalOI lCIUfOI que W. J-aa de U. teles vaya a sustituir las Ideas plat6cicas por otra ooncepción de lo

=elelA~;:~me;¡~t:a ~r:~~e:~~
ori&inalid.tdcu.~inu,p:Ddd_(p.234),YtllfDpclCl)dc
11 KJea que
apftU: la de ti .domin.a6rl uniYenal cid ospúiw.. (p. 236).
Aunquemotros{&tninolIycooQU'lll:metifottIs,dPbloodr:bdillogol; como condición de posibilidad de la ciencia, y as! la teoria misma se
asignabl el mismo papel 1 su Idea del Bi.m. y¡. Jaqer
~, Jl!Ir otra
destruye. Si lo intdi¡;rible aristot~ico (que no debe confundirse ron
parte.e1~erplltoni%antedel.u~teol6¡;tCUdellibroA
d universal) era aquello por lo que es conocido lo sensible, el Dios
(p. ~., ~J' Doctrine 01 Being..., pp. 289·298. de Aristóteles conocerla el mundo al conocer lo inteligible. Pero ya
: go~:';.,t~o~;~tb"i~,;; r·2,1~~68¡. 21.27 (ncuiYlmente, hemos visto que no hay nada de eso.
Es preferible, pues, dejarle a Espeusipo su teorla de la deriva-
Espeusipo y Jm6crItell. Merlut insisle COSI rmSo en d verbo hnnl_" eo
1028 b 24); N, 3, 1090 b 19 (doo&: Ar. reptVct. • &paq:ipo DO poder PlOJ-
UUaXDo lo loeIlSible depende de ti esfera pm::edeore del serl; N, 3, 1090.
32·3' (Wloco repcocbe dirip:Io CIIXlln lo. pitl&6ria-); ~ CMo, I1I, 1,
)00" 11.

J68 .16.
ci6n que: conducirla al absunio de que: el principio, fuente de todo de las estaciooes, de: la sucesión de la gcneraciÓll y de: la muerte.
ser, debe ser él mismo [»ser BO, viniendo uf el ser del no.ser. Pan y lo que Aristóteles DO explica al hablar de la causalidad de la pri.
Arist6tdes, en efecto, no se puede engendrar el ser en su totalidad, men. causa sobre la segunda es la necesidad de aquel rodeo. Esta
pues ¿a partir de ~ se le engendrarla, salvo del I»ser? Sólo hay obsefv.o.ÓI1, que voIvttem06 a hacer, DOS permite comprender una
generación intramundana, romo lo prueban los diferentes usos, ana- situación que: sólo es paradójica en apariencia: Aristóteles aplica
lizados por Arinóte\es en d libro .6., de la prcposici6n b~. La [» la uniformidad, no explica la diversidad; e:xpli0l la eternidad, y DO
ci60 misma de prindpio (dpri¡), que se refiere a analogías cósmicas el movimitnto; explica la repetición infinita de lo ttemO••1lO expli-
(el comienzo) o humanas (el gobierno), parece no tener mis uso que ca por qué lo eterno necesita repetirse en el tiempo para S lo que
d inmanente m . En cuanto a la noci60 de tllll!Il, se refiere de un es fuen del tiempo; expliOl lo que hay de: divino en el mundo con·
modo aún mis claro al fenómeno fundamental del movimiento, no siderado en su totalidad, pero no explica por qué hay un mundo. El
siendo nunca 10 que Aristóteles llama causa del movimiento más error de: Espeusipo estaba en querer sacar lo m.h de lo menos, lo
que la causa de tal y cual movimiento, y no la causa del movimiento perfecto de 10 imperfecto, el Bien de lo Uno indetenninado, el acto
en general. En un texto del libro A que ya hemos examinado m, se de la potencia. Pero convertir a Dios en un mundo en gestación sigo
interroga Aristóteles, ciertamente, sobre la causa de la diversidad en nificaba volver a la Noche primitiva de los teólogos, e invertir los
el mundo 2M, es decir, de la generación y la corrnpci6n. Esta CAusa términos del problema: entre Dios y el mundo, la relación no es de
--dice- no puede ser la misma que la de la constancia 2115 o la uni· lo menos a lo más, sino de 10 más a lo menos, no de la potencia al
formidad:l5ll. ¿Habri que admitir, entonces, dos causas, una del or-
den y Otrll del desorden? Pero Aristóteles se cierra esta solución al ~sino~:O~I~~:~~:~~~~:~Je:nJ:
criticar el dualismo de los principios (pues los contrarios tienen una tructiw». La relarión de Dios al mundo no es, por tanto, una rela·
materi.l común, que sería anterior a cada uno de dIos). As! pues, es ción de creación o de: emanación, sino de: dc:gndaci6n. Fl Dios de
preciso que las dos Olusas, la del orden y la del desorden, no se.n Aristóteles DO es todav!a el cmis allá del sen de los neoplot:6nicos:

~~;~~de~~~~í.~::=o::'~
es simplemente ser. Fl mundo es quien, por relación a B, es un ser
menor. La difercocia entre Dios, que es, y el mundo, que: ti~ •
causa de la causa dd desorden . Los comentaristas han querido ser, es del orden del DO-fet"; ahora bien, el [»ser no se deduce. La
dar una significaciÓD <UlDOi6gka. a esta tesis: la primera causa -di. degradacióo se hace constar; puede remontarse, como veremos; pero
cen- es la esfera de I.a.s estrdlas Bjas o Primer Cielo; pero seria DO se expliC!o
mis exacto decir que: Jo es el Primer Motor, en cuanto que mueve el Ast se comprenden mejor los obstáculos que Arist6teles encuen·
Primer Cielo, cuyo movimiento es la causa de la sucesión regular de tra y los aprietos en que se pone cuando, por la fuena de la tradi-
ción, aplica a su Dios t.raseendente el vocabulario platónico del prin.
:~:sn?~l~s;e=d ~ ~i~~~~ala ~:Jde~~:~~d d~ cipio. El principio, como vimos, se entiende en tres sentidos: princi·

b:~~~:fá~~~~~:~u:CJ\)¡~d~X~~~~:~c:;~~':~
las estaciones y, a trav~s de ésta, de la generación y la corrupción.
Comprendemos entonces por qué la segunda causa continúa siendo
causada por la primera, pues hay una uniformidad en la diversidad en el primer sentido ni en el tercero, puesto que no crea el mundo
--que se maniHesta en la sucesión reguLu: de los años.- y esta uni· y que, al no rooocerlo, DO puede ser aquello a partir de 10 ctUll el
fonnidad. depende de la primera eausa, es decir, del Primer Motor. mundo es coaocido. Pero ¿es verdaderamente principio del movi·
Pero sólo depende de d1.I por medio de un rodeo: el de: la diversidad miento? Por cprincipio del movimiento», Aristóteles entiende ("011$0-
tllntemente la causa c:ficiente -. Ahora bien, su Dios no mueve el '
:!'lO aro N,', 1092. ¡¡-U, y d commtar1o de MIGUI!LII6 Enso (h-ALa- mundo al modo de una causa eficiente: no mueve por OOIltICtO, me-
J.t.HIll.o).824,18. etnicamc:nte, a la manera del Dell! e:c mllthi1Ul de los esc:eo6grafe-
31 1..24. de la tragedia ~. Se diri que mueve como objeto de amor, COIIIO cau·
$ CIr. 101 rjempb d.cb al A, 1. sa final. Ese es, sin disputa, el deseubritniento genial de Aristóteles,
m CIr.§2.p.)O,n.1S,. cuyo ~rito se atribuye coo justO drnlo en d libro A de la Metll/i-
lM A,6, 1072 .17.
2115 1072.9.
a 10721117. :111' ar.t., 1, 1012b)4.)1.
2'R Resumimol aqul 1072 • 11-16. 39A,4,98:S1117(doDdeAr.cririallat'OllCqlCi6ode~).

370 37l
DOS, pero será DettSlI.riamente deficiente en el conjunto. La N.tura-
stc~ p~ invcar el .~ o el fin es, como hemos visto. todo lo
~trano de ~ ~licaa6n; por haber crddo que si lo UI la invo- 1eu o Dios no hacen nada en vano, dice • menudo Aristóteles; pero
cación de la lin.tlidad, los .UIOres agustinianos de la Edad MaIia a veces tlI.mbién corrige esta fórmula optimiJta haciendo constar que
ll: pl.OIearán a Aris~tdes cuestiones cuyo arietu absurdo testifIl()- la naturaleza no puede todo lo que quiere Jill. Podria escribirse lodo
un capítulo acerca de los fracasos de la nauualez., es decir --6i
ma menos contra Anst6tdes que COtltta la interpretación que daban
de él: ¿por qué -preguntaba Guillermo de Auvergne- el amor de damos a la palabra 1'0:11<; el sentido teológico que desde luego parece
la primera esfera se traduce. en los seres del mundo sublunar por tener cuando Aristóteles habla de la Naturaleza en general- sobre
un c~érti.go.. de rotación? ¿Por qué el mundo, semejante al' llSDO los «fracasan. de Dios. Pero estos fracasos son, en ciuto sentido, ne·
que gIra mcansablemente en tomo al pozo, gira ctenw:ncllte alrede- cesarios; pues si no son necesarios por relación a Dios, 10 son por
dor del amado, en lugar de precipitane hacia él? D. Estas cuestiones relación al mundo; como Aristóleles dice en una fórmula de cuy.
se le plante:aban. en ef~•• una interpretsci6n meam.icista Y causal paradoja parece haberse dado perfecta cuenta, son cnece:sarios por
del ~ma..aueJlro de Aristótelcs. Pero su pemanUmto no en. ése. Si accidento -. En decto. el Kcidente es DeCeUrio desde el punto de
~ 1QS~ .~ Dios como en un principio, el mundo será por vista del conjunto, pues si no hubiera accidentes en el mundo. el
siempre IJDpttv1S1hlc. Al contrario, si partimos del mundo dawhri- muado DO sería lo que es. La contingeDcia
es esencial al mundo:
remos lo div~ como finalidad oculta de los fenómenos ~blunares. entra en su constitución y, por c:llo, en su definición. Lo5 estoicos
El ser no exp1i~ el ~r menor, como tampoco el ser del amado e:tpli- serán coherentes consigo
mismos cuando, rechazando la contingen-
C? el deseo que. l~splra, pues el deseo pertenece al orden de la caren- cia, hagan del mundo un Dios. Para Arislóteles, al contrario, la con·
CIa, de la negatiVIdad; pero el menor ser tiende hacia el ser como el tingencia del mundo revela su separación respecto a Dios. y la Un-
potencia de Dios es, patll.d6jicamente. la garantía de su separación
=jati~=.h= :=7p~~;¡:~~ ~osse~: respecto al mundo. Aristóteles no ha escogido, como I veces se ha
a~temerlte desordenlldos que provoca. El Dios ttueeDdente de crddo. la inteligibilidad contra la sepatllción, sino la separación con·

=.
Arist6tele¡ mueve como ideal de un movimiento que no tanto tiende tn la inteligibilidad. lo que ha podido inducir l! uror • muchoa
a ir hacia 8 (pues e¡ inaccesible) como a imitarlo COD los medios intbpI'etc:s es que esa selección no fue nUl':lel danmente formulada.
d~ ~ dis~ne. El Dios de AriSlóteles no crea; deja ser. No ha po.
dido uupedir que el mundo sea; tampoco puede impedir que el mun- ni si~~e: =:con~~ttj~ ~~= ddPf:::
Tapero :eso
; do, .que es un ~nor ser, tienda hacia 8, que es ser. Aristóteles no es tanto el de la explicación o la «derivación....
I ~ustltuye la causalidad de la Idea, que rechaza, por una causalidad como el de lo inteligible mismo. La paradoja de la finalidad es que i
1 id~al, con el nombre de causalidad final, que tiene por fundÓfl ex-
plicar no t~t~.lo que las cosas son como lo que deberlao ser. El fin Jill Poi.• 1, 6, 12:1.5 b 2-); 'H a¡ fÓ""~ ~).a_ p.ly u¡¡n 1:... ñ>, nu.m~
es, por de,f~~ó~. ~te a aquello cuyo fin es (si no fuera "'''to!~!"","=.
IW. seria mutil 1f hacia él); petO, si bieo. hay fines parcia.le¡ que :m Gftf. • "iltI•., IV, 3, 767 b U: eL! _tn.JClSidMI DO es neoesaria por
~ ser ak::uwll:ioc y en los que se suprune el proceso que tien- rd.:i6P a la (:1.... que so: da ca vim do: WI fin (= la cauulidad final cons.i-
&:r.dade:tdeel pwnodo: risudel sujero), ni Pt"" rdadóa lla e-usalidad del
de hacia c:llos. (uf. la ~erra se suprime con la PU, que es su fin. fin, lIiDo que '" necesaria por acridcnto-. Sobre el doble ICDtido dc:d ... l.......
como el trabajO ~ ~pnme en el ocio), el fin absolutamenle t:rasceD- que deaign;I UllIS va:cs el sujeto Pl'fa quia> e. el fin, 7 oua: _ d fin
dente que es lo divmo no puede ter sino el tbmino de una aproxi- mismo, cfr. A, 7, 1072 ¡, 1 ..
mación infinitl!. Pu.es si fuen. alcanzado. no habrla ya movimiento .. En el lúnil~, podrú. .p1icafx al lriltotefumo lo que Merlm dic'e del
platonismo, • saber, <pie ese' incluida en él 11 .poIibilidad. do: un sistmlll
y el ~undo sed~ DIOS.. ~ ,?ovimi.eIIto es infinito porque el jorismós
es radical, o mejor, la mflDltud mIsma del movimiento traducc la ta- r::I~til~t~:J~:~t:J~~'f6~:l~)de d¡.=ics~ex~::~~ cN:
di~idad del forismós (y por eso, de otra parte, el movimiento del un listcma enwtllutl. Pero OOIOtro. DOI OpoDClDOI I ese mEtodo de historil
T.!mv~ ~ circular y no teetilineo, pues no hay movimiento recri- de la fiklsoHI
comiltente CIl
fijll'lC 16!0 en las /X>JibiJid'¿tI de
sin prquntane pot quo!: euI poaibilKlades DO le han realizado. Arist6telea
UOl filosofía,
líoeo mfmlto). quiúi fMIso construir un Sislem. en que el rm.ando se dedujera de Dios _
~:eendto~:aJ;1:ool ade~~l:::m=
tener
la~deIpriocipio.Peroloc.eocial"'quellOhizotalsisteml..
No'OUenunafibofiamsque_~Qigocntla~

.. Omdo por A. Bu/llOKD, Lt ¿;m,.m~ mstotB"", p. 198, n. 1.


~6¿: .:::""~ ~~:..::. me-., para 'OU 1&0 en
J72 373
...
tiende a ¡uprimir b separación entre el fin y aquello cuyo fin es. una prcxesioo el icbl de una búsqueda y no el fundamento de una
entre la perfec:ción y lo imperfecto, que es sin embargo la coodirión deducción. Es' una trivialidad decir (pero acaso hay que. darle todo
de su ejercicio; si queremos entender que no se destruya al consu· su sentido, y extraer todas sus consecuencias). que en Ans~óteles no
, marse, hay que admitir que esa consumación nunca es total, que con· hay relación descendente de Dios al mundo. SillO un~ relaC1~ ~~en.\
lleva una parte irremediable de «impotencia.. Aristóteles describe dente del mundo a Dios, una relación que no ~ ro ~ ~nO?Plo a
consecueocill, ni de modelo • copia, sino más bien de Iml/anÓn. de
'=~~~~=i ~~enim~t=:jo=ri~~
del mundo tal oomo lo conocemos. y quWI de todo mundo conc:ebi·
aspiración a un ideal entreVisto.

ble. Ciertamente. los fracasos de la nalUnJeza se manifiestan primero


en los monstruos]M, y podrlamos concebir un mundo sin monstruos.
Pero ya se concebirla más difícilmente el mundo sin hembras, que
sin embargo sena m~s perfecto, si es cierto que las hembras son sólo
machos impotentes lIIS, seres vivos incapaces de realizar plenamente
su forma. porque la materia no ha sido en dlos suficientemente

~~~~;a:~~~~cc:u:~V~rur:de;=
se! Un mundo sin (hlc:aso seria un mundo en que el hombre••el mú
namral de todos los ulimales»'~, estaría solo consigo mismo, pues
la naturaleu habría podido prescindir de esos esbozos, y cabortos»',
y .e:nanou. que son los demú animales, en su conformidad c-ada
ve;¡; menos imperfecta con las intenciones de la naturalc:za D. Un
mundo sin frllCllSOS será un mundo donde: d ser seria todo lo que
puede ser, donde no habria materia, ni potencia, ni movimiento, ni
multiplicidad; semejante mundo se identificarla ron su principio:
lleta puro, inmaterial, inmóvil y único como él, seria. a fin de cuen·
liS, inclhcemible de él. Los neoplatónicos. partiendo de que el prin·
cipio de todo 10 que es debe ser distinto de lo que es, inferirán que
el principio está miJ allá del ser y, por tanto. que es flO«t'. Arist6.
teles, por el connario. pane del. beeho de que el principio es ser para
coocluir que lo que de 8 deriva. o mejor. lo que hacia 8 tiende. con-
lleva una ~ne de no-ser; .la naturalexa tiende siempre hacia lo me·
jor, y es mejor ser que no-ser...• pero el ser no puede pertenecer a
todas las cosas, JX>l'que están demasiado alejadas de su principio»'-.
Es propio del principio no realizarse nunca enteramente en aquello
cuyo principio es. y por eso Aristóteles lo considera COIDO el término
nunca alaunado de una uce:nsión, y DO romo d punto de ptU1ida de

JlO Gn. -n.... IV. J. 767 b n; 4, no b 9 a.


XIS 9i¡lu ¡;; ~.ao..mT (Gm. Min.. IV. 1, 7lR " U; m. " 768 " ,;
n, '. 7)7" 27).
• Ni¡.~buwja'l\U~O<; (lbiJ.• IV, l. 7lR" Ul. Ch. IV,
4,770 b 9 SI.
:JlI1 Dt i"USSU. <lnim41ium, 4, 706 <1 18: 706 b 10.
D PDI. <lni",••, IV. 10,686 b 2·20: Hisl. <lninr41., V, 1."9" '; VIII,
1.188 <1 JI; lk i,IUSS/l tf1li/flMillltl, lJ, 710 b 9 ....
• Gno., ton1Ip.• tI, 10. JJ6 b 28.

374 m
coherentes y mejor compuestos de la Mttafisic4, quedaba rota, al cada momento del movimiento es en potencia el moment? siguiente,
menos en tres ocasiones, por 11 intnJsi6n de oonsideraciones leoll> y es en acto lo que el momento p~ente era en poten~lll.. El ar~.
gieas que, a primera visla, par«en serie ajenas. Tal es el caso, en mento que viene a continuación (los seres p~e?en c~m?l~r de cano-
dad y conservar la misma forma, que es el UnlCO pnncJplO ~ !"?DO-
r:=;~~~ ~5~~ ~Ari&t~~::yd¡::sX cimiento) JM, confirma que Aristótt;Ies quiere fundar la posibilidad
res dd principio de contradicción. La consideración de las cosas sen- de un conocimiento verdadero preosamente en el plano del mundo
libles, es decir, de tu cosu en movimiento, es 11 que ha llevado a sensibk. Por ello, el asombro es mayor cuando vemos in~ ~
todos ellos a afinnar 11 existencia simultÁnea de los conlfarios: al despuó, como si se tratase de un argumento sup~nwlo, la ~s­
aparecer sucesivamenre los oonlfarios en d devenir de la 0051, Y al tencia de una naturaleza inm6vil ignol:ll.da por los filósofos movills·
no poder el ser -por otra parle- provenir de la nada, han admitido tas; ..Podemos dirigir otra critica contra aquellos que prof~an esta
que los contrarios preerisdan en todas las cosas. Arist6tdes propone opini6n, la verdad de las conmadicciones: a s:a~, que Ut1enden al
entonces la solución de esta aporía: en virtud del ~todo que más universo entero (upt &¡au '1;"
oilpi-l ohserv8CIOnes que sólo se
arriba hemos analizado, se trata de distinguir aquf entre dos sentidos refieren I tu cosas sensibles, e incluso a un pequeño n~ ~
del ser, el ser en acto 1 el ser en potencia, lo que nos autorizará • ellas. En efecto, la regi60 de lo sensible que nos rodea es la UID~
decir que los contrarios <:clUisten en potencia (y ello permite expli. sujeta a corrupci6n y Fetaci6n, pero ni siquiera es, por as! decrr,
car d movimiento) pero que DO pueden coexistir en acto (, ello una parte del mundo J 7, de manera que hubiera sido más justO ab-
pennite salvar el principio de oonlfadlcción). Y entonces Arist6teles solver el mundo sensible en favor del mundo cdeste, que condenar
añade, de manera inesperada: ..Pediremos además a estos ffi6solc.
que admitan también entre los seres alguna otra esencia a la que 00
el mundo celeste a causa del mundo sensible. JIlI• Una vez más, tws-
tótdes parece acumular aquí, coortfuándolos torpemente mediAnte

~::-cJ~:d~: a~rnco~:e1: ~r~v~


pertc:netta en modo alguno ni el movimiento ni la COttupción ni la
generación.. JU. Asf, cuando la aporía parecía completamente resuel-
la, en el plano mismo de lo sensible, mediante una distinción entre ras extraen de un an'wis insuficiente de los fenómenos sensibles,
$entidos del ser, Arist6teles parece «completar.. esa respuesta me- parece dar estado legal a dicho anális.is, reproclu1ndole~ sólo exten-
diante la invocaci6n de la existencia de lo suprasensible, que parece der al universo entero una consecuenaa que sólo es vnida para una
:u~~~:U~~CU:=S°ibb~,r;~uedede~u~~ de s;::..~ aún las últimas lIneas del libro r. Tras haber
lOO

=~C:~,~~~ :mlosb~n:: f~;:~~':u~


h. mostrado qué re1aci60. guarda lo suprase:nsible, cuya emtencia
sc pide admitir, con lo sensible, que $e ttata de explicar.
Un poco mlis adelante, Arist6teles parece volver a la misma idea, misma brevedad no les permite añadir un complemento deeJ.slYo a
cuando, al buscar de nuevo la raron del cextravfo.. en el que han la lar81l. y sutil argumentaci6n.que ocupa la. mayor parte del Ilbro.

~q~téC:~=~1hb~~'~~:=
cardo los filósofos ya mencionados, la sitúa en el hedlo de .. haber
aefdo que los seres eran sólo los seres sensibles.. lit. Pero Aristóte·
les no h.c:e ningún uso de la existencia de seres suprasensib1es, im- esd: en Pero entonCeS la eonsecuc:ocia será que unas propo-
repo5O?
pUcitamente mnnada.. Pues donde va a buscar y hallar la solución siciones serin ete:mamente verdaderas, y otras etemarnc:nte ~alsas,
de las dificultades suscitadas por el movimiento es, de nuevo, en el lo que viene contradicho por la existencia de verdaderas contl~(;~­
b~b~ d~~mi~:bl:.is~~:i~~:b\td ~r:,.,¡:i::~en:rx: tes y por la contingencia misma de quien articula uno. propoSICIón
~adera. (Deberá decirse, entonces, que t~ las cosas están. ya
cierta pennanencia de lo que cambia; ..lo que deja de ser conserva en reposo, ya en movimiento, y que 00 hay mnguna que e:s~ eterna-
aún algo de aquello que ha dejado de ~, y lo que nace supone que mente en reposo? Pero Aristóteles rechaza esta consecuenCIa: ..Pues
algo de ello era antes.. JU. Volvemos a encontrar aquf, aunque de
forma impIkita, la distinciÓ!l entre ser en acto y ser en potencia:
r,', 1009 a 36 ss. ~~ lO¡~~ jueg. aquí con lo. ~Iidos d~ 1. ~.bl" o~~ (De
Jll 1009 a 22. Codo, 1, 9, 278 b 9-22); Ulliveno en sen.udo amplio, y Cielo. en senudo es-
Jl4 101011 1. aicto. Lo sen~b1e 0::5, d, uno. pute del 1lIll~. pero DO del ado.
JI5 10101118. m r,5, 101011 2j.,2.

}7. m
hay Ulllt cosa que mueve eternamente las cosas movidas, y este pd· mienlo, o todas esdn a veces en reposo y a veces en movimiento,
mer motor es inmóvil.. )". Con esta alusión a la existencia de un concluyendo al fm que las tres hipótesis son errooeas, pues junto
Primer Molor irunóYil concluye e! libro r. P. Merlan, cuya tesis, a cosas que están, ya en reposo, ya en movimiento, hay una que
como hemos visto, consistía en afinnar e! carácter exclusivamente esú eternamente en reposo, que es el Primer Motor Ull• Este cotejo
teológioo de la metafísica aristotélica, no disimula aquí su satisfac· permite precisar quizá el :¡entido de las adiciones de Aristóteles: no
ci6n: c¡Extraño final para una metaphysica genmJis! Estamos de &e trata de an.dir un argumento teológico a unos argumentos dia·
nuevo en plena teología,. Ull. De ahí concluye que el libro r. escan- lécticos (pues hemos visto que, lejos de reforzarse, se excluyen). sino

t~rlal~~:,:ol"s:U=bie\\ ~errm:~ a~~


de abrir a la dialéctica una perspectiva, un horizonte teológico, de!
que Aristóteles se conforma por el momento con indicar existen- la
alusión a
Sin embargo,
la
teorIa del Primer Motor, es teológioo de cabo a rabo.
la
realidad parece distinta. Lo que sorprende: ea :;,.ycJdYlib%U~~:J:aunamásca:e::~tóf::~ «:Z:
los pasajes teológicos del libro r no es sólo su caclcter alusivo, o o ya no admite, «separación.. absoluta entre los problemas dialb:ti·
quizj mejor prograrnltico, sino sobre todo su c:arkter de panes cos y los problemas teológicos; así como las aporlas sofisticas sobre
la
=. ::Ji~: r=a=:':r~~~ :::: d ;:or~co~~ ~ialn:
aiiadidu, mal empalmadas al cootexto, de intervenciones que pare-

iotefltado mostrar. el episodio mú fundamental y ejemplar JZZ • Este


el lenguaje no dejaban de tener relación con ruosoaa httaclftea
del moviJ:niento, igualmente la refutación de los negadores del prin-
cip)o de contradicción podía cncontras un imprevisto apoyo en esta
teologfa de lo inmutable. que Aristóteles había e.l.ahorado por otraS

~~:;:dte:~~ :a~d:J:rta~&:wm=
vW. Los lod t~ogid del libro r no son tanto vestigios de una
teoIÚ c:.duc:ad.a como endejas de una daboraci6n futura, según la
del libro faltaban en l1gunos de 105 manuscritos de 105 que se di&- cual la perspectiva hasta entonces voIunwi.arnente disyunta de la
ponIa en su tiempo. Según W. Jaeger, esta ausencia probaría la ID- teologfa podrfa volver a desempeñar, conforme a modalidades muy
tigüed.ad de este to:to: esru últimas lineas serían el vestigio de una distintas de las platónicas, ro tradicional función de unidad.
primera m:I.a:i60 de inspiraciÓfl teológica DI. que Arist6teles babrfa ¿Cuíl debía ser el sentido de esta elaboraciÓfl? Los textos del
suprimido en una revisión ulterior. pero que los editores babrlan libro r siguen siendo mudos en este punto. En dios, los puntOS de
enc:onu.do en sus DOW, y editado coo el coojunto del teno m. J:)e. vista ontológico y teológico e:stlin tan poco coordinados que, en el
br:mos coofesar que esta ezplicaci60 nos parece muy poco natural: mismo mome:nto en que Aristóteles parece ruiclarse de coomp1c:tar.
más bien que en un pasaje reintroclucido por cienos editores. es mis Jos.. uno por otro, siguen oponiéndose: puesto que aquí se trIlta de
verosímil pensar en un texto despreciado por otros Y que quizá ni la pos.ibilidad de un discurso verdadero, parece necesario escoger en-
figuraba en todas las versiones originales del curso de Aristótdes.
De modo geneml, los tJCS pasajes teoJ6gicos del hbro r dan mudx.J
la ==:d:~~ ~~~~laeni::u:~:
más impresión de adiciones --que, por Otra parte, pueden haber
sido hecbu por el propio Arislótel_ que de vestigios de una re-
nencia de lo que DO cambia. La primera CQDCl':PCÍoo hace inútil la
segunda; pero la xgunda hace inaplicable la primen.: pues si lo in-
dacci6n anterior, de las que cahrfa esperar que al menos guaniuen mutable es el único dominio en el que pueden enunciarse proposi.
continuidad lilera! con el COOlCXtO. Por último, DO se ha advenido
sufKientemente que las últimas lineas del hbro r DO son más que
una remisioo al libro VIIl de la Fisiea, doode Aristóteles se pregun-
~a~Y:e~~u~su;~b~:'t :roa:l&
10 sensible, lo cual Aristóteles DO puede aceptar en virtud de su
ta igualmente si toclas las cosas están en JqlOSO. o todas en movi.- critica al platonis.mo. Todo sucede como si Aristóteles, trIls haberse
JI' r, 8, 1012 b 30. Ifanada en mostrar. como Platón. que la teologla no podJa ser la
m Frf)fIf PÚIOflUM lO N~pUuOflism, p. 139. ciencia del principio de las cosas sensibles, se esfotzlse por reanudar
)JIJbid., p. 140. entre lo inmutable y lo corruptible el tenue brillo que su radical
m Cfr. 1.' patte,cap. II,§ 1. concepción de la separación habia roto definitivamente. En el mo-
:m }41,JO.
(Ari~;61~:,op~~t~'iZ"~r~~~
ca de l. IUlent¡cidld de esll ¡><Ute
J:::-io~ca~~~-8 ~;b::
dd libro K (dr. IlItrod., cap. I,pp. 4144).
:DI Or.,.obre todo, FIJ., VIII, 3, 2.54 ti 3}·b 6, donde, Il1.les de empren·
detl.ademll'llnlCi6nddPrimerMotor,AriStÓldes~l.aproblanitieade
m AriJI6ul~l, p. 221. todo el libro.

378 J79
mento en que la perspectiva de III teología pareda más lejana, y en
da inmediata en el discurso), el problema fundamental de la onto-
que el hombre, entregado a los únicos recursos de su discurso, pare-
cía terminar, por la sola fuem de la dial&tica, con los obstáculos logia. En cuanto a la solución que Aristóteles d.a aquí de ~te pro-
puestos en su camino por la consideración de las cosas sensibles, blema, sólo puede confirmar el car;iet~r. ontológICO ya sugendo por
los términos de la cuestión: los pnnClplOS son comunes en un sen·
Aristóteles nos recuerda, y se: recuerda primero a sí mismo, que
tido y, en otro, no lo soo; no son comunes en el sentido d~lla p;r.
lilmbié" (in) existe lo suptll5Cnsible, y que ahí está quizá, en últi-
tenencia a un mismo género, pero son COImmes por ~a1ogra . ~n~­
mo amilisis (un anmsis que deja, es cierto, patll más adelante), la tóte1es no se explica más adelante sobre esla solución, cuyo PtuX:!-
luz sin la cual el hombre no aclatllrfa jamás las aporfas, y algo uf
pío parecc considerar como ya conocido, pero sabe~, por la, ap~
como el motor secreto de su dialéctica,
Esta misma conjunción de los puntos de vista ontológico y meta-
físico se encuenm en el libro A de la M~tilJisicil. Si bien este libro
~t~~p~ttocc::es~ ~;:=esdeci~~,ó~u:1 ~I~ta
de afirmar ron dIa, una identidad no de lénnmos, smo de rel:loo-
conlleva, en su segunda perle, la única aposición de conjunto de la Des: en es;e caso, de relaciones entre los diferentes senti~ del 5Ct
tcoJogf.a aristotélica, $U primera parte está consagrada ---como ha o categorfu; asi, la materia o la causa efici~te de la cantidad, son a
s.ido obscrvadolD_ a la e1uOdaci60 de problfillaS que competen la cantidad como la materia o la causa efioente de la esenc:u SOD
dicecumente a la ontología: DO basta en efecto, con W. Jaeger, ver a la esencia 1M Volvemos a baI1ar aquí 10 que ya se DOS habla apa-
en los capítulos 1 a , una preparación .Hsjca. de la aposición recido como resultado fundamental de la ontología aristotélica: la
teológica de los capítulos 6 a 10. Se trata en ellos, sin duda, de las unidad del discurso sobre el ser es una unidad sólo analógica, es
esencias sens.ibles y, llLÚ en particular, de la.s esencias corrupables,

=
decir, una unidad de relación, que confin:ru¡ -mú que disi,pa- la
pero DO como punto de partida de una easceosión. que llevarla a
Aristóteles a la afirmación de un principio $Upraselwb.le, e inmóvil,
ambigüedad fundamental del ser. Desde este punto de vma, no;
puede decirse que la primera pane, eon~ológi~., del libro A, pte-,
del movimiento. Pues primero busca Aristóteles en el plaoo de lo pare la segunda parte, eteol6gica., del mamo libro, pues la seguDda
sensible los principios miunos de lo sensible; tru ~ la c\oc.
trina, desarrollada en la flsia, según la aa110s principios del ~ k"~ ~::mu: ~o;r~:oova~i~\
vimieDro son tres -materia, fama y privaci60--, Aristóteles se

=
distintos seres DI. r...
==
pregunta s.i estos principios SOtI diferentes o son los Dlismo$ para los
oontinuaci6n del tato muestra ron más pie-

q~;;=: a~d.ire=~~,~~DO r:.


=
btlSCllri Y la encontrará en la existencia de una reali~ad. s.uP~-

~.;o: ~~t;ó:: os:t :=~: =~~ :ni;


sal por ser primno. Lejos de completane, ambas partes, onlológica
y teológica, del libro A, aportan dos respuestas enfrentadas a uu
1

tegarlas diferentes m; dicho de atto modo, si unos principios oh- mismo problema, el de la unidad. Respuestas enfrentadas, porque
tenidos mediante el anális.is de los fenómenos propios de una rq:ión la primera parece hacer inútil la segunda Y la ~ parec:c hacer ,
del ser pueden aplicuse, de manera univoca, al ser en $U totalidad. inaplicable la primera, exactamente como~ en el, libn:' r, La dlgre:sJ6n
Recol'llX'emos aquí un problema que, pra:isamente porque no uala teológica pareda destruir la argumeotaot'in dialéctica que, por su ,
de un género det:ermÍJUldo, sino que se interroga acerca de lo que parte. hacía superflua. La primera. . .
es colmln a muchos géneros, e incluso a todos, no puede: ser un Esla falta de coordiJUlción entre los p.mtos de VIsta onlológico
problema atinente a una ciencia panicular -la física-, sino a la
ciencia del ser en cuanto ser. Mú aún: se: habnl: visto en esta inte-
rrogación acerca de la urUdad del ser o, mejor dicho, del discurso 5()0
~I~ e:¡:: :k~=~; l:fu::~ :'n~t~~Ii~~~~
tanto los dOl puntos de vista no están reunidos l!ICIuí ro~ conse·
bre el ser (puestO que 10 que está más allá de todo género DO puede cuencia de una compilación desordenada, según habfa cn:,do~
suministrar prueba frs.ica alguna de $U realidad, y sólo tiene existen- nia m. De hecho, Aristóteles se ha preocupado, en la artICUlación
de sus dos partes, por señalar la unidad del libro: tras haber anun·
)l7 Ci[, O, COll'OST.4., .Studi aristotdici: il tema &:l libro XII &:lb
'·'''''''·''lO" ••. ",Z7."

L
McWisica», en S,pi~1tu. X, 1917, pp. 71-90.
m ;11 NIC,l,4 l096b 28 Cfr 1· pane,Clp 11, § 3, p 19111
: ~'11,7l~7~t. 31. .ni AMI poJt, 1 10,761138,I1,n,2(,.31
]JII 4,107011 ),5.
:: <¡¡;t,t,' ff, l~ln 30
380
381
,s, ,s,
' . (K -4 :;>lu:lUJII'!»dA 't § '''tQH sJUl 'ID M "K '1 OLOr 'p'y rK
"pnJ¡UlO;lOOOOOOO~ 'rJIOfOlOO"J;O¡>plllOlW
DOS so!dpupd SO"}- :SO!dpu!Jd SO{ ~ pwp~n 81 ~ 09!J~ ~ .. -.putlJ~I'jQ'~~"'~P"J>!UIIUlD.)"I~"J'~~-':

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'SI 'PI " ILOI S1l::IUJI 58' uoo ::ISBJJ 1I!R 'IS!JtO ~ omoo 'J1I~OO ~<\J!¡
~~pe~~~~~bR~:;p~~~=:u~ ap.u;a "u9PBIodrnuy 1IUII"p op;¡du P opol ~ '11' U9pun!UOJ
~ PWP!UClll'[ ~ P ~ opplKpp lroD¡qo.¡d P ~ ~(O ..ob Á~ 0N dlIA 'r Jod 'Ppnponuy '11!![9W! ::InJJ 1I!S::I 'SJW 22<\ lun "Il( csop
'U9~ mn ~Rp! 11{ ~ I' ~ns ~ '~&A m: ~ ~~ , vwnw SOf :x¡b or 'SaJ::IS SOf sopo1 ~ ~d o¡ OWQ;) 'Á~
RRd 11 'l:l.l lJ'[tDf1Jed 8'( :OO!U!I P m ;oand ou 0fI!1(g5 ~ ODd (1Jl~~ ~) 1lO!d?U!Jd S01S::1 ~ ::Iu-.d1l '~V» :~4npuoo SOIPl9!
"D.JO¡dg ~ ou ourolnt{ 0Slf0S!P P ~b odWI::I ~V '",l~p!p nmD Á f1IlWoJ 1ImD sowrn!U!u!p 'Rf1I?H!1J' Al::IS
un Ou;l!q& 'IJI1I!;,p ..nb . ~ -.un ~ OP!11QS P .~ '<JwIl P opu so¡: UOO ~ omoo 'J'i OH8ID tQ ~1""!4000 "" ~nb ----ll9pll4¡.Jd
~~=~~r¡~~~~~~~; ~:~~~ ?d=~;:PJIlO~p::.p~ ~~
-n'D 8'( ~ 10!~ souvwnq S!sfWUll SOl ~~d pp (O!89J~ OIl(gW ~1 SOIUO~WJjf8 "'P U9!:xfl'W! 11[ Jod SólUO!u:lO 58!J1IA W 'P!dmIW
Á 'opun8~ PP oo!89rO:>l OIIU;»UJel»l!f'O'! m~ p II!turg
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II1 ....L
idénticos o guardan entre s.i una rdación de lUlalogIa, primero en d principio; en este sentido, lejos de completarse las das soluciones
que Aristótdes sugiere al final del capitulo :S, se excluyen, pues
dn~~¡d~d~u~un:al~s.ri~u~md~ fa~v:S:cia~~uc;dr:n:; ~~~ la primera hace inútil la segunda, o, mejor dicho. sólo es necesaria
como las causas de todas las cosas, porque todo queda suprimido si por la ausencia de la segunda; si las causas de las esencias fuesen
c1Ias se suprimen.:MI. A la unidad horizontal que la clabor:aci6n dia- vndadc:ramc::ote las causas de los otros seres. podríamos ahorramos
léctica de los principios romunc:s se esfuerza indefinidamente por laanaJogtaJfll.
instituir, Aristótcleli le yuxu.ponc una unidad vertical, jcrirquica, En d mi5mo momento en que reconc:x:ernos, junto con la mayor
que alcanza la universalidad. a través de la primada. Aristóleles
r:~~ :(l:~::;,~rWYJ~~~r~,i:~:~~i~ ~;~~~;~~~
anunciaba ya esta segunda solución al comienzo del libro A, cuando
consideraba la hipótesis de que el mu.ndo no fuese una totalidad uni-
forme, sino una serie, y observaba que, en ambos casos, la catcgor.fa
de la cscoci.a ocuparla el primer puelito HI. No ha hecho falta más
para que la mayoría de los intétpretcS, dcsrobricndo aquf temas
platónicos como lo hacían los comentaristas griegos, hayan creído
ver en estos textos la solución teológica del problema ontológico de

~a~idi:~~uae~~,~~ci:~~~~ :oc:. J~ri:f;i~e:n:C~á


la
==
teológica en el corazón mismo de la problemática OIltol6gica, impor.
ta notar qué insólita sigue siendo esa presencia, y cómo rompe la

S;~~~u: ~~b~~ ~:bbrlacr::IA,O::


a la vez que reintroducirnos la distinci6n: .. Los principios son 105
mismos o están en relación de analogía... porque lu causas de las
esencias son como ( w;) las causas de todas las cosas».Jl'/. Aristóte-
les no puc:dc haber querido decir que las causas de la esencia son las
todo lo dem4s; el ser en cuanto ser no es otra cosa que el ser pro- causas <k la relación o de: la cantidad, pues la teoría de la analogla
implica precisamc:nte que: esw causas son tan diferentes como 10
&.siame:: :=rl::,:~ elsuserpo~~=~ ~tm~rl~: son entre sí la esencia, la relación, la cantidad..• No puede haber
mera de la esencia; fuulmcnte, el ser es anal6gico por;que la esencia querido decir, entonces, más que esto: el discuf50 humano debe
es primera. Estas tesis son claras y sencillas; como permitÍan redu- proceder como si las causas de las esencias fuesen las causas de to-
cir a unidad al aristotelismo, es comprensible que hayan seducido a da., las cosas, como si el mundo fuese un todo bien ordenado y no
los comentaristas y que la exégesis aristotélica se haya satisfecho con una .serie rapsódica, como si todas las cosas pudiesen su reducidas
eUas durante siglos. Reducir el aristotelismo a estas tesis, sin embar· a las primeras de ellas, es decir, a lu esenciu, y a la primera de: las
go, era ignorar su originalidJ.d, y sacrificar su unidad oculta a una csc:ocil5, como a su Principio. Pero este como si, que los comentaris-
unidad superficial: pues, a fin de cuentlS, si Aristóteles no daba a tas han ignorado, introduce la distinción capital entre la realidad
la primada de la esencia otro sentido que el que daba Platón a la de una relación inteligible y el imposible ideal de un mundo que hu-
primada de la Idea -y, en particular, de la Idea de Bicn-, si la biera recobrado su unidad: ideal que, no obstante. lo es, y que debe
analogCa aristotélica DO significa cosa distinta de la participariÓD seguir siendo, en el seno mismo de la dispeni6n irremediable, el
platónica, DO se ve por qué Aristóteles tendrla que poner tanta principio regulador de la invc:stigaci60 y la acción humanas. Enton-
pasi60, ni gastar tallto tiempo y esfuenos, en la cítica del platonis- ces adquiere todo su sentido, en su atrcnada concisi.60, el final de
mo. Nuestros análisis anteriores nos han enseñado a desronfiu de la misma frase: ..Los principios son los mismos o están en una rc:la-
las simplificaciones; la esencia es la primera de las categorías, pero ci60 de analogía... porque adcmis el primero está en su rcalizaci60
Aristóteles no describe nunca esta primacia como relaci6n de prin. (hl "1:4 ~pñrto~ i~td"lXt~q.)",)q. El primero, es decir 10 divino, se nos
cipio a consecuencia; el comienzo del libro A no dice otra cosa: sea revela en d esplendor de su acabamiento: acto puro, si se quiere,
el mundo un todo o una serie, la esencia es la primen en ambos
casos, pero DO en el mismo sentido; no es lo mi5mo ser la esencia JfII Eitepuntohalidobj.,.,tubray.dodepu.dapcxRossc:nc:1breft
de una totalidad, en todas cuyu partes vuelve: a estar la escocia, que lDDc:Dt&rio que d8 de: 5te: pesaje: c:n 10 AriJ,ot~ (tr8d. fnucaa, p. 246): cAn.
su el primer término de: una serie donde cada tbmino es la degra- I6tc:1esd:Krwo quc,si abstrxmos b rsusa primen, lalCOMS quepc:r1-=
dación del anterior. Hc:mos visto también que la unidad analógica
era cosa muy distinta de la unidad de participación en un mismo
de~:;¡~~b'~~:¡e::1:- ~ a::;~¡%":
menudo, son tlll poco idbJticu que la úiliml IÓlo tiene Ielltido como IUI-
titutivo de: b pcirnaa.
JoW
lt5
A, ;¡:.10n.JJ.H.
A, 1, 1069.20. :: tbJ.: :~: : it36.
384
pero a condición de no concebir el aero a la manera del resultado
de las acciones humanas.l4!l, esplendor puro de la presencia, que se
revela al hombre en e! espectáculo indefinidamente renovado del
cielo estreUado. Es ese acabamiento entrevisto sin cesar, esa unidad
no conquistada, sino originaria, que gula al hombre en la noche, lo
«atrae» hacia él, como dice Aristóteles, obra de suerte que el impo-
r
i
donde' no habría necesidad de los equívocos auxilios de la dialéctica
para mantenerse en una unidad amenazada sin cesar por la disper-
sión: la patria del discurso sería la esfera del ser uno, del ser que
sólo tt;r.Jria un sentido porque se nos daria en la univocidad de su
~:en:ae!e~~~ t'::a~l:nde!di~:l~,sf~~d;:;t~e,JU~s~o ed~r~:
Presencia inmóvil. El discurso humano siempre está a punto de caer
sible ideal sobreviva siempre, en el corazón de! hombre, a sus inevi- en la contradicción, porque las cosas de que habla, las cosas sensi-
tables fracasos. ¿Quién no ve que nuestra palabra finalidad es im- bles, son lo que no eran, no son lo que eran. Por el contrario, el
potente para traducir esa re!aci6n? Nosotros tendemos hacia 10 ser divino, al !ler inmutable, no es más que 10 que es, pero también
acabado ('tll dM.(G~) porque se nos impone primero a nosotros en el es todo lo que puede ser: mientras que las cosas físicas nunca son
:~~~~o;n~~ s~o~~~;e=da:o~na ~a1~I~o~~o;e ~;~:: ::
verdaderamente idénticas a sí mismas, la identidad subsistente del
ser divino realiza inmediata y eminentemente la no-contradicción
Otros un fin. El sentido psicol6gico de la palabra fin, ausente por lo que el discurso humano experimenta como una dificil exigencia. Así
demás de la palabra griega dA.G<; m, es sólo una pálida oonsecuencia se comprende que los negadores del principio de contradicci6n ha-
-a la cual se ha vinculado fuertemente, no obstante, la tradici6n- yan sido los mismos que negaban la existencia de lo suprasensible
de lo que e! vocablo significa: la perfecci6n subsistente de aquello y que, a la inversa, sólo las certidumbres teológicas puedan mantenel
que estll acabado, en todas sus partes.y desde siempre. Para tflldu- y orientar el esfuerzo dialéctico de sus defensores.
cir la relaci6n del hombre oon esa perfecci6n, es decir, el hecho de Quizá de este modo se cápten mejor, por último, las relaciones
que sienta como un deber habitar en ella cuando sabe que está irre- entre el ser en cuanto ser y el ser divino. No podemos contentamos
mediablemente alejado de ella, preferimos, mejor que e! vocabulario con el esquema que era sugerido en su literalidad por el sincretismo ,
de la finalidad --cargado por la tradici6n de excesivos equívocos-, del comienzo de! libro E: e! ser en cuanto divino seria un aspecto .
el de la imitación, la '.";I-'-"1"IC" mediante el cual Arist6teles designa particular, aunque e! más eminente, del ser en cuanto ser. Pues i
con frecuencia esa relaci6n fundamental que no pertenece tanto al vemos que aquí eminencia y particularidad se excluyen: su misma '
orden del deseo como al de la llamada o vocaci6n, y al que ninguna eminencia sitúa al ser divino en un plano donde e! problema del
metáfora, ni aun psicol6gica, puede llegar a agotar. ser en cuanto ser, es decir, de! ser considerado a trav~s de la unidad
Esa relaci6n de imitaci6n va a permitimos entender las alusio- del discurso que hacemos sobre él, no se plantea, o ya no se plantea. ~"
nes teol6gicas del libro r. Inoportunas, si se las considera como W. Jaeger ha subrayado enérgicamente que la problemática aristo-
aportadoras de argumentos suplementarios a una investigaci6n pro- télica del ser en cuanto ser, a pesar de la universalidad de su proyec-
piamente ontológica, adquieren todo su sentido si vemos en ellas la to explicito, se referla de hecho tan sólo al ser de lo sensible. Com-
indicaci6n, discreta por no explicita en el pensamiento de Arist6re- prendemos ahora esa inesperada restricci6n del dominio de! ser en
les, de la perspectiva que orienta esa investigación. Sin duda, el cuanto ser; el ser divino, como hemos visto, es lo que es y sólo lo
principio de contradicci6n puede ser establecido mediante argumen- que es, o sea, un ser; no es esto y aquello; no conlleva partes, géne-
tos puramente dialécticos, como condici6n de posibilidad de un dis- ros; su nombre no tiene pluralidad de significaciones; por ello, ha-
curso unirurio, y la teologla no parece tener nada que ver con eUo. blar de ser en cuanto ser a prop6sito del ser divino, es decir, hablar
Pero la unidad de! discurso no se daría nunca por sí misma, más de él en cuanto que es sólo ser, resulta una repetici6n inútil, y en la
aún, nunca seria ",buscada"', si el discurso no fuera movido por el cual Arist6teles, efectivamente, no incurre. Por el contrario, el ser
ideal de una unidad subsistente. Hay como una patrio del discurso, sensible no es s6lo lo que es, o más bien no es en absoluto lo que es
que es la esfera en que e! discurso sería inmediatamente unitario, (pues aquí la abundancia del discurso no hace sino revelar una ca-
rencia de! ser); el ser en cuanto ser es esto y aquello; no constituye
10& Cfr. M. llimEG-GHlI;, ESSdlr ~t ca..fb~1IC~S, pp. 14-15. 5'. aro DO
un género en cuyo interior su significaci6n sea unívoca, sino que
Ob$tRnt~ nU~ltl'llll reservas fil el capftulo siguifilte, nota. 8}. «pertenece inmediatamente a una pluralidad de géneros.; en otras
'""'' .<;.
l5Il aro la disrinci6n estoka entre 'á).,o<; v donde el sentido de ob- palabras, posee una multiplicidad irreducible de significaciones; por
jetivo, proyecto, esto! reservado a este último t~rmino, designando m:ls bien ello, se plantea el problema de saber qué es ese ser, no en cuanto
ú/..o<; la estruCtUra de la aco:;i6n. aro V. GOLDSCH.u.IDT, Ú ",st~me sto'lrim cantidad, cualidad, relaci6n, etc. (eso lo sabemos de sobra), sino en
el l'idü de tempJ, p. 146.
387
386
:::~dided:s=~pctoe:¿, i:~~~:d~~~~~a~:~é~o:b: -~
~::·t:~~e~~d :I~:~~elq~:r~¡~:~=;q~:la:: %~~~ f
aristotélica, y, sobre todo, que será confirmada por el uso aristotélico
de la palabl:l1 (l1Iola: en toda la obra de Arist6teles: (I~o~a: es una de
y sex en cuanto ser coinciden; se plantea, al contrario, en e! plano esas rnrns palabras que Aristóteles emplea a la vez para hablar de
del ser sensible, porque lo sensible siempre se da bajo e! modo de las realidades sublunares y de la realidad divina, sin que narla indi-
{ la particularidad, y el ser en cuanto ser, exigido por la coherencia de que que eu comunidad de denominací6n sea sólo metafórica o
hri~ discurw, debe entonces buscarse más allá de dicha particu. analógica. Hemos visto la ambigüedad que se ocultaba en la aplica-
cación a lo divino de! vocabulario de la vida o e! trabajo humano, y
Comprendemos así la confusi6n tradicional, por 10 demás apoya- cómo con eso sólo se conseguían aproximaciones. Aquí, por el con-
da en el texto apócrifo del libro K, entre el ser en cuanto ser y e! trario, puede hablarse sin seserva alguna de 10 divino como una
~ divino. Ambos coinciden efectivamente en el plano del ser di. Esencia, mientras que podríamos preguntarnos, a la inversa, si los
vmo, pero esa coincidencia no nos enseña nada a propósito del mun. seres sensibles no son sólo esencias «en cierto modo. y por deriva-
~~~~~arp:;bbatd:°Ían~nrol~¡/Ñ~r~~~~r:~~e:p: ción. C...ontrariamente a la condición habitual del lenguaje humano,
estamos aquf en presencia de una palabra cuya significación origina-
la originalidad del proceso investigador de Aristóte!es si, dando ria no es humana, sino divina; no debemos, por tanto, vacilar en
por no existente su crítica al platonismo, le atribuimos esa idea de atribuir a Dios un vocabulario que no tendda sentido rrnls que para
origen platónico según la cual el ser divino es la unidad del ser sen- nuestra experiencia sublunar; pues si decimos que los seres sensibles
sible, siendo entonces ese ser en cuanto ser que nuestro discurso son esencias, con mayor razón debemos decir que lo es Dios. En
acerca de 10 sensible postula como condici6n de su coherencia. Pero, efecto, ¿qué es la (l1oala:? Si intentamos comprender la palabra inde·
si bien lo divino no exhibe esa unidad que la ontología busca, no pendientemente de las implicaciones «sustancialistas~ con que la ha
por ello deja de guiar a la ontología en su búsqueda; la unidad del cargado la tradición, (lúaÚl" substantivo formado sobre el participio
ser divino, si bien no es el principio comtituyente de lo sensible, dd verbo .ha:l, sólo puede significar el acto de lo que es. Ahora
sigue siendo el principio regulador de la investigaci6n ontol6gica de bien: este acto no se nos da, no se nos presenta nunca con más
la unidad. Tooo el proceso de investigaci6n de la ontología aristoté- fuerza que en la presencia de aquello que, en el Cielo, es eternamen-
lica apunta a reconstnlir, mediante el espontáneo rodeo de! lenguaje te lo que es. De la Esencia de Dios no hablamos por extrapolaci6n
o a través de las mediaciones más doctas de la dialéctica, una unidad a partir de la experiencia humana; sino que, al contrario, los seres
derivada que sea como el sustitutivo, en el mundo sublunar, de la sensibles podrán acceder a la dignidad de esencia en la medida en
I unidad originaria de lo divino.
que imiten a su manera la Esencia de Dios.
Esa sustitución y esa derivaci6n serían, sin duda, imposibles, si Entonces, ¿qué significa, en el mundo sublunar, la palabra
lo sensible no fuese receptivo para con la unidad, si nada en ello
reclamase, desde el seno mismo de la carencia, la perspectiva de la (lúola:? No otra cosa que el acto de lo que es, el acabamiento de lo
unidad. Una observación de Arist6teles, lanzada incidentalmente en que está dado en la realizaci6n de la presencia, o, con una palabra
la polémica contra la reoría de las Ideas, va a reanudar entre lo sen. que ya hemos encontrado, la entelequia. 5610 que en el mundo sub-
sibil' Y lo divino el hilo que su crítica de las Ideas parecía romper. lunar ese acto nunca es puro, siempre está mezclado con la potencia,
«Aquello que es signo de la esencia en el mundo sensible es también porque ningún ser del mundo sublunar es rigurosamente inm6vil.
signo de ella en el mundo inteligible. ~l. Los intérpretes se han Al no ser inm6vil, es sólo objeto de un discurso múltiple, que trata
planteado muchas veces el sentido de esta frase »2, preguntándose in. al' caprar mediante un rodeo su huidiza unidad. Hemos visto que
cluso si expresaba una crítica de Aristóteles o bien exponía el pen- ese rodeo residía en la proposición, en el decir"¿e, el l'JI"t"tIT0pe,v,
samiento de Platón. Es preciso señalar, no obstante, que la preocu. que es la estructura fundamental del discurso humano. Ahora bien,
pación semántica que inspira esa observación es propiamente la posibilidad misma de la predicación implica que el ser tenga va·
rios sentidos, o, dicho de otro modo, que la esencia no sea e! único
lit A, 9, 990 b .34. Esta fórmula parece proceder del upi ,'bc<1'i~; cfr. los
sentido del ser. Lo que vimos que era el error de los e1eátas -haber
desarrollos de AL8]ANDRO, In Md., pp. 83 SS., especialmente 91. creído que el ser significa tan sólo la esencia- sólo es un error en
J42 aro L. ROBm, ÚI tbrot'Íe pUztonicimne..., p. 6Xl. sao d plano dd mundo sublunar; es, por el contrario, la verdad profun·
da de la teología. El ser divino sólo tiene un sentido: significa la
388 esencia; en este sentido la unidad es en él originaria; en este sen-

'89
ser separadas de lo sensible, cuya esenc~a son; y, además, J?Orque no
cido, asimismo, es imposible acerca de él, en rigor, un discurso existen por sí mismas, sino que son unlvers~es que ~o tienen rea·
atributivo que no sea negativo. El ser del mundo sublunar, por el lidad en el discurso humano. Por e! contrarIO, lo senSIble está sepa·
contrario, como 5610 se puede hablar de él y no contemplarlo en la rado en e! segundo sentido, en la medida en que el primero n? se
unidad de su presencia, conlleva varias significaciones o categorJas, le aplica; si la esencia de lo s~nsible no ~stá separada de lo senSIble,
y por eso su unidad debe ser buscada .sin cesar. Quiui captamos a51 lo sensible, teniendo su esenca en sí IJUsmo,.y no. y~ ~n otra .cosa,
mejor el vínculo entre tesis que el análisis habra desunido: la inapli- será cseparado» en el sentido en que separacIón slgmÍlca sub;JlSten-
cabilidad de las categorías a lo divino, la imposibilidad humana de cia. Decir que las esencias sensibles están separadas, es ~ecIr que
una teología que no sea negativa, no son sino consecuencias de la no necesitan lo inteligible para existir]$.l; pero esta separaCIón d.e lo
univocidad de! ser de lo divino. A la inversa, la abundancia inñnita sensible tiene como contrapartida, evidentemente, una «separaClón~
del discurso humano, la obligación en que se ve -romo habían pre- correspondiente de lo divino, que no 5610 está separado.de lo senSl·
sentido los megáricos- de escoger siempre entre la tautología y el bIe sino que se basta a si mismo, no conllevando carenCIa alguna, lo
circunloquio, o también, como muestra con más precisión Aristóte-
les, entre la generalidad limitada o la universalidad vada, son la
contrapartida de la limitación radical que afecta al ser del mundo
:~ ~~:i~:e:a:~~:, :':o:laex:s:s~~n d:s~ ~¡n~~»c~;:daess:n~
sublunar y le impide ser plenamente un ser, o sea, no ser nada más tam~nes:~~j~· se restablece, al margen esta vez de toda metáfora
que una esencia. sobre la participación, la unión entre ser divino y. ser su~l~nar; la
¿Ha de decirse, por ello, que la esencia se degrada y acaba por esencia sensible, por su subsistencia --su ~~ón-. Imzta a la
~~la~:d:scl,I~~a~?u~~~i:~:liUt~l~ci~~ted~ ::k;~m~,I~uefu: ~&~~i~~inajee:od~m;~~~~ta~loe~d~~i: Sd~r~~~d:s:
~~,d;u~aa;::~í~e~~~~.y~t~~f:~ha~~~~:~po~ Id ~~~t~~ presencia nunca es total, esta entelequia. nunca es pura.~UZ!:a vez re-
conocido su común carácter de separaCIón, hay que ~nadlr ~ue la
tia, que la esencia sigue presente en el mundo sublunar, no 5610 esencia divina es e! ser divino, mientras que la esenCIa sensl~le es
bajo la forma de imagen o reflejo, sino también en sí y para sI. En sólo una categoria de nuestro discurso ace~ del ser, es de?t, un
efecto: el mundo sublunar está lleno de estas presencias que, aun modo de la predicación entre OttoS. Lo senSible, en un sentido, es
siendo evanescentes, no por ello dejan de perpetuarse en la especie más que su esencia: es también cantidad, cualidad: ~ación, eu:. Pero
o en el género, y que dan lugar a esas unidades de significación sin ese «más» es en realidad un «menos»: la redupltcaClón de! diScurso
las cuales todo discurso inteligible seria imposible. Más aún, a fin no revela sobreabundancia, sino ddiciencia del ser; nunc~ se acaba
de caracterizar esas esencias sublunares, Aristóteles recurre a la de hablar del ser del mundo sublunar, porque nuestro dISCUrso so-
misma palabra con la que describía la separación platónica de las bre él es siempre ambiguo. La unidad se convierte asl en una \tarea,
Ideas. Recientemente han sido descritas las etapas por las que pasó pero una tarea que no es ya esta vez un ~deal lej~o, pues en el
el término XlllpIOp.ó.; m, que, significando primero la separación pla- seno mismo de la dispersión aparece una urudad paI'Clal, pero «sepa·
rada», subsistente: la de la esencia. La esencia, no 5610 en cuan~o
í~~bs~~e~~a Ii,ea~ :~u¡:~~os:st~~:n:Jedeiasbó~ s~;~::
mismas. La separación de las Ideas se opone a la inmanencia de las :~e~bredi;lin~~,~od¿:~i~r e:u ~~~~nte~~ ~e d:rl:t:te:
Ideas en lo sensible; pero inmanencia (t~61Y1ZI, l~tlMPX61~) significa
que una cosa es en otra, y, por tanto, que no se basta a sí misma, ~~oS:~~;iu::e~~~ci~~dii::C:S~i;b:k=C::
que tiene su centro fuera de sí misma, que no es en 51, sino 5610 en
otra casa. Vista descle su oposición a la inmanencia, la separación se ~paNdo.. aqueIloquenodepeodedeotraoosaydeloeull1
convierte en sinónimo de suficiencia, de subsistencia. Pero entonces otras rosas dependa¡. Nótese que se trata de la definiciÓll misma del princi~
(cfr. Intro<1., pp. '2 .ss. Decir que las r:sencias ~ibles ~ «sepatat&s. ~
advertimos que las Ideas platónicas responden doblemente mal a
las exigencias de la separación: en primer lugar, porque no pueden nifi~ ~/~to~~ IodeIseo:6~~eo~~:~de" sCJ;ot~peciaJmeote 1.3,:
~llJ ~¡, ",xwpla¡>l- x«Il·"bW.
m Cfr. E. DI! Sn....CKP, «La notion aristottlicieot>e de S\!paralion daos l'6 Z I 1028" 34; 3, 1029" 28; 14, 10J9 a 32.
50ll applicatiot> a\IX Idé=; de Platon.., en -Autour d'Arislota, M8a"g~s ,....!;!.... fIs.,' 1, 2, 18' " JI: OMb ..up ~,¡,. dllu,. X"'P'O'to. iO'tl ,,"pd ti¡> ..u.:.a...
A. Ma"sio", pp. 119-139.
391
390
::tgu=l:r:r:=v:a:naJo::nu::s=mr== ~ ~1fi:~~~~~"::'~:6~:I~~ea~:ci:l~~~~~~~
todas las demás JlI. Así. la relaci6n de imitaci6n que "mueve. al

ros, que la generaci6n acaso no estad n~ ~~ ~rque la al-


las Cl.tegorW que no son la esencia imitan a la esencia, del m~ genc:ia acaso no será nuoca satisfecha.; Ilgnifica InSlStlI". mis ~e 10
tnodo que el mundo sublunar entero imita a la esencia divina La que lo hum los neoplatónicos, en la precariedad de esas telaci~.
~ecci6n de. lo esencial anima. romo un ideal anhelado, el ~_ La degradación de 10 Uno en lo diverso. DO es una me~ aSfIJC1a ?e
miento del diSCl;J~ humano. que ocupa asf su puesto -privilegia- 10 Uno, la simple ocasi6n de una conversl6n. La .separaClÓfl, e~ Arls-
do-- en el mOVlffilento del Cosmos, a quien mueve, al modo e:n que t6teles. DO es algo que: al final va a ser necesanamente VenCl~: ~
lo hace un ser amado, la perfección de la Esencia.
De. esta manera se aclara por fin el problema que pla.cteiblamos =tu~~:~~~~.~naccoo~;:ekmo~
al oonuem;o de este capItulo. La problemitica ontológica de la uni- lo posible». igualmente el universo sólo ~. ~ ~en.1o pos.t-
"e::tl
dad no se. opone ya a la problemlitic:a «oI6gia de la separaci6n. Si ble.., es decir. sin poder alcanzar nun~ la utUdad ongtnartl de lo
la separaCl6n comprometía la unidad del mundo y del ser -en Pla- divino. El Dios de Arist6teles es un Ideal, pero no más .que un
t~. y. m's aún. en Espeusipo--, en Aristóteles se convierte para. ideal; es un modelo imitable, pero porque: es incap.u de ~rse .~I
d6!lcamente, y adoptando otro sentido, en el principio mismo de la mismo. La noción aristotl!:lica de una moción meramente .fma!. tie-
umdad. Una cosa es tanto mú "una.. para Arist6tdc:s cuanto más ne como efecto, según vimos. tra.nsfcrir la iniciativa .eficiente»
separada está. es decir, cuanto mis subsistenre y esencial es. La uni- desde Dios al mundo y a! hombre. Considerado por relación. a llO5-
dad no es ya una propiedad del todo, sino que está m's o menos otros, el Dios inm6vil de Arist6teles no ~ ya mú que ~ urndad d~
presente en cada cosa, y sólo estli totalmente presentada en Dios. nuestros esfuetzOS; su trascendencia no tiene otro ~IO de manI-
~~6~eles sustituye la problettática de la unidad de lo sensible y lo festarse que el propio impulso inmanente que sUSClta en los seres
tnteligib1e -euyo error consistía en querer unificar dos dominios subordinados. Se comprende que Aristóteles no ~ . tantO ,
~~ en dos planos difelf:ntes y separados por la escisión cons- tiempo I describir ese idc:al lejano como a hablar de la distanCll que
tltutlva de nuestro mundo-- por la perspectiva de una unidad que, DOS sepaN de él Y del esfueno que el mundo y d ~bte ~ para
perfectamente .subsisrente e::tl Dios. se reaiha en diferentes grados,
y con los Ill«hos de que en cada caso dispone, en cada una de las
d:I:dl:ln: q:n:~~:li~a~::a=::u~lu,::dd~u~e;i:~
u.rIa y que la inspirac:i60 teol6gic:a, sin dejar de ser "motnu. ceda
r~ones d~ ser. Unidad vertical y ya no horizontal. podríamos eJe.
cada' vez más el puesto a la investigac:i6D ontológica.
ar; no unidad de lo diverso, sino unidad que se unifica e:n lo diver-
so. o mejor, esfueno de lo diverso para igualarse a la unidad subsis-
te::tlte de Dios. Sólo hay unidad originaria e:n Dios: todas las demás
ble ~ti~~::'en ~pai.ueD~~or:
deleS o:or: 1l~:U; :;
en Aristóteles en sustitutivo humano de una teología \imposible
unidades son derivadas, "imitadas... Pero, a la vez. es la unidad mis- para nosotros. Para Dios no hay ontologla, pu~ J?ios no conoce el
ma la que, inmediauuneflte realizada en Dios, "mueve.. las indefini- mundo y no tiene que preocuparse de las "urutacones.. que: su au-
das mediaciones de lo sensible; siendo atributo, o más bien esencia sencia hace necesarias y su contemplación posibles. Para el homb~,
de. Dios'. es un ideal para el mundo. una tarea para el hombre, a en rigor. no hay teologla, pues es incapaz de ~r,arse PlJ:r.mt:dio
qwen Aristóteles propondri, e::tl la EJiu a Nicó11Jaco. que "se inmor- del discuno hasta el principio, Y de hallar en su VISión fuglbva.del
talice., es decir, que se divinice, «tanto como le sea posible.. -. En cielo el fundamento de una deducción del mundo. En este sentido,
este movimiento de 10 Uno, que suscita "imitaciones. en lo sensihle teologia y ontología sedan dos aspectos. divino y humano, de una
en. el mismo momento en que parea: degradarse en ello, no pockmos misma ciencia: la de la unidad. La teologia seda una ontología. para
~os~~~~IogIam::~o:i:::qui~:-¡=,~;
dejar de rcc:onocer lo que los neoplatónicos l.Iamarín conversiÓD y
procesi6n, al DO esw ambas opuestas como .un retomo que anula
un vate de id.... sino romo dos aspectos complementarios de lo car la dispersión sublunar; lo que distingue aquí a la mves~6n
que un intl!:rptete contcmponlneo ha llamado felli:rnente una "gene- ontológica de la unidad "desead.. por ~pecto.al saber teológl~ de
la unidad "originaria.. no es una mera diferenca de punto de Vista,
3SII c.W¡.• ',2b'; A,', 107111)6.
B EJ. Nic., X, 7, 1177 b)). ~l1lLUoID,úprot;nsio"plQlhrktfM.Pufs,19".P.'1.
J92 ,.,
CAPITIJLO 11

FISICA y ONTOLOGIA,
O LA REALIDAD DE LA FILOSOFIA

.eu.ndo una cosa cnt ncpndo .. el"-, ,00 e. De.


asacioqIJC.ÚDDOc.ll!encI1l,mientrn~.ÚD&.

ro cstJ 1Icpn<:b YI.? •• No paedc:tnl_


pMo, y que ... csll! Q)l'nplcwDcntC fuera, si en dee-

UllIcouque:ten,ppartCl,delalqIJCWlIcst:lrill
más que: de

<bao, micntnlS que: 11. ()ttI CIlIri fuerA.._ Pm comi-


guicnlC, lo uno 110 fe mtII:ft ron nia¡unI apccie: de
morimicaro~
(PLATÓN. P_hlillll. 1J8 lI...)

l. DEL MQVIMUlNTO QUZ DIVIDE

Al principio de la EnnllJd. VI, PloriDo d.irige contra la teom


aristotélica de las categorlas un reproche que. $i nuestros Anteriores
arnIJUilI son e:uctOS. reveU. una profunda inrom.prenslÓD de esa dex·
trina: cLa.s categorías de Aristóteles 50n incompletas. pues 00 llta-
ñen a los inteligibles. l. En realidad. si lu categorías expresan los
múltiples sentidos del ser, 00 es sorprendente que 00 tengan punto
de aplicación IIU donde el sentido del &er es inmediatamente uno,
es decir, en el dominio de lo inteligible. Y si las eategodas se revelan
s610 en el discurso predicativo, es natunJ que no puedl encontrár·
~tde~:t~t~~;~ :r::: 1: ~~ t J~
sujeto y un predicado. Las categorías suponen una doble escisión:
escisión del ser en cuanto su según la plunlidld de sus .i.gnific:Kio.
n.cs, y escisi60 de tal y cual ser roncretO en un sujetO y un predicado

alguna de
que no es d sujeto. Ahonll bien, lo inteligible no conlleva e:scisi6n
ese género: es unívooo, y DO puede: ser sujeto de ninguna
atribución. Por tanto, lo inteligible repugna I las categadas, porque
es inmediatamente lo que es, haciendo asl superflua toda distinciÓll
de sentido. y porque no puede ser otra cosa que 10 que es. haciendo
asl imposible toda predicaciÓD que no sea tautológica. Plotino estl-
da. de acuerdo en que el Uno repugne: a la ambigüedad del discurso
hu.ll1anO, as! como a la disociación pm:licativa, pero k: enraña que
AristótelC5 se haya dado cuenta Antes que él Un dar. eso es cierto,
razones claru de: ello.

I EtI"¡ulU. VI, 1. 1.
r
dicho», lo que es verdadera y realmente ente~. El Dios de Arist?
teles es indiscutiblemente esencia, y el hecho de qu~ esta. esenCIa
Mejor inspirado estará San Agustín cuando, en el De Trinítate, esté inmóvil y separada no la convierte en .una esencIa emmente y
vuelva a la idea plotoniana de la inefabilidad del Uno, pero emplean- superlativa, sino que realiza lo que carac.tenza norma~mente a toda
do esta vez, para ilustrarla negativamente, el vocabulario aristotélico esencia. Se ha observado 6 que la esenCIa es concebIda tant? por
de las categorías: «Debemos representarnos a Dios, si podemos, Aristóteles como por Platón según el modo de la presenCla:. la
como bueno sin cualidad, grande sin cantidad, creador sin privación,
o~crla es o¡¡:apot)cr!a. Ahora bien, .la presencia ~~nca se h~lla t~n bIen
presente sin situación, conteniéndodo todo sin tener, ubicuo sin es-
tar en un lugar, eterno sin estar en el tiempo, actuando sobre las realizada como en la permanenCla y la separaClOn, es ~eClr, all.l donde
cosas móviles sin moverse él mismo, y no sufriendo pasión alguna» 2. esa presencia no es puesta en ?1estión I:0r,el movimIento, m subor-
Si bien San Agustín expresa así la impropiedad del vocabulario cate- dinada a otra presencia. El DlOS de Anstoteles es, por tant?,. pu~a
gorial cuando se trata de expresar la realidad trascendente de Dios, presencia de aquello que se ofrece a nosotros en la et~rna sUflClen?a
no lo hace, ciertamente, para excluir en general a las categorías del de su acabamiento siempre realizado. Por el contrano, las esenClas
lenguaje teológico, sino para no conservar más que una, la única móviles, y siempre parcialmente dependientes, propias del. ,mundo
sublunar son sólo esencias imperfectamente; sin duda tamblen ellas
atribuible a Dios: pues si bien Dios no es cantidad, ni cualidad, ni , , 1
tiempo, etc., «no obstante es sin duda alguna sustancia, o, mejor están dadas en una presencia, pero esta es evanescente o, a me~os,
dicho, esencia» 3. A pesar de lo que podría parecer una importante subsiste sólo como invisible, oculta tras la sucesión. de .l~s atnbu-
restricción, San Agustín seguía siendo estrictamente fiel en esto a la tos cuyo «sustrato» es. La diferencia entre la EsenCIa dlvma y ~as
doctrina aristotélica: en Dios no hay categorías. Hacer aparentemen- esencias sublunares está en que la primera es transparente en su m-
te una excepción con la esencia no era, en realidad, hacer excepción: tegridad y coincide con su manifestación, l?ie.ntr~~ que las segund~s
la esencia no es una categoría en sentido estricto, si es cierto que la deben siempre buscarse, en su perma~~ncla mVlSlble,. tras los acCl-
esencia sólo se atribuye a sí misma secundariamente y no es, pues, dentes que se les añaden. La imperfecclOn de la~ es~nclas su~l,unares,
categoría primariamente. Por otra parte, la noción de categoría sólo se expresa en el hecho de que n?, son s6l? ese?,cla, smo t~mbten can-
se entiende en plural, pues no tiene más función que designar los tidad cualidad, y están en relaclOn, en sltuaclOn, en el tlemJ:lo o en
sentidos múltiples del ser; decir que 10 divino es esencia y sólo eso, un l~gar, etc. Ese también parecería indicar que en l~s esenc~as s~~­
significa reconocer que el ser divino no se divide según una plura- lunares, múltiples y complejas, hay más que en l~ umdad y slm~hcI­
lidad de significaciones y que, entonces, podemos ahorrarnos el vo- dad de la Esencia divina. Pero ese «más», como VImos, es en re~hdad
cabulario mismo de la categoría. De hecho, así lo entendía Aristó- un «menos»: la abundancia infinita de la palabra traduce aqUl una
teles, y cuando hablaba de la Esencia divina nb lo hacía viendo en insuficiencia ontológica; si se habla tanto del ser del mundo, sub·
ella la primera de las categorías, sino lo que hacía inútil, en Dios, lunar es porque no puede decirse lo que .es. L~s. rodeos ~ tr~ves de
toda pluralidad categorial, e imposible toda predicación en general. la predicación y las categorías no son smo pahdos SUSt1tUt1~OS de
Pero si lo inteligible no comporta, en Dios, categorías, si -por una intuición ausente. El hombre no derrocha palabras mas que
10 tanto-- la categoría es una noción ontológica y no teológica, que- cuando no ve bien 10 que dice. Pero advertimos entonces el proble-
dan por dar las razones. Presentimos las que dará la tradición neo- ma que se le plantea a Aristóteles, y que es inverso del que se l~s,
platónica: Dios o el Uno están más allá de todo cuanto puede de- planteará a los neoplatónicos: no se trata de saber cómo un lenguaje
cirse de ellos; para Plotino y Proclo, están incluso más allá de la hecho para hablar del ser sensible puede elevarse hasta el ser de
esencia, es decir, de la más alta de las categorías; de un modo gene- Dios sIno de cómo una intuición humana, destinada a ver el ser
ral, Dios no es, pues el vocabulario ontológico está demasiado car- divi;o, puede degradarse en un discurso indefinido a:erca del .m~s
gado de implicaciones sensibles como para aplicarse, incluso por ana- insignificante ser del mundo sublunar. No es que el Dios de Ansto:
logía, a Dios. Aristóteles, en este punto, es más platónico que los teles esté más allá del ser: es el ser del mundo sublunar el que esta
neoplatónicos; o, por lo menos, no se fija tanto -considerando a 5 "O scrm ()V"t<O-; (Fedro, 247 e); ¡¡:aV"tú,w; 6v (Sofista, 248 e~. , •
Platón- en aquello que podría convertir a Dios en un «más allá de 6 «El hecho de que el ente en su autenticidad sea comprendIdo como ouata.
la esencia» 4, como en los textos que 10 llaman «el ser propiamente ¡¡:apoucrt'l, en un sentido que, por su raíz, quie~e decir estar ?resente (Anwe·
sen), .. revela el hecho de que el ser es enter:dIdo en el senudo de una per-
2 De Trinitate, V, 1. sistencia en el estado de presente (Anwesenhett)>> (M. HEIDEGGER, Kant et le
3 «Est tamen sine dubitatione substantia veI, si melius hoc dicitur, essen- probl. de la métaphysique, 44. Cfr. Sein und Zeit, p. 25 ss.).
tia» (ibid., V, 2). Cfr. Confesiones, IV, 28.
4 Rep., VI, 509 b.
397
396
más acá del ser, ~s decir, de Dios. La teología de Aristóteles no es
que, en su origen y en su apariencia externa, el esquema aristotélico
~na ultra-ontologl~: es ,su ontología, P?r el contrario, la que se cons-
tendía hacia aquel que la tradición conservará, pero que Aristóteles
tItuye como el l?a:-aca de una teologla que no llega a alcanzar. El
nunca asumió a fondo, el proceso efectivo del pensamiento del filó-
p.roblema de ArIstoteles no es el de la superación de la ontología
sofo descubre otra estructura, que es la inversión de la primera: el
SInO el de la degradación de la teología. ¿Cómo pasar del ser que e~
ser en general, es decir, tal y como debería ser en su generalidad,
10 que es al. ser que no es. en absoluto 10 que es? ¿Por qué se frag- es el ser divino y, por el contrario, el ser en cuanto ser del mundo
m~nta la unIdad, se coml?l~~a la simplicidad? ¿Por qué la univocidad
sublunar es quien conlleva la particularidad de estar dividido respec-
deja e~ puesto a la amblgue?ad, y la rectoría a la separación? He-
to de sí mismo. Por otra parte, el ser divino acaba por representar,
mos Ylsto plantears~ p;ogreslvamente estas cuestiones en el capítulo
de hecho, en Aristóteles, el papel que lo posible representará en los
anterIor" cuando ArIsto~e~es se nos ha aparecido menos sensible a lo
leibnizianos: se trata, en efecto, del ser esencial que no conlleva
q~e habla de ~uerz~ UnIfIcadora ~? la trascendencia que a la separa- ninguna de las limitaciones de la existencia sensible; y, a la inversa,
ClOn 5lue ella lmpl~caba: separaClOn del ser sensible y el ser divino
el ser en cuanto ser de la ontología aristotélica no es el ser mera·
y, m~s en p~ofundlda? aún, división del ser sensible respecto de su
mente posible, sino ese ser históricamente realizado en el mundo
p~opla esenCIa, es deCIr, respecto de sí mismo. El problema de Aris-
toteles no es el de la superación, sino el de la escisión. sublunar que el hombre encuentra en el horizonte de su discurso y
de su acción. Hay que invertir, por tanto, la relación que una tra·
Antes de c,ons~derar la respuesta que Aristóteles aporta a este
dición persistente 7, más atenta a las declaraciones de principio del
pr~bl~ma, o mas bIen. antes de mostrar en qué medida la filosofía de
filósofo que a la realidad de su proceso de investigación, instituye
Anstoteles en su .c~mJunto es. ~na respuesta a este problema, convie.
entre la ontología y la teología de Aristóteles: es la ontología de
~e po~er de manIfIesto la ongInalidad de esta problemática orio-ina.
Aristóteles, y no su teología, la que debe ser entendida como meta-
lIdad Ignorada por la tradición. Quisiéramos probar que la inve;sión
physica specialis, metafísica de la Particularidad, de la Excepción,
d.e la carga de la prueba que, en Aristóteles, pasa del teólogo al teó.
tI.C?, del ~er ~n. cuanto ser, obliga a invertir la relación que la tra. 7 Es la :~terpretación que se desprende del libro de W. JAEGER (Aris-
d~clOn ar~st?telIca establecerá entre metaphysica generalis y metaphy- toteles, pp. 226-228) Y que repite por su cuenta M. HEIDEGGER (Kant y el
Slca spectalts. problema de la metafísica, pp. 16-18 de la ed. alemana). Tras este esquema
La. ~radición que, surgida de Aristóteles, hallará su más cumplida demasiado sencillo, Heidegger advierte, con todo, un «apuro» (Verlegenheit),
revelado por el título ambiguo de Metafísica (p. 18). El apuro consiste en
eXpre~l?n, a .tray~s de la es.colástica y en particular de Suárez, en la que Aristóteles desearía fundar la metaphysica generalis en la metaphysica
metafIslca lel~nlZ1ano-wolffIa.n?, verá en la teología una promoción specialis, y no a la inversa, pero, en vez de situar el fundamento en el ser
de l~, ontologla general,. :ugmendo el. ~oncepto l~ibniziano de pro- del ente, 10 sitúa en 10 «divino», que no es más que una región del ser,
mOClon, a la vez: la re1aclOn. d~ deducclOn y de emInencia que uniría, privilegiada sólo porque «a partir de ella se determina el ente en su totalidad»
(p. 17). Por un «olvido» que caracteriza la degradación de la ontología en
en esta l?erspectlv~, el ser dIVIno con el ser en general; efectivamen- metafísica, Aristóteles substituye la cuestión verdaderamente fundamental del
te, e~ CIerto sent~d.o, ~~ pri~ero se deduce del segundo mediante ser del ente por la de la totalidad del ente, captada a través del ente más
una SImple «especlfIcaclOn», SIendo lo divino un caso particular del universal, que es el divino. Cfr. ibid., p. 199; Holzwege, p. 179, y el opúsculo
ser en cuanto ser; pero la particularidad de 10 divino es «eminen- Die onto-theologische Verfassung der Metaphysik. La distinción entre metaphy-
sica specialis y metaphysica generalis no pasa ya exactamente entre la teología
te», y la metaphysica specialis es al mismo tiempo una metafísica pri- y la ontología (tal como la entiende Ar.), sino que hace interna a la teología,
me~a. Des~e otro punto de vista, el ser en cuanto ser designa al ser la cual, en cuanto que sigue siendo «general», no llega a constituirse en
pOSIble, mlen~ras que la teología se ocupa del ser supremamente Fundamentalontologie. Pero si bien Heidegger muestra correctamente 10 que
real. Ahora ble~, esa doble oposición -lo particular y lo general, tiene de «general» la teología de Aristóteles, creemos por el contrario que
hay que buscar en la teoría aristotélica del ser en cuanto ser esa dimensión
10 :e.al y lo poslble---:- vue~ve a .encontrarse en la problemática aris- «fundamental» que Heidegger no encuentra en la teología del Estagirita. Por
tot~]¡;a, pero en reahd~d InvertIda. Hemos visto la repugnancia de último, MERLAN (From Platonism to Neo-platonism, cap. VII: «Metaphysica
A,nstote~es . en convertIr la teología en una ciencia «especial», y generalis in Aristotle?») insiste en el esquema tradicional para negar que haya
como, SI bIen l.a teo!ogía era presentada a veces por él como una una metaHsica general en Aristóteles, hallándose el ser en cuanto ser identi-
«parte» de la fI1osofIa en general, el ser divino nunca era releo-ado ficado por él con 10 divino, y no siendo por ello sino una «especie especial»
del ser en general (p. 151). Hemos discutido ya esta concepción (que es tam-
al r~ngo de una sin;p~e «parte» del ser en cuanto ser, por la decisiva bién la del Padre Owens) en el capitulo anterior. Añadamos aquí que el ser
razon de que este ultImo, de hecho, no designa tanto el ser en gene. en cuanto ser nos parece igualmente «especial», ya que designa, en su unidad
ral como el ser en general del mundo sublunar. Así, si bien es cierto buscada, al ser del mundo sublunar, pero sólo es «especial», contrariamente
a lo que piensan Merlan y Owens, en la medida misma en que no es 10 divino.
398
399
no ya eminentes ahora, sino deficientes, a la cual constituye, por ser en movimiento y el ser inmóvil no son, como hemos visto 11, dos
relación al Ser esencial, el ser del Mundo sublunar. Ya no corres- especies opuestas en el interior de un mismo género. El movimiento
ponde, pues, al teólogo explicar la Particularidad, sino al teórico del no es una diferencia específica, es decir, cuya presencia o ausencia
ser en cuanto ser. En efecto: no es el ser del mundo sublunar el que no impediría proferir un discurso unitario sobre los seres a los que
es el «ser medio» y, por tanto, obvio, sino el ser divino. Es la teolo- afecta o no afecta. No es una diferencia que dejaría subsistir una
gía, y no la ontología, la que aparece como la teoría del ser «medio», Unidad más alta; es la Diferencia que hace imposible, por principio,
de un ser del que no hay nada que decir, salvo que es lo que es y toda unidad, es el Accidente que no es un accidente más entre otros,
que no es lo que no es; y, por el contrario, es la ontología la que, sino aquello en virtud de lo cual la unidad del ser se halla afectada
en cuanto búsqueda de la unidad en la escisión, se constituye como sin remedio por la distinción entre esencia y accidente; es el corte
metafísica de la finitud y del accidente, respuesta al asombro ante que separa el mundo del accidente y el mundo de la necesidad. Que
lo que no es obvio; a ella hay que restituir, por último, en el proceso haya grados en la accidentalidad, que el movimiento regular de las
efectivo de la investigación de Aristóteles, aquella dimensión de la
esferas celestes se aproxime más a la inmutabilidad del Motor inmó-
particularidad que una reconstrucción abstracta de su filosofía tras-
vil que los movimientos irregulares del mundo sublunar, tal adver·
ladaba indebidamente a su teología.
¿Cuál es, pues, la particularidad del ser en cuanto ser del mun- tencia en nada empaña el hecho de que el' corte comienza allí donde
do sublunar? Hemos visto hasta aquí sus características negativas: comienza el movimiento, de que la degradación está presente ya
no es un género, se dice en varios sentidos, su unidad no está dada desde el movimiento del Primer Cielo, aun cuando no alcance su
sino que se la «busca», sólo se manifiesta oblicuamente en la diso- grado más bajo hasta la imprevisibilidad de los movimientos internos
ciación predicativa, etc. La tarea de una ontología fundamental, in- al mundo sublunar y, en particular, hasta la inconstancia de las accio-
cluso si en Aristóteles continúa siendo implícita, consistiría en bus· nes humanas. A la inversa, la ontología, nacida de la reflexión la-
car el fundamento de esa escisiparidad que afecta al ser del mundo boriosa de los hombres sobre el ser que les es más familiar -el del
sublunar y que provoca que no realice la esencia del ser en general, mundo sublunar-, podrá elevarse hasta la consideración de ese set
tal como la vemos realizada en el ser divino. La respuesta a esta cuasi divino que es el de los cuerpos celestes. Pero nunca franqueará
cuestión cabe en una palabra, el movimiento. El movimiento es, en la distancia infinita que separa el Primer Móvil del Primer Motor
efecto, como ya habíamos barruntado 8, la diferencia fundamental inmóvil; h~biendo partido del movimiento, nunca alcanzará el Prin-
que separa a lo divino de lo sublunar 9. El que haya intermediarios cipio -es decir, el comienzo-, inmóvil él mismo, del movimiento.
entre la inmutabilidad del Primer Motor y el movimiento disconti- Por consiguiente, lo mejor es hacer abstracción provisionalmente
nuo y desordenado de los seres del mundo sublunar no debe enmas· de los intermediarios, y considerar el movimiento en su radicalidad.
carar la radicalidad del corte que así se instaura dentro del ser lO. El Quizá así captaremos la fuente misma de la ontología que, nacida
de necesidades humanas, forzosamente encontrará primero aquello
8 Cfr. más arriba, cap. 1.0, ad init.
9 Esta afirmación puede parecer extraña si recordamos que los «cuerpos
divinos», los astros, se mueven con un movimiento circular y eterno. Pero tido) (cfr. De Coelo, II, 12). Cfr. D. J. ALLAN, The Philosophy 01 Aristotle,
precisamente la circularidad y la eternidad de ese movimiento lo aproximan trad. alemana, pp. 24-27, 30, 118-119). Las críticas que VERDENTUS (<<Traditio-
a la inmovilidad: hay un movimiento inmóvil como más tarde habrá, para na1 and Personal E1ements in Aristotle's Religion», Phronesis, 1960, esp. n. 33
Lucrecio, una mors immortalis. Ciertamente, esa restauración de la inmovili· y 46) dirige contra esta interpretación, invocando textos donde Ar. parece
dad mediante el rodeo del movimiento manifiesta la primera «impotencia» de referirse a las opiniones tradicionales sobre la providencia, la omniscencia y la
Dios y el comienzo de la degradación que acabará de producirse en el mundo omnipresencia de Dios, no nos parecen probatorias, pues esas opiniones son
sublunar. presentadas generalmente bajo forma condicional (p. ej., Et Nic., X, 9, 1179 a
10 Parece que, a partir del De philosophia, Ar. criticó la concepción, ex- 23 ss.), y más bien como un deseo que como una aseveración. Tampoco con-
puesta por Platón en el libro X de las Leyes, de una Providencia divina que sentiríamos en presentar, wgún hace Verdenius, como una contribución posi·
penetraba el propio mundo inferior, aunque fuese por la mediación de «ayu- tiva de los dioses, el movimiento del sol a lo largo de la eclíptica, aun incluso
dantes» (X, 903 bJ o, como dirá el Epínomis, de demonios. En Ar., hay inter- -y sobre toda-- si este movimiento es causa de la generación y corrupción
mediarios, pero que no son en modo alguno mediadores, en el sentido en que en el mundo sublunar (Gen. y Corr., 11, 10, 336 a 32; Metor., 1, 9, 346 b 22;
10 eran para la astrología persa, ya rechazada en este punto por Eudoxio. Las A, 5, 1071 a ,15 (VERDENIUS, arto cit., n. 50). No en Aristóteles, sino en los
almas de los planetas, aun cuando sean más «divinas» que las del mundo estoicos, hay que buscar el desarrollo, en el sentido de una cosmología unitaria,
sublunar, no están menos abandonadas que éstas por parte de un Dios indife- de las perspectivas providencialistas del Platón viejo.
rente o impotente, y es por propia iniciativa como se esfuerzan en «imitar» 11 A propósito de la dualidad de lo corruptible y lo incorruptible
la perfección subsistente del Primer Motor (que sólo es «motor» en este sen- (pp. 304 ss.).

400 401
26
que hace del hombre un ser de necesidades, siempre a la búsqueda vimiento es más clara aún, pues desarrolla la definición de la natu-
de una unidad cuyo movimiento 10 frustra a cada instante. raleza como «principio y causa del movimiento» 15. El libro III
Pero, si bien el movimiento constituye la experiencia fundamen- define .el movimiento en sí, e inaugura luego un estudio, proseguido
tal del hombre, por constituir la realidad más familiar a él ofrecida en el hbro IV, de lo que podríamos llamar los requisitos del movi-
en el mundo sublunar, eso aún no prueba que tenga su sitio en una miento: lo infinito, el lugar, el vacío, el tiempo. El libro V estudia
teoría del ser en cuanto ser. De hecho, Aristóteles trata ex profeso las diferentes especies del movimiento. El libro VI demuestra cierto
del movimiento, no en el marco de los escritos metafísicos, sino en número de proposiciones que, en los libros VII y VIII, servirán
el de la Física. Más aún: el movimiento parece obviamente ser el para demostrar la existencia de un Primer Motor inmóvil; sin duda
único objeto de la física, ya que Aristóteles afirma desde el comienzo este primer principio es inmóvil y, por ello, su estudio nos da acces~
de la Física que 10 propio de los seres de la naturaleza (ta <pucm:á) a la teología; pero basta con recordar que es motor para darse cuen-
es estar en movimiento 12. De hecho, una simple ojeada al contenido ta de que su inmovilidad es pensada aquí como condición de la posi-
de los diferentes libros de la Física muestra que, directa o indirecta- bilidad del movimiento.
mente, sólo se trata en ella de esa realidad fundamental para los . En cam.bio, la Metafísica, si hacemos abstracción de la segunda
seres naturales que es el movimiento. Es cierto que el libro primero mitad del hbro K (8-12), que no es más que una compilación de la
no trata expresamente del movimiento, sino sólo del número y na- Físic!, sólo trata una vez del movimiento, en el capítulo 7 del li-
turaleza de los principios. Pero ¿de qué son principios tales princi- bro Z. Este breve estudio, y sobre todo su posición, plantean -como
pios? Aristóteles no se siente obligado a decirlo, pues ésa era una veremo~- ~? proble~a que no resuelve viendo en este pasaje una
cuestión tradicional, cuyos datos conocía todo el mundo. De hecho, mera dlgreslOn o un Simple recordatorio de los resultados de la Fí-
la cuestión del número de los principios está inmediatamente vincu- sica. Pero en conjunto puede decirse que ni el movimiento ni aún
lada a la del movimiento: los filósofos que enseñan la unicidad del e! ser en m?,:imiento parecen ser objeto explícito de las especula-
principio son los mismos que sostienen la imposibilidad del movi- c~ones metaflSlcas. A los comentaristas no les preocupará esa ausen-
miento, y para salvaguardar -a la inversa- el movimiento, que es Cia, ya sea porque interpreten la metafísica como teología, ya porque
la cosa «común» a todos los seres naturales 13, Aristóteles admite la vean en ella una teoría general del ser; en el primer caso, efectiva-
pluralidad de principios. En cuanto a la naturaleza de éstos, será mente, l~, metafísica trataría de 10 inmóvil; en el segundo, haría
inducida de un análisis de la generación; está por una parte la cosa «abS!raCCl0n~ de esa «particularidad» que es el movimiento para
que deviene --o materia-, por otra, aquello en que se convierte considerar solo 10 que hay de «común» entre el ser en movimiento
mediante la generación --es decir, la forma- y, finalmente, 10 y el ser inmutable; en este punto, la metafísica prolongaría hasta
opuesto a la forma, a partir de 10 cual la forma adviene -a saber, un más, ~lto grado de ~bstracción el esfuerzo ya emprendido por las
la privación 14_. La relación del libro II con el problema del mo- matematicas, que conSideran el ser físico como si fuera inmóvil sa-
biendo muy bien que no 10 es 16; en definitiva la metafísica se'dis-
12 Fís., 1, 2, 185 a 12: 'Hp.Tv ~' 'i:)11;OXE¡cr~(J) 't0: 'P6crEt ~ 'ltána ~ EVla xtVoÓp.Eva tinguiría de la física por la abstracción radical 'del movimiento.
E[Vat. Emplearemos en todo lo que sigue la palabra movimiento en el sentido Pero esta sistematización tradicional de las relaciones entre me-
muy general que parece tener en esta fórmula la palabra XtVo6p.Eva, confirmado tafísica y física implica una concepción del movimiento que nos
por el empleo, en la Metafísica, de la voz dxivY)"tov para designar la inmutabi· parece contraria a la concepción que la propia Física de Aristóteles
lidad de las realidades inteligibles. Así, pues, no tendremos en cuenta la cla- nos 'sugiere. Toda la teoría física de Aristóteles contradice la idea
sificación que propone Aristóteles en el libro V de la Física y según la cual
la kínesis (paso de un contrario al otro) sería, al lado de la TÉVEcrt~ (paso del
de que el movimiento sea una propiedad accidental, de la que basta-
no-ser al ser o del ser al ncrser), una especie de un género que sería la p.2'ta~oA.~, ría ~acer abstracción para hallar la esencia del ser en su pureza. En
el cambio en general (V, 1, 225 a 12-20 a 34-b 9). En realidad, Aristóteles no reahdad -y esto es 10 que Aristóteles quiere decir cuando opone lo
se atiene él mismo a dicho esquema, y emplea indistintamente xivY)crt~, TÉ'JEcrt~ y corruptible y 10 incorruptible como dos géneros-, el movimiento
p.E"ta~OA~ para significar, en conjunto, el fenómeno que afecta a los seres dis- afecta enteramente al ser en movimiento; si no su esencia, es al
tintos del divino. Para evitar toda ambigüedad, baste con recordar que, en
esta terminología, la palabra movimiento no designa sólo el movimiento local los principios 'es una discusión sobre los principios del movimiento al con-
('P0pá), sino también la alteración cualitativa (dnoi(J)crt~), el crecimiento cuanti- cl~ir a~~ dicha discusión: nócrat P.EV ouv al &px.at 'tWV 'lt2pi TÉVEC;(V 'Pucrtxiov, Xal 'ltW~
tativo (aüE'~crt~) y, más radicalmente, el nacimiento y la muerte (TÉVEcrt~ xat <pOopd). 'ltocrat, EtpY)'tat (1, 7, 191 a 2).
13 Fís., 1, 7, 189 b 31. 15 n, 1, 192 b 21.
14 Ibid., 1, 7, 190 b 10-17. Aristóteles atestigua que la discusión sobre 16 Fís., n, 2, 193 b 23-194 a 12; n, 7, 198 a 17.

402 403
menos una afección esencial: la que le impide radicalmente coincidir les como sucede en otras circunstancias, remita a «otra investiga-
con su esencia; no es un accidente entre otros, sino lo que hace que el ció'n» -propiamente ontol6gica- una discusión que no compete a
ser en general conlleve accidentes. En este sentido, la física aparece sin la ciencia física. De hecho, no ocurre así. Arist6teles, tras haber re·
duda como lo que precede a la metafísica, pero ya no en el sentido en cardado el principio} no se apura más con esa distribuci6n de com-
que entendían esto los comentaristas: no es la ocasión de la especu- petencias entre el físico y el teórico de los principios comunes. Em-
lación metafísica, el punto de partida de la ascensión abstractiva, prende inmediatamente la refutación de. esos filósofos 9ue. ~oca.v..an
sino que condiciona de cabo a rabo el contenido mismo de la meta~ los cimientos de la física, pues, como dice a modo de JusuÍ1caClon,
física; la física hace que la ontología no sea una teología, ciencia del «si bien su estudio no es físico, suscitan a veces aporías físicas» 20.
principio del que derivaría el ser en su integridad, sino una dialécti- Si la discusión y el establecimiento de los principios de una ciencia
ca de la escisión y la finitud. Si se nos permite utilizar aquí el voca- no compete a esa ciencia, sino a la «precedente» (y sabemos que
bulario de Heidegger, no es en la teología, sino en la física, donde no hay intermediario, en la jerarquía de las ciencias, entre la ffsica
ha de buscarse lo que hay de fundamental en la ontología; no es a y la .filosofía» en general, de la que aquélla es una parte), podemo,
partir de lo divino como se determina el ente en su totalidad, sino decir que la investigación acerca de los principios, que ocupa todo
que es el movimiento quien constituye el ser del ente en cuanto tal el libro 1 de la Física, es ontológica y no física.
del mundo sublunar. ¿De qué se trata, en este caso? Negativamente, de resolver una
Este enraizamiento de la ontología aristotélica en la experiencia dificultad previa suscirada por quiene~ dicen que todo es. uno. ¿Por
fundamental del movimiento puede mostrarse de dos maneras: 1) la qué semejante teoría pone en cuestlon la poSIbilidad Inlsma de la
Física de Aristóteles es ya una ontología; 2) la teoría del ser en física? Aristóteles no se explica directamente acerca de este punto.
cuanto ser extrae su contenido efectivo (que consiste, como hemos Pero el hecho de que los filósofos aludides sean los eléatas ~ de q,:,~,
visto, en la distinción de las significaciones del ser y la búsqueda de en ellos la tesis de la unidad del ser vaya ligada a la de la mmovlli-
su problemática unidad) de una reflexión sobre el movimiento. dad del' uno, parece sugerir que, si los eléatas ponen en ~est~ón la
física, es porque niegan el movimiento y, por tanto! la CienCia del
* * * ser en movimiento. De hecho, Arist6teles parece umr las dos cues·
tiones, cuando escribe} como para eludirlas ambas: «En .cuant? a
Respecto al primer punto, la tarea nos es facilitada por el mis· averiguar si el ser es uno e inmóvil, eso n<:> comRete. a la mvest1ga~
mo Aristóteles. Desde las primeras páginas de la Física, se nos pre· ción sobre la naturaleza» 21. Esta advertencIa no ImpIde, por lo de~
viene de que la investigación física presupone una averiguación más más, que Aristóteles, como hemos dicho, baga caso omis? de ella:
básica que trata de los fundamentos mismos de esa investigación. todo el libro 1 de la Física estará consagrado a una dlscuslOn de los
Esa dependencia de la física por respecto de una especulación más eléatas y sus sucesores mecanicistas, discusi6n que permiti!á a Aris-
alta no es, por lo demás, privativa de esta ciencia: ya sabemos 17 que tóteles -según un procedimiento del que ya hemos VISto. otros
toda ciencia} siendo incapaz de demostrar sin círculo vicioso sus ejemplos en la Metafísica- establecer dialéct~camente su propia teo-
propios principios, los toma de una ciencia anterior. Como los prin- ría. La discusión trata expresamente, a deCIr verdad, no sobre la
cipios no se refieren sólo a significaciones, sino a existencias 18, la existencia del movimiento, sino sobre el número de los principios.
existencia misma de cada ciencia particular se encuentra pendiente Pero una observación de Aristóte¡es, en d~s ocasiones, v~ a m~nifes­
de una especulación más alta. Por tanto, no es propio del físico jus- tar quizá involuntariamente que!, en .r..ealIdad} es la e~lstencla del
tificar su ciencia contra los que ponen en duda su mera posibilidad} movimiento la que se halla en cuesllon tras la polémica sobre la
negando la existencia de su objeto: «Así como el geómetra no puede unidad.
hacer más que callarse ante quien critica sus principios (es compe- Tras haber recordado brevemente en qué términos plantean sus
tencia de otra ciencia, o de una ciencia común a todas las otras), lo predecesores el problema de la unidad, Aristóteles introduce, .sin
mismo ocurre con quien estudia los principios [físicos]» 19. La men- preocuparse por manifestar su relación con e~ p.r~blema antetlOr,
ci6n de este principio general podría hacernos esperar que Aristóte- esta afirmación solemne: «Postulemos como prmclplO que los seres
de la naturaleza, en todo o en parte, son movidos; por otra parte,
17 Cfr. r.- parte, cap_ II, § 4.
18 Anal. post., 1, 2, 72 a 19; lO, 76 a 31-36. 20 1, 2, 185 a 17.
19 Fís., 1, 2, 185 a 1-3. 21 1, 2, 184 b 25.

404 405
eso está claro 'por la in~uc~ión» 22. De este modo, Aristóteles opone proporciona una imitación de la. e~ern~~ad. ~e~o l? que conviene
a los razonamIentos «enst!cos» de los eléatas la afirmación serena señalar antes que nada es que esa ImltaclOn es IrrIsorIa. No hablamos
pues está fundada en la «inducción», de la existencia del movimien~ en el mismo sentido del reposo de Dios y del reposo del mundo sub-
to en ,la, na~uraleza. Nótese aquí el verbo ÚJ1:0XEloOoo, que, más que lunar. Mejor dicho: Dios no conoce el reposo (~pEf'-ta), sino que es
una hlpotesls o un postulado (términos que serían insuficientes para inmóvil (clXtvr¡'to;). Aristóteles distingue claramente entre la inmo-
expr~~ar el resultado de una inducción), parece designar una cons- vilidad -que es contradictoria del movimiento (clxt'lr¡oia en sentido
tataClOn realmente fundamental, la que va a ser la base rara vez
estricto)- y el reposo, que es sólo su contrario. La inmovi~idad es
f0f,mulada quizá, pero siempre presupuesta, de las consideraciones la negación del movimiento (aunque sería más exacto decIr, para
so r~ ~a naturaleza que seguirán. Imposible sugerir mejor que el restablecer en su derecho a la verdadera positividad, que el movi-
mOV!mlento n? es ~~ fenómeno accidental, sino verdaderamente sus- miento es la negación de la inmovilidad); el reposo no es sólo su
tanCIal, u~a dlI~enSlOn fundamental del ser de lo físico, es decir, de
lo que eXI~te. ~UOEt, por naturaleza. ¿No hay, con todo, una impor-
privación. «Lo inmóvil es aquello que de ningún modo puede ser
puesto en movimiento (como el sonido es invisible); ... o también
tante restn~clOn en esa frase? Aristóteles no dice: todos los seres aquello que, siendo por naturaleza apto para moverse y capaz de
naturales; SIno «los seres naturales, ya todos, ya algunos» (Y, mina Y, hacerlo, no se mueve, sin embargo, cuando, donde o como debe
~'Ita) S' 'f' 1b
. ¿ ~glll Ican estas pa a ras que, entre los seres naturales, unos
'1 .¡
hacerlo naturalmente; éste es el único caso de inmovilidad que
son. ~O~I?OS y ?t!OS no? Pero entonces, si se trata de una simple llamo ser en reposo. En efecto, el reposo es contrario al movim~et;­
ver!fICaClO~ emplt1ca~ ¿para qué esa afirmación «sustancial»? ¿Para to; por consiguiente, es una privación en el sujeto capaz de reCl.b~r
que recurnr a !a. ;:vldencia inductiva, que no puede justificar más el movimiento» 25, Por tanto, movimiento y reposo, según la defInI-
qu~ ~na proposlclon ~niversal, y no particular? 23. Sin duda, lo que ción aristotélica de los contrarios (la privación es un caso particu-
Anstoteles ~p~ne aqUl a los raciocinios eleáticos es el hecho univer- lar) son las especies extremas en el interior de un mismo género,
sal. del mOVImIento. Sólo que, si bien el movimiento es un hecho que sería el de la inmovilidad En cambio, entre movilidad e inmo-
umyersal, eso. n? quiere decir que todas las cosas de la naturaleza vilidad no hay sólo diferencia de especie, sino la oposición irre-
est~n en movlmI~~to en cualquier instante; si así fuese, sólo esca- ductible de dos géneros.
panamos ~ ~as dIfIcultades de la filosofía eleática para caer en las Cuando Aristóteles define la naturaleza como «principio de
~el heraclItelsmo. En otro pasaje, Aristóteles mostrará que las rea- movimiento y reposo» 26, la evocación .del r~poso no cons.ti~uY,e, por
lIdades .de. nuestr? mundo no están ni siempre inmóviles ni siempre tanto una restricción, sino una confIrmaClon de la deÍ1mclon del
en movlmlen.to, SInO unas veces en reposo y otras en movimiento 24, ser n~tural como ser que puede estar en movimiento. Poco importa
El hecho ulllversal, cuya afirmación previa acabamos de ver no es aquí que Aristóteles combata en este punto la tesii'> de Heráclito
ex;actamente el movimiento, sino el hecho de poder estar e~ movi- según la cual los seres móviles s; mueven siempre, «aun .cu~ndo
mIento o rep?~o; eso basta para distinguir al ser del mundo sublu- ello escapa a nuestra percepción» ,y que op0t;ga a.la ~ont1nUldad
~~r delbser diVIno ql;le; por su parte, no puede estar en movimiento. del movimiento así afirmada la comprobada discontInUldad de los
In em argo -se dlra- ¿acaso los estados de reposo aun cuando movimientos naturales, que van necesariamente hacia un término,
s~a? fugaces, no,hacen semejante al ser del mundo s~blunar y al aunque sea provisional. Pues ese término, precisamen~e: ,será siem-
diVInO, aunque s?lo sea por c?rtos lapsos de tiempo? Más aún: la pre provisional, se hallará siempre afectado por la POsIbIlIdad de su
muerte del ser VIVO (caso partIcular del ser natural), al destinarlo a
un «eterno reposo», ¿acaso no 10 identifica con ese otro ser que co" propia supresión; el repos~ siempre es inqui~t~J prov~si~nal deten~
ción del movimiento anterior, espera del mOVImIento SIgUIente. Y SI
noce el reposo eterno? Veremos cómo esta consecuencia no se
halla del to~o aus;nte de la filosofía de Aristóteles, y cómo la muer-
consideramos el mundo en su conjunto, podemos estar seguros
de que encierra siempre movimiento en alguna parte; si bien Aris-
te aparecera en el como aquello que, deteniendo el movimiento,

22 'Hlli" a' tncoxztcrOm 'ta qn)crEt ~ 1tdna ~ ¿''Ita xtvOÓ\leVa elvat a-r¡A.ov a' h 't-r¡~ 25 ... wcr'tE cr'tÉpr¡crt~ av etr¡ 'tou aex'ttxOU (Fís., V, 2, 226 b 10-16). Cfr. IIl,
¿1taTUlT1/~ (1, 2, 185 a 12). 2, 202 a 3; V, 6, principio; VI, 3, 234 a 32; 8, 239 a 13; VIII, 1, 251 a 26;
~ Cfr. Et. Nic., VI, 3, 1139 b 28: 'H 1l2V
xaOoA.ou.
a~ &1taTUlrtí dpX~ &cr'tlV xai 'toíi
Met., K, 12, 1068 b 23 (cfr. K, 11, 1067 b 34: el no-ser, al no poder ser
movido, no puede decirse tampoco que esté en reposo).
24 Fís., VIII, 3. 26 Fís., II, 1, 192 b 21.
27 Fís., VIII, 3, 253 b 11.

406 407
tóteles enseña, contra Heráclito, la discontinuidad de los movimien- libro I de la Física, según la cual «todo 10 que ha llegado a ser es
tos pa.r~iales, a~mite la continuidad del movimiento en su conjun- compuesto» 32. El devenir supone la composición: ¿en qué sentido
to, .exlglda preCisamente por la discontinuidad de sus partes 28; en cabe entender esta proposición general, que reaparecerá bajo otras
el lIbro VIII de la Física, mostrará que el movimiento físicamente formas en toda la Física de Aristóteles? Cabría cotejarla, antes que
fu?damental es el movimiento local circular, porque sólo un movi. nada, con un pasaje del Parménides en el que Platón se pregunta
miento así puede ser infinito y continuo 29. Si talo cual ser natural en ese pasaje si lo uno está en reposo o en movimiento. Comienza
pue?e estar en reposo, diremos entonces que el ser natural en su por distinguir dos especies de movimiento: la alteración y el movi-
conJ~nto es un ser en movimiento -o, más exactamente, para el miento local. Muestra luego que 10 uno no se altera ni se mueve lo-
movImiento--, y si la teoría física del movimiento debe tener en calmente. No se altera, pues alterarse significaría convertirse en
c:u enta detencio?e.s. y rep?sos, la 0r::tología, por su parte, tendrá que otra cosa, y 10 uno no puede convertirse en otra cosa que lo que es.
lIgarse a la posibilidad siempre abierta del movimiento a la funda- Si cambia de lugar, o bien se mueve circularmente sin desplazarse,
mental inestabilidad inscrita en el principio mismo del ser natural o bien se desplaza de un lugar a otro. «Si gira en drculo, es preciso
como aquello que constituye su «vida» 30. que lo haga sobre un centro y que tenga otras partes: las que giran
~st.e rec~nodmi~nto de la coextensividad de la naturaleza y el alrededor de ese centro» 33. Ahora bien: lo uno no conlleva partes.
mOVImiento permIte darle todo su alcance a otra observación del Si va de un lugar a otro, tal movimiento implicará un paso necesa·
riamente progresivo: «cuando una cosa está llegando a otra, ¿no es
28 A, 6, 1071 b 8.
29 Pis., VIII, 8.
30 «Inmortal y sin pausa, ¿pertenece el mOVImIento a los seres como leza en general, y que, además, s610 es posible arte allí donde hay contin·
una especie de vida para todo lo que existe por naturaleza?» (Pis. VIII 1 gencia (Et. Nic., VI, 4, 1140 a 10 ss.), es decir, en el mundo natural, so~e­
2?0. b 13).. Aristóteles responderá afirmativamente a esta pregunta.' Este ~; tido a la generación y a la muerte; y que todo el esfuerzo del arte consIste
Vlmlento «mmortal» no es una abstracción, no es esa «mors immortalis» que en «imitar a la naturaleza» (Fís., II, 2, 194 a 21; 8, 199 a 15; cfr. Parto
MARX denunciará como ilusión de una filosofía idealista del movimiento animal., I, 1, 639 b 16, 640 a 27), es decir, en este caso, en aproximarse cada
(<<Mi.seria ~e la filosofía», ~n Obras completas, M.E.G.A., t. VI, p. 180), sino vez más a la inmanencia del movimiento natural: el ideal sería que «el arte
la vIda mIsma del contemdo. La ontología de Aristóteles no estudiará ni del carpintero residiese en las flautas» (De anima, I, 3, 407 b 25) o en las
t~l o cual m~viJ:niento ~n particular (ése. e? el papel de la física), ni la abstrac- tablas de los barcos (Pis., II, 8, 199 b 28), que el médico se curase a sí mismo
cIón del mOVImIento, smo el ser-en-movImIento considerado en su totalidad es (Pis., II, 1, 192 b 28-32), o que las lanzaderas anduvieran solas (Pol., I, 4,
decir, en sus principios. ' 1253 b 37). El movimiento artificial, imitación del movimiento natural, s610
31 Todo lo natural está, por serlo, en movimiento (cfr. también TEO- tiene sentido, por tanto, dentro de la esfera de la naturaleza en general, a la
FRASTO, Met., 1, 4, b 19 ss.), pero ¿todo lo que está en movimiento es na- que prolonga desde el interior, o cuyas flaquezas suple (Fís., II, 8, 199 a 15).
tt;rap Parecería que la respuesta debiera ser negativa. Aristóteles, en efecto, Más grave parece la oposición entre el movimiento propiamente violento (for-
dlstmgue al menos tres especies de movimiento: «Vemos que las cosas se tuito) y el movimiento natural (Pis., VIII, 4, 254 b 7·24). Pero esta distin-
mueven, o por naturaleza, o por coerci6n, o por la inteligencia, o por alguna ción, referida a la teoría del lugar natural, sigue siendo a fin de cuentas
otra causa.» (-:'-' 6, 1~71 b 35; cfr. Protréptico, fr. 11 W.: YAMBLICO, IX, 49, interna a la naturaleza: en apariencia, el movimiento violento es la inversa
3 ss.; De p~}losophla, fr. 24 R.: CICERÓN, De nato deor., II, 16, 44.) Pero del movimiento natural, pero no puede durar indefinidamente y debe inver-
la cons~ru~clOn de la frase muestra que, en realidad, sólo hay dos géneros: tirse a su vez (como en el caso de la piedra que se lanza y vuelve a caer) para
el l:?0~lmlento natu.r~l. se opone en bloque a todas las otras especies de convertirse en movimiento natural. Habría que reconocer, entonces, que el
movImIento. Esta dIVISIón del movimiento completa y corrige la de Platón propio movimiento natural tiene como condición el movimiento contra na-
(~eyes, X, 888 e), quien distinguía tres cIases de movimiento: natural artifi. tura: si todas las cosas estuvieran en su lugar natural y no hubieran sido
Clal y fortuito. El movimiento «inteligente» de Aristóteles no es ot;a cosa arrancadas de él por un movimiento violento, no necesitaría volver y todo
<1,ue el movimiento «artificial» de Platón (ya que el arte supone la interven. estaría en reposo. Si la naturaJéza tiende al reposo, el movimiento no puede
clón de un alma, 891 c ss.). En cuanto al movimiento fortuito mientras que ser más que una violencia hecha a esa naturaleza (caso del movimiento «con-
Plat?n parecía aproximarlo. al movimiento natural (cfr. 889 c), ÁRISTÓTELES lo tra natura»), o un correctivo a esa violencia, una anti·violencia (caso del
avecm~ a! arte, C?y~ matetla es ~l ~zar (Et. Nic., VI, 4, 1140 a 18). Finalmen- movimiento llamado «natural»). Pero entonces, se dirá, todo movimiento,
te, Atlstoteles dlstmgue el mOVImIento natural y el movimiento no natural directa o indirectamente, es contra natura, y sólo hay naturaleza realizada
el cual. puede ser, o bien inteligente (es el arte), o bien fortuito (cuando e; en lo inmóvil, es decir, en Dios. Tropezaríamos así con un sentido que ya
produCIdo por «alguna otra causa»). Pero ¿en qué sentido debe entenderse y hemos encontrado en la palabra 'PUcrl~; su sentido teol6gico. Digamos que la
hasta qué punto puede mantenerse, esa oposición entre la no-naturaleza y' la naturaleza física, única que consideramos aquí, se distingue de la naturaleza
na~uraleza? Emr:ec~mos por el ~o.vimiento artificial. Tal movimiento, según subsistente de Dios porque conlleva la posibilidad, siempre abierta, de la
Atlstóteles, se. dls.tmgue del mO,:"lmlento natural en que se tiene su principio, anti-naturaleza.
no en el m6vJ1, smo. en el exterIOr del móvil (A, 3, 1070 a 7). Pero conviene 32 Te ilVÓ!!EVOV !J.¡r;WI del cr6veE'COV ~cr'Ct (Pís., I, 7, 190 b 11).
notar que esta dualIdad de motor y móvil sigue siendo interna a la natura- 33 Parmén., 138 C.

408 409
necesario que aún no esté en ella, mientras está llegando, y que no demás, Aristóteles mostrará que entre el motor y el móvil sólo pue-
es~é completamente fuera, si en efecto está llegando ya?» 34. Ahora de haber un simple «contacto» que preserva la individualidad de
bin, «aquello que no tiene partes» no puede satisfacer tal condi- ambos, y no una fusión esencial, pues «lo homogéneo y lo uno son
ción 35. Por consiguiente, tampoco de esta manera se mueve lo impasibles» 42. Pero ésas no son más que aplicaciones físicas del
uno: «no se mueve con ninguna especie de movimiento» 36. Aunque principio de la composición del ser en movimiento, incluso cuando
en el Parménides se trate de un ejercicio dialéctico, vemos el alcan. se trata de comprobar negativamente, en el caso de los seres mate-
ce físico de esta tesis: si lo uno no se mueve, entonces lo que se máticos o de la forma, que la indivisibilidad de esos seres les impide
mueve no es uno, conlleva partes y, por tanto, es compuesto y divi- ser engendrables y corruptibles y, por tanto, les impide ser seres
sible. El movimiento supone, pues, la divisibilidad. Sería incluso físicos. Lo que Aristóteles quiere mostrar como consecuencia del
más exacto decir que funda la divisibilidad, al menos en el sentido análisis platónico del Parménides es que el movimiento introduce
-siguiendo los ejemplos suministados por Platón- de que la reve- en el ser una divisibilidad en elementos, característica de la mate-
la. La alteración nos advierte de que la cosa que creíamos una no ria; así, mostrará que incluso los seres, generalmente considerados
lo era, puesto que comportaba la posibilidad de convertirse en otra como inmateriales, que se mueven circularmente en el cielo, conlle-
sin dejar de ser ella misma. El movimiento circular de los cuerpos van al menos, por el mero hecho de estar en movimiento, una ma-
celestes divide el espacio celeste en regiones del Cielo. El móvil que teria local (ÜA.1j "l:01tlX~) 43, lo que no es sino otro modo de expresar
se mueve con movimiento local no circular se escinde a sí propio su divisibilidad hasta el infinito, consecuencia ella misma de la con-
hasta el infinito, según los puntos del espacio que sucesivamente tinuidad de su movimiento.
franquea. Lo primero aquí no es la divisibilidad del espacio, sino el Pero el texto del libro I de la Física, si bien está relacionado con
movimiento mismo como división. El movimiento no describe un las otras formulaciones físicas del mismo principio, nos parece tener
espacio que estaría ya ahí, pues ello equivaldría a suponer que el también, dentro del contexto en que se emplea, una significación
espacio existe ya antes con la infinidad de sus partes, pero el mo- más fundamental. «Todo lo que llega a ser es compuesto; por una
vimiento es aquello por lo cual hay un espacio en general, y por lo parte, está algo que se hace o deviene, y, por otra, algo en lo cual
cual dicho espacio se nos revela retrospectivamente como suscepti- se cambia aquello, y esto se entiende en dos sentidos: o un sujeto,
ble de ser dividido.
o un opuesto 44. Llamo opuesto al ignorante, y sujeto al hombre;
Aristóteles volverá a hacer análisis de ese género a lo largo de opuestos son la ausencia de figura, de forma, de orden; y el bronce,
toda su obra física. Así, en el libro VI de la Física, establecerá que la piedra, el oro, son sujetos» 45. Este texto indica, pues, las divisio-
«todo cuanto cambia es necesariamente divisible» 37, con argumentos nes que el devenir determina en el ser. Decimos precisamente «de-
que reproducen casi textualmente los del Parménides: «Puesto que termina», y no «presupone», pues el movimiento mismo del análi-
todo cambio va de un término a otro ... es necesario que una parte sis, que parte del devenir, muestra claramente que el devenir es la
de lo que cambia esté en uno de los dos términos y que otra parte realidad fundamental, bajo cuya presión el ser en devenir va a
esté en el otro; pues es imposible que esté en los dos a la vez, o que abrirse a una doble disociación, y sin la cual no habría razón alguna
no esté en ninguno» 38. Recíprocamente, mostrará que lo indivisible para considerarlo complejo. La primera disociación es la expresada
no puede moverse 39 y, en otro lugar, utilizará este resultado general en el discurso predicativo, bajo la forma de la distinción entre sujeto
para mostrar que no hay generación ni corrupción del punto, la línea y predicado: está, de un lado, aquello que deviene y, de otro, aque-
o la superficie (que son todos indivisibles en cierto grado) 40, ni de llo en que se convierte lo que deviene. Se dirá, empero: ¿dónde está
la forma que, por su parte, es metafískamente indivisible 41. Por lo aquí la disociació" ya que el discurso predicativo expresa una iden-
34 138 d.
35 138 e. mente el libro K enseña la corruptibilidad de la forma (K, 2, 1060 a 23), lo
36 139 a. que parece un argumento más contra la autenticidad de K, 1-8.
42 Gen. y corr., 1, 9, 327 a 1; Fís., IV, 5, 213 a 9; V, 3, 227 a 6; VIII,
37 Tú as ¡.t.z'ta~(fA.A.ov &rcav dVelrx1J'atatps'tov elVal (Fís., VI, 4, 234 b 10). 4, 255 a 13; Met., A, 4, 1014 b 22; e, 1, 1046 a 28.
38 [bid., 234 b 10-17. 43 H 1 1042 b 6-7.
39 Fís., VI, 10, 240 b 8 ss. 44 N~ hemos podido conservar el juego de palabras que existe en griego
40 Met., E, 5, 1002 a 30 ss. entre Ú1tOXEt¡.t.zvov (el sujeto del cambio) y dntxEt¡.t.zvov (10 opuesto de aquello
41 Sobre la tesis de que 'to elaO~ 00 ¡i¡vz'tat, cfr. Met., Z, 8, 1033 b 5, 17; en que se convierte la cosa).
15, 1039 b 26; H, 3, 1043 b 14 ss.; 5, 1044 b 21; Fís., V, 1, 224 b 5. Unica- 45 Fís., 1, 7, 190 b 11-17.

I
410 411
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tidad -:-aquí, una identidad alcanzada en un proceso- entre sujeto decirse que el iletrado se convierte en letrado, pero también que el
y p,r~dicado? De hecho, la predicación, al menos cuando no es tau- hombre se convierte en letrado; lo que deviene es también lo que
tologI~a,. e~ una síntesis, y no otra cosa decía Aristóteles al postular, era y no será más que lo que seguirá siendo cuando lo que era ya
en pnncIJJ1o, que «todo lo que llega a ser es compuesto (crú'iBETOV)" no sea. El proceso del devenir revela en su efectiva realización una
~~or~ bIen~ la comp~sición predicativa supone una previa disocia- triplicidad, o más bien una doble dualidad, de principios 50; si lla-
CI0l?- ,y solo es posIble allí donde esta disociación está dada es mamos forma a lo que sobreviene en el proceso del devenir y se
de~Ir, en ~l ser en movimiento; s610 el movimiento permite di;tin- manifiesta como atributo, entonces la forma se opone, por una par-
gUlr, el atnbuto que se le añade al sujeto del sujeto mismo. ¿Cómo te, al sujeto como materia del devenir, y, por otra parte, al s~lieto
sabnamos. que Socrates está sentado, si Sócrates estuviese siempre como ausencia de esa forma, es decir, como privación. De este modo,
senta~o sm levant~rse? Dicho de otro modo, ¿cómo distinguiríamos Aristóteles ha refutado a los eléatas, que no conocían más que un
el atnbuto del SUjeto, si el atributo no se separara del sujeto en solo principio, el cual creían encontrar -dado que ignoraban la pri-
uno u otr.o ~o.~ento de }a vida de este último? Se dirá, sin duda, vación- ya en la materia, ya en la forma 51. Si la triplicidad de
que tal dlstmclOn vale solo para el atributo accidental que puede principios del ser se le impone al ser por el hecho de estar en movi-
estar .0 no pr:se.nt~ ,en el sujeto. Pero incluso en el caso'del atributo miento, comprendemos ahora, a la inversa, por qué la doctrina de la
e~enclal,. su. dlstmclon por respecto del sujeto (condición de la sínte- unicidad del principio estaba vinculada a la de la imposibilidad del
SIS predIcatIva) resulta posible s610 a través de un movimiento su- movimiento.
puesto? ~,cu~a il?po~ibilidad se reconoce en seguida, una especie Queda por poner de relieve el alcance de esta disociación del ser
deO' v~~IacI.on Imagma~1Va, según la cual nos preguntamos si el sujeto en sus principios. Vimos más arriba que Aristóteles, cuando volvía
se",ultla s:endo el sUjeto en el caso de que supusiéramos ausente tal a emplear en sentido físico el principio platónico de la divisibilidad
o ~ual atnbu~o su~o: así, un triángulo puede dejar de ser de bronce, de lo engendrable, se refería a una divisibilidad en elementos. ¿Se
e Isósceles, sm dejar p.or. ello de ser triángulo; pero si le quitamos trata aquí de eso, cuando decimos que el ser en devenir es un com-
s'":s tres .lados, lo supn~Imos en t.anto que triángulo: por tanto, la puesto de materia, forma y privación? Los elementos del ser, es
tnlater~hdad es .u~ atn~uto ~senClal del triángulo 47. Una vez más, decir, sus «componentes inmanentes y primeros» 52, son ellos mis-
e~, aqUl un l?o;llmlent~ ImagInario (pero ¿no es la propia imagina- mos partes del ser y, por tanto, seres. Ahora bien, la privación no
Clan un mC?vlmlento?) .el que disocia la unidad del ser en un sujeto puede ser una parte del ser, pues no pertenece al orden del ser, sino
y un pred.lcado, .Y sustItuye la unidad indistinta del "t'~ por la es- al del no-ser. En cuanto a la materia y a la forma, si bien son com-
tructura dIferencIada del Tl xcna TlVOC; 49. ponentes reales del ser en devenir, no por ello son partes. La prueba
Pero esta disociación no es la única que el movimiento instau- es que no puede disociárse1es físicamente; no puede concebirse, en
ra en el ser. Lo que deviene se dice, efectivamente, en dos senti- un ser físicamente existente, una materia sin forma o una forma sin
dos: por una parte,. aquello que desaparece en el devenir y se borra materia. ¿Adoptaremos entonces el vocabulario de la abstracción para
ante 1.0 que sobrevIene; por otra parte, lo que se mantiene en el expresar esa relación entre la totalidad concreta en devenir y los
devenIr y hace que sea el mismo ser el que se convierte en lo que no «aspectos» que en ella distinguimos? Pero el proceso de la abstrac-
era. El propio lenguaje revela aquí esa doble posibilidad: puede ción está vinculado por nosotros al de la generalización; ahora bien,
nada de eso sucede en el proceso mediante el cual el devenir nos
4~ Nótese que ~ristóteles dice indistintamente que el ser en movimiento fuerza a distinguir materia, forma y privación. La forma «abstracta»
es CluvOe,o~ Ó • ~~a~~e,ov. (;11, ~, 234 b 10). La síntesis supone una división. de la materia no se hace por ello más general que la materia, pues
No hay nI dlvlslOn nI smtesls en Dios a cada materia cOfresponde una forma determinada y a la inversa:
47 Anal. post., 1, 5, 74 a 33-b 4' ~fr. I 4 73 b 38 ss
48 F'
., IS., VIII , 3, 254 a 29; De Anima,
" 111,, 3, 428 b 11. (cfr. infra Con- aA.A.tp eraEl u)..A:r¡ 0),,:11 53 • En cuanto a la privación, si se la generaliza,
e1uSlOn). ' se la reduce a una pura nada de ser y de pensamiento; la privación
49 Acerca d~ esta estrucn;ra, no solamente lógica, sino ontológica, cfr. E. Tu- no es la ausencia en general, sino la ausencia de tal y cual presencia;
GE:,DHA!, TI I\ATA TINO};; Bine Untersuchung zu Struktur und Ursprung
artstotellscher Gru.n~begriffe, 1958. Dicho autor muestra correctamente que 50 Fís., 1, 7, 190 b 30.
tal estructura manIftesta lo que él llama la Zwiefaltigkeit del ser. Pero ya no 51 En la materia, Melisa; en la forma, Parménides (A, 5. 986 b 19);
estam<?~ de acuerdo sobre la descripción de esa Zwiefaltigkeit (cfr. nuestra Fís., 1, 2, 185 a 32, b 16; cfr. 111, 6, 207 a 16-17).
recen,slOn de la obra en R.E.q.: 1960, pp. 300-301), y Tugendhat nada dice 52 A, 3, 1014 a 26.
de como la estructura en euestlOn se enraiza en el movimiento. 53 Fís., n, 2, 194 b 19.

412 413
dic~o con más. precisión, la privación sólo se constituye como tal de puede haber pasión reciproca» 56. Estas dos observaciones, no des-
10 ~ retroactIvo, como carencia y expectativa de aquello a 10 que
e SUjeto ha llegado de hecho. El vocabulario de la parte y del todo
arrrolladas aquí, nos remiten a la teoría aristotélica de los contra-
rías 57. Los contrarios son aquellos atributos que, dentro de un
el d~ 10 abstracto y 10 concreto -respectivamente, 10 general y 1; mismo o-énero más difieren 58. constituyen la diferencia máxima
partIcular-, y, de un modo general, el vocabulario del elemento • b '
compatIble con la pertenencIa a un mIsmo genero 59 , mIentras
" " . ' .
que
entenddo como componen~~ físico o lógico, son del todo inadecua~ los atributos contradictorios sólo pueden atribuirse a géneros que,
dos para exp:esar la relaclOn de materia, forma y privación con el por eso mismo, son incomunicables. En virtud de estas defini~iones,
ser en devemr, c.uy?~ «principios» son, como dice Aristóteles. Lo cuando una cosa recibe sucesivamente dos atributos contrarIOS, se
qu~ expr~~a la trIplIcIdad de principios no es una tripartición cual- hace distinta sin duda, pero no se convierte en otra cosa: sigue
qUIera, flSlca o lógica, de un todo que fuese física o lógicamente siendo sustancialmente la misma; mientras que una cosa que recibe
«compuesto>~, sino la triplicidad, o mejor la doble dualidad que un atributo contradictorio cesa, por ello, de ser lo que era: resulta
brota del m~sn:o ser, desde el momento en que conlleva la po~ibili­ destruida en cuanto talo, a la inversa, es producida: nacimiento y
d.a~ de mOVImIento. No somos nosotros quienes contamos tres prin- muerte son el movimiento según la contradicción 60. Por tanto, los
CIP:~S en el ser, p.ara extraer de ahí un esquema «general» de expli- contrarios son los límites extremos entre los cuales es posible una
ci~IOn; es el propIO.ser ,el que, en cada instante, se desdobla y redu. Qeneración reciproca, es decir, reversible, y que, de ese modo, no
p IC~, «estalla>~ -~I aSI puede decirse- según una pluralidad de destruya la unidad genérica de aquello que deviene. ¿Qué. quiere
sen~Idos, de dIreccIOnes, que define la unidad «extática» -podría decir entonces Aristóteles cuando afirma que, «entre contrarIOS, no
decIrse-o, la 1CaAlnovo¡; áPI_LOVl1¡ de su estructura 54. puede haber pasión recíproca?». La negación se refiere aquí, no a
. ~ri~tóteles t;-0 llega a pensar que el ser en devenir comporte tres la pasión misma (pues los contrarios padecen uno por otro, y en esa
P~lnCIPIOS en VIrtud de u~a suma. a 'partir de la unidad; ya vimos «pasión» consiste su movimiento), sino a la reciprocidad de ~a .pa-
como le reprochaba a Platon multIplIcar los principios exteriores al sión' si los contrarios estuviesen enfrentados solos en el mOVImIen-
ser, e? vez de buscar la e,structura múltiplemente significativa del to, l~ aparición de uno sería la muerte del otro: si lo caliente se hace
ser mISm?; ~o se trata aqUl, entonces, de un añadido al ser sino de fria, queda destruido en tanto que caliente, y, si lo fria se hace
una duplIcaCIón y red~p~icación espontánea del ser mismo, 'en cuan- caliente, queda destruido en tanto que frío. No es, pues, que se
to que es ser en r;n0:'lmtento. ¿Por qué esa duplicación se desdobla restaure el mismo calor, sino que se instaure otro. Si s6lo estuvieran
a su. vez y da ~acImIento a tres principios, no a dos? Aristóteles lo enfrentados los contrarios, el movimiento sería una sucesi6n de
explIca algo mas. adelante: se trata, dice, de que «a los contrarios les muertes y nacimientos, y carecería de toda continuidad. Pero la ex-
hace falta un sUJeto» 55, y, un poco más arriba: «Entre contrarios no periencia nos enseña que el movimiento según los contrarios es re-
versible, sin que haya por qué ver en dicha reversibilidad un r:~a­
, ~ ~obre ,~~ ca'ráct~r ,«extático» del movimiento, cfr. Fis., IV, 12, 221 b 3: cimiento, sino sólo un retorno; no la negación de una negacIon,
H ~E xt';1)crt~ E~tn~Ct 'to u7l:ápxov. Se traduce generalmente ~~í(J't1):Jl como «des. sino la restauración de una privación. Los contrarios, que se pre-
hace», e~ el sentIdo de «destruye». Pero el verbo ~~l("ávat nunca ha tenido sentan de un modo sucesivo y se excluyen por ello 61, no ponen en
e~e . s~nt1do. Segú~ los diccionarios de BAILLY y LIDDELL-SCOTT (sub v) cuestión, con todo, la permanencia de la cosa que deviene y que
~lgmf.1ca «hacer sa!lr de», «poner fuera de sí» y, por tanto, «hacer caer en 'eÍ sigue siendo la misma bajo el cambio, 10 que Aristóteles expresa con
ex!aszs» h(cfr. R{tor·, I~I, ?, 1408 b 36). Traduciremos, entonces, «El movi-
m1en~0 ace sa Ir d e SI mIsmo a lo subsistente». El movimiento es aquello las palabras Ú11:oxslcr6w, Úlloxs: P.S'iOV.
en ,v1rtu,d de lo cual lo sub-sistente ('to Ú7l:r7.PXOV parece aquí sinónimo de La triplicidad de los principios del movimiento aparece enton-
'to1 Un:OXEtP.EVO'); cfr. .
TUGENDHAT ' op . cit -, p . 14, n. 13) so'1 o se mantIene
. en ces como la condici6n de su unidad extátíca. Si el movimiento fuese
e ser com~ un ex-s1ste?te. Esta ex-sistencia, ese éxtasis, se manifiesta en la
estructura ritmada del tIempo que es número (221 b 2) S' d d
ll'd d 1 f' , . m u a, ese «esta·
1 o» e ser p~esto « u~ra de SI» por el movimiento produce como efecto el 56 190 b 33.
desgaste, d.e aquel (xomx't1)x.E;, 221 a 32), su «envejecimiento» (Flpáam, ibid.) 57 Categ., 10 y n; De Interpr., 14; Met., .6., 10; I, 4.
y, por ultImo, su destrucclOn ('f'Bop6i~, 221 b 1); pero ésos son efectos d 1 58 .6., 10, 1018 a 26-27.

q~e hay de fundamentalmente «extático» en el movimiento. Cfr t m~' ,o 59 Cfr. La parte, cap. II, § 4.
60 Fís., V, 1, 225 a 12; Gen. y corr., l, 2, 317 a 17-31.. .
Fzs., IV, 13, 222 b 16 (!-,E'l:a.~OA~ ~E n:6iaa. epÚcrEl hatamóv)' De é:oe~o ~et 61 Los contrarios son una especie de los opuestos. Ahora bIen, «Se dIce
3, 286 a 19; De Anima, I, 3, 406 b 13. " ,
que son opuestos (dV'ttXEtcrBal) unos atributos siempre que no pueden coexistir
55 !lú úrroxEtcrBai 'tl 'tot~ ~vay'tíot~ (191 a 4 J.
en el sujeto que los recibe» (.6., 10, 1018 a 22).

414 415
sólo sustitución de la privación por la forma, nacería con la aparición implicaciones temporales de la disociación del ser-en-mOVImIento en
de cada forma y cesaría con su desaparición. Pero Aristóteles recha- materia, forma y privación son claramente detectables a partir del
za semejante concepción discontinua del movimiento, que Platón análisis del libro 1 de la Física: la forma es 10 que la cosa será, la
había sugerido en un pasaje del Parménides 62. Lo que es disconti- privación es 10 que era, el sujeto (lI1WX"lflEVOV) es lo que subsiste,
nuo, más bién, es la sucesión de los accidentes que sobrevienen y permanece (ÚltOflÉVEl) 67, Y no deja de estar presente a través de los
desaparecen. Pero así como un discurso que no conllevase más que accidentes que le sobrevienen. El sujeto ofrece aquí los mismos ca-
atributos sería ininteligible 63, igualmente el mundo en que se suce- racteres que el ahora (vov) analizado por Aristóteles en el libro IV
diesen los accidentes sería incoherente. Así como la inteligibilidad de la Física 68. Todo el análisis aristotélico del tiempo descansa sobre
del discurso implicaba la admisión de un sujeto distinto de los atri- la idea de la permanencia del ahora; sin esa permanencia, el tiempo
butos, así también la coherencia del mundo exige que la sucesión de no sería nada, pues el pasado ya no es y el porvenir todavía no es, y
los accidentes no afecte a la permanencia del sujeto. O más bien, el lo que está compuesto de no-seres es ello mismo no-ser 69. La única
sujeto del devenir se dice en dos sentidos; hay un sujeto evanescen- realidad del tiempo es, por 10 tanto, la del ahora. ¿En qué consiste
te que resulta suprimido en el devenir: así el iletrado desaparece al esa realidad? El ahora aparece antes que nada como un límite dife-
hacerse letrado; pero sujeto es también 10 que no desaparece: el rente cada vez, pues el tiempo, siendo una totalidad divisible, parece
hombre, de iletrado que era, pasa a ser letrado sin dejar de ser hom- admitir una infinidad de límites; pero, por otra parte, parece ser
bre. Aristóteles responde así a dos dificultades suscitadas por la filo-
sofía anterior: aquella según la cual el sujeto debía desaparecer al
convertirse en algo distinto (el Clinias ignorante moría al hacerse
t cada vez el mismo, pues si no lo fuera, ¿en qué tiempo se converti-
ría en otra cosa? 70. Esta última observación muestra a las claras el
carácter fundamental del ahora; el ahora no puede hacerse otra cosa,
sabio) 64, y aquella otra, suscitada por los eléatas, según la cual el puesto que es él aquello en el que se produce todo «hacerse». Pero
movimiento no existe, al no poder provenir ni del ser ni del no-ser. seguiremos haciendo consideraciones sólo dialécticas -y, por tanto,
En realidad, hay que decir que el re5ultado del devenir procede en vacías- sobre el tiempo, mientras sigamos hablando del tiempo en
cierto sentido del ser que es el sujeto (aquí, la materia) del devenir; general, siendo así que la única realidad es la del ser-en-el-tiempo,
en otro sentido, viene del no-ser, pero de ese no-ser relativo que es que no es otra cosa, según veremos, que el ser en movimiento. La
la privación. Aristóteles descubre esta dualidad en el doble sentido permanencia del ahora está fundada sobre la permanencia del móvil,
de la expresión ,1pEoOat EX, «venir de» y «estar hecho de»; hay que que es siempre ahora lo que es 71. Pero tal permanencia no se pro-
decir, a la vez -aunque en dos sentidos diferentes- que el letrado duce sin cierta alteridad: «el ahora es el mismo en cuanto que es 10
«viene» del iletrado, y que la estatua «está hecha» (,lpETC<l) de bron- que resulta ser cada vez; pero es diferente en cuanto a su ser» 72; y
ce 65. Pero otra expresión permite diferenciar 10 enmascarado por la más adelante: «El móvil es el mismo en cuanto que es 10 que resul-
ta ser cada vez (un punto, una piedra, o algo de ese género), pero
ambigüedad del verbo r1pEcrOo:t: decimos que la estatua es (está
es diferente por el discurso, a la manera como los sofistas conside-
hecha) de bronce (Xc<Axooc;), pero no decimos que el letrado es (está ran que Corisco en el Liceo es diferente de Carisco en el ágora» 73.
hecho) de iletrado 66.
Pero este análisis sería incompleto si no 10 uniéramos, aunque 67 Fís., 1, 7, 190 a 19.
Aristóteles no lo haga expresamente, a su análisis del tiempo. Las 68 La traducción ahora me parece preferible a la de instante. El instante
evoca la idea de «de repente»: es el ~~a1'f)V1¡~ platónico; ahora bien, toda la
argumentación de Aristóteles tiende a mostrar que el ahora no es un simple
62 156 de. El movimiento es ese «de repente» (~~a{'fm6), extraño por ser ¿~a{'fv1J~' sino la permanencia de cierta presencia.
«sin lugar» (a'toltov), que hace que esté una cosa que no estaba. De esta ma- 69 Fís., IV, 10, 217 b 32-218 a 6.
nera considerará Aristóteles, de hecho, el advenimiento o la desaparición de 70 Ibid., 218 a 19-21.
la forma (que sobreviene o desaparece rJ.pxóvU)~, ¿v c,hóp.<p v0v, comenta el 71 Es lo que se desprende de 219 b 10-11: 'O /J' &p.a ltf.i~ Xpóvo~ Ó afJ1:k
PS.-ALEJ., a propósito de Z, 8, 1083 b 5, 495, 23). Pero en ese caso no se -ro ¡dp vov -ro aiho l) 'lCo-r'~v, y de 219 b 18: Too'to [-ro 'fEPÓP.EVOV) 1) p.Ev 'lCO'tE l)v -ro
trata, precisamente, de un movimiento: la forma no deviene (cfr. más arri- aihó. Aristóteles emplea, como se ve, las mismas expresiones para designar el
ba, nota 41 de este cap.). ahora y el móvil ('fEPÓP.EVOV). Esta equivalencia es postulada más adelante como
63 Cfr. La parte, cap. II, § 2, pp. 131 ss.
principio: T<p aE 'fEPOP.ÉV<p rJ.XOA.OOOEt -ro vüv (219 b 22). Cfr. W. BROCKER, Aris-
64 Cfr. PLATÓN, Eutidemo, 283 d. Ver in/ra, § 2.
65 Fis., 1, 7, 190 a 21-31. Cfr. A. MANSION, Introd. ti la physique aris- tóteles, pp. 103-105.
totélicienne, 2.a ed., p. 76. 72 219 bID.
73 219 b 18-21.
66 Cfr. Z, 7, 1033 a 6; Gen. y corr., II, 1, 329 a 17.

416 417
27

,.1
.--
Este texto manifiesta muy bien el enraizamiento común del discurso tiempo... así como los puntos no lo son de la línea»79. El único ser
atributivo en el tiempo extático en la realidad fundamental que es que aquí está en causa es el ser en movimiento mismo; es la realidad
el movimiento; porque el móvil se mueve, recibe el sujeto de atri- última más acá de la cual no se hallaría sino el vacío del discurso, si
bución atributos que modifican su ser, y el ahora se hace cada vez pretendiéramos descubrir otros seres componentes. Pero el discurso,
otro en su contenido; pero también porque el móvil sigue siendo el que sería impotente si esperásemos de él alguna revelación acerca de
sujeto siempre presente (úrroxElp.EVOV) de sus modificaciones, no des- los elementos del ser, no por ello deja de ser el lugar donde se pone
aparece la esencia en las atribuciones accidentales que le sobrevie- de manifiesto la estructura compleja del ser en movimiento, tal como
nen, y el ahora garantiza, a la manera del punto que se desplaza so- se abre paso a través de la pluralidad de significaciones de la palabra
bre una línea o la unidad que se repite indefinidamente en la nume- ser. La tesis física de la divisibilidad de lo móvil se traduce ontoló-
ración 74, la «continudad del movimiento» 75. No es de extrañar que, gicamente como la de la pluralidad de los sentidos del ser; así pues,
en el lenguaje de los gramáticos, la palabra Ú'ltOXElP.EVOV, que en Aris- no es de extrañar que, en el libro 1 de la Física, esta tesis ontológica
tóteles designa a la vez la materia del movimiento y el sujeto lógico, sea mencionada constantemente como principio para la refutación
haya terminado por significar el tiempo presente 76. Esta presencia de quienes, al suprimir el movimento, suprimían por ello la física:
del presente no es sin embargo la presencia inmutable de lo eterno: «El razonamiento de Parménides es falso, porque toma el ser en
es una presencia que se hace a cada instante presencia de un nuevo términos absolutos, siendo así que tiene muchos sentidos~> 80. Sin
acontecimiento, que toma el lugar del anterior; se diversifica a la embargo, ésa no es más que una reconstrucción retrospectiva del
vez el antes y el después del tiempo y en la variabilidad infinita del proceso de investigación de Aristóteles y, de rechazo, del de Parmé-
discurso 77; desde este punto de vista, el ahora es tan capaz de divi- nides. Parménides no ignoró una tesis que habría conocido si hubie-
dir como de unificar: «El tiempo es continuo gracias al ahora, y está ra leído los libros de Aristóteles o seguido su enseñanza. Es, a la
dividido según el ahora» 78. Del mismo modo, la materia garantiza la inversa, la carencia de Parménides, su silencio ante el movimiento,
continuidad del movimiento: el mismo bronce es sucesivamente lo que lleva a Aristóteles a reconocer la significación múltiple del
bronce informe y estatua; pero también ella divide al móvil según ser en movimiento; o mejor dicho, Parménides es aquí sólo uno de
su infinita mutabilidad. los momentos a cuyo través la «coerción de los fenómenos», a la cual
Veremos cómo estas observaciones no se aclararán sino a partir deberán parcialmente rendirse él mismo y sus discípulos 81, acaba
de un nuevo análisis: la permanencia del ahora, o de la materia, o por abrirse camino. Es la coerción de los fenómenos la que ya les
del sujeto lógico, es menos la de un ser que la de una potencia de llevaba a los eléatas, en contra de su decisión de unidad, a hacer
ser; lo que se mantiene en el movimiento es la mutabilidad presente disociaciones en el concepto de causa. Es la coerción del movimiento
siempre de lo que se mueve, no tanto una presencia, como aquello la que, a través de la mediación de la palabra filosófica, divide al ser
en cuya virtud es posible en general una presencia. El vocabulario contra sí mismo en una pluralidad de sentidos, cuya unidad sigue
de la parte y el todo, de la «composición» de materia y forma, ha- siendo, no obstante, «buscada» indefinidamente.
brá de ser proscrito si reconocemos que no se trata tan sólo de una
división en partes, sino de la manifestación de la estructura, indiso-
lublemente unificadora y divisora -en una palabra, «extática»- 2. EL ACTO INACABADO
del ser en movimiento. Si reconocemos que la forma es el porvenir
del movimiento, la privación su pasado y la materia su presente in- «Se han extraviado por no distinguir las significaciones» 82. Con
definidamente presente en su novedad, no habremos dividido al ser esta fórmula, resume Aristóteles, al final del libro 1 de la Física,
en partes que fueran seres a la vez; pues el pasado y el porvenir, su crítica de los eléatas, e introduce su propia solución de la aporía:
como hemos visto, no son seres y «el ahora no es una parte del la distinción entre forma y privación por una parte, y entre forma
y materia por otra, permite afirmar que el ser, si bien no puede pro-
74 «El tiempo es el número del movimiento, y el movimiento es como venir del ser en sí) puede provenir de ese ser por accidente que es
el móvil: es, por así decir, la unidad del número» (220 a 2-3). la privación, y si no puede provenir del no-ser en sí, puede provenir
75 «El ahora es la continuidad del tiempo (cruvÉXEla Xpóvou)oo.; hace con-
tinuos, en efecto, el pasado y el futuro» (IV, 13, 222 a 10-12). 79 220 a 19-20.
76 Cfr. E. TUGENDHAT, op. cit., p. 15, nota. 80 Fis., I, 3, 186 a 24.
77 220 a 8. 81 Met., A, 5, 986 b 31.
78 220 a 5. 82 Fis., I, 8, 191 b 10.

418 419
de ese no-ser por accidente que es la materia. Tal es al menos una
manera de «resolver» la aporía; pero hay otra para cuya elaboradón tradición llama uniformemente «acto» -¿vÉpTela y ¿vteAÉXew-
nos remite Aristóteles a otros escritos: la consistente en distinguir se refieren más concretamente aún a la experiencia del movimiento.
entre acto y potencia, o, con más precisión, en reconocer que «las En el caso de h'Ép¡eta, lo que sigue siendo pensado a través de la
mismas cosas pueden ser dichas según la potencia y el acto» 83. formación docta de la palabra es la actividad artesanal, y más pre-
A diferencia de la distinción entre los tres principios, la del acto cisamente la obra (EPTov). Sin duda, el acto no es la actividad, y
y la potencia está más bien presupuesta por la Física que verdadera- Aristóteles pondrá gran cuidado en distinguirlo del movimiento 87,
mente desarrollada en ella. El análisis del movimiento, en el li- pero es el resultado de ella. No es la cosa que cambia, sino el resul-
bro III, la da por conocida, yes en el libro @ de la Metafísica donde tado del cambio; no el hecho de construir, sino el haber-construi-
debemos buscar su elaboración. Esta colocación podría hacer creer do 88; no el presente o el aoristo del mover, sino el perfecto del haber-
que la distinción entre acto y potencia es independiente del análisis movido y el haber-sida-movido 89. Igualmente, la palabra eV"CeAÉXWl
del movimiento, y que éste constituye solamente uno de los campos se refiere al sentido dinámico de "CÉAOC;, que designa el fin en el sen-
de aplicación de aquélla. Por lo demás, eso es lo que parece despren-
derse del propio plan del libro @, tal y como se anuncia en las pri-
meras líneas de dicho libro: «La potencia y el acto se extienden más hacia otro ser en cuanto otro, o por efecto de otro ser en cuanto otro» (tJ>, 12,
1019 a 19; cfr. 1019 a 15 y 1020 a 5, donde esta misma definición es presen-
allá de los casos en que nos referimos tan sólo al movimiento.» Aris- tada como «la definición propiamente dicha de la potencia en su principal
tóteles anuncia, pues, que tras hablar de la potencia en sus relacio- sentido»). Esta definición general se aplica, tanto como al poder-obrar, al
nes con el movimiento, tratará «en sus discusiones sobre el acto, de poder-sufrir e incluso al poder-resistir (1019 a 26-32). Pero conviene observar
las otras clases de potencia» 84. Pero conviene observar, antes que que, incluso en este último caso, la impasibilidad de estas cosas naturales que
deben a su «potencia» el no ser «rotas, trituradas, dobladas, en una palabra,
nada, que Aristóteles presentaba un poco más arriba a la poten- destruidas» (1019 a 28) nada tiene que ver con la impasibilidad de Dios,
cia referida al movimiento como la potencia propiamente dicha que no necesita ninguna «potencia» para resistir a una desconocida moción.
(p.áAl(Ha xUP1(J)C;) 85, lamentando que este sentido «no fuese útil a En Dios, la impasibilidad es contradictoria de la pasión; en las cosas resis-
tentes, tan sólo es contraria. Los comentaristas yerran, pues, cuando compa-
su actual propósito». Por otra parte, en la segunda parte del libro @, ran -con la sólo diferencia de grado- la impasibilidad de Dios con la de
no tratará de hecho de otras potencias distintas de la que se refiere la salamandra, como si la impasibilidad de Dios fuese el más alto grado de
al movimiento, sino sólo del acto, con el claro objetivo de mostrar la potencia, una potencia eminente (xa"rJ: 'to 'tE/-ElUl'Clx6v, dice ASCLEPIO, 328,
que puede haber un acto sin potencia, un Acto puro, que no es mo- 31, y no xa'trJ: 'to 'fBap'tlxóv; cfr. ALE]., 328, 31). De hecho, para Aristóteles,
vimiento, sino que, al contrario, se confunde con la inmovilidad la potencia sólo tiene sentido en el interior del ser en movimiento, y ninguno
divina. Pero este paso al límite, esta teologizadón de la noción de en Dios.
87 8, 6, 1048 b 18-34.
act?, nada quita de los orígenes sublunares de la noción, y si bien 88 1048 b 31-32.
Anstóteles, mediante una extenuación de las implicaciones munda- 89 Ibid., 32. En todo este pasaje -es cierto- Aristóteles parece reservar
nas de la noción de acto, llega a aplicarla a la descripción de la esen- la noción de acto para otro uso; al oponer el acto al movimiento, piensa en
cia divina, este nuevo uso no contradice, sino que confirma, que la actos que sólo serían actos, es decir, en los que el acabamiento no sería el
resultado de un proceso, sino que se identificaría con la actividad misma; tal
distinción entre acto y potencia viene impuesta al pensamiento dia- sería el caso de la vista, del pensamiento, de la vida: lo mismo es ver (pre-
crítico por el movimiento y sólo por él: la prueba es que sólo 10 In- sente) y haber visto (perfecto), pensar y haber pensado, vivir y haber vivido.
móvil es Acto puro, es decir, acto sin potencia, y que todo lo demás Se trata de actividades que no producen una obra en la cual, al realizarse,
es decir, todo lo móvil, se caracteriza por lo que la escolástica llama~ quedasen suprimidas, sino que tienen su fin en ellas mismas: lo que Aristó-
teles llama 1tpa~lC; (1048 b 20-24). Si Aristóteles parece reservar aquí la
rá la «composición» de acto y potencia. noción de enérgeia a estas acciones inmanentes, es en vista de la extensión
Si la noción de potencia ( aÓ'¡afllC; ) implica inmediatamente la teológica de la noción; pero esa extensión contradice el origen tecnológico,
referencia a un poder, y más eJ:l concreto a un poder-llegar a ser-algo- según el cual la referencia a la obra se halla inmediatamente presente. Nótese,
distinto 86, los dos términos que Aristóteles emplea para lo que la por lo demás, que la propia praxis es llamada aquí kínesis (1048 b 21), lo
que prueba que la palabra x1V11olC; puede ser tomada, a escasas líneas de dis-
83 Ibid., 191 b 27-29. tancia, ya en el sentido estricto de movimiento imperfecto que tiene su fin
84 8, 1, 1046 a 1-4. fuera de sí mismo (1048 b 29), ya en el sentido amplio de movimiento, que
85 Ibid., 1045 b 36. engloba las propias actividades inmanentes, como la vida o el pensamiento.
86 La referencia al movimiento está presente en la definición general de Cuando Aristóteles, al principio del libro 8, opone a la potencia según el
la potencia: «Llamamos potencia al principio del cambio o del movimiento movimiento «otra» potencia, podemos entonces pensar que esta última no
excluye toda referencia al movimiento en sentido amplio.
420
421
tido de acabamiento, consumación, realización; lo que se piensa en- propio hacer no se consumaría en la figura geométrica si el espacio
tonces a través de la forma docta de la palabra no es, sin duda, la no fuera previamente geometrizable. Cuando Aristóteles se pregun-
consumación misma, y menos aún la idea de la consumación en cuan- ta qué es primero, si la potencia o el acto, se comprende entonces
to motor psicológico de la acción, causalidad de la idea finalidad en que su respuesta no sea unívoca: la potencia es primera en un senti-
el sentido moderno de la palabra, sino lo que se halla ; se mantiene do y segunda en otro. Es primera -dice generalmente Aristóteles-
c?nsumado .en la consumación, aquí un perfecto que sigue y sobre- en el orden de la generación 93, al menos si se trata de una genera-
VIve al aonsto que le ha dado nacimiento 90. La noción aristotélica ción particular, de una generación hic et nunc, donde vemos que el
del ~ct?, en el momento mismo en que Aristóteles la distingue del germen preexiste a la flor y el fruto. Sin duda, Aristóteles quiere
mOVImIento, revela su enraizamiento en el movimiento: designa, sin significar con esa restricción que no sucedería igual en el orden de
duda, el modo de ser de lo inmóvil, pero de un inmóvil que ha llevado la generación en general: pues en este caso vemos que el engendra-
a ser lo que es. La inmovilidad del acto es la inmovilidad d~ un dor preexiste al germen y que sólo el hombre engendra al hom-
resultado, que, por tanto, presupone un movimiento anterior. Lo bre 94, pues debe entenderse que solamente el hombre en acto, y no
propio de la obra es remitir a una producción, a un productor' lo la Idea del hombre -que sólo sería hombre en potencia-, engen-
propio del fin es remitir a un acabamiento. Por eso el acto no es ~na dra al hombre que está en potencia en el germen. Es, pues, el acto,
noción que se baste a sí misma, sino que sigue siendo correlativa de y sólo él, el que hace pasar la potencia a acto 95, lo cual no impide
la de potencia, y sólo puede ser pensada a través de ella' el acto no que ese paso al acto no sea sólo la actualización de la potencia sobre
sobreviene, no se revela en su consumación más que p~r medio de la cual obra, sino también de su propia potencia: acto común de dos
la potencia, el poder de un agente. Este poder, ciertamente, es más potencias. Por tanto, es correcto decir a la vez que la potencia pre-
revelador que creador (por una razón de principio que veremos lue- existe al acto como condición de su actualidad, y que el acto preexiste
go); a la poten~ia activa del agente responde una potencia pasiva, a la potencia como revelador 96 de su potencialidad. Pero si pensa-
un poder-devemr, en aquello que preexiste a la obra: la materia 91. mos que la revelación misma es un acto, el acto del discurso huma-
La estatua está en potencia en el mármol, porque el escultor tiene la no, y que una distinción entre ratio essendi y ratio cognoscendi sería
potencia de hacerla aparecer en el mármol. Y como es el acto en su aquí anacrónica -pues, para Aristóteles, el conocer es todavía un
r~alización el que revela la potencia activa del escultor, resulta que, ser- habrá que conceder que el debate acerca de la anterioridad
f1l1almente, no es la potencia la que revela el acto, como tendería respectiva de la potencia o el acto -debate que dará lugar más tar-
a admitir un análisis superficial, sino el acto el que revela la poten- de a fáciles burlas- 97 es un falso debate. El acto y la potencia son
ca, en el momento mismo en que adviene, como condición de su ad- ca-originarios; no son sino éxtasis del movimiento; sólo es real el
venimiento: «Conocemos las construcciones geométricas haciéndo- enfrentamiento de potencia y acto en el seno del movimiento; úni-
las» 92. El hacer del geómetra revela el espacio geométrico, pero el camente la violencia del discurso humano -él mismo un movimien-
te- puede mantener disociada, bajo la forma demasiado fácilmente
escolar de distinciones de sentido, la tensión original que constituye,
90 N? podemos ac~ptar la i~~erpretación que de la palabra ~ne/..ÉXwx pro-
pone HeIdegger. QuerIendo legltlmamente evitar la mala interpretación mo- en su unidad siempre dividida, el ser del ser-en-movimiento.
derna de la entelequia como finalidad, acaba por eliminar de la palabra 1:0,0<; La distinción entre ser en acto y ser en potencia no habría naci-
toda idea de fin, en el sentido de acabamiento, consumación de 10 inacabado, do jamás sin las aporías clásicas acerca del movimiento. Bajo la «pre-
para quedarse sólo con el sentido estático de realización siempre realizada ya sión de los fenómenos», manifestada en las dificultades del discurso,
de «pur,a presencia de 10 que está presente~> (cfr. Intr. a la Met., p. 70; Essai; sale a luz, no tanto como solución cuanto como teorización de esas
et conferenc.es, pp. 14-~5, 55). S: trata, sm duda, de una presencia, pero de
dificultades, la distinción entre acto y potencia. Esas aporías pueden
una presenCIa sobrevemda, devemda. La traducción moderna «acto» no es un
olvido del sentido original, sino que, por una vez, le es fiel. Cfr., en Pindaro clasificarse en dos rúbricas:
la expresión ouB" tLGlXÚVUlV 1:É/..o<; ouBtv, en el sentido de «dispuesto a obrar>;
(palabra por palabra: no prolongando ningún acabamiento) (IV Pitica v. 286). 93 El, 9, 1051 a 33. ,
, 91 Sob !e I.ad 'IstmclOn
. ., entre potencia activa (BúvatLl<; 1:05 7I:OletV) ' y pasiva
94 Z, 7, 1032 a 25; 8, 1033 b 32; El, 8, 1049 b 25; A, 3, 1070 a 8,28, etc.;
(BUV~Pl<; ,1:0U ~Glcr~ElV), cfr. El, 1,. 1046 a 19-25. En este sentido desarrollará y Fis., n, 1, 193 b 8, etc.
preCIsara LeIbmz, aunque olVIdando su referencia original a la actividad 95 El, 8, 1049 b 24: «De un ser en potencia un ser en acto es siempre
art~sanal, . la teoría aris~otélica de la potencia (cfr. De emendatione primae engendrado por otro ser en acto.»
phzlosophzae et de notzone substantiae, ad fin). % El, 9, 1051 a 29: Ta BU'iáp.el onGl el<; ~vÉprelav dVGlrótLevGl eupicrxe1:Glt.
92 El, 9, 1051 a 32.
97 Cfr. BRUNSCHVICG, Les áges de l'intelligence, p. 67.

422 423
1} ¿Cómo el ser puede provenir del no-ser? verla. El Infinito de los presocráticos, sea cual sea la forma que re-
2) ¿Cómo 10 mismo puede hacerse otro? vista, sólo podrá entenderse en dos sentidos: o bien se trata de una
yuxtaposición en que cada elemento coriserva su individualidad
* * * (pero entonces tal yuxtaposición será necesariamente finita, y no
podrá dar cuenta de la infinitud del movimiento); o bien se trata de
. 1) La primera aporía parece haber sido sugerida por las apa- una masa informe, indefinida, indeterminada, pero que entonces
rIenCIas cr~adoras d.el .cambio; ya sea crecimiento, alteración o -con se opondrá contradictoriamente al ser -que es uno, es decir, finito,
may?r razon- naCl~111ento, el movimiento parece eficaz, creador de determinado- y habrá que incluirla en el no-ser. No es sorprenden-
cant~da.des, de cuahdades, y hasta de esencias nuevas. Incluso el te que Platón convierta a su receptáculo universal en un cuasi no-
~~vlmlento local, en cuanto creador de localizaciones nuevas par- ser 100. «Los filósofos parecen hablar de 10 indeterminado -dice
t:cIpa del mismo ca~ácter, si recordamos que el lugar es una c~tego­ Aristóteles -y, creyendo hablar del ser, en realidad hablan del
rla del ser, ~on tan Justo título como la cantidad o la cualidad. Pero no-ser» 101.
entonces ¿como el no-ser, del que los griegos saben desde Parméni- El principio de lo que se cree ser la solución de Aristóteles pare-
des qu~ no es, puede engendrar 10 que es? Es la prolongación del ce sencillo, incluso demasiado sencillo. No se trata ni de disociar el
~nsamlento .I?arn;.enídeo, la única solución pareció ser la de ver tan ser en una infinidad de elementos ni de multiplicarlo hasta el infini-
solo una aparIenCIa en esta generación del ser por el no-ser: no por- to, extenuándolo hasta el punto de darle, sin decirlo, los caracteres
que el. ser engendrado del no-ser fuese él mismo no-ser, sino, al del no-ser; basta aquí, una vez más, con distinguir significaciones.
contrarIO, porque el pretendido no-ser encrendrador era en realidad Es correcto decir a la vez que el ser proviene del no-ser y que pro-
un ~~r, aunque. no pudiera tener los cara~teres del ser que nos es viene del ser, a condición de no entender dos veces la palabra ser en
famIlIar, es deClr, diferenciado por haber llegado a ser. Al comienzo el mismo sentido; el ser en acto no viene del ser en acto, sino del
de todas las cosas, dicen bajo formas distintas los presocráticos que ser en potencia, el cual es un no-ser en acto. Sigue siendo cierto,
alc~nzan ,su más acabada expresión con Anaxágoras, era la TotaÚdad. conforme a la exhortación de Parménides, que el no-ser no es y no
A~I podr:amos ahorr~rnos esa creación ex nihilo, que el pensamiento será nunca, pero lo que no es en acto es ya en potencia. Solución
grIego solo ha conSIderado para rechazarla inmediatamente como verbal -se dirá- si se espera de la distinción entre acto y potencia
absurda; l<:s movimientos aparentes serían movimientos necesaria- que resuelva el problema del origen del movimiento. Pero lo que la
mente parCIales, que fragmentarían una totalidad inicial dada 98. Sólo tradición invocará como principio de solución sigue vinculado, en
q~e había que explicar también la apariencia según la cual el movi- Aristóteles, a la fuerza siempre cuestionadora del problema. Aristó-
mIento hace. na~er sere~ nuevos, que nacen y mueren. Para satisfa- teles no resuelve la aporía, sino que la tematiza, a riesgo de escola-
cer. las aparlenclas~ habla que aportar una precisión a la teoría an- rizarla, así como otros antes que él la habían dejado desplegarse más
terIor: en :1, devemr, no todo está dado a la vez, sino sucesivamente, libremente en el claroscuro del lenguaje poético, o bajo la luz dema-
y. esa suceSlOn hace que el sujeto del devenir no sea ya uno. El deve- siado cruda de los juegos erísticos. El mismo misterio del origen, del
m~,.por esta razó~, está vinculado a la idea de diferencia, de multi- comienzo, se transparenta a un tiempo, a través de diferencias que
plICIdad. La totalIdad inicial a partir de la cual deviene el devenir no deben ocultar la unidad de su fuente, en unos versos de Pínda-
~er~ ent0l.?-ces, por oposición al devenir diferenciado, una totalidad ro, una aporía clásica de la sofística, y la distinción aristotélica entre
mdlferencIada. Por eso la totalidad de Anaxágoras es una mezcla la acto y potencia. ¿Cómo llegar a ser 10 que no se es? ¿Cómo apren-
de las cosmogonías más antiguas una Noche o un Caos la de An~xi­ der 10 que no se sabe? El problema del origen se planteó a los grie-
n;andro un Infinito, la de Platón una matriz univer~al, un recep- gos en primer lugar bajo la forma de este asombro ante la más con-
ta~lo que p~ede llegar a ser todo y no es nada por sí misma. Pero creta experiencia humana: la del crecimiento y, más precisamente,
ma~ amba VImos, a propósito de la investigación de un discurso uni- el crecimiento espiritual, la máthesis. En la fuente de la problemáti-
tarIO sobre el ser 99, que esas filosofías de la totalidad, que se ofre- ca filosófica del origen, hay lo que podemos llamar la angu~tia exis-
cel.?- como resp~estas al problema del comienzo tanto como al de la tencial ante el comienzo. No se trata de saber cómo es posible el
umdad, no haclan más que desplazar la dificultad, en vez de resol- movimiento en general, sino de saber si, y cómo, puedo desplazar
98 Cfr. ANAXÁGORAS, fr. 1 y 17 DIELS.
99 Cfr. más arriba, pp. 205-206 Y 222-223. 100 Cfr. Timeo, 50 b, 52 b; ARISTÓTELES, Física, 1, 9, 192 a 2-9.
101 r, 4, 1007 b 26-28. Cfr. La parte, cap. II, § 4, pp. 205-206.

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mi cuerpo, mover el meñique 102, ir de Atenas a Megara, alcanzar y que somos lo que éramos siempre, y que no conocemos sino lo que
adelantar a la tortuga, y, sencillamente, echar a andar 103. ¿Cómo hemos conocido ya en una vida «anterior». Aristóteles examina en
puedo crecer en ciencia 104, en habilidad práctica 105, en virtud 106? El dos pasajes de los Primeros y los Segundos Analíticos la céleb~e di-
pensamiento griego no escapará nunca del todo a esta dificultad, a ficultad, mencionada por Platón en el Menón) acerca del comIenzo
esta aporía fundamental de comienzo, que detiene la marcha, prohí- . del saber 110. Tras haber eliminado la solución «mítica» de la remi-
be todo avance, inmoviliza el pensamiento en un estancamiento inde- niscencia, recoge la aporía bajo una forma que no es tanto un in-
finidamente incoactivo. Y, sin embargo, los griegos saben que el ser tento de solución como una formulación más teórica de lo que tiene
está en movimiento, que el hombre avanza, que echar a andar es posi- de aporético. «Antes de extraer la conclusión del silogismo, hay que
ble, y a veces no se vuelve. El hombre no acaba nunca de salir y, decir... que, en cierto sentido, ya se la conoce, y en otro no» JII. Esa
sin embargo, ha salido ya siempre, por la ruta de Atenas a Megara 107, distinción de sentidos a que nos obliga la aporía viene precisada bajo
«paseándose por motivos de salud», o al mar para fundar una de la forma de oposición entre conocimiento universal y conocimiento
esas colonias que «el espíritu ama» 108. Pero los griegos han presen- propiamente dicho (á11:Aill~ élMvat): puede conocerse universalmente
tido que, por una paradoja cuya forma más radical son las pretendi- y no tener conocimiento propiamente dicho 112. En los Primeros
das argucias de Zenón y los sofistas, sólo se pone uno en movimien- Analíticos, se hacía otra distinción entre conocimiento universal y
to porque ya se ha puesto, sólo se aprende lo que ya se sabe, sólo conocimiento particular. ¿Debe decirse que el conocimiento particu-
nos convertimos en lo que ya somos. Devenir lo que se es, conquis- lar se identifica con el conocimiento propiamente dicho? Sí, a con-
tar lo que se posea, aprender lo que se sabe, buscar lo ya encontrado, dición de no ver en él un conocimiento de lo particular en 10 general,
apropiarse de lo que nos es más propio, acercarnos a lo que nos ha sino un conocimiento en acto de lo particular 113. Vemos al fin cómo,
estado siempre próximo: el pensamiento griego nunca enseñará otra así articulado, este sistema de distinciones permite desarrollar la
sabiduría que la que llama al hombre a la conquista de sus propios aporía del comienzo del saber: el conocimiento de lo particular no
límites, a alcanzar las dimensiones de lo que él ya es. «Aprendiendo, procede de otro conocimiento de lo particular (pues ¿de dónde ven-
llega a ser lo que eres», nos dice Píndaro 109. Y Platón nos recordará dría este último?), sino que se precede paradójicamente a sí mismo
bajo la forma de un conocimiento universal: «Nunca sucede, en efec-
102 Como se sabe, éste será un ejemplo favorito de los escépticos, pero to, conocer de antemano lo particular, sino que, al mismo tiempo
cuyo origen hay que buscar en CRATILO (cfr. r, 5, 1010 a 12). que tiene lugar la inducción, adquirimos la ciencia de las cosas par-
103 Cfr. el segundo y tercer argumento de ZENÓN en ARISTÓTELES, Fís., ticulares como si no hiciéramos más que reconocerlas» 114. Lo uni-
VI, 9, 239 b 11-13 (DIELS, 29 A 26-27).
104 Tal es el sentido de la famosa aporía sofística sobre la imposibilidad versal es) por tanto, lo particular, y conocer 10 universal es ya c?no-
de aprender: no se puede aprender ni lo que se sabe, pues ya se sabe, ni lo cer lo particular. Pero, por otra parte, lo particular no es lo ul11ver-
que no se sabe, pues no se sabe lo que hay que aprender (PLATÓN, Menón, sal, pues yo puedo conocer 10 universal sin conocer por ello 10
80 e; ARISETÓTELES, Anal. pr., lI, 21, 67 a 9 ss.; Anal. post., I, 1, 71 a 29). particular que es ese universal. Aristóteles explica este c~rculo del
Cfr. Introd., cap. lI.
105 «Parece que es imposible ser arquitecto sin haber construido nada, o conocimiento -que hace que no se pueda aprender nada SI no se 10
tañedor de cítara sin haberla tocado nunca» (E>, 8, 1049 b 30). Pero ¿cómo conoce ya y que, sin embargo, el saber progrese- diciendo que el
construir si primero no es «capaz de construir» (1049 b 14), es decir, arqui- movimiento del saber consiste en la actualización de un saber en
tecto? ¿Cómo tocar la cítara si antes no se ha aprendido a hacerlo? No se
habrá resuelto la aporía observando, como hace Aristóteles aquí (1049 b 35),
potencia: lo universal es lo particular, pero sólo en poten~ia; lo
que «toda generación supone ya algo engendrado, y todo movimiento algo ya particular no es lo universal, ?orql;le es en acto lo ql;le .10 ul11versal
movido», pues es necesario detenerse en algún punto. es sólo en potencia. Así la mathesls) como todo mOVImIento, no es
106 ¿Cómo hacerse virtuoso si no se es ya? Es sabido que los estoicos' creación, sino apropiación: el conocimiento es reconocimiento, ~a
negarán todo paso del estado de locura al de cordura. «Negant nec virtutes adquisición es recuperación, y. la aventura, retorno. El v?~abular~o
nec vitia crescere» (CICERÓN, De Finibus, lII, 15); de donde la consecuencia:
«Qui processit aliquantum ad virtutis habitum, nihilominus in miseria est de la potencia y el acto ha naCIdo del encuentro entre la VIeja aporla
quam ille, qui nihil processit» (ibid., 14). del comienzo y el pensamiento «lógico» de Aristóteles: no es tanto
107 r, 4, 1008 b 13. El ejemplo del paseo es sin duda uno de los más
frecuentes en Aristóteles. 110 80 e.
108 Cfr. HOLDERLIN, Brod und Wein: «Kolonie liebt... der Geist»; An- JlI Anal. post., 1, 1, 71 a 24.
denken: «Es beginnet namlich der Reichtum im Meere»; y el comentario de 112 Anal. pr., 71 a 28.
Heidegger, Erlauferungen zu Holderlins Dichtung, Frandort, 1951, p. 88. lJ3 Ibid., II, 21, 67 a 39 ss.
109 rEvot' OtO~ scrcrl llaOdlv (Pit., lI, 72). Jl4 Ibid., 67 a 21.

426 427
de esta doble aporía de la predicación y del devenir-otro que es con-
que Aristóteles haya resuelto el problema -según pretendió no sin
dición de la predicación accidental. Llevando hasta el absurdo -es
imprudencia una tradición glorificadora- como que ha dispuesto
decir, hasta lo que ya no tiene lugar (lhoILo'!)- una de las dos vías
s~s .t~rminos de. ma?era que no infringieran el principio de contra-
dicc10n: «N~da 1mp1de conocer, en un sentido, 10 que se aprende y, de la aporía, afirmaban en un argumento que nos transmite Platón
en otro sent1do, no conocerlo. El absurdo está, no en decir que ya en el Eutidemo que el devenir no es devenir, sino supresión del ser;
se conoce en cierto sentido 10 que se aprende, sino en decir que se no nacimiento, sino muerte. Una vez más, es la experiencia de la
10 c?~?ce en el modo y medida en que se aprende» 115. Se disipa la máthesis y de la (;l(;a::l)wA.la, de la relación maestro-discípulo, la que
a~b1guedad, p~ro no el problema: nada impide, sin duda, pero tam- suministra aquí la aporía. El sofista, que habla aquí por boca de
b1en na?a exphca que el saber conlleva la dicotomía de lo particular Sócrates, les objeta a los que quieren instruir a Clinias, es decir,
y lo umversal, y el ser en general la del acto y la potencia. Pero, al convertirlo de ignorante en sabio: «Queréis que se haga sabio y no
menos, lo que hay de problemático en el problema se encuentra ló. ignorante... Por consiguiente, queréis que se convierta en 10 que no
gic~1}1ente defi~id~ por vez primera en Aristóteles. Pero esta logici- es y que ya no sea 10 que ahora es ... Y pues deseáis que no sea ya
~ac:on de los termmos del problema, lejos de hacerlo insípido y, por 10 que ahora es, entonces deseáis su muerte» 117. Así pues, el devenir
ult1mo, de agotarlo, subraya sus contornos' una vez eliminadas las es un homicidio, cuyo instrumento es el discurso predicativo: cuan-
dificultades «lógicas», es decir, surgidas d~ un uso aún impreciso do Clinias se hace sabio, el ignorante muere en él. El niño muere
de} .lenguaje, el.proble?J-a no es ya más que lo que es: un problema al llegar a ser adulto. Pero el tono de seguridad de tales fórmulas
«f1s1co», es dec1r, surg1do de la naturaleza de las cosas, y que ejerce oculta mal sus dificultades. Pues ¿quién es el que se hace sabio o
sobre nosotros una presión cuyo principio no debe ya buscarse en adulto, si ese «el que» ya no es? La otra vía de la aporía nos lleva,
las palabras, sino en el ser; al menos, en el ser en movimiento de en efecto, a decir que el que deviene es el mismo, como por 10 demás
las cosas naturales. nos enseña la experiencia. Pero si el que deviene es el mismo ¿cómo
puede ser otro? En términos más abstractos, el problema está en
saber si el sujeto se pierde en cada una de las determinaciones que se
* * * le atañen (nuevo y muerto cada vez), si el devenir es una sucesión
de muertes y resurrecciones, o si subsiste una unidad a través de él.
2) La segunda aporía se pone aún más claramente de manifies- Aristóteles, una vez más, atiende aquí más que Platón a las dificul-
to que la anterior en el discurso humano sobre el movimiento. Bajo tades que hablan por boca de los sofistas, dificultades que no son
su forma más inmediata, consiste en reconocer que atribuimos al sólo de los sofistas, sino del filósofo. Aristóteles, pensando sin duda
mismo sujeto, ya un predicado, ya otro: el mismo Sócrates es joven en las aporías del Eutidemo, sustituye las burlas fáciles de Platón
y luego viejo. ¿Cómo, entonces, 10 mismo puede convertirse en otro por un nuevo examen filosófico: «Corresponde al filósofo examinar
sin dejar de ser 10 mismo? Más aún: la predicación misma en cuanto si Sócrates es idéntico a Sócrates sentado» 118.
tal es aporética, pues consiste en decir que lo mismo es otro 116. Esta Casi dudamos en mencionar la respuesta de Aristóteles: hasta
aporía del ser-otro, aún más fundamental que la del devenir-otro, se tal punto la tradición ha debilitado su vigor, viendo una respuesta
halla tan enraizada como esta última en la experiencia fundamental tranquilizadora allí donde Aristóteles sólo pretendía dar una formu-
del movimiento; pues, como vimos, sólo el movimiento introduce lación más rigurosa de la cuestión. Las vías divergentes del rigor'
en el ser esa escisión en cuya virtud el ser está separado de su propio lógico (para el que Sócrates sentado y Sócrates en pie son diferen-
ser, el que es está separado de aquello que es, ya que aquello que tes), nos obligan a introducir la escisión en nuestro mismo discurso..
es puede añadírsele o no, sin que por ello deje de ser. Nada habre- En cierto sentido, Sócrates sentado y Sócrates en pie son idénticos;
mos resuelto aplicando aquí la conocida distinción entre sustancia y en otro sentido, son diferentes. Por no haber seguido más que unO'
accidente, pues esa distinción no es sino un nombre que se le da a de esos sentidos, los predecesores de Aristóteles, según él, cayeron
la escisión misma que plantea el problema, precisamente. ¿Por qué en el absurdo. Si Sócrates sentado y Sócrates en pie son diferentes"
el ser es 10 que es y, a la vez, no es 10 que es? Y si no es 10 que será, entonces la experiencia de Sócrates levantándose es ilusoria, y el
o ya no es lo que era, ¿por qué y cómo llega a serlo, o deja de serlo? mundo no es más que una yuxtaposición de existencias monádicas;
Debemos, una vez más, a los sofistas la más clara formulación
117 Eutidemo, 283 d.
116 Cfr. 1.a parte, cap. 11, § 2, pp. 140 ss. 118 r, 2, 1004 b 1.
115 Ibid., I, 1, 71 b 6.
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428
entre las cuales no cabe hallar paso alguno ni, por consiguiente, uni- Aristóteles utilizará la experiencia sublunar del acto a fin de pensar
dad alguna: tal es la vía de los eléatas y, con más claridad todavía a Dios como Acto puro, mediante un paso al límite que elimina la
la de sus discípulos megáricos 119. Si, por el contrario, Sócrates sen~ potencia. Pero conocer tan sólo actos en el mundo sublunar no es
tado y Sócrates en pie son el mismo hombre, entonces el mismo ser teólogo, sino hacer teología sin venir a cuento, recaer en lo que
hombre está sentado y en pie, y los contrarios coexisten: tal es la podríamos llamar teologismo. Ese es el reproche que Aristóteles les
vía, según Aristóteles, de Heráclito 120. Nada sería más falso que ver hace a los megáricos, crítica importante para nuestros propósitos,
e?- el aristotelismo, conforme a la interpretación corriente, la «sínte- porque muestra a contrario el necesario vínculo entre la distinción
SIS» de estas opiniones opuestas. Aristóteles se remonta, o pretende potencia-acto y una ontología del ser en movimiento. Los megáricos
hacerlo, hasta aquel punto en que las vías seguidas por Parménides son esos filósofos para quienes «no hay potencia más que cuando
y Heráclito todavía no eran divergentes 121, hasta la encrucijada aún hay acto y, cuando no hay acto, no hay potencia» 122. Podríamos
indecisa -y acaso siempre indecisa- de nuestro problema. De tal pensar que Aristóteles traduce aquí a su lenguaje una tesis que los
problema es expresión teórica la distinción entre potencia y acto. megáricos debieron formular en términos de posibilidad y realidad:
Los contrarios coexisten en potencia, no en acto. Hay un sujeto sólo es posible lo que es o será 123. En realidad, la distinción entre
({rrroxElfl-EVOV) del devenir, que es en potencia las formas que le so- el punto de vista lógico de la posibilidad y el punto de vista ontoló-
brevienen: idéntico en potencia, es sin embargo diferente en cada oca- gico de la potencia es, ciertamente, más tardía, y el aUVtX,OV de los
sión. La identidad en potencia salvaguarda la unidad del devenir y la megáricos . debía significar, como en Platón, lo que tiene poder
coherencia del discurso. La diversidad en acto salvaguarda la realidad de... 124, tanto al menos como el poder-ser abstracto de los lógicos pos-
del devenir, creador de formas. Así resulta organizada mediante la teriores 125.
distinción entre potencia y acto (como, por otra parte' mediante la
La crítica general dirigida por Aristóteles contra semejante filo-
distinción materia-forma-privación, distinciones que se' entrecruzan,
sofía es que «aniquila movimiento y devenir» 126. Si sólo hay poten-
pue~ la materia ~stá en potencia por relación a la forma), la parado-
cia allí donde hay acto, no será arquitecto quien puede construir,
Ja SIempre renaCIda, aunque siempre olvidada, según la cual el de-
venir sólo crea 10 que ya existía, la materia sólo se convierte en lo sino quien está actualmente construyendo. Somos libres de enten-
que era, el discurso anuncia sólo lo ya sabido de siempre. derlo así; pero en ese caso, si el arquitecto que no construye no es
Por consiguiente, lo primero no es -hablando con propiedad- arquitecto, ¿por qué ese mismo hombre, y no otro, se pone en cierto
ni la potencia ni el acto, sino la escisión del ser del mundo sublunar, momento a construir? 127, Vemos el doble sentido del argumento:
según la cual está en potencia o en acto. No conocer más que la po- opone a la discontinuidad del acto la continuidad de una naturaleza
tencia o no conocer más que el acto significa ser teólogo: un mal sin la cual el ser perdería toda unidad, movible y nuevo a cada ins-
teólogo en el primer caso, un buen teólogo en el segundo, ya que tante: si llamamos ciego al ser que no ve y sordo al que no oye,
entonces nosotros somos ciegos y sordos varias veces al día 128. Pero,
119 El Eutidemo apunta hacia una erística surgida del eleatismo (cfr. 284 b,
286 a ss.). Sobre los megáricos en particular, cfr. infra. 122 e 3 1046 b 29.
120 r, 3, 1005 b 25; 5, 1010 a 11 ss.; 7, 1012 a 24; 8, 1012 a 34 ss.; 123 cfr. 'la tesis que Cicerón atribuye a Diodoro: «id solum fieri posse
Fis., l, 2, 185 b 19. dicit quod aut sit verum aut futurum sit verum» (De Fato, VII, 13). Pode-
121 Aquí -tampoco en otros lugares- no pretendemos juzgar la exactitud mos '~uponer, no obs!ante, que esa formulación «lóg.ica», donde, l? posib~e es
histórica de las opiniones de Aristóteles sobre sus predecesores: está claro definIdo por referenCia a la «verdad», es cosa de DlOdoro, megarlCO tardlo, y
que tiende a solidificar en tesis el pensamiento aún ambiguo de los contrarios no de los megáricos de que habla Aristóteles en el libro e, que sí pudieron
(aunque sólo fuera porque su filosofía ignoraba aún los contrarios), y Parméni- pensar en la posibilidad real, conforme al sentido primario de OUV!1'óv. No
des, si bien excluye el camino del no-pensamiento, deja abierto el camino de la creemos que Aristóteles esté criticando ya a Diodoro en el libro e de la
opinión en el mismo momento en que se adentra en el de la palabra acerca Metafísica en contra de Faust (Der Moglichkeitsgedanke, t. l, p. 35). A la
del ser (fr. 7 Diels). Heráclito y Parménides dicen mucho más la misma inversa, s~rá más bien Diodoro quien vuelve a esgrimir contra Aristóteles
cosa de 10 que Aristóteles afe,:ta creer. Pero es característico que el método la vieja tesis de los megáricos (cfr. BRÉHIER, Hist. de la philos., l, p. 266;
de Aristóteles consista en volver a coger el problema en su comienzo, en P.-M. SCHUHL, Le dominateur et les possibles, pp. 33-34).
volver a captar la aporía cuando surge, en el momento en que ninguna dia- 124 Cfr. J. SOUILHÉ, Étude sur le terme Dunamis dans les dialogues de
léctica (y aun cuando ésta sea el -resultado de una reconstrucción retrospectiva Platon, París, 1919.
de Aristóteles) ha aminorado, al delimitar los términos, la ambigüedad de la 125 Lo posible «lógico» solamente es tal porque puede desplegarse libre-
problemática inicial. Aristóteles se esfuerza en ser más originario que Platón mente en el discurso. A la inversa, 10 contradictorio se revelará progresiva-
y hasta que los presocráticos. ' mente como 10 imposible «lógico» porque detiene el discurso, y le impide

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en realidad, no sólo conservamos la potencia de ver u oír, sino que
tambié~ -y éste es el. segundo sentido del argumento- sólo la per- es 10 que ocurre cuando, en el1ibro III de la Física, Aristóteles se
manenCIa de la potencIa hace posible la acumulación de experiencias propone definir el movimiento mismo en términos de acto y potencia.
y, ~ediante ella, la adquisición de un saber, el aprendizaje de una No es difícil captar de entrada la dificultad, y hasta lo paradójico
técmca, la formación de un hábito, el aumento de una virtud. Los de semejante empresa: si acto y potencia no se entienden sino por
megáricos ignoran a un tiempo el papel disociador del movimiento referencia al movimiento, ¿no se incurrirá en círculo al definir ea
y. su fuerza unificadora; no ven que con su continuidad, que hace po- movimiento por referencia al acto y la potencia? 131. Pero el círculo
sIble el progreso, el movimiento rellena la escisión que introduce sólo sería vicioso si pretendiéramos hallar en él una explicación del
e~ el ser. El ser no es lo que es porque deviene, pero también de- movimiento. No lo es, en cambio, si pedimos tan sólo a la defini-
VIene para ser lo que es. Por último, los megáricos, al querer salvar ción física del movimiento lo que ella puede dar, es decir -siendo
la unidad del ser, han tenido que multiplicarlo hasta el infinito' al el movimiento la realidad físicamente originaria-, no más que una
no reconocer la profundidad del mundo, lo han fragmentado en ~na elucidación del movimiento a través del rodeo del lenguaje que ha
yuxtaposición de episodios. Por evitar la ambigüedad, han caído en surgido de él. Se trata, pues, de aplicar al movimiento en general
l~ discontinu~dad, sustituyendo por un pluralismo físico la plura- una terminología que se ha constituido para hablar de lo que está
hdad de sentldos que rechazaban. Por haber querido que el ser no en movimiento. Dicho de otro modo, acto y potencia presuponen
naciese ni muriese, le han negado el devenir, reduciéndolo así a una siempre el movimiento, como horizonte en cuyo interior significan.
suces~ón de muertes y ~esurrecciones. «El ser en pie estará siempre Definir el movimiento en términos de acto y potencia no es otra
e~ pIe, y el sentado, SIempre sentado» 129. Por haber querido que cosa que explicitar el movimiento en términos que lo presuponen
Sacrates fuese uno, lo han desdoblado de hecho en un Sócrates sen- ya, sin que haya, pese a todo, círculo vicioso, ya que lo que era
tado y un Sócrates en pie, entre los cuales la única comunicación es simple horizonte siempre supuesto se convierte ahora en objeto ex-
la muerte de uno y el nacimiento de otro. De este modo la rigidez plícito de consideración.
megárica, heredera de la rigidez eleática, fragmenta el mu~do en una Podría pensarse -y es lo que hará el aristotelismo escolar- que
pluralidad indefinida de existencias discontinuas 130. El movimiento el movimiento es la actualización de la potencia, o bien el paso de la
il?pone. sus disociaciones a aquellos mismos cuyas palabras han que- potencia al acto. Pero ésa sería una definición extrínseca del movi-
rldo evItarlas. Al no abrirse al movimiento, la palabra de los hom- miento, considerado no en sí mismo, sino en su punto de partida y
bres es arrastrada por él: el rechazo de la ambigüedad lleva a la de llegada; equivaldría a sustituir el peso mismo por ciertas posi-
incoherencia. ciones. Paralelamente, eso sería usar las nociones de acto y potencia
El ser del ser en movimiento se dice, pues, según el acto y la de manera extrínseca por relación al movimiento, como si la poten-
potencia y, sin embargo, se trata del mismo ser. El uso que se ha cia y el acto fuesen los términos entre los cuales se mueve el movi-
hecho las más de las veces de la disociación acto-potencia, a fin de miento, y no determinaciones del movimiento mismo. Por tanto,
resolver una contradicción mediante la distinción de los puntos de cuando intentamos pensar el movimiento a partir de la dualidad de
vista, ese uso que podríamos llamar catártico, ha enmascarado muy determinación cuya fuente es él mismo no desembocamos en ese
pronto, por parecer que corregía sus efectos, la ambigüedad expresa- esquema, demasiado sencillo. La fórmula buscada será aquella en
da por esa disociación. Catárticas en su aplicación al lenguaje cotidia- que acto y potencia, sin dejar de distinguirse (pues si no sería impo-
no, las distinciones de sentido manifiestan su carácter problemático sible toda palabra sobre el movimiento), son referidos a su indistin-
cuando las referimos a la fuente indistinta de donde han salido. Eso ción primitiva. El movimiento será, a la postre, definido como «el
acto de lo que está en potencia en cuanto tal», es decir, en cuanto
seguir desarrollando su «poder». Así, la posibilidad lógica no es sino un caso que está en potencia 132. El movimiento no es tanto la actualización
particular de la potencia: la del discurso. de la potencia como el acto de la potencia, la potencia en cuanto
126 (8), 3, 1047 a 14.
acto, es decir, en cuanto que su acto es estar en potencia. El movi-
127 1046 b 33-1047 a 4.
128 1047 a 8-10. miento -dice Aristóteles en otro lugar- es un acto imperfecto,
129 1047 a 14.
131 Volvemos a encontrar una circularidad de este género en la célebre
130 Este mo,:,i~ien~o de fragn;entaci?n de la unidad parmenídica, que
no representa la Illf¡dehdad ale1eat1smo silla -al contrario- una consecuencia definición de lo posible (ouva,óv). «Se llama posible aquello a lo cual, cuando
suya,. ha sido puesto de relieve muy bien por Aristóteles a propósito de los sobrevenga el acto cuya potencia se dice tener, no pertenecerá imposibilidad
atomistas. Cfr. Gen. y corr., l, 8, 325 a 23. alguna» (8), 3, 1047 a 24).
132 Fis., III, 1, 201 a 10.

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28
debe luchar siempre, pues, volviendo a empezar indefinidamente,
svÉptstrx (heA.~<; es decir, un acto cuyo acto mismo es no estar
133,
contra su precariedad esencial. El tiempo propio del movimiento es
nunca del todo en acto. Desde este punto de vista, el movImIento aoristo} en el que se manifiesta la indistinción original de un presen-
se conecta con lo infinito, ar-elpOV, noción analizada, por lo demás, te que se disuelve en la sucesión indefinida de los instantes, de un
en la continuación del libro lII, como representativa de uno de los pasado que nunca está cancelado del todo 139, y de un porvenir que
aspectos del movimiento 134. Lo infinito es derta potencia que tiene huye sin cesar. Volvemos a encontrar aquí el triple «éxtasis» que
la particularidad de no poder pasar nunca al acto hacia el que tien- nos había llevado a la tripartición de los tres principios del ser en
de; es la potencia que no acaba nunca de estar en potencia, y en la movimiento; pero en este último caso, el momento central era el
cual el acto, o mejor el sustitutivo del acto, no puede ser nunca más presente, la presencia del ú1tOXel¡J.Evov, de la oucrta. Cuando nos esfor-
que la reiteración indefinida de dicha potencia. Lo infinito se ca- zamos por pensar -dando un paso más hacia el origen- no ya el
racteriza porque nunca acaba de devenir algo distinto, -e<p aEl ano ser del ser en movimiento, sino el del movimiento mismo, la move-
xrxi aAAo ¡¡VEcrUat 135. Por tanto, lo infinito no es una cosa deter- diza presencia del presente se desvanece, para dejar sólo sitio a la
minada, -eÓ~E -el, al modo de un hombre o una casa; es más bien com- infinitud mutable, de la que nos dice Aristóteles que, al modo de la
parable a una lucha o a una jornada, cuyo ser consiste en una per- jornada o de la lucha, no es ya ni siquiera un -eóae -el o una oucrlrx.
petua renovación, una repitición indefinida del instante o el esfuer- El ser en movimiento aún podía pasar por fundamento de sus deter-
zo 136. Estos ejemplos, tomados del campo del movimiento, mani- minaciones «extáticas»; materia, forma y privación. Pero el movi-
fiestan por sí solos el parentesco del movimientq y lo infinito. Mues- miento mismo no es más que un fundamento sin fundamento, un
tran que lo infinito, lo inacabado, está en el corazón mismo de infinito, un aoristo, un «éxtasis» que se afecta a sí mismo, un acto
nuestra experiencia fundamental del mundo sublunar, que es la del inacabado porque su acto es el acto mismo del inacabamiento. Ve-
ser en movimiento. Este no es transición, paso; sólo remite a sí mos así que la definición del movimiento en términos de acto y
mismo, acabamiento siempre inacabado, comienzo que comienza potencia no es la aplicación, tardía y dificultosa, de una doctrina
siempre, que se agota y al mismo tiempo se realiza en la búsqueda que sólo por eso ya revelaría su carácter circular. Lo que ella revela,
de una imposible inmovilidad. La experiencia del movimiento es la expresándose en el inevitable círculo de los discursos originarios, es
experiencia fundamental en que la potencia se nos revela como acto, el origen de una nueva disociación, más original aún que la de la
pero un acto siempre inacabado, pues su acabamiento significaría su materia-forma-privación, y que, ambigua en su fuente, sólo se hará
supresión. Lo que caracteriza al acto por relación al movimiento clara en sus lejanas aplicaciones a los fenómenos intramundanos: la
-dice Aristóteles- es que en aquél coinciden presente y perfecto: la disociación entre potencia y acto.
misma cosa es ver y haber visto, pensar y haber pensado, ser feliz
y haberlo sido 137. Pero no es la misma cosa mover y haber movi-
do 138, pues el movimiento nunca ha terminado de mover: acto si se 3. LA ESCISIÓN ESENCIAL
quiere, pero que contiene siempre la potencia de su propia nada y
133 Pis., I1I, 2, 201 b 32; cfr. VIII, 5, 257 b 8; Met., El, 6, 1048 b 29. La ontología de Aristóteles que, en cuanto palabra humana acer-
134 Ello a pesar de la transición bastante superficial y torpe de Pis., I1I, ca del ser, se mueve en el terreno del ser en movimiento del mundo
4 202 b 30-36 según la cual el estudio de lo infinito iría unido al del movi- sublunar, se encuentra en presencia de un ser troceado, separado de
~iento porque' este último -como la magnitud y el tiempo- puede ser in- sí mismo por el tiempo, un ser «extático» según la propia expresión
finito o limitado; habría que esperar, entonces, un estudio de la noción de
límite, igualmente. En realidad, el estudio de lo infinito se impone aquí ~or­ de Aristóteles un ser contingente, es decir, que puede siempre con-
que el movimiento (así como la magnitud y el tiempo, que no son smo , distinto de 1o que es 140,un ser cuya '
vertirse en algo festa
orma '
aspectos suyos) es siempre definidamente divisible (c{¡mpov X(Jea lltaipEcrtv),
incluso cuando es finito según la extensión (xccca 1CpócrBacrtv). (Acerca de esta 139 Sólo parece cancelado en la muerte, pero la muerte es un aconteci'
distinción, cfr. Pis., III, 4, 204 a 6; 6, 206 a 25-b 33; 7, 207 a 33-b 21. Sobre miento intramundano, que no concluye el movimiento en cuanto tal y en su
la infinitud del movimiento y del tiempo, cfr. III, 8, 208 a 20: 'O ¡¡E xpóvoe; conjunto. Una vez más, es aquí significativo el vocabulario de los g.ramáticos:
xcú ~ xi'n¡crte; d1C2lpá &cr,1'1; I1I, 2, 201 b 24).
de lo que ya no es, se habla en imperfecto, no ~n perfecto. El Imperfecto
podrá valer no obstante según veremos, como sustItuto del perfecto.
135 I1I, 6, 206 a 22. Cfr. 206 a 33: dE¡ ']'E geepov xat hepov.
•- 140 Cfr. 2.' parte, p: 315, n. 72. La contingencia está vinculada a la ma-
136 III, 6, 206 a 22, 30. terialidad a su vez vinculada al movimiento: «Todos los seres que son engen-
137 El, 6, 1048 b 23-26, 30-34. drados, y~ por la naturaleza ya por el arte, tienen una materia, pues cada uno
138 lbid., 1048 b 32.

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afectada siempre por una materia que le impide ser perfectamente o mejor, eso que Aristóteles designa bajo la extra~a rúbrica de
inteligible, un ser -por último- que sólo se nos revela a través 'to 'tl ~'1 E1'1al y que traduciremos, para mayor comodIdad de e~po.
de la irreductible pluralidad del discurso categorial. Pero entonces, sición, por la expresión consagrada de quididad (cap. 2-4). Arlstó·
¿cómo captar el ser en cuanto ser, es decir, en su unidad? Las pre- teles se preguntará luego si hay quididad de todos los seres. (cap:?),
cedentes observaciones, aparentemente negativas todas ellas, ¿acaso y si, allí donde la hay, la quididad de cada ser concreto se IdentlflCa
no hacen imposible -y esta vez por razones que atañen a la natu- con ese mismo ser (cap. 6). Antes de responde; co,u;pletamente ,a
raleza misma del ser, y no a defectos de nuestro discurso-- toda esas cuestiones (caps. 10-17), recordará su teona flSlca del movI-
ontología coherente, toda elucidación -lo mismo científica que in- miento (caps. 7-9) en páginas que han sido erróneamente considera-
cluso dialéctica- del ser sensible considerado en su unidad? A esta das como una digresión. ,
pregunta parece haberle dado Aristóteles una respuesta con la que De los primeros capítulos del libro Z po,co hay. que decI~, en la
la tradición se ha contentado demasiado fácilmente, y que parece perspectiva en que aquí nos situamos. La usza se dlC~ en vanos s~?
hoy obvia, siendo así que todos nuestros análisis anteriores revelan tidos: puede significar el universal, el género, el sUJeto, o tamblen
de antemano su carácter extraño y problemático: se trata de la iden- la quididad 144. Aristóteles no menciona, ni aquí ni en el análisis
tificación, solemnemente afirmada al principio del libro Z, entre la propiamente semántico del libro a 145, el sentido popular y concreto
cuestión del ser y la cuestión de la esencia 141. Nos daremos fácil· de la palabra ouata, que significa «bien inmueble», «propiedad» 146,
mente cuenta de lo extraño de tal identificación si recordamos que o también «hogar» 147. Este sentido vuelve a hallarse, no obstante,
el estatuto categorial de la esencia impide al ser, o al menos al ser en la más concreta de las significaciones doctas de la palabra: aquella
sensible (único de que se va a tratar a continuación en el libro Z),
en que designa el ú7tOXatllE'Io'l, el sujeto o sustrato, es deci.r; lo que
que sea solamente esencia. Sin duda, la esencia es la primera de las
categorías, y Aristóteles enumera las razones de ello: sólo ella pue- yace (XEl'tal) ante nosottros, baio nuestros pasos o tamblen e~ ~l
de existir separada; se halla necesariamente incluida en toda defini- corazón de nuestras palabras. Pero este uso de la palabra Otlala
ción; por último, es aquella sin cuyo conocimiento no se conoce nin- es asu vez ambiguo, pues el sujeto puede designar ya la materia, ya
guna cosa, hasta el punto de que, en virtud de una especie de redu- la forma va el compuesto de las dos 148 . En un sentl'd0, es 1a matena '
plicación que convierte a la esencia en la categoría de las categorías, la que p~recería ilustrar mejor la imagen que sugiere la palabra
ninguna categoría que no sea ella puede ser conocida si no conoce- Ó7toxEtllE'IO'l, pero, por otra parte, la materia no subsiste por sí: es
mos la esencia de esa categoría 142. Pero de que la esencia sea la pri- por sí misma informe, indefinida, y no existe verdaderamente más
mera de las categorías se infiere que la ontología debe empezar por que en el compuesto de materia y forma. Por tanto, 10 que la voz
una teoría de la esencia; de ningún modo que se reduzca a ella. usía designa más naturalmente es dicho compuesto. Tal era, en efec-
Semejante reducción, cuya imposibilidad proclama Aristóteles en to, el primer sentido que ofrecía el análisis del libro a:, se llaman
otro lugar 143, sería incluso directamente contraria a la que nos ha Ouatal los cuerpos simples, pero también los cuerpos denvados, los
parecido que era la significación de la doctrina de las categorías. animales, los astros y hasta las partes de estos cuerpos; en una pa-
Esta reducción de la cuestión del ser a la cuestión de la esencia labra, todo lo que hay en el cielo y sobre la tierra. Pero ,este s~nt;do
es tan poco obvia para Aristóteles, por lo demás, que consagra todo no es filosófico: la naturaleza de la usía concreta, nos dIce Anstote-
el libro Z a justificarla, y además de un modo tal que esa justifica-
ción va a establecer más los límites de semejante reducción que su
legitimidad absoluta. Tras recordar que la esencia es la primera de 144 Z, 3, 1028 b 33.
145 A, 8, 1017 b 10-26. , . . N' 6
las categorías, Aristóteles va a mostrar que el sentido primario de la 146 Este sentido es aún más frecuente en la Poltttea y la Ettea a te·
esencia es aquel según el cual significa el lo que es) el 'tl ¿a'tt maco. l '
147 Cfr. HEIDEGGER, Introd. a la metaph., pp. 71, 82, 221. Para e cotejo
de ellos es capaz a un tiempo de ser y no ser, y esta posibilidad es su ma- de oO!Jla y 'E~,ia cfr. P.-M. SCHUHL, «Le joug du .Bien, les liens. de la
teria» (Z, 7, 1032 a 19). nécessité et la fonction d'Hestia», en Mélanges Ch. Pteard (repro?ucldo en
141 Ti,o ih, ,oíjeó &o'tt ,k ~ ouda; (2, 1, 1028 bA). Le merveilleux, la pensée et l'aetion, p. 138); HEIDEGGER, ?t cit., p. ~2;
142 Z, 1, 1028 a 34-b 2. Sobre la pretendida distinción de la oB!Jla y el ,1 V. GOLDSCHMIDT, Essai sur le Cratyle, pp. 121-122 (a pro~oslto de C¿r~ttlo"
&!J,l, ya hemos criticado la posición de M. MAIER (cfr. p. 180, n. 308). 401 be). Cfr. también PLOTINO, Ennéadas, V, 5, 5: el ser prImero es O()~la xat
143 Oü3: lap ,ai),a (= las categorías) dvaM2'taL olí,' Ei~ r'íJJ.Y)Aa olí,' Ei~ EV ,t éo'tia á1táv"twv.
(.6., 28, 1024 b 15). 148 Z, 3, 1029 a 2.

436 437
...,,---

les, es «bien conocida» 149, al menos bien conocida para nosotros, cir, en este caso, de la etimología. La forma seguirá siendo, para él,
pues se nos da en la percepción inmediata. Pero el análisis filosófico 10 que se deja expresar más claramente, lo que se manifiesta más
separa en la usía sensible la dualidad materia-forma, y por este lado, inmediatamente en el discurso; en cierto sentido, es más fácil des-
yen especial en la forma (pues la materia no es cognoscible sin ella), cribir una forma que elucidar su oscura relación con la materia; la
hay que buscar la inteligibilidad verdadera inherente a la usía. Así forma, al ser superficial, será el tema privilegiado de los discursos
pues, la investigación va a tratar de la esencia en el sentido de for- dialécticos. Una definición dialéctica es, por oposición a la verda-
ma: en efecto, ella es quien pJantea mayor dificultad al hombre dera definición física, aquella que se atiene a la forma y renuncia
~ alh"fl rdp a7topru"tá"tT¡ 15o_, quizá por ser la mejor conocida en sí. a conocer de qué materia es forma dicha forma 153. Así pues, la forma
Quedan, sin duda, los otros tres sentidos de la palabra ouota, será asociada constantemente por Aristóteles al discurso: la forma
que son sus si!:mificaciones doctas: el universal, el género y la de una cosa es lo que de ella puede quedar circunscrito en una
quididad ("tO"tl ~\I e1\1at). Pero los dos primeros deben excluirse, definición (AoToe;). La identificación -tan problemática, sin embar-
pues es teoría constante de Aristóteles - y la recordará en los capí- go- de la palabra y la forma acabará por ser algo obvio, como 10
tulos 13_14 151 _ que el universal sólo e:X:iste en el discurso y, por atestiguará la ambigua traducción de AOrOe; por ratio, y a veces hasta
tanto, no puede pretender alcanzar la dignidad de 10 que es, de la por forma 154.
usía. Toda la crítica del platonismo se resume en el reproche, que ¿Qué sucede ahora con 10 que Aristóteles llama "to"tl ~\I sl\1al
Aristóteles dirige a Platón, de haber convertido la Idea -entendida y nosotros traducimos, a falta de cosa mejor, por quididad, aunque
como universal- en una esencia. Ouedan, pues, por fin dos senti- la formulación latina. del vocablo deje escapar 10 esencial de la
dos de la palabra O?¡Ola: la forma ( e130e;) y la quididad ("to "tl ~\I e1vat); fórmula griega? Aristóteles nos ofrece de entrada una definición
aunque ambos términos no sean exactamente sinónimos -ya que «lógica», es decir, aproximativa y que no llega aún al corazón de la
uno se opone constantemente a la materia, mientras que el otro no cosa 155. Se trata -afirma- de «lo que se dice que cada ser es por
conlleva referencia alguna de ese tipo-, el análisis ulterior permi- sí» 156. Esta definición es doblemente notable en su concisión. En
tirá identificarlos. primer lugar, se refiere al lenguaje: la quididad se expresa en un
El sentido de· la voz e130c; es claro. Incluso en su sentido más discurso por medio del cual decimos lo que la cosa es. Pero, de otra
técnico de Idea o forma -sentido que llega a ser trivial con el pla-' parte, no todo lo que la cosa es pertenece a la quididad, sino sólo lo
tonismo-, conserva una conexión semántica evidente con las for- que es por sí, lo cual excluve los accidentes, o al menos aquellos que
no son por sí (Otlp.~:::~"flxó"ta xa6'aú"tá) 157. Estas observaciones, con
mas de igual raíz del verbo ÓpáOl, ver (e130\l, 13s[\I). La forma es lo
que vemos de la cosa, lo que nos es más manifiesto en ella. Cierta- todo, siguen siendo arbitrarias mientras no se capte su relación con
mente, Platón nos había enseñado a reconocer en el eidos 10 que se la estructura de la expresión "to "tl ~\I e1\1o:t. Es cierto que Aristóteles
?frec~ .a los ojos del espíritu, más que a los del cuerpo. Aristóteles, jamás se explica acerca de este punto, sin duda porque dicha expre-
lde~t!flcando a veces el eidos con 10 inteligible 152, recordará esa sión, acaso forjada por lo demás en el ambiente plat~nico, debía
lecclon de su maestro y, en el texto del libro Z, no vacila en decir serles familiar a sus oyentes. No por ello deja de ser cierto que la
que la forma, lejos de ser 10 más patente de lJesencia, es lo más di- extraña estructura de la fórmula, caracterizada a la vez por la du-
ficultoso, lo más aporético de ella. Pero Aristóteles, en este punto plicación del verbo ser y el chocante empleo del imperfecto, no
como en tantos otros, estará más cerca que Platón del origen, es de- brota del azar y conllevaba por sí misma una significación, la cual,
aunque quizá ya olvidada por los oyentes de Aristóteles, debía se-
149 Z, 3, 1029 b 32. guir inspirando secretamente al uso que el maestro hacía de ella. El
150 1029 b 34. silencio de Aristóteles y la concisión de los comentaristas griegos
~51 No se trata expresamente en estos capítulos, ni por lo demás en todo
el hbro Z, de la usía en el sentido de género. Pero el género es un universal
(a~nque no todo universal sea un género). Lo que es verdadero o falso del 153 Cfr. P. AUBENQUE, «Sur la définition aristotélicienne de la colere»,
unIversal lo es :ntonces ~ fortiori del género. Recuérdese por lo demás que Rev. phílos., 1957, pp. 300-317.
las Ideas platÓnIcas, aludidas aquí, son descritas indistintamente por Aristó- 154 Así, el /..Ó¡o~ ~vo/..o<; de Aristóteles se convertirá en la forma in materia
teles como xaBó/..oo o como ¡éV1). de los escolásticos (cfr. arto cit., pp. 301, 313).
152 P~r ejemplo, en el libro nI del De Anima, donde el entendimiento 155 Sobre las definiciones lógicas o dialécticas, cfr. arto cit., p. 302 ss.
en potencia e~ llan:;ado, según una expresión muy platonizante, el «lugar de 156 Z, 4, 1029 b 13.
las formas», 't:01tO~ €la&V (4, 429 a 27). 1S7 Cfr. La parte, cap. n, § 2.

438 439
acerca de este punto 158 han dejado rienda suelta a la imaginación de griegos, ofrece el grave inconveniente de disimular la relación entre
los exegetas modernos: a partir de Trendelenburg 159, se cuentan por las expresiones ,o ,[ ªCl1:l y'o ,[ ~v "l'ICxt. La expresión sustantiva
docenas las interpretaciones de la fórmula 160. 'o •.."lvat constituye una respuesta a la pregunta ,[ ªCl1:L Así, a la
Hay dos maneras de interpretar gramaticalmente la expresión pregunta ,[ ª(Ht avfip(J)1Co~; se responde: ,o avfipÓl1C<jl "lvat. Por tanto,
tO t( f¡v "hat: podemos ver en ella, ya una complicación de la pre- en semejante construcción ,o ,[ ~v "lvat no sería más que un tipo
gunta ,( ~(ltt, ya una aplicación particular de la expresión ,o... "lvat, de respuesta particular a la pregunta más general,[ ª(HL A la cues-
con un dativo intercalado. Si bien la primera vía parece más natural, tión «¿qué es?» se respondería: «el ser de 10 que la cosa era». En
es la segunda la que parece haber prevalecido desde el artículo de realidad, la verosimilitud gramatical hace pensar que las dos ex-
Trendelenburg, aun cuando el propio Trendelenburg no la propu- presiones simétricas, 'o ,[ ª(J1:t Y ,o ,[ f¡v "lvat no son una pregunta
so 161. Es sabido que construcciones del tipo tO avfipÓl1CqJ ,,[vat, to a,afi<j> la una y la otra una respuesta, sino que en ambos casos se trata de
"lvcxt, son empleados frecuentemente por Aristóteles para significar interrogaciones sustantivas. Esta conjetura queda reforzada por el
la esencia de talo cual cosa, 10 que esa cosa es, o, palabra a palabra, uso que Aristóteles hace de esas dos expresiones, que parecen ser
10 que es ser para esa cosa 162. De ahí vino la idea de aislar el ,( ~v el título de dos cuestiones diferentes. La cuestión ,[ ~(J1:l parece ser
en el seno de 'o (t( f¡v) "hal, dándole el valor de dativo en la ex- la más general; así, a la preguntl' T[ ª(Hl ~(J)xpá'"fJ~; se responderá:
presión to ...,,[vat, o también el valor de un atributo con dativo so- Sócrates es un hombre. Por el contrario, la expresión ,o ,[ ~v "hat
breentendido. ro 'ti ~v "hat significaría, entonces, literalmente: «el es más especializada, como 10 muestra la definición que de ella ofre-
ser de lo que era», o también «el ser de 10 que era (para la cosa)>>. ce el libro Z, dentro de la designación de lo que el ser es por sí; tal
Esta interpretación, aparte de ser poco natural y de no encontrarse expresión se opone entonces al accidente propiamente dicho, pero
sugerida en parte alguna ni por Aristóteles ni por los comentaristas incluye los atributos accidentales por sí, al objeto de definir la esen-
cia individual concreta. Así, el ,[ f¡v "lvat de Sócrates no consiste
158 Sólo hay indicaciones al respecto en el comentario de los T6picos por en ser pequeño, viejo, etc., ni en ser meramente un hombre, sino
ALEJANDRO (in V, 3, 132 a 1; 314, 23; cfr. 42, 1 ss.) y en el de la Etica en ser un hombre dotado de tales y cuales cualidades inherentes a
por ASPASIO. Ambos eluden, por lo demás, la cuestión, negando al imperfecto su naturaleza 163. Por tanto, no se responde a la cuestión ,[ ~Cltt
~v todo sentido temporal: se trataría de un imperfecto habitual. Para Aspasio
(48, 33), 'ti ~v equivaldría a 'ti 1to'tÉ ~cm (que bien puede ser). Pero entonces
mediante tO ,[ ~v "lval. Al contrario: todo sucede como si to ,[ ~v "lvat
no se comprende ni la duplicación del verbo ser ni lo que diferencia las dos fuese la respuesta específica a otra cuestión, que quizá abarca la
cuestiones, 'ti ~(m y 'ti ~v EIvat. primera, pero que es más precisa, a saber: t[ ~v "hat; y entonces
159 «Das 'to Évl EtVat, 'to araOq; Etvat, etc., und das 'to 'ti ~v EtVat bei Aris· acabaremos por entender to ,[ ~v "lvat como el «qué era ser», y no
toteles», en Rheinisches Museum, n, 1828, pp. 457-483.
160 Cfr. especialmente RAVAISSON, Essai..., 1, p. 512; MICHELET, Examen
como «el ser de 10 que era». Si nos empeñamos en poseer una fór-
critique..., pp. 294-295; WAITZ, Organon, n, p. 400; BONITZ, Index, 764 a mula más completa, podremos sin duda sobreentender una especie de
50; ZELLER, La philos. des Crecs, trad. fcesa., n, p. 503 (a propósito de An- dativo posesivo, o incluso dos, como quiere Arpe, 10 cual daría, por
tístenes); RODIER, In De Anima, n, pp. 180-188; ROBIN, Sur la conception ejemplo: ,[ ~v ~(J)xpát"t to avfipÓl1C<jl "lvat, (el) qué era para Sócrates
aristotélicienne..., p. 185; La pensée grecque, p. 299; J. CHEVALIER, La no·
tion du nécessaire..., p. 126, nota; P. NATORP, Platos Ideenlehre, p. 2; el hecho de ser un hombre; podremos incluso comprobar que Aris-
E. BREHIER, Hist. de la philos., 1, p. 199; CRUCH ON, In Eth. Nic., n, tóteles descompone de este modo, una vez, su propia fórmula 164. Lo
pp. 218·219; W. BR6KKER, Aristoteles, p. 118, n. 5; COLLE, In Met., A, 3, esencial está en no ver en t[ ~v una expresión pensada como dati-
983 a 27-28; C. ARPE, Das 'ti ~v EtVat bei Aristoteles, Hamburgo, 1938;
E. KAPP, Creek Foundations 01 Traditional Logic, New York, 1942; J. OWENS,
The Doctrine 01 Being..., p. 353 ss., n. 83; E. TUGENDHAT, TI RATA TINOL... 163 Hay otro uso, subrayado por H. MAIER (Die Syllogistik des Aristote-
Friburgo, 1958, pp. 18-19. les, . n, 2, p. 314 ss., esp. 321), que manifiesta, aunque de otro modo, la
161 Trendelenburg buscaba más bien un eslabón intermedio del tipo 'to 'ti mayor generalidad de la fórmula 'ti ~cm: el 'ti ~cr'tt puede referirse no sólo a
~v 'to dvOpúmljl Elvat. Se hallará una crítica en toda regla de las interpretaciones las esencias, sino al ser de las demás categorías; así, puede plantearse la cues-
surgidas a partir de Tr. (yen particular de su desafortunada identificación tión 'ti ~cr'tt a propósito de la cantidad, de la cualidad, etc. (Z, 4, 1030 a 21).
con las expresiones del tipo 'to dvOpw1tljl Etvat) en la primera parte de un es- Lo que llevamos dicho muestra que, por el contrario, el 'ti ~v Elvat sólo puede
tudio de F. BASSENGE que lleva por título el mismo del propio Tr. (Philologus, plantearse para el caso de la esencia, e incluso de la esencia despojada de sus
1960, pp. 14-47). accidentes.
162 Cfr. r, 4, 1006 a 33; Z, 4, 1029 b 14, etc. 164 Parto animal., n, 3, 649 b 22: 'ti ~v aihq; (= 'tq; aí¡J.a'tt) 't6 al'¡J.a'tt EtVal.

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va y, por tanto, ya sustantivada, sino en conservarle, por el contra- es decir, que siempre puede ser distinto de lo que es. Sin embargo,
rio, su pleno valor interrogativo. y como hemos visto, esa contingencia del accidente posee grados:
Así pues, el .¡;[ ~v elvat debe ser pensado como pregunta. Así una de las adquisiciones de Aristóteles, en su crítica del platonismo,
pensado, debe serlo, como una prolongación de la cuestión funda- consiste en haber mostrado que no sólo es la Idea -o, en lenguaje
mental, y evidentemente más primitiva: ,1 Ea,!. Una vez admitido aristotélico, el género- 10 que es objeto de discursos coherentes,
que se trata de dos preguntas, que, sin embargo, se avecinan, pare- sino también algunas determinaciones accidentales, que el platonis-
ciendo la segunda de ellas, a primera vista, una duplicación de la mo rechazaba hacia el campo de la opinión o el mito. Este descubri-
primera, el problema está en saber por qué Aristóteles no se conten- miento de Aristóteles radica en la distinción entre accidente propia-
tó con ésta. La expresión ,1 Ea,l había sido empleada ya por Platón mente dicho y accidente por sí (ao1J~e~1Jxo<:; xa6'aú,ó). Está claro que,
para oponer la cuestión atinente a la esencia a aquella que se refiere entre los atributos de Sócrates, no todos están igualmente lejos de
sólo a la cualidad, el 7Lotov: contra una confusión de este género pro- responder a la pregunta «¿ qué es Sócrates?». Si bien podemos des-
testa, p. ej., Sócrates en el Me¡zó¡Z 165, cuando le recuerda a Polos que preciar los atributos propiamente accidentales, como el estar sen-
la cuestión está en saber lo que es la virtud, y no en si ésta es de tal tado o en pie, no ocurre lo mismo con aquellos que, sin pertenecer
o cuál modo, por ejemplo, «digna de elogio». Pero si bien debe agra- a la esencia de Sócrates -su humanidad- no por ello son menos
decerse a Platón, e incluso a Sócrates 166, el haber delineado en su característicos de lo que podemos llamar la «socrateidad»: así, el
pureza la cuestión .¡;[ Ea,t, distinguiéndola de las cuestiones adventicias hecho de que Sócrates era sabio, feliz, etc. Si a la pregunta ¡qué es
7LOtO'I, 7Lóaov, 7Ló,e, etc., lo cierto es que ni Platón ni Sócrates parecen Sócrates? -o mejor, ¿qué era Sócrates?- respondemos: Sócrates
haberse dado cuenta de lo que su cuestión tenía de ambiguo, por fue un sabio, no definimos la esencia de Sócrates y, no obstante,
demasiado general. A la pregunta «¿qué es Sócrates?» puede respon- respondemos en cierto modo a la cuestión,en la medida en que la
derse indistintamente «Sócrates es hombre», o bien «Sócrates es cualidad de sabio, siendo propiamente accidental, no por ello deja
este hombre, dotado de tales y cuales cualidades, etc.». De hecho, lo de ser atribuida por la tradición a la esencia misma de Sócrates.
que Sócrates busca es la definición general (,o óplE:;ea6at xa6óA.oo) 167; La cuestión ,1 Ea'l, entendida en el estricto sentido de una pre-
por tanto, se conforma con el primer tipo de respuesta, aquella me· gunta referida al género, no basta para satisfacer nuestra curiosidad
diante la cual situamos en un género la cosa que ha de ser defi- acerca de la esencia. Así se entiende que Aristóteles la haya comple-
nida. El ,1 Ea,t de Sócrates es su humanidad, el ,1 Ecm de la virtud tado con otra que reclama una respuesta más exhaustiva, es decir,
una respuesta que conlleve no sólo una atribución genérica, sino
consistente en el hecho de que es un habitus, una ~~t<:;. De hecho,
también las determinaciones accidentales por sí que la demostración
en el lenguaje aristotélico, la expresión ,0 ,1 Ea,t designará frecuen-
o la experiencia nos autoricen a añadir a la esencia propiamente di-
temente el ¡¿énero 168. Ahora bien: Aristóteles no se conforma con cha. Ahora bien: queda por explicar por qué esta segunda cuestión
discursos universales y definiciones genéricas: puesto que las cosas lleva el extraño título de ,1 ~v ehal, y, en particular, cuál es la sigo
son singulares, hay que captarlas en su singularidad. El ,1 Ea,t
nificación del imperfecto ~v. También aquí las interpretaciones son
socrático o platónico no agota la riqueza de determinaciones del
numerosas: la más sencilla, acreditada por los comentaristas griegos,
,óae ,t 169, es decir, del ser individual y concreto. Pero ¿acaso esta se refiere a un uso gramatical más general y consiste en ver en ~v
riqueza de determinaciones, propiamente infinita, no sobrepasa las
un imperfecto habitual. Pero seguiría sin explicar por qué la quidi-
posibilidades del discurso? Sabemos que no hay ciencia del acciden-
dad de un ser (es decir, su esencia y sus atributos esenciales) se
te; tampoco hay definición de él, pues la definición es estable, mien-
expresa mediante semejante imperfecto, o mejor aún, por qué el im-
tras que el accidente es cambiante, o al menos precario, contingente,
perfecto en general ha terminado por significar un estado habitual
y, por ello, esencial. En cuanto a las interpretaciones filosóficas, ci-
165 Menón, 86 e. taremos sólo dos como recordatorio: la más extendida, debida a
166 Cfr. M, 4, 1078 b 23.
167 Ibid., 1078 b 19, 28. Trendelenburg, consiste en hacer significar mediante el ~v «1a ante-
168 Cfr. Index aristotelicus, 763 b 10 ss. rioridad causal» de la forma respecto a la materia; el ,1 ~v significa.
169 Cfr. Z, 4, 1030 a 1-2 (donde, dicho sea de paso, "o... efw.n se halla ría algo así como ,1 7Lotet ¡¡lvat, y, suponiendo que la forma determina
distinguido del ,,{ ~\I eIvat de la cosa, y parece expresar, por el contra· la materia y, por ello, el compuesto de materia y forma, nos expli-
rio, el ,,( ~(j"¡).
caríamos que ,0 (,1 f¡v) elvlXt puede significar «el ser de la forma».
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Esta interpretación nos parece incorrecta por varias razones; en pri. dido que se opone a la desnudez del xa6'aú1:ó, la oposición desaparece
mer lugar, supone la construcción 1:0 (dativo) ElvcH, que hemos re· sin embargo en la noción tan propiamente aristotélica del OUll~E~Y¡xoc;
chazado 170; en segundo lugar, se encuentra vinculada a una interpre· xaO'o:útó. Ahora bien, hemos visto que el atributo por sí pertenecía al
tación, que nos parece filosóficamente inaceptable, de las relaciones 1:[ ~v Elvat y que incluso por ello este último se distinguía de la de-
entre materia y forma, según la cual materia y forma no serían ca· finición demasiado general a través del 1:[ ¿en:t. El t[ ~v, por tanto,
originarias -según hemos mostrado a partir del análisis del movi· es ciertamente lo que la cosa era antes del añadido de los atributos
miento- sino jerarquizadas en el sentido de un primado ontológico propiamente reconocidos como pertenecientes a la esencia (por ejem.
y causal de la forma, entendida como generatriz de la materia 171. plo, la sabiduría de Sócrates, la riqueza de Creso, o la propiedad que
Por último, ni siquiera se ve en esta interpretación por qué conven· tienen los ángulos de un triángulo de ser iguales a dos rectos). No
dría hablar de la forma en imperfecto, ya que en la interpretación obstante, podemos conservar, de esta última interpretación, la idea
idealista no se trata sin duda de una prioridad cronológica de la de que el imperfecto ~v representa un límite más acá del cual lo que
forma sobre la materia, y la forma no deja de informar la materia se encuentra atribuido al sujeto debe ser reconocido como esencial.
mientras el compuesto existe 172. Más cerca de la verdad nos parece Con esto, y pese al propio Tugendhat 174, no hacemos más que vol·
la interpretación recientemente propuesta por Tugendhat: tras obser· ver al «sentido ingenuamente temporal del imperfecto», pues el
var que el 1:[ ~v Elva! se opone en varias ocasiones al C1UP.~E~1jXÓC; 173, imperfecto designa una continuidad de duración que se extiende re-
concluye que el 1:[ ~v Elvcn designa lo que la cosa era antes del aña· troactivamente antes de cierto acontecimiento que sirve de punto
dido de los predicados accidentales, es decir, lo que la cosa es por de referencia 175.
sí, en su esencial suficiencia, en su pureza inicial. Pero le objetare· Pero ¿dónde situar aquí ese límite? Dos textos anteriores a Aris-
mas que si bien el C1UP.~E~1jXÓC; evoca ciertamente la idea de un aña- tóteles van a permitirnos, quizá, responder a esta pregunta, arro-
jando alguna luz sobre los orígenes históricos de la fórmula. El pri-
170 Estos dos puntos -interpretación del imperfecto y construcción- mero es un texto de Antístenes cuya importancia, por lo que se
e~tán efectivamente ligados. Si 'ti ~v significa 'ti 1tOlal alwll, se entiende muy
bIen que 'to ('ti 1total E¡vcil) alvat signifique «el ser de lo que hace ser», pero refiere a nuestro problema, parece habérsele escapado a los comen-
no vemos qué podría significar la cuestión 'ti 1tOlel etvat eLvat. Por tanto, si re- taristas. «Antístenes -informa Diógenes Laercio- fue el primero
chazamos (por las razones dadas más arriba) la construcción 't0 ( ... ) elvat, de· en definir el discurso: el discurso es aquello que manifiesta lo que
bemos también rechazar la interpretación «causal» del imperfecto. era, es decir, lo que es» 176. Este testimonio muestra, al menos, que
171 Es comprensible que todos los intérpretes idealistas de Aristóteles se
hayan sumado a esta interpretación. Cfr. Rodier, y, sobre todo, Robin, quien
ve en este caso una confirmación de su interpretación analítica de la causalidad 174 No vemos por qué Tugendhat dice: «por supuesto, ninguno de estos
aristotélica: «El 'ti ~v elvat o la quididad no es... la forma sola, considerada dos tiempos (el imperfecto ~v y el perfecto oUI'-~a~r¡xo~) debe entenderse en
abstractamente aparte de la materia. Es la forma en cuanto que determina su un sentido ingenuamente temporal» (p. 18, n. 18). Mejor dicho: se adivina
materia» (Sur la conception arist. de la causalité, p. 185). Robin apoya su in· aquí un prejuicio, que se remonta a Heidegger, según el cual los griegos, al
terpretación en un pasaje en que Aristóteles parece distinguir, dentro del interpretar la oO:lia como 1tapouoia, habrían ignorado las relaciones entre ser
'ti ~v elvat, una parte demostrable (por ser «material», comenta Robin) y una y tiempo. Cfr. nuestra recensión de esta obra, R.E.G., 1960, pp. 300-301.
parte indemostrable (al ser «formal» y, por ello, principio de demostración): 175 El griego conoce un uso del imperfecto en que este punto de refe-
OYJ'te 'to I'-EV ¡¡ai~et. 't0 ¡¡'oo ¡¡ai~et 'tÜIV 'ti ~v alvat 'ttj) aO"ttj)1tpáWa"tt (Anal. post., Il, rencia no es otro que el momento en el que se habla: es el imperfecto de
descubrimiento de los gramáticos. Cfr. J. HUMBERT, Syntaxe grecque, 3." ed.,
8, 93 a 12). Pero Aristóteles no dice que la separación entre lo que es de- §§ 235, 239 (y el ej. citado, ARISTÓTELES, Ranas, 438; "tOli"tl 'ti ~v"to 1tpawa;
mostrable y lo que no lo es dentro del "ti ~v a¡vat -o más bien «entre los
(qué es (era) toda esa historia?).
'ti ~v eLvat »- se produzca entre el 'ti ~v y el 'ti &cm. Natorp va aún más lejos,
176 IIpÜJ"to~ 'ta ÚJpioato kÓ,OV a!ml)V' M,o~ §OtlV Ó "to "ti ~v ~ ~Otl ¡¡r¡kWV (VI, 3;
dando al ~v el sentido del a priori kantiano: se trataría del «imperfecto de fr. XIV, 2, Winckelmann). Pensemos que ~ significa aquí una equivalencia
la presuposición conceptual» (Imperfekt der gedanklichen Voraussetzung) (Cfr. (ve!), y no una disyunción (aut). Si la expresión significara, trivialmente, «el
ARPE, op. cit., p. 17).
172 Tampoco puede admitirse, aunque sólo sea por razones gramaticales,
discurso es lo que manifiesta el pasado o el presente», tendríamos [) 1:t ~v ~ eOtt,
la interpretación de BRÉHIER, quien traduce «El hecho, para un ser, de en vez de "t0 ti ~v ~ eOtl. Además, esta última fórmula parece referirse no sola-
continuar siendo lo que era» (Hist. de la philos., p. 199. Subrayado nuestro). mente a una pregunta, sino a una pregunta única (si no fuera así, tendríamos
En tal caso, sería de esperar 'to (; 'tt 'l¡v alvat. 1:0 "ti ~v ~ tO ti eon). Por último, si Antístenes no hubiera distinguido entre
173 Cfr. Z, 4, 1029 b 13. Sin embargo, los demás textos citados por Tu- la cuestión "to ti ~v (~ eOtl) (qué es lo que el discurso revela) y la cuestión
GENDHAT (Fís., 210 b 16-18 y 263 b 7 ss.) son menos probatorios, porque en "ti eon, sería inexplicable que Aristóteles le atribuya la tesis oux eo"tt "to "tt ~Ott
el primer caso se trata de "to elvat, y en el segundo de ~ oooia xat "to elval. ópioaoOat (H, 3, 1043 b 24). En realidad, sólo esta distinción permite entender

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la fórmula 'to 'tt "fJY se empleaba ya antes de Aristóteles, que se ha· Cratito la exigencia de estabilidad que impide al discurso amoldarse
bría limitado a añadirle el infinitivo €lvat. Pero ¿cuál era su sentido al movimiento de las cosas sensibles. Pero Platón trasladaba a otra
en Antístenes? parte, a otro mundo, esa estabilidad requerida por el discurso. Aris·
Aunque la doxografía no nos ofrezca indicación alguna a este tóteles definirá de la misma manera las condiciones del ejercicio del
respecto, el hecho de que se trata de una definición del lenguaje nos pensamiento intelectivo, que es «detención y reposo» 178, estabiliza-
permite conjeturar que el imperfecto ~v significa aquí la anteriori· ción de lo móvil; pero no se permitirá buscar dicha estabilidad en
dad del ser por relación al lenguaje que sobre él mantenemos. Ha- otra parte que en el seno del propio mundo sensible, es decir, en un
blamos siempre de lo que ya es-ahí, y de lo cual, en rigor, '110 sabe- mundo en movimiento; se dará cuenta entonces de que en el seno
mos si es-ahí todavía en el instante en que hablamos de ello. El del movimiento no hay otro sustitutivo de la inmovilidad que el
tiempo propio del lenguaje sería entonces el imperfecto. Podría ob· reposo 179, no hay más sustitutivo de la eternidad que la muerte
jetarse, sin duda, que el lenguaje permite prever, deliberar, etc., y, Es un viejo adagio de la sabiduría griega el de que no puede
por tanto, proyectarse hacia el porvenir. Pero debemos recordar que formularse un juicio sobre la vida de un hombre hasta que éste no
la filosofía de Antístenes, que se asemeja en tantos aspectos a la haya muerto. Aristóteles cita en dos ocasiones, en sus Eticas} la frase
de los megáricos, debía ignorar, como ésta, la existencia de lo posi· de Solón, según la cual un hombre no puede ser llamado feliz en
ble. Por tanto, la realidad del será sólo quedará establecida cuando tanto que vive 180, lo cual no quiere decir -comenta Aristóteles-
podamos decir era. La esencia de una cosa no consiste en sus posi· que «sólo sea uno feliz una vez muerto», sino que la proposición
bilidades, sino en su realidad, que sólo se desvela en el pasado. Por que atribuye a un hombre el predicado feliz sólo puede ser formula-
lo demás, no será la última vez en la historia de la filosofía que una da en el momento de su muerte, es decir, en imperfecto. «Admita-
filosofía que ignora lo posible insista al mismo tiempo en el movi· mos, pues, que es preciso ver el final y esperar ese momento para
miento retrógrado de la verdad, y en el hecho de que la lógica de declarar feliz a un hombre, no como si fuera actualmente feliz, sino
nuestro lenguaje es una lógica retrospectiva 177. porque lo era en un tiempo anterior» 181. Es cierto que tal observa-
Ciertamente, Aristóteles no tenía iguales razones para negarle al ción se halla inserta en una discusión acerca de la felicidad, V no
lenguaje todo poder de anticipación. Pero esta limitación seguía sien· acerca de la proposición, y que Aristóteles nunca afirma del "todo
do necesaria en el caso de que el lenguaje intentara definir una cosa por su propia cuenta el adagio de Salón. Pero la justificación que da
-es decir, manifestar su esencia-, al menos cuando se trata de la de la frase en cuestión desborda ampliamente el problema particular
esencia de un ser sensible, es decir, en movimiento. Si bien en Dios de la felicidad, y la crítica que de ella hace deja subsistir el proble-
coinciden presente, imperfecto y futuro, no ocurre lo mismo con el ma metafísico incidentalmente planteado. Si no puede llamarse feliz
ser sensible, que es o será lo que no era, y no es o no será lo que al hombre mientras vive es porque permanece sometido a los azares
era. La esencia del ser sensible se halla afectada por la fundamental de la fortuna; pero, en rigor, tampoco puede decirse de él que es
precariedad del poder-ser-otro, es decir, de la contingencia. La con· sabio o virtuoso, pues la sabiduría que se le concede puede ser puesta
secuencia radical de este pensamiento de la contingencia es que nada en cuestión en virtud de algún desfallecimiento ulterior 182. Mientras
puede decirse de un ser, salvo por accidente, en tanto que está en
movimiento. En rigor, no puede atribuirse predicado alguno a un 178 Cfr. 1." parte, cap. II, § 4.
ser vivo -fuera de su esencia genérica de ser vivo- en tanto que 179 Acerca de la diferencia entre dXlvr¡c:;{a y 1¡pep.ia véase más arriba, pági-
nas 406-407.
vive, pues la imprevisibilidad de la vida puede siempre poner en 180 El. Nic., 1, 11, 1100 a 11, 15; El. Eud.) II, 1, 1219 b 6.
cuestión lo que de él digamos. En otros términos, en tanto que el 181 Et. Nic., 1, 11, 1100 a 32.
ser esté en movimiento, no podemos distinguir, entre la multiplici- 182 Contra Salón, Aristóteles se niega a hacer depender la felicidad de
dad de determinaciones que le sobrevienen, cuáles son propiamente circunstancias exteriores: «Si 10 seguimos paso a paso en sus diversas vicio
situdes, llamaremos frecuentemente al mismo hombre unas veces feliz y otras
accidentales y cuáles son por sí. Platón había subrayado ya en el desgraciado, haciendo así del hombre feliz una especie de camaleón o una casa
que amenaza ruina» (El. Nic., 1, 1, 1100 b 4). La felicidad, objeta Aristóteles,
que Antístenes admita la definición propia ol)(s[o, A6To, (f1 29, 1024 b 32), exige mayor estabilidad, y por eso la sitúa primordialmente en la virtud:
10 que Aristóteles llamará 6 MiO, 6 iJr¡AWV '1:0 ~i ~v elval (.6., 6, 1016 a 34). «Efectivamente, en ninguna acción humana se advierte una fijeza comparable
Nótese la analogía de esta fórmula con las de Antístenes; cfr. asimismo El. Nic., a la de las actividades conformes a la virtud, las cuales aparecen aún más
II, 6, 1107 a 5), y rechace toda definición por el género. estables que los conocimientos científicos» (1100 b 12). Pero, como se ve, el
177 Cfr. BERGSON, La pensée el le mouvanl, cap. 1.0, esp. p. 19.
debate con Salón se refiere sólo a grados dentro de la estabilidad: sigue siendo
cierto que no hay estabilidad absoluta en el mundo sublunar en general y
446 447
en An!Ístenes bajo una torma ya. más abstracta, .vinculada enarnbos
el hombre vive, su «porvenir nos está oculto» 183, porque puede en a una reflexión -ya ética, ya lógl~a- sobr~ el dIs~rso humano, nos
cada momento convertirse en algo distinto. Participa de la contin- parece que anima aún, aunque SIn duda InCOnScIe~,temente, el uso
gencia que afecta a todo lo que se mueve en el mundo sublunar, y aristotélico de la fórmula. Es cierto que la evocaClOn de la mue.rte
en particular a todo lo que vive, contingencia que, en el caso del como límite revelador de la esencia sólo parec~ r~ferirse al ser ':IVO
hombre, resulta vivida bajo el aspecto primordialmente negativo de y, en particular, al hombre, y no al ser e~ ~ovImIento .en su conJun-
la falibilidad, de la pecabilidad, de la vulnerabilidad a los golpes de to. Pero no sería la única vez que Anstoteles ampliase hasta las
la fortuna. Sólo la muerte puede, en el caso del ser vivo, detener el dimensiones de la física entera una experiencia en principio an~ropo.
curso imprevisible de la vida, transmutar la contingencia en necesi- lógica o, más en general, biológica. ¿Acaso, en más de un pasaje, no
dad retrospectiva, separar 10 accidental de lo que pertenece verdade- se identifica la forma con el alma? 185. Pues bien, ¿acaso la forma no
ramente por sí al sujeto que ya no es. La muerte de Sócrates da for- suministra precisamente la respuesta a 1a pregunta .'tl.Y¡V
,' ElV~l
? l86. ' .Por
ma a la esencia de Sócrates: la del justo injustamente condenado. lo demás, es el propio Aristóteles quien, en vanos P?saJes, InSIste
Ella permite disociar lo que hay de contingente en la existencia his- en la función reveladora de la muerte: la muerte es qUIen revela ne-
tórica de Sócrates por respecto a aquellos accidentes de su vida que gativamente, en el ser v.iv.o, lo que per.t~~ece a su esencia de ser
alcanzan la dignidad de atributos esenciales de la socrateidad. La vivo, a su forma, a su qUIdidad, por OposlClOn a lo que, al pertenecer
esencia de un hombre es la transfiguración de una historia en leyen- a la materia, forma parte del orden del. accidente. La .muer~e: mues-
da, de una existencia trágica -por imprevisible- en un destino tra que la forma del ser vivo «no consIst~ en la c~nfIgu~~clOn o el
acabado, transfiguración s6lo operada por la muerte. En términos color. Un cadáver tiene exactamente la mIsma conflguraclOn que un

I
más abstractos, en el caso de un hombre, sólo hay atribución esen- cuerpo vivo y, con todo, no es hombre» 187. Hay, por tant.o, hom,o-
cial (al menos, si entendemos por eso una atribución propia, y no nimia entre el hombre muerto y el hombre; hablamos ImpropIa-
sólo genérica) en el imperfecto, es decir, referida a un sujeto que tan mente del hombre muerto, pues no se trata de un hombre al que le
sólo es lo que es porque ya no es. Podríamos oponer en este punto sobrevendría el atributo muerto; en realidad, no se trata de un
el discurso esencial al discurso trágico, el cual, por adherirse a la hombre en modo alguno; no es un hombre distinto, es un no-hombre.
imprevisibilidad del tiempo, señalada por las peripecias, s6lo conoce Así pues es la muerte del hombre la que nos revela lo que separa
los verbos de acción e ignora la función esencial --es decir, predi· al homb;e del no-hombre; ese algo que es la quididad del hombre,
cativa por sí- del verbo ser. Aquí es la historia la que, como en es decir, lo que el hombre era, es la vida, o, si se ql;l~ere, el ,alma.
otras partes la demostración, proporciona el fundamento de la sínte- Suprimir la vida es suprimir el hombr~. ~s:a obserVaClO? po~rla pa-
sis atributiva. Pero, según la frase de Salón, sólo se ve la síntesis al recer tautológica; de hecho, es el prInCIpIO de toda InvestigaCIón
final, cuando la historia del hombre ha llegado a su término. fisiológica: pues la muerte permite manifestar, hasta en el menor
En resumidas cuentas, es la idea -tan profundamente grie- detalle, lo que pertenece a la vida y es por. t~nto esencial al .ser
ga- 1&4 según la cual toda ojeada esencial es retrospectiva, la que vivo, o, al menos, manifestar grados de esenclah.dad entre los d~f~­
nos parece justificar el ~v del 'tl ~v EtVat. Expresada en Salón bajo °
rentes órganos las diferentes funci~n~s ~e la vld~: se Ruede VIVI~
las apariencias antropológicas de un precepto prudencial, formulada sin dedo o sin mano, no se puede VIVIr SIn corazon o SIn cerebro,
éstos son, por tanto, primeros (xupw:) y «en ellos residen primordial-
en los asuntos humanos en particular. La virtud misma' es precaria, y ésa es mente el lagos y 1a esenCIa
'(" ) 1 8 8.
oU(jl(X.»
una de las razones por las que «Dios es mejor que la virtud» (Magn. Mor.,
E, 5, 1200 b 14).
183 Et. Nic., 1, 11, 1101 a 18. Cfr. SÓFOCLES, Ayax, v. 1418-20: «Los 185 De An. E 1 412 b 11-18 (si el ojo fuese un animal, la vista sería
hombres tienen oportunidad de conocer muchas cosas viéndolas; pero no hay su alma). En 4í2 b Ú;, el alma humana es llamada "to "tí ~v etvat xaí ó Mi 0 <;
adivino que conozca lo que será antes de haberlo visto.» Cfr Z 10 1035 b 14; De An., II, 4, 415 b 12-15.
184 El adagio de Salón es citado por HERODOTO, 1, 32-33. Cfr. SÓFOCLES, '186 ' Z, '¡, 1032 b 2; 10, 1035 b 32; 17, 1041 a 28; H, 3, 1043 b 1; 4,
Edipo Rey, v. 1528-1530: «Así, pues, en un mortal hay que considerar siempre 1044 a 36, etc. , . )
el último día. Guardémonos de llamar feliz a un hombre antes de que haya 187 Parto animal., 1, 1, 640 b 32-35 (contra Democtlto . .
franqueado el término de su vida.» Los estoicos serán los primeros en comba- 188 Z, 10, 1035 b 25. Por el contrario, el dedo y la mano no son esen.clales
tir, con su teoría de la independencia entre la felicidad y le tiempo, esa vieja a la vida. Pero como no pueden existir separados del ser vivo en su conJunto,
máxima de la prudencia griega (cfr. CICERÓN, De finibus, III, ad fin.). Acerca se sigue que la vida les es esencial; por eso, el dedo muetto tampoco es dedo
del carácter retrospectivo de la necesidad, véanse además nuestras observa- más que por homonimia (Z, 10, 1035 b 24). Cfr. Categ., 1, 1 a 2-3; De An.,
ciones en el capítulo «Ser e historia».
449
448 29
. Sin duda, este método de investigación sólo es aplicable a la visto más arriba (p. 412) que la esencia era establecida mediante un
quididad del ser vivo. Pero es característico que Aristóteles deplore método de variaciones imaginativas, consistente en suprimir con el
la ausencia de tal situación reveladora de la esencia en el caso de los pensamiento talo cual atributo, preguntándose entonces si la cosa
seres inanimados: se ve muy bien, por ejemplo, que «un hombre sigue siendo lo que era, es decir, lo que es. Vemos ahora. que estas
muerto sólo es hombre por homonimia ... Pero nada de eso se ve variaciones imaginativas ejercitan la misma función reveladora que
tan bien cuando se trata de la carne y el hueso, y es menos visible la muerte: así como la muerte es la variación decisiva, la mutación
aún en el caso del fuego y del agua» 189. terminal y, por ello, esencial, así también la variación esencial-aque-
. Esta observación, aparentemente restrictiva, nos permite en rea- lla que revela la quididad- será la que suprime la cosa en cuanto
lidad generalizar las observaciones anteriores. En efecto: manifiesta, tal. Así como suprimir la vida del hombre es suprimir al hombre,
una vez más, que la quididad de los seres del mundo sublunar en asimismo suprimir la trilateralidad del triángulo es suprimir el trián-
general está pensada según el modelo del alma de los seres vivos: el gulo. De este modo volvemos a encontrar, pero en forma desmitifi-
movimiento es el alma de las cosas, al modo como la vida es la cada esta vez, el vínculo que Platón había reconocido, siguiendo a
forma y la quididad del cuerpo. Habrá que buscar, pues, en el caso los pitagóricos y los órficos, entre la filosofía y la muerte. La muer-
de los seres inanimados, un análogo de la muerte reveladora: este te ya no libera la esencia de las cosas, pero, al suprimirla, la revela.
análogo es la «detención», el «reposo», instituido dentro del movi- No es ya la eternidad, sino que es -dentro de un mundo en movi-
miento universal de las cosas por ese contra-movimiento (él mismo miento, para el que la eternidad no es sino espectáculo lejano e ideal
un movimiento) que es el entendimiento y, primordialmente, la ima· inaccesible- el sustitutivo de una eternidad imposible. El imper-
ginación 190. La imaginación y el entendimiento detienen el devenir fecto del tl ~'i EtW¡ sólo corrige, inmovilizándola, la contingencia
de la cosa, interrumpen el flujo indefinido de sus atributos y mani- del presente por ser imagen y sustitutivo de un imposible perfecto,
fiestan así lo que la cosa era, es decir su quididad, su esencia. Hemos aquel que expresaría no ya el acabamiento de lo que era, sino el
acabado siempre perfecto de lo que ha sido siempre lo que es.
Ir, 1, 412 b 18; Gen. Anim., 1, 19, 726 b 22; TI, 1, 734 b 24, 735 a 7; 5,
741 a 10 (siendo el ojo y el dedo los ejemplos más frecuentemente citados). 1< ,. ....
. 189 Meteor., IV, 12, 389 b 31-390 a 3; cfr. 390 a 10-24. La importancia
de este texto ha sido bien subrayada por CARTERON, La notion de force ...,
p. 74: «Nos falta la muerte del fuego -o de cualquiera de los otros elemen- El tl ~'i El'iat designa, pues, lo que de más interior, má8 funda-
tos-, única que podría revelarnos su alma», y por J.-M. LE BLOND, Logique
et méthode..., p. 200: «Falta ... , en el dominio de las cosas inanimadas, una mental, más propio hay en la esencia de lo definido. Los Segundos
de las experiencias más reveladoras de la naturaleza de un ser, la experiencia Analíticos lo definen: «Lo que hay de propio entre los elementos del
de la muerte, que manifiesta, por contraste, la verdadera naturaleza del ser tl eot!» 191; por eso no se confunde con el género, que es demasiado
en cuestión, su función esencial, su forma»; cfr. pp. 359-60. Cfr. asimismo general, y no connota la materia 192, que es accidental. Al designar los
RODIER, In De Anima, Il, p. 153. Pero ninguno de estos autores ha hecho
el cotejo entre esta «experiencia de la muerte» y el imperfecto de 'ti ~ v E¡VCXl. que la cosa es por sí (esencia y atributo por sí), excluye lo que es
El único autor que, a lo que sabemos, ha sugerido un cotejo de ese género es por accidente. Aquí es donde va a anudarse la aporía que, desarrolla-
MICHELET, en su Examen critique de l'ouvrage d'Ar. intitulé... , pp. 294-295, da expresamente en los capítulos 4 y 5 del libro Z, ocupará de hecho
pero ofrece una justificación de inspiración hegeliana que nos parece errónea: el libro Z entero. Dicha aporía se refiere directamente a la defini-
«La muerte de un individuo es ... la reproducción de gran número de otros
[cfr. Hegel: la muerte del individuo es el nacimiento de la especie]. .. La ción, e indirectamente a la quididad que la definición expresa. ¿De
existencia de la forma substancial, por ser ideal, se conserva incluso cuando qué seres, pregunta Aristóteles, hay definición? Dejemos aquí a un
pierde su actualidad en (la) materia: Aristóteles la llama, por tanto, muy bien lado el caso de los seres simples que, en rigor, no son objeto de
'to 'ti ~v E!val. Si una rosa está ajada, su forma substancial no existe ya actual- definición, pues ésta necesita, para ejercitarse, la disociación del gé-
mente; es una determinación pasada ('ti ~v). Pero esta aniquilación de la nero y la diferencia. Pero ¿puede haber definición de los seres com-
existencia exterior no ha afectado a la substancialidad interior de la forma: puestos, es decir, de los seres que no son sólo esencias, sino esencias
ésta. existe todavía ('to E¡val) en la materia, pero en potencia». La intervención
de la potencia, que tiende a dar un sentido físico a una fórmula que ante todo a las que se les atribuyen toda clase de predicados que no todos son
posee un sentido lógico, nos parece aquí fuera de lugar; le ha faltado a Miche-
let darse cuenta de que el ~v se refiere al discurso humano, y que, por tanto, 191 Anal. post., TI, 6, 92 a 7. Adoptamos aquí la correlación de KÜHN:
designa no tanto la anterioridad o permanencia de una determinación como ralOV en vez de lUwv. En un escrito anterior (Tóp., V, 3, 132 a 1 ss.), Aris-
el carácter retrospectivo de nuestra consideración de la cosa. tóteles distinguía, no obstante, el propio respecto de la quididad.
190 Cfr. capitulo siguiente. 192 Aálw /J'olhiav c!íVEO iJt-:r¡c; 'to 'ti Y¡v E¡val (Z, 7, 1032 b 14).

450 451
esenciales? La dificultad procede aquí de que la definición del como
accidental, aquellos que Aristóteles llama abreviadamente ,a AEjóp.eva
puesto no será la definición del compuesto, sino la definición de la
esencia del compuesto: así, la definición de la superficie blanca no xa,a crtlp.~e~'lJxó~ 195. A la inversa, sería de esperar que el ser coinci-
será otra cosa que la definición de la superficie (pues la blancura, al diera con su quididad en el caso de los seres por sí (,a xaa' aúta
no ser un atributo por sí, no pertenece a la quididad de la superficie AE,6p.eva ). Pero aquí tropieza Aristóteles con la teoría de los platóni-
blanca), la definición del hombre blanco será la definición del hom- cos, según la cual la quididad de una cosa, aunque sea simple, está
bre, etc. Pero entonces llegaremos a la paradoja según la cual, si separada de la cosa y proyectada fuera de ella bajo el nombre de
bien hay seres que coinciden con su quididad, hay otros que no son Idea. Aristóteles critica entonces esta doctrina con argumentos que
su quididad, porque son también otra cosa además de ella. Así, la ya hemos visto 196, y concluye que <<nada impide a ciertos seres ser
superficie blanca es superficie, y sin embargo no es la superficie,
pues ésta no es más que superficie. En términos más abstractos, toda 195 1031 a 19. No podemos admitir la interpretaci6n restrictiva que dan
esencia compuesta -es decir, que no es sólo esencia, sino también de este pasaje Ross (II, p. 176) Y TRICOT (ad loe.), según la cual hombre y
cantidad, cualidad, etc.- es indefinible en tanto que compuesta; no hombre blanco, por ejemplo, serían idénticos X(l't(l 1:0 ~1tOXE{V EVOV pero no xcml
1:0',1 Óptcr\1Óv. En realidad, son también idénticos según la definici6n, es decir,
coincide con su propia definición porque ésta ignora su composi- según la quididad, pues la quididad de hombre blanco no llega a incorporar
ción. Esta consecuencia sería fácilmente admisible si sólo concerniera la blancura como atributo por sí. La consecuencia es que hombre blanco, al
a cierto género de esencia que, por su complejidad, se sustrajesen al no tener otra quididad que la del hombre, pero no confundiéndose -sin
discurso. Pero en realidad, no son sólo tales o cuales esencias, sino embargo-- con hombre, es diferente de su propia quididad.
196 Estos argumentos son aquí los siguientes:
todas las del mundo sublunar, las que son compuestas en cuanto 1.0) Argumento de la duplicaci6n infinita (o del tercer hombre): si sepa-
que sensibles, es decir, en cuanto que están en movimiento. Es el ramos (d1toMEtV 1031 b 3-5) la quididad de la cosa, entonces la quididad será
movimiento, como hemos visto, el que determina en el ser sensible ella misma una cosa, cuya quididad habrá que buscar, y así hasta el infinito
la disociación entre materia y forma; ahora bien, la materialidad no (1031 b 28-31).
es más que el nombre general de la composición. La oucria sin materia 2.°) Argumento del conocimiento: si separamos la cosa de su quididad,
no podremos conocerla, pues «la ciencia de cada ser consiste en el conoci-
no es más que oucr[a. Pero la oucria a¡cr6yl':~ es también cantidad, cua- miento de la quididad de ese ser» (l031 b 7, 20).
lidad, etc. Así pues, la quididad, tal como la hemos definido, va a 3.°) Si separamos la quididad de la cosa, la quididad ya no será un ser
acumular las paradojas: es la esencia sin materia de un ser material; (1031 b 4) (Arist6teles piensa aquí en la Idea plat6nica, que es primordial-
es la forma en cuanto que ésta pretende definir por sí sola un ser mente separada, abstracta, en cuanto que universal; pero el universal, precisa-
mente por estar separado de las esencias singulares, no es él mismo esencia).
que no es forma, sino compuesto de materia y forma; es el alma que Si el detalle de la polémica está claro, en cambio difieren las interpreta-
se ofrece como esencia del cuerpo, es decir, como lo que el cuerpo ciones acerca de su sentido general y su puesto dentro de la problemática
es. Si seguimos literalmente el ,[ Y¡v Elvat, que no es algo de la cosa, del libro Z. Así, W. BRÜCKER (Arist6teles, p. 211, n. 2) protesta contra «la
insostenible interpretación tradicional [que es, especialmente, la del Pseudo-
sino lo que la cosa es -es decir, era-, debemos conceder que, en Alejandro, seguida por Ross] , según la cual Aristóteles otorgaría la capacidad
el caso del ser sensible, hay que distinguir entre su ser, que es com- (die Selbigkeit) de quididad esencial a una clase de cosas en las que no cree:
puesto, y 10 que es, es decir, lo que era. El ser sensible no es lo las Ideas». Sin embargo, tal es, según nosotros, el sentido de la polémica aris-
que es 193. totélica; s610 que, entonces, hay que desprender su consecuencia radical (10
que no hacen el Pseudo-Alejandro y Ross): únicamente el ser por sí (10 que
En el capítulo 6 del libro Z, Aristóteles plantea el problema de los plat6nicos llaman Idea) coincide con su quididad; ahora bien. Ideas o
saber si la quididad es o no es diferente de cada ser. Cuestión extra- seres por sí no existen en el mundo sublunar; por consiguiente, no hay ningún
ña, pues «cada cosa no parece ser diferente de su propia esencia, y ser, en el mundo sublunar, que coincida con su propia quididad. Según
la quididad parce ser la esencia de cada cosa» 194. Cuestión necesaria, BROCKER (ibid., p. 211), Aristóteles querría mostrar en este pasaje que no
puede separarse el 'tÍ ~v E[Val del Exacr'tov y que todo 'ti ~v etvat es un T.i~v
sin embargo, pues nos vemos obligados a responder negativamente éxdcr't<.p etvat. Pero eso es confundir dos problemas: la Idea platónica no es
en el caso de los seres compuestos de una esencia y un predicado considerada aquí principalmente como universal, ni, por tanto, en su oposi-
ción al exanov; es considerada. como simple o por sí y, por tanto, opuesta al
193 La tradición resolverá esta aporía -o creará resolverla- mediante la
compuesto. Ello no impide, por otra parte, que ambas problemáticas se en-
distinci6n entre esencia y existencia, entre quod est y qua es! (Boecio). No cuentren, pues el Exacr'tov en cuanto sensible, se confunde con el compuesto.
nos permitimos utilizar aquí esta terminología, por seguir en el plano más Nos damos cuenta entonces de que la definición del 'ti ~v E!val que recuerda
originario, más aporético, en el cual se sitúa la problemática aristotélica. Brocker es de hecho irrealizable: la quididad es, sí, quididad de 10 singular
194 Z, 6, 1031 a 17. (y por eso se opone al género), pero en la medida en que lo singular es com-
puesto, hay seres que no pueden coincidir con su propia quididad. Existe un
452
45.3
inmediatamente (EUOóC;) su propia quididad, si es cierto que la esen- 7 a 9, con un análisis del movimiento, en el cual han visto la mayo-
cia es, según nosotros, la quididad» 197. Pero esta «separación», que ría de los intérpretes un entremés sin relación con el resto de: li-
Aristóteles califica como absurda, y que, entre otras consecuencias, bro 200. La necesidad de este análisis queda claramente reconocida al
tiene la de hacer imposible conocer aquello de lo que es esencia de principio del capítulo 15, el cual, tras un nuevo desarrollo de la
la esencia 198, se ve obligado a reintroducirla en el seno de los seres polémica antiplatónica, vuelve a coger el hilo de la discusión abiert·]
compuestos. Aristóteles obra de mala fe cuando, al criticar la doc· en el capítulo 6. Tras recordar que la esencia designa, por una par-
trina platónica, toma ejemplos sólo de los seres simples, el Bien, el te, la forma, y por otra, el compuesto ("'Co 06'10AO'l), añade: «Toda
Animal, el Ser, el Uno 199, a propósito de los cuales es efectivamente esencia, tomada en el sentido del compuesto, es corruptible, pues hay
absurdo separar el ser de la quididad. Pero no era la consideración generación de ella» 201. Si bien Aristóteles no dice que la generación
de esos seres la que había conducido a Platón a su teoría de las sea el fundamento de la composición, parece ser obvio para él que
Ideas, sino las dificultades suscitadas por los seres sensibles, pues toda esencia compuesta es, por ello mismo, engendrable y corrupti·
éstos son los que no son lo que son. Aristóteles seguirá siendo más ble~ Y si bien Aristóteles invoca aquí el movimiento a fin de oponer
platónico de lo que él mismo cree o desea declarar cuando, tras re- la engendrabilidad del compuesto a la inengendrabilidad de la for-
chazar la «separación» en el caso de los seres simples, la reintroduce ma, está claro que no lo hace para atribuir a uno de ellos un predi-
en el caso de los seres compuestos, es decir, sensibles; sólo que esta cado que rehusaría al otro, como si el movimiento pudiese acaecer
separación entre el ser y la quididad no será ya una separación entre a algunas esencias y no a otras, sino para mostrar que el movimien·
dos mundos, como si la quididad estuviera hipostasiada fuera del ser to es el fundamento de la composición de lo engendrable, mientras
cuya esencia, a la vez, es y no es; la separación está aquí interioriza- qne la inmutabilidad de la forma garantiza por sí sola su unidad. La
da, trasladada al interior de la propia esencia sensible, la cual, por consecuencia que de ello extrae Aristóteles constituye una respuestá
no ser sólo esencia, se halla separada, no ya sólo de otro mundo, negativa a la pregunta que se planteaba en el capítulo 4: ¿hay defi·
sino primero y ante todo de sí misma. nición de los seres compuestos? No la hay -puede responder aho-
Así llegamos, tras la distinción de las categorías, la división de ra-, porque las esencias sensibles individuales «tienen una materia
los tres principios del devenir y la oposición entre acto y potencia, cuya naturaleza es poder ser o no sen>, y porque no hay «definición
a la más fundamental de las escisiones que afectan al ser del mundo de aquello que puede ser de otro modo que como es» 202. . .
sublunar: la que lo separa de sí mismo, es decir, de lo que es o era. Aristóteles va aquí incluso· más lejos e introduce una segunda
Conocemos ahora· la fuente de esa separación: se trata del movi- consecuencia que, pese a no haber sido expresamente anunciada en
miento, el cual, así como escindía el ser según la pluralidad de las la problemática inicial, no deja de presentarse por ello como un re-
categorías o de los principios y autorizaba así la disociación predica- fuerzo y una agravación de la anterior. De aquello que puede ser
tiva, también se encuentra en el origen de esta escisión por la cual
el ser, al poder siempre convertirse en algo distinto de lo que es, 200 Quienes han tratado de situar este capítulo dentro del proyecto gene-
ral del libro Z no han acertado a ver, nos parece, la verdadera relación entre
nunca es del todo lo que es, traduciéndose aquí ese no ser del todo} lo uno y lo otro. Según NATORP, 7·9 tendría que ver con 15-17: se trataría
a un tiempo, mediante la pobreza de los dicursos esenciales (las de- del estudio de la forma en su relación con la física, que sigue al estudio
finiciones), y mediante la abundancia -al contrario- indefinida lógico de la forma (4-6, 10-14 y la conclusión de 16) (Philos. Monatshefte,
de los discursos accidentales. XXIV, p; 561 ss.). La misma interpretación vemos en PHILIPPE, Initiation ...,
p. 131. TRICOT (In Metaph., Z, 7, nueva ed.) explica que, siendo el propósito
Si ése es el origen de la separación que Aristóteles, en el mo- del libro mostrar que la forma es inengendrada (cap. 8), había que considerar.:
mento mismo de reprocharle a Platón haber separado el ser de su primero el devenir en sí mismo. Estos autores no han visto, en realidad: 1) Que
propia esencia, se ve obligado a admitir en el seno de la esencia sen· el objetivo del libro no es tanto el de estudiar la forma en cuanto tal como
¡¡ible, no debe extrañarnos que el libro Z continúe, en sus capítulos investigar la unidad del compuesto (la demostración de la inengendrabilidad
de la forma no es aquí más que un argumento suplementario contra la unidad:
¿cómo una forma inengendrable puede ser la forma de lo engendrado?);
dilema en la quididad: si desciende hasta lo particular, es decir, hasta la 2) Que el análisis del movimiento es aquí necesario en la medida en que el
materia, ya no es quididad; y si sigue siendo quididad (es decir, si expresa movimiento es la fuente de la divisibilidad del ser y, por tanto, de su compo-
lo que lo particular es por sí), ya no es quididad de lo particular (puesto sición, siendo entonces el principal obstáculo para la unidad buscada por el
que lo particular no es sólo por sí). discurso (aunque al mismo tiempo haga posible el propio discurso; cfr. capí·
197 Z, 6, 1031 b 31. tulo siguiente).
198 1031 b 7, 20. 201 Z, 15, 1040 a 22.
199 1031 a 31-32, b 8-9. 202 Ibid.} 1039 b 29, 34.

454 455
de otro modo que como es, además de no haber definición, tampoco xa6'atl'tó), que le permite a Aristóteles escapar parcialmente al dile-
hay demostración, pues «sólo hay demostración de lo necesario» 203. ma de la esencia vacía y la accidentalidad sin sustrato. Hay atributos
Podría extrañar el paralelismo que aquí se establece entre definición que sin ser de la esencia, son deductibles de ella. Sea el ejemplo de
y demostración, pues se trata de dos géneros muy diferentes de dis- la ;asa; la casa es claramente un compuesto, que se divide en una
cursos, uno referido a una esencia, y el otro a una proposición, o me- forma (abrigo contra la intemperie) y una materia (está .hecha de
jor, a una relación entre cosas expresada por una proposición. Pero ladrillos o piedras), o, si se prefiere, en un sujeto (los ladrillos y las
la idea de composición proporciona aquí el vínculo entre definición piedras) y un atributo (esos ladrillos y piedras son protectores).
y demostración. Pues si la definición de lo simple no puede ser más Pero en el caso de la casa la relación entre atributo y sujeto no es
que una perífrasis en torno a la simplicidad de eso que es simple, propiamente accidental, pues piedras y ladrillos están dispuestos de
sólo dividida en el discurso, la definición de 10 compuesto -supo- manera que protejan contra la intemperie, o, dicho de otro modo,
niendo que exista- expresaría por su parte una composición real para responder a lo que esperamos de una casa, es decir, a la esencia
que se expresa en una proposición de estructura predicativa normal. de una casa. Pero ¿qué ocurre con esta esencia? ¿Se trata sólo del
De ahí la cuestión que Aristóteles se plantea: ¿no hay una posible 'tt €O'tl (el género de la casa, es decir, el abrigo en este caso), o del
demostración de la definición compuesta, es decir, si no de la defini- 't( ~v e1val (la casa en su particularidad esencial)? Está claro que no
ción misma (pues no hay demostración posible de la relación entre se trata aquí del género (que es indiferente a sus diferencias), sino
la cosa y la palabra o entre la cosa y su esencia), al menos sí de la de la quididad (que, por su parte, va lo más leios posible en el sen-
composición que ella expresa? tido de las determinaciones de la cosa, a condición de que no sean
Sea, por ejemplo, el eclipse lo que hay que definir. La respuesta accidentales). Vemos entonces que los límites de la esencia, en el
del físico será: «la privación de la luz de la Luna en virtud de la estricto sentido de quididad, se hacen aquí singularmente impreci-
interposición de la Tierra». Está claro que semejante definición com- sos' la esencia se proyecta hacia sus accidentes, los absorbe en su
puesta puede pOnerse en forma de proposición afirmativa: la inter- pro'pio movimiento como otras tantas realizaciones de su exigencia:
posición de la Tierra produce una privación de la· luz de la Luna, que si la casa es un abrigo, la materia de que está hecha debe ser resis-
es llamada eclipse. La pregunta ¿qué es el eclipse?, en la medida en tente; así, cierta cualidad de la materia entra en la quididad, es de-
que tratamos con un ser compuesto, se transforma en la pregunta cir, en la definición formal misma. La quididad se nos aparece enton-
¿por qué hay eclipse?, es decir, en la pregunta acerca del porqué de ces a una nueva luz: no es sólo el límite más allá del cual el discurso
la composición 204; Así pues, puede haber demostración de la defini- recaería en la accidentalidad; se convierte en un principio y una cau-
ción en el caso de la definición compuesta, no en el caso de la defi- sa de sus propios accidentes; no es ya aquello hacia lo que tiende la
nición simple; en efecto, «preguntarse el porqué es siempre pregun- definición, sino el principio de una demostración de la que es tér-
tarse por qué un atributo pertenece a un sujeto», por ejemplo, por mino medio 206. Consecuencia aún más importante para nuestro pro-
qué el hombre es músico. Por el contrario, «buscar por qué una cosa pósito: no es ya el lugar de la separación entre la cosa y su propia
es ella misma no es buscar nada en absoluto»; no nos preguntamos
por qué el hombre es hombre o el músico es músico 205. Pero estas 206 Sea lo que hay que demostrar, por eiemplo, que el eclipse es la priva-
observaciones sólo serían obvias si admitiesen la posibilidad de defi- ci6n de la luz de la Luna por la interposici6n de la Tierra. Tendremos el
nir lo compuesto (y no solamente demostrarlo), posibilidad que hasta siguiente silogismo: la interposici6n de la Tierra produce la privaci6n de la
luz' ahora bien e! eclipse es la interposici6n de la Tierra; por consiguiente,
ahora nos había parecido dudosa. Puede definirse el músico y el el ~clipse prod~ce la privaci6n de la luz de la Luna. Vemos que la quididad
hombre, pero no se define el hombre músico, pórque «músico» es o forma (interposici6n de la Tierra) juega aquí e! papel de! término medio
un atributo accidental del hombre y la definición, que expresa la en un silogismo cuvo mayor está constituido por la m~teria.(privaci6n de !a
quididad, ignora los atributos accidentales. Por tanto, si Aristóteles luz de la Luna). Pero este silogismo ofrece una particularidad que atenua
habla aquí de la definición de lo compuesto, es porque piensa en un singularmente su alcance: a saber, que la menor no es un~ verd~dera propo-
sici6n atributiva, sino una definici6n que expresa la eqUlvalencia entre un
tipo de definición cuya composición fuese demostrable. Volvemos a nombre y lo que significa. Este silogismo no tiene, entonces, tres términos,
encontrar aquí la noción de acción demostrable, o por sí (OUf'-~e~r¡xo~ sino dos pues e! hombre y lo que significa (su quididad, expresada en la
definici6~ formal) son s610 uno en realidad. Por tanto, la quididad es aquí
203 1039 b 34, 3I. término medio y menor a la vez; no une un término a otro, sino que se une
204 Seguimos aquí Anal. post., II, 2, 90 a 15-17. El ejemplo vuelve a en- a sí mismo con sus atributos. S610 habría término medio y, por tanto, verdadera
contrarse en Z, 17, 1041 a 16. demostraci6n, si la menor fuese, no una definici6n, sino la conclusi6n de una
205 Z, 17, 1041 a 10-18. demostraci6n.

456 457
esencia, la huella del esfuerzo impotente del discurso para captar la seguiría presente esa infinitud residual de la materia, en cuya virtu?
cosa en su totalidad; se convierte, en cuanto principio y causa, en el nunca es del todo transparente a la acción informadora de la quidi-
principio unificador, mediador, que concilia la cosa consigo misma, dad. Los artesanos conocen bien esos accidentes de la fabricación,
es decir, la cosa como materia y la cosa como forma. A la pregunta esa indeterminación constantemente aminorada, pero nunca total-
«¿por qué estos materiales son una casa?», podemos responder aho- mente dominada; el arte del carpintero nunca se albergará entera-
ra: «porque a estos materiales pertenece la quididad de la casa» 207. mente en las flautas. La misma naturaleza conoce fracasos, debidos
La quididad representaría así la radiante simplicidad de lo simple, a la resistencia de la materia, y que, en casos extremos, pero que ma-
que absorbe dentro de su poder explicativo a la división misma. La nifiestan la esencial precariedad de la vida, llegan hasta la produc-
composición no sería ya escisión, sino sobreabundancia. El maleficio ción de monstruos 209. La demostración no agota nunca del todo, por
del· movimiento quedaría deshecho. El mundo sublunar sería tam- tanto, el contenido de la composición, y deja siempre fuera de ella
bién él un mundo en que la forma engendraría su materia,donde misma una parte de los accidentes, los cuales, al no acceder a la
los accidentes expresarían la riqueza de la esencia, y no su pobreza, dignidad de lo que es «por sí», se sustraerán por siel?pre a la defi-
y donde la contingencia misma sería explicada y, por ello, domináda. nición de la esencia. Todos los grados son aquí pOSibles, desde la
Es característico que la tradición sistematizante se haya demora- generación exhaustiva de la materia por la forma ~lo que s?l? ocu-
do con complacencia en la amplificación de estos textos. Sobre ellos rre en el caso de esos seres irreales que son los seres matematicos~
se apoya, en particular, la interpretación idealista, que cree ver aquí hasta la accidentalidad pura y simple, donde la relación entre forma
un Aristóteles «panlogista», más platónico en cierto sentido que y materia es imprevisible, o bien, si es constante, todo lo más que
Platón, pues ve en la materia misma una determinación de la forma, se puede es hacerla constar: así, hay pasiones del alma de l~s que
y que de este modo sólo se sustrae a la tentación del empirismo para todos sabemos que son pasiones del alma en un cuerpo, pero sm que
caer .en el exceso inverso del «formalismo intelectualista» 20S. Pero, podamos descubrir por ello una relación cualquiera de causal1dad
en realidad, la tesis de la determinación de la materia por la forma entre la significación de la pasión -su quididad o su forma- y las
es ella misma una interpretación abusiva de los pasajes invocados. manifestaciones fisiológicas a las que da lugar. Habrá que renunciar
Debe recordarse, en efecto, que las nociones de materia y forma son aquí a las definiciones sintéticas del físico para contentarse con de-
esencialmente relativas, porque no designan elementos, sino momen- finiciones dialécticas, que, ateniéndose al sentido de las palabras, y
tos de pensar el ser en movimiento: lo que es materia por respecto conformándose con descifrarlo, son incapaces de definir, es decir, de
a tal o cual forma es ello mismo forma por respecto a una materia explicar la composición de ese sentido con tal y cual materia 210.
más primitiva. Ahora bien, si bien la relación entre forma y materia Volvemos a encontrar aquí un nuevo aspecto de esa deficiencia fun-
puede ser clara, es decir deducible, en el plano más alto de la com- damental en cuya virtud la quididad nunca es por completo la qui-
posición, ya no lo es cuando nos aproximamos a la materia primera, didad de un ser que sea esa quididad; la cólera no es sólo la quididad
que sigue siendo la fuente de una contingencia fundamental. Así, si de la cólera -esa alma de la cólera que consiste en el desprecio y la
bien la forma de la casa es la causa de una cualidad de la materia réplica airada-, es también ese temblor de los miembros, esa pali-
~la solidez~, no llega, ni puede llegar, a determinar más en detalle dez del rostro, que ninguna definición puede incorporar, y que re-
la naturaleza del material empleado: puede ser piedra, pero también cuerdan al filósofo tentado de olvidarlo que el mismo hombre no
ladrillos o madera. E incluso en el caso de que la máteria no sopor- escapa a la materialidad, es decir, a la contingencia.
tase indeterminación alguna en cuanto a su naturaleza como si la Si la quididad no es un principio suficiente de unidad, ¿es por
quididad de la casa implicara que fuese necesariamente de piedra, lo menos una en sí misma? También aquí va a desarrollar Aristóte-
les larcramente, y en varias ocasiones, una aporía que nunca será
W7 Z, 17, 1041 b 6. resuelt~ del todo. En efecto, una de dos: o la quididad es simple o
20S Cfr. ROBIN, Aristote, p. 39 y passim. En su artículo «Sur !acóncep.. es compuesta. Si es simple, nada puede decirse de ella, ni siquiera
tion aristotélicienne de la causalité», ROBIN se apoya en los pasajes que pre-
sentan a la quididad como una causa para inferir en Aristóteles una concep- definirla, pues todo discurso es compuesto. Si es compuesta, podre-
ción «analítica» de la causalidad, que se opondría a una concepción «sinté- mos definirla, pero esa definición será insuficiente mientras no haya
tica» presente en otros textos. Pero, según nos parece, de ciertos textos que
presentan a la quididad como una causa nada puede inferirse acerca de la
causalidad general: de que la quididad sea causa no se sigue que toda causa sea 209 Cfr. Z, 9, 1034 b 3; 16, 1040 b 16.
quididad; la quididad, en Aristóteles, nunca es más que un caso particular de 210 Cfr. nuestro artículo «Sur la définition aristotél. de la colete», esp. pá-
la causa. . ginas 313-316.

458 459
sid.o .demostrad.a. Volvemos a hallar aquí, en el interior de la propia cerrada y muestra, en inesperado rebote, que puede hablarse en cier-
~Uldldad, el ml~mo problema que se planteaba más arriba a propó- to sentido, pese a todo, de una demostración de la esencia. En efec-
Slt? ?e las rel,acIOnes entre la quididad y el ser. Hemos visto que la to, no hay demostración de la esencia mientras se admita que la
qUldldad podla aparecer como la causa de la composición del ser. esencia sólo tiene por causa a sí misma. Pero la demostración volve-
Pe~o la quididad de un ser compuesto es a su vez compuesta y re- rá a ser posible si la esencia tiene otra causa que no sea ella misma,
qUler~, por tanto, una causa de su composición. La causa, entonces, pero que ha de ser a su vez una esencia (pues «conclusiones que con-
neceslt.a ser causada ella misf?~.Esta exigencia no es, por lo demás, tienen esencias deben ser obtenidas necesariamente a través de un
excepcIOnal, ya que la suceSIOn de los silogismos en la ciencia se medio que sea él mismo una esencia» 216). Este medio, causa de la
apoya .e? una exigencia del mismo género: si el término medio puede esencia, sólo podrá ser aquí la esencia de la esencia, es decir, la esen·
ser ,!!lhzado como. causa, es porque la afirmación que expresa su cia misma, pero considerada bajo otro de sus aspectos: volviendo al
funcIOn causal ha sIdo demostrada como conclusión de un silogismo ejemplo del eclipse, diremos que el eclipse en cuanto interposición
precedente, respecto del cual se presentará de nuevo esa misma ne- de la Tierra será la esencia, y, por ello, la causa del eclipse en cuanto
cesidad de una reI;r~sión. Pero nos damos perfecta cuenta de que, privación de luz. Por tanto, sólo habremos podido demostrar la esen-
en el c~so ?e la qUldldad, ~emos llegado a los límites de la regresión. cia desdoblándola; y de todas maneras tal desdoblamiento, a menos
En el sIlogIsmo de la esenCIa, es decir, aquel mediante el cual demos- que se repita hasta el infinito, dejará sin demostración aquel de los
tramos que la quididad es quididad de tal y cual ser, compuesto de dos aspectos de la esencia que es causa del otro: «De manera -con-
tal. ~ cual manera, la menor, que explicita la función causal de la cluye Aristóteles- que de las dos quididades de una misma cosa, se
qUldldez, no es una proposición atributiva, sino una definición, en probará una y no se probará la otra» 217.
que el verbo ser no expresa ya la pertenencia de un atributo a un Llegamos, pues, a la consecuencia de que lo simple sólo se nos
sujeto, sino la equivalencia convencional entre una palabra y su entrega desdoblándose. En el caso del silogismo de la esencia, Aris-
significación 211. tóteles presenta este procedimiento como «lógico», es decir, dialéc-
.. Lo más extr~ño no .es que Aristóteles haga constar una imposi- tico 218. No es la primera vez que nos tropezamos con esta interven-
blhdad de ese genero, SInO que plantee con insistencia y debata lar- ción de la dialéctica como solución residual, que no es más que una
gamente 212 una cuestión cuyos términos mismos reclaman evidente- repetición infinita de la cuestión. No es tampoco la primera vez que
mente una respuesta negativa: ¿hay una demostración de la esencia? vemos intervenir a la dialéctica allí donde se trata de los fundamen-
No podemos dejar de pensar que Aristóteles podría haberse ahorra- tos últimos del discurso 219. Pero aquí la intervención de la dialéc-
do la laboriosa argumentación mediante la cual establece prolijamen- tica no traduce solamente la impotencia del discurso humano. La
t~ en los Segundos Analíticos 213 que no puede demostrarse la esencia dialéctica se amolda a la duplicación infinita mediante la cual la qui-
SIn petición de principio. Toda su teoría de la demostración que didad se esfuerza por precederse a sí misma para fundamentarse,
hacía d~}a ese~~ia el término medio, es decir, el principio de la de- siempre anterior a sí misma, causa y principio de sí misma, y, sin
f??straclOn,. e~lg.la 2~~ consecue~cia de que es imposible la demostra- embargo, incapaz de captarse en su imposible unidad, porque siem-
Clan del prInCIpIO . Pero la Insistencia de Aristóteles en plantear pre es distinta de sí misma 220. Los análisis del libro Z parecían con-
este problema muestra que no se contentaba fácilmente con esa os- ducir a una doble conclusión negativa: «De los seres sensibles indi-
curidad .inev~t~b~~ de los principios, y que su ideal seguía siendo el viduales no hay definición ni demostración, dado que estos seres
de una Intehglblhdad absoluta. Al menos esta investioación le lleva tienen una materia cuya naturaleza es poder ser o no ser» 221; pero
a aplazar siemp,r~ un poco más lo inevitable. En el ca;ítulo 8 de los
219 Cfr. especialmente, acerca del papel de la dialéctica en el estableci-
Segundos Analtttcos, tras concluir que «la definición no demuestra miento de los principios, 1." parte, cap. nI.
ni prueba nada, y la esencia no puede ser conocida ni por definición 220 Vemos cómo el hecho de que la quididad haya de ser interpretada
ni por demostración» 215, vuelve a abrir una discusión aparentemente como causa de sí misma manifiesta aquí su precariedad, y no su perfección.
Estamos lejos del argumento ontológico de los modernos.
22l Z, 15, 1039 b 28.
211 Acerca de la oposición entre atribución y definición, cfr. Anal. post., 216 Ibid., n, 8, 93 a 11.
n, 3, 90 b 33-37; Z, 12, 1037 b 13-21. 217 93 a 13.
212 Especialmente en Anal. post., n 4-8.
213 n, 4. ' 218 93 a 15. La palabra "OTtxÓ~ significa aquí precisamente que no se
214 Cfr. más arriba, Introd., cap. n trata de una división física en elementos, sino de un desdoblamiento de signi-
215 Anal. post., n, 7, 92 b 37. . ficaciones.

460 461
por respecto a los seres simples, el discurso humano no está mejor CONCLUSION
dotado: «Está claro que no hay, a propósito de ellos, ni investiga-
ción ni enseñanza» 222. No se puede decir nada de los seres simples LA CIENCIA REENCONTRADA
porque son simples; no se puede decir nada de los seres compues-
tos, porque el movimiento que los afecta los entrega a una funda·
mental contingencia. Pero habría que añadir que en el mundo sub
lunar existen núcleos de simplicidad relativa, que son las esencias, y Elval xal EV'taü8a 8EOO~.
relaciones de composición que se dejan reducir parcialmente a atri-
buciones demostrables. En este punto medio, a mitad de camino en- (HERÁCLITO, 22 A 9 DieIs. Citado por ARIS-
tre la simplicidad inefable y la composición puramente accidental, TÓTELES, De parto animal., 1, 5, 645 a 21.)
se mueve el discurso humano. Pero el movimiento del discurso -y
ése será quizá el principio de su salvación- ocurre aquí a imagen
del movimiento de las cosas: la simplicidad de lo simple no se nos
entrega más que en el movimiento por el cual se divide. Como esta-
mos en el movimiento, nos hallamos por siempre alejados del co-
mienzo de todas las cosas, e incluso del de cada una de ellas; pero
como lo propio del comienzo es devenir, o sea, separarse de sí mis-
mo, el esfuerzo impotente de nuestro discurso ante la fuente siem-
pre huidiza de la escisión llega a ser paradójicamente la imagen de
esa escisión misma. Lo simple se pierde cuando se divide; pero vuel-
ve a encontrarse, quizá, en el movimiento mismo que lo pierde.

222 <l>avEpov 'to{VUV o'tt ~1tl 'tWV á7l:).wv oox ~cm ¡;~n¡Cll~ 0082 8{8a~l~ (Z, 17,
1041 b 9). El texto añade, es cierto, de manera un poco contradictoria: an'
g'tepo~ 'tpÓ7l:0~ 't7)~ Cr¡,~crEUJ~ nüv 'towó'(tJv. Ese «otro modo» de una «investigación»
declarada imposible un momento antes nos parece ser la dialéctica, y no la
intuición, como sostienen la mayoría de los comentaristas: la intuición estado
lo contrario de una investigación, y si fuera posible, haría inútil toda inves-
tigación.

462
por respecto a los seres simples, el discurso humano no está mejor CONCLUSION
dotado: «Está claro que no hay, a propósito de ellos, ni investiga-
ción ni enseñanza» 222. No se puede decir nada de los seres simples LA CIENCIA REENCONTRADA
porque son simples; no se puede decir nada de los seres compues-
tos, porque el movimiento que los afecta los entrega a una funda·
mental contingencia. Pero habría que añadir que en el mundo sub
lunar existen núcleos de simplicidad relativa, que son las esencias, y Elval xal EV'taü8a 8EOO~.
relaciones de composición que se dejan reducir parcialmente a atri-
buciones demostrables. En este punto medio, a mitad de camino en- (HERÁCLITO, 22 A 9 DieIs. Citado por ARIS-
tre la simplicidad inefable y la composición puramente accidental, TÓTELES, De parto animal., 1, 5, 645 a 21.)
se mueve el discurso humano. Pero el movimiento del discurso -y
ése será quizá el principio de su salvación- ocurre aquí a imagen
del movimiento de las cosas: la simplicidad de lo simple no se nos
entrega más que en el movimiento por el cual se divide. Como esta-
mos en el movimiento, nos hallamos por siempre alejados del co-
mienzo de todas las cosas, e incluso del de cada una de ellas; pero
como lo propio del comienzo es devenir, o sea, separarse de sí mis-
mo, el esfuerzo impotente de nuestro discurso ante la fuente siem-
pre huidiza de la escisión llega a ser paradójicamente la imagen de
esa escisión misma. Lo simple se pierde cuando se divide; pero vuel-
ve a encontrarse, quizá, en el movimiento mismo que lo pierde.

222 <l>avEpov 'to{VUV o'tt ~1tl 'tWV á7l:).wv oox ~cm ¡;~n¡Cll~ 0082 8{8a~l~ (Z, 17,
1041 b 9). El texto añade, es cierto, de manera un poco contradictoria: an'
g'tepo~ 'tpÓ7l:0~ 't7)~ Cr¡,~crEUJ~ nüv 'towó'(tJv. Ese «otro modo» de una «investigación»
declarada imposible un momento antes nos parece ser la dialéctica, y no la
intuición, como sostienen la mayoría de los comentaristas: la intuición estado
lo contrario de una investigación, y si fuera posible, haría inútil toda inves-
tigación.

462
Las conclusiones de los capítulos anteriores pueden parecer ne-
gativas: la ciencia sin nombre, a la que editores y comentaristas da-
rán el ambiguo título de Metafísica, parece oscilar interminablemente
entre una teología inaccesible y una ontología incapaz de sustraerse
a la dispersión. De un lado, un objeto demasiado lejano; de otro,
una realidad demasiado próxima. De un lado, un Dios inefable por-
que, inmutable y uno, no se deja agarrar por un pensamiento que
divide aquello de que habla; de otro lado, un ser que, en cuanto
ser en movimiento, se le escapa, en virtud de su contingencia, a
un pensamiento que sólo habla para componer lo dividido. Los dos
proyectos de Aristóteles, el de un discurso unitario sobre el ser
y el de un discurso primero y, por ello, fundamentador, parecen
acabar ambos en fracaso.
Pero si analizamos las causas de este fracaso -y todo lo que
ha llegado hasta nosotros con el nombre de Metafísica no es sino
su descripción minuciosa- advertimos que el caso de la teología
y el del discurso unitario sobre el ser (10 que hemos convenido en
llamar ontología) no son, en realidad, idénticos, y ni siquiera parale-
los. La imposibilidad humana de una teología no es un descubri-
miento propio de Aristóteles; el mismo Platón lo había sospechado
en la primera parte del Parménides, reencontrando así el sentido
profundo de la vieja sabiduría griega acerca de los límites: el hom-
bre no debe intentar, como hombre que es, conocer lo que está más
allá de lo humano. Pero -en Aristóteles- la imposibilidad de una
teología no sólo se halla y se hace constar, sino que se la justifica
progresivamente, y esa justificación de la imposibilidad de la teolo-
gía llega a ser, paradójicamente, el sustitutivo de la teología misma.
La imposibilidad de pensar a Dios en términos de movimiento

465
30
..,
:

conduce a la teoría del Primer Motor inmóvil. La imposibilidad consecuencia es que esas dos negatividades, lejos de sumarse para
de aplicar a Dios la experiencia humana del pensamiento, es decir, convertir a la ontología en la sombra de una sombra, acaban -al
del pensamiento de otra cosa, lleva a la definición de Dios como contrario- por compensarse: las dificultades del discurso humano
Pensamiento que se piensa a sí mismo. Pero las más de las veces la acerca del ser se convierten en la más fiel expresión de la contin-
imposibilidad no está compensada, o mejor, disimulada, bajo la for- gencia del ser. El ser no es ya ese objeto inaccesible que estaría más
ma de afirmaciones aparentemente positivas; s~ traduce abiertamen- aIlá de nuestro discurso; se revela en los mismos titubeos que hace-
te en negaciones: Dios no vive en sociedad 1, no necesita amigos 2, mos para alcanzarlo: el ser, al menos ese ser del que hablamos, no
no es justo ni valeroso 3, y, más en general, no es virtuoso, porque es otra cosa que el correlato de nuestras dificultades. El fracaso de
es mejor que la virtud 4. Por último, empalmando esas letanías ne- la ontología se convierte en ontología de la contingencia, es decir,
gativas de la divinidad, advertimos que, al demostrar la .ina~ecua­ de la finitud y el fracaso. Esta inversión se deja notar en el hecho
ción del discurso humano y, más en general, de la expenencla hu- de que la aporía es ella misma proceso de investigación: el estanca-
mana, por respecto a las perfecciones de Dios, y la imposibilidad miento infinito de la cuestión ¿qué es el ser? llega a ser la imagen
de que el hombre coincida con un principio del que está separado más fiel de un ser que nunca es del todo lo que es, y nunca acaba
por el movimiento, hemos llenado todo un capítulo del saber, que de coincidir consigo mismo. La ausencia de camino (7CÓpO<;) se con-
no hay más remedio que llamar teología; lo que encontramos por vierte en pluralidad de vías: la incapacidad del discurso humano
vez primera en Aristóteles, y que cierta tradición aprovechará, es para recortar una única significación del verbo ser no lleva a negarle
que en él se realiza una teología paradójicamente, demostrando su toda significación, sino a dejar que surja la pluralidad irreductible
propia imposibilidad, que una filosofía primera. s~ ~onstituye e~:a­ de las categorías en que se desvela. Podríamos decir del filósofo
bleciendo la imposibilidad de remontarse al prmclplo; la negaclOn
de la teología se hace teología negativa. Sólo que esta consecuencia
10 que Sófocles dice del hombre, a saber, que es un 7C G( '1 To7C oPo<;
¡i7Copo<; 5, un ser tanto más rico en recursos cuanto más desprovisto
-que la tradición neoplatónica no ,tendrá más que descubri: e? los
textos de Aristóteles- no es asumida expresamente por Anstoteles de ellos está. Pero habría que añadir que los rodeos mediante los
como realización del proyecto, que era indiscutiblemente el de hacer cuales se aproxima al ser no son otros tantos atentados a su simpli-
una teología positiva. En otros términos.' esta ,negatividad t;a~uce cidad, sino la exacta expresión del gran rodeo mediante el cual 10
los límites de la filosofía, y no un vuelco Imprevisto de tales limites. simple se realiza moviéndose, es decir, alejándose de sí mismo.
Aristóteles no hace todavía suyas las negaciones en que sus suceso- Pero podría objetarse que nuestro comentario es aquí tan ex-
res se complacerán. El discurso negativo sobre Dios revela la impo- traño al aristotelismo vivido como 10 es en el neoplatonismo a lo
tencia del discurso humano, y no la infinitud de su objeto. que hay de efectivamente negativo en la teología aristotélica. En
No sucede la mismo con la ontología..El fracaso de la ontología el caso de la ontología, ¿ha aceptado efectivamente Aristóteles esa
se manifiesta no en un plano, sino en dos: por una parte, no hay un trasmutación del fracaso en expresión adecuada del ser? Parece que
el doble papel representado en la filosofía aristotélica por el movi-
AÓT0<; sobre el 0'1; por otra parte, y puesto que el ser en cuanto ser
miento proporciona un comienzo de respuesta a esta cuestión. Si
no es un género, ni siquiera hay 0'1 que sea uno. Y si podemos el movimiento es, para Aristóteles tanto al menos como para Platón,
repetir a propósito de la ontología 10 que decíamos más arriba de 10 que, al separar al ser de sí mismo, introduce en él la negatividad,
la teología, a saber que se agota y se realiza a un tiempo. en la también es aquella por medio de 10 cual el ser se esfuerza por volver
demostración de su propia imposibilidad, y que así la negación de a encontrar su unidad perdida. Fundamento de la escisión, es al
la ontología se identifica con el establecimiento de una ontología mismo tiempo su correctivo, Sin duda, es preferible para un ser no
negativa, debemos añadir aquí que esta. ,ontología es ~~blemente tener que moverse. Pero si es móvil por naturaleza, es preferible
negativa: primordialmente en su expreSlOn, pero tamb!en en ~u que esté en movimiento más bien que en reposo: la movilidad del
objeto. La negatividad de la ontolo&í~ no re,:,ela sólo la Impotencia animal vale más que el letargo de la planta, y el movimiento conti-
del discurso humano, sino la negatividad misma de su objeto. La nuo de las esferas celestes vale más que el movimiento entrecortado
por paradas de los seres del mundo sublunar. El movimiento es
1 Pol., I, 2, 1253 a 27. a la vez 10 que más aleja a los seres de Dios y el único camino que
2 El. Eud., VII, 12, 1245 b 14. les queda para aproximarse a Dios, de manera que, si bien Dios se
3 El. Nic., X, 8, 1178 b 9 ss.
4 El. Nic., VII, 1, 1145 a 26; Mag. Mor., II, 5, 1200 b 14. 5 Anlígona, v. 360.

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define ante todo por su inmovilidad, los seres incapaces de reposo -como harán los neoplatónicos-, aparece sin embargo en dema-
son, extrañamente, los más próximos a Dios: «Es bueno persuadirse siados pasajes como para que su convergencia sea efecto del azar.
de que las tradiciones antiguas y sobre todo las de nuestros padres La misma oscilación entre desvalorización y rehabilitación volvemos
son verdaderas cuando nos enseñan que hay algo inmortal y divino a encontrar a propósito del tiempo y la contingencia, ambos ligados
en las cosas que poseen movimiento» 6. El hecho de que Aristóteles al movimiento, el primero por ser su medida, la segunda por ser su
valore a veces el movimiento y otras la inmovilidad revela, sin duda, consecuencia. Se cita a menudo el texto de la Física donde el tiempo
la convergencia en su obra de dos tradiciones opuestas. Pero la apor- aparece como fuente de la fragmentación, de la escisión 12. Pero
tación original de Aristóteles consiste en establecer una relación com- debe confrontarse con el pasaje de la Etica a Nicómaco donde el
pleja, que podríamos llamar de medio a fin o también de imitación tiempo se presenta como «el benévolo auxiliar» del pensamiento y la
a modelo, entre esos dos contradictorios que son el movimiento y acción humanos 13. El tiempo es lo que impide al hombre ser in-
la inmovilidad. Ciertamente la idea no era nueva, y ya Platón había mortal, pero es también aquello mediante lo cual el hombre «se in-
dicho que «el tiempo es la imagen móvil de la eternidad» 7, querien- mortaliza todo lo que puede» 14. En un pasaje igualmente célebre
do decir con eso que los movimientos de las esferas celestes, cuya del De generatione et corruptione, Aristóteles muestra también cómo
medida es el tiempo, imitan por su regularidad la eternidad de no sólo el ciclo de las estaciones, sino también la serie lineal de las
aquello que es propiamente inmutable. Pero esa relación seguía sien- generaciones, corrigen con la permanencia de la especie la m~rtali­
do en Platón accidental: el movimiento imita la inmovilidad en cuan- dad de los individuos 15. La infinitud de! tiempo suple aquí, hactendo
to que es regular, no en cuanto que es movimiento. Aristóteles, con posible e! indefinido retorno de lo mismo, la finitud de los seres
más profundidad, va a mostrar cómo del seno mismo del movimien- en e! tiempo, como si la fuente de su finitud fuese al propio tiempo
to más modesto nacerá el sustitutivo de una inmovilidad, a la vez e! lugar de su salvación. La misma ambigüedad volvería a encon-
negada y reemplazada por su contradictorio, puesto que el fin mismo trarse a propósito de la contingencia: ¿cómo el mismo filósofo que
del movimiento no es otra cosa que su supresión. Del mismo modo desvaloriza la contingencia como degradación de la necesidad, que
que se trabaja sólo para no trabajar más 8, que se guerrea para no le atribuye los fracasos de la Naturaleza y la producción de mons-
tener que combatir más 9, el movimiento se produce para cesar de truos, se yergue con argumentos más afectivos que rigurosos con~ra
moverse. Pero imaginemos un ser que viva en un mundo donde el quienes niegan la contingencia de los futuros? Si no hubiese contln-
trabajo, la guerra y, más en general, el movimiento son naturales, gencia, dice, «ya no valdría la pena deliberar y tomarse trabajos 16;
es decir, no suprimibles; entonces el laborioso esfuerzo que hacemos ahora bien, e! hombre delibera y actúa, mostrando así que hay un
para escapar al trabajo, el esfuerzo belicoso para escapar a la gue- «principio de los futuros» 17; así pues, la contingencia y lo que ello
rra, o el móvil para librarnos del movimiento, se convertirán en el implica es decir una suspensión de! principio de contradicción, de-
sustitutivo de un ocio, una paz, una inmovilidad imposible. Enton- ben se; admitid~s como condición de posibilidad de la deliberación,
ces, el movimiento imitará la inmovilidad por su infinitud 10, y no ya la acción y e! trabajo de los hombres. La negación de la contingencia
sólo por su regularidad, es decir, se esforzará por elevarse hasta el conduce al «argumento perezoso»; a la inversa, es el rechazo moral
plano de la inmovilidad sin conseguirlo nunca, tenderá hacia ella
-si se nos permite esta metáfora anacrónica- a la manera como
la recta convergente se aproxima indefinidamente a la asíntota 11. 12 'H as x{vr¡(1l~ ¿~{O'l:Y¡Ol 'to 1mápxov (Fís., IV, 12, 221 b 3). Cfr. De Coelo,
Ir, 3, 286 a 19; Fis., IV, 13, 222 b 13; De Anima, 1, 3, 406 b 13).
Todo el movimiento del mundo es sólo el esfuerzo impotente, y 13 Et. Nic., 1, 7, 1098 a 24.
sin embargo recientemente, mediante el cual se esfuerza por corre- 14 Et. Nic. X 7, 1177 b 33. PLATÓN había dicho ya (Banquete, 207 d)
gir su movilidad y aproximarse a lo divino. que «la naturaÍeza' mortal busca, en la medida de 10 posible, existir siempre
Si bien Aristóteles jamás erigió semejante esquema en tema y ser inmortal». Pero 10 que ARISTÓTELES añade, y que es decisivo, es el ha-
ber mostrado, a todo 10 largo de la Etica a Nicómaco, que l~s seres m~rta1es
se sustraen a los destructivos efectos de la temporalidad en VIrtud del tiempo
6 De Coelo, Ir, 1, 284 a 2. y dentro de él, y no mediante una huída fuera del tiempo. .
7 Timeo, 37 d. 15 Gen. y corr., Ir, 10, 336 b 25-34. Cfr. A, 6, 1072 a 7-18; De Anzma,
8 Et. Nic., X, 7, 1177 b 4. n, 4, 415 a 25-b 7; Econom., 1, 3, 1343 b 23; Gen. aI!imal., 1.1, 1, 731 b 31.
9 Ibid., 1177 b 5, 9 ss. Ya PLATÓN veía en la fecundidad el sucedáneo de la mmortalIdad (Banquete,
10 Cfr. Gen. et Corr., n, 10, 336 b 25, 32 ss. 206 c; 207 adj. La idea será reasumida por PLOTINO (Enéadas, In, 5, 1).
11 Cfr. Pol., 1, 6, 1255 b 2: la naturaleza tiende hacia (~OÓAE1:al) la uni- 16 De Interpr., 9, 18 b 31.
formidad, pero es impotente (ou Mva'tal) para alcanzarla. 17 'ApX~ 'tÜlV ¿o0I'Avwv (ibid., 19 a 7).

468 469
de la pereza -que, sin embargo, de entre todos los estados del
bilidad entre el alma y el mo,;in::iento ~~, reconoc~ sin emba~go que
hombre, es el que lo emparentaría más con la inmovilidad de lo
las pasiones del alma son movimientos ; ahora bien, es sabido que
divino- lo que proporciona a Aristóteles el principio de una reha-
bilitación paradójica de la contingencia 18 que, al hacer posible la los pensamientos cuyos signos (CíYj¡.u::ta) son las palabras SO? presen-
actividad del hombre, se da a sí misma su propio correctivo. tados en el De Interpretatione como otras .tantas ,«~aslOnes. d<;l
El movimiento, mediante su infinitud, suple la finitud de los alma» ('ltaa~fLa'ta 't~~ ~lrx*) 23. En el De memorIa) por ultimo, Atl~to­
seres en movimiento: ¿cómo afecta a la ontología, es decir, al dis- teles muestra que la memoria no es una facultad entre otras,. smo
curso sobre el ser, esta observación, que parece pertenecer a la física, que impregna toda la actividad intelectual, porque el pens.amlent?
a la biología, incluso a la antropología? ¿No es 'el discurso extraño de un ser vivo en el tiempo sólo puede ser un pensamIento el
mismo temporal; el alma no pue de pensar SlO . . , 24' r
lm~genes : SI .re~o -
al movimiento de que habla? Más aún: hablando de él, ¿no lo in-
moviliza? ¿No duplica la finitud de su objeto con la imposibilidad damos a este respecto que la imaginación es e~en.clalente mO':lmlen-
to y que la intelección es un reposo en el ~ovlmlento, adv~rtlremos
en que se ve de coincidir con ella? Pero aquí interviene la observa-
ción que, aunque parezca incidental en el texto de Aristóteles, apor. que en el hombre -que es un ser en el tlempo--:- :1
proplO pens~­
miento estabilizador se ejercita sólo a través de lmagenes en ~~~1­
ta la inflexión decisiva, que es la que quizá opone más el aristote-
lismo a la filosofía de Platón, y que va a permitir restaurar la posi- miento. El pensamiento humano está tan sujeto a esta CO~dlclon
bilidad de un discurso coherente acerca del ser en movimiento: a temporal que no sólo piensa en el tiempo, lo que es~á en el tIempo:
saber, que el discurso mismo es movimiento. A quienes niegan -como hasta lo intemporal puede ser pensado solo a traves de l?s ~sque­
los eléatas- la existencia del movimiento, Aristóteles replica que mas de la temporalidad, del mismo modo que lo no-cuantitatIvo se
negar el movimiento significa dar testimonio de él, puesto que la piensa a través de lo cuantitativo 25 y que, en general, s~lo po~em~s
propia negación del movimiento es movimiento: «Admitamos que aproximarnos -y de manera inadecuada- a lo que, sIendo .mmo-
se trate de opinión falsa, o de mera opinión; el movimiento, con vil está más allá de las categorías, a través de las categorías mIsmas.
todo, existe, incluso si es imaginación, incluso si es mudable apa- , Pero lo que es fuente de inadecuación cuando se trata de pensar
riencia; pues, en efecto, imaginación y opinión parecen ser movi- lo inteligible -es decir, lo inmóvil- se transmuta, cuan?o se trata
mientos» 19. Podría pensarse que esta obseryación atañe sólo a la de pensar el ser en movimiento, en un proc~s? que en vlrt~l de su
imaginación y la opinión, que son inestables, mientras que el 'Io¡¡~, misma movilidad resulta adecuado a la movlhdad de su objeto. El
la ~tá'lOla y la hl(¡¡:~fLYj son definidos siempre como una detención pensamiento humano es un pensamiento en. movimiento d~l ser. en
o reposo en el movimiento 20. Pero hemos visto que el reposo era movimiento una inexacta captación de lo mexacto, una lOvestlga-
para Aristóteles lo contrario -no lo contradictorio- del movimien. ción cuya i~quietud misma resulta ser ima?en de la negativi?a~ de
to, y no tenía, por tanto, sentido sino en el interior de la movilidad su objeto. Precisamente porque el pensamIento humano esta SIem-
en general. En el De anima) Aristóteles, tras afirmar la incompati. pre separado de sí mismo, .coincide con ~~ s.er q~e nunca logra
coincidir consigo mismo. Si bien no hay faml11atldad mterna --como
18 No podemos pensar que Aristóteles haya visto en ello un argumento
en favor de la existencia de la contingencia. Pero ésta había sido probada por 21 Es lo que Aristóteles demuestra largamente, el? contra de la te~ría
otras vías en los análisis de la Física acerca del movimiento. Nótese que el platónica del alma automotriz, en el capítulo 3 del hbro I del De Anzma
De Interpretatione es considerado generalmente como uno de los últimos es- (cfr. especialmente 406 a 2). .
critos de Aristóteles. 22 De An., I, 4, 408 a 34 ss. Y, con e! mismo titulo que la tr1stez.a, la
19 'H rrip 'P(lV1:acr{a xai ~ aó~a )(tV~crZt~ 'ClVE:, €(Val aoxoocrlv (Fís., VUI, 3, 254 a alegría o la cólera, es mencionado el pensamie~to. (~tavOsr:~(Xl) en la.s lmeas
29). Cfr. De Anima, IU, 3, 428 b 11. Se ha visto con justicia en la estructura 408 b 6 y 14. Aristóteles precisa que tales movIm1ent~s solo se predican de!
de este argumento una de las posibles fuentes del cogito. Cfr. P.-M. SCHUHL) alma «por accidente» (408 a 30), puesto que la ~se~cla del ~111l;a repugna el
«Y-a-t-il une source aristotélicienne du cogito?», en Rev. philos., 1948, pp. 191- movimiento (406 a 2); esto confirma que el mOVImIento esta vmculado a la
194. Por 10 demás, este tipo de argumento no está aislado en la obra de corporeidad; pero como las almas del mundo subluna,r ~on forma de un cu~rpo,
Aristóteles: de origen probablemente sofístico, constituye el tA€TX0é, en sentido Aristóteles está muy cerca de reconocer que el mOVImIento -?e hecho, SI no
estricto. Otro ejemplo de n·qXo~ lo proporciona la argumentación del libro r de derecho- está ligado a la vida del alma que, por 10 demas, sabe usar de
él para intentar hallar, a través suyo, el reposo.
contra los negadores del principio de contradicción (negar el principio de 23 De Interpr., I, 16 a 2 ss.
contradicción significa dar testimonio de él). Cfr. más arriba, 1." parte,
cap. U, § 1. 24 De memoria, 1, 449 b 31. Cfr. De An., III, 427 b 14-16; 7, 431 a 16;
8, 432 a 7-14.
20 De An.) I, 3, 407 a 32; IU, 434 a 16; Fís.) VII, 3, 247 b 10; 248 a 6-9.
25 De memoria, 1, 449 b 30-450 a 9.

470 471
ocurría en Platón- entre el alma y 10 inteligible, esta misma dis- una vez más esa inverSlOn que, sin haber sido pensada nunca en
torsión restaura indirectamente la familiaridad del alma con su ob- cuanto tal por Aristóteles, estructura constantemente su especulación
jeto efectivo, que no es inteligible. La propia oscuridad del alma efectiva, y según la cual la finitud halla en sí misma no ya sólo,
se hace más aclaradora que la claridad. como en los platónicos, la aspiración a una salvación venida de fuera,
Pero si bien todas las afecciones del alma y, por ello, los dis- sino los medios para su propia redención. El hombre, en cierto
cursos que las expresan, tienen que ver con el movimiento, hay sentido, está condenado a pensar el ser dialécticamente, por hallarse
grados en esa dependencia. El reposo, aunque pertenezca al género desprovisto de la intuición de un origen del que está irremediable-
de la movilidad, es sin duda 10 que -dentro del ser en movimien- mente separado y de una totalidad de la que es un fragmento; pero
to- más se opone al movimiento mismo. El pensamiento estabili- resulta que el carácter dialéctico del proceso de investigación se
zador, es decir, la ciencia 26, es sin duda menos apto -aunque sólo amolda aquí a 10 que hay de inacabado en un ser en cuanto ser que
pueda comprenderse en el interior del movimiento~ para amoldarse no es a su vez sino el índice de una unidad imposible. El método
a 10 que hay de móvil en el movimiento mismo. La ciencia destaca dialéctico, nos dice Aristóteles, no nos permite nunca captar la esen-
10 necesario -es decir, 10 que no puede ser de otro modo- sobre cia de cosa alguna 29; pero ¿qué aprovecharía una intuición de las
un fondo de contingencia-, es decir, de 10 que puede ser de otro esencias en un mundo donde no hallamos sino cuasi-esencias que,
modo. Pero si bien la contingencia no puede ser desterrada nun- separadas de sí mismas por el movimiento, siempre en potencia de
ca completamente de su horizonte, la ciencia está menos atenta ser otra cosa, nunca son del todo 10 que son?
al horizonte mismo que a los núcleos de estabilidad de que en él Una observación del libro Z va a permitirnos precisar y justifi-
descubre. No habrá que recurrir a ella, entonces, sino a otra disci- car el papel fundamental de la dialéctica en una ontología que es
plina del alma, a otro modo del discurso, a fin de pensar, no ya ante todo una ontología de la finitud, es decir, de la escisión. Hay
tal o cual terreno en el interior de ese horizonte, sino el horizonte -dice Aristóteles- dos clases de seres: los seres primeros y por
mismo. Si en el mundo sublunar la necesidad nace de un fondo de sí, es decir, inmóviles y simples, que son su propia quididad, pues
contingencia, será competencia de un pensamiento más abierto y no son nada más que esencia y «la esencia es, según nosotros, la
un discurso más general que el pensamiento y discurso de 10 nece- quididad» 30; pero hay otra clase de seres, que no son sólo esencia,
sario pensar el mundo sublunar como horizonte de los acontecimien- y que mantienen por ello con su quididad una relación más com-
tos que se producen en él, es decir, como mundo contingente. Ya pleja que los primeros; tales seres -dice Aristóteles- no son inme-
hemos encontrado más arriba, describiéndolos largamente, ese pen- diatamente (EuB6¡;) su quididad 31. Lo que caracteriza, pues, a las
samiento abierto a 10 indeterminado, ese discurso que se mueve más cuasi-esencias del mundo sublunar por oposición a las esencias sim-
allá de todos los géneros: a ellos dio Aristóteles el nombre de dia- ples e inmutables, es que están separadas de sí mismas; pero 10 que
léctica. las acerca a las primeras y permite llamarlas también esencias es que
Aunque Aristóteles nunca haya hablado con claridad acerca de pueden coincidir consigo mismas, si no inmediatamente, al menos
las relaciones entre dialéctica y movimiento, relaciones que, ya pre- sí en virtud de un rodeo 32. Así pues, es la necesidad de una media-
sentes en Zenón 27, volverán a hacerse explícitas en la historia ulte- ción dentro de sí mismas 10 que, a la vez, opone esencias inmutables
rior de la dialéctica, quizá no carezca de sentido hacer constar que a esencias sensibles, y permite a estas últimas equipararse a aquéllas;
en Aristóteles se da la misma vacilación en su actitud respecto a sólo que 10 que es en un caso unidad originaria será unidad deri-
la dialéctica que respecto al movimiento, el tiempo y la contingen- vada en el otro, 10 que es coincidencia consigo misma sólo se res-
cia. Infravalorada por relación a la ciencia, resulta encontrar en taurará, desde el fondo de la escisión, mediante el trabajo de labo-
aquello mismo que parecía descalificarla -su excesiva generalidad, riosos intermediarios. Ya hemos visto cuáles eran, en el terreno del
su inestabilidad, su incertidumbre~ ocasión de afirmar una im- saber teórico: la demostración y la dialéctica. Pero habría que pre-
prevista superioridad. No volveremos aquí sobre esa dualidad de
aspectos que ya hemos descrito amplilamente 28, pero ella ilustra 29 Arg. solís!., 11, 172 a 15.
30 Z, 6, 1032 a 5, 1031 b 32.
31 Z, 6, 1031 b 31.
26 Cfr. 1." parte, cap. Il, § 4.
32 La expresión EuOEia TPap.p.~ designa la línea recta, por OpOS1ClOn al
27 Los argumentos de Zenón sobre el movimiento no pueden ser, en efecto,
extraños a la afirmación de Aristóteles según la cual Zenón sería «el inventor círculo (Fís., 248 a 13, 20; b 5). Eu8ú:; sirve también para designar el mo-
de la dialéctica» (fr. 65 Rose). vimiento rectilíneo por oposición al movimiento circular (Fís., VII, 248 a 20;
28 Cfr. 1." parte, cap. IIl, § 3. VIII, 261 b 29, 262 a 12-263 a 3, etc.).

472 47.3
cis~r ,aquí que l~ demo~tración, cuya función mediadora subraya siempre, y el diálogo de los filósofos sobre ella no conocerá término.
A~lstotel.es en vanas ocaslones 33, no es más que una mediación -po- Pero podríamos entonces preguntarnos de dónde procede el impulso
dr.la deClrse- para nosotros, exigida por la dispersión de nuestra que impide a esta búsqueda y a este diálogo indefinido sumirse en
mlrada, y no por la dispersión de su objeto. Todo el movimiento cualquier momento en su fracaso. Un rodeo es sólo tal -y no una
de la demostración tiene como objetivo manifestar que la relación deriva sin fin- sólo cuando es condición de un retorno. La dia-
exteri~r entre un sujeto y un predicado aparentemente accidental léctica sólo tiene sentido si se endereza a su propia supresión,
(por ejemplo, entre Sócrates y la mortalidad) es en realidad el des- es decir, a la intuición, incluso si tal intuición ha de permanecer
pliegue de la unidad interior de una esencia l~ del términ~ medio futura por siempre. La mediación sólo tiene sentido si apunta hacia
(aquí, la humanidad). Por el contrario, la di;léctica interviene siem- un retorno a la inmediatez, del mismo modo que el movimiento se
pre q~e no podemos pasar de la dispersión aparente a una unidad esfuerza hacia el reposo, o mejor -pues el reposo sigue siendo in-
r~al, .slempre que la realidad de la escisión obliga a un movimiento quieto-, hacia la inmovilidad del Primer Motor. A esta paradójica
Sln hn a la investigación de la unidad. La dialéctica a diferencia relación, según la cual el término inferior es a la vez negación y rea-
d.e la demostración, no nos encamina hacia la intuición' de una esen- lización -en un plano más humi1de~ del término superior, la de-
Cla, que haría entonces inútil la búsqueda de una mediación. No es signa Aristóteles, según vimos, con el nombre de imitación. La natu-
mediación hacia la esencia, sino el sustitutivo de la unidad esencial raleba sublunar imita la Naturaleza subsistente de los Cuerpos celes-
allí don.de. tal unid~d no puede hallarse; es la mediación que no ces~ tes, del mismo modo que el movimiento circular del Primer ~ielo
de medlatlzar en vlrtud de su mismo movimiento' no es intermedio imita la inmovilidad del Primer Motor 36. El ciclo de las estaclOnes
en~re un co.mienzo y un fin en el que podría des~ansar, sino que es imita el movimiento de las esferas celestes. La generación circular
e11l1termedlo que se da a sí mismo su comienzo y su fin 34. De este de los seres vivos imita el eterno retorno de las estaciones. final-
modo, se explica que la dialéctica, aunque inferior en valor a la mente, en los últimos grados de la serie, «el arte imita a la natura-
demostración y la intuición, sea invocada no obstante constante- leza» 37, y la palabra poética de los hombres es una «imitación» de
mente en los casos extremos, aquellos en que demostración e in- sus acciones 38. Estas dos últimas fórmulas, interpretadas a menudo
tuición fallan. Así ocurre, como vimos, en el caso de la intuición superficialmente en el sentido de una estética realista, para la cual
de los principios; así ocurre cuando se trata de manifestar entre el el arte sólo sería una duplicación de la realidad, adquieren un sen-
s~r. sensible ~ su qui~idad, una unidad que es propiame~te onto- tido mucho más profundo si se las reinserta en el marco general de
loglca, es declr, que solo depende del discurso que sobre ella hace- la metafísica aristotélica. Advertiremos entonces que nada impide
l~OS, y que .s; desl?lomaría sin él. Podría parecer que esto contra- a la obra de arte o al objeto técnico parecerse a su modelo tan poco
dlce la funclon, aSlgnada por Aristóteles a la intuición, de ser la como los seres corruptibles se parecen a los incorruptibles a quien,
facultad de los extremos, y la que asigna al discurso de ser la facultad sin embargo, «imitan». La imitación aristotélica no es una relación
de los intermediarios (l-l€1'a~6) 35; pero allí donde falta la intuición descendente de modelo a copia, como 10 era la imitación platónica,
e~ pr~ciso que el discurso reemplace su silencio, y allí donde est~ sino una relación ascendente cuya virtud el ser inferior se esfuerza
stle~clo se calla el comienzo y el fin, el discurso nunca acabará por realizar, con los medios de que dispone, un poco de la perfec-
de, 1Dtentar volver a. asir un fundamento que se le escapa. Cuanto ción que divisa en el término superior y que éste no ha podido hacer
mas extremo es el objeto de la palabra, mayor será el rodeo. De esta bajar hasta él. La imitación platónica requería la potencia del De- "
suerte, la dialéctica es lo único que puede suplir el silencio ante los miurgo. La imitación aristotélica supone, en cambio, cierta impo-
extremos, no «aunque» sea, sino «porque» es la facultad de los in- tencia por parte del modelo, ya que es esa impotencia lo que se
termediarios. El fracaso de la intuición es la realidad de la dialéctica. trata de compensar. No es correcto atenerse a uno solo de los
Po~ tanto, la m~9iación ,dialéctica parece no tener otro fin que
36 El principio general de esta imitación está formulado en ®, 8, 1050 b
ella mlsma; la cuestlon c'que es el ser? no es de las que se debaten
28: «Los seres incorruptibles son imitados por seres que están en perpetuo
33 Baste evocar aquí el papel del término medio. cambio.»
37 Pis., II, 2, 194 a 21; 8, 199 a 15. Cfr. Meteor., IV, 3, 381 b 6. Esta
~ ~a id~a de mediación responde a uno de los viejos tormentos de la tesis es afirmada ya desde el Protréptico (fr. 11 W.: Yámblico, IX, 49, 3 ss.)
conCIenCIa griega: «lo que pierde a los hombres- decía ALCMEON- es que
no pueden unir el comienzo al fin» (fr. Diels: Probl., 17 3 916 a 33) contra Platón, quien había sostenido en el libro X de las Leyes que la natu-
35 Il' t - - , , "" • ~I) raleza imita la finalidad del arte (888 e ss., especialmente 892 b; cfr. Sofista,
,at o vov~ "tUN scrXa"tIU'J El' al'-rpO"tEp'Z' Xat lap "t<il~ l'rpuJ"tUJV opwv xat "twv ÉcrXd"tw~
1 " , •

265 b-266 e)
voí)~ ~cr1:( ){al ou A.0lo~ (Et. Nic., VI, 12, 1143 a 35 ss.).
38 Poét., 1, 1447 a 16 SS., etc.

474 475 I
I
1

I
1

miembros de la frase en que Aristóteles afirma que «el arte imita a la naturaleza en el mundo sublunar como en el celeste, en el mundo 1

la naturaleza», pues dice también que el arte «acaba lo que ella no celeste como' en Dios, hay identidad de fin, que es el Bien. Al Bie? 1

11
ha podido llevar a buen término» 39. Si lo que hemos dicho es exac- apunta el trabajo o la acción de los hombres, así como los t;"l0Vl-
to, esos d~s miembros de la frase no se oponen, sino que se com- mientas de una naturaleza que no hace nada en vano. Pero esta ¡den- 11

pletan. Im1tar la naturaleza, no es duplicarla inútilmente, sino re- tidad de fin no explica 10 que aparece a primera vista como diver- 1

11

emplaz~rla en. sus .fallos 40, completarla a ella misma: ni siquiera


sidad de medios. En realidad, no se trata de medios diferentes que 111

humamzarla, smo sImplemente naturalizarla. Imitar la naturaleza es fuesen emplados de una y otra parte, como si la inmovilidad fuere
hacer la naturaleza más natural, es decir, esforzarse por llenar la un medio con el mismo título que el movimiento. Lo cierto es que 111

escisión que la separa de sí misma, de su propia esencia o idea. En hay, de un lado, empleo de medio.s (el movimiento) y, .de otro, 111

términos más claros, es utilizar la contingencia 41 contra ella misma inmediatez del fin y el medio: mIentras que el mOVlmlento no
tiene otro fin que su supresión, revelando así su .fun~ión tan sól?
111
1

para regularizarla, para hacer de modo que la naturaleza del mundo 1 '

sublunar imite, a pesar de su contingencia, el orden que reina en instrumental, la inmovilidad es ella misma su proplO fm. Por conSI-
1'\1.
el cielo. Cuando Aristóteles se pregunta qué ocurriría «si las lanza- guiente, lo que separa al imitador de lo imitado no es la divers.idad 1

deras anduviesen solas» 42, expresa el irrealismo ideal 43 que es el del de medios más o menos complejos empleados para alcanzar cler~o 1I 1

arte humano: hacer de modo que el utensilio o la máquina reproduz- fin sino la necesidad de una mediación de una parte, y la ausenCia
c~n la espontaneidad de lo vivo y, más profundamente, la circula-
de' mediación de otra. Así adquiere todo su sentido la observación 111

ndad de los movimientos celestes, a su vez imagen de la inmovili- seaún la cual sólo se emplean medios a fin de poder prescindir de
ell~s; pues preciscamente el Bien está en pod~r pre:cindir de me-
1I
?ad ?e 10 divino. El ideal técnico de Aristóteles, ideal que sabe 1,11

lrreahzable, pero que debe servir de principio regulador en las inves- diaciones. Aristóteles, en efecto, toma de Platan la Idea de que el
tigaciones y acciones particulares, es -en todo el rigor del término- Bien se define por su autosuficiencia, por el hecho de que no le falta
' .
nada para ser 10 que es, de que es «autarqulCO» 46 S
. e ob'1.etara, ~nt?n-
111

el del automatismo: no porque vea en él primordialmente un medio


para atenuar el trabajo de los hombres 44, sino porque el hecho de ces que esta definición de Bien hace aún más problemátIca su ~m1ta­ 11 1

moverse a sí mismo es, en virtud de su circularidad -que hace ción por un mundo en el que el mal aparece como consecuenCla del 11

inútil todo motor distinto del móvil-, la más alta imitación de la movimiento 47: ¿cómo es que la contingencia, el poder-na-ser, puede 1
1

moción inmóvil de Dios. imitar la perfección subsistente de Dios que, al no faltarle nada, es
~l .ejemplo del arte humano, que es sólo un caso particular del todo lo que puede ser y no puede ser distinto de como es? ¿Cómo, 1\1

mOVImIento del mundo sublunar -el del movimiento reflexivo y en particular, el hombre en cuanto habitante del mundo s~blunar, es I 11

;rolunt.a:io- ilu~tra la paradoja de una imitación que sólo imita la decir, en cuanto que no se basta a sí mismo y tiene neceSIdades que
1
mmovlhdad mediante el movimiento y la necesidad mediante la con-
tingencia 45. Sin embargo, hay imitación, porque en el arte como en en efecto «nos hacemos semejantes a Dios por nuestras virtudes, incluso si I1
11

Dios no ~iene virtudes ... Del mundo inteligible tenemos el orden, la p~opo~­ 1

"OAUl~ 'CE ~ 'CSX'J'f¡ 'Ca ¡LEV ~1tt'CEA.Et i1 ~ 'P6crl~ d~OWX'CEt d1tEPTáo(JcrOal, 'Ca ~E ILl¡LEt'Cat
ción y la armonía, que constituyen aquí abajo la virtud; pero los seres .I?telt-
, 39
(Fzs., II, 8, 199 a 15-17) gibles no necesitan en ~bsoluto ~~a armonía,. ese orden. y esa proporclon,'y
I
I 1

la virtud no les es de nmguna utlltdad; no deja de ser cle!to q.u e la pr~sencla I


_ 40, Cfr. Protr., fr. 11 W.: el papel del arte es dVa1tA1JpooV 'Ca 1tapaAm:ó¡LEva de la virtud nos hace semejantes a ellos» (1, 2, 1). Y Plotmo sIgue expltcando
'C1J~ 'P00E(U~.
que hay «dos clases de semejanza»: la «que exige un. elemento. idéI;tico en I!
:~ El arte se refiere sólo a lo contingente (Et. Nic., VI, 4). los seres semejantes» y que es recíproca; y la que, umendo l~ 1l1fer:or a 10
Pol., 1, 4, 1253 b 33-1254 a 1. superior, 10 derivado a la primitivo, sólo se instituye e~ la dlferer:cla y n.o
I'1
43 No se ha subrayado bastante que los verbos de esta frase están en llegará jamás a la reciprocidad (1, 2, ~)'. En este s~ntldo:. es pOSIble dem
irreal. que 10 múltiple imita a lo Uno, el mOVimIento a la mmovlltdad, el desorden 1

44 La automaticidad del movimiento de los instrumentos haría inútil la al orden, la palabra al silencio, la amistad a la sol~dad, la g~erra. a la paz y el
relación de amo a esclavo (1254 a 1). Para Aristóteles habla de esta relación pensamiento discursivo al Pensamiento que se pIensa a SI mIsmo, el cual,
con la misma objetividad que para cualquier relación natural de la que ésta a su vez imita a la Ausencia de pensamiento, etc.
no es más que un caso particular. ' 46 El. Nic., 1, 5, 1097 b 8. Cfr. Filebo, 20 d, donde el Bien era llamado,
45 Esta paradoja ha sido brillantemente desarrollada por Plotino en el
en el mismo sentido, \xavóv.
2.° trata~o. de la 2;" En'!,éada (De l~s virtudes), donde se esfuerza precisamente 47 El 9 1051 a 17-21 (<<el mal es, por su naturaleza, posterior a la poten-
por conclltar la aftrmaclOn de Platon (Teeteto, 176 a) según la cual la virtud cia»; po; ;anto, no existe independientemente de las cosas sensibles y es
hace al hombre semejante a Dios, y las de Aristóteles (esp. Et. Nic., X, 8,
1178 b 10 ss.), según las cuales Dios no es virtuoso. Plotino responde que,
ajeno a las realidares primeras y eternas).

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476
11

1
1I

I11
p

lo o~ligan al movimiento, puede imitar la inmovilidad autárquica revolución de las esferas celestes como los más pequeños estremeci-
d~.?1OS? Ahora conocemos la respuesta: esta imitación sólo es para-
mientos del animal o la planta. Pero agente privilegiado, pues, con
dOJIca porque da un rodeo, que es el movimiento lugar de todas él, la sustitución se hace consciente: todos los seres son movidos
las .mediacio~es cosmológicas y humanas. El mundo y el hombre por la aspiración a lo divino, cuya perfección imitan; pero sólo en el
realtzan medlatamente lo que es inmediato en Dios, porque el hom- hombre esa imitación se hace imitación de un espectáculo. Sólo el
bre y el mundo necesitan medios para coincidir con su fin coinci- hombre puede acceder al pensamiento de la unidad, porque ve su
dencia que se halla inmediatamente realizada en Dios. Per~ la me- realización más alta -que, sin embargo, es a su vez imitación- en
diación no tiene otro sentido ni otra razón de ser que restaurar a el movimiento inmutable de las esferas celestes. Sólo el hombre co-
través de un rodeo la inmediatez que ella no es 48. noce un poco -aunque sea de lejos- lo que imita. Solamente en
, La imitación, t~l como Aristóteles la entiende, compete más a la el hombre la oscura moción de lo trascendente se hace ideal de in-
'l1:paEt<; que a la 'l1:0tr¡crt<;; no produce obras que fuesen otras tantas vestigación, de trabajo y acción. El hombre, habitante entre tantos
otros del mundo sublunar, se convierte así, dentro de este mundo,
«~mitacio.ne~» (l.l.lfJ:f¡flata) de un modelo, sino que se agota en su pro-
en el más activo sustitutivo de lo divino. Hemos evocado ya esa
P10 mOVlmlento, como si el fracaso de sus pretensiones una vez conversión desde lo divino hacia lo terrestre, mediante la cual Aris-
más, constituyese su propia realidad. La imitación aparec~ entonces tóteles, cada vez más consciente de lo que hay de lejano en la teolo-
no tanto como realizaci.ón de una copia cuanto como una imagen gía de un Dios trascendente, vuelve a hallar finalmente en los mo-
degradada del acto Subslstente del modelo. Es quizá una de las más vimientos más humildes de los seres del mundo sublunar algo de la
permanentes intuiciones de Aristóteles la de ver en loc movimien-
divinidad que había buscado hasta entonces en el cielo. El'lat xai
tos del mundo y la agitación de los hombres otros tantos remedios
ªv'w;¡6a 6EOtk, hay también dioses aquí abajo, observa, repitiendo
para sal.ir. del paso, sustitutivos, por respecto a la unidad autárquica
de lo d1V1110. I?e esta función sustitutiva que Aristóteles asigna más la expresión de Heráclito 49. Reflexión que se opondría al dogma
o menos conSClentemente a tantas experiencias del mundo sublunar más constante de la teología astral, el de la separación entre lo te-
hemos dado numerosos ejemplos a lo largo de nuestros análisis: l~ rrestre y lo divino, si no pudiera interpretarse de este modo: lo que
fre~~enc!a (ó><; h¡ 'l1:oH) es el sustitutivo de la necesidad, la gene-
hay de divino en el mundo sublunar es quizá el esfuerzo de este
raC10n clrcular el de la eternidad, la dialéctica el de la intuición, el mundo por equipararse a un Dios que ese mundo no es, de manera
arte humano el de la naturaleza que falla, la actividad inquieta de que se trataría de una divinidad no recibida o participada, sino más
los hombres el de un acto que no necesita ser activo para ser lo bien vicaria, sustitutiva.
que es. Podemos añadir ahora: la mediación es el sustitutivo de la Acaso una conversión del mismo orden se oculta tras la aparente
unidad. permanencia de las afirmaciones según las cuales el hombre es un
. El hombre se nos aparece ahora como agente privilegiado de ese dios mortal so, o comporta algo divino, que es esencialmente el
111menso esfuerzo de sustitución, mediante el cual el mundo sublunar entendimiento 51. En el Protréptíco, donde estas afirmaciones se en-
suple, ~mitándolo, los fallos de un Dios que no ha podido descender cuentran por vez primera en Aristóteles, pueden fácilmente inter-
hasta e.1~ pero que le ofrece al menos el espectáculo de su propia pretarse por referencias a la teología astral: el hombre es un ser
p.erfecc1On. Agente entre otros, sin duda, pues el hombre no hace que por su alma (Aristóteles dirá cada vez más: por su intelecto)
S1110 prolongar un movimiento de sustitución que anima tanto la participa de lo divino, ya que el alma o el intelecto no son más que

.48 Nos. hem~s esforzad? P?r ilustrar este punto con un ejemplo: el de la 49 Parto animal., 1, 5, 645 a 21.
amIstad. DIOS, SIendo autarqUlco, no necesita amigos. Pero la peor manera so Cfr. fr. 61 Rose (CICERÓN, De Finibus, II, 13, 40: «Sic hominem...
qm; el h~mbre t~ndría. de imitar a Dios sería pretender prescindir de los ut ait Aristoteles ... , quasi mortalem deum»), y en forma más atenuada, incluso
amIgos. Solo conSIgo m1smo, pasaría el tiempo contemplándose a sí mismo problemática: De parto animal., II, 10, 656 a 6; El. Nic., VII, 1, 1145 a 24,
lo que en el hombre no sería una perfección, sino un estado próximo al em: 27; X, 7, 1177 b 27, 30. Por lo demás, se trata de una fórmula tradicional.
botamiento animal (dva1crBr¡,o~, Magn. Mor., II, 15, 1213 a 5). La única ma- Cfr. JENOFüNTE, Memorables, I, 4 (t'ÚCi1rSp 'IOOl ~lO,€ÚOVT€~).
ner.a para el homb~e de irr:it~r a Dio~, que no tiene amigos, es, entonces, tener 51 Fr. 61 Rose, 1, B, donde Aristóteles cita a Hermotimo o Anaxágoras:
am1g?S,. que reO?ed1en su f1U1tud medlante la comunicación: la mediación amis- Ó vo¡¡~ lap ~p.wv Ó fJeó~ (Cfr. El. Nic., X, 7, 1177 b 29). Pero «el hombre es
t?:a 1m1ta, med1ante un rodeo, la autarquía divina. Cfr. P. AUBENQuE, «L'ami-
tle chez Ar.», en Actes du VIII' Congres des Sociétés de phil. de langue su intelecto»: sobre esta fórmula, de origen platónico (cfr. Leyes, 959 ab) y
franp> (~oulouse, 1956), pp. 251-254 (reproducido en La prudence chez Aris- que se repite a menudo en la Et. Nic. (espec. X, 1178 a 2-3, 7; IX, 8, 1168 b
tate, Pans, 1963, pp. 179-183. 31-33), cfr. R.-A. GAUTHIER, La morale d'Ar., pp. 43-45.

478 479
una partícula del fuego o del éter sideral 52. Pero si bien la divinidad de, o intenta acceder, a su propia quididad, de la cual se halla sepá"
del vou<;, que implica su origen extrínseco, será mantenida por Aris- rada a cada instante, como todos los seres del mundo sublunar.
tóteles hasta el final, las alusiones a la divinidad del hombre parecen Este esfuerzo del hombre por superar la escisión, por realizar
hacerse cada vez más convencionales, a medida que Aristóteles se la unidad, en él y fuera de él, a imitación de la simplicidad subsis-
d,esvía, sin renegar por eso de eIla, de una teología demasido lejana. tente de lo divino, lo hemos seguido a lo largo de toda esta obra
Es verdad que, en ese mismo momento, la fórmula tradicional ad- en el terreno del conocimiento. Hemos tratado de mostrar sucesiva-
quiere un sentido nuevo: 10 que hay de divino en el hombre ya no mente cómo la búsqueda de la unidad era exigida como la más origi-
es 10 que en él subsiste de su origen divino, sino, quizá al contrario, naria necesidad de nuestro lenguaje, cómo el espectáculo de la uni-
el e.sfuerzo del ho;nbre para volver a captar su origen perdido, para dad -y, mediante él, el ideal de la investigación- nos era sumi-
eqUIpararse y eqUIparar el mundo en que habita al esplendor inmu- nistrado por la contemplación astral, cómo el obstáculo fundamen-
ta~le del cielo: para introducir en el mundo sublunar un poco de esa tal para la unidad se descubría en el movimiento, fuente de toda
umdad que DiOS no ha podido o no ha querido hacer penetrar en él, escisión, cómo -por último-- ese movimiento era por sí mismo
pero cuyo espectáculo nos ofrece, al menos. La divinidad del hombre su propio correctivo, ya que la mediación infinita hacia la unidad
no es ya la evoc,ació~ .melancólica. ~e .un pasado inmemorial, en que se convertía en sustitutivo de la unidad misma. Aplicando entonces
el hombre habna ViVido en famdlandad con los dioses 53 sino el la conclusión de este estudio a su comienzo, descubríamos que la
porvenir siempre abierto al hombre, que es el de imitar a'Dios es ontología de Aristóteles, en cuanto discurso que se esfuerza por
~ecir: sustituirlo.«en la medida de lo posible» 54, aproximándose Ilegar al ser en su unidad, haIlaba en la estructura fracasada de su
el mismo y aprOXimando al mundo hacia la Idea (e ¡ a0<;) o de lo que propio proceso de búsqueda el resultado que ese proceso no podía
ambos son y que, sin embargo, nunca son del todo. La divinidad suministrarle: la investigación de la filosofía -dicho de otro modo,
del hombre no es tanto la degradación de 10 divino en el hombre la dialéctica- se convertía en filosofía de la investigación; la inves-
como. la aproximación infinita a lo divino por parte del hombre. tigación de la unidad ocupaba el puesto de la unidad misma; la
Semejante esfuerzo de sustitución, que reemplaza en el plano del ontología, que tomaba a la teología como modelo, se convertía poco
mundo sublunar las intenciones claudicantes o impotentes de Dios a poco en el sustitutivo sublunar de una imposible teología.
es a fin de cuentas la vocación del hombre, que ha nacido «par~ Pero la dialéctica, que es el aspecto teórico de la mediación, no
comprender y para obrar» 55. El hombre «se inmortaliza», no ele- es su único aspecto, pues la filosofía de Aristóteles no es sólo una
vándose 'p~r. encima de sí mismo, sino perfeccionándose hacia lo que filosofía teórica. EIla no olvida que es también una filosofía práctica
e~. La d1Vlmdad del hombre no es otra cosa que el movimiento me- y poética, manifestando así que el saber o la búsqueda del saber no
diante el cual el hombre, siempre inacabado, se «humaniza» 56, acce- constituyen la única modalidad de relación del hombre con el ser.
Esos otros dos aspectos de la existencia humana, que una filosofía
total debería también considerar, han sido Ilamados por Aristóteles
52 Cfr. 2." p~r~e,. cap. 1.0, § 2. Sobre el vínculo entre la teología astral y
el tema .d~ la dlvI111dad del alma, cfr. L. ROUGIER, La religion astrale des 7tpaEt<;, palabra que designa la acción inmanente, principalmente
Pythagorzezens, cap. IV. moral, y 7tOb¡crli;, es decir, la acción productiva, el trabajo. Una in-
~ Kai al ~2V 'Iw.Amol, xpElrcovz~ 'ÍP,wv XCtl ~nUc2pW Ileiov oixo¡jnE~ ... (Filebo, 16 e). vestigación completa sobre la filosofía aristotélica del ser debería
. Et. Nze., X, 7, 1177 b 32. Sobre el sentido de esta reserva, cfr. nuestro conIlevar, por tanto, una e1ucidación y una valoración ontológica
estudIO sobre La prudenee ehez Aristote, p. 171 ss.
5~ Fr: 61 Rose (C~CER~N, De Finibus, n, 13, 40: «Hominem ad duas res, de la acción moral y del trabajo. Tendría que mostrar cómo la acción
ut aH Anstote1es, ad mtelhgendum et ad agendum esse natum») . moral imita, a través de la virtud y de la relación con el otro, lo que
. S6 Si pudiera coincidir con su vo ¡j ¡;, el hombre no estaría más allá de sí es en Dios inmediatez de la intención y del acto -dicho de otro
mIsmo,. sino que sería él mismo (Et. Nic.! X, 7, 1178 a 2, 7; cfr. nuestro co- modo, autarquía-, y cómo entonces la mediación virtuosa o amis-
me.n~arIo de estos t~xtos, .Introd., cap. n, p. 59 ss.). Y, sin embargo, sería tosa realiza, a través de «la relación con el otro», un Bien que en
«dlvmo» en e~to, SI. ~s CIerto que, conforme a la enseñanza de la teología
astral, su. esenCIa es dI,vma. Hay que invertir aquí la fórmula de OLLÉ-LAPRUNE: Dios es coincidencia de él mismo consigo mismo 57. Tendría que
«~s preCIsamente caracter propio del hombre el de no ser del todo él mismo
mas que e1ev~n.d~se por ~~cima de él mismo» (La morale d'Ar., p. 50). El 57 El texto esencial nos parece ser Et. Eud., vn, 12, 1245 b 18"19:
hom?re se «dlvmlza», hacIendose 10 que es --o sea, un ser de contemplación
y OC1O- pO'tque está habitualmente más acá de sí mismo. Acerca del uso del 'Hp.tv P.EV "O EU xaO'g"Epov, SxElvtp ~E (= "<ji IlE<ji) auco¡; abtoü "Co EU ~(ltlv. Hemos co-
verbo dvllpomEÚEClllal, cfr. Et. Nic., X, 8, 1178 b 7. mentado este texto en nuestra comunicación, ya citada, sobre L'amitié chez Ar.,
p. 253. No es, entonces, simple coincidencia que el ideal político de Aristó-

480 481
31

mostrar también cómo el trabajo, que imita la naturaleza y la perfec-


ciona, sustituye la incoherencia del mundo por un poco de esa unidad
cuyo espectáculo bebe en la regularidad del cielo, y cómo entonces
el trabajo, al naturalizar la naturaleza, es decir, al hacerla cuasi nece-
l Cabrá preguntarSe, ciertamente, por qué la tradición ha ig11O-
rada el aspecto aporético de la metafísica de Aristóteles y sus im-
plicaciones humanas. Quedaría por mostrar, entonces, mediante un
estudio que no sería menos filosófico que histórico, cómo y por qué
saria, y al humanizar al hombre, es decir, al llevarlo a su vocación la tradición tenía que sentir necesariamente la tentación de ignorar
contemplativa, es a su vez un correctivo de la escisión, una aproxi- lo que había de eternamente inacabado en la metafísica aristotélica.
mación infinita al ocio, la paz, la unidad. Una elucidación ontológica La tradición transmite y prolonga y, por ello, completa; la tradición
de la antropología de Aristóteles tendría que mostrar, de manera es lo que continúa un inicio, y por ello suprime lo que había de
general, cómo el aoristo de la actividad humana imita el perfecto iniciador en él; la tradición no se «asombra» ya; la tradición re-
del acto divino, cómo la consumación consumada por medio del hom- suelve la aporía, mientras que la aporía siempre es vivida como na-
bre imita la consumación de Dios, siempre consumada ya. Mientras ciente; la tradición, al comentar, unifica los que ella cree que son
que la tradición, hasta la más sistematizante, ha estudiado separa- membra disjecta de una obra interrumpida; ordena los fragmentos,
damente la filosofía teorética y la filosofía práctica y poética de Aris- sin preguntarse si estos fragmentos no tendían precisamente a mos-
tóteles, habría que manifestar aquí, una vez más, la unidad estruc- trar que su objeto no conllevaba orden alguno 60. En presencia del
tural de su especulación filosófica efectiva. Semejante elucidación fracaso del doble proyecto aristotélico de una teología humana y de
de la antropología aristotélica, que estaría por hacer 58, acabaría de una ciencia del ser en cuanto ser, la tradición tenía que escoger entre
mostrar cómo se ordenan, si no en el designio de Aristóteles al me- dos vías que siguió sucesivamente. La más fácil, que no fue la pri-
nos en la realidad de su proceso de investigación, los cuatro aspectos mera históricamente, era la de negar el fracaso atribuyéndolo a cir-
de su filosofía, que es sólo del ser y de Dios por ser del mundo y cunstancias accidentales, completar lagunas, unificar la dispersión,
del hombre, cómo una ontología de la escisión halla su justificación compensar los silencios con un comentario tanto más abundante
en una física del movimiento, y cómo esa ontología, al imitar una cuanto más silenciosa era la palabra comentada. Así fue, para sim-
teología de la trascendencia, la degrada, pero también la perfecciona, plificar, la vía de la interpretación árabe y cristiana de los comen-
en una antropología de la mediación. Se acabaría entonces de reco- taristas de la Edad Media. Tenía, ciertamente, una justificación que
nocer que la metafísica de Aristóteles sólo es una metafísica inaca- no era la de la facilidad. Como ella había recibido otra Palabra, los
bada por ser una metafísica del inacabamiento y que, por ello, es la silencios de Aristóteles le parecieron más acogedores para con esta
primera metafísica del hombre, no sólo porque no sería lo que es si Palabra que la palabra competidora de Platón; era más fácil cristia-
el hombre fuera un animal o un Dios 59, sino porque el inacabamien- nizar (o islamizar) un Aristóteles que estaba más acá de la opción
to del ser se descubre, a través de ella, como el nacimiento del religiosa que filosofar en los términos de un platonismo que era otra
hombre. religión. Sine Thoma mutus esset Aristoteles: el comentario de santo
* * * Tomás seguirá siendo durante siglos el sustitutivo de la palabra, a
la vez ejemplar e incompleta, de Aristóteles. No significa minimizar
teles sea un ideal de autarquía. Desconfiando de la mediación, por miedo a la grandeza e importancia histórica del tomismo el remontarse desde
que viva su propia vida y el medio se convierta en fin, Aristóteles quiere limi- su aristotelismo, que tiene respuesta para todo, hasta los silencios
tarla lo más posible: de ahí su condena de la crematística, en que el dinero,
de medio que era, se convierte en «el punto de partida y el fin del intercambio», del Aristóteles efectivo 61.
cr'tOLXEtO\l Xal11:Épa~ 'tij~ dnaT~" Pol., 1, 9, 1257 b 22. Pero si el hombre fuese 60 Por supuesto, no se trata aquí de la intención de Aristóteles (puesto
perfectamente autárquico, no tendría necesidad de ciudades (Pol., 1, 2, 1253 a que esta intención era, sin duda alguna, una intención de orden), sino del
28; cfr. Et. Nic., V, 8, 1133 a 27). La autarquía relativa de la ciudad no es, sentido que se desprende de la estructura aporética de la Metafísica aristo-
pues, más que una imitación, mediante el rodeo de un intercambio limitado y télica. Tal estructura nunca será asumida por Aristóteles, como lo será más
controlado, de la autarquía divina (cfr. Pol., 1, 2, 1253 a 1: ~ ~'au'tdpXELO: 'tÉp.o~ tarde por Pascal (fr. 373: «Honraría demasiado a mi asunto si lo tratase con
orden, pues deseo mostrar que es incapaz de él»).
xa¡ ~ÉP.'tlcr'tO\l). Sobre el ideal «autárquico» en el pensamiento griego en general,
cfr. A.-J. FESTUGIERE, «Autarcie et communauté dans la Grece antique», en
Communauté et bien commun, publico bajo la dirección de F. PERROUX, Pa- 61 No hablamos aquí más que del aristotelismo de santo Tomás, y no
rís, 1944 (reprod. en Liberté et civilisation chez les Grecs, pp. 109-126). de su «totalismo». La filosofía de santo Tomás tiene también ella, sin duda
58 Hemos tratado de ofrecer sus lineas generales a propósito de un pro- alguna, sus aspectos aporéticos: el Quid est Deus? que atormentaba ya al joven
blema particular, en nuestro estudio sobre La prudence chez Aristote, París, oblato de Monte Cassino no conlleva tal vez una respuesta más unívoca que el
1963. 'tI 'to Ií\l de Aristóteles. Pero ése no es es nuestro problema. Nos referimos
59 PoI., 1, 2, 1253 a 29; cfr. 1253 a 3-4. aquí a la utilización que santo Tomás hace del aristotelismo como sistema

482 483
La segunda vía fue la neoplatónka. Consistió en oír los silencios, verlas es porque no tienen solución, y por eso esa búsqueda de la
en coleccionar las negaciones, en sistematizar no las respuestas, sino solución es, a fin de cuentas, la solución misma. Buscar la unidad es
las dificultades. Consistió en. reconocer el fracaso,pero no viendo haberla encontrado ya. Trabajar en resolver la aporía, es descubrir 62.
en él más que una artimaña, si no del filósofo mismo, al menos de No cesar de buscar qué es el ser, es haber respondido ya a la pre-
su objeto. Con el neoplatonismo, la escisión iba a convertirse en la gunta «¿qué es el ser?». No era propio de la tradición, cualquiera
manifestación irónica de la unidad, la negación en la expresión más que fuese, volver a captar ese inicio siempre iniciador, esa esdsión
adecuada de lo inefable, la imposibilidad de la intuición intelectual siempre disociadora y esa esperanza siempre renaciente. Transmitir
en la condición de una aprehensión más elevada. Todo lo que estaba la apertura es cerrarla: Aristóteles, según atestigua la historia del
en Aristóteles más acá del ser iba a encontrarse transmutado en el futuro inmediato del aristotelismo, no era tanto el fundador de una
más allá. Como si la pobreza fuese la más sutil de las riquezas, la tradición como el iniciador de una pregunta que -él mismo nos lo
indeterminación del ser en cuanto ser iba a convertirse en la infinita advirtió- tenía siempre carácter inicial, siendo la ciencia que la
potencia creadora del Uno, y la mediación indefinida del hombre plantea eternamente «buscada». No se puede prolongar a Aristóte-
hacia el Uno en aquello a través de lo cual el Uno se mediatiza para les, sólo se le puede repetir, es decir, volver a iniciarlo. Y en nin·
nosotros. Semejante interpretación no era, a fin de cuentas, me- gún caso tal repetición volverá a encontrar jamás la ingenuidad
nos sistematizante que la precedente, puesto que sistematizaba jus- irreemplazable de su verdadero comienzo. Sabemos hoy de sobra que,
tamente lo no-sistemático. Acababa a su modo lo inacabado, no por por no encontrar lo que busca, encuentra el filósofo, en esa búsqueda
mera extrapolación, sino asumiendo el inacabamiento mismo. misma, lo que no buscaba. No es éste, sin embargo, un pensamien-
Estas consideraciones demasiado esquemáticas, que deberían ser to moderno, sino la tentencia eternamente arcaica de una sabiduría
confirmadas mediante un estudio metódico de la tradición, no tiene que Aristóteles juzgaba ya oscura 64; 'Ea'l fl~ n.1t1jTIXt, a'lÉA.1tlClTO'l oux
aquí otra finalidad que la de sugerir por qué el Aristóteles de la ªEEUpf¡ClEt, a'lEEEpEÓ'I1jTO'l EO'I XlXi ¡hopo'l. Si no espera, no hallará lo
tradición es lo que es, y por qué el Aristóteles tal como fue no es inesperado, que es inhallable y aporético» 64.
el Aristóteles de la tradición. Si es cierto, como la exégesis moderna
ha venido reconociendo cada vez más y nosotros hemos intentado
justificar, que la metafísica de Aristóteles es dialéctica, es decir,
aporética, convendremos en que hay dos maneras de considerar la
aporía: o bien en cuanto a lo que ella anuncia o reclama, es decir,
su solución; o bien en sí misma, que no es aporía más que en cuanto
no está resuelta. Resolver la aporía, en el sentido de «darle una
solución», es destruirla; pero rescolver la aporía, en el sentido de
«trabajar en su solución», es realizarla. Creemos haber mostrado
que las aporías de la metafísica de Aristóteles no tenían solución,
en el sentido de que no podían resolverse en ninguna parte dentro
de un universo de esendas; pero si hay que intentar siempre resol·
acabado. Y, sin duda, era necesario que ocurriese así: santo Tomás buscaba
en el aristotelismo un instrumento, y no podía demorarse en él sin perderse;
p.or consiguiente, le hacía falta cerrar el aristotelismo para superarlo. Desgra-
CIadamente, al tratar de Aristóteles, la tradición ha conservado más aquel
cierre que esta superación. Sea cual fuere la sagacidad de sus comentarios
que, en aspectos de detalle, hacen justicia a menudo a las dificultades del
aristotelismo (cfr., p. ej., algunos de los textos citados en la n. 494 de la p. 233),
sigue siendo cierto que santo Tomás es quien más ha contribuido a acreditar
la leyenda de Aristóteles «maestro de los que saben», perfección de una
62 Tal es el sentido que damos a la fórmula de la Et. Nic., VII, 4, 1146 b
filosofía que el autor de la Suma Teológica tenía buenas razones, con todo,
para saber que estaba incompleta, en el fondo. Sobre el «inacabamiento» 7: 'H lap MCll~ 'tr;~ d1topi(J.~ E[jpECll~ ~cmv. donde MCll~, que está en el mismo
fundamental de la filosofía de Aristóteles, desde el punto de vista del pensa- plano que E¡¡pE(H~, designa el acto de resolución, y no la solución misma.
miento cristiano, cfr. las observaciones de A. FOREST, La structure métaphysi- 63 Retór., III, 5, 1407 b 14.
que du concret selon saint Thomas d'Aquin, p. 315 ss. 64 HERÁCLITO, fr. 18 Diels.

484 485
INDEX RERUM *

A B

Accidente ((lUP.~E~1)XO~), 131-140, 156- Bien, 170-171, 194-197.


157, 190n., 238, 373, 442-443. Biología: 320-321.-Analogías bioló-
Acto (y potencia), 155-158, 419-435. gicas: 338-342, 345, 351.
Amistad, 478n. Búsqueda, 83-84, 90, 114, 117, 240-
Análisis, 49-50. 241, 282, 288.
Analogía, 184, 194-199, 289-290, 332,
385-386.
Anterior: véase Primero.-Anterior y C
posterior: 188, 227-230, 235. Categorías, 159, 165-167,170-174, 186-
Aporía, 20, 83, 90-91, 93, 142n., 154- 191, 216, 238-239, 349-352, 362-
155, 213-214, 232n., 289, 424-435, 366, 384-385, 391, 395-397.
467, 484-485.-Aporía del Menón: Causalidad, 50-51, 77n., 81-82, 382-
54, 95, 426-427.-Aporías del Euti- 383, 456-459. - Causalidad final:
demo: 429-430. 351-354, 371-375, 386, 422.
Arte (-téxv1), 66n., 73-74, 340, 346n., Ciencia: (s,tlo'tf¡p.1)): 200-204.-0pues-
351, 408-409, 421-422, 476. ta a la dialéctica: 283-287, 311, 318.
Asombro, 83, 85-86, 93. Clasificación: 111n.-Clasificación dd
Atribución (véase Predicación). saber: 25-27, 38-41, 161, 312n., 354-
Autarquía, 477-478, 481-482n. 356.
Axiomas: 128-129.-Axiomas comunes: Comentario, comentarista, 10-12, 21,
375 (véase también KOLVÓV). 140, 483-485.
Azar (,úX1), 184, 335 (véase también Común (véase KOLVÓV).
Contingencia). Contingencia, 66n., 136n., 139, 310,

* Solamente mencionamos aquí aquellos conceptos o temas que no figuran


expresamente en los títulos de los capítulos y de parágrafos o en el Indice
general de la obra. Las cifras de cursiva remiten a las páginas donde se hallan
los desarrollos principales.

525
313-317, 373, 435, 446, 458-459, 173, 196-197, 199n., 297n., 312 n., L Pensamiento (atdvota), como movi-
469-470, 476. 322n. miento: 470-472. - Pensamiento
Contradicción (a'nl'f'acHC;), 99, 148- Límites, 59-67, 203, 427-428, 465. (vdijotc;) del Pensamiento: 465, 477n.
151, 155-158, 280-281, 387, 407.- Adroc;, 113-115, 193, 466.- Polimatía, 204, 259-267.
F 113, 279-280, 428, 461.
Principio de contradicción: 80, 121- Polionomía, 134n., 168n.
127.-Contradicciones de Aristóte- Fin (,O.oc;), 974 (véase también Cau- Política, 244, 256, 257, 270.
les: 12-17, 38, 158-161, 174-175, salidad final). M Posible (auva'tÓv), 89-90, 431.
198-199, 214 ss., 230-232, 235, 246. Física, 39-41, 395-462. Potencia (véase Acto).
Contrariedad (hantó't'1jC;), 132-133, Forma (ataoc;), 438-439 (véase también Macho (y hembra), 221n., 374. Predicación (xau1Topia, xa,d'f'aotc;, "ÉT€tV
215n., 247-248, 406-407, 414. Especie y Materia). Matemáticas, 35-37, 429n., 311-313, 'tl xa'tá 'tl"oc;), 99, 107-109, 115n.,
Cristianismo.-Relaciones con el aris- 317-318. . 133, 410-454, 156-158, 163-166,
totelismo: 66n., 191, 236n., 354, Materia: 411.-Materia, forma y PrI- 223, 359-362, 412.-Accidental y
483-485. G vación: 402, 413-419. esencial: 137-139, 156-158.
Cultura (reataala), 204, 271-274. Mediación, 157n., 282-285, 474-482. Primero, primacía (en el caso, sobre
Género (Tévoc;), 38, 63-64, 145-146,
170-174, 176-182, 214-218, 220-221, Mediadores (¡.tawEó), 311-313, 400n., todo de la filosofía primera), 40-42,
225-226, 442-443. 474-476. 47-52, 54-55, 233-239, 256-269.-
D Genético (Método) (véase Evolución Medicina (Ejemplos sacados de la),
13, 136n., 173-174n., 185, 188-189, Primer Motor: 41,45,316-317, 342-
de Aristóteles). 354, 378-379, 382.
Definición (ópto¡.tóc;, MToc;), 63, 99, Guerra, 372, 468, 477n. 209n.,261. ..
135, 219-2222, 224, 229, 281-282, Metaphysica generalis et specralrs, Principio (dpX~), 52-58, 128, 185-186,
359, 439, 442, 451, 462. 398-400. 198n., 207-212, 308-310, ~69-373,
Demostración (areóaatEtC;), 55-56, 200, H Mitos, 71-72, 303n., 324, 337. 382-386, 414-418.-Principiode con-
216. Monstruos, 373-375, 458. tradicción (véase Contradicción).-
Hilemorfismo, 336-340. Movimiento, 295-297, 306n., 342-345, Principios físicos (Materia, Forma,
Deseo, 372, 386. Hombre, condición humana, 58-69,
Deslumbramiento, 61, 75n. 395-435, 455, 467-473. Privación): 402, 412-419.
374, 478-482. Muerte, 402n., 406, 429, 432, 435n.,
Dialéctica, 20, 87-91, 94, 113, 115 n., Homonimia: 118, 131, 167-171, 319, Privación (ocÉP7l0lc;), 305,396,407 (véa-
243-291, 459-461, 472-475.-Dialéc- 447-451. se también Materia).
449-450.-Homonimia del ser: 170- Mundo sublunar, 329-335, 400-402.
tica platónica: 204, 207, 209-210. 183. - Homonimia no accidental: Probable (SvaoEov), 248-251.
Diálogo, 128, 244-248, 282-285. 183-191. Progreso, 73-77, 431, 433n.
Diferencia (atwpopd), 221-225. N Proposición (are ó'f'aotc; ), 108-109, 360.
Dios, 60, 66 (véase también Primer
motor, Teología). I Naturaleza ('f'ócrtC;), 229, 297n., 337n.,
Discurso, 93 ss., 349-352.-0rden del Ilimitado (areatpov), 203-206, 224, 433- 373-375, 404-409, 475-476.-Por na- Q
discurso, 49-51. turaleza ('f'ÓO€t): 36, 49, 51, 61-62,
434, 468-469.
División (ataipsatc;), 174-177, 245n. Imagen (ó¡.tollU¡.ta), 105-109. 65. Quididad (,o ,i ~v a(val), 436, 439-
Dualismo (Tendencia al), 304-311. Negación, 57n., 223-227, 266, 276-281, 451.
Imaginación ('f'av'taola), 119n.
350, 362-365, 465-467.
Imitación (¡.ti¡.tijotc;), 375, 385-396, 392-
No ser (¡.t~ iív), 134-135, 146-152, 224-
E 393, 475-482.
Inducción, 289-290, 406. 226. R
Eclíptica, 343n., 370. Intuición (voíic;), 57-60, 66n., 473-474.
o Refutación (EA.a1'X0c;), 95-96, 121-127,
Equivocidad (véase Homonimia). Investigación (véase Búsqueda).
470n.
Error, 76, 84-86. Ocasión (xatp6c;) (véase Tiempo favo- Relativo (repóc; ,i), Relación, 142-149,
Escolástica, 63n., 105n., 107n., 109n., J rable). 151n.-Decirse con relación a un
111, 138, 195-196. término único (repóc; EV A.Éraa&at), 184-
Juicio (véase Predicación). Opinión (aóEa), 249-251, 313-314.
Esencia (oLda), 49-51, 56n., 127-128, 191, 232-239.
Orden del saber, 19-20, 32, 60-66.-
131-139, 165, 185-187, 219, 282, Orden en sí y orden para nosotros, Reminiscencia (avállvijOtC;), 55-56.
285-286, 317, 382, 384-386, 396- K 35-36, 59-66. Reposo (~pa!,.ia), 406, 447, 450.
398, 435, 436437.
Especie (aiaoc;), 145-146, 174-175, Ka%A.ou (véase Universal).
Retórica, 96-97, 115n., 244n., 252-255,
215-216n., 307. Kotvóv (diferente de xaBóA.ou), 129n., P 260-268.
Estructura, 16-18, 20-21, 482-483. Retrospección (comprehensión retros-
172, 182, 192-193,198n., 203, 220,
Evolución de Aristóteles: 10-11, 14- 228, 249. Participación (platónica), 142 - 147, pectiva, lógica de retrospección), 76-
17, 30-31, 66n., 90-91, 170, 172- K6all0C;, 329-338. 193, 391. 77, 446-448.

526 527
i7·---·----------~~-I----­

s 81-82, 87-90, 346, 349-350, 416-


I, INDICE
419, 445, 469.-Tiempo favorable
Sabiduría: 58.-Aporías sobre la sabi- (xatpó~): 89, 171-174.
duría, 298-299. Totalidad (crítica de la idea de), 203-
Sentido común, 218n. I
211, 222-223, 425.-Dia1éctica y to-
Separado I X(t)ptcr1:Ó~), Separación, 39n., talidad: 243-246, 248-249, 252-255,
45, 295-323, 328-329, 336, 390-393. 271, 275-280, 287.
Ser en cuanto ser, 38-44, 129n., 289, Trabajo, 372, 468, 476n., 478. 481·
354-356, 387-389. 482.
Signo (crt¡¡.teiov), 105-108. Tradición, 71-72, 483-487.
Silogismo, 62n., 156n., 248n., 282-287. Trágico, 280n., 448.
(Véase también Demostración).-
Silogismo de la esencia: 456-462.
Símbolo (crú¡.t~o}.ov), 105-108. u
Sinonimia, 134n., 167-171.
Sistema, 12-14, 78-79, 93, 178-181, Unidad de significación (y de esen-
483-484. cia), 122, 126, 130-132, 383-394,
Sofística, 80-81, 86, 94-106, 117-121, 481-482.
131-137, 138n., 140n., 204-206, 207- Universal (xa¡hí}.oo), 64, 116-117, 174n.,
208, 243-247, 252-255, 258-265, 287, 200-211, 218-223, 233-239, 427.
295, 2999, 426-427. Univocidad, 139, 390-391 (véase tam-
bién Sinonimia).
Uno, 119, 194-198, 219-220, 358-362, PROLOGO •.....•..•...•.•..•..•..•.. l ••••••••••••••••• 7
T 365, 409.-Uno y múltiple: 141-
142, 150, 154, 191.
Técnica (véase Arte).
Teología, 34, 38-45, 68, 270-271, 295- INTRODUCCIÓN
394, 396-400.-Teo10gía astral: 296, V
312, 317, 323·354. LA CIENCIA SIN NOMBRE
Tercer hombre (argumento del), 117n., Variaciones eidéticas, 450-451.
146n. Verdad (d}.~¡hta), 105, 107-109, 159-
Término medio, 157n., 457, 473. 164, 359-362. Capítulo primero: META TA <I>T2:IKA . 25
Tiempo (Xpóvo~, lt01:s), 49-51, 73-74, Violento (movimiento), 408. Ausencia de la ciencia del ser en cuanto ser en las divisiones del
saber; olvido de los escritos «metafísicos» de Aristóteles, 25.-
El problema del titulo de la Metafísica, 31.

Capítulo II: ¿FILOSOFÍA PRIMERA O METAFÍSICA? . 47


Los diferentes sentidos de la anterioridad, 47.-Los dos órdenes , , f
del conocimiento, en sí y para nosotros, 52.-La anterioridad de
la filosofía primera y la posterioridad de la metafísica responden
a dos proyectos diferentes, 67.

PRIMERA PARTE

LA CIENCIA «BUSCADA»

Capítulo primero: SER E HISTORIA ... ... ... ... ... ... ... ... 71
Coexistencia en Aristóteles de los temas de! ciclo -.Y e1.\?rogreso, 71.
CorÍipreheúsiori .réffospéctÍVa;·7T-:.1Iis!@;a·empIrica·~.·:ñisloR~_ . . ilJ::
Je!i<Yib1e, 800 .• Explicación genética; el tiempo' reaI de la filosoFia
'es"'~r(Ierdiá10go, 82.
528
529
34

',1
Capítulo II: SER y LENGUAJE .•..•••••••. '" '" 93 léctica, 271.-Relaciones entre la dialéctica y la filosofía del
ser, 284.-Identidad de procedimientos, diversidad de inten-
1. La significación ... ... ... ... ... ... ... ... ... 93 ciones, 289.
Aristóteles y la sofística, 9.3.-Teorías sofisticas del lengua.
je, 96.-Teoría aristotélica del lenguaje, 104.-Exigencia de
significación y pluralidad de las significaciones, 115.-Refu.
tación de los negadores del principio de contradicción y na. SEGUNDA PARTE
cimiento del proyecto ontológico, 121.
LA CIENCIA INHALLABLE
2. La multiplicidad de significaciones del ser: el pro-
blema '" '" '" '" ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 131 Capítulo primero:ONTOLOGÍA y TEOLOGÍA, O LA IDEA DE
Lo absurdo de una «ontología» que, como la de los sofistas,
sólo tratase de accidentes, l.31.-Distinción del ser por sí y
LA FILOSOFÍA ... oo. ... • .. 295
el ser por accidente, l.36.-Imposibilidad de una «ontología»
que, como la de los eleáticos, sólo tratara de la esencia; la 1. Unidad.,. separación ... 295
aporíªdeJapredicación, la «solución» platónica y su erítrcii Los dos problemas: ,su contempor~neidad. 295.-La separaci6n;
por Aristóteles,J41,-La solución aristotélica mediante la dis- tendencia de Aristoteles al duallsmo, 30D.-Desarrollo de la
tinCión de los sentidos del ser, 154. aporía: 1) No hay una ciencia de 10 contingente; ,como mucho,
s6lo hay una ciencia teológica, 311; 2) La teologla no n_os en-
3. Las significaciones múltiples del ser: la teoría ... ... 158 seña nada sobre el mundo; sin embargo, puede desempenar un
Enumeración de las significaciones: caso particular del ser en papel de ideal, 318.
cuanto verdadero; la doctrina de las categorías, 158.-Homo-
nimia y sinonimia; su aplicación al ser: el ser es un homónimo, 2. El Dios trascendente oo' oo' .oo .oo .oo ••• oo. ... oo. oo. 323
pero Aristóteles no siempre sostiene esa tesis que, en rigor, se Crítica de las interpretaciones inmanentistas: 1) de la teo~ogía
destruiría a sí misma, 166.-El ser es un 1tpOc; liv ASlól'Evov, 18.3. astral: dualidad del Cielo y ~l mundo sublunar; a?aCrOlllSn;o
Aristóteles ignora la pretendida analogía del ser, 191. de las proyecciones «hilemorflstas» en .la c~smogoma de ArIS-
t6teles; impropiedad de las analogías ~lOlóglC~~, 323; 2) sob~e
4. El discurso acerca del ser '" 199 la teoría del Primer Motor: demostraciones flSlcas, vocabulano
«inmanentista», pero Dios está. más allá .de nuestra~ «catego-
Imposibilidad de una ciencia universal, 199.-Luego la ciencia rías»; significación de la doctnna del DlOS causa fmal, 342.
del ser en cuanto ser es heredera de la ciencia ulllversal, 211.
Desarrollo de la aporía; el ser no es un género: primera serie
de argumentos, 214.-Argumento por lo anterior y lo poste- 3. Ontología y teología ... oo' oo. oo . . . . oo . . . . . oo ... 354
rior, L27.-«Solución» de Aristóteles: la ontología como pro- Los orígenes del proyecto ontológico, nacido de u?~ refdl~xf}~l
tología; límites de esta solución, 2.30. acerca del discurso atributivo, hacen que .el ser dlvmo 1 lCl -
mente pueda aparecer como un caso partIcular del ser en ge-
Capítulo lII: DIALÉCTICA y ONTOLOGÍA, O LA NECESIDAD DE neral, 354.-Por su parte, la teología desearía s~r fundadora,
pero se 10 impide el carácter «separado» de su oble~o; fracasos
LA FILOSOFÍA ... ... ... ... ... ... '" '" '" ... ... 243 d 1 deducción 366.-Nuevo examen de las relacl0l!es entre
1: o~tología y l~ teología: pasajes «t~ológic0.s>~ d~l llbro r '!
1. Para una prehistoria de la dialéctica: el «competente de la primera parte del libro A; .umdad ongmana de 10 di·
y el «cualquiera» ...... '" ... '" ... ... ... ... ...... 243 vino, unidad «imitada» de 10 senSIble, 375.
El problema: ¿cómo se ha pasado de la idea de diálogo a la
de totalidad? El retórico según Gorgias, 243. Capítulo II: '
F ISICA y ONTOLO G'A
I , O LA REALIDAD DE LA FI-
LOSOFÍA oo' oo . 395
2. Lo universal y lo primero '" ... ... ... ... ... 256
El problema de la ciencia «buscada»; los tres tipos de res- 1. Del movimiento que divide ... . .. 395
f,
puestas según Los Rivales, 256.-La problemática de lo uni- Inversión de las relaciones .tr~dicionales en!re metaphysic !f.e-
versal y de 10 primero inspira a toda la Metafísica, 269. neralis y metaphysica speczalzs: la ontologla. c~mo meta lSlca
de la Partocularidad, es decir, del ser en movl!Ul~nto del ~un­
3. Debilidad y valor de la dialéctica ... ... '" ... ... ... 271 do sublunar, 395.-0ntología del ser en mov.lm~e!?to segun.el
La dialéctica, heredera de la «cultura general»; el formalismo libro 1 de la Física: la triplicidad de los pnnClplOS (matena,
y la negatividad como contrapartidas de la universalidad dia. forma, privación); su correspondencia con los tres momentos

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del tiempo: dos expresiones de la estructura «extática» del
movimiento, 404.
2. El acto inacabado ... . .. ...... '" ..... , ... 419
Enraizamiento del acto y la potencia en el movimiento, cuya
unidad extática engendran bajo una nueva forma, 419.-La
distinción entre acto y potencia como teoretización de dos
aporías: 1) la aporía del comienzo, 424; 2) la aporía del mismo
y del otro. Circularidad inevitable eh lá definición del mo-
vimiento, 428.

3. La escisi6n esencial oo • • : . 43.5


Los diferentes sentidos de la esencia según el libro Z: la qui-
didad; análisis y orígenes de la fórmula; lo imperfecto, la pre-
dicación y la muerte, 435.-El ser sensible separadó de sí
mismo: tentativas de Aristóteles para demostrar su unidad
(demostración de la definición compuesta); esas tentativas sólo
triunfan a costa de un desdoblamiento de la esencia (silogismo
dialéctico de la esencia), 451.
ESTE LIBRO SE TERMIN6 DE IMPRIMIR EL DfA
2 DE FEBRERO DE 1981, EN LOS TALLERES
DE TORDESILLAS, ORGANIZACIÓN GRÁ-
CONCLUSIÓN: LA CIENCIA REENCONTRADA ... 463 FICA, SIERRA DE MONCHIQUE, 25,
MADRID-18
Negatividad de la teología, doble negatividad de la ontología; ambiva-
lencia del movimiento, fuente y a la vez correctivo de la escisión:
de.sarrollo de este último punto: intermediarios y sustitutivos; pro-
grama de una antropología, 466.-Aristóteles y el «aristotelis-
mo», 483,

BIBLIOGRAFÍA ...... .
'" 487
INDICE DE PASAJES CITADOS DE PLATÓN y ARISTÓTELES .oo .505
INDEX NOMINúM .oo oo. oo. 519
INDEX RERUM ... ... ". ... 525

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