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Sobre el papel, América Latina es casi un modelo de justicia equitativa. Los acuerdos
internacionales que garantizan acceso, garantías, igualdad y equidad ante la ley ya
fueron firmados y ratificados por los gobiernos de la región casi en un cien por cien.
Se podría concluir que todo el mundo puede dormir con la conciencia tranquila: los
políticos porque estamparon su firma en los tratados, los hombres porque entienden que
la ley por sí sola ya es suficiente garantía, las mujeres porque confían en que, con estos
avances, a los viejos problemas se les van a aplicar nuevas soluciones.
Sólo que en la práctica las cosas son bien diferentes. Con la ley en la mano, una mujer
víctima de cualquier tipo de abuso o delito reclama justicia y encuentra una carrera de
obstáculos: las oficinas y el personal que atienden su denuncia son escasos, inadecuados
y faltos de recursos, la mayor parte de las veces va a ser atendida en público, sin
intimidad para confesar sus agravios personales; la defensa pública adolece del mismo
problema; y en los juicios orales que se están empezando a practicar en algunos países
de la región, la credibilidad de la mujer suele ser inferior a la del varón.
Muchos jueces desconocen las obligaciones contraídas para aplicar la ley con equidad.
Por otro lado, la falta de sistematización de la nueva jurisprudencia en esta área
ocasiona el frecuente cambio de parecer de los tribunales. A poco que el sistema
intimide o confunda a la demandante, la víctima abandona su cometido o se resigna a
resultados injustos.
Justicia de calidad. “Todos los tratados obligan a la igualdad. En especial, los poderes
judiciales están obligados a hacerlos cumplir, pero muchos jueces desconocen esos
principios”, declara Alda Facio, directora del Programa de Mujeres, Justicia y Género,
del Instituto de las Naciones Unidas para la Prevención del Delito. Facio, junto al
subdirector del Programa, Rodrigo Jiménez, presentaron recientemente en el BID su
estudio exploratorio sobre justicia equitativa, realizado en 16 países de la región.
Pierde la mujer. Las mujeres reciben penas máximas en delitos de narcotráfico. Los
hombres, por la misma cantidad traficada, pueden llegar a salir libres si colaboran con la
justicia, según el estudio. La ley de paternidad responsable, crucial para muchas madres
jefas de familia, se aplica con desigualdad a lo largo y ancho de la región, y falta
agilidad para el pago de los apoyos alimentarios. Existen grandes vacíos en la
aplicación de la ley sobre violencia doméstica, donde el énfasis es la protección de la
víctima por encima de la incidencia del conflicto y su resolución a largo plazo. En
países como Bolivia y Guatemala, donde las mujeres indígenas suelen ser menos
bilingües que los hombres, muchas de ellas, a falta de un intérprete a lo largo del
proceso, cumplen condenas en la cárcel sin saber porqué.
Estos son algunos de los ejemplos que los dos expertos citaron para ilustrar que el
compromiso de aplicar una justicia equitativa con la mujer lleva un gran retraso en la
práctica. A pesar de que las mujeres son mayoría demográfica en la región —50.30 por
ciento de la población frente a 49.30 por ciento de varones— y que un 28.80 por ciento
son madres jefas de hogar y un 23 por ciento madres solteras.
En otros casos, los tribunales desconocen los criterios aplicados, dentro y fuera del país,
para los mismos casos. “En Costa Rica, la falta de sistematización de la jurisprudencia
es causa de que un mismo tribunal aplique criterios diferentes y que la sentencia se
convierta en ‘una cuestión de suerte’”, declara Facio.
Uno de esos cambios se ha producido en Costa Rica con la nueva ley de paternidad que
entró en vigencia hace tres años. “Las pruebas de paternidad corren por cuenta del
hombre”, explica Facio. “Él tiene que someterse a una prueba de genética que paga el
Estado. Si se demuestra su paternidad, contrae obligaciones desde el momento que se
inscribe a la criatura como suya. Se limitan sus movimientos, como cualquier salida del
país no autorizada. El impacto ha sido tal que la tasa de natalidad del país ha bajado”,
concluye.
“Soy optimista”, declaró Jiménez. “Hay mucho futuro. El discurso teórico por donde
debemos empezar es el cumplimiento de los acuerdos, el cumplimiento de la ley”,
resaltó.