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La participación en la vida de la Iglesia

"La iglesia podría enriquecerse enormemente como resultado de una diversidad que integre los valores
socioculturales y los conocimientos de una fe viva y adulta", porque "la verdadera comunión, según San
Pablo y el Nuevo Testamento, sólo nace de la variedad de dones y carismas". En definitiva, defiende una
iglesia más democrática, que no sea "patrimonio de unos pocos", sino de todos los creyentes. "El problema
-agrega- está en compaginar ese pueblo como sujeto de la acción salvadora de Dios en el mundo con que sea
un pueblo estructurado".1

Cuando miramos hacia atrás, recordamos cómo a raíz del Vaticano II se llenó la vida de la Iglesia de
múltiples experiencias de participación dentro de la propia comunidad cristiana. La iglesia del Vaticano II
animó un doble camino de participación para las personas creyentes: Hacia dentro con los criterios de
Comunión eclesial, corresponsabilidad del laicado, la transformación evangélica de la Iglesia; y hacia fuera
con la apuesta del compromiso sociopolítico de los cristianos en la realidad social. Un doble camino que
responde a una única misión: la tarea evangelizadora, el anuncio del Reino de Dios en medio de esta
realidad social que nos toca vivir.

En estas líneas, nos vamos a centrar en la participación hacia el interior de la Iglesia, en ver cómo podemos
hacer posible la mayoría de edad del laicado en la vida de la Iglesia y como eso tiene que llevar a un
profundo cambio en la manera de entender y vivir la comunidad cristiana, es decir, la Iglesia.

La Iglesia Pueblo de Dios del Concilio Vaticano II nos traía aires de libertad, de pluralidad, la
corresponsabilidad, el papel sacerdotal del laicado (“pueblo sacerdotal), un modelo dinámico de ser iglesia,
una Iglesia para la misión, donde hombres mujeres descubrimos un protagonismo de participación en el
servicio, en la comunión de "Pueblo de Dios".2

En estos momentos que nos toca vivir, las crisis económicas, los cambios culturales que se producen, nos
deja ver una Iglesia que lejos de favorecer la línea del Vaticano II, se limita a decidir por su cuenta sin dar
espacio a las opiniones de las demás personas. “Siento, como mujer comprometida que he sido siempre con
mi parroquia, con mi iglesia, que nos dejan de lado”, “o que nos tratan como borregos o niños”, “contamos
poco o nada a la hora de toma de decisiones”3.

1
Joaquín Perea en la presentación del libro: Otra Iglesia es posible. Ediciones HOAC

2
"A los laicos corresponde, por propia vocación tratar de obtener el reino de Dios gestionando los asuntos temporales y
ordenándolos según Dios" (LG 31). "El plan de Dios sobre el mundo es que los hombres y las mujeres instauren con espíritu de
concordia el orden temporal y lo perfeccionen sin cesar" (AA 7).

3
Testimonios de recogidos de historias de vida de personas creyentes.
Llega el momento de la autoridad, de la disciplina, de la uniformidad, de la ortodoxia, llega, por desgracia,
el repliegue al interior, la confrontación con la sociedad, olvidándose de la tarea recibida. La Iglesia ha
recibido el encargo de sembrar en el corazón de cada hombre y de cada mujer la "utopía de la fraternidad de los Hijos
e Hijas de Dios".

Para que el Reino de Dios vaya siendo una realidad en nuestro mundo, para evangelizar los ambientes y los
distintos sectores sociales, la Iglesia no puede renunciar a que cada vez haya más y mejores militantes
cristianos comprometidos con la justicia y la solidaridad. Por eso en la tarea evangelizadora de la Iglesia es
necesaria la presencia de militantes cristianos, que sean verdadero fermento evangelizador en sus ambientes
y organizaciones del pueblo.

La Iglesia tiene que pasar de la asistencia a la promoción y de la promoción al cambio de estructuras. Por
ello, la Iglesia tiene que evangelizar, pero la evangelización es tarea de todos y de todas, y cada uno y cada
una, la realizamos por encargo de la Iglesia; encargo que recibimos en el Sacramento del Bautismo y de la
Confirmación. La tarea evangelizadora no es tarea que incumba solo a los obispos y sacerdotes. Los
seglares han de participar corresponsablemente en la misión de la Iglesia. Tenemos que promocionar en la
Iglesia la corresponsabilidad de los seglares para superar el clericalismo que todavía persiste y lastra la vida
de la Iglesia y de sus comunidades. Por eso es fundamental que nuestra tarea al interior de la Iglesia no
pierda de vista el mandato de los Hechos de los Apóstoles 4, 32-35: “La multitud de los creyentes no tenía
sino un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era en común entre
ellos. Los apóstoles daban testimonio con gran poder de la resurrección del Señor Jesús. Y gozaban todos
de gran simpatía. No había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que poseían campos o casas los
vendían, traían el importe de la venta, y lo ponían a los pies de los apóstoles, y se repartía a cada uno
según su necesidad”.

Esta cita sería la hoja de ruta para entender como tendrían que ser las relaciones al interior de la comunidad
cristiana, la triple comunión: 4

1.- La comunión de Bienes.


2.- La comunión de vida
3.- La comunión de acción

Así estaríamos construyendo una iglesia de personas bautizadas, una iglesia comunitaria, participativa,
corresponsable, que sin necesidad de comparar, asume la cultura democrática y los cauces democráticos de
participación. Es decir, un modo más democrático de funcionar.

Sabemos que la Iglesia no se configura con las formas que rigen para las instituciones sociales y políticas,
pero tampoco debe esconderse de la cultura democrática tal como la vivimos en la actualidad; de modo que
si bien no puede ser una democracia electiva total, tampoco puede ser una teocracia o una dictadura.

Se trata más bien de proceder de manera sinodal: es decir, caminando juntos para que el Espíritu actúe en
todos. “La Iglesia es un acontecimiento espiritual y ahí radica el fundamento de la sinodalidad, la
participación y la corresponsabilidad. Como explica Joaquín Perea: “La soberanía en la Iglesia no radica en
el pueblo ni tampoco en la jerarquía, sino en Cristo que llama a los suyos en libre elección”.

Por eso quedar excluidos de la práctica eclesial el autoritarismo y el dominio de unos sobre otros y se
impone crear estructuras concretas que visibilicen ese estilo acorde con las exigencias del mundo de hoy. De
modo que “aunque el misterio de la Iglesia no se agota en una estructuración democrática, ésta es la que
menos se aleja del ideal de convivencia entre humanos”.

En definitiva, una Iglesia una para la misión y el servicio, evangelizar el mundo de hoy, hacer crecer en él el
Reino de Dios y anunciar a todo el mundo que los pobres y los humildes son evangelizados. Y dónde todas
las personas bautizadas son protagonistas de la tarea evangelizadora.

4
Tal como lo plantea Guillermo Rovirosa en el Cuaderno La Comunión. HOAC

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