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No se nace mujer

Monique Wittig

Análisis de la opresión de la mujer desde un enfoque materialista y feminista. Lo que el


análisis consigue a nivel de las ideas, la práctica lo hace efectivo en el nivel de los
hechos. La existencia de una sociedad1 lesbiana destruye el hecho artificial (social) que
constituye a las mujeres como un grupo natural, destruye la idea de las mujeres como
un grupo racial o materialmente específico en sus cuerpos.
Esta reconstrucción ideológica, es esencialmente política. Este cuerpo llamado natural
ha sido manipulado y deformado hasta tal punto, que aparece como lo que
supuestamente existía antes de la opresión, la opresión parece ser consecuencia de tal
naturaleza que esta dentro de nosotras mismas. No sólo existe el grupo natural mujeres,
las lesbianas son prueba de ello. La mujer es sólo un mito, ‘no se nace mujer, se llega a
serlo. No hay ningún destino biológico, psicológico o económico que determine el papel
que las mujeres representan en la sociedad: es la civilización como un todo la que
produce esa criatura intermedia entre macho y eunuco2, que se califica como femenina’
(Simone de Beauvoir).
La mayoría de las feministas y de las lesbianas/feministas en Norteamérica aún
consideran que la base de la opresión de las mujeres es biológica e histórica. Sin
embargo, la creencia en un derecho materno y en una prehistoria en la que las mujeres
habrían creado la civilización, mientras que el hombre brutal y tosco se limitaría a ir de
caza, es simétrica a la interpretación biológica de la historia que ha sido hecha hasta hoy
por la clase de los hombres y que cosiste en buscar una razón biológica para explicar su
división. Esta concepción presupone que el origen de la sociedad humana está
fundamentado necesariamente en la heterosexualidad, sigue asumiendo las categorías
del sexo (que hombres y mujeres pertenecen a dos especies distintas) y mantiene la idea
de que la capacidad de dar a luz es lo único que define a una mujer, en contraposición a
los hombres considerados biológicamente inferiores, al ser la violencia un fenómeno
inevitable en ellos. Pero, el matriarcado no es menos heterosexual que el patriarcado:
sólo cambia el sexo del opresor.
Al admitir que hay una división natural entre mujeres y hombres, naturalizamos la
historia y los fenómenos sociales que manifiestan nuestra opresión, asumimos que tal
división siempre ha existido y que siempre existirá, haciendo imposible cualquier
cambio. Se considera el embarazo no como una producción forzada, sino como un
proceso natural biológico, olvidando que en nuestras sociedades la natalidad es
planificada, que somos programadas para producir niños y que es ésta la única actividad
social, con la excepción de la guerra, que implica tanto peligro de muerte. El control
sobre esa producción de niños significa mucho más que el simple control de los medios
materiales de dicha producción, significa abstenerse de la definición la mujer que le es
impuesta, abandonar la obligación secular de procrear asumida como el acto creador
femenino.
Lo que consideramos como causa y origen de la opresión es solamente la marca que el
opresor impone sobre los oprimidos: el mito de la mujer, con sus manifestaciones y
efectos materiales en las conciencias y en los cuerpos de las mujeres. Pero la marca no
preexiste a la opresión: antes de la esclavitud negra, el concepto de raza no existía.
Nociones como raza y sexo son entendidas como un dato inmediato y sensible, como

1
El término sociedad se usa en un sentido antropológico amplio, porque una sociedad lesbiana en sentido
estricto no existe de forma completamente autónoma, al margen de los sistemas sociales heterosexuales.
2
RAE, eunuco: 1. m. Hombre castrado.
una percepción directa de características físicas, que pertenecen a un orden natural.
Pero no son más que una formación imaginaria que reinterpreta rasgos físicos por
medio de la red de relaciones con que se los percibe. Ellas son vistas como negras, por
eso son negras; ellas son vistas como mujeres, por eso son mujeres. No obstante, antes
de que sean vistas de esa manera, ellas tuvieron que ser hechas de esa manera.
Una conciencia lesbiana supone no olvidar que ser la mujer era algo contra natura,
limitador, opresivo y destructivo en los tiempos anteriores al movimiento de liberación
de las mujeres. Era una constricción política y aquellas que resistían eran acusadas de
no ser verdaderas mujeres o de querer ser hombres. Pero en la acusación había una
sombra del triunfo: el reconocimiento, por el opresor, de que mujer no es un concepto
tal simple. En el contexto del movimiento de liberación, esta doble acusación es
retomada por algunas feministas y lesbianas, cuyo objetivo político parece ser volverse
cada vez más femeninas. Tales tendencias conducen de nuevo al mito de la mujer,
convirtiendo la ideología esclavizante en una celebración dinámica, religiosa, y
psicológicamente coercitiva del potencial biológico femenino. Negarse a ser mujer no
significa tener que ser un hombre. La butch3, no difiere en su enajenación de alguien
que quiere ser mujer. Para una mujer querer ser hombre significa que ha escapado a su
programación inicial, sin embargo, nunca podría llegar a ser hombre, ya que para ello se
precisa la conciencia de alguien que dispone por derecho, de al menos dos esclavos
naturales durante su vida. La opresión de las lesbianas pone a las mujeres fuera de su
alcance, ya que estas pertenecen a los hombres, una lesbiana debe ser cualquier otra
cosa, una no mujer, un no hombre, un producto de la sociedad y no de la naturaleza,
porque no hay naturaleza en la sociedad.
Rechazar convertirse en heterosexual o mantenerse como tal, significa negarse a
convertirse en una mujer o en un hombre, el rechazo del poder ideológico, económico y
político de un hombre. La lucha por una sociedad sin sexos, la lucha dentro de la clase
mujeres. Nos encontramos presas en la trampa de que ‘ser mujer es maravilloso’, en la
falsa conciencia que consiste en seleccionar de entre las características del mito
aquellas que parecen agradables y utilizarlas para definir a las mujeres, este hecho
supone no cuestionar radicalmente las categorías hombre mujer. Lo anterior nos
conduce a luchar dentro de la clase mujeres no por la desaparición de nuestra clase, sino
por la defensa de la mujer y su fortalecimiento; a desarrollar nuevas teorías sobre
nuestra especificidad, que llaman a nuestra pasividad no-violencia y olvidan que la
lucha más importante y emergente es combatir esta pasividad, nuestro miedo. La
ambigüedad de la palabra feminista, resume toda la situación. Significa alguien que
lucha por las mujeres, pero para algunas es entendida como la lucha por la defensa de la
mujer, por el fortalecimiento del mito, mientras que para nosotras, significa la lucha de
las mujeres como clase por la desaparición de la misma.
Históricamente, el primer movimiento feminista nunca fue capaz de solucionar sus
contradicciones en asuntos como naturaleza/cultura, mujer/sociedad. Consideró que los
aspectos de opresión eran naturales y biológicos, y no rasgos sociales. Adoptaron una
teoría Darvinista de la evolución, no creían como Darwin que las mujeres estaban
menos evolucionadas que los hombres, pero sí creían que la naturaleza de ambos había
divergido en el curso del proceso evolutivo y que la sociedad en general reflejaba esta
polarización. Su fracaso radica en que atacaron la idea darvinista de la inferioridad de la
mujer, pero aceptaron los fundamentos de esta idea, la visión de la mujer como única.
No lograron mirar hacia la historia como un proceso dinámico que se desarrolla por
conflictos de intereses, aún creían que la causa de su opresión se encontraba en ellas.

3
Lesbiana hipermasculina.
Sustentaban el principio ilógico de la igualdad en la diferencia, cayeron el la trampa de
el mito de la mujer.
Definir en términos materialistas lo que llamamos opresión es analizar a las mujeres
como clase, equivale a decir que las categorías mujer y hombre, no son eternas. Implica
hacer desaparecer a los hombres como clase no con un genocidio, sino con una lucha
política. Cuando la clase de los hombres haya desparecido, las mujeres como clase
desaparecerán también, porque no habrá esclavos ni amos. Existe una distinción entre
las mujeres (la clase dentro de la cual se lucha) y la mujer (el mito). La mujer no es
cada una de nosotras, existe para confundirnos, para ocultar la realidad de las mujeres.
Para tener una conciencia de clase es preciso destruir el mito dentro y fuera de nosotras,
incluyendo sus rasgos más seductores, matar al ángel del hogar. Pero constituirse clase
no significa suprimirnos como individuos. Cuando se admite la opresión, se necesita
saber y experimentar el hecho de poder constituirse como sujeto, como lo contrario a un
objeto de opresión, como alguien con identidad. No hay lucha posible para alguien
privado de identidad, ya que carece de la motivación interna para luchar, aunque yo sólo
puedo luchar con otros, primero lucho para mí misma.
El marxismo, rechazó el sujeto trascendental, la pura conciencia, el sujeto en sí como
constitutivo del conocimiento. Todo lo que piensa en sí, previamente a cualquier
experiencia, lo que pretendía existir por encima de la materia, antes de la materia,
necesitaba un Dios, un espíritu, o un alma para existir y es llamado idealismo. Loa
individuos pasan a ser sólo el producto de relaciones sociales y por eso su conciencia
solamente puede estar alienada. La conciencia de clase no se refiere a un sujeto
particular, salvo cuando este participa de las condiciones generales de explotación. Los
problemas prácticos de clase, que no podían reducirse a los de la lucha de clase, fueron
considerados problemas burgueses, individualistas y subjetivistas que desaparecerían
con el triunfo final de la lucha de clases. El marxismo, por su influencia política e
ideológica, ha negado históricamente a los integrantes de las clases oprimidas el atributo
de sujetos. Las masas no luchaban por ellas mismas, sino por el partido y cuando una
transformación económica tuvo lugar (fin de la propiedad privada, constitución del
estado socialista), ningún cambio revolucionario tuvo lugar, porque las mismas
personas no habían cambiado. Para las mujeres el marxismo tuvo dos consecuencias: a
nivel teórico, les hizo imposible tomar conciencia de que eran una clase, y por lo tanto
les impidió constituirse como clase durante mucho tiempo, ocultando el conflicto de
clase entre hombres y mujeres, tras una división natural del trabajo; en la práctica,
Lenin, el partido, todos los partidos comunistas hasta hoy, han reaccionado siempre
contra cualquier tentativa de las mujeres de reflexionar y de formar grupos basados en
su propio problema de clase, con acusaciones de divisionismo. Las mujeres pertenecen
a los hombres ya sea de la clase burguesa u obrera. El marxismo no tiene en cuenta que
una clase también consiste en individuos, uno por uno.
Cuando descubrimos que las mujeres son objeto de de opresión y apropiación, nos
convertimos en sujetos cognitivos, por medio de una operación de abstracción. La
conciencia de la opresión no es sólo una lucha, supone también una reevaluación
conceptual del mundo social, su total reorganización con nuevos conceptos
desarrollados desde el punto de vista de la opresión, la ciencia de la opresión creada por
los oprimidos. Esta operación de entender la realidad es una práctica subjetiva
cognitiva. Este movimiento de ida y vuelta entre los dos niveles de la realidad
conceptual y material de la opresión, ambas realidades sociales, se logra a través del
lenguaje.
Para las mujeres, responder a la cuestión del sujeto individual en términos materialistas,
consiste en primer lugar, en mostrar que los problemas supuestamente subjetivos y
privados, son de hecho problemas sociales y de clase, que la sexualidad no es para las
mujeres una expresión individual, sino una institución social violenta. Más allá de las
categorías de sexo, puede encontrarse una nueva y subjetiva definición de la persona y
del sujeto para toda la humanidad, el surgimiento de sujetos individuales exige destruir
primero las categorías de sexo, rechazando todas las ciencias que aún las utilizan como
sus fundamentos. Destruir la mujer no significa la destrucción física del lesbianismo, ya
que este ofrece la única forma social en la cual podemos vivir libremente, es el único
concepto que está más allá de las categorías de sexo, pues el sujeto designado no es una
mujer ni económicamente, ni políticamente, ni ideológicamente. Lo que constituye a
una mujer es una relación social de servidumbre con un hombre, que implica
obligaciones personales, físicas y económicas. La supervivencia de estas desertoras de
su clase, exige la dedicación a destruir esa clase con la cual los hombres se apropian de
las mujeres. Y esto sólo puede lograrse por medio de la destrucción de la
heterosexualidad como un sistema social basado en la opresión de las mujeres por los
hombres, un sistema que produce el cuerpo de las doctrinas de las diferencia entre los
sexos para justificas esta opresión.

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