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y no solo expresa sus puntos de vista sobre la situación política que registró,
La victoria presidencial de Lula y del PT en Brasil, y el éxito de Kirchner y de una nueva dirigencia
política en Argentina han establecido gobiernos y afirmado políticas interesantes no solamente
para los procesos internos de renovación social y de una vigorosa presencia a nivel global, sino
también y sobre todo porque modifican las figuras del ejercicio del poder en América latina, y del
gobierno democrático en general. Queremos decir con esto que la autonomía de los movimientos
sociales de las clases subalternas no es mas un adversario sino un motor de la actividad del
gobierno. Esta autonomía se pone en relación fecunda y productiva con los dispositivos
programáticos y las dinámicas administrativas de los nuevos gobiernos sudamericanos.
Este experimento esta implantado y conmensurado al nivel global del poder. Porque la revolución
en un solo país no es posible, porque realmente una sola clase no puede presentarse mas como
hegemónica, porque la soberanía de todas las naciones esta limitada a los procesos tendenciales
de constitución imperial (militares, monetarios y financieros, culturales) y solo la continua presión
de los de abajo para la transformación en cada uno y todos los países del horizonte mundial es lo
que permite la contestación y el continuo reajuste del orden global. Las determinaciones tácticas y
las mediaciones transitorias, ahora necesarias (y a menudo atacadas como traición de una -al
menos- discutible ortodoxia revolucionaria), se constituyen en realidad dentro de una eficaz
relación con los movimientos y dentro de una reflexión dirigida a evitar guerras, catástrofes y
represión.
Este experimento, en AL, donde el choque con el neoliberalismo y la arrogancia de las grandes
potencias imperiales aparece en forma más evidente, es arrasador y propone hegemonía. En
muchos países sudamericanos estamos asistiendo hoy a la confrontación de movimientos
proletarios e indígenas y los consiguientes cambios de gobierno, que no repiten la fisiología del
recambio interno de las elites dominantes o aquella del golpe imperialista, se corresponden y se
ponen en cambio en una relación abierta, productiva, con nuevas composiciones sociales y
políticas de las clases subalternas. El viento de la democracia ha comenzado a ser impetuoso en
el sub-continente americano.
Este experimento, en fin, está favorecido por la coyuntura global. El comando imperial esta en una
fase de crisis y de debilitamiento estratégico. El fracaso del proyecto unilateral americano, los
sobresaltos cadavéricos de la socialdemocracia europea, impiden en esta fase la concentración
de fuerzas represivas adecuadas para destruir la nueva realidad política de Sudamérica. En
Davos no se reclaman mas fondos para la represión, sino que más bien se pregunta como
reorganizar en el mediano plazo y de forma completamente nueva la dependencia política. Las
hipótesis de NEP (Nueva Política Económica) son por ahora más frecuentes que aquellas
policíacas o fascistas.
QUE HACER?
En esta situación se planta el problema de parte de las fuerzas alternativas del contra-Imperio, de
construir las bases de un movimiento que sostenga en el mundo la autónoma acción de los
movimientos y de los gobiernos democráticos de Sudamérica. Es, de hecho, un verdadero New
Deal constituyente lo que está en formación en estos países.
El New Deal constituyente se articula bajo el desarrollo de la democracia social al interior de cada
uno de los territorios nacionales y ante el descubrimiento y el sostenimiento de autonomías
instrumentales de cooperación entre naciona del sub-continente. Se organiza en torno a un
proyecto de superación de la dependencia, de estructuración de la interdependencia entre las
economías-mundo y los movimientos de liberación proletarios e indígenas, sobre la faz de la
tierra, y de un gobierno democrático de esta interdependencia.
El New Deal constituyente liquida las trágicas e infames tradiciones de la subordinación semi-
colonial, propia de las políticas gubernamentales latinoamericanas en la modernidad.
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En primer lugar contra el interclasismo paternalista de las elites nacional-desarrollistas, siempre
prontas a transformarse en dictadura autoritaria o militar, siempre contra el reconocimiento político
de las necesidades radicalmente transformadoras, de los deseos y de la fuerza de las clases
subalternas.
En tercer lugar, contra el nacionalismo ciego que se transformaba en la ilusión de poder gobernar
el desarrollo y la dialéctica de las relaciones de clase, independientemente de las relaciones
globales: imperialistas en la disciplina de la dependencia semi-colonial, imperiales hoy en el
régimen de control del capital financiero, militar y cultural mundializado.
El New Deal constituyente organiza la fuerza de las clases subalternas a fin de que se presenten
en la escena política, nacional e internacional, como multitudes –o sea, no como objetos de
representación sino como sujetos, como maquinas autónomas realmente predispuestas a un
nuevo pacto de gobierno para la transformación de las relaciones de producción y de las formas
de vida-en la transición global que el mundo esta viviendo.
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INCERTEZAS
Roma, 27/11/2003