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Nº 699, 28 de mayo del 2011

EL ESCRITOR ALONSO CUETO Y SU “NO A KEIKO “.


La esencia moral
Alonso Cueto

El gran tema de esta campaña, creo, es el


tema moral. Lo que cuenta en esta elección es
si la visión ética de la vida y por lo tanto del
gobierno, tiene alguna importancia para los
peruanos. En este contexto, muchos de quienes
han apoyado o apoyan la campaña de Keiko
Fujimori a la reelección han declarado de
diferentes modos que su valor es el de
oponerse a un candidato que amenaza el
sistema económico. Otro argumento a favor de
Fujimori es el recuerdo de las obras de
infraestructura que hizo su padre durante los
años noventa, lo que explica su popularidad en
algunas provincias. Sin embargo, el
autoritarismo, el abuso, los periodistas y
dirigentes sindicales asesinados, los múltiples
robos y actos de corrupción, no son para
muchos de estos votantes impedimentos u
objeciones, sino actos necesarios que se
implementaron durante una época de
emergencia (como si no fuera especialmente
condenable en tiempos de emergencia). El
tema moral los tiene sin cuidado mientras no
los amenace directamente.
La violencia de los ataques contra personas
como Mario Vargas Llosa y su hija Morgana, así
como contra periodistas honestos (sé que a
muchos de los que han atacado a Keiko, sus
jefes les han advertido que “no sean tan
“menos claros”), son un ejemplo más de que la
terrible lacra de la intolerancia y el
autoritarismo sigue campeando en el grupo de
muchos fujimoristas confesos. El peruano que
más ha hecho por vincular la política a la
decencia es Mario Vargas Llosa. Ha habido otros
muchos, tanto independientes como de diversos
partidos políticos. Es obvio que el legado de
todos ellos ha sido fructífero, como puede verse
en las marchas contra Fujimori en estos días.
Es obvio también que los ataques arteros desde
el poder que han sufrido personas como Vargas
Llosa son una señal de lo que pasaría si los
fujimoristas suben al gobierno.
Ese autoritarismo podría usarse para que la
pandilla de asesinos y ladrones del fujimorato
que purgan condena en prisión, salieran libres
de un modo gradual, antes de entrar a un
puesto de ese nuevo gobierno. Algunas
organizaciones independientes, de gran
probidad moral como el Idéele dirigido por
Ernesto de la Jara también estarían amenazadas
por un gobierno que recortaría las libertades de
pensamiento y de opinión en base a una
ideología estrecha, como la que ha mostrado
repetidas veces el candidato a la
vicepresidencia, Rafael Rey. Felizmente en los
últimos días movimientos como “Fujimori nunca
más” y otros han dado muestras militantes de
una cultura de la moralidad, que por otros lados
parece inexistente.
Para algunos los temas morales son meros
protocolos o asuntos nimios dentro del
gobierno. Nada más falso. Una Corte Suprema
sumisa a los designios de Montesinos como la
que hubo en los años noventa desalienta a los
inversionistas (que no ven un sistema judicial
que los ampare) tanto o más que el primer
programa de gobierno de Humala. Periodistas
que no informan o que informan bajo amenaza
o soborno como los que hubo en ese gobierno,
destruye la imagen de un país para el turismo.
Un gobierno que se hace conocido por sus
compras ilegales de armas genera desconfianza
entre los gobiernos de todo el mundo. Toda la
inmoralidad que rodea un régimen es un factor
económico esencial. No es casual que la
segunda mitad del gobierno de Fujimori fue de
recesión. El peligro de revivir ese autoritarismo
afectaría nuestra economía, es decir el bolsillo
que dicen defender quienes votan por Fujimori.
Si sale elegida Keiko, sabremos que en el Perú
un presidente puede dirigir un gobierno inmoral
y sin embargo, ver elegida a su hija, que afirma
que el suyo fue el mejor de la historia. Sería una
lección trágica para todos los peruanos.
Para medir el efecto económico de la
corrupción bastaría con calcular cómo habría
sido la historia del Perú sin la corrupción que la
ha acompañado siempre. No hay obstáculo más
grande al progreso económico y social que un
gobierno de ladrones. Y en el cálculo de nuestra
historia, ningún gobierno fue más corrupto que
el de la década del noventa. Tanto el poder
Judicial como las Fuezas Armadas como el
periodismo estaban a los pies del gobierno y de
su principal gestor, Vladimiro Montesinos.
Ollanta Humala, por otro lado, me parece
que ha mostrado progresos notables en su
comprensión de los verdaderos problemas
peruanos. Con un pasado que incluye intentos
de golpe y declaraciones a favor de la
estatización, su evolución me parece que ha
sido muy positiva y, de ser sincera, merecería
nuestra confianza. Me hubiera gustado sin
embargo que un candidato de credenciales
probadamente democráticas se enfrentara a
Fujimori en esta segunda vuelta.
Desgraciadamente, el comandante Humala no
ha tenido tiempo de mostrar todavía que sus
convicciones están del lado de su Hoja de Ruta
y no del de su Plan de Gobierno original. Su
todavía incipiente aprendizaje en las artes de la
simpatía política no lo ha hecho el mejor
candidato alternativo. Aún así, creo que
intervenciones como la suya en
Radioprogramas el sábado 28 lo acreditan como
un líder firme y moderado, si todo lo que dijo allí
responde a sus verdaderas intenciones. Sin
embargo, aún si perdiera la elección, el camino
recorrido hasta ahora lo vuelve una figura con
un enorme futuro. Esperemos que pueda
aprovechar el potencial que ha logrado.
¿Por qué un país con al menos una mitad
que votó por el centro político está en la
encrucijada de estos dos candidatos? Por la
falta de una cultura institucional. Como no hay
partidos políticos que aglutinen a personas en
torno a ideas, los tres candidatos del centro
formaron los suyos propios en torno a sus
personas. Los tres debieron discutir sus
diferencias al interior de un partido liberal que
debido a la pobreza de una cultura institucional
en el Perú, no existe. Mientras esa cultura
institucional no exista, estaremos a merced de
caudillos y dictadores como Fujimori. Si Keiko
gana la elección, tendrá plena validez la
pregunta que le oí hace poco a Augusto Álvarez
Rodrich: ¿Cómo justificamos ante el mundo que
metimos preso al padre y elegimos a su hija?
Sea cual sea el resultado, el primer acto del
próximo gobernante será acabar con la
violencia y la hostilidad de los ataques de esta
campaña, sin duda la más cruenta de los
últimos años, de parte de ambos lados. Creo
que será difícil pero el nuevo presidente podría
lograrlo. Este es un tema que no solo
corresponde dirigir a quien gane la elección sino
a quienes tendremos que aceptar sus
resultados, de no comprobarse ninguna
evidencia de fraude. De lo contrario, apenas se
sepan los resultados oficiales, la violencia
podría aumentar, algo absurdo para un país que
ha progresado tanto en los últimos diez años.

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