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ENTRE

VENEZUELA
Y COLOMBIA

Fronterizo
PABLO OJER
BIBLIOTECA CORPOZULIA

UNIVERSIDAD

CATOLICA

DEL TACHIRA

sumario
FONDO EDITORIAL
DEL ESTADO TACHIRA

COLECCION SUMARIO
Pablo Ojer

Sumario Fronterizo
entre
Venezuela y Colombia

MARACAIBO - SAN CRISTOBAL / 1983

Depósito Legal, If 83-0888


Portada / Cristina Prieto Impreso por Editorial Arte, Caracas
LA FRONTERA ENTRE VENEZUELA Y COLOMBIA UN PROCESO DE DEFORMACION TERRITORIAL

Si se compara el mapa actual de Venezuela por su costado occidental, desde los Monjes
hasta la Piedra de Cocuy, con el que la naturaleza —a juicio de un geógrafo estimado en los
dos países limítrofes: Agustín Codazzi— habría conformado para nuestro país, se recibe la
impresión de que unas poderosísimas fuerzas tectónicas le hubieran producido una colosal
mutilación.

Las frases del coronel, elevado por Nueva Granada, con justos títulos, a general, deben servir
de ineludible acicate para la reflexión:

"Las fronteras que la naturaleza parece haber destinado a Venezuela, no son las que le ha
trazado la política. Una serie de montañas que corren desde el río del Hacha se unen a las de
Ocaña y Pamplona, y van a enlazarse con la codillera oriental de los Andes Granadinos. La
continuación de esta cordillera hacia el sur, hasta el páramo de Aponte y el Seja en las
cabeceras del Guayabero, separa las aguas que van al río Magdalena de las que bajan al
Orinoco y lago de Maracaibo. Las crestas de estas montañas parecen indicadas por la
naturaleza para partir límites entre Venezuela y la Nueva-Granada; así como el curso total
del Esequibo formará por la parte opuesta una divisoria muy natural con la Guayana Inglesa.
Cerraríase este espacio del lado del Sur por los montes que, separando la hoya del Amazonas
de la del Orinoco, y corriendo hasta unirse con el páramo de Aponte, parecen llamados a fijar
las fronteras de Venezuela y del Brasil" \

Este sería a juicio de un geógrafo de indiscutible mérito como una especie de uti possidetis
naturae venezo-

ustín Codazzi, Resumen de la Geografía de Venezuela < Biblioteca Venezolana de Cultura, Caracas 1940), I, pp. 5-6.
5
lano. Pero no siendo el principio de los límites naturales el que rigió el proceso formativo de
la territorialidad venezolana en el período hispánico (1494-1810), habrá que dar un paso en
la reflexión nacional hacia la contemplación del mapa de nuestro país, cuando las provincias
de Maracaibo —de la que se desprendió en 1786 la Comandancia General de Barinas -—
Guayana, Nueva Andalucía o Cumaná, Trinidad y Margarita, quedaron subordinadas al
Capitán General de Venezuela en 1777. Este ordenamiento, lejos de sufrir modificaciones, se
perfeccionó dentro de una orientación integradora que abarcó todos los planos de la
administración: en el de la jurisdicción marítima, mediante el Real Corso (1781-85); en el
plano judicial, mediante la erección de la Real Audiencia de Caracas (1786); en el del
eclesiástico, por la elevación a Arzobispado de la diócesis de Caracas (1803), en los ramos
del comercio y afines, por la creación del Real Consulado (1793). El proceso de integración
alcanzó aun a niveles inferiores de la administración, como fue el caso de la ingeniería militar
(1784) pues tras la dispersión de los Comandantes de Ingenieros en cada una de las
provincias, a propuesta del Capitán General de Venezuela, se creó la Jefatura de todos los
ingenieros militares de su jurisdicción, cargo que al doblar el siglo recayó en el que había
sido Comandante de Guayana, Don Miguel Marmión2.

Sobre el proceso de integración, con énfasis en los factores marítimos tratamos en nuestra obra El Golfo de
Venezuela. Una síntesis histórica. Allí omitimos la integración eclesiástica, marginal a las cuestiones fronterizas,
pero, en cambio, destacamos una institución olvidada aun por quienes se ocupan de las que denominaríamos
integradoras: el Real Corso organizado entre 1781 y 1785 como continuación del de la Guipuzcoana (1728-
1780) del que el Gobernador de Caracas era juez conservador. La propuesta sobre la unificación de la
ingeniería militar la formuló el Capitán General Don Manuel González Torres de Navarra a D. José de Gálvez en
carta N9 176, Caracas 1-1-1784. AGI. Caracas 87. Al doblar el siglo vemos actuar como ingenieros auxiliares de
Marmión a Francisco Jacot, quien había representado al Gobernador de Maracaibo en la delimitación de
Sinamaica (1792) y a Casimiro Isaba. Expediente sobre la fortificación de Parauje (1800-1802). "Límites.
Límites marítimos. Guajira-Maracaibo", en Archivo Venezolano, el cual, habiendo sido presentado a título
devolutivo al árbitro español (1883), permaneció en Madrid hasta 1977. Hoy se halla en el archivo del MRE de
Caracas.
6
En ese lapso, definitivo tanto desde el punto de vista de la integración nacional, como de la
conformación del territorio venezolano (1777-1810), se produjeron dos hechos de disímiles
consecuencias: la incorporación de la Villa de San Bartolomé de Sinamaica en los diversos
planos administrativos: gubernativo, militar, judicial y eclesiástico, a Maracaibo y Venezuela
(1792-93), y la pérdida de Trinidad, ocupada por Gran Bretaña en 1797 y cedida por España
mediante el Tratado de Amiens (1802) 3. Digamos de paso que las deformaciones territoriales
sufridas por el país durante el proceso formativo de su territorio fueron las pérdidas de
Curazao (1634), de la isla de Granada (1650), de las Guayanas al Este del Esequibo (1648) y
de Trinidad (1797-802), debiendo advertir que no incluyo la pérdida de inmensos espacios
amazónicos a manos de los portugueses del Brasil porque el Tratado hispano-portugués de
1777, substitutivo del de 1750, aunque debidamente ratificado, como no fue ejecutado, no
surtió efectos jurídicos. Fue mediante el tratado de 1859 con el Imperio del Brasil como
Venezuela consumó la entrega de espacios amazónicos, en gran parte ocupados desde la
época colonial por los portugueses.

Pues bien, aun con tan funestas pérdidas de la época colonial, el territorio venezolano
presentaba en 1810 las siguientes características:

Sobre Jacot, a quien califica de autor del primer proyecto de carretera Caracas-Litoral, y precursor de la de
Occidente, así como sobre Isava o Isaba, véase Eduardo Arcila Farías, Historia de la ingeniería en Venezuela
(Colegio de Ingenieros de Venezuela, Caracas 1921) 2vs. Véase también: Raúl Tomás López Rivero,
Fortificaciones de Maracaibo Siglos XVII y XVIII (Universidad del Zulia. Dirección de Cultura. Maracaibo 1968).
bre la incorporación gubernativa, no territorial, de Sinamaica en 1792, tratamos en varias partes de El Golfo de
Venezuela, pues de la incorrecta interpretación del hecho se derivó la tan comentada línea de los Mogotes de
los Frailes, impuesta por el laudo español de la Guajira. Copia de la capitulación de Trinidad, fechada en
Puerto España el 18-2-1797, certificada por el Capitán General Pedro Carbonell con carta de éste al Príncipe
de la Paz, Caracas 14-3-1797. AGI. Estado 67, Np 9. Fue aducida por Venezuela en la disputa sobre la isla de
Patos. MRE. Gran Bretaña 1940. Exp. 87, donde se halla una copia.
7
a) Una marcada orientación marítima bifronte —a la manera de la cabeza de Jano— que iba
desde el Esequibo hasta cubrir la mayor parte de la Guajira, por el Oeste del Cabo de la Vela
hasta una distancia aproximada de 44 kilómetros del Río de la Hacha. Cónsono con esa
orientación marítima, desde 1525 (creación de la Gobernación de Margarita) y 1528
(creación de la provincia de Venezuela), además de la masa continental avanzaba el
territorio mar adentro, desde su rosario de islas que iban desde los Monjes hasta los
Testigos. Dentro de esa área, como partes integrantes indispensables, se incluían el que no
me explico cómo no se ha denominado Mar de Venezuela, pues lo es si apenas se excluye la
anomalía de las tres antillas holandesas, geopolíticamente vinculadas a nuestro país, y el
Golfo de Venezuela, el cual, como quiera que mantiene la comunicación marítima constante
con el mal llamado Lago de Maracaibo, forma con éste una unidad impresionante.

Dentro de esta visión marítima de Venezuela, se ha de entender el fracaso de todo intento de


aproximación al Golfo y Mar de Venezuela, por parte de las jurisdicciones a ellos
occidentales, lo mismo las menores, como la provincia de Santa Marta, y después la ciudad
de Riohacha, que las mayores: Audiencia y Virreinato con base en Bogotá. Los más
significativos intentos realizados desde la actual capital colombiana fueron: la incorporación
de la ciudad de Maracaibo, eminentemente marítima, a la provincia andina de Mérida y La
Grita dependiente de la audiencia de Santa Fe (1676), y el intento sostenido entre 1772 y
1776 por dominar la Guajira. El fracaso del primero fue tal, que no sólo la ciudad de
Maracaibo, sino toda la provincia andino-marítima se le desprendió para incorporarse a
Venezuela en 1777. El segundo, muy relacionado con la pérdida de la provincia de Maracaibo
que le permitía acometer el sometimiento de la Guajira por sus dos flancos, oriental y
occidental, culminó con la transferencia de Sinamaica, y el repliegue a la estricta ciudad de
Riohacha, incapaz de dominar ni siquiera su territorio municipal constante de ocho leguas
por cada lado, según Cédula de 1547, repetidas veces reiterada en las tres décadas
siguientes. Es muy significativa la des

8
cripción que hace de Riohacha el penúltimo de los virreyes anteriores a la Independencia:
Don Pedro de Mendinueta y Muzquiz, en 1803, quien señala cómo al Este de Santa Marta
"está la ciudad marítima de Rio- hacha que es el primer establecimiento y población de este
Reino por el orden local, empezando por la parte de Barlovento. Esta posición le daría sin
duda ventaja para situar allí un apostadero de guardacostas, pero es una plaza abierta, sin
defensa y poca proporción de facilitársela, lo que con otros inconvenientes desvanécese esta
idea. La ciudad es pequeña, miserable, y no está fortificada... La ciudad de Riohacha nunca
ha sido de importancia, pero se mereció en otros tiempos alguna consideración por la
pesquería de las perlas que en ella se iba á hacer en el Cabo de la Vela. Esto se ha con cluido
sin esperanza de restablecimiento, y nada se hubiera perdido en abandonar la población si
no fuera para hacer frente a los Indios Guajiros no domados, y mantener ese punto en que se
contengan" 4.

El repliegue del Virreinato mediterráneo y sabanero, en contraste con la consolidación de la


orientación marítima de Venezuela en el lapso final del período formativo de la territorialidad
(1792-1810) merece mayor atención de los estudiosos que el que hasta ahora ha tenido.

Resulta tan impresionante la constante de la vocación marítima venezolana que si en el siglo


XVI, Diego Sánchez de Sotomayor proponía que las galeras guardacostas, teniendo como
base a Cumaná, debían cubrir hasta el Cabo de la Vela5, en 1728, en el contrato de la Real
Compañía de Caracas, más conocida como Guipuzcoana, a pesar de que las actividades
comerciales de esta empresa se restringían a la provincia de Venezuela,

El fragmento lo tomamos de la carta inédita de Estanislao Vergara al Presidente de Nueva Granada, Francisco
de Paula Santander, en Bogotá 28-3-1833- Instituto de Investigaciones Históricas. UCAB (Caracas), sobre la que
enseguida tratamos en el texto. La parte que subrayamos, también en Contestación de Venezuela al Alegato de
Colombia (1884) reproduc. como N9 5 de la Colección "Fronteras" (MRE. Caracas 1979), pp. 411- 412.
5. "Relasión para la Magestad Real del rey Don Philipe nuestro
señor de la costa de tierra firme..." fechada en Santo Domingo
24-2-1758, capítulo 37. AGI. Pat. 259 r. 69.
9
mientras la de Maracaibo dependía de la Audiencia de Santa Fe, se le obligó a la vigilancia de
las costas y lucha contra los contrabandistas en el amplio litoral que se extiende desde el
Orinoco hasta el Río de la Hacha 6. Igualmente, cuando fue erigido el segundo Virreinato de
Santa Fe (1739), entidad política superior creada bajo miras eminentemente militares con
ocasión de la guerra con Inglaterra, consciente el Soberano español de las condiciones
mediterráneas y continentales de Bogotá, creó simultáneamente, y dentro de esa unidad
político- administrativa, tres comandancias marítimas que recayeron en el Gobernador-
Presidente de la Audiencia de Panamá, el Gobernador de Cartagena y el de Caracas, bajo
cuya subordinación en materia de lucha contra el "comercio ilícito" y en defensa de las
costas, se colocaron las provincias de "Maracaibo, Cumaná y Guayana, Río Orinoco, Trinidad
y Margarita" 7.

Cómo era de firme, por lo ajustada a las realidades, la interpretación de la orientación


marítima de Venezuela por el soberano español, se puso de manifiesto cuando al separar a
las provincias del Virreinato de Santa Fe, desde cuya capital sabanera, separada de las
costas por imponentes cordilleras, no se podía gobernar, con todo, mantuvo, aun contra los
deseos del gobernador de Caracas, Don Gabriel Zuloaga, esa comandancia marítima sobre
las provincias antes señaladas, las cuales siguieron

Capítulo I de la contrata inserta en la Real Cédula de creación de la Compañía, fechada en Madrid 28-9-1728.
Blanco-Azpú- rua, Documentos para la historia de la vida pública del Libertador, I, p. 63 (Caracas 1875). El cap. VII
dispone que "el gobernador que es, o fuere, de Caracas" sea el Juez Conservador para el conocimiento y
determinación de las presas. Id. p. 66.
Real céd. de restablecimiento del Virreinato dirigida al Presidente y Oidores de Santa Fe, fechada en San
Ildefonso 20-8- 1739- Justo Zaragoza, Documentos Justificativos de la Memo
obre la Península de la Guajira en la cuestión de límites entre las Repúblicas de Colombia y Venezuela, Madrid 20-6- 188, N9
58. Expediente del laudo (Archivo del Palacio Santa
Madrid). En la céd. de información sobre el restablecimiento del Virreinato, despachada en la misma fecha, no
se contiene lo relativo a las tres Comandancias. Véase la dirigida a los Oficiales de la Real Hacienda en
Guayaquil, en Contestación, pp. 427-428.
10
dependientes de la alta autoridad santafereña en las otras materias gubernativas y
militares 8.

Fueron las especiales condiciones marítimas de la provincia de Venezuela las que influyeron,
como factor primordial, en la agrupación de aquellas mismas provincias en los ramos
específicos de su jurisdicción bajo la Real Intendencia de Caracas (1776) la Capitanía General
(1777), la Audiencia (1786) y el Consulado (1793). Mientras que al Real Corso, establecido
tras la extensión a Venezuela de la política de libre comercio y liquidación del monopolio
comercial de la Guipuzcoana, en el lapso 1781-85, se le adjudicaba como jurisdicción hasta el
Cabo de la Vela, al de Cartagena se le asignaba la vigilancia y protección desde ese
accidente geográfico hasta Chagres 9.

El contraste que presenta Nueva Granada es tan impresionante, que, mientras en el caso
venezolano todos los ramos de la administración terminaron por concentrarse en Caracas, en
el Virreinato se produjo la bipolaridad entre Bogotá y Cartagena: en la primera se centra lizó
todo lo relativo a lo gubernativo, militar y judicial; en la segunda, los ramos del Comercio,
mediante la creación del Real Consulado, y de la defensa litoral, por la aún más tardía
organización del Corso, a imagen y semejanza del de Caracas. Pero, mientras en Venezuela,
las provincias terminaron por subordinarse con la docilidad propia del reconocimiento de que
las instituciones respondían a la realidad de que desde Caracas se podía gobernarlas, en el
Virreinato se manifestaron serias resistencias a admitir la jurisdicción del Consulado de
Cartagena. En 1804 se levantaba un expediente en Bogotá promovido por los propios
cabildantes encabezados por Don Antonio de Uricoechea para pedir que se establecieran el
Consulado en su ciudad, alegando que el de Cartagena "en diez años de actuación no ha
sabido cumplir con los fines de su fundación, sin duda por desconocer los problemas del
comercio interior". Asimismo

Real céd. en Buen Retiro 12-2-1742. AGI. Santa Fe 385. En Blanco-Azpúrua, Documentos, I, pp. 55-57. También en
Títulos de Venezuela en sus Límites con Colombia (1876) II, p. 1-4, reproduc. en Colección "Fronteras" N9 1 (MRE.
Caracas 1979).
9. Véase El Golfo de Venezuela, 10.7 y 10.8.
11
El apoderado del comercio de la provincia de Antioquia, Don José María Camacho, exigía al
año siguiente la separación de la provincia del Consulado de Cartagena y su agregación a
Santa Fe en los ramos específicos, petición que contó con el voto favorable del Virrey 10.

La inconexión entre el centro político del Virreinato y su contorno, se sufría cuando surgía
algún conflicto bélico, hasta el punto de que los Virreyes tenían que trasladarse de Bogotá a
Cartagena para dirigir la defensa de su territorio. El impresionante viaje por la cordillera al
Magdalena, y aguas abajo de este río, requería más tiempo para cubrir el trayecto que desde
Cádiz.

El primer geopolítico colombiano, General Julio Londoño, bien observaba hace años que
debido a la preferencia neogranadina por los caminos de la cordillera sobre los del mar, se
concentró la población principal del país en el trayecto de Bogotá a Quito, por la ruta de
Neiva y Popayán, en vez de buscar la comunicación por el Pacífico: "A lo largo de la vía
terrestre aparecen primero las posadas que señalan las etapas equidistantes unas ocho
leguas unas de otras, por medio normal de una muía. Poco a poco las posadas se convierten
en caseríos, y luego las poblaciones, que a medida que aparecen mejores comodidades,
afirman el empleo del camino y hacen que cada día se piense menos en el mar". Si a ello se
agrega, sigue observando Londoño, la influencia del clima, se explica que la población
colombiana se agrupó sobre los Andes hasta el extremo de que aun hoy 9/10 partes de los
colombianos se concentran en 150.000 kms2, es decir, en 1/8 de la superficie del país u.

El Virreinato, pues, mediterráneo, andino, inconexo respecto del litoral, replegado en la costa
norte a la estricta Riohacha, la cual estaba constantemente asediada por los guajiros quienes
llegaban armados hasta la orilla misma del río, contrastaba con una Capitanía General, como
la de Venezuela, con su secular vocación marítima, con límites territoriales que avanzaban
hacia Alta Mar

En José María Ots Capdequí, Las Instituciones del Nuevo Reino de Granada al tiempo de la Independencia (C.S.I.C. Madrid
1958), pp. 214-215.
Julio Loñdoño, La influencia de la geografía en la historia de Colombia. Discurso de incorporación a la Acad. Col. de
Historia el 23-10-1956 (B.H.A., XLIII, pp. 574-592).
12
desde la hilera de islas que le servían de antemural. El Golfo de Venezuela no sólo era
íntegramente venezolano, sino que formaba parte de un contexto marítimo superior en
extensión y profundidad.

Una nítida precisión demarcadora del terreno municipal de Sinamaica, el cual no terminaba
en la línea de las altas cumbres, ni en la del divorcio de aguas de Montes de Oca, sino que,
rebasando la otra vertiente, la occidental, llegaba hasta sus términos por el lado del Valle de
Upar. No se trataba de límites interprovinciales los que fueron acordados entre el
representante de Riohacha y el de Maracaibo, según el acta por ellos firmada en Sinamaica
el 1 de agosto de 1792, sino de los linderos municipales de la villa, como consecuencia de
que, cuando fue fundada en 1774 no se le había señalado su terreno propio. Creemos que
esta deficiencia se debió a dos causas: la primera, porque la situación de guerra con los
indios no daba tiempo a menesteres topográficos; y segunda, por la reclamación presentada
por Maracaibo, cuando Sinamaica dependía en lo gubernativo-militar de Riohacha, de que
estaba fundada en terrenos que le pertenecían de tiempos inmemoriales 12.

A partir de la Sierra de Perijá y Motilones, esta cadena montañosa se impuso sobre toda
disputa entre las jurisdicciones por el dominio de los especios, así como el Río Táchira, a
pesar de que la jurisdicción de San Cristóbal lo desbordó al occidente mediante el régimen
de encomiendas hasta fines del siglo XVII 13, sirvió de indiscutible lindero con el municipio de
Pam-

Sobre la transferencia gubernativa de Sinamaica a Maracaibo, y la delimitación del terreno municipal de esa
villa, véase El Golfo de Venezuela 7.4 y ss. La reclamación de Maracaibo, cuando Sinamaica dependía de
Riohacha, en id. 13.18.1.
La erección de las parroquias del Rosario y San José de Cú- cuta es de finales del siglo XVIII. En el XVII no se
extendía hasta allí la jurisdicción de Pamplona, dependiente a su vez del corregimiento de Tunja, sino la de
San Cristóbal. En un comienzo la vinculación de la margen occidental del río a Pamplona se hizo mediante la
concesión de encomienda sobre los indios al vecino de esa ciudad José de Araque (1660), lo cual,
evidentemente no introducía cambio en la jurisdicción territorial de San Cristóbal. Reales Céds. al Arzobispo
de Sta. Fe, Madrid 12-9-63, y al Gobernador y Capitán General de la provincia de Mérida y La Grita, en la
misma fecha. AGI. Sta. Fe 540, ff. 123-124; 125 v.
13
plona, originalmente del corregimiento de Tunja. El gobierno de San Faustino, surgido
indiscutiblemente en el seno de la provincia de Mérida y La Grita, y extendido al Este del Río
Táchira, no constituye anomalía alguna territorial, pues no pasó de ser un enclave
gubernativo en la mencionada provincia después llamada de Maracaibo. El escaso
conocimiento de las instituciones españolas fue causa de la errada interpretación que se dio
a la peculiar e interesantísima situación de ese gobierno precario 15.

d) A partir de la cabecera del Río Táchira se entraba en un corto trayecto, algo impreciso, en
cuanto se refiere a la divisoria entre las jurisdicciones de San Cristóbal y Pamplona; pero si
algo resulta de claridad meridiana es que, tanto el Sarare, como el Oirá, pertenecían en toda
su integridad a la provincia de Mérida y La Grita de la que formaban parte, lo mismo San
Cristóbal que Barinas y Pedraza. Esa territorialidad no la modificó la Real Cédula de erección
de la Comandancia General de Barinas (1786), pues hasta las Barrancas del Sarare el lindero
de esa nueva entidad iba por la divisoria antigua entre San Cristóbal y Barinas. Desde

4. Podríamos acumular textos de neogranadinos sobre que el río Táchira separaba las jurisdicciones del
Virreinato y la Capitanía General de Venezuela, desde el Cabildo eclesiástico de Bogotá hasta Caldas, mas no
podemos omitir el del Arzobispo-Virrey, Don Antonio Caballero y Góngora, testimonio de especial
significación, no sólo por su cargo, sino porque habiendo emitido título de Gobernador de San Faustino, ello
revela que entendía que este hecho era irrelevante para la cuestión territorial. Títulos, II, p. 212.
El gobierno de San Faustino tiene su origen en la conducta de Capitán a guerra que extendió a Antonio de los
Ríos Jimeno el gobernador de Mérida y La Grita en 1635, la cual fue incorporada a la capitulación de aquél con
la Audiencia de Santa Fe (1636) y confirmada con ésta por el Rey en 1640. Por todos esos textos
fundamentales se aprecia que la entidad surge en el territorio de la provincia de Mérida y La Grita, después
llamada de Maracaibo, sin límites propios, mas con autonomía gubernativa respecto de la provincia matriz.
Conducta, capitulación y aprobación en AGI. Sta. Fe 540, lib. 1. Se incorporó al Virreinato como parte de la
provincia de Maracaibo, y ello explica que ni la cédula de erección de aquella entidad superior (1717), ni la de
su restablecimiento (1739) mencionaran al gobierno de San Faustino, y sí a la provincia de Maracaibo.
14
las Barrancas del Sarare, la mencionada real disposición de 1786 le trazó a la Comandancia
General llanera nna divisoria astronómica constituida por una recta que cortaba el Arauca en
un punto situado al oeste de la villa de ese nombre (hoy colombiana), y seguía, llano
traviesa, a terminar en un punto que los diputados de Caracas habían fijado en 1778 sobre el
Meta al Oeste de la confluencia del Casanare. La propuesta de la ciudad de Barinas para que
el trazado de su lindero desde el Meta al Sarare fuera por el Lipa, no prosperó, de manera
que la territorialidad venezolana en la zona llanera quedó como la había dejado la cédula de
erección de la (Comandancia de Barinas. Era una línea que, vista en su globalidad, asignaba
a la Capitanía General en su integridad ríos hoy compartidos con Colombia como el Oirá, el
Sarare, el Capanaparo y el Cinaruco, amén de dejarle en casi todo su trayecto el Arauca
vibrador16.

e) En el último espacio —inmenso en su extensión, transcendental por su importancia


geoeconómica futura, y crítico como zona de convergencia de varias naciones
hispanoamericanas— se hallaban suficientemente determinados dos extremos: el punto
fijado por los Diputados de Caracas sobre el Meta, el cual, como hemos dicho, se hallaba al
oeste de la confluencia del Casanare, acogido por la cédula de 1786, y la boca más
occidental del Yapurá o Caquetá, que en la interpretación española, era el Apaporis,
determinada por el tratado hispano-por- lugués de San Ildefonso del l9 de octubre de 1777, o
sea, a menos de un mes de la incorporación de las provincias a la Capitanía General de
Venezuela

Los elementos fundamentales de la territorialidad en esos espacios eran: 1) el dominio de


ambas márgenes del Meta, desde la confluencia del Casanare hasta el Orinoco; 2) la
continuación de ese dominio fluvial no

La Real céd. de erección de la Comandancia General de Barinas fechada en El Pardo 15-2-1786 en Títulos, II, pp.
276- 279. Ampliamente tratamos sobre la materia en La década fundamental, cap. 7.
17. Los tratados hispano-portugueses de 1750 y 1777 en Títulos, l, pp. 14-25 y 27-38, respectivamente. La
documentación sobre que la línea del Yapurá cubría a la provincia de Guayana, en Contestación, pp. 458-486.
Estudiamos el tema en La década fundamental, caps. 8 y 11.
15
sólo en la dirección de los paralelos hacia el Mar, sino en la de los meridianos, en
profundidad, hasta la cuenca amazónica, por la que no me fatigaré en calificar do medula
fluvial venezolana formada por el Orinoco, Alabapo, Guainía y Negro; 3) dotaba al país de
una inmensa base amazónica.

En contraste, el Virreinato, fiel a la orientación andina que el propio Londoño subraya como
constante histórica de Colombia hasta nuestros días, mantenía sus extremas jurisdicciones,
por cierto de vida muy precaria, adosadas a la cordillera Oriental. Tales eran: San Juan de los
Llanos, San Martín del Puerto del Ariari, Santiago de las Atalayas. La jurisdicción más
avanzada por el sur era la de Popayán y sus misiones de Sucumbíos o Río San Miguel,
afluente del Putumayo. La gran base amazónica que tradicionalmente tuvo con los gobiernos
de Mainas y Quijos, dependencias propiamente tales, de la Audiencia de Quito (hoy Ecuador),
le fue substraída por disposición expresa del soberano, en virtud de la Real Cédula dada en
Madrid a 15 de julio de 1802, por la que aquellos dos gobiernos —exceptuado el pueblo de
Papallacta, distante cinco leguas de Quito— fueron transferidos al Virreinato de Lima, o sea,
incorporados al Perú. Ese hecho se produjo a propuesta de uno de los funcionarios españoles
que mejor conocían los problemas amazónicos, Don Francisco Requena, Gobernador de
Mainas, y Primer Comisario español de la 4ta. División encargada de la ejecución del Tratado
de límites de 1777, quien consideraba que esos espacios amazónicos no se podían defender
desde Bogotá como desde Lima. El soberano sometió durante años la propuesta a serias y
graves consultas, antes de cercenar al Virreinato de Santa Fe, y a la Audiencia de Quito, de
sus gobiernos amazónicos. Huelga subrayar que, de no haberse producido ese cédula, la
base amazónica venezolana habría limitado por el oeste, no con Colombia, sino con
Ecuador18. Pero de atribuirle —como es mi criterio perso-

Los colombianos que tratan las cuestiones fronterizas, desde Francisco Andrade S., Demarcación de las Fronteras
de Colombia (H.E.C., II, XII, Bogotá 1965), hasta José Joaquín Caicedo Castilla, Historia Diplomática (H.E.C., XVII,
Bogotá 1974), no pudiendo negar la célebre cédula, persisten en los intentos de los diplomáticos de su país
(v.g. en la Con
16
nal— plenos efectos en materia territorial, Venezuela, al oeste de la boca más occidental del
Yapurá o Caquetá (término de la provincia de Guayana) limitaba con el Perú y su gobierno de
Mainas 19 .

Volviendo a la visión panorámica de la deformación de la territorialidad venezolana, diríamos


que sus aspectos fundamentales son:

a) A contrapelo del proceso histórico del siglo XVIII, y principios del XIX, que condujo a la
confirmación del ordenamiento primitivo del siglo XVI con el dominio pleno, exclusivo, del
Golfo de su nombre por Venezuela, se ha traído a Colombia a donde nunca tuvo carácter

encia tripartita de Lima de 1894) por negarle relevancia en materia territorial. Caicedo Castilla llega a concebir a Mainas y
Quijos (exceptuado Papallacta), tras la ejecución de la cédula, como un gigantesco enclave gubernativo en el territorio del
Virreinato de Nueva Granada. En ese caso —por mil razones inaceptable— el territorio correspondería a la Presidencia de
Quito (Ecuador).
19. En documento cuya copia lleva la firma del Ministro de Re-
laciones Exteriores de la Gran Colombia, Don Pedro Gual,
informaba Miguel Bello al Intendente Don José Félix Valdi-
vieso en comunicación fechada en Quito el 21-9-1824: "La
Provincia de Mainas, cuando se halló sujeta al antiguo Vi-
rreinato de Santa Fe, sus límites eran los siguientes: Por el
río Guayaga, por la parte Sur, por la laguna, era el término
de la Parroquia de Yurimaguas. Por el río Marañón, la Pa-
rroquia de Santiago, situada a los pies de Pongos de Manse-
rique. Por el río Pastasa, la parroquia de Andoas. Por el río
de Ñapo la parroquia de Capocuy. Navegando para el Pará,
la frontera nombrada Camuchero, con la de Tabatinga de los
Portugueses. Bajo estos límites se agregó al Virreinato de
Lima con la parroquia de Quijos que su término para esta
ciudad es la parroquia de Papallacta, cinco leguas distante
de esta Capital. Esta es la razón que puedo dar a V.S. en
contestación a la nota que se ha servido pasarme V.S. con
fecha 18 del corriente. Dios guarde a V.S. Miguel Bello". Ori-
ginal, propiedad del autor.
Olvidaba el funcionaiio de la Gran Colombia que Tabatinga era
una usurpación portuguesa en la margen norte del Marañón
que debían entregar a España, como territorio de Mainas, en
virtud del Tratado de 1777, pero se resistieron a cumplirlo
exigiendo que España les traspasara San Carlos y San Agus-
tín de Río Negro, pueblos pertenecientes a la provincia de
Cup.yana, que se extendía hasta la boca más occidental del
Yapurá o Caquetá. En otras palabras, los portugueses con Ta-
batinga (hoy brasileña, junto al Trapecio Amazónico colom-
biano) se interpusieron entre las provincias españolas de
Mainas y de Guayana.
17
permanente la presencia del Virreinato; cuando la logró ine en razón de que dependía de
Bogotá la poderosa provincia de Maracaibo, y definitivamente tuvo que replegarse de él y de
la Guajira hasta el terreno municipal de Riohacha, fijado y confirmado repetidas veces en
ocho leguas por cada lado, es decir sólo unos 44 kilómetros. Este ha sido el origen de
múltiples problemas, hoy agrandados por la eventual localización de depósitos de petróleo
en el lecho marino de esa área.

Se escogió un Río de Oro, a conciencia de que no lo era pues sabían que se trataba del
Intermedio o Duda, y se dio al trazado de la frontera dos direcciones rectas: Río de Oro-Tres
Bocas-Boca del Río de La Grita, semillero de interminables problemas de demarcación.

Además del acceso al Golfo (punto a), y de la aproximación al llamado Lago de Maracaibo por
los ríos Zulia-Catatumbo, se le dio a Colombia una penetración en la zona poblada de
Venezuela, mediante la asignación del territorio de San Faustino convirtiendo el que
constituía una anomalía gubernativa en enclave territorial al este del Río Táchira.

No se tomó en cuenta la jurisdicción de San Cristóbal, sino que se atuvieron exclusivamente,


y mediante desorbitada interpretación, a la jurisdicción de Barinas según la Cédula de 1786.
En consecuencia: 1) Se llevó la frontera por el Oirá siendo así que este río pertenecía a la
provincia de Mérida y La Grita; 2) se sustituyeron las Barrancas del Río Sarare (lugar típico
de curso superior) con el Desparramadero, fenómeno característico de curso inferior; 3) en
vez de cortar al Arauca en un punto al Oeste de la villa de ese nombre, se llevó la frontera a
lo largo del río, convirtiendo la recta del título primitivo en una extraña combinación de recta
y dirección irregular como el curso del río, el cual, por su condición de llanero, está expuesto
a continuos cambios; 4) escogieron como término de llegada al Meta un supuesto
Apostadero, desconocido antes de 1810, en vez de llevarla a un punto situado al oeste de la
confluencia del Casanare en el Meta. La consecuencia inmediata del trazado, es obligar a
Venezuela a compartir sus ríos Capanaparo y Cinaruco con Colombia, mientras se deja a ésta
la boca del Casanare.

18
e) Con el acceso de Colombia al Golfo de Venezuela, su aproximación al llamado Lago de
Maracaibo, y su penetración en la zona poblada de Venezuela (puntos a, b, c), donde se
produjo mayor deformación de la territorialidad tanto en extensión, como en trascendencia,
fue al Sur del Meta: 1) se le permitió compartir con Venezuela el curso inferior de ese río
desde los llamados Apostaderos basta su confluencia en el Orinoco, terreno donde venían
convergiendo las tres direcciones expansivas, en cuanto a ocupación de espacios indígenas,
de las provincias de Maracaibo (jurisdicción de Barinas), Venezuela o Caracas y Guayana.
Ninguna de las jurisdicciones de Nueva Granada: ni Pore, ni Santa Rosa de Chire, ni Santiago
de las Atalayas —mucho menos San Martín del Puerto y San Juan de los Llanos —tuvieron
algo que ver con el ángulo comprendido entre la margen meridional del Meta y la occidental
del Orinoco; 2) Se trajo a Colombia, cuyo pueblo más próximo fue San Miguel del Macuco
(cerca del actual Orocué) y que apenas si avanzó unos kilómetros a fines del siglo XVIII con
Santa Rosalía de Cabapune (1794) en un avance superior a todas las líneas Schomburgk en
la Guayana Esequiba, hasta el Orinoco, Atabapo, Guianía y Negro;
Se partió en sentido longitudinal la que denomino médula fluvial venezolana: la formada por
esos cuatro ríos, poblada a ambos lados por la Guayana venezolana;

toda la base amazónica venezolana, desde Río Negro al Caquetá, fue transferida a Colombia,
y ello, a pesar de que el Soberano, habiendo reconocido que Nueva Granada no podía
defender su provincia meridional amazónica, constituida por Mainas, frente a la expansión
brasileña, la traspasó al Perú en 1802.

Tan gigantesca deformación territorial, la cual interesó partes vitales de Venezuela, no se


produjo como resultado de una guerra de conquista victoriosa de un rival que exigiera la
rendición sin condiciones, sino mediante un doloroso proceso de laudos, tratados,
convenciones y actos de demarcación.

Tratando, apenas, de introducir a los lectores en el análisis personal de la documentación


básica, me permito agrupar el estudio en los siguientes capítulos:

19
I
LA ETAPA PREVIA AL ARBITRAMENTO ESPAÑOL

Todo estudio de la controversia, en la etapa que ahora nos ocupa, debería comenzar con el
análisis de una pieza de ejemplaridad histórica: la resolución del Congreso Constituyente de
Valencia del 23 de junio de 1830, por la que el órgano legislativo de la República rechazó el
ofrecimiento de la provincia neogranadina de Casanare de incorporación a Venezuela. "Todos
se han convencido —expresa el documento— y confiesan la grande utilidad que resultaría a
nuestro Estado de tan oportuna agregación". Sin embargo, por razones de moral
internacional, tras una argumentación "aere peremnius", más duradera que el bronce",
Venezuela no sólo dio acogida a la solicitud casanareña, sino que se ofreció para mediar con
el gobierno central de Bogotá, a fin de que los secesionistas no sufrieran las consecuencias
de su imprudente movimiento20 .

Resolución firmada por el Presidente del Congreso, Andrés Narvarte, Cuerpo de Leyes de Venezuela (Caracas.
Imp. de Valentín Espinal, Edic. Oficial 1841), pp. 19-20.
Conviene resaltar que Casanare tenía una vinculación comercial más estrecha con la antigua Provincia de
Barinas que con el Nuevo Reino de Granada, cuya población se resistía a establecerse en el llano. A los 26
años de la resolución del Congreso de Valencia, informó Codazzi al gobierno de Bogotá que sólo quedaban en
la provincia de Casanare 30 familias de las antiguas casanareñas para una población total de 17.000
habitantes compuesta, además de indios, por "algunos socorra- nos" y muchos venezolanos, es decir, llaneros
de las sabanas de aquel país, acostumbrados a casi un mismo grado de calor y dedicados exclusivamente a la
cría del ganado". "Comisión Corográfica. Informe sobre la provincia de Casanare" (Bogotá 28-3-1856) en
Codazzi, Jeografía Física I Política de las Provincias de la Nueva Granada. . .Segunda Parte: Informes (Publicación del
Banco de la República, Bogotá 1959), p. 378. O sea que Venezuela, disponiendo de una base para darle a la
cuestión del Casanare una solución a la manera del caso Texas, tuvo la gallardía de rechazar la petición.
21
El gesto venezolano resulta tanto más meritorio cuanto que la villa de Arauca que
expresamente se sumó a la petición de los secesionistas de Pore, Chire y demás pueblos
llaneros, había sido objeto de controversia a finales del régimen español 21, y de cuya
importancia estratégica, por dominar el Paso Real de los Casanares en el Arauca, no cabía
discusión.

Visto el gesto venezolano con perspectiva histórica, contrasta con la actitud de dirigentes
neogranadinos de primera fila, apenas pasado un cuarto de siglo, cuando, según informó el
plenipotenciario venezolano, General Carlos Luis Castelli, a su gobierno, hablaban
públicamente "de la necesidad de anexar a su territorio la provincia de Maracaibo y parte de
la de Mérida". Y acordándose de la resolución del Congreso Constituyente de Valencia sobre
Casanare, citaba el mismo plenipotenciario que cuando en 1848 sufrió el General Páez, en la
contienda civil de ese año la derrota de los Araguatos, el Presidente de Nueva Granada,
Tomás Cipriano de Mosquera manifestó sin rebozo que se debía aprovechar la situación para
mandar dos mil hombres a Riohacha con el objeto de proceder a la ocupación de Maracaibo 22 .

En Tomás Cipriano de Mosquera se convirtió en una obsesión la idea de incorporar a Nueva


Granada la provincia de Maracaibo, de lo cual, como General en Jefe de su país hablaba
públicamente en 1855, haciéndose eco del resquemor que conservaron los neogranadinos
por la agregación de aquella provincia a la Capitanía General de Venezuela, medida cuya
iniciativa atribuyeron equivocadamente al que calificaron de "funesto Virrey", Manuel Antonio
Flórez23.

1. Carta del Gobernador de Casanare, Manuel de Villavicencio, al Comandante de Barinas, Pore, 7-1-1789
solicitando un encuentro para tratar de la entrega de la villa en ejecución de la céd. de 1786. Negociación de
límites entre los Estados Unidos de Venezuela y los Estados Unidos de Colombia en 1874 y 1875. Apéndice, pp. XLVU-XLVIU
(1875) reproduc. en Colección "Fronteras" N9 3 (MRE. Caracas 1979).
Documentos en copias fotostáticas en el Archivo de la Dirección de Fronteras del MRE de Caracas. Serie 10, tomo IV, vol. 2,
pp. 228 y 271 ss.
La equivocada versión de que el Virrey Flórez promovió la segregación de la provincia de Maracaibo, y su
incorporación a Venezuela, se halla en Historia de la Revolución de la
22
Desde luego, que ni como político, ni como autor, fue Mosquera un dechado de honradez,
hasta el punto de que inventó una Real Cédula de 1740 según la cual el soberano español
habría dado al Virreinato los límites que aquél habría deseado para la Nueva Granada
independiente 24 .

Volviendo a la resolución sobre la propuesta de agregación de Casanare, señalemos que fue


ésta el origen de las negociaciones venezolano-granadinas sobre la cuestión de límites,
problema que surgió tres años después dentro de un contexto más amplio en el que se
incluyeron lo mismo lo relacionado con el reparto de la deuda heredada de la Gran Colombia,
como consecuencia de su disolución en 1830, que el tratado de amistad, comercio y
navegación.

En materia de límites, los dos países habían proclamado como norma el principio bolivariano
del uti possidetis juris25 , Venezuela en su Constitución de 1830 y Nueva Granada en la suya
de 1832. La ausencia de preocupaciones fronterizas durante la corta existencia de la Gran
Colombia (1819-1830), por sobre los efectos destructores que la heroica guerra de
Independencia tuvo en sus archivos, repercutió desfavorablemente en Venezuela en cuanto a
la recopilación de sus títulos histórico-jurídicos, de manera que, cuando en vísperas de sus
negociaciones con Nueva Granada hubo necesidad de recurrir a los archivos de las antiguas
dependencias coloniales, se hallaron aquéllos, en el más espantoso estado de abandono y
desorden, hasta el extremo de que por las calles de Caracas llegaron a rodar cédulas reales
originales que alguna casa de abastos venía utilizando para envol

ública de Colombia por José Manuel Restrepo (en la edic. de Bolsilibros Bedout, Medellín 1969-1970), I, p. 59. La
verdad es que al recibir la céd. del 8 de septiembre de 1777 el Virrey Flórez se sorprendió con la inclusión de
la provincia de Maracaibo entre las que pasaban a depender del Capitán General y, mientras duró en el cargo
trató de recuperarla.
4. Francisco Andrade Suescun, El Tratado de 1907 (Colombia y Brasil) en B.H.A., XXXV, p. 330, Bogotá 1948.
Sobre el uti possidetis juris, enfocado desde el punto de vista del historiador, tratamos en la Introducción de El
Golfo de Venezuela (Caracas 1982).
23
ver las compras a sus clientes 26 . Por lo visto, de parte de Nueva Granada sí tuvieron mayor
cuidado, a juzgar por el testimonio de José Félix Blanco quien comprobó que del archivo de la
parroquia de San Faustino había desaparecido la Real Cédula según la cual el nombramiento
de los gobernadores de esa jurisdicción por los Virreyes se hacía "sin perjuicio de los límites
señalados a la Capitanía General de Venezuela" 27.

La historia de la negociación Michelena-Pombo de 1833 ya la hemos dejado sucintamente


narrada en "La Década Fundamental" como para que aquí nos detenga

26. AGN. Interior y Justicia, CXXIV ff. 248-250. Sección C Ramo de la Biblioteca Nacional. Marzo 10-1835.
tea la cuestión suscitada sobre el estado de los documentos de las diversas dependencias coloniales a raíz de
una solicitud de las Reales Cédulas del 12-4-1771, 8-9-1778 (sic), y 2-3-1791 "que hablan sobre límites de la
capitanía gral. de Ven* y Virreinato de Santa Fe anunciando que en la extinguida contad 9 del tabaco había un
cedulario", según se había expresado el Secretario de Relaciones Exteriores en comunicación de ese día (10
de marzo). En el informe de la Sección sobre esa materia, se dice: "Desde nobre. de 1832 está el gobierno
trabajando en el arreglo de sus archivos de oficinas Antiguas extinguidas; y fue su primer caso de procedimiento "una real
cédula original que como otros muchos papeles importantes que correspondían al archivo de la extinguida capitanía
general de Venezuela habían salido envolviendo especies de una de las casas de ventas públicas de esta ciudad". De ahí
se pasó a localizar dónde se hallaba el archivo de donde procedían los volanderos documentos, "y después de
algún tiempo y trabajo —continúa— vino a saberse que efectivamente estaba este archivo en una de las piezas de la Casa
de la Corte; pero en completo desorden, barajados los papeles sobre un piso húmedo y atacados del comején y de la traza".
Fue el 13 de julio de 1833 cuando fue expedido el decreto de creación de la Biblioteca Nacional, a la cual,
según el art. 39, N9 7, se agregaron "los archivos de oficinas antiguas extinguidas".
e el archivo nacional, vide: Héctor García Chuecos, El Archivo General de la Nación (Revista de Historia de América,
México, N9 29, junio 1950); del mismo: Memoria sobre el Archivo Nacional en la obra de Germán Carrera Damas,
Historia de la Historiografía Venezolana. Textos para su estudio (UCV, Caracas 1961) pp. 201 ss.; Mario Briceño
Perozo, El Archivo General de la Nación (Caracas, 1965).
Doc. N9 3 del legajo "San Faustino" del Archivo Venezolano. Lo mencionó A. L. Guzmán en la conferencia con
Murillo Toro del 19-12-1874. Negociación p. 65. Según Blanco, el documento en referencia desapareció del
archivo de San Faustino entre 1833 y 1835-
24
mos en más pormenores. En sus méritos y deméritos, la línea propuesta por Michelena, como
dejamos probado, se basaba en la concepción de Codazzi con quien el plenipotenciario se
entrevistó en Valencia, cuando se dirigía a Bogotá, y cuyo mapa compuesto para esa
negociación recibió el plenipotenciario venezolano en noviembre, días antes de la
Conferencia 7- del 6 de diciembre, fecha en la que presentó su propuesta de art. 27 sobre
límites. Tomás Michelena, hijo del ilustre negociador venezolano, difundió la versión de que
la oposición que encontró el proyecto de Tratado en los Congresos venezolanos de 1835 a
1840, se debió a bastardas motivaciones de política interna y a rivalidades personales. Esta
versión ha contribuido a concebir el instrumento como una expresión de las concesiones
neogranadinas obtenidas hábilmente por el insigne negociador venezolano. Con las pérdidas
territoriales sufridas posteriormente por el país en virtud de laudos adversos y desacertadas
negociaciones, por una falta obvia de perspectiva histórica consistente en atribuir a los
congresantes de 1835-40 los errores de los gobiernos y congresos posteriores, la versión de
unas supuestas concesiones neogranadinas, muy bien explotada por los autores
colombianos, se ha convertido en una especie de doctrina afecta de infalibilidad.

Es cierto que la línea Michelena-Pombo salvaba para Venezuela en sus dos extremos las
partes vitales de su territorialidad: el Golfo y la médula fluvial. Michelena expresamente
informó a su gobierno sobre la elección del Cabo de Chichibacoa, para el comienzo de la
frontera, teniendo por objetivo salvaguardar para Venezuela la integridad de su golfo. Pero
no estaba en lo cierto, cuando creía que, tanto en la Guajira, como en los espacios situados
al Oeste del Orinoco, no sólo no sacrificaba un solo palmo de territorio venezolano sino que
lo ensanchaba.

Cualesquiera que fueran las razones subjetivas de los congresantes venezolanos para
oponerse al proyecto de tratado, las que no constan en documentos contemporáneos, antes
se originaron en la publicación de la obra "Reseña biográfica de Santos Michelena..."
(Curazao 1889), las causas objetivas, debidamente documentadas, fueron: 1)
Convencimiento pleno de que los límites de

25
Venezuela comenzaban en el Cabo de la Vela según versión uniforme de los cronistas, y
conciencia dejada por el ejercicio del Corso, tanto el de la Guipuzcoana, como el Real de
Caracas; 2) Concepción estratégica correcta de que la línea estipulada dejaba a Nueva
Granada dueña de los únicos puertos naturales de la Guajira (Bahía Honda y Pórtete) sin
cuyo dominio era imposible sujetar a los guajiros, los cuales por su contacto con los
holandeses de Curazao y Araba, y de los ingleses de Jamaica, representaban un peligro
constante de establecimiento colonial, y de amenaza a la ciudad de Maracaibo, cuyo puerto
era vital para todo el occidente del país; 3) Hallazgo, en 1839, de la Real Cédula de 1786
sobre los límites de la provincia de Barinas con la que no se conformaba, por favorecer a
Nueva Granada, la línea del proyecto de tratado. Esta llegaba al extremo, por funesta
confusión, a sancionar como término de referencia de límite internacional la Laguna del
Término divisorio que correspondía a una línea de división interna de la Capitanía General.

El estudio de las actas, y de la correspondencia relativa a la negociación, llevadas a España


en 1883, donde permanecieron hasta 1977 formando parte del que el Doctor Julián Viso
denominaba Archivo Venezolano lleva a la conclusión siguiente: 1) Nueva Granada
consideraba que sólo hacía una concesión en la Guajira, pues de la línea de su uti possidetis
juris de Punta Espada estaba dispuesta a retirarse a la del Cabo de Chichibacoa; 2) este
retiro lo admitía porque apreciaba que la remontada de Chichibacoa resultaba imposible a
sus cruceros, en razón de los vientos y corrientes marítimas contrarias; 3) porque de hecho,
por tierra se interponían los guajiros hostiles que por millares ase-

La primera preocupación en materia de límites que se sorprende en la correspondencia oficial de Venezuela


después de la disolución de la Gran Colombia, fue la expresada por A. Leocadio Guzmán. En 1831 se dirigió al
Secretario de Estado en el departamento de Relaciones Exteriores diciendo que por noticias del de Guerra y
Marina había sabido que en una ocasión las tropas neogranadinas se habían llevado el archivo público de San.
Antonio (San Antonio del Táchira). No precisó la fecha, pero recomendó que se preguntara al gobierno de
Mérida si el mencionado archivo había sido devuelto, o si se estaban realizando gestiones en ese sentido.
26
diaban a Riohacha desde el borde mismo del río, como acaba de suceder en 1832 cuando el
gobierno de Bogotá solicitó que Venezuela interviniera en la península para someter a los
indios29 . En otras palabras, la Nueva Granada reconocía que no podía, ni por mar ni por
tierra, estar presente en la Guajira Oriental. Esto lo habían olvidado nuestros historiadores,
pero lo tenían muy presente los congresistas venezolanos de 1835 a 1840 para rechazar que
fuera concesión neogranadina la línea de Chichibacoa.

En cambio, Venezuela, aun sin tomar en cuenta lo que algún congresante ya barruntó, que
los límites propiamente tales que le correspondían al país iban al Oeste del accidente
geográfico llamado Cabo de la Vela, tal fue el caso del senador Juan Bautista Calcaño 30 , si se
toma únicamente en cuenta el retiro que suponía del Cabo de la Vela a Chichibacoa, no sólo
era mayor en extensión, sino que comprendía justamente la zona más valiosa de puertos
naturales donde, desde el siglo XVIII, pasando por la época de la Gran Colombia, y el propio
año 1833, se venía en Maracaibo proyectando la fundación de un pueblo en Bahía Honda31 .

Era Venezuela, pues, la que cedía en la Guajira, en San Faustino, en la que he denominado
frontera llanera, es decir, la que iba desde las fuentes del Río Táchira al Meta, y, por último,
en los territorios situados al Oeste de la médula fluvial: Orinoco-Atabapo-Guainía-Negro, pues
lo que le correspondía, como consecuencia de la negociación del tratado hispano-portugués
de 1777, y de las reales disposiciones de Carlos III sobre su ejecución, era hasta la boca más
occidental del Yapurá o Caquetá.

Quien lea la correspondencia del negociador neogranadino Lino de Pombo con la debida
atención, no puede afirmar, como lo hace Germán Cavelier, refiriéndose a esta negociación
de 1833: "Que el Gobierno de la Nueva Granada, no tuvo dificultad en acordar la cesión

29. Véase El Golfo de Venezuela, notas 18.5.1 a 3.


30. Voto salvado por Juan Bautista Calcaño el 1-4-1838. Títulos, II, p. 31.
31. El Golfo de Venezuela, texto y notas 18.5.1 a 3.
27
en la Guajira y en el Orinoco" 32. Aparte de las declaraciones expresas de Pombo en el sentido
de que Nueva Granada consideraba la línea que del Apostadero del Meta iba en Dirección
Norte-Sur hasta encontrar con la frontera del Brasil, como frontera de derecho de
conformidad con el estricto uti possidetis juris 33 , por el Tratado Romero-Pombo fechado en
Caracas el 23 de julio de 1842 Nueva Granada deja constancia de su reconocimiento de la
soberanía de Venezuela sobre ambas márgenes del Orinoco, al suscribir esta cláusula: "Esta
libertad e igualdad de derechos de navegación se Hacen extensivos por parte de Venezuela a
los buques granadinos que naveguen en las aguas del río Orinoco o del Lago de Maracaibo
en toda su extensión hasta la costa del mar".

Aun sobre la Guajira, Nueva Granada, aparte de las razones antes señaladas para su
"cesión", desde el punto de vista histórico-jurídico carecía de fundamentos para su
reclamación a Punta Espada. El Presidente Francisco de Paula Santander había solicitado la
opinión de Estanislao Vergara, y éste, en extensa carta fechada en Bogotá el 28 de marzo de
1833, explicó cuáles eran los resultados de su investigación. Basándose en el testimonio de
Fray Pedro Simón, cuyas Noticias Historiales consultó en el "manuscrito antiguo que poseo",
como él mismo dice, en la Historia de la Provincia de San Antonino del Nuevo Reino de
Granada, del P. Fray Alonso de Zamora, y en la opinión de Caldas, en su discurso sobre la
Geografía de Nueva Granada, inserto en el Semanario del Nuevo Reino de Granada N 9 1 del 3
de enero de 1808, coincidentes todos en que los límites con Venezuela iban por el Cabo de la
Vela, estampa esta conclusión:

"Me parece decisiva la expresión de Caldas acerca de límites, porque él hablaba delante del
Gobierno

32. Cavelier, Memoria Histórica-jurídica sobre el asunto de Los Monjes (Editorial Kelly, Bogotá 1977), p. 34.
Acta de la 7*? Conferencia, el 6-12-1833. Títulos, II, pp. 7-9; Nota de Pombo del 1-12-1837. Id. pp. 60-61; y en la
del 14-1- 1842. Id. p. 62. En la del 30-4-1842 sí declaró que a Nueva Granada correspondía en la Guajira hasta
Sinamaica, y al sur hasta la margen del Orinoco. Id. p. 67. Sin embargo después suscribió el tratado de ese año
que comentamos en el texto.
28
Español, de magistrados que tenían interés en que no se acortaran los límites de su
gobernación y jurisdicción, y en un año en que se tenían ya bastantes conocimientos de la
Costa y del Interior que habían visitado hombres inteligentes como Arévalo, Narváez y otros,
y en que estaba trabajando, o había trabajado ya su carta del Virreinato el Ingeniero Talledo,
carta que debe hallarse en la Secretaría y sería de mucho auxilio en la materia. Es, pues,
indudable que el Virreinato, así como la antigua gobernación de Santa Marta no han llegado
sino hasta el cabo de la Vela" (2a. hoja vto.).

Luego elucubra en el sentido de que no debía entenderse, bajo el término de Cabo de


Chichibacoa, el punto de ese accidente más avanzado hacia el mar "sino toda la tierra que lo
compone y hasta donde termina éste y comienza el de Chichibacoa que parece ser una bahía
ensenada o surgidero que los Virreyes en su relación de mando dan el nombre de Pórtete". Y,
tras citar mapas que llevan los límites desde un punto intermedio entre los dos cabos, recoge
el aserto de Don Andrés Rodríguez, a quien considera autoridad en materia de límites de
Nueva Granada, en el sentido "de que el Virreinato llegaba hasta el Cabo de Chichibacoa, es
decir hasta donde éste empieza". Y agrega, "midiendo la costa en un mapa con una escala
proporcionada podrá deducirse desde dónde empezaba a contar Caldas sus 350 leguas, y se
acabará de aclarar este punto" (3- hoja).

Mas, después de haber llegado a esta conclusión, pasa revista a las relaciones de mando de
los virreyes: Guirior (1776), Caballero y Góngora (1789), Ezpeleta (1796) y Mendinueta
(1803), y transformando una situación transitoria, como fue el intento de sometimiento de la
Guajira que los españoles llamaban "pacificación" (1772- 1776) cuando el Virreinato, que
entonces contaba con la provincia de Maracaibo, estableció sobre la península rebelde los
pueblos de Pedraza, Sinamaica, Santa Ana de Sabana del Valle y Bahía Honda, en
permanente y definitiva hasta 1810, terminó por concluir: "Que la población de Bahía Honda,
el Pórtete, Taroa, etc., pertenecen a la misma provincia [Riohacha] y que de ella son Pedraza
y Sinamaica, y más allá de ésta se encon-

29
34
traba el confín con Maracaibo después de separado éste del Virreinato" .

Tal proceder de Vergara resulta tanto más extraño, cuando él mismo reproduce de la
relación de mando de don Pedro Mendinueta y Múzquiz el texto que arriba reprodujimos
sobre la situación de Riohacha como ciudad extrema del Virreinato que sólo justificaba su
sostenimiento como medio de contener allí —en la propia Riohacha— a los guajiros. Parece
increíble que Vergara no hubiera observado el repliegue del Virreinato, y con él la
desaparición de los pueblos que menciona, exceptuada Sinamaica la cual subsistió por haber
sido transferida a Maracaibo35. En otras palabras, Vergara no entendió cómo compaginar la
versión de los límites del Cabo de la Vela (la provincia o comarca, no el accidente geográfico)
conservado por la tradición colonial hasta llegar a Caldas, cuya autoridad era incontestable
en Nueva Granada, con los intentos de conquista de la Guajira por los Virreyes, los cuales,
por haber sido frustráneos, carecieron de eficacia jurídica para modificar el ordenamiento
establecido, y confirmado en diversas ocasiones por el Soberano en el siglo XVI. Sin embargo
la carta de Vergara a Santander explica cómo Nueva Granada, aparentando cesión territorial,
en realidad vino a aceptar la propuesta de Michelena sobre el Cabo de Chichibacoa
convencida de que Caldas, su autoridad máxima en materias de Geografía, trazaba los
límites por el Cabo de la Vela. Igualmente consideraba el territorio de San Faustino dentro de
la Capitanía General de Venezuela, señalando que el límite iba por el Río Táchira 36 .

Carta ya cit. existente en el Instituto de Investigaciones Históricas de la UCAB. Forma parte de una carpeta de
documentos que debieron pertenecer al plenipotenciario venezolano José Gregorio Villafañe como otros que
citaremos en el presente estudio.
En los libros de Real Hacienda de Riohacha consta la demolición de San José de Bahía Honda el 30-9-1779, y de
Sabana del Valle el l de octubre inmediato, con ocasión de la guerra con Gran Bretaña; la de Pedraza tuvo
9

lugar el 18 de mayo de 1790, dos años antes de la transferencia gubernativa de Sinamaica a Maracaibo. Libros
de Real Hacienda de los años respectivos en AGI. Sta. Fe 1230 y 1231.
También en el Semanario del Nuevo Reino de Granada, pero en el correspondiente a 1809 reprodujo la "Relación"
sobre
M)
El inento de lograr la aprobación por Venezuela del proyecto de tratado Michelena-Pombo,
realizado por éste en Caracas como Plenipotenciario de Nueva Granada (1842), terminó en el
fracaso. Sin embargo la negociación dejó admisiones muy importantes de Nueva Granada en
materia de límites. Una de ellas, es la ya conocida del Tratado de Caracas de 1842 que
afecta por igual al dominio absoluto de Venezuela en el Orinoco y en el Golfo, pues de otra
manera no reconocería el país vecino como concesión venezolana la libertad de navegación
para sus barcos "en las aguas del río Orinoco o del lago de Maracaibo en toda su extensión
hasta la costa del Mar".

La otra es desconocida, por haber formado parte del Archivo Venezolano que quedó en
Madrid desde 1883 hasta 1977. Me refiero a la nota del 6 de septiembre de 1842, en
respuesta a otra del canciller venezolano Francisco Aranda relativa al proyecto que el
gobierno de Caracas auspiciaba para el establecimiento de un pueblo-puerto en Bahía Honda,
proyecto que rechazó el diplomático neogranadino alegando los derechos de su país a
aquella costa. En esa ocasión, y a pesar de haber sido improbado el proyecto de tratado de
1833, consciente de la imposibilidad de Nueva Granada de vigilar las costas Nororientales de
la Guajira, declaró: "El Ejecutivo de Nueva Granada ha podido además considerar racional y
conveniente que los guardacostas de Venezuela supervigilasen el trozo de costa adyacente
al Golfo o Saco de Maracaibo, no obstante la primera improbación del Tratado de 1833,
relativo a límites, por

rovincia de Pamplona escrita por Joaquín Camacho, corregidor del Socorro y abogado de la Real Audiencia de
Santa Fe que daba el mismo límite del río Táchira. No hemos tenido la oportunidad de estudiar las planchas
que en número de 19 preparó Caldas para su "Atlas de una Parte de la América Meridional... de orden del
Excelentísimo Presidente del Estado Don Jorge Tadeo Lozano..." en 1811, las cuales se hallan en el Archivo del
historiador Don José Manuel Restrepo en Bogotá. Atlas de Colombia (Instituto Geográfico "Agustín Codazzi", 2®
edic. Bogotá, julio 1969). El testimonio de Caldas lo adujo Fermín Toro en 1844, Títulos 11, p. 171, y Guzmán
(1874-75) tomándolo de la edic. del Semanario hecha por el Coronel Joaquín Acosta en París en 1849-
Negociación, pp. 48, 61, 64, etc.
31
que las corrientes y la marejada presentan dificultades, riesgos, y retardos enormes para
rebasar el Cabo de Chichibacoa" 37 .

La negociación de Fermín Toro en Bogotá (1844-45), como consecuencia del compromiso


contraído por las partes en el Tratado Romero-Pombo de 1842 en el sentido de que debían
tratar de arreglar la materia de límites, la tenemos estudiada en sus aspectos de fondo en
"La década fundamental" (cap. I). Principalmente, en relación con la Guajira y el Golfo de
Venezuela, los desaciertos del, por otros títulos, ilustre hombre público, son innegables. A
pesar de las numerosas pistas que el expediente presentado por el neogranadino Coronel
Joaquín Acosta sobre Sinamaica le ofrecía para llegar a la conclusión de que se trataba de un
expediente mutilado y trunco, Fermín Toro no reparó en la hábil, cuanto criticable,
presentación de un cuerpo de documentos que por carecer de las piezas centrales y
definitivas, conducía a funesto engaño. Al expediente de Sinamaica que Acosta sometió al
estudio de Toro en 1844 le faltaban los documentos que debían llevar la firma de los
representantes de Riohacha y de Maracaibo, y entre ellos, la pieza fundamental: el Acta de
delimitación del terreno de la villa de Sinamaica que se traspasaba de la primera a la
segunda jurisdicción. Además utilizó Acosta el falaz procedimiento de alterar el orden de la
aprobación por el Virrey, el 9-6-1791, de las diligencias hechas por el gobernador de
Riohacha ese año, anteriores a la transferencia de la Villa, colocándola con posterioridad a
este hecho que tuvo lugar en 1792 dando la impresión de que con ese documento virreinal
culminaba cabalmente el expediente 38 .

Por el irregular procedimiento, la Nueva Granada avanzó su reclamación de derecho de Punta


Espada (1833) hasta los ejidos de Maracaibo, como se expresó el abogado de Colombia, Dr.
Aníbal Galindo en su Ale

El original de la Nota en el Archivo Venezolano. Copia fotostática en el Archivo de la Dirección de Fronteras, Legajo
MRE de España N9 18.
El expediente mutilado y trunco presentado por Acosta lo reprodujo Julián Viso en la Contestación (1884) pp. 392-
396, donde se halla también la observación de la alteración del orden de los documentos.
32
gato de 1882, y en sus memorias "Recuerdos Históricos" 39. Y es que, desprovisto el
expediente de Sinamaica del acta de delimitación que vino a ser localizada por Venezuela en
1882 en el códice completo existente en el Archivo de Indias de Sevilla (Audiencia de
Caracas, legajo 148), a Fermín Toro se le presentó como línea de demarcación interprovincial
la propuesta unilateral del gobernador de Riohacha quien carecía de facultades para trazar
linderos, no digamos de provincias, pero ni siquiera de una villa como Sinamaica. Y aun de
esa declaración, donde se advierte con suficiente nitidez que la línea propuesta como lindero
entre Maracaibo (con la agregada Villa de Sinamaica) y Riohacha debía ir desde el Turpio de
Malena en dirección Nordeste hacia el mar (por consiguiente una frontera indeterminable),
Nueva Granada dedujo que le correspondía toda la Guajira hasta el caño Paijana, divisoria
que, en todo caso, sería entre dos poblaciones de la misma Capitanía General: Maracaibo y
Sinamaica.

La torpeza de Fermín Toro en reconocer "la autenticidad de los documentos que se le han
presentado sobre el territorio guajiro, y el título que ellos dan a la Nueva Granada hasta los
confines de la jurisdicción de Sinamaica, análogo al que creía tener Venezuela sobre el
mismo territorio hasta el Cabo de la Vela" 40, habría tenido peores consecuencias si no
hubiera sido muy pronto desautorizado: a) por las vías de hecho, mediante la intervención
armada en la Guajira a los pocos meses —mayo de 1845— de formulada la declaración; b)
mediante una serie de declaraciones que van desde las relativas a la defensa de los
derechos de Venezuela en la Guajira, como la nota de respuesta a la protesta neo- granadina
del 26 de mayo de 1845 y la protesta contra la ley neogranadina de 1851 sobre colonización
de la Guajira, hasta las desautorizaciones expresas de Toro por los plenipotenciarios
venezolanos Simón Planas (1854), Julián Viso (1872), Antonio Leocadio Guzmán

Alegato presentado por parte de Colombia en el arbitramento de límites con Venezuela (Imp. de La Luz, Bogotá 1882) pp.
192 y 201. Galindo, Recuerdos Históricos. . .1840-1895 (Imp. de La Luz. Bogotá 1900) p. 171.
40. Protocolo de la Conferencia del 25 de mayo de 1844. Títulos, 11, p. 172.
33
(1874) confirmado todo por numerosos actos de jurisdicción, por tierra y mar en la Guajira.
Agrégase a ello que la constitución de 1864 (art. 13, N 9 20) declaró al territorio guajiro como
pertenencia de Venezuela.

Se le podría disculpar a Fermín Toro la similar admisión respecto de los títulos neogranadinos
al territorio de San Faustino, pues aunque se barruntaba en Venezuela que los
nombramientos extendidos por los Virreyes a los gobernadores de esa mínima entidad se
hacían por una comisión especial y no entrañaban dependencia territorial de Nueva
Granada41 , en el estado de los conocimientos de aquella época no le era dado tener noticias
precisas sobre el peculiar origen, y singular situación jurídica del enclave gubernativo,
autónomo, dentro de la provincia de Mérida y La Grita.

En cuanto a la frontera llanera hizo valer la Real Cédula de 1786 sobre los límites de la
Comandancia General de Barinas que hacía cinco años había sido descubierta por el senador
Antonio Febres Cordero en los archivos de la Real Hacienda colonial en Caracas, en virtud de
la cual rechazó la línea del proyecto Miche- lena-Pombo y reclamó para Venezuela la villa de
Arauca.

Mas su mayor esfuerzo lo puso en la defensa de los derechos de Venezuela a los territorios
situados al Oeste de los ríos Orinoco, Atabapo y Negro en contrarréplica a la audaz
reclamación de Nueva Granada a la línea del Orinoco-Casiquiare-Negro basándose en la Real
Cédula del 5 de mayo de 1768. Ni el texto, ni el contexto de este documento regio admitían
la interpretación de que, tras la fusión de las dos Comandancias creadas en 1762, la
provincia de Guayana terminaba en el Orinoco, Casiquiare y Negro, siendo así que con
conocimiento pleno del Soberano español, y obedeciendo a sus impulsos, aquella
circunscripción mantenía, a distancia considerable de esa supuesta línea divisoria, pueblos y
fortines, bajo el encargo expreso de frenar la expansión portuguesa que avanzaba desde el
Brasil. Sólo, mediante interpretación apresurada y superficial, como la de algunos autores 42 o
por interés de avanzar su reclamación

41. Voto salvado del senador Juan Bautista Calcaño en 1838. Títulos 11, pp. 32-33.
Guillermo Morón, en su Historia de Venezuela (Italgráfica, Caracas 1971), tras reproducir el texto operativo de la
cédula
34
desde el meridiano del Apostadero en una penetración superior a la paulatina expansión de
la llamada línea Schomburgk en la Guayana Esequiba, como lo hizo Nueva Granada desde
1844, puede llegarse a la conclusión de que la divisoria entre Guayana y el Virreinato (nunca
se decía cuál de sus provincias era la implicada en los límites con Guayana) iba por el
Orinoco, Casi- quiare y Río Negro. Fermín Toro, aunque sin acertar en el fondo de la cuestión,
por el desconocimiento que entonces se tenía de las instituciones españolas, sin poder
captar la aparente anomalía de la existencia entre 1762 y 1768 de dos Comandancias sobre
el mismo territorio de la antigua provincia de Guayana, sí refutó contundentemente los
razonamientos de Acosta, y adujo pruebas muy documentadas de la posesión por Guayana
dé pueblos y fortalezas con aprobación de los monarcas españoles, para fundamentar un uti
possidetis juris perfecto.

Si a nuestro juicio, algo no estuvo a la altura en cuanto a este sector de la frontera, fue en no
haber interrumpido las negociaciones en cuanto la Nueva Granada cambió su línea de
derecho del meridiano del Apostadero a la del Casiquiare, pues era claro que en 1833 la
había aceptado como de su estricto derecho, y la había confirmado con el Tratado de 1842.
Para un cambio de

sión de las Comandancias del 5-5-1768 en el t. V, p. 234 comenta: "Las mutilaciones han sido claras en menos
de dos siglos". Siguiendo a este autor, Alfonso F. González González en la obra El Oriente Venezolano a mediados
del siglo XVIII (B.A.N.H., 129, Caracas 1977), tras reproducir el mismo texto, anota: "Esta es la Guayana de la
segunda mitad del S. XVIII. Un país que se extendía desde el Orinoco al Amazonas que por el Este limitaba con
las colonias holandesa y francesa y por el Oeste con el Río Negro, Casiquiare y Orinoco . . .". Inconscientemente
estos autores coinciden con la interpretación colombiana de 1844 y a 1891 sobre la comentada cédula, merced
a la cual aspiraron hasta el Orinoco, Casiquiare y Río Negro. En La década fundamental, Caps. 1 y 8 tratamos el
tema, señalando que a la antigua provincia de Guayana pertenecían el Orinoco, el Atabapo y el Negro (hasta
que se dividió con Portugal) a ambas márgenes, la oriental y la occidental hasta una distancia que vino a
precisar el Rey de España con el tratado hispano-portugués de 1777, y otros actos regios relacionados con la
ejecución de ese instrumento, señalando que a la mencionada provincia le cubría la línea de la confluencia
más occidental del Yapurá o Caquetá.
35
posición de esa magnitud que entrañaba la aspiración a un territorio donde cabían varias
naciones europeas, se necesitaban argumentos mucho más serios que la mentada cédula de
1768 interpretada con manifiesta parcialidad43 .

Hasta las conversaciones Guzmán-Murillo Toro (1874- 75), nos hallamos con las que, en
cuanto a los límites respecta, llamaríamos negociaciones menores, como las no-natas de
Manuel Ancízar (1846), las negociaciones Aranda-Rivas (1851), Planas-Rojas Garrido (1854),
todas en Caracas, sin olvidar las gestiones de los plenipotenciarios venezolanos José Gregorio
Villafañe y General Carlos Luis Castelli en Bogotá (1855-56) muy importantes en la cuestión
de Los Monjes, las negociaciones Arvelo-Murillo Toro (1868) y Viso-Galindo (1872), ambas en
Caracas.

No creemos procedente en este momento seguir el hilo de las discusiones en tan complejas
negociaciones. Sólo voy a señalar algunos puntos que considero de importancia que las
historias diplomáticas omiten 44.

Las instrucciones a Medardo Rivas, impartidas por el canciller neogranadino Victoriano de D.


Paredes el 20 de septiembre de 1849, merecen, al menos, una referencia.

. En 1842 la Cancillería neogranadina solicitó al Excmo. Señor Arzobispo de Bogotá la revisión del archivo
eclesiástico en busca de documentos relativos a los límites coa Guayana. En respuesta del 15 de julio, el
Prelado respondió enviando apenas unas cédulas sobre las misiones de los jesuítas, y "un diario formado por
el Capitán Don Antonio de La Torre en el viaje que hizo de orden del Arzobispo Virrey". En 1844 ante nueva
solicitud, respondió el Arzobispo con fecha del 8 de abril que no existían otros documentos en el archivo, pero
hizo referencia a los capítulos 43, 45 y 46 de la Historia del P. Cassani, relacionados con las mismas misiones
jesuíticas. Correspondencia y copias de las cédulas en el Instituto de Investigaciones Históricas de la UCAB. Las
búsquedas se relacionaban con las negociaciones, primero de Pombo, y después de Acosta quien avanzó la
reclamación a la línea del Orino- co-Casiquiare-Río Negro en la conferencia con Fermín Toro el 17 de mayo.
Títulos, II, pp. 169-170.
. Raimundo Rivas, Historia Diplomática de Colombia (1810- 1934), Imprenta Nacional, Bogotá 1961 (N. B. Rivas
falleció, cuando tenía terminada la obra, el 24-2-1946). Germán Cavelier, La Política Internacional de Colombia
(1959), 4 vols. Caicedo Castilla y Andrade S., obs. cits.
36
Ellas nos revelan la reacción que produjo en el gobierno neogranadino la actitud de Fermín
Toro apenas cinco años antes; y confirman lo ya asentado de que fuera de la Guajira, en el
resto de la línea de 1833 se habían atenido los negociadores a lo que creían frontera de
derecho, conforme al uti possidetis juris.

En efecto, luego de referirse a la negociación Miche- lene-Pombo, y tras indicar que en 1844
acordaron los negociadores fijar primero la línea del uti possidetis para después proceder a
la de conveniencia, mediante las mutuas concesiones, según lo propuso Fermín Toro,
continúa:

"Adoptado este método de proceder, el plenipotenciario granadino Sr. Coronel Joaquín Acosta
demostró con argumentos irresistibles, y gran copia de datos auténticos, que toda la
península Goagira hasta la villa de Sinamaica sobre la costa del Atlántico, y el distrito de San
Faustino en los confines de la provincia de Pamplona, que eran entonces los únicos
territorios disputados entre las dos Repúblicas, pertenecían y habían pertenecido siempre a
la Nueva Granada por justo título y ocupación perfecta" (subrayado por mí).

Prosigue con la admisión de Fermín Toro sobre los títulos neogranadinos a la Guajira y a San
Faustino, y dice:

"Pero sí objetó a partir del Apostadero del Meta el resto de la línea de derecho que el Sr.
Acosta se propuso establecer según queda dicho como base de negociación para otra
demarcación de fronteras más natural y conveniente" (subrayado por mí).

Aquí viene a revelar la reacción del gobierno neogranadino ante la actitud de Fermín Toro:

"Pero al llegar a dicho punto, es decir, al Apostadero del Meta, el Penipotenciario venezolano
no fue ya tan dócil e ingenuo como su anterior conducta

37
parecía prometerla, sino que se resistió absolutamente a reconocer los derechos de Nueva
Granada puestos en claro, y hábilmente sostenidos por el plenipotenciario granadino, a la
frontera del Alto Orinoco, Casiquiare y Río Negro".

Este párrafo me parece muy revelador, no sólo en cuanto indica la impresión de docilidad e
ingenuidad que la admisión de Fermín Toro sobre los supuestos títulos de Nueva Granada a
la Guajira y a San Faustino les produjo, lo que aparentemente les movió a extender su
reclamación al Casiquiare esperando que fuera aceptada con semejante docilidad e
ingenuidad, sino que el lanzamiento de esta reclamación extrema fue táctica: "como base de
negociación para otra demarcación de fronteras más natural y conveniente". Cuál era esa,
parece desprenderse de la comparación entre la declaración de Pombo en la conferencia con
Juan J. Romero (Caracas 30-4-1842) en el sentido de que en 1833 la Nueva Granada "perdió
mucho absteniéndose de hacer valer sus muy fundados derechos sobre la península Guajira
entera desde el Cabo de la Vela (sic), hasta Sinamaica, y sobre una gran sección de terreno
hasta la margen izquierda del Orinoco que correspondían al antiguo Virreinato" 45 y la
reclamación de 1844 hasta el Casiquiare: la frontera "natural y conveniente" que perseguía
la Nueva Granada era simplemente la del Orinoco al Negro. La extensión al Casiquiare parece
ser que la adelantó como táctica, y movida por la docilidad e ingenuidad de Toro en los
sectores de la frontera Norte. Digamos de paso que del 18 de abril de 1844 hay un borrador
de la cancillería bogotana en el cual, tras referirse a las misiones de la Compañía de Jesús en
el Orinoco sobre las que aquélla pretendía fundar su título a la reclamación'de ese río,
confiesa: "Todas estas fundaciones se hicieron por la Compañía de Santa Fe, de orden y con
auxilios del Virrey, pero ninguna base ofrecen para averiguar el uti possidetis de 1810 pues
todas las comprendidas en las provincias que se llamaban de Nueva Andalucía, Cumaná y
Guayana quedaron segregadas del Virreinato cuando aquellas pro-

•45 Titulos, II, p. 67.


vincias lo fueron por la Real Cédula de 8 de set. de 1777 (véase el n? de esta relación)"46.

Se aprecia que Nueva Granada buscaba afanosamente cómo fundamentar su reclamación al


Orinoco, pero en abril de 1844 ni parece que se les ocurriera el recurso a la antes citada
cédula de 1768 cuando este documento, aparecido en El Venezolano de Caracas N9 244 del
20 de mayo, lo llevó a Bogotá en copia Fermín Toro y lo adujo en la conferencia del 25 de
junio. Y fue en la del 18 de julio cuando Acosta lo presentó como título de Nueva Granada a
la línea Orinoco-Casiquiare-Negro 47. ¿Sería, por consiguiente, entre junio y julio de 1844
cuando Nueva Granada la reclamación que pensaba extender a la margen izquierda del
Orinoco basándose en las misiones jesuíticas por su dependencia de Nueva Granada aunque
estaba convencida de que no podía fundamentar su uti possidetis juris, la amplió al
Casiquiare como táctica para obtener la línea que buscaba por ella considerada "natural y
conveniente"?

También conviene señalar que Nueva Granada, después de haber buscado documentos sobre
las antiguas misiones jesuíticas del Orinoco aspirando a fundamentar en ellas su título, una
vez persuadida de que, con la provincia de Guayana fueron traspasadas a la Capitanía
General de Venezuela, trató de contrarrestar el argumento de Fermín Toro basado en la
existencia innegable de diferentes misiones al Oeste de la línea Orinoco-Casiquiare-Negro,
acogiéndose a la equivocada concepción, difundida por Humboldt, en el sentido de que las
reducciones eran enclaves religiosos en territorios independientes de los gobiernos civiles.

Pero demos un paso más en el estudio de las instrucciones a Medardo Rivas. A éste se le
entregaron dos proyectos de tratado: el marcado con la Letra B. establecía la línea según el
uti possidetis juris fijado por Acosta en 1844: "Art. I9 La línea fronteriza entre la

El borrador está escrito en papel con membrete que dice "República de Nueva Granada. Secretaría de Estado
del Despacho de Relaciones Exteriores", y se refiere a la comunicación del Arzobispo cit. en la nota 43. Instituto
de Investigaciones Históricas de la UCAB.
Sigo sobre la aparición y presentación de la cédula de 1768 la cronología establecida por Viso, Contestación, pp.
96-97.
39
Rep ? de la N. G. y la Rep? de Venez ? partirá del punto de la costa del mar Atlántico
denominado "Castillo Viejo de Paijana" en el Golfo de Maracaibo y cortando la estacada
conocida con el nombre de "Guardias de Afuera" a una legua poco más o menos de distancia
al Oeste de la Villa de Sinamaica, se dirigirá al Eneal o derramadero del río Socuy o Limón;
subiendo por dicho río hasta sus cabeceras continuará desde ellas por las cumbres de Montes
de Oca...". Sigue la descripción como en el proyecto Michelena-Pombo de 1833, a excepción
del último trayecto, donde del Apostadero del Meta la lleva por el Orinoco, Casiquiare,
Guainía y Negro, hasta la piedra del Cocuy.
No necesito explicar cómo Nueva Granada, no se contentaba con fundamentar tan osada
reclamación hasta el Castillo Viejo de Paijana, en un expediente mutilado y trunco, sino que
la línea que en éste aparecía obviamente como eventual divisoria entre Sinamaica y
Maracaibo, la convertía por arte de la prestidigitación diplomática en la "de derecho" entre
las provincias de Maracaibo y Riohacha, entre Venezuela y Nueva Granada: la línea del Socuy
o Limón; con aspiraciones, por consiguiente, a un extenso trozo de la vertiente oriental de la
Sierra de Perijá. Por extraña que parezca tan ambiciosa aspiración neogranadina, así se
mantuvo hasta el arbitramento español, pues en el Alegato (pp. 47-50) describiendo su
reclamación en sentido contrario, de Sur a Norte, dejó Colombia estampado lo siguiente: "...
siguiendo por la cumbre de la cordillera de Motilones y de Perijá hasta el nacimiento del río
Socuy; por las aguas de éste hasta su confluencia en el Guasare, de aquí a la boca del Caño
Paijana en la Ensenada de Calabozo". Era una extraña línea que dejaría a Venezuela en
singular situación: con Sinamaica, pero sin el territorio donde se levantaba el pueblo. En el
proyecto entregado a Medardo Rivas, al menos, se respetaba una parte del terreno de
Sinamaica, aunque ni siquiera el que por derecho municipal español, consagrado por las
leyes de Indias, correspondía aun a los pueblos nuevos de fundación misional.

Las dos excepciones que hemos señalado merecen comentario. La primera, que llevaba la
línea, como en el proyecto de 1833, por las aguas del Río de Oro hasta su

40
confluencia en el Catatumbo, se apartaba de él a partir de este punto, pues decía: "... por las
[aguas] del Catatumbo hasta su confluencia en el Zulia; enseguida subirá por el Zulia hasta
la boca del río de La Grita".

Las instrucciones aclaran que esa aspiración superaba la línea de derecho, que se trataba de
un triángulo de tierras sin población, cenagosas, pero que representaban para Nueva
Granada obtener "el derecho perfecto de navegar libremente el Catatumbo por donde
podrían hacer un tráfico provechoso con Maracaibo los habitantes de los Cantones de Ocaña,
Chiriguaná y Valle de Upar...".

Por ese triángulo de penetración hacia el llamado lago de Maracaibo —quedaba instruido
Medardo Rivas—podía ceder en la Guajira para que partiera la línea del Cabo de Chichibacoa;
a lo cual se agregaría otra "cesión" al Sur que quedó plasmada en el segundo proyecto de
tratado que con la letra C se le entregó:

"Por el Orinoco aguas arriba hasta la confluencia con el Guaviare, el Guaviare aguas arriba
hasta el Atabapo; el Atabapo aguas arriba hasta encontrar las del Temi; el Temi y Tuamini
aguas arriba hasta el caserío de Yavitá (sic); de aquí atravesando de Este a Oeste el
arrastradero o istmo pantanoso de Pimichín, irá a buscar la quebrada del mismo nombre por
la cual seguirá aguas abajo hasta el Río Guainía llamado más adelante Río Negro, y por el Río
Guainía, o Río Negro, aguas abajo hasta la raya del Brasil en la piedra del Cocuy" 48 .

Si prescindimos de la más precisa determinación de las distancias en el laudo español de


1891, sorprende la coincidencia entre esta vieja aspiración neogranadina de 1849 y la
sentencia de la Reina María Cristina. En otras palabras, el laudo español que aparentemente
se apartó de la máxima reclamación colombiana al Casiquiare, se ajustaba suficientemente a
sus intereses tales

Los docs. de la negociación de Medardo Rivas, en copias manuscritas de la época, se hallan en el Instituto de
Investiga• dones Históricas de la UCAB. Sobre la negociación, Títulos,
11, p. 71.
41
como habían sido expuestos en documento confidencial a su plenipotenciario casi medio
siglo antes49 .

Desde luego que las conversaciones con el canciller venezolano Licenciado Francisco Aranda
entre los días 13 y 18 de agosto de 1851, dada la irreductible decisión neogranadina de
convertirse en ribereña del Orinoco y Río Negro habían terminar en el fracaso, como en
efecto sucedió.

Se produjo un intento por renovar la discusión de límites con el envío de José Gregorio
Villafañe a Bogotá, a quien se impartieron instrucciones el 28 de abril de 1852 en el sentido
de que tratara de obtener en la Guajira la línea de 1833; de Chichibacoa a la Sierra del
Aceite, de ahí a la Teta Guajira para buscar rectamente "las alturas de Montes de Oca",
término consagrado por el proyecto Michelena-Pombo que ha sobrevivido en la creencia de
muchos hasta nuestros días, a pesar de que, hallada el Acta de delimitación de Sinamaica
por Venezuela en 1882, sobre la que se basó el laudo español, se pudo comprobar que el
terreno municipal asignado a esa villa llegaba hasta los términos de Montes de Oca por el
lado del Valle de Upar. Nueva Granada designó como plenipotenciario ad hoc para la
negociación con Villafañe a José Manuel Restrepo quien el 14 de febrero del año siguiente
presentó a su gobierno un informe sobre la cuestión de límites que no lo encuentro
mencionado por los autores colombianos50.

En La década fundamental, cap. 11, tratamos de cómo el laudo español en el 2° trozo de la Sección &■ tiene las
apariencias de reparto equitativo, cuando en realidad fue la consecuencia de sucesivos cortes al territorio que
los diversos organismos del gobierno español, durante la preparación del laudo, fueron imponiendo en
perjuicio de Venezuela.
Fotocopias de las Instrucciones a Villafañe en el Archivo de la Dirección de Fronteras del MRE de Caracas, Sección 10,
t. IV, vol. 2, p. 58. Las referencias a Restrepo y su informe, en la documentación Rivas-Rojas Garrido del Inst. de
Inv. Hist. de la UCAB. El informe de Restrepo fue remitido por la cancillería de Bogotá con despacho N9 19 del
30 de marzo, 1853, a Rojas Garrido, pero no se halla entre los docs. de la UCAB. En Títulos, 11, p. 12 se da una
versión que no parece ajustada a los hechos, pues aparte de que disponemos de las instrucciones a Villafañe,
no fue luego de la llegada a Caracas de Rojas Garrido cuando se consideró radicar ahí las negociaciones, sino
en diciembre, o sea siete meses después
42
El 12 de diciembre de 1852 el Dr. José María Hojas Garrido plenipotenciario neogranadino en
Caracas, comunicó a su gobierno que Venezuela deseaba radicar las negociaciones en
Caracas, y, aceptada la propuesta, le fueron remitidas con fecha 19 de enero siguiente las
mismas instrucciones que habían sido impartidas a su predecesor Medardo Rivas. Villafañe,
en cambio, era partidario de la radicación de las conversaciones en Bogotá, y de un arreglo
negociado sobre límites que debía preceder a todo tratado de amistad y comercio, siguiendo
esta línea de mutuas concesiones: a) en la Guajira la de 1833, es decir la del Cabo de
Chichibacoa; b) cesión de Nueva Granada a Venezuela de San Faustino, donde, por concepto
de derechos de bodega pagaba el comercio venezolano en el puerto de los Cachos 30.000
pesos anuales. En compensación Venezuela cedería a Nueva Granada el triángulo formado
por el Catatumbo y el Zulia con la línea del tratado de 1833 (singular coincidencia con el
proyecto entregado por Nueva Granada a Medardo Rivas; c) cesión de terrenos por Nueva
Granada a Venezuela de manera que llevara la línea desde las crestas de las montañas de
Pamplona a buscar uno de los ríos: Lipa, Ele, o Casanare, y por él al Meta, a cambio de una
cesión venezolana de manera que se trazara la frontera por el Orinoco, Atabapo, Guainía y
Negro 51 .

Un acontecimiento se produjo similar a la solicitud de los casanareños de 1830: la


representación elevada al Presidente de Nueva Granada por los habitantes de San Faustino
el 31 de diciembre de 1852, en donde, tras exponer las consecuencias que se les seguían de
su aislamiento de Nueva Granada, como medio de afianzar la paz entre las dos Repúblicas y
aumento del comercio, fuera incorporado su territorio a Venezuela. Villafañe logró obtener la
información del contenido de esa representación, y la transmitió declarando que lo hacía "en
tales términos más o menos", mientras la cancillería bogo-

del nombramiento de Villafañe, y cuando acababa de ser nombrado Restrepo.


Villafañe a MRE de Venezuela, Bogotá 20-1-1853. Fotostatos en Archivo de la Direc. de Fronteras, Sección 10, t. IV,
vol, 2, pp. 122 ss. La correspondencia de Rojas Garrido en la documentación de la UCAB.
43
lana informaba a su plenipotenciario, en despacho N 9 27 del 14 de mayo de 1853, que la
petición era falsa y promovida "por un tal Rueda" a quien se sometería a juicio 52 .

Más no fueron estos acontecimientos los que influyeron en la suspensión de las


conversaciones que Rojas Garrido mantuvo con Simón Planas, en representación de
Venezuela, pues llegaron, en materia de límites, a un acuerdo basado en la línea de 1833 en
la Guajira, a cambio de otra que iría por el Orinoco, Atabapo, Guainía y Negro. Según la
versión de la cancillería venezolana, la ruptura se produjo por la exigencia neogranadina de
que las estipulaciones en materia de libertad de tránsito de su comercio por territorio
venezolano, habían de tener carácter permanente 53 .

El fracaso de estas negociaciones no fue óbice para que en los años subsiguientes se
produjera una definición en materia territorial de especial significación: la conocida nota
conjunta de los plenipotenciarios venezolanos en Bogotá, José Gregorio Villafañe y General
Carlos Luis Castelli (quien lo era ad hoc) del 29 de febrero de 1856, a raíz de la publicación
en la Gaceta Oficial de Bogotá el día anterior del contrato entre el gobierno de la Nueva
Granada y el señor John Sidney Thraser, en representación de John E. Gowen de Boston para
la explotación de algunas islas de Nueva Granada entre las que se incluyeron Los Monjes 54.
Es conocida la respuesta de la Nueva Granada, como lo publicó en la Gaceta Oficial del 3 de
marzo, que había sido por error de imprenta la inclusión de Los Monjes en lugar

La petición de los habitantes de San Faustino, en copias fotostáticas del Archivo de la Direc. de Fronteras, id. id.
pp. 117-120. Sobre ese documento escribe Villafañe al MRE. en id. id. pp. 160-161. La comunicación a Rojas
Garrido, en los docs. de la UCAB.
El acuerdo en materia de límites en copias fotostáticas del Arch. de la Direc. de Fronteras ya cits. Sección 10, tomo
IV, vol. 2, pp. 90-91. Títulos, 11, p. 12. Recordemos que fue en estas negociaciones cuando Planas, repudió a
nombre de Venezuela la declaración de Fermín Toro de 1844 sobre los supuestos títulos de Nueva Granada en
la Guajira, y adujo en prueba la protesta venezolana contra la ley neogranadina del 20-5-1851 sobre
establecimiento de una colonia en aquella península.
54. MRE. Colombia 144.
44
de Los Mangles, pero Castelli informó al gobierno de Caracas que el canciller neogranadino
Don Lino de Pombo había actuado con mucha rapidez y secretamente para que pasara la
inclusión de los Monjes en el contrato, con la oposición del Ministerio de Hacienda55.

Otros asuntos políticos, aunque también relacionados de alguna manera con los límites,
debemos marginarlos en este trabajo en gracia a la brevedad, como en los proyectos
neogranadinos de reconstitución de la Gran Colombia en el que se incluía un artículo que
favorecía la incorporación de territorios de otros estados, mientras que en el proyecto
venezolano de alianza entre Venezue

Comunicaciones de Castelli al MRE de Venezuela del 1 y 6 de marzo, 1856, con la aprobación de la Cancillería
de Caracas por la rapidez con que habían actuado, en despacho del
de abril. Fotostatos en el Archivo de la Direc. de Fronteras, ya cits. pp. 352, 364 y 388. La maniobra neogranadina
fue advertida por el gobernador de Coro en oficio al M. de Relaciones Interiores de Venezuela del 21 de abril.
Id. id. p. 390. La tan comentada nota conjuta, y respuesta del canciller Pombo ha hecho olvidar, al tratar el
asunto de Los Monjes, tanto por el lado colombiano, como por el venezolano, una anterior de Castelli a Pombo
del 15-10-1855 aludida por la nota conjunta en referencia, donde en respuesta a la reclamación neogranadina
contra la intervención venezolana en la Guajira en 1848, asienta con datos cómo el dominio de Venezuela en
esa península era secular. Misión del General Castelli a Bogotá. Documentos referentes a quejas del gobierno
venezolano al gobierno neogranadino (Imp. del Neo-grana- dino, Bogotá 1855). Un ejemplar en MRE. Colombia 144.
La razón del olvido de la nota de Castelli es que la atención de parte y parte se ha centrado en la nota
colombiana de reconocimiento de la soberanía venezolana sobre Los Monjes de 1952, y sólo incidentalmente
en cuanto en ella se hace referencia a la nota de Villafañe y Castelli de 1856. Así en los autores colombianos:
Eduardo Zuleta Angel, El llamado Golfo de Venezuela (Bogotá 1971); C. Moyano Bonilla y E. Vásquez Rocha, Los
Monjes y las Bahías Históricas ante el Derecho Internacional (Bogotá 1971); Francisco Urrutia Holguín, Historia
Diplomática (Bogotá 1964); Alfredo Vázquez Carrizosa, La Política Internacional de Colombia, 1951- 52 (Bogotá
1952); Hernando Holguín Peláez, Los Monjes (Bogotá 1975). Se comprende en los autores colombianos el reparo
en ahondar sobre las negociaciones Villafañe y Castelli sobre Los Monjes y la Guajira, porque en ellas se
encuentran testimonios del dominio de Venezuela en el Golfo de su nombre, además de Los Monjes, pero
similar negligencia no es tan disculpable en los juristas y escritores venezolanos que se han ocupado de la
materia.
45
la y Nueva Granada se estipulaba expresamente que, aunque un territorio o estado, quisiera
desmembrarse, la otra parte no lo consentiría. Estas diferencias proyectadas sobre la
conversación abierta de los granadinos de mayor influjo, entre los que se destacaba el
General Tomás Cipriano de Mosquera, sobre la necesidad de anexar a la Nueva Granada "la
provincia de Maracaibo y parte de la de Mérida" llevaban en su seno una carga explosiva de
impredecibles consecuencias, y ciertamente no contribuían a la solución de las cuestiones de
límites 56.

Tras la guerra de la Federación venezolana, se produjeron una serie de intentos, fracasados


como los anteriores, dado el empeño de Nueva Granada (después Colombia) de pretender
llevar sus fronteras hasta los ejidos de Maracaibo frente a la isla de San Carlos y su
imponente fuerte que defendió la ciudad y su barra desde el siglo XVII, cuando Riohacha, tras
efímera prosperidad que culminó en 1564, se esforzaba por sobrevivir en su transición a la
economía agropecuaria, acosada por los guajiros, quienes asaltaban haciendas y hatos en la
ceja

. Un indicio de la desconfianza que se tenían entonces los gobiernos de Caracas y de Bogotá nos la da la
interpretación que del viaje realizado por Antonio Leocadio Guzmán como Enviado Extraordinario y Ministro
Plenipotenciario ante los gobiernos del Perú, Bolivia, Chile y la Confederación Argentina en 1853, adelantó
Rojas Garrido en comunicación a su gobierno del 23 de marzo, un mes antes del nombramiento de aquél.
Evidentemente que el viaje tenía objetivos políticos, entre los cuales estaba la mediación venezolana entre
Perú y Bolivia y el proyecto del canciller Simón Planas del Código de Derecho Público Americano, a la vez que
dar remate a la vergonzosa cuestión del cobro del llamado millón del Perú, la suma ofrecida por ese país a
Bolívar y decretada por su Congreso Constituyente en 1825. Mas en todo el proceso no aparece el proyecto
que Rojas Garrido atribuye a Guzmán de promover una Confederación Americana con la exclusión de Nueva
Granada y Ecuador, asunto que inquietó al gobierno de Bogotá hasta el punto que instruyó a Manuel An- cízar,
su representante en Quito, e informó directamente a la Cancillería ecuatoriana en nota del 2 de noviembre. La
carta de Rojas Garrido con notas al margen en el Inst. de Inv. Históricas de la UCAB. Sobre el viaje, Díaz
Sánchez, Guzmán, elipse de una ambición de poder (29 edic. Edime, Madrid, Caracas 1952) pp. 395 ss.
46
misma de la ciudad Era sencillamente desvergonzada su pretensión de llevar la frontera
hasta el Viejo Castillo de Paijana 58 levantando allí en el estrecho, o caño de

El Golfo de Venezuela, Introducción (nota 40) y notas 3.1 y 4.3, 4.4 sobre Riohacha y rebeliones guajiras. El
Castillo se denominó San Carlos de Madureira, por el Gobernador y Capitán General de Maracaibo, Don Jorge de
Madureira y Ferreira quien promovió su construcción en 1680. Véase reproducción del plano en Hermano
Nectario María, Mapas y Planos de Maracaibo y su región (1499-1820), N9 16. Arcila Farías, Historia de la ingeniería, I,
p. 186, califica a Isava de realizador del Castillo de San Carlos, trabajo que ejecutó en cinco años antes de
1781. Fue uno de los reconstructores (véase la nota siguiente).
eal Cédula dada en Madrid el 14-3-1682 se ordenó al Gobernador de Mérida y La Grita, don Antonio de Vergara
y Azcárate, que para la mejor defensa de Maracaibo residiera allí. Se tomaron en cuenta las invasiones
enemigas, y en especial la de. 1678. José Antonio de Armas Chitty, Documentos para la Historia Colonial de los
Andes Venezolanos (Siglos XVI al XVIII), (UCV, Caracas 1957) pp. 57-60.
nstrucción del castillo de Paijana es del siglo XVIII. En la cit. obra del Hermano Nectario, N 9 2.8, figura un mapa
al que se le atribuye la fecha 1744-46 de la "ensenada que ay entre los dos cabos de Sancta Anna y
Chichibacoa" en el que, con las fortalezas de Barbosa, Zaparas y San Carlos, figura con la letra D, como la
cuarta defensa de la Barra, "la parte donde se ha de edificar la torre y casa fuerte de Paijana". En la Guajira
no aparecen sino unas referencias geográficas del litoral, y en el extremo del mapa Riohacha. En el mapa de
1774 (id. N9 36) levatado después de fundada Sinamaica (septiembre) aparece con toda nitidez la función del
Fuerte de Paijana, emplazado en el extremo occidental de la isla de San Carlos, de manera que el hato del Rey
que había estado expuesto siempre al pillaje de los indios quedaba en medio. La leyenda del mapa expresa:
"Los Fuertes de San Carlos, Zaparas y Torre de Paijana, como se evidencia su colocación fue para defender la
entrada al Puerto, bien que este último ha sido en algún modo la contención de los Guagiros y Cosinas, y sugeción de los
que se arranchan en la isla del Castillo por su propia utilidad
n Paijana se mantenía de tiempo inmemorial una guardia en defensa, del puerto local llamado Santa Cruz de
Paijana, y sabemos que en 1715 el Gobernador de Maracaibo, Don Francisco de la Rocha Ferrer, después de
ejecutar obras en el castillo de San Carlos, proyectaba levantar la casa fuerte de la boca de Paijana "para defensa
de la guardia que en ella se mantiene". Los Oficiales Reales de Maracaibo a S.M. 10-10-1715. Los mismos en
25-9-1718 informan del comiso hecho en el Puerto de Santa Cruz de Paijana. AGI. Sto. Dom. 660. La reclamación
colombiana a Paijana equi-
47
ese nombre como el cuarto fuerte de la Barra y para defender el terreno municipal de
Maracaibo contra los indios insumisos. Asimismo, por no citar otros sectores de la frontera,
su aspiración a despojar a Venezuela de una posesión secular (desde mediado el siglo XVIII)
de pueblos y fortines fundados al Oeste, no digamos del Casiquiare, sino del Orinoco-
Atabapo-Guainía-Negro, hasta 1810 con la aprobación y estímulo del soberano, con el
consentimiento de Nueva Granada desde 1810 hasta 1844, y desde esta fecha con la
protesta de ese país pero sin que hiciera nada por avanzar su línea de poblamiento colonial,
adosada a la cordillera oriental a cientos de kilómetros de distancia59 . Era fiel a su secular
orientación cordillerana.

No era cuestión de la calidad personal de los negociadores de una y otra parte, sino de la
imposibilidad de que Venezuela sacrificara sus áreas vitales, especialmente en el Golfo de su
nombre, en la llanura, y en su orientación amazónico-orinoqueña para admitir un avance
neogranadino por las buenas, como no lo habría soportado siquiera como consecuencia de un
conflicto armado.

a que Venezuela hubiera reclamado desde la boca del río Calancala frente al castillo de San Jorge de Riohacha.
Un recuento minucioso y documentado sobre la construcción y reconstrucciones de San Carlos, Paijana,
Zaparas y Barbosa, fortalezas de la Barra, en Raúl Tomás López Rivero, Fortificaciones de Maracaibo. Siglos XVII y
XVIII (Universidad del Zulia, Maracaibo 1968).
Bastaría citar el informe de Codazzi como jefe de la Comisión Corográfica neogranadina al gobierno de Bogotá
sobre el río Meta del 21-4-1856 donde se señala el despoblamiento a causa de las correrías, por la banda
derecha del río, de los Guahibos y Chiricoas feroces, mientras en la banda Norte estaban los Yaruros y
Otomacos pacíficos. La aduana de Nueva Granada estaba en Cafili sobre el Pauto a cuatro leguas de su
confluencia en la banda N. del Meta, aproximadamente a doscientos kilómetros al Oeste de la actual frontera
con Venezuela en ese río. Codazzi, Geografía Física I Política cit. (Bogotá 1959) pp. 386-397. Por supuesto en la
banda sur del Meta, Nueva Granada no tenía establecimiento alguno desde Cabuyaro junto al Upía. Muy
expresivo es el dato que debo al Dr. Daniel Barandiarán de que Orocué, como aparece en los cuadernos de
Miguel Tejera, aún inéditos, fue fundado por venezolanos.
48
Uno de los más insignes negociadores neogranadinos fue el Dr. Murillo Toro quien ejerció por
dos períodos la más alta magistratura de su país. En las primeras negociaciones en las que
participó en 1868 (negociaciones Arvelo-Murillo Toro) fue Venezuela quien increíblemente
recortó sus aspiraciones en la Amazonia a las Cabeceras del Memachí —error que tuvo
peores consecuencias en el tratado de límites entre Venezuela y el Imperio del Brasil de 1859
— cuando le asistían títulos indiscutibles a la boca más occidental del Caquetá, como lo
apreciará a los pocos años Antonio Leocadio Guzmán. Fuera de ese desliz, y el continuar
adherido al Apostadero del Meta, aunque localizándolo en el pueblo de Yaruros que con el
nombre de Paruro se hallaba en cerro Pelado, vale mencionar que Arvelo llevó la propuesta
de frontera desde la sierra de Perijá en línea recta al Cabo de la Vela, sin la equivocada
referencia a las cumbres de Montes de Oca 60 .

Ascendido a la Presidencia de Colombia el Dr. Manuel Murillo Toro, trató de sacar las
relaciones con Venezuela del punto de tensión alcanzado en la anterior administración del
General Eustorgio Salgar. Para ello escogió a quien, en lo adelante, había de quedar
estrechamente vinculado a las cuestiones de límites con Venezuela y con Perú. Miembro
varias veces del gabinete ejecutivo, a pesar de su militancia liberal, había de ser escogido
por el Presidente conservador Miguel Antonio Caro (1893) como Magistrado de la Corte
Suprema de Justicia. Ese era el Dr. Aníbal Galindo61.

Por parte de Venezuela fue nombrado plenipotenciario el abogado valenciano Dr. Julián Viso,
cuyos méritos en la codificación del derecho civil venezolano

60. Protocolo de la conferencia del 2-6-68 en Títulos, 11, pp. 72-74.


Sobre Galindo se hallan numerosas referencias en las obras de Luis Martínez Delgado, República de Colombia, I
(1885- 1895), Bogotá 1970, Carlos Restrepo Canal, La Nueva Granada, f. 2 1840-1849 (Bogotá 1975); Abel Cruz
Santos, Economía y Hacienda Pública, t. I. De los aborígenes a /a Federación (Bogotá 1961); Francisco Andrade S.,
Demarcación de las Fronteras de Colombia (Bogotá 1965); Julio Londoño, Integración del territorio colombiano (Bogotá
1967). El propio Galindo publicó su autobiografía, Recuerdos Históricos. ■. 1840-1895 (Imp. de La Luz, Bogotá
1900).
49
son reconocidos 62. Había de desempeñar las carteras de Exteriores e Instrucción Pública en
diversos gabinetes. Como su colega Galindo, a quien confiaría su país la redacción del
Alegato, no sólo sería autor del Alegato de Venezuela (1883), sino también de la
Contestación al de Colombia (1884) y de otros importantes trabajos durante el proceso
arbitral español, como abogado y Agente confidencial de nuestro país 63 .

Mientras se desarrollaba la plenipotencia de Galindo en Caracas, el Presidente de Venezuela,


Antonio Guzmán Blanco, propuso reunirse con Murillo Toro en Barranquilla a fin de trazar un
plan de acción que propondrían a las demás repúblicas hispanoamericanas frente a la
cuestión de Cuba, y con prescindencia de los Estados Unidos. Allí se tratarían las cuestiones
pendientes entre Colombia y Venezuela, incluida la de límites. Por la negativa de la Cámara
de Representantes de Bogotá a autorizar a Murillo Toro la conferencia presidencial se frustró
la que podía haber sido una iniciativa de trascendencia en el Continente 64 . Mas no parece
que estaban dadas las condiciones para el arreglo de la cuestión de límites, como se
demostró en la negociación Viso- Galindo en noviembre de 1872, en la que bastó que el
valenciano declarara que no aceptaba "las confesiones y reconocimientos hechos por los
plenipotenciarios de Venezuela en cuanto ellos contradigan los derechos de propiedad al
territorio que sostendrá como de la pertenencia de la República", para que Galindo se negara
a entrar en la cuestión de límites, materia que a juicio del gobierno de Caracas debía ser
arreglada antes de discutir los demás asuntos de comercio y navegación, y

Fernando Chumaceiro Chiarelli, Bello y Viso codificadores. Estudio comparado del Código Civil de Bello y el Proyecto de
Julián Viso (Univ. del Zulia, Direc. de Cult. Maracaibo 1959).
Augusto Mijares, Biografía de Don Julián Viso 1822-1900 (Colección Biografías Escolares, 29. Ministerio de Educ.
Caracas 1974). En las negociaciones con Galindo, no era Viso Ministro de Relaciones Exteriores como dice
Andrade, Demarcación, p. 398.
64. Hallo en Recuerdos Históricos de Galindo el recuento más preciso del plan de Guzmán Blanco.
50
otras cuestiones pendientes entre los dos países 65 . A juzgar por el testimonio del propio
Galindo en su Recuerdos Históricos, la declaración de Viso la interpretó alusiva a la admisión
de Fermín Toro sobre los presuntos títulos de Nueva Granada a la Guajira.

Esta intransigencia del plenipotenciario colombiano, sabiendo cómo debía saber que
Venezuela había desautorizado la declaración de Toro a los pocos meses con su acción
militar en la Guajira y con la justificación del hecho en la nota de respuesta a la protesta
neogranadina de 1845, sin contar otras veces que la había repudiado expresamente —la
última por Simón Planas en 1854— revela la ausencia de voluntad sincera de negociar la
materia de límites. Muy diferente de la admisión de Fermín Toro, quien se excedió de las
instrucciones que le había impartido el canciller Francisco Aranda, era la aceptación plena,
por el Ejecutivo y por el Congreso neogranadinos, y ratificada repetidas veces por su
plenipotenciario Lino de Pombo en el lapso 1833-1842 como línea de su uti possidetis juris,
la recta del meridiano del Apostadero del Meta al Sur. Sin embargo el apartarse de esa
posición no impidió que Venezuela renovara las negociaciones fronterizas. Incluso Nueva
Granada había aprobado y ratificado el Tratado Romero-Pombo de 1842 en el que se
contenía el reconocimiento de la soberanía venezolana sobre la margen occidental del
Orinoco, cuando a los dos años reclamó como territorio propio, no sólo hasta el Orinoco, sino
hasta el Casiquiare. ¿Había lugar para interrumpir las negociaciones porque Venezuela
desautorizaba las declaraciones, como la de Fermín Toro, que no se hubieren ajustado al uti
possidetis juris auténtico? Más aún: ¿cabía tal intransigencia, cuando los supuestos títulos
neogranadinos que Toro admitió con sobrada ingenuidad y candor se fundamentaban en un
expediente mutilado y trunco, y, por ende, adulterado? La intransigencia sube de punto si se
toma en cuenta que la reclamación neogranadina fundada en ese expediente, mediante
malabarismos diplomáticos, había trastocado la línea inter-

otocolo de la conferencia del 18-11-1872 en Títulos, II, pp- 74-77. Notas cruzadas entre los dos plenipotenciarios,
en id. pp. 77-80.
51
na de división entre dos pueblos de la Capitanía General —la del Socuy-Limón-Caño Paijana,
divisoria entre Maracaibo y Sinamaica— como si fuera el lindero entre esa provincia y la de
Riohacha con el objeto de llevar su reclamación, en una de las zonas más críticas de
Venezuela, hasta los ejidos de Maracaibo.

Desde las negociaciones Toro-Acosta, las más importantes, las que con todo rigor pueden
admitir el apelativo de mayores fueron las conducidas por Antonio Leocadio Guzmán, en
representación de Venezuela, y por el ex-presidente colombiano Manuel Murillo Toro, por su
país, en Caracas 1874-75. De ellas trato en "La década fundamental" señalando: a) Cómo
para esa fecha Venezuela había recopilado una muy valiosa colección de documentos, mérito
que el guzmancismo atribuía a su régimen, pero que en realidad se remontaba a las
búsquedas de Baralt y aun de Fermín Toro en España66. En ese trabajo justo es destacar la
labor de Fernando Arvelo y de Julián Viso, b) Aunque todavía no se localizó el expediente
completo de Sinamaica, el enfoque de Guzmán sobre las cuestiones de jurisdicción en la
Guajira dio un vuelco a la fundamentación de la posición de Venezuela y refutación de la
reclamación colombiana. Como no supo Guzmán que Pedraza ya había sido desmantelada
por el Virreinato en 1790, erró en su planteamiento sobre la defensa de la base de la Guajira,
supuestamente dividida entre aquella villa y Sinamaica, cuando la realidad era que se llegó a
1810 con un repliegue total del Virreinato a la propia ciudad de Riohacha. c) En cuanto a San
Faustino, además de rechazar, como lo había hecho en relación con la Guajira,

El propio Guzmán recordó las pesquisas de Baralt y de Fermín Toro, Negociación p. 25, donde señaló un hecho
doloroso: ".. .y cierto es también que el Señor Toro con igual encargo obtuvo siete [documentos] más, mui importantes,
en los archivos de Sevilla, pero por desgracia estos últimos fueron más tarde, en 1849 ó 1850 sustraídos furtivamente de
los archivos del Gobierno". El autor de la presente obra narra otra sustracción aún más dolorosa, por su
magnitud e importancia, de cuatro legajos del archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores (1972) en su
libro Los Documentos de la Casa Amarilla (Historia de una Calumnia). Afortunadamente fueron hallados por la DISIP
en poder del Dr. Rafael A. Batlles Hernández (1974).
52
la declaración de Fermín Toro, adujo, en defensa de la soberanía venezolana, una serie de
documentos, entre los que se destaca un expediente localizado por Baralt sobre el arriendo
de los puertos de aquella ciudad (1764). d) En relación con la frontera llanera, acertó en
señalar que la Cédula de 1786 determinaba el perímetro de la Comandancia de Barinas, pero
que había que tomar en cuenta, además, el territorio correspondiente a San Cristóbal.
Rechazó el término del Apostadero del Meta, hizo la exégesis más correcta de la Cédula de
1786, y, aun sin conocer el expediente infructuoso sobre erección del Obispado de Barinas
donde aparecía la propuesta de substitución de la recta imaginaria por una línea que subiera
por el Lipa a las Barrancas del Sarare, buscó como lo había hecho Villafañe, una fórmula
similar por el Ele al Meta, e) En cuanto a los territorios situados al Oeste de los ríos Orinoco,
Atabapo, Guainía y Negro, Antonio Leocadio Guzmán volvió a dar un vuelco a la
fundamentación de la posición de Venezuela. Con acertada utilización de documentos,
algunos recopilados por Baralt en 1844, relativos a la ejecución del Tratado hispano-
portugués de 1777, instrumento que fijó, como línea de cobertura de los establecimientos
españoles, al Norte, todos de la provincia de Guayana, la que iba desde la boca más
occidental del Yapurá o Caquetá, demostró que el meridiano del Apostadero, también
denominado meridiano de Codazzi, no cubría suficientemente el territorio venezolano. De ahí
nació la reclamación a la línea del Apaporis, Yapurá o Caquetá, río de los Engaños, etc., hasta
la boca del caño Isemena en la margen meridional del Río Meta, en la cual cabía discutir el
trazado en sus pormenores, pero no en cuanto a que el Apaporis, boca más occidental del
Caquetá, había sido asignado por Carlos III como cobertura de la provincia de Guayana. Era
la auténtica orientación y base amazónica dada a nuestra Guayana como provincia
antemural frente a la expansión lusitana, misión que por el otro extremo era compartida por
el Gobierno de Mainas.

Por supuesto en el contrapunteo de exposiciones de los dos plenipotenciarios era imposible


conciliar las

53
fronteras de derecho que cada parte reclamaba 67 . Tampoco hubo tiempo para intentar una
solución de compromiso como habían previsto al comienzo de las conversaciones. La
fundación del pueblo Guzmán Blanco, en el Guarnía, fue protestada por Colombia en tales
términos, por nota del 24 de junio de 1875, que condujo a la ruptura de relaciones por
Venezuela, mediante extensa nota del 23 de diciembre del mismo año68 .

. Los protocolos completos de la negociación fueron publicados en 1875, tanto por Colombia: Límites entre
Colombia y Venezuela (Imp. de Medardo Rivas) como por Venezuela: Negociación de Límites entre 1874 y 1875 entre
los Estados Unidos de Venezuela y los Estados Unidos de Colombia (Imp. de La Opinión Nacional, Caracas) la cual ha
sido reproduc. en la Colección "Fronteras", N 9 3 del MRE (Caracas 1979).
Después de publicado el protocolo de la negociación, la cancillería de Caracas imprimió, junto con el Epílogo en
el que Guzmán formuló una propuesta de arreglo de la cuestión mediante una línea de convenimiento, las
notas cruzadas entre los dos gobiernos con ocasión de la fundación del pueblo Guzmán Blanco en el Guainía, en
un folleto titulado "Límites entre los Estados Unidos de Venezuela y los de Colombia", opúsculo que viene
impreso con el tomo Negociación ya cit. de la Colección "Fronteras".
54
II
EL PROCESO ARBITRAL ESPAÑOL

Entramos en una materia que por su complejidad e importancia ofrece especiales dificultades
a la síntesis, aun habiéndola tratado extensamente en nuestra obra "La década fundamental"
a la que nos remitimos.

Las leyendas, surgidas al margen de la historia documental y crítica, han deformado la


interpretación del proceso, comenzando por la atribución al plenipotenciario de Nueva
Granada —el ilustre panameño Don Justo Arosemena 63 — la escogencia del arbitramento de
derecho: "...con una sola palabra "juris" —clamó en el parlamento de Bogotá el abogado y
general Rafael Uribe Uribe— el sagaz Doctor Arosemena, conocedor perfecto de la materia
del pleito derribó esos 24 volúmenes trabajosamente adquiridos por Venezuela en
investigación de largos años, hecha en sus propios archivos y en los de España, y echó por
tierra los otros 9 volúmenes de polémica formados por los negociadores de ese país. Eso se
llama talento. Eso se llama diplomacia. Gloria al sabio Doctor Arosemena que tamaño triunfo
alcanzó" (Tratados con Venezuela. Bogotá 1896).

En Venezuela —valga la mención de Agustín Ascaño Jiménez— es frecuente achacarle


también a Arosemena la habilidad de haber convencido a los Guzmanes para que se
recurriera en la grave controversia al arbitramento del Rey de España. La verdad es otra.
Arosemena, es cierto, fue factor fundamental en el restablecimiento de las relaciones
diplomáticas entre nuestros dos países por el acta del 7 de enero de 1881, también llamada
Protocolo de la reconciliación. Le movía la preocupación por los riesgos que se cernirían
sobre su país, durante la guerra del Pacífico (1879-1883) en el caso de terminar en un
conflicto armado con Venezuela por causa de la

69. Véanse Octavio Méndez Pereira, Justo Arosemena (2* edic.


Panamá); J. D. Moscote y E. J. Arce, La vida ejemplar de
Justo Arosemena (Panamá 1956).
disputa de límites 70 . Sin embargo, su propio testimonio no deja lugar a dudas de que, desde
un principio tuvo perfecta coincidencia con el Presidente Guzmán Blanco en cuanto a la
escogencia de la vía arbitral, medio considerado por éste como el más seguro para salvar su
responsabilidad ante la opinión pública, y que fueron Guzmán Blanco y su padre Antonio
Leocadio —partidario en un principio de las negociaciones directas— quienes exigieron que el
arbitramento fuera de estricto derecho: "...Pero insistió [Guzmán] en que el arbitramento
fuese de derecho riguroso, y para no hacer fracasar las negociaciones, tuve que ceder en
aquel punto", escribió Arosemena.

De las actas de esta breve negociación se desprende que el proyecto de tratado fue
redactado por Antonio Leocadio Guzmán, y que comparado con el texto definitivo, apenas sí
se sorprenden algunas variantes de estilo y redacción 71. Arosemena refiriéndose al
compromiso arbitral, señala:

"Yo lo había concebido en términos, como un contraproyecto que propuse, pero no fue
aceptado. Prescindiendo de la redacción, en que hubiera sido yo más conciso, hay algo en el
fondo del proyecto que no me satisface del todo, a saber: l 9 que se haya restringido la acción
del árbitro a fallar rigurosamente en derecho, siendo así que pudiera haber, y probablemente
hay, punto en que faltando disposiciones perfectamente aplicables del antiguo soberano,
había necesidad de que el juez procediese más bien como arbitrador o amigable
componedor; y 29 que no se haya designado un substituto para

70. Arosemena llegó a la Guaira el 30 de noviembre de 1880. Muy pronto se pusieron de acuerdo los
plenipotenciarios en cuanto al restablecimiento de relaciones de los dos países mediante el acta del 7-1-81,
llamada Protocolo de la reconciliación. Sin embargo se demoró su aprobación, por interposición del
nombramiento de Ministro de Relaciones Exteriores de Colombia en la persona del antiguzmancista Ricardo
Becerra. Superado este incidente, vino a ser recibido Arosemena oficialmente por el Presidente Guzmán
Blanco el 10 de sept. En los días 12 y 13 negoció el compromiso arbitral, el cual fue firmado el 14.
1. El Protocolo de la reconciliación del 7-1-81 y las actas de los días 12 y 13 de sept. en MRE. Colombia 106.
56
el caso en que el primer nombrado no pudiese aceptar, y para el que indiqué al Gobierno de
una de las Repúblicas Hispanoamericanas" 72.

El arbitramento de estricto derecho, como solución de las controversias de límites era, a


juicio del Canciller Seijas, la única vía compatible con la prohibición constitucional sobre
enajenación de territorio, contenida, según él, en las Constituciones de 1858, 1864, 1874 y la
que acababa de ser sancionada en 1881. Esta fue la doctrina que desarrolló en las
instrucciones a Guzmán del 12 de septiembre, y en 1882 en las notas dirigidas al gobierno de
Estados Unidos, a raíz de la versión aparecida en la prensa española en el sentido de que ese
país se oponía a la aceptación por el Rey de España de sus funciones arbitrales como
intervención en asuntos del Continente americano incompatible con la doctrina Monroe 73 , y
en 1884 en la controversia con Gran Bretaña sobre la frontera con la entonces colonia de
Guayana Británica74 . Tal énfasis ponía Venezuela en la solución jurídica que el Presidente
Guzmán Blanco quiso que se incluyera en el protocolo de la conferencia del 12 de septiembre
una declaración en el sentido de que era la única vía compatible con el ordenamiento
constitucional de los dos países, y, como ello no fue posible, la cancillería de Caracas
desarrolló la doctrina en nota al Ministro de Relaciones Exteriores de Bogotá el 12 de octubre
75
.

. Las citas de Arosemena en Méndez Pereira o.c. pp. 212 ss. En el prolongado lapso (enero-sept. 1881) no
dejaron de mantener Guzmán y Arosemena conversaciones con carácter privado. En ellas el panameño
entregó al venezolano, junto con una síntesis de la controversia, un Proyecto de Tratado para el arreglo
mediantes las concesiones mutuas.
Las instrucciones a Guzmán, y las notas al Ministro de Venezuela en Washington y al de Estados Unidos en
Caracas, 12.9, 7.11 y 15.11, respectivamente, en MRE Colombia 106.
La nota al Ministro de Gran Bretaña en Caracas, Coronel Mansfield del 9-4-84 en Historia Oficial de la discusión
entre Venezuela y la Gran Bretaña sobre sus límites en la Guayana (New York 1896) pp. 63-65 Reproduc. en Colección
"Fronteras" np 6 (MRE. Caracas 1981).
La respuesta colombiana expresó su coincidencia en cuanto a que por el compromiso arbitral se estipulaba un
arbitramento
57
Venezuela estaba convencida de la fuerza probatoria de sus 24 legajos de documentos
pacientemente recopilados en los archivos españoles y venezolanos, no como títulos de
ocupación factual —como falsamente los interpretó Uribe Uribe— sino de legítima posesión,
conforme a! más exigente uti possidetis juris de 1810. Y justamente la elección del Rey de
España como árbitro, tan firme que Venezuela no admitió como eventual sustituto otro de los
propuestos por Arosemena, obedecía al convencimiento de que ningún otro juez estaría en
capacidad de dirimir la controversia en el plano jurídico como España, la cual podía consultar
en sus propios archivos los títulos originales de propiedad y soberanía de los dos países.

El compromiso arbitral del 14 de septiembre de 1881 refleja con meridiana claridad la


posición venezolana en la materia: el arbitramento de derecho como solución de la
controversia, la escogencia del Rey de España como árbitro, por las razones indicadas, y la
limitación de sus funciones a la determinación de la línea divisoria entre el Virreinato de
Nueva Granada y la Capitanía General de Venezuela de conformidad con el principio boliva-
riano del uti possidetis juris, según el mandato de todas las constituciones desde la de 1830.

Colombia aprovechó la oportunidad del establecimiento de relaciones diplomáticas con


España —último país hispanoamericano en lograrlo— para que su plenipotenciario Carlos
Holguín se adelantara desde febrero de 1881 para proyectar su influencia en los medios
políticos, sociales y culturales de Madrid. En cambio Venezuela, a pesar de que estableció
relaciones diplomáticas con España en 1845 (cuarto país hispanoamericano, después de
México, Ecuador y Chile), tardó mucho tiempo en acreditar el Ministro Plenipotenciario que
había de agenciar la aceptación por Alfonso XII de sus funciones arbitrales. En efecto,
Eduardo Calcaño llegó a Madrid en julio de 1882, coincidiendo con el veraneo de la Corte, de
manera que no fue hasta septiembre cuando pudo iniciar algunas gestiones todavía privadas.

stricto derecho, mas en lo demás, no entró a discutir la materia. Bogotá 5-1-82. Ambas notas en MRE. Colombia
106.
58
Casi simultáneamente llegaba el Doctor Julián Viso a Burdeos, para seguir viaje a Madrid
como Abogado y Agente de Venezuela, mientras se destinaba a la búsqueda de documentos
en Sevilla al Licenciado Francisco Javier Mármol, delicado de salud y enfermo de la vista,
también con notable retraso respecto de Colombia que había enviado a J. M. Quijano Otero.
El equipo venezolano se completó con el periodista e Inspector General de Inmigración de la
República Argentina, Héctor Valera.

A la nota conjunta del 16-10-1882 firmada por Calcaño y Holguín, en solicitud de la


aceptación por Alfonso XII de sus funciones arbitrales 76, tardó varios meses en responder el
Monarca español. Lo hizo por su Ministro de Estado, Marqués de la Vega de Armijo,
descendiente de uno de los Virreyes de Nueva Granada, Don Pedro Mesía de la Cerda (1761-
1772). Fue entonces cuando circuló la versión de la oposición norteamericana al
arbitramento español como incompatible con la doctrina Monroe. La aceptación regia,
transmitida a las Partes en nota del 21 de febrero del año siguiente, fue recibida por
Venezuela como garantía de que al fin la delicada controversia iba a encontrar la solución
imparcial, ecuánime, estrictamente jurídica. "Se trata ■—escribió el canciller Seijas por
instrucciones expresas del Presidente Guzmán Blanco— de un suceso que asegura la solución
justa, y amistosa y pacífica de una grave cuestión, y por la autoridad más competente,
evitando así las desavenencias a las cuales podría conducir en ésta, o en otra época, la
indeterminación de los límites, causa frecuente de guerra entre las naciones" 77.

Mientras tanto ambas partes iban adelantando la preparación de sus alegatos. El de


Colombia, obra del Doctor Aníbal Galindo (1882) lleva como pórtico las instrucciones que por
órdenes del Presidente Zaldúa le transmitió el canciller José María Quijano Wallis, referencia
obligada de cuanto autor colombiano se ocupa

Copia certificada por el secretario de la Legación de Venezuela, Carlos B. Figueredo, en MRE. Colombia 108.
Public, en Libro Amarillo de 1882.
Seijas a Calcaño, n9 189, Caracas 16-3-83 y Calcaño a Seijas de 23-2-83 con la nota de aceptación española.
MRE. Colombia 108.
59
(lo liisloriar las cuestiones fronterizas como si fueran la quintaesencia de la honestidad en las
relaciones internacionales. Mas, aparte de que las normas en ese documento contenidas son
las usuales en las transcripciones de documentos —a no ser que se busque intencional-
mente la adulteración de los testimonios— el estar destinadas a su publicación en el propio
alegato, les resta el mérito de la "sinceridad" que se les atribuye. En cambio, los colombianos
omiten toda alusión a las instrucciones que el gobierno de Bogotá debió impartir a sus
plenipotenciarios en Madrid: Carlos Holguín y Julio Betancourt, cuyas gestiones plantean muy
graves interrogantes sobre la honestidad de los procedimientos en cuanto a obtener una
sentencia favorable a su país 7S. El alegato de Venezuela fue obra de Viso, con el agravante

e las instrucciones es mención obligada de los autores colombianos lo siguiente: "En suma, el Presidente, como
Jefe de la Nación, sentiría menos por su parte la pérdida total o parcial del pleito, que el sonrojo de que la
República se viera expuesta a rectificaciones que pusieran en duda la lealtad de su palabra y de su proceder".
Reproducidas en el Alegato (1882). Galindo también las reproduce íntegras en Recuerdos Históricos (1900) y
asienta: "Estas Instrucciones podrían esculpirse en letras de oro en la tumba del doctor Zaldúa como el honor
nacional" (9 p. 192). Las citas en los autores colombianos serían interminables. En la edic. oficial "Arreglo de
Límites entre la República de Colombia y la República de los Estados Unidos de Venezuela" en la introducción con el
título de "Antecedentes" por Julio Garzón Nieto (edics. de 1943 y 1979) se cita el párrafo con la aseveración de
que esas instrucciones "traducen fielmente la política de sinceridad y de lealtad con que siempre han
procedido nuestros gobiernos en los asuntos internacionales". Mas los deseos de Galindo se vieron, en parte,
cumplidos cuando toda una institución como la Academia Colombiana de Historia, a propuesta de los
académicos Pedro M. Ibáñez y Fabio Lozano Lozano, en el Acuerdo de honores a Zaldúa (49 considerando)
reprodujeron el párrafo citado calificando las instrucciones de "palabras de honradez internacional, de las
cuales podrá ufanarse siempre este país y que son como el retrato de quien las inspiró". Acuerdo del 1-12-
1911 dos días antes del 1er. centenario del nacimiento de Zaldúa. (B.A.H., VII, Bogotá 1911), p. 670.
Ciertamente habría sido de desear que una reclamación como la adelantada en 1844- 81 hasta el Castillo de
Paijana, no se hubiera basado en un expediente mutilado y trunco, y la reclamación a los espacios amazónicos
no se cimentara en una cédula de 1740 que inventó el General Mosquera.
60
de que, habiéndolo remitido para que fuera estudiado por la Cancillería de Caracas antes de
presentarlo al árbitro, le fue devuelto inmediatamente con órdenes de que procediera a
imprimirlo en Madrid, donde, además de ese importante documento, preparó las
Refutaciones de los folletos de Galindo y de Arosemena, la Contestación de Venezuela al
Alegato de Colombia, y un pequeño atlas de mapas, obras todas que, a excepción del Alegato
impreso en 1883, vieron la luz pública en 1884.

La presentación oficial de los alegatos tuvo lugar el 22 de diciembre de 1883, si bien a los
cinco días todavía introdujo Viso por instrucciones de su gobierno una Aclaratoria en relación
con la imperfecta representación cartográfica de la reclamación venezolana, donde aparecía
la línea como si cortara afluentes del Apaporis y del Vaupés, así como las cabeceras del
Negro, todos los cuales en realidad quedaban al Este y a distancia considerable de la
frontera de derecho a la que aspiraba m.

Para entonces había sido creada la Comisión de examen por real decreto del 19 de
noviembre, previa exposición del Ministro de Estado sobre la complejidad de la tarea
encomendada al árbitro. Por otro de la misma fecha vinieron a ser designados los integrantes
de ese cuerpo técnico: Mariscal de Campo y Director General del Instituto Geográfico y
Estadístico, Don Carlos Ibá- ñez e Ibáñez de Ibero, como Presidente; Don Cesáreo Fernández
Duro, Capitán de Navío, Académico de la Historia y Vicepresidente de la Sociedad
Geográfica; Don Justo Zaragoza, Jefe de Administración de 1 ? Clase, de la Junta Directiva de
la Sociedad Geográfica, y Don Marcos Jiménez de la Espada, individuo de la Comisión

79. Documentos en MRE. Colombia 108.


llama la atención que Garzón Nieto, en el escrito cit. en la nota anterior asiente que el Doctor Galindo hizo la
presentación del Alegato de Colombia ante la Comisión de examen "con fecha 17 de noviembre de 1882", pues
ese cuerpo técnico fue creado por real decreto del 19-11-83 y se instaló a los cuatro días. Como explicamos en
el texto, la presentación de los alegatos al árbitro tuvo lugar el 22 de diciembre del 83, y la hicieron Calcaño y
Holguín, por Venezuela y Colombia respectivamente. Comunicaciones de Calca- ño y de Viso a Seijas de 22 y
23 de diciembre, respectivamente. MRE. Colombia 108.
61
Española del Pacífico, Académico Electo de la Historia, como Vocales; Don Gaspar Muro, Jefe
del archivo del Ministerio de Estado, como Vocal-Secretario. La instalación ante el Ministerio
de Estado tuvo lugar el 23 de noviembre 80 .

Las ponencias se distribuyeron de la siguiente forma: sobre la 1 ? sección de la frontera


(Guajira-Montes de Oca), Justo Zaragoza; sobre el territorio de San Faustino y la línea desde
las fuentes del Río Táchira hasta el Meta, Fernández Duro; sobre la línea desde el Meta a la
frontera con Brasil, Jiménez de la Espada. Y aunque los trabajos de la Comisión se
prolongaron hasta mediados de 1888, resulta sorprendente que ya para el 10 de mayo de
1884, tras un rápido viaje al Archivo de Indias de Sevilla, Justo Zaragoza había llegado a la
conclusión, que sería definitiva y fundamento de la sentencia, en cuanto a la línea de los
Mogotes de los Frailes a los términos de Montes de Oca 81.

La muerte de Alfonso XII, acaecida el 25 de noviembre de 1885, si bien el compromiso


arbitral había confiado las funciones arbitrales al Gobierno de su Majestad el Rey de España,
fue motivo para que el Ministro de Estado español, Don Segismundo Moret, en nota del 15 de
diciembre, declarara a las Partes que con el deceso del árbitro había fenecido el compromiso
según el cual había sido sometida a su juicio la solución de las diferencias. Añadió que
estaba dispuesto, si así lo desearan las Partes, a continuar el arbitramento como
manifestación de su deseo de contribuir a la conservación de las buenas relaciones entre las
dos repúblicas 82.

La historiografía colombiana atribuye a Holguín el mérito de haber convencido a Guzmán


Blanco para que se continuara con el proceso arbitral, pero la verdad es: 1) que justamente
en 1885 la preocupación de parte de Venezuela (Cancillería y Viso) era que podía produ-

. Ministerio de Estado. Documentos relativos al arbitraje en la cuestión de límites entre las Repúblicas de Venezuela y
Colombia (Imp. El Progreso, Editorial, Madrid 1881) pp. 4-7. La fecha de instalación la recojo de la
correspondencia de la Comisión con el M. de Estado.
Explicación de Justo Zaragoza en la sesión de la Comisión de Examen del 10-5-84. Libro de actos. Expediente del
Laudo.
82. Libro Amarillo de 1887, pp. 247-248.
62
cirse la terminación del proceso sin la solución del litigio en caso de que el juez no pudiendo
aceptar las posiciones extremas de las Partes, como consecuencia de los nuevos títulos que
se hallaren en sus archivos, llegare a la conclusión de una línea intermedia; 2) que desde un
principio —conversación con el Ministro Moret con ocasión de los funerales de Alfonso XII—
Guzmán Blanco expresó el deseo de que el árbitro presentara a las partes copias de los
nuevos títulos en los que se habría de basar la sentencia; 3) y asimismo pensó en que el
protocolo adicional que se proponía negociar con Holguín, llevara una cláusula de ampliación
de las facultades arbitrales para sentenciar por aproximación a los documentos, con el objeto
de facilitarle el cumplimiento de su encargo 83.

La correspondencia Guzmán Blanco-Holguín, por intermedio de Seijas, que condujo al


Protocolo, revela que los dos plenipotenciarios se pusieron de acuerdo sobre la continuación
del arbitramento, dentro del mismo marco trazado por el tratado de 1881, en la conferencia
celebrada en París el 24 de diciembre de 1885. Ni la iniciativa venezolana para agregar al
proyecto de protocolo presentado por Holguín la cláusula de ampliación de facultades para
sentenciar por aproximación a los títulos cuando éstos carecieren de la claridad apetecida
iba dirigida a convertir el juez de derecho en árbitro arbitrador, ni esa idea se trasluce en su
aceptación por Holguín, ni en el texto del protocolo mismo firmado el 15 de febrero de 1886,
ni en la nota conjunta por el que lo presentaron al gobierno español, ni en la respuesta del
Ministro Moret del 11 de marzo, ni en la Real Orden al Presidente de la Comisión de examen
de la misma fecha84.

Correspondencia entre Viso y Guzmán Blanco, y de ambos con la Cancillería de Caracas, en MRE. Colombia 107.
El criterio de Guzmán Blanco —como debió ser el de Seijas— era que no existía riesgo alguno en que quedara
la controversia sin solución, pues al árbitro se le había encargado la determinación de la divisoria de 1810, de
conformidad con el uti possidetis juris, coincidiera o no con las posiciones de las Partes litigantes. La carta de
Guzmán Blanco al MRE de Venezuela, París 21-12-85 en id. id.
4. Holguín mantuvo correspondencia con Guzmán Blanco, ausente de París, por intermedio de Seijas. MRE.
Colombia
63
Más aún, la iniciativa venezolana para comprometer al árbitro en la presentación de los
documentos sobre los que había de basarse la sentencia, aceptada por Holguín mas no para
incluir esa cláusula en el Protocolo sino para que fuera objeto de una nota conjunta al
gobierno español, iba dirigida a garantizar justamente la naturaleza judicial de la sentencia.
El propio Ministro Moret en su respuesta positiva, por la que comprometió formalmente al
árbitro, declaró que justamente ese era el deseo del gobierno de S.M.: que el fallo reuniera
"todas las garantías de acierto apetecibles" y en ese sentido daría a la Comisión de examen
las instrucciones para que suministrara las copias de los documentos "en que ha de fundar su
dictamen" 85 .

La muy generalizada opinión venezolana de que el protocolo de París amplió las facultades
del juez como árbitro arbitrador está basada en un texto híbrido, formado por el protocolo, o
acta declaración, y un denominado "tratado ad referendum" que los codificadores incluyeron
entre los Tratados públicos y acuerdos internacionales de Venezuela, sin reparar: a) en que
ambos documentos se contradicen; b) en que el segundo es un "pseudo-tratado" cuyo origen
está en la confusión en que incurrió la Cancillería de Caracas en 1886 al agregar al protocolo
legítimo una propuesta formulada por Guzmán Blanco a Holguín que éste ni siquiera la tomó
en consideración, mucho menos aceptó, ni firmó; c) que si bien el Congreso venezolano
aprobó como ley de la República el monstruoso híbrido en 1886, para el canje de
ratificaciones en Bogotá 1887 fue sustituido por el Protocolo que sí había sido aprobado y
firmado en París el 15 de febrero de 1886; d) que el Presidente Guzmán Blanco promulgó,
como ley de la República, mediante decreto del l9 de abril de 1887 el Protocolo sin

La nota conjunta del 15-2-86 con el Protocolo de la misma fecha, y la respuesta de Moret, en Libro Amarillo de
1887 pp. 251 ss. La Real Orden al Presidente de la Comisión de examen, del 11-3-86 en Correspondencia de la
Comisión de Examen con el M. de Estado. Expediente del laudo.
Nota conjunta del 15-2-86 y respuesta de Moret del 11-3, en Libro Amarillo de 1887. El escrito de Garzón Nieto
antes cit. no menciona este compromiso sobre la presentación de los documentos. Tampoco en la publicación
oficial española cit. en la nota 80.
64
el pseudo-tratado 86. El pseudo-tratado, de haber sido aceptado por Colombia y llevado a su
perfeccionamiento por las Partes, sí habría introducido cambios substanciales en el marco
trazado por el compromiso arbitral de 1881. El Protocolo iba, en cambio dirigido, a facilitar el
cumplimiento de las mismas funciones arbitrales que aquel instrumento bilateral había
confiado al gobierno de la Monarquía española, por lo que no puede menos de sorprenderme
el criterio expuesto en la edición colombiana de los documentos donde se asienta: "Con esta
declaración [se refiere al Protocolo] la sentencia podía salirse en parte del Uti possidetis
juris, en cuanto los actos regios emanados del antiguo soberano no fueran lo
suficientemente claros, como lo había pretendido antes Colombia..." 81 .

Lo que Colombia había antes propuesto —recuérdese el testimonio de Arosemena— era una
combinación de arbitramento y amistosa composición. Esa idea fue rechazada por Venezuela
de manera que el tratado de 1881 impuso la solución de estricto derecho. El Protoco lo de
París, no fue, y menos en cuanto a la cláusula que ahora nos ocupa, iniciativa colombiana,
sino de Guzmán Blanco, para facilitar la tarea del árbitro dentro del marco del tratado de
1881 al que se refirieron los plenipotenciarios en la nota conjunta del 15 de febrero de 1886,
y en el Protocolo mismo, como término de referencia de la continuación del arbitramento.

El retorno de Guzmán Blanco a Venezuela en agosto de 1886 para asumir la Presidencia de la


República en su última administración llamada del bienio aclamacionista, dejó el proceso
arbitral en un momento muy crítico de los trabajos de la Comisión de examen. Como ordenó
la vuelta a Venezuela de sus colaboradores Seijas y Viso, y dejó encargados de los negocios
de Venezuela

El tema lo tratamos en artículo publicado en El Nacional de Caracas del 26-5-1980, el cual fue reproducido por
Diario Católico de San Cristóbal del 7-1-81. Asimismo en conferencia dictada en el Centro Latinoamericano de
St. Antony's College (Oxford) el 20-1-81. Con el título "El Pseudo-Tratado Guzmán Blanco-Holguín de 1886"
volvimos a desarrollar el tema en el anuario MONTALBAN N9 10 de la UCAB. Véase también La década
fundamental, cap. 6.
87. Arreglo de Límites... (edic. de 1943) p. 6; (edic. 1979) p. 7-8.
65
en Londres y en París a los Ministros de Colombia, Carlos Holguín y Francisco de P. Matheus,
respectivamente, ningún venezolano se ocupó en seguir de cerca el arbitramento. En
Caracas mismo se observa la ausencia definitiva de Antonio Leocadio Guzmán quien había
muerto el 4 de noviembre de 1884, después de haber librado una gran batalla a favor, y en
defensa de la naturaleza estrictamente jurídica del arbitramento que había pactado con
Arosemena.

Para cuando volvió a acreditarse en Madrid un Ministro Plenipotenciario de Venezuela, en la


persona del Doctor Carlos Rangel Garbiras, quien presentó credenciales el 15 de noviembre
de 1890, la suerte estaba echada. La Comisión de examen había presentado con su Informe
final el 28 de junio de 1888, las memorias y documentos justificativos, junto con el mapa
explicativo de la Propuesta de línea fronteriza. Todo el expediente había pasado al estudio
del Consejo de Estado, y, recientemente inaugurada la administración conservadora de
Antonio Cánovas del Castillo en el que figuraba como Ministro de Estado, el General don
Carlos O'Donnell, Duque de Tetuán, a instancias de éste, aquel alto cuerpo consultivo había
terminado su Informe, el cual, con fecha 9 de julio de 1890, recogía la ponencia del literato
Don Juan Valera aprobada por unanimidad de los consejeros. La propuesta de la Comisión de
examen, basada en errores y falacias que examinamos minuciosamente en "La década
fundamental" (capítulos 7 y 8), aún fue recortada por el Consejo de Estado mediante la
asignación a Colombia de la villa de Arauca, y de territorios al Oeste de los ríos Orinoco,
Atabapo, Guainía y Negro. A su vez el resultado de esa mutilación, aún fue objeto de
importante merma por influencia de la Sección 5 ? del Ministerio de Estado cuyo jefe era don
Florencio Iñigo. En el momento en que Rangel Garbiras iniciaba sus desacertadas gestiones
en Madrid, el arbitramento se hallaba a nivel de ponencia de tres Ministros: O'Donnell
(Estado), Marqués de Pozo Rubio (Gracia y Justicia) y Antonio María Fabié (Ultramar).

Dictado el funesto laudo el 16 de marzo de 1891, fue publicado al día siguiente en la Gaceta
de Madrid, en cumplimiento del art. 39 del compromiso arbitral.

66
Las gestiones venezolanas que originalmente se referían a la presentación de los
documentos en los que se fundamentó la sentencia, después al mapa base de la misma, y,
por último, a la carta explicativa del laudo, tras vencer irreductibles resistencias del
Ministerio de Estado español, culminaron con la presentación a las Partes del llamado Mapa
del Duque de Tetuán con nota de éste N 9 16 del 16 de julio de 1891 contentiva de la
conocida reserva de que el Gobierno de S.M. "no puede responder de su exactitud, ni
siquiera de su conformidad absoluta con el trazado de] laudo" 88 .

Así terminaba un proceso que, según la confianza puesta por Venezuela en el árbitro, debía
haberse desarrollado dentro de un marco de estricto derecho, con apego riguroso por parte
del juez a los títulos de las Partes, interpretados con serena objetividad e imparcialidad a
toda prueba.

Un somero recorrido por los fundamentos del laudo, nos indica que lamentablemente no fue
así.

En cuanto a la 1* Sección

Descartó como irrelevantes los títulos primitivos: capitulación de 1528 para Venezuela,
fijación de los términos territoriales de Riohacha en 1547, varias veces reiterados
explícitamente hasta 1577 y muy concretos: ocho leguas (unos 44 kms.) al Este de la ciudad.

Se basó en la cédula del 8 de septiembre de 1777, por la que la provincia de Maracaibo se


incorporó a la Capitanía General, como argumento de que con ella no fue traspasada la
Guajira puesto que la cédula no la nombra, en lo cual el árbitro demostró no tener el debido
conocimiento de las instituciones y de los procedimientos coloniales pues en las
agregaciones y segregaciones de jurisdicciones se mencionaban entidades administrativas y
no territorios. Además demostró parcialidad a favor de Colombia, pues el silencio de las
Cédulas de 1717 y 1739, en la creación y restablecimiento del Virreinato de Santa Fe, sobre
la Guajira, no le fue obstáculo para considerar que ese territorio pertenecía a esa entidad
superior.

88. Libro Amarillo de 1982, p. 179.


67
3. Dijo que se basaba en las Actas del traspaso de Sinamaica a Maracaibo, pero en realidad
se fundamentó en una sola: la del l 9 de agosto de 1792, simple delimitación municipal sin
referencia a la divisoria entre las provincias. Teniendo conocimiento de que Sinamaica, por
estar fundada en terrenos de Maracaibo, no podía representar en su traspaso una agregación
territorial, sino gubernativa, trazó los límites interprovinciales por el lindero exterior de la
villa, como si su condición de fronteriza de indios insumisos la convirtiera en limítrofe de
Riohacha, no entendiendo que ésta también era fronteriza de los guajiros por el otro
extremo. El límite lo trazó en la Guajira como si la Villa de Sinamaica confinara con otra villa
del Virreinato, y ello como consecuencia de no haber estudiado el repliegue de esa entidad
superior a la ciudad de Riohacha, desconociendo que habían sido desmantelados todos los
pueblos fundados en el lapso 1773-76, antes de que se produjera el traspaso gubernativo de
aquella villa a Maracaibo.

La Real Orden del 13 de agosto de 1790 referida al traspaso gubernativo de Sinamaica, sin
referencia alguna a división de provincias, fue aducida como fundamento de la decisión en
materia fronteriza.

El árbitro omitió toda referencia a títulos posteriores a 1792, justamente en el lapso hasta
1810, cuando replegado el Virreinato a Riohacha, el Soberano, no sólo aprobó, sino que
propició la intervención de la Capitanía General en la Guajira en orden a la llamada
pacificación de los indios, intervención que sólo se detuvo en el Río Calancala.

El árbitro omitió toda referencia a títulos venezolanos de jurisdicción marítima en la Guajira


hasta el Cabo de la Vela, por errónea asimilación de esa jurisdicción con la eclesiástica, como
irrelevantes ambas en materia territorial, siendo así que la primera per se y por disposiciones
expresas del Soberano, iba dirigida a la defensa del territorio en la zona más crítica, dada la
proximidad de las colonias extranjeras: las costas.

En cuanto a la 3? Sección

1. Adujo como título favorable a Colombia respecto de una jurisdicción que surgió en el siglo
XVII —el go-

68
bierno de San Faustino— la Real Cédula de creación de la Audiencia de Caracas del 13 de
junio de 1786, con lo cual: a) omitió la capitulación original que incorporó la patente de
capitán pacificador dada por el Gobernador de Mérida y La Grita al fundador de San Faustino,
debidamente aprobada por el Soberano (1640), según la cual esa entidad surgió en territorio
de la mencionada provincia con autonomía gubernativa; b) violó su norma en el sentido de
no tomar en cuenta sino las jurisdicciones correspondientes al Virreinato y a la Capitanía
General; c) incurrió en el mismo abuso que en la sección 1* al esgrimir el argumento del
silencio de esa cédula de 1786 sobre San Faustino en la enumeración de las provincias que
pasaban a depender de la Audiencia de Caracas.

2. Como no llegó a entender la peculiaridad de San Faustino como enclave gubernativo en


territorio de la provincia que terminó por llamarse de Maracaibo —lo que explica que en las
mencionadas cédulas de 1717 y 1739 tampoco se mencione a ese gobierno entre las
entidades que pasaron a integrar el Virreinato de Santa Fe— adujo, como título a favor de
Colombia, la Real Orden del 29 de julio de 1795 por la que el Soberano, a la solicitud sobre
incorporación de varias entidades a la provincia de Maracaibo, entre las cuales se
mencionaba a San Faustino, respondió: "no se haga novedad". Con esto, el árbitro incurrió:
a) en petitio principii pues lo adujo como prueba de que el territorio de San Faustino
pertenecía al Virreinato, siendo así que la prohibición de innovar su status sólo tendría
efectos en materia territorial si antes de la disposición regia se probaba que formaba parte
de aquella entidad superior; b) la consideró como prueba definitiva, a pesar de que el
Alegato de Venezuela había demostrado que el expediente se volvió a suscitar —como en
efecto sucedió— en fecha posterior, y al doblar el siglo aún no se había resuelto 89.

egato de Venezuela, p. 130. La renovación del expediente ante el Real Consulado de Caracas tuvo lugar en 1797-
98. El Consejo de Indias deliberó sobre la propuesta en 1799. El soberano pidió informes a los Consulados de
Caracas y de Cartagena el 4-4-1800. La respuesta negativa del Consulado de Cartagena fue en 1802.
Expediente en AGI. Caracas 914.
69
3.El tercer título citado como base de la sentencia, como Ley General de Indias, la adujo el
árbitro, no como prueba de la pertenencia de San Faustino a Colombia sino como justificación,
una vez asignado el territorio a ese país, del trazado de la divisoria con Venezuela, pero en
vez de ajustarse a la línea fijada por las Partes en el proyecto de tratado Michelena-Pombo
de 1833 como lindero tradicional de San Faustino, reprodujo la redacción parcializada del
Alegato de Colombia.

En cuanto a la 5» Sección

Se excedió en sus facultades al interpretar el Protocolo de 1886 como si le diera poderes de


árbitro arbitra- dor, y, en consecuencia, afirmó que sentenciaba por aproximación a la Real
Cédula de 1786 sobre la Comandancia de Barinas, mas la línea por él establecida se apartó
radicalmente de la fijada por Carlos III: a) Asimiló el término de la línea de los Diputados de
Caracas de 1778, situado al Oeste de la confluencia del Casa- nare, con el Apostadero del
Meta, topónimo evidentemente posterior, no sólo a 1778 sino también a 1810; b) Sustituyó
un término de referencia del curso superior del Sarare (las Barrancas) con uno del curso
inferior (el Desparramadero); c) Sustituyó la línea recta entre el Meta y las Barrancas del
Sarare con una complicada poligonal; d) En vez de cortar al Arauca en un punto, llevó la línea
por gran parte del curso de este río; e) Asimiló el Paso Real de los Casanares que no estaba
lejos de la Villa de Arauca y del meridiano de Guasdualito, con un punto intermedio entre
aquella villa y el

Capdequí cita también la oposición del cabildo de Pamplona. Las Instituciones del Nuevo Reino de Granada al tiempo
de la Independencia (C.S.I.C. Madrid 1958) p. 227. El Virrey Mendinueta propuso en 1803 la agregación de San
Faustino al corregimiento de Pamplona. Cesáreo Fernández Duro, Memorias tí. 44-46. Expediente del laudo. Ello
demuestra que ese gobierno tenue o precario no era de la provincia de Pamplona, sino que territorialmente
formaba parte de la provincia de Maracaibo, lo que explica cómo las céds. de establecimiento y restauración
del Virreinato de 1717 y 1739 no lo nombraran entre las entidades gubernamentativas que pasaban a formar
parte de dicha entidad superior.
70
de la intersección en el Arauca del meridiano de la boca del Masparro. Para venir a tan
artificiosa fijación, con la sustitución de un Paso de río, determinado por las condiciones
geográficas y humanas reinantes en 1786, con un punto geométrico, se valió de una
interpretación abusiva de la Cédula de 1786 como si ésta requiriera que el Paso de los
Casanares estuviera equidistante de la ciudad de Barinas y de las Barrancas del Sarare;
además declaró, como si fuera resultado de sus investigaciones, que ese punto equidistante
coincidía con otra equidistancia: entre la Villa de Arauca y la intersección del meridiano de la
boca del Masparro en el río mencionado.

Pero la Real Cédula, contra lo afirmado por el laudo, no sólo no declara expresamente que el
Paso de los Casanares estaba equidistante de las Barrancas del Sarare y de la ciudad de
Barinas, sino que, dada la puntuación correcta, como aparece en el ejemplar del Archivo de
Indias de Sevilla, y en conformidad con el estilo de las delimitaciones españolas, sólo
establecía la distancia respecto de la ciudad de Barinas 90.

. La versión que le dio el árbitro fue mediante la alteración en la puntuación dejándola de la siguiente forma
"...tirada otra línea hasta las barrancas del río Sarare, por encima de paso Real que llaman de los Casanares
en el río de Arauca, cuatro jornadas distantes de dicha ciudad de Barinas y de las nominadas barrancas, siguiendo por la
serranía la demarcación que se dio a la ciudad de Barinas en su primitiva erección. . .".
a puntuación de la cédula en el libro de Real Hacienda de Barinas de 1795 (ff. 32-34), AGI. Caracas 592, no indica
equidistancia: "... en el río de Arauca cuatro jornadas distantes de dicha ciudad dé Barinas; y de las nominadas
Barrancas, siguiendo por la serranía la demarcación. . .", debiendo advertir que la propuesta original decía
"distante", como es lo correcto, pues se refiere al Paso y no a los Casanares.
arte alguna del expediente del laudo se cita otro texto que el presentado por Venezuela el cual fue hallado en
1839 por el senador Antonio Febres Cordero "en el gran archivo del Tribunal de Cuentas" de Caracas. Títulos, II,
p. 44. La reprodujo Venezuela en id. id. pp. 276-279 con la puntuación exacta como en el original de Caracas,
coincidente con el texto que se halla en el Archivo de Indias. Más aún; el árbitro conocía el expediente de
concesión de título de Castilla a don José Ignacio de Pumar (1787), un año después de emitida la cédula donde
se asienta que fundó a Guasdualito
71
En cuanto al otro punto, lejos de que procediera la debida investigación a la fijación del Paso
de los Casanares en el punto intermedio entre la Villa de Arauca y el de intersección del
meridiano de la boca del Masparro en el río Arauca, lo que antecedió fue una sugerencia para
que la Villa de Arauca que según la Comisión de examen correspondía en derecho a
Venezuela, fuera asignada a Colombia; no por alguna razón histórico-jurídica, sino, como se
expresó el Consejo de Estado quien formuló la propuesta: "es duro despojar a Colombia de la
Villa de Arauca que le perteneció siempre, que le pertenece hoy y que sirve de centro de
intereses creados de considerable importancia" 91 .

Asentado este principio, ajeno al espíritu y a la letra del Protocolo de París que invocó el
árbitro para esta sección, el Consejo de Estado fijó enseguida, sin referencia a principios
jurídicos, ni a datos históricos ni geográficos, y sin relación con la determinación del Paso de
los Casanares, como punto de arranque de la línea Arauca-Meta el intermedio ya referido, en
sustitución del que había propuesto la Comisión de examen a 36 kms. de la Villa de Arauca.

El árbitro disfrazó ésta sustitución a la que llegó, simplemente por estimar que era duro
"despojar" (sic) a Colombia de esa población, con los considerandos relati-

atro días de camino" de Barinas (es decir cuatro jornadas como dice la cédula del Paso Real de los Casanares), y
agrega la función de Guasdualito: "como tránsito preciso e indispensable para el comercio y comunicación con la
provincia de Casanare", AGI. Caracas 319, expediente que menciona el vocal-ponente Fernández Duro, Memorias, f.
178. Era, pues, muy claro, que el Paso de los Casanares estaba sobre el Arauca a cuatro jornadas de Barinas
(no de las Barrancas del Sarare) en las proximidades de Guasdualito. Todo lo demás fue interpretación
desorbitada para llevar la frontera al Este a fin de favorecer a Colombia. En la transcripción que Armas Chitty
da de la cédula, según el texto existente en el Archivo Histórico Nacional de Bogotá: Sección Reales Cédulas, t. XXXV,
ff. 377-379, la puntuación del párrafo en cuestión es igual al del Libro de la Real Hacienda de Barinas que
nosotros citamos. Armas Chitty, Documentos, pp. 91-92.
91. Informe final del Consejo de Estado, f. 31. Expediente del laudo.
72
vos al punto de desviación de la recta entre el Arauca y el Meta.

Contra el espíritu y la letra de la cédula de 1786, el árbitro la interpretó como si trazara la


divisoria entre la Capitanía General y el Virreinato, cuando lo cierto es que sólo señaló los
límites de la Comandancia de Barinas, sin prejuzgar los correspondientes a la Villa de San
Cristóbal que quedaba fuera de aquella circunscripción, pero dentro de la provincia de
Maracaibo. De esa manera trazó la frontera por el Oirá, siendo así que este río, como el
Sarare, desde antiguo pertenecía en todo su curso a la provincia de Mérida y La Grita.

En cuanto a la 6* Sección
Comenzó por no respetar la unidad de jurisdicción de la provincia de Guayana, antes
artificiosamente dividió sus linderos en dos trozos, argumentando que procedía por razones
de claridad, cuando —como se desprende del expediente del laudo— esa división: a) fue
consecuencia de una incorrecta interpretación de un hecho transitorio: que al separar la
antigua provincia de Guayana de la subordinación al gobernador de Cumaná, el Soberano
erigió en ella dos Comandancias: la de Guayana y la General de Nuevas Poblaciones,
dicotomía que sólo se mantuvo durante el lapso 1762-1768, fecha ésta cuando las dos
quedaron fusionadas para terminar por constituir la Gobernación de Guayana. Pues bien: la
interpretación de la dicotomía transitoria como división de territorios cuando sólo fue
gubernativa y militar, llevó al árbitro —contra numerosos documentos que declaraban que la
jurisdicción del Comandante General se extendía a todo el Orinoco— a trazar una divisoria de
esa Comandancia entre el Bajo y el Alto Orinoco, siendo así que hasta el título emanado del
Soberano lo declaraba "Comandante General de nuevas fundaciones del Alto y Bajo Orinoco y
Río Negro"; b) fue artificiosa distinción para asegurar a Colombia la nueva condición de
ribereña del Orinoco, pues se dio la circunstancia de que entre el Meta y el Orinoco hasta el
pueblo de Maipures, por razones extrajurisdiccionales (insalubridad y amenazas de indios
insumisos, Guahibos

73
y Chiricoas), la provincia de Guayana no logró conservar población alguna, como sí, en
cambio, a partir de Maipures hacia el Sur.

La artificiosa división chocó con una realidad histórica insoslayable: el camino construido por
la provincia de Guayana que unía desde la costa frente a Atures hasta el Sur de Maipures,
por la margen occidental del Orinoco, las dos valvas artificiales en que el árbitro dividió los
límites de aquella provincia. Por eso, aunque incluyó la referencia al camino en el primer
trozo de la Sección 6 ?, lo hizo a conciencia de que buena parte de él correspondía a la que
artificialmente concibió como Comandancia General de nuevas fundaciones restringida al
Alto Orinoco que supuestamente debía comenzar en el lindero Norte del Distrito
correspondiente a San José de Maipures.

Si, como declara en los considerandos, hubiera subdividido la sección "para mayor claridad",
no habría razón para actuar como árbitro juris en el primer trozo, de conformidad con el
compromiso arbitral de 1881, y apelando al Protocolo de París en el segundo, con el
agravante de que en el primero, a pesar de que acumuló toda una abigarrada serie de
supuestos títulos, afirmó que de ellos se deducía con toda claridad la línea de la vaguada del
Orinoco, mientras que en el segundo, aunque invocó sólo un acto regio, la Real Cédula del 5
de mayo de 1768 por la que se fusionaron las dos Comandancias, declaró que requería de las
facultades otorgadas por el Protocolo de París.
La raíz de todas estas incoherencias está en que la Comisión de examen había establecido la
dicotomía antes indicada, por su errada concepción de las dos Comandancias, y con el
patente propósito de convertir a Colombia en ribereña del Orinoco al Sur del Meta, pues a
partir de Maipures optó —aunque con incoherencias que sería largo enumerar aquí—por
reconocer que los pueblos desde Maipures hasta San Felipe y la Fortaleza de San Agustín,
situados al Oeste de la línea Orinoco-Atabapo-Guainía-Negro, como dependencias
indiscutibles de Guayana, pertenecían a Venezuela. Únicamente que a esos pueblos sólo les
reconocía un territorio limitado por su lindero municipal, mientras que a sus contrapartes del
Virreinato, las precarias jurisdiccio-

74
nes adosadas a la Cordillera Oriental, les extendía inconmensurablemente una jurisdicción
inexistente.

Establecida así la base del laudo en cuanto a la Sección 6?, en el proceso posterior no se
agregaron razones nuevas de orden histórico o jurídico, sino consideraciones extrajudiciales
para llegar a la que se conoce como línea del laudo: a) El Consejo de Estado, sin invocar el
Protocolo de París pero declarando que el caso era para "una solución arbitral" que se
apoyara "en la equidad", y tomando en cuenta la conveniencia de trazar límites naturales:
recortó el territorio asignado a Venezuela por la Comisión de examen e introdujo la figura de
la servidumbre para el camino de Atures a Maipures sin molestarse siquiera en intentar
hallar en la legislación de Indias, ni en la documentación colonial sobre el Orinoco, alguna
disposición que la justificara; la supuesta equidad sólo la concibió para reducir aún más el
territorio venezolano en atención a que se trataba de pueblos pequeños siendo así que los
colombianos eran menores y sin el valor estratégico que tuvieron los pueblos guayaneses
frente a la expansión brasileña; b) la Sección 5® del Ministerio de Estado, sin aducir nuevos
argumentos históricos, ni jurídicos, aún redujo más el territorio que la Comisión de examen y
el Consejo de Estado asignaban a Venezuela supuestamente atendiendo a la conveniencia de
ajustar la frontera a la vaguada de los ríos Guainía y Negro, aunque en el cercenamiento se
traspasaran a Colombia antiguos pueblos guayaneses y la Fortaleza de San Agustín de Río
Negro, después de haber considerado que habría sido "duro para Colombia" el traspaso de un
solo pueblo —la Villa de Arauca—a Venezuela.

Nos alargaríamos demasiado si pretendiéramos, en un recorrido pormenorizado como el que


realizamos en "La década fundamental", explicar los argumentos que supuestamente
fundamentan el laudo en cuanto a la Sección 6ª. Señalemos aquí algunas de las falacias
características:

ler. Trozo
1. El único acto regio que cita —nombramiento de Don Carlos Sucre y Pardo— lo hace sin
indicación ni

15
de lugar ni de fecha porque utilizó, no un texto completo, sino un fragmento al que se le
había mutilado una frase muy importante. Se trata de la Real Cédula dada en Sevilla el 22-
12-1729, no como dice el laudo de nombramiento de Sucre como Gobernador de Cumaná,
sino de Guayana92 . El fragmento utilizado por el árbitro mediante la Comisión técnica rezaba:
".. .el río Orinoco y la Guayana, provincia de El Dorado, confina en tierra firme con el Nuevo
Reino de Granada". El texto auténtico dice: "el río Orinoco y la Guayana Provincia de El
Dorado confina en tierra firme con el Nuevo Reino de Granada y su capital que es la ciudad
de Santa Fe". Si pues el árbitro interpretaba el fragmento como indicación de que el Orinoco
separaba a la Guayana del Nuevo Reino de Granada, de aplicar el sentido literal del texto
completo habría tenido que concluir que la Guayana llegaba hasta los linderos de la capital
Santa Fe, hoy Bogotá.

El documento de Espinosa de los Monteros de 1743 sólo dice que los jesuitas le amenazaban
de que se pasarían al otro lado del Orinoco, al Nuevo Reino de Granada. Interpretar ese
texto en el sentido de que los jesuitas, por huir de la jurisdicción del Gobernador, se iban a
pasar estrictamente a la margen occidental del Orinoco, en prueba de que el Nuevo Reino de
Granada era ribereño del Orinoco, sólo cabe en quien ignora: a) que el territorio al Sur del
Meta, junto al Orinoco, era inhóspito, cenagoso, insalubre; b) que quien allí se estableciera,
se exponía a los asaltos de los Guahibos; c) que carecería de apoyo neogranadino, pues el
pueblo más próximo por el Oeste era San Miguel del Macuco, a cientos de kilómetros (junto
al actual Orocué). Lo que obviamente querían significar los jesuitas, es que se pasarían a la
zona ya poblada del Nuevo Reino de Granada: las misiones del Meta cuya avanzada era
Macuco, fundado al Norte de ese río, y a considerable distancia de él por temor a los
Guahibos.

El informe de Solano de 1762 es aducido por el árbitro, como aparece en la memoria de la


Comisión de examen, en cuanto asienta que el Orinoco y la Guayana

92. Una copia certificada en Guayana, el 5-6-1764 de ese título dado a Sucre, se halla en AGI, Caracas 136.
76
son flanco de varias provincias (Cumaná, etc.) y aun del Nuevo Reino de Granada, pero el
término flanco sólo tiene una connotación estratégica: en cuanto que, si aquella provincia y
río caían en manos de una potencia extranjera, ésta fácilmente se apoderaba de las demás,
y aun del Nuevo Reino de Granada. Los ejemplos del empleo de los vocablos flanco, llave y
similares se podían repetir ad nauseam. Resulta sospechoso que un árbitro, como el gobierno
del Rey de España, que tenía en sus archivos documentos de toda América que daban a esos
vocablos una simple significación estratégica, y no de delimitación de jurisdicciones, le
atribuyera otro sentido contra Venezuela para una decisión tan grave como convertir a
Colombia en ribereña del Orinoco 93.

Más aún, el árbitro malinterpretó el testimonio de Solano a conciencia de que éste, al


recomendar en 1782 el establecimiento de dos pueblos de españoles en el Vita y en el
Vichada declaró: "Me parece lo más conveniente que la dependencia y comercio de aquellos
pueblos del Alto Orinoco y Río Negro se mantenga y es-

La frase de Solano se halla dentro de un contexto estratégico en el expediente promovido por él en orden a la
defensa del Orinoco, la translación de la capital de Guayana a la Angostura, la concentración de las escoltas de
las diferentes misiones en un solo cuerpo militar. Se halla en AGI. Caracas 442, Flanco, en la terminología
militar, como llave y similares, carece de sentido de línea divisoria. Así p.e. cuando se dice que Maracaibo es
llave y antemural del Nuevo Reino de Granada no se quiere significar que esta provincia llegara hasta los
linderos de la ciudad del lago. Así en los autos del Gobernador Gaspar Mateo de Acosta (1701) en AGI. Sto.
Dom. 651. Desde muy antiguo se concebía la Guayana, por su red fluvial, como una zona estratégica que abría
las puertas de la Nueva Granada y aun de las espaldas de Quito, como se expresó el procurador de Santo Tomé,
García de Aguilar, el 26-4-1612, AGI. Sto. Dom. 179, sin que quisiera significar que la provincia llegara hasta los
linderos de la actual capital ecuatoriana. Santiago Gerardo Suárez en Las instituciones militares venezolanas del
período hispánico en los archivos (B.A.N.H., 92, Caracas 1969) pp. XXVIII ss. trata específicamente de "la defensa
de las llaves", donde figuran: Cartagena como la "llave del Reino del Perú" (sin que quisieran decir que el Perú
llegaba hasta la ciudad de Heredia), Cuba "llave del Nuevo Mundo y antemural de las Indias Occidentales",
Puerto Rico, "llave de las Antillas", etc.
77
A
tablezca con la capital de aquellas provincias, la Guayana, porque ésta le tiene
inmediatamente con España, y es de menos dificultades; por esta misma razón sería lo mejor
que a los misioneros se les diese su sínodo de aquellas cajas" 94 .

4. El expediente instruido sobre el viaje de Antonio de la Torre (1782-83).

Todo el argumento se basa en que este Capitán de los Ejércitos de Cartagena, en su informe
o diario que llena 42 folios: a) después de referirse a la Villa del Meta que iba a fundar la
provincia de Caracas, dice que con ella "se excusan más poblaciones: lo restante, es ya
entrando en el Orinoco de la provincia de Guayana"; b) y al referirse a dos sitios del Meta:
Trapiche y Buen avista, estima que desde las bocas del Orinoco se necesitan al menos 15
días para llegar "habiendo de atravesar por las provincias de Cumaná, Caracas y Barinas que
me parece corresponde ahora a Maracaibo, y también por la banda del Sur, toda la Guayana
hasta la boca del Meta que desde allí arriba creeré sea deste reino".

A pesar de que el árbitro menciona en los considerandos "el expediente del viaje", en rigor
sólo se basó en un folio del largo informe, y no en todo el expediente, como se demuestra: a)
en que consideró a Antonio de la Torre testigo de excepción a pesar de que en el expediente
consta que no conocía la región antes de emprender su viaje, el cual fue rápido, con
objetivos estratégicos, sin vinculación con la observación de las divisorias entre provincias;
además, como lo observó el Virrey, el mencionado capitán incurrió en errores en cuanto a la
geografía por hallarse "destituido de los instrumentos necesarios y de la ciencia de
manejarlos"; y ello fue causa de que en su informe estampara disparates como situar el tan
conocido Río Cuchivero en la banda Norte del Orinoco; b) en que no tomó en cuenta otras
partes del informe que desvirtúan las expresiones de su autor que sirvieron de fundamento
al laudo: así, su aserto de que las misiones jesuíticas, entre las que

arta de Solano al Ministro Don José de Gálvez a bordo del navío "San Luis" surto en el puerto de la Habana el 6-
2-1782. AGI. Caracas 967.
78
figuraba San Borja al Oeste del Orinoco, dependían del gobernador de Guayana, y de que a
partir de la Urbana había 18 pueblos de esa provincia, no pocos de los cuales aparecen en su
mapa al Oeste de la que denominamos médula fluvial.

En el mismo texto que le sirvió de fundamento, debía haber observado el árbitro: a) la


inseguridad del supuesto testimonio, en cuanto a los linderos provinciales, pues dice a partir
de la boca del Meta: "desde allí arriba creeré sea deste reino" (es decir, de Santa Fe); b) y
además de inseguridad, en las pocas expresiones suyas en materia de jurisdicción cometió
un error al decir: de Barinas "me parece corresponde ahora a Maracaibo", siendo así que
aquella ciudad dependió de la provincia de Maracaibo (antes llamada de La Grita desde el
siglo XVI).

Sin embargo, aún reviste mayor gravedad que el árbitro, en la comparación entre ese
testimonio vago, inseguro y contradictorio, y la Real Cédula de San Ildefonso del 3 de
septiembre de 1783 que ordenó al Capitán General de Caracas la intervención al Sur del
Meta y Oeste del Orinoco, desestimó este acto regio y prefirió al primero.

5. "Los mapas, estados de población y correspondencia oficial del Comandante de las Nuevas
Poblaciones don Manuel Centurión".

Bastaría esta enunciación para conocer el escaso nivel académico de los autores de este
laudo: a) don Manuel Centurión no fue jamás sólo Comandante de las Nuevas Poblaciones,
pues cuando desempeñó ese empleo lo era también Comandante de Guayana y como tal
actuaba; b) no es correcta la afirmación de que la correspondencia oficial —así en general—
de esa autoridad puede ser título favorable a Colombia, y menos tratándose de un
gobernante que escribió miles y miles de folios, documentos que es imposible que los
hubiera consultado el árbitro pues muchos de ellos no se encontraban en sus archivos. Pero
lo grave de tan general afirmación es que en todo el expediente de preparación del laudo, no
se menciona de toda esa correspondencia oficial, sino un solo documento.

a) El informe del 11-11-1773 utilizado por la Comisión de examen en cuanto Centurión


afirma: "...y he
79
sostenido igualmente los demás pueblos que dejaron los jesuitas en este lado del Orinoco",
entendida la declaración mediante el sofisma dialéctico de convertir una simple afirmación
en la exclusión del contrario no contradictorio, como si aquel gobernante quisiera decir, lo
que está ausente del texto y del contexto, que no sostuvo los otros pueblos al otro lado del
Orinoco porque no eran de su jurisdicción, sino de la del Nuevo Reino de Granada. Pero es
que Centurión mismo señala, en frase que la Comisión de examen omitió, las condiciones
insalubres de la región lo que no favorecía el mantenimiento de los pueblos de las antiguas
misiones de los jesuitas: "... y he sostenido igualmente los demás pueblos que dejaron los
jesuitas en este lado del Orinoco, no obstante la horrible mortandad y enfermedad que casi
en todos ellos se experimentan ciertas temporadas del año" 95 .

b) El mismo documento en cuanto Centurión declara que la provincia de su mando confina


"por el Occidente con el Río Negro, el Caño de Casiquiare y el Alto Orinoco lindero de la
parte oriental e incógnita del Reino de Santa Fe" 96.

Pero se ve que los altos consejeros del Estado Español no tuvieron tiempo de leer, de la
cabeza a la firma, el extenso informe de Centurión, pues habrían observado

AGI. Caracas 136. También en el resumen del Consejo con la obvia variante de la tercera persona singular. AGI.
Caracas 302. La referencia en el Informe final de la Comisión al f. 76. Expediente del laudo.
Cit. en el Informe del Consejo de Estado f. 48 vto. La declaración de Centurión se halla al f. 1 del informe de
éste cit. en la nota anterior: "...digo que esta provincia de Guayana es la parte más oriental de los dominios
del Rey en la América meridional a la costa del Norte; y sus términos son por el septentrión el Bajo Orinoco
lindero meridional de las pronvincias de Cumaná y Caracas; por el Oriente el Océano Atlántico; por el Sur el
Gran Río Amazonas, y por el Occidente el Río Negro, el Caño de Casiquiari, y el Alto Orinoco lindero de la parte
oriental e incógnita del Reino de Santa Fe". Salta a la vista que "el Alto Orinoco" es un término que emplea
Centurión como zona, como entidad administrativa, y no trataba de precisar la línea fronteriza, pues dejaba
de señalar la divisoria entre la confluencia del Meta y la zona de Maipures donde supuestamente comenzaba
el Alto Orinoco.
80
que al decir Alto Orinoco no entendía estrictamente la vaguada del río, sino la región, y en
efecto (ff. 4-4vto.), tras historiar los establecimientos misionales, la llegada de la Comisión
de Límites en ejecución del Tratado de 1750, y referirse a la pacificación por Iturriaga de los
indios del Alto Orinoco donde fundó tres pueblos: San Carlos y San Felipe en Río Negro, y
Maipures en el Orinoco (omite a San Fernando de Atabapo), menciona el ordenamiento de
1762 con la creación de las dos Comandancias, y el de 1768 con su fusión, y agrega: "en
consecuencia procuré instruirme del estado y circunstancias de todo lo que pertenecía a mi
jurisdicción para desempeño de la Real confianza y satisfacción de mis superiores. Visité
todos los pueblos de la provincia ecepto (sic) los tres del Alto Orinoco y Río Negro". Luego es
claro que ninguna otra provincia del Virreinato era, a juicio de Centurión, ribereña del
Orinoco pues Maipures y San Felipe estaban en la margen occidental de la línea Orinoco-Río
Negro. Y en confirmación de ello, en el mismo informe se halla la mención de los pueblos del
Alto Orinoco y Río Negro "cuya administración corre a cargo del Comandante de todos ellos
Don Antonio Barreto, Capitán de Infantería" que era justamente subordinado del Gobernador
de Guayana (f. 9).
Reducido el solemne enunciado de "correspondencia oficial" de Centurión a un solo informe,
y desenmascarado el mal viso que de él hizo el árbitro, violando las más elementales normas
de la crítica, nos deberíamos ahorrar toda referencia a los mapas y estados de población de
Centurión (se refiere a las estadísticas remitidas en diversos años por este activo
gobernante), las cuales demuestran todo lo contrario de lo que pretende hacerles decir el
árbitro, ya que al Oeste de la línea Orinoco- Atabapo-Guainía-Negro, figuran como pueblos
tan guayaneses como Upata: los de Maipures, San Fernando, San Felipe y otros. Pero el
árbitro citó esos estados de población y mapas como prueba de la irrelevante cuestión de
San Borja: si estaba de un lado o de otro del Orinoco, y si dejó de existir, no ahondando en el
hecho de que cuando existió ese pueblo, de un lado o de otro del Orinoco, nunca creó
problema jurisdiccional a Guayana como el típico de Cabruta, misión jesuítica, pero
perteneciente, no a Guayana como las demás misiones

81
del Orinoco, sino a la provincia de Caracas. Las mutaciones de San Borja se debieron a
insalubridad del terreno, amenazas de los Guahibos y Chiricoas e inconstancia de los indios
Yaruros con los cuales fue fundada la reducción. En ninguna de sus traslaciones se aprecia
problema alguno jurisdiccional. Lo mismo se diga de su desaparición. Pero al árbitro
interesaba probar que entre el Meta y Maipures no había pueblos de Guayana al Oeste del
Orinoco, como si con eso bastara a concluir que el territorio pertenecía al Nuevo Reino de
Granada cuya reducción más próxima respecto del Orinoco en la época del gobierno de
Centurión, era San Miguel del Macuco, alejada del Meta, al Norte de este río y a distancia de
cientos de kilómetros.

Buena parte de los supuestos títulos acumulados por el árbitro, como fundamento de su
decisión en cuanto al primer trozo de la Sección 6* sólo tienen que ver con la irrelevante
cuestión de San Borja, ya señalada. En esa clase de supuestos "títulos" se incluyen el
informe del Padre Román de 1749, y los mapas de Codazzi y Ponce de León, pero el árbitro
no señala, de entre la variada producción cartográfica de esos autores, cuáles son los que
fundamentan el laudo. Agréguese a ello la circunstancia de que no se ve cómo puedan estar
investidos del carácter de testimonios en la determinación del uti possidetis juris, autores
como Codazzi quien en 1810 se hallaba en Italia, y Ponce de León quien para esa fecha aún
no había nacido, era neogranadino, y como miembro de la Comisión corográfica de su país
(1850) en su concepción cartográfica fue sólo intérprete de Codazzi.

La mención de un testimonio a favor de Colombia de un ciudadano de ese país como Ponce


de León 97 basta

7. En la exposición abierta por la Biblioteca Luis Angel Aran- go de Bogotá, del 25-10 al 25-11 de 1974 sobre
"Acuarelas Neogranadinas y Geografía y Cartografía Históricas de Colombia" (Catálogo de Eduardo Acevedo
Latrore) fueron exhibidos los siguientes mapas del ingeniero Manuel Ponce de León: las Cartas Corográficas
de Antioquia, Bolívar, Boyacá, Cauca, Santander, Tolima, Magdalena y de los "Estados Unidos de Colombia
(Antigua Nueva Granada)", todas con las fechas Bogotá 1864-París 1865. El árbitro español no especificó en el
laudo en cuál o en qué mapas de Ponce de León fundamentó la sentencia.
82
ría a revelar la parcialización del árbitro, pero ésta aún se manifiesta con mayor vigor en la
preferencia al celebrado mapa de Surville98 que lo denomina del Virreinato de Santa Fe,
cuando lo era de la Nueva Andalucía o Provincia de Cumaná, y ni siquiera llevaba el nombre
de aquella entidad superior al Oeste de la línea Orinoco- Río Negro. ¿Cómo, pues, lo cita, en
calidad de título a favor de que el Virreinato era ribereño del Orinoco? Simplemente porque
en él no aparece el pueblo de San Borja. Mas lo curioso es que fue justamente ese mapa el
que el gobierno de Carlos III, con la Real Orden del 25 de enero de 1779, envió al Capitán
General de Venezuela como ilustración para la ejecución del tratado hispano-portugués de
1777, y en particular, de la línea desde la boca más occidental del Yapurá o Caquetá,
mientras declaraba que en él "está comprendida la pro- vincia de la Guayana con todos los
parajes y río Yapurá" 99. O sea que el mapa de Surville aducido por el árbitro como título
favorable a Colombia porque no trae a San Borja —tema irrelevante para la cuestión
territorial— era, al contrario, una de las pruebas que demostraban que la provincia de
Guayana no sólo rebasaba el Orinoco, Atabapo, Guainía y Negro sino que se extendía hasta
la boca más occidental del Yapurá o Caquetá, testimonio al que el Soberano había atribuido
tanta autoridad precisamente en materia de demarcación territorial.

Insisto en que este análisis de supuestos títulos revela cuáles fueron los fundamentos
histórico-jurídicos para desposeer a Venezuela de sus territorios al Oeste del Orinoco —zona
de extraordinaria importancia nacional— y territorios que pertenecieron a Guayana desde
sus orígenes, como provincia, y los poseyó Venezuela hasta el laudo español. Un hecho tan
grave, como la transformación geopolítica de la región mediante la conversión de Colombia
en ribereña del Orinoco, tuvo por bases tal conjunto de sofismas y falacias.

8. Sobre el celebrado "Mapa Corográfico de la Nueva Andalucía" por don Luis Surville (1778), tratamos en
nuestra edición crítica de la Historia de Caulín (B.A.N.H., 81-82, Caracas 1966), I, pp. XCVIII y CCXVII - CCXXI.
99. Títulos, 111, p. 184; Contestación, p. 467.
83

2º Trozo

Ya hemos visto que la artificiosa distinción en los límites de una sola provincia, la de
Guayana, fue concebida porque la evidencia del poblamiento al Oeste de la médula fluvial, a
partir de Maipures era tan contundente como dependencia de aquella entidad administrativa,
que si se enfocaba la titularidad de la territorialidad guayanesa, como debía ser, en su
conjunto, hacía añicos el intento de convertir al Virreinato y a Colombia en ribereña del
Orinoco. La artificialidad se nota aun en los supuestos títulos del 1er. trozo, pues ninguno de
ellos se restringe al sector comprendido entre el Meta y Maipures. Tampoco la Real Cédula
del 5 de mayo de 1768 por la que se fusionaron las dos Comandancias: la de Guayana y la
General de nuevas fundaciones del Alto y Bajo Orinoco y Río Negro, puede limitarse, como
pretendió el árbitro, al 29 trozo.

Lo grave del caso es que el proceso formativo de la sentencia en cuanto al 2 9 trozo está muy
lejos de aparecer en los considerandos del laudo. El estudio del expediente nos revela: a)
Que la Comisión de examen, prescindió de la cédula de 1768 en atención a la disparidad de
interpretaciones a las que se prestaba, y se atuvo al principio de que la provincia de
Guayana, y, por ende, Venezuela, llegaba hasta el extremo occidental de los pueblos que
estaban situados entre Maipures y San Felipe, incluida la Fortaleza de San Agustín; b) El
Consejo de Estado acogió el planteamiento teórico de la Comisión de examen, mas
considerando que los pueblos guayaneses eran pequeños, sin referencia expresa al Protocolo
de París opinó que cabía dar a la cuestión una "solución arbitral". Introduciendo el principio
de la conveniencia de los límites naturales, propuso que se recortara el territorio que según
la Comisión correspondía a Venezuela; c) La Sección 5* del Ministerio de Estado, sin aducir
nuevos argumentos, propuso que a ese territorio se le diera otro corte, dejándolo en la
vaguada de los ríos Orinoco-Atabapo-Guainía-Negro, exceptuada la zona de Yavita-Pimichín,
criterio que fue aceptado por el árbitro. Coincidía con la aspiración neo- granadina de 1849
explicada en las instrucciones a su plenipotenciario Medardo Rivas.

84
En cambio, en los considerandos se construye una argumentación como para aparentar que
el árbitro procede con equidad: a) Declara que se basa en las facultades que le otorga el
Protocolo de París; b) Que la Cédula de 1768 asigna como límites los ríos Orinoco, Casiquiare
y Negro, interpretación que no se halla en parte alguna del expediente como si fuera
compartida por órgano alguno, ni técnico, ni político, del gobierno español. Y es tan
artificiosa esa declaración que el árbitro se contradice, pues antes de ese considerando había
dicho: "Considerando que los términos de la mencionada Real Cédula no son tan claros ni
precisos como requiere esta clase de documentos...", declaración que hace para justificar la
invocación del Protocolo de París; c) Asienta un nuevo principio que no aparece en el
expediente: la posesión de buena je por Venezuela de los territorios al Oeste del Orinoco,
Casiquiare y Río Negro. En la Comisión de examen reconocen que los pueblos ahí situados
pertenecen a Venezuela. El Consejo de Estado no lo niega, pero como los considera
pequeños y se debe buscar un trazado fácil por la vaguada de los ríos, recomienda el recorte
del territorio. El árbitro se enreda en su propia trama: si la Real Cédula de 1768 carece de la
claridad apetecida, no puede entenderse como si trazara los límites por los indicados ríos; y
si de ella no se deduce esa consecuencia, no se puede calificar de simple ocupación de
buena fe el secular ejercicio de la autoridad por Venezuela, y estaba obligado el árbitro a
explicar en qué títulos favorables a Colombia se basaba la supuesta ocupación bona fide de
Venezuela. Pero si acogía el principio de la ocupación de buena fe ¿por qué sólo le reservó la
zona de Yavita-Pimichín de todos los pueblos situados al Oeste de la que hemos denominado
médula fluvial? Y si siguió el principio de la conveniencia de los límites naturales ¿por qué se
apartó de él, sólo en cuanto a Yavita-Pimichín?

Pero lo más grave, no es siquiera lo que dice el árbitro en los considerandos sino lo que calla:
Bástenos citar: que prescindió, sin motivo ni justificación convincente, de toda la titularidad
de Venezuela derivada de la negociación del Tratado hispano-portugués de 1777, en cuyo

85
art. 12 se estipuló la línea desde la boca más occidental del Yapurá o Caquetá para cubrir al
Norte los establecimientos españoles y su comunicación con el Casiquiare (establecimientos
y comunicación que ninguna provincia española poseía sino la de Guayana), y al Sur los
establecimientos portugueses y su comunicación Yapu- rá-Río Negro. Prescindió el árbitro de
todas las reales órdenes relacionadas con el trazado de esa línea como cobertura de la
provincia de Guayana. Ante declaraciones del Soberano como la ya citada de la Real Orden
del 25 de enero de 1779, la Comisión de examen llegó a expresarse tras proponer su línea de
frontera, no tan desfavorable a Venezuela como la del laudo: "La Comisión propone esta
línea... pero sin contar con la Real Orden de 25 de enero de 1779 en que de un modo
inesperado parece adjudicarse a la provincia de Guayana el Río Yupurá o Yapurá...". Y tras
un intento de hallarle supuestos defectos a acto regio tan claro, tan pensado, como que
habían precedido las arduas negociaciones Floridablanca-Souza Couthinho, y se trataba de
impedir la expansión portuguesa desde el Brasil, el mencionado cuerpo "técnico" llegó a
formular este planteamiento:

"Y si en los tiempos de absoluta soberanía era lícito a los vasallos poner en cuestión los actos
regios, ¿no ha de poder ahora el augusto árbitro, heredero y representante de aquella
soberanía, declarar, ejerciendo justicia o resolviendo por su conciencia en asunto tan difícil
como el que litigan la República de Colombia y los Estados Unidos de Venezuela, que una
Real disposición es nula por errónea, defectuosa o contradictoria?" l00.

En otras palabras, la Comisión, supuestamente técnica, pidió, y ello fue aceptado, que María
Cristina, Reina regente de España, en la fijación del uti possidetis juris de 1810. Anulara para
favorecer a Colombia y desposeer a Venezuela de sus territorios que se extendían hasta la
boca más occidental del Yapurá o Caquetá, el acto regio de Carlos III de 1779. Ni el
compromiso arbitral de

100. Informe final de la Comisión de Examen ff. 183 y 202.


Expediente del laudo.
86
1881, ni el Protocolo de París admiten tan singular interpretación de las funciones arbitrales.

Pero hay algo más: la Comisión de examen, ante las evidencias de que el Soberano había
señalado como cobertura de la provincia de Guayana la línea del Caquetá-Río Negro, no halló
otro más singular argumento que suponer que esos actos regios habían sido anulados por la
Real Cédula dada en Madrid el 15 de julio de 1802 por la que los gobierno de Mainas y
Quijos, hasta entonces de la Audiencia de Quito y Virreinato de Nueva Granada, los transfirió
al Virreinato del Perú. Es tan extraña esta interpretación: 1) Porque confunde la que en todo
caso habría sido una modificación de los límites de Guayana en la zona del Yapurá, con la
anulación de su territorialidad entre ese río y el Orinoco-Negro. Naturalmente que en ese
caso la modificación de los linderos del Virreinato de Nueva Granada habría traído,
consecuentemente, la anulación de su territorialidad; 2) Justamente aplicaban contra
Venezuela la mencionada Real Cédula que Colombia, en su controversia con el Perú,
consideraba sin efectos en materia territorial.

Por supuesto que tan importante cédula ni siquiera modificó la territorialidad de Guayana en
el Yapurá o Caquetá. El único efecto que tuvo, es que si antes limitaba allí con una provincia
del Virreinato de Nueva Granada, a partir de tan solemne acto regio, pasó a ser vecina de
una del Perú: el mismo gobierno de Mainas con el que compartía la función de antemural
frente a la expansión brasileña.

El árbitro no justificó, en los considerandos, la inclusión del camino Atures-Maipures en el


primer trozo; tampoco explicó en cuál de los títulos aducidos para el trazado de la línea Boca
del Meta-Maipures se fundamentaba el exabrupto de la supuesta servidumbre de paso. En
relación con ese trozo —insistimos— declaró que actuaba como árbitro juris y que de los
títulos se deducía "de una manera clara" la sentencia. Pero si actuó ahí ajustado al derecho
estricto ¿cómo pudo crear ab ovo una situación jurídica, sin fundamento ni en la legislación
de Indias, ni siquiera en los códigos entonces vigentes en España, en Venezuela o en
Colombia?

87
En toda la preparación de la sentencia, no se halla una sola referencia jurídica sobre este
punto 101 .

La conclusión es que también, en cuanto a la Sección 6 ?, el árbitro español no determinó la


línea del uti possidetis juris de 1810, como era su obligación. Antes al contrario, mediante un
solo acto regio, cumplido el 16 de marzo de 1891, anuló a Venezuela una vasta extensión
territorial correspondiente a la antigua provincia de Guayana, la cual, bajo la dirección del
Soberano que le asignó la función de antemural frente a la expansión lusitana, adquirió una
base amazónica que se extendía hasta la boca más accidental del Yapurá o Caquetá. Toda
esa base amazónica, la Reina María Cristina de España, con manifiesto abuso de las
facultades, y de la confianza que las Partes habían depositado en el Gobierno de la
Monarquía Española, se la transfirió a Colombia, sucesora del antiguo Virreinato de Santa Fe;
justamente la misma entidad político-administrativa a la que, ocho años antes de 1810,
Carlos IV, considerando que desde Bogotá no se podía cumplir en el gobierno de Mainas con
la misión de antemural ante la expansión portuguesa, le cercenó esa provincia para
incorporarla al Virreinato de Lima.

Lejos de constituir la decisión sobre el 29 trozo de la sección 6-, como quiere dar a entender
el árbitro una solución equitativa, fue el resultado de los sucesivos cercenamientos de
territorio venezolano cumplidos en el proceso arbitral.

La pesquisa de las motivaciones políticas que debieron inspirar los extraños procederes del
árbitro en favor de Colombia, habrá de dirigirse a la investigación de las actuaciones del
Ministro de ese país en Madrid, don Julio Betancourt, a quien el Presidente Núñez atribuyó,
por "sus esfuerzos hechos últimamente", es decir cuando ya se había cerrado el período de
presentación de pruebas, y por "su patriótica perseverancia", la obtención de "una gran base
amazónica".

101. Informe del Consejo de Estado, ff 36vto.-37. Expediente del laudo.


88
III
LA EJECUCION DEL LAUDO ESPAÑOL Y LA POLITICA DE COMPENSACIONES

La resistencia de Venezuela a aceptar el laudo español, es más que explicable, a pesar de


que no le era dado captar en sus pormenores el transfondo de la sentencia que le mutilaba
de vastas extensiones territoriales sobre las que había ejercido indiscutible jurisdicción desde
la época colonial. Especialmente las mutilaciones tenían graves consecuencias en sus áreas
vitales: la Guajira y el Golfo de Venezuela, la frontera llanera y su médula fluvial Orinoco,
Atabapo, Guainía, Negro. El impresionante avance de Colombia desde sus lejanas
jurisdicciones de Santiago de las Atalayas, San Martín del Puerto del Ariari y San Juan de los
Llanos a estos cuatro ríos, se producía en momentos cuando, por el otro extremo, venía
avanzando la aspiración británica desde el Esequibo en dirección del mismo "río de las 7
estrellas" como denominó al Orinoco nuestro Andrés Eloy Blanco. Vistas ahora las dos
controversias con la perspectiva de los años transcurridos hasta el presente, no hay duda de
que resulta impresionante el contraste: Colombia se adelantó, mediante un solo acto regio —
el laudo de la Reina Regente de España— a la prepotente Gran Bretaña en lograr sus
objetivos geopolíticos.

La resistencia del gobierno español a entregar a las Partes copias de los documentos sobre
los que se había basado el laudo, como estaba obligado a hacerlo antes de dictar el fallo
según el compromiso contraído mediante cambio de notas en 1886, fue patente. Se podía
sospechar, como en efecto sucedía, que los fundamentos de la sentencia eran endebles. Al
fin, tras persistentes gestiones de Venezuela, el Duque de Tetuán, a los cuatro meses del
laudo, entregó a los litigantes su conocido mapa explicativo. Evidentemente que con este
acto no daba cumplimiento al compromiso contraído por su predecesor Don Segismundo
Moret.

Como Venezuela fue dando largas a la aceptación del laudo, España presionó hasta
amenazarle con el rom-

89
pimiento de relaciones, si se producía el repudio. El Ministerio de Estado instruyó al Ministro
de España en Caracas, Rafael Gil de Uribarri: "Recibido despacho IOS. Manifieste
confidencialmente a ese gobierno que someter laudo a discusión Cámaras nos obligará
ruptura relaciones. Telegrafíe lo que ocurra. Por correo instrucciones" 102 . El cinismo exhibido
por el Presidente de Colombia, Carlos Holguín, cuando invitó a Venezuela a compartir con su
país el gasto de la compra del tesoro de los Quimbayas, para expresar a España su
agradecimiento con tan espléndido regalo con motivo del centenario del descubrimiento de
América103, no era ajeno a los diplomáticos españoles que instaban al gobierno venezolano a
mostrar a España "respeto, cariño y agradecimiento", agregando que debía aceptar el laudo
so pena —son palabras de Gil de Uribarri— de exhibirse como "nación que no se halla en
estado de cultura para ser considerada como pueblo civilizado" 104 .

La oposición venezolana al laudo, fue naturalmente encabezada por el ex-Presidente Guzmán


Blanco desde París 105 , su ex-Canciller Rafael Seijas, quien halló en la negativa del gobierno
español a cumplir su compromiso de 1886 una poderosa razón para declarar la nulidad de la
sentencia 100, Julián Viso, en declaraciones a la prensa aunque, lamentablemente, no nos dejó
un estudio completo sobre el proceso arbitral, como el que se podía esperar del que con
tanta competencia había estudiado la materia, José Gregorio Villafañe 107, etc.

102. El despacho n9 108 y el telegrama del 20-1-92 en el leg. 138, paquete 11. Expediente del laudo.
3. Ante la natural negativa de Venezuela, Holguín lo compró a nombre de Colombia y lo obsequió a España.
Mensaje de Holguín al Congreso colombiano de 1892 cit. por Martínez Delgado, República de Colombia, I, p. 261.
104. Despacho n9 108 cit. en la nota 102.
105. Antonio Guzmán Blanco, Límites de los Estados Unidos de Venezuela (Imp. Lahure, París 1891).
106. Informe del 16-11-1891. MRE. Colombia 109.
Juicio crítico sobre el laudo en la cuestión de límites entre las Repúblicas de Venezuela y Colombia (Tip. Briceño, Tá- riba
1891). Al igual que Guzmán Blanco, acusó el laudo de exceso de poder. Es muy importante el criterio de
Guzmán Blanco, por cuanto fue negociador del Protocolo de París y a su iniciativa se debió la cláusula
ampliando sus
90
Mas fue el criterio del consultor jurídico de la Cancillería, Martín J. Sanabria, en el sentido de
que si se denunciaba el fallo cuando se estaba tratando de obtener de Gran Bretaña el
sometimiento de la controversia de límites con Venezuela sobre la frontera en Guayana a
arbitramento, el país se colocaría en serias dificultades, el que inclinó la decisión de!
Gobierno venezolano a aceptar el laudo español 108 . Esta fue la explicación dada por la
Cancillería en las instrucciones al plenipotenciario José A. Unda en 1893, en vísperas de
inaugurarse las negociaciones dentro de lo que se ha llamado la política de compensaciones
109
. Lo había previsto Gil de Uribarri cuando informó a su gobierno que Venezuela tendría que
ejecutar la sentencia "para no establecer por su propia conducta la imposibilidad absoluta de
todo arreglo con Inglaterra" uo.

También en Colombia veían a Venezuela complicada por el cruce de las dos controversias
fronterizas. El Porvenir de Cartagena, órgano del Presidente Núñez, expresó por la vía del
pseudónimo, con característica jaquetonía: "Colombia espera, pues, el momento favorable, y
ese momento se acerca para recoger sin tropiezos los frutos del laudo español. Además no
tendría nada que temer de una guerra con Venezuela, pues no sólo dispone de una fuerza
material que se considera generalmente, como superior a la de Venezuela, sino que contaría,
llegado el caso, y por diversas razones, con las simpatías de España y de Inglaterra". Y
continuaba: "Quién sabe también si esta última Potencia no se aprovecharía de la crisis para
intervenir a su turno y resolver de un modo definitivo la gran cuestión que suscita desde
hace muchos años la cuestión de límites de Venezuela y de la Guayana Británica, no sólo por
la actitud que ha asumido en el asunto especial en que nos ocupamos, sino también por la
disposición que en toda suerte de rela-

acultades a sentenciar por aproximación a los documentos, pues entendía que el árbitro, estando obligado a
sentenciar en derecho, usurpó facultades de árbitro arbitrador.
108. Dictamen del 6-9-91- MRE. Colombia 109.
109 Instrucciones firmadas por el Canciller Pedro Ezequiel Rojas el 9-10-1893. MRE Colombia 110.
110 Gil de Uribarri al M. de Estado n' 108 cit. en la nota 102.
91
111
ciones era manifiesta para con los Estados Extranjeros" .

Aunque para la fecha ya había notificado Venezuela a la Legación de Colombia en Caracas su


aceptación del laudo con fecha 31 de octubre de 1891, justamente unos días después de
presentado el dictamen de Sa- nabria112, aceptación que ratificó en notas del 21 de marzo y
28 de julio de 1892, todavía, extremando la comprensión, podría excusarse el planteamiento
inspirado sin duda por el Presidente Núñez. Mas lo que resulta aún más intrigante para el
historiador es la información suministrada por un diplomático inglés al Foreign Office en el
sentido de que el Gobierno de Bogotá había instruido a su ministro para que pusiera todo de
su parte en ayudar al gobierno británico en substanciar su reclamo territorial contra
Venezuela. Esto sucedía en abril de 1899, unos meses antes de que sesionara el Tribunal
arbitral en París donde se ventilaría la controversia sobre la Guayana Esequiba. Pero
también, a los cuatro meses de firmado el pacto Briceño-Rico (1898) para la ejecución del
laudo español, y cuando faltaban escasos días para el canje de ratificaciones de ese
instrumento, cuando Colombia ya no podía abrigar la más leve duda de la voluntad de
Venezuela y estaba a punto de "recoger sin tropiezos los frutos del laudo español" 1I3 .

1. Carta supuestamente escrita en Caracas el 29-12-1891 publicada por El Porvenir de Cartagena, la cual fue
reproducida por El Telegrama de Bogotá. El Cónsul de Venezuela en Bogotá, Antonio Larrazábal, al remitir, con
despacho del 6-6-92, el recorte del periódico bogotano, señaló que la carta había sido escrita en Cartagena, y
su autor, sino material, sí intelectual, era Rafael Núñez, MRE. Colombia 109.
112. MRE. Colombia 109.
3. "En conversación privada del otro día el Ministro de Relaciones Exteriores me informó que había enviado
recientemente instrucciones al Ministro de Colombia en Londres para que ayudara con todas sus fuerzas al
Gobierno Británico a probar su reclamación territorial contra Venezuela, y que pensaba que se podrían
proporcionar algunas pruebas interesantes". Borrador. Confidencial. Tratado N9 2, Bogotá 15-4-1899. F.O.
135/245. Public Record Office. Londres. Venezuela, ignorando esa disposición colombiana a ayudar a la Gran
Bretaña, consideraba ingenuamente que el laudo español, a pesar de las "desgracias" que le había
92
El acuerdo de] Congreso del 24 de agosto de 1894 terminó por rendir la última excusa
presentada por Venezuela para retrasar la ejecución del funesto laudo de la Reina Regente
de España. Por él fue autorizado el Presidente de la República para disponer de los medios
materiales necesarios en orden a la demarcación de la frontera U4. Para entonces ya había
dejado Venezuela nueva constancia de su aceptación del fallo en el Acta Unda-Suárez en
Bogotá el 4 de abril del mismo año 115 con la que se inició la etapa de la llamada política de
compensaciones.

Esta, desde luego, tuvo sus antecedentes como la declaración del Presidente Guzmán Blanco
en su Mensaje al Congreso (1874) donde propuso una línea de conveniencia que partiendo
por mitad la península Guajira, y dejando de lado venezolano a San Faustino y el
Desparramadero del Sarare, atribuiría a Colombia territorios al Oeste del Orinoco de manera
que obtuviera su navegación, liberándose de quedar como tributaria de nuestro país 116.
Dentro de esa tónica, en las negociaciones Guzmán-Murillo Toro (1874-75) el plenipotenciario
colombiano ofreció también una línea de conveniencia que arrancaría en la Guajira a
distancia considerable de Chichibacoa, y su colega venezolano presentó la oferta de su
Gobierno en el Epílogo de la negociación117.

Sin embargo, la política de compensaciones propiamente tal se inició con las negociaciones
Unda-Suárez en Bogotá (1894), como consecuencia de que, aun habiendo sido el laudo
español tan favorable a Colombia, no Dudo impedir que su costado oriental, desconectado del
Río Magdalena, tuviera que buscar la salida al mar por aguas venezolanas. De ahí surgieron
los intentos de rectificar la frontera, básicamente, mediante cesiones

do, ofrecía "el ventajoso resultado de interesar a Colombia en la conservación y defensa del Orinoco, de que le
hace propietaria en cierta parte, y semejante interés, único principio por el cual se rigen las naciones
debemos ponerlo a logro en nuestra común causa contra la pretensión británica". Instrucciones a Unda cits.
en la nota 109.
114. Gaceta Oficial rfi 6.194, Año XII, mes XI, Caracas 3-9-94.
115. MRE. Colombia 110.
116. Mensajes Presidenciales (Caracas 1970), I, p. 383.
117. Negociación. Epílogo, pp. 374-383.
93
territoriales a Venezuela, a cambio, y como compensa ción de la libertad de navegación y
facilidades comerciales y fiscales que se otorgarían a Colombia. Como resultado de las
negociaciones de Unda con Marco Fidel Suárez, firmaron el "Tratado sobre navegación y
comercio fronterizos y de tránsito entre los Estados Unidos de Venezuela y la República de
Colombia" el 24 de abril de 1894, el cual, en la materia de límites, marcó la pauta general
sobre las eventuales cesiones territoriales de Colombia, consagrando una fórmula que se
repetiría en otras negociaciones: "En atención a que Venezuela posee algunos
establecimientos y fundaciones en la costa oriental de la Guajira y en los territorios del
Atabapo y Río Negro, fundaciones y establecimientos que le interesa mucho conservar,
Colombia consiente en cederle, y le cede a perpetuidad, los derechos de dominio,
jurisdicción, posesión y ocupación sobre los territarios enunciados. ..".

En consecuencia quedaba modificada la línea del laudo en la Guajira, mediante el trazado


desde Punta Espada a la Teta Guajira pasando por los cerros Yurupiche y Masape. Seguía
después al laudo hasta la confluencia del Guaviare en el Orinoco. Se apartaba por la vaguada
del Guaviare hasta la desembocadura del Inírida, y por éste hasta encontrar el meridiano
del antiguo Apostadero del Meta; bajando por el mencionado meridiano hasta llegar cerca
de las cabeceras del Memachí, y continuando por la divisoria de los afluentes del Nordeste y
del Sudeste del Guainía-Río Negro hasta el cerro del Cordero, iba de éste a la piedra del
Cocuy U8 .
Como al Ministerio de Hacienda venezolano parecieron excesivas las compensaciones
ofrecidas a Colombia en materia comercial y fiscal, fue enviado a Unda un Contraproyecto,
en el cual, mientras aquéllas quedaban reducidas, en el artículo sobre límites se introducía
una modificación con el fin de asegurar a Venezuela con una línea trazada entre el
Apostadero del Meta y el Vichada el territorio por donde pasaba el famoso camino de Atures
a Maipures para salvar los raudales U9.

118. Art. 41 del proyecto de tratado public. en Libro Amarillo de 1895, pp. 244-259-
119. Id. pp. 260-274.
94
Como Colombia no aceptó el Contraproyecto venezolano, la misión de Unda terminó sin
resultados.

Igual fin tuvieron las negociaciones del General Marco A. Silva Gandolphi, aunque logró con
el Ministro de Relaciones Exteriores de Colombia, Jorge Holguín, el "Tratado sobre
Navegación y Comercio Fronterizos y de Tránsito, y sobre Ejecución del laudo de límites" que
firmaron en Bogotá el 21 de noviembre de 1896. Este proyecto de convenio reprodujo el art.
41 del de 1894 con una adición al final del artículo: "Igualmente acepta Colombia en favor de
Venezuela la servidumbre perpetua de tránsito por el camino de Atures a Maipures" I20 .

A pesar de los esfuerzos del Presidente Miguel Antonio Caro, y de su canciller Jorge Holguín
en la defensa del tratado, el Congreso colombiano lo rechazó, de manera que las Partes
terminaron por suspender todo intento de rectificación fronteriza, y pasaron a negociar la
manera de ejecutar el laudo español en las conversaciones Briceño-Rico, en diciembre de
1898. El 30 de ese mes firmaban el conocido pacto que regularía la ejecución del laudo
español mediante Comisiones mixtas demarcadoras" de los límites que traza aquella
sentencia en la extensión en que no los constituyan ríos o las cumbres de una sierra o
serranía" 121 .

La ejecución del laudo español (1899-1901) se enmarca dentro de un lapso de convulsiones


internas, tanto en Venezuela, como en Colombia, con las singulares complicaciones
internacionales derivadas del mutuo apoyo que se prestaron el gobierno liberal de Venezuela
y los revolucionarios colombianos, mientras el gobierno conservador del vecino país apoyó a
las facciones alzadas contra el de Caracas. Muy significativas a este respecto fueron la
expedición desde Colombia contra San Cristóbal encabezada por el venezolano Carlos Rangel
Garbiras, que halló entre los dirigentes defensores de la ciudad al caudillo liberal colombiano
Rafael Uribe Uribe (julio 1901), y la fatal incursión venezolana en la Guajira encabezada por
el General José Antonio Dá-

120. La negociación Silva Gandolphi, en MRE. Colombia 111.


121. La negociación del Dr. Santiago Briceño en MRE. Colombia 112.
95
vila, la cual terminó en el desastre de Carazúa, en septiembre del mismo año. Trágico telón
de fondo de la megalomanía del déspota venezolano Cipriano Castro a quien los liberales
colombianos incensaban con el proyecto de restablecimiento de la Gran Colombia bajo su
jefatura 12S .

Los trabajos de la Primera Sección de la Comisión Mixta Demarcadora los tenemos


estudiados en nuestra obra "El Golfo de Venezuela. Una síntesis histórica" en lo concerniente
a la frontera Guajira-Montes de Oca, justamente la única en la que estuvieron de acuerdo las
dos agrupaciones. Cuando éstas pasaron a demarcar el lindero oriental del territorio de San
Faustino (Actas de los Campamentos de La Laja y El Bote de mayo y junio de 1901) surgieron
diferencias insalvables en cuanto al trazado de "la curva reconocida actualmente como
fronteriza" entre la boca del río de La Grita y la quebrada de Don Pedro, como había
estipulado el laudo siguiendo la redacción dada a la línea por el Alegato de Colombia, y no la
que habían establecido los negociadores de 1833. La demarcación de las zonas del Tarra y
Sardinata, no la pudieron realizar por la presencia de los revolucionarios, de las lluvias y del
paludismo. Los trabajos más estudiados, o al menos más comentados como objeto de graves
polémicas que aún hoy suscitan, fueron justamente aquellos relativos a la P Sección del
laudo que culminaron con el acuerdo de las dos agrupaciones (Actas de Castilletes, Majayura
y Guarero desde el 29 de abril hasta el 19 de septiembre de 1900). También estuvieron de
acuerdo en cuanto a la determinación del trozo del Páramo de Tamá entre las fuentes del Río
Táchira y las del Oirá en marzo de 1901, la cual no ha sido objeto de polémicas.

Resumiendo nuestra propia investigación sobre los trabajos de demarcación relacionados con
la frontera Guajira-Montes de Oca, estableceríamos los siguientes resultados:

22. Mariano Picón Salas, Los días de Cipriano Castro (Lima 1958); Enrique Bernardo Núñez, El Hombre de la levita
(Caracas 1943). Con posterioridad a estas obras, ha aparecido un rico material documental sobre la época de
Cipriano Castro en el Boletín del Archivo Histórico de Miraflores.
96
En la interpretación del laudo, o mejor, en cuanto a la inteligencia del mismo y fijación de
términos de referencia en el terreno, influyó en la Comisión demarcadora, a través de la
agrupación venezolana, la versión del mapa y memorándum de 1896 del Presidente del
Estado Zulia Jesús Muñoz Tébar123 .

Las características de esta versión son: a) Rechazo del mapa del Duque de Tetuán, el cual en
contra de lo estipulado por el laudo hacía aparecer a Guarero y el Río Parguachón como
colombianos; b) Situación de Juyachí entre las llamadas lagunas de Cocinetas y de Tucacas;
c) Identificación de los Mogotes de los Frailes con la Punta de Castilletes; d) Interpretación
de la expresión "en derechura", no por la línea recta, sino "el camino más recto o más corto
evitando innecesarios rodeos"; en consecuencia, traza una curva de Castilletes a Montes de
Oca dejando a Venezuela en su integridad la Ensenada de Calabozo; e) La expresión por el
lado de arriba de los Montes de Oca la interpreta como el divorcio de aguas, de las que van
a Riohacha, y de las que se dirigen al Golfo de Venezuela y Lago de Maracaibo.

La interpretación de Muñoz Tébar fue sustancialmente acogida por el Gobierno Venezolano,


como se demostró en los incidentes sobre Guarero (1896-97) en los que Colombia pretendía
hacer valer el mapa del Duque de Tetuán.

En las instrucciones a Santiago Briceño para la negociación del pacto sobre ejecución del
laudo (1898) se le remitió como guía el mapa de Muñoz Tébar, no así en las que fueron
impartidas en 1899 a la agrupación venezolana encargada de la demarcación, aunque

. El memorándum lo presentó personalmente al Ministro del Interior y lo fechó en Caracas 25-10-96. MRE.
Colombia
1. El mapa se titula: "Carte de l'Etat Zulia. Etats-Unis de Vénézuéla. Reduction a la moitié de l'echelle de celle
dessinée sur l'ordre du Président de l'Etat, Docteur Jesús Muñoz Tébar par l'ingenieur Aurelio Beroes en
1894". Por supuesto, para su interpretación, no realizó Muñoz Tébar ninguna investigación histórico-
geográfica sobre la delimitación de Sinamaica de 1792.
Muñoz Tébar, véase Arcila Farías, Centenario del Ministerio de Obras Públicas; influencia de este Ministerio en el desarrollo
1874-1974 (Ministerio de Obras Públicas, Caracas 1974).
97
en unas y otras, el Gobierno venezolano declaró su repudio del mapa del Duque de Tetuán
124
.

3. La iniciativa en cuanto a la escogencia del punto de donde había de comenzar la frontera


fue venezolana, siguiendo observaciones de personas de Maracaibo (General Bernardo
Tinedo Velasco, Dr. Pedro de Pool) considerados como conocedores de la Guajira, mientras
que los integrantes de la agrupación colombiana revelan desconocimiento de la parte
oriental de la península. Se desprende que:

a) escogieron como punto de referencia, para el final de la travesía desde Maracaibo, el


puerto de Mécoro como próximo a Juyachí, en lo que se aprecia la influencia del mapa de
Muñoz Tébar; b) la fijación del Juyachí meridional (lo denomino así en relación con el de
Muñoz Tébar) se debió a circunstancias fortuitas, por no haber podido desembarcar en
Cocinetas: bajaron a Güincua o Cecheps, donde el cacique local Luis Fernández, conocido de
Tinedo Velasco, les informó de ese Juyachí; c) siguiendo la iniciativa venezolana, buscaron
los Mogotes de los Frailes en las proximidades de Castilletes; luego subieron, pero sólo hasta
Tucacas; y habiendo sido informados —según explicó el Dr. Monagas en 1920— que más al
Norte no había islotes, bajaron a Cecheps, todo lo cual determinó la fijación del Juyachí
meridional; d) de la determinación de este Juyachí, debida a una serie de incorrectas
informaciones, dependió la elección del Castillete más próximo a la Laguna, y de ello se
derivó el problema de que, al trazar la recta a Montes de Oca, habría cortado la Ensenada de
Calabozo; e) como consecuencia de la negociación, acordaron la poligonal, en sustitución de
la expresión "en derechura" con el objeto de dejar a Venezuela la totalidad de la Ensenada
de Calabozo, y con ella la parte interior del Golfo de Venezuela al Sur de Castilletes, mientras
que Colombia obtenía la costa seca del Norte de la llamada laguna de Cocinetas, la cual, en
realidad es una ensenada del Golfo de Venezuela al igual que la de Tucacas y el Golfete de
Coro. Esta asignación a Vene-

Instrucciones a Santiago Briceño del 13-12-98. MRE. Colombia 112, Instrucciones a la agrupación venezolana del
2-11-99. MRE. Colombia 114.
98
zuela de las aguas al Sur de Castilletes, no fue casual, sino expresamente perseguida por la
Agrupación venezolana 125 .

La misión confiada a la Comisión mixta por el pacto, o convención de 1898, se refería


únicamente al trazado de los sectores artificiales, y, por consiguiente, la tuvieron que dar
por concluida en la fijación del hito del Alto del Cedro. De donde se sigue que su decla ración
sobre la continuación de la línea por Montes de Oca no puede surtir efectos como manifiesto
exceso de poderes.

No determinaron el punto final de la P Sección de la frontera, pues, según el laudo, ésta debe
terminar "en la línea que divide el Valle de Upar de la Provincia de Maracaibo y Río de la
Hacha" (fórmula saturada de incorrecciones), la cual ni estaba determinada antes del laudo,
ni éste la precisó.

De la lectura y análisis de las actas de la Agrupación Venezolana126 , actas de la Comisión


Mixta, Informes del Jefe de la Agrupación colombiana, y de los naturalistas colombianos, y de
la correspondencia sobre esta demarcación m, se deduce que escogieron a Castilletes, no por
error o confusión con el Mogote de los Frailes más próximo a Juyachí, sino a conciencia de
que uno y otro no se correspondían.

La segunda sección de la Comisión mixta, encargada del deslinde de las secciones y 6* del
laudo, presenta, como documento de referencia fundamental, la famosa acta de Caicara del
15 de enero de 1900, en la cual las dos agrupaciones declararon, "después de un detenido y
meditado estudio", su acuerdo unánime ("todos los miembros de ella están conformes")
contentivo de 6 puntos. En el segundo, precisaron que la línea que uniría los ríos Arauca y
Meta sería determinada por dos

Carta de los Dres. Carlos Monagas y José Ignacio Arnal al M. de Relac. Exter., Caracas 3-1-901. MRE. Colombia
114. Carta del mismo Monagas al Canciller Gil Borges, Caracas 16-2-1920, MRE. Colombia 132.
126. En MRE. Colombia 115.
Los informes del Jefe de la agrupación colombiana, Ruperto Ferreira, y de los naturalistas colombianos, fueron
reproducidos en Anales Diplomáticos y Consulares de Colombia publicados bajo la dirección del doctor Antonio José Uribe
(Imp. Nacional, Bogotá 1901), I.
99
puntos: uno situado en el río Arauca, equidistante de la Villa de ese nombre y el de
intersección del meridiano de la boca del Masparro en el propio Río Arauca; "y el otro en el
Apostadero del Meta que es el punto con el cual el meridiano del pueblo de El Viento corta a
este rio". En el tercero, luego de asentar que el Laudo deja a los pueblos de Yavita y Pimichín
de lado venezolano, declararon: "La línea recta que unirá al Río Atabapo con el Río Guainía
debe ser determinada por dos mojones, el uno al Norte de Yavita, sobre su meridiano.

A fines de mayo ya se tropezó con un repudio de la agrupación colombiana del punto 3 ? que
habían acordado en Caicara, en enero, en cuanto a la recta Atabapo- Guainía que debía dejar
cubiertos los pueblos de Ya- vita-Pimichín (Acta del pueblo de Corona del 27-5-1900) y el 7
de junio vinieron, asimismo, a rechazar lo que la propia agrupación, también en Caicara,
había acordado sobre el punto final, sobre el Meta, de la recta del Arauca. Más aún, habiendo
sido la agrupación colombiana la que había levantado ese hito, en presencia del venezolano
Ciro Vásquez C. el 4 de febrero de 1901, y habiendo dejado enterrada en él una declaración
sobre el acto cumplido, firmada por el Ingeniero Jefe de la delegación colombiana y su Primer
Ingeniero Adjunto, además de la de Ciro Vásquez C., posteriormente la desenterró el Jefe
Civil y militar colombiano por órdenes del Ingeniero Jefe, sin la anuencia, naturalmente, de la
delegación venezolana, la cual vino a enterarse del repudio y de la acción colombiana el 7 de
julio de 1901. En resumen, después de haber fijado el Apostadero del Meta en el punto donde
el meridiano del pueblo de El Viento corta ese río, la delegación colombiana pretendió que
aquél estaba situado al Este en Los Apostaderos. (Acta de Paso del Viento de 7-6-1901).

La Comisión dejó como resultado un conjunto de mediciones y trabajos topográficos tanto


sobre el Arauca, como en relación con los ríos Orinoco, Atabapo y Guainía-Negro en los que
hubo acuerdo de las dos agrupaciones; y así como en la 1? Sección de la frontera no se
hallaron los Mogotes de los Frailes y hubo confusión sobre el Juyachí verdadero, también en
la 5- Sección comprobaron que no existía laguna alguna en el Des- parramadero del Sarare,
como exigía el laudo. Por otra

100
parte, se confundieron con el hito de la supuesta boca del Oirá-Sarare en el Arauca ya que
aquéllos son afluentes del Apure, como vino a plantear la cancillería de Bogotá cuando se
negociaba el tratado de 1941. Se estaban sufriendo las consecuencias de un laudo que en el
Norte convirtió una delimitación de terreno municipal, y, por consiguiente, de una toponimia
de sabor localista, en frontera internacional, y en la zona del Sarare, sustituyó un término de
curso superior (Barrancas) por uno del inferior (Desparramadero) expuesto a cambios
bruscos como río de llanura tropical, joven, aún en formación.

Mayor fue aún la responsabilidad del gobierno venezolano de turno: el de la autocracia


megalómana de Cipriano Castro, pues desaprovechó la oportunidad histórica que se le
presentaba para exigir la revisión del laudo español sobre el que Venezuela tenía graves
reservas, cuando ya la cuestión guayanesa que había dificultado el rechazo de aquella
sentencia, había culminado en el llamado laudo del 3 de octubre de 1899 que Venezuela ha
declarado nulo e írrito.
De haberse producido entonces una reflexión nacional oportuna sobre los fundamentos de la
sentencia española, Venezuela podía haber exigido del gobierno español el cumplimiento de
su compromiso de 1886 acerca de la presentación de los documentos sobre los que se basó
la Reina María Cristina para sentenciar la colosal mutilación del territorio venezolano. En
1900-1901, no había cambiado sustancialmente la situación de 1810: Venezuela se hallaba
en posesión de los territorios que Colombia deseaba ocupar desde 1844 para cortar a
Maracaibo por sus ejidos, convertir el venezolano Río Arauca en binacional en gran parte de
su curso, poseer la margen inferior del Meta hasta su confluencia, y convertirse en ribereña
de los ríos Orinoco, Atabapo, Guainía y Negro con el fin de vincular con el mar su espalda
oriental desconectada del Magdalena, y consolidar su posición de país amazónico y
orinoquense. Los trabajos de la Comisión de examen habían tropezado con términos de
referencia del laudo inexistentes en el terreno. Esta comprobación abría la puerta a una
revisión de la sentencia, pues hasta para la fijación material de la línea estipulada por ese
acto regio de la

101
Regente de España, era conveniente, y aun necesario, conocer los fundamentos de la
sentencia. Cipriano Castro, y su gobierno, por lo visto, carecían del tiempo indispensable
para la reflexión nacional sobre esta oportunidad histórica. Y el Presidente en su Mensaje al
Congreso declaró que el Ejecutivo aprobaba los trabajos de la Comisión demarcadora l28. Esta
declaración fue un argumento capital contra Venezuela en el arbitramento suizo (1918-22) y
se interpuso fatalmente a todo intento por revisar la línea de Castilletes a Montes de Oca.

En lo adelante, Venezuela trató de obtener algunas rectificaciones fronterizas como


concesiones colombianas, mediante interminables y frustrantes negociaciones dentro del
marco de la política de compensaciones, cuando lo obvio era revisar un laudo por el que el
país había sido sacrificado en sus derechos mediante las falacias y vicios que hemos
señalado en "La década fundamental". Era previsible que, en el mejor de los casos, la
política de compensaciones sólo podía producir mínimas reparaciones a la gigantesca
deformación territorial introducida por un laudo falaz. Los gobernantes de aquella época,
autocráticos y aldeanos, procedieron a las demarcaciones sin consultar los títulos originales
del país, los cuales, formando el Archivo Venezolano, habían quedado olvidados en Madrid
desde 1883.

Como consecuencia de las mutuas interferencias de los gobiernos de Caracas y de Bogotá en


los asuntos internos de su vecino, se produjo en 1901 el rompimiento de relaciones. Por su
restablecimiento, con autorización de su gobierno, el Ministro de Chile en Caracas Francisco
J. Herboso (1904) vino a realizar equilibradas gestiones por la vía privada y personal. Con
todo, no fue hasta 1905 cuando vinieron a reanudarse las relaciones diplomáticas y las
conversaciones en materia de compensaciones a través de los respectivos Agentes
Confidenciales Rafael López Baralt, por Venezuela, e Ignacio Díaz Granados, por Colombia. En
el Acta del 8 de

8. Mensaje de Cipriano Castro al Congreso. Libro Amarillo (1902). Arbitrage entre la Colombie et le Venezuela. Sen- tence
Arbítrale du Conseil Védéral Suisse sur diverses questions de limites pendantes entre la Colombie et le Vénézué- la. Berne
24 mars 1922 (Neuchatel, 1922).
102
junio por ellos suscrita en Caracas, quedó consignado el reconocimiento colombiano de que
"Venezuela posee establecimientos y fundaciones en la Costa Oriental de la Guajira y en los
territorios comprendidos entre el Meta, el Orinoco, el Atabapo y el Río Negro, y que a
Colombia le interesa poseer una franja de terreno que le permita construir una vía de libre
tránsito desde Cúcuta hasta Tamalameque". En consecuencia, y poniendo Venezuela en la
balanza a favor de su vecino la libertad de navegación de sus ríos, y otros privilegios
comerciales y fiscales, vinieron a acordar los mencionados Agentes Confidenciales una línea
similar a la de las negociaciones de 1894-96: partiendo de Punta Espada iba por los cerros
de Yurupiche y Masape a la Teta Guajira; de ahí a Montes de Oca. Introducía una variante de
las negociaciones anteriores en la zona de los ríos Tarra y Sardinata en busca de terreno
llano para el ferrocarril de Cúcuta a Tamalameque, y se alejaba de la vaguada del Orinoco,
no a la altura de la boca del Guaviare sino del Edagüe, para seguir por el curso de éste hasta
sus fuentes, y de ese punto al Vichada. Volvía a apartarse del Orinoco al igual que las líneas
Unda-Suárez y Silva Gandolphi-Holguín a la altura de la boca del Guaviare, para seguir como
ellas hasta la Piedra del Cocuy 129.

Como las precedentes, y las que les siguieron, estas negociaciones López Baralt-Díaz
Granados no llegaron a ser aprobadas por los gobiernos. Tal fue el caso de las
conversaciones Urbaneja-Restrepo y Garbiras Guzmán-Restrepo que cubren los años 1907-
1908 en las que el representante de Colombia declaró que admitía "la partición de la
península Guajira entre los dos países, dando a Venezuela el completo control del Saco o
Golfo de Maracaibo", como a veces denominaban al Golfo de Venezuela 130 .

Las negociaciones Rivas-Vásquez Cobo (1909) culminaron con la firma por los
plenipotenciarios del acta del 2 de junio, la cual habría dejado intactas las secciones

129. La negociación López-Baralt-Díaz Granados en MRE. Colombia 116.


Memorándum de Restrepo, Caracas sept. 17 de 1907. MRE. Colombia. Límites, tomo XI f. 216. Fue a la muerte de
Manuel Clemente Urbaneja, cuando entró Rafael Garbiras Guzmán a representar a Venezuela en diciembre de
1907.
103
1- a 5- como el laudo español, e introducía, mediante la cesión colombiana, de una variante
en la 6 ? calculada en 51.500 km 2 al Oeste de los ríos Orinoco al Negro, superficie bañada por
ríos navegables en una longitud global de 1.300 kms. 131 .

Las negociaciones Sanabria-Torres (1910-1911) y Sanabria-Borda (1911-1913), se


caracterizan por diferenciarse de las anteriores al intentar la verdadera frontera establecida
por el laudo español, por el convencimiento de ambos plenipotenciarios de la primera fase
que la demarcación de 1900-1901 se había apartado de la sentencia española en la línea de
la Guajira a Montes de Oca. Sanabria había llegado a la conclusión de que los Mogotes de los
Frailes se hallaban en la costa Norte de la Guajira, sobre el Mar de las Antillas o Caribe, y no
en el Golfo de Venezuela, y de que la línea del laudo se debía trazar por los términos de
Montes de Oca por el lado del Valle de Upar, es decir por la línea de separación de la
vertiente occidental de los referidos Montes y el valle. Torres propuso que se nombrara una
nueva Comisión que buscara los Mogotes de los Frailes y rectificara los errores de 1900. En
las otras Secciones seguiría la frontera como en el laudo. Admitía que el Apostadero del
Meta era el determinado el 4 de febrero de 1901 en la intersección del meridiano del pueblo
El Viento en el Meta. En la 6? Sección proponía que se reconocieran los dos países mutuas
servidumbres para el paso de los raudales, y cesión territorial, como en el proyecto de
tratado Silva Gandolphi-Holguín.

Para evitar que las Partes recayeran en interminables alegatos sobre los tan discutidos
Mogotes de los Frailes, Sanabria propuso: "En el caso de no hallarse los Mogotes
mencionados en el Laudo, se procederá a trazar la frontera teniendo en cuenta los demás
puntos de referencia citados en aquél, o sea: una línea que tenga por punto de partida el
término de los Montes de Oca por el Valle de Upar, y que trazada en derechura por el lado

1. El acta fue publicada en la Gaceta Oficial de Venezuela n° 31.353. Como el gobierno colombiano no aprobó su
negociación, Vásquez Cobo renunció.
104
132
de arriba de los referidos montes, termine en la serranía y orillas de la mar" .

Con la muerte del Dr. Carlos Arturo Torres, quedaron interrumpidas las conversaciones para
cuya continuación envió Colombia, como su plenipotenciario, al Dr. José del Carmen Borda
(1911-1913) quien también admitió que procedía el nombramiento de una nueva comisión
demarcadora para la sección en un esfuerzo por la ejecución estricta de la sentencia; mas
previo que, en caso de desacuerdo, se promediaran las pretensiones extremas de las Partes.
En la segunda sección se seguiría la línea del laudo, según la descripción del proyecto de
tratado de 1833; en la 3ª. también la línea del laudo, pero de conformidad con la descripción
del tratado de 1909; en la 4 ª , la línea del laudo; en la 5ª también, pero de conformidad con
el acta de Caicara (es decir la intersección en el Meta del meridiano de El Viento como
localización del Apostadero); en la 6ª volvía a la propuesta de las servidumbres recíprocas en
el sector de los raudales, o de un camino internacional, terminando con la cesión de un
"globo" de territorio entre el Inírida y el Atabapo. No aceptada la propuesta por Sanabria,
Borda hizo otra proposición con carácter "privado y personal" 133.

Naturalmente que estas propuestas y contrapropuestas se entrelazaron con las ofrecidas


compensaciones venezolanas en materia de navegación y comercio, perseguidas
ansiosamente por Colombia a fin de comunicar su costado oriental con el mar por el llamado
Lago de Maracaibo y por el Orinoco. En agosto de 1913 el retiro de Borda, y el nombramiento
de autoridades colombianas en el distrito de Maipures, con el consecuente cruce de notas,
dieron paso a un clima de tensión entre los dos países, cuando la dictadura de Juan Vicente
Gómez, imperante en Venezuela, trataba a todo trance de evitar los conflictos
internacionales. Se había pasado de la dictadura de Cipriano Castro (1899-1908), a la de
Gómez (1908-1935). Los dos regímenes militares, autocráticos, fueron los responsables más
directos en la gigan-

132. MRE. Dirección de fronteras. Demarcación. Carpeta: Límites con Colombia 1901-1903.
133. MRE. Colombia 152 y 110.
m
tesca mutilación del territorio nacional sufrida entre 1900 y 1924, o sea el lapso que corre
desde el levantamiento del 1er. hito en Castilletes hasta las sentencias de los Expertos
Árbitros suizos.

La Cancillería de la Dictadura Gomecista tuvo muchas oportunidades para desautorizar la


demarcación de 1900-1901, y dejar sin efectos la imprudente aprobación que le impartió
Cipriano Castro. Y en vez de estudiar a fondo los fundamentos del laudo español —para cuya
empresa contaba con un historiador de la talla de Gil Fortoul— en orden a exigir su revisión,
continuó en las negociaciones dentro del marco de la política de compensaciones,
terminando por orientar la cuestión hacia el despeñadero del arbitramento suizo 134.

Por la excesiva afición a lo anecdótico en la materia de límites se ha generalizado la crítica a Gil Fortoul por su
descuido en la defensa de Venezuela en el arbitramento suizo acusándole de preferir las delicias de París a los
trabajos de Berna. Su preferencia por París ya se la enrostraron en 1919, tres años antes de la sentencia
suiza, y él dio respuesta adecuada en carta al Canciller Gil Borges, en París 6 de mayo del mismo año. La
acusación fue renovada por Diógenes Escalante en carta al dictador Juan Vicente Gómez, en Vichy 12-8-1921
en vísperas del laudo suizo. Boletín del Archivo Histórico de Miraflores N Q 52-58, Año 1X-X, pp. 123 ss. 257 ss.
(Caracas, enero 1968, feb. 1969). Sus biógrafos Penzini Hernández, Felice Cardot, Polanco Alcántara, sí se
ocupan de esta acusación y de las discrepancias de criterio que Gil Fortoul mantuvo con Gil Borges sobre el
arbitramento suizo, pues aquél deseaba orientar el encargo confiado al Consejo Federal Suizo hacia la revisión
del laudo español, facultad que el acreditado historiador entendía que el compromiso de 1916 había otorgado
al juez (Boletín cit.). Mas un tema que tendrá que ser dilucidado es el de la responsabilidad de Gil Fortoul en
no haber entregado al país, impreso o confidencial, un estudio crítico, tanto del laudo español como del suizo,
a pesar de haber sobrevivido varias décadas a esa última sentencia.
106
III
EL ARBITRAMENTO SUIZO

La inserción del arbitramento del Consejo Federal de la Confederación Helvética en la


política de compensaciones, se pone de manifiesto en el propio compromiso arbitral: la
convención firmada en Bogotá el 3 de noviembre de 1916 por el plenipotenciario venezolano
Demetrio Lossada Días y el canciller colombiano Marco Fidel Suárez, acompañado éste por
los miembros de su Comisión Asesora de Relaciones Exteriores en prueba del interés que
ponía su país en ese instrumento.

En esta convención acordaron someter a la decisión de un árbitro de derecho la siguiente


cuestión: "¿La ejecución del Laudo [se refieren al español de 1891] puede hacerse
parcialmente, como lo sostiene Colombia, o tiene que hacerse íntegramente, como lo
sostiene Venezuela, para que puedan ocuparse los territorios reconocidos a cada una de las
Naciones y que no estaban ocupados por ellas antes del Laudo de 1891?" (Art. 1).
Esta fue la diferencia fundamental que sometieron a la decisión del árbitro juris, tema que
revivió con motivo de la ocupación por Colombia del distrito de Maipures en 1913. Pero,
además, convinieron "en encargar al Arbitro la completa terminación del deslinde y
amojonamiento de la frontera fijada por el laudo, operaciones que él ejecutará por medio de
expertos nombrados a su voluntad inmediatamente después de pronunciado el fallo" (art. 3).
En el momento del canje de ratificaciones de esta convención (Caracas, 20 de julio de 1917)
las Partes declararon que se habían puesto de acuerdo para que el árbitro fuera el Consejo
Federal de la Confederación Helvética.

Con todo, la política de compensaciones, lejos de quedar marginada de la solución arbitral,


fue sancionada solemnemente por ese mismo instrumento sin que se le fijara límite para su
cumplimiento. En efecto quedó estipulado lo siguiente:

107
"Inmediatamente después de que esta Convención sea ratificada, las Altas Partes
Contratantes abrirán negociaciones con el objeto de concluir un tratado sobre navegación
de ríos comunes y comercio fronterizo y de tránsito entre las dos Repúblicas sobre bases de
equidad y mutua conveniencia. Si dicho tratado fuere concluido y canjeado antes de
principiada la demarcación de la frontera, cualquiera variación proveniente del tratado de
navegación y comercio se tendrá en cuenta en los actos y operaciones concernientes a la
demarcación. Si el tratado de navegación y comercio fuere concluido después de estar ya
empezada o terminada la demarcación, el trazo de ésta se modificará en la parte que sea
necesario modificar, de acuerdo con el referido tratado, en la misma forma estipulada para
la demarcación general" (Art. 6).
Como consecuencia de este compromiso, mientras el arbitramento se desarrollaba en Berna,
donde el 19 de enero de 1918 las Partes habían presentado sus respectivos alegatos,
Lossada Días negociaba en Bogotá dentro del marco de la política de compensaciones
(octubre, 1918). La propuesta venezolana formulada ante el canciller colombiano y su
Comisión Asesora el día 3, se basaba, como se había acordado previamente en principio, en
la línea del proyecto de tratado de 1894 (el Unda- Suárez). Sin embargo introducía una
variante en la 1 ? Sección conforme al convencimiento venezolano de que la línea del laudo
español debía ir por la vertiente occidental de los Montes de Oca: "Desde Punta Espada en la
Península Guajira pasando por los cerros de Yurupiche y Masape a encontrar por el lado de
arriba de los Montes de Oca la línea que divide el Valle de Upar de las provincias de
Maracaibo y Río de Hacha".

Las contrapopuestas colombianas oscilaron tanto en relación con la Guajira, como en el resto
de la línea, unas veces ofreciendo el comienzo en Punta Espada y de ahí a la Teta Guajira,
otras haciéndola partir "desde el extremo más occidental de la laguna de Tucacas pasando
por la Sierra de Cojoro y cerro Poroporo al cerro de la Teta"; unas veces cediendo, otras
negando la cesión, en el territorio entre el Guaviare y él Me-

108
machí, en un ejercicio diplomático desesperante. En la sesión quinta, tras reconocer la
importancia de las concesiones ofrecidas por Venezuela en materia de comercio de tránsito
terrestre y fluvial, y la libre navegación por el Lago de Maracaibo y el Orinoco al mar,
exigiendo la autorización para "la colocación en territorio venezolano de la tubería
indispensable para conducir el petróleo que se extraiga de las regiones colombianas del
Catatumbo al Lago de Maracaibo", volvió a la propuesta del comienzo de la frontera en la
parte más occidental de la laguna de Tucacas, si bien se mostró dispuesta a ceder territorio
entre el Guaviare y el Inirida.

La Cancillería de Caracas entendió que la propuesta colombiana no constituía una base seria
de negociación para un arreglo equitativo, e instruyó a Lossada Días que suspendiera las
conversaciones, como lo hizo el plenipotenciario en nota al canciller Suárez, el 2 de
diciembre, donde declaró: "para toda consideración del arreglo de límites, el Gobierno de
Venezuela cree necesario esperar que se practique por el Arbitro Suizo la fijación, trazado y
demarcación en el terreno, de la línea fronteriza del Laudo Español lo cual es de desear se
lleve a cabo cuanto antes sea posible" 135 .

La Cancillería de Bogotá calificó esta nota de "incompatible con el espíritu amistoso que ha
venido caracterizando las relaciones de los dos países", y "en oposición manifiesta con el
artículo 69 del convenimiento del 3 de noviembre de 1916".

Así terminaba esta fase de la política de compensaciones para dar paso al arbitramento,
cuando hacía meses que por sentencia preparatoria (24 de junio) el Consejo Federal Suizo
había declarado a las Partes las reglas que regirían el juicio.

De las negociaciones conducidas dentro del marco de la política de compensaciones, aun


incluidos los antecedentes de las conversaciones previas al arbitramento español, se
desprende, como conclusión, la existencia de una constante histórica: que Colombia, tras
reconocer la presencia de establecimientos venezolanos

135 . MRE. Colombia. Límites "Informe del Doctor Lossada Días", y MRE. Colombia 155 y 178.
109
en la costa oriental de la Guajira — así como los situados al Oeste del Orinoco, Atabapo,
Guainía y Negro—, estaba dispuesta, en todo proyecto de línea de convenimiento, a ceder a
Venezuela desde Punta Espada dada la importancia que atribuía este país al dominio pleno
del Golfo de su nombre.

Colombia, ni se oponía, en el plano diplomático, ni podía hacerlo en el de los hechos, al


ejercicio por Venezuela de la jurisdicción en todo el mencionado Golfo, pues su alejamiento
de la costa oriental de la Guajira continuaba por mar 136 , como por tierra, casi igual que
durante el Virreinato, y especialmente en las últimas décadas, las definitivas para la
determinación del uti possidetis juris. Por mar se le oponían los vientos y corrientes
marítimas contrarias. Por tierra se interponían los guajiros 137.

Todavía en 1936 la oposición de los guajiros a Colombia se manifestaba en declaraciones de


sus caciques, como las formuladas en carta al Presidente de Venezuela, el 3 de marzo, y en
similares términos al Ministro de Relaciones Interiores el 6 de abril. En la primera se
expresaban en representación de la nación guajira:

"Nosotros hemos oído siempre a nuestros abuelos decir que todo el territorio de la Guajira
era venezolano y por lo cual nos sentimos halagados y satisfechos, y hoy estos bastardos
advenedizos nos dicen que pertenecemos a Colombia, eso queremos que usted explique
General, si es que somos
En las Memorias de Guerra y Marina de Nueva Granada, y después Colombia, desde 1867 cuando se hace una
referencia al crucero del vapor "Colombia" a Santa Marta, Río Hacha "i basta Bahía Honda", no se halla mención
alguna de la Goagira hasta 1913. En ese año se menciona la actuación de la gendarmería —no de la marina—
contra los "movimientos hostiles de los indios salvajes". En 1914 y 1915 nuevo silencio sobre la Goagira. En
1916 se dice únicamente que han sido suprimidos los puestos de Jefes de las fronteras de la Goagira y Arauca.
En los años siguientes, hasta 1920 el silencio vuelve a envolver a la Goagira. Ese año, como no existía marina
de guerra en Colombia, se propuso el plan para su creación.
Véase el acta de la Comisión mixta, Maracaibo 13-2-1900, donde se informa de la muerte de tres colombianos
por los indios de Guarero.
110
venezolanos que debemos seguir respetando las creencias de nuestro Libertador Simón
Bolívar y de sus leales tenientes Sucre, Urdaneta, Páez y Miranda haber (sic) si el sacrificio
de estos hombres no coronó su obra libertaria, o fue que nosotros los pobres guajiros
también no tenemos derecho a ese sol de la libertad..." 133 .
Volviendo al arbitramento suizo, los alegatos, aunque dirigidos a probar el respectivo criterio
de las Partes sobre si procedía o no la ocupación de los territorios delimitados por las
fronteras naturales señaladas por el laudo español, o por las artificiales fijadas de común
acuerdo por la Comisión Mixta de 1900-1901, incidieron naturalmente sobre los trabajos de
demarcación. Colombia los calificaba de definitivos cuando hubiera habido acuerdo de las
dos agrupaciones, si bien excluía tanto el acta de Caicara (15-1-1900) como el documento
del 4 de febrero sobre la fijación del punto del Apostadero en la intersección del meridiano
del pueblo de El Viento en el Meta. Venezuela, por su parte, negaba carácter definitivo a la
demarcación en los sectores en que no se hubiere ajustado al laudo español, como fue el
caso de los Mogotes de los Frailes. Más aún, dados los errores de la sentencia española,
Venezuela sostenía que era susceptible de revisión conforme a las convenciones de La Haya
de 1899 y 1907.

El 8 de julio, el árbitro declaró a las Partes que "el presente arbitraje tiene como fin principal
interpretar y completar la sentencia" de la Reina Regente María Cristina, y preguntó si
consideraban oportuno solicitar de España su consentimiento para "interpretar y completar
su propia sentencia de 1891". Previo, al mismo tiempo, que la solución equitativa del litigio
"tropezaría con grandes dificultades antes de que las comisiones topográficas le
suministrasen trabajos minuciosos, a no ser que decidieran las Partes arreglar la controversia
por la vía de las negociaciones, como se lo habían reservado 139 .

138. MRE. Colombia. Interior 1936. Expdte. n. 64.


139. Libro Amarillo de 1919, documentos pp. 42-44.
111
No parecía muy seguro el criterio del árbitro, pues, si por un lado entendía que le
correspondía, en virtud del compromiso, "interpretar y completar el laudo de 1891", e
insinuaba la posibilidad de una solución equitativa de la controversia, mientras solicitaba los
documentos aducidos por la sentencia española como fundamento de la frontera en la 1 ?
Sección (Guajira-Montes de Oca), en nota del 15 de julio 140 daba ya por definitivas —alegando
el Pacto o Convención de 1898— las demarcaciones realizadas de común acuerdo por la
Comisión Mixta de 1900-1901.

Debió ser este último criterio adelantado por el árbitro, por el que Venezuela no prosiguió la
línea de la aparente oportunidad que le brindaba de una apertura a la revisión del laudo
español por el árbitro, y optó por intentar la rectificación fronteriza mediante las
negociaciones directas de Lossada Días en Bogotá, en octubre del mismo año. Venezuela
estaba convencida de que la aplicación estricta del laudo español le daría el dominio integral
del Golfo de su nombre. La propia Colombia captó las intenciones venezolanas, cuando
declaró: "No parece que Venezuela exija la revisión de toda la línea fronteriza sino con el
único objetivo de obtener una nueva delimitación de la 1* Sección, o sea la de la Guajira,
insiste especialmente, aunque no exclusivamente, en una modificación del trazado en esta
parte de la frontera y exige 'que se determine exactamente la situación geográfica de Los
Mogotes de Los Frailes, que se aplique en su verdadero sentido la expresión 'en derechura'
(directamente), usada por la Sentencia arbitral', y que se indague si la línea divisoria de las
aguas coincide con la de las más altas cumbres de los Montes de Oca..." 141 .

A este respecto, no carece de interés observar cómo Venezuela no tuvo dificultad en revelar
cuáles eran sus objetivos fundamentales, pues formuló esta importante declaración:

"En todo caso, jamás el sentimiento unánime del pueblo venezolano se resignaría a ver
pasar a dominación extranjera la costa del Golfo de Vene-
140. Id., id., p. 52 n? 2.
141. Replique de la République de Colombie.. .p. 131.
112
zuela, y en consecuencia el Lago de Venezuela (sic) por la sola razón de que la sentencia
española, a causa de una interpretación errónea de la demarcación de Sinamaica, ha
confundido el territorio de este último establecimiento con todo el territorio de la Guajira, y
que las Comisiones mixtas han creído poder cambiar por 'Castilletes' los 'Mogotes de los
Frailes' que no encontraron en el terreno" 142 .
Venezuela en todos los tonos y formas, criticó la demarcación de 1900-1901, y
principalmente en cuanto a la línea de la Guajira y Montes de Oca, por la sustitución de los
Mogotes de los Frailes por Castilletes, la adopción de la poligonal en vez de llevar la línea en
derechura (en lo cual advirtió Venezuela una prueba de que Castilletes no se correspondía
con los Mogotes de los Frailes pues no habría estado en la mente del árbitro español cortar la
Ensenada de Calabozo)143 ; censuró asimismo que no hubieren llevado la línea por los
términos de Montes de Oca por el lado del Valle de Upar, y por no haber precisado el punto
final de la 1ª Sección en "la línea que divide el Valle de Upar de la provincia (sic) de
Maracaibo y Río de la Hacha", alegando contundentemente que si la Comisión Mixta no había
fijado, ni el punto inicial, ni el final de esa 1ª Sección, era imposible que hubieren demarcado
la línea del laudo 144. Por último, alegó que, por ser Juyachí un nombre genérico, no podía ser
escogido como punto de referencia determinante del comienzo de la frontera 145, En cuanto a
la llamada cuestión de derecho planteada por el artículo 1 ? del compromiso arbitral.
Venezuela mantuvo que era imposible darle una solución sino mediante la interpretación del
laudo español confiada al árbitro suizo, previo estudio en el terreno de los límites
establecidos por aquella sentencia146 ; y

142. Replique des Etats-Unis du Venezuela. . . p. 299.


143. Réponse des Etats-Unis du Venezuela. . . pp. 6-7.
144. Replique pp. 128, 141 ss., 183, 348 ss.
145. Id. p. 226.
146. Id. pp. 183, 255, 279 ss.
113
-
esa facultad se le había dado por el artículo 3 del compromiso arbitral de 1916 en cuanto que
las Partes le habían encargado de "la completa terminación del deslinde y amojonamiento de
la frontera fijada por el laudo" de 1891, para lo cual necesitaba interpretarlo 141.

Colombia, en cambio, tras haber mantenido la posición en su Primera Memoria que este
arbitramento tenía por objeto interpretar y completar la sentencia española, declaró
posteriormente, y mantuvo con firmeza, que las facultades del árbitro estaban restringidas a
la solución de la cuestión de derecho del artículo l 9 del compromiso y a la determinación de
la frontera en las partes donde no hubo acuerdo de la Comisión demarcadora de 1900-1901.
Se adhirió irreductiblemente, en especial, a la demarcación realizada entre Castilletes y el
Alto del Cedro, y aunque expresó que allí había perdido trece leguas de costa, sin embargo
declaró que era casi cierto que la línea de Castilletes se conformaba con la del laudo 143. Mas,
prescindiendo de la contradicción que entrañan esas declaraciones, pues si la línea se
corresponde con la del laudo, no habría perdido una pulgada de territorio; ¿cabe que un
Gobierno para quién revista un mínimo de importancia determinado litoral diga que trece
leguas de costa (unos 70 kilómetros lineales) no establecen diferencia alguna en la
comparación entre la demarcación y el laudo? Se trata de una manifestación más, aunque
muy importante, por la solemnidad del momento en que se produjo, del desinterés
colombiano por la costa oriental de la Guajira, acentuado con el repliegue de 1792 a la
ciudad de Riohacha. Aun dictado el laudo suizo (1922) pasarán muchos años, casi una
década, para que Colombia tome posesión de unos pueblos venezolanos situados al Norte de
la llamada laguna de Cocinetas 149 .

147. Id. p. 268.


148. Mémoire Responsif que la République de Colombie pré- sent. . . .p. 47.
Tras un intento de las autoridades locales colombianas en 1926 de ocupar los pueblos venezolanos situados al
N. de la llamada laguna de Cocinetas, acto que fue desautorizado por el gobierno de Bogotá (MRE. Colombia
1926), la ocupación tuvo lugar en 1931. MRE. Colombia. Límites ler. semestre de 1931.
114
Este desinterés colombiano, en agudo contraste con la importancia que Venezuela atribuyó a
esa costa desde 1528, sorprende aún más al historiador objetivo, por cuanto el Gobierno de
Bogotá desarrolló en sus alegatos que procedía la ocupación parcial de los territorios, sin
esperar —como sostenía Venezuela— a que estuviera toda la línea demarcada —tanto en los
sectores delimitados por las fronteras naturales señaladas por el laudo español, como por los
artificiales acordados por la Comisión Mixta, y esto por imperativo de la Civilización, a fin de
establecer en ellos la autoridad, el orden y el derecho 150. Justamente éste fue uno de los
argumentos colombianos acogidos por el árbitro para sentenciar en su favor la cuestión de
derecho, calificándolo, en los considerandos de la sentencia, como argumento de orden
moral y de perspectiva universal ("portée universelle").

La sentencia pronunciada el 24 de marzo de 1922, acogiendo también el criterio colombiano


en el sentido de que por el compromiso de 1916 no estaba el árbitro facultado para
interpretar el laudo español, estableció que procedía la ocupación parcial de los territorios
respectivos, tanto los limitados por las fronteras naturales señaladas por el laudo español,
como por las fronteras artificiales fijadas de común acuerdo por la Comisión Mixta
demarcadora de 1900-1901, distinción nada casual, antes conforme con la que venían
utilizando las Partes desde el cruce de notas de 1891 sobre la cuestión de la aceptación de la
sentencia española. En cuanto a "la completa terminación del deslinde y amojonamiento de
la frontera fijada por el laudo español", el árbitro suizo entendió que sus facultades quedaban
restringidas a determinar las fronteras en los sectores donde habían surgido desacuerdos en
la Comisión demarcadora. Para cumplir con este encargo, nombró, de conformidad con el
compromiso de 1916, una Comisión Técnica Arbitral que actuaría por delegación suya.

Como la sentencia especificó que entre los sectores cuya demarcación tenía carácter
definitivo estaba la frontera de la Guajira, no me explico que se halle tan

150. Replique de la République de Colombie, p. 55.


115
extendida la equivocada versión de atribuir la pérdida de ese territorio al tratado de 1941.

Mas también debo observar, contra la rutinaria representación de la frontera en Montes de


Oca como si fuera por el divorcio de aguas (rutina de la que no se ha librado ni la Cartografía
Nacional de Caracas), que el árbitro suizo estuvo muy lejos de confirmar la declaración de la
Comisión demarcadora en 1900 (acta de Majayura del 31 de julio) en el sentido de que a
partir del hito del Alto del Cedro 151 la frontera "debe seguirse por toda la parte alta de la fila,
tomando la línea divisoria de aguas de las dos faldas de dichos montes, hasta donde
empalme con la cordillera de Perijá" 152 .

Es de todo punto evidente que la frontera artificial de la Comisión demarcadora en la Guajira


terminaba en el hito del Alto del Cedro. Por consiguiente hasta ahí la declaró el árbitro suizo
como definitiva. A partir de aquel punto, la línea determinada por la Comisión era una
frontera natural y, por consiguiente, no fue aprobada y confirmada por el árbitro. Este, como
quiera que no se consideró con poderes de interpretar —mucho menos de modificar el laudo
español— se redujo a declarar vigentes las fronteras naturales señaladas por esa sentencia,
y en Montes de Oca, éstas tienen que ir por los términos de los referidos montes por el lado
del Valle de Upar, es decir, por donde termina la vertiente occidental 153 .

Hay una diferencia significativa entre lo asentado por el Acta de 1900 que fija el hito del Alto de Cedro a 400
ms. sobre la llanura, y el Informe del Ingeniero Jefe de la agrupación colombiana quien asienta que el hito se
fijó a 600 metros y que necesitaron dos días para subir a esa fila. Anales diplomáticos y consulares, 1. p. 410.
2. Salta a la vista la asimilación indebida que hizo la Comisión de la línea de Montes de Oca con la de Perijá,
mientras que el laudo establecía claramente la diferencia: Sección . 1ª., "por los términos de Montes de Oca por
el lado del valle de Upar"; Sección 2ª., "por las cumbres de las sierras de Perijá y de Motilones".
Desde hace años venía sosteniendo esta tesis, hasta que la hice pública en declaraciones a Ricardo Escalante
que publicó El Universal de Caracas el 9-3-1978. El Doctor José Alberto Zambrano Velasco sintetizó esta tesis en
su ensayo "El Uti possidetis. Examen de algunas cuestiones relacio-
116
A los dos meses del laudo, el Consejo Federal suizo designó las Comisiones de Expertos
Arbitros (29 de mayo), las cuales, conforme fueron estudiando sobre el terreno los sectores
fronterizos en los que se habían producido desacuerdos en la demarcación de 1900-1901,
pronunciaron las respectivas sentencias (1923-1924).

En dos ocasiones reclamó Venezuela la revisión de las sentencias de los Expertos Arbitros
suizos: una en relación con la demarcación del sector Catatumbo- Zulia donde acogieron la
tesis venezolana de que la norma era la línea del status quo del proyecto de tratado de
1833; pero, en la práctica, la demarcaron según la descripción del alegato colombiano. En
memorándum del 24-10-1923, Venezuela exigió la revisión de la sentencia suiza por cuanto
"no aplica el derecho que reconoce, desconoce la realidad de los hechos y adolece de graves
errores técnicos", criterio que desarrolló después en nota de nuestra Legación en Berna el 25
de marzo de 1926.

as con el territorio del Estado, y en particular del criterio para la determinación de los límites territoriales de
Venezuela: el uti possidetis juris de 1810" (En Estudios sobre la Constitución. Libro Homenaje a Rafael Caldera, I, pp.
247-347. UCV, Caracas). El escritor Raúl Osuna B. difundió la tesis en varios artículos en la prensa nacional.
Con el descubrimiento de los yacimientos carboníferos de Cerrejón, situado a 700 mts. en la vertiente
occidental de Montes de Oca que en derecho corresponden a Venezuela, el tema puede alcanzar una especial
sensibilidad, como lo planteé en artículo publicado en la revista Resumen de Caracas (marzo 1982).
na información de testigos levantada por la ciudad de Riohacha en 1571 en solicitud de que se le ampliara su
territorio municipal, entre los sitios mencionados figura Cerrejón de los Negros, y se le sitúa a diez leguas de
distancia, o sea fuera del perímetro de aquel municipio, al cual, desde 1547 hasta 1577, se le confirmaron los
términos de ocho leguas. Resulta presumible que fuera allí donde se fortificaron los negros cimarrones del
Mariscal Castellanos. En ese caso, como quiera que fue Venezuela, por medio de los capitanes Esteban y
Cáceres, la que logró vencerlos, aprisionar a los sobrevivientes, y establecer la Nueva Troya, tendríamos un
valioso antecedente venezolano de jurisdicción sobre Cerrejón. Sobre la sublevación y sometimiento de los
negros de Castellanos, Hermano Nectario María, Los Orígenes de Maracaibo (Publicaciones del INCE de
Venezuela. Imp. Villena, Madrid 1977) pp. 323 ss.
117
El otro reclamo tuvo por objeto la decisión de los Expertos Arbitros sobre el Apostadero del
Meta, pues no habiendo atribuido méritos al acta de Caicara, la cual, sobre ese sector
artificial había recogido el acuerdo de las dos agrupaciones, aunque posteriormente fue
repudiada por Colombia, determinó, como final de la recta del Arauca, "el punto en donde el
meridiano de la confluencia del Masparro y del Apure corta también al río Meta..." (Sentencia
en el Campamento de La Culebra del 5-3-1924). ¿Por qué los Expertos Arbitros decidieron así
el punto sobre el Meta que el laudo español había fijado en el Apostadero? Por una mala
inteligencia de la demarcación de 1778, cuando los Diputados de Caracas debiendo trazar
una recta desde la boca del Masparro al Meta, en vez de seguir la dirección del meridiano,
por la imperfección de su instrumental, fueron a terminar al Oeste de la confluencia del
Casanare. Ahora bien, la cédula de 1786 no decía que el término de referencia para los
límites de la Comandancia de Barinas era el punto donde debieron los Diputados de Caracas
de 1778 terminar su línea del Masparro al Meta, sino "donde llegó la línea tirada por los
Diputados del Gobierno de Caracas" l54. Colombia, después de haber suscrito el acta de
Caicara el 15-1-1900, y haber enterrado en el hito levantado donde el meridiano de El Viento
corta al Meta (4 de febrero) en prueba de su convenimiento con Venezuela —fuerza es
recordarlo— tras repudiar el acta y desenterrar el documento, vinieron a sostener que el
Apostadero del Meta se hallaba más adelante, en el sitio llamado Los Apostaderos. Ahora los
Expertos Arbitros concluían que el Apostadero del Meta, señalado por el laudo español
coincidía exactamente con el punto de intersección del meridiano de la boca del Mas- parro
en el Meta. Difícilmente se puede aceptar que se produjera tan extraña coincidencia del final
de la línea de los Diputados de Caracas de 1778 y el Apostadero (obviamente término de
referencia post-independentista) justamente donde el famoso meridiano cortaba al Meta.
Resulta demasiado artificiosa la construcción, tan artificiosa como la empleada por el laudo
español para

154. Títulos, II, p. 277.


118
fijar el Paso de los Casanares sobre el Arauca, justo —ni un metro más, ni un milímetro
menos— en el punto equidistante entre la Villa de Arauca y el de intersección en ese río del
meridiano de la boca del Masparro.

Valga esta explicación para situar el reclamo venezolano contra la sentencia de los Expertos
Arbitros. Lo hizo mediante nota de nuestra Legación en Berna el 24 de junio de 1924 a la que
acompañó anexo un escrito de los abogados de Venezuela fechado en Ciudad Bolívar el 18
de octubre del año anterior en el sentido de que la línea de los Diputados de Caracas de
1778 terminaba "en la desembocadura del Casanare o un poco más lejos, aguas arriba del
Meta (Antiguo San Rafael)", pidiendo en consecuencia "la colocación del hito demarcador en
la desembocadura misma del Casanare."

Lo extraño es que Venezuela tardara tantos años en plantear que la línea de los Diputados de
Caracas de 1778 terminaba al Oeste de la confluencia del Casanare, y lo hiciera con tanta
inseguridad al expresar que se hallaba "en la desembocadura del Casanare o un poco más
lejos". En 1886 había observado José Manuel Gabaldón al gobierno de Venezuela: "El extremo
de la línea trazada por los Diputados de Caracas no termina en el Apostadero del Meta, sino
en un punto más hacia el S. O. en medio de dos pequeños cerritos de arrecife a un cuarto de
legua de la banda izquierda del Meta. Entre el Apostadero y el verdadero punto, término de
esta línea, hay más o menos ocho leguas" l55.

Las observaciones de Gabaldón fueron echadas al olvido por la mala práctica diplomática de
no estudiar a fondo los antecedentes de cada caso, y porque se había como sacralizado el
término Apostadero del Meta desde el proyecto Michelena-Pombo de 1833 cuando su
inspirador Codazzi estaba muy lejos de conocer la cédula de 1786, la cual vino a ser
descubierta en 1839. Este acto regio reprodujo textualmente una propuesta formulada por el
Ayuntamiento de Barinas, quien

155. Escrito titulado "Observaciones" fechado en Caracas el 25- 11-1886. MRE. Colombia 109, f f . 115 ss.
119
sí conocía dónde había llegado al demarcación de los Diputados de Caracas en 1778,
provincia con la que habían mantenido una aguda controversia de límites. Doce años habían
transcurrido cuando el Ayuntamiento de Barinas, en la ocasión de solicitar la elevación de su
ciudad a sede episcopal, elevó a la consideración del soberano español el mapa de la
provincia compuesto por conocedores de la región y sometido a examen de expertos de la
calidad del fundador de Guasdualito, don José Ignacio de Pumar, y del que había sido el
primer Comandante General de Barinas, entonces gobernador de Maracaibo, don Fernando
Miyares. Pues bien, ese mapa, acreditado con tan autorizados testimonios, lleva la línea de
los Diputados de Caracas al Oeste franco de la boca del Casanare 156.

Huelga decir que los Expertos Arbitros, con endebles argumentos que no podemos analizar
aquí, desestimaron los dos reclamos de Venezuela.

El mapa Plano de la mayor parte de la provincia de Barinas fue remitido a España por el cabildo secular de Barinas
con el expediente sobre la propuesta de erección del obispado de esa jurisdicción (1798). AGI. Caracas 108. Lo
menciona Julio González en Catálogo de Mapas y Planos de Venezuela (Madrid 1968) p. 131 con la fecha
equivocada de 1802. Sin conocer el expediente del que formó parte, Venezuela lo mencionó en su Replique de
1920.
120
III
EL TRATADO DE 1941

Este instrumento, quizás por las expectativas que suscitó, y por Jas solemnidades con que se
rodeó su firma, previo encuentro de los Presidentes de Venezuela y de Colombia, terminó por
ser el más discutido en Venezuela de todos los tratados de límites. En el Congreso Nacional,
gracias a la oposición de una minoría brillante, se escenificaron debates de gran aliento,
como no se oían en el parlamento venezolano en materias fronterizas desde los Congresos
de 1835 a 1840. La relativa libertad de prensa que se disfrutaba en la transición de la
dictadura de Gómez a la de su diadoco General Eleazar López Contreras, contribuyó a que se
llevaran a la calle las discusiones157 . Con la evolución política de la Venezuela
contemporánea, el surgimiento de los partidos modernos, y la implantación y consolidación
del régimen democrático, las objeciones, bien merecidas por el tratado mismo, se insertaban
dentro de un contexto de crítica general a la Dictadura gomecista y a las dos Presidencias
que brotaron de esa misma matriz, para dar la impresión de que si se denunciara ese
tratado, procedería la revisión de la frontera con Colombia, especialmente en la Guajira.
Como es imposible que se ignore cómo la frontera Castilletes-Alto del Cedro, trazada en
1900, fue declarada definitiva por el laudo suizo, habrá que interpretar la aspiración a la
nulidad del tratado de 1941 como una manifestación del sentimiento nacional, herido
particularmente por la pérdida de la mayor parte de la Guajira Oriental que encerraba el
Golfo de Venezuela, núcleo de la formación territorial del país158 .

Carlos Navas Spínola, Pedro José Lara Peña y Rafael Caldera Rodríguez, El Tratado Colombo-Venezolano (Caracas
1942). Los discursos de esos diputados y de Andrés Eloy Blanco en Diario de Debates de la Cámara de Diputados
(1941).
Se repite ad naaseam que la Goagira se perdió con el tratado de 1941, pero extrañamos que conceptos como
éste
121
En sí el instrumento representa la culminación de un proceso que se inició con el acuerdo,
mediante cambio de notas entre la Cancillería de Caracas y la Legación de Colombia, del 17
de diciembre de 1928, fecha evidentemente buscada por coincidir con el aniversario de la
muerte del Libertador. Este avenimiento tuvo por objeto dos asuntos que a lo largo de
muchas décadas han constituido, y seguirán constituyendo, fuentes de diferencias entre los
dos países: a) la densificación de los hitos en las rectas de la Guajira, Zulia- Catatumbo,
Arauca-Meta, y Atabapo-Guanía (I, a b y e); b) con ocasión del problema observado en la isla
del Arauca llamada del Vapor o la Forzosa, donde el caudal del Arauca tendía a irse por el
Caño Guárico, por el Norte, tras definir, para los efectos del acuerdo, lo que entendían las
Partes por vaguada, se comprometieron a restablecerla y mantenerla, no sólo en el caso de
la mencionada isla, sino de todos los ríos que forman la frontera fluvial.

Los trabajos comenzaron en 1930 repartiéndose las dos Comisiones Mixtas: la primera, la
Guajira, el Catatumbo y Río de Oro; la segunda, el resto, comenzando por el Meta l59.
Obviamente la parte más expuesta a

itan desde un Presidente de República, como sucedió con Carlos Andrés Pérez, hasta profesionales de quienes
se podía esperar mayor rigor científico como es el caso del profesor Rubén Carpió Castillo, Geopolítica de
Venezuela (Colección "Geografía de Venezuela Nueva" n9 3. Ariel Seix Barral Venezolana, 1981) quien trata la
línea de Castilletes como la del tratado de 1941, cuando la verdad es que es la de 1900 con la sanción del
laudo suizo de 1922, (passim, v.g. pp. 139, 157, 162, 165, 166, etc.). Véanse también las demandas de nulidad
del tratado introducidas por Agustín Ascanio Jiménez, reproduc. en Venezuela y sus fronteras en la hora cero
(Caracas 1972) pp. 99 ss. y en El Golfo de Venezuela es territorio venezolano (Caracas 1974) pp. 151 ss., y por
Aquiles Monagas, Testimonio de una traición a Venezuela. Demanda de nulidad del Tratado de Límites de 1941 entre
Venezuela y Colombia" (Caracas 1975).
59. Con la fijación del hito en Los Apostaderos culminó todo el proceso de deformación de la línea del título
original cuyo extremo en el Meta se hallaba al oeste de la confluencia del Casanare. El proceso de
deformación tuvo dos etapas: a) sustitución de ese punto por el Apostadero del Meta, término evidentemente
posterior a 1810; b) sustitución
122
cambios de vaguada es el sector del Arauca, pues allí cualquier obstáculo que la naturaleza,
o la mano del hombre, coloque en un punto determinado, puede desviar las aguas y producir
naturales, o artificiales cambios del cauce. Precisamente en el caso de la isla El Vapor, los
comisionados dejaron constancia de su recomendación de que no se obstruyera con obras de
carácter permanente, o definitivo, la boca del Caño Guárico, en razón de las inundaciones
que, como consecuencia, se originarían, sino que bastaba con "hincar simples estacas de
madera... ensanchando la estrechez que ofrece el canal principal cerca de la bifurcación..."
(Acta de Ciudad Bolívar, 24 de noviembre, 1931). Es decir, que cualquier trabajo que se
realice en determinados puntos, puede originar cambios fundamentales que sean fuente de
problemas limítrofes. Es la consecuencia de haber alterado radicalmente, o mejor, sustituido
la línea de la cédula de 1786 que tocaba al Arauca en un solo punto (al Oeste de la actual
Villa de Arauca), para convertir un buen trayecto de ese río en divisoria de los dos países.

Donde surgieron mayores problemas fue en el seno de 1a, primera Comisión:

En cuanto a la Guajira: 1) El problema del trazado de la línea de Castilletes a la "laguna de


Cocinetas": si debía ser normal, como sostenía Colombia, o tangente, según criterio de
Venezuela. Remitido el caso a los gobiernos, estos acordaron lo segundo (1930); 2) Sobre el
hito del Alto del Cedro, se suscitó un cambio de declaraciones mediante notas diplomáticas,
y posteriormente de los comisionados de las Partes. En agosto de 1930 hubo plena
concordancia de los Comisionados en la localización del supuesto hito de 1900 a 400 metros
de altura. El acta correspondiente señala,

del Apostadero por Los Apostaderos, localización debida a Colombia mediante unos testimonios lugareños,
contradictorios y escasos, evacuados ante autoridades locales colombianas (Acta del Paso del Viento del 7-6-
1901). El acuerdo de la Comisión sobre el hito de Los Apostaderos en el acta de Ciudad Bolívar 20-2-1930.
n el Arauca determinaron la vaguada del río junto a las islas de Cogollar a Santa Bárbara, además de la ya
determinada junto a la Isla del Vapor o La Forzosa.
123
como una indicación de que el cedro escogido como hito coincidía con el que fue
seleccionado en 1900: "Se encontraron vestigios de haberse practicado allí una gran rocería
en derredor del árbol". (Acta de Majuyura del 27 de agosto de 1930). A mi juicio, esa
"rocería" sería indicación de todo lo contrario, pues es imposible que si se hubiera practicado
en 1900 hubiera sobrevivido a tres décadas de crecimiento de la vegetación. Era más bien
indicio de que había sido recientemente hecha 160. Pues bien, a los pocos meses del supuesto
reconocimiento del hito de 1900, la Cancillería de Venezuela planteó a la Legación
colombiana que el hito del Alto del Cedro no se hallaba en la fila de Montes de Oca sino en
una de sus estribaciones, y, por consiguiente, no había posibilidad de que la línea siguiera
inmediatamente por la divisoria de aguas, sino que sería necesario trazar otra línea artificial,
no prevista por la Comisión de 1900.

La respuesta colombiana declaró que no había lugar a la revisión del punto indicado por
cuanto lo hecho por las Comisiones de 1900 era cosa juzgada. Mas Venezuela insistió en que
no se trataba de revisar lo ya juzgado, sino de prevenir los inconvenientes que en lo futuro
podían presentarse por la "falta de concordancia entre la cosa juzgada y la realidad
topográfica de la región" 161 .

A nuestro juicio lo que procedía en ese momento era averiguar si el hito del Alto del Cedro
escogido por la Comisión de 1930 se correspondía con el señalado por la Comisión de 1900.
Por no quedar resuelto este problema, pueden surgir en lo futuro dificultades.

Haciéndose eco del punto de vista de la Cancillería ele Caracas, los comisionados
venezolanos dejaron consignada en acta su declaración en el sentido de que la demarcación
de 1900 no se ajustó al laudo en el sector de Montes de Oca, en cuanto que el hito del Alto
del Cedro no está situado en la divisoria "sino en un estribo lateral". Asimismo los
comisionados colombianos dejaron constancia del punto de vista de su país

Véase la contradicción entre el acta de 1900 y el informe del Ingeniero Jefe de la agrupación colombiana, en la
nota 151.
161. Libro Amarillo de 1932, Documentos, pp. 56 ss.
124
en el sentido de que la frontera Guajira debía haber sido una recta desde los Mogotes de los
Frailes "hasta la extremidad septentrional de la Serranía de Montes de Oca". (Acta de
Maracaibo, l 9 de abril, 1931).

Mas donde surgió una diferencia radical, que no pudo ser resuelta, ni a nivel de Comisión, ni
a nivel de Gobierno, en el lapso 1932-38, fue, en cuanto se llegó a la bifurcación del Río de
Oro: ¿Cuál de los brazos era el principal? ¿El que conduce a las fuentes en la Sierra de Perijá,
como establecía el laudo, o el del Norte? A juicio de Venezuela sólo el del Suroeste llenaba
todos los requisitos, mientras que, según Colombia, el Río de Oro continuaba por el brazo
Norte. Justamente el nacimiento del brazo del S. O. en el cerro de Bobalí (Sierra de Perijá) era
la razón interna para que Colombia lo desechara, pues, en aquella época en que los aviones
volaban a baja altura, el paso de Bobalí era el que ofrecía la posibilidad de atravesar la
Sierra y el acceso al Magdalena, lo que daba a la zona, además del valor intrínseco de su
extensión territorial, una gran importancia estratégica 162 . Ella quería para sí tan estratégico
paso.

Ni la exploración terrestre, ni los estudios aerofoto- gráficos, ni los aforos, pudieron llevar a
una conclusión admitida por las Partes, de manera que en 1938 las reuniones de la Comisión
en Caracas (febrero-junio) terminaron en desacuerdo, y el 15 de junio remitieron el asunto a
sus respectivos gobiernos.

Sobre la cuestión de Río de Oro, además de las actas de la Comisión Mixta y de la correspondencia entre
los dos gobiernos, véase de Gil Borges, en multígrafo: Límites entre Venezuela y Colombia. Río de Oro. Oirá-Arauca
(s.f. pero parece posterior a la firma del tratado de 1941, y probablemente escrito con ocasión de las
discusiones en el Congreso). Bajo el título de Apéndice al Historial del reconocimiento de Río de Oro (en multígrafo)
se recogen los documentos desde 1932 hasta 1936. La importancia estratégica de Bobalí la sugirió el canciller
López de Mesa al decir que le era indispensable a la "defensa militar" de Colombia, pero la aclaró Francisco
José Urrutia en artículo public. en Revista Colombiana (1942): "...en la Sierra de Motilones, entre Caracoli y
Jagua se encuentra una depresión de la Cordillera que ofrece el único paso posible para los aviones y controla
el Río Magdalena".
125
Este fue el más delicado asunto confiado al Doctor José Santiago Rodríguez como Enviado
Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en Bogotá quien presentó credenciales el 22 de
agosto. Al ser elevada la Legación a Embajada, por decreto del 26 de noviembre, Rodríguez
pasó a ser el primer Embajador de Venezuela en Bogotá. Tenía instrucciones de no tomar la
iniciativa en cuanto a renovar las negociaciones propias de la política de compensaciones
contempladas en el art. 6 del compromiso arbitral de 1916, pues podría suceder que
Colombia ofreciera, como compensación, "territorios en ese sector a los cuales Venezuela
tiene un derecho que parece indiscutible". Más aún, en el caso de que renovara Colombia esa
política, había de tratar los dos asuntos por separado, a fin de arreglar primero, e
independientemente, la cuestión de Río de Oro 163.

Desde un principio se mantuvieron las negociaciones dentro de un clima cordial, pero sin que
progresaran, aun reducidas exclusivamente a la cuestión de Río de Oro. La conflagración
mundial (septiembre de 1939) introdujo un nuevo ingrediente que parecía que iba a acelerar
el arreglo, no sólo de ésta, cuanto de todas las cuestiones que separaban a los dos países, en
la expresión del Presidente Santos, "como elemento fundamental actual política solidaridad
americanista" (Telegrama de Rodríguez del 27 de septiembre). Pero el año 1939 sólo dio por
resultado la firma del Tratado de No Agresión, Conciliación, Arbitraje y Arreglo Judicial164 .

En 1940, las cuestiones territoriales, en vez de simplificarse vinieron a complicarse aún más
con dos asuntos suscitados por Colombia: la cuestión de la recta Oirá-Arauca y la de la isla
Charo. La primera, después

163. Pliego de instrucciones a José Santiago Rodríguez. MRE. Colombia 1938. Expediente. 10.
. Fue firmado en Bogotá el 17 de diciembre de 1939 en otro aniversario de la muerte del Libertador. El tema
bolivariano suele impregnar las cuestiones entre Venezuela y Colombia, aunque, generalmente, en perjuicio
de la primera. El tema de esta negociación sale fuera del esquema que nos trazamos para la presente síntesis.
Sin embargo vale la pena observar que la cláusula que exceptúa del recurso a instancias internacionales de
las cuestiones relacionadas con la soberanía, la integridad territorial y los intereses vitales de las Partes, fue
iniciativa colombiana.
126
de haber garantizado al Embajador Rodríguez que no iba a ser objeto de diferencia pues el
gobierno colombiano "seguiría fiel a su política de considerar como definitivo todo lo
convenido y ejecutado por las Comisiones" de 1900-1901 (l9 de julio de 1939), en enero
siguiente cambió de posición respecto del hito levantado en 1901 donde creyeron que se
hallaba la confluencia del Oirá en el Arauca, error que vino a descubrirse tardíamente por
cuanto el Oirá no es afluente del Arauca sino del Apure. López de Mesa explicó que su nueva
posición sobre la revisibilidad de la demarcación de 1900-1901 como cosa juzgada, porque
allí no se trataba de error sino de omisión, con lo cual llevó la disputa a un terreno muy
peligroso para Colombia, pues, aplicada la misma doctrina al caso de los Castilletes, en
sustitución de los Mogotes de los Frailes, no por error (pues eran conscientes los
demarcadores de que unos y otros no coincidían) sino por omisión de las debidas
exploraciones, la frontera de la Guajira sería susceptible de revisión 165 .

Al mes siguiente (febrero de 1940), Colombia amplió el campo del diferendo territorial
mediante el envío de funcionarios a la isla Charo, en el Arauca a intimar a la "Venezuelan Oil
Development" que se retirara del que calificaban de territorio colombiano. A juzgar por
algunas evidencias, mediante el desvío de las aguas por un caño del Norte, se había
producido, por medios artificiales, la transformación de un pedazo de tierra firme venezolana
en isla situada al Sur del Arauca l66. En todo caso, el Acta del Paso del Viento del 7 de junio
de 1901 había dejado constancia de que la isla Charo, por estar situada al Norte del brazo
principal del Arauca, correspondía a Venezuela.

La ocupación de Holanda por Alemania (mayo) avivó el deseo de las Partes para llegar a un
arreglo de las

El argumento fue esgrimido por el Canciller Gil Borges. No recuerdo, en cambio que citara el caso del hito del
Alto del Cedro donde se produjo la equivocada demarcación por omisión pues no exploraron toda la fila de la
montaña, ni desde luego, la vertiente occidental.
Véase Eduardo Hernández Carstens, Frontera Llanera. Despojos territoriales al Sur de Venezuela. 2ª edic. (Caracas
1980) pp. 59-67.
127
diferencias dentro de un contexto de búsqueda de "la solución integral de los asuntos
fronterizos" como se expresó la fórmula colombiana de la llamada "paridad de sacrificios" en
Río de Oro y Oirá-Sarare, a lo que respondió al mes siguiente Venezuela con una propuesta
de cuatro puntos, de los que los dos primeros se relacionaban con las cuestiones de Río de
Oro y Oirá-Arauca; el tercero, supuesto el acuerdo sobre los primeros, era la apertura de
negociaciones para la celebración de un Tratado de Comercio y Navegación, de conformidad
con el art. 6 de la convención de 1916, y el cuarto, un modus vivendi sobre la libre
navegación de los llamados ríos comunes hasta la celebración del mencionado tratado de
Comercio y Navegación.

Entrado ya el año 1941, si bien Venezuela estaba dispuesta a aceptar en la cuestión de Río
de Oro, como línea de transacción, la del Intermedio o Duda, a cambio de que Colombia
aceptara la oblicua Oirá-Arauca, este país, ni reconocía la soberanía de Venezuela en la isla
Charo, ni se apartaba de su posición de que era revisible la línea del Oirá-Arauca (marzo de
1941). A mediados del mes, Gil Borges propuso que la cuestión de Charo se resolviera por la
determinación de la vaguada del Arauca según el acuerdo de 1928. Ante la alternativa
ofrecida por Venezuela de que esta solución se incorporara al tratado, o se concertara
mediante el intercambio de notas, Colombia prefirió lo primero, y el 24 del mismo mes tenían
en Bogotá redactado el borrador del Tratado, el cual vino a ser firmado, con solemnidades
inusitadas, en la que había sido sede del Congreso Constituyente de la Gran Colombia en
1821: el templo del Rosario de Cúcuta (5 de abril, 1941). La firma del tratado fue objeto de
encendidos elogios por parte de las instituciones, los dirigentes políticos y religiosos, la
prensa y la opinión pública de Colombia I67 .

En conformidad con el tratado, cuyo canje de ratificaciones tuvo lugar en Caracas el 12 de


septiembre del mismo año, se procedió a la determinación de la vagua-

oluminosa antología de elogios colombianos al tratado en la obra de Alirio Gómez Picón, El Tratado colombo-venezolano; sus
antecedentes históricos; lo que ha sido la administración de Eduardo Santos; panorama político de Colombia (Edit. El
Comercio, Quito 1941).
128
da del Arauca frente a la isla Charo, se entiende la entonces existente y no la de 1928 que
las Partes se habían comprometido a mantener, posición esta que ratificaron, en relación con
el Catatumbo, el 24 de noviembre de 1938.

Con el acta de San Cristóbal del 30 de marzo de 1943, en la que se recogió el resultado de
las exploraciones de la vaguada del Arauca en febrero de ese año, y en abril del anterior, se
puso punto final a la cuestión de la isla Charo, pero se sentó, a nuestro juicio, un grave
precedente que expondría las fronteras fluviales a bruscos cambios de soberanía, aun
provocados por sigilosos medios artificiales.

Sin embargo, el que podíamos denominar lapso del tratado que comenzó con las
negociaciones de José Santiago Rodríguez en Bogotá 168 aún se extiende hasta el 22 de
febrero de 1944 cuando se efectuó el canje de ratificaciones del Estatuto de Régimen
Fronterizo que había sido firmado en Caracas dos años antes 16a .

En esos cinco años y medio, se produjo una serie de hechos importantísimos relacionados
con la posición de Venezuela acerca de su soberanía en las áreas marinas y submarinas que
Colombia, ni ignoró, ni pudo ignorar —fuera de algunos hechos, por su naturaleza secreta-
durante la negociación y ejecución del tratado de 1941 el cual determinó que: "todas las
diferencias sobre materia de límites quedan terminadas" (art. 1).

La materia la tratamos en nuestra obra "El Golfo de Venezuela. Una síntesis histórica". Aquí
nos basta enumerar algunos hechos:

1. Exploración del Golfo de Venezuela por los barcos norteamericanos Hannibal y Sumner
(1938-42).

En defensa de su negociación, publicó el embajador Rodríguez su obra La Controversia de Límites entre Venezuela
y Colombia (Tip. Americana, Caracas 1944), mientras que Simón Planas Suárez la enjuiciaba en su estudio Una
desastrada negociación diplomática; el tratado de fronteras y libre navegación de los ríos venezolanos firmado entre
Venezuela y Colombia (Buenos Aires 1949). A los pocos años (c. 1953) apareció, en defensa de su gestión como
Presidente de Venezuela, la obra del General López Contreras, Proceso de límites entre Venezuela y Colombia
(Nueva York, s.f.).
169. Libro Amarillo de 1945. Documentos pp. 44 ss.
129
Definición del mar territorial y del espacio marítimo contiguo en las bahías, golfos y senos
sujetos a la exclusiva jurisdicción de la República (Decreto del Presidente López Contreras
del 15 de septiembre de 1939, publicado en la Gaceta Oficial N° 19.981 y en el Libro Amarillo
de 1940).

Notas del Canciller Esteban Gil Borges, con ocasión del incidente del Alabama y del Barfleur
del 17 de junio y 16 de julio de 1940 en las cuales, en aplicación del decreto sobre bahías y
golfos, declaró que las aguas del Golfo de Venezuela al Sur de la línea de Castilletes a Punta
Salinas eran aguas interiores de Venezuela y definió que se trataba de una bahía histórica.

Acuerdo sobre la división del lecho marino del Golfo de Paria (1942) asunto que se venía
tratando desde 1936. Justamente a los pocos días de la firma del Tratado de 1941, y meses
antes de su aprobación y ratificación, el Presidente López Contreras en su mensaje al
Congreso el 19 de abril informó que ese mismo día se haría público simultáneamente, en
Caracas y en Londres, el acuerdo al que habían llegado Venezuela y Gran Bretaña en relación
con el subsuelo del Golfo de Paria y con la isla de Patos.

Notas de protesta por el hundimiento del buque cisterna venezolano Monagas por un
submarino alemán a 22 millas marinas del puerto de Las Piedras "en aguas venezolanas"
publicadas en el Libro Amarillo de 1942.

Acuerdo de cooperación militar, naval y aérea entre Venezuela y Estados Unidos (1942) por
el que se reconoció a Venezuela la responsabilidad de la defensa del Golfo de su nombre
hasta los 12° 15' de latitud N. (o sea hasta unas tres millas al norte del Cabo San Román).

Acuerdo venezolano-holandés para la defensa de las Antillas Holandesas (1942), instrumento


del que fue informada Colombia.

Ninguno de esos hechos fue motivo para que Colombia formulara, no digamos protestas,
pero ni siquiera observaciones, ni reservas sobre su posición con respecto a las áreas
marinas o submarinas del Golfo de Venezuela, a pesar de que para entonces había ocupado
la costa oriental de la Guajira de Castilletes a Punta Espada, y ello, a pesar de que, habiendo
sido el gobierno de Bo-
130
gotá el que había manifestado el 30 de marzo de 1940 su deseo de llegar a un "arreglo total
de las cuestiones fronterizas", había protagonizado la inclusión, en el tratado de 1941, de la
declaración categórica, absoluta, sin reservas ni limitaciones: "todas las diferencias sobre
materia de límites quedan terminadas".

El concepto de que habían terminado todas las diferencias sobre materia de límites, fue
precisamente mencionado por la nota colombiana de reconocimiento de la soberanía de
Venezuela sobre Los Monjes: "durante el amplio proceso desarrollado entre los dos
gobiernos para dirimir sus diferencias territoriales felizmente concluido, Colombia se
abstuvo, no obstante los antecedentes mencionados, de presentar reclamación o aducir
argumentación alguna para desvirtuar la tesis de los Estados Unidos de Venezuela acerca de
su jurisdicción y dominio sobre el archipiélago de Los Monjes" (Nota GM-542 del 22-11-1952
firmada por el Canciller Juan Uribe Holguín).

Las circunstancias en las que se suscitó la cuestión del Golfo de Venezuela, y el desarrollo de
las conversaciones sobre tan delicada materia (1968-1980) vienen siendo objeto de los más
variados estudios, tanto por parte de Venezuela, como de Colombia. El tema desborda los
límites del presente estudio. Mas si Colombia reconoció que durante el amplio proceso
desarrollado para dirimir sus diferencias territoriales, no objetó jamás la jurisdicción y
dominio de Venezuela sobre Los Monjes, y evidentemente era ese un argumento de mucho
peso en pro del reconocimiento de la soberanía de Venezuela sobre aquel archipiélago, lo
mismo se puede afirmar del ejercicio de la jurisdicción venezolana en aguas del Golfo, nunca
objetada por Colombia durante las discusiones en materia de límites en las que ambas
pusieron término con el Tratado de 1941.

Este controversial instrumento, si se atiende a lo que específicamente contempló en materia


territorial, tuvo un alcance restringido a la cuestión de Río de Oro, al problema de la línea
Oirá-Arauca, y al de la isla Charo. En todo lo demás, confirmaba las pérdidas territoriales, o
verdaderas mutilaciones, sufridas por Venezuela como consecuencia del laudo español, de
las demarcaciones de 1900-1901, y del arbitramento suizo. Por más dolo-

131
rosas que resultaron al país las soluciones dadas a las cuestiones de Río de Oro y de la isla
Charo, el tratado de 1941 no habría sido objeto de tantas críticas si no hubiera sido porque
en él se contiene la quiebra de una tradicional política venezolana de búsqueda de
rectificaciones fronterizas como compensación de la libertad de navegación de sus ríos. Esta
fue otorgada a Colombia sin las debidas compensaciones territoriales, Mas, si es verdad que
éstas aún no se han producido, también es cierto que aquella libertad de navegación
tampoco ha sido reglamentada, al igual que Colombia aún no ha dado cumplimiento a su
compromiso contraído por la Convención de 1916 (art. 6) ofreciendo rectificaciones
fronterizas "sobre bases de equidad", fuere que el tratado de navegación de ríos comunes y
comercio fronterizo y de tránsito se concluyere antes, o después de la demarcación, cuya
terminación fue confiada al árbitro suizo.

El canciller Gil Borges, en su defensa del tan criticado instrumento, formuló la siguiente
declaración:

"Reconociéndose en principio el derecho recíproco a la navegación de los ríos comunes, los


dos países han convenido en que el ejercicio de ese derecho debe ser regulado en un
Tratado ulterior de comercio y navegación" 17 °.
Creo que no habrá gobierno venezolano capaz de renunciar a las rectificaciones fronterizas,
según el compromiso formal de Colombia consagrado por el art. 6 de la Convención de 1916.

El Tratado Colombo-Venezolano. Discusiones parlamenta-


rias y periodísticas (Caracas, julio 1941). La exposición de
Gil Borges, de las pp. 39-68.

132
INDICE

rontera entre Venezuela y Colombia, un proceso de deformación territorial


5

etapa previa al arbitramento español ... 21

proceso arbitral español 55

uanto a la sección 67

uanto a la 3' sección 68

uanto a la 59 sección 70

uanto a la 6? sección 73

trozo 53
rozo 84

III. La ejecución del laudo español y la política


de compensaciones 89
El arbitramento suizo 107
V. El Tratado de 1941 121
ESTE LIBRO SE TERMINO DE IMPRIMIR EL DIA 11 DE MARZO DE MIL NOVECIENTOS OCHENTA Y TRES EN LAS
PRENSAS VENEZOLANAS DE EDITORIAL ARTE, EN LA CIUDAD DE CARACAS
OTECA
CORPOZULIA
ERSIDAD CATOLICA DEL TACHIRA
O EDITORIAL DEL ESTADO TACHIRA

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