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En la poesía épica, el toro bravo se opone al buey, que viene a representar al toro
castrado. Es símbolo peyorativo del que es social o políticamente dominado,
humillado, y del que trabaja vejado por otro: “Los bueyes doblan la frente(...)/ delante
de los castigos(...)/ No soy de un pueblo de bueyes (...) de “Vientos del pueblo”.
También la animalización y la cosificación sirven para mostrar con ternura la
solidaridad ante la injusticia. En “El niño yuntero” se presenta a un menor (menor que
un grano de avena) como “carne de yugo”, es decir, como un buey y “como la
herramienta/ a los golpes destinado”. Un paso más hacia el hombre desalmado, se
identificará al hombre con la “fiera”, “el tigre”, “el lobo”, “el chacal”, la “bestia”, y
nombrará amenazadoramente “garras” y “colmillos”. Así se presenta la “Canción
primera”, de El hombre acecha.
La temática amorosa del libro exige a éste el frecuente uso de la antítesis, tan
peculiar en este tipo de poesía desde los tiempos de Petrarca: “pena es mi paz y pena es
mi batalla”, “sobre tu sangre duramente tierna”. Como en el libro anterior,
encontramos numerosas anáforas que cumplen la función de intensificar la emoción, la
pena, el arrebato amoroso y el sentimiento ante la muerte.
3. En su tercera etapa, el viento es el símbolo por excelencia de la poesía épica de M.
Hernández, quien se define como “viento del pueblo” una vez iniciado el conflicto
bélico. En esta época es símbolo del compromiso social y político de la solidaridad
con los más débiles: vientos del pueblo me llevan, /vientos del pueblo me arrastran...
La tierra es símbolo, por metonimia, de la propia naturaleza, y el mundo del
trabajo, en general. La tierra se concibe como madre, pero no sólo la que da la vida
sino también la que la acoge tras la muerte. La tierra es cuna y sepultura en la
existencia del hombre. Se le ha llegado a denominar el “poeta de la tierra” debido a que
la tierra es un motivo que cruza toda su obra: Yo quiero ser llorando el hortelano/ de la
tierra que ocupas y estercolas, versos de la “Elegía” a Sijé.
La conmoción de la guerra crea, en la sensibilidad poética, asociaciones sensoriales
(sinestesias) que establecen insospechados matices: “truenos de panales” («Elegía
Primera»), “yunques torrenciales de lágrimas” («Vientos del pueblo…») y las
metáforas tradicionales llegan al alma del pueblo rápida y certeramente: “Nunca se
pondrá el sol sobre tu frente” («Elegía Segunda»); “varios tragos es la vida / y un solo
trago es la muerte” («Sentado sobre los muertos»).
4. En la última poesía hernandiana, el colorido y la sinestesia adjetiva de su primera
etapa se convierten en contrastes de los símbolos de la luz y la sombra que vale tanto
como decir de la vida y la muerte, de la esperanza y de la frustración: “Morena de altas
torres, alta luz y ojos altos” de “Canción del esposo soldado”; sin embargo, también la
muerte aparece e impone su “sombra más sombría” en la “Elegía primera” al alzar el
poeta su voz contra el asesinato de García Lorca. La sombra se va apoderando del
mundo poético de Miguel Hernández conforme avanza la guerra, sobre todo tras la
muerte de su primer hijo y en el periodo carcelario: “¿Para qué quiero la luz/ si
tropiezo con tinieblas?” del “Cancionero y Romancero de ausencias”. Hernández
cierra su ciclo vital y poético con unos versos victoriosos de la luz sobre la sombra,
se sobrepone al desánimo y triunfa la esperanza en la lucha: (“Pero hay un rayo de sol
en la lucha”). Este triunfo conecta con la alegría del futuro hijo identificado con el sol
tantas veces: (...) y el sol nace en tu vientre donde encontró su nido”.
Las comparaciones ahora son sencillas; lo retórico se depura o desaparece; la
anáfora se suaviza; un realismo crudo y descarnado impera; las interrogaciones directas
a su alma, se multiplican; las antítesis son muchas; el paralelismo y la correlación se
usan con medida responsable. Estos poemas cargados de emoción van derechos a las
almas, a pesar de no haber sido escritas para nadie y sí para dar salida a los dolores del
poeta: “Llueve como si llorara/ raudales un ojo inmenso”.