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hoy una pieza fundamental del conocimiento humano occidental. Fue conservador
ocultas y remotas verdades, las más secretas y reprimidas. De esta ingente obra,
Rais (ínfimos 35), con prólogo de Mario Vargas Llosa, Las lágrimas de Eros
(Ensayo 33), Historia del ojo, Mi madre, Madame Edwards seguido de El muerto y
Prólogo...................................................................................................... 5
Introducción............................................................................................... 8
Capítulo V La transgresión..................................................................... 46
A Michel Leiris
Prólogo
La santa, llena de pavor, aparta la vista del voluptuoso: ignora la unidad que existe
voluptuoso.
sino que me esfuerzo en captar, más allá de toda posibilidad de negar al otro, una
poco de luz sobre todo eso sin dominar antes lo que le aterroriza. No se trata de
que haya que esperar un mundo en el cual ya no quedarían razones para el terror,
Por lo demás, no hago más que seguir un camino en el que otros se han
adentrado.
dejado de ser considerado un tema del que un «hombre serio» no puede tratar sin
venir él a menos.
Ya hace bastante tiempo que los hombres hablan sin temor, y por extenso,
del erotismo. En esta misma medida, se conoce aquello de lo que hablo. Sólo he
especializados. Creo que el erotismo tiene para los hombres un sentido que la
realidad sexual. Y además he dejado de lado algunas cuestiones que alguna vez
año actual (1957). Ahora bien, esta manera de proceder tiene un defecto, y es que
no he podido evitar repetir alguna cosa. En la primera parte, por ejemplo, he vuelto
entero. En cierto sentido, este libro se reduce a una visión de conjunto de la vida
Con los ojos fijos en una visión de conjunto como ésta, me he dedicado
movemos como fantasmas, la pasión humana sólo tiene un objeto. Lo que varía
son los caminos por los cuales la abordamos. El objeto de la pasión humana tiene
los más variados aspectos, pero su sentido sólo lo penetramos cuando logramos
No habría escrito este libro si hubiera estado solo a la hora de elaborar los
problemas que me planteaba. Quisiera indicar aquí que mi esfuerzo fue precedido
ciencia, sino como objeto de la pasión o, más profundamente, como objeto de una
contemplación poética.
Es, en particular, a causa de Le miroir, escrito por Michel Leiris justo antes
mi texto.
Diré aquí hasta qué punto estoy impresionado aún por el apoyo solícito y
eficaz que un gran número de amigos me ha proporcionado en esta ocasión,
Fraenkel, Max-Pol Fouchet, Jacques Lacan, André Masson, Roger Parry, Patrick
solicitud.
muerte. Propiamente hablando, ésta no es una definición, pero creo que esta
fórmula da mejor que ninguna otra el sentido del erotismo. Si se tratase de dar una
parecer sólo los hombres han hecho de su actividad sexual una actividad erótica,
cuidado que dar a los hijos. Así, a partir de esta definición elemental, vuelvo
erótica sea antes que nada una exuberancia de la vida, el objeto de esta
vida, no es extraño a la muerte misma. Hay ahí una paradoja tan grande que, sin
esperar más, intentaré dar a mi afirmación una apariencia de razón de ser con dos
citas:
libertino que esté un poco afianzado en el vicio y que no sepa hasta qué punto el
«No hay mejor medio para familiarizarse con la muerte que aliarla a una
idea libertina».
Sade podría ser una aberración. De todos modos, aunque sea verdad que la
tendencia a la que se refiere no es tan rara en la naturaleza humana, se trata de
una sensualidad aberrante. Pero no por ello deja de existir una relación entre la
muerte y la excitación sexual. La visión o la imagen del acto de dar muerte pueden
Personalmente, admito que en la paradoja de Sade se revela una verdad. Estaverdad no está
restringida a lo que abarca el horizonte del vicio; hasta creo que
verdad. El ser, las más de las veces, parece dado al hombre fuera de los
oponía al erotismo; ahora bien, si bien es cierto que el erotismo se define por la
Los seres que se reproducen son distintos unos de otros, y los seres
reproducidos son tan distintos entre sí como de aquellos de los que proceden.
Cada ser es distinto de todos los demás. Su nacimiento, su muerte y los
acontecimientos de su vida pueden tener para los demás algún interés, pero sólo
él está interesado directamente en todo eso. Sólo él nace. Sólo él muere. Entre un
Este abismo se sitúa, por ejemplo, entre ustedes que me escuchan y yo que
Pero no puedo evocar este abismo que nos separa sin experimentar de
veo qué medio existiría para suprimirlo. Lo único que podemos hacer es sentir en
común el vértigo del abismo. Puede fascinarnos. Ese abismo es, en cierto sentido,
Intentaré mostrar ahora que para nosotros, que somos seres discontinuos,
quiere decir que está íntimamente ligada a la muerte. Precisamente, cuando hable
idénticas que son la continuidad de los seres y la muerte. Una y otra son
alteración que nos llena de zozobra. Pero, antes que nada, los hechos de los que
partiré han de parecer indiferentes. Son hechos establecidos por la ciencia y que aparentemente
nada distingue de otros hechos que sin duda también nos afectan,
pero de lejos y sin poner en juego nada que pueda conmovernos íntimamente.
seguido.
Ya saben ustedes que los seres vivos se reproducen de dos maneras. Los
resultan dos. Pero ahí no podemos decir que un primer ser haya dado nacimiento
a un segundo ser. Los dos seres nuevos son igualmente producto del ser primero.
animales sexuados cuando se mueren, sino que deja de existir. Deja de existir en
partir del momento en que hay dos, hay de nuevo discontinuidad de cada uno de
los seres. Pero el paso implica entre ambos una conciencia de continuidad. El
de dos seres.
base, la división de las células funcionales, hace intervenir, del mismo modo que
distintos.
pero que están en la base de toda forma de vida, les sugiero que se imaginen
copias sería el mismo que ustedes son ahora. En efecto, para ser el mismo que
ustedes, una de las copias debería ser continua con la otra, y no, como es el caso,
esfuerzo seguir. Pero si, al contrario, se imaginan entre uno de sus semejantes y
precisión. Entre las conciencias claras que somos nosotros y los seres ínfimos de
ínfimos. Les pongo en guardia contra el hábito de mirarlos como cosas que no
tienen existencia dentro. Ustedes y yo existimos dentro. Pero lo mismo sucede con
un perro o, en esta misma línea, con un insecto o con un ser aún más pequeño.
Por más simple que sea un ser, no existe un umbral a partir del cual aparezca el
existir dentro. Este no puede ser resultado de una complejidad creciente. Si los
Pero no por ello es menor la distancia que existe entre esos animálculos y
nosotros. No podemos, pues, conferir un sentido preciso a las imágenes
paradójica, los cambios ínfimos de los que se trata y que están en la base de
nuestra vida.
Nos resulta difícil soportar la situación que nos deja clavados en una individualidad
fruto del azar, en la individualidad perecedera que somos. A la vez que tenemos
un deseo angustioso de que dure para siempre eso que es perecedero, nos
general. La nostalgia de la que hablo no tiene nada que ver con el conocimiento
las olas, ignorando los desdoblamientos y las fusiones de los más simples entre
los seres. Pero esa nostalgia gobierna y ordena, en todos los hombres, las tres
Hablaré de estas tres formas una después de otra. Trataré del erotismo de
los cuerpos, del erotismo de los corazones y, en último lugar, del erotismo
sagrado. Hablaré de las tres a fin de mostrar claramente que se trata en todos los
casos de una sustitución del aislamiento del ser —su discontinuidad— por un
Cuesta poco ver a qué nos referimos al hablar del erotismo de los cuerpos o
del erotismo de los corazones; la idea de erotismo sagrado nos es menos familiar.
sagrado; aunque los cuerpos y los corazones nos los encontramos sin tener que
entrar en la esfera sagrada propiamente dicha. A la vez, la búsqueda de una
continuidad del ser llevada a cabo sistemáticamente más allá del mundo
más exactamente, con el amor de Dios. Por su parte, Oriente lleva a cabo una búsqueda similar
sin poner en juego necesariamente la representación de un Dios.
El budismo, en particular, prescinde de esta idea. Sea como fuere, quiero insistir
esforzado en introducir una noción que a primera vista podría parecer extraña,
sus formas.
del erotismo. Hay un secreto del erotismo que en este momento me esfuerzo en
violar. ¿Sería acaso eso posible sin ir de entrada a lo más profundo, sin ir hasta el
que anima, sean cuales fueren éstos, los movimientos del erotismo. El terreno del
los seres ínfimos. Si nos remitimos a la significación que tienen para nosotros esos
estados, comprenderemos que el arrancamiento del ser respecto de la
muerte; la cual, precisamente, nos arranca de la obstinación que tenemos por ver
durar el ser discontinuo que somos. Desfallece nuestro corazón frente a la idea de
nuestro corazón; pero, por más ínfimos que sean unos seres, no podemos
representarnos sin una violencia la puesta en juego del ser que se da en ellos; es,
¡Sólo la violencia y la desavenencia sin nombre que está vinculada a ella! Sin una
violencia que en el erotismo de los cuerpos nos quita la respiración, sino que ahí
se nos revela el sentido íntimo de esa violencia. ¿Qué significa el erotismo de los
cuerpos sino una violación del ser de los que toman parte en él? ¿Una violación
que confina con la muerte? ¿Una violación que confina con el acto de matar?
Toda la operación del erotismo tiene como fin alcanzar al ser en lo más
íntimo, hasta el punto del desfallecimiento. El paso del estado normal al estado de deseo erótico
supone en nosotros una disolución relativa del ser, tal como está
parte pasiva, femenina, la que es disuelta como ser constituido. Pero para un
preparar una fusión en la que se mezclan dos seres que, en la situación extrema,
llegan juntos al mismo punto de disolución. Toda la operación erótica tiene como
comunicación, que revela un ir en pos de una continuidad posible del ser, más allá
del repliegue sobre sí. Los cuerpos se abren a la continuidad por esos conductos
perturbación que altera el estado de los cuerpos que se supone conforme con la
la destrucción que está en los fundamentos del erotismo era lo bastante sensible
para justificar una semejanza entre el acto de amor y el acto de sacrificio. Cuando
hable del erotismo sagrado, que corresponde a la fusión de los seres con un más
allá de la realidad inmediata, volveré sobre el sentido del sacrificio. Pero ya desde
ahora insisto en el hecho de que la parte femenina del erotismo aparecía como la
destrucción.
propiamente dicho, no introduciría una forma de erotismo más perfecto que la muy
en el paso de la actitud normal al deseo, una fascinación fundamental por la muerte. Lo que está
en juego en el erotismo es siempre una disolución de las
formas constituidas. Repito: una disolución de esas formas de vida social, regular,
condenada, por más que diga Sade, a desaparecer: sólo es cuestionada. Debe ser
Tienta a un pequeño número de seres; y, a veces, los hay que llegan hasta el final.
Pero para el conjunto de los hombres normales, esos actos definitivos no hacen
sino indicar la dirección extrema de los pasos esenciales que hay que seguir. Hay
un exceso horrible de ese movimiento que nos anima; y ese exceso aclara el
sentido del movimiento. Pero para nosotros es sólo un signo horroroso, que sin
que nos fija la angustia, se nos propone como una verdad más eminente que la
vida.
hecho de que a menudo es sólo uno de sus aspectos, estabilizado por la afección
pero entonces se trata de excepciones como las que tiene en reserva la gran
prolonga o es su introducción. Pero para quien está afectado por ella, la pasión
puede tener un sentido más violento que el deseo de los cuerpos. Nunca hemos
consigo un desorden tan violento, que la felicidad de la que aquí se trata, más que
una felicidad de la que se puede gozar, es tan grande que es comparable con su
persistente entre dos seres por una continuidad maravillosa. Pero esta continuidad
se hace sentir sobre todo en la angustia; esto es así en la medida en que esa
para los amantes, más posibilidades de no poder encontrarse durante largo tiempo
que de gozar en una contemplación exaltada de la continuidad íntima que los une.
Las posibilidades de sufrir son tanto mayores cuanto que sólo el sufrimiento
revela la entera significación del ser amado. La posesión del ser amado no
propia muerte. Lo que está en juego en esa furia es el sentimiento de una posible
posibilidad de unión sensual hay que añadir la de unión de los corazones— puede,
dos seres, la continuidad de dos seres discontinuos. La pasión nos adentra así en
sin cesar: si poseyeras al ser amado, ese corazón que la soledad oprime formaría
un solo corazón con el del ser amado. Ahora bien, esta promesa es ilusoria, al
ocasiones de manera bien diferente para ambos amantes— con una intensidad
el terreno del hábito y del egoísmo de a dos; esto significa una nueva forma de
individual donde aparece esa imagen del ser amado que tiene para el amante el
sentido de todo lo que es. El ser amado es para el amante la transparencia del
cuando me ocupe del erotismo divino o sagrado. Es, en todo caso, el ser pleno,
continuidad del ser percibida como un alumbramiento a partir del ser del amante.
En esa apariencia hay algo absurdo, una horrible mezcla; pero, a través del
nada es ilusorio en la verdad del amor; el ser amado equivale para el amante, y
sin duda tan sólo para el amante —pero eso no tiene importancia—, a la verdad
del ser. El azar quiere que, a través de él, una vez desaparecida la complejidad
del mundo, el amante vislumbre el fondo del ser, la simplicidad del ser.
esforzado ya desde sus primeros tiempos en acceder, sin que intervenga el azar, a la continuidad
que la libera. El problema se planteó frente a la muerte, la cual
cuestión la dejo de lado. Insisto en el hecho de que, estando la continuidad del ser
religioso, del cual dije hace un rato que la acción erótica se le puede comparar. Al
disolver la acción erótica a los seres que se adentran en ella, ésta revela su
muerte les revela. Este elemento podemos llamarlo, con los historiadores de las
de un ser; lo que subsiste y que, en el silencio que cae, experimentan los espíritus
durante la infancia. Todo nos lleva a creer que, esencialmente, lo sagrado de los
sacrificios primitivos es análogo a lo divino de las religiones actuales.
más allá de lo real inmediato está lejos de ser reductible al amor de Dios. He
la que hablo.
se distingue del conjunto de lo que es. De la continuidad del ser, me limito a decir que, en mi
opinión, no es conocible, aunque, bajo formas aleatorias, siempre en
de continuidad. Lo introduce por unos medios distintos del erotismo de los cuerpos
con la máxima simplicidad, una tras otra, las diferentes formas de las que he
experiencia real. A veces, la experiencia mística, tal como está vinculada a ciertos
erotismo.
acceso al ser; y, si bien la vida es mortal, la continuidad del ser no lo es. Acercarse
unidad de las formas del erotismo, el sentido de la frase que cité al comienzo: «No hay mejor
medio para familiarizarse con la muerte que aliarla a una
idea libertina».
Lo que he dicho permite entender en ella la unidad del terreno erótico que
¿Podríamos, sin violencia interior, asumir una negación que nos conduce hasta el
querido conducirles, por poco familiar que a veces haya podido parecerles, es, sin
podido hacerlo sin adentrarme más aún en un dédalo intelectual. Todos sentimos
poesía ahora, pero creo tornar más sensible la idea de continuidad que he querido
dejar por sentada, y que no puede confundirse hasta el extremo con la del Dios de
los teólogos, recordando estos versos de uno de los poetas más violentos:
Rimbaud.
La poesía lleva al mismo punto que todas las formas del erotismo: a la
Primera parte
Lo prohibido y la transgresión
Capítulo I
objeto del deseo. Ahora bien, ese objeto responde a la interioridad del deseo. La
incluso si se dirige a la mujer que casi todos elegirían, lo que suele entrar en juego
es un aspecto intangible, no una cualidad objetiva de esa mujer. Esa mujer podría
elección humana difiere de la elección del animal: apela a esa movilidad interior,
infinitamente compleja, que es propia del hombre. El animal tiene en sí mismo una
vida subjetiva, pero, al parecer, esa vida le es dada tal como lo son los objetos
inertes: de una vez por todas. El erotismo del hombre difiere de la sexualidad
conciencia del hombre pone en cuestión al ser. Por sí misma, la sexualidad animal
que los hombres fabricaron herramientas y que las utilizaron a fin de proveer a su
manera esencial a la actitud para con los muertos. Y lo probable es que afectaran
antigüedad de la actitud del hombre para con sus muertos gracias a los
todo caso, el hombre de Neandertal, que no era del todo un hombre, que en rigor
aún no había alcanzado la postura vertical, y cuyo cráneo no difería tanto como el
subsiste nada que nos aporte ni tan siquiera una indicación sobre las restricciones
sepultura más antigua que conocemos data del paleolítico medio. En verdad, se
cambios, que se disponen en el plano de la religión. Sin duda había dejado atrás
hombre.
pierde. Si hace falta, puedo decir que, en el erotismo, YO me pierdo. Sin duda no
erotismo es flagrante: nadie puede dudar de ella. Al hablar ahora del erotismo,
tengo la intención de expresarme sin rodeos en nombre del sujeto, incluso cuando
religión. Pero eso importa poco si él es capaz de olvidarlo tanto como le es posible
teología.
la que hablo no es, como el cristianismo, una religión. Es la religión sin duda, pero
hablo tan sólo del problema que toda religión se planteó; y, ese problema, lo tomo
por cuenta mía, tal como lo hace con la teología el teólogo. Pero sin la religión
del cristianismo. Tan cierto es así que el libro en cuyo encabezamiento defino esta
posición tiene como objeto el erotismo. Cae por su propio peso que nada en el desarrollo del
erotismo es exterior al terreno de la religión; y justamente el
que implican una creencia dada. Añado que, fuera de las cristianas, las
ciencia, de intento se les dan la espalda. Hacen así de quien las admite lo mismo
que resultaría de un hombre que, entre los demás hombres, supiera que existe el
del mismo modo, el cálculo no me perturba. Ya me parece bien que me digan que
«dos más dos son cinco»; pero cuando alguien, con algún fin preciso, echa
el momento en que hablo de objetos, lo hago como los hombres de ciencia, con el
Diré incluso que, las más de las veces, la actitud religiosa comporta una
el sentido de una facilidad de pensamiento; por ello, mis primeras palabras pueden
más allá, pero siempre por el camino de la filosofía y de las ciencias, y en busca
más que en formas alteradas. Nunca pudo la humanidad buscar lo que la religión
cierto para el pasado. Llega un momento, sin duda precario, en que, con la ayuda de la suerte, ya
no debemos esperar la decisión de otros (en forma de un dogma)
que hace historia, que habla por ejemplo del brahmán como de una cosa más
entre otras, sino como el propio brahmán. Y sin embargo yo no soy brahmán, ni
cualquier otra cosa; debo proseguir una experiencia solitaria, sin tradición, sin rito
y sin nada que me guíe; pero sin nada que me estorbe tampoco. En mi libro doy
expresión a una experiencia, y ello sin apelar a nada en particular, con sólo el
interior, difiere desde su origen del trabajo del historiador de las religiones, del
etnógrafo o del sociólogo. Sin duda se planteó la cuestión de saber si era posible
aunque modificada por el contacto con el mundo que constituía el objeto de sus
como principio que cuanto menos entra en juego su experiencia —cuanto más
olvidarla y en considerar los hechos desde fuera. No puede olvidarla del todo, no
desde fuera —y más vale así—, pero lo ideal es que esta experiencia desempeñe
experiencia que tenemos de ella produciría trabajos sin vida, una acumulación de
menos, los cuerpos; en la religión, las formas estabilizadas sin las cuales la
práctica religiosa común no podría existir). Esos cuerpos sólo nos son dados en la
No solamente estos datos precisos, que nos llegan de todos lados, podrían
oponerse a la experiencia interior que responde a ellos, sino que la ayudan a salir
carácter universal del objeto al cual está ligado su retorno, no podríamos hablar de
religión.
resueltamente. Hay que decir además que, si el primero no hubiese tenido lugar
Finalmente, es seguro que una condición que hoy nos parece insuficiente se da
esconde el impulso motor del erotismo; ahí se encuentra a la vez el impulso motor
sobre la profunda complicidad que existe entre la ley y su violación. Pero, si bien
puedo formular.
la transgresión.
es, con el mismo título que lo es la religión, una cosa, un objeto monstruoso. El
las cosas, las que conocemos desde fuera, si cedemos, aunque sea sin saberlo, a
no racional! Sólo una experiencia desde dentro nos presenta su aspecto global, el
sujeto, que sólo opera científicamente (pero no podría operar así si ya de entrada
por adelantado lo hemos rechazado, si somos liberados de él; pero si, como suele
suceder, la ciencia condena a la religión (la religión moral) que, en este punto,
resulta ser fundamento de ciencia, cesa nuestra oposición legítima al erotismo. Al
no oponernos ya a él, debemos dejar de tomarlo como una cosa, como un objeto
exterior a nosotros.2
nuestra conciencia, arrebataba al mismo tiempo de nuestra conciencia —al menos a la conciencia
clara— el movimiento de pavor cuya consecuencia era la
fue necesario para la claridad —que nada perturbaba— del mundo de la actividad,
entre ellos los que responden al impulso sexual) destruyen en nosotros el tranquilo
eso implica que para empezar debiera haber podido constituirse al abrigo de las
nosotros seríamos las víctimas, sino como los efectos del sentimiento fundamental
prohibiciones no nos vienen impuestas desde fuera. Esto nos aparece así en la
como tal, lo mantiene para gozar de él. La experiencia interior del erotismo
angustia, de la náusea, del horror comunes a las jovencitas del siglo pasado, no
son susceptibles de esa experiencia; pero lo mismo sucede con quienes están
transformación.
Capítulo II
Violencia
En los desarrollos que seguirán, que tienen por objeto el erotismo ardiente
por más que quiera, está desgarrada su vida. El mundo del trabajo y de la razón
un ser razonable que intentó obedecer, pero que sucumbe al impulso que en sí
excede los límites y que sólo en parte puede ser reducido. Por regla general, no
podemos dar cuenta de ese impulso. Es incluso aquello de lo que, por definición,
razonable el exceso infinito, en cuya presencia se halla nuestra razón, con esa
misma razón. Ahora bien, por el exceso mismo que hay en él, ese Dios cuya
impulsos dan a quienes ceden a ellos una satisfacción inmediata; el trabajo, por el
indiscutible, a no ser desde el punto de vista del momento presente. Ya desde los
deseo. Es arbitrario, sin duda, oponer siempre el desapego, que está en la base
constante. Sin embargo, una vez comenzado, el trabajo crea una imposibilidad de
resultados deseables pero cuyo interés sólo remite a un tiempo ulterior. La mayor
trabajo, se define en las prohibiciones, sin las cuales no habría llegado a ser ese
en una reflexión que he querido sistemática): lo que el mundo del trabajo excluye
revela su conexión externa. Sade —lo que Sade quiso decir— horroriza por regla
general a los mismos que aparentan admirarlo, aunque sin haber reconocido por
sí mismos este hecho angustiante: que el impulso del amor, llevado hasta el extremo, es un
impulso de muerte. Y este vínculo no debería parecer paradójico:
comprenderse sino el uno con la ayuda del otro. Pero ya desde el comienzo se
observar.
destino se puso en juego. Antes incluso de que el hombre tuviese el aspecto que
madera. Esta clase de hombre, que vivió cien mil años antes de nosotros, y que
conocía como nosotros la postura vertical, andaba con las piernas algo
hombres han guardado algo de ese aspecto simiesco). Tenía la frente baja y el
abundantes y variadas. Esta habilidad ya era notable; era tal que, sin una atención
premeditada, podía volver sobre la concepción primera y mejorarla, esto es, podía
herramientas no son, por lo demás, las únicas pruebas de una oposición naciente
testimonio de ella.
osamentas de esos hombres más antiguos llegadas hasta nosotros nos llevan a
final del paleolítico medio; esto es, poco tiempo antes de la desaparición del
la nuestra en relación con los muertos y con la muerte. Al menos bajo una forma
cadáver del hombre y los demás objetos, como las piedras, por ejemplo. Hoy, esta
Percibimos el paso que hay de estar vivos a ser un cadáver; es decir, ser ese
objeto angustiante que para el hombre es el cadáver de otro hombre. Para cada
testimonio de una violencia que no solamente destruye a un hombre, sino que los
destruirá a todos. La prohibición que, a la vista del cadáver, hace presa en los
movimiento del trabajo que una operación razonable ordena. Desde hace tiempo
que entrará. Las leyes que rigen las operaciones controladas de las que provienen
o para las que sirvieron las herramientas, son ya desde el comienzo leyes de la
razón. Estas leyes regulan los cambios que el trabajo concibe y realiza. Sin lugar a
disposición de formular esas leyes en tanto que referidas a su trabajo; con todo,
las observa fielmente. El primitivo pudo, en ciertos casos, pensar, como LévyBruhl lo
representó, de una manera no razonable, pensando que una cosa es y al
mismo tiempo no es, o que una cosa puede ser a la vez lo que ella es y otra cosa.
trabajo. Hasta el punto que un primitivo pudo concebir sin formularlo un mundo del
Ciertamente, la
muerte difiere, igual que un desorden, del ordenamiento del trabajo; el primitivo
contrario.
de contagio de la violencia
Digamos, sin esperar más, que la violencia, así como la muerte que la
significa, tienen un sentido doble: de un lado, un horror vinculado al apego que nos
inspira la vida, nos hace alejarnos; del otro, nos fascina un elemento solemne y a
la vez terrorífico, que introduce una desavenencia soberana. Volveré sobre esta
cuando estaba vivo, un objeto de interés; y debemos pensar que, una vez que
a los muertos de la voracidad de los animales. Pero aunque ese deseo haya sido
se introducía en un mundo que podía ser arruinado por ella. Aún inmóvil, el muerto
formaba parte de la violencia que había caído sobre él; y lo que se situaba en el
peligrosa una vez muerto quien recibió su golpe. Constituye incluso un peligro
mágico, que puede llegar a actuar por «contagio», en las cercanías del cadáver. El
es menos para ponerlo a él al abrigo, que para ponerse ellos mismos al abrigo de
del cadáver, donde se ve una fuerza temible y agresiva. El desorden que es,
etnográficos —que desde luego hoy son menos informes—, admitía que la
de tocar los muertos no era en otro tiempo mayor que hoy en día. La prohibición
inmediato, nunca falla y, por decirlo así, es imposible resistirse a él. La violencia
muerte; aunque puede actuar por un efecto mágico, siempre hay un responsable
análogas a aquellas de las que el muerto es víctima, y por las que en ese instante
está poseído.
suyos. Frente a esa muerte, la colectividad siente la prohibición. Pero eso no vale
tan sólo para los miembros de una comunidad. Ciertamente, la prohibición actúa
y frente a quienes el trabajo común asocia. Pero fuera de ese tiempo, fuera de sus
es necesario dar muerte a los miembros de una tribu dada. No obstante, las más
muerte. Si, en alguna ocasión, cuando la Biblia nos ordena «No matarás» nos
hace reír, la insignificancia que atribuimos a esa prohibición es engañosa. Una vez
más sangriento de los homicidas no puede ignorar la maldición que recae sobre él.
únicamente el medio de hacer caer una gloriosa maldición sobre lo rechazado por
ella.
prohibida toma un sentido que no tenía antes de que un terror, que nos aleja de
Capítulo III
la sexualidad
sobre la sexualidad son más recientes. Son de tal clase además que nada
pero los testimonios que tenemos de la actividad sexual de los primeros hombres
comienza
con el homo sapiens; aunque, por lo demás, son escasas las imágenes que nos
pues, que la actividad sexual, al igual que la muerte, interesó a los hombres desde
muy temprano; pero en este caso no podemos, como para la muerte, deducir de
un dato tan vago una clara indicación. Las imágenes itifálicas, evidentemente, dan
testimonio de una relativa libertad. Sin embargo no pueden probar que quienes las
trazaron se atenían, en este plano, a la libertad ilimitada. Sólo podemos decir que,
sexual debió de ser afectada por un límite, al que hemos de dar el nombre de
prohibición, sin que con ello podamos decir nada de los casos en los que se
tiempo del trabajo. La única verdadera razón que tenemos para admitir la muy
antigua existencia de una prohibición como ésa es el hecho de que en todas las épocas,
como en todos los lugares —en la medida en que tenemos información al
más o menos turbado y sin saber qué hacer, pero siempre su reacción difiere de la
los lugares. No todos los pueblos sienten del mismo modo la necesidad de ocultar
No obstante, hay una excepción entre los que tratan este tema. Roger Caillois
escribe: «Algunos problemas que han hecho correr mucha tinta, como la
prohibición del incesto, sólo no podrán encontrar una solución ajustada si los
compromete a decir ya desde este momento y sin más demora, que esta
tiempos y los lugares, nadie ha extraído una fórmula que permita hablar en
definición general la da una única palabra, cuyo sentido formal no se discute. Esta
las formas variadas del incesto, no menos claramente determinadas que las
especies animales, les proponían lo que a ellos les gustaba: enigmas por resolver,
provenir únicamente de esa vaga prohibición fundamental que llevó a los hombres,
leyes equitativas para distribuir a las mujeres entre los hombres; estas
lo hace una regla cualquiera; pero las reglas que hacían al caso pudieron haber
nada que ver con la violencia sexual y con el peligro que ésta presentaba para el
orden razonable. Si Lévi-Strauss no hubiese mostrado qué origen tuvo tal o cual
sentido de la prohibición del incesto; pero el aspecto del que se trataba había
ese fuerte sentimiento que aún persiste. Este sentimiento no es fundamental, pero
causa a partir de las formas aparentemente más antiguas. Una vez llevada lo
principio de una limitación; lo que sí pudo fue utilizar ese principio para unos fines
religiosas», tal como las conocemos y no hemos dejado de sufrir. ¿Hay algo más
firme en nosotros que el horror por el incesto? (A él le asocio el respeto para con
los muertos; pero sólo en un desarrollo ulterior mostraré esa unidad primera en la
que aparece ligado todo el conjunto de las prohibiciones.) Según nuestro modo de
debemos conocer sexualmente es variable. Sin que la regla haya sido nunca
hogar familiar cuando nacimos; de este lado, hay una limitación que sin duda sería
más clara sin la intervención de otras prohibiciones variables, arbitrarias para
elemental. Más o menos en todas partes encontramos ese núcleo sólido, a la vez
que la movilidad fluida que lo rodea. Y es esa movilidad lo que disimula el sentido
violencia del impulso sexual. En el curso del tiempo, las reglas que provienen de
prohibición que cae sobre la sangre menstrual y sobre la sangre del parto. Estos
curso de los actos que están dentro del orden? ¿No tiene el sentido de esa desmesura sin
la que nada podría pasar de la nada al ser, ni del ser a la nada?
Hay sin duda un elemento gratuito en estas apreciaciones. Por ello, aunque
seamos aún sensibles al horror de esas manchas, las prohibiciones de las que se
trata nos aparecen insignificantes. No se trata en ellas del núcleo estable del que
Capítulo IV
podido ni me ha parecido necesario dar de una vez por todas la definición precisa
de la violencia.1
nuevos seres.
del ser, sino también a la podredumbre que restituye las carnes muertas a la
revuelve las tripas. Para los pueblos arcaicos, el momento de la angustia extrema
provocada por la corrupción, una expresión del rencor cruel y del odio de que son
objeto por parte del muerto, y que los rituales del duelo tienen como objeto
amenaza viscosa y pegajosa que no puede sino provocar asco. Esos huesos
de la que brota una vida profusa. Pero en un tiempo en que las reacciones
humanas primeras estaban más cerca, la reunión de esos dos términos pareció
tan necesaria que Aristóteles aún decía que ciertos animales, formados, según
corrupción.
ingenua que responde al horror, mezclado con atracción, que esa podredumbre
despierta en nosotros. Esta creencia está en la base de lo que fue nuestra idea de
corrupción resumía ese mundo del cual hemos salido y al cual volvemos; en esta
vida fermenta, esas materias donde bullen huevos, gérmenes y gusanos, están en
Más allá de la aniquilación que vendrá y que caerá con todo su peso sobre el ser
que soy, que espera seguir siendo, y cuyo sentido mismo es, más que ser, el de
esperar ser (como si yo no fuera la presencia que soy, sino el porvenir que espero
vida. Así puedo presentir —y vivir en la espera— esa purulencia multiplicada que
celebra en mí anticipadamente el triunfo de la náusea.
nuestra espera se resuelve en nada. Un cadáver no es nada, pero ese objeto, ese cadáver,
está marcado ya de entrada con el signo de la nada. Para nosotros, para
quienes seguimos vivos, ese cadáver, cuya purulencia próxima nos amenaza, no
responde por su parte a ninguna espera semejante a la que fue la nuestra cuando
ese hombre ahí tendido vivía aún, sino a un temor. Así, ese objeto es menos que
conductas artificiales. El horror que nos producen los cadáveres está cerca del
parecido tiene tanto más sentido aún si tenemos en cuenta que los aspectos de la
«las vergüenzas», y asociamos a ellos el orificio anal. San Agustín insistía una y
materias fecales no son objeto de una prohibición formulada por unas reglas
venidas de fuera, las que determinaron el conjunto del terreno. Pero su existencia
no tiene por ello un carácter menos subjetivo; en efecto, la náusea varía según las
hombre vivo, ya no es nada; por ello no es nada tangible lo que objetivamente nos
desfalleciendo.
No nos es fácil hablar de esas cosas que por sí mismas no son nada. Pero
se manifiestan, y a menudo con una fuerza sensible que no tienen los objetos
inertes, aquellos cuyas solas cualidades objetivas llegan hasta nosotros. ¿Cómo
humillados, nos negamos a ver. Creemos que una deyección nos repugna a causa
de su mal olor. ¿Pero olería mal si no se hubiera hecho objeto de nuestro asco?
Nos ha costado poco olvidar el esfuerzo que debemos hacer para comunicar a
nuestros hijos las aversiones que nos constituyen, que hicieron de nosotros seres
aberración que es el asco, que nos afecta hasta el punto de hacernos desfallecer,
y cuyo contagio ha llegado a nosotros desde los primeros hombres. Nos ha
sagradas que, desde hace milenios, transmitimos a los niños, pero que, en otro
tiempo, tenían una forma diferente. El ámbito constituido por el asco y la náusea
menos profundo que la muerte. Sin olvidar que, de entrada, ese deseo está hecho
Se requiere mucha fuerza para darse cuenta del vínculo que hay entre la
muerte. Que la muerte sea también el primer tiempo del mundo, la humanidad se
pone de acuerdo en no reconocerlo. Con una venda sobre los ojos nos negamos a
ver que sólo la muerte garantiza incesantemente una resurgen-cia sin la cual la
vida declinaría. Nos negamos a ver que la vida es un ardid ofrecido al equilibrio,
condición: que los seres que ella engendró, y cuya fuerza de explosión está
agotada, entren -en la ronda con nueva fuerza para ceder su lugar a nuevos
seres.3
corrompidas por la muerte. Los herbívoros engullen montones de sustancia vegetal viva,
antes de ser comidos ellos mismos, antes de responder con ello al
esperanza de engullir al final (pues siempre son engullidos de alguna manera) los
nosotros, una febril agitación pide a la muerte que ejerza su estrago a expensas
nuestras.
comienzos estériles, de ese derroche de fuerzas vivas que tiene lugar en el paso
queremos la condición inadmisible que de ello resulta, la del ser aislado, asignado
suplicio apetecido. Pues, si es inevitable para el hombre ser un lujo, ¿qué decir del
movimiento que le impulsaba; pero de ese modo no pudo hacer otra cosa que
naturaleza entendida como derroche de energía viva y como orgía del aniquilamiento, ya
no podemos hacer diferencias entre la muerte y la sexualidad.
La sexualidad y la muerte sólo son los momentos agudos de una fiesta que la
aniquilación (del mismo modo que la muerte de una generación exige una nueva
que nos oponen a ambas cosas. Las prohibiciones en las que tomó forma una
reacción única con dos fines distintos pudieron ser consecutivas; e incluso es
la que tiene por objeto la reproducción (las cosas más perfectas suelen formarse a
tiene de imposible (lo que nos es dado) cuando exige seres a los que promueve a
participar en esa furia destructora que la anima y que nada saciará jamás. La
Capítulo V
La transgresión
lo completa
Lo que hace difícil hablar de la prohibición no es solamente la variabilidad
de sus objetos, sino el carácter ilógico que posee. Nunca, a propósito de un mismo
prescrito.
matar! No hay duda de que la violencia de las guerras deja entrever al Dios del
Nuevo Testamento; pero de igual manera no se opone al Dios de los Ejércitos del
significaría la condena de las guerras y nos colocaría ante una elección: o bien
aceptar esa condena y hacer cualquier cosa para evitar que los ejércitos pudieran
dar la muerte; o bien hacer la guerra y considerar la ley como algo falso y sin
valor. Pero las prohibiciones, en las que se sostiene el mundo de la razón, no son,
sola razón no hubiera podido definir con autoridad suficiente los límites del
que queremos comprender que sigan ligadas a una cierta indiferencia para con la
encierran, debemos decir: «A veces una prohibición intangible es violada, pero eso
no quiere decir que haya dejado de ser intangible». Hasta podríamos llegar a
formular una proposición absurda: «La prohibición está ahí para ser violada». Esta
proposición no es, como parecería, una forma de desafío, sino el correcto
La proposición «La prohibición está ahí para ser violada» debe tornar
decir que por ello haya una oposición entre la guerra y la violencia. La guerra es
violencia, sí, pero ejercida por un ser susceptible de razón (que en esta ocasión
bien contraria al mundo del discurso, del cual proviene la ciencia. Por eso sólo
su enseñanza oral. En su obra impresa, esta consideración aparece al trasluz sólo en unas
pocas frases significativas. Roger Caillois, que siguió la enseñanza y los
La transgresión indefinida
A menudo, en sí misma, la transgresión de lo prohibido no está menos
ese punto, esto es posible: éste es el sentido de la transgresión. Ahora bien, una
cuidado máximo en seguir las reglas; pues es más difícil limitar un tumulto una vez
comenzado.
ilimitada.
Parece —o puede parecer— que, al tornarse impotente la ley, nada firme puede, a
las veces, el sentimiento de ruptura que a ello se sigue implica una alteración
menor, alteración que los ritos fúnebres, o la fiesta, que ordenan, ritualizan y
prevalece sobre un ser soberano, que parecía por su esencia haber triunfado
crítico y es ella la que desencadena las licencias rituales. Estas toman entonces el
poder (...). Al frenesí popular nunca se le opone la más mínima resistencia: tiene la
multitud, al enterarse de la muerte del rey, comete todos los actos considerados
son aun más claros: la muerte del jefe da la señal para que comience el pillaje.
Entonces, las tribus sujetas invaden la capital y cometen toda clase de actos de bandidaje
y depredación. »No obstante, estas transgresiones no dejan de
constituir sacrilegios. Atentan contra las reglas que el día anterior eran vigentes y
que al día siguiente volverán a ser las más santas e inviolables. Son consideradas
infección y del mancillamiento que representa la muerte», justo mientras dura «su
cadáver real, cuando del despojo sólo queda un duro y sano esqueleto
incorruptible».
violencia, pensó limitarlo al mismo tiempo en el orden real. Pero, cuando se daba
cuenta de lo ineficaz que es la barrera que imponía a la violencia, los límites que
cuerpo del rey era presa de una agresiva descomposición, la sociedad entera
estaba en poder de la violencia. Una barrera que se había mostrado impotente
para proteger la vida del rey ante la virulencia de la muerte no podía oponerse
cuales la muerte del rey da libre curso. Sin embargo, el retorno del difunto a la
licencia. Incluso en este caso desfavorable, la transgresión no tiene nada que ver
con la libertad primera de la vida animal; más bien abre un acceso a un más allá
de los límites observados ordinariamente, pero, esos límites, ella los preserva. La
sagrado, que son sus dos formas complementarias. El mundo profano es el de las
hacen temblar a quienes los veneran; pero no por ello dejan de venerarlos. Los hombres
están sometidos a la vez a dos impulsos: uno de terror, que produce un
lo que está habitualmente prohibido puede ser permitido, o incluso exigido, en toda
ocasión. Hay entre el tiempo ordinario y la fiesta una subversión de los valores
tiempo del trabajo. Se trata en este caso de una oposición tajante. No podemos
actividad religiosa. Acumular y gastar son las dos fases de las que se compone
superación de la náusea que sigue al vértigo: éstas son las fases de la danza
prohibiciones.
paso atrás que prepara el nuevo salto adelante es dado como la esencia de la
religión. Este punto de vista es evidentemente incompleto, y sería fácil acabar con
del mundo racional o práctico, sólo sirviese de base para un nuevo salto adelante
engañador, que tiene lugar en la interioridad. En las religiones universales, del tipo
una vida ardiente espiritual. Ahora bien, esta vida espiritual, que se funda en el refuerzo
de las prohibiciones primeras, tiene sin embargo el sentido de la fiesta; es
éxtasis se funda en la superación del horror. El acuerdo con el exceso que se lleva
por delante toda cosa es a veces más agudo en las religiones en las cuales el
complejas. Debo hablar de la guerra y del sacrificio. Y luego del erotismo de los
corazones.
Capítulo VI
El canibalismo
Más acá de la transgresión indefinida, de carácter excepcional, las
el erotismo. Sin el ejemplo del erotismo, sería difícil tener una justa impresión de
ese juego. Y, recíprocamente, sería imposible tener una visión coherente del
vista, los objetos sexuales son ocasión para una continua alternancia entre
por ello deja de violar religiosamente esa prohibición, que considera fundamental.
este caso, la carne humana que se come se considera sagrada; estamos, pues, lejos de un
retorno a la ignorancia animal de lo prohibido. El deseo ya no se refiere
creadora de deseo; que sea prohibida no le da otro sabor a la carne, pero ésa es
atrevería a pensar que no se mantiene entre la gente tan real, si no tan exigente,
como el hambre sexual? La frecuencia, a través de la historia, de las matanzas
inútiles nos hace sensible el hecho de que en todo hombre existe un matador
del mismo modo que el deseo de una actividad sexual cualquiera se sitúa respecto
del complejo de prohibiciones que la limita. La actividad sexual sólo está prohibida
prohibición de dar muerte es más grave y más general que las prohibiciones
menos previstas por el cuerpo social». Hasta el punto que esa prohibición es casi
costumbre».
guerra.
violan una prohibición que es conocida, pero es una violación conforme a una
transgresión— tiene poco que ver con la humanidad primitiva, que sólo consideró
desafío formulado según las reglas, se encontraban en un combate singular. Ese combate
singular se daba como espectáculo a la masa de quienes habían estado
La vendetta, como el duelo, tiene sus reglas. Es, a fin de cuentas, una
adelante— la muerte de la que se trata es la del hombre. Pero la ley que prohíbe
transgresión.
hombres más antiguos, los más cercanos a la animalidad, éstos no mataban a sus
semejantes1
Pero en esa misma época, en cambio, debía de ser habitual la caza de los
eso no pudo producirse tan rápidamente como para que no debamos suponer un
largo tiempo durante el cual la caza se desarrolló sin que la prohibición de matar al
actividad sexual. No es cosa sencilla tener una clara visión de esto sin considerar
puede suprimir las actividades que requiere la vida, pero puede conferirles el
regula sus formas. Puede también imponer una expiación a quien se hace
mataba era sagrado. Para volver a entrar en la sociedad profana, debían lavarse
esa mancha, tenían que purificarse. Los ritos de expiación tenían como fin purificar al
cazador, al guerrero. Las sociedades arcaicas nos han familiarizado con
una operación mágica. Los animales representados, objetos anhelados por los
cazadores, habrían sido plasmados ahí con la esperanza de que la imagen del
habría respondido el juego de la figuración. Sería difícil dar una prueba de ello.
sagrado de los animales en la muerte que les es dada, cierta pobreza que, en la
hipótesis de la figuración mágica, quizá les deja incomodados, sería sustituida, así
génesis del hombre. Las imágenes de las cuevas habrían tenido como fin figurar el
que la expiación consecutiva al acto de matar un animal es una regla entre los
pueblos cuya vida es sin duda semejante a la de los pintores rupestres. Y tiene
pintura del pozo de Lascaux, donde un bisonte moribundo está frente al hombre
cuevas, por una interpretación religiosa más de acuerdo con el carácter de juego
supremo que caracteriza generalmente la obra del arte y al cual responde la
apariencia de esas pinturas prodigiosas que nos han llegado desde las épocas
más antiguas.
importancia de primer plano que llegó a tener luego. En efecto, esos primeros hombres
recuerdan a esos esquimales que, en su mayoría, vivieron hasta
Fueron los hombres de las pinturas rupestres del Levante español quienes
primero figuraron la guerra. Al parecer, una parte de sus pinturas data de fines del
paleolítico superior, y otra parte de la época siguiente. Hacia el final del paleolítico
superior, hace unos quince o diez mil años, la guerra comenzó a organizar la
hombre mismo.
esas prohibiciones dejó, como vemos, indicios de algo muy lejano. Ya lo dijimos
más arriba, las prohibiciones sexuales y su transgresión no nos son conocidas con
evidencia más que a partir de los tiempos históricos. Existen diversas razones
para hablar en primer lugar, en un trabajo dedicado al erotismo, de la transgresión
antigüedad de la guerra que organizaba la lucha entre dos conjuntos, el uno contra
lejos de esta paradoja. El gusto por los vestidos guerreros magníficos y vistosos
esa exuberancia.
fuego del enemigo. Pero la preocupación por reducir a un mínimo las pérdidas es extraño
al espíritu inicial de la guerra. En general, la transgresión de lo prohibido
tomó el sentido de un fin. Podía ser, subsidiariamente, el medio para algún otro fin;
pero, para empezar, era un fin en sí misma. Cabe pensar que la guerra, que no
semejantes a las que salen a la luz en la ejecución de los ritos. La evolución de las
esta manera: «La guerra de baronía comienza por un desafío. Unos valientes,
enviados por su señor, van a suicidarse heroicamente ante el señor rival; o bien un
carro de guerra corre a toda marcha a insultar las puertas de la ciudad enemiga.
Luego viene la contienda entre carros, en la que los señores, antes de matarse
cuyos resultados eran tan graves que muy pronto el cálculo superó la observación
de las reglas del juego. La historia de China lo precisa así: «(...) a medida que
vecinas».
del adversario. «La guerra», escribe, «es un acto de violencia, y no hay límites
como ésa, que parte de un pasado ritual cuya fascinación no dejó de actuar sobre
fundamental. Hasta cierto punto, las exigencias de la guerra han dejado su lugar al
moderna por limitar las pérdidas de los combates o los sufrimientos de los
ciertas condiciones, había que observar meticulosamente las reglas; pero, una vez
los deja morir de hambre. Entre los pueblos de habla tchi, los prisioneros
los niños —madres con sus bebés a la espalda, con otros pequeños que
aún apenas caminan— son desnudados y atados con cuerdas alrededor del
victorioso; sus brutales guardianes los tratan con extrema crueldad; y, si los
hierro alrededor del pecho; luego fue mal alimentado durante cuatro meses,
hasta que murió a consecuencia de esos malos tratos. En otra ocasión, los
todos los huesos". La mayor parte de los prisioneros eran sólo esqueletos
ambulantes. Un niño estaba tan demacrado por las privaciones que, cuando
tenía una tos parecida al estertor de la agonía; otro niño, más joven, estaba
tan débil por falta de alimentación que no podía tenerse en pie. Los achantis
se sorprendían cuando observaban a los misioneros conmovidos por ese
niegan todo auxilio a los prisioneros heridos, y todos los prisioneros que no
arrancada a los enemigos heridos aún vivos (...). Las escenas que seguían
al saqueo de una fortaleza en las islas Fidji son demasiado horrorosas para
ser descritas con detalle. Uno de los rasgos menos atroces es que no se
veces sobre víctimas vivas, actos de crueldad mezclada con pasión sexual
chicos jóvenes de alto rango que ingeniaban maneras de torturarlos; a veces, después de
dejarlos aturdidos con un golpe de maza, los introducían
.«(...)
ser que la organiza. No es por fuerza erótica, pero puede derivar hacia otras
formas de violencia organizadas por la transgresión. Al igual que la crueldad, el
que se reserva el retorno a la estabilidad sin la cual el juego sería imposible; esto
caso, una matanza de prisioneros puede tener como fin el canibalismo. Pero, en la
inconcebible. Siempre subsiste una reserva que afirma el carácter humano de una
violencia que no por ello deja de ser desenfrenada. Y sin embargo, esos guerreros
delirantes y sedientos de sangre no se masacran entre sí. Esta regla, que organiza
Capítulo VII
Matar y sacrificar
víctima sustitutiva solía ser un animal. Pero, en primer lugar, la sustitución no fue
primera, los animales no se diferenciaban de los hombres. Más aún, los animales,
En su mayor parte, los dioses más antiguos eran animales, extraños a las
que su impulso mismo, esa violencia, es la violación de la ley. Faltaba por esencia
a esa ley, y lo hacía de manera consciente y soberana. Pero, por encima de todo,
desencadenada en él; él era su presa, sin reservas. Una violencia tan divinamente
violenta eleva a la víctima por encima de un mundo aplanado, chato, en el que los
hombres llevan una vida calculada. En relación con esta vida calculada, la muerte
La muerte entra en la profundidad del ser del animal; es, en el rito sangriento, la
señalé que «para nosotros, que somos seres discontinuos, la muerte tiene el
A propósito del sacrificio, escribía allí: «La víctima muere, y entonces los
asistentes participan de un elemento que esa muerte les revela. Este elemento
realizado personalmente, aunque fuese durante la infancia. Todo nos lleva a creer
las cuevas pintadas, a ese hombre completo, semejante a nosotros, que sustituyó
al hombre de Neandertal, cercano aún del antropoide. Ese hombre nos dejó las
maravillosas imágenes de animales que nos son familiares. Pero muy pocas veces
se representó a sí mismo; y, cuando lo hizo, fue disfrazado, oculto, por así decirlo,
bajo los rasgos de algún animal cuya máscara llevaba puesta. Al menos, las
imágenes humanas más claras poseen ese carácter que las hace extrañas. La
cadáveres de sus seres más cercanos; por otro lado, no tenemos ninguna razón
para suponer que ignorase la prohibición sexual que sin duda el hombre de
prohibiciones; sería difícil introducir entre el paleolítico medio, tiempo del hombre
más antiguas, a la vez que una transgresión limitada de las mismas, análoga a la
que se verificó más tarde. A partir del momento en que los hombres poseen una
hombre, entramos en el mundo divino (el mundo sagrado). Ignoramos las formas
sabemos muy poco también sobre la vida erótica de esos tiempos lejanos
(debemos limitarnos a citar las frecuentes figuraciones itifálicas del hombre); pero
sabemos que ese mundo naciente era el de la animalidad divina y que, ya desde
la transgresión es el del dios animal que muere, el de ese dios cuya muerte anima
ese mundo naciente es, para empezar, ininteligible; es el mundo natural mezclado
con el divino. Aunque no es difícil de concebir para aquel cuyo pensamiento está a
segunda negación, se supera sin por ello volver a lo que había negado al
comienzo.
segura en una época más tardía, que la historia más antigua nos da a conocer.
ese mundo de la caza primitiva donde la animalidad, por decirlo así, compuso la
madriguera catedralicia en la que la violencia humana se metía para condensarse.
no pueden comprenderse la una sin la otra. Lo que sabemos del sacrificio animal
nos abre a la inteligencia de las pinturas rupestres. Las pinturas de las cuevas nos
La superación de la angustia
La actitud angustiada que fundó las prohibiciones oponía el rechazo —un
paso atrás— de los primeros hombres a los movimientos ciegos de la vida. Los
pero es para aniquilar lo que engendra. De ello, los primeros hombres tuvieron un
parecer, constituye a la humanidad; pero no la angustia sin más, sino la angustia superada,
la superación de la angustia. Esencialmente, la vida es un exceso, es la
los mayores peligros. Creemos fácilmente lo contrario, porque los hombres suelen
tener poca fuerza. Si les cae en suerte la fuerza, quieren consumirse de inmediato
que es la «policíaca». Estos libros suelen estar hechos a base de las desgracias
de un protagonista y de las amenazas que sobre él pesan. Sin sus dificultades, sin
lector esté evidentemente al abrigo del peligro, impiden habitualmente verlo así,
pero gracias a ellas vivimos por procuración lo que no tenemos energía para vivir
nos gustaría vivir como él. ¿Quién no ha soñado ser el protagonista de una
que va hasta la muerte, es lo que los hombres desean, para hallar al final, más allá
angustia es posible con una condición: que la angustia guarde proporción con la
A menudo, el
sacrificio humano sustituye al sacrificio animal; ello sin duda en la medida en que,
al alejarse el hombre del animal, la muerte del animal perdió parcialmente su valor
angustiante. Más tarde, al asentarse la civilización, sucedió a la inversa, y las
sacrificio que el simbólico. Hubo que encontrar un acuerdo con una exuberancia
cuyo término es la profusión de la muerte; pero también hizo falta fuerza para ello.
prohibiciones.
Capítulo VIII
transgresión
Hablé en la «Introducción» de cómo en la antigüedad se comparaba el acto
de amor con el sacrificio. Los antiguos tenían, más que nosotros, un sentimiento
sacrificio de la misa es una reminiscencia de esa práctica, pero muy pocas veces
puede herir la sensibilidad de una manera lo bastante vivida. Por muy obsesiva
que sea la imagen del Crucificado, no es fácil que la misa corresponda a la imagen
de un sacrificio sangriento.
el sentido en que ese acto de matar es, de hecho, un pecado. Es incluso, de todos
acto, incluso, que nunca dejó de conformarse con la intención. Ese acuerdo de la
deliberada transgresión de una ley que parece santa. Pero el sacerdote que
culpa! Existe, pues, un punto de vista a partir del cual se demuestra la necesidad
acceso a las escandalosas paradojas que liberan, que exceden los límites.
propósito, es una acción deliberada cuyo fin es el cambio repentino del ser que es
su pudor, esa barrera sólida que, separándola del otro, la hacía impenetrable;
desde fuera.
detalle un análisis que sólo inició la familiaridad con una inmensa dialéctica. Se
dos experiencias profundas. No había modo de captar los aspectos más profundos
ser tal como se discernía a la luz del derramamiento de la sangre y del surgimiento
de los órganos. Esa sangre, esos órganos llenos de vida, no eran lo que la
muerte.
Suele ser propio del acto del sacrificio el otorgar vida y muerte, dar a la
ganado sean repugnantes hoy en día; y nada debe recordársenos en los platos
carne. El sacrificio sustituye la vida ordenada del animal por la convulsión ciega de
los órganos. Lo mismo sucede con la convulsión erótica: libera unos órganos
esos órganos hinchados de sangre. Una violencia, que la razón deja de controlar,
anima a esos órganos, los hace tender al estallido y súbitamente estalla la alegría
si, como creo, existe una prohibición vaga y global que se opone, bajo formas que
dependen del tiempo y del lugar, a la libertad sexual, entonces la carne es la
expresión de un retorno de esa libertad amenazante.
luego resulte fácil hablar de ella. La decencia es aleatoria y varía sin cesar. Varía
para más tarde el volver sobre una maldición más general de la sexualidad. Más
reproductores.
momento de la explosión.
Capítulo IX
humanidad, ante ese fundamento, aparta la cabeza con horror al mismo tiempo
que lo mantiene como tal. Lo animal se mantiene incluso tanto en el erotismo que
cuya expresión es lo animal—, fue por un abuso en los términos. Sea como fuere,
añadir a los datos que tenemos la función sexual del animal. Hasta deberíamos
ponerla en primer lugar. En efecto, la función sexual del animal presenta unos
de la experiencia interior.
Así pues, y para acceder a la experiencia interior que tenemos de él, vamos
sus fines genésicos no sea menos, y ya desde el principio, una actividad de crecimiento.
Las gónadas, consideradas en conjunto, aumentan de tamaño. Para
darnos cuenta del movimiento del que se trata, hemos de basarnos en el más
organismo escisíparo crece como organismo único pero, una vez que ha crecido,
llega un momento en que se transforma en dos. Sea por ejemplo el infusorio a que
del crecimiento de a; y, a la vez, a' + a" representa, en relación con el estado más
Lo que hay que observar entonces es que, aun siendo a' y a" distintos entre
sí, ninguno de los dos es distinto de a. Algo de a subsiste en a', tanto como algo
crecimiento que cuestiona la unidad del organismo que crece. Para empezar me
Esto resulta así, de una manera general, por la multiplicación de los individuos,
asexuada. Como el conjunto de las células del organismo individual, las gónadas
reproducción.
crecimiento del mismo ser que se reproduce, tanto si se empareja como si, más
impersonal.
don. Para quien lo hace, el don es una pérdida en su haber. A quien da, le salen las
cuentas, pero antes debe dar: debe renunciar, más o menos enteramente, a lo
asexuada
Debemos empezar considerando de cerca la situación abierta en la división.
En el interior del organismo asexuado a había continuidad.
En ese momento, lo que aún no era a' estaba en continuidad con a", pero la
crítico del deslizamiento, en el momento en que esos seres, que más tarde se
sexuada.
los nuevos seres (a' y a"); éstos, si bien en el origen son sólo uno, es para que esa
totalidad de los demás, sólo en los pasos de la reproducción.) Pero la muerte, que
profunda, engañado como está por una supervivencia del ser corporal; pero ésta
resurrección de la carne». Los huesos, «el día del juicio final», debían reunirse, y
continuidad.
seres ínfimos, de las células que son los gametos masculinos y femeninos. Pero la
los animales son presa de la fiebre sexual, entra en crisis su aislamiento. En esos
similitud entre individuos del mismo sexo; parece que en principio sólo una
diferencia secundaria tenga poder suficiente para hacer que sea apreciable una
identidad profunda que, a la larga, llegaba a ser indiferente. Del mismo modo, a
hombre. La manera científica de ver las cosas es simple: la reacción animal está
otra realidad fisiológica. Pero la idea de una similitud que una diferencia torna más
sensible se basa en una experiencia interior. Sólo puedo ahora, al pasar, subrayar
sí a una existencia para sí. Confiero incluso a la partícula inerte, por encima del
aislamiento. Esa actividad es conocida por nosotros desde fuera, pero sabemos
que debilita el sentimiento de sí, que lo cuestiona. Hablamos de crisis: se trata del
división; y ésta a su vez determina la muerte del individuo pletórico. Ahora bien, en
la esfera de los seres sexuados, este aspecto resulta menos claro. Pero no por
ponen en actividad los órganos sexuales. Y, tal como sucede con los seres más
plazo, que en parte se dedica a la asistencia efectiva que hay que dar a los recién
llegados; pero la aparición de esos recién llegados es el anuncio de una
fatalmente derribará las barreras que separan a los individuos, distintos entre sí.
La vida, su impulso y su movimiento, puede exigir por un instante las barreras sin las
cuales no sería posible ninguna organización compleja, ninguna organización
eficaz. Pero la vida es movimiento, y nada en el movimiento está fuera del alcance
engañarnos. Sólo la muerte innumerable saca a los seres que se multiplican del
callejón sin salida en el que están. Pensar un mundo en el que una organización
podemos entrever nada que vaya más allá de un ligero aplazamiento. Al final la
desde fuera
Estos aspectos de la vida en los que la reproducción está ligada a la
muerte, poseen un innegable carácter objetivo; pero, como dije, hasta la vida
es comunicable. Es la crisis del ser: el ser tiene la experiencia interior del ser en la
de sus límites. Si esos límites cambian, ese sentimiento fundamental le afecta; esa
erótico, menos nos preocupamos por los hijos que pueden resultar de él. De otro
están en las antípodas del placer. Si el acercamiento entre los aspectos objetivos
sentimiento de sí, el sentimiento del ser y el de los límites del ser aislado. Puesto
que funda sus límites, pone en juego la discontinuidad a la cual se vincula necesariamente
el sentimiento de sí; éste, aun siendo vago, es el sentimiento de
sexualidad, el sentimiento de los otros, más allá del sentimiento de sí, introduce
animal, los otros, los semejantes, aparecen donde menos se los espera; forman
un fondo de figuras neutras, elemental sin duda, pero sobre el cual se produce, en
del otro. La violencia de uno se propone ante la violencia del otro; se trata, en
ambos lados, de un movimiento interno que obliga a estar fuera de sí, es decir,
cópula, la pareja animal no está formada por dos seres discontinuos que se
propiamente hablando no existe la unión: dos individuos que están bajo el imperio
sexual, comparten un estado de crisis en el que, tanto el uno como el otro, están
fuera de sí. Ambos seres están, al mismo tiempo, abiertos a la continuidad. Pero
cada uno de ambos seres está intacta. Es, al mismo tiempo, la crisis más intensa y
la más insignificante.
alejado de los datos objetivos de la reproducción sexuada, que un poco más arriba
permite proponer. Por otra parte, una singular evidencia sostiene mis
afirmaciones.
habíamos dejado.
mismo nivel. Los elementos exteriores que discernimos en la vida del hombre se
eróticos de discontinuidad a continuidad el carácter que tienen, tiene que ver con
el conocimiento de la muerte. Es que ya desde el comienzo, en el espíritu del
subsiguiente hacia una continuidad posible— con la muerte. Estos elementos, los
significación se nos escaparía. Por otra parte, hay un salto entre un dato objetivo
una profunda flaqueza. ¿Cómo, si desde fuera no percibiese una identidad, habría
ella, el juego del ser que supera, en la muerte, la discontinuidad individual —para
cerrada. La sexualidad del animal hace intervenir ese mismo desorden pletórico,
sexual abre una herida. Pocas veces esa herida vuelve a cerrarse por sí misma; y
convulsión de la carne es tanto más precipitada cuanto más próxima está del
es más profunda.
impulsa al placer. Lo mismo que, cuando nos percatamos de la muerte, nos quita el
aliento, de alguna manera, en el momento supremo, debe cortarnos la
respiración.
ese horror paradójico. Ese principio está en la plétora de los órganos genitales. En
basta; la convulsión de la carne, más allá del consentimiento, exige silencio, pide
ese impulso es, al modo del animal, una ciega violencia que se reduce al
esta violencia, que conocemos menos por una información dada desde dentro que
teología cristiana del pecado de la carne representa, tanto por una impotencia de
furia. Esa furia nos es familiar, pero imaginamos fácilmente la sorpresa de quien
sin ser visto los transportes amorosos de una mujer que anteriormente le habría
impresionado por su distinción. Vería en ello una enfermedad, algo análogo a la
aquella que recibía a sus visitantes con tanta dignidad... Hasta es demasiado poco
muerte, en esos momentos, deja lugar a la perra, que se aprovecha del silencio,
curso sin romper una barrera. Hasta tal punto que, en el espíritu, el curso natural y
muerte. Pero del mismo modo que la violencia de la muerte derriba entera y
asimila la ruina moral consecutiva al pecado de la carne con la muerte. Existe una
plenitud del goce sexual. De tal manera que, a veces, al espíritu hastiado le es
necesaria una situación escabrosa para acceder al reflejo del goce final (o, si no la
gozar sin contarse una historia en la que son violadas. Ahora bien, en el fondo de
misma a lo largo del tiempo; hace cincuenta años, por ejemplo, este aspecto
paradójico de la educación era más patente. Pero, en todas partes —y sin duda ya
desde las épocas más antiguas— nuestra actividad sexual está obligada al
secreto; en todas partes, aunque en diferentes grados, nuestra actividad sexual aparece
como contraria a nuestra dignidad. Hasta el punto de que la esencia del
un impulso natural; y, en la infancia, sólo hay ese impulso natural. Pero el placer
entrada en la transgresión en ese primer grado que es, se tome como se tome, el
matrimonio. Pero en verdad se da bajo unas formas más complejas, en las cuales
Capítulo X
La transgresión en el matrimonio y en la orgía
El derecho de pernada
Se suele considerar al matrimonio como algo que tiene poco que ver con el
erotismo.
erotismo deja entrever el reverso de una fachada cuya apariencia correcta nunca
maneras de ser que comúnmente nos dan vergüenza. Insistamos en ello: este
violación ritual de una prohibición; todo lo que mueve la religión implica la paradoja
de una regla que admite su mismo quebrantamiento regular en ciertos casos. Así
pues, la transgresión que desde mi punto de vista sería el matrimonio es sin lugar
Si bien los parientes cercanos tenían sobre sus hermanas o sus hijas un
que les calificaba para esa transgresión que era, en el matrimonio, el primer acto
sexual. No es más que una hipótesis, pero si queremos determinar el lugar que
vinculada con el matrimonio no es sino una experiencia banal, que las bodas
populares, y sólo ellas, ponían de relieve. El acto sexual tiene siempre un valor de
fechoría, tanto en el matrimonio como fuera de él. Lo tiene sobre todo si se trata
extranjero y que quizá no había tenido quien vivía en la misma morada y estaba
primera vez en una mujer —con esa prohibición vaga que pone el apareamiento
operación solía confiarse a quienes tenían lo que el mismo novio no tenía: el poder
algún sentido, un carácter soberano que les pudiera dejar fuera de la prohibición
poseía, como soberano o como sacerdote, el poder de tocar las cosas sagradas
La repetición
En general no acabamos de comprender el carácter erótico, o más
que se espera es el resultado: la vivienda, los hijos y los esfuerzos que eso
requiere.
ausencia de peligro que presentaba la repetición del acto sexual (sólo se prestaba
expansión de la vida sexual. Sin una secreta comprensión de los cuerpos, que
hacerse esquivo. No hay duda de que el gusto por el cambio es enfermizo y que
completan. No podemos dudar de que los aspectos, las figuras y los signos que
expansión, ¿podemos decir en qué medida una vida feliz no prolonga lo que la
¿sería accesible sin el contagio de los amores ilícitos, los únicos que tuvieron
poder para conferir al amor lo que tiene más fuerte que la ley?
La orgía ritual
De todas maneras, el marco regular del matrimonio sólo confería una salida
que al comienzo parecía ilimitado. Una vez que el cadáver del rey quedaba
afectaba a la libertad del impulso sexual. A veces la licencia se limitaba a los miembros de
una cofradía, como en las fiestas de Dionisos; pero, más allá del
erotismo, podía tener un sentido más específicamente religioso. Los hechos los
negación de los límites de una vida ordenada por el trabajo; pero, a la vez, la orgía
es signo de una perfecta inversión del orden. No era por azar que en las orgías de
las saturnales se invertía el orden social mismo, con el amo sirviendo al esclavo y
por ella. En rigor, la francachela es, en nuestros días, un aspecto popular del
posibilidades de la vida sin distinción. El rito primero quería que las ménades, en
un ataque de ferocidad, devorasen vivos a sus hijos de corta edad. Más tarde, la
las prohibiciones conducía al avaro aislamiento del ser, opuesto a ese inmenso
fusión ilimitada de los seres en la orgía. De ninguna manera podía limitarse esa
Era, desde el primer momento, una efusión religiosa; en principio, desorden del ser que se
pierde y que nada opone ya a la proliferación desatada de la vida. Ese
discute la exactitud de esta conexión. Pero reducirla al rito agrario no lo dice todo
único. No cabe duda de que tiene gran interés percatarse del carácter agrario de
pueblos aún poco civilizados; y los comportamientos religiosos tanto como los
profanos. Pero esto no quiere decir que una costumbre extravagante remita
trabajo está en el principio mismo de las prohibiciones con las que el hombre
presentaba su rechazo a la naturaleza. Por otra parte, el límite del mundo del
esto es, al orden profano. Pero sólo en un sentido el mundo sagrado es solamente
mundo natural. En otro sentido va más allá del mundo anterior a la acción
conjugada del trabajo y las prohibiciones. El mundo sagrado es, en este sentido,
una negación del mundo profano, pero también está determinado por lo que niega.
El mundo sagrado es también, en parte, resultado del trabajo, pues tiene como
origen y como razón de ser, no la existencia inmediata de las cosas tal como la
naturaleza las creó, sino el nacimiento de un nuevo orden de cosas, aquel que en
trabajo; sería ininteligible para nosotros si no nos diésemos cuenta en qué medida
el trabajo lo determinó.
de una violencia que las prohibiciones habían expulsado no tuvo el sentido único
consideraba, pues, del mismo orden que una herramienta manejada por un
política; tampoco es el sacrificio una acción mágica. Del mismo modo, el origen de
sacrificio— con el único objetivo de los efectos que, con razón o sin ella, se le
inevitable— de una violencia extraviada en los engranajes del mundo humano tal
Capítulo XI
El cristianismo
supondría la remisión del pudor, o del poco pudor de los que se entregaban a ella.
Este punto de vista es superficial, implica una animalidad relativa de los hombres
de civilización arcaica. Cierto es que, en algunos aspectos, esos hombres suelen
parecemos más cercanos al animal que nosotros; también es cosa probada que
la idea de que los modos de vida que nos son propios ponen más de relieve la
cualidad de humanos están lejos de ser menos rigurosas que las nuestras. Los
bastante próximas a las suyas; pero es que ellos, a los animales, les atribuían,
decir que el pudor primitivo (o arcaico) no siempre es más débil que el nuestro;
un automatismo inconsciente; pero no por ello es menos vivo. Ese pudor procede
de unas creencias que un fondo de angustia mantiene vivas. Por eso, cuando,
razones para ver en ella una práctica de relajamiento de las costumbres, sino, muy
en que la verdad del reverso revela su fuerza para trastocar completamente todo
orden. Esta verdad tiene el sentido de una fusión ilimitada. Lo que da la medida
el origen, el de la religión.
Pero la verdad de la orgía llegó hasta nosotros a través del mundo cristiano,
donde los valores fueron atropellados una vez más. La religiosidad primitiva
de la cual fue posible un desarrollo religioso en los límites del cristianismo está
de descuidar los caminos de esa continuidad, las vías que una tradición minuciosa
había regulado sin mantener siempre perceptible su origen. La nostalgia (el deseo)
que abrió esos caminos pudo perderse en parte en los detalles —y en los
quiso abrirse a las posibilidades de un amor que ya no contaba con nada. Perdida
de las violencias reguladas de los delirios rituales, al amor extraviado y sin cálculo,
del fiel. Los hombres, transfigurados por la continuidad divina, eran criados en
Dios para el amor de los unos para con los otros. El cristianismo nunca abandonó
subsistía, había de ponerse a la medida del mundo sagrado, esto es, del mundo
a la continuidad tuvo sus efectos, pero el primero de ellos hubo de transigir con un
superación de los límites. Pero el efecto más constante del impulso al que doy el
cual habían accedido los que la practican, le viene su carácter organizado. Esta
solo y único mundo. Las herramientas y los productos del trabajo son cosas discontinuas;
quien se sirve de la herramienta para fabricar productos es, él
revela, es en relación con el mundo discontinuo del trabajo; para los seres cuyo
responde al deseo de reencontrar esa continuidad perdida que es, según nuestro
límites no son otra cosa que la muerte, el espíritu humano imagina entonces una
discontinuos.
único que hizo fue llegar hasta el final de una tendencia que ya de por sí era
fuerte. Pero realizó lo que, antes de él, sólo era un esbozo. Redujo lo sagrado, lo
general, hizo del más allá de este mundo real una prolongación de todas las almas
violencia, que la transgresión había trazado. El momento del arranque, del vuelco,
era sustituido, mientras aún perduraba el recuerdo de la crueldad primera, por una
arriba1
de la evolución cristiana del sacrificio. Intentaré ahora dar una visión más
de lo profano
En el sacrificio cristiano, la responsabilidad del sacrificio no se da en la
voluntad del fiel. El fiel sólo contribuye al sacrificio de la cruz en la medida de sus
aspectos impuros no eran menos sagrados que los puros. Lo puro y lo impuro
convertido en profano; del mundo sagrado, del que había salido, conservaba un
consecuencias de su cualidad religiosa. El culto que sin duda nunca cesó de serle
dedicado, supervivencia del culto a las divinidades impuras, fue cercenado del
existía nada que pudiese quitar a Satanás su cualidad de ser divino; pero esa
verdad tan sólida era negada con el rigor de los suplicios. En un culto que sin duda
había mantenido aspectos religiosos, no se vio más que una ridiculización criminal
una profanación.
hemisferio impuro de lo sagrado. El mal que hay en el mundo profano se unió con
la parte diabólica de lo sagrado, y el bien se unió con la parte divina. El bien, fuese
Dios.
esencialmente una desgracia, y era deplorada desde todos los puntos de vista.
cristiana, siendo como era contacto con lo impuro, accedía a lo sagrado esencial,
accedía al territorio prohibido. Pero eso que era profundamente sagrado, para la
actitud de la Iglesia tenía una lógica. Lo que ella misma consideraba sagrado —
unos límites precisos, formales, convertidos en tradicionales—, lo separaba del
misma manera del mundo profano: les faltaba un carácter formal, un límite fácil de
percibir.
tenía unas formas estables, resaltadas por ritos tradicionales. Lo que el paganismo
tenía por impuro era considerado, al mismo tiempo, formalmente, sagrado. Lo que
los aquelarres, éste nunca llegó a tener la estabilidad definida que habría hecho
haber caído parcialmente en desuso. Uno de los signos de ese declive es la poca
atención que en nuestros días se presta a la existencia del diablo; cada vez se
cree menos en él. Iba a decir que ya no se cree en él en absoluto. Pero eso quiere
decir que lo sagrado negro, al estar más que nunca mal definido, a la larga ya no
tiene ningún sentido. El ámbito de lo sagrado se reduce al del Dios del Bien, cuyo
izquierdo.
famoso, porque se adelantaba a otros trabajos sobre una cuestión que, hasta
entonces, muy pocas veces había sido planteada. Hertz identificaba lo puro con lo
sagrado y lo impuro con lo profano. Su trabajo era posterior al que Henri Hubert y
Los aquelarres
El erotismo cayó en el territorio de lo profano al mismo tiempo que fue
objeto de una condena radical. La evolución del erotismo sigue un camino paralelo
todos, la violencia del erotismo podía llegar a angustiar, o incluso a repugnar, pero
sagrado del erotismo dejó de ser evidente, a la vez que se afirmaban las
exigencias de la conservación.
sagrado del erotismo, debía ser objeto de una atención particular por parte de la
fuera del matrimonio. Fue preciso que antes, al precio que fuera, desapareciese el
mundo religioso, del cual era expulsado lo impuro, donde las violencias sin nombre
cruel represión de que fueron objeto. Nuestras fuentes de información son las
los jueces. Sólo nos queda suponer que la vigilancia cristiana no pudo evitar que
vudú. Pero no por ello deja de existir el culto vudú, aunque actualmente tenga en
ocasiones un uso turístico. Todo lleva a creer que el culto satánico, con el cual el
clandestino de ese dios que era el reverso de Dios, no pudieron sino profundizar
los rasgos de un rito que partía del movimiento subversivo de la fiesta. No cabe
duda de que los jueces de los procesos de brujería pudieron obligar a sus víctimas
a acusarse de realizar una parodia de los ritos cristianos. Pero del mismo modo
que los jueces pudieron sugerir estas prácticas, los maestros de ceremonias del
invención. El nombre de misa negra, aparecido hacia fines de la Edad Media, pudo
responder en su conjunto a lo que era una fiesta infernal. La misa negra a la que
ritos que fueron confesados durante los siglos XVII a XIX, me parece exagerado
atractivo de esas prácticas pudo desempeñar un papel mucho antes de que los
Imaginarios o no, los aquelarres responden por lo demás a una forma que
de estar en el Mal y ser libre, el hecho de estar libremente en el Mal (puesto que
sueño de una alegría monstruosa. Los libros de Sade los prolongan, van mucho
desavenencia sensual.
aquelarre —como en la soledad de la cárcel donde Sade escribió Las ciento veinte
jornadas de Sodoma—, tuvo una forma general. Baudelaire enunciaba una verdad
válida para todos cuando escribía:7
responden a la búsqueda del pecado. Sade negó el Mal y el pecado. Pero tuvo
sagrado del Bien que la blasfemia quería mancillar. Pero blasfemaba continuamente. La
necesidad y la impotencia de las blasfemias de Sade son, por
tiempo, los espíritus libres han dejado de creer en el Mal. Se encaminaron de esta
sólo quedaría la mecánica animal. Sin duda el recuerdo del pecado podría
mantenerse: ¡quedaría vinculado a la conciencia de una añagaza!
Capítulo XII
El objeto erótico
He hablado del estado de las cosas en el cristianismo a partir del erotismo
sagrado, de la orgía. Y luego, puesto que hablaba del cristianismo, he tenido que
del erotismo, allí donde la continuidad de los seres, más allá de la soledad,
entera supresión de los límites; pero no puede ser que no sobreviva nada de la
diferencia entre los seres, de la cual por lo demás depende el atractivo sexual.
quien lo percibe es al mismo tiempo animado por él. En cambio, fuera del tumulto
inminencia del choque sexual. El olfato, el oído, la vista, incluso el gusto, perciben
desnuda es la imagen del erotismo. El objeto del deseo es diferente del erotismo;
diferencia entre los seres. Dentro de nuestros límites, más allá de la orgía, esos
signos ponen a la vista esta diferencia y, puesto que los individuos disponen de
ella de manera desigual según sus dones, según su estado de ánimo y su riqueza,
del ser personal y de todo límite, se expresa a pesar de todo por un objeto. Nos
como una mujer el objeto del deseo de un hombre. No obstante, los pasos
iniciales de la vida sexual suelen ser la búsqueda de una mujer por parte de un
hombre. Al ser los hombres quienes toman la iniciativa, las mujeres tienen poder
para provocar el deseo de los hombres. Sería injustificado decir de las mujeres
que son más bellas, o incluso más deseables que los hombres. Pero, con su
hombres llegan persiguiéndolas. Ellas no son más deseables que ellos, pero ellas
se proponen al deseo.
una mujer está expuesta al deseo de los hombres. A menos que tome partido por
la castidad y se esfume del todo, en principio la cuestión es saber a qué precio y
en qué condiciones ella cederá. Pero siempre, una vez satisfechas las
una práctica venal. Por los cuidados que pone en su aderezo, en conservar su
negación. La mujer desnuda está cerca del momento de la fusión; ella la anuncia
con su desnudez. Pero el objeto que ella es, aun siendo el signo de su contrario,
belleza posible y del encanto individual. Es, en una palabra, la diferencia objetiva,
La prostitución religiosa
Lo más frecuente es que el objeto que se ofrece a la búsqueda masculina
lugar; quiere decir que no se han dado las condiciones requeridas. O, aunque
subrayar el valor erótico del objeto. Un aderezo así es, en principio, lo contrario del
segundo movimiento, en el que una mujer huye del ataque. El juego consiste en la
reserva, aceptan o incluso solicitan los regalos sin los que les sería difícil llamar la
de dinero o cosas preciosas, era como don; y ella empleaba los dones que recibí para sus
gastos suntuarios y para los aderezos que la harían más deseable.
Aumentaba así el poder que desde el comienzo había tenido de atraer hacia sí los
dones de los hombres más ricos. La ley de ese intercambio de dones no era pues
consagran a la vida lujosa del erotismo. Esta suerte de intercambio, más que a la
quemaba; podía consumir hasta su fin la riqueza; podía consumir la vida de aquel
Por lo que parece, la prostitución no fue al comienzo más que una forma
posible la división del trabajo entre el marido y la mujer. Una transgresión como
las relaciones sexuales abiertas sin que, después del primer contacto, se
designan una vocación así; debemos percibir desde este punto de vista la
prostitución, podía regular sus modalidades, tal como lo hacía con otras formas de
transgresión. Las prostitutas estaban en contacto con lo sagrado, residían en
al sacerdotal.
pudor debía estar embotado, pero mantenía el principio del primer contacto, que
quiere que una mujer tenga miedo a entregarse y que el hombre exija de la mujer
la reacción de huida.
un hombre no puede tener la sensación de que la ley se viola en él; por eso
Y, sin embargo, nunca debemos olvidar que, fuera de los límites del
aparecer a la luz del día. Los templos de la India abundan aún en figuraciones
La baja prostitución
En realidad no es el pago lo que fundamenta la degradación de la prostituta.
don que la mujer casada hace de su cuerpo a su marido (la prestación del servicio
expulsan del mundo profano, en el que viven hundidos, no tienen nada de animal;
aunque, a menudo, los demás les niegan la cualidad de humanos (están aun por
opera el lenguaje soez que utiliza. Las palabras groseras que designan los
Esas palabras están prohibidas; en general está prohibido nombrar esos órganos.
no ser menos indiferente a las prohibiciones que el animal, pero, impotente como
es para conseguir la perfecta indiferencia, sabe de las prohibiciones que otros las
conocer su degradación. Se sabe humana. Incluso sin tener vergüenza, puede ser
indiferente; también de ese mundo se excluye la clara limpieza del mundo del
trabajo.
He hablado del mundo de la transgresión, del que dije que uno de sus
muy antigua (al menos los pueblos cazadores la mantienen); pero la sustitución de
regiones del mundo civilizado, donde por otra parte la moral y la primacía de las
de la moral y el desprecio por los animales. Ese desprecio quiere decir que el
animales no tenían; con ello se elevó muy por encima de ellos. El valor supremo
volvió al hombre, opuesto a los seres inferiores, en la medida en que «Dios hizo al
hombre a su imagen»; ahí, en consecuencia, la divinidad se salió definitivamente
por el rabo—, la cual, como respuesta primera a la transgresión, es, sobre todo,
duda de que la degradación tiene poder para provocar más entera y fácilmente las
conjunto la luz del Mal. El diablo fue al principio el ángel de la rebelión; pero perdió
degradación no tenía otra salida que un rebajamiento más profundo. ¿Que debía
degradación.
Digo bien «como los puercos». Los animales sólo son ya en este mundo
sólo elevó a los humildes para agobiarlos aún más. La maldición de la Iglesia pesó
Para la Iglesia contaba más el aspecto sagrado del erotismo. Fue el mayor
pretexto para hacer estragos. Quemó a las brujas y dejó vivir a las bajas
sentido, y donde a la profanación ya sólo le quedó una débil virtud. Pero quedaba el
retorno de la degradación. La decadencia era para sus víctimas un callejón sin
salida, pero el aspecto degradado del erotismo tuvo una virtud de incitación que la
presencia de lo diabólico había perdido. Nadie creía ya en el diablo, e incluso la
conformidad es quizás involuntaria, pero es, en la índole del lenguaje soez, una
rebajamiento. Esos órganos y esos actos tienen otros nombres, pero unos son
científicos, y los otros, de uso más escaso, poco duradero, corresponden en parte
menos, estrecha e irremediablemente, los nombres soeces del amor con esa vida
final, por la vía de esos nombres innombrables que se formula en nosotros, que no
violentamente ese horror. Ellos mismos son rechazados con violencia del mundo
luego la profanación. La mujer honesta que dice a aquel que tiene entre sus
brazos: «Me gusta tu...», podría decir, con Baudelaire: «La voluptuosidad única y
suprema del amor reside en la certeza de hacer el Mal». Pero ella ya sabe que el
Mal, la palabra que al fin le revela la verdad: que el órgano que ella ama, el órgano
horror que inspira se le hace evidente en el momento mismo en que supera ese
mismo horror. Ella quiere estar del lado de los espíritus fuertes, pero antes que
Capítulo XIII
La belleza
límites, salimos de ellos. Dos cosas son inevitables: no podemos evitar morir, y no
podemos evitar tampoco «salir de los límites». Morir y salir de los límites son por lo
pavor que la muerte produce, y que también la visión de una continuidad más allá
perspectiva de la continuidad que supone el límite franqueado, sin salir de los límites de
esta vida discontinua. Queremos acceder al más allá sin tomar una
imaginar nada, como no sea en los límites de nuestra vida, más allá de los cuales
nos parece que todo se borra. Más allá de la muerte, en efecto, comienza lo
inconcebible, que de ordinario no tenemos el valor de afrontar. Y, sin embargo, lo
borra nada, deja intacta la totalidad del ser, pero no podemos concebir la
muere en nosotros. De ese ser que muere en nosotros, no aceptamos sus límites.
podemos más, y el movimiento que nos lleva exigiría que nosotros nos
quebrásemos. Pero, puesto que el objeto del deseo nos desborda, nos liga a la
sin llegar hasta el extremo, sin dar el paso! ¡Qué dulce es quedarse largamente
Sabemos que la posesión de ese objeto que nos quema es imposible. Una de dos:
poseemos más que con una condición: la de que, poco a poco, se aplaque el
deseo que nos produce. ¡Pero antes la muerte del deseo que nuestra propia
muerte! Nosotros nos satisfacemos con una ilusión. La posesión de su objeto nos
sí, la prostitución no es otra cosa que el hecho de ofrecer al deseo), pero que nos
valor. En efecto, la belleza es, en el objeto, lo que lo designa para el deseo. Esto
posesión.
general.3
pájaros, sus plumajes multicolores y sus cantos desempeñan una función precisa.
quiero entrar a discutirla; y, del mismo modo, admitiré que unos animales son más
su especie. Pero no por ello la belleza es menos subjetiva; varía según cuál sea la
fuere, debía tomar nota de un elemento muy simple, que entra en juego tanto en la
Llego así a otro elemento que, por ser menos claro, no entra menos en
a un hombre o a una mujer se les juzga en la medida en que sus formas se alejan
de la animalidad.
más irreales son las formas, menos claramente están sujetas a la verdad animal, a
extendida de la mujer deseable. Más adelante hablaré del sistema piloso, cuyo
más allá del instinto sexual, el deseo erótico responde a otros componentes. La
belleza, al mismo tiempo que un esfuerzo para acceder, más allá de una ruptura, a
con lo que es. Es presa del horror cuando piensa que ese límite puede dejar de
ser. Pero nos equivocamos tomándonos en serio el límite y el acuerdo que el ser
le da. El límite sólo se da para ser excedido. El miedo (el horror) no indica la
animal. Es deseada para ensuciarla. No por ella misma, sino por la alegría que se
saborea en la certeza de profanarla.
esta expresión sorprendente: «El acto de apareamiento y los miembros de los que
se sirve son de una fealdad tal, que si no hubiese la belleza de las caras, los
vestido bello actúa en la medida en que esa cara bella anuncia lo que el vestido
primero revelando las partes secretas de una mujer; y luego colocando ahí el
órgano viril. Nadie duda de la fealdad del acto sexual. Del mismo modo que la
cuanto mayor sea la angustia —en la medida de la fuerza que tengan los
varíen según los gustos, no puede hacer que, de manera general, la belleza (la
animalidad del acto sexual. Nada más deprimente, para un hombre, que la fealdad
de una mujer, sobre la cual la fealdad de los órganos o del acto no se destaca. La
belleza es importante en primer lugar por el hecho de que la fealdad no puede ser
Las posibilidades son tan numerosas, tan escurridizas, que el cuadro de los
transgresión.
situaciones eróticas que, por lo demás, de hecho están más cercanas las unas a
las otras de lo que podría hacer pensar una idea preconcebida por distinguirlas.
Debía distinguirlas para conseguir que fuese evidente, a través de las vicisitudes,
lo que está en juego. Pero no hay ninguna forma donde no pueda aparecer un
aspecto de la otra. El matrimonio está abierto a todas las formas del erotismo. La
Del mismo modo, la necesidad de hacer que sea perceptible una verdad
hablado.
Segunda parte
Estudios diversos sobre el erotismo
Estudio I
Kinsey, el hampa y el trabajo*
dinero.
Courtisanes
interés del sabio que observa, como ausente, la acción de un rayo de luz sobre el
vuelo de una avispa. No cabe duda de que ciertas conductas humanas pueden
que si fueran las de unos insectos. El hombre es, ante todo, un animal y él mismo
puede estudiar sus reacciones del mismo modo que estudia las de los animales.
Algunas, no obstante, no pueden ser del todo asimiladas a datos científicos. Estas
conductas son aquellas en las que a veces, según el punto de vista comúnmente
todo legítimo. Estas conductas, que solemos tener en común con los animales,
* Este Estudio retoma, con muchas modificaciones, dos artículos publicados en la revista
es, como el animal, una simple cosa. Conserva siempre una dignidad, una nobleza
al uso servil (aun en el mismo momento en que, por abuso, tal uso está
menos aún comer sin horror. Siempre es posible matar, o a veces hasta comer, a
un hombre. Pero rara vez son insignificantes estos actos para otro hombre: al
menos nadie que esté en su sano juicio puede ignorar que, para los demás, tiene
un sentido grave. Este tabú, este carácter sagrado de la vida humana es universal,
como lo son las prohibiciones que atañen a la sexualidad (como el incesto, el tabú
prescripciones de la decencia).
puede hacer con él lo que quiera sin limitaciones, no tiene que dar cuenta de ello a
nadie. Puede saber, en el fondo, que el animal que abate no difiere tanto de él.
vil, envilecida, servil, del mismo modo que una piedra o un leño. Sólo el espíritu,
cuya verdad es íntima, subjetiva, no puede ser reducido a cosa. Es sagrado, aun
sentido, cabría considerar nuestras conductas sexuales, situadas del lado del
cuerpo, como cosas: el sexo mismo es una cosa (una parte de este cuerpo que
cosa que es el sexo. El sexo es, en suma, una cosa del mismo modo que un pie
(se podría decir que una mano es humana y que el ojo expresa la vida espiritual,
pero tenemos un sexo, o pies, de modo muy animal). Pensamos por otra parte que
mismo que el animal entre las pinzas del vivisector, y si pensamos que escapa al
control del espíritu humano, nos enfrentamos a una seria dificultad. Si estamos
ante una cosa, tenemos conciencia clara de ella. Para nosotros los contenidos de
la conciencia son fáciles de aprehender en la medida en que los abordamos a través de las
cosas que los representan, que les dan su aspecto desde fuera. Al
contrario, cada vez que estos contenidos se nos dan a conocer desde dentro, sin
que podamos referirlos a los distintos efectos exteriores que los acompañan, sólo
Los hechos fueron observados desde dentro por los que los vivieron. Si se
inmensa encuesta.
que los hechos no estaban dados como cosas antes de que se pusiera en marcha
esta maquinaria. Antes de los Informes, la vida sexual sólo en mínimo grado
poseía la verdad clara y distinta de la cosa. Ahora bien, actualmente esta verdad
es, si no muy clara, lo bastante clara. Por fin es posible hablar de los
Nuestro primer impulso es discutir una reducción tan extraña, cuya torpeza
que un paso: más allá del resultado deseado, tiene consecuencias imprevistas.
Los Informes se basaban en el principio de que los actos sexuales eran cosas,
pero ¿y si dejasen claro, al final, que los actos sexuales no son cosas? Es posible
que, generalmente, la conciencia quiera esta doble operación: que los contenidos
sean considerados, en la medida de lo posible, como cosas, pero que nunca sean
observación. Esto no tiene nada que ver con el contagio de las enfermedades
Un bostezo hace bostezar, numerosas carcajadas despiertan sin más las ganas
excitar. También puede inspirar repulsión. Si se quiere, la actividad sexual, aunque sólo se
nos revele por una turbación poco visible o por el desorden de la
oír reír, participo desde dentro de la emoción de quien ríe. Esta emoción sentida
él no era una cosa, a sus ojos estaba tan viva como él mismo. Sin duda LévyBruhl se
equivocaba al unir este modo de pensamiento con la humanidad
exceso de placer sexual no son cosas, y si, como la piedra de luna, son
poesía. Es cierto que la poesía, hoy día, quiere ser provocativa, y tiende al
escándalo siempre que puede. No por eso es menos extraño ver, en el caso del
cuanto objeto (en cuanto objeto que pueda considerarse objetivamente). El gran
que más allá de las gráficas y de las curvas dejan entrever los Informes. Este
sitúa sin duda alguna más allá de estas nociones: éstas captan nuestra atención,
conscientes del exceso del que se trata. O bien, si enriquecen el conocimiento que
las diez columnas de un gráfico este título: Fuentes del orgasmo en la población
cobre), y las verdades íntimas. Una vez al menos, los autores se muestran
conscientes de ello al reconocer que las encuestas, las «historias sexuales», que
podemos sacarlo sin privarlo de verdad. Así, los autores también supieron sobre
qué abismo se sitúan los hechos que refieren. Pero si bien tuvieron este
sentimiento, no se arredraron por la dificultad. Su orientación y su debilidad nunca
son más evidentes que cuando hacen una excepción a su método (basada en el
observado con sus propios ojos, publican respecto a un punto datos que provienen
pequeños (de seis a doce meses) lleguen al orgasmo. Estos tiempos, nos dicen,
para las cosas y una intimidad siempre embarazosa, alcanza un punto en que
más fuertes: no obstante, la indefensión del niño y el cariño sin límites que nos
deja desarmados ante él vuelven aquí penoso el mecanismo del reloj. A despecho
de los autores resalta la verdad: sólo por un error obvio puede llegar a confundirse
de las cosas) lo que de gravísimo tiene a nuestros ojos la secreta violencia del
los Informes.
A estos datos tan abundantes les falta elaboración: estamos ante una
que recuerdan los del Instituto GaUup, han sido objeto de un admirable ajuste (si
bien resulta más difícil admirar los conceptos teóricos de los que proceden).
bajo cualquier forma en que se presente». Pero a esta actividad natural se oponen
primer Informe indica la frecuencia semanal del orgasmo. Aunque varía según las
cual se nos habla de alta frecuencia (high rote). Ahora bien, la frecuencia normal
del antropoide es una vez al día. La frecuencia normal del hombre, según afirman
(underworld) alcanza un 49,4 %. Estos datos numéricos son los más llamativos. El
religión): se trata del trabajo, cuya esencia y papel no tienen nada ambiguo. Por
medio del trabajo el hombre ordena el mundo de las cosas y se reduce, en este
mundo, a una cosa entre las demás; el trabajo es lo que hace del trabajador un
medio. El trabajo humano, esencial para el hombre, es lo único que se opone sin
relaciones entre los distintos valores. Hay que añadir estas relaciones a las que
Hay por un lado un mundo exterior, el mundo de las cosas, del que forman parte
los animales. Por otro lado, el mundo del hombre, considerado esencialmente
como interior, como mundo del espíritu (del sujeto). Pero si el animal sólo es una
cosa, si éste es el carácter que lo separa del hombre, no lo es del mismo modo
que un objeto inerte, que un adoquín o una laya. Sólo el objeto inerte, sobre todo
todo misterio y subordinada a unos fines que le son externos. Es cosa lo que no es
nada por sí mismo. En este sentido, los animales no son en sí cosas, pero el
hombre los trata como tales: son cosas en la medida en que son objeto de un
entra en el ciclo de las acciones útiles, como medio y no como fin, el animal es
actuar como si el animal fuera una cosa (si nos derribara un tigre), el animal ya no
sería en sí una cosa: no sería un mero objeto, sino un sujeto que tendría para sí
sexual, sólo podría considerarse como una cosa si tuviéramos el poder de negarla,
de existir como si ella no fuera nada. La negamos en efecto, mas en vano. Incluso
ser sojuzgado, suprimido, como lo es el animal. Pero esto sólo queda claro en un
los grupos, son designadas por tasas de alta frecuencia que van del 16,1 % al 8,9
es de un 15,4 % entre los peones, un 16,1 % entre los obreros semi cualificados,
un 12,1 % entre los obreros cualificados, un 10,7% entre los «cuellos blancos» de
Hay sin embargo una sola excepción: al pasar de los «cuellos blancos»
piensa en las condiciones en las que se obtuvieron esas cifras, no cabe tener en
bastante claro: ésta conoce, respecto de las categorías precedentes, una cierta
superior al de las clases laboriosas, lo que compensa el hecho de que esté más
humanizada que cualquier otra.
modo que el hombre fuese en definitiva más difícil de sojuzgar que el animal. Este
elemento se repite en todos los niveles de la sociedad, pero es la principal
nunca tiene sino un valor relativo: ser una cosa sólo tiene sentido respecto del que
posee la cosa: un objeto inerte, un animal, un hombre pueden ser cosas, pero son
la cosa de un hombre. En particular, un hombre sólo puede ser una cosa con la
infinito. Llega el momento en que la humanidad misma, por más que tuviera hasta
poder este último ser subordinado a nada. Este término final, en principio, compete
Normalmente, con este fin, esta clase está exenta del trabajo y, si se puede
dominante, allí no está casi nunca ociosa: mantiene sin embargo una parte de los
privilegios de las clases superiores. Por último, el índice, relativamente bajo, con
relevante. No tiene en cuenta la duración del acto sexual. Ahora bien, la energía
El gasto de energía del antropoide, cuyo orgasmo sólo requiere unos diez
durante horas. Pero el arte de hacer durar también se reparte desigualmente entre
limitan a contactos rápidos, que, con ser menos breves que los de los animales,
clase cuyo índice es del 12,4 % ha desarrollado hasta el extremo los juegos
la vida.
pena o de potro de tortura del que le acusa la etimología. El trabajo también es la vía de
la conciencia, por la cual el hombre salió de la animalidad. Por el trabajo
nos ha sido dada la conciencia clara y distinta de los objetos, y la ciencia siempre
al trabajo, así como un trabajo sostenido debilita el hambre sexual. Hay, pues,
definió mediante el trabajo y la conciencia, tuvo no sólo que moderar, sino que
la vida sexual, nos es dada la conciencia. Por otra parte, el erotismo no es lo único
general hemos de afirmar, pues, que las verdades de nuestra experiencia interior
se nos escapan. En efecto, si las tomamos por lo que no son, no hacemos sino
desconocerlas aún más. Nos apartamos de una verdad anunciada por nuestra
vida erótica cuando no vemos en ésta más que una función natural y cuando,
primera exigencia, pero por esta misma exigencia se le escapa la verdad. Estos aspectos
confusos los mantenía la maldición en la penumbra donde el horror o al
menos la angustia nos invadía. Al declarar inocente la vida sexual, la ciencia cesa
duda podemos, e incluso debemos dar, un rodeo por la cosa con la que aquélla se
discernir el movimiento por el cual aparta lo que condena. Es, pues, en forma de
movimiento de pavor y repugnancia frente a la vida sexual, aun cuando tenga que
pavor. (En efecto aquí no se trata de reconocer como verdadera la explicación del
«pecado».) Esta lucidez tan preciada del conocimiento metódico, por la cual el
hombre tiene el poder de hacerse el amo de las cosas, esta lucidez que la
siempre puede al final confesar cuál es su límite, si es que ha tenido que rechazar,
con fines prácticos, parte de la verdad. ¿Tendría pleno sentido si, al iluminarnos,
no pudiera hacerlo sin ocultar parte de lo que es? Recíprocamente, aquel que está
desorden y así volvernos atentos, más allá de las cosas, a la verdad íntima del
desgarramiento.
Los ingentes trabajos de estadística del Informe Kinsey apoyan este modo
de ver, que no concuerda con el principio de dichos trabajos, e incluso los niega
veces, contra las supervivencias de una civilización que, en parte, fue al principio
han podido superarse una tras otra, después de lo cual divisamos el sentido de la
ciencia, nos revela a la larga es una verdad difícil al lado de la de las cosas: se
Estudio II
Hoy es preciso que cada uno dé cuenta de sus actos y obedezca en todo a
la ley de la razón. Hay pervivencias del pasado, pero sólo el hampa, de forma
bastante masiva, por el hecho de que su violencia taimada escapa a cualquier
así ocurre en el Nuevo Mundo, más sometido que el Viejo a la fría razón (por
supuesto que América Central y América del Sur, en el Nuevo Mundo, difieren de
careciendo por mucho tiempo, de los datos del Informe Kinsey para el conjunto del
mundo. Los que desprecian estos datos, ¿no ven, por muy groseros que sean,
mantiene el hampa americana (si bien este hampa ya no es más que una pobre
supervivencia). Por otra parte, el esclavo prolongó el efecto de las guerras: este
efecto perduró al menos hasta las revoluciones rusa y china, pero el resto del
* Este Estudio se inspira en parte en un artículo publicado por Bataille en la revista Critique,
con el título de Le bonheur, l'érotisme et la littérature (n.° 35, abril de 1949, y n.° 36, mayo de
1949).
América del Norte es, en el mundo no comunista, el lugar en que las lejanas
soberanos, distintos de los que perviven (en gran parte domesticados, reducidos a
la razón), nos priva hoy de la visión del «hombre integral» que quería tener la
para todos. La soberana exuberancia de los reyes, tal y como nos la desvelan los
relatos del pasado, basta por sí sola para mostrar la relativa pobreza de los
ofreciéndonos. Sin contar con que en tales ejemplos falta el espectacular boato de
colofón extraño, fulgurante, que no llegaban a percibir los ojos de aquellos a los
cosas que sólo el Faraón justificaba: las masas sublevadas quisieron su parte de
privilegios exorbitantes, cada uno quiso para sí una inmortalidad que hasta
entonces sólo le correspondía al soberano. La muchedumbre francesa, en 1789,
como la crítica de un método que lleva al nacimiento del individuo integral por
sus pasiones los privilegios que le venían del régimen feudal. Pero aquel régimen
ya estaba (en realidad, casi siempre lo estuvo) bastante atemperado por la razón
como para oponerse a los abusos que un noble pudiera haber cometido con
la misma época, pero Sade fue torpe e imprudente (y tuvo además la mala suerte
enemigo del antiguo régimen luchó contra él: no alentó los excesos del Terror,
pero fue jacobino, secretario de sección. Desarrolló su crítica del pasado en dos
registros, independientes y muy diferentes el uno del otro. Por un lado, tomó el
masas. Sade ideó privilegios exorbitantes respecto de los de los nobles y de los
reyes: los que hubiese asumido la perversidad de nobles y reyes, a los que la
exceso imaginario
Antaño, el deseo general había llevado a satisfacer sin trabas los caprichos
sexual acorde al deseo de todos no es la que Sade puede desear para los fines de
los deseos de los demás (de casi todos los demás), que no pueden ser sus
negación de los otros protagonistas es, según él, la pieza fundamental del
romper una comunión que le limita, el erotismo revela por fin la violencia que en
verdad es, y cuya realización es lo único que responde a la imagen soberana del
hombre. Sólo la voracidad de un perro feroz llevaría a cabo la furia de aquel al que
nada limitase.
exigía que el otro dejase de contar. El desierto que para él fue la Bastilla, con la
literatura convertida en única escapatoria para la pasión, propició que un afán de exceso
hiciera retroceder los límites de lo posible, más allá de los sueños más
insensatos que jamás hubiera engendrado el hombre. A través del poder de una
literatura condensada en la cárcel se nos dio una imagen fiel del hombre ante el
nos hizo nacer solos, no hay ningún tipo de relación entre un hombre y otro. Así
el otro. El mayor dolor de los demás siempre cuenta menos que mi placer. No
importa que tenga que comprar el más insignificante goce con un inaudito conjunto
de fechorías, ya que el goce me halaga, está en mí, mientras el efecto del crimen
de los vínculos que otros trabaron con él y que él mismo trabó con otros. Jamás la
interdependencia, sin la cual no habría lugar para vida humana alguna. Esta
consideración es primordial. Pero el pensamiento de Sade no es tan insensato. Es
nuestra vida; es inevitable que lleguemos al exceso en el que tenemos fuerza para
considera útil, es excesiva por esencia. Lo es tanto más cuanto que en general la
deseo de exceso que la constituye. Ahí es donde interviene Sade: no formula los
principios que anteceden pero los implica al afirmar que la voluptuosidad es tanto
esta negación del otro que es, viniendo de un hombre, la negación excesiva del
más fuerte, ¿habría algo más importante que negar la solidaridad, que es lo que
se opone al crimen e impide gozar de él? Imagino que esa verdad violenta se le
suscitar el furor de su suegra, que obtuvo la fatal orden real de prisión? ¿No
tendría, más tarde, una actividad política fundada en el interés del pueblo? ¿No le
aterró ver desde su ventana (en la cárcel adonde le llevó su oposición a los
admitida fácilmente. Pero a partir de las afirmaciones que nos propone, cabe
entender que la ternura no cambia nada en el juego que une el erotismo con la
que nos proporcionan los vestidos. Pero en cuanto nos adentramos en la vía del
los cuerpos semivestidos, cuyos ropajes no hacen sino subrayar el desorden del
cuerpo, que de tal guisa se vuelve más desordenado, más desnudo. La sevicia y
abriese una llaga: queremos tener siempre la certeza de la inutilidad e incluso del
carácter ruinoso de nuestro gasto. Queremos sentirnos lo más alejados posible del
mundo en que el incremento de recursos es la regla. Pero decir «lo más alejados posible»
es poco. Queremos un mundo invertido, queremos el mundo al revés. La
Quien admite el valor del otro se limita necesariamente. El respeto por el otro le
las verdades sexuales, seguidas, el resto del tiempo, por la abierta denegación de
esas verdades. La solidaridad hacia todos los demás impide que el hombre tenga
una actitud soberana. El respeto del hombre por el hombre nos introduce en un
En el sentido opuesto, «el centro del mundo sádico» es, como dice Maurice
especie de heroísmo cínico nos exime de las delicadezas, de las ternuras, sin las
de este exceso de fuerza sin el cual no podemos acceder al lugar donde nuestra
silencio de los pueblos, sigue estando hasta en sus peores momentos muy por
debajo del desenfreno que nos proponen las novelas de Sade. El mismo Sade
que describiera. Ese momento, que domina a todos los demás y que Sade llama
apatía, fue definido por Maurice Blanchot: «La apatía es el espíritu de negación
aplicado al hombre que ha elegido ser soberano. Es, en cierto modo, la causa y el
principio de la energía. Sade, al parecer, razona más o menos así: el individuo de
hoy representa cierta cantidad de fuerza; la mayor parte del tiempo, dispersa sus
gasta para los demás, es porque cree tener necesidad de apoyarse en ellos. Fatal
claudicación: se debilita gastando sus fuerzas en vano, y gasta sus fuerzas porque
se cree débil. Pero el hombre verdadero sabe que está solo, y lo acepta; niega
todo lo que en él, por una herencia de diecisiete siglos de cobardía, se refiere a
que él destruye; destruyéndolos, recupera toda la fuerza que hubiese tenido que
dedicar a esos debilitantes impulsos y, más importante aún, saca de este trabajo
efecto, que la apatía no sólo consiste en arruinar los afectos "parasitarios", sino también
en oponerse a la espontaneidad de cualquier pasión. El vicioso que se
importa más que todo, porque es la acción de un alma que, habiéndolo destruido
aquellos grandes libertinos, que no viven más que para el placer, sólo son grandes
crueldad no es más que la negación de uno mismo, llevada tan lejos que se
estremecimiento de todo el ser: "El alma llega a una especie de apatía que se
metamorfosea en placeres mil veces más divinos que los que les procuraban las
debilidades"».
He querido citar el pasaje entero: proyecta una gran luz sobre el punto
pensamiento (el mecanismo mental) que rige la voluptuosidad se adueña del ser
entero. La voluptuosidad, sin esa negación excesiva, es furtiva, es despreciable,
la heroína, Juliette, «hallar un crimen cuyo efecto perpetuo actuase, aun cuando
incluso durmiendo, yo no fuese la causa de algún desorden, y que ese desorden pudiese
extenderse hasta el punto de que acarreara una corrupción general o un
trastorno tan formal que su efecto aun se prolongase más allá de mi vida».
a las cumbres del Everest, que nadie alcanza sino en una desmesurada tensión
de energía. Pero no hay, en la tensión que lleva a las cumbres del Everest, sino
una respuesta limitada al deseo de descollar entre los demás. A partir del principio
de la negación del otro que introduce Sade, sorprende percibir que, en la cima, la
otro era afirmación de sí, pero pronto aparece que el carácter ilimitado, llevado al
extremo de lo posible, más allá del goce personal, accede a la búsqueda de una
real (histórica). La soberanía real no es lo que pretende ser, nunca es más que un
la necesidad. Escapaba máximamente con ayuda del poder que le daban sus
soberano respecto de los que le otorgan su poder. Libre ante los demás, no deja
rigor. Sólo pretende acceder al goce más fuerte, pero este goce tiene un precio:
importa que el crimen alcance la cima del crimen. Esta exigencia es exterior al
individuo o al menos coloca por encima del individuo el movimiento que él mismo
juego, más allá del egoísmo personal, un egoísmo de algún modo impersonal. No
tenemos por qué devolver al mundo de la posibilidad lo que sólo una ficción le
del ser personal. ¿Hay algo más perturbador que el paso del egoísmo a la
también seré tu víctima; desde los quince años, mi mente sólo se encandila con la
idea de perecer víctima de las crueles pasiones del libertinaje. No quiero morir
más que de este modo: llegar a ser al morir la ocasión de un crimen es una idea
gusta con locura tu cabeza, y creo que juntos haremos cosas fuertes... ¡Está
podrida, putrefacta, es cierto!». Así, «para el hombre integral, que es el todo del
hombre, no hay mal posible. Si hace daño a los demás, ¡qué voluptuosidad! Si los
que no pueda sentir como feliz. Si muere, halla en su muerte una felicidad mayor
que él mismo esté a salvo. Sin duda la fuerza de negar otorga mientras dura un
privilegio, pero la acción negativa que este privilegio ejerce es la única protección
5
¡De una negación, de un crimen impersonales! ¡Cuyo sentido remite, más
Estudio III
arranca el corazón del pecho, y así siempre, en cada página, en cada línea. ¡Ay!
acuchillado y violado, cuando ya no le queda una iglesia por profanar, un niño por
pensamiento y de sus palabras, ese hombre por fin se detiene, se mira, se sonríe
términos convenientes una figura que Sade asumió de buen grado: hasta el horror
Podemos pensar lo que nos plazca sobre esta manera de ver las cosas, pero no
ignoramos cómo son los hombres, cuál es su condición y cuáles son sus límites.
* Este Estudio retoma, con modificaciones, el prefacio a La Nouvelle Jus-tine, editada por
propia voluptuosidad exige que la angustia tenga razón. En efecto, ¿dónde estaría
juicios a los que hizo frente Sade. Se opuso no tanto al tonto y al hipócrita como al
hombre honesto, al hombre normal, al hombre que en cierto sentido somos todos.
que llevó el desafío hasta los límites de lo posible, hasta el punto de trastocar la
lo posible, sino que jamás su recuerdo perturbó más de un instante el sueño de los
justos.
al suyo, del sentido común, desde el punto de vista de Jules Janin. Me dirijo al
su hija.
de Sade: la admiración muestra más desdén por la víctima, a la que hace pasar
del mundo del horror sensible a un orden de ideas locas, irreales y puramente
brillantes.
se entiende— los valores mejor establecidos. Así les es posible decir alegremente
que el hombre más subversivo que haya habido —el marqués de Sade— también es el
que mejor sirvió a la humanidad. No hay nada más cierto a su juicio;
nuestro terror tiene para nosotros el mismo sentido que el sol, que no es menos
Comparable al menos en este punto con el sol, cuya visión no soportan los
aterrorizó: ¿no bastó la mera idea de que estuviera vivo aquel monstruo para
serio, nadie podría creer que su opinión tenga la menor consecuencia. Los más
hostiles ven en ella jactancia o una diversión insolente. En la medida en que los
incluso a reforzar esta última, dando el oscuro sentimiento de que es vano querer
vida, según él, era la búsqueda del placer, y el placer era proporcional a la
destrucción de la vida. Es decir, que la vida alcanzaba su más alto grado de
tomara en serio, una sociedad no podría admitirla un solo instante? En verdad, los
que vieron en Sade a un ser depravado respondieron mejor a sus intenciones que
sus modernos admiradores: Sade reclama una protesta escandalizada, sin la cual
la paradoja del placer sería mera poesía. Reitero que no quisiera hablar de él sino
En el Estudio anterior, dije cómo Sade fue inducido a dar a los excesos de
Debo ahora buscar el sentido que dicho valor tiene, no obstante, para esos
embargo excluir tan fácilmente un principio que posee el mismo sentido que la
peligro más grave, y si la víctima es objeto de un culto, que tiene como fin
ofrecerla a la veneración, hay que decir enseguida que este culto es ambiguo. La
principio de ruina la esencia del poder y de todo valor, pero al mismo tiempo se
manifiesto en los ritos del sacrificio. A menudo incluso, esos ritos tuvieron una
necesarias para el sacrificio, pero indicaban cuál era su sentido. Hasta el suplicio
abominable del orden divino: lo divino nunca se hace tutelar hasta que se haya
Conviene alegar aquí estos hechos. Ofrecen una ventaja sobre los sueños
de Sade: nadie puede considerarlos como aceptables, pero todo ser racional ha
y soberano de dicha exigencia; como contrapartida, los que sirvieron así a crueles
consumación aparecía como el fin de la actividad útil. Pero no había jamás ningún
contrarios e inconciliables.
del erotismo
Estas consideraciones de orden religioso tienen no obstante sus límites. Es
cierto que se dirigen al hombre normal y que es posible hacerlas desde su punto
universal. Pero sin duda aquellos que se comportaron así ignoraron dicho sentido
de forma decisiva. Sólo una realidad determinada a la que respondieron podría ser
motivo que tuvieron, ¿cómo podría dar cuenta, en el sentido preciso de la palabra,
alimentos o al calor.
que decir que como los hechos de orden religioso no laceran su conciencia más
que de un modo esencialmente exterior, los admite de mala gana, y si tiene que
reconocerles los derechos que realmente tuvieron sobre el pasado, no les otorga
eliminado. Tengo incluso que añadir desde ahora que, en cierto sentido, el
exigencias de la religión: nadie negaría hoy que existen pulsiones que vinculan la
sexualidad con la necesidad de hacer daño y de matar. Así los instintos llamados
tajante lo que significa el nombre de Sade. Los instintos que describen Justine y
Juliette tienen hoy derecho de ciudadanía, los Jules Janin de nuestro tiempo los
el sadismo más que en una débil medida. La definición del sadismo, al contrario,
ha permitido ver en los hechos religiosos algo más que una inexplicable rareza: los
instintos sexuales a los que Sade dio nombre son los que acaban explicando los
patológicos.
Debemos de algún modo rechazar aquello cuya finalidad sería la ruina de nuestras
obras. Si ciertos instintos nos impulsan a destruir la cosa misma que edificamos,
posible suprimir, es decir, a elementos que hay que eliminar del género humano?
principio?
tener antaño una significación humana, pero que ya no la tiene, y que es fácil
castigos: así procede el cirujano con el apéndice, el partero con la placenta, —el
pueblo con sus reyes. ¿Se trata por el contrario de una parte soberana e
irreductible del hombre, pero que permanecería oculta a su conciencia?; ¿se trata,
entera a sus leyes, se libraría de las guerras y de la violencia, sin tener que
soberanas, es decir, gratuitas, sin utilidad, que no sirven más que para lo que son,
principios.
hombre normal (éste suele pensar lo contrario, cree que la violencia puede
puedo dejar de ver lo que, en cualquier tiempo, dio al rostro humano su aspecto de
honesta y regular: el trabajo, el cuidado de los hijos, la benevolencia y la lealtad rigen las
relaciones de los hombres entre sí; en el sentido contrario, la violencia
azota sin piedad: si se dan las condiciones, los mismos hombres saquean e
salvajismo. Pero el uso de estas palabras, ligado a la idea de que hay bárbaros
por un lado y civilizados por otro, es engañoso. En efecto, los civilizados hablan,
palabra civilizado quiso decir casi siempre «nosotros», y bárbaro «los demás»,
lleva esta dificultad, es necesario, pues, decir que la violencia, que es obra de la
humanidad entera, carece en principio de voz, que así la humanidad entera miente
concede una existencia indebida y culpable. La niega quitándole toda razón de ser
alguna parte ha habido una culpa: de la misma manera que los hombres de
anonadamiento universal —la obra serena del tiempo— lo que sufre por ello sólo
puede suprimir lo que negó, no más de lo que puede negar la negación irracional
deprimió. Pero entonces imaginé un relato de sentido opuesto, que hubiera podido
narrar el verdugo a quien este testigo vio asestar los golpes. Imaginé a aquel
terminaron la faena; asqueado, escupí sobre una cara tumefacta. No pude dejar
legal representa la facilidad: el verdugo habla con sus semejantes, si es que los
Los personajes de las novelas de Sade tienen una actitud algo diferente de
la del verdugo a quien di arbitrariamente la palabra. Esos personajes no se dirigen
discreción del diario íntimo. Si hablan, es entre iguales: los crapulosos criminales
de Sade se dirigen unos a otros. Pero se dedican a hacer largos discursos donde
demuestran que tienen razón. La mayor parte del tiempo creen que siguen a la
naturaleza. Alardean de ser los únicos en conformarse a sus leyes. Mas sus
entre sí. Les anima a veces el odio a la naturaleza. Lo que de todos modos
infringen el profundo silencio propio de la violencia, la cual jamás dice que existe y
jamás afirma su derecho a existir, sino que siempre existe sin decirlo.
los relatos de crueles infamias en que consisten los libros de Sade, no son las
personajes hubieran vivido, sin duda hubieran vivido silenciosamente. Son las
palabras del propio Sade, que usó este procedimiento para dirigirse a los demás
discurso, a la lógica).
se explica, que no rinde cuentas ante nadie. Nunca se arredra por miedo a sufrir
las consecuencias del daño que causa a los demás: está solo y nunca se implica
todos los demás primero, y por una especie de lógica monstruosa, la propia. En la
divinizado, celebra por fin sobre el propio criminal. La violencia entraña esta
a la lealtad hacia el otro que conforman la lógica, la ley y el principio del lenguaje.
Sade?
dedica, pero ¡está dedicado a ello! No se impone límite alguno al engaño del
negación que del propio género hizo, al menos se la debió a sí mismo: a fin de
relaciones de aquel a quien un castigo cruel agobia respecto de los que decidieron
dicho castigo. Dije que la violencia es muda. Pero el hombre castigado por un
motivo que considera injusto no puede aceptar callarse. Guardar silencio sería
tuvo que dejar que en él hablara la rebeldía: habló, lo que la violencia por sí sola
el castigo, pero sólo el lenguaje pone en tela de juicio este fundamento. Las cartas
poca gravedad de los «hechos», ora la vanidad del motivo que sus deudos daban
para el castigo, que, al parecer, tenía que mejorarlo, y que por el contrario
las que fue objeto, fue inducido a este hecho insensato: prestó su voz solitaria a la
No por ello tenía esa voz que estar dotada de una expresión que
respondiera a las exigencias propias de la violencia mejor que a las del lenguaje.
condenaba más verdaderamente de lo que habían hecho los demás: es decir, que
traicionaba esa soledad. Es evidente que no podía ser comprendido por el hombre
normal, que representa la común necesidad. Ese alegato no podía recibir ningún
sentido. De modo que una obra inmensa, que enseñaba la soledad, enseñó
primero su carácter absurdo! El digno efecto de las ideas de Sade sólo puede ser
admiración de unos pocos, que hoy recibe, no representa tanto una consagración
del propio Sade: no por eso salimos del atolladero. No podríamos oír una voz que nos llega
desde otro mundo —el de la inaccesible soledad— si, conscientes del
violencia.
de Sade acaban de hacer que su lectura sea agotadora. Para leerlo hace falta
paciencia, resignación. Hay que decirse que un lenguaje tan diferente del de los
demás, de todos los demás, merece la pena leerse hasta el final. Por otro lado,
este lenguaje monótono tiene al mismo tiempo una fuerza que se impone. Nos
hallamos ante sus libros como antaño podía hallarse el viajero angustiado ante
y sin embargo... Este horror nos ignora, pero ya que existe, ¿no habrá en él una
atractivo para los hombres más que mediante un rodeo. Lo mismo ocurre con los
libros de Sade. Pero en la existencia de las altas cumbres no interviene para nada
la humanidad. Al contrario, está totalmente involucrada en una obra que, sin ella,
por trepar al menos sus laderas, vivimos como sombras amedrentadas —y ante
tiene razón, que sólo él tiene razón. Estos análisis y estos raciocinios, estas
violencia, que es el alma del erotismo, nos enfrenta en verdad al problema más
grave. Nos hemos vuelto conscientes siguiendo un curso regular de actividad; cada cosa
en nosotros se ha situado en un encadenamiento en que es distinta, en
efusión del erotismo. Así hay en nosotros una fulguración soberana, que
clara en que cada cosa nos es dada. De modo que la vida humana está hecha de
dos partes heterogéneas que jamás se unen. La primera, sensata, cuyo sentido
proporcionan los fines útiles y por ende subordinados: esta parte es la que se
manifiesta a la conciencia. La otra es soberana: si llega la ocasión, se constituye
la violencia (quiere que deje de escapársele una parte tan considerable del
hombre). Por su lado, la violencia, más allá de sí misma, busca la conciencia (con
el fin de que el goce que alcanza se refleje en ella, y sea así más intenso, más
de Beauvoir4
su voluntad hacia este fin: el erotismo difiere de la sexualidad animal en que, para
cual no obsta para que por esencia escape a nuestra conciencia. Simone de
Beauvoir acierta cuando, para mostrar un esfuerzo desesperado de Sade
ante la justicia): «En Marsella se hace dar latigazos, pero de vez en cuando se
precipita hacia la chimenea y graba en ella con la navaja el número de golpes que
acaba de recibir».5
paradójico que he señalado, son justificaciones del hombre castigado: algo de la violencia
auténtica se les escapa, pero a costa de esta machaconería, de esta
que le permitiría hablar, como si de cosas se tratase, del objeto de su delirio. Este
rodeo que frenaba el movimiento es lo que le permitió gozar más de él: sin duda la
eterna posesión.
que llevara tan lejos como él el gusto por la monstruosidad moral. Y al mismo
reglas que acatamos suelen tener por objeto la conservación de la vida, y por
ser irregular, pero en el plano del placer actúa sin que intervenga una destrucción
Pero, sobre todo, según los crueles personajes a los que pone en escena, nada
efecto de la irregularidad, cualquiera que sea, es más fuerte que las maniobras
robando.
modo, mezclada con tales horrores, que nadie se percató de ello. Quería sublevar
disimulaban las más penosas verdades. No es tan fácil pasar del conocimiento de
las rarezas religiosas del género humano (hoy día vinculadas a nuestros
sabe que su conciencia tenía que abrirse a lo que más violentamente lo había
Estudio IV
punto de vista de las relaciones sexuales; éstos no pueden unirse, aquéllos sí, y
condición privilegiada del matrimonio, pero los hijos de dos hermanos —o de dos
relaciones entre padres e hijos, entre hermano y hermana. Pero por regla general,
* Este Estudio retoma sin variaciones importantes el artículo publicado en el n.Q 44 (enero
aleja de una situación que conocemos por experiencia, pero Lévi-Strauss opina
modo que se suele oponer el hombre al animal: eso le lleva a decir que la
prohibición del incesto (se entiende que al mismo tiempo piensa en las reglas de
Habría así
en el horror que sentimos ante el incesto un elemento que nos designa como
que somos estaría en juego en la decisión que nos opone a la vaga libertad de los
propuso más que oculto. Además, si algún proceso propició antaño «el paso de la
Morgan). Su difusión es reciente: «En ninguna parte aparece» dice Lévi-Strauss, «antes del
siglo XVI».3
el psicoanálisis: la universal obsesión (reflejada en los sueños, o los mitos) por las
relaciones incestuosas. Si no fuera así, ¿por qué se expresaría de modo tan
por el uso de las costumbres de las tribus guerreras, entre las cuales el rapto era
clan para con sus propios miembros, y por ende de la sangre menstrual de las
defecto estriba en que las conexiones así establecidas son frágiles y arbitrarias...5
de Freud, que sitúa en el origen del paso del animal al hombre un pretendido
asesinato del padre por los hermanos: según Freud, los hermanos celosos entre sí
siguen manteniendo la prohibición que el padre les había hecho de acostarse con
su madre o sus hermanas, las cuales se reservaba para sí. A decir verdad, el mito
sobre la explicación del sociólogo de ser una expresión de obsesiones vivas. LéviStrauss lo
dice de forma muy acertada:6
Y el prestigio de ese sueño, su poder para modelar, sin que lo sepan, los
pensamientos de los hombres, proviene precisamente de que los actos que evoca
es necesario ser lento y tenaz. Nunca hay que dejarse desalentar por datos
«rompecabezas».
enigmas más oscuros que jamás se haya tenido que elucidar. Interminable y, por
lo demás, justo es decirlo, espantosamente aburrido: las dos terceras partes más
conocimiento del erotismo es importante que salgamos de una oscuridad que hizo
parte los primos nacidos de colaterales de sexo diferente (de cualquier grado) que
(primos cruzados).» Tal es, para empezar, la definición de un tipo simple, y que
nos dicen,8
hermanos y hermanas) y las uniones no sólo posibles sino incluso las más
ocupando, hay muchas posibilidades para que no pueda casarme con ella ni
conocerla sexualmente de algún modo lícito: la equiparo con mi hermana y le doy
el nombre de hermana. Pero la hija de mi tía paterna (la hermana de mi padre), que es mi
prima cruzada, difiere de la de mi tío materno, que es igualmente mi
primera, nacida de mi tía paterna, sea también hija de mi tío materno; este tío
materno en efecto puede perfectamente haberse casado con mi tía paterna —en
ninguna determinación secundaria, cosa que suele ocurrir—, en cuyo caso digo de
mi prima cruzada que es bilateral.) Pero también cabe que el matrimonio con tal o
prohíben con la hija del hermano de la madre (lado matrilineal) mientras que en
pero hay menos si mi voluntad es unirme con la segunda. «Si se considera», dice
Lévi-Strauss,
10
11
dijo hasta
qué punto es desconcertante para los sociólogos una arbitrariedad tan acusada:
una riqueza, e incluso era su valor sagrado: el reparto de las riquezas constituidas
por el conjunto de las mujeres planteaba problemas vitales, a los que tenían que
responder reglas. Aparentemente, una anarquía parecida a la que reina en las sociedades
modernas no hubiera podido resolver aquellos problemas. Sólo unos
Por eso debemos evitar imaginar tratos parecidos a aquellos de que hoy
son objeto las riquezas. Hasta en los peores casos, la idea sugerida por una
fórmula como «matrimonio por compra» está muy alejada de una realidad primitiva
primitiva. Nos remite a las «conclusiones del admirable Essai sur le Don». «En
nuestra; y, por fin, que esta forma primitiva de los intercambios no tiene única ni
esencialmente un carácter económico, sino que nos coloca ante lo que llama
consumo libre o utilitario. Suelen ser bienes de lujo. Aun hoy, estos últimos sirven
recepciones, fiestas; así ocurre entre otros con el champán. El champán se bebe
en ciertas ocasiones en las que, según las reglas, se ofrece. Por supuesto, todo el
champán que se bebe es objeto de transacciones: las botellas se pagan a los que
bebe en parte; éste es, al menos, el principio que rige el consumo de un bien cuya
otros, totalmente distinto de otro momento cualquiera, de un bien que por otra parte,
para responder a un deseo profundo «debe» o «debería» correr a raudales,
conjunto de reglas admitidas en un medio dado como lo son unas reglas de juego.
este sistema de intercambios, que se sale en parte del interés estricto. «(Los)
regalos», escribe,13
recibidos por los beneficiarios, con tal de que éstos procedan en una ocasión
ulterior a unos contrarregalos cuyo valor a menudo excede el de los primeros, pero
que a su vez dan derecho a recibir más tarde nuevos dones, que superan la
de lujo cuyo verdadero sentido es honrar a quien los posee, los recibe o los da, es
en sí, además, destrucción del trabajo útil (es lo contrario del capitalismo, que
acumula los resultados del trabajo para crear nuevos productos): la consagración
productivo.
Hay que subrayar este carácter opuesto al espíritu mercantil —al regateo y
mismo matrimonio por compra participa de este movimiento: «no es más que una
que nosotros, que queremos una elección libre por ambas partes, vemos el
carácter humano de las uniones. Pero tampoco rebajan a las mujeres al nivel del
comercio y del cálculo. Las sitúa en el plano de las fiestas. El sentido que tiene
«en primer lugar (como) signo de valor social sino como estimulante natural».15
«Malinowski incluso mostró que, después del matrimonio, en las islas Trobriand, el
pago del mapula representa, por parte del hombre, una contraprestación destinada
gratificaciones sexuales...».16
por consiguiente, objeto de generosidad por parte de sus padres, que disponen de ellas.
Estos deben darlas, mas en un mundo en que todo acto generoso contribuye
hermano que da a su hermana niega menos el valor de la unión sexual con ésta,
esta hermana con otro hombre, o a él mismo con otra mujer. Hay una
sí, negando, pues, el valor supremo al cálculo del avaro, por lógico que sea. La
exige un distanciamiento, una renuncia, el paso atrás a falta del cual nadie podría
saltar tan lejos. Pero el distanciamiento mismo exige una regla que organice y
en un aspecto muy diferente del valor de las mujeres, compaginable tal vez,
sistema.
Esta teoría no es hasta ahora más que una brillante hipótesis. Seductora, si
sentido que puede tener la elección entre formas de parentesco cuyas diferencias
son aparentemente insignificantes. A lo que precisamente se ha dedicado LéviStrauss es a
esclarecer los diversos efectos que sobre los intercambios tienen las
Al aspecto seductor del valor de las mujeres del que hablé en primer lugar
(del que habla el propio Lévi-Strauss, sin insistir) se opone en efecto el interés
mujer.
18
«el matrimonio, en la
mayoría de las sociedades primitivas (así como también, aunque en menor grado,
19
dependen por consiguiente el uno del otro para la fabricación de los objetos
necesarios para las tareas diarias, sino que se dedican a la producción de tipos
de otro lado, por perfecto que sea un sistema de intercambios, no puede resolver
de la prohibición».20
noción de otro grupo... en cuyo seno el matrimonio es, según los casos,
uso de una mujer, que se vuelve... disponible para otro hombre, hay, en alguna
parte, un hombre que renuncia a una mujer, la cual se vuelve, por este hecho,
Frazer fue el primero en ver que «el matrimonio de los primos cruzados
23
Pero a partir de
ahí no supo dar una explicación general, y los sociólogos no adoptaron unos
prima no pertenece al mismo grupo que su primo. Así, «se construye una
24
equilibrio estática, mientras que los primos cruzados provienen de familias que se
25
Así el misterio de la diferencia entre los primos paralelos y los cruzados se
hombre B con una mujer C; un hombre C con una mujer A. (Naturalmente puede
26
«que un grupo
humano proclame la ley del matrimonio con la hija del hermano de la madre para
que se organice, entre todas las generaciones y entre todos los linajes, un amplio
Por otra parte se funda en la generosidad. Esto responde al doble aspecto del
vez que Lévi-Strauss haya puesto tan poco énfasis en la relación del potlatch de
parece ser lo opuesto al erotismo. Pero lo juzgamos así a causa de un aspecto tal
cuya intensidad debió de ser grande, puesto que el pavor embargaba los espíritus
está en el origen del potlatch de las mujeres, es decir, de la exogamia, del don
paradójico del objeto de la codicia. ¿Por qué se habría impuesto con tanta fuerza
O, más bien, dio un valor erótico a dicho objeto. Ahí está justamente lo que opone
sexualidad para el hombre no aparece tan fácilmente, pero este valor existe y
consideradas en general.
reglas es a menudo difícil de captar, porque estas últimas tienen como objeto el
el aspecto dominante del matrimonio. Ahí donde funcionan las reglas del
matrimonio pueden haber tenido como primer objeto el curso entero de la vida
sexual, pero finalmente ya no parece que tengan otro sentido que el reparto de las
de su trabajo.
erótica no pudo ser regulada más que durante un tiempo. Las reglas al final
tuvieron como resultado expulsar al erotismo fuera de las reglas. Una vez
disociado el erotismo del matrimonio, éste cobró un sentido ante todo material,
cuya importancia subraya con razón Lévi-Strauss: las reglas que apuntaban al
vida. A pesar de ello, la explicación económica sigue, por así decirlo, de principio a
Concedo que el autor, si bien no explícito el aspecto contrario, hizo él mismo las
reservas necesarias. Mas queda por observar desde cierta lejanía la totalidad
conjunto: la ofrece en las últimas páginas del libro, pero allí no podemos encontrar
más que una indicación. Lleva el análisis del aspecto aislado con una especie de
Sin embargo me
de la ciencia objetiva, que aísla y abstrae sus visiones. Sin duda, el interés por
hombre no puede aislarse del devenir del ser en general, de lo que está en juego
más que en la historia: en los cambios, en los pasos de un estado a otro, no en los
La especificidad humana
Pese a la remota fecha del acontecimiento, la oposición entre el animal y el
animal no ponía trabas. También es preciso conceder que las dos negaciones que
hombre, hay por un lado trabajo y por otro negación mediante prohibiciones de la
que en apariencia son tan obvias que nunca se mencionan. Bien es cierto que la
etnografía trata del tabú de la sangre menstrual, volveremos sobre ello, pero en
estaban desnudos. Pero nadie habla del horror de los excreta, que es un horror
siquiera se citan entre los tabúes. Existe, pues, una modalidad del paso del animal
incluimos los tabúes más absurdos. Sobre este punto, la negación es tan perfecta
que consideramos inoportuno descubrir y afirmar que ahí hay algo digno de
atención.
que este concepto, poco discutible, del paso del animal al hombre es en principio
evita el segundo, obedeciendo él mismo (al no hablar de ellas) las mismas prohibiciones
perdurables que todos acatamos. Es menos grave de lo que parece
precisamente del incesto, podemos dudar que sea razonable soslayar la banal
prohibición de la obscenidad.
«obscenidad» como hay «fuego» o «sangre» sino como hay, por ejemplo, «ultraje
sino una relación entre un objeto y la mente de una persona. En este sentido,
deja de ser arbitraria. Asimismo, los arreglos con las necesidades de la vida son
superficial o por falta de vigor individual. Incluso los santos tienen al menos
tentaciones. Contra esto no podemos hacer nada más que reservar ámbitos en los
que la actividad sexual no tenga cabida. Así es como hay lugares, circunstancias,
en casi todas partes, pero de forma desigual. De lo que habla el Génesis, por un
hombre el nacimiento del pudor, que no es, dicho con otras palabras, más que el
aún chocante en las playas españolas, mas no en las playas francesas: pero en
En las mismas condiciones, las reservas con relación a las personas son
inexcusable vida conyugal, los contactos sexuales de las personas que conviven.
Pero al igual que las prohibiciones que atañen a los aspectos, las circunstancias y
los lugares, estos límites son muy inciertos y muy variables. En primer lugar, la
expresión «que conviven» sólo es admisible con una condición: que no se precise
tanto acomodo— como cuando tomamos por objeto la desnudez. Hay que insistir
con bastante claridad el papel que éste juega. El límite arbitrario entre parientes
patente. Cada vez que es conveniente, por lo demás, el límite puede ampliarse de
nuevo: así ocurría en los procesos de divorcio de la Edad Media, en que teóricos
incestos, sin relación con el uso, servían de pretexto para la disolución legal de
que a la dama inglesa de la época victoriana, que simulaba creer que la carne y la
animalidad no existían. La plena humanidad social excluye radicalmente el
desorden de los sentidos; niega su principio natural, rechaza lo dado y sólo admite
plena luz en este punto. Analizó de tal manera estos movimientos que, en sus
renuncia, es la prohibición del goce animal, del goce inmediato y sin reserva. El
libremente de esa mujer (su hija, su hermana) y que la da. El don que hace de ella
tal vez sea el sustitutivo del acto sexual, pero de todos modos la exuberancia del
don tiene un sentido cercano —el de un gasto de recursos— al del propio acto.
lo único que posibilitó el don. Aun cuando, como el acto sexual, el don alivia, ya no
reserva del que se prohíbe aquello mismo que le pertenece— define la actitud
por los valores prohibidos. (No habría pleno respeto si la desviación erótica no
sino que abre al hombre disciplinado una puerta a la que no puede acceder la
acto sexual no suele tener el sentido de un crimen, y el lugar en que sólo los
maridos llegados de fuera pueden tocar a las mujeres del país corresponde a una
Sin embargo, sólo los extremos tienen pleno sentido. Lo que importa,
esencialmente, es que existe un ámbito, por limitado que sea, donde el aspecto
el cambio incesante de las situaciones. Así, la parte del don en el matrimonio (puesto que
el don se vincula a la fiesta, y que el objeto del don siempre es el lujo,
animales.
Estudio V
Mística y sensualidad*
sexual»
Los que se interesan, de cerca o de lejos, por los problemas planteados por
continencia por sus votos, hubieran podido dar un sentimiento de malestar. Sólo
por el contrario por una decidida voluntad de mirar las cosas de frente y de ir
■* Este Estudio retoma dos artículos publicados en la revista Critique, número 60,
notable ver que hoy unos religiosos invitan a psicoanalistas para hablar de la
continencia cristiana.
que de sorpresa, por otra parte. Nada, en efecto, en la actitud cristiana, incita a
enjuiciar superficialmente la verdad sexual. Sin embargo tengo que expresar una
sexual?...»
Y más
miedo. Intentaré examinar aquí el problema (que, a primera vista, cabe considerar
semejanza que el lenguaje de los místicos introduce entre la experiencia del amor
simbolizar una unión superior». Se limita a recordar, sin insistir, el horror del que
expresar «la unión del Dios trascendente y de la humanidad», es porque «ya tenía
puramente biológica» del acto genital. Lo cierto es que el mundo sagrado sólo
quedando lo impuro del lado profano. Pero para el pagano lo sagrado podía
nuestros místicos no tiene, pues, significación sexual. Más bien es la unión sexual
afirmar, como hace Leuba, que las delicias de las que hablan los contemplativos
Marie
dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me
parecía meter por el corazón algunas veces, y que me llegaba hasta las entrañas.
grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos; y tan
excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay desear que
cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios,
comparar con una confesión que me hizo antaño una amiga. Había perdido la fe,
pero a la edad de quince años había sufrido una crisis mística intensa y había
querido hacerse monja —y recordaba que un día, arrodillada ante el altar, había
sentido tan sobrenaturales delicias que había creído que Dios mismo descendía
aquel descenso de Dios en ella había sido un violento orgasmo venéreo. La casta
Teresa nunca tuvo ocasión de hacer tal comparación, que no obstante parece
imponerse también para su transverberación». «Tales consideraciones», precisa
emoción de los sentidos. «En contra de lo que afirma Leuba», dice el P. Beirnaert,
Cruz hablan explícitamente de ello... Pero se trata de algo que ellos consideran
una poderosa emoción que se expresa por todas las vías posibles. Coincide así
Señalemos por fin que tales movimientos, que ocurren en el inicio de la vida
aclaración tal vez no responda a cada una de las preguntas que quepa hacerse,
sistemas de efusión erótica y mística. Pero estas relaciones sólo pueden aparecer
con suficiente claridad a partir del conocimiento experimental de las dos clases de
anormal a priori; hay identidad entre el derecho a juzgar desde fuera que se
otorgan y la atribución de un carácter patológico. Hay que añadir que los estados
místicos que se manifiestan por trastornos equívocos son al mismo tiempo los más
enfermiza. Pero los dolores más profundos son los que no se manifiestan con
gritos, y así ocurre con aquella experiencia interior de las lejanías posibles del ser
exactamente aquello de lo que hablan, pero, como dice un colaborador del libro,9
pero son profundos, y confío en que pronto se aclaren las razones por las que
moral es lo que decide. «Lo que nos permitirá discernir algo del valor religioso y
místico de un hombre es», según dice, «el valor de su vida moral.» «La moral
juzga y guía la vida mística.»10
sensualidad, subraya su conformidad con los designios de Dios. Según él, «dos
fuerzas de atracción nos atraen hacia Dios»: una, la sexualidad, «está inscrita en
causa de la debilidad humana». En los límites del matrimonio, los gestos carnales
forman «parte de las muestras de amor que se dan mutuamente un hombre y una
mujer que se han unido para toda la vida y aun más allá». «Quiso Cristo hacer del
estado de gracia», sean «meritorios». La unión es tanto más «humanizada» cuanto que
da su verdad a un amor «electivo» y exclusivo. Más aún, «nada se
opone a que una vida conyugal que incluya los gestos de los que hablamos
recientes se ha repetido mucho que la unión sexual entre esposos era el acto de
acentuar cada vez más». Recuerda a este propósito la ley evangélica, que
concierne también a los que eligen la vida matrimonial: «para alcanzar la vida
Tesson, «que juzga y guía la vida mística». En efecto, esta moral, cuyos rasgos
vivir de la vida divina, hay que morir». Así esta moral se fundamenta de una
observación de estos preceptos, sin la cual nada es posible, no puede fundar por
sí sola la vida divina. Sólo el amor es su verdad y su fuerza. Tal vez incluso no se
que está sujeta esta vida es más bien la gravedad paralizante, cuyas modalidades
deja la moral de estar ligada a la ley, que «la Iglesia... no puede en ningún
psicología» han llamado la atención sobre «el estado de los que tienen una vida
contraídas, por graves que sean, no son tal vez los que tienen más graves
de las prescripciones de la ley moral, hay que concluir que los incumplimientos de
este tipo, inadvertidos como tales o reconocidos, pero en todo caso sufridos y no
la mística e incluso entre los santos.» Esta moral no está basada en la garantía de
la vida social e individual que nos dan los «preceptos principales», sino en la
pasión mística, que lleva al hombre, con miras a una vida divina, a morir para sí.
Lo que esta moral condena es la gravedad que frena este movimiento: el profundo
mediocridad. La propuesta del P. Tesson, según la cual «la moral juzga y guía la
vida mística», podría invertirse, y podríamos decir de igual modo: «la mística juzga
y guía la vida moral». Así, como además es obvio, la moral no puede ligarse al
mantenimiento de la vida, sino que exige su desarrollo.
religioso
El vínculo entre la vida y la muerte tiene múltiples aspectos. Este vínculo
se admite la sexualidad humana más que dentro de unos límites fuera de los
cercana a la sexualidad animal, al contrario del erotismo que es propio del hombre
por objeto lo genital sino lo erótico. Tal es la verdad que resalta en las imágenes
opuso al orden genital que iba en el sentido de la vida, y vuelve a encontrar la seducción
bajo un aspecto que ahora tiene el sentido de la muerte. Pero la
de sí. Así la tentación tiene un doble valor de muerte. ¿Cómo no imaginar que su
movimiento conduce al religioso al «techo del templo», desde lo alto del cual el
que abriese los ojos plenamente sin sombra de miedo, percibiría la relación entre
Veamos el caso extremo en el que la actividad sexual acarrea la muerte del animal
crecimiento. Tanto si se trata de la planta como del animal, el lujo de las flores o
Sin duda, el esplendor de las flores y de los animales tiene poca utilidad en el
movimiento, la vida no hubiera podido sin pretexto dar libre curso a la fiesta que
llevan a un terreno en el que nunca avanzó la reflexión humana más que con una
inadmisible ligereza. Las cosas eran tan obvias que se impusieron las
un sentido, los fines que a través de ellos se proponía la naturaleza. Nadie se paró
suscitan mi ironía. Me limito a dar a entender hasta qué punto la vida, que es
multiplica la vida más que en vano, la multiplica para ofrecerla a la muerte, cuyos
caso, el movimiento del individuo supera demasiado un resultado que sólo tiene
sentido para la especie. Este resultado sólo asegura la repetición del movimiento
de una generación a la siguiente, pero la indiferencia ante el porvenir, la adhesión
viene después. Nadie puede más que por sistema desconocer el morir para sí del
que tendría para el zángano la muerte hacia la que vuela si, como hace el
muerte que lo espera. El religioso no puede morir físicamente, pero puede perder
la vida divina a la que le consagra su deseo. Tal es, según la expresión del P.
Tesson, uno de esos «desacuerdos contingentes» que oponen sin cesar esas
«dos formas de atracción que nos atraen hacia Dios», una de las cuales, la
Es posible, pero ¿lo captaríamos si estuvieran atenuados los caracteres que los
oponen, cuando estos caracteres son justamente al mismo tiempo aquello por lo
que se asemejan?
Según las palabras del P. Tesson, la vida divina exige que el que quiera
hallarla muera. Pero nadie piensa en una muerte que fuese pasivamente ausencia
de vida. Morir puede asumir el sentido activo de una conducta en que se soslayan
las prudencias que nos impone el miedo a la muerte. Los mismos animales tienen
instante, sin subordinarse más a la tendencia que rige estos reflejos, es morir para
sí, o al menos vivir familiarizado con la muerte. Cada hombre, de hecho, prolonga
acción con vistas a un resultado útil en el plano de la perduración del ser personal.
la vida que el P. Tesson llama divina, y que de forma más imprecisa cabe llamar
más sagrada. Me parece que el P. Tesson dio una descripción de esta vida en la
fórmula: «para vivir de la vida divina, hay que morir». Más allá de la «mediocridad»
ininteligible desde el punto de vista de la inteligencia que explica cada cosa por el acto, las
causas o la meta propuesta—, le atemoriza en la medida en que no hay
en ella ningún sitio para el ser limitado, que juzga al mundo según unos cálculos
en los que pone en relación consigo mismo —con sus puntos de vista mediocres y
unidos entre sí, lo dejan clavado en esta actitud de hombre torturado que solemos
llamar la angustia. Pero el peligro que tan pronto inmoviliza como precipita al
ante la muerte. El ser así amenazado de muerte evoca la situación del religioso
la del zángano que va a morir, no por la acción de un enemigo, sino por el mortal
empeño que lo precipita a plena luz hacia la reina. En cada caso, al menos, lo que
del zángano, la muerte no deja de ser el término de una y de otra, y del religioso
tentado puedo decir que es un zángano lúcido, que sabe que la muerte seguiría el
porque los religiosos son casi los únicos que ven en él la promesa de la muerte
que en él se abre más que con la condición de arrastrar alguna degradación cuyo
sensuales que las emparenta con la mística (más íntimamente que una identidad
de vocabulario).
Ya dije que la lucidez del religioso se oponía a la ceguera del insecto, pero
plantear ahora una cuestión que se sale algo de este problema, del que es una forma
limitada. Quiero hablar de la resistencia del religioso, la cual, al no ser
propia del zángano, tampoco suele ser propia del ser humano (si bien es cierto
que la resistencia femenina es frecuente; pero, por más significativo que sea su
sus motivos, se resiste por instinto, como las hembras de los animales: sólo el
que la caída afectaría mortalmente: el pecado de la carne pone fin al impulso del
alma hacia una inmediata libertad. Hemos visto que, para el P. Tesson como para
toda la Iglesia, «para vivir de la vida divina, hay que morir». Hay ahí una
Bien. La vida destruida por la vida divina tal vez sea el Mal. Pero la muerte
siempre destruye una realidad que pretendía durar. Si muero para mí, desprecio al
ser organizado para durar y crecer; lo mismo que si, por el pecado, destruyo en mí
la vida espiritual. En cada caso, lo que seduce (lo que fascina, lo que arrebata)
mayor poder. Cambia lo que resiste, sea el interés del individuo egoísta, sea la
atracción que nos atraen hacia Dios», la sexual, que viene de la naturaleza, y la
mística, de Cristo: Dios tiene (para mí) el sentido del elemento fulgurante que por
conflicto opone un objeto digno de amor a otro digno de horror. Esto no es justo, o
dejado de ser sensible bajo su forma mística (ya sólo es inteligible). Lo divino
niega este yo que se aprovecharía de ello, o más bien presiente la íntima degradación, que
tal vez algún día sea pública, de este yo vinculado al orden y a
la Iglesia, en aras del cual renuncia al egoísmo primero: forma parte del principio
inteligible. Dios sigue contando, pero sólo bajo forma inteligible. Lo que gana es el
efecto en el estado del zángano que conociese el desenlace del impulso que lo
religioso ya no tiene el mismo sentido que la reina que lleva al insecto a la muerte
morosa».
desaparecido. Sólo subsiste su recuerdo bajo la apariencia del halo de muerte del
delectación morosa con el vuelo nupcial es más lejana que la de la tentación. Sin
sensualidad del hombre, que hay que aprehender bajo este aspecto para vislumbrar lo
que le une a la única experiencia pura, la de la mística. Creo que si
consideramos la sensualidad humana, como hacen los autores del libro de los
carmelitas, en su forma más elevada —querida por Dios, libre de las perversiones
por una parte a unos extravíos contrarios a la naturaleza, y por otra a toda
experiencia juzgada culpable, cargada de pecados, y que tiene por ende un sabor
La mayoría de las veces, para un alma pura, el deseo sexual lícito sería
absolutamente puro. Puede ser, pero esta verdad parcial oculta una verdad
fundamental.
de vergüenza del que hablo. La unión carnal es la plenitud y la forma más feliz de
la vida. No habría ninguna necesidad de acudir para hablar de ella al ejemplo del
zángano, donde representa, al mismo tiempo que una cima, un desenlace fúnebre.
hembras, que intentan huir de la fatalidad del amor: por diferentes que sean de las
No hay que buscar más lejos la causa del pavor del que es objeto el juego
energía normal no es en efecto más que una muerte chiquita, comparada con la
rápidamente trágico y no se detiene más que en la muerte. De tal modo que entre
difiere no obstante del deseo de morir por su ambigüedad: es sin duda deseo de
imposible, con una intensidad cada vez mayor. Es el deseo de vivir dejando de
vivir o de morir sin dejar de vivir, el deseo de un estado extremo que quizá sólo
santa Teresa describió con bastante fuerza con estas palabras: «¡que muero
zozobró pero en verdad no murió del deseo que tuvo de zozobrar realmente.
Perdió pie, pero lo único que hizo fue vivir de forma más violenta, tan violenta que
pudo decir que estuvo en el límite de morir, pero de una muerte que, exasperando
destacar del todo este valor ambiguo. Sin embargo el sentido turbio y deletéreo de
de prodigar las reservas disponibles hasta el límite en que se pierde pie. Partiendo
de ahí, intentaré más adelante buscar la coordinación del movimiento que vincula
la experiencia sexual con la mística. Pero tendré que mostrar primero cómo las
un principio de ruina (las pérdidas de energía de las que se trata son reparables,
los movimientos precipitados, incluso jadeantes, en los que perdemos pie son
sentido profundo.
afán por integrar los desórdenes de la unión carnal en un orden que abarque la
es más importante para nosotros que situar el acto sexual en la base del edificio
la desaparición definitiva.
alternados es el amor violento y tierno de un ser por otro. La violencia del amor
lleva a la ternura, que es la forma duradera del amor, pero introduce en el ansia de
desfallecimiento: sólo a este precio podremos sentir ante el ser amado la violencia
del arrobamiento.
Lo que vuelve irrisorios estos movimientos de superación, en los que se
desprecia el afán por preservar la vida, es ese deslizarse, casi inmediato, al deseo
desequilibrio que es la esencia del amor a salvo —en la medida de lo posible— del
amor a la organización material de una pareja estable —de una familia en suma.
como pretexto al desorden del deseo una razón de ser benéfica. La misma ambigüedad
vuelve a encontrarse en todos los planos. Por una parte el amor por
constituida por el matrimonio, y que muchas veces coincide con ella) cambia la
ternura es capaz de entrar en una forma equilibrada. Por otra parte, la violencia
fundamental que nos lleva a perder pie siempre tiende a perturbar las relaciones
humana. Siempre nos esforzamos por duplicar las formas viables y sólidas, donde
voluntad, se admite ahí sin límites: en esas condiciones ya no hay ningún poder, y
desequilibrio informe. Las prostitutas y los hombres que son sus parásitos, que
forman con ellas un mundo aparte, sucumben a menudo y sienten un placer átono
entregarse a los encantos de una vida perdida. Ceden sin mesura a los
angustia, libremente. Basta para ello con robar o matar si fuera necesario,
perezosamente, con conservar la vida ahorrando fuerzas, y en todo caso viviendo
resorte vital, sin el cual se desplomaría la humanidad. Sólo sacó provecho de las
interés.
cobra sentido para los que se relajan enteramente: una falta de recato, insípida
para los que se abandonan a ella, tiene el sabor más intenso para los que son sus
conductas y del lenguaje de las prostitutas es insulsa para los que hacen de ella
su pan de cada día. Ofrece al contrario para los que permanecen puros la
tiene como esencia ser un gusto por perder pie, pero sin hundirse...: esto no
puede hacerse sin un engaño del que somos a la vez autores ciegos y víctimas.
desde fuera, dista de ser tan inviable como parece a primera vista. Hay
religioso del erotismo. Esta importancia es la que hace que la oposición entre el
amor divino y el amor carnal sea tan profunda. La semejanza que, en último
místicos. Los científicos ignoran por principio estos estados; y los que, en defensa
de la Iglesia, protestaron contra sus juicios, a menudo reaccionaron bajo los efectos del
escándalo y no vieron, más allá de los errores y de las simplificaciones,
el fondo de verdad que esos juicios anunciaban, aun deformándolo. Por ambos
lados se encargaron de enrevesar groseramente el problema. Digamos, sin
pesar de todo, del lado del catolicismo los espíritus están abiertos a la posibilidad
del acercamiento, y del otro lado los psiquiatras no niegan haber encontrado
dificultades.
Hay que ir más lejos: creo que antes de retomar el problema, se debe
relaciones entre una esfera y la otra, como hacen, siguiendo una tradición, los
vean en ella nada más profundo que ese carácter repugnante, pero es fácil
entrever que sus lados innobles están unidos al nivel social de los que la crean, y
que la sociedad arroja del mismo modo que ellos mismos vomitan a la sociedad.
el gusto por la obscenidad no es en los que se ven turbados desde fuera nada que
Todo lo cual nos lleva a decir, por último, que una vez aprehendido en sus
relación con la experiencia de los místicos: para esto basta con reducir a la unidad
arrebatos y estados teopáticos que a porfía han descrito los místicos de todas las
más escasos, que no pertenecen a ninguna religión) tienen el mismo sentido: siempre se
trata de un desapego respecto del mantenimiento de la vida, de la
estas condiciones hasta el instante en que zozobran las potencias del ser, y por fin
conciencia, sin intervención del juego real y voluntario de los cuerpos (al menos la
intervención de este juego se reduce al mínimo, incluso en los ejercicios de los
juego en este campo cuyas primeras apariencias tienen, a pesar de todo, poca
relación con las del erotismo. Si el amor por un ser determinado es la forma de la
efusión mística —en Europa, por Cristo; en la India, por ejemplo, por Kali..., y en
casi todas partes por Dios—, se trata al menos de un ser que es fruto del
pensamiento (es dudoso que seres inspirados, como Cristo, hayan sido en vida
tiende a superar el amor por un ser dado, ahí el misticismo encontró a menudo su
camino; es a la vez, para los ascetas, una facilidad y una manera de tomar
impulso. ¿Pueden además dejar de llamar nuestra atención los accidentes de los
no es raro que los que avanzan por la vía mística se vean, según los términos de
san Buenaventura «manchados por el licor del flujo carnal». El P. Louis Beirnaert,
al ser análogas las intenciones y las imágenes clave en ambos campos, siempre
ser verdad la recíproca: los hindúes basan de hecho los ejercicios del tantrismo en
la posibilidad de provocar una crisis mística por medio de una excitación sexual.
y, evitando siempre el espasmo final, de pasar del acto carnal al éxtasis espiritual.
hay motivo para creer que sus experiencias no puedan ser honestas y sin
arrobamiento.
otra parte, la experiencia de los místicos tiene lugar (o al menos puede tener lugar)
en el mismo campo en el que se despliegan los últimos esfuerzos de la
hecho de que, en razón del movimiento hacia la muerte que es su esencia, entra
Responde así al afán que generalmente tiene la vida humana por rechazar la
experiencia mística.
estados que la teología describe con el nombre de teopáticos. Tales estados, que
aspecto muy diferente no sólo de los estados eróticos, sino de estados místicos
inerte de este estado, en una transparencia total de todas las cosas y del universo,
contemplación, al volverse igual a nada (los cristianos dicen igual a Dios), parece
instante es eternidad.
contemplación y la vía del matrimonio. Tenemos que lamentar que el libro de los
admiten esta posibilidad, pero han de reconocer la diferencia entre un principio (en
parecer, se opone al rechazo del erotismo no atañe a la cuestión de saber si, para
alcanzar los fines más deseables, es útil renunciar a la vida sexual. Sólo me
mística. No digo que no podamos alcanzar este estado por la vía de una
«estado de indiferencia»?
Puede ser.
Pero allí donde otros ven el envilecimiento, yo veo la soberanía del azar.
Del azar —cuyo juicio último jamás atenúa nada, sin el cual jamás somos
soberanos.
libre juego, el instante presente está subordinado al afán por los siguientes.
Sin duda, el afán por el tiempo venidero es conciliable con la libertad del
subrayar que el cálculo del religioso tentado da a la vida ascética (de cualquier
Sin embargo, aun cuando sea posible la experiencia más lejana, a pesar de
angustia.
Estudio VI
razones por las que he querido hablarles del erotismo al mismo tiempo que de la
santidad y de la soledad.
puede ser público. Podría citar ejemplos contrarios, pero, de cualquier modo, la
conjunto, se pueda decir que el erotismo, aun siendo tal vez la emoción más
intensa, en la medida en que nuestra existencia se nos hace presente bajo forma
pero creo, a pesar de todo, que puesto que esta sala pertenece al mundo del
discurso, el erotismo quedará para nosotros como algo de fuera; hablaré de él,
pero como de un más allá de lo que vivimos en el presente, de un más allá que
sólo nos es accesible con una condición: que salgamos, para aislarnos en la
soledad, del mundo en que estamos ahora. En particular, me parece que para
acceder a este más allá hemos de renunciar a la actitud del filósofo. El filósofo
silencio.
No ocurre así con una experiencia que es tal vez cercana, la de la santidad.
Esta cuestión además no entra en mi propósito. Sólo quiero decir que ambas
experiencias tienen, tanto la una como la otra, una intensidad extrema. Cuando
estas emociones que una nos acerca a los demás hombres y la otra nos aleja de
relativa en otros campos. La situación se agrava cada día: cada día se hace más
difícil adquirir la suma de los conocimientos humanos, puesto que esta suma crece
separadas y que la filosofía no es más que una experiencia entre otras. Cada vez
es más difícil que la filosofía sea la suma de los conocimientos, pero ésta ni
suma de las experiencias. Sin embargo, ¿qué significa la reflexión del ser humano
Creo que es lo que fue para Hegel. La experiencia erótica, al menos en las
una influencia más profunda: el erotismo no puede ser considerado más que
todo caso (y no tengo reparos en reconocer que en un punto tan oscuro la duda es
teológicos, así como del conocimiento del maestro Eckart y de Jacob Boehme, el
pudiera ser tarea de cualquiera, sin preparación particular. No digo que estuviera
especializada: al mismo tiempo que une, separa lo que une de la experiencia. Tal
obstante, sin entrar en una discusión filosófica, quisiera insistir en que los
despertar. Esta suma de los posibles, considerada como una operación sintética,
limitar lo posible que está ante mí, imponiéndome un trabajo especializado. Hablo
posible capricho. Me escapo a duras penas diciendo que hablo en el sentido del
capricho, sin ceder al deseo de entregarme a él, pero reconociendo el mayor valor
condición de la eficacia, y buscar la eficacia es lo que hace cualquiera que siente lo que le
falta. Hay en eso una confesión de impotencia, un humilde sometimiento
a la necesidad.
Es cierto que hay una lamentable debilidad en el hecho de querer tal o cual
del lado del capricho. El santo no busca la eficacia. Lo que le anima es el deseo, y
esencia de la filosofía, en cuanto ésta, como dije, es ante todo la suma de los
sentido, ¿es imaginable esta operación con el simple movimiento calculado que
los posibles cuando el interés prevalece sobre el capricho, que es otro nombre del
deseo?
ejemplo bajo un aspecto que ciertamente no se daba en los primeros tiempos (en
el paso del animal al hombre), y que por otra parte hoy se cuestiona, el de la
enfermizas, en los vicios, este tema siempre tiene un sentido. El vicio podría
considerarse como el arte de darse a uno mismo, de una manera más o menos
escuela sociológica francesa, aun cuando él no publicó nada sobre dicha teoría.
indicación, de paso. Así es como, en su Essai sur le Sacrifice, dice en dos frases
que los griegos consideraban el sacrificio de las Bufonías como el crimen del
Quiso la suerte que, lejos de ser un mero compilador, Roger Caillois fuese no sólo
capaz de exponer los hechos de forma convincente, sino de dotar sus desarrollos
exposición de Caillois, según el cual, entre los pueblos primitivos que estudia la
siendo el tiempo profano el tiempo ordinario, el del trabajo y del respeto de las
una obra que dediqué a las pinturas de la cueva de Lascaux, es decir, de hecho,
las del hombre de los primeros tiempos, el del nacimiento del arte, el que pasó
la prohibición con el trabajo. El trabajo existía mucho antes del nacimiento del arte.
debía implicar de entrada la existencia de un mundo del trabajo del que estaban
una parte, y por otra el homicidio, la guerra, la muerte, representan, para el mundo
trabajo, que pudo llegar pronto a ser colectivo. En relación con el tiempo del
siendo el trabajo mismo, frente a los momentos de emoción intensa en los que
de anulación.
El punto al que quiero llegar puede ahora, a mi juicio, aparecer en plena luz.
considerada como una operación sintética, que a mi juicio debe ser en primer
sólo la suma de ciertas experiencias definidas, que tienen como fin el conocimiento. Es
sólo la suma de los conocimientos. Excluye con buena
enferma. Es inconciliable con una posibilidad bohemia, una actitud desaliñada del
pensamiento que tal vez yo represento a los ojos de algunos de ustedes. Lo que
concertado y la disciplina, ¿no falta por otra parte la filosofía a su razón de ser
profunda, al menos si es, como dije, la «suma de los posibles considerada como
salida de la filosofía que no pudo instituirse sin la disciplina y que, por otra parte,
suma entera de los posibles, y esta suma es una síntesis, no una simple adición,
la disciplina, hubiera sido imposible alcanzar este punto, pero esta disciplina nunca
llega hasta el final. Esto es una verdad experimental. En todos los casos, el
cosas y que deja finalmente de ser una maleta, puesto que deja de abarcar los
de este desbordamiento.
la reflexión pausada, ya que por principio nos pone «fuera de nosotros». Es difícil
mayor parte del tiempo, fuera de sí. Estamos de nuevo ante la experiencia
humana esencial que desemboca en la división del tiempo en tiempo del trabajo y
Solemos olvidar que el juego de la filosofía es, como cualquier juego, una
puesto que la competición está abierta y que estoy tomando parte en ella. El
cambia nada. Si rehúso el juego, no lo rehúso enteramente, con esto basta. Estoy
comprometido pese a todo. Por lo demás hoy estoy hablando ante ustedes y esto
los demás hombres. No puedo tener en cuenta un solo instante el hecho de que
tiene la santidad. Cualquiera que sea la ilusión posible, cualesquiera que sean las
razones de esta impotencia, el erotismo es en principio lo que sólo tiene sentido para una
persona sola o para una pareja. El discurso no lo recusa menos que el
un instante el valor del erotismo pronto percibe que este valor es el de la muerte.
introducido esta noción para esquivarla. Volviendo a las nociones que antes me
esforcé por introducir, tengo que dejar claro que, en los límites del cristianismo, lo
que yo llamo la transgresión se llama el pecado. El pecado es una falta, algo que
no hubiera debido ocurrir. Consideremos en primer lugar la muerte en la cruz, es
sacrificio nos redime, aun cuando la Iglesia canta a propósito de la culpa, que es el
principio del sacrificio, el paradójico Félix culpa!, lo que nos redime es al mismo
solitaria, lo que sólo nos salva oponiéndonos a todos los demás, lo que sólo nos
maldición de la soledad. Por otra parte, la santidad nos aleja de la soledad, pero
con la condición de aceptar esta paradoja —felix culpa!— cuyo exceso mismo nos
son los que pueden gozar en la condena de la soledad! El acuerdo con sus
sólo salir de la soledad, sino acceder a una especie de equilibrio, escapando así
del desequilibrio primero, que tomo como punto de partida, el cual nos impide
esta convulsión final que nos arroja, en el extremo, a la muerte. Entre la santidad y
guerrero que el santo vive como si muriera. ¿No hay en esto una prodigiosa
inversión? Vive como si muriera, ¡pero con el fin de hallar la vida eterna! La
santidad es siempre un proyecto. Aunque tal vez no sea ésta su esencia. Santa
Teresa decía que aunque el infierno tuviera que tragarla no podía sino perseverar.
acuerdo al santo con la multitud, poner de acuerdo al santo con todos los demás
pensamiento común.
resuelta y los otros hombres, pero con la condición de no hablar. Este acuerdo se
simplemente que el discurso que va más allá del cristianismo tiende a negar todo
hablé antes, que hace la síntesis de todos los posibles, es la supresión de todo lo
desconfiar del lenguaje. Así pues, tengo que pedirles, al mismo tiempo, que
desconfíen de cuanto he dicho. No quiero terminar aquí con una pirueta, pero he
impracticable de forma rigurosa. No se trata por otra parte de introducir una nueva
ahí, no nos aparte del mundo (en el sentido en que, más allá de la Iglesia, o en
intención. He dicho que la disciplina, al encauzarnos por el camino del trabajo, nos
general, pero esta experiencia tiene a su vez su disciplina. En todo caso, esta disciplina es,
en primer lugar, contraria a toda forma de apología verbosa del
erotismo. He dicho que el erotismo era silencio, que era soledad. Pero no lo es
para aquellos cuya presencia en el mundo es por sí sola pura negación del
Estudio VII
Hegel
ligereza con la que suelen tratarse los escritos cuyo tema es la vida sexual. No
intensidad) y el dolor (que ciertamente la muerte apacigua, pero que primero lleva
(de la humanidad) una imagen igualmente alejada del placer extremo y del
extremo dolor: las prohibiciones más comunes afectan unas a la vida sexual y
otras a la muerte, de modo que ambas han formado un ámbito sagrado, que
pertenece a la religión. Lo más deplorable empezó a partir del momento en que
consideraron con gravedad mientras que las que se relacionaban con las
del destino, que quiso que el hombre se riese de sus órganos reproductores. Pero
esta risa, que subraya la oposición entre el placer y el dolor (el dolor y la muerte
Pauvert, 1956. Como en las ediciones anteriores, esta novela de Bataille aparece con el
seudónimo de Pierre Angélique. Hasta 1966, dos años después de la muerte de Bataille, no saldrá
Quiero precisar en primer lugar hasta qué punto son vanas las afirmaciones
triviales según las cuales la prohibición sexual es un prejuicio, del que ya es hora
placer no serían sino pruebas de falta de inteligencia. Esto es tanto como decir
que por fin deberíamos hacer tabla rasa y volver al tiempo de la animalidad, del
risa nos lleva por un camino en el que el principio que fundaba una prohibición en
una llamada que deseo que sea patética. No porque a mis ojos sea sorprendente
mentira, después de todo, ¡allá él! El hombre, que quizá tiene orgullo, está perdido
en la masa humana.
voluntad de abrir los ojos, de ver de frente lo que ocurre, lo que es. Y no sabría lo
que ocurre si no supiera nada del placer extremo, si no supiera nada del dolor
extremo.
nada y estamos en el fondo de la noche. Pero al menos podemos ver lo que nos
engaña, lo que nos impide conocer nuestro desamparo o, más exactamente, saber
que el gozo es lo mismo que el dolor, lo mismo que la muerte.
Aquello de lo que nos apartan estas risotadas, suscitadas por las bromas
reírnos al final, aunque entonces con una risa plena, que no se limite al desprecio
Para llegar hasta el final del éxtasis donde nos perdemos en el goce,
las formas de vivir. Pero la vista de la sangre o el olor a vómito, que suscitan en
que nos afecta más cruelmente que el dolor. No soportamos estas sensaciones
serpiente, por inofensiva que sea. Existe un campo en el que la muerte ya no sólo
precisamente por este a cualquier precio, por este a nuestro pesar por lo que se
maravilloso. Si no hay nada que nos supere, que nos supere a pesar nuestro,
que tendemos y que al mismo tiempo rechazamos con todas nuestras fuerzas.
primer lugar los místicos cristianos, han conocido del mismo modo. El ser nos es
dado en una superación intolerable del ser, no menos intolerable que la muerte. Y
puesto que, en la muerte, al mismo tiempo que el ser nos es dado, nos es quitado,
los que nos parece que morimos, porque el ser ya no está en nosotros más que
vemos lo que excede la posibilidad de ver lo que es intolerable ver, así como, en el
pensar?'
la plenitud de sus atributos, al mismo Dios: y este Dios, no obstante, es una mujer
pública, en todos los aspectos igual a cualquier otra. Pero lo que no ha podido
decir el misticismo (en el momento de decirlo, desfallecía), lo dice el erotismo:
Dios no es nada si no es superación de Dios en todos los sentidos; en el sentido del ser
vulgar, en el del horror y de la impureza; y finalmente en el sentido de
esto calla enseguida. O buscando la salida, y sabiendo que está atrapado, busca
todos los libros, cabe la posibilidad de que hagamos aún algunos descubrimientos.
voluptuosidad. El hombre no está limitado al órgano del goce sexual. Pero este
horror. Las imágenes que excitan el deseo o provocan el espasmo final suelen ser
otro es al principio una expresión deliciosa de la vida. El campo del erotismo está
de lo que es. De modo que en materia de erotismo, los ascetas son los que tienen
razón. Los ascetas dicen de la belleza que es la trampa del diablo: sólo la belleza,
indignidad que es la raíz del amor. No puedo examinar aquí en detalle los delirios
taimadamente el más violento, el que lleva hasta los límites de la muerte el ciego
noche. No hay motivo para conceder al amor sexual una eminencia que sólo la
vida posee plenamente, pero si no lleváramos la luz al punto preciso donde cae la
del ser en el horror? Puesto que el ser se pierde, que zozobra en el vacío
pérdida ilimitada, estamos de nuevo ante el triunfo del ser —que nunca pudo
Si nos falla el corazón, no hay nada más torturante. Y nunca faltará el momento de
la tortura: ¿cómo, si nos faltara, superarlo? Pero el ser abierto sin reserva —a la
muerte, al suplicio, al gozo—, el ser abierto y en trance de muerte, dolorido y feliz,
ya asoma en su luz velada: esta luz es divina. Y el grito que, con la boca torcida,
este ser, ¿en vano?, quiere hacer oír es un inmenso aleluya, perdido en el silencio
sin fin.
Conclusión
Si a mis lectores les interesaba el erotismo del mismo modo que les
problemática.
el más aislado.
Para aquel que no puede eludirlo, para aquél cuya vida se abre a la
experiencia de los místicos). De modo que está situado en la cima del espíritu
humano.
Si el erotismo está en la cima, la interrogación que coloco al final de mi libro
erotismo.
definido de mi libro: pasan del erotismo a la filosofía, pero justamente creo, por
una parte, que el erotismo no puede reducirse, sin ser mutilado, al aspecto
separado del resto de la vida que tiene en la mente de la mayoría. Por otro lado, la
conjunto de los factores del pensamiento, de los factores que nos ponen en juego
en el mundo.
lenguaje.
movimiento analítico.
que se nos escapa en forma de proposiciones dependientes una de otra, sin que
aparezca un conjunto al que cada una de ellas remita. Vivimos con la atención
puesta en este conjunto oculto tras la sucesión de las frases, pero no podemos
hacer que la plena luz sustituya al parpadeo de las frases sucesivas.
siquiera plantearla.
¡Esta apertura a todo lo posible, este anhelo que ninguna satisfacción material
Buscamos una cima. Cada cual, si quiere, puede renunciar a la búsqueda. Pero la
humanidad en conjunto aspira a esta cima, que es lo único que la define, lo único
Esta cima, este momento supremo, es distinto del que persigue la filosofía.
lenguaje de tal modo que jamás le sucede el silencio. De modo que el momento
suprema cuya respuesta es el momento supremo del erotismo —el silencio del
erotismo.
Renuncio a extenderme en este punto. Pero la filosofía que discurre (que no sabe
conferencia asistía Jean Wahl, que después me hizo la siguiente objeción (yo
erótico): «... Uno de los participantes debe tener conciencia de la continuidad. Bataille nos
habla, Bataille escribe, es consciente, y, en el momento en que es
conciencia se oculta.
Escribía hace un rato: «en ese momento de profundo silencio —en ese
momento de muerte...».
¿Qué sería de nosotros sin el lenguaje? Nos hizo ser lo que somos. Sólo él
filosofía, accede a la cima del ser. La cima del ser sólo se revela por entero en el
Notas
Introducción
psicología no es, en efecto, más que un saco vacío. Ya lo sé; juego, por el
violencia) son muy antiguas. Ahora bien, profano y sagrado son palabras del
lenguaje irracional.
dejó muestras de dibujo alguno; en cambio, ya desde los primeros tiempos del
2. L'Homme et le sacre, 2.
, 640 páginas.
nos ha hecho, nos declara a menudo y nos da a entender que no puede dejarnos
por mucho tiempo ese poco de materia que nos presta, que no debe permanecer
para otras formas, lo vuelve a pedir para otras obras. Esta reincorporación
continua del género humano, quiero decir los niños que nacen, a medida que
avanzan parecen empujarnos con el hombro y decirnos: Retiraos, ahora nos toca
a nosotros. Así, tal como vemos pasar a algunos por delante de nosotros, otros
Capítulo V. La transgresión
1. L'Homme et le sacre, 2.a ed., Gallimard, París, 1950, cap. IV, «Le sacre
3. Ibíd.
páginas 125-168.
comportamiento animal tal como lo determina el instinto, por más dificultad que
En 1955 había renunciado a proponer mi propia hipótesis (cf. OC, t. IX, páginas 60
Montespan, que pertenecería al paleolítico superior tardío (H. Breuil, Quatre cents
siécles d'art parietal, Montignac, 1952, págs. 236-238), podría sugerir una
ceremonia parecida a un sacrificio de ese animal. Los sacrificios rituales, por parte
de los cazadores de Siberia o los aino del Japón, del oso que han capturado,
tienen, me parece, caracteres muy arcaicos. Podría existir un parecido entre ellos
5. Entre los aztecas, a quienes les eran familiares los sacrificios, hubo que
establecer sanciones para quienes no soportaban ver a los niños que eran
sociedad. Pero la actividad del organismo se nos escapa: siempre existe una
de calorías del organismo para asegurar que, o bien se hacen en el sentido del
hace que la energía sea apropiada para el desarrollo de las funciones sexuales,
pubertad precoz podría, aunque es dudoso, coincidir con una detención del
crecimiento.
(Uranus, Gallimard, págs. 151-152), que tiene el mérito de representar las cosas
con una banalidad que nos las hace próximas, inmediatamente sensibles. Esta es
la frase final: «La visión de esos dos pequeños burgueses prudentes, mezquinos,
como soberano que era de su territorio, para ese servicio, no era, como se
1. Pág. 94.
1950), págs. 35-72. Este texto de Caillois fue publicado en Histoire genérale des
Mauss consideran la magia como religiosa, al menos lato sensu. La magia suele
7. En Fusées, III.
corazones, que lo supera. Puedo decir sin embargo que el erotismo negro se
que era el pecado, pero, en el pecado, todo, al final, se escabulle; al goce le sigue
continuidad del ser. A partir de ahí se hace accesible una lucidez extática, ligada al
Pero ahí está la experiencia que designa en Dios el medio para salir de ese delirio
al cual pocas veces llega el amor de Dios, que designa en Dios al «Buen Dios»,
alcanza el amor de Dios es en verdad la muerte de Dios. Pero por ese lado no
podemos conocer nada que sea el límite mismo del conocimiento. Eso no significa
que la experiencia del amor de Dios no nos dé las más verdaderas indicaciones.
He querido dar una visión de conjunto coherente del erotismo, pero no su cuadro
atracción hacia la muerte, del frenesí sexual con el cuidado de los hijos.
Segunda parte. Estudios diversos sobre el erotismo
Estudio I. Kinsey, el hampa y el trabajo
una realidad aislada, semejante a la de los demás hombres a los que considero
desde fuera, y sólo he podido distinguir a los otros hombres en la medida en que
los autores, que creyeron que afirmando este carácter natural zanjaban el
problema.
5. ¿Qué es, en cierto sentido, la clase soberana sino el hampa feliz, que
comprensión.
Editores, Barcelona, 1991], que escribió en la cárcel, fue donde esbozó por
primera vez el cuadro de una vida soberana, que era una vida de crápula, de
entre los montones de objetos esparcidos por el patio lo que les pareció digno de
propio Sade dijo que había derramado «lágrimas de sangre» por una pérdida que
versión más libre, publicada por cuenta del autor en 1797, y reeditada en 1953 en
en Jean-Jacques Pauvert, con una versión distinta del presente estudio como
prefacio.
popular la dice y repite sin que jamás se oiga una protesta: «En el corazón de todo
4. Dio a su estudio un título algo llamativo: Faut-il brüler Sade? (¿Hay que
estudio tomó la forma de una obra efectista, cuyo movimiento exagera a veces los
hechos.
7. Lévi-Strauss remite (op. cit., pág. 609, n.°l) a A. L. Kroeber, «Tótem and
Taboo» en Retrospect.
10. Ibíd.
12. Op. cit., pág. 66. L'Essai sur le Don, de Marcel Mauss, cuya primera
recientemente en un primer volumen que reúne algunos de los escritos del gran
Universitaires de France, 1950). En La part maudite (Ed. de Minuit, 1949) [La parte
maldita, Icaria, Barcelona, 1987], expuse detenidamente el contenido del Essai sur
19. Hay en este punto una evidente exageración: hoy día, las situaciones
los mismos hombres primitivos la suerte del soltero era siempre igual.
peso indiscutible.
20. Op. cit., pág. 64.
21. Ibid.
287
25. Ibíd.
27. No creo que Claude Lévi-Strauss comparta este horror. Pero no estoy
seguro de que perciba todas las consecuencias del paso del pensamiento que se
filosofía (aunque tras el término de filosofía, no hay a menudo más que una
particulares).
actividad sexual.
transgresión.
1. Pido disculpas por añadir aquí que esta definición del ser y del exceso
el exceso es aquello mismo por lo que el ser se halla primero, ante todo, fuera de
todos los límites. El ser se halla sin duda también dentro de los límites: estos
límites son los que nos permiten hablar (yo hablo también, pero al hablar no se me
Estas frases metódicamente ordenadas son posibles (lo son en gran medida,
estoy atado; nunca caigo en la servidumbre, sino que reservo mi soberanía, sólo
escribiría, pero esta mano que escribe está muriendo y por esa muerte a la que
está prometida, escapa de los límites aceptados al escribir (aceptados por la mano
¡Señalad con una piedra ardiente el día en que leáis esto, vosotros que os habéis
quemado las pestañas leyendo los textos de los filósofos! ¿Cómo podría
expresarse el que los hace callar, si no es de un modo inconcebible para ellos?
mismo día en que percibe que le falla el suelo que pisa, se le dice que pierde pie