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Carl Gustav Jung

Carl Gustav Jung. Figura clave en la etapa inicial del psicoanálisis; posteriormente,
fundador de la escuela de psicología analítica, también llamada psicología de los
complejos y psicología profunda.

Se le relaciona a menudo con Sigmund Freud, de quien fuera colaborador en sus


comienzos. Carl Gustav Jung fue un pionero de la psicología profunda y uno de los
estudiosos de esta disciplina más ampliamente leídos en el siglo veinte. Su abordaje
teórico y clínico enfatizó la conexión funcional entre la estructura de la psique y la de sus
productos (es decir, sus manifestaciones culturales). Esto le impulsó a incorporar en su
metodología nociones procedentes de la antropología, la alquimia, los sueños, el arte, la
mitología, la religión y la filosofía.

Jung no fue el primero en dedicarse al estudio de la actividad onírica. (Perteneciente o


relativo a los sueños. Lo onírico puede referirse al contenido de los sueños o a las
vivencias o estudios relacionados con ellos; De carácter paranormal, manifestado durante
el sueño. Estrechamente relacionado a las premoniciones) No obstante, sus
contribuciones al análisis de los sueños fueron extensivas y altamente influyentes.
Escribió una prolífica obra. Aunque, durante la mayor parte de su vida, centró su trabajo
en la formulación de teorías psicológicas y en la práctica clínica, también incursionó en
otros campos de las humanidades: desde el estudio comparativo de las religiones, la
filosofía y la sociología, hasta la crítica del arte y la literatura.

Biografía
Actividad en el campo de la psiquiatría
Historia de la psiquiatría

Ante la pregunta «¿qué sucede en la enfermedad mental?», Jung se encontrará por


entonces, dado el estado de avance de la disciplina a inicios del siglo XX, con una labor
de abstracción de la personalidad enferma y un reduccionismo dirigido a diagnósticos,
descripción de síntomas y estadísticas.

La psicología del enfermo mental y su correspondiente individualidad implícita eran


inexistentes.

De ahí que el posterior encuentro con Sigmund Freud le ayudase a revertir dicha
tendencia, sobre todo a través de la psicología de la histeria y del sueño. Freud insertaba
en la psiquiatría cuestiones de la psicología, aun siendo realmente neurólogo.

Será en este contexto donde comience a elaborar y aplicar su famosa prueba de


asociación o experimento de asociación de palabras que lleva su nombre, recordando con
ello el caso de una joven melancólica e infanticida, diagnosticada de esquizofrenia o
dementia praecox grave. El resultado obtenido catorce días después fue el alta
hospitalaria y que nunca más fuera internada.

Recapitula Jung diciendo que la verdadera terapéutica comienza con la investigación de


la historia personal secreta de la persona aquejada por su enfermedad; su averiguación
debe remitir al profesional hacia lo consciente, pero también, y sobre todo, a lo
inconsciente, con lo que el ensayo de asociación, la interpretación de los sueños y el
contacto humano con el paciente son de vital importancia. Todo diagnóstico debe ir
acompañado por tanto de dicha historia personal antes de recabar en la correspondiente
solución psicoterapéutica.

En 1905 se doctoró en psiquiatría, pasando simultáneamente a ser médico jefe de la


clínica psiquiátrica de la Universidad de Zurich durante cuatro años, hasta su renuncia en
1909, debido al exceso de trabajo. Conservaría sin embargo su cargo de profesor auxiliar
hasta 1913. Por entonces focalizaba su interés en psicopatología, psicoanálisis y la
psicología de los pueblos primitivos.

Se interesó a su vez en la hipnosis, así como en las figuras de Pierre Janet y Théodore
Flournoy.

El caso de la dama de cincuenta y ocho años aparentemente curada milagrosamente de su


parálisis dolorosa en la pierna izquierda y en su espalda, convenció a Jung de la
inoperancia real de la hipnosis al descubrir que ésta podía explicarse en su mayor medida
por la teoría de la transferencia. Y es que la madre proyectaba en la figura del
psicoterapeuta el ideal de un hijo aquejado psíquicamente y que además se ubicaba en la
propia clínica.

El hecho de obrar a ciegas, y su consecuente incertidumbre, además de incluir una


postura directiva indeseada, hizo que Jung, al igual que hiciera Freud, descartase la
hipnosis como método terapéutico, y se dirigiese hacia la interpretación de los sueños y
de otras manifestaciones de lo inconsciente.

De 1904 a 1905 fundará en la clínica psiquiátrica un laboratorio de psicopatología


experimental, de donde surgirán tanto la prueba de asociación como los experimentos
psicogalvánicos, siendo posteriormente invitado en 1909, por la Universidad de Clark, a
exponer sus trabajos. También Freud sería invitado de modo independiente, recibiendo
ambos el grado de Doctor honoris causa.

Psicología analítica

Enfatizará Jung la imposibilidad en dar una respuesta terminante acerca del método
analítico o psicoterapéutico ideal. La terapéutica en cada caso es distinta debiendo surgir
la curación del propio paciente de manera natural.

La psicoterapia y los análisis son tan distintos como los mismos individuos. Yo trato a cada
paciente lo más individualmente posible, pues la solución del problema es siempre personal. Las
reglas válidas en general sólo se pueden formular cum grano salis
Es más prioritaria la comprensión individual que la confirmación teórica, y como el
propio análisis individual del psicoterapeuta, o análisis teórico, huyendo nuevamente de
una aplicación metodológica aprendida. Se tendería así hacia la asimilación del
conocimiento humano inmerso en un horizonte donde el alma incluye el mundo y sus
concepciones colectivas dispersas en el espacio y en el tiempo. De lo contrario, la
persona analizada perdería un fragmento de su alma, del mismo modo que el analista el
fragmento de su alma que no aprendió a conocer. En definitiva, el analista debe dejar que
su análisis le afecte personalmente, descartando metodologías e incrementando su propia
autenticidad.

A dicha autenticidad debe unírsele el hecho de que muchos casos podrán alcanzar la cura
sólo si existe una entrega o renuncia absoluta a uno mismo, «entregarse con todo su ser»;
el psicoterapeuta deberá decidir si implicarse o encerrarse en su propia autoridad.

Dada su implicación ineludible, no solamente debe atender la transferencia del paciente,


sino también su correspondiente contratransferencia, es decir, cómo reacciona él mismo
al proceso conjunto con el analizado, y todo ello desde dos vertientes:

1. A nivel consciente.
2. A nivel inconsciente, observándose a sí mismo, sus propios sueños, etc.

De todo ello depende el éxito o fracaso del tratamiento, de ahí que cada terapeuta debería
tener a su disposición el control ejercido por una tercera persona, para recabar así otro
punto de vista. El mismo Jung alecciona a disponer «un padre o una madre confesora»,
preferentemente mujer debido a su «mayor capacidad para ello, su excelente intuición y
oportuna crítica. Ven aspectos que el hombre no ve».

La relación entre analista y paciente puede generar en determinadas ocasiones fenómenos


parapsicológicos, sobre todo ante la existencia de transferencia por parte del analizado, o
una identificación inconsciente entre ambos

No siempre es correcta la cooperación del psicoterapeuta con el paciente y sus afectos, a


veces es necesaria una intervención activa

Frecuentemente se habla de psicoanálisis junguiano, pero la denominación más correcta


para referirse a esta teoría y a su metodología es Psicología analítica o de los complejos.
Aunque Jung era reacio a fundar una escuela de psicología —se le atribuye la frase:
Gracias a Dios, soy Jung; no un junguiano—, de hecho, desarrolló un estilo distintivo en
la forma de estudiar el comportamiento humano. Desde sus primeros años, trabajando en
un hospital suizo con pacientes psicóticos, y colaborando con Sigmund Freud y la
comunidad psicoanalítica, pudo apreciar de cerca la complejidad de las enfermedades
mentales. Fascinado por tales experiencias (y estimulado por las vicisitudes de su vida
personal) dedicó su obra a la exploración de estas temáticas.

De acuerdo con su postura, para captar cabalmente la estructura y función del psiquismo,
era vital que la psicología anexara al método experimental (heredado de las ciencias
naturales), los hallazgos provistos por las ciencias humanas. El mito, los sueños y las
psicopatologías constituirían un espectro de continuidad, manifestando in vivo rasgos
singulares, que operan sistemáticamente en las profundidades de la vida anímica
inconsciente. Sin embargo, para Jung, lo inconsciente es, por definición, incognoscible.
Lo inconsciente es necesariamente inconsciente— ironizaba. De acuerdo con esto, sólo
podría ser aprehendido por medio de sus manifestaciones.

Tales manifestaciones remiten, según su hipótesis, a determinados patrones, a los que


llamó arquetipos. Jung llegó a comparar los arquetipos con lo que en etología se
denomina patrón de comportamiento (o pauta de comportamiento), extrapolando este
concepto, desde el campo de los instintos a la complejidad de la conducta humana
finalista. Los arquetipos modelarían la forma en que la conciencia humana puede
experimentar el mundo y autopercibirse; además, llevarían implícitos la matriz de
respuestas posibles que es dable observar, en un momento determinado, en la conducta
particular de un sujeto. En este sentido, Jung sostenía que los arquetipos actúan en todos
los hombres, lo que le permitió postular la existencia de un inconsciente colectivo.

El hombre accedería a esa dinámica inconsciente en virtud de la experiencia subjetiva de


estos símbolos, la cual es mediada profusamente por los sueños, el arte, la religión, la
mitología, los dramas psicológicos representados en las relaciones interpersonales, y los
propósitos íntimos. Jung sostenía la importancia de profundizar en el conocimiento de ese
lenguaje simbólico para consolidar la preeminencia de la consciencia individual sobre las
potencias inconscientes. En tono poético, sostenía que este proceso de individuación
(principium individuationis) sólo es viable cuando se ha dado respuesta a la pregunta:
¿Cuál es el mito que tú vives?. Consideraba, por otra parte, que estos aspectos de la vida
anímica están relativamente marginados del sistema de creencias de la mentalidad
moderna occidental.

Ninguna ciencia sustituirá jamás al mito, y no se puede crear un mito a partir de ninguna ciencia.
Porque no es que «Dios» sea un mito, sino que el mito es la revelación de una vida divina en el
hombre. No somos nosotros quienes inventamos el mito, sino que éste nos habla como una
Palabra de Dios.

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