Todos conocen la historia, el programa del loco Valdés y un chiste lo retiran de la televisión, la agresión humorística a un héroe de nuestra historia marcan el fin de la carrera del locuaz personaje. Pero la historia no se queda ahí, hay situaciones más graves, agresiones, amenazas, asesinatos y despidos por faltar a la ética de una empresa en particular o por instrucción de un sistema que copia antiguas prácticas con tintes de ley mordaza. No todos podrán decir que México ha avanzado en materia de libertad de expresión. Tan sólo hay que darle una leída a las leyes recientemente aprobadas y ver en ellas cómo poco a poco se va coartando la libertad que tanta sangre ha costado. En un país como México, la legalidad debe ir acompañada de una eficiente acceso a la información, sin ella la legalidad será tan sólo una quimera para los mexicanos que ansiamos que nuestro país sea una nación de respeto a las leyes. Pero las autoridades quieren seguir actuando bajo la sombra de la desinformación, autorizando a aquellos medios de comunicación que son complacientes con la figura de autoridad. Pareciendo que los medios fuertes en el país responden a intereses económicos, que los gobiernos usan para controlarlos y manejar líneas editoriales cómodas para el poder. De acuerdo con los informes anuales de la Red Mexicana de Protección a Periodistas y Medios de Comunicación, se encontró que hasta 2006, se registraron más de 525 actos de presión contra periodistas y medios de comunicación, además de que se presentaron 52 casos de demandas, 44 periodistas fueron citados a comparecer ante las autoridades y 34 fueron detenidos. Una práctica que en el sexenio de Fox, se acentuó fue recurrir instancias judiciales, lo que se convirtió en una forma de presión para el ejercicio periodístico. Es el terror a la información, un derecho que debemos defender como ciudadanos de un país democrático. Sin información no hay una verdadera democracia. Debe ser el contrapeso cuando los últimos dos gobiernos han manejado presupuestos record para que los medios repitan discursos amañados sobre la situación real del país. En el Informe Situación de la Libertad de Expresión en México, 2000-2007 menciona que las reformas a la Ley Federal de Radio y Televisión y a la Ley Federal de Telecomunicaciones contravienen los mínimos estándares de libertad de expresión y derecho a la información al poner las frecuencias para concesiones a subasta ascendente provocando que solo los grupos con mayor poder económico puedan acceder a ellas; propicia una mayor concentración de la que ya de suyo existe en el país, al permitir que los concesionarios puedan dar servicios agregados de telecomunicaciones sin pasar por un proceso de licitación; refrenda a perpetuidad las frecuencias otorgadas por el Estado. En el caso de los permisionarios entre los que se encuentran las emisoras comunitarias hace mucho más profunda la discrecionalidad de la autoridad para la obtención de frecuencias, estableciendo un procedimiento casi policiaco, y cancela toda posibilidad de que puedan contar con recursos económicos para su subsistencia, condenándolos a su desaparición ante el inminente proceso de convergencia tecnológica que tendrá un costo millonario, contraviniendo las recomendaciones tanto de la honorable Comisión Interamericana de Derechos Humanos como del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Es notable cómo las relaciones de poder en México presionan a los medios de comunicación para que la libertad de expresión se dé sólo con su aprobación y bajo su agrado. El acceso a la información y la libertad de expresión deben ser derechos por los que los mexicanos debemos luchar sin tregua para lograr un país cada vez con mayor respeto a la legalidad. Sobre todo por aquellos que detentan el poder. Ya que su poder se legitimará conforme haya una sociedad mejor informada.