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“GRAN CUADRO HISTÓRICO, POLÍTICO, GEOGRÁFICO,

INDUSTRIAL Y RELIGIOSO DE L CIUDAD DE TLAXCALA Y DEL


ESTADO DE SU MISNO NOMBRE”
FORMADO POR: PEDRO LARREA Y CORDERO; 1886, DEL ESTADO
DE TLAXCALA. MANDADO LEVANTAR POR EL GOBERNADOR DEL
ESTADO Y DELINEADO POR PASCUAL ALMAZÁN.
(TEXTO)

PARTE RELIGIOSA.- La religión, la política y la economía, dice un


escritor, son 3 elementos que principalmente forman el carácter de una
nación; de modo que, sin conocerlos, es imposible tener una idea exacta
del genio, de las inclinaciones y de la ilustración que la distinguen.

La religión de los antiguos chichimecas o tlaxcaltecas, de que ligeramente


voy a tratar en este lugar, era un tejido de errores, de ritos supersticiosos
y crueles. Estas flaquezas del humano espíritu, son consiguientes a un
sistema de religión cuyo origen es el miedo o el capricho: ejemplos de ello
tenemos en las naciones más cultas de la antigüedad; pero si se
comparan unas y otras, se observará que la de los tlaxcaltecas y
mexicanos era menos supersticiosa y ridícula que la de los antiguos
griegos y romanos; éstos multiplicaban excesivamente sus dioses a causa
de la idea desventajosa que tenían de su poder; reducían a estrechos
límites su imperio; atribuíanles crímenes los más atroces, y solemnizaban
su culto con execrables impurezas. Los números de mexicanos y
tlaxcaltecas era menos imperfecto, y en su culto aunque supersticioso no
intervenía ninguna acción contraria a la honestidad.

Tenían alguna idea, aunque imperfecta, de un ser supremo, sobrenatural,


absoluto a quien creían debían tributársele obediencia, adoración y amor.
No tenían figura para representarlo porque lo creían invisible, ni le daban
otro nombre que el genérico de Teotl. Creían que había un espíritu
maligno al que llamaban Tlacaecolotl

Acerca del alma, creíanla inmortal y tenían 3 lugares para las almas
separadas del cuerpo: uno para los guerreros que morían peleando, otro
para los que caían en manos de los enemigos, y otro para las mujeres
que morían de parto. Creían, además, que las almas de los nobles
animaban después pájaros hermosos y canoros y cuadrúpedos
generosos; pero las de los plebeyos pasaban a los escarabajos y otros
animales viles. Creían que las almas de los niños sacrificados a Tlaloc
(dios del agua), iban a un sitio fresco y ameno, llamado Tlalohcan (con
este nombre se conoce un lugar poético y delicioso en la montaña
matlalcueitl o Malintzi, perteneciente a Tlaxcala).
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Los dioses de los tlaxcaltecas eran trece, pero solo haremos mención,
aunque muy ligeramente, de los más notables.

Tezcatlipoca (espejo reluciente): era el dios mayor: dios de la providencia


y del mundo.
Quetzalcoatl (sierpe llena de plumas): dios del aire (en las cercanías de
Tlaxcala existe un árbol de célebres tradiciones; se dice que bajo de su
sombra predicó Quetzalcóatl y que con tener más de 400 años no se le ha
visto crecer ni secarse; este árbol lo hemos visitado). Los naturales le
llaman Yonocuahuitl, que quiere decir palo huérfano; y en efecto, no hay
árbol semejante por aquellos contornos.
Tlaloc (dios del agua): este ídolo se creía el más antiguo de todos los de
aquella tierra. Cuentan los historiadores nacionales que se hallaba en el
cerro Matlalcueitl, a donde iban en peregrinación no solo los tlaxcaltecas,
sino todas las naciones del Anáhuac, a implorar su protección.

Ya hemos dicho que hay un lugar llamado Tlalohcan donde hemos


visitado las ruinas grandiosas del templo dedicado a este dios, y cuyo
ídolo existió según Clavijero, hasta la época de la conquista; pues el
obispo Zumarraga lo mando hacer pedazos.

El dios más reverenciado de los tlaxcaltecas era Camaxtle, a quien hacían


solemnísimas fiestas, precedida de ayunos y grandes penitencias. “A este
ídolo (dice el padre Durán) lo tenían por el dios de la Caza y llamábanle
Camaxtle porque fue el primero que dio modos y manera de cazar y por
haber sido diestro y astuto en el arte, y el primer señor que los
Chichimecas Tuvieron; y así en México ni en Texcoco no tenían este ídolo
ni le celebraban Fiesta”, cuatro o seis años antes de la venida de los
españoles a la tierra del Anáhuac, pretendió el Rey Motecuzoma robar a
los huexotzincas y tlaxcaltecas este ídolo, pero no lo pudo conseguir.

Siguiendo en parte la relación del padre Duran, la efigie de este ídolo era
de madera preciosa, del tamaño natural de un hombre corpulento,
cabellera larga, frente y ojos negros y en la cabeza una corona de
plumas; en las narices tenía atravesada una piedra de un berilo y
brazaletes de plata en los molledos con tres flechas engastadas en oro;
debajo del brazo izquierdo unos cuernos de conejo y en la mano derecha
una esportilla de red, donde llevaba la comida al monte, y en la izquierda
el arco y flechas. Tenía puesto un braguero muy rico, y el cuerpo lo tenía
todo manchado de rayas blancas. El templo en que estaba este ídolo era
hermosísimo, de cien gradas de alto, y tan suntuoso y rico que excedía al
de la ciudad de México, así en hermosura y galanica como en riqueza.

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En la cúspide del cobertizo de dicho templo había una figura de mono. El
interior era suntuoso y estaba tapizado de ricas mantas de plumaje, y
joyas y aderezos. A los pies del ídolo estaba una canastilla que contenía
unos pedazos de flechas, unas plumas y un tizón, y era tan reverenciado
esto como el vaso de mirra de Aarón, la vara y las tablas de la ley de
Moisés que guardaban los Israelitas en el tabernáculo.

El pequeño espacio de que disponemos para esta relación, nos impide


seguir los curiosísimos detalles del padre Duran respecto al numen
Tlaxcalteca, y para terminar diremos que este hombre deidificado así,
influyó en el modo de ser de aquellos pueblos “formó” sus costumbres y
“determinó” su destino.

No podemos prescindir de consignar enseguida la curiosa relación que


hace Muñoz Camargo de la terrible batalla y cerco que los Huexotzincas y
sus aliados pusieron a los tlaxcaltecas.

Nuestro fin es demostrar más y más la influencia que el Numen


Tlaxcalteca ejercía sobre aquellos pueblos; pues esta sangrienta batalla
de que salieron triunfantes los tlaxcaltecas, determinó el asiento de su
república.

La curiosa relación dice así:


Dueños los Chichimecas del territorio de los olmecas y xicalancas, y
haciendo su asiento principal en el Tepeticpac, empezaron h hacerse
poderosos y temidos aún de las tribus sus aliadas que, envidiosas,
empezaron a conspirar contra ellos. Los que habitaban las tierras bajas,
haciéndose fuertes, pusieron tan fuerte cerco al Tepeticpac, que los
chichimecas tuvieron que pedir auxilio a los Texcocanos. Esta guerra
comenzó el año de 9 pedernales, y fue cuando se puso cerco a la
inexpugnable ciudad de Tlaxcala que hizo grandes fortalezas, fosos,
albarradas y defensas enormes en el cerro Tepeticpac, que inmortalizó su
nombre. Los chichimecas tenían fe ciega en su dios Camaxtle, que les
auguró debían vencer.

Entre tanto pasaba esta gran discordia y guerra civil entre los chichimecas
de las tierras bajas del Tepeticpac, el señor de Huexotzinco Huiteuctli se
confederó con los primeros pidiendo auxilio a los mexicanos, reinando en
México Matlalihuitzin; pero este rey envió sus fuerzas con orden de solo
presenciar el combate, dándoles aviso de esta disposición a los
tlaxcaltecas, de lo que se holgaron mucho, tomando mayor brío para
resistir a los Huexotzincas.

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Los tlaxcaltecas hicieron grandes penitencias retirándose al templo de
Camaxtle, quien les aconsejaba buscasen una doncella que tuviera una
teta más grande que otra la cual trajeron al templo, dándole un brebaje
que provoco la salida de una gota de leche que depositaron en un vaso
llamado de dios, hecho de una piedra como azabache que llamaban los
naturales teotetl, (piedra de dios), y puesto este vaso con la leche y
rodeado de arpones, cañas lengüetas, varas y nervios de venado, en
ofrenda delante del altar de Camaxtle.

Lo cubrieron con ramas de laurel e hicieron sacrificio de papel cortado,


espinas beleño y perfumes, codornices y conejos, y el gran sacerdote
incensaba el altar día y noche por espacio de tres días durante el sitio.
Viendo que los sitiadores avanzaban más sobre ellos y que Camaxtle no
obraba el milagro, se afligieron los chichimecas, hasta que una noche
presenciaron que los arpones se armaban solos, que se emplumaban las
saetas y el contenido del vaso se derramaba en torrentes de espuma
blanca corriendo sobre el altar.

En estos momentos ya el cerco de los Huexotzincas y aliados se había


estrechado de tal manera, que los chichimecas estaban rodeados por
completo de enemigos. Los campos y cerros de Xolotempan, que es junto
al barrio de S.Nicolás y en Totolac (iglesia de S.Juan), y todo el llano
hasta la fuente de Panotlan y el barrio de Teotlalpan donde está la emita
de la purificación y el barrio que es ahora de S. Marcos Cotlanzinco, y
finalmente, toda la redondez de la tierra de Tepeticpac estaba cerca de un
anillo de escuadrones.

Comenzó el combate con gran alarde y gritería: los chichimecas se vieron


muy apurados con tan gran número de enemigos; horrible fue la matanza,
y tal el numero de saetas, piedras y dardos, que se oscureció el sol en
aquel lugar. Entretanto el gran sacerdote seguía orando y animando a los
capitanes, hasta que levantándose tomo un arco y una flecha y saliendo a
la puerta del gran templo, la disparó a los enemigos y luego sobrevino una
espesa niebla y oscuridad espantosa y se mataban los enemigos unos a
otros; entonces el sacerdote derramó el último contenido del vaso sobre el
cuerpo exánime de un prisionero sacrificado, y los sitiadores se vieron
acometidos con tanto denuedo por sus enemigos que empezaron a huir
despeñándose en las barrancas y fosos que quedaban llenos de
cadáveres y casi no escapó uno de los huexotzincas.

Los mexicanos que presenciaron llenos de pavor esto, se retiraron al


cerro Tlamacaztlal lo cual pasó el año de 9 pedernales. Terminada esta
sangrienta guerra, los comarcanos se apresuraron a formar alianza con
los chichimecas, y desde esta época empezó su grandeza. Fundaron su

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asiento principal en el célebre cerro de Tepeticpac, donde aún se
conservan vestigios de las inexpugnables fortalezas de los chichimecas.

Quetzalcóatl (dios del aire): el que según las tradiciones afirman era un
hombre blanco, barbudo y que usaba túnica alba como la nieve (por lo
que algunos historiadores creen que el apóstol santo tomas, y otros un
obispo cristiano) había determinado la venida de los hombres como él,
que debían sojuzgar a todas las naciones de aquel nuevo mundo, y que
empezaron a cumplirse de una manera inexplicable y misteriosa.

Según afirman las tradiciones de principios del siglo XVI, aparece una
cruz brillante en el cielo; los tlaxcaltecas se azoran, preguntan a sus
oráculos el significativo de tales señales; pero los oráculos enmudecen y
los numenes pierden su poder por completo...... de allende los mares
surge una flota misteriosa...... aparecen los hombres barbudos, y como
impelidos a cumplir un mandato misterioso, penetran en las selvas
vírgenes y en los olvidados desiertos del nuevo mundo.

Aquellos hombres son tenidos por dioses que manejan el rayo, y en sus
estandartes y armas traen un signo misterioso que esta formado para
estar sobre todas las eminencias..... la cruz, pero ellos vienen con mirada
codiciosa y sobre moustros que todo lo atropellan.... se atraen por el
halago o por la amenaza a todas las naciones cuyo territorio pizan... la
casualidad les ha dejado abiertas las puertas del territorio de la República
Tlaxcalteca. (La única entrada que tenían la muralla que resguardaba los
confines de la república con Ixtacanaztitlán, estaba desguarnecida).

Ellos entran a las poblaciones azoradas e indefensas; los ofrecimientos


de paz, el fuego, la sangre, la destrucción y el engaño les habrían pasta
hasta llegar a la ciudad capital de la nación, que por decretos
inescrutables debía ser el azote y la causa de destrucción del imperio más
poderoso del Anáhuac... fuera de aquella falange destructora, ¡cosa
extraña! viene un elemento de paz........ el origen del crucificado,
representado por un humilde fraile cuyas palabras de mansedumbre y
seguridad, desarman muchos golpes contra la raza inocente sojuzgada
terriblemente. Este ministro de paz, es conocido en la historia con el
nombre de padre Olmedo.

Los descendientes de Camaxtle se hallan fascinados y doblegan la cerviz


al suave yugo de una religión que aunque traída entre los horrores de la
devastación del fuego y de la sangre, toda ella es paz y caridad...

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Los ídolos caen al golpe del hacha del conquistador, y en cada parte que
cae un soberbio ídolo, se levanta sencilla y humilde la insignia de la
redención del género humano, se levanta una cruz.

El amor y la caridad del evangelio del evangelio conmueven el corazón de


aquel pueblo y la noble cabeza de la hija del hombre más poderoso de
aquella nación, se baña con las aguas regeneradoras del bautismo
cristiano. Los guerreros y el pueblo se doblegan ante los conquistadores
por la promesa tentadora de vengar antiguos agravios, contra lo que por
espacio de largos años les privan de sal, cacao, de plumas, de oro... y se
someten ciegos a la esclavitud ante estos hombres sin corazón, sirviendo
de instrumento a grandiosos designios...

Aquel pueblo presta ciego un gran contingente de sangre; caen sus


ídolos, se destruyen sus templos, y hasta las suntuosas moradas de sus
grandes señores... Muere el único héroe que tenía aquel pueblo:
¡Xicohténcatl!.

La conquista de México se consuma. Entonces el pueblo instrumento,


desechado y diseminado por toda la tierra... las cenizas del dios Camaxtle
son también esparcidas a los cuatro vientos.

He aquí como refiere Muñoz Camargo este acontecimiento D. Gonzalo


Tlachpanquizcatzin, inmediato descendiente de Tlahuexolotzin, tenía
escondidas en su casa las cenizas de Camaxtle, ídolo muy venerado
entre los naturales de esta provincia y teníales cubiertas en su casa en un
oratorio que tenía, pasaba con ellas gran inquietud y trabajo,
sucediéndole grandes alteraciones y desgracias, y grandes calamidades
en sus haciendas porque el demonio lo fatiga y el no osaba descubrirse a
nadie ni decir el mal que tenía en su casa, escondido con hacerle tan mal
vecindad y compañía; mas viniéndose a confesar una semana santa con
el reverendo padre Don Diego Olarte de la O. de S.F. descubrió a este
santo varón cómo tenía escondidas en su casa las cenizas del ídolo
Camaxtle, y que no lo había osado descubrir por su reputación y porque
no le tuvieren por mal cristiano, e que agora que había conocido a dios y
extendiendo la burla y engaño en que vivían y en la que vivieron sus
antepasados y que por eso agora se lo descubría y que mirase y viere
que le mandaba hacer de aquellas reliquias de su idolatría, que el estaba
muy obediente a todo lo que mandase.

El buen religioso le mandó que se las trayere y que no le quería absolver


ni bendecir hasta traellas; ansi dice fue dicho Don Gonzalo
Tlachpanquizcatzin y las entregó y luego l padre Olarte en su presencia y
de muchas gente las quemó y derramó por el suelo con gran menosprecio

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de ello y predicó con grandes exhortaciones al D. Gonzalo, el cual tuvo
gran dolor y arrepentimiento, y llanto y lloró de sus culpas y pecados, y
ansi aquella semana propia, jueves santo, estando disciplinándose ante
una imagen de nuestra señora, expiró y dio el anima a dios N.S. después
de haber confesado y comulgado lo hayaron muerto y de rodillas ante la
imagen de nuestra señora en el hospital de la asunción, y este es el fín
que tuvieron las cenizas de este ídolo.

Humillado y pesaroso murió el último depositario de las cenizas de tan


reverenciado dios de aquellas naciones, y este fue el fín que tuvieron las
reliquias del que había sido caudillo, padre y dios de los chichimecas.

HISTORIA ECLESIÁSTICA

Sabido es y afirmado por los historiadores que en el pequeño ejercito de


Hernán Cortés venía de capellán del mismo ejército el padre Juan Díaz,
del que solo se ocupa la historia al hablar de los bautizos de los primeros
neófitos americanos, hablando de la noble hija de Maxixcatzin que tomó al
recibir la nueva religión el nombre de Elvira, pareciendo ser que ésta
noble joven fue la primera que se bautizó en la Nueva España; pero de
quien se ocupa más la historia de la conquista el del padre Olmedo, varón
santo, prudente y virtuoso que comenzó la verdadera conquista espiritual
de los naturales de Tlaxcala y México, y que según Orozco Berra, fue el
que catequizó e inició por convencimiento a Maxixcatzin y al viejo
Xicohténcatl a abrazar la religión cristiana. Ponemos en seguida al insigne
varón illmo. Sr. Fray Julián Garces, primer obispo de Tlaxcala y de Nueva
España.

Informada la corte de España de los descubrimientos hechos en la


península de Yucatán por D. Francisco Hernández Cordoba en 1517,
ocurrió a la santa sede para que erigiese en ella un obispado con el título
de “Carolense”, accediendo el Sr. León X, que entonces gobernaba la
iglesia a solicitud del emperador en 27 de enero de 1513; escribió la bula
“Sacri Apostolatus Ministerio”, haciendo aquella erección en la iglesia
parroquial de nuestra señora de los remedios, bajo la misma advocación.

Electo para esta sede el ilustrísimo señor D. Fray Julián Garcés, primer
obispo de Cuba, no llegó a tomar posesión de ella por haber abandonado
los españolas este lugar; pero siguiendo los españoles sus correrías por
el nuevo mundo y hecha la conquista del Anáhuac por Hernán Cortés,
Carlos V, en virtud de las facultades que les concedió el Sr. Clemente VII
en sus letras de 13 de octubre de 1525, despacho provisional real con

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fecha 19 de septiembre de 1526 señalando en Tlaxcala y su distrito, los
límites de la iglesia carolense de que ya se ha hablado.

Concluyo la rección de esta diócesis su primer obispo el ilustrísimo Sr...


Fray Julián Garces, estando para embarcarse en granada a 3 de octubre
de 1526. Se dio por titular la inmaculada concepción de María con arreglo
al concilio III mexicano.

En el año de 1527 el día 3 de diciembre, en la santa e improvisada


catedral de aquella diócesis de Tlaxcala, consagró el Sr. Garcés al Sr.
Juan Zumarraga primer obispo de México.

La primera escuela que hubo en las “indias” fue puesta por el illmo. y V.
prelado, lleno de virtudes y que todo mexicano debe bendecir su
memoria, murió el año del señor de 1524, sus cenizas descansan en el
convento de santo Domingo de Puebla. De uno de los más célebres
santuarios de México, nos vamos a ocupar en seguida: Al O. de la ciudad
de Tlaxcala se halla el santuario de Ocotlán, donde antes estuvo el
pequeño templo de S. Lorenzo, sobre la sima de las colinas que circuyen
la ciudad.

El templo es de un cañón y un crucero, el presbiterio tiene de alto 14


varas, 9 de ancho y 6 de fondo; la capilla mayor 9 vs. cuadradas, los
costados de fondo 3 vs. y 14 de alto: somborrio o cúpula 21 vs.; esta
tallada y dorada, tiene en las pichinas cuatro columnas y ángeles de
cuerpo entero.

Esto es del templo antiguo; y desde la concha es lo que hizo el Lic. D.


José Manuel Ponce de León; el cañón tiene 18 vs. de largo y 32 de
ancho, los pilastros y cornisas son talladas y tienen canastillas de flores
graciosamente sueltas. La concha con que se amplia el cañón está
dorada y repartida en 4 óvalos, y abajo de las pinturas, repisas que sirven
de altar a estas; tienen 17 ventanas. Las torres de esbelta figura
filigranadas y de orden churrigueresco, tiene 46 varas de alto hasta el
remate de las veletas: la portada del santuario es un perfecto colateral; en
medio tiene una ventana que la tapa en parte una estatua de San
Francisco que sostiene tres grandes globos y en uno de los cuales esta la
imagen de la Purísima; tiene asimismo estatuas de los santos arcángeles:
y en el remate entre resplandores un triangulo, su fabrica es de talla con
perfectos tamaños.

El camarín es un ochavo que se entiende en 9 vs., tiene zoclo y de veces


sirven unas repisas a las 8 columnas que sustentan otros tantos arcos, y
esos a la cúpula o clave; entre las calles y lienzos que representan la vida
de la virgen; bajo el trono un zoclo con 4 nichos en los que están los
evangelistas, cuyas cabezas son de marfil, y en medio un sagrario, la
cornisa vuela todo el ochavo y ensima de las columnas y el remate de

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ellas hay tres Ángeles con los atributos de la virgen. En medio de los
puntos 7 ventanas y otras al presbiterio, y sobre ella la cornisa que
sustenta la cúpula, en la que están 8 imágenes de santos doctores
marianos. Remata con un cielo dorado y finos colores de rocicler. Ha
sufrido reformas de importancia este templo que contentan perfectamente
con el gusto moderno que fueron costeadas por la señora Josefa Zavalza,
vecina de México.

La inauguración del templo reformado por la Sra. Zavalza se celebró el


día 27 de octubre de 1854, con asistencia del obispo de Puebla, ulmo. Sr.
D. José M. Luciano Becerra, que hizo la solemne consagración, y
depositando las reliquias de los cuerpos de San Lorenzo y San Crecencio.

La imagen de la virgen de Ocotlán es muy venerada no por solo de los


Tlaxcaltecas que la declararon patrona de la ciudad de Tlaxcala, sino de
infinidad de ciudades y pueblos en sus contornos de más de 40 leguas.
Está colocada sobre una paena, cincelada como también el trono: figura
estar colocada en un repisón que representa un floripondio despuntado,
todo de 7 varas de altura terminado en un sagrario cuya puerta representa
el nacimiento de Jesús debajo de nieve delicadamente trabajado todo
esto es de plata con peso de 600 marcos.

Sigue la puerta baja un Cristo, ramilletes, estabanco, blandones atriles y


frontales, todo de plata. El colateral sube hasta la bóveda, es de buen
gusto y obra de Francisco Miguel.

Para concluir daremos en seguida la noticia de los capellanes que han


servido el magnífico santuario. 1670 Lic. D. Juan Escobar.- 1691 Lic. D.
Francisco Fernández de Silva.- 1716 Lic. D. Manuel Loaizaga.- 1758 Lic.
D. Manuel Ponce de León.- 1767 Dr. D. José Meléndez.- 1784 Lic. D.
Juan Antonio Miranda.- 1787 Lic. D. Antonio Pineda.- 1791 Lic. José
Muñoz Siliceo.- 1803 Dr. D. Juan Vázquez.- 1803 Lic. D. Andrés Fajardo.-
1828 D. Mariano Ramiro.- 1829 D. Pedro Rodríguez Lantea.- 1834 D.
Manuel Mariano Soto.- 1843 D. Pablo José de Lira.- 1846 D. José de
Jesús Ochoa.- 1862 D. José Trinidad Mayorga.- 1868 D. Manuel Ramírez
Arellano.- 1875 a 1876 Fray Manuel Salamanca; y de 1876 a nuestros
días el Señor Don Ignacio Rodríguez Rebollado.

NOTA:

FALTAN: la parte histórica en seis apartados romanos; las notas; Las


biografías de tlaxcaltecas célebres; los Monumentos antiguos; Gobierno;
y la relación de gobernantes. –se tiene, todo, en proceso de captura-.

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