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2- Londres

Los primeros rayos de sol de la mañana penetraban en la habitación de Emily, al


filtrarse por los pequeños huecos de la persiana. Ella dormía en la cama que una vez
más, solo ocupaba su cuerpo. La fiesta había durado hasta bien pasadas las cuatro de la
mañana y las prisas al llegar a casa hicieron que se olvidase de quitarse el vestido para
dormir. El reloj de mesa marcaba las nueve de la mañana cuando su móvil sonó y la
despertó al instante.

− ¿Qué querrá este?-se preguntó medio durmiendo cuando vio el nombre del
inspector Jorge en su pantalla. Aun así cogió e móvil

− Mi queridísima Evans-dijo el inspector antes de que Emily pudiera hablar.

− ¿Qué quiere inspector?

− En estos momentos estoy dirigiéndome a tu casa. Hoy marchas. Por si no te


acuerdas aceptaste el caso ayer.

− ¿Bueno y que tiene que ver el caso con marchar?-dijo confusa.

− Se me olvidó decírselo. Ya sabes de tanta fiesta al final siempre se te olvida lo


más importante.-dijo irónicamente- El caso es en Londres y desde ayer usted se
comprometió a realizarlo, así que hoy su vuelo despega dentro de tres horas.

− ¿Está loco? No pienso dejar a mi hijo aquí, además no tengo nada preparado.

− No se preocupe por su hijo. Hemos pagado a asistentas de lujo para que lo


cuiden en su ausencia. Y por su ropa tampoco se preocupe. Ayer mandé a
algunos de mis hombres para que guardasen todas sus pertenencias y las trajeran
al avión. Como ve solo falta usted.

− ¿Y si me niego a última hora?-dijo levantándose de la cama para verificar que su


armario se encontraba completamente vacío.

− Será despedida.-dijo el inspector rotundamente- Ahora ya no puede tirarse atrás.

− Está bien-dijo no muy convencida- Le esperaré aquí.

Al colgar el teléfono, lanzó el móvil contra la cama de la rabia contenida. “Me la


han jugado” pensó “Lo tenían todo planeado y ahora no me queda más remedio que
acceder”. Salió de la habitación con paso acelerado hasta llegar a la habitación de su
hijo para ver que todo estaba bien. Para su alegría, el chico dormía como un tronco.
Cerró con suavidad la puerta para no despertar a Mario y con paso aun más veloz que el
de antes se introdujo en el baño. Se desvistió de aquel lujoso vestido blanco sin pensar
en lo caro que le había costado y lo tiró al suelo con un gesto de nerviosidad. Una vez
salida de la ducha volvió a la habitación para ponerse algo de ropa, pero al llegar
recordó que toda su ropa se la habían llevado ya al aeropuerto, por lo tanto se tuvo que
conformar con un conjunto amarillo chillón que le habían regalado para su último
cumpleaños, el cual guardaba debajo de la cama porque no le gustaba nada. Por último
bajó al piso de abajo para desayunar y esperar a que fueran a por ella.

El inspector no tardó mucho en llegar y al entrar en la casa empezó a chillar sin


ningún miramiento, provocando que Mario se despertase y bajara del cuarto.

− ¡Vamos Evans!-dijo gritando- El mundo te necesita.

− Si ya voy-dijo cogiendo la última tostada que le quedaba en el plato.

− ¿A dónde vas mamá?-preguntó Mario al ver que su madre se iba sin decirle
nada.

− ¿Ya estás despierto cariño?-dijo acercándose al niño.

− Me han despertado las gritos de este señor-dijo señalando al inspector.

− Bueno pues entonces, quédate viendo la tele hasta que vuelva la abuela.-dijo
dándole un beso en la frente- La mamá se tiene que ir unos días fuera del país
pero te prometo que volveré antes de que te hallas dado cuenta.

− Yo no quiero que te vayas-dijo el niño llorando.

− Ni yo cariño, pero ya sabes el trabajo me necesita. Y si sale todo bien esta será la
última vez que tu madre trabaje-añadió para la sorpresa del niño.

− ¿Enserio?-dijo el niño emocionado.

− Enserio.- afirmó Emily- Cuídate mucho Mario-dijo dándole un último beso antes
de marcharse por la puerta.

− No te preocupes-dijo el niño con una sonrisa- Estaré bien.

Las lágrimas brotaron de los ojos de Emily al cerrar la puerta de su casa, dejando
al niño atrás. Sin decir ninguna palabra al inspector, cruzó el jardín hasta llegar al coche
que le esperaba en el mismo lugar que la noche anterior. Para su sorpresa el mismo
chofer que la noche anterior le había aconsejado, se encontraba al volante del coche.

− Parece que no se encuentra mejor que ayer-dijo al ver a la mujer llorando.

− No es nada. Solo que me cuesta abandonar esto.-dijo Emily- Muchas gracias por
lo de ayer, sus palabras me fueron de gran ayuda.

− No hay de que jovencita-dijo el chofer al mismo tiempo que el inspector entraba


en el coche sentándose en el lugar del copiloto.
− Vamos arranque este coche de una puta vez Sergio-ordenó el inspector- Vamos a
llegar tarde ya que a la madre le ha dado por echarse unas lagrimitas con su hijo.

− ¡Basta ya inspector!-reaccionó Sergio.

− Usted concéntrese en conducir que para eso le pago-dijo severamente- No quiero


más reproches y más pérdidas de tiempo.

− Si señor-dijo arrancando el coche sin rechistar a las ordenes de su jefe.

El trayecto fue bastante seco. Nadie se atrevió hablar después de la bronca de


Jorge y así llegaron por fin al aeropuerto. Emily bajó del coche sin escuchar los gritos
del inspector y directamente fue a la terminal donde se suponía que debía coger el
vuelo. No estuvo mucho rato esperado ya que pronto vio aparecer al conde Howard y a
su mujer Margaret.

− Señorita Evans-dijo el conde- Encantado de volverla a ver.

− ¿Cuándo podremos embarcar en el avión?-se limitó preguntar.

− Nuestro vuelo ya está listo. Venga conmigo.

El conde condujo a Emily por unos pasillos que ella no conocía y poco después
se encontraron con una puerta donde se podía leer “terminal H-12”. Era una terminal
privada para la gente con dinero como el conde, pero Emily no se molestó en preguntar
y siguió al conde a través de la terminal, hasta llegar delante de un avión de unas
dimensiones increíble. El avión era de un color azul y poseía dos grandes motores en
cada una de sus enormes alas. Emily se quedó boquiabierta al ver tan inmensa
estructura, pero una llamada del conde hizo que recuperara el aliento y subiese por las
escaleras. Una vez ya dentro del avión el conde le ofreció asiento a la joven detective.

− Un avión increíble- remarcó Emily mientras tomaba asiento en primera clase.

− Vale su peso en oro.- rió Howard- Espere aquí hasta que despeguemos, tengo
que ir hablar con el piloto- finalizó desapareciendo de la vista de Emily.

Al minuto de irse el conde, los motores del avión empezaron a girar y aunque le
avión se veía muy seguro, Emily nunca había perdido el miedo a volar. Emily apretaba
los puños fuertemente contra los reposabrazos a la vez que tragaba saliva
constantemente para intentar calmarse. El avión encaró la pista de despegue y empezó a
acelerar hasta que segundos después ascendía por el aire dejando atrás la ciudad de
Madrid. Emily había superado el despegue mejor de lo que se pensaba, pero aun así
tuvo que comerse un chicle de biodramina para no marearse en el viaje hasta Londres.

Howard tardó en llegar bastante a donde se encontraba Emily, pero traía consigo
un archivador negro con una etiqueta en la que se podía leer en grande la letra K.
− Perdón por mi tardanza-se disculpó- estaba buscando esto.-dijo refiriéndose al
archivador- Son todos los casos en los que se ha identificado la presencia de K
durante los últimos tres años y por supuesto los tres de este mes-añadió.

− Este asesinato es el primero de este mes-dijo Emily leyendo la fecha del 1 de


febrero de 2011- Una chica encontrada muerta en su casa.

− Su nombre era Lisa Gray, una chica de 25 años licenciada en derecho en la


universidad de Harvard. En principio se dedujo que se trataba de un suicidio ya
que la puerta estaba cerrada con llave y ninguna ventana se encontraba abierta ni
forzada y la única llave de la casa la tenía en el bolsillo. Aunque al verla mejor,
observamos enrojecimientos en todo el cuello y arañazos por todas sus ropas así
que no nos quedó otra que aceptar el asesinato.

− ¿Dijisteis que K dejaba siempre una marca? ¿Cómo lo relacionáis en este


asesinato si no dejó marca alguna?

− Al levantar a la mujer del suelo, la marca se encontraba marcada con sangre.

− ¿Y el arma homicida?

− Pensamos en una cuerda, pero la madre de la chica nos dijo que su hija siempre
llevaba una cadena de plata colgada del pecho que no se encontraba en el cuerpo
de la víctima.

− Por lo tanto es de creer que el asesino la mató con el collar y después se lo


quedó- concluyó Emily.

− Es de suponer. Pero todavía hay una cosa que nos has preguntado señorita.

− ¿Cuánto tiempo llevaba muerta?

− Muy rápida Evans.-dijo Howard- La muerte es aproximada a las 11 de la noche


de ese mismo día.

− Curioso que un asesino ataque a esas horas-dijo irónicamente.

− Normalmente sí, pero mire esto-dijo enseñándole el caso del día dos.

− Es encontrado un hombre muerto en un parque Hyde Park.

− Anthony Cleves, 43 años, trabajaba en una empresa de tejidos. Un simple


empleado cuya vida no era muy buena que se diga-dijo enseñándole la foto del
hombre- Muerto a las 7 de la tarde, por envenenamiento. Tampoco se encontró
el arma homicida pero a la víctima se le encontró en el cuello un pinchazo de
algo. Parece que le introdujo arsénico en el cuerpo y murió al instante.

− ¿Nadie vio el asesinato?-preguntó extrañada.


− Por extraño que parezca el cuerpo lo encontró un perro al día siguiente y nadie
afirma haber visto nada.

− ¿La marca de K?

− En su perro. El hombre murió mientras estaba paseando al perro que tampoco


sobrevivió al acto.

− Los dos asesinatos no tienen ninguna similitud-razonó- y por lo que veo en estos
archivos-dijo sosteniendo otros casos de K- esta persona siempre se regía por un
orden o secuencia para asesinar a sus víctimas y en estos casos nada me
concuerda.

− Pues el tercero le resultarás más asombroso todavía-dijo entregándole unos


nuevos papeles.

− Saly Briznan una mujer de 32 años, profesora de instituto de Liverpool que vino
de excursión con su clase a Londres.-dijo Emily leyendo- Murió en el baño de
una cafetería. Muerte por asfixia. ¿No se sabe nada más?

− No. El cuerpo lo encontró la otra profesora que entró posteriormente al baño al


ver la tardanza de su compañera .Mas o menos las 8 de la tarde. Lo único que
cambió en este caso fue la marca de K-añadió Howard- En vez de en Sangre
como estábamos acostumbrados, utilizó tiza para marcar en la pared su crimen.

− Entonces K tuvo que estar en la cafetería posteriormente.

− Nadie de los presentes se acuerda de algún tipo sospechoso.

− Esto es peor de lo que me imaginaba-pensó en voz alta- Ninguna similitud en los


tres asesinatos y lo peor son los cabos sueltos de cómo entró en la casa y el
asesinato en el baño de aquella cafetería.

− Ya le dije que este no es un caso como los que se había sometido anteriormente.

− Me gustan los retos difíciles-dijo cogiendo de nuevo las estadísticas de antiguos


casos-pero esto es inhumano.

− ¿A qué te refieres?

− Si nos damos cuenta en antiguos asesinitos-dijo enseñándole a Howard una


página- K nunca ha asesinado a alguien tres días seguidos y siempre llevaba una
secuencia como he dicho antes. ¿Lo ve? El primer año solo mataba los días
impares, descansando uno de ellos, el cual cada vez era uno distinto siguiendo
un orden descendente, es decir primero descansaba un 7 sábado pues a la semana
siguiente que actuaba, descansaba un 19 Jueves.
− Impresionante, nadie había llegado a eso, pero le recuerdo que no lo hacia todas
las semanas.

− Si cuenta de 7 Sábado a 19 Jueves hay una semana vacía por lo tanto solo
actuaba las semanas pares ya que el próximo descanso fue el Martes 31.

− Según el informe dejó de actuar dos meses, Abril y Mayo.

− Eso es porque solo asesinaba los meses que eran múltiplos de tres como pone
aquí Marzo, Junio, Setiembre y Diciembre. Y si se percata se dará cuenta que el
primer día que descansó en Junio fue el 1 Lunes que es el siguiente día impar al
31 Martes de Marzo. Y así volvería hacer la rueda

− Espectacular.-dijo asombrado Howard. La chica había visto aquella secuencia


solo con una lectura del papel y lo había clavado- Dime entonces señorita Evans
¿Cómo se rige la secuencia del segundo año?

− Es mucho más fácil que la del primero- dijo ante el asombro del conde- Se
basaba en los ciclos lunares-dijo cogiendo un bolígrafo y un papel- Como se
sabe la luna está tres días en la fase de llena, 11 en la de menguante, 3 más en
creciente y una vez más 11 días en creciente y así vuelve a repetirse
constantemente el ciclo lunar. Enero de 2010 empezó el día 1 con luna llena y
esta fase estaba en su segundo día. Su primer asesinato fue el dos de Enero por
lo tanto era el tercer día de luna llena-dijo mientras dibujaba un esquema para
que el conde lo entendiera mejor- Así después atacó el segundo día de luna
menguante es decir el día cuatro. Después sus asesinatos cedieron hasta el
primer día de luna Nueva y como le explico aquí y podrá ver cae el día 14.
Según el gráfico acierto en los tres casos y concuerda a la perfección.

− Pero el próximo asesinato es el día 19. No tiene nada que ver con la luna.

− Si se da cuenta-dijo señalando el dibujo- Es el tercer día de luna creciente y una


vez más el ciclo se repite seguidamente. El segundo día de luna llena y el
primero de luna menguante y así sucesivamente volviendo a empezar. 3, 2, 1.

− 3, 2, 1.-dijo razonando el conde- Espectacular de nuevo señorita Evans.

− Con esto quiero concluir que K está volviendo a utilizar alguna secuencia para
estos asesinatos, pero el haber atacado tres días seguidos y descansar uno no me
dice nada-dijo cruzando los brazos.

− Lo averiguará-concluyó- Valla recogiendo estos papeles. Quédeselos e investiga


fondo los tres últimos casos. Hay que averiguar dicha secuencia.

Howard se levantó del asiento y volvió a marcharse del lugar mientras Emily
seguía leyendo y ultimando algunos posibles detalles, pero no le sirvió de nada y así
pasó el viaje. El aterrizaje fue relajado y para sorpresa de Emily un sol radiante cubría la
capital Inglesa en pleno Abril. Bajó del avión cargando el archivador consigo, pero al
verla uno de los guardias le prestó su ayuda y le cogió la pesada carpeta. Como no se
tenía que preocupar de las maletas, ya que se suponía que se las llevaban a la casa donde
se tenía que hospedar, siguió de nuevo al conde por todo el aeropuerto. Aunque el
aeropuerto era mucho más grande que el de Madrid el conde supo dirigirse a la salida y
en menos de cinco minutos ya se encontraban en el coche que llevaría a Emily hasta su
nuevo hogar. El tráfico de Londres estaba muy congestionado y para llegar del
aeropuerto a New Bond Street 12, la calle en la que se encontraba el piso de Emily,
tardaron más de 2 horas en las que Emily no paraba de preguntar donde se encontraban.

El lugar no era nada del otro mundo, sino una finca cualquiera que se encontraba
en una calle pequeña de Londres. El conde Howard dejó a la chica delante de la casa y
se despidió de la detective marchándose de lugar. Ella abrió la gran puerta de metal del
portal de la casa y para su desesperación aquella finca no tenía ascensor. Su puerta se
encontraba en el tercer piso, así que poco a poco subió las escaleras hasta llegar a la
habitación. Rodó la cerradura de aquella puerta y al entrar se quedó alucinada. Un
cuarto inmensamente grade se presentaba delante de sus ojos. Tenía forma cuadrangular
con una cama a la derecha de la puerta una tele de plasma en frente de la cama, además
de un armario enorme con toda su ropa ya colgados de dicho armario. Pero lo que más
le sorprendió fue el escritorio que tenía delante de ella. Contenía todo lo necesario para
estudiar e investigar los casos y los crimines en casa. “Que pasada” pensó antes de
entrar en el lujoso baño que se encontraba al lado del armario. Un mármol de color ónix
cubría las paredes del baño con un toque de jaspe rosa en el centro de cada baldosa. Una
bañera de hidromasaje se encontraba a la izquierda del baño con sus grifos de color
dorado y sus distintos aromas de distintos olores de todo el mundo posados sobre una
estantería arriba de la bañera. “Esto es como vivir en un mini palacio. Voy a ver la
cocina”. Recorrió el piso entero para llegar a la otra punta donde se encontraba una
cocina que no era tan lujosa como el resto del piso pero que aun así tenía una cantidad
muy amplia de utensilios de concina. Aunque cuando fue abrir la nevera se percató de
que no tenía comida, así que se cambió de ropa rápidamente y marchó en busca de
algún lugar para comprar algo de comer.

Emily encontró pronto un supermercado al girar la primera esquina de la calle.


Era bastante pequeño y no tenía mucha variedad de productos, pero por el momento
Emily parecía conformarse. Compró lo necesario para preparar la cena de aquella
noche, pero cuando fue a pagar recordó que no había cambiado el dinero de la cartera de
euros a libras, así que no le quedo más remedio que preguntarle al único hombre que se
encontraba en el local en aquel momento. Era de estatura media un poco más alto que
ella, pelo corto moreno y bastante atractivo. Emily se acerco por detrás y cuando se
encontraba a sus espaldas le tocó con el dedo su espalda y dijo.

− ¡Oye tú!

− ¿Me hablas a mí?-dijo el chico dándose la vuelta.


− ¿A quién sino?-replicó Emily- Estamos solo tú y yo en este local.

− Bueno vale-dijo dudando- ¿Qué quieres entonces?

− Es que bueno acabo de llegar aquí a Londres y me olvidado de coger las libras y
solo tengo euros-dijo enrojecida- M…Me dejarías dinero para p…poder comprar
algo de comer-tartamudeó nerviosa.

− No te pongas nerviosa guapa. No te voy a morder-dijo riendo.

− Ya claro una estupidez por mi parte, pedirte dinero que chorrada-cada vez las
mejillas de Emily se enrojecían más-Da igual mañana ya vendré otra vez.

− Seguro que quieres dinero o ¿has visto a un hombre como yo y no has podido
resistirte a mis encantos? Pareces nerviosa-dijo antes de que Emily se marchara.

− No enserio-dijo aun más roja- Solo era dinero, pero.

− No digas más-dijo el chico- ten. Ya me los devolverás-sonrió.

− G…Gracias-dijo cogiendo el billete de diez libras y marchándose hacia la caja.

− ¡Rubia!-dijo el chico siguiéndola- Es una grosería pedirme dinero y no


presentarse-dijo cogiéndola del brazo- Yo soy Mike Klein.

− ¿Klein?-soltó Emily con una sonrisa en la cara- ¿Cómo el de los calzoncillos?

− Si. Bueno mucha gente me lo recuerda.-dijo llevándose la mano derecha a la


cabeza- ¿Y tú? ¿Cómo te llamas?

− Emily-dijo recogiendo la comida en bolsas para marcharse- Ha sido un placer.


Gracias otra vez por el dinero-dijo marchándose avergonzada del local.

− ¡Espera Em!-gritó Mike saliendo detrás de ella.

− ¿Qué quieres ahora Mike el de los calzoncillos?-dijo burlándose.

− Bueno me preguntaba si querrías venir con migo a un partido de futbol. Resulta


que tengo dos entradas para pasado mañana pero el amigo que tenía que venir
conmigo le ha surgido un problemita y no puede venir. Así que he pensado que
podrías venir y así me devuelves el dinero-dijo sacando dos entradas.

− No se-dijo dudando- Es que estoy liada con el trabajo y eso ¿sabes?, pero
intentaré encontrar un hueco-dijo cogiendo una de las dos entrada.

− Perfecto entonces-dijo Mike sonriendo- Adiós Em.

− Hasta otra Mike Klein-puntualizó devolviéndole la sonrisa.


Emily subió a su piso con una felicidad enorme, lo que había sentido hace un
instante había sido vergüenza de hablar con aquel chico y además el chico le había
invitado a un partido de futbol. Ella sabía que no es precisamente el lugar más
romántico donde llevar a una chica pero por un principio se conformaba. No había
sentido nada igual desde que estaba con su difunto marido y la sensación de placer le
recorría por las venas pensando en un solo nombre “Mike Klein, el de los calzoncillos”
recordó una vez más para sí misma. Preparó la cena con la comida que había comprado
en el supermercado y de repente se percató de que no sabía ni qué partido iba a ver el
sábado por la noche ni donde se celebraba dicho partido. Tan solo esperaba que el
trabajo no le impidiese faltar a la cita.

Eran ya casi las diez y media de la noche. Emily pegaba cabezadas mientras
intentaba sacar alguna pista más sobre el caso K leyendo una y otra vez los informes de
los tres últimos asesinatos. Pero el cansancio podía con ella y decidió irse a la cama,
pero en el momento en el que se quitaba la camiseta el móvil le sonó. El conde Howard
le estaba llamando y viniendo de él las más malas sensaciones recorrieron el cuerpo de
Emily.

− ¡Emily!-dijo nervioso.

− Dime Howard.

− Te necesitamos en Little Arrgyl Street. Ha habido un nuevo asesinato.

− Enseguida voy-dijo volviéndose a poner la camiseta- Esperarme ahí.

La chica salió apresurada del edificio sin saber donde se encontraba el lugar
donde su el conde Howard le había indicado así que paró un taxi y le dijo la dirección.
Llegó al lugar del crimen antes de lo que imaginaba y como una flecha pasando a través
de los cordones de la policía llegó hasta donde se encontraba el conde Howard.

− ¿Qué ha pasado?-preguntó acalorada la joven detective.

− K ha vuelto atacar-dijo con un rostro firme.

− Lléveme a la escena del crimen. Quiero ver el cadáver y todo lo que hay a su
alrededor y lo más importante que a nadie se le ocurra tocar algo.

− Sígame-dijo Howard entrando en “Arrgyl house”- Bryan Arthur, 54 años,


vigilante de seguridad de este edificio, hora aproximada de la muerte las 9 de la
noche-dijo mientras subían las escaleras que conducían al segundo piso.

− ¿Quién vio el cadáver?

− Su compañero de seguridad. Eran las únicas dos personas que estaban en esta
casa. Parece ser que K entró por la terraza y mató a la víctima de un cuchillazo.

− No muy práctico por su parte-dijo Emily extrañada


− ¿Cómo ha burlado a las cámaras de seguridad?

− Nadie lo sabe. Como siempre K perfecto con sus planes.

− ¡Se ha dado cuenta conde! Está claro que cada vez que ataqué será en intervalos
de una hora-cayó Emily- primero el hombre en el parque a las 7, después la
mujer del baño a las 8 y por último el guardia de seguridad a las 9.

− Se equivoca la licenciada en derecho murió a las 11 de la noche.

− ¡O eso es lo que quiere que creamos!-reaccionó.

− ¿Qué quiere decir?

− La hora estimada de la muerte se sabe por la temperatura del cuerpo y el


momento en el cual se ha enfriado, pero hay maneras de que un cuerpo estando
muerto conserve la temperatura de cuando se encontraba vivo.

− Déjese de tonterías Emily. No creo que el asesino piense las horas de sus
asesinatos-dijo enfadado- Ya hemos llegado.

La habitación se encontraba a oscuras y solo quedaba iluminada por la luz que


traspasaba por la ventana. Hacía mucho calor en aquella habitación, parecía como si la
calefacción estuviera enchufada. A parte de eso un charco de sangre se podía observar
en el centro de la habitación y un poco más adelante se encontraba el cuerpo muerto en
el balcón de la habitación.

− Perdona que le contradiga su última afirmación conde-dijo Emily- Es la segunda


vez que el asesino utiliza el mismo truco para intentar confundirnos con la hora
de la muerte. Ha programado la calefacción de la sala para mantener el cuerpo
caliente y así cuando lo encontrásemos mañana pareciese que hubiera muerto
más tarde. Pero ha tenido el error de irse pensando en que el sujeto estaba
muerto y este con un deseo por vivir ha conseguido llegar al balcón y pedir
ayuda. Su muerte en el ambiente natural de la calle ha significado que nosotros
pudiéramos estimar la hora de la muerte en caso contrario, el asesino se habría
salido con su plan y nos hubiera engañado.

− Excelente deducción, pero ¿por qué piensa lo mismo del caso de la chica?

− Porque ya le dije que ha K le gusta llevar una secuencia, pero su descanso de


ayer me rompe todos los cálculos que tenía pensados hasta ahora. Por cierto la
marca de K está marcada en la pared con una navaja o un cuchillo lo que verifica
la teoría del arma homicida.

− ¿Qué vas hacer ahora Emily?

− Por lo pronto investigar mi teoría de la calefacción y después me centraré en el


caso de la señora del baño. ¡Este caso no se me va a escapar!- exclamó.
− Por cierto, Emily. Hemos contactado con otro de los mejores detectives del
mundo. Necesitará su ayuda.

− Me gusta más trabajar a solas-dijo yéndose de la escena del crimen.

− ¿Dónde va?- le recriminó Howard.

− A mi casa. Ya no tiene sentido que este más tiempo aquí. Mañana volveré al
trabajo-dijo para finalizar.

Emily salió del recinto con una buena sensación, ya que por poco que fuera
había descubierto uno de los trucos del increíble K. El día había sido muy duro para la
joven mujer, a pesar de la felicidad de haber quedado con un chico, otro asesinato había
ocurrido en Londres y ya era el cuarto del mes. Emily no encontraba sentido a 4
asesinatos tan seguidos y peor todavía quedaba la incógnita del día 4 en el que no se
produjo ningún crimen. Tal vez K había dejado de seguir un orden para matar, pero de
lo que estaba seguro es que cada vez lo hacía en intervalos de una hora y si se
demostraba su teoría todo encajaría y el próximo homicidio sería a las 10 de la noche.

Emily se acostó en la cama pensando todavía en el caso. La cama era inmensa


para una persona solo y entre tanto asesinato pensó en invitar algún día a Mike a su
casa. “Bueno lo importante es que el sábado a las 8 tengo que acudir a Wembley para la
final de la copa inglesa sea como sea” siguió pensando “Mañana será otro día”. Después
de dar algunas vueltas en la cama, apagó la lámpara de su cuarto y cerró los ojos con la
ilusión de despertarse al día siguiente para poder ir al supermercado y verle de nuevo.

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