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EL JOVEN DISCÍPULO DE UN FILÓSOFO SABIO LE DIJO:

—Maestro, un amigo suyo estuvo hablando


de usted con malevolencia.
—¡Espera! —lo interrumpió el filósofo —.

¿Ya hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a


contarme?

—¿Las tres rejas?

—Sí. La primera es la reja de la verdad.


¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es
absolutamente cierto?
—No; lo oí comentar a unos vecinos.

—Entonces al menos lo habrás hecho pasar


por la segunda reja, que es la bondad.
Esto que deseas decirme, ¿es bueno para alguien?
—No, en realidad no. Al contrario...

— ¡Vaya! La última reja es la necesidad. ¿Es


necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?
—A decir verdad, no.

—Entonces —dijo el sabio sonriendo —, si


no es verdadero, ni bueno, ni necesario, sepultémoslo
en el olvido.

Cuenta la leyenda que ...


la felicidad era un tesoro...

A partir de aquel instante comenzo a buscarla.

Primero se aventuró por el placer y por todo


lo sensual, luego por el poder y la riqueza,
despues por la fama y la gloria, y asi fue
recorriendo el mundo del orgullo, del saber,
de los viajes, del trabajo, del ocio y de
todo cuanto estaba al alcance de su mano.

En un recodo del camino vio un letrero que


decia: "Le quedan dos meses de vida."
Aquel hombre, cansado y desgastado por los
sinsabores de la vida se dijo: "Estos dos
meses los dedicare a compartir todo lo que
tengo de experiencia, de saber y de vida
con las personas que me rodean."

Y aquel buscador infatigable de la felicidad,


solo al final de sus días, encontro que en
su interior, en lo que podia compartir,
en el tiempo que le dedicaba a los demás,
en la renuncia que hacia de si mismo por
servir estaba el tesoro que tanto habia deseado.

Cuando una de las puertas de la felicidad se


cierra, otra se abre, pero, a menudo, miramos
tanto la puerta que se ha cerrado que no vemos
aquella que se ha abierto para nosotros.

El Águila y La Zorra

Un águila y una zorra que eran muy amigas decidieron vivir juntas con la idea de que eso
reforzaría su amistad. Entonces el águila escogió un árbol muy elevado para poner allí sus
huevos, mientras que la zorra soltó a sus hijos bajo unas zarzas sobre la tierra al pie del
mismo árbol. 

Un día que la zorra salió a buscar su comida, el águila, que estaba hambrienta cayó sobre
las zarzas, se llevó a los zorruelos, y entonces ella y sus crías se regozijaron con un
banquete.

Regresó la zorra y más le dolió el no poder vengarse, que saber de la muerte de sus
pequeños.
¿Cómo podría ella, siendo un animal terrestre, sin poder volar, perseguir a uno que
vuela? 

Tuvo que conformarse con el usual consuelo de los débiles e impotentes: maldecir desde
lejos a su ahora enemiga.

Mas no pasó mucho tiempo para que el águila recibiera el pago de su traición contra la
amistad. Se encontraban en el campo unos pastores sacrificando una cabra; cayó el águila
sobre ella y se llevó una víscera que aún conservaba fuego, colocándola en su nido. 

Vino un fuerte viento y transmitió el fuego a las pajas, ardiendo también sus pequeños
aguiluchos, que por pequeños aún no sabían volar, los cuales se vinieron al suelo. Corrió
entonces la zorra, y tranquilamente devoró a todos los aguiluchos ante los ojos de su
enemiga.

Moraleja:
Nunca traiciones la amistad sincera, pues si lo hicieras, tarde o temprano del cielo llegará
el castigo.

CUENTOS:

LA PRINCESA DE FUEGO:

Hubo una vez una princesa increíblemente rica, bella y sabia. Cansada de pretendientes
falsos que se acercaban a ella para conseguir sus riquezas, hizo publicar que se casaría con
quien le llevase el regalo más valioso, tierno y sincero a la vez. El palacio se llenó de flores
y regalos de todos los tipos y colores, de cartas de amor incomparables y de poetas
enamorados. Y entre todos aquellos regalos magníficos, descubrió una piedra; una simple y
sucia piedra. Intrigada, hizo llamar a quien se la había regalado. A pesar de su curiosidad,
mostró estar muy ofendida cuando apareció el joven, y este se explicó diciendo:

- Esa piedra representa lo más valioso que os puedo regalar, princesa: es mi corazón. Y
también es sincera, porque aún no es vuestro y es duro como una piedra. Sólo cuando se
llene de amor se ablandará y será más tierno que ningún otro.

El joven se marchó tranquilamente, dejando a la princesa sorprendida y atrapada. Quedó


tan enamorada que llevaba consigo la piedra a todas partes, y durante meses llenó al joven
de regalos y atenciones, pero su corazón seguía siendo duro como la piedra en sus manos.
Desanimada, terminó por arrojar la piedra al fuego; al momento vio cómo se deshacía la
arena, y de aquella piedra tosca surgía una bella figura de oro. Entonces comprendió que
ella misma tendría que ser como el fuego, y transformar cuanto tocaba separando lo inútil
de lo importante.

Durante los meses siguientes, la princesa se propuso cambiar en el reino, y como con la
piedra, dedicó su vida, su sabiduría y sus riquezas a separar lo inútil de lo importante.
Acabó con el lujo, las joyas y los excesos, y las gentes del país tuvieron comida y libros.
Cuantos trataban con la princesa salían encantados por su carácter y cercanía, y su sola
prensencia transmitía tal calor humano y pasión por cuanto hacía, que comenzaron a
llamarla cariñosamente "La princesa de fuego".
Y como con la piedra, su fuego deshizo la dura corteza del corazón del joven, que tal y
como había prometido, resultó ser tan tierno y justo que hizo feliz a la princesa hasta el fin
de sus días

El Hada y la Sombra
Hace mucho, mucho tiempo, antes de que los hombres y sus ciudades llenaran la tierra,
antes incluso de que muchas cosas tuvieran un nombre, existía un lugar misterioso
custodiado por el hada del lago. Justa y generosa, todos sus vasallos siempre estaban
dispuestos a servirle. Y cuando unos malvados seres amenazaron el lago y sus bosques,
muchos se unieron al hada cuando les pidió que la acompañaran en un peligroso viaje a
través de ríos, pantanos y desiertos en busca de la Piedra de Cristal, la única salvación
posible para todos.

El hada advirtió de los peligros y dificultades, de lo difícil que sería aguantar todo el viaje,
pero ninguno se asustó. Todos prometieron acompañarla hasta donde hiciera falta, y aquel
mismo día, el hada y sus 50 más leales vasallos comenzaron el viaje. El camino fue aún
más terrible y duro que lo había anunciado el hada. Se enfrentaron a bestias terribles,
caminaron día y noche y vagaron perdidos por el desierto sufriendo el hambre y la sed.
Ante tantas adversidades muchos se desanimaron y terminaron por abandonar el viaje a
medio camino, hasta que sólo quedó uno, llamado Sombra. No era el más valiente, ni el
mejor luchador, ni siquiera el más listo o divertido, pero continuó junto al hada hasta el
final. Cuando ésta le preguntaba que por qué no abandonaba como los demás, Sombra
respondía siempre lo mismo "Os dije que os acompañaría a pesar de las dificultades, y éso
es lo que hago. No voy a dar media vuelta sólo porque haya sido verdad que iba a ser
duro".

Gracias a su leal Sombra pudo el hada por fin encontrar la Piedra de Cristal, pero el
monstruoso Guardián de la piedra no estaba dispuesto a entregársela. Entonces Sombra, en
un último gesto de lealtad, se ofreció a cambio de la piedra quedándose al servicio del
Guardián por el resto de sus días...

La poderosa magia de la Piedra de Cristal permitió al hada regresar al lago y expulsar a los
seres malvados, pero cada noche lloraba la ausencia de su fiel Sombra, pues de aquel firme
y generoso compromiso surgió un amor más fuerte que ningún otro. Y en su recuerdo,
queriendo mostrar a todos el valor de la lealtad y el compromiso, regaló a cada ser de la
tierra su propia sombra durante el día; pero al llegar la noche, todas las sombras acuden el
lago, donde consuelan y acompañan a su triste hada.

El regalo mágico del conejito pobre


Hubo una vez en un lugar una época de muchísima sequía y hambre para los animales. Un
conejito muy pobre caminaba triste por el campo cuando se le apareció un mago que le
entregó un saco con varias ramitas."Son mágicas, y serán aún más mágicas si sabes
usarlas" El conejito se moría de hambre, pero decidió no morder las ramitas pensando en
darles buen uso.

Al volver a casa, encontró una ovejita muy viejita y pobre que casi no podía
caminar."Dame algo, por favor", le dijo. El conejito no tenía nada salvo las ramitas, pero
como eran mágicas se resistía a dárselas. Sin embargó, recordó como sus padres le
enseñaron desde pequeño a compartirlo todo, así que sacó una ramita del saco y se la dió a
la oveja. Al instante, la rama brilló con mil colores, mostrando su magia. El conejito siguió
contrariado y contento a la vez, pensando que había dejado escapar una ramita mágica, pero
que la ovejita la necesitaba más que él. Lo mismo le ocurrió con un pato ciego y un gallo
cojo, de forma que al llegar a su casa sólo le quedaba una de las ramitas.
Al llegar a casa, contó la historia y su encuentro con el mago a sus papás, que se mostraron
muy orgullosos por su comportamiento. Y cuando iba a sacar la ramita, llegó su hermanito
pequeño, llorando por el hambre, y también se la dió a él.

En ese momento apareció el mago con gran estruendo, y preguntó al conejito ¿Dónde están
las ramitas mágicas que te entregué? ¿qué es lo que has hecho con ellas? El conejito se
asustó y comenzó a excusarse, pero el mago le cortó diciendo ¿No te dije que si las usabas
bien serían más mágicas?. ¡Pues sal fuera y mira lo que has hecho!
Y el conejito salió temblando de su casa para descubrir que a partir de sus ramitas, ¡¡todos
los campos de alrededor se habían convertido en una maravillosa granja llena de agua y
comida para todos los animales!!
Y el conejito se sintió muy contento por haber obrado bien, y porque la magia de su
generosidad hubiera devuelto la alegría a todos

El concurso de belleza
En un precioso jardín vivía la mariposa más bonita del mundo. Era tan bonita y había ganado
tantos concursos de belleza, que se había vuelto vanidosa. Tanto que un día, la cucaracha lista se
hartó de sus pavoneos y decidió darle una lección.
Fue a ver a la mariposa, y delante de todos le dijo que no era tan bonita, que si ganaba los
concursos era porque los jurados estaban comprados, y que todos sabían que la cucaracha era
más bella. Entonces la mariposa se enfureció, y entre risas y desprecios le dijo a tí te gano un
concurso con el jurado que quieras. "Vale, acepto, nos vemos el sábado", respondió la cucaracha
sin darle tiempo. Ese sábado todos fueron a ver el concurso, y la mariposa iba confiada hasta que
vio quiénes formaban el jurado: cucarachas, lombrices, escarabajos y chinches. Todos ellos
preferían el aspecto rastrero y el mal olor de la cucaracha, que ganó el concurso claramente,
dejando a la mariposa tan llorosa y humillada, que nunca más volvió a participar en un concurso
de belleza.
Por suerte, la cucaracha perdonó a la mariposa su vanidad y se hicieron amigas, y algún tiempo
después la mariposa ganó el premio a la humildad

El hada fea
Había una vez una aprendiz de hada madrina, mágica y maravillosa, la más lista y amable
de las hadas. Pero era también una hada muy fea, y por mucho que se esforzaba en mostrar
sus muchas cualidades, parecía que todos estaban empeñados en que lo más importante de
una hada tenía que ser su belleza. En la escuela de hadas no le hacían caso, y cada vez que
volaba a una misión para ayudar a un niño o cualquier otra persona en apuros, antes de
poder abrir la boca, ya la estaban chillando y gritando:
- ¡fea! ¡bicho!, ¡lárgate de aquí!.
Aunque pequeña, su magia era muy poderosa, y más de una vez había pensado hacer un
encantamiento para volverse bella; pero luego pensaba en lo que le contaba su mamá de
pequeña:

- tu eres como eres, con cada uno de tus granos y tus arrugas; y seguro que es así por
alguna razón especial...

Pero un día, las brujas del país vecino arrasaron el país, haciendo prisioneras a todas las
hadas y magos. Nuestra hada, poco antes de ser atacada, hechizó sus propios vestidos, y
ayudada por su fea cara, se hizo pasar por bruja. Así, pudo seguirlas hasta su guarida, y una
vez allí, con su magia preparó una gran fiesta para todas, adornando la cueva con
murciélagos, sapos y arañas, y música de lobos aullando.
Durante la fiesta, corrió a liberar a todas las hadas y magos, que con un gran hechizo
consiguieron encerrar a todas las brujas en la montaña durante los siguientes 100 años.
Y durante esos 100 años, y muchos más, todos recordaron la valentía y la inteligencia del
hada fea. Nunca más se volvió a considerar en aquel país la fealdad una desgracia, y cada
vez que nacía alguien feo, todos se llenaban de alegría sabiendo que tendría grandes cosas
por hacer.

El pingüino y el canguro
Había una vez un canguro que era un auténtico campeón de las carreras, pero al que el éxito había
vuelto vanidoso, burlón y antipático. La principal víctima de sus burlas era un pequeño pingüino, al
que su andar lento y torpón impedía siquiera acabar las carreras.
Un día el zorro, el encargado de organizarlas, publicó en todas partes que su favorito para la
siguiente carrera era el pobre pingüino. Todos pensaban que era una broma, pero aún así el
vanidoso canguró se enfadó muchísimo, y sus burlas contra el pingüino se intensificaron. Éste no
quería participar, pero era costumbre que todos lo hicieran, así que el día de la carrera se unió al
grupo que siguió al zorro hasta el lugar de inició. El zorro los guió montaña arriba durante un buen
rato, siempre con las mofas sobre el pingüino, sobre que si bajaría rondando o resbalando sobre
su barriga...
Pero cuando llegaron a la cima, todos callaron. La cima de la montaña era un cráter que había
rellenado un gran lago. Entonces el zorro dio la señal de salida diciendo: "La carrera es cruzar
hasta el otro lado". El pingüino, emocionado, corrió torpemente a la orilla, pero una vez en el
agua, su velocidad era insuperable, y ganó con una gran diferencia, mientras el canguro apenas
consiguió llegar a la otra orilla, lloroso, humillado y medio ahogado. Y aunque parecía que el
pingüino le esperaba para devolverle las burlas, éste había aprendido de su sufrimiento, y en lugar
de devolvérselas, se ofreció a enseñarle a nadar.
Aquel día todos se divirtieron de lo lindo jugando en el lago. Pero el que más lo hizo fue el zorro,
que con su ingenio había conseguido bajarle los humos al vanidoso canguro.

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