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MICHAEL CRAWFORD
Al intentar escribir una historia de Roma en sus primeros tiempos, nos enfren-
tamos con el hecho de que no hubo ningún relato escrito antes de finales del siglo
III Y de que hoy no sobrevive ningún relato ininterrumpido escrito antes de la era
de Augusto. (La tradición historiográfica romana es estudiada en el capítulo 26)
Quizá la debilidad más grave de la tradición literaria sobre la primera Roma, sin
embargo, es el carácter implacablemente romanocéntrico. Antes de Polibio, los
escritores griegos como Aristóteles fueron conscientes ocasionalmente de la
existencia de Roma, y se conserva una parte de este material, directamente o
como lo utilizaron los escritores posteriores. Pero las historias escritas por
etruscos u otras tradiciones locales casi han desaparecido sin dejar rastro. Es por
ello extraordinariamente difícil captar la enorme diversidad en cuanto a formación
étnica, estructura social y económica, organización política, religión, lenguaje y
cultura material de los diferentes pueblos de Italia. Roma consiguió conquistar y
Roma arcaica
Los primeros años de la república estuvieron marcados por el intento por parte de
las familias patricias de conseguir el monopolio de los cargos seculares y
religiosos. La caída de la monarquía también supuso la pérdida parcial de la
superioridad que Roma había conseguido con respecto a sus vecinos inmediatos.
Más aún, en el siglo v los volscos surgieron del valle del alto Liris y conquistaron la
mayor parte del valle del Trera y la llanura costera del sur de Roma. El primer siglo
y medio de la república vio la reafirmación del liderazgo romano sobre las demás
comunidades latinas y posteriormente una larga secuencia de guerras contra las
ciudades etruscas del sur, principalmente Veyes (tomada y destruida en 396},
contra los volscos hacia el sur. En las últimas luchas Roma y los latinos pudieron
confiar normalmente en lo hérnicos, que también habían sufrido la expansión
volsca.
Fue indudablemente un período de dificultades económicas que pesaron
gravemente sobre los órdenes inferiores y exacerbaron su resentimiento por la
exclusividad patricia. A la vez el hecho de que algunos de los órdenes inferiores
(no los más pobres) contribuyeran al poder del que dependía el éxito militar
romano, les atribuyó un poder concertado que no tardaron en utilizar. La erosión
de los privilegios patricios fue paralela a la adquisición continua de tierras por
conquistas, que fueron utilizadas para satisfacer las aspiraciones económicas de
los órdenes inferiores. Esta tierra, o bien constituía el territorio de una nueva
comunidad, o colonia, con un autogobierno local, o proporcionaba lotes de terreno
aislados para ocupantes no constituidos en grupo. El saqueo de Roma por los
galos en 390, por traumático que fuera en su momento, tuvo un efecto escaso
sobre el desarrollo interno de Roma o sobre el proceso de conquista. La tierra
adquirida como resultado de la toma de Veyes fue repartida entre los pobres de
Roma, lo cual tuvo como resultado la creación de una nueva reserva enorme de
soldados campesinos. Hacia mediados del siglo IV Roma dominaba el sur de
Etruria, ya no temía las incursiones de tribus del valle del alto Anio y se cernía
sobre la frontera septentrional de Campania.
El momento crucial de la historia de la conquista romana de Italia vino en 338. La
mayoría de las comunidades latinas en torno a Roma, viendo con alarma su
creciente preponderancia, intentaron reafirmar su independencia Fueron
derrotadas rápidamente, y todas, excepto las más grandes y distantes fueron
incorporadas al cuerpo ciudadano romano. A partir de este momento las ciudades
originales del Lacio y las coloniae fundadas por ellas asociadas a Roma dejaron
individualmente o en grupo de tener ningún destino separado del de Roma. Pero
Roma tomó la decisión trascendental de seguir fundando nuevas comunidades
con la categoría de ciudades latinas. Ciertamente más tarde, y probablemente
hasta entonces, el estatus latino con respecto a Roma y otras comunidades latinas
La unificación de Italia
Hemos visto que había varias maneras de que los hombres que pertenecían a
distintas comunidades italianas, conquistadas o no, adquirieran la ciudadanía.
romana o la categoría latina. Pero hay otros aspectos del proceso por el que
Roma consiguió no sólo conquistar Italia, sino también moldearla como un mundo
único. Con la fundación de las coloniae latinas Roma exportó su propio modelo
jerárquico de organización social. El mismo acercamiento general se extendió a su
trato con sus aliados italianos. Roma buscó sistemáticamente privilegiar a las
clases superiores; las apoyó en una crisis, si se enfrentaban con una catástrofe
exterior o una revolución interior; en tiempos normales las relaciones entre Roma y
cualquier comunidad italiana se llevaban a cabo por medio de los vínculos
personales entre los órdenes superiores de las dos ciudades, basados en una
estrecha comunidad de intereses y en el contacto frecuente, incluidos los
matrimonios.
Existiendo esta red de relaciones personales, no es sorprendente que Roma
encontrara pocas dificultades para comprobar que se cumplía la principal
demanda que hacía a las comunidades de Italia. Lo que pedía eran tropas, hecho
que sitúa a Roma aparte de la mayoría de los imperios antiguos y ayuda a explicar
la naturaleza del imperialismo romano.
La mayoría de los imperios antiguos exigían tributo a sus súbditos; esta exigencia
simbolizaba su superioridad, y su cumplimiento proporcionaba recompensas
materiales tangibles por haber conseguido dominar a los demás. Roma, muy
claramente en una fase muy primitiva, simplemente extendía a otros pueblos
italianos la exigencia de fuerzas armadas que hacía a su propio cuerpo ciudadano.
El resultado era que la única manera por la que podía simbolizar el poder que
tenía sobre los volscos o los etruscos era pedir tropas, y la única manera por la
que podía conseguir algún beneficio era utilizando las tropas para adquirir botines,
tierra y aún más poder. No debe suponerse, sin embargo, que la exigencia de
tropas caía necesariamente en oídos sordos. Porque aunque Roma era menos
generosa al distribuir el botín o la tierra con sus aliados que con sus propios
ciudadanos, compartía con ellos una parte de las recompensas cada vez mayores
de la victoria.
La conquista romana de Italia también estuvo acompañada por la expresión física
fehaciente del hecho de la presencia romana. Antes de su distribución, ya fuera en
lotes aislados o en el territorio de una colonia, se medía y marcaba la tierra
conquistada al menos a partir del siglo IV siguiendo un complicado proceso
conocido como centuriatio. Inicialmente, quizá a partir de 334, la tierra se dividía
Las primeras guerras serias emprendidas por Roma contra un pueblo italiano
fueron las guerras contra los samnitas. Estas se acabaron efectivamente hacia
295, cuando los samnitas fueron derrotados en Sentino al norte de Italia, junto con
sus aliados umbros, etruscos y galos; porque las ciudades umbras y etruscas que
permanecían independientes habían decidido hacer un último intento de afirmar su
libertad, mientras algunas de las tribus galas del valle del Po habían decidido
intentar repetir el éxito de 390.
Quince años más tarde los romanos se encontraron con su primera invasión de
ultramar. Ya hemos visto que las ciudades griegas del sur se enfrentaban desde el
siglo v a las ambiciones territoriales y políticas de sus vecinos "bárbaros". Tarento
rechazó el compromiso, al que habían llegado Cumas o Posidonia aceptando la
Una razón por la que la discusión política en Roma sobre el reparto de los botines
del imperio se endureció tanto en la última generación del siglo II fue precisamente
el que éstos eran cada vez mayores. En 133 el último rey de Pérgamo había
legado de hecho su reino a los romanos; la adquisición romana de lo que se
convirtió en la provincia de Asia, ocurre en medio del segundo gran período de la
adquisición romana de territorios (no confundir con la adquisición de poder), entre
Africa y Acaya en 146 y Provenza en 121. El resultado fue un rápido incremento
del número de romanos e italianos que vivían en ultramar, como recaudadores de
impuestos, prestamistas de dinero y comerciantes de esclavos. Sus actividades
resultan documentadas principalmente en el este, y sin duda la mayor riqueza
debía de adquirirse allí; pero el proceso también tuvo lugar claramente en el oeste.
Lo importante en este contexto es que los italianos eran tratados en el extranjero
como iguales a los romanos por la gente con la que tenían contacto; la falta de
ciudadanía romana se sentía sin duda cada vez más agudamente. .
Otros factores merecen una mención. En este período se dio sin duda cierta
urbanización genuina, opuesta al embellecimiento de centros existentes. Por
ejemplo, en Boviano y Saepino, en el Samnio central, donde hubo previamente
aldeas diseminadas o granjas y fortificaciones como lugares de refugio, empezó el
crecimiento urbano en las llanuras inferiores a las colinas fortificadas. En Monte
Vairano, la colina fortificada misma empezó a estar ocupada permanentemente.
Se estaba difundiendo el modelo de sociedad urbana romana. Todos estos
cambios hicieron desde luego que las comunidades italianas sintieran aún más
agudamente su inferioridad formal y su falta de control sobre la política romana.
Los romanos a veces se comportaban despóticamente con los miembros de las
élites locales. Y la carrera de C. Mario -seis veces cónsul entre 107 y 100,
vencedor de Yugurta, salvador de Roma de los cimbrios y los teutones- mostró lo
que podía conseguir un aristócrata de una comunidad italiana con ciudadanía.
A la vez es seguro que los motivos de queja de los aliados iban aumentando, ya
que Roma buscaba paliar las consecuencias de su propia carencia de soldados
campesinos deslizando cada vez más las cargas militares sobre sus aliados
italianos. Es de notar en estos años qué difícil le resultó a Roma derrotar a la
figura relativamente menor de Yugurta de Numidia y qué vulnerable fue ante los
cimbrios y los teutones. Fue la suerte lo que no les trajo más cerca de Roma que
el valle del Po. Y nos preguntamos si Yugurta o éstos habrían sido derrotados sin
la habilidad de C. Mario.
Ciudadanía para Italia
Hacia el 91, dejó de ser posible evitar como salida el garantizar la ciudadanía
romana a los italianos, y cuando la propuesta de M. Livio Druso de hacerla falló,
media Italia se alzó en rebelión (la llamada Guerra Social). Roma desarmó la
rebelión aceptando garantizar lo que había denegado al principio y pudo con la
ayuda de los que permanecieron leales dominar a los rebeldes que resistían (por
qué, no está claro).
BIBLIOGRAFIA
OSWYN MURRAY
Sociedad
En el período clásIco de los siglos v y IV a. C. había cientos de comunidades
griegas que vivían diseminadas por las costas del Mediterráneo «como ranas
alrededor de una charca», como dijo Platón. A partir del centro constituido por el
mar Egeo, con sus comunidades isleñas, y las ciudades costeras de Turquía y
Grecia Oriental y Meridional, se habían extendido a Grecia Septentrional, la costa
del mar Negro y Rusia Meridional, a Sicilia y el sur de Italia, y tan lejos como la
Provenza, España y el Norte- de Africa. Estas comunidades se consideraban
básicamente similares, como habitantes de una polis, única forma de vida
verdaderamente civilizada. Por supuesto muchos aspectos de su vida social y
económica eran diferentes: algunas ciudades poseían amplios territorios agrarios
o poblaciones de siervos, otras estaban muy comprometidas en el comercio de
materias primas como cereales, aceite de oliva, pescado seco, vino, metales,
madera, esclavos, o de mercancías manufacturadas ya sea in situ o importadas de
culturas orientales u otras; también había una gran difusión de mercancías griegas
en ciertas zonas, así como de trabajo especializado como el de los médicos,
canteros y mercenarios profesionales. La economía de las ciudades variaba
enormemente, y por tanto sus funciones: algunas eran fundamentalmente for-
talezas, otras se centraban en un templo religioso; pero la mayoría tenían puertos
y todas tenían algo de tierra y constituían un centro administrativo. En principi9
sería posible reconstruir la vida social y económica de una ciudad típica griega, en
gran parte como Platón en las Leyes y Aristóteles en los dos últimos libros de la
Política creyeron posible descubrir una ciudad ideal tras la insatisfactoria
multiplicidad de las ciudades reales.
La razón de que no podamos hacer esto satisfactoriamente no es tanto la
ausencia de pruebas como su concentración en dos ejemplos no representativos.
Sólo Atenas muestra una variedad de material suficiente como para que podamos
entender con detalle cómo vivía el pueblo; y de esa evidencia deducimos que
Atenas era fundamentalmente atípica, por ser más variada, e incluso más
sistemática en sus interrelaciones, de hecho más avanzada que la mayoría, si no
todas, las ciudades griegas. En contraste, los escritores atenienses nos describen
Esparta como opuesta a Atenas, por lo que sólo vemos aquellas partes que son
diferentes de las instituciones atenienses. Se contraponen el orden y la
obediencia a la anarquía y la libertad, la economía agraria al comercio y la
manufactura, la libertad de las mujeres a las restricciones atenienses. Donde no
En un mundo como éste se podría argüir que los lazos múltiples limitaban la
libertad individual, y en un sentido importante está ausente del pensamiento
griego la concepción de la autonomía individual al margen de la comunidad: la
libertad de los griegos es pública, exteriorizada en los discursos y en los actos.
Esta libertad deriva precisamente del hecho de que el mismo hombre pertenezca
a la vez a un demo, una fratría, una familia, un grupo de allegados una
asociación religiosa; y, al vivir en un mundo tan complejo de grupos en conflicto y
deberes sociales, posee la libertad de escoger entre sus exigencias y así escapar
de cualquier forma especialmente dominante de imitación social: Esto es lo que
explica la coexistencia de la mentalidad de grupo con la creatividad y la libertad
de pensamiento asombrosas de la Atenas clásica: la libertad resultante de
pertenecer a muchas cosas no es una libertad menor que la que resulta de no
pertenecer a nada, y que crea una sociedad unida sólo en sus neurosis.
Familia
La familia griega era monógama y nuclear, y se componía en esencia de una
pareja con sus hijos; pero los escritores griegos tienden a igualada con la casa
como unidad económica, y por tanto considerar a otros parientes dependientes
de ella y a los esclavos como parte de la familia. La familia cumplía con una serie
de funciones sociales aparte de la económica. Era la fuente de los nuevos
ciudadanos; en el período clásico el estado intervenía para establecer reglas
crecientemente restrictivas de la ciudadanía y por tanto de la legitimidad: en
último término, un ciudadano tenía que ser el vástago de un matrimonio legal,
mente reconocido entre dos ciudadanos atenienses, cuyos padres también
'tenían que ser ciudadanos; esta definición de dureza creciente tendía a excluir
las uniones más flexibles de un período anterior. Se hizo imposible para los ate-
nienses contraer matrimonio con extranjeros u obtener el reconocimiento de los
hijos de relaciones de cualquier otro tipo: el desarrollo es esencialmente
democrático, la imposición de las normas sociales de la mayoría campesina
sobre una aristocracia que previamente había funcionado de forma muy distinta;
pues los aristócratas se habían casado a menudo fuera de la comunidad y por
ello habían impuesto sus propios criterios para la legitimación. Incluso Pericles,
el autor de la primera de estas leyes sobre ciudadanía, prueba lo penoso del
Así apelaba un orador ateniense a un jurado para que recordara la distinción entre
las mujeres atenienses y otras.
Es un ultraje que un extranjero entre en una casa en la que puedan estar
presentes mujeres, a menos que le invite el amo. La disposición de las casas
atenienses de hecho sugiere incluso dentro de la casa una separación estricta
entre los aposentos de las mujeres y las habitaciones públicas para los hombres:
en las casas mayores los aposentos de las mujeres están situados lejos de la
entrada de la calle, que está guardada por un portero esclavo. En el campo la
forma característica de la casa es un patio donde viven las mujeres y los. niños
durante el día, rodeado de habitaciones de un solo piso. En una esquina se alza
una fuerte torre-almacén, a cuyos pisos altos las mujeres se retiran si llegan
extranjeros. En las casas urbanas más pequeñas los aposentos de los hombres
están en la planta baja y los de las mujeres en el primer piso: en un famoso juicio
por asesinato el demandado alega que su joven esposa le convenció de que
cambiara los dormitorios para estar cerca del pozo y poder lavar al niño -y para
que su amante pudiera visitada. Pero ¿cómo había siquiera entrado en contacto
este amante con una mujer casada? La había visto en un funeral, había
sobornado a una niña esclava de ella para que le llevara cartas, y se habían
encontrado amparados en el festival femenino de Ias Tesmoforias sólo en
ocasiones así podía ella dejar la casa. Por supuesto, era legal que el marido con
un grupo de vecinos matara al amante cogido in fraganti: sólo se podía alegar
que el asesinato había sido planificado de antemano por otras razones. Las
mujeres normalmente salían de casa acompañadas; y el hecho de que una mujer
trabajara en público era señal de extrema pobreza o prueba de que no era
ciudadana.
No es fácil asumir estas actitudes, por muy comunes que sean en sociedades
campesinas, aunque sólo sea porque idealicemos a los griegos como los creado-
res de la civilización occidental. Pero deberíamos recordar que (aparte de la
poligamia) la posición de las mujeres atenienses era en muchos aspectos impor-
tantes la misma que la de los 200.000.000 de mujeres que viven hoy en el
mundo islámico, y que en toda la historia del mundo sólo el comunismo y el
capitalismo avanzado han pretendido tratar de igual manera a hombres y a
mujeres.
La consecuencia de estas actitudes en Atenas, combinada con la importancia que
se daba a los agrupamientos sociales masculinos. fue que se estableció la vida
pública como el centro de la polis: en la antigua Atenas la balanza se inclinó a
favor de la comunidad y en contra de la familia: de ahí los magníficos festivales y
representaciones, los grandes edificios religiosos para fines religiosos y políticos.
Rodeado por esos edificios pasaba su tiempo en el ágora el ateniense varón. En
contraste, su casa era mezquina y nada impresionante: no era seguro en una
democracia desplegar un estilo de vida diferente del de los otros ciudadanos, y de
Es demasiado fácil comparar y contrastar las economías antiguas con las mo-
dernas y caer en la trampa de creer que la economía antigua era primitiva y
agraria, como si las economías agrarias fueran sencillas por naturaleza. El ejem-
plo ateniense constituye un correctivo útil. La tierra del Atica está básicamente
poco dotada para una economía sencilla: está constituida por un millar de millas
cuadradas de montañas, bosques de tierras altas y pastos, con sólo pequeños
rincones de tierra cultivable, la mayoría de los cuales sólo admiten el olivo; estas
constricciones geográficas implican una serie de actividades agrícolas bastante
diferentes y altamente especializadas, coordinadas por un centro de cara al
intercambio. Una de las más curiosas consecuencias del estudio reciente del
sistema político establecido por Clístenes afines del siglo VI es que podemos
trazar la distribución de la población en el Atica en los inicios del período clásico,
puesto que cada demo proporcionaba una cifra de consejeros a. la ciudad
proporcional a su población. Las tierras más ricas eran la llanura de Eleusis, el
valle del río Cefiso y la llanura de Maratón: aquí debieron de ser dominantes los
campos arados y la viticultura; la siguiente zona más fértil de la Mesogea es aún
hoy centro de la producción de retsina. No es sorprendente que esas zonas
reunieran a las dos quintas partes de la población. La ciudad misma, donde
debían de concentrarse las actividades de manufactura, comercio y servicios,
comprende otra quinta parte. Lo que quizás es notable es la evidencia de
asentamientos amplios en las tierras altas y en la rocosa península de Laurion:
ahí las actividades principales habrán sido la explotación del olivo en donde fuera
posible, y si no el pastoreo, centrado en ovejas y cabras para lana y productos
lácteos (ya que en el mundo griego se reservaba la carne para los festivales y la
comida de los sacrificios), además de la explotación forestal: aún hoy el Atica está
bien poblada de árboles. Como resultado, aunque la densidad de población total
es naturalmente baja en estas zonas, encierran muchos de los núcleos mayores;
el mayor de todos, con más o menos el doble de la representación de otros
demos comparables y con más de la mitad de la misma Atenas, es Acarnes,
famosa por su industria de carbón de leña: éste era, antes del carbón mineral, el
principal combustible utilizado en las casas y en la industria, necesitado en
grandes cantidades para fundir metales y para la cocina y la calefacción en
condiciones urbanas. Tampoco habría que olvidar actividades como la pesca en
las zonas costeras
No hay pruebas comparables a éstas para el período clásico; pero antes del pleno
desarrollo urbanístico del Atica ya existía una economía agraria compleja y
diversificada. También está claro que la conurbación ateniense requirió desde muy
pronto la importación masiva de cereales; hay pruebas de un serio interés en la
Cultura
La cultura requiere ocio y oportunidad: normalmente el ocio no es un problema en
el mundo preindustrial, en el que uno trabaja por cuenta propia antes que para
otro. En cuanto a la oportunidad, la hay de dos tipos en el mundo clásico, privada
y pública, el symposion y el festival.
El symposion o grupo de bebedores varones pertenece al mundo de los grupos
Ven y túmbate aquí, para que aprendas a comportarte en un simposio o en una reunión social.
¿Cómo tengo que tumbarme? ¡Ea!, explícamelo.
Con elegancia.
(Tirándose por el suelo.) ¿Es así como quieres que me tumbe?
¡Oh,no!
¿Cómo, entonces?
Estira las piernas y déjate caer blandamente sobre los almohadones, ligero corno un gimnasta;
elogia luego algún vaso de bronce, mira al techo, admira las cortinas del patio...
El concepto de la medicina como técnica que debe ser aprendida por aprendizaje
o herencia se ha fusionado con el concepto de la medicina como un conjunto de
conocimiento humano de una forma moral de vida; no es sorprendente que este
juramento y las actitudes que encierra hayan permanecido siendo centrales en la
práctica de la medicina hasta nuestros días. La sociedad se compone de
fenómenos interrelacionados, y es fascinante ver cómo encajan unos con otros:
quizá este propósito es suficiente justificación para este capítulo. Pero también
BIBLIOGRAFIA
Los autores mencionados están publicados en la Loeb Classical Library; los textos
individuales más interesantes son el Banquete y el Económico, de Jenofonte, el
primer libro de la Política de Aristóteles, el juicio por asesinato en Lisias, Oration 1,
y Demóstenes, Oration 59 (contra Neaera). El código legal de Gortina es
estudiado en Aristocratic Society in Ancient Greece de R. F. Willetts (Londres,
1955). En cuanto a Aristófanes véase V. Ehrenberg, The People 0f Aristophanes
(2.' ed., Londres, 1951). En «The Death of Socrates» Classical Quarterly 23
(1973), 25-8, se explica la muerte de Sócrates y los efectos de la cicuta.
Hay un relato general vivo en Athenian Culture and Society (Londres, 1973) de T.
B. 1. Webster. Para la sociedad espartana el mejor estudio es el de W. Den Boer,
Laconian Studies (Amsterdam, 1954), parte III; véase también E. Rawson, The
Spartan Tradition in European Thought (Oxford, 1969).
H. W. Parke, Festivals 01 the Athenians (Londres, 1977) describe el año' religioso
ateniense; D. M. Macdowell, The Law o/ Classical Athens (Londres, 1978) es la
mejor introducción a la compleja legislación ateniense. Los valores sociales
atenienses están estudiados en K. J. Dover, Greek Popular Morality in the time o/
Plato and Aristotle (Oxford, Blackwell, 1974). Sobre el parentesco, las mujeres y la
familia véase W. K. Lacey, The Family in Classical Greece (Londres 1968); S. C.
Humphreys, The Family, Women and Death (Londres, 1983). Acerca de las
mujeres el mejor libro general es el de Sarah B. Pomeroy, Goddesses, Whores,
Wives and Slaves (Nueva York, 1975); véase también Imageso/ Women in
Antiquity, ed. A. Cameron y A. Kuhrt (Londres, 1983; ensayos de Ruth Padel y
Susan Walker); David M. Schaps, Economic Rights o/ Women in Ancient
Greece(Edimburgo, 1979).
Sobre la economía ateniense el mejor estudio general es S. Isager y M. H.
Hansen, Aspects o/ Athenian Society in the Fourth Century B. C. (Odense, 1975);
un estudiomuy distinto es el de M. 1. Finley, The Ancient Economy (Londres,
1973). Para temas específicos véase A. Burford, Craltsmen in Greek and Roman
Society (Londres, 1972); C. Conophagos, Le Laurium antique (Atenas, 1980; un
En español:
A. Tovar, Vida de Sócrates, Alianza AU 397.
Demóstenes, Discursos políticos. A cargo de A. López Eire. B. C. Gredos.
Aristóteles, Política, Ed. de C. García Gual, Alianza, LB 1193.
Jenofonte, Económico. A cargo de Juan Gil. Sociedad de Estudios y
Publicaciones, Madrid, 1967.
J. Ellul, Historia de las instituciones de la antigüedad, Madrid, Aguilar, 1970.
H. 1. Marrou, Historia de la educación en la antigüedad, Buenos Aires,. EUDEBA,
1955.
I. Finley, La economía de la antigüedad, Madrid, FCE,1975, 255 pp.