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Reflexiones en torno a la imagen fotográfica y audiovisual.

Por Mónica Bardi


Las imágenes, desde los inicios de la humanidad, expresan nuestro imaginario. Miles de años
antes que nosotros, los humanos van hacia las grutas para decir sus creencias y pintar sus
visiones. Lo sagrado y lo mundano, la vida y la muerte, temores y audacias, hazañas de los
héroes y momentos de la vida cotidiana se transforman en imágenes. En el arte de la
representación se entretejen valores mágicos, recordatorios, icónicos, didácticos, testimoniales y
estéticos a lo largo del tiempo.
Con el invento de la fotografía las imágenes adquieren además el valor de documento de la
realidad. Se nos presenta como una representación fiel, con alto grado de similitud con lo que
evoca. La imagen fotográfica y, en consecuencia, cualquier imagen mediática produce un
efecto de verdad, nos coloca en la escena y sentimos que aquello que nos muestra lo vimos con
nuestros propios ojos. Operación que esconde el hecho que estas imágenes son el resultado de
un encuadre: alguien nos muestra algo desde algún lugar.

En la década del 60’ la televisión pasa a ser la protagonista de la escena de los medios masivos.
Se introduce en los hogares y en la constitución de lo social, ya que todos entramos en contacto
con los objetos, los lugares, los afectos, los placeres y los dolores a través de la pantalla. Este
hecho produce un impacto tal que supera al material comunicado, ya que a partir de la
hegemonía televisiva la imagen audiovisual se convierte en la principal intermediaria entre
nosotros y el mundo. La representación precede a la realidad.

Actualmente circulan por diversos Medios documentos que ponen en duda la veracidad de la
llegada del hombre a la luna, hito fundante del poderío de la comunicación televisiva, puesto
que es el primer fenómeno transmitido en simultáneo a todos los rincones de la tierra contando a
la población-mundo como audiencia.
En estos materiales encontramos fotos del alunizaje donde se señalan incongruencias en la
posición de la cámara, en la luz que proyectan los astronautas, en las sombras de los objetos.
Una página de Internet nos muestra una secuencia donde aparece el descendimiento de
Amstrong como una escena de estudio, en la cual una parrilla de luz cae.
Profundizando sobre esta polémica y sobre el impacto de la imagen como documento, podemos
suponer que tanto la imagen transmitida el 20 de abril de 1969 como las presentadas como
pruebas del supuesto fraude pueden ser falsas, resultado de puestas en escenas y
manipulaciones técnicas. Ambas imágenes pueden ser simulacros, vemos algo de lo cual no
tenemos referente , sólo contamos con la representación, es decir, la imagen televisada.
La simulación cuestiona la diferencia entre lo verdadero y lo falso, ya que se trata de los
mismos gestos y los mismos signos. Como efecto de conjunto lo que se rompe es el principio de
realidad, ambas pueden ser simulaciones, tanto el documento como su contrario, y, en una
recepción genuina no tenemos manera de establecer un criterio de autenticidad.

En una escena del film Mentiras que matan uno de los personajes en paralelo con la trama de la
película cuenta a otro personaje un hecho militar producido mediáticamente por el gobierno. La
credulidad y asombro del interlocutor pone de manifiesto que más allá de los hechos el
dispositivo tecnológico, el medio, hace que esa construcción sea posible. A pesar que se trata
de una ficción , este film nos hace volver a pensar que no es posible en la recepción distinguir la
simulación de lo verdadero.

Ejemplos en este sentido son habituales en los medios de comunicación masiva. No importa que
el festejo de los iraquíes haya sido por un partido de fútbol, que los pájaros cubiertos de petróleo
pertenezcan a otra coordenada espacio-temporal, las imágenes se graban en nuestro imaginario.
Y, a pesar que nuestra actual cosmovisión es menos ingenua con respecto a la imagen, su cariz
documental se instala en nuestras conciencias. Sin embargo, y en esto Mc Luhan ha sido claro
no hay fatalidad donde existe el deseo de prestar atención. .

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