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Historia bajo las Baldosas


Día a día, los habitantes de la ciudad de Buenos Aires caminamos por la calle sin siquiera percatarnos de lo que h
debajo de las veredas que soportan constantemente nuestros pasos. Azarosamente el tiempo hizo que varias
excavaciones en distintos lugares de la ciudad, fueran descubriendo parte del pasado, tanto del barrio como de la
ciudad.
El Hospital Braulio Moyano es uno de esos históricos lugares que guardan en sus anales pedazos de historia no s
dentro de la medicina argentina, sino también dentro de nuestro pasado y de la conformación de la sociedad.
Los túneles que comunicaban los pabellones de algunos hospitales
creados a fines del siglo XIX, como los del Hospital Moyano fueron,
por su importancia histórica, restaurados por la Comisión para la
Preservación del Patrimonio Histórico Cultural (CPPHC) de la Ciudad.
La historia de la creación de estos túneles es realmente tan increíble
como incierta.
“Túneles de la Mazorca del Hospital Neurosiquiátrico Braulio Moyano”
es como se conoce al histórico subsuelo del edificio de salud pública.
Así es, como a medida que se desarrollan las obras de sanidad porteñas
a fines del Siglo XIX y comienzos del 1900, se encuentran
innumerables laberintos, muchos de los cuales fueron cegados o
tapiados. Gran cantidad de estos túneles fueron hallados debajo de los
Hospitales que diariamente frecuentan los vecinos de Botánico Sur.
Existen de todo tipo de túneles: grandes, medianos y pequeños, pero lo
que todavía no se ha podido esclarecer, es la verdadera utilidad que se le
daba a dichos pasajes. La finalidad que inicialmente se le daba a los
túneles, es aleatoria e imprecisa. Solo existen suposiciones, hipótesis
formadas a partir del tipo de sociedad que existía en la época en que los
pasadizos se utilizaban.
Según suposiciones, los jesuitas que se asentaron en toda la región, y según los historiadores,
fueron los impulsores de varios de los túneles, partieron expulsados del Río de la Plata en
1767, por orden del rey Carlos III. Con ellos se llevaron muchas respuestas hasta hoy
desconocidas, ya que las obras subterráneas se interrumpieron y con el paso de los años los
túneles pasaron a formar parte de la mitología urbana.
"Según se cree, los túneles comunicaban las diferentes construcciones jesuíticas: bibliotecas,
parroquias, escuelas. También se especula que pueden haber sido usados para el tráfico de
esclavos", explica Margarita Eggers Lan, autora del libro "Historias bajo las baldosas".
Así, existieron varios especialistas sobre el tema, quienes se dedicaron a compilar, conservar
y suponer teorías sobre la información que iban reuniendo del pasado de estas fincas.
Algunas de las personalidades que mayor influencia tuvieron sobre el tema fueron el
arquitecto Héctor Greslebin y el ingeniero Carlos L. Krieger, además del ex director del
Museo Etnográfico Sr. Félix F. Outes, en la actualidad al arquitecto Daniel Schavelson,
arqueólogo especialista en urbanidad y el arqueólogo Marcelo Weissel, director del
programa “Historia bajo las baldosas”.
Algunas de las hipótesis mencionadas, además de la posible
creación de los túneles por parte de los jesuitas, son: a partir de
la concepción higiénica que se vivía por la época en donde los
túneles fueron creados - Siglo XV en adelante - los antiguos
especialistas en salud utilizaban estos túneles para trasladar a los
enfermos cuando llovía, o llevaban a los fallecidos fuera de la
vista de los habitantes de la ciudad. Además, este era un veloz
sistema de comunicación entre los distintos pabellones.
Conjuntamente el Hospital Moyano, el Borda, el Hospital
Rivadavia y el Laboratorio Pasteur, entre otros institutos
médicos tuvieron este sistema. Se cree que la mano de obra fue
de los esclavos y, sobre todo, de los aborígenes de los años 1600.

Una recopilación de los licenciados Leticia Maronese y Marcelo


Weissel contiene un testimonio anecdótico anónimo que habla,
por un lado de la descripción de los antiguos pasadizos, y por el
otro, de los tipos de usos que se le daba a los túneles: “Desde el
Pabellón de Anatomía Patológica se bajan unos escalones, hay
que entrar agachado, el piso va bajando, pero hay tanto limo que
nosotros nos enterramos y no podíamos ni sacar las botas. El
muchacho que me acompañaba se acobardó. Esto fue en el año
1984 o 1985. Cuando yo me metí en los túneles de allí se
encontraban muy desmoronados y luego fueron incorporados a
los nuevos que estaban haciendo.
Había abajo acetona de petróleo que se usaba en el Laboratorio para la verificación de los cortes
de cerebro que se hacían, inclusive encontramos muchas de esas fotografías de vidrio que son la
copia de los recortes cerebrales que también hay arriba. Salimos pronto porque la acetona es
tóxica e inflamable (…) Ese túnel conectaba con el Riachuelo. Se usó para transporte de armas.
Era anterior a la construcción del Pabellón de Anatomía Patológica, que es de fines del siglo
XIX”.
“En el Hospicio era frecuente que las internas quedaran embarazadas. Cuando estaba regenteado
por las monjas, el Hospital Moyano fue también escuela y taller. Las internas hacían, sombreros,
medias, calzado, chalecos. A muchas no les gustaba trabajar y querían salir. Había mujeres que
se escondían con las criaturas en los túneles y escapaban. Una vez se escuchó un llanto de bebé,
entonces algunos se metieron en los túneles y encontraron a una mujer con su hijo que había
entrado por una salida a la Estación de Constitución que tiene ese túnel”.
A partir de este testimonio, cabe suponer que los médicos del Siglo XIX, utilizaban los pasillos
creados hipotéticamente por los jesuitas, para trabajar en la ciencia medicinal.
Precisamente con la idea de revelar esa historia que se esconde debajo de la ciudad, la Secretaría
de Cultura del gobierno porteño presentó el programa “Historia bajo las baldosas”, un proyecto
interdisciplinario en el que participan también áreas como Educación, Infraestructura y
Planeamiento, Desarrollo Económico, entre otras.
Además de los túneles “jesuíticos” del Hospital Moyano, también se descubrieron túneles en el
Cabildo, bajo el Colegio Nacional Buenos Aires y la Iglesia de San Ignacio, en el cuartel que se
levantó en Plaza Lorea, bajo la Casa de Gobierno, en la escuela técnica Otto Krause, en la
Manzana de las Luces, la ex Aduana de Taylor, el Museo de Aguas Argentinas, y probablemente
también bajo el casco de lo que fuera la estancia de los Olivera (“Chacra de los Remedios”, hoy
Parque Avellaneda).
Túneles, galerías históricas, arroyos entubados, aljibes, fragmentos de baldosas, cerámicas y
vajilla de la época colonial, y hasta restos de animales prehistóricos van recuperando,
progresivamente, la luz que perdieron cuando las construcciones que hoy en día pueden verse,
las taparon.
Así es como, en el año 2003, se realizaron tareas de recuperación y puesta en valor de los túneles
y galerías subterráneas del Hospital Moyano, con el fin de utilizarlas como circuitos culturales.
Esta actividad se realizó conjuntamente con la dirección del hospital.
"El objetivo del programa es develar los secretos que están, como decimos los arquitectos, bajo
cota 0: vestigios de la cultura indígena, edificaciones sepultadas, galerías y túneles subterráneos,
cuya existencia es desconocida por el vecino común", comentó la subsecretaria de Patrimonio
Cultural del Gobierno de la Ciudad, Silvia Fajre en el lanzamiento del programa “Historia bajo
las baldosas”.
Las muestras y paseos son variados. Aunque irregularmente, la subsecretaría de Gestión Cultural
organiza las visitas. Para contactarse con ellos, llamar al 4323-9437.
Esta es una de las formas de conocer nuestro pasado, nuestras raíces, y poder ver como era la
arquitectura de nuestra ciudad, hace 400 años.

Paul Cosseddu

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