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MONOGRAFÍA
Para el curso de Cristología II
Y a todos
los que viven
el invierno eclesial:
en espera
de una nueva primavera.
INTRODUCCIÓN
Hace ya muchos años en relación al problema cristológico Cullman nos decía que la “la
teología cristiana primitiva es casi exclusivamente una cristología”1, de modo que no
podemos pensar la teología sin pensar la cristología y mucho más aún cuando se tiende
a olvidar al Dios de Jesús por prácticas ajenas a la espiritualidad cristiana. Por eso este
trabajo desea atender al Misterio de la Encarnación y cómo sigue siendo actual dentro de
la espiritualidad laical. Para lo que tomaremos la teología de los textos bíblicos que
narran estas escenas y cómo la fe que procura entender y procura ser fiel ha tenido que
responder a las diferentes tendencias que han surgido, no con pocas dificultades.
1
CULLMAN, O. Cristología del Nuevo testamento. Methopress. Buenos Aires: 1965.
CAPÍTULO I
LOS RELATOS DE LA NATIVIDAD
Los evangelios, buena noticia de Jesús, Jesús mismo2 son relatos post pascuales que
expresan una profunda convicción: ¡Jesús ha resucitado! hasta el punto de decir que la
Resurrección es la clave hermenéutica3 para comprender el alcance de tales escritos,
producto de la fe y del testimonio de encuentro con el Didaskalós.
Para abordar este tema sobre los relatos evangélicos es necesario partir de un
presupuesto: los relatos evangélicos no son historia propiamente dicha sino más bien
forman parte de un género que nace con Marcos, es decir, son evangelio o mejor aún,
son la historia kerigmática de Jesús, historia en tanto sucesión de hechos pero
kerigmática en tanto testimonio de fe4. Es preciso decir, que el uso de la palabra historia
es diferente a cómo las ciencias empíricas nos han heredado, de modo que lo que era
considerado historia para los antiguos no es lo mismo que entendemos por historia
actualmente.
2
Cf. ARENS, E. Los evangelios ayer y hoy. p. 21.
3
Ibid. p. 36
4
Cf. LAMBIASI, Francisco. El Jesús de la historia: vías de acceso. Sal Terrea: Santander-
hacia los años 60’s. Nos encontramos, pues, ante el plasmar por escrito aquellas
escenas que sean edificantes para la comunidad en torno a la figura del Maestro. Las
preguntas que motivaron escribir a Marcos no tenían como respuesta el origen de Jesús,
ese interés es posterior.5
Mateo y Lucas toman como fuente a Marcos y a la fuente de los dichos 6, además del
propio material que poseían7. Luego de haber presentado en los puntos anteriores
algunos presupuestos en relación a las escrituras, especialmente los evangelios, se
puede entender con mayor claridad que el interés de estos dos creyentes no es mostrar
detalles sino más bien se inscriben dentro de un propósito iluminado por una certeza:
¡Jesús está vivo en medio de nosotros!
Para Lucas, que enmarca este Misterio dentro del proyecto salvífico de Dios, la
Encarnación es el punto culmen de la historia, con Jesús se llega a la fase del
cumplimiento9 de modo que la riqueza de las dos anunciaciones de los capítulos primeros
muestran aquella iniciativa divina en la historia, lo mismo que sus cánticos
5
De hecho, los escritos no-canónicos “piadosos” como, por ejemplo, el Protoevangelio de Santiago busca
“llenar los vacíos de los evangelios canónicos” Lo mismo escritos como el Evangelio de la Infancia de Pseudo
Tomás o el Evangelio de Pseudo Mateo. Un trabajo que me ha ayudado mucho y que puede ayudar en la
lectura de estos textos es KLAUCK, Hans-Soeph. Los Evangelios Apócrifos. Una introducción, Sal
Terrae, Santander 2006.
6
La llamada Q debido a la inicial con que en alemán la palabra fuente inicia: Qelle.
7
A esto se le ha llamado la “cuestión sinóptica”. Para una mejor comprensión revisar: ARENS. op. cit.
8
SAEZ DE MATURANA, Francisco. Cristología I.
9
Que luego, en su plan de obra, se continuará en la Iglesia según lo muestra Hechos de Apóstoles. Cf.
AGUIRRE, R. La Iglesia en los Hechos de los Apóstoles.
correspondientes que recogen la historia salvífica de la que el Niño natus inter nos, es el
protagonista en el marco de la liberación integral.
Podríamos decir que quien hace hincapié en este tema tal y como lo conocemos es Juan,
los otros evangelistas tienen su mirada puesta en la muerte y resurrección de Jesús,
hacia esos momentos apuntan sus escritos. Los escritos joánicos responden a la
circunstancia histórica que les atañe, de ahí que elementos de la cultura helénica estén
muy marcados. Todo esto denota una cristología desde arriba, pero también desde abajo:
el Hijo regresa al Padre.
10
Jn. 1, 14 dice así: kai o lógoç sàrx ègèneto: “Y la Palabra se hizo carne”.
11
No hemos tomado como referencia otros textos neotestamentarios, por ejemplo, del corpus paulino debido
a la extensión de la monografía.
CAPÍTULO II
PROBLEMAS AL COMPRENDER LA ENCARNACIÓN
12
La preciosa escena, posible creación del autor de Hechos de Apóstoles, en 17, 22-31 coloca a Pablo
predicando a griegos y empleando técnicas retóricas entendibles por su auditorio.
13
QUASTEN, J. Patrología. Tm. I. p 1985.
relación a lo que llamamos herejía, ésta no se entendía como la entendemos nosotros en
la actualidad14 sino que su mismo concepto ha ido evolucionando15 a través de la historia,
eso no le quita el carácter “erróneo” a las doctrinas formuladas sino más bien es esta una
información para entender que la fe no estaba formulada sistemáticamente sino que se
ha ido progresando en la comprensión de las verdades de la fe, tal y como se enunció
anteriormente.
El acentuar lo divino en Jesús ante el escándalo de la Encarnación hace que los docetas
entiendan la humanidad de Jesús como apariencia, negando así la posibilidad de
salvación ya que la muerte no es muerte tampoco. Su intento era salvar la trascendencia
divina frente al inmanente y real dolor humano en Cristo, siendo así la apariencia de Dios
en el mundo. De fondo está el afirmar que Dios no se mezcla con los hombres 21 debido a
la irreconciliable relación entre la materia y el espíritu.
19
Cf Ibid.
20
Ibid. p. 265 ss.
21
Siguiendo así la línea platónica: República 2, 20
22
Ibid. p. 251
2.2. Lo que la Iglesia confiesa
23
Entre estos Padres tenemos a Clemente Romano, a Papías de Hierápolis, Policarpio de Esmirna, a Ignacio
de Antioquía, al autor de la carta a Diogneto, al autor de la Didaché.
24
Son muchos ellos, para revisar una lista y su doctrina remitimos a QUASTEN, J. Patrología.
25
Citado en QUASTEN. op. cit. p. 74
26
Citado en ibid. p. 209
Su postura cristológica es profunda: la cristología está íntimamente unida a la
soteriología, y eso implica una correcta valoración de la humanidad en contra del fuerte
influjo gnóstico. A él le debemos el acuñar la expresión encarnación, la que emplea bajo
la teología joánica: sárkosis (Contra los herejes III, 19, 2) es la asunción total y plena de
ser hombre, en esa misma línea asumir el concepto de sarx puede bien entenderse como
la “humanización de Dios”.
“todos a una voz enseñamos que ha de confesarse a uno solo y el mismo Hijo,
nuestro Señor Jesucristo, el mismo perfecto en la divinidad y el mismo perfecto en
la humanidad, Dios verdaderamente, y el mismo verdaderamente hombre de alma
racional y de cuerpo, consustancial con el Padre en cuanto a la divinidad, y el
mismo consustancial con nosotros en cuanto a la humanidad, semejante en todo a
nosotros, menos en el pecado [Hebr. 4, 15]; engendrado del Padre antes de los
siglos en cuanto a la divinidad, y el mismo, en los últimos días, por nosotros y por
nuestra salvación, engendrado de María Virgen, madre de Dios, en cuanto a la
humanidad” 30
27
El arrianismo es una herejía del s. III, es una exageración del subordinacionismo. Profesa al Hijo como
menor que el Padre, no existente desde siempre.
28
DH 125
29
El Concilio retoma el credo niceno. Cf DH 150
30
DH 300
Si bien la reflexión cristológica sigue su curso nosotros nos detenemos aquí debido a que
quedan esclarecidazos los datos fundamentales que fueron zanjados. Con Calcedonia se
asume que la divinidad y la humanidad son una realidad en Jesús: plenamente humano y
plenamente divino.
La respuesta de la Iglesia apunta hacia asumir toda la humanidad de Jesús con todo lo
que involucra, a la vez que asume también su divinidad, su preexistencia junto al Padre.
En la Encarnación el Verbo que es eterno asume toda la condición humana. No lo hace
menos el que sea humano aquel que es Dios desde siempre, no lo hace más el que sea
Dios aquel que es hombre como nosotros.
Este último capítulo tiene como objetivo, luego de revisar los textos bíblicos acerca de la
Encarnación y cómo en la historia de nuestra Iglesia se ha vivido gran tensión en torno a
este misterio, el corroborar la importancia que posee este dato de la fe en la espiritualidad
laical dentro de la eclesiología de comunión; de ahí la constatación primera: Sin un
correcto entendimiento de la Encarnación no es posible la espiritualidad (al menos la
cristiana) muchos menos la espiritualidad laical. ¿Qué datos a la luz de lo expuesto en
los capítulos anteriores recogeremos?
31
SICRE, José Luis y otros. La Iglesia y los profetas. Almendro: Córdova.
La espiritualidad laical se inscribe en la historia de la Iglesia contemporánea como un
empuje profético a la luz del Concilio Vaticano II que situó, aunque con sus dificultades 32,
al laicado dentro de la vida de santidad de la Iglesia, poseyendo ellos y ellas un lugar
propio y, por ende, una vocación y misión que es reconocida como: “A los laicos
pertenece por propia vocación buscar el reino de Dios tratando y ordenando, según Dios,
los asuntos temporales”33
Los laicos y laicas nos encontramos en el mundo, de hecho, es el mundo nuestro lugar
de misión y realización. De modo que la correcta comprensión tanto del mundo como del
mismo ser humano es fundamental para el tema que nos embarga. Constatamos que
debido a la lectura bíblica34, hermenéuticamente incorrecta, de algunos textos se ha
recobrado un desprecio al mundo, buscando nuevamente una fuga mundi ya que donde
vivimos es un lugar “despreciable”. Lo mismo sucede con la persona; algunos grupos
fundamentalistas, incluso entre católicos, mantiene una visión totalmente negativa de la
persona, un pesimismo embarga nuestra actitud, de ahí que sea muy fácil el negar la
humanidad en Jesús: si el hombre es así, Jesús no puede ser hombre y así acudimos a
Jesús pantokrátor35 o a Jesús sólo Dios. Hablar de humanidad en él, de sentimientos o de
otros aspectos humanos es tenido con recelo, porque es Dios y él no puede pasar
aquello.
32
Me refiero por ejemplo a la limitación que existe en relación al laicado. Algunos se han preguntado por qué
si en el capítulo II de la LG. se ha hablado sobre el pueblo de Dios en general qué de nuevo añade el capítulo
IV sobre los laicos, ¿acaso lo que se dice del pueblo de Dios no es válido para ellos y ellas? Para estos
problemas teológicos remito a ESTRADA DIAZ, Juan Antonio. La espiritualidad de los laicos. En una
eclesiología de comunión.
33
LG. 31
34
Por ejemplo Lc. 4,1-13 texto muy empelado por los Testigos de Jehová: “El diablo es el dueño del mundo”
afirman en sus predicaciones casa por casa.
35
Que no es malo ni mucho menos negativo aquello, sino que se convierte en malo y negativo el que por
desterrar una imagen se adopte la otra.
36
Cf. CONGAR, Y. Jalones para una teología del laicado.
la espiritualidad laical, esto exige superar las mismas tensiones que ha sufrido (¡¡y sigue
sufriendo!!) el dogma cristológico en relación a la divinidad y la humanidad.
37
Cf. RAHNER, K. Escritos de teología. Tm IV. p. 167
38
GONZÁLEZ, Carlos Ignacio. Él es nuestra salvación. p. 297
39
Feuerbach acusó a lo religioso, a la divinidad de ser la suma de todas las limitaciones del ser humano, sin
embargo, el cristianismo muestra al Dios de Jesús no como el que posee todo lo que al hombre le falta sino
más bien como aquel que ensalza todo lo bueno que el ser humano es.
40
Documento de Puebla n. 786
41
De todo esto ya nos ha hablado el magistral documento conciliar Gaudium et Spes.
La Encarnación del Verbo a la vez que nos hace valorar el sentido de lo divino debe
invitarnos a seguir la misma ruta: hacia abajo. Aceptación de lo que sucede no con el
conformismo pesimista ni con la sumisa resignación del que nada puede cambiar, si no
más bien con el impulso conciente y motivador de ver a Dios mismo amando lo humano.
Esto hace que como “hombres y mujeres del mundo” entendamos, a la luz de la
Encarnación, que lo contrario de lo divino no es lo humano, sino más bien que lo contrario
a lo divino es lo inhumano, aquello que estamos invitados a cambiar.
ARENS, Eduardo
2002 La Biblia sin mitos, una introducción crítica. Lima.
Centro de Estudios y Publicaciones.
2002 Los evangelios ayer y hoy.
Centro de Estudios y publicaciones. Lima.
BEINERT, W. (dir.)
1990 Diccionario de teología dogmática. Barcelona.
Herder.
BOFF, Leonardo
1975 Jesucristo Liberador. Ensayo de cristología crítica para nuestro tiempo. Argentina.
Latinoamérica Libros S.R.L.
CONGAR, Yves
1961 Jalones para una Teología del laicado. Bacerlona.
Estela
QUASTEN, Johannes.
1960 Patrología. Tm I.
Bac.