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INSTITUTO SUPERIOR DE ESTUDIOS TEOLÓGICOS

“JUAN XXIII” - ISET

Implicancia de la Encarnación en la espiritualidad laical

MONOGRAFÍA
Para el curso de Cristología II

Vega Dávila, César Enrique

Lima, octubre 2009


A Eduardo Arens,
Maestro y amigo,
profeta y testigo.

Y a todos
los que viven
el invierno eclesial:
en espera
de una nueva primavera.
INTRODUCCIÓN

La Encarnación es un tema de hoy, de ayer y de siempre. Cada noviembre, o incluso


antes, los medios de Comunicación Social se encargan de avisarnos que se acerca la
fecha de la Navidad, por supuesto cada cual con una imagen propia de lo que significa
este acontecimiento. Este hecho es patente e ineludible.

Hace ya muchos años en relación al problema cristológico Cullman nos decía que la “la
teología cristiana primitiva es casi exclusivamente una cristología”1, de modo que no
podemos pensar la teología sin pensar la cristología y mucho más aún cuando se tiende
a olvidar al Dios de Jesús por prácticas ajenas a la espiritualidad cristiana. Por eso este
trabajo desea atender al Misterio de la Encarnación y cómo sigue siendo actual dentro de
la espiritualidad laical. Para lo que tomaremos la teología de los textos bíblicos que
narran estas escenas y cómo la fe que procura entender y procura ser fiel ha tenido que
responder a las diferentes tendencias que han surgido, no con pocas dificultades.

La fidelidad al Evangelio, a Jesús mismo, es la clave para comprender la espiritualidad,


es por eso que el sentido encarnacional es un elemento que no podemos perder de vista
de modo que será el punto donde “aterricemos” lo trabajado esperando sea motivo de
próximas reflexiones.

1
CULLMAN, O. Cristología del Nuevo testamento. Methopress. Buenos Aires: 1965.
CAPÍTULO I
LOS RELATOS DE LA NATIVIDAD

Los evangelios, buena noticia de Jesús, Jesús mismo2 son relatos post pascuales que
expresan una profunda convicción: ¡Jesús ha resucitado! hasta el punto de decir que la
Resurrección es la clave hermenéutica3 para comprender el alcance de tales escritos,
producto de la fe y del testimonio de encuentro con el Didaskalós.

Para abordar este tema sobre los relatos evangélicos es necesario partir de un
presupuesto: los relatos evangélicos no son historia propiamente dicha sino más bien
forman parte de un género que nace con Marcos, es decir, son evangelio o mejor aún,
son la historia kerigmática de Jesús, historia en tanto sucesión de hechos pero
kerigmática en tanto testimonio de fe4. Es preciso decir, que el uso de la palabra historia
es diferente a cómo las ciencias empíricas nos han heredado, de modo que lo que era
considerado historia para los antiguos no es lo mismo que entendemos por historia
actualmente.

1.1. La Encarnación en los sinópticos

Los relatos de nacimiento de Jesús y de la Encarnación que es lo que nos concierne se


circunscriben en un marco literario y teológico producido por los evangelistas.

Marcos no narra el nacimiento de Jesús ni cómo fue su concepción. Esta escena no es


de preocupación para la comunidad de Marcos que escribe su versión del Evangelio

2
Cf. ARENS, E. Los evangelios ayer y hoy. p. 21.

3
Ibid. p. 36

4
Cf. LAMBIASI, Francisco. El Jesús de la historia: vías de acceso. Sal Terrea: Santander-
hacia los años 60’s. Nos encontramos, pues, ante el plasmar por escrito aquellas
escenas que sean edificantes para la comunidad en torno a la figura del Maestro. Las
preguntas que motivaron escribir a Marcos no tenían como respuesta el origen de Jesús,
ese interés es posterior.5

Mateo y Lucas toman como fuente a Marcos y a la fuente de los dichos 6, además del
propio material que poseían7. Luego de haber presentado en los puntos anteriores
algunos presupuestos en relación a las escrituras, especialmente los evangelios, se
puede entender con mayor claridad que el interés de estos dos creyentes no es mostrar
detalles sino más bien se inscriben dentro de un propósito iluminado por una certeza:
¡Jesús está vivo en medio de nosotros!

El misterio de la Encarnación se presenta en Mateo desde la genealogía y su filiación


davídica. Su plan escritor busca presentar a Jesús como nuevo Moisés y liberador
definitivo. Este Misterio que abordamos desde la perspectiva mateana es sencillo y a la
vez profundo: “el hijo de Dios es hijo de Adam, y el hijo de Adam es hijo de David. Jesús
no penetra en la historia como un hijo de dioses, desde el olimpo celeste” 8, en su teología
encierra el cumplimiento: es “para que se cumpla lo dicho por el profeta” (2,5). La
genealogía presenta, junto al sueño de José, la continuidad en la familia mesiánica
presentada en la válida adopción de José. Recordemos que la genealogía termina con
María y que la mujer no posee status jurídico, de ahí que la adopción cumpla un rol
importante.

Para Lucas, que enmarca este Misterio dentro del proyecto salvífico de Dios, la
Encarnación es el punto culmen de la historia, con Jesús se llega a la fase del
cumplimiento9 de modo que la riqueza de las dos anunciaciones de los capítulos primeros
muestran aquella iniciativa divina en la historia, lo mismo que sus cánticos
5
De hecho, los escritos no-canónicos “piadosos” como, por ejemplo, el Protoevangelio de Santiago busca
“llenar los vacíos de los evangelios canónicos” Lo mismo escritos como el Evangelio de la Infancia de Pseudo
Tomás o el Evangelio de Pseudo Mateo. Un trabajo que me ha ayudado mucho y que puede ayudar en la
lectura de estos textos es KLAUCK, Hans-Soeph. Los Evangelios Apócrifos. Una introducción, Sal
Terrae, Santander 2006.
6
La llamada Q debido a la inicial con que en alemán la palabra fuente inicia: Qelle.

7
A esto se le ha llamado la “cuestión sinóptica”. Para una mejor comprensión revisar: ARENS. op. cit.

8
SAEZ DE MATURANA, Francisco. Cristología I.

9
Que luego, en su plan de obra, se continuará en la Iglesia según lo muestra Hechos de Apóstoles. Cf.
AGUIRRE, R. La Iglesia en los Hechos de los Apóstoles.
correspondientes que recogen la historia salvífica de la que el Niño natus inter nos, es el
protagonista en el marco de la liberación integral.

1.2. Breve mirada al Cuarto Evangelio


Si Mt. y Lc. presentan a Jesús, frágil niño en pañales, en una construcción cristológica
desde abajo, Juan abre el telón de su presentación acerca de Jesús afirmando algo a la
vez bello y profundo: El Verbo existía desde siempre y esa Palabra la que asume la sarx
humana10 con todo lo que eso involucra. La salvación, pues, se realiza en la aceptación
de la carne, el Verbo entra en la historia, de la que él es antes, con toda la corporeidad,
hombre entre los hombres y así existe una identificación entre el Logos y la sarx.

Podríamos decir que quien hace hincapié en este tema tal y como lo conocemos es Juan,
los otros evangelistas tienen su mirada puesta en la muerte y resurrección de Jesús,
hacia esos momentos apuntan sus escritos. Los escritos joánicos responden a la
circunstancia histórica que les atañe, de ahí que elementos de la cultura helénica estén
muy marcados. Todo esto denota una cristología desde arriba, pero también desde abajo:
el Hijo regresa al Padre.

La extensión de la monografía no permite extendernos más en puntos específicos que


podrían ser tratados. A manera de simple conclusión podemos afirmar que si bien la
Encarnación es un dato concreto en la experiencia de los creyentes fue de reflexión
tardía su explicación11. De aquí es necesario asumir por completo que los relatos del
nacimiento, extensión el kerygma, son un primer movimiento en ese desarrollo
cristológico del N.T. que cobrará una orientación diferente en la teología elaborada de la
sarx, de la kénosis posteriores aún y que responden a una mayor necesidad de aclarar el
misterio.

10
Jn. 1, 14 dice así: kai o lógoç sàrx ègèneto: “Y la Palabra se hizo carne”.

11
No hemos tomado como referencia otros textos neotestamentarios, por ejemplo, del corpus paulino debido
a la extensión de la monografía.
CAPÍTULO II
PROBLEMAS AL COMPRENDER LA ENCARNACIÓN

Al referirnos a los evangelios como punto de partida para aproximarnos al misterio de la


Encarnación destacamos un hecho: por no ser su intención no nos brindan datos
específicos. Podríamos decir que existen “lagunas” que a la mente racional le impresiona
o incomoda y ante la incomprensión del hecho salvífico de la Muerte en la cruz empiezan
a ponerse en duda aspectos de este misterio.

El ingreso del cristianismo en el mundo conocido en la época, le brindó nuevos retos


frente a la cultura y el modo de presentar el mismo mensaje. Pablo es presentado por el
autor de Hechos como un verdadero inculturizador12 del mensaje cristiano. Si esto, hacia
el año 100, es casi patente, mucho más lo fue después cuando se tuvo que dar razones
de nuestra esperanza (Cf. 1 Pe 3,15). La literatura cristiana si bien no fue sistemática fue
respuesta de fe, y por eso mismo teología, se constata así que “la finalidad que
perseguían con sus obras los Padres Apostólicos y los primeros escritores cristianos era
guiar y edificar a los fieles… con los apologistas griegos la literatura de la Iglesia se dirige
por primera vez al mundo exterior…”13. Siendo necesario articular el mensaje frente a la
lejanía al mensaje revelado.

2.1. Principales tendencias.


Son dos corrientes las que en su comprensión de la fe acentúan o desprecian un aspecto
de Jesús. La comunidad creyente en su búsqueda de fidelidad a lo que han vivido
contrastaron aquella situación de “desviación” provocando así respuestas que querían ser
coherentes con la fe vivida y celebrada. Debemos hacer una aclaración anterior en

12
La preciosa escena, posible creación del autor de Hechos de Apóstoles, en 17, 22-31 coloca a Pablo
predicando a griegos y empleando técnicas retóricas entendibles por su auditorio.
13
QUASTEN, J. Patrología. Tm. I. p 1985.
relación a lo que llamamos herejía, ésta no se entendía como la entendemos nosotros en
la actualidad14 sino que su mismo concepto ha ido evolucionando15 a través de la historia,
eso no le quita el carácter “erróneo” a las doctrinas formuladas sino más bien es esta una
información para entender que la fe no estaba formulada sistemáticamente sino que se
ha ido progresando en la comprensión de las verdades de la fe, tal y como se enunció
anteriormente.

El monoteísmo radical, proveniente del judaísmo, es una de las grandes tendencias


existentes en la primera fase del cristianismo naciente. Era inadmisible el entender que el
nazareno crucificado y que confesaban había sido resucitado pueda ser Dios. La
comunidad pronto llegó a reconocer que aquel Jesús tan humano como lo fue sólo habría
podido ser Dios16 y para los judaizantes esto fue motivo de rechazo que los hizo
comprender la Encarnación misma de modo artificial negando la pre-existencia del Verbo
o, empleando elementos neoplatónicos, asumiendo que el Verbo es un demiurgo. Aquí
nos encontramos con los ebionitas y con Cerinto, esas son sus principales ideas
respectivamente. El ebionismo presentaría a Jesús como un mero hombre en continuidad
con el A.T.

El adopcionismo merece un trato especial en esta tendencia que acentúa lo humano en


Jesús debido no sólo a la negación de su divinidad sino también a la explicación que dan,
donde el nacimiento de Jesús es carnal y en un momento es adoptado por Dios como su
Hijo por medio del Espíritu, para algunos en el bautismo, para otros en la Resurrección. 17
Pablo de Samosata, que fue desenmascarado por Malquión de Antioquía 18, entendía a
Jesús como superior a Moisés y a los profetas, pero no como Logos, hombre igual a
nosotros pero, a la vez, mejor que nosotros.

El influjo gnóstico, proveniente del neoplatonismo, engendró en el cristianismo una


situación de valoración, o mejor, minusvaloración, del cuerpo y de la realidad material.
14
CIC n. 751: “Se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha
de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma”.
15
Cf. CASTILLO, José María. Símbolos de Libertad. Teología de los sacramentos. Sígueme. Salamanca:
1981. p 334.
16
Cf. BOFF, Leonardo. Jesucristo liberador. Ensayo de cristología crítica para nuestro tiempo.
Argentina: 1975
17
El Pastor escrito por Hermas, que posiblemente sea de la época de Clemente Romano (+ 101), es un
ejemplo de este tipo de cristología adopcionista.
18
Cf. QUASTEN. op. cit.
Antes del cristianismo el gnosticismo ya existía, la diferencia entre el gnosticismo pre-
cristiano y el cristiano es simplemente la figura de Cristo en sus sistemas filosóficos-
religiosos.19 Esta segunda tendencia es una de las más importantes entre las que
acentúan lo divino sobre lo humano en Jesús. Si bien su atención está puesta sobre la
Muerte de Jesús, al punto de no aceptarla, también posee una implicancia en la
Encarnación. Un personaje llamado Carpócrates, fundador de una secta gnóstica,
afirmaba que Jesús era hijo de José y semejante en todo a los hombres. Marción
afirmaba que Jesús estaba sobre el Dios del A.T. y que su llegada era para abolirlo, su
nacimiento no es ni siquiera de la Virgen, se manifiesta en la sinagoga de Cafarnaún y su
salvación está en relación a las almas solamente.20 Para el marcionismo, Cristo sería la
alternativa al Dios del A.T. que quiere desterrar Marción.

El acentuar lo divino en Jesús ante el escándalo de la Encarnación hace que los docetas
entiendan la humanidad de Jesús como apariencia, negando así la posibilidad de
salvación ya que la muerte no es muerte tampoco. Su intento era salvar la trascendencia
divina frente al inmanente y real dolor humano en Cristo, siendo así la apariencia de Dios
en el mundo. De fondo está el afirmar que Dios no se mezcla con los hombres 21 debido a
la irreconciliable relación entre la materia y el espíritu.

Hijas de estas tendencias tenemos al monarquianismo modalista, a los patripasionistas,


el subordinacionismo, el monarquianismo dinámico, a los valentinianos, etc. Existen
muchas ramificaciones de estas escuelas pero las líneas generales han sido expuestas
ya: por salvar la unicidad de Dios se afirma la sola humanidad de Jesús teniéndolo como
mero hombre; por “salvar” su divinidad se menosprecia el cuerpo, la carne y lo que ella
involucra perdiendo la Encarnación su alcance soteriológico. Es curioso que las
tendencias judaizantes hayan desaparecido con mayor facilidad, el mundo helénico
absorbió rápidamente las intenciones cristianas y quiso modelarlas a su propia imagen,
así, “el cristianismo tuvo que defenderse contra dos enemigos exteriores: el judaísmo y el
paganismo, y, a la par, contra enemigos interiores: el gnosticismo…”22

19
Cf Ibid.

20
Ibid. p. 265 ss.

21
Siguiendo así la línea platónica: República 2, 20

22
Ibid. p. 251
2.2. Lo que la Iglesia confiesa

Todo eso, expuesto arriba, desembocó en la manifestación solemne de la Iglesia que


reflexionando a la luz de lo que habían vivido las comunidades declaraba aquello que se
debía creer porque así fue como se había vivido la fe, para ello se tuvo muy en cuenta las
diferentes reacciones de tanto los llamados padres Apostólicos23 como la de los padres
Apologistas24 cada uno con su propio matiz y siempre atendiendo a sus necesidades
pastorales y a sus interlocutores.

Figuras como la de Ignacio de Antioquía llaman la atención en su manera de exponer la


fe. El realismo de la Encarnación es atentamente enunciado para asumir el realismo de la
Muerte y Resurrección: “Ahora bien, si, como dice algunos, gentes sin Dios, quiero decir
sin fe, sólo en apariencia sufrió ¡y ellos sí que son pura apariencia! ¿A qué estoy
encadenado? ¿A qué estoy anhelando luchar contra esas fieras? Luego de balde voy a
morir…”25 Su profesión de fe, su confesión está unida a lo que vive: su próximo martirio
en Roma.

Justino mártir, conocedor de la filosofía “pagana”, parte de la teología joánica para


establecer su doctrina del Logos que se presenta como una especie de puente entre la
filosofía y el cristianismo. “Nosotros adoramos y amamos, después de Dios, el Verbo, que
procede del mismo Dios ingénito…Él, por amor nuestro, se hizo hombre para ser
particionero de nuestros sufrimientos y curarlos…”26 La plenitud de la historia se daría en
la Encarnación del Logos junto a la salvación que trae con ello.
Ireneo de Lyon es otro pionero en la defensa de la fe, entre sus muchos escritos hay
profundas reflexiones cristológicas. Una que nos concierne es la del motivo de la
Encarnación:
“Por eso se hizo hombre el Logos de Dios, y el que era Hijo de Dios se hizo hijo del
hombre para que el hombre, tomando, el Logos de Dios y recibiendo la adopción, se
haga hijo de Dios”. (Contra los herejes III, 19) “El Verbo existente ante Dios desde el
principio… se unió con su sangre, haciéndose hombre pasible” (Contra los herejes III,
18, 1) “¿cómo podemos participar de la eternidad e inmortalidad sino se hubiese hecho
como nosotros el eterno e inmortal...?” (Contra los herejes III, 19,1)

23
Entre estos Padres tenemos a Clemente Romano, a Papías de Hierápolis, Policarpio de Esmirna, a Ignacio
de Antioquía, al autor de la carta a Diogneto, al autor de la Didaché.
24
Son muchos ellos, para revisar una lista y su doctrina remitimos a QUASTEN, J. Patrología.

25
Citado en QUASTEN. op. cit. p. 74

26
Citado en ibid. p. 209
Su postura cristológica es profunda: la cristología está íntimamente unida a la
soteriología, y eso implica una correcta valoración de la humanidad en contra del fuerte
influjo gnóstico. A él le debemos el acuñar la expresión encarnación, la que emplea bajo
la teología joánica: sárkosis (Contra los herejes III, 19, 2) es la asunción total y plena de
ser hombre, en esa misma línea asumir el concepto de sarx puede bien entenderse como
la “humanización de Dios”.

La reflexión cristológica ha sido profunda, aunque no sistemática, en los padres de la


Iglesia, grandes teólogos se han pronunciado en estas épocas a raíz de diversas
controversias que atentaban contra la fe. A pesar de no trabajar sus intuiciones
cristológicas, me parece justo hacer mención de sus nombres: Clemente de Alejandría,
Orígenes, Tertuliano, Atanasio, Gregorio Nacianceno, Gregorio de Nisa, Basilio el
Grande, Cirilo de Alejandría, etc. todos ellos y muchos más fueron pensando la fe para
ser fieles a las diferentes maneras de cómo se había ido expresando y viviendo ya.

La respuesta oficial de la Iglesia declara de manera bella la divinidad de Jesús, en


contraposición a la herejía arriana27 que había conseguido muchos adeptos, esto lo hizo
en el Concilio de Nicea:

“…(creemos) en un solo Señor Jesucristo Hijo de Dios, nacido unigénito del


Padre, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero
de Dios verdadero, engendrado, no hecho, consustancial al Padre…”28

donde defiende la generación eterna del Verbo y su no-creación, la consubstancialidad


del Hijo; más adelante se confirma lo mismo en relación a la humanidad de Jesús, frente
a la herejía de Apolinar de Laodicea en el Primer Concilio de Constantinopla29. Asimismo
el Concilio de Calcedonia da nuevas luces que ayudan a despejar el conflicto acerca de
Cristo:

“todos a una voz enseñamos que ha de confesarse a uno solo y el mismo Hijo,
nuestro Señor Jesucristo, el mismo perfecto en la divinidad y el mismo perfecto en
la humanidad, Dios verdaderamente, y el mismo verdaderamente hombre de alma
racional y de cuerpo, consustancial con el Padre en cuanto a la divinidad, y el
mismo consustancial con nosotros en cuanto a la humanidad, semejante en todo a
nosotros, menos en el pecado [Hebr. 4, 15]; engendrado del Padre antes de los
siglos en cuanto a la divinidad, y el mismo, en los últimos días, por nosotros y por
nuestra salvación, engendrado de María Virgen, madre de Dios, en cuanto a la
humanidad” 30

27
El arrianismo es una herejía del s. III, es una exageración del subordinacionismo. Profesa al Hijo como
menor que el Padre, no existente desde siempre.
28
DH 125

29
El Concilio retoma el credo niceno. Cf DH 150
30
DH 300
Si bien la reflexión cristológica sigue su curso nosotros nos detenemos aquí debido a que
quedan esclarecidazos los datos fundamentales que fueron zanjados. Con Calcedonia se
asume que la divinidad y la humanidad son una realidad en Jesús: plenamente humano y
plenamente divino.

La respuesta de la Iglesia apunta hacia asumir toda la humanidad de Jesús con todo lo
que involucra, a la vez que asume también su divinidad, su preexistencia junto al Padre.
En la Encarnación el Verbo que es eterno asume toda la condición humana. No lo hace
menos el que sea humano aquel que es Dios desde siempre, no lo hace más el que sea
Dios aquel que es hombre como nosotros.

El Misterio de la Encarnación nos descubre aquel desposorio entre la humanidad y la


divinidad, donde ninguno es más y ambos expresan lo mismo. La Encarnación es, pues,
una “apuesta” de Dios por aquello que creó. No ha sido sencillo comprender este
Misterio, eso lo hemos notado en los diferentes problemas que han habido, sin embargo
la fe de la comunidad ha sido contundente: Iesus vero Deo et vero homo est.
CAPÍTULO III
LA ENCARNACIÓN EN LA ESPIRITUALIDAD LAICAL

Que tu mensaje se haga carne en nuestra carne,


Que nos arranque de la tranquilidad de la buena conciencia,
Que sea exigente, incómodo,
Porque no es otro el precio que hemos de pagar
Para alcanzar la paz profunda,
La paz diferente: tu paz. (Dom. Helder Cámara)

3.1.¿Por qué en la espiritualidad laical?

La Encarnación es punto de partida para todas las espiritualidades. No hay espiritualidad


que no posea de modo tan patente y presente este dato de la Revelación y de la historia.
Pero tal y como se vio en el capítulo anterior, este dato ha sido entendido de diversas
maneras, cabe en estos momentos recordar la espléndida frase de von Rad citada por
José Luis Sicre: “no existe ni una sola verdad de fe que no podamos manipular
31
idolátricamente” . De ahí que las diferentes herejías si bien atentaban directamente a la
fe vivida y expresada por las comunidades, tienen a la vez, como consecuencia, una
praxis errónea de la fe. Aquel tópico latino lex orandi, lex credendi es más que iluminador
en esta situación, a punto de afirmar: lex orandi, lex credenti lexque exercendi.

Este último capítulo tiene como objetivo, luego de revisar los textos bíblicos acerca de la
Encarnación y cómo en la historia de nuestra Iglesia se ha vivido gran tensión en torno a
este misterio, el corroborar la importancia que posee este dato de la fe en la espiritualidad
laical dentro de la eclesiología de comunión; de ahí la constatación primera: Sin un
correcto entendimiento de la Encarnación no es posible la espiritualidad (al menos la
cristiana) muchos menos la espiritualidad laical. ¿Qué datos a la luz de lo expuesto en
los capítulos anteriores recogeremos?

31
SICRE, José Luis y otros. La Iglesia y los profetas. Almendro: Córdova.
La espiritualidad laical se inscribe en la historia de la Iglesia contemporánea como un
empuje profético a la luz del Concilio Vaticano II que situó, aunque con sus dificultades 32,
al laicado dentro de la vida de santidad de la Iglesia, poseyendo ellos y ellas un lugar
propio y, por ende, una vocación y misión que es reconocida como: “A los laicos
pertenece por propia vocación buscar el reino de Dios tratando y ordenando, según Dios,
los asuntos temporales”33

Los laicos y laicas nos encontramos en el mundo, de hecho, es el mundo nuestro lugar
de misión y realización. De modo que la correcta comprensión tanto del mundo como del
mismo ser humano es fundamental para el tema que nos embarga. Constatamos que
debido a la lectura bíblica34, hermenéuticamente incorrecta, de algunos textos se ha
recobrado un desprecio al mundo, buscando nuevamente una fuga mundi ya que donde
vivimos es un lugar “despreciable”. Lo mismo sucede con la persona; algunos grupos
fundamentalistas, incluso entre católicos, mantiene una visión totalmente negativa de la
persona, un pesimismo embarga nuestra actitud, de ahí que sea muy fácil el negar la
humanidad en Jesús: si el hombre es así, Jesús no puede ser hombre y así acudimos a
Jesús pantokrátor35 o a Jesús sólo Dios. Hablar de humanidad en él, de sentimientos o de
otros aspectos humanos es tenido con recelo, porque es Dios y él no puede pasar
aquello.

La relación Dios-mundo o Iglesia-mundo se encuentra en el meollo del asunto36. Ésta es


vista con distancia en relación al mundo ¿no es necesario una metánoia en relación a
nuestra comprensión de tal si es que nuestro carisma es la transformación del mundo? A
pesar que pueda sonar retórica la pregunta no deja por eso de tener actualidad. Y es que
si sigue siendo vigente el que la Encarnación sea uno de los elementos fundamentales en

32
Me refiero por ejemplo a la limitación que existe en relación al laicado. Algunos se han preguntado por qué
si en el capítulo II de la LG. se ha hablado sobre el pueblo de Dios en general qué de nuevo añade el capítulo
IV sobre los laicos, ¿acaso lo que se dice del pueblo de Dios no es válido para ellos y ellas? Para estos
problemas teológicos remito a ESTRADA DIAZ, Juan Antonio. La espiritualidad de los laicos. En una
eclesiología de comunión.
33
LG. 31

34
Por ejemplo Lc. 4,1-13 texto muy empelado por los Testigos de Jehová: “El diablo es el dueño del mundo”
afirman en sus predicaciones casa por casa.
35
Que no es malo ni mucho menos negativo aquello, sino que se convierte en malo y negativo el que por
desterrar una imagen se adopte la otra.
36
Cf. CONGAR, Y. Jalones para una teología del laicado.
la espiritualidad laical, esto exige superar las mismas tensiones que ha sufrido (¡¡y sigue
sufriendo!!) el dogma cristológico en relación a la divinidad y la humanidad.

3.2. Actualidad del sentido encarnacional

El profundo neoplatonismo arraigado en los sistemas de pensamiento trajo consigo un


cierto desprecio del cuerpo y lo material. K. Rahner nos advertía hace mucho sobre el
riesgo de monofisismo latente37 y es que quedarnos con una sola de las naturalezas tiene
una repercusión en cómo asumimos no sólo a Cristo sino también a la misma persona.
Carlos Ignacio González afirma bellamente que “una falsa antropología hace imposible
consecuentemente una sana cristología”38 Sin caer en la reducción de Feuerbach podría
decir que sin una sana antropología tampoco puedo hacer una cristología correcta39.
Jesús es el hombre nuevo, aquel que nos muestra al ser humano nuestra verdadera
vocación de ser humano. (Cf. GS. n. 22).

El Documento de Puebla al hablar sobre los agentes de la comunión y participación dice


de los laicos algo que es verdaderamente maravilloso son, pues, “hombres de la Iglesia
en el corazón del mundo, hombres del mundo en el corazón de la Iglesia”40 viviendo esa
doble dimensión que lo sitúa en ambas realidades que no se excluyen sino más se
integran: la iglesia está en el mundo para servirle41. Y el vivir la vocación laical exige
asumir ese doble rol. ¿No es la Encarnación nuestro punto de partida? Definitivamente sí.

A la luz de lo examinado en los textos bíblicos y corroborando lo que la tradición eclesial


ha manifestado no podemos sino afirmar que la Encarnación es el paradigma de nuestra
vivencia cristiana en el mundo: una total aceptación de lo humano, la humanidad como
punto referencial para hallar lo divino, el mundo como lugar de realización buscando su
transformación, en definitiva: una pasión por el mundo.

37
Cf. RAHNER, K. Escritos de teología. Tm IV. p. 167

38
GONZÁLEZ, Carlos Ignacio. Él es nuestra salvación. p. 297

39
Feuerbach acusó a lo religioso, a la divinidad de ser la suma de todas las limitaciones del ser humano, sin
embargo, el cristianismo muestra al Dios de Jesús no como el que posee todo lo que al hombre le falta sino
más bien como aquel que ensalza todo lo bueno que el ser humano es.
40
Documento de Puebla n. 786

41
De todo esto ya nos ha hablado el magistral documento conciliar Gaudium et Spes.
La Encarnación del Verbo a la vez que nos hace valorar el sentido de lo divino debe
invitarnos a seguir la misma ruta: hacia abajo. Aceptación de lo que sucede no con el
conformismo pesimista ni con la sumisa resignación del que nada puede cambiar, si no
más bien con el impulso conciente y motivador de ver a Dios mismo amando lo humano.
Esto hace que como “hombres y mujeres del mundo” entendamos, a la luz de la
Encarnación, que lo contrario de lo divino no es lo humano, sino más bien que lo contrario
a lo divino es lo inhumano, aquello que estamos invitados a cambiar.

A la luz de lo examinado, el recuperar el valor de lo humano y no menospreciarlo es una


tarea constante ya que corremos el riesgo de por un ideal de perfección (más platónico
que cristiano) asumamos nuestro rol de creyentes en un sentido de militancia en contra
del mundo y despreciando aquellas sutiles pero profundas reflexiones que lo moderno (y
lo posmoderno) nos traen. La Encarnación cobra así una actualidad permanente, no
porque no la haya tenido, sino más bien porque no la hemos entendido así.
CONCLUSIÓN

A modo de conclusión quisiera presentar una oración:


Jesús, en la Encarnación has asumido nuestra carne,
todo lo humano te pertenece y nada de lo humano te es indiferente.
Has puesto tu tienda entre nosotros,
así has vestido pañales
y gritado fuerte cuando tenías hambre,
has gateado y dado tus primeros pasos,
has caminado y corrido como niño,
te has alegrado y también llorado,
mostrando con todo eso, en lo cotidiano,
toda la grandeza de la expresión de la humanidad.

Jesús, a lo largo de la historia


te hemos querido ver glorioso en los altares
y te hemos olvidado pequeño en Nazareth,
te hemos colocado coronas de oro y plata
y olvidamos que lo tuyo es hacer el bien,
te hemos regalado clavos de plata para tus cruces
olvidando que nuestra misión es amar.
Y así sin querer para hacerte más grande
te hemos reducido
y así menospreciado aquello que contigo y por ti cobró valor.

Jesús, el Cristo, nos has invitado a seguirte en medio del mundo.


Y en el mundo nos invitas a ser sal y luz,
ser agentes de cambio y transformación en el amor.
Esto sólo lo conseguiremos con la ayuda de tu Espíritu
que nos impulsa en todo instante
y que nos permite ver con otros ojos la realidad,
apasionándonos como tú por la persona
y construyendo desde lo que somos
la civilización del amor, tu Reino.

Y a este mundo al que debemos amar como tú,


enséñanos a valorarlo, a comprenderlo, a asumirlo,
a encarnarnos con todo lo que aquello implica
para que de este modo seamos testigos tuyos
estando atentos a los gritos de nuestro pueblo.
BIBLIOGRAFÍA

ALONSO SCHÖCKEL, Luis.


2007 Biblia del peregrino. Bilbao.
Mensajero

ARENS, Eduardo
2002 La Biblia sin mitos, una introducción crítica. Lima.
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