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1. INTRODUCCIÓN
2. EL ESCENARIO DEL ORIGEN Y SU ANTIGÜEDAD
2.1. DÓNDE OCURRIÓ
2.1.1. EN LA SUPERFICIE DE LA TIERRA
2.1.2. FUERA DE LA TIERRA
2.1.3. EN SURGENCIAS HIDROTERMALES SUBMARINAS
2.2. CUANDO OCURRIÓ
3. EL PROBLEMA DEL ORIGEN
3.1. LAS CONDICIONES INICIALES
3.2. LAS PRIMERAS MOLÉCULAS ORGÁNICAS
3.3. LOS PRIMEROS POLIMEROS
3.4. EL PRIMER ORGANISMO VIVIENTE. PROTOCÉLULAS
3.4.1. TEORIAS DEL ORIGEN ÚNICO
3.4.2. TEORIAS DE UN ORIGEN DOBLE: REPLICACION Y METABOLISMO DESDE EL
PRINCIPIO
3.4.2.1. LAS ARCILLAS
3.4.2.2. LA PIRITA
4. EVOLUCIÓN CELULAR
5. TEORÍA CELULAR
6. NIVELES DE ORGANIZACIÓN DE LA MATERIA VIVA
7. RESUMEN
8. BIBLIOGRAFÍA
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Francisco Catalá Ferriol 11
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1. INTRODUCCIÓN
Si aceptamos la evolución biológica y viajamos imaginariamente en el tiempo miles de
millones de años atrás, a la época en que sólo existían microorganismos semejantes a ciano-
bacterias, parece inevitable ir un poco más allá y preguntarse cómo empezó ese fenómeno
que llamamos vida.
Darwin, en el último párrafo de El origen de las especies escribió que el Creador inspiró
vida originalmente a algunas formas o a una de ellas. “A partir de un comienzo tan elemental
se fueron produciendo ilimitadamente formas más bellas y maravillosas que siguen evolucio-
nando.” En correspondencia privada, sin embargo apuntó la posibilidad de que la vida se
originara por un proceso químico, anticipando que la ciencia llegaría a estar en condiciones
de afrontar la búsqueda del misterio de los misterios: “en una pequeña charca caliente, en
presencia de todo tipo de sales de amonio y de ácido fosfórico, de luz, calor, electricidad…”.
Así, durante gran parte del siglo XX, los investigadores se han afanado en desentrañar la
hipótesis que Darwin adelantó en privado: de qué manera las interacciones espontáneas de
moléculas sencillas disueltas en océanos, lagos o charcas del mundo prebiótico, pudieron dar
lugar al antepasado común de todos los seres vivos de este planeta. Esta suposición parece
dar por buena la vieja teoría de la generación espontánea que hasta mediados del siglo XVII
no se cuestionó y que afirmaba que criaturas “inferiores” como insectos, ranas e incluso
ratones podían surgir del fango o de la materia en descomposición. Sin embargo es bien
sabido que a mediados del siglo XIX, Louis Pasteur demostró su imposibilidad incluso para
el caso de los microorganismos.
No obstante la paradoja puede resolverse si consideramos que en los remotos tiempos del
origen de la vida las condiciones ambientales terrestres eran radicalmente diferentes a las actuales,
como los geólogos han demostrado fuera de toda duda razonable. En este caso y, al menos, por una
vez sí tuvo que darse una primigenia generación espontánea de vida muy simple.
La respuesta exacta a lo que es la vida no se conocerá hasta que no comprendamos cómo
se originó, pero sí podemos y debemos caracterizarla para iniciar y orientar conveniente-
mente su búsqueda.
Las características de la vida son la autopoyesis y la reproducción, que permite la perpe-
tuación y evolución de los organismos. Un sistema es autopoyético cuando mediante proce-
sos químicos mantiene su composición y estructura a pesar de las perturbaciones ambienta-
les. Esto es posible gracias al orden del metabolismo y a un consumo constante de energía.
No se conoce ningún organismo que no sea autopoyético y que no posea en su composición
agua y compuestos orgánicos complejos, como ácidos nucleicos y proteínas, que constituyen
células vivas. La célula es la unidad autopoyética mínima.
Así llegamos al punto en que abordar el origen de la vida se resume en explicar el origen
de la primera célula y esto en la Tierra se piensa que ocurrió una sola vez,
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ya que todos los habitantes de este planeta compartimos tal cantidad de
características y tan profundas, que no cabe otra posibilidad. Si hubo
varios orígenes celulares, hoy no queda rastro de sus descendientes.
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Aceptada la premisa de que la vida tuvo que surgir de la materia inanimada, comienza la
exploración científica más apasionante que ha abordado el ser humano: dónde, cuándo y
cómo se originó el primer ser vivo.
gida, esto es: seres extraterrestres sembrando nuestro planeta de la vida surgida en algún
otro rincón del universo, donde las condiciones fueran más favorables que en la Tierra. Aquí
esta vida extraterrestre habría evolucionado hasta lo que es hoy.
La mayoría de investigadores opinan que la vieja idea de la panspermia, o siembra extra-
terrestre de vida, además de ser altamente especulativa, aporta muy poco; sólo aleja el
problema fuera de la Tierra sin resolverlo.
Así los geólogos mediante diversos procedimientos de datación y estudiando sobre todo
los meteoritos, ya que no quedan muestras de las rocas terrestres más antiguas, han esti-
mado la edad del sistema solar, y por tanto de la Tierra, en unos 4.500 a 4.600 millones de
años. Por otra parte los fósiles más antiguos conocidos, semejantes a cianobacterias, tienen
una antigüedad de 3.500 millones de años. Luego el origen de la vida tuvo que ocurrir entre
esta última fecha y el momento en que se formó en la Tierra una corteza estable y una
hidrosfera. Además es bien conocido que en los primeros tiempos del sistema solar todos los
planetas y lunas fueron afectados por un intenso bombardeo de asteroides y cometas, y la
Tierra no fue una excepción. Muchos de estos grandes impactos pudieron vaporizar comple-
tamente los océanos. Los geólogos planetarios estiman que este intenso bombardeo terminó
hace unos 3.800 millones de años, produciéndose después sólo impactos menores y mucho
más espaciados en el tiempo.
Queda así un intervalo máximo de unos 300 millones de años. A algunos investigadores
les parece poco tiempo para que tuviera lugar el origen, pero otros como A. Lazcano y S.
Miller han estimado recientemente sobre bases plausibles, que sólo hizo falta un lapso de
unos 5 a 10 millones de años entre la aparición de los compuestos orgánicos prebióticos y la
primera célula con ADN.
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de la actividad fotosintética, ya que el procedente de la fotólisis química
del agua se tuvo que combinar con el metano y el amoniaco para dar
dióxido de carbono y nitrógeno (como en los casos de Marte y Venus, planetas hermanos de
la Tierra). El metano y amoniaco, por otra parte abundantes en los planetas gaseosos: Júpiter,
Saturno, Urano y Neptuno; junto a otros como hidrógeno, nitrógeno, monóxido y dióxido
de carbono, y vapor de agua, componían entonces la atmósfera terrestre. Todos estos gases
provendrían del interior de la Tierra en formación y en parte serían aportados por cometas y
meteoritos (agua y compuestos orgánicos abióticos, sobre todo).
También se sabe que, aunque el Sol ha variado su intensidad desde su nacimiento, las
temperaturas terrestres superficiales serían compatibles con la existencia de una hidrosfera
líquida estable.
Desde Oparin hasta nuestros días los investigadores han abordado los diferentes aspectos
de la vida, metabolismo y reproducción, dando mayor importancia a uno u otro aspecto.
Oparin estudio el comportamiento de disoluciones concentradas de polímeros, obser-
vando que se formaban pequeñas gotas que llamó coacervados. Descubrió varias combina-
ciones de polímeros capaces de formar coacervados: histonas y albúminas, histonas y poli-
sacáridos, e histona con ácidos nucleicos (ARN o ADN). Observó que los coacervados
mostraban algunas propiedades de las células cuando añadía algún enzima. Mostraban absor-
ción selectiva y un rudimentario metabolismo, produciéndose también divisiones en las goti-
tas.
Fox calentó mezclas de aminoácidos en seco, observando la formación de péptidos seme-
jantes a proteínas. Estos polimeros formados al azar y denominados proteinoides muestran
propiedades interesantes: si se dejan enfriar en disolución concentrada y en condiciones
adecuadas de pH y salinidad forman microesferas que catalizan toda una gama de reaccio-
nes químicas sin necesidad de añadir enzimas. Catalizan por ejemplo la degradación de la
glucosa y poseen actividad peroxidasa y esterasa. Además espontáneamente producen cada
cierto tiempo nuevas gotas por gemación.
Los experimentos de Oparin y Fox ilustran el concepto de selección química que bien
pudo darse antes de la aparición de un código genético. Las probabilidades de supervivencia
de estas gotitas precelulares en la hidrosfera primitiva estarían directamente relacionadas
con la eficacia de su metabolismo.
Sin embargo, tanto los coacervados como las microesferas de proteinoides ya no se
suelen considerar modelos adecuados de las primeras células porque, entre otras razones, su
parecido con las células es sobre todo superficial, ya que los agregados coloidales de Oparin
y las esferas de polimeros de Fox están separados por un verdadero abismo de la estructura y
composición de una célula viva. No parece pues que tales estructuras puedan representar
una etapa evolutiva previa a la aparición de las protocélulas. En este sentido parecen más
adecuados los liposomas de D. Deamer y J. Oró, vesículas con una doble membrana lipídica
formada por moléculas polares. Estas vesículas no sólo se forman en el laboratorio en condi-
ciones prebióticas plausibles sino que también se han formado espontáneamente con material
lipídico hallado en el meteorito Murchison, conocido por ser el primero en el que se descu-
brieron moléculas orgánicas prebióticas.
El otro aspecto, el de la replicación, ha sido abordado por investigadores que se han
centrado en las hipótesis génicas, es decir: vida sin proteínas.
Según este punto de vista un ácido nucleico es ya un ser vivo que evoluciona pues codi-
fica proteínas, se replica y puede mutar. La obtención de una membrana y de enzimas pudie-
ron ser sucesos evolutivos posteriores.
H.J. Muller fue el primero en proponer que unos primitivos genes
vivientes (hipótesis del gen desnudo) habrían dado lugar a los primeros
seres vivos. En 1986, W. Gilbert formuló la teoría que se bautizó como
“mundo de ARN”. Según su propuesta los primeros organismos pudieron CEP
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estar constituidos por moléculas de ARN autorreplicativo que evolucionaron hacia una
mayor velocidad de replicación mediante la síntesis de proteínas y desarrollando una
membrana lipídica. Más tarde, las proteínas permitieron al ARN replicarse y sintetizar
proteínas más eficazmente. Por último las proteínas también ayudarían al ARN a fabricar su
versión bicatenaria, que acabaría evolucionando hacia el ADN, más eficiente para almace-
nar la información genética por su mayor estabilidad química. El precedente de esta hipótesis
fue la propuesta a finales de la década de los sesenta por Carl R. Woese, Leslie E. Orgel y
Francis Crick que sugirieron de manera independiente que el ARN, en la actualidad un mero
intermediario en la síntesis de proteínas, no sólo podría haber almacenado información gené-
tica, sino que quizá también tendría actividad catalítica. Esto resolvía la paradoja de decidir
qué fue primero: las proteínas o el ADN.
A favor del “mundo de ARN” había una serie de evidencias prometedoras como la obser-
vación de que en condiciones prebióticas, la ribosa se sintetiza mucho más rápidamente que
la desoxirribosa, pues la primera procede de la polimerización de formaldehído, una de las
primeras moléculas que se forman en los experimentos de síntesis prebiótica. Además los
precursores del ADN siempre se sintetizan por la reducción de nucleósidos difosfato del
ARN. Pero la evidencia más sólida a favor del papel del ARN en las primeras células, fue la
aportada por Thomas R. Cech y Sydney Altman, independientemente y que les supuso el
premio Nobel en 1989: el descubrimiento de las primeras ribozimas, ARN con actividad
enzimática. Estos investigadores descubrieron que ciertos ARN se autofragmentaban y
después se unían sin la participación de enzimas.
Esta línea de investigación se ha continuado explorando y así, Jack W. Szostak y colabo-
radores construyeron moléculas de ARN que actúan como enzimas, cortando y pegando
moléculas, incluidas ellas mismas. Ahora intentan demostrar que el ARN puede encapsularse
en una membrana y constituir una célula viable.
Manfred Eigen ha explorado otras posibilidades del ARN logrando que, al estimularlo con
enzimas y otras sustancias se adapte y evolucione; es lo que se conoce como “evolución dirigida”.
A pesar de estos avances en la comprobación de la hipótesis del mundo de ARN, también
surgen multitud de problemas. Uno de los más importantes es la fragilidad del ARN, que
dificultaría su formación y acumulación en condiciones prebióticas. Además el ARN sólo
alcanza a autorreplicarse si el experimentador se lo facilita de alguna manera.
A la vista de estas y otras dificultades, L. Orgel llega a la conclusión de que el ARN no
fue la primera molécula autorreplicativa y que tuvo que haber otra molécula más sencilla y
tal vez muy diferente que fuera la precursora del actual ADN.
A.G. Cairns-Smith, propone que la materia prima para el origen de la vida no fueron las
biomoléculas orgánicas que hoy constituyen los seres vivos sino algo muy diferente: arcillas.
Estos minerales serían las primeras sustancias bioquímicas que la evolución sustituiría más
tarde por materia orgánica, sin duda más eficiente. En un principio los cristales de la arcilla
asumirían todas las funciones: como catalizadores, como membranas y como material gené-
tico.
Todo cristal está formado por unidades autorreplicativas, pero los cristales de la arcilla
tienen la complejidad suficiente como para mutar y evolucionar de forma similar a como lo
hace la vida. Además algunas arcillas pudieron mejorar su habilidad reproductiva, desarro-
llando la capacidad de atraer o sintetizar compuestos orgánicos fundamentales como proteí-
nas o ácidos nucleicos. Al final del proceso los compuestos orgánicos ya estaban preparados
paraasumir la replicación y pudieron desligarse de las arcillas.
Aunque teóricamente impecables, las imaginativas hipótesis de Cairns-Smith carecen de
un mínimo soporte experimental y nadie ha encontrado nada ni remotamente parecido a un
organismo arcilloso.
3.4.2.2. La pirita
4. EVOLUCIÓN CELULAR
No existen discrepancias en la aceptación de que las primeras células fueron procariotas y
desarrollaron ya la inmensa mayoría de las rutas metabólicas, y que las eucariotas aparecie-
ron mucho después, bien por evolución gradual de una arquea seguida de una endosimbiosis
o sólo por endosimbiosis sucesivas entre una arquea y diferentes bacterias.
Las teorías mejor fundamentadas sobre la evolución celular se produjeron entre mediados
de los años sesenta y finales de los setenta.
En los primeros años setenta, Max Taylor formula su teoría de la filiación directa, que
propone un escenario darvinista estricto en el que un procariota ancestral, por evolución
gradual daría lugar a todas las estructuras típicas de una célula eucariota: membrana nuclear,
citoesqueleto, centríolos, mitocondrias y cloroplastos.
Previamente, en 1967 Lynn Margulis había publicado su famoso artículo sobre el origen
de las células eucariotas por endosimbiosis serial, pero no había tenido eco en el mundo
académico, que lo consideraba una especulación sin fundamento; ni siquiera el descubri-
miento del ADN en las mitocondrias y cloroplastos, que hizo dudar a algunos investigadores
previamente escépticos , afectó a Taylor, que lo explicaba sencillamente como ADN escin-
dido del núcleo y migrado hasta mitocondrias y cloroplastos por meras razones de eficacia
operativa. Sin embargo la teoría de Taylor quedó refutada al poco de formularse, cuando se
descubrió que el ADN de las mitocondrias y cloroplastos es mucho más parecido al material
genético de las bacterias que al genoma eucariota.
En 1977 Woese y Fox formulan su teoría del progenota, incluyendo la
endosimbiosis de Margulis sólo en el aspecto parcial del origen de las
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mitocondrias y cloroplastos. En su teoría proponen que una célula procariota primitiva con
ADN (progenota) que provenía de un antecesor quizá con ARN, habría evolucionado hasta
originar tres líneas evolutivas o dominios: el antecesor de los eucariotas, el de las bacterias
verdaderas o eubacterias y el de las arquibacterias o arqueas.
Actualmente la teoría ha quedado ligeramente modificada al considerarse que las células
eucariotas procederían de una antepasada arquea, que acogió a las bacterias que acabarían
constituyendo las mitocondrias (proteobacterias) y cloroplastos (cianobacterias). Reciente-
mente, aplicando métodos moleculares se han descubierto en núcleos eucariotas genes que
parecen proceder de transferencias horizontales de origen bacteriano, diferentes a las que
originaron las mitocondrias y cloroplastos, además de algunos otros que no se corresponden
con organismos actuales y que indicarían la existencia de un cuarto dominio de organismos,
hoy desaparecidos.
Margulis sigue defendiendo que las espiroquetas también participaron en una primera
simbiosis con una arquea y acabaron por constituir en los eucariotas el citoesqueleto, los
cilios y los flagelos. Sin embargo esta parte de la endosimbiosis serial no ha podido compro-
barse, al no hallarse ADN asociado a centriolos, cinetosomas o microtúbulos del citoesque-
leto.
5. TEORÍA CELULAR
La carrera hacia el establecimiento de la teoría celular comienza con el descubrimiento de
las primeras células por Robert Hooke que en 1665 publica sus observaciones de tejidos
vegetales con un microscopio rudimentario.
Contemporáneo de Hooke, Anton Van Leeuwenhoek, utilizando un mejorado microsco-
pio simple consiguió describir protozoos, rotíferos, levaduras, hematíes, espermatozoides y
bacterias.
Hasta el s. XVIII no se registraron mayores avances en la citología debido a que los
microscopios simples habían llegado al límite teórico de su capacidad. En el siglo siguiente
se desarrolla el microscopio compuesto, con lentes corregidas de aberración y además se
descubren diversas técnicas de fijación y tinciones que mejoran notablemente las preparacio-
nes microscópicas, llegando a describirse el núcleo y las demás partes básicas de las células.
En 1839, Theodor Schwann observa y describe tejidos animales comparándolos con los
tejidos vegetales ya descritos por Matthias Schleiden. Ambos formulan la primera teoría
celular, que se ha ido completando gradualmente con el avance de los conocimientos citoló-
gicos.
La primera formulación de la teoría se limitaba a dos postulados:
1.- “Todos los seres vivos están formados por células”, es decir: la
célula es la unidad morfológica de los seres vivos.
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2.- “Cada célula puede realizar todas las funciones vitales: nutrición, relación y repro-
ducción”.Por tanto la célula es también la unidad fisiológica de los seres vivos.
3.- En 1855, Rudolf Wirchow aportó el tercer postulado: “Toda célula procede de otra
célula preexistente”.
A partir de aquí los descubrimientos citológicos se suceden rápidamente. Se distin-
gue en todas las células un protoplasma (Purkinje), un núcleo (Brown) y una
membrana. Se descubre la división directa del núcleo o amitosis (Remak). Strasbur-
ger en 1879 observa la división indirecta del núcleo (cariocinesis) en las células
vegetales. En 1880, Fleming descubre una división nuclear idéntica en las células
animales y la denomina mitosis. En 1890 Waldeyer observa filamentos en el núcleo
en división y los denomina cromosomas.
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geno, nitrógeno, fósforo y azufre.
3.- Nivel molecular. Los átomos se unen entre sí mediante diversos
enlaces, constituyendo moléculas sencillas que a su vez pueden
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unirse para dar macromoléculas o polímeros como las proteínas, compuestas por
aminoácidos, y ácidos nucleicos, compuestos por nucleótidos; y complejos supramo-
leculares, como las glucoproteínas. Estos a su vez se estructuran en los orgánulos
celulares.
4.- Nivel celular. Las células constituyen el primer nivel con vida y están constituidas
por diferentes orgánulos con funciones determinadas. En los seres pluricelulares, las
células se agrupan para constituir el siguiente nivel: los tejidos.
5.- Tejidos. Los tejidos biológicos agrupan células similares tanto por su estructura
como por sus funciones. En los animales algunos tejidos son el muscular, nervioso,
epitelial, conectivo, etc.
6.- Órganos. Diferentes tejidos se agrupan en unidades funcionales u órganos. En los
animales el corazón, el cerebro, el hígado, el estómago, los sentidos, etc. constitu-
yen diversos órganos.
7.- Sistemas y aparatos. Son agrupaciones de órganos que colaboran en una determi-
nada misión. La diferencia fundamental entre unos y otros es que los sistemas son
agrupaciones de órganos muy similares en constitución y función, repartidos por
todo el organismo (sistema nervioso, sistema muscular, sistema esquelético, etc.).
Los aparatos, sin embargo, se componen de órganos localizados que pueden ser muy
variados en su estructura, aunque colaboran en una misma función: aparato diges-
tivo, aparato respiratorio, aparato reproductor, etc.
8.- Organismos. Los organismos se pueden definir como individuos formados por la
suma de aparatos y sistemas.
9.- Población. Nivel de orden superior de índole ecológica, que agrupa a un número
variable de organismos de la misma especie y que viven en contacto.
10.- Biocenosis. Conjunto de diferentes poblaciones que interaccionan de múltiples
maneras en un ecosistema determinado.
11.- Ecosistema. Representa la biocenosis y su biotopo, o medio físico-químico en el que
está inmersa y con el que interacciona.
12.- Biosfera. Representa el nivel superior, englobando a todos los seres vivos en la tota-
lidad de los ecosistemas terrestres
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7. RESUMEN
1. INTRODUCCIÓN
Las características de la vida son la autopoyesis, entendida como la capacidad para
mantenerse gracias a un metabolismo y un consumo de energía, y la reproducción,
base de su perpetuación y evolución.
Explicar el origen de la vida implica conocer cómo se originó la primera célula, el
antepasado de todas las formas orgánicas de este planeta. Darwin ya anticipó que
esta búsqueda estaría al alcance del conocimiento científico y no sólo de la especula-
ción metafísica o religiosa.
Oparin y Haldane fueron los primeros en abordar el problema desde la óptica cientí-
fica. Desde entonces han sido muchos los avances pero las dificultades por superar
aún son muchas y han generado un abanico de teorías, todavía pendientes de
comprobación experimental.
2. EL ESCENARIO DEL ORIGEN Y SU ANTIGÜEDAD
Se piensa que el origen de la vida pudo ocurrir en la Tierra ligado al agua, cuando
las condiciones eran muy diferentes a las actuales; bien en la superficie, en pequeñas
charcas donde los compuestos orgánicos sencillos formados en la atmósfera pudie-
ron acumularse, o en surgencias hidrotermales submarinas, al abrigo de las radiacio-
nes ultravioletas y los impactos extraterrestres. Una tercera posibilidad también
contemplada es el origen extraterrestre, bien de los compuestos orgánicos indispen-
sables para la vida o de la vida en sí misma, en forma de microorganismos que colo-
nizarían la Tierra y evolucionarían después.
Se estima que, si el origen se produjo en la Tierra, tuvo que ocurrir necesariamente
entre la época en que la Tierra ya contaba con una corteza sólida y el bombardeo
meteorítico había cesado, y la época de los primeros fósiles conocidos. Esto deja un
intervalo de trescientos millones de años, entre los 3.800 y los 3.500 millones de
años de antigüedad.
3. EL PROBLEMA DEL ORIGEN
Sin duda el principal problema a resolver es cómo empezó la vida. La teoría clásica
de Oparin estima que a partir de gases de la atmósfera terrestre primitiva y con la
ayuda de diversas fuentes de energía, se originaron los primeros compuestos orgáni-
cos prebióticos que se acumularon en el medio acuático, en la superficie terrestre
(sopa primigenia) y que de algún modo se polimerizaron para dar proteínas y ácidos
nucleicos primero, y las primeras protocélulas después. Esta teoría ha cosechado
éxitos experimentales pero se encuentra actualmente bloqueada. Teorías más recien-
tes dudan de que se pudiera formar la “sopa” orgánica y abogan por un comienzo
inorgánico sobre superficies minerales, que sólo mucho después serían sustituidas
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por moléculas orgánicas.
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8. BIBLIOGRAFÍA
- CAIRNS-SMITH, A.G. (1990) Siete pistas sobre el origen de la vida. Alianza
Editorial, Madrid.
- DYSON, F. J. (1999)Los orígenes de la vida. Cambridge University Press, Madrid.
- HORGAN, J (1991) En el principio. Investigación y Ciencia, abril 1991,81-90
- HOYLE, F. y WICKRAMASINGHE, N.C. (1982) La nube de la vida. Ed. Crítica,
Barcelona.
- ORGEL, L. E. (1994) Origen de la vida sobre la Tierra. Investigación y Ciencia,
nº219 (especial: Vida en el Universo), diciembre 1994, 46-53.
- PERETÓ, J.G. (1994) Orígenes de la evolución biológica. Ed. Eudema, Madrid.
- SAMPEDRO, J. (2002) Deconstruyendo a Darwin. Ed. Crítica, Barcelona.
- http://www.cab.inta.es/Centro de Astrobiología.
- http://astrobiologia.astroseti.org/ Nasa Astrobiology Institute (NAI), en español.
REFERENCIAS LEGISLATIVAS
- Ley Orgánica 2/2006 de Educación de 3 de mayo
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