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Intelectualismo moral

Socrates
Básicamente, en que la «virtud» y la vida «justa», son racionalmente comprensibles...y pueden
aprenderse y enseñarse por la misma vía.
El propósito central de la reflexión de Sócrates es moral: la perfección del individuo. Esta
perfección consiste para Sócrates en el autodominio. Aquí se constituye el ideal clásico del sabio
moral: el héroe no es aquel que vence sobre los demás, sino el que vence sobre uno mismo. El sabio
es el que -ordenándose conforme a su inteligencia- se domina a sí mismo; lo cual significa que hay
algo en uno mismo -las pasiones- que debe ser dominado o sometido, y cuyo desgobierno acarrea la
infelicidad, la imperfección o el mal moral. Para este propósito moral se precisa de un conocimiento
distinto de las especulaciones sobre el origen de la realidad natural (fracasadas, por otra parte en los
físicos, naturalistas y cosmólogos, es decir, todos los pre-socráticos). La mirada no ha de dirigirse
hacia fuera y a los comienzos, sino hacia dentro (hacia sí mismo) y hacia los fines (de las acciones,
de la vida humana). La filosofía tiene que ser autognosis (conocimiento de sí mismo). Sin el
conocimiento moral no hay autodominio. La virtud se basa en el conocimiento, en la aprehensión
«intelectual» de los valores y éste puede ser aprendido y enseñado. Sócrates trata de someter la vida
humana y sus valores a la razón y trata -además- de racionalizar la conducta humana ajustándola a
normas fijas y universales.
Socrates:

Biografía
Nació en Atenas, donde vivió durante los dos últimos tercios del siglo V a. C., la época más
espléndida en la historia de su ciudad natal, y de toda la antigua Grecia. Fue hijo de Sofronisco –
motivo por el que en su juventud lo llamaban Sōkrátēs iōs Sōfronískos (‘Sócrates hijo de
Sofronisco’) –, de profesión cantero, y de Fainarate, comadrona, emparentados con Arístides el
Justo.
Según Plutarco, cuando Sócrates nació su padre recibió del oráculo el consejo de dejar crecer a su
hijo a su aire, sin oponerse a su voluntad ni reprimirle sus impulsos.[1] [2] No obstante, ni
Jenofonte ni Platón mencionan esta intervención del oráculo, lo que hace pensar que pueda ser una
tradición popular muy posterior.[1]
Desde muy joven, llamó la atención de los que lo rodeaban por la agudeza de sus razonamientos y
su facilidad de palabra, además de la fina ironía con la que salpicaba sus tertulias con los
ciudadanos jóvenes aristocráticos de Atenas, a quienes les preguntaba sobre su confianza en
opiniones populares, aunque muy a menudo él no les ofrecía ninguna enseñanza.[cita requerida]
Se casó con Xantipa (o Jantipa), que era de familia noble. Según una tradición antigua, trataba muy
mal al filósofo, aunque en realidad Platón muestra, al narrar la muerte de Sócrates en el Fedón, una
relación normal e incluso buena entre los dos.
Su inconformismo lo impulsó a oponerse a la ignorancia popular y al conocimiento de los que se
decían sabios, aunque él mismo no se consideraba un sabio, aun cuando uno de sus mejores amigos,
Querefonte, le preguntó al oráculo de Delfos si había alguien más sabio que Sócrates, y la Pitonisa
le contestó que no había ningún griego más sabio que él (Apología 21a). Al escuchar lo sucedido,
Sócrates dudó del oráculo, y comenzó a buscar alguien más sabio que él entre los personajes más
renombrados de su época, pero se dio cuenta de que en realidad creían saber más de lo que
realmente sabían. Filósofos, poetas y artistas, todos creían tener una gran sabiduría, en cambio,
Sócrates era consciente tanto de la ignorancia que le rodeaba como de la suya propia. Esto lo llevó a
tratar de hacer pensar a la gente y hacerles ver el conocimiento real que tenían sobre las cosas.
Asumiendo una postura de ignorancia, interrogaba a la gente para luego poner en evidencia la
incongruencia de sus afirmaciones; a esto se le denominó «ironía socrática», la cual queda
expresada con su célebre frase «Yo sólo sé que no sé nada» (Εν οιδα οτι ουδεν οιδα [en oida oti
ouden oida]). Su más grande mérito fue crear la mayéutica, método inductivo que le permitía llevar
a sus alumnos a la resolución de los problemas que se planteaban por medio de hábiles preguntas
cuya lógica iluminaba el entendimiento. Según pensaba, el conocimiento y el autodominio habrían
de permitir restaurar la relación entre el ser humano y la naturaleza.[cita requerida]
La sabiduría de Sócrates no consiste en la simple acumulación de conocimientos, sino en revisar los
conocimientos que se tienen y a partir de ahí construir conocimientos más sólidos.
Esto le convierte en una de las figuras más extraordinarias y decisivas de toda la historia; representa
la reacción contra el relativismo y subjetivismo sofista, y es un singular ejemplo de unidad entre
teoría y conducta, entre pensamiento y acción. A la vez, fue capaz de llevar tal unidad al plano del
conocimiento, al sostener que la virtud es conocimiento y el vicio ignorancia.
El poder de su oratoria y su facultad de expresión pública eran su fuerte para conseguir la atención
de las personas.
Sócrates no escribió ninguna obra porque creía que cada uno debía desarrollar sus propias ideas.
Conocemos en parte sus ideas desde los testimonios de sus discípulos: Platón, Jenofonte, Aristipo y
Antístenes, sobre todo. Tales testimonios no son convergentes, por lo que no resulta fácil conocer
cuál fue el verdadero pensamiento de Sócrates

Fedro de Platón (fragmento)


" Y yo no tengo tiempo en absoluto para tales lucubraciones. El motivo, amigo mío, es que no puedo
aún conocerme a mí mismo, según prescribe la expresión de Delfos. Y me parece ridículo, ignorando
todavía eso, considerar lo que a mí no me atañe. De ahí que, mandando a paseo esas cuestiones, y
dando fe a lo que se cree de ellas, no ponga mi atención, como decía hace un momento, en ellas sino
en mí mismo, con el fin de descubrir si por ventura soy una fiera con más repliegues y tufos que
Tifón, o bien un animal más manso y más sencillo, partícipe por naturaleza de algo divino y sin
tufos.
(...)
Perdóname buen amigo. Soy amante de aprender. Los campos y árboles no quieren enseñarme nada,
y sí los hombres de la ciudad. Pero tú ciertamente pareces haber encontrado un remedio para
hacerme salir. Porque, de la misma manera que los que agitan delante de las bestias hambrientas
una rama o un fruto las hacen andar, tú, teniendo ante mí discursos en un volumen, está visto que
me harás dar la vuelta a toda el Ática y a cualquier otro lugar que te venga en gana. "
Video acerca del intelectualismo moral

http://www.youtube.com/watch?
v=gQrAsF5nyEI

http://www.youtube.com/watch?
v=DHgyVyj1G7I

http://www.youtube.com/watch?
v=TT1_UWbm9sc&feature=related

http://www.youtube.com/watch?v=XiCZT-
mLyYM&feature=related

http://www.youtube.com/watch?
v=sqkWKyV8zsU&feature=related

El hombre no se conoce a si mismo


El hombre no se conoce a sí mismo. No conoce, ni sus propias limitaciones, ni sus propias
posibilidades. Ni siquiera conoce lo mucho que no se conoce. El hombre ha inventado muchas
máquinas, y sabe que una máquina complicada necesita algunas veces años de estudio cuidadoso
antes de poder usarla o controlarla. Pero no aplica este conocimiento a sí mismo, aunque él mismo
sea una máquina mucho más complicada que cualquier máquina que ha inventado. Tiene toda clase
de ideas falsas acerca de sí mismo. Ante todo, no se da cuenta de que él es verdaderamente una
máquina. ¿Qué quiere decir que el hombre es una máquina? Quiere decir que no tiene movimientos
independientes, ni dentro ni fuera de él. Es una máquina que es puesta en movimiento por
influencias externas y por impactos exteriores. Todos sus movimientos, acciones, palabras, ideas,
emociones, humores y pensamientos son producidos por influencias exteriores. Por sí mismo, es
tan sólo un autómata con cierta provisión de recuerdos de experiencias previas y cierta cantidad de
energía de reserva. Tenemos que comprender que el hombre no puede hacer nada. Pero él no se da
cuenta de ello y se atribuye la capacidad de hacer. Esta es la primera cosa falsa que el hombre se
arroga. Esto tiene que comprenderse con toda claridad. El hombre no puede hacer. Todo lo que el
hombre cree que hace, en realidad sucede. Sucede exactamente como "llueve" o "nieva". En español
no hay formas impersonales de verbos que se puedan usar en relación con las acciones del hombre.
De manera que tenemos que seguir diciendo que el hombre piensa, lee, escribe, ama, odia, comienza
guerras, pelea, etc. En realidad todo ello sucede. El hombre no puede moverse, pensar o hablar de
motu propio. Es una marioneta tirada de aquí y de allá por hilos invisibles. Si así lo comprende
puede aprender más sobre sí mismo, y tal vez entonces las cosas comiencen a cambiar para él. Pero
si no puede darse cuenta ni comprender su total mecanicidad, o si no quiere aceptarla como un
hecho, no puede aprender nada más y las cosas no pueden cambiar para él. El hombre es una
máquina, pero una máquina muy peculiar. Es una máquina que, en las circunstancias adecuadas, y
con el tratamiento adecuado, puede saber que es una máquina. Al darse plena cuenta de ello puede
encontrar los medios para dejar de ser una máquina. Ante todo, el hombre debe saber que él no es
uno; él es muchos. No tiene un Yo permanente e inmutable. Él es siempre diferente. En un momento
es uno, en el siguiente momento es otro, en el tercer momento es un tercero, y así sucesivamente,
casi sin término. La ilusión de unidad o unicidad se crea en el hombre, ante todo, por la sensación
de un cuerpo físico, luego por su nombre, que en casos normales siempre sigue siendo el mismo, y
tercero, por cierto número de hábitos mecánicos que le son implantados por la educación o los
adquiere por imitación. Al tener siempre las mismas sensaciones físicas, al oír siempre el mismo
nombre, y al notar en sí mismo los mismos hábitos e inclinaciones que tenía antes, se cree ser
siempre el mismo. En realidad no hay unidad en el hombre y no hay un centro de control, ni un Yo
permanente. Este es el esquema general del hombre: Cada pensamiento, cada sentimiento, cada
sensación, cada deseo, cada gusto y cada aversión es un "yo". Estos "yoes" no están conectados
entre sí, ni coordinados en forma alguna. Cada uno depende de los cambios de las circunstancias
exteriores, y de los cambios de las impresiones. Algunos siguen mecánicamente a otro, y algunos
aparecen siempre acompañados de otros. Pero en esto no hay ni orden ni sistema. Hay ciertos
grupos de "yoes" que están ligados naturalmente. Hablaremos de estos grupos posteriormente. Por
ahora debemos tratar de comprender que hay grupos de "yoes" ligados tan solo por asociaciones
accidentales, recuerdos accidentales, o semejanzas totalmente imaginarias. En todo momento, cada
uno de estos "yoes" sólo representa a una muy pequeña parte de nuestro "cerebro", "mente", o
"inteligencia"; pero cada uno de ellos pretende representar a la totalidad. Cuando el hombre dice
"yo", cree que está expresando la totalidad de sí mismo, pero en realidad, aun cuando lo pretenda,
es sólo un pensamiento pasajero, un deseo pasajero. Una hora después lo puede haber olvidado
completamente, y expresar con la misma convicción una opinión, un punto de vista, o un interés
opuesto. Lo peor de todo es que el hombre no lo recuerda. En la mayoría de los casos cree en el
último yo que se expresó, mientras éste dure: esto es, hasta que otro "yo", a veces totalmente
desconectado del precedente, no exprese su opinión o deseo en un tono más fuerte que el primero.

El desarrollo no puede comenzar basado en la mentira qué uno se hace a sí mismo, ni engañándose
a sí mismo. El hombre debe saber lo que tiene y lo que no tiene. Esto significa que debe darse
cuenta de que no posee las cualidades ya descritas que se arroga a sí mismo, o sea: la capacidad de
hacer, la individualidad o unidad, un Yo permanente, y además Conciencia y Voluntad. Y es
necesario que el hombre lo sepa, porque mientras crea que posee estas cualidades no hará los
esfuerzos apropiados para adquirirlas, exactamente como un hombre que no comprará cosas caras,
pagando un alto precio por ellas, si cree que ya las posee.
Comportamientos en los que se da el
intelectualismo moral

Según Sócrates, “la virtud consiste en el conocimiento” y consta de tres principios :


-La virtud es conocimiento por lo que un hombre no puede ser justo sin conocer la justicia.
-El vicio es ignorancia, y si una persona obra por su propio bien y no sabe reconocer lo que hace mal, seguirá
obrando mal creyendo que está obrando bien.
-Nadie obra mal sabiéndolo, porque si conoce la justicia, necesariamente obrará justamente.
Para Platón, solo la verdadera filosofía podía ofrecer el “perfecto y total” conocimiento, siendo necesario que los
gobernantes lo alcancen para gobernar con justicia la verdad y para conducir su vida despreciando la riqueza (lo
hacían todos los políticos de la época, según Platón). Por lo que la solución a los males tanto políticos como
morales de la época, estaba en la doctrina política del filósofo-gobernante.
Intelectualismo moral en la actualidad

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