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En Can de Galilea, dio Jess comienzo a sus seales. Y manifest su gloria, y creyeron en l sus discpulos (Jn 2,11). La narracin de esta primera semana comienza con la presentacin que Juan hace de Jess.
La voz y la Palabra
Este fue el testimonio de Juan, cuando los judos enviaron donde l desde Jerusaln sacerdotes y levitas a preguntarle: Quin eres t? El confes, y no neg; confes: Yo no soy el Cristo. Y le preguntaron: Qu, pues? Eres t Elas? El dijo: No lo soy. Eres t el profeta? espondi: No. Entonces le dijeron: Quin eres, pues, para que demos respuesta a los que nos han enviado? Qu dices de ti mismo? Dijo l: Yo soy voz del que clama en el desierto: ectificad el camino del Seor, como dijo el profeta Isaas (Jn 1,19-23). El rlogo del Evangelio haba hecho una serie de aclaraciones sobre Juan, para mostrar su rol subordinado respecto a quien es el verdadero revelador de Dios: Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba JUAN. Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por l. No era l la luz, sino quien deba dar testimonio de la luz (Jn 1,6-8). Juan da testimonio de l y clama: Este era del que yo dije: El que viene detrs de m se ha puesto delante de m, porque exista antes que yo (Jn 1,15) Ahora, en la declaracin que Juan hace de s mismo, se presenta simplemente como la OZ (Is 40,3), como un modesto vehculo de la A AB A hecha carne (Jn 1,23; cf. 1,14).
ero tam in durante el ministerio de es s una ran multitud si ue a es s, al er los si nos que haca ( n 6, ), por ser di nos del Mesas, quieren apoderarse de l para hacerlo re (6, 5). Lo uscan, no porque ieron si nos, sino porque han comido pan hasta saciarse (6,26). er cosas ma ores ( n ,50) que mila ros tiles. or eso es s in itar a quienes lo si uen a
es s nos llama a descu rir en l a la erdadera casa de Dios la puerta del cielo (cf. Gn 2 , 6- 7), el lu ar de comunicacin entre Dios la historia humana: En erdad, en erdad les di o: ern el cielo a ierto el ijo del hom re ( n ,5 ). a los n eles de Dios su ir ajar so re