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Congregación del Jesús María

Beata Dina Belanger

"Mirando la vida de quienes siguieron fielmente a Cristo (los santos) aprendemos el


camino más seguro por el que podremos llegar a la perfecta unión con Cristo o
santidad, según el estado y condición de cada uno. n la vida de aquellos que, siendo
hombres como nosotros se transforman con mayor perfección en imagen de Cristo,
Dios manifiesta ante los hombres su presencia y su rostro", dice el Concilio Vaticano II
en Lumen gentium 50. Nosotros, los cristianos, hemos sido llamados a seguir de cerca
a Jesús, hemos sido llamados a la santidad, a transformarnos en una imagen cada vez
más perfecta de Cristo. ¡Qué ayuda tan grande poder mirar de cerca ese rostro y
experimentar esa presencia de Dios en nuestra hermana Dina, una joven santa
moderna, de nuestro continente americano y de nuestro siglo! Ella vivió intensamente
su breve vida -como hija de familia, como amiga, como estudiante y concertista de
piano, y como Religiosa de Jesús-María- porque hundió las raíces de su existencia en
Aquél que dijo: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida". (Jn 14, 6) "Yo he venido para
que tengan vida y la tengan en abundancia".(Jn 10, 10)

DESEOS DE SANTIDAD
"Sean santos, como su Padre celestial es santo", dice Jesús. Estas palabras cayeron
en buena tierra en Dina, penetrando hasta el fondo de su corazón. Desde pequeña,
cuando descubrió que su maestra le buscaba en vano, una santa patrona canonizada
por la Iglesia, Dina se dijo a sí misma: "¡Pues bien, yo seré santa, yo daré una patrona
a las que lleven mi nombre!" Y este deseo de santidad fue creciendo por su fidelidad,
ayudada de la gracia de Dios. Ya joven, comenta: "Yo experimentaba la pasión por la
santidad. Por lo menos dos veces al día, mañana y tarde, yo pedía la gracia de
alcanzar el más alto grado de perfección que nuestro Señor deseara". Estando para
salir del noviciado, escribe: ¡Yo seré santa, oh, Jesús mío! ¿Quieres Tú recibir mi
promesa? No es un momento de embriaguez que pasa y ya no vuelve; No, me
impulsa tu amor, los grandes beneficios recibidos... Yo seré santa en todo detalle,
Jesús, yo te dejo hacer; mi donación es entera, yo te abandono el trabajo... En tu
misericordiosa bondad, Madre mía, oh santa Virgen María, bendíceme, te lo suplico;
me atrevo a desear la santidad, dame toda mi vida el amor con la humildad,
(Autobiographie, pp. 136 ss).

UNION CON DIOS


La constitución Gaudium et spes, en el párrafo arriba citado, identifica la santidad con
la unión con Dios. Empeño serio en adquirir el hábito de la unión con Dios a partir del
noviciado. "Yo deseaba hacer de mi vida una oración continua, permaneciendo sin
cesar unida a El en mis oraciones, mi trabajo y mi descanso... esta vida de unión con
mi perfecto Modelo llegó a ser el objeto de mi examen particular... En la mañana
debía pensar en hacer cinco actos en unión con Nuestro Señor en honor de sus cinco
sagradas llagas; lo mismo en la tarde. Desde que despertaba me apresuraba a
comenzar por la llaga del pie derecho, luego del pie izquierdo, al fin de su Corazón.
¡Ah! tenía tanta prisa de llegar a ésta última!
Frecuentemente al momento de la Comunión ya había llegado y permanecía en ella".
(Id. p. 98).

UNION POR LA PUREZA DE INTENCION


Dice Dina, en el noviciado: "La práctica de la unión con mi Dios seguía siendo el
objeto de mi examen particular. Añadí que quería actuar por amor; sólo por Jesús".
(Id, p. 104). Ya muy avanzada en la vida espiritual, el Señor le seguía pidiendo: "Mi
pequeño Yo mismo, todo sólo por Dios!" (Id., p. 318). Etapas en el proceso de unión
con Dios.- Dina nos comunica sus experiencias: "El me inició en la vida de unión con
El. Al principio, me parecía que El iba a mi lado, caminaba cerca de mí. Después, yo lo
encontraba en mí. Me gustaba conversar interiormente con El cuando yo salía sola
por la calle. Luego, El me dio su espíritu para reemplazar el mío; su juicio para
apreciar los objetos, los acontecimientos, las personas de la manera que El deseaba.

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Beata Dina Belanger

Después, el puso su voluntad en lugar de la mía; yo experimentaba entonces una


fuerza poderosa que me impulsaba al bien, que me obligaba a no negarle nada".
Toda la vida de Dina está animada del soplo de la fe manifestada en su actitud en la
oración, su fidelidad a los ejercicios de piedad, su amor a la Eucaristía, su devoción a
la Santísima Virgen y a los Santos, su piedad filial, su respeto a la autoridad, su
manera de ver a Dios en la naturaleza, los acontecimientos y las personas. (Cf.
Positio, esta síntesis en p. 63 y desarrollo en ss.). Es notable en Dina su amor a la
EUCARISTIA y su devoción a la SANTISIMA VIRGEN, Dice ella: "La comunión es mi
pan cotidiano y el rosario, mi postre". En todas las páginas de su autobiografía
menciona a la Virgen. Dice la M. Sta. Elizabeth que cuando Dina hablaba de Ella y de
Nuestro Señor, éstos eran personajes vivos.
EL CORAZON EUCARISTICO la atraía fuertemente. Dice Dina: "Apenas paso cerca de
la capilla, yo siento una fuerza irresistible que me invita. Ante el Sagrario, yo
experimento una alegría que no sé definir. Cuando el Santísimo está expuesto, yo
estoy toda invadida y como paralizada por ese Dulce Corazón Eucarístico. Cuando
dejo la Capilla, tengo que arrancarme del divino Prisionero". (Autobiographie, p. 254).
En cuanto a su devoción a la Santísima Virgen, Dina la vivió con intensidad según el
espíritu del Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen de San Luis Ma.
Grignion de Montfort, haciéndolo todo por Ella, con Ella, en Ella y para Ella, con el fin
de hacerlas más pefectamente por Jesús, con El y para El. Y pedía a Dios que muchas
almas conocieran este "Secreto de María", como el camino más corto, sencillo y eficaz
para ir a Jesús y llegar a la santidad. La Positio hace resaltar también la FE de Dina
en su devoción a los SANTOS. En su adolescencia habla de su devoción a San José, en
su fiesta le daba de regalo pequeños sacrificios. Nuestro Señor le dio en el noviciado
como patronas especiales a Santa Cecilia y a Santa Teresita. De aquélla tomó las
virtudes propias de un apóstol; y de ésta, sobre todo, la confianza. Escribiendo su vida
infantil, dice Dina: "Yo amaba mucho a Santa Teresa la grande (de Avila). Yo le tenía
una devoción que se acentuó con los años". Más tarde le compuso una poesía.
Iluminada por la FE. Dina veía a Dios en la AUTORIDAD; tenía una actitud de respeto,
amor y obediencia al Santo Padre, Obispos, Sacerdotes, superioras y autoridades en
geneal, (cf. Positio, P. 75 y otras). Dina sabía descubrir, con los ojos de la FE a Cristo
en sus ALUMNAS, dice: "¡Cómo quería yo a mis alumnas!... yo las amaba con un
cariño que buscaba su bien. Cuando las veía, a todas sin excepción, era su alma lo
que veía en ellas y allí la imagen divina; las consideraba como copones vivientes
donde residía la Santísima Trinidad".

LA ESPERANZA
Esta virtud se manifiesta en el ABANDONO Y CONFIANZA en Dios. Dice Dina: "Cuando
yo había comulgado en la mañana, no temía nada de los acontecimientos exteriores".
(Aut. p. 23). "Mi confianza en Dios no es una confianza que yo podría sacar de mi
miseria, claro que no. Es la confianza de Dios mismo la que hago mía. Estoy segura de
mi divino Obrero., tengo fe en su bondad, en su amor". (Aut. p. 182). Indica la M. Sta.
Elizabeth, maestra de novicias de Dina: "Yo no la he visto jamás desanimada. Al
contrario, yo creo que ella estaba contenta de tener que sufrir. Ella siempre estaba
animosa, siempre fuerte. Permanecía en calma en las dificultades". (Positio, p. 79).
Pero, de acuerdo con el testimonio de la misma madre, su ABANDONO era ACTIVO, ella
era muy activa trabajando física y sobrenaturalmente por Dios y por las almas; se
esforzaba por todos los medios para llegar a una unión más íntima con nuestro Señor,
por su fidelidad a los ejercicios de piedad, renuncias, mortificaciones. En unión con la
Sma. Virgen se ingeniaba para dar "pequeñas sorpresas" a Nuestro Señor.
LA ESPERANZA DEL CIELO se había convertido en una nostalgia y ardiente deseo de
ver a Jesús y María:
"En mi alma, siempre la noche, la nostalgia del cielo, la sed ardiente del Amor" (Aut.
p. 177).

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"En la mañana del 8 de diciembre (1924), mi deseo de ver a María en el bello cielo,
cerca de Jesús, fue tan grande que no pude impedir llorar." (Aut. p. 179).
Tres años antes de morir escribió una poesía titulada "Muero de no morir".-

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