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2da. parte
Y cuanto m�s hagamos por Dios aqu� tanto mayor ser� nuestra
felicidad en el cielo, quiz� parezca una paradoja afirmar que en el
cielo unos ser�n m�s felices que otros, cuando antes hab�amos dicho
que en el cielo todos ser�an perfectamente felices. Pero no hay
contradicci�n. Aquellos que hayan amado m�s a Dios en esta vida
ser�n m�s dichosos al consumarse ese amor en el cielo. Un hombre que
ama a su novia s�lo un poco ser� dichoso al casarse con ella, pero
otro que la ame m�s, ser� m�s dichoso que el primero en la
consumaci�n de su amor. D e igual modo, al crecer nuestro amor a
Dios (nuestra obediencia a su voluntad) crece nuestra capacidad de
ser felices en Dios.
En consecuencia, aunque es cierto que cada bienaventurado ser�
perfectamente feliz, tambi�n es verdad que unos tendr�n mayor
capacidad de felicidad que otros, para utilizar un ejemplo antiguo:
una botella de cuarto y una botella de litro pueden ambas estar
llenas, pero la de litro contiene m�s que la de cuarto. O para hacer
otra comparaci�n: seis personas escuchan una sinfon�a; todos est�n
absortos en la m�sica, pero cada uno la disfruta en seis grados
distintos, que depender�n de su particular conocimiento y
apreciaci�n de m�sica.