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Ejercicios Espirituales

Pecado y misericordia II
Apocalipsis 2, 2-5a
1. Método: Reglas de Discernimiento I [318-322]

La quinta regla: “En tiempo de desolación nunca hacer mudanza” [318]
Salmo 51, 10: “¡Dame un espíritu nuevo y fiel!”
La sexta regla: “(...) mucho aprovecha el intenso mudarse...” [319]
Salmo 57,7: “Mi corazón está dispuesto, Dios mío...”
La séptima regla: "El que está en desolación considere...” [320]
Marcos 14, 34: “Siento en mi alma una tristeza de muerte”
La octava regla: "El que está en desolación trabaje...” [321]
Apocalipsis 2, 3: “Has sido paciente y has sufrido mucho por mi causa...”
La novena regla: “Tres causas (...) son porque nos hallamos desolados” [322]
Apocalipsis 3, 16: “Pero como eres tibio, y no frío ni caliente...”

2. Tema: Pecado – Misericordia

De ‘mis pecados’, a ‘mi pecado’, a ‘yo pecador’ (Eddie Mercieca): El proceso de la


persona que se adentra en la experiencia del pecado es ir pasando del plural de ‘sus
pecados’, al singular de ‘su pecado’ radical, hasta llegar a reconocerse, delante de sí
mismo, de la comunidad creyente y delante de Dios, como pecador. En ese momento, la
persona se abre a la misericordia del Padre que nos acoge siempre con su perdón.

Acoger el perdón: El perdón de Dios es un regalo que nos alegra la vida y nos libera
para el servicio a los demás. Por eso, no debemos temer pedirle perdón a Dios; porque su
oficio y su alegría más grande es perdonar al pecador que está sinceramente arrepentido
y que busca una nueva vida por todos los medios a su alcance.

Aborrecimiento del pecado: La intención de San Ignacio es que el ejercitante sienta


interno conocimiento de sus pecados, que se haga consciente del desorden de sus
operaciones y que conozca el mundo y sus seducciones, para aborrecer todo esto, tal
como queda expresado en el coloquio del número [63]. Este triple coloquio, dirigido a
nuestra Señora, al Hijo y al Padre, es fundamental para llegar a tener una clara conciencia
del pecado y una actitud de rechazo radical de todo lo que nos aparta de Dios.

3. Puntos

Textos bíblicos:
Lucas 7, 36-50 “¿Quién es este, que hasta perdona pecados?”
Lucas 18, 9-14: “¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!”
Lucas 19, 1-10: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa…”
Filipenses 2, 1-11: “Ninguno busque únicamente su propio interés”
Apocalipsis 3, 14-22: “Se que no eres frío ni caliente...”

Preguntas y sugerencias:
¿Creemos, de verdad, que el Señor es capaz de perdonar nuestros pecados?
¿Nos sentimos justificados o somos conscientes de nuestra realidad limitada?
¿Estamos dispuestos a ‘bajarnos’ de nuestros esquemas para acoger el perdón?
¿Somos tibios en nuestra vida, como los cristianos de Laodicea?
Perdón sin condiciones
Tú nos regalas el perdón. a la oveja perdida,
No nos pides negociarlo contigo sino también al lobo
a base de castigos y contratos. manchado con la sangre del cordero.
«Tu pecado está perdonado.
No peques más. Perdonas siempre.
Vete y vive sin temor. Setenta veces siete
Y no cargues el cadáver de ayer saltas al camino
sobre tu espalda libre». para acoger nuestro regreso,
sin cerrarnos tu rostro
No nos pides sanear ni racionarnos la palabra,
la deuda impagable por nuestras fugas repetidas.
de habernos vuelto contra ti.
Nos ofreces una vida nueva Con el perdón nos das el gozo.
sin tener que trabajar No quieres que rumiemos
abrumados por la angustia, en un rincón de la casa
pagando intereses nuestro pasado roto,
de una cuenta infinita. como un animal herido,
sino que celebremos la fiesta
Nos perdonas con todo el corazón. de todos los hermanos,
No eres un Dios vestidos de gala y de perfume,
de tantos por ciento en el amor. entrando en tu alegría.
«A éste setenta y cinco,
y al otro sólo veintitrés». Te pedimos en el Padre Nuestro:
Hagamos lo que hagamos, «Perdónanos como perdonamos».
somos hijos cien por cien. Hoy te pedimos más todavía:
Enséñanos a perdonar a los demás
Tu perdón es para todos. y a nosotros mismos
No sólo cargas sobre el hombro como tú nos perdonas a nosotros.

BENJAMÍN GONZÁLEZ BUELTA,


En El Aliento de Dios, Sal Terrae, Santander, 1995, 48-49.

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Historia de las vasijas
Hace mucho tiempo, en un lugar apartado de la India, había un cargador de agua que llevaba siempre dos
grandes vasijas a los extremos de un palo que se mecía sobre sus hombros. Una de las vasijas era
perfecta y la otra tenía algunas grietas. La primera, conservaba toda el agua al final del largo camino
desde el arroyo hasta la casa, mientras la vasija rota llegaba con la mitad del agua a su destino.

Desde luego, la vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía sin defectos. Pero la
pobre vasija agrietada estaba avergonzada de su propia imperfección y se sentía miserable porque sólo
podía hacer la mitad de lo que se suponía era su obligación. Después de un tiempo, la tinaja quebrada le
habló al aguador diciéndole: “Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis
grietas sólo puedes llevar a casa la mitad del agua que necesitas”.

El aguador le dijo, compasivamente, “Cuando regresemos a casa quiero que te fijes en el borde del
camino”. Eso hizo la tinaja. Lo que vio fue una variedad inmensa de plantas y flores que adornaban el
trayecto, desde el arroyo hasta la casa. El aguador le dijo entonces: “¿Te diste cuenta que las plantas y
flores sólo crecen del lado por el que tu vas? Durante mucho tiempo el agua que dejabas escapar, fue
regando esta orilla del camino y, poco a poco, gracias a tus grietas, ha ido floreciendo la vida sin que lo
hubieras pretendido. Si no fueras exactamente como eres, con todo y tus defectos, no hubiera sido
posible crear tanta belleza”.

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