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GUÍA No.

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EL EJEMPLO QUE NUESTRO SEÑOR NOS HA DADO


PARA DOS ESTADOS DE VIDA

LOS AÑOS DE NAZARET JESÚS SE QUEDA EN EL TEMPLO

NUEVO PASO EN EL PROCESO

La contemplación detallada, sentida y gustada, de los evangelios de la infancia, nos


ha ido conduciendo al encuentro con la presencia salvífica de Jesucristo, realizador de las
esperanzas humanas y del Reino de Dios. El Verbo eterno «ansí nuevamente encarnado»,
que se despoja y se entrega a la pobreza de nuestra condición humana desde el pesebre
hasta morir en cruz para salvarnos (cf. (EE 116), es el «Jesús pobre y humilde» que, en
estas contemplaciones de su infancia y juventud, nos atrae a imitarlo y seguirlo.

Ignacio quiere que el ejercitante permanezca concentrado en el misterio de este


Verbo eterno encarnado, sin que lo distraiga ningún otro anuncio o mensaje. Este es el
sentido del cambio de adiciones programado en la cuarta nota de la segunda Semana: «traer
en memoria frecuentemente la vida y misterios de Cristo nuestro Señor, comenzando desde
su encarnación hasta el lugar o misterio que voy contemplando» (EE 130).

Las sucesivas contemplaciones de estos días, a la vez que nos han conducido a
ahondar en el conocimiento interior de Jesús, nos mueven a confrontar nuestra propia vida
con la del mismo Señor. Cada uno de nosotros, iluminado por el misterio que contempla, va
redescubriendo el significado profundo de la salvación que está en marcha en los
acontecimientos familiares de la propia vida y en los del mundo y de la sociedad en que
vivimos.

Avanzaremos ahora a la contemplación de los dos últimos misterios del primer


tiempo de la segunda Semana: la vida de Jesús en Nazaret y su subida al templo a los doce
años. En la perspectiva ignaciana del texto completo, este día de contemplación («el tercero
día»), reviste una intencionalidad particular. El «Preámbulo para considerar estados» (EE
135) aclara la interpretación de estos dos misterios, con miras al seguimiento del Rey
eternal, y prepara para la posibilidad de una llamada a un proyecto concreto de vida:

- a una obediencia filial, como expresión de amor, respeto y acogida de la voluntad


de Dios en el contexto de la vida cotidiana. Todo lo contrario al movimiento del pecado
(EE 50). Es el ejemplo que nos da Jesús desde la sencillez de su vida en Nazaret, que se
prolongará hasta la manifestación más grande de su amor en la muerte en cruz, sacrificio
que consumará la obra de salvación.
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- a un ofrecimiento en puro servicio del Padre. Ejemplo profético del joven Jesús en
el episodio del templo a los doce años, que deja ya entrever la radicalidad de su obediencia
filial.

Con estas dos contemplaciones entramos en una vía de interpelación más exigente
en el seguimiento de Jesús. Así nos dispondremos para adherirnos durante la siguiente
etapa a la Palabra que resuena en la historia del mundo, a través de la contemplación de su
«vida pública», dedicada a anunciar la buena noticia del Reinado de Dios, que ofrece a
todos la vida verdadera.

Invitados a ser perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto y con el deseo
suplicante de un conocimiento cada vez más íntimo del Señor, para seguirlo generosamente
en la misión emprendida para gloria del Padre, iniciaremos el discernimiento que Ignacio
nos propone en esa «toma de pulso» que son las Dos Banderas, los Tres Binarios y las Tres
Maneras de Humildad.

FIN QUE SE PRETENDE

Ponernos por delante los dos ejemplos que nos da el Señor para dos proyectos
posibles de vida, ambos encarnados en su propia experiencia y santificados por ella.
Ambos santificadores, como caminos a través de los cuales Jesús, en su existencia
histórica, «a pesar de ser Hijo, sufriendo aprendió lo que es la obediencia; y al
perfeccionarse de esa manera, llegó a ser fuente de salvación eterna para todos los que
lo obedecen» (Heb 5, 8-9).

Aunque Ignacio distingue, con la teología de su época, un primer estado de vida


«que es en custodia de los mandamientos»; y un segundo estado «que es de perfección
evangélica» (EE 135), nos sorprende cuando los presenta ambos, -en plena sintonía con la
enseñanza del Concilio Vaticano II-, como vividos por Jesús y como dos proyectos para
disponernos a «venir en perfección en cualquier estado o vida que Dios nuestro Señor
nos diere para elegir». Procedamos en esta búsqueda, con la mirada puesta en Jesús, pues
de él procede nuestra fe y él es quien la perfecciona. (Heb 12, 2).

GRACIA QUE SE QUIERE ALCANZAR

«Conocimiento interno del Señor, que por mí se ha hecho hombre, para que
más le ame y se siga» (EE 104); más le siga y le imite (EE 109); más le sirva y le siga
(EE 130).

Modificando los preámbulos según la sugerencia de Ignacio, aquí podemos


especificar que «por mí», para iluminar e inspirar mi opción de vida, se identificó en su
encarnación con todos los hombres, «trabajó con manos de hombre, reflexionó con
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inteligencia de hombre, actuó con voluntad humana y amó con humano corazón» 1; se
sometió a la ley común del trabajo, viviendo en el seno de una familia en Nazaret; se
«quedó en el templo, dejando a su padre adoptivo y a su madre natural, por vacar en puro
servicio de su Padre eternal (EE 135).

TEXTO IGNACIANO

EE 134: «El tercero día, cómo el niño Jesús era obediente a sus padres en Nazaret
(271) y cómo después le hallaron en el templo (272), y así consecuentemente hacer las dos
repeticiones y traer los cinco sentidos».

EE 135: «Preámbulos para considerar estados».

EE 271: «de la vida de Cristo nuestro Señor desde los doce años hasta los treinta»
(Lc 2, 41-50): era obediente…aprovechaba en sapiencia, edad y gracia; parece que
ejercitaba la arte de carpintero, como muestra significar Sant Marco: “¿Por ventura es éste
aquel carpintero?”».

EE 272: «de la venida de Cristo al templo cuando era de edad de doce años» (Lc 2,
41-50): «ascendió de Nazaret a Jerusalén; quedó en Jerusalén y no lo supieron sus
parientes; le hallaron disputando en el templo y asentado en medio de los doctores…
respondió: “¿no sabéis que en las cosas de mi Padre me conviene estar?”».

• Vida en Nazaret, misterio de lo ordinario

Jesús de Nazaret: escándalo real para la religión de su pueblo, para el poder, para la
cultura, para la sabiduría de este mundo: «¿de Nazaret puede haber cosa buena?» (Jn 1, 46;
cfr Jn 7, 40-52); «¿es que el Mesías va a venir de Galilea?»; «¿es que también tú eres de
Galilea [le replicaban a Nicodemo que lo defendía]?; estudia y verás que de Galilea no
surge ningún profeta». Galilea, Nazaret, lugares despreciables. Hijo de artesano, de un
hombre cualquiera que vive de su trabajo;

Jesús, sometido a todas las leyes de una vida de familia: la mayor parte de su vida
transcurre en Nazaret. Existencia normal, ordinaria, sujeto a la ley del trabajo. «Crecía»,
anota dos veces Lucas, es decir, aprendía a ser un hijo de hombre, “se humanizaba”. Vivió
plenamente su vida humana en la cotidianidad, inserto en medio de su pueblo; conviviendo
con sus aldeanos y conociendo experimentalmente sus necesidades, su marginalidad, su
anonimato, sus alegrías y esperanzas, sus tristezas y angustias. «Aunque existía con el
mismo ser de Dios, no se aferró a su igualdad con él, sino que renunció a lo que era suyo y
tomó naturaleza de siervo. Haciéndose como todos los hombres y presentándose como un
hombre cualquiera, se humilló a sí mismo…» (Flp 2, 8-9); «a pesar de ser Hijo, sufriendo,
aprendió lo que es la obediencia; y al perfeccionarse de esa manera, llegó a ser fuente de
salvación eterna» (Heb 5, 8-9)

1
Gaudium et Spes, 22.
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Crecía en todas las dimensiones: en sabiduría, en estatura y en gracia; en la relación


con Dios, amor central de su vida, a quien progresivamente iba experimentando como su
Abba, como el Dios de la vida y de la libertad, el Dios de la misericordia con los pequeños,
los pobres, los enfermos, los pecadores. Recorrió el camino de la fe con discernimientos
muy sinceros y personales (celibato, trabajo, cambio de vida para partir a la misión).
Aprendió a ser «contemplativo en la acción», buscando y hallando al Padre y su Reino en
los acontecimientos de su jornada de cada día. Las parábolas de sabor campesino que
utilizará durante su ministerio público evocan aquella dimensión contemplativa de su
juventud. Y creció como todos los demás, realizando un largo proceso de maduración, con
logros e imperfecciones, a través de su infancia, adolescencia y juventud. María acompañó
su desarrollo, junto con José, que le enseñó la historia de su pueblo, la ley, el oficio de
artesano, cumpliendo con él las tareas propias del padre semita. Con la paciencia y lentitud
de Dios, Jesús vivió plenamente por más de treinta años lo ordinario, de un modo
extraordinario.

• Jesús se queda en el templo: misterio de lo extraordinario

Único episodio registrado por san Lucas en el sucinto relato de la vida del niño y del
joven Jesús durante más de treinta años en su pueblo de Nazaret.

Libertad e independencia frente a lo más querido, la autoridad justa y santa de sus


padres. El que vivía «obedeciéndolos en todo» (Lc 2, 51), procede ahora «sin que sus
padres se dieran cuenta». ¡Está por encima de todo la soberana voluntad de su Padre! Más
tarde, en su ministerio apostólico, se apoyará en esa voluntad del Padre y en la autoridad
que le comunica para actuar sin tener que consultar a las autoridades judías: «mi Padre
siempre ha trabajado, y yo también trabajo» (Jn 5,17); «porque así como el Padre resucita a
los muertos y les da vida, también el Hijo da vida a quienes quiere dársela» (Jn 5, 21). Jesús
pide a María y a José lo más duro y exigente: aceptar en fe, sin entender. Reclama una
jerarquía de valores: primero, Dios, su Padre, el Absoluto; luego, todo lo demás.

Prefigura de la Pasión, con sus tres días de búsqueda angustiosa para José y María,
en ocasión de la Pascua, y en Jerusalén

El Padre, motivación exclusiva de Jesús: esa fue su obsesión, la síntesis de toda su


vida: «Padre»…«tu Nombre»…«tu Reino»…«tu voluntad». En el evangelio de Lucas, la
palabra «Padre» es la única que se le escucha en treinta años y su última palabra en la cruz;
«¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!» (Lc 23, 46). El Padre, la palabra más
revolucionaria del Evangelio, nos obliga a mirar a los demás como hermanos y a
transformar las estructuras, situaciones, actitudes que desdibujan esa fraternidad que
estamos llamados a formar los hijos de un mismo Padre. Con su obediencia, servicio,
sacrificio y muerte por él, Jesús nos enseña lo que verdaderamente significa «Padre» y lo
que quiere decir «amor».
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FUENTES DE ORACIÓN PARA LA SEMANA

Textos bíblicos

Lc 2, 39-52: vida de Jesús en Nazaret; subida a Jerusalén


Heb 2, 5-18: hermano de los hombres: como los suyos tienen todos la misma carne y
sangre, también él asumió una como la de ellos
Ro 12, 1 ss.: ofrecer la propia existencia como culto a Dios
Miq 6, 6-8: lo que el Señor desea de ti: que practiques la justicia, ames con ternura y
camines humildemente con tu Dios
Ef 4, 11: debemos crecer hasta la edad adulta, hasta la talla de la madurez de Cristo
Col 3, 3 ss.: mi vida está escondida con Cristo en Dios
Salmos: 24: el que tiene manos inocentes y puro corazón, subirá al monte del Señor
15: ¿Quién puede hospedarse en su tienda?
131: Señor, no es orgulloso mi corazón…ni voy tras cosas grandes

Textos de la Compañía

P. Peter-Hans Kolvenbach: «No ocultéis la vida oculta de Cristo», en «Decir…al “Indecible”,


Colección Manresa n. 20, Mensajero-Sal Terrae, pp. 77-89

SUGERENCIAS PRÁCTICAS

• Es posible que experimentes cierta ansiedad y sequedad en el ejercicio de estas


contemplaciones de los misterios de la infancia de Jesús; quisieras ir más rápido,
sientes la monotonía del proceso. Todo esto te puede ayudar a descubrir lo centrados
que podemos estar en nosotros mismos y nuestra impaciencia en la oración;

• Es el momento de mirar con atención si vas presintiendo en el proceso una


exigencia que quizás no puedas definir aún, pero que compromete lo más profundo
de tu ser. ¿Cómo lo afrontas? ¿Con apertura? ¿En disponibilidad, o con temor? Esto
es señal de que se nos va pidiendo algo; de que el Espíritu nos está moviendo,
poniendo algo en nuestro corazón, abrazándonos en su amor.

• La oración se simplifica: lo que importa aquí es que el ser de Cristo pase a


nosotros gracias a una interiorización cada vez mayor. Dios a los que elige los llama
a configurar la imagen de su Hijo, los justifica, les comunica su gloria, los va
transformando con resplandor creciente: tal es el influjo del Espíritu (cf Ro 8, 28 ss;
2 Co 3, 18). De allí la importancia de la repetición por la que retornamos a un
misterio «notando y haciendo pausa en los puntos que he sentido mayor consolación
o desolación, o mayor sentimiento espiritual» (EE 62).

SUGERENCIAS PARA DISTRIBUIR LA SEMANA

1) Contemplar la vida de Jesús en Nazaret: el misterio de lo ordinario


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2) Repetición: contemplar cómo Jesús «crecía» en sabiduría, estatura y gracia

3) Contemplar a Jesús en el templo: las cosas del Padre: su Proyecto, por encima de todo:
«busquen primero el Reino y su justicia…»

4) Repetición: contemplar a Jesús en el templo sin que lo supieran sus padres: su libertad
frente a todo, para seguir solo lo que el Padre le muestra

5) Nuestra vocación a crecer hasta la madurez y plenitud de Cristo (cf Ef 4, 12-16); a ser
perfectos, compasivos y misericordiosos como el Padre (cf Mt 5, 48; Lc 6, 36)

6) Nuestra vocación a crecer en la Compañía: la formación inicial y permanente (CG 32,


d.6, 18-20 y 35; CG 33, d.1, 20-22; CG 34, decretos. 1, 7, 8).

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