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REFLEXIONES PREVIAS
Estamos llegando a la conclusión de los Ejercicios abiertos. Durante esta cuarta Semana
hemos venido experimentando la presencia del Señor resucitado que se deja ver de sus discípulos
y hemos pedido la gracia de alegrarnos y gozarnos intensamente «de tanta gloria y gozo de
Cristo nuestro Señor». Para compartir más pura y limpiamente esta alegría, hemos añadido, con
la versión de la Vulgata, la petición de participar del gozo de la Madre.
El que estuvo muerto es ahora EL VIVIENTE, que tiene las llaves del reino de la muerte
(cf Ap l, 18). Jesús les había dicho a sus amigos: «no los voy a dejar huérfanos; volveré para
estar con ustedes…no se angustien ni tengan miedo. Ya me oyeron decir que me voy y que
vendré para estar otra vez con ustedes» (Jn 14, 18; 27-28). Su promesa se ha cumplido, Jesús
está con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo (cf Mt 28, 20). Vuelve a comer la Pascua
y a beber del fruto de la vid con sus amigos, porque el reino ha comenzado a tener su
cumplimiento (cf Lc 22, 14ss). El ayuda a sus discípulos en la misión, confirmando el mensaje
(Mc 16, 20). La tristeza de la comunidad se ha convertido en alegría, una desbordante alegría
que nadie le puede quitar (cf Jn 16, 20-22).
San Ignacio señala como quinto punto de las contemplaciones de la cuarta Semana:
«mirar el oficio de consolar que Cristo nuestro Señor trae» (EE 224). La presencia de Jesús,
actuante por su Espíritu, es presencia del Amor-misericordia, que se da y se comunica y «que
desea dárseme en cuanto puede, según su ordenación divina» (EE 234). Participar, pues, de su
gozo y gloria, aunque debe ser una experiencia desinteresada y vuelta totalmente a la persona de
Jesús, no puede menos de ser también consoladora, porque su gloria es el trofeo que él ha
conquistado para nosotros a fin de que tengamos vida en abundancia.
FIN QUE SE PRETENDE
1
L. Alonso Schökel y Juan Mateos entienden la gloria del Verbo encarnado, en el prólogo del evangelio de Juan (1,
14), como «plenitud de amor y lealtad»: «la Palabra se hizo hombre, acampó entre nosotros y hemos contemplado
su gloria –la gloria que un hijo único recibe de su padre-: plenitud de amor y lealtad». La Biblia, ediciones
Cristiandad, Madrid, 1975, p. 1213.
Prolongar en la vida diaria la experiencia gozosa de la cuarta Semana, mediante la
contemplación de Jesús resucitado, presente y actuante por su Espíritu, el Paráclito
(para,klhtoj%, cuyo oficio es animar, consolar, exhortar, impulsar, defender, interceder.
En realidad, el oficio de consolar que San Ignacio invita a contemplar en la persona del
Señor resucitado, ha estado actuando a todo lo largo de la experiencia de Ejercicios. Hemos
sentido y discernido el poder de su resurrección «por sus santísimos efectos», particularmente en
los exámenes de la oración. Por medio de Jesús, el mismo Criador y Señor se nos ha
comunicado abrazándonos en su amor y alabanza y disponiéndonos por la vía que mejor
podremos servirle en adelante (cf EE 15).
Quizás sea ésta una razón convincente para entender porque no hay ningún ejercicio
dedicado expresamente al Espíritu Santo y a su venida en Pentecostés, como algunos esperaban
encontrar en la lista de contemplaciones de los misterios de la vida de Cristo. La consolación del
Espíritu, que inunda nuestros corazones de amor, paz, alegría, comprensión, cordialidad,
generosidad, fidelidad, sencillez, dominio propio (cf Gl 5, 22), atraviesa todas las páginas del
texto de los Ejercicios. Acompañará también nuestra vida de cada día y debemos aprender a
buscarla y “reconocerla” en todas las cosas.
Pidamos la gracia de pertenecer al pequeño rebaño de las ovejas, a las que él llama por
su nombre y que reconocen su voz, lo siguen cuando camina delante de ellas y se dejan
conducir por esa voz que les es familiar (cf Jn 10, 2ss.). «El es nuestro Dios, y nosotros su
pueblo; somos ovejas de sus prados. Escuchen hoy lo que él les dice» (Sal 95, 7).
TEXTO IGNACIANO
2
CG 34, d. 2, 6.
•La ascensión de Cristo nuestro Señor (EE 312).
Es la última contemplación que San Ignacio propone para la cuarta Semana.
«Primero. Después que por espacio de cuarenta días apareció a los apóstoles, haciendo
muchos argumentos y señales y hablando del reino de Dios, mandóles que en Jerusalén
esperasen el Espíritu Santo prometido». Les recomendó, mientras comían juntos, que no se
alejaran de la ciudad, para aguardar el cumplimiento de la promesa del Padre: «recibirán una
fuerza, el Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes para ser testigos míos» (cf Hch l, 1-8;
Lc 24 48-49).
- «Segundo. Sacólos al monte Oliveti, y en presencia dellos fue elevado y una nube le
hizo desaparecer de los ojos dellos» (cf Hch 1,9; Lc 24, 50-51).
- «Tercero. Mirando ellos al cielo, les dicen los ángeles: “Varones galileos, ¿qué estáis
mirando al cielo? Este Jesús, el cual es llevado de vuestros ojos al cielo, así vendrá como le
vistes ir en el cielo”» (cf Hch 1, 10-11).
Nuestra atención se centrará en unos pocos puntos: Jesús se deja ver, dándoles muchas
pruebas de que está vivo y enseñándoles a re-conocerlo a través de signos de su nueva presencia;
termina su presencia visible y su convivencia terrena con ellos (significado de la nube que lo
hizo desaparecer de su vista); comienza una nueva presencia, a través del Espíritu que estará
siempre con ellos y en ellos. Los discípulos volvieron a la ciudad desde el monte de los Olivos
-una caminata permitida en el día de reposo-. Se dedicaban a la oración en común, junto con los
hermanos de Jesús, con María su madre y con las otras mujeres (cf Hch l, 12-14).
Acojamos la recomendación de mirar «el oficio de consolar que Cristo nuestro Señor
trae», valiéndonos de diversos textos del Evangelio para profundizar en la presencia y acción del
Espíritu consolador.
1) Anuncio del Espíritu:
-A Nicodemo: hay que nacer de agua y Espíritu para entrar en el Reino (Jn 3, 3-8)
- A la samaritana: «el que beba del agua que yo le daré, nunca volverá a tener sed.
Porque el agua que yo le daré se convertirá en él en manantial de agua que brotará
dándole vida eterna» (Jn 4, 14)
- A sus discípulos: es el Espíritu el que da vida (Jn 6, 63)
- En la fiesta de las chozas: de sus entrañas manarán ríos de agua viva (Jn 7, 37-
39; cf Ez 47, 1ss.: el manantial del Templo).
- El Padre les dará otro paráclito: «Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos.
Y yo le pediré al Padre que les mande otro Defensor [Consolador, Paráclito]3, el Espíritu de la
verdad, para que esté siempre con ustedes. Los que son del mundo no lo pueden recibir, porque
no lo ven ni lo conocen; pero ustedes lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en
ustedes» [como compañero] (Jn 14, 15-17)
- «Les estoy diciendo todo esto mientras estoy con ustedes; pero el Defensor, el Espíritu
Santo que el Padre va a enviar en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo
lo que yo les he dicho» [maestro y memoria viviente de Jesús] (Jn 14, 25-26)
- «Cuando venga el Defensor que yo voy a enviar de parte del Padre, el Espíritu de la
verdad que procede del Padre, él será mi testigo. Y ustedes también serán mis testigos, porque
han estado conmigo desde el principio» fuerza de testimonio] (Jn 15, 26-27; cf Mt 12, 19; Lc
21, 12ss.; 24, 48-49; Hch 1, 1-8)
- «Les digo la verdad: es mejor para ustedes que yo me vaya. Porque si no me voy, el
Defensor no vendrá para estar con ustedes; pero si me voy, yo se lo enviaré. Cuando él venga,
mostrará claramente a la gente del mundo quién es pecador, quién es inocente, y quién recibe el
juicio de Dios…» (Jn 16, 7-11)
- «Cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a toda verdad; porque no hablará
por su propia cuenta, sino que dirá todo lo que oiga, y les hará saber las cosas que van a
suceder» [ maestro e intérprete] (Jn 16, 13)
3
Nota de la Biblia de Estudio Dios habla hoy, Sociedades Bíblicas Unidas, a Jn 14, 16-17: «Defensor: Aquí y
en 14, 26; 15, 26; 16, 7; se da al Espíritu Santo el título de Defensor [en griego parakletos], propio también de
Jesús [nótese “otro Defensor” y 1 Jn 2.1]. El título tiene matices jurídicos [abogado defensor; cf. 16, 8-11].
La palabra griega se relaciona con el verbo que también significa consolar.
- Los carismas: dones distribuidos por un mismo Espíritu, «para la tarea del servicio,
para construir el cuerpo de Cristo» (cf Ef 4, 11-16; l Co 12, 27-31; Ro 12, 5-8)
- Los dones: «el Espíritu del Señor estará continuamente sobre él, y le dará sabiduría,
inteligencia, prudencia, fuerza, conocimiento y temor del Señor» (Is 11, 12)
4) Leer algunos textos de San Ignacio en sus cartas a varios jesuitas, sobre la necesidad
de buscar la unción y dirección del Espíritu Santo:
- al mismo P. Nunes Barreto en una breve carta: «Acerca de la instrucción que pedís para
mejor proceder en el divino servicio en esta misión, espero os la dará más cumplida el Espíritu
4
Obras de San Ignacio, BAC, 5ª edición, p.1050.
Santo con la unción santa y don de prudencia que os dará, vistas las circunstancias particulares»5;
5) Un rico tema de oración proporcionan las tres instrucciones del P. Arrupe a los
Delegados a la CG. 32:
5
Obras de San Ignacio, BAC, 5ª edición, p.1007.
6
Obras de San Ignacio, BAC, 5ª edición, p. 891.
7
Dic. 1974, en Documentos de la CG. 32, pp. 285-300; 301-317; 319-336.