Vous êtes sur la page 1sur 5

EL FIN DE LA OLIGARQUÍA PACEÑA, ¿ES EL FIN DE BOLIVIA?

La oligarquía paceña, la que inventó Bolivia a principios del siglo XX, ha desaparecido
derrotada. La Bolivia del siglo XX la contemporánea fue inventada en y por La Paz, es
para ser más específicos, un invento de las elites mineras paceñas. Hoy, de esa oligarquía
paceña dominante y aristocrática, capaz de inventarse un país para sacar y vender
minerales, no queda ni la sombra. Porque esa elite, a veces brillante -y a veces no-, hoy es
un grupito de collas blancoides, acorralados y asustados en sus casas de la zona Sur de la
ciudad. Y el control de La Paz, el control del poder, el control de lo que queda de ese
invento que fue la Bolivia minera del XX, está ahora en manos de ese fenómeno “urbano”
llamado El Alto.

Como en las leyendas clásicas, a La Paz y a sus elites, las derrotó uno de sus hijastros
predilectos. El más feo, de cuantos pudo haber parido: El Alto. La derrota era casi
inevitable. El Alto y su elite son jóvenes. La Paz y la suya, viejas. El Alto, aunque contiene
pobreza profunda, goza-sin embargo- de una burguesía comerciante despierta, rica e
informal. La Paz, por su lado, empobrecida y vieja cobija una elite, soñolienta caduca. Esa
elite paceña, otrora minera, exportadora, funcionaria, ministerial, hoy se hunde en un
provincianismo sin paliativo. Y su provincia es el barrio; las cuatro calles, los 3 cafés y el
supermercado de la zona Sur y aledaños. Las elites paceñas han terminado siendo
provincianas de barrio. Sus vidas y sus perspectivas comienzan en el barrio y finalizan en el
barrio.

Por eso, ya no existe esa La Paz, cuya dimensión era el país, ese país que fue, precisamente,
la más atrevida invención paceña. El capitalismo -implacable- impone que la pobreza, te
vuelve provinciano. Y a los paceños los ha vuelto. E impone que la riqueza, en tres
generaciones, te vuelva universal. El problema de La Paz y sus elites fue la quiebra de sus
dos grandes ingresos, la gran minería y el estatismo. Y ahora que el estatismo intenta
recuperase con los precios de las materias primas, entonces, la noticia es que hay materias
primas y hay buenos precios, pero lo que ya no hay es Estado.

Porque el Estado, o lo que había de Estado, se difuminó. Por ejemplo, se fue a las regiones
aledañas a los municipios, a los sindicatos. Se fue de las manos de la elite paceña. Y lo que
quedó de burocracia en La Paz, para más ironía, se lo llevó el Movimiento Al Socialismo
(MAS). Con lo cual, la elite paceña está aniquilada. No vale nada. El Alto y sus elites son
dedicadamente comerciantes. Ejemplo mundial del capitalismo comerciante. El transporte
en el mundo andino -que desde hace siglos es mundo de puro comercio- pertenece al El
Alto. El Alto es puerto de entrada y salida de Bolivia.

Y es puerto para el contrabando feroz y para la importación y exportación formal. Puerto


para Santa Cruz, por ejemplo. El Alto es una potentísima y muy abierta economía informal.
Sería el delirio de los clásicos liberales. Y la feria de El alto. La gran feria de El Alto,
funciona tiene en torno a 350 hectáreas de puestos de venta. Feria, donde contra todo
pronóstico, la gente no engaña a la gente. Porque es feria con códigos propios que se
cumplen a sin lentitudes ni contemplaciones.
Los alteños en su feria son unos caballeros ingleses. Cumplen su palabra porque quieren
que al día siguiente los clientes sigan viniendo. Por cierto, los caballeros hispánicos
cumplen la suya para honrar a sus muertos y a sus apellidos. Los de El Alto y los
británicos, para seguir vendiendo.

En esa Feria, cuatro metros cuadrados cuestan 250 $US y se usan para poner un kiosco por
dos días a la semana. El kiosco, a veces, no ofrece nada a la venta -pone de muestra
calcetines militares usados, por ejemplo-, pero lo importante para el propietario es tenerlo,
poseer el kiosco. Si tienes kiosco, podrás utilizarlo cuando haya algo que vender. Tengo
kiosco, luego existo.

La feria de El alto -“la 16 de julio” se llama- vende desde periódicos con números del mes
pasado hasta Mercedes Benz y otros coches que la vieja elite paceña ya no puede comprar.
Vende lagartos vivos y coleando, vende mapas militares en japonés.
Ofrece pescado frito, niños en adopción, medicinas para evitar el mal aliento y la
flatulencia (así, literalmente, se anuncian estas ofertas medicinales desde un megáfono a
toda voz); ofrece trenzas postizas de chola rubia y en fin; ofrece todo lo que la imaginación
alcance.

El Alto (y sus elites), maravilloso, truculento, fiera. La Paz (y sus Elites), cansada, coja,
pobre, pueblerina. Sobre todo pobre. Y claro, lo más importante y lo más paceño: La Paz
solemne. Sus elites solmenes. A La Paz le queda la solemnidad. Es pobre y solemne como
nadie más. Porque el boliviano solemne es paceño de necesidad. Y mientras el paceño de
elite, mestizo solemne, busca trabajo el MAS ya no le da; el alteño, mestizo avispado, se
limita a ganar dinero.

¿Cómo no iba a ganar El Alto a La Paz? ¿Cómo no iban a sustituir las elites alteñas a las
paceñas?

El Alto en 20 años pasó de ser la barriada más inhóspita de Bolivia a ser una de las
ciudades con el metro cuadrado más caro del país. Es el caso de esa zona alteña llamada La
Ceja. En menos de una generación esa barriada creció y hasta se montó en una identidad: El
Alto, en identidad, es mezcla de lo indio con lo urbano. Y funciona.

En menos de una generación, El Alto tuvo éxito vendiendo de todo, sufriendo, muriendo y
matando, no pagando impuestos (como en toda sociedad salvajemente capitalista, en El
Alto, la palabra “impuesto” es pecado). Y si todo eso ocurre en menos de una generación,
¿saben qué es lo próximo? Lo próximo es que esa comunidad quiera el poder del estado. Y
si puede, lo lógico es que lo tome.

Érase una vez una barriada que tomó el poder en Bolivia. Y érase la misma vez, que La Paz
y su elite lo perdió. Ahora, el poder económico, social y político del Altiplano, lo tiene El
Alto. No digo el poder de Bolivia entera, porque Santa Cruz es lo que es; es el otro poder.

A ver ¿No era que el poder -gracias a la economía- tendría que haber salido de La Paz y
haber venido íntegro a Santa Cruz? Era. Pero no lo fue. Porque el poder del occidente
boliviano, el poder político colla, hoy por hoy, lo ha tomado El Alto. Y lo ha tomado bien.
A votos y a patadas.

No hay que equivocarse. Los alteños no son unos indios martirizados y tristes al son de una
quena. No estamos ante unos indígenas explotados, buscando el socialismo místico y la
reivindicación telúrica de la raza y de la montaña. Ni siquiera son nacionalistas.
Esos son inventos de los políticos y sobre todo, de los politólogos. Paceños, por cierto.

Los alteños son tipos y tipas súper-racionales. Y lo de los ritos, los humos mágicos, la hoja
de coca para leer la suerte, la llamita muerta con el cuello torcido, las piedras porno y el
gran sexo que practican, el Dios sol y las ideologías del XIX y del XX como el
nacionalismo, son detalles decorativos en el hombre de El Alto.

Porque en realidad, realidad, los alteños son los primeros collas en llegar al siglo XXI.
En abandonar el siglo XX, tan paceño y modernizador. Y desde esta su
Pos-modernidad, los alteños, no están para pasarse la vida en folklore y pachangas
emotivas, están para comprar y vender. Están aptos para los retos del presente y del futuro.
La verdad es que a primera vista, el modo de organizarse de los alteños es medio arcaico, el
sindicato. Pero los objetivos de sus sindicatos, son auténticamente posmodernos. Sus
modos de organizarse son el sindicato vecinal y el sindicato de servicios. El sindicato
vecinal son las famosas juntas, cuyo principal objetivo es cuidar la propiedad urbana, evitar
impuestos y a la vez, apreciar la propiedad con servicios, losetas, seguridad y todo eso que
se le puede sacar a la política. Y el sindicato de servicios -comerciantes y transportistas- da
organización a auténticos imperios económicos.

Los alteños son como los chinos. Milenarios, con dioses hasta por los codos, llenos de
rituales y bailes folklóricos aburridísimos y reiterativos. Pero eso es para la diversión y la
estética. Para el domingo. Porque a la hora de la plata, los alteños son como los
californianos. Unas fieras capitalistas. O más claro, los alteños son unos tipos que quieren
progresar y que para eso, usan con gran éxito- al capitalismo comercial.

¿Y el Estado? ¿Qué hacen los alteños, esos posmodernos, con el Estado que es una cosa tan
moderna? ¿Qué Estado? La propia existencia de El Alto es la negación del Estado en
Bolivia. La Paz y sus elites eran el Estado boliviano. El Alto es la superación de La Paz y
del Estado andino.

El Alto es el caos convertido en poder, en comercio y negando siempre al Estado. Por eso,
El Alto se pasa por donde mejor le place al mundo de lo político y a sus instituciones. De
verdad: los alteños son como los auténticos liberales. O sea, con el Estado -o mejor con lo
político- se divierten y de vez en cuando, muestran los dientes. Derrocan uno que otro
gobernante y ponen sobre la mesa su listado largo de necesidades: calles, carreteras,
hospitales, agua, escuelas, putas en redención, anulación de impuestos y todo eso.

Los alteños son unos tipos serios: no están para la política. La política se la encargan a los
políticos. Hasta hace poco se la encargaban con entusiasmo a Goni, Banzer, & Cia. Hoy se
la encargan a los cocaleros. Y en eso, el MAS debe tenerlo claro. El MAS es un inquilino
circunstancial del poder. Y el poder es de El Alto. El MAS es un alojado que por hoy es
bienvenido en la casa del El Alto. Y por eso, los masistas nunca deben olvidar que todo
alojado es como el pescado, huele al tercer día. El MAS estará en Palacio hasta que su
aliado físico y capitalista que es El Alto, lo decida.
Ni todo el ejército venezolano sostiene el Palacio si El Alto se opone. ¿El MAS pensaba
que la caída de las elites paceñas era obra del MAS? Por favor; la caída de esas elites es
obra de la pobreza y el empujón no lo da el MAS, lo da El Alto: la nueva elite del
altiplano. Hoy el panorama es claro. Se acabó La Paz y sus elites monopolizando el poder
con celo de loba parida. Se acabó el siglo de La Paz. Se acabó el estaño. Se acabó el poder
paceño: primero se acabaron los patiños, esos. Y luego, se acabó la COMIBOL, las pegas y
todo eso otro. El último pataleo paceño y blanco fue Goni. La caída de Goni no sólo
representa el fin político de La Paz. Goni, el último minero, representa el fin económico de
aquella vieja elite minera y paceña, elite que desde la minería privada o la estatal, inventó la
Bolivia del XX.

¿Y Mesa? Ya con Mesa, la elite paceña era lo que es, nada. ¿Y no existe hoy en día una
elite paceña, blancona, tendiendo nexos con El Alto? Cómo no. Si algo aprendieron las
elites paceñas, de izquierdas y de derechas, fue cómo hacer política. Y ahora, esa izquierda
blanquecina no iba a dejar pasar la ocasión. Existe esa izquierda paceña jugando al
indigenismo. Y haciéndole venias al nuevo poder que es El Alto y su inquilino el MAS.

El problema es que El Alto y el MAS no necesita a la tal izquierda blanquecina, y ésta está
acabada. Es innecesaria. Prescindible. Es más, resulta molesta, para El Alto. ¿Qué le queda
entonces a esta elite blanca e izquierdosa de La Paz? Varias opciones. Una, hacer sala de
espera en el despacho de Choquewanca o de uno de esos. Ni se sabe para qué. Otra, que los
cubanos les inviten a una recepción. Que el vicepresidente les de una consultoría. Abrir una
fundación para algo de derechos humanos, o de ecología. Estudiar antropología y decir
frases en algún dialecto u idioma de aquellos tan exóticos.

En suma, el poder colla lo tiene El Alto y no necesita a nadie. Sus condiciones geopolíticas,
sus energías generacionales, su capacidad capitalista, su arrojo y organización para la toma
física del poder en la plaza murillo y todo eso, le ha dado el poder. Por eso, Bolivia o lo que
queda de ella, es en este momento, la relación de poder entre dos fuerzas: El Alto por un
lado y Santa Cruz por otro. Que Bolivia -ese invento de las derrotadas elites paceñas- siga
existiendo, depende de cómo se lleven estas dos fuerzas. Y si ya no está el inventor ¿puede
el invento seguir adelante? ¿Quieren y pueden El Alto y Santa Cruz seguir cargando con
Bolivia? Habrá que ver.

Por lo pronto, el MAS y sus cosas -nacionalizaciones, spots, constituyentes, venezolanos y


todo eso- está atrapado entre El Alto y Santa Cruz. Si el MAS cree que tiene proyecto
propio, se equivoca. El Alto es El Alto con o sin el MAS. Y ni qué decir de Santa Cruz,
donde el MAS ha terminado siendo una anécdota. Por eso no deja de ser absurda e ingenua
la aspiración del MAS de resucitar el viejo proyecto paceño -el nacionalismo centralista,
estatista y todo eso- tan típico del 52, o sea, tan típico de las elites paceñas.

Lo curioso es que el MAS acaba siendo la única esperanza de reconstruir, de restaurar, el


antiguo régimen; restaurar el estatismo fundado por las elites paceñas. Claro, la verdad es
que ningún masista inteligente se toma esa resurrección -esa restauración- en serio. El único
era Solís Rada. Por eso lo botaron. Por su parte, la vieja elite blanca y paceña también tiene
oficio, limpiar sus viejos volvos, hablar en voz baja en su mal español (es un español
bastante aimarizado), aburrirnos con las historias sobre sus abuelos (sus abuelos eran la
cholada de finales del XIX que desplazó a los apellidos chuquisaqueños) y mostrarnos sus
oscuros cuadros -tan fuera del circuito universal de la estética- colgando de sus paredes en
la zona Sur.

Además, esa elite ya puede desechar sus corbatas (por lo general, corbatas de poliéster,
porque madre mía, qué elite tan mal vestida, mal comida y mal bebida). La otra tarea
histórica que tiene la vieja elite paceña es casar -sin demora- a sus hijas con alteños o con
cruceños. Lo primero, les permitirá permanecer en el Altiplano por derecho propio. Lo
segundo, entrar al “Cantri”. Finalmente, la labor esencial de la caduca elite paceña de aquí
en adelante, será rogar. Rogar para que sus captores, los alteños, no amanezcan de mal
humor y por cualquier motivo, bajen un día a sacarles la entretela. Frivolidades aparte, lo
cierto es lo siguiente: ¿tiene algún interés El Alto o Santa Cruz en sostener el invento de la
oligarquía paceña derrotada? Es decir, ¿qué interés tiene El Alto y Santa Cruz en sostener
Bolivia? Y por eso, el fin de la oligarquía paceña, ¿es el fin de Bolivia tal y como la
conocimos en los 100 últimos años? Quizá.

Vous aimerez peut-être aussi