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Óscar Coello
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Resumen:
El presente artículo, luego de contextualizar la figura del autor y fijar
la identidad actancial del narrador, llamado así mismo Inca, precisa las
categorías literarias de base para fortalecer la mejor intelección ficcional
de La Florida. Es un artículo conmemorativo producido con ocasión del
cuatricentenario de la edición de La Florida, celebrado por la UNMSM y
la Academia Diplomática del Perú.
Résumé:
Après avoir remis la figure de l’auteur dans son contexte et fixé l’identité
actancielle du narrateur, également appelé Inca, le présent article décrit
les catégories littéraires de base afin de renforcer la meilleure intellection
fictionnelle de La Florida. Cet article commémoratif fut rédigé à l’occasion
Abstract:
Alter placing the author in its relevant context and making precise his
actantial identity, the article lays down the basic literary categories for
better understanding the fictional intellection of La Florida. This article
forms part of the oncoming events commemorating the quadricentennial
edition of La Florida.
Palabras clave:
La Florida; Inca Garcilaso; ficcionalidad; literaturidad; narrador
Mots clés:
La Florida; Inca Garcilaso; fictionnalité; littératurité; narrateur
Key words:
La Florida; Inca Garcilaso; fictionalizing
leg. n.° 1451)1, nace con el esplendor del descubrimiento del Pacífico,
aquel día de San Miguel de 1513 cuando Balboa y Pizarro lo tocaron por
primera vez.
Es por ello que, unos años más tarde, cuando el capitán español Garcí
Lasso de la Vega y Vargas procrea un hijo en estas tierras, este habría de
ser —sin asomo de dudas— un súbdito español de por vida, cuyo nombre
oficial quedó asentado como el de Gómez Suárez de Figueroa, nombre del
bisabuelo español repetido en el niño, según la costumbre hispana.
1 MATICORENA, Miguel: “El vasco Pascual de Andagoya inventor del nombre del
Perú”. En: Cielo Abierto. Lima, Vol. II, N.° 5, octubre 1979, pp. 38-42.
2 GARCILASSO DE LA VEGA, El Ynca: Primera parte de los commentarios reales.
Lisboa: En la oficina de Pedro Crasbeeck, 1609. Libro I, cap. VI.
He dicho que bien quería a su padre, por eso prefirió llamarse como él
y no como su bisabuelo; además, le correspondía también, según el uso
hispano, llevar el nombre del padre si era el mayor. Los documentos
hablarán de él ahora como Garcilaso de la Vega, a secas. Y así se produce
el tránsito de Gómez Suárez de Figueroa a Garcilaso de la Vega, los dos
seres reales, los que existieron en sucesivos tiempos y espacios de este
mundo en que vivimos.
El Inca
El literato o escritor
4 GARCILASO DE LA VEGA, Inca: La Florida del Ynca. Lisbona: Impresso por Pedro
Crasbeeck, 1605. Proemio al lector, fol. 4.
5 Las primeras ediciones de sus libros reflejan las variaciones onomásticas; por ello, las
citas en este artículo las reproducen.
declara así ante el párroco. Y uno que otro insignificante papel tardío
donde se le llama Inca, es decir, cuando ya su nombre literario sin duda
había sido asimilado y confundido por el pueblo como su nombre real6.
En la vida real le placía llamarse “el capitán Garcilasso de la Vega”.
Tampoco consta por ningún lado que aquello de ‘inca’ le correspondiera
por algún título legal. Repito, nada documenta en la vida real el nombre
inequívoco de “el Inca Garcilaso de la Vega”. Lo de Inca solo está en
sus libros de creación. Recién al momento de morir es cuando asume la
transformación perpetua: “[...] yo garcí laso inga de la bega, clérigo que
por otro nombre me solía llamar gómez suárez de Figueroa”7. Entonces,
está claro que fue inca cuando descubrió que para los fines intelectuales
que se proponía, es decir, configurar, crear de golpe la literatura española
del Perú, de rango universal, a su condición de súbdito español había que
agregarle el plus ultra que lo distinguía: español, pero del Perú. Del famoso
‘Perú de los Incas’ que solo existía en el vocabulario de los españoles, en
la conciencia de la hispanidad, en el imaginario europeo, conforme a la
cita que hice, en su lugar, del P. Blas Valera. Era totalmente conciente de
que había dado con ese rico filón de las letras castellanas: el del Perú de la
leyenda; y ese fue el espacio que escogió para su creación. Fue como nadie
hasta entonces conciente de que él y solo él era poseedor de los títulos
indiscutibles para asumir la tarea: a cada trazo de su pluma nos recuerda
que era nacido en el Cuzco, y nos cuenta con candoroso orgullo que su
madre había pertenecido a la dinastía solar, por ello es que decía llamarse
el Inca; en tanto que, por el lado del padre, se entendía pertenecer a una
raza de escritores hispanos. En su primer libro, La traduzión del Indio de
los tres diálogos de Amor, le dice al rey don Felipe que lo ha servido con
la espada y con la pluma; como el Cisne de Toledo, el de las corrientes
aguas, puras cristalinas. “Con la espada y con la pluma” es el lema que
exhibe como pórtico de sus libros, junto a los simbolismos indios e
hispanos. Contemplemos, pues, juntas las razones por las que le placía
El narrador ficcional
8 GARCILASSO INGA DE LA VEGA: La traduzión del Indio de los tres diálogos de Amor
de León Hebreo. Madrid: En casa de Pedro Madrigal, 1590.
9 GARCILASO DE LA VEGA, Inca: Historia General del Perú. [1617]. Edición al
cuidado de Ángel Rosenblat. Buenos Aires: Emecé Editores, 1944. Tomo I, p. 15.
10 Ibíd., p. 16.
El lector implícito
11 GUAMÁN POMA DE AYALA, Felipe: Nueva corónica y buen gobierno. [1615]. Edición
y prólogo de Franklin Pease G.Y. México: Fondo de Cultura Económica, 1993. Tomo
I, p. 3.
12 GARCILASO, La Florida del Ynca, óp. cit., fols. 39-40.
13 Ibíd., fol. 3.
14 Ibíd., fol 14.
15 Ídem.
16 Ídem.
Hay muchas más cosas, sin duda, no voy a referirlas todas ahora, con
las que logró encandilar nuestro primer escritor universal a los lectores
castellanos, de allende y aquende los mares; o europeos, en general, a
juzgar por las casi inmediatas y posteriores traducciones de sus libros
al inglés, francés, italiano, alemán, etc. Para los americanos, para los
peruanos, en particular, el Inca Garcilaso soñó para nosotros una patria
nueva, un país invalorable. Sin olvidar los avatares de la confrontación
inicial, la soñó armonizada, reconciliada y, sobre todo, nunca dudó de
soñarla incomparablemente bella.
Para finalizar, debo aquí citar las principales voces que he atendido
en esta visión del Inca Garcilaso de la Vega. Ya a finales del siglo XIX,
Marcelino Menéndez y Pelayo, en su memorable Historia de la poesía
hispanoamericana escribió que es: “uno de los más amenos narradores
que en nuestra lengua pueden encontrarse”21. Dice que en el espíritu del
Inca Garcilaso se formó “lo que pudiéramos llamar la novela peruana o
la leyenda incásica, que ciertamente otros habían comenzado a inventar,
pero que solo de sus manos recibió forma definitiva”22. Dice el insigne
don Marcelino que: “Garcilaso hizo aceptar esos sueños por el mismo tono
de candor con que los narraba y la sinceridad con que acaso los creía, y a
él somos deudores de aquella ilusión” 23. Culmina el eminente polígrafo
español con una afirmación rotunda: “Como prosista, es el mayor
nombre de la literatura americana colonial: él y Alarcón, el dramaturgo,
son los dos verdaderos clásicos nuestros nacidos en América”24.
Hay muchos más que están en esta línea, con mayor o menor
decisión. No necesito nombrarlos a todos, con los mostrados ya basta.
27 MIRÓ QUESADA, Aurelio: “El Inca Garcilaso”. [1945]. En: Obras completas, Tomo
IV. Lima: Empresa Editora El Comercio, 2002, 4.ª edición, p. 190.
28 MATICORENA ESTRADA, Miguel: “Un manuscrito de la Florida del Inca
Garcilaso”. El Comercio [Lima], “Dominical”, 09 de abril de 1989.
29 Ídem.
Estas son mis palabras finales: al comenzar dije que el Perú nace en la
leyenda, aunque la leyenda —bien lo sabemos— fue superada largamente,
por la realidad maravillosa. Con el Inca Garcilaso empezamos a amar
ese sueño. Gracias a su decantada formación humanista, que lo hizo
comprender la importancia de las epopeyas originales para los pueblos
que aspiran a ser grandes —como la vieja Ilíada, como la hechizada Eneida,
como la Sagrada Biblia— él se propuso soñar la epopeya del Nuevo Mundo.
La esbozó, la trazó, la configuró como una espléndida obra de arte; al
hacerlo inauguró las letras peruanas universales. Por ello, cuatrocientos
años después, desde la más noble sede de la cultura hispanoamericana, la
Universidad Mayor del Perú, en cuyos claustros aún resuenan con fervor
las voces de insignes garcilasistas: desde José de la Riva Agüero hasta Raúl
Porras Barrenechea, desde Aurelio Miró Quesada hasta Luis Alberto
Sánchez, José Durand Flórez, Carlos Araníbar, Miguel Maticorena, de
entre un largo elenco sanmarquino de estudiosos del Inca, venimos a
celebrar otra vez La Florida (1605) con decidido orgullo y justo regocijo.
30 Ídem.
31 Menéndez Pelayo, Marcelino: Orígenes de la novela. Tomo II. Madrid: Consejo
Superior de Investigaciones Científicas, 1961, 2.ª edición, p. 152.
BIBLIOGRAFÍA