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Una variante de los torneos eran las justas combate singular que
enfrentaba a los caballeros, en este caso armados con hachas
(manuscrito del siglo XV)
Consideraciones GENERALES
A.- En primer lugar el sentido del "honor". Esto nada tiene que
ver con la diversión. Cualquier diferencia de criterios que terminase
en una disputa, se dirimía con las armas y siguiendo una reglas muy
precisas. No se podían utilizar todo tipo de armas porque aquí
entraba en juego otro principio que vemos a continuación.
B.- La lucha debe de celebrarse en igualdad de condiciones. No se
trata de matar al adversario con la primera arma que coges sino que
el adversario debe de estar provisto de un arma similar a la tuya.
Esta igualdad de condiciones no solo se manifiesta en armas iguales
sino que no se puede atacar al adversario, en un descuido, por la
espalda o aprovechando las sinuosidades del terreno. No, ambos,
deben de luchar en un campo preparado al efecto que ofrezca las
mismas posibilidades a uno y a otro.
C.- El motivo de la lucha como veremos se aleja en gran medida
de lo que era la lucha entre gladiadores. El caballero lucha en torneo
porque tiene que solventar una ofensa. Se presupone que se ha
ofendido su honor y ha de limpiarlo. La lucha le permitirá esa
oportunidad. Otras veces se luchaba para con el triunfo solventar
una contienda o unas diferencias. A veces ello se hacia al servicio del
Rey, como combatió en torneo Rodrigo Díaz de Vivar (el Cid
Campeador), para determinar a que reino pertenecía la ciudad de
Calahorra. Este tipo de torneo estaba íntimamente vinculado a lo
que se practicaba durante la Edad Media conocido como "juicio de
Dios". Ante una disyuntiva, ante no saber que camino tomar, si uno
u otro, cuando esa solución se presentaba como difícil, se sometía al
juicio de Dios. Se creía que si la causa por la que luchaba un
caballero era justa Dios le permitiría ganar en la lucha. Como
podemos apreciar este convencimiento es totalmente diferente a lo
que pudiese sentir un gladiador romano.
D.- A veces se luchaba también para ganar la admiración de una
dama. De hecho era costumbre que cuando el caballero salía a la liza
solicitase el pañuelo o tul de una dama que lo consideraba su divisa
en esa contienda o torneo. El amor se sujetaba a unas reglas y entre
ellas estaba el respeto. Si observamos en las líneas que llevamos
escritas hay palabras que están presentes: honor, Dios, amor, dama,
reglas . . . . Un caballero las sentía así. Y este, era, en esencia, el
fundamento de los torneos. Al margen de ello, no cabe la menor
duda que si algunos caballeros se aburrían en los castillos y no
tenían mas diversión que la cetrería y otros tipos de cacería, les
gustase celebrar torneos. Pero tratar de justificar los torneos en que
los caballeros se aburrían me parece un tanto insuficiente y
superficial.